Qué Es Una Constitución - Ferdinand Lasalle PDF

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¿QUÉ ES UNA CONSTITUCIÓN?

(Conferencia pronunciada ante una agrupación ciudadana de


Berlín, en abril de 1862)

Señores:

Se me ha invitado a pronunciar ante vosotros una conferencia, para la


cual he elegido un tema cuya importancia no necesitaencarecimiento, por su
gran actualidad. Voy a hablaros de problemasconstitucionales, de qué es una
Constitución.
Pero antes de nada. quiero advertiros que mi conferencia tendráun
carácter estrictamente científico. Y sin embargo, mejor dicho, precisamente
por ello mismo, no habrá entre vosotros una sola personaque no sea capaz
de seguir y comprender, desde el principio hasta el fin, lo que aquí se
exponga.
Pues la verdadera ciencia, señores -nunca está de recordarlo- noes otra
cosa que esa claridad de pensamiento que, sin arrancar desupuesto alguno
preestablecido, va derivando de sí misma, paso a paso, todas sus
consecuencias, imponiéndose con la fuerza coercitiva de lainteligencia a todo
aquél que siga atentamente su desarrollo.
Esta claridad de pensamiento no reclama, pues. De quienesescuchan
ningún género de premisas especiales. Antes al contrario, noconsistiendo,
como acabamos de decir, en otra cosa que en aquellaausencia de toda
premisa sobre la que el pensamiento se edifica, paraalumbrar de su propia
entraña todos sus resultados, no sólo no necesitade ellas, sino que no las
tolera. Sólo tolera y sólo exige una cosa, y esque quienes escuchan no
traigan consigo supuestos previos de ningúngénero, ni prejuicios arraigados,
sino que vengan dispuestoa a colocarsefrente al tema. Por mucho que
acerca de él hayan hablado o discurrido,
como si lo investigasen por vez primera, como si aún no
supiesen nadafijo de él, desnudándose, a lo menos por todo el
tiempo que dure la
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nueva investigación, de cuanto respecto a él estuviesen
acostumbradosa dar por sentado.

1- ¿QUÉ ES UNA CONSTITUCIÓN?

Comienzo, pues, mi conferencia con esta pregunta. ¿Qué es


unaConstitución? ¿En qué consiste la verdadera esencia de
unaConstitución? Por todas partes a todas horas, mañana, tarde y noche,
estamos oyendo hablar de Constitución y de problemasconstitucionales. En
los periódicos, en los círculos, en las tabernas yrestaurantes, es éste el tema
inagotable de todas las conversaciones.
Y, sin embargo, formulada en términos precisos esta pregunta: ¿En qué
está la verdadera esencia, el verdadero concepto de unaConstitución?, mucho
me temo que, entre tantos y tantos como hablande ello, no haya más que unos
pocos, muy pocos, que puedan darnosuna contestación satisfactoria.
Muchos se verían tentados, seguramente, a echar mano, paracontestarnos, al
volumen en que se guarda la legislación prusiana del año 1850, hasta dar en
él con la Constitución del reino de Prusia.
Pero esto no sería, claro está, contestar a lo que yo pregunto. Nobasta
presentar la materia concreta de una determinada Constitución, lade Prusia o
la que sea, para dar por contestada la pregunta que yoformulo: ¿dónde
reside la esencia, el concepto de una Constitución,
cualquiera que ella fuere?
Si hiciese esta pregunta a un jurista, me contestaría seguramenteen
términos parecidos a éstos: “La Constitución es un pacto juradoentre el rey y el
pueblo, que establece los principios básicos de lalegislación y del gobierno
dentro de un país”. O en términos un pocomás generales, puesto que también
ha habido y hay Constitucionesrepublicanas: “La Constitución es la ley
fundamental proclamada en el
país, en la que se echan los cimientos para la organización del
Derechopúblico de esa nación”.
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Pero todas estas definiciones jurídicas formales, y otras parecidas
que pudieran darse, distan mucho de dar satisfacción a la pregunta por mí
formulada. Estas contestaciones, cualesquiera que ellas sean, selimitan a
describir exteriormente cómo se forman las Constituciones quéhacen, pero no
nos dicen lo que una Constitución es. Nos dan criterios, notas calificativas para
reconocer exterior y jurídicamente unaConstitución. Pero no nos dicen, ni mucho
menos, dónde está el concepto de toda Constitución, la esencia constitucional.
No sirven, por tanto, para orientarnos acerca de si una determinada Constitución
es, ypor qué, buena o mala, factible o irrealizable, duradera o inconsistentepues
para ello sería menester que empezasen por definir el concepto dela
Constitución. Lo primero es saber en qué consiste la verdaderaesencia de una
Constitución, y luego se verá sí la Carta constitucional determinada y concreta
que examinamos se acomoda o no a esasexigencias sustanciales. Pero para esto
no nos sirven de nada esas defi niciones jurídicas y formalistas que se aplican por
igual a toda suerte depapeles firmados por una nación o por ésta y su rey, para
proclamarlaspor Constituciones, cualquiera que sea su contenido, sin penetrar
paranada en él. El concepto de la Constitución -como hemos de ver
palpablemente cuando a él hayamos llegado- es la fuente primaria deque se
derivan todo el arte y toda la sabiduría constitucionales; sentadoaquel concepto,
se desprende de él espontáneamente y sin esfuerzoalguno.
Repito, pues, mi pregunta: ¿Qué es una Constitución? ¿Dónde está
la verdadera esencia, el verdadero concepto de una Constitución? Como todavía
no lo sabemos, pues es aquí donde hemos de
indagarlo, todos juntos, aplicaremos un método que es convenienteponer en
práctica siempre que se trata de esclarecer el concepto de unacosa. Este
método, señores es muy sencillo, Consiste simplemente encomparar la cosa
cuyo concepto se investiga con otra, semejante a ella,
esforzándose luego por penetrar clara y nítidamente en las
diferenciasque separan a una de otra.
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1. Ley y Constitución

