Guión de Celebración para El Miércoles de Ceniza

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MIÉRCOLES DE CENIZA

Marzo 2 de 2022

Conviértete y cree en el Evangelio


(Cfr. Mc 1, 15)

DEPARTAMENTO DE LITURGIA
GUIÓN PARA LA IMPOSICIÓN DE LA SANTA CENIZA

Si preside un ministro no ordenado, en un lugar digno junto a la sede se dispone la Ceniza


previamente Bendecida por el Presbítero.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


R. Amén.

Si preside un diácono, hace el saludo, si preside un ministro no ordenado se inicia


directamente con la monición

La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo, fuente del perdón y de la misericordia,


el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con ustedes.

R/. Y con tu espíritu

Monición

Queridos hermanos: “¡Déjense reconciliar con Dios! ¡Ahora es el tiempo favorable,


ahora es el día de la salvación!” Con estos dos imperativos cargados de la tierna
compasión de Dios que viene gratuitamente a nuestro encuentro, la comunidad
cristiana es convocada hoy a dejarse alcanzar por la misericordia del Padre que, en
la muerte y resurrección de su Hijo, se derramó sobre nosotros como un derroche de
amor que no tiene fin.

Volvemos así con toda la Iglesia a celebrar y vivenciar el misterio central de nuestra
fe, no para repetirlo, sino para asimilarlo y vivirlo con más profundidad, asumiendo
cada vez mejor los criterios, actitudes y sentimientos de Jesús como discípulos que
le permiten reproducir en su vida su Misterio, y prolongar su entrega de amor hasta
el extremo.

Volver cada año sobre el Misterio del Señor no es pues, un círculo cerrado, sino un
movimiento abierto, un dinamismo espiritual que nos permite asimilar la vida del
Señor, para identificarnos cada vez más con él. La liturgia y en ella el Pan de la
Palabra de Dios que se nos ofrece cada día, se convierte en el lugar privilegiado de
nuestra configuración con Él, espacio abierto donde el Espíritu va esculpiendo en
nosotros la imagen viva de Jesús.

El camino cuaresmal de este año tiene un ingrediente particular, se trata de la


consulta Sinodal que se está desarrollando en nuestras Iglesias particulares
iluminados por el ícono (imagen) de la conversión de Cornelio y Pedro. Por eso, al
iniciar este camino que nos conduce a la Pascua, resulta conveniente acercarnos
serenamente a los capítulos 10 y 11 del Libro de los Hechos de los Apóstoles
dejándonos interpelar por este testimonio y entrando con audacia en un camino de
conversión, como ellos.
El que preside, dice: oremos.

Oración colecta

Concédenos, Señor,
Emprender el combate cristiano con santos ayunos
Para que los que vamos a luchar contra la tibieza espiritual
seamos fortalecidos por los auxilios de la penitencia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.

R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

Primera Lectura

Lectura del profeta Joel (2, 12-18).

Pues bien —oráculo del Señor—, conviértanse a mí de todo corazón, con ayunos,
llantos y lamentos; rasguen sus corazones, no sus vestidos, y conviértanse al Señor
su Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se
arrepiente del castigo. ¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la
bendición, ofrenda y libación para el Señor, su Dios! Toquen la trompeta en Sión,
proclamen un ayuno santo, convoquen a la asamblea, reúnan a la gente, santifiquen
a la comunidad, llamen a los ancianos; congreguen a los muchachos y a los niños de
pecho; salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar
lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: Ten compasión de tu pueblo,
Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos. ¿Por qué
van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios
por su tierra y perdonó a su pueblo;

Palabra de Dios

Salmo responsorial (Sal 50, 3-4.5-6a,12-13.14 y 17)

R/. Perdón, Señor, hemos pecado.

1. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi


culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

2. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti,


contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu presencia.

3. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu


firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
-2-
4. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios


(5,20-6,2).

Hermanos, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo


exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que se
reconcilien con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro,
para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él. Y como cooperadores suyos,
los exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo
favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues miren: ahora es el
tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.

Palabra de Dios.

Canto interleccional.

Puedes ser: Caminaré, en presencia del Señor…

Si preside un ministro ordenado introduce el Evangelio con el saludo habitual. Si preside


un ministro no ordenado, simplemente lo enuncia.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (6,1-6.16-18).

