Proceso Histórico Del Turismo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 31

Proceso histórico del turismo1

Autora: Edna Rozo.

“Por ello, las visitas turísticas internacionales modernas,


poseen su propia estructura moral,
un sentido colectivo según el cual existen ciertas vistas que uno está obligado a ver”
(Maccannell, 2003, pág. 58)

1.1 Presentación

Si bien en las sociedades modernas se han “naturalizado” las prácticas sociales del turismo,
este fenómeno es de relativa reciente aparición. A continuación, se presentan cuatro
paradigmas relacionados con las formas de valoración histórica de los lugares turísticos, que
permitirán comprender las diversas expresiones del fenómeno turístico: el primero
relacionado con el Grand Tour; El segundo que da surgimiento al turismo moderno; El
tercero, con la aparición del turismo alternativo; y el último referido a sus expresiones
contemporáneas. Si bien se plantean unos hitos históricos en el surgimiento de estos
paradigmas, en la actualidad en diversas zonas del planeta se presentan de manera
simultánea estas formas de apropiación, generando múltiples lógicas y contenidos sociales,
simbólicos y estéticos.

1 Este documento inédito, hace parte de la tesis doctoral que elaboró la autora sobrel: Lugares
Turísticos contemporáneos: corporalidad, imaginarios y prácticas sociales en la Zona de Interés
Turístico de Usaquén, Bogotá, 2019. Universidad Externado de Colombia, Bogotá.

Prohibida su reproducción.
Ilustración 1 Desarrollo de los lugares turísticos.

Fuente: Elaboración propia, 2018

Se analizan las principales dinámicas a través de las cuales el turismo ha reconfigurado los
lugares, apropiando y transformando sus contenidos materiales e inmateriales, y generando
diversas formas de interacción de los sujetos que interactúan: turistas, habitantes y
operadores turísticos.

1.2 Los viajeros del Grand tour

Si bien los viajes han sido connaturales con la historia de los grupos sociales, los primeros
antecedentes del turismo como fenómeno social de la modernidad, aparecen hacia inicios
del siglo XVII, a partir de los desplazamientos de los jóvenes aristócratas ingleses y europeos
quienes, guiados por un tutor, se iban de casa durante largo tiempo, entre 1 y 3 años, para
descubrir las expresiones culturales y artísticas clásicas de Occidente. El sentido de la vista
va a jugar un papel central en el descubrimiento de los nuevos lugares: la Italia mítica
asociada a los bellos paisajes que se disfrutan mientras se viaja entre una ciudad y otra,
combinando los sitios sacros con los profanos: “Entre lo que debe ser visto, el siglo XVI situó
a Italia en el primer lugar, debido, sobre todo, a sus monumentos romanos. Esta primacía de
Italia perdurará durante más de tres siglos” (Boyer, 2002, pág. 17). Algunos itinerarios, por
ejemplo, inician en Londres, conectando con Paris, Milán, Pisa, Florencia, Roma, bajando a
veces hasta la costa Amalfitana y regresando por Venecia, Viena, Munich, Berlín, Praga y
Amsterdam, para finalmente regresar al imperio británico. El vocablo tour, que
posteriormente va a derivar en la palabra turismo y turista, es acuñado para significar ese
ilustrado viaje de educación que indica un salir de casa y volver.

Los primeros viajes están motivados por el intercambio diplomático, los viajes de negocios,
los propósitos educativos como la obtención de un título universitario, o el entrenamiento
en algunas actividades específicas como la equitación, la danza, la esgrima o la práctica de
conversaciones “civilizadas” (Verhoeven, 2010). Según Jiménez (1986), se dan dos tipos de
viajes, aquel de formación como se le conoce inicialmente, el cual encuentra su máxima
expresión entre los años 1763 y 1793, periodo en el cual se referencia el mayor número de
recorridos; y el segundo, de información el cual aparece con mayor fuerza entre los años
1793 y 1841, aproximadamente.

El trayecto requiere de bastante planificación por parte de la familia y de los tutores que
acompañan a los jóvenes viajeros. Los móviles no son solamente educativos, sino que
incluyen las diversas culturas y sus expresiones arquitectónicas civiles y religiosas,
independientemente de la inscripción de los viajeros en los dogmas calvinistas, luteranos,
anglicanos o católicos de la época (Green, 2014). No se viaja por descubrir propiamente al
otro, sino como “objeto” curioso que deleita la experiencia del viajero ocasional, un deseo
de conocer las formas de vida de los locales y algunas de sus expresiones gastronómicas, por
ejemplo, que configuran aún más el viaje ligado al placer. Aparecen a finales del siglo XVII las
primeras guías turísticas, que recogen apuntes de los diarios de los viajeros y demarcan lo
deseable para ver.
Estos viajes denotan distinción social y un naciente acceso a un conocimiento vedado para
quienes permanecen en el lugar habitual de residencia, fortaleciendo en la aristocracia
inglesa y en las clases pudientes francesa, alemana y holandesa, entre otras, un elemento
diferenciador para aquellos viajeros, lo cual les da un elemento de control y acceso al poder
político y económico en sus territorios, una vez se regresa del viaje. Por tanto, el
desplazamiento es especialmente realizado por los hombres dado que va a otorgar un valor
de jerarquización y diferenciación social.

Estas primeras formas de desplazamiento asociado a motivaciones culturales y de ocio


empiezan a perfilar algunos rasgos característicos de lo que posteriormente se va a conocer
como el turismo moderno propiamente dicho: el ir y volver al mismo lugar de origen; las
motivaciones asociadas a la segmentación entre tiempo de trabajo y tiempo libre o de
descanso; el paisaje como motivador del desplazamiento, el cual se disfruta como unidad
total e integradora de los lugares que se visitan y a través del cual se arman los itinerarios; la
combinación selectiva de aquello que es digno de verse por lo tanto asociado a cierto tipo
de estética, e invisibilizando lo sucio, los problemas sociales de los lugares, todo aquello no
deseable de admirar: “El paisaje es aquí concebido como el aspecto visible y perceptible del
espacio” (Nogué, 1989, pág. 36).

El turismo se empieza a configurar como un impulsor de cierto tipo de estética ligada al


placer de admirar los paisajes en su estado más puro posible o de sumergirse de manera
placentera en las expresiones culturales y que van a estar especialmente dispuestas en los
centros urbanos de la época. La experiencia turística en los diversos lugares es más de
carácter contemplativo, en donde los sujetos sólo disfrutan de aquello digno de admirar. Las
rutas e itinerarios van a demarcar una particular forma de percibir lo que se visita en la
medida en que visibilizan y conectan elementos materiales vinculados a esa condición
estética de “lo bello” y que escinde de manera cartesiana el mundo, como clara expresión
de la modernidad, separando naturaleza de cultura: lo prístino versus lo elaborado por el ser
humano, las obras de arte, las esculturas, la pintura, etc. Se empieza a configurar un viaje de
disfrute y relajación, hacia aquellas expresiones del renacimiento, que incorporan elementos
clásicos de la cultura griega y romana, ese querer regresar al pasado. Así mismo se empieza
a visitar y disfrutar la campiña europea. Boyer (2002) plantea cómo estos viajes van a tener
elementos distintivos que serán el germen para el llamado turismo moderno: la búsqueda
de la distinción, los motivos asociados al placer y al ocio y el surgimiento de los lugares
demarcados para la experiencia, asociados al liberarse de las obligaciones rutinarias. Estas
tendencias las recogerá posteriormente Cohen (2005) y ampliará y profundizará Hiernaux
(2002), para explicar la forma como los lugares turísticos se expresan actualmente.

1.3 Los tiempos modernos del turismo

Con la aparición de la locomotora a vapor en 1804 y la construcción de la primera vía de


pasajeros entre Liverpool-Manchester en 1830, se empiezan a dar las condiciones para el
desplazamiento masivo de personas. Esto lo aprovecha un visionario empresario inglés,
Thomas Cook, al organizar por primera vez un paquete turístico para trasladar a un grupo de
más de 500 personas de una asociación de anti alcohólicos entre Leicester y Loughborogh,
Inglaterra (Boyer, 2002), convirtiéndose en el hito histórico que diera origen al nacimiento
del turismo moderno. Urry y Larsen (2011), consideran que el nacimiento del turismo en la
modernidad en Occidente se da hacia 1840, a causa de varios sucesos: los significados y
deseos colectivos del viaje; la reproducción técnica de la fotografía; el primer paquete
organizado por Thomas Cook en 1841; y el primer railway hotel en York, entre otros.