Aplicando este método, yo me pregunto: ¿En qué se


distinguenuna Constitución y una Ley?
Ambas, la ley y la Constitución tienen, evidentemente, una
esenciagenérica común. Una Constitución para regir, necesita la
promulgaciónlegislativa, es decir, que tiene que ser también ley.
Pero no es una leycomo otra cualquiera una simple ley: es algo
más. Entre los dosconceptos no hay sólo afinidad, hay también
desemejanza. Estadesemejanza, que hace que la Constitución
sea algo más que una simpleley, podría probarse con cientos de
ejemplos.
El país por ejemplo, no protesta de que a cada paso se
esténpromulgando leyes nuevas. Por el contrario, todos sabemos que
esnecesario que todos lo años se promulgue un número más o menosgrande
de nuevas leyes. Sin embargo. no puede dictarse una sola leynueva sin que se
altere la situación legislativa vigente en el momento depromulgarse, pues si la
ley nueva no introdujese cambio alguno en el
estatuto legal vigente, sería absolutamente superflua y no habría paraqué
promulgarla. Mas no protestamos de que las leyes se reformen. Antes al
contrario, vemos en estos cambios, en general, la misiónnormal de los
cuerpos gobernantes.
Pero en cuanto nos tocan a la Constitución, alzamos voces
deprotesta y gritamos: ¡Dejad estar la Constitución! ¿De dónde
nace estadiferencia? Esta diferencia es tan innegable, que
hasta hayconstituciones en que se dispone taxativamente que la
Constitución nopodrá alterarse en modo alguno; en otras, se
prescribe que para sureforma no bastará la simple mayoría sino
que deberán reunirse las dosterceras partes de los votos del
parlamento; y hay algunas en que lareforma constitucional no es
de la competencia de los Cuerposcolegisladores, ni aun
asociados al Poder ejecutivo sino que paraacometerla deberá
convocarse extra, ad hoc, y exclusivamente para este