En el sermón de la montaña, dijo Jesús a sus discípulos, cuiden de no practicar su


justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán
recompensa de su Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar
la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para
ser honrados por la gente; en verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú,
en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará. Cuando oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar
de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres.
En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores,
entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre,
que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunen, no pongan cara triste,
como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que
ayunan. En verdad les digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando
ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los
hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido,
te recompensará.

Palabra del Señor.

-3-
PAUTAS PARA LA REFLEXIÓN1

Los capítulos 10 y 11 del Libro de los Hechos de los Apóstoles narran la conversión
de Cornelio, Pedro y la Comunidad cristiana de Jerusalén que nos ha sido propuesta
como ícono (imagen) iluminador del proceso sinodal que nuestras Iglesias
particulares vienen desarrollando desde el año pasado.

Por eso, para posibilitar una reflexión siguiendo el espíritu de nuestro camino
sinodal, conviene detenernos en los procesos internos que vivieron los protagonistas
del episodio que nos trae el texto citado.

En primer lugar, Cornelio. De Cornelio dice el texto que se trata de un hombre


piadoso, ejemplar, un hombre de alto nivel, seguramente con buenas finanzas, bien
posicionado, centurión, que era el rango más alto dentro del cuartel que estaba a su
cargo; además, un hombre de Dios que daba limosnas y hacía oración: la ficha de
presentación es muy buena. Pero aparecen todavía dos rasgos más: recibe una
anunciación de parte de Dios y, además, responde con prontitud a la Palabra de
Dios.

En Hechos 10, 3 y 4 se narra que vio claramente en una visión, hacia las tres de la
tarde, al ángel de Dios que llegaba hasta él y le decía: “Cornelio”. Él lo miró fijamente
y sobrecogido del temor dijo: ¿Qué pasa, señor? y le respondió: Tus oraciones y
limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios”. El mensaje del ángel
a Cornelio es una especie de felicitación de parte de Dios. ¡Bravo, Cornelio, vamos
bien! Y enseguida le da una orden y Cornelio la ejecuta en los versículos 5 y 6: “Envía
a unos hombres a Jope y haz venir a un tal Simón de sobrenombre Pedro que se
hospeda en casa de otro Simón, curtidor, que vive junto al mar”.

La respuesta de parte de Cornelio es inmediata, de obediencia (cf. Hch 10, 7-8) pues
en cuanto se retiró el ángel que le hablaba llamó a dos criados y a un soldado piadoso
de los que estaban a sus órdenes, les refirió todo y los envió a Jope.

La aparición del ángel a Cornelio había sido a las tres de la tarde. En Hechos 10, 9-
16 inicia la narración de lo que le aconteció a Pedro, al día siguiente, cuando eran las
doce del día, hora sexta, una hora de oración. Pedro había subido a la terraza a orar,
sintiendo la brisa del mar; estando en ello, sintió hambre, quiso tomar algo y
mientras le preparaban el almuerzo le sobrevino un éxtasis. ¿Cómo se presenta la
visión? Como una bellísima mesa preparada por el mismísimo Dios, un mantel
elegantísimo, el ajuar del cielo es fino y con todo tipo de comida; desciende del cielo
y Pedro recibe una orden: “levántate, sacrifica y come” (Hch 10, 13). Pedro replica:
“De ninguna manera, Señor. Yo nunca he comido nada profano, nada impuro”.

Para el narrador de Lucas, Pedro se está preguntando sobre el asunto


porque si esta visión viene de Dios es una cosa seria, hasta el punto de

1
Cfr. P. Fidel Oñoro. Fragmento de la “Ponencia durante el proceso de preparación para el Sínodo de la
Sinodalidad”, en: CXII Asamblea Plenaria. Subsidio de reflexiones (CEC, 2022), pág. 30-52.

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que piensa en abrirse. Pero Pedro todavía no entiende del todo lo que está
pasando, lo entenderá solo a través del encuentro con los delegados que vienen desde
Cesarea del Mar hasta Jope y que están tocando la puerta a la misma hora de la
visión.