En poco tiempo las vías de los ferrocarriles y las estaciones de trenes en Europa se vuelven
elementos naturalizados en el paisaje y se transforman en un elemento simbólico potente,
asociado a los procesos de industrialización (Buch, 2007). En las imágenes bucólicas
asociadas al viaje, no pueden faltar estos artefactos que a su vez tienen la doble
funcionalidad de conectores, pero también de lugares de encuentros, de llegadas y partidas
de los viajeros; algunos de ellos se mitifican y recrean magistralmente en el cine y la literatura
y empiezan a configurar, junto con otros marcadores, el aura de los sitios asociados a los
lugares turísticos.
Estos antecedentes dan cuenta del surgimiento de un fenómeno de grandes dimensiones
que va a estar vinculado a factores sociales, económicos y políticos de consolidación del
sistema capitalista, los cuales determinan el significativo crecimiento del turismo: El acceso
a derechos civiles y laborales producto de las demandas de los trabajadores alemanes a
finales del siglo XIX, dan como resultado las primeras leyes de reconocimiento y seguridad
social, tales como el acceso a seguros de vejez, de enfermedad y de accidentes de trabajo;
la huelga celebrada en Estados Unidos el primero de mayo de 1886, para demandar por parte
de los trabajadores una reducción de la jornada laboral pasando de 14 o 15 horas a 8, evento
que origina la celebración internacional del día mundial del trabajo; el reconocimiento a las
vacaciones pagadas, que surge por primera vez en 1936 en Francia, dando pie para que
diversos países de occidente otorguen este derecho fundamental en la década de los treinta,
entre otros (Pastoriza, 2008). Es de anotar que estas demandas son reconocidas de manera
simultánea con los procesos productivos que se vienen consolidando, asociados a nuevas
formas corporativas y de gestión. A inicios del siglo XX se empiezan a proponer modelos de
administración como el taylorista (Taylor, 1911) y el fordista (Gramsci, 1999), los cuales
promueven la especialización funcional de la mano de obra con definición y control riguroso
de tiempos y movimientos, los cuales van a tener un mayor impulso en el periodo de la
posguerra:

“El objetivo de la jornada de cinco dólares y ocho horas era asegurar la sumisión del
trabajador a la disciplina requerida para trabajar en el sistema de la línea de montaje. Al
mismo tiempo quería suministrar a los trabajadores el ingreso y el tiempo libre suficientes
para consumir los productos masivos que las corporaciones lanzarían al mercado en
cantidades cada vez mayores” (Harvey, 2008, pág. 148).

Es así como se empiezan a volver emblemáticos algunos sitios frecuentados en el tiempo


libre por los trabajadores. Un antecedente importante de los primeros lugares turísticos
propiamente dichos, aparece a inicios del siglo XVIII en Bath, Inglaterra. La principal
motivación es el disfrute de sus aguas medicinales, promoviendo además el deseo posterior
de desplazarse a zonas de litoral, dando origen a Brighton y otras localidades asociadas a la
orilla del mar (Boyer, 2002). Si bien hasta finales del siglo XIX se visitan preferentemente las
zonas de litoral caracterizadas por las aguas frías; posteriormente y desde inicios del siglo XX
los grandes centros balnearios asociados a la visita en la estación de verano, se consolidan
como los lugares de mayor atracción, emulando sitios como Lancashire y Blackpool en
Alemania, que desde 1870 son frecuentados por los trabajadores alemanes constituyéndose
en la “cuna de la primera sociedad de consumo de la clase obrera del mundo” (Pastoriza,
2008).

Posterior a la primera guerra mundial, estas zonas de litoral emulan las prácticas sociales
asociadas a la recuperación de fuerza laboral y se convierten en los destinos de ensoñación
preferidos por grandes masas de población. Es de anotar que no fueron los únicos sitios de
descanso, dado que aquellos destinos de alta montaña y la campiña, ya se frecuentan desde
finales del siglo XIX, pero casi que de manera exclusiva por las clases altas.

Se aprovecha un periodo corto, una o dos semanas al año, dando origen a la llamada
estacionalidad vinculada al sol, la playa y el mar como los principales valores de los lugares
visitados. Hiernaux (1994), plantea como el turismo masivo está inspirado en la búsqueda
del edén perdido. Por tanto, las clases sociales trabajadoras, que buscan emular a las clases
elitistas, desean visitar principalmente estas zonas. Un trabajador más bien pasivo cuya
motivación es el descanso para recuperar fuerzas que le permitan volver a las grandes
fábricas, determina las diversas formas en las que los lugares se van adecuando y
transformando para la experiencia turística.

El periodo de la posguerra es determinante en el desarrollo de los medios masivos de


transporte como el avión y el automóvil, la mayor renta de las familias, el incremento del
tiempo libre, el desarrollo de los medios de comunicación, la mejora de las condiciones de
conectividad, así como el incremento del intercambio económico mundial, todo lo cual
facilita el acceso a los viajes de descanso para un mayor número de población.

Maccannell (2003), plantea como el turismo es uno de los modelos más importantes para
explicar la modernidad en Occidente: “Todos somos turistas”, metáfora que utiliza para
explicar las estructuras sociales, a través del análisis del sistema de atracciones turísticas de
aquellos lugares que se adecúan para la mirada del visitante. Estas estructuras se manifiestan
en formas e itinerarios, que se conectan a través de las vistas y los marcadores del lugar,
incorporando de manera profunda un contenido simbólico de lo social. Su tesis central es
que la sociedad moderna está relacionada profundamente con el ocio moderno de masas,
particularmente con el turismo internacional, en el cual se expresan valores significativos de
aquella: “el turismo internacional de masas moderno produce en la mente del turista una
yuxtaposición de imágenes provenientes de culturas separadas por la historia y así, acelera
la diferenciación y modernización de la conciencia de la clase media” (Maccannell, 2003, pág.
37). Basándose en Goffman (1993), plantea cómo a través de dicho sistema el individuo
aprehende la sociedad, en un juego de conexiones e interrelaciones, brindando claves para
el entendimiento de la transformación de los grupos sociales y sus valores más profundos.

Harvey (2008), afirma que las diversas maneras en las que se organiza el espacio son
determinantes en la comprensión de las maneras como los grupos sociales aprehenden el
mundo: “Los ordenamientos simbólicos del espacio y el tiempo conforman un marco para la
experiencia por el cual aprendemos quiénes y qué somos en la sociedad” (pág. 239).

Coincide Tuan (2005), en reconocer el derecho a la recreación, al descanso y a los viajes


como un cambio sorprendente en la trayectoria vital del ser humano que empieza en casa
para salir al mundo, al cosmos y que se inicia con el acceso al viaje por parte de la clase alta:
“La élite puede gozar del mundo y de la casa; pueden ser cosmopolitas y, sin embargo,
regresar al hogar para satisfacer su necesidad de reconstituirse y renovarse. Se trata de la
clase privilegiada” (pág. 3).

De otra parte, Urry y Larsen (2011), plantean cómo el turismo más que un tema trivial, es
significativo para revelar aspectos relacionados con las prácticas sociales a partir de la
“mirada turística”, la cual se transforma con los procesos sociales e históricos. Para los
autores, el turismo surge en la modernidad como una esfera separada de la vida del trabajo
y ocurre de forma regularizada en el tiempo en el que ser turista es una de las más
importantes características del ser moderno. Éste se organiza a partir de la anticipación, del
viajar despierto, la fantasía y la búsqueda del placer, lo cual permite la selección de lugares
particulares en los que se conjugan todos los sentidos, pero principalmente el de la vista,
rompiendo con todo aquello que se considere ordinario y ligado a la vida cotidiana. La
mirada, según los autores, se construye en el turismo moderno, a través de una colección de
signos que se globalizan y por ello, los lugares del placer se constituyen en función de ella,
como símbolos de producción del poder.