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fin una nueva Asamblea legislativa, que decida acerca de la
oportunidado inconveniencia de la transformación.
En todos estos hechos se revela que, en el espíritu unánime de los
pueblos, una Constitución debe ser algo mucho más sagrado todavía, más
firme y más inconmovible que una ley ordinaria.
Vuelvo pues, a mi pregunta de antes: ¿En qué se distingue una
Constitución de una simple ley? A esta pregunta se nos contestará en
lainmensa mayoría de los casos: la Constitución no es una ley como
otracualquiera, sino la ley fundamental del país. Es posible, señores, que
enesta contestación vaya implícita, aunque de un modo oscuro, la verdadque
se investiga. Pero la respuesta, así formulada, de una manera tanconfusa no
puede satisfacernos. Pues inmediatamente surge. susti tuyendo a la otra,
esta interrogación: ¿Y en qué se distingue una ley dela ley fundamental?
Como se ve, seguimos donde estábamos. No hemoshecho mas que ganar un
nombre, una palabra nueva, el término de “leyfundamental”, que de nada nos
sirve mientras no sepamos decir cuál es,
repito, la diferencia entre una ley fundamental y otra ley cualquiera.
Intentamos, pues, ahondar un poco más en el asunto, indagando
qué ideas o qué nociones son las que van asociadas a este
nombre de“ley fundamental”: o, dicho en otros términos, cómo
habría quedistinguir entre sí una ley fundamental y otra ley
cualquiera para que laprimera pueda justificar el nombre que se
le asigna.
Para ello será necesario:
1º. Que la ley fundamental sea una ley que ahonde más que las
leyes corrientes, como ya su propio predicado de "fundamental" indica. 2º.
Que constituya -pues de otro modo no merecería llamarse
fundamental- el verdadero fundamento de las otras leyes: es decir, quela ley
fundamental si realmente pretende ser acreedora a ese nombre, deberá
informar y engendrar las demás leyes ordinarias basadas en ella. La ley
fundamental, para serlo, había, pues, de actuar e irradiar a travésde las leyes
ordinarias del país.
3º. Pero las cosas que tienen un fundamento no son como son por antojo,
pudiendo ser también de otra manera, sino que son así porque

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necesariamente tienen que ser. El fundamento a que responden no lespermite
ser de otro modo. Sólo las cosas carentes de un fundamento, que son las
cosas casuales y fortuitas pueden ser como son o de otromodo cualquiera. Lo
que tiene un fundamento no, pues aquí obra la leyde la necesidad. Los
planetas, por ejemplo, se mueven de undeterminado modo. Este
desplazamiento responde a causas, a fun damentos que lo rijan, o no? Si no
hubiera tales fundamentos, sudesplazamiento sería casual y podría variar en
cualquier instante, estaríavariando siempre. Pero si realmente responde a un
fundamento, si responde, como pretenden los investigadores, a la fuerza de
atraccióndel sol, basta esto para que el movimiento de los planetas esté regido
ygobernado de tal modo por ese fundamento, por la fuerza de atraccióndel sol,
que no pueda ser de otro modo, sino tal y como es. La idea defundamento
lleva, pues, implícita la noción de una necesidad activa, deuna fuerza eficaz
que hace, por ley de necesidad, que lo que sobre ellase funda sea así y no de
otro modo.
Si, pues, la Constitución es la ley fundamental de un país, será
-yaquí empezamos ya, señores, a entrever un poco de luz-, un algo
quepronto hemos de definir y deslindar, o, como provisionalmente
hemosvisto, una fuerza activa que hace, por un imperio de necesidad,
quetodas las demás leyes e instituciones jurídicas vigentes en el país
sean loque realmente son, de tal modo que, a partir de ese instante,
no puedanpromulgarse, en ese país, aunque se quisiese, otras
cualesquiera.
Ahora bien, señores, ¿es que existe en un país -y al preguntar esto,
empieza ya a alborear la luz tras de la que andamos- algo, alguna
fuerzaactiva e informadora, que influya de tal modo en todas las
leyespromulgadas en ese país, que las obligue a ser necesariamente,
hastacierto punto, lo que son y como son sin permitirles ser de otro modo?

2. Los factores reales del poder

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Sí señores; existe, sin duda, y este algo que investigamos reside,
sencillamente, en los factores reales de poder que rigen en una
sociedaddeterminada.
Los factores reales de poder que rigen en el seno de cada sociedad
son esa fuerza activa y eficaz que informa todas las leyes e
institucionesjurídicas de la sociedad en cuestión, haciendo que
no puedan ser, ensustancia, más que tal y como son.
Me apresuraré a poner esto en claro con un ejemplo plástico. Cierto es
que este ejemplo, al menos en la forma en que voy a ponerlo, no puede llegar
a darse nunca en la realidad. Pero aparte de queenseguida veremos,
probablemente, que este mismo ejemplo se puededar muy bien bajo otra
forma, no se trata de saber si el ejemplo puede ono darse, sino de lo que de
él podamos aprender respecto a lo quesucedería. si llegara a ser realidad.
Saben ustedes, señores, que en Prusia sólo tienen fuerza de ley los
textos publicados en la Colección legislativa. Esta Colección legislativase
imprime en una tipografía concesionaria situada en Berlín. Los originales de
las leyes se custodian en los archivos del Estado. y en otros archivos,
bibliotecas y depósitos se guardan lascolecciones legislativas impresas.
Supongamos ahora, por un momento, que se produjera un gran
incendio, por el estilo de aquel magno incendio de Hamburgo1, y que enél
quedasen reducidos a escombros todos los archivos del Estado, todaslas
bibliotecas públicas, que entre las llamas pereciese también laimprenta
concesionaria de la Colección legislativa, y que lo mismo, por
una singular coincidencia, ocurriera en las demás ciudades de
lamonarquía, arrasando incluso las bibliotecas particulares en que
figuraraesa colección, de tal modo que en toda Prusia no quedara ni
una solaley. ni un solo texto legislativo acreditado en forma
auténtica.

1
Un incendio famoso ocurrido en Hamburgo en el año 1842, y
queredujo a cenizas una parte considerable de la ciudad.

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A) LA MONARQUÍA
Supongamos esto. Supongamos que el país, por este siniestro, quedara
despojado de todas sus leyes, y que no tuviese más remedioque darse otras
nuevas.
¿Creen ustedes, señores, que en este caso el legislador, limpio el solar, podría
ponerse a trabajar a su antojo, hacer las leyes que mejor lepareciesen, a su
libre albedrío? Vamos a verlo.

Supongamos que ustedes dijesen: Ya que las leyes han perecido y


vamos a. construir otras totalmente nuevas, desde los cimientos hasta el
remate, en ellas no respetaremos a la monarquía las prerrogativas deque
hasta ahora gozaba, al amparo de las leyes destruidas: más aún, nole
respetaremos prerrogativas ni atribución alguna; no queremosmonarquía.
El rey les diría, lisa y llanamente: Podrán estar destruidas las leyes, pero la
realidad es que el Ejército me obedece, que obedece misórdenes; la realidad
es que los comandantes de los arsenales y loscuarteles sacan a la calle los
cañones cuando yo lo mando, y apoyado eneste poder efectivo, en los
cañones y las bayonetas, no toleraré que measignéis más posición ni otras
prerrogativas que las que yo quiera. Como ven ustedes, señores un rey a
quien obedecen el Ejército y
los cañones... es un fragmento de Constitución.
B) LA ARISTOCRACIA

Supongamos ahora que ustedes dijesen: Somos dieciocho millones


de prusianos,2 entre los cuales sólo se cuentan un puñado cada vez
másexiguo de grandes terratenientes de la nobleza. No vemos por qué
estepuñado, cada vez más reducido, de grandes terratenientes ha de tener
tanta influencia en los destinos del país como los dieciocho millones
dehabitantes juntos, formando de por sí una Cámara alta que sopesa los

2
Lassalle habla en 1862.

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acuerdos de la Cámara de diputados elegidos por la nación entera,
pararechazar sistemáticamente todos aquellos que son de alguna utilidad.
Supongamos que hablasen ustedes así y dijesen: Ahora, destruidas lasleyes
del pasado, somos todos “señores” y no necesitamos para nadauna Cámara
señorial.
Reconozco, señores que no es fácil que estos grandes propietarios
de la nobleza pudiesen lanzar contra el pueblo que así hablase
a susejércitos de campesinos. Lejos de eso es muy probable
que tuviesenbastante que hacer con quitárselos de encima.
Pero lo grave del caso es que los grandes terratenientes de la
nobleza han tenido siempre gran influencia con el rey y con la
corte, yesta influencia les permite sacar a la calle el Ejército y
los cañones parasus fines propios como si este aparato de
fuerza estuviera directamentea su disposición.
He aquí, pues cómo una nobleza influyente y bien relacionada con
el rey y su corte, es también un fragmento de Constitución. C) LA

GRAN BURGUESÍA

Y ahora se me ocurre sentar el supuesto inverso, el supuesto de


que el rey y la nobleza se aliasen entre sí para restablecer laorganización
medieval en los gremios, pero no circunscribiendo lamedida al pequeño
artesanado, como en parte se intentó hacer efectivamente hace unos cuantos
años, sino tal y como regía en la EdadMedia: es decir, aplicada a toda la
producción social, sin excluir la granindustria, las fábricas y la producción
mecanizada. No ignoran ustedes, señores, que el gran capital no podría en modo
alguno producir bajo el sistema medieval de los gremios, que la verdadera
industria y laindustria fabril, la producción por medio de máquinas, no podrían
enmodo alguno desenvolverse bajo el régimen de los gremios medievales. Entre
otras razones, porque en este régimen se alzarían, por ejemplo, toda una serie de
fronteras legales entre las diversas ramas de laproducción, por muy afines entre
sí que éstas fuesen, y ningún industrial

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podría unir dos o más en su mano. Así, el enjalbegador no tendríacompetencia
para tapar un solo agujero; entre los gremios fabricantesde clavos y los
cerrajeros se estarían ventilando constantementeprocesos para deslindar las
jurisdicciones de ambas industrias; el
Pues sucedería que los señores Borsig Egels, etcétera,3 que los
estampador de lienzos no podría emplear en su fábrica a un
solotintorero, etc. Además, bajo el sistema gremial estaban
tasadas por laley estrictamente las cantidades que cada
industria podía producir, yaque dentro de cada localidad y de
cada rama de industria sólo seautorizaba a cada maestro para
dar ocupación a un número igual ylegalmente establecido de
operarios.
Basta esto para comprender que la gran producción, la producción
mecánica y el sistema del maquinismo, no podrían prosperar ni un solodía
con una Constitución de tipo gremial. La gran producción exigeante todo, la
necesita como el aire que respira, la fusión de las másdiversas ramas de
trabajo en manos del mismo capitalista, y necesita, ensegundo lugar, la
producción en masa y la libre competencia: es decir,
la posibilidad de dar empleo a cuantos operarios quiera, sin
restricciónalguna.
¿Qué sucedería, pues, si en estas condiciones y a despecho de
todo nos obstinásemos en implantar hoy la constitución gremial?

grandes fabricantes de tejidos estampados, grandes fabricantes de seda,


etcétera, cerrarían sus fábricas y pondrían en la calle a sus obreros, yhasta las
Compañías de ferrocarriles tendrían que hacer otro tanto; el comercio y la
industria se paralizarían, gran número de maestrosartesanos se verían
obligados a despedir a sus operarios, o lo harían degrado, y esta
muchedumbre interminable de hombres despedidos selanzaría a la calle
pidiendo pan y trabajo; detrás de ella, espoleándolacon su influencia,
animándola con su prestigio, sosteniéndola yalentándola con su dinero, la gran
burguesía, y se entablaría una luchaen la que el triunfo no sería en modo
alguno de las armas.

3
Grandes industriales prusianos de la época

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Vean ustedes cómo y por dónde aquellos caballeros, los
señoresBorsig y Egels, los grandes industriales todos, son
también unfragmento de Constitución.

D) LOS BANQUEROS

Supongamos ahora que al Gobierno se le ocurriera implantar unade


esas medidas excepcionales abiertamente lesivas para los intereses delos
grandes banqueros. Que al Gobierno se le ocurriera, por ejemplo, decir que
el Banco de la Nación no se había creado para la función quehoy cumple,
que es la de abaratar más aún el crédito a los grandesbanqueros y
capitalistas, que ya de suyo disponen de todo el crédito ytodo el dinero del
país y que son los únicos que pueden descontar susfirmas, es decir, obtener
crédito en aquel establecimiento bancario, sinopara hacer accesible el crédito
a la gente humilde y a la clase media, supongamos esto, y supongamos
también que al Banco de la Nación sele pretendiera dar la organización
adecuada para conseguir esteresultado. ¿Podría esto, señores, prevalecer?
Yo no diré que esto desencadenará una insurrección, pero el Gobierno
actual no podría imponer tampoco semejante medida. Veamos por qué.
De cuando en cuando el Gobierno se ve acosado por la necesidadde
invertir grandes cantidades de dinero, que no se atreve a sacar al paíspor
medio de contribuciones. En esos casos, acude al recurso dedevorar el
dinero del mañana o lo que es lo mismo, emite empréstitos,
entregando a cambio del dinero que se le adelanta, papel de la Deudapública.
Para esto necesita a los banqueros. Cierto es que, a la larga, antes o después,
la mayor parte de los títulos de la Deuda vuelven a re partirse entre la clase
rica y los pequeños rentistas de la nación. Masesto requiere tiempo, a veces
mucho tiempo, y el Gobierno necesita el dinero pronto y de una vez, o en
plazos breves. Para ello tiene queservirse de particulares, de mediadores que
le adelanten las cantidadesque necesita, corriendo luego de su cuenta el ir
colocando poco a poco

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Vean ustedes pues, señores, cómo los grandes banqueros, como
los
Mendelssohn, los Schnickler, la Bolsa en general, son también un
entre sus clientes el papel de la Deuda que a cambio reciben, ylucrándose,
además, con el alza de cotización que a estos títulos seimprime artificialmente
en la Bolsa. Estos intermediarios son losgrandes banqueros; por eso a ningún
Gobierno le conviene, hoy en día,
estar mal con estos personajes.

fragmento de Constitución.

E) LA CONCIENCIA COLECTIVA
Y LA. CULTURA GENERAL

Supongamos ahora que al Gobierno se le ocurriera promulgar una


ley penal semejante a las que rigieron en algún tiempo en China, castigando
en la persona de los padres los robos cometidos por loshijos. Esa ley no
prevalecería, pues contra ella se rebelaría con dema siada fuerza la cultura
colectiva y la conciencia social del país. Todoslos funcionarios, burócratas y
consejeros de Estado, se llevarían lasmanos a la cabeza, y hasta los
honorables senadores tendrían algo queobjetar contra el desatino. Y es que,
dentro de ciertos límites, señores, también la conciencia colectiva y la cultura
general del país son unfragmento de Constitución.

F) LA PEQUEÑA BURGUESÍA Y LA CLASE OBRERA

Imaginémonos ahora que el Gobierno, inclinándose a proteger y


dar plena satisfacción a los privilegios de la nobleza, de los banqueros, de los
grandes industriales y de los grandes capitalistas, decidiera privar de sus
libertades políticas a la pequeña burguesía y a la clase obrera. ¿Podría
hacerlo? Desgraciadamente, señores, sí podría, aunque sólofuese
transitoriamente, la realidad nos tiene demostrado que podría, ymás adelante
tendremos ocasión de volver sobre esto.

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Pero, ¿y si se tratara de despojar a la pequeña burguesía y a la
clase obrera, no ya de sus libertades políticas solamente, sino de sulibertad
personal; es decir, si se tendiera a declarar personalmente al obrero o al
hombre humilde, esclavo, vasallo o siervo de la gleba, devolverle a la situación
en que vivió en muchos países durante los sigloslejanos, remotos, de la Edad
Media? ¿Prosperaría la pretensión? No, señores, esta vez no prosperaría,
aunque para sacarla adelante se aliasenel rey, la nobleza y toda la gran
burguesía. Seria inútil. Pues, llegadaslas cosas a ese extremo, ustedes dirían:
nos dejaremos matar antes quetolerarlo. Los obreros se echarían corriendo a
la calle, sin necesidad deque sus patronos les cerrasen las fábricas, la
pequeña burguesía correríaen masa a solidarizarse con ellos, y la resistencia
de ese bloque seríainvencible, pues en ciertos casos extremos y
desesperados, tambiénustedes, señores, todos ustedes juntos, son un
fragmento deConstitución.

3. Los factores de poder y las instituciones jurídicas. La hoja


depapel

He ahí, pues, señores, lo que es, en esencia, la constitución de un


país: la suma de los factores reales de poder que rigen en ese país.
¿Pero qué relación guarda esto con lo que vulgarmente se llama
Constitución, es decir, con la Constitución jurídica? No es difícil, señores,
comprender la relación que ambos conceptos guardan entre sí. Se toman
estos factores reales de poder, se extienden en una hoja
de papel, se les da expresión escrita, y, a partir de este momento,
incorporados a un papel, ya no son simples factores reales de poder, sino
que se han erigido en derecho, en instituciones jurídicas, Y quienatente
contra ellos atenta contra la ley, y es castigado.
Tampoco desconocen ustedes, señores, el procedimiento que se
sigue para extender por escrito esos factores reales de poder convirtiéndolos así
en factores jurídicos.

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Claro está que no se escribe, lisa y llanamente: el señor Borsig,
fabricante, es un fragmento de Constitución; el señor Mendelssohn,
banquero, es otro trozo de Constitución, y así sucesivamente: no, lacosa se
expresa de un modo mucho más pulcro, mucho más fino.

A) EL SISTEMA ELECTORAL DE LAS TRES CLASES

Así, por ejemplo, si de lo que se trata es de proclamar que unos


cuantos grandes industriales y grandes capitalistas disfrutarán
en laMonarquía de tanto poder, y aún más, como todos los
burguesesmodestos, obreros y campesinos juntos, el legislador
se guardará muybien de expresarlo de una manera tan clara y
tan sincera. Lo que haráserá dictar una ley por el estilo,
supongamos, de aquella ley electoral delas tres clases** que se
le dio a Prusia en el año 1849, y por la cual sedividía la nación
en tres categorías electorales, a tenor de los impuestospagados
por los electores y que, naturalmente, se acomodan a sufortuna.
Según el censo oficial formado en aquel mismo año por el Gobierno, a
raíz de dictarse la mencionada ley, había entonces en todaPrusia 3.255.703
electores de primer grado, que se distribuían del modosiguiente en las tres
clases electorales:

Pertenecían a la primera ...................................153.808 electores. a la


segunda ....................................................409.945 electores. a la tercera
...................................................2.691.950 electores.

Repito que estas cifras están tomadas de los censos oficiales.

*
El 8 de abril de 1848 se había prometido al pueblo de Berlín,
alzadorevolucionariamente, una ley que sancionara el sufragio universal.
Después del golpe de Estado el 5 de diciembre de 1848, la monarquíaotorgó al
país, el 30 de mayo de 1849, el sistema electoral de las tres clases, que se
mantuvo en vigor hasta la revolución de 1918. * Se refiere a la Constitución
prusiana del 5 de ficiembre de 1848. Resp. Del 32 de enero de 1850.

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Por ellas vemos que en el Reino de Prusia hay 153.808 personas
riquísimas que disfrutan por sí solas de tanto poder político como2.691.950
ciudadanos modestos, obreros y campesinos juntos, y queaquellos 153.808
hombres de máxima riqueza, sumados a las 409.945personas regularmente
ricas que integran la segunda categoría electoral,
tienen tanto poder político como el resto de la nación entera; más aún, que los
153.808 hombres riquísimos y la mitad nada más de los 409.945electores de la
segunda categoría, gozan ya, por sí solos, de mas poder político que la mitad
restante de la segunda clase sumada a los2.691.950 de la tercera.
Vean ustedes, señores, cómo, por este procedimiento, se llega
exactamente al mismo resultado que si la Constitución,
hablandosinceramente, dijese: el rico tendrá el mismo poder
político quediecisiete ciudadanos corrientes, o, si se prefiere la
fórmula pesará enlos destinos políticos del país diecisiete veces
tanto como un simpleciudadano.
Antes de que esta ley electoral de las tres clases fuera promulgada
regía ya legalmente, desde la ley de 8 de abril de 1848, el
sufragiouniversal, que asignaba a todo ciudadano, fuese rico o
pobre, el mismoderecho de sufragio, es decir, el mismo poder
político, el mismoderecho a contribuir a trazar los derroteros del
Estado, su voluntad ysus fines. He aquí, pues confirmada y
documentada, señores, aquellaafirmación que antes se hacia de
que, desgraciadamente, era bastantefácil despojarles a ustedes,
despojar al pequeño burgués y al obrero, desus libertades
políticas, aunque no se les arrancasen de un modoinmediato y
radical sus bienes personales, el derecho a la integridadfísica y
a la propiedad. Los gobernantes no tuvieron que hacer
grandesesfuerzos para privarlos a ustedes de los derechos
electorales, y hastahoy no sé de ninguna agitación, de ninguna
campaña promovida pararecobrarlos.

B) EL SENADO O CÁMARA SEÑORIAL

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terratenientes una prerrogativa política de primera fuerza, que les
permite
contrapesar la voluntad de la nación y de todas sus clases, por
Si en la Constitución se quiere proclamar que un puñado de
grandes terratenientes aristócratas reunirá en sus manos tanto poder como los
ricos, la gente acomodada y los desheredados de la fortuna, como los electores
de las tres clases juntas, es decir, como el resto de lanación entera, el legislador
se cuidará también de no decirlo de un modotan grosero -no olviden ustedes,
señores, dicho sea incidentalmente, quela claridad en la expresión es grosería-,
sino que le bastará con poner enla Carta constitucional lo siguiente: los
representantes de la granpropiedad sobre el suelo, que lo vengan siendo por
tradición, conalgunos otros elementos secundarios, formarán una Cámara
señorial, unSenado, cuya aprobación será necesaria para que adquieran fuerza
deley los acuerdos de la Cámara de diputados, en la que está representadala
nación; de este modo se pone en manos de un puñado de viejos

unánime que ella sea.

C) EL REY Y EL EJÉRCITO

Y si, siguiendo por esta escala, se aspira a que el rey por sí solo
tenga tanto poder político, y mucho más aún, corno las tres clases
deelectores juntas, como la nación entera, incluyendo a los
grandesterratenientes de la clase noble, no hay más que hacer
esto: Se pone en la Constitución un artículo 47, diciendo: El rey
proveerá todos los cargos del Ejército y la Marina" añadiendo, en el articulo
108: “Al Ejército y a la Marina no se les tomará juramento deguardar la
Constitución”. Y si esto no basta, se construye además lateoría, que no deja de
tener, a la verdad, su fundamento sustancial eneste articulo, de que el rey
ocupa frente al Ejército una posición muydiferente a la que le corresponde
respecto de las demás instituciones del Estado, la teoría de que el rey, como
jefe de las fuerzas militares del país, no es sólo rey, sino que es además algo
muy distinto, algoespecial, misterioso y desconocido, para lo que se ha
inventado el

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término jefe supremo de las fuerzas de mar y tierra, razón por la cual ni la
Cámara de diputados ni la nación tienen por qué preocuparse del Ejército ni
inmiscuirse en sus asuntos y organización, reduciéndose supapel a votar los
créditos de que necesite. Y no puede negarse, señores-la verdad ante todo, ya
lo hemos dicho- que esta teoría tiene ciertopunto de apoyo en el citado artículo
108 de la Constitución. Pues si éstadispone que el Ejército no necesita prestar
juramento de acatamiento ala Constitución, como es deber de todos los
ciudadanos del Estado ydel propio rey, ello equivale, en principio, a reconocer
que el Ejércitoqueda al margen de la Constitución y fuera de su imperio, que
no tienenada ver con ella, que no tiene que rendir cuentas más que a la
personadel rey, sin mantener relación alguna con el país.
Conseguido esto, reconocida al rey la atribución e proveer todoslos
cargos del Ejército y colocado éste en una actitud de sujeciónpersonal al rey,
éste ha conseguido reunir por sí solo, no ya tanto poder, sino diez veces más
poder político que la nación entera, supremacía queno resultaría menoscabada
aunque el poder efectivo de la nación fueseen realidad diez, veinte y hasta
cincuenta veces tan grande como el del Ejército.
La razón de ese aparente contrasentido es muy sencilla. 4.

Poder organizado e inorgánico.

El instrumento de poder político del rey, el Ejército, estáorganizado,


puede reunirse a cualquier hora del día o de la noche, funciona con una
magnífica disciplina y se puede utilizar en el momentoen que se desee, en
cambio, el poder que descansa en la nación, señores, aunque sea, como lo
es en realidad infinitamente mayor, noestá organizado; la voluntad de la
nación, y sobre todo su grado deacometividad o de abatimiento, no siempre
son fáciles de pulsar paraquienes la forman: ante la inminencia de una
acción, ninguno de loscombatientes sabe cuántos se sumarán a él para darla.
Además, lanación carece de esos instrumentos del poder organizado. de
esos

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fundamentos tan importantes de una Constitución, a que más arriba
nosreferíamos: los cañones. Cierto es que los cañones se compran con di
nero del pueblo: cierto también que se construyen y perfeccionangracias a las
ciencias que se desarrollan en el seno de la sociedad civil,
gracias a la física, a la técnica, etc. Ya el solo hecho de su existenciaprueba,
pues, cuán grande es el poder de la sociedad civil, hasta dóndehan llegado los
progresos de las ciencias, de las artes técnicas, losmétodos de fabricación y el
trabajo humano. Pero aquí viene a cuentoaquel verso de