Pedro estaba perplejo pensando en la visión que había tenido tres veces en la terraza.
Mientras cavila, tocan la puerta los enviados de Cornelio preguntando si era allí que
estaba Simón, el otro, el que tenía por sobrenombre Pedro (cf. Hch 10, 17-18). Pedro
seguía en la azotea, inmerso en la reflexión, decantando la visión; entonces, el
Espíritu le vuelve a hablar y este detalle es interesante: nos dice el narrador de Lucas
que el Espíritu, no un ángel, intervino. No se trató de una voz divina imprecisa sino
el Espíritu; esto quiere decir que todo el tiempo había sido el Espíritu quien había
estado llevando las cosas. En el versículo 20, el Espíritu dice: “Mira, te buscan tres
hombres, levántate, baja y vete con ellos sin ningún reparo pues yo los he enviado”.

La actitud de Pedro era inadmisible para un judío, es decir, meter en su


casa (en este caso a la casa de Simón el curtidor) a un grupo de paganos,
pero lo hizo; esto indica que Pedro ya se está abriendo, sin hacer
distinciones ¿Por qué lo hace? Porque el Señor es quien le ha dicho: ya
no distingas. El Espíritu le ha dicho: “ve a su encuentro”.

Así llegamos al tercer día, cuando Pedro se hace acompañar de otros hermanos que
también van a quedar contaminados; emprenden el viaje y llegan por fin a Cesarea
del mar. En los versículos 24 a 26, en el momento en que Pedro entra sale Cornelio
a su encuentro, se postra a sus pies y lo adora; Pedro lo levanta y le dice: “Yo también
soy un simple hombre”. Aquí se puede entender la idea que Cornelio tiene de Pedro:
este hombre, que Dios le ha indicado que invite a su casa, no es simplemente un
hombre de Dios sino casi una divinidad. Por eso Pedro le hace la corrección: “Yo
también soy un simple hombre”, rechaza la adoración pues el verbo de postrarse, en
griego, significa adoración. También este gesto de Cornelio podría ser entendido
como el comportamiento adecuado ante una persona de altísima dignidad; de todas
maneras, Pedro no acepta reverencias.

En los versículos 28 y 29 avanza la narración: Pedro dice: “ustedes saben que está
prohibido para un judío acercarse a un extranjero, pero Dios me ha enseñado a no
llamar profano a ningún hombre”. Esto quiere decir que Pedro se estaba abriendo…
“Por eso he venido sin vacilaciones, porque el Señor me dijo: No dudes.
Ahora les pregunto por qué motivo ustedes me mandaron a llamar”. Estamos ya
en la experiencia del encuentro; todo había comenzado con un mantel,
una mesa, espacio de comensalidad, encuentro profundo y ahora
estamos ya en el cara a cara: Pedro, Cornelio, los de su casa, los
delegados, todos pueden pasar a comer lo que se consideraba como
animales impuros.

Sin embargo, para nuestro texto el tema de la comida no es lo que interesa porque es
evidente que se da un salto; el tema no es comer o no animales impuros sino
convivir con personas consideradas ritualmente impuras. Pedro va a

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decir: “Dios me ha mostrado que no hay nada de profano ni de inmundo
en ninguna persona”. Esto es fuerte. Pedro no le dice a Cornelio: “El Señor me
autorizó para comer lo que quiera” sino “El Señor me ha dicho que ninguna
persona es impura. Por eso, les pregunta, ya estando claro esto, ¿por qué me han
enviado a llamar? Y por tercera vez se cuenta la historia; esta vez Cornelio cuenta la
historia de la aparición del ángel. Lo curioso del relato es que Cornelio tampoco sabe
para qué viene Pedro. Lo único que sabe es que trae un recado para él de parte de
Dios. Cornelio le dice en otras palabras: Yo lo que le puedo decir es que no hay otra
cosa que obedecer al Señor, es decir, estoy totalmente disponible para lo que Dios
quiera por medio tuyo (Cf. Hch 10, 33): “Ahora todos nosotros estamos aquí
en la presencia de Dios para escuchar lo que ha ordenado el Señor”.

Hasta el momento la respuesta no estaba dada. ¿Qué fue lo que ordenó el


Señor? ¿Que cambiara la dieta? No. Sino que no distinguiera entre
personas. Pedro entonces en los versículos 34 y 35 dice: “Ahora comprendo” -
esta es la conversión - “que Dios no hace acepción de personas, sino que en
cualquier pueblo le es agradable todo el que le teme y obra la justicia”.