En esta perspectiva los nuevos lugares del turismo que surgen a partir de los años cincuenta
responden a la lógica del proceso de industrialización acelerada que se consolida en la época
de la posguerra en Europa. Modelo que los países de América Latina emulan para alcanzar
el ideal del crecimiento económico que se vende en el contexto del sistema capitalista.
Particularmente en algunas regiones del continente, las zonas de litoral sufren dos tipos de
procesos: el primero y más común, de crecimiento espontaneo derivado de la llegada masiva
de personas, tal y como sucede en varios países del Caribe; el segundo, como producto de la
planificación normativa o de ingeniería social holística (Mattos, 2004) liderada por los
estados nacionales como estrategia de crecimiento y control económico territorial, en la que
el turismo se concibe como un instrumento de articulación de “regiones problema” a las
dinámicas de crecimiento macro económico nacional. Los lugares se conciben como
contenedores, como espacio vacío y se les impone un proceso de ordenamiento físico
espacial liderado normalmente por equipos técnicos contratados por el Estado central,
modelo a través del cual se atrae capital privado internacional, previo desarrollo por parte
de las infraestructuras de conectividad, como vías, aeropuertos, puestos de salud, entre
otros, con inversión pública; de tal manera que se garanticen las condiciones para que los
inversionistas privados, encuentren las condiciones favorables para su llegada. Recogen los
principios del modelo fordista por excelencia: “De una manera general se puede decir que el
americanismo y el fordismo derivan de la necesidad inmanente de llegar a la organización de
una economía planificada y que los distintos problemas examinados deberían ser los
eslabones de la cadena que señala precisamente el paso del viejo individualismo económico
a la economía planificada” (Gramsci, 1999).
Estos procesos que fueron concebidos desde enfoques de ordenamiento territorial turístico
recogen de manera fidedigna la lógica del modelo económico fordista y de impulso a
economías de gran escala, en donde la unidad básica de rentabilidad del suelo es el número
de camas o habitaciones, con alta concentración geográfica de las unidades productivas
centradas en desarrollo hotelero o de alojamientos, más que turístico propiamente dicho.
Prevalece la uniformización, o estandarización de dichas estructuras, de tal manera que se
logre mayor rentabilidad en el menor tiempo posible.

Como resultado de estos procesos, se genera una alta densificación y concentración de


estructuras hoteleras sin considerar otros componentes territoriales, sociales, históricos o
ambientales, todo lo cual termina por consumir completamente los paisajes naturales y
transformar de manera abrupta procesos y prácticas socio culturales de poblaciones allí
asentadas. Estos fenómenos también se van a evidenciar en centros históricos, en donde la
lógica hotelera termina por transformar abruptamente los usos tradicionales del suelo,
pasando rápidamente del residencial al comercial y trayendo con ello cambios profundos en
las prácticas sociales de sus habitantes, generando además en algunos casos, procesos de
gentrificación.

El modelo de control de tiempos y movimientos es replicado en el turismo, en donde en el


paquete se concreta y delimita las actividades e itinerarios que van a marcar las prácticas
turísticas, destacando aquello que se puede ver y que se va consagrando como objeto de
atracción en el lugar turístico visitado, así como aquellas partículas del lugar que no pueden
estar a la vista del turista, constituyéndose en un juego de visibilización e invisibilización. De
esta manera el operador del viaje termina por controlar el tiempo libre y los deseos de los
turistas, o estos últimos, previa influencia de los imaginarios que fluyen por diversos medios
sobre el lugar, terminan por construir una mirada performativa, producto de la
representación idealizada del mismo.

Uno de los modelos que más se aplica en este periodo es el de polos de crecimiento de
Francis Perroux: “En el marco de los esfuerzos por incorporar la dimensión espacial a los
planes de desarrollo que fueron elaborados principalmente en la época de la Alianza para el
progreso, los planificadores regionales comenzaron a preconizar la necesidad de regionalizar
los territorios nacionales (Mattos, 1984, pág. 9), a través del mencionado enfoque. Este tiene
como objetivo, la implantación de una industria motriz en una región dada, de tal manera
que se logre encadenamientos productivos de bienes y servicios y un incremento acelerado
de flujos de ingresos, todo lo cual conlleve un incremento de los réditos y la diferenciación
regional, vía especialización de las diversas zonas de un país, logrando impactos económicos
acelerados en un área geográfica específica.

Los estados ven en el turismo, un instrumento útil para implementar dicho modelo de
articulación de regiones pobres al crecimiento nacional. Las políticas legitiman entonces el
discurso de la “actividad turística como industria”, los “polos de desarrollo turístico”, las
“zonas francas turísticas”, entre otros instrumentos y enfoques, que reflejan fielmente la
lógica del ordenamiento físico espacial de las dinámicas económicas. Algunos de los
instrumentos de política pública que ilustran esta etapa, son: el Plan Quinquenal para el
equipamiento turístico Francés, 1948- 1952; el Plan Nacional de Turismo Español, 1952; los
Centros Turísticos Integralmente Planificados en México - 1973 – actual (Osorio, 2006). En
Colombia entre 1971 y 1974, se formula por parte de la Corporación Nacional de Turismo, el
plan denominado Destucosta, que plantea un modelo similar al mexicano basado en
desarrollo turístico de litoral, en las zonas de Pozos Colorados y Barú, entre otras, pero que
no se lleva finalmente a cabo.

Un ejemplo de esta etapa es Benidorm en España, ícono del turismo moderno europeo que
surge como resultado de las políticas turísticas impulsadas por Franco en los años cincuenta.
El posicionamiento de este lugar es motivado, entre otros aspectos, por el apoyo económico
que recibe el país a finales de esa década e inicios de los sesenta, del gobierno de los Estados
Unidos, que le desembolsa un préstamo para promover el desarrollo turístico (Espinosa-
Seguí, 2013). A ello se suma un cambio cultural muy importante en las prácticas turísticas en
las zonas de litoral, al permitírsele a la mujer el uso del vestido de baño, lo cual es autorizado
por el alcalde en 1952: “Sol y playa atrajeron el turismo europeo hasta Benidorm hace
sesenta años y trajeron consigo las costumbres y libertades de otros países. Las mujeres y
jóvenes del norte de Europa querían lucir ombligo y mostraban sus cuerpos en las playas con
la última prenda de moda: el bikini. Creado por el diseñador francés Louis Reard en 1946, el
bikini llegó a Benidorm casi de forma instantánea de la mano de los veraneantes extranjeros
en los 50” (García B. , 2012), vestuario que permite con mayor amplitud y comodidad la
exhibición del cuerpo y el bronceado de la mujer, moda que se inicia desde los años 20 en
las costas del Mediterráneo.

Como resultado de ese periodo, en Benidorm se abren entre 1960 y 1970 más de 50 hoteles,
cuya arquitectura se caracteriza por la aplicación de un modelo fordista de alojamiento
masificado, con alta edificabilidad y densificado, que más que preocuparse por la calidad, se
centra en lograr una mayor capacidad de recepción de turistas por metro cuadrado. Esto
termina por concentrar en una reducida zona un número significativo de estructuras
estandarizadas, que terminan por consumir completamente el paisaje. Desde el año 2000
hacia acá viene diversificando su oferta a partir de la apertura de varios parques temáticos,
la renovación de la oferta hotelera por una de mayor calidad que se localiza en las zonas
posteriores del centro urbano, así como el desarrollo de proyectos de segunda vivienda de
lujo, generando un proceso de apropiación de áreas suburbanas y una estrategia de
cualificación a partir de propuestas de arte y amoblamiento en zonas de uso público. Esta
tendencia de alargar el ciclo de vida de los destinos maduros va a replicarse en muchos
lugares del mundo, a través de estas estrategias de renovación urbana y creación de hitos
globales tematizados, que faciliten su nueva puesta en valor.

En América Latina es de destacar el caso mexicano, como resultado del modelo de polos de
crecimiento aplicado a la actividad turística. Se promueve la creación de cinco “Centros
Turísticos Integralmente Planificados”: Cancún, Hixtapa Ziguatanajo, Loreto, Los Cabos y
Huatulco; como un instrumento de la política pública que se formula por parte del Fondo
Nacional de Turismo, Fonatur, entre los años 1974 y 1984 y que aún hoy se sigue
desarrollando en las llamadas zonas de “reserva territorial”. Tal vez el ícono más reconocido
de este paquete de enclaves turísticos, lo constituye Cancún dado su alto reconocimiento
internacional. Según Dávila (2014) estos proyectos son formulados a partir de un estudio que
adelanta el Banco de México, en el que se identifican las áreas prioritarias a desarrollar
teniendo en cuenta los siguientes criterios: “la necesidad de disponer de terrenos adecuados
para incorporar usos turísticos y urbanos; una adecuada conexión por tierra y aire; lugares
de belleza singular; regiones escasamente pobladas y carecer de opciones de desarrollo”
(pág. 3).

Cancún grafica muy bien el resultado de las políticas de ordenamiento físico espacial turístico
y de economía planificada central, que priorizan en lo fundamental una noción de espacio
contenedor de dinámicas económicas, derivado del modelo de polos de crecimiento, en el
que se establece una zonificación y usos especializados, priorizando el desarrollo hotelero a
gran escala: “El hotel como pieza única y de dimensiones importantes aparece generalmente
en primera línea de mar, en terrenos planos y ordenación lineal” (Dávila, 2014, pág. 17),
sumado a otras cinco piezas claves que identifica el autor y que según él, son comunes a
todos los centros integralmente planificados: nuevos asentamientos, campos de golf,
marinas, viviendas turísticas y centros comerciales. Estos elementos del modelo dan cuenta
de una lógica ligada a los elementos materiales del lugar, que valoricen mucho más rápido
en términos de inversión la rentabilidad del suelo. Se invisibiliza por lo tanto los componentes
ambientales o socio culturales tradicionales, que sólo aparecen subsumidos en las formas de
representación, con elementos asociados a una reverdización artificial higienizada frente a
los elementos naturales originales de la zona.

En el caso que nos ocupa, se crea con el proyecto un centro poblado que apoye la dotación
de mano de obra y algunos servicios para la zona. De aparición posterior la diversificación
del territorio a partir de parques temáticos como Xcaret, que hoy en día se ha convertido en
el desarrollador más importante de la zona, con la propuesta de “experiencias Xcaret”, en la
que se incluyen seis parques: Xenses, Xelha, Xplor, Xichen, Xochimilco y Xenotes, todos los
cuales re significan valores naturales y culturales asociados a la identidad nacionalista
mexicana, escenificando trozos de historia, o de la cultura popular, como la re – creación de
un cementerio tradicional, así como el patrimonio intangible asociado a las danzas, música y
valores religiosos, entre otros. Se construyen centros comerciales, como el “shoping Plaza
Isla” que emula los canales de Venecia o un restaurante denominado Puerto Madero. Estos
fenómenos ilustran un fenómeno ligado a los destinos turísticos contemporáneos: la re -
localización de hitos globales, creando un fenómeno de agregación de imaginarios
transpuestos en un solo lugar, pero sin conexión directa con los sitios de origen ni con
aquellos en los que se emulan, reconstruyen y resignifican. Sólo hacen parte de flujos de
información asociados a una fácil representación simbólica para los turistas que los visitan,
perdiendo su sentido de lugar, en la medida en que se deslocalizan.

Si bien Cancún es de relativa reciente aparición, ya ha sufrido un proceso de “renovación”, a


partir del derribo de seis hoteles en los últimos años (Chan, 2016) y ha implementado algunos
instrumentos de gestión para promover buenas prácticas de sostenibilidad en sus playas. Sin
embargo y si bien se podría decir que ha sabido llevar su proceso de madurez y
rejuvenecimiento, algunas críticas se han formulado no sólo de este hito turístico sino de los
centros integrales en general, en la medida en que son el resultado de un objetivo enfocado
a generación de riqueza a nivel macroeconómico y no como verdadera diversificación y
apoyo al desarrollo regional desde abajo o a la reducción de la pobreza. Además, en la etapa
de creación, generó impactos ambientales significativos, al destruir amplias zonas de
ecosistemas de mangle, cerrar los flujos de entrada y salida del agua dulce hacia el mar,
transformando significativamente las áreas naturales. Además, sus habitantes han sido los
perdedores de los espacios de socialización, en la medida en que el centro integralmente
planificado es creado para los turistas, por tanto, se prioriza la playa como lugar de las
prácticas sociales de los visitantes, en detrimento de los espacios de encuentro de los locales.

En síntesis, el turismo moderno asociado al litoral, se cimenta en un enfoque de intervención


territorial turística, promovido desde el Estado Central, como estrategia de exportación de
divisas, con énfasis en mega proyectos hoteleros normalmente desarrollados por operadores
y empresas multinacionales, con unidad de renta por habitación o cama; derivando algunos
de ellos en modelos denominados de “enclave turístico”, y generando finalmente un proceso
de “turistificación”, al asimilarse el desarrollo a industria/industrialización. En algunos casos
se generan desequilibrios territoriales estructurales, segregación socio espacial y mono
economías extractivas y expulsivas de los habitantes que tradicionalmente ocupaban estos
lugares, dado un crecimiento espacial segregativo y excesivamente dependiente del
crecimiento económico de la actividad. Este modelo se replica en los centros urbanos que
desarrollan las dinámicas turísticas super puestas a procesos de globalización financiera y de
servicios, así como en los centros históricos y culturales de las ciudades, en los que esta
actividad surge como un instrumento de valorización en un marco de competencia global.

De manera simultánea y con la aparición de estos modelos, surge en la literatura académica


un nuevo campo de investigación de estos procesos: la geografía del turismo, que va a
producir algunas teorías explicativas de estas lógicas, destacándose el modelo evolutivo de
Miossec, en 1977; el Ciclo de vida de una destinación turística de Butler, en 1980; y el
Modelo sicográfico de Plogg, en 1987, entre otros (Minca, 1996). Estas primeras
aproximaciones buscan formular cuerpos teóricos explicativos desde una lógica racional
positivista. Tratan de comprender los cambios y transformaciones que sufren los lugares con
vocación turística, a partir del análisis de componentes asociados a dos variables
fundamentales: el tiempo y el espacio, desde una perspectiva de media y larga duración:
Cómo evoluciona estructuralmente una destinación turística, en la medida en que esta
actividad conquista el territorio, generando cambios físicos en el mismo, en sus estructuras
de conectividad, en la relocalización de usos tradicionales versus nuevos usos y funciones.

Los modelos enunciados anteriormente se enfocan principalmente en las tres variables


clásicas de la geografía: “lo visible, lo tangible y el tiempo” (Nogué & Romero, 2006, pág. 38).
En pocos casos, como en el modelo de Miossec, sólo se consideran algunos componentes
simbólicos del lugar, asociados a la percepción de los turistas y habitantes de las
destinaciones, sin profundizar realmente en su análisis.

La geografía del turismo va a inspirarse fundamentalmente en la geografía física, retomando


la categoría de “espacio”, definido como contenedor de componentes físico – materiales,
cuyo objetivo es analizar los cambios y transformaciones que sufre en el tiempo, derivados
de las lógicas del turismo. Algunos teóricos como Butler y Miossec (Minca, 1996), sólo
proponen de manera tangencial el análisis de la imagen percibida de dicho espacio, a través
del tiempo, en la medida en que se van apareciendo nuevas estructuras y funciones
turísticas. Plantea Miossec, citado por Minca (1996), que cuando un espacio empieza a ser
ocupado por el turismo, se genera en los turistas una percepción fragmentada, de partículas
incoherentes y en la medida en que se especializa hasta convertirse en un destino maduro,
se crea una imagen consolidada. El posicionamiento global en los procesos de invención de
los lugares turísticos contemporáneos es actualmente una característica primordial
creándose el “aura” del sitio asociada a una mayor demanda. Otro aspecto relevante de los
mencionados modelos es la identificación de los impactos derivados de las dinámicas
turísticas en los espacios turísticos, en la medida en que en los destinos consolidados se van
generando procesos de deterioro, desterritorialización y pérdida de la calidad de las
características y principales atractores del lugar. Butler particularmente explica dos salidas
que se pueden dar frente a estos procesos evolutivos territoriales: declinación y salida del
mercado del destino; o rejuvenecimiento del mismo a través de varias estrategias como la
tematización: los restaurantes y hoteles tematizados, la construcción de casinos, campos de
golf, o la diversificación espacial a partir de la ocupación de nuevas áreas del territorio que
aún no han perdido su valor como potencial uso turístico, tal y como se ilustró anteriormente
en el caso de Benidorm y Cancún.

En esta perspectiva se destaca que los procesos de tematización ligada a la disneyficación


del lugar aparecen justamente como salidas de emergencia frente a destinos que sufren un
proceso de deterioro y que, por tanto, requieren generar nuevos valores a través de la
artificialización de los mismos. Sin embargo, como veremos más adelante en las últimas
tendencias de los lugares turísticos, esta forma de valoración la están aplicando muchos
destinos emergentes en América Latina y en Colombia, superponiendo de manera abrupta
sobre valores históricos y territoriales, artefactos ficcionales o hitos globales, que en varios
casos en nada dialogan con el lugar, por el contrario, lo niegan. Otra salida, es la conversión
hacia lo tradicional y hacia los valores naturales, un querer volver al pasado, premoderno,
como imaginario de aquello que se liga a la nostalgia del lugar, a la reconstrucción y
resignificación de lo auténtico, aunque en algunos casos es una perspectiva de congelar el
tiempo y a sus habitantes en el pasado, fosilizarlos para la mirada del turista.
Evidentemente, estos modelos se centran en una forma de conocimiento aún en vigencia en
las ciencias sociales, que, desde una perspectiva cartesiana, dual, plantean una relación
sujeto – objeto y la búsqueda de leyes universales que expliquen la realidad. Plantean una
perspectiva desde la geografía física, centrada en la materialidad del lugar, concibiéndolo
como contenedor de expresiones tangibles con un énfasis en las lógicas económicas
derivadas de las dinámicas turísticas. Por tanto, y si bien este análisis es muy importante para
comprender cambios y transformaciones físicas de los lugares turísticos, el mismo, debe
complementarse con otras perspectivas y dimensiones, de tal manera que se profundice en
una visión más integral y compleja del territorio que de cuente de otros cambios (Rozo,
2012, pág. 71).

Este enfoque es cuestionado por Escobar (2000), quien plantea cómo en el mundo moderno,
se construye un meta relato asociado a las leyes de oferta y demanda pontificadas por el
modelo neo liberal, en donde el ser humano tiene poca o nula capacidad de acción,
invisibilizando otras dimensiones de la vida. Así mismo y desde una propuesta alternativa de
necesidades y satisfactores asociados al desarrollo a escala humana, Max Neef plantea que
aquello que las sociedades modernas han denominado el progreso, ha llevado finalmente a
convertir el medio en el fin último dada una excesiva valoración de la lógica económica:
“vivimos en un momento de la historia en que hemos llegado a desmantelar o destruir
culturas con gran eficiencia, con el objeto de establecer economías” (MaxNeef, 1997, pág.
4).

Casey (1996), plantea que el espacio ha sido asumido como pre dado, a histórico, absoluto,
infinito, vacío, a priori en estatus, neutral, una tábula rasa, preexistente a. Espacio de hecho
ha sido abordado como categoría naturalizada del mundo moderno, como se explicó
anteriormente, y tal y como lo analiza Soja (1989), quien indica que desde el siglo XIX
especialmente, se concibe como fijo, muerto, a dialéctico. Desde una postura crítica social,
plantea además cómo la modernidad ha dejado un vacío, al priorizar el historicismo,
asumiendo el presente como producto de una acumulación del pasado.
Esta perspectiva evolucionista, deja de lado la categoría espacial o geográfica que da como
resultado una “espacialidad silenciada” (pág. 15), la cual niega que los emplazamientos
afectan significativamente el pensamiento y la acción. Por ello considera que con la aparición
de la geografía humana a finales de los 60s, se replantea esta perspectiva, al proponer una
visión más compleja y dinámica para comprender el mundo, en donde espacio y tiempo se
acompasan y juntos delinean las cualidades esenciales de lo físico: La espacialidad,
temporalidad y el ser social se constituyen como las dimensiones abstractas que juntas
permiten comprender todas las facetas de la existencia humana (Soja, 1989). La
deconstrucción y reconstitución de la modernidad, su transición se da justamente en el
cambio cultural sobre la concepción de la relación entre tiempo y espacio, configurándose
en una reestructurada geografía histórica y social y en la cual resurge la categoría de lugar,
que antes había sido sólo considerada como compartimentalización y resultado de aquel
espacio material.

A finales de los setentas, confluyen entonces nuevos paradigmas y enfoques de desarrollo


que van a nutrir apuestas alternativas de valoración vinculadas a lugares turísticos
emergentes. Uno de los vectores que va a aportar nuevos elementos de análisis y a
cuestionar el llamado turismo moderno, va a ser el debate ambientalista, que plantea la
necesidad de incorporar nuevos sujetos sociales, como la naturaleza, la cultura, los
indígenas, los campesinos, entre otros, en las dinámicas territoriales y una visión de
desarrollo endógeno, desarrollo local y desarrollo sustentable, que surjan de decisiones de
abajo hacia arriba, de lo local hacia lo global.

Se van por lo tanto a desprender enfoques más localizados, que den cuenta de realidades
concretas y en la que se reconoce que la subjetividad está en permanente movimiento y
dinámica con el lugar en donde los sujetos viven, sueñan y se proyectan. Una perspectiva
según Soja (1989), localizada, corporeizada, emplazada en condiciones históricas concretas
y no generalista, que va contra aquellas concepciones del mundo que tienden a congelar la
fragilidad del tiempo y la posibilidad de construir y rehacer la historia. (pág. 15). Por tanto,
en la práctica en diversos lugares turísticos se intenta recoger algunos de los postulados acá
descritos, si bien no siempre desde estas nuevas tendencias se han logrado efectos
deseables, dada la alta complejidad asociada a los procesos de valoración territorial y a la
gran diversidad de actores e intereses que convergen en estas lógicas.

También se pone en cuestión la forma como la modernidad ha privilegiado una manera


particular de descubrir el mundo vía la razón. Se empiezan a considerar otras formas del
aprehender en las que se reconoce que el ser humano es multidimensional y que en estos
procesos entran en juego no sólo lo cognitivo a través de estructuras lógico/racionales, sino
la percepción sensorial, la imaginación, el consciente y el subconsciente, todo lo cual genera
una visión e interacción holística con la realidad.

1.4 Nuevos lugares de ensoñación: el turismo alternativo

Desde la nueva antropología cultural (Geertz, 1987); (Clifford, 1999); (Escobar, 2000), se
viene enriqueciendo el análisis de la categoría de lugar, la cual ha recogido elementos de la
fenomenología, la hermenéutica y la teoría social, particularmente en lo relacionado con la
percepción, el significado, la experiencia y la invención.

Así mismo, desde la geografía humanística y desde las ciencias de la complejidad, se van a
aportar elementos teóricos y conceptuales innovadores que incitan nuevas miradas en las
formas de comprensión del mundo y particularmente sobre la forma como se ha concebido
la categoría de espacio. El reconocimiento de que los lugares son construcciones sociales,
históricas y con un alto contenido simbólico, en las que se manifiesta una interfase entre el
mundo natural y cultural no separados como esferas independientes, sino que son el
resultado de un sistema de interrelaciones y de flujos que están en permanente movimiento
y dinámica (Cresswell, 2004).

En el vínculo entre sujetos con sus lugares no se da una separación entre el adentro y el
afuera, es un continuum entre ambos: “El sujeto es corporal, espacial, sensorial, temporal,
relacional. Esta condición relacional no sólo es concebida desde lo intersubjetivo sino
también desde la relación del sujeto con las cosas de su entorno y localizado en el tiempo y
en el espacio” (Van Der Hammen & Palacio, 2006, pág. 268). El lugar, por tanto, es con el
sujeto, es dinámico y cambiante con los procesos sociales, con los sueños y proyectos de
vida, no es por fuera del sujeto, es en él.

En los lugares turísticos se empieza a reconocer con mayor claridad que la experiencia
turística es mediada por diversos actores que generan encuentros, desencuentros, tensiones
y conflictos. Por tanto, el lugar es también sujeto social al que se le deben reconocer
derechos y en el que sus habitantes juegan un papel central puesto que son los que
permanecen en él, lo habitan.

Esa riqueza de diálogo con el lugar construye maneras particulares de vivirlo en lo cotidiano,
en las que se expresan múltiples formas, narraciones, ficciones que se dinamizan
permanentemente como un holograma en movimiento. El fenómeno social turístico va a
estar influenciado por estos enfoques y se reconoce en la experiencia turística de los sujetos
que interactúan con el lugar y con quienes le habitan, un profundo vínculo con sus
contenidos simbólicos, estéticos y sociales en donde los imaginarios juegan en su
construcción y deconstrucción permanente.

Según Silva (2007), los imaginarios sociales crean realidad puesto que generan un efecto
social, desde sus manifestaciones verbales o visuales o de cualquier otra materialidad fuente
de percepción, por tanto, el lugar, nuestro lugar, es con nosotros, lo que pensamos, creemos,
imaginamos y percibimos de él. Se define y redefine de manera permanente en un
movimiento constante en el que nosotros como habitantes del mismo, nos estamos
haciendo con él: ¡somos con el lugar!

Según Castoriadis (como se citó en (Silva A. , 2006, pág. 18)), la fusión de lo imaginario y lo
real, las imaginaciones fundamentales han dado origen a órdenes sociales y a un gran
potencial social. En el lugar turístico las prácticas sociales generan interacciones entre los
sujetos, habitantes y turistas, creando nuevas realidades, nuevos sentidos y significaciones
del mismo. El imaginario social construye realidad en la medida en que los sujetos a partir de
diversos contenidos simbólicos y formas de representar el mundo influyen
significativamente en la construcción de la cotidianidad, en las formas de amar sentir,
relacionarse con los otros y establecer acuerdos, normas, reglas sociales.

Desde la perspectiva de la geografía humanística, la concepción de lugar es en esa relación


profunda subjetiva de quienes le habitan. Se centra en conocer el entramado de relaciones,
sentimientos, deseos, emociones, que van configurando dicho lugar, no como pre dado, pre
existente sino como dinámico, vivo, performance producto de las prácticas sociales que se
suceden en él.

El turismo no va a ser ajeno a estas reflexiones. En la experiencia de ese otro que llega a
visitar temporalmente el lugar, éste se re configura generando en algunos casos conflictos y
tensiones. Por tanto, se requiere una perspectiva más profunda de las dinámicas que
generan los procesos de desarrollo turístico. Surgen modelos alternativos en áreas rurales o
naturales que, si bien eran visitadas desde los inicios del turismo moderno, es a partir de los
años ochenta que se logra una mayor visibilización de estas propuestas. Así mismo, en los
centros históricos, se empiezan a visibilizar con mayor fuerza, defensas del lugar desde sus
habitantes y entran en tensión los derechos fundamentales de usufructo del espacio público
por parte de ellos versus los visitantes.

Se incorporan enfoques basados en el desarrollo endógeno local, el fortalecimiento de redes


sociales vía encadenamientos productivos de los habitantes de las diversas zonas; la
implementación de algunos instrumentos de zonificación ecológica y planificación
ambiental, la medición de capacidad de carga o límites aceptables de cambio de un
ecosistema; y la medición y gestión de impactos ambientales, socio culturales y ambientales
que el turismo puede llegar a generar, así como el fortalecimiento de la gobernanza social,
entre otros.

Surgen propuestas de manera espontánea y otras que intentan aplicar estos postulados, a
través de procesos intencionales de planificación y gestión participativa, buscando que el
turismo se convierta en un instrumento de mejoramiento de la calidad de vida en los lugares
turísticos. Nuevas tipologías y formas de turismo surgen asociadas a territorios emergentes:
el turismo rural en los ochenta´s y noventa´s en Europa y América Latina, respectivamente;
el ecoturismo y el turismo sostenible/sustentable como resultado de la cumbre de Río, en
los noventa; el turismo responsable a inicios del nuevo milenio; y recientemente el turismo
ético o consciente en Ecuador, así como algunas apuestas de turismo comunitario, que
recogen con más fuerza la categoría de lugar propuesta por la geografía humanística (Tuan,
2005).

Ilustración 1 Nuevas tipologías de turismo

Fuente: Elaboración propia, 2017

Un caso que ilustra este paradigma es el desarrollo del turismo rural en la zona cafetera
colombiana, que se empieza a promover de manera espontánea a inicios de los noventa,
como una alternativa para la generación de ingresos de los caficultores, derivado de la crisis
que se genera por el rompimiento del pacto de cuotas del café a nivel mundial en julio de
1989, sumado al impulso que en ese periodo se le da al modelo neoliberal en América Latina.
Esto genera una revaloración de las haciendas productoras del grano y un cambio cultural en
las formas de vida de los pobladores, que ha generado muchos retos frente a los procesos
de revaloración territorial y de nuevos usos y prácticas sociales.

En el año 2011, se le otorga a la zona cafetera colombiana por parte de la Unesco, la


declaratoria como paisaje cultural de la humanidad, incorporando nuevos imaginarios
asociados al lugar tradicional, la búsqueda de la identidad, los hitos históricos y
arquitectónicos, así como a las formas de vida asociadas a la producción del grano de los
grupos asentados allí. Sin embargo, en los últimos años, debido a los cambios y
transformaciones recientes derivados de las mismas dinámicas y prácticas turísticas, la zona
podría constituirse a futuro en un mito de lugar: diversas lógicas de valoración ilustran muy
bien los discursos y contra discursos que entran a generar tensiones en sus formas de
valoración. Particularmente en el parque del café se crea un collage de propuestas
incoherentes, difusas en las que conviven algunos artefactos contemporáneos, como el
teleférico, los botes chocones y la montaña rusa, con elementos identitarios tradicionales
como el bambusario, el cafetal tradicional, la casa campesina y los mitos y leyendas, entre
otros. Todo ello aparece en medio de haciendas, cultivos y condominios, debatiéndose entre
lo bucólico del paisaje cafetero y la disneyficación; lo auténtico emerge simultáneamente
con la artificialización y tematización del lugar.

El caso anterior ilustra cómo en la actualidad los lugares turísticos contemporáneos, recogen
las diversas expresiones tanto de lo moderno como de lo que se ha denominado como
alternativo, tradicional o premoderno, constituyéndose en un collage de múltiples
posibilidades en las que objetos ficcionales se entre mezclan con la realidad de manera
simultánea y en los que tiempo y espacio se convierten en configuraciones efímeras a partir
de la experiencia turística.

Los lugares se debaten entre múltiples expresiones asociadas a la tematización o recreación


artificial, como lugar escenario o lugar escaparate (Maccannell, 2007) o la búsqueda de lo
auténtico o identitario, el eterno retorno en la perspectiva del lugar pre moderno o
tradicional que critica Augé (1993), y en medio de los dos aparece un caleidoscopio de
posibilidades, de configuración de múltiples puestas en valor turístico: Se plantean entonces
dos tendencias aparentemente contradictorias: “la homogeneización internacional de la
cultura de los turistas y la conservación artificial de atracciones y grupos étnicos locales para
que puedan ser consumidos como experiencias turísticas” (Maccannell, 2007, pág. 185).

Estos enfoques van a mezclar apuestas del turismo masivo o tradicional en zonas de litoral
con propuestas emergentes, en las que las ciudades también van a ocupar un lugar
preponderante en el posicionamiento global a partir de valores ligados a marca territorial:
las más felices, las más innovadoras, las más sostenibles, las más competitivas, etc. que
concretan el discurso del modelo neoliberal. A continuación, se plantea el último paradigma
asociado a la convergencia de múltiples enfoques que se concretan en un universo vario
pinto de los lugares turísticos contemporáneos.

1.5 Las expresiones contemporáneas de los lugares turísticos

Maccannell (2007) propone al enfoque conceptual primitivo/moderno como opuestos, un


nuevo modelo del cual lo ex primitivo/moderno/posmoderno perviven en la actualidad, lo
cual no implica una visión lineal, sino que las tres se dan de manera simultánea. La una no
precede necesariamente a la otra, se da un ir y volver a aquello ex primitivo, como cuando
se siguen escenificando y superponiendo algunos fragmentos del pasado en medio de
grandes centros urbanos. Según el autor, la tradición logra su máxima expresión justamente
en aquello que se denomina posmoderno y en los movimientos del arte, incorporando
elementos autóctonos con instalaciones en espacios públicos, logrando un efecto de
escenificación, todo lo cual es aprovechado en las prácticas turísticas especialmente en las
grandes ciudades.

Urry y Larsen (2011), consideran que ha habido un proceso de cambio de la cultura


contemporánea que se ha movido de lo moderno a lo posmoderno expresándose como de
– diferenciación. Como resultado de ello, uno de los procesos más importantes es el del
turismo mediatizado en el que la economía de signos es la determinante para las prácticas
turísticas asociadas a la producción y el consumo. Plantean que la mirada del turista en los
lugares que visita, es cambiante, se expresa como prácticas corporeizadas y depende además
de relaciones materiales, así como de discursos y signos. En este contexto los lugares
conviven y se expresan en una permanente dialéctica que se podría tipificar en dos grandes
tendencias, la búsqueda de lo auténtico o identitario y la artificialización o tematización de
los lugares.
La búsqueda de la auténtico o identitario se expresa en aquellos lugares que defienden lo
premoderno o auténtico, desde la representación de la nostalgia y la evocación de imágenes
del pasado; el encuentro con el otro; la emocionalidad ligada a los olores, sabores, aromas y
a la corporalidad del sitio; la recuperación de valores asociados a la evocación de espacios
naturales o naturaleza prístina, en donde generalmente durante la experiencia turística se
da un rompimiento del tiempo.

Por otra parte, surgen con mayor fuerza aquellos lugares ligados a lo temático, a la creación
de ambientes artificiales; de microcosmos aislados físicamente de la zona en la que se
implantan estos modelos tipo enclaves turísticos; se potencia el exotismo, lo extraño y la
teatralización. Estas apuestas venden experiencias turísticas ligadas a la fuga, al
individualismo, a una emocionalidad exacerbada que ante todo promote satisfacer la
búsqueda del placer de los turistas (Korstanje, 2009) y con poco o nulo encuentro con los
locales. Los centros comerciales son un referente asociado a esta puesta en valor,
representando la de – diferenciación que plantean Urry y Larsen (2011). Atractivos ligados
a estas propuestas toman mucho valor especialmente en las ciudades en las que se busca su
posicionamiento global en una lógica de competencia internacional, a través de estas
estrategias, superponiendo valores universales pero que no dialogan con el lugar en el que
se implantan y se expresan en grandes cadenas de restaurantes, hoteles, almacenes de moda
con marcas globales, lo cual aparece cada vez más con mayor fuerza en las Zonas de Interés
Turístico de grandes ciudades.

Según Cohen, hay tres tendencias marcadas en el turismo contemporáneo: Un declive


posmoderno en la búsqueda de la alteridad, de lo genuino o auténtico; una búsqueda por
una alteridad extrema en la tierra, así como nuevas búsquedas ligadas a viajes espaciales
incipientes, los cuales mezclan turismo y exploración; y por último, un turismo de fantasía
(Cohen, 2005). Según el autor, el “post-turista (Urry, The Tourist Gaze, 2002) no profundiza
en el origen de las atracciones placenteras. En la posmodernidad, el disfrute e incluso la
diversión y el juego se convierten en motivos socialmente aceptables para el viaje,
reemplazando la búsqueda moderna de la autenticidad como un primer motivo de
legitimación para el turismo” (Cohen, 2005, pág. 16). Según el autor, los turistas buscan
experiencias distintivas pero familiares, buscando demostrar la posesión de capital cultural
y consumiendo una gran variedad de productos como espectáculos musicales, teatrales o
artísticos, de la mayor calidad y más amplia variedad o mayor prestigio (pág. 17). Esta últimas
muy ligadas al turismo cultural urbano.

Desde una perspectiva de producción social de los lugares y de la economía de la experiencia,


(Urry & Larsen, 2011) plantean cómo la disneyficación y lo posmoderno, influyen en la
creación de un nuevo paradigma cultural que influye en el diseño y arquitectura de los
lugares turísticos. Para ello, plantean tres características fundamentales de los mismos:
después de lo moderno; retorno a lo premoderno y lo anti moderno. Afirman que éstos
emergen como tal cuando se inscriben en procesos de anticipación, performance y
remembranza y son económica, política y culturalmente producidos a través de la
combinación de redes de trabajo; de flujos de capital, de personas, de objetos, de signos y
de información. Los lugares no son fijos, dados o encerrados, sino que juegan en relación
con la mirada turística, se van moldeando para ella.

En el después de lo moderno, describen cómo la economía de la experiencia está


produciendo la tematización posmoderna en donde la vida y el arte se fusionan en una
especie de pastiche, la arquitectura que se produce es de superficie y apariencias y el pasado
es un repertorio de formas y estilos que cualquiera puede reciclar y en las que lo más
importante es producir sensaciones que enganchen a los consumidores emocional, corporal
y mentalmente (Urry & Larsen, 2011, pág. 120). Las Vegas, según los autores, aparece
entonces como “un imaginario mundo de apariencias” (pág. 122), en el que la arquitectura
de las zonas de placer crea una narrativa que coloca a la gente en un rol imaginario, captando
lo que ellos denominan la mirada colectiva y espectatorial. El diseño entonces es transicional
y performativo (Kilgmann 2007, citado por (Urry & Larsen, 2011, pág. 122).

En el retorno a lo premoderno, se destaca la mirada romántica, y el diseño está enfocado a


realzar aquello que tenía el aura de las finas construcciones, reproduciendo las
características de lo clásico, el renacimiento de este estilo se inscribe en lo posmoderno y es
tan importante como la tematización (pág. 123).

Según los autores, la tercera tendencia, en contra de lo moderno, es una crítica a discursos
eurocéntricos y falocéntricos, en los que el modernismo privilegió los centros metropolitanos
por encima de pueblos y ciudades; el mundo desarrollado por sobre el mundo en desarrollo;
el norte sobre el sur; el occidente sobre oriente; el arte de los hombres sobre el de las
mujeres, etc. Sólo recientemente empiezan a surgir propuestas marginales de valoración de
lugares desde lo alternativo, como la propuesta que se está tejiendo en Ecuador enfocada a
potenciar un turismo consciente como experiencia espiritual y de buen vivir, en donde se
resalta que el turismo debe ser, ante todo, un profundo encuentro intersubjetivo y espiritual,
en el que se reconoce nuevos sujetos sociales como la naturaleza, la cultura, los indígenas,
etc. Lo cual requiere una nueva ética de relacionamiento entre estos sujetos sociales.

Se evidencia entonces esta dialéctica de los lugares que juegan entre lo identitario, el volver
a recrear hitos históricos y culturales asociados a lo premoderno versus la tematización y
recreación artificial a través de la creación de atractivos asociados a lo global, a la fantasía o
hiper realidad. En la práctica y en muchos lugares del mundo se da una mezcla vario pinta de
las dos. A continuación, se presenta una síntesis de los paradigmas analizados y su impacto
en los lugares turísticos contemporáneos:
Ilustración 2 Síntesis evolución enfoques y su impacto en los lugares turísticos.

Evolución enfoques Evolución Paradigmas Teorías y Enfoques Componentes simbólicos, sociales y estéticos Tipologías de turismo
del en los de las prácticas turísticas
fenómeno lugares
turísticos
ESPACIO GEOGRÁFICO Orígenes del EL GRAND Enfoque positivista • La mirada prevalece Turismo cultural vinculado al
turismo TOUR Movimiento renacescista • Materialidad del lugar movimiento renacentista
Se empieza a construir la • Visibilización/invisibilización del lugar a través de itinerarios
categoría de paisaje. demarcados previamente.
• Imaginarios ligados a lo bello.
ESPACIO ECONÓMICO Turismo enfoques Geografía física • Espacio como contenedor de flujos económicos. Turismo de Litoral
moderno economicistas Geografía descriptiva. • Espacio vacío, pre dado, a histórico. Turismo cultural especialmente en
del turismo: Polos de crecimiento • Cartesianismo del espacio. centros históricos de ciudades, ligado a
turismo de Lugares Centrales. • Gran hotelería, altamente densificadas las zonas. monumentalidad, lugares
litoral (sol y • Uso primordial el hotelero y turístico. patrimonializados.
playa) Turismo de montaña
TERRITORIO HISTÓRICO Y Turismo Desarrollo Economía regional • Territorio Ecoturismo
SOCIO CULTURAL alternativo endógeno, Economía ambiental • Lugar corporeizado, situado, concreto. Turismo rural
LUGAR sustentabilidad, Ecología del paisaje • Lugar patrimonio Agroturismo
participación Nueva antropología cultural • Paisaje cultural. Turismo responsable
social. Geografía humana y humanística • Subjetividad Turismo consciente.
Nuevos sujetos Discursos ambientalistas • Nuevos sujetos sociales
sociales Movimientos sociales • Nuevas éticas
Nueva ética Perspectivas hermeneúticas • Lugar como sujeto social
Teoría de la complejidad • Redes sociales
Teoría de sistemas • Gobernanza
• Buen vivir

LUGARES TURÍSTICOS HIPER Turismo Hiper Nuevas Mezcla de todos los anteriores • Nuevas estéticas Turismo urbano ligado a procesos de
MODERNOS O moderno tendencias en Hipermodernidad • Individualismo competitividad global, marca y
CONTEMPORANEOS turismo: Economía de signos • Vida urbana poscionamiento.
La búsqueda de Economía naranja • Experiencial Turismo de naturaleza
lo auténtico o Imaginarios sociales • Tensiones y conflictos por el acceso y uso de los lugares Turismo cultural ligado a nuevas
identitario o la Redes sociales creando realidad • Nuevas narrativas prácticas y narrativas.
artificialización • Desterritorialización Turismo de salud
y tematización • Glocalización Todas las formas de turismo de las
de los lugares. • Artefactos contemporáneos. etapas anteriores, pero con nuevas
• .Efimeralidad. estéticas, narrativas y resignificaciones
• Presentismo desde lo contemporáneo.
• Búsqueda de la fantasía versus el volver a las raíces,
naturaleza prístina.
• Arte público

Fuente: Elaboración propia con base en la información analizada, 2018.

En esta línea argumentativa, las ciudades se constituyen como una de las mejores
expresiones de los lugares turísticos contemporáneos. Su diversidad y riqueza cultural y los
contenidos simbólicos, sociales y estéticos, dan cuenta de un entramado que va más allá del
sentido de búsqueda de lo auténtico y puro (turismo moderno), o lo que fuera denominado
como la autenticidad representada (Maccannell, 2003), para expresarse de manera mucho
global, se evidencia claramente. Allí, el sentido de lugar está mediado por la experiencia de
los sujetos que interactúan, mezclando los espacios de ocio del habitante con aquellos del
turista, generando en algunos casos, tensiones y prácticas no previstas o indeseables, lo cual
finalmente deriva en dilemas éticos del lugar.
Bibliografía
Augé, M. (1993). Los “no lugares” espacios del anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad. Barcelona, España: Gedisa.

Boyer, M. (2002). El turismo en Europa. De la edad moderna al siglo XX.Trad. Carlos Larrinaga.
Revista de historia contemporánea (II). Universidad del país Vasco. Bilbao. España. , 13-31.

Buch, A. V. (2007). In the image of the Grand Tour: Railway station embellishment and the origins of
mass tourism. The journal of the transport history, 28(2):252-271.

Casey, E. (1996). How to get from space to place in a fairly short stretch of time. En S. F. Basso,
Senses of place (pág. 293). Santa fe Nuevo México: School of American Research Press.

Chan, I. (18 de Marzo de 2016). La historia de Cancún. Obtenido de Sipse.com. 23 de Noviembre de


2014. http://sipse.com/novedades/la-historia-de-cancun-a-traves-de-los-hoteles-
124183.html

Clifford, J. (1999). Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa.

Cohen, E. (2005). Principales tendencias en el turismo contemporáneo. Política y Sociedad, 11-24.


(trad. Rubén Blanco).

Cresswell, T. (2004). Place a short introduction. Oxford Inglaterra: Blackwell publishing.

Dávila, A. (2014). Centros integralmente planeados (CIPS) en México. Las piezas del proyecto
turístico de FONATUR. FONATUR. Cataluña: Universidad Politécnica de Caraluña.

Escobar, A. (2000). El lugar de la naturaleza, y la naturaleza del lugar: ¿globalización o


postdesarrollo? En E. L. (Comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas latinoamericanas. (pág. 246). Buenos Aires, Argentina: Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.

Espinosa-Seguí, A. (14 de abril de 2013). La evolución del turismo en España. El ejemplo de


Benidorm (Alicante). Obtenido de La evolución del turismo en España. El ejemplo de
Benidorm - RUA:
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/27695/6/Benidorm_Evolucion.pdf

García, B. (14 de abril de 2012). 80 años en bikini por Benidorm. Obtenido de El periódico de la
Provincia de Alicante: http://www.diarioinformacion.com/benidorm/2012/04/27/60-anos-
bikini-benidorm/1247979.html

Geertz, C. (1987). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.

Goffman, E. (1993). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu


Editores.
Gramsci, A. (14 de abril de 1999). La formación de los intelectuales: Americanismo y fordismo.
Obtenido de https://www.librosondemand.com/products/la-formacion-de-los-
intelectuales-americanismo-y-fordismo: /www.librosondemand.com/products/la-
formacion-de-los-intelectuales-americanismo-y-fordismo

Green, M. (2014). Reporting the grand tour: the correspondence of Henry Bentinck, Viscount
Woodstock and Paul Rapin Thoyras with the Earl of Portland 1701 - 1703 1703.».
Paedagogica Historica. Volúmen 50, No 4, 465 - 478.

Harvey, D. (2008). La condición de la posmodernidad: investigación sobre los orígenes del cambio
cultural. 2. edición. Buenos Aires: Amorrortu.. Trad. Martha Eguía.

Hiernaux, D. (23 de Julio de 1994). En busca del Edén: Turismo y Territorio en las Sociedades
Modernas. Ciudades , 23, 30.

Hiernaux, D., Cordero, N. A., & Duynen, L. V. (2002). Imaginarios Sociales y Turismo Sostenible. San
José, Costa Rica: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO.

Jiménez, L. F. (1986). Teoría turística: un enfoque integral del hecho social. Bogotá, Colombia:
Universidad Externado de Colombia.

Korstanje, M. (2009). Nociones de psicoanálisis aplicadas al turismo y al desplazamiento. Nómadas.


Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas , 24, 1-15.

Maccannell, D. (2003). El Turista. Barcelona: Melusina.

Maccannell, D. (2007). Lugares de encuentros vacíos. España: Melusina.

Mattos, C. (1984). Paradigmas, modelos y estrategias en la práctica latino americana de


planificación regional. Santiago de Chile:.: Documento CPRD/88. Instituto Latinoamericano
de Planificación Económica y Social, ILPES.

Mattos, C. (2004). De la planificación a la governance: implicancias para la gestión territorial y


urbana. Revista Paranaense de desenvolvimento. Curitiba, Brasil., No 107. P. 9 – 23.

MaxNeef, M. (15 de marzo de 1997). Desarrollo sin sentido. Obtenido de Desarrollo sin sentido:
http://ecologia.unibague.edu.co/Msinsentido.pdf.

Minca, C. (1996). Spazi effimeri: geografia e turismo tra moderno e postmoderno. Podova, Italia:
CEDAM.

Nogué, J. (1989). Paisaje y turismo. Estudios turísticos, 90.

Nogué, J., & Romero, J. (2006). Las otras geografías. Valencia, España: Tirant lo Blanch.

Osorio, M. (Enero – junio de 2006). La planificación turística. Enfoques y modelos. Quivera , 8(1), P.
291 – 314.
Pastoriza, E. (16 de Junio de 2008). El turismo social en la Argentina durante el primer Peronismo.
Mar de Plata, la conquista de las vacaciones y los nuevos rituales obreros 1943-1955. Nuevo
Mundo Mundos Nuevos, 11.

Rozo, E. (Marzo de 2012). La producción de los territorios turísticos. Algunas reflexiones desde las
catedorías de modernidad y posmodernidad. Revista de ciencias sociales (21).

Silva, A. (2006). Imaginarios urbanos: hacia el desarrollo de un urbanismo desde los ciudadanos.
Metodología. Bogotá, Colombia: Convenio Andrés Bello, Universidad Nacional de Colombia.

Silva, A. (2007). Imaginarios Urbanos en América Latina: Urbanismos ciudadanos. Barcelona,


España: Fundación Antonio Tapies.

Soja, E. (1989). Postmodern Geographies. The reassertion of space in critical social theory. London,
Inglaterra: Verso.

Taylor, F. W. (1911). Principles of Scientific Management. New York: Harper & Row.

Tuan, Y. F. (2005). Cosmos y hogar: un punto de vista cosmopolita. Barcelona: Melusina. Trad. Ana
Duque de Vega.

Urry , J., & Larsen, J. (2011). The Tourist Gaze 3.0. London: SAGE Publications Inc.

Urry, J. (2002). The Tourist Gaze. London: London, Sage.

Van Der Hammen, M. C., & Palacio, D. C. (2006). Género y capital cultural en lugares - patrimonio.
Usos, representaciones y prácticas residenciales del Centro Histórico y el humedal Córdoba
en Bogotá. En A. Párias Durán , & D. C. Palacio Tamayo, Construcción de lugares patrimonio.
El Centro Histórico y el humedal Córdoba en Bogotá. (pág. 479). Bogotá, Colombia: Instituo
Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia - Colciencias - y Universidad Externado de
Colombia.

Verhoeven, G. (2010). Calvinists pilgrimages and popish encounters: religious identity and sacred
space on the dutch grand tour (1598 - 1685). Journal of Social History, 615 -634.

También podría gustarte