En este mismo sentido, de la mano de la sinodalidad, va un discernimiento; discernir


para decidir con la vinculación de todos. No fue Pedro solo; no dijo: “Yo soy Pedro,
el primero de los apóstoles, yo decido, los demás me hacen caso”. No fue así. Pedro,
como todos, escuchó al Señor y lo propuso ante la comunidad. Su tarea fue ayudar a
discernir y colocarlo delante. Cornelio también participa del discernimiento; pasa
por una conversión en el sentido de que pasó de su condición de temeroso de Dios a
conocedor en plenitud de la revelación de Dios, del Dios vivo y verdadero el cual
encontró en la persona de Jesucristo, muerto y resucitado, para luego ser lleno del
don del Espíritu Santo.

Esto es la conversión; estamos preocupados por la conversión de otros, pero resulta


que la de los otros va a la par de la nuestra; la conversión del otro requiere de la mía
en primer lugar; de hecho, es lo único que estoy en condiciones de hacer: no puedo
cambiar a otros, pero puedo cambiar yo. Esto es lo que el Señor nos pide en primer
lugar; lo que realmente depende de nosotros porque el resto es obra de Dios.
Terminamos con la convicción de que es la Iglesia la que debe cambiar, la que debe
dejarse moldear por su Señor, por la acción edificante del Espíritu Santo; solo así
será realmente - seremos realmente -, la Jerusalén del Espíritu.

Oración de los Fieles

Presidente: Presentamos nuestras súplicas al Padre, que no quiere la muerte del


pecador, sino que se convierta y viva, digamos:

R/. Escúchanos, Señor.

1. Por Iglesia que hoy inicia el camino cuaresmal con el rito de la ceniza, para
que este tiempo de gracia nos purifique y recuerde el llamado a la conversión
que nos hace Cristo con su entrega. Oremos al Señor.

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2. Por los gobernantes de las naciones, para que trabajen siempre por la paz, la
fraternidad, la justicia y el progreso de todos los pueblos. Oremos al Señor.

3. Por los enfermos y los que sufren, para que sientan, el amor y acogida de la
comunidad que se une a ellos para ayudarlos a sobrellevar las cargas fuertes
de sus enfermedades y sufrimientos. Oremos al Señor.

4. Por el camino sinodal que venimos desarrollando en nuestra diócesis, para


que nuestro discernimiento sea guiado por el Espíritu Santo. Oremos al
Señor.

5. Por nosotros aquí reunidos, para que la ceniza impuesta en nosotros, sea el
inicio de una autentico camino de conversión, y que en la oración y en el
abandono, podamos encontrar la verdadera paz que solo el Señor nos puede
dar. Oremos al Señor.
Oración conclusiva

Padre Santo, escucha nuestras plegarias y no ceses de protegernos con tu


amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Digamos ahora juntos las palabras que Jesús nos enseñó: Padre Nuestro…

BENDICIÓN E IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

Ahora, el que preside, si es ministro ordenado dice:

Amados hermanos:
Imploremos a Dios, nuestro Padre, se digne bendecir con la abundancia de su gracia
esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza en señal de penitencia.

Oh Dios, que te apiadas de quienes se humillan,


y encuentras agrado en quienes expían sus pecados,
escucha benignamente nuestras súplicas
y derrama la gracia de tu bendición +
sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza;
para que, fieles a las prácticas cuaresmales,
lleguen a celebrar con un corazón puro,
el misterio pascual de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Si es un ministro no ordenado, omite la bendición.

Luego, toma con toda reverencia la ceniza bendecida y dice:

Acerquémonos, pues a la gracia de este signo en el cual el Señor nos invita a la


conversión.

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El ministro, dice: Conviértete y cree en el evangelio

Luego se impone la ceniza, y a medida que la van recibiendo los fieles se entonan algunos
salmos penitenciales o un canto apropiado como los que se sugieren en el Misal Romano
pág. 73-74.

CONCLUSIÓN.

Se concluye con estas palabras:

El Dios de toda gracia,


que los ha llamado en Cristo a su eterna gloria,
los afiance y los conserve fuertes y constantes en la fe.
R. Amén.

Si preside un ministro ordenado, dice:

Y la bendición de Dios todopoderoso,


del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

R. Amén.

Si preside un ministro no ordenado, dice:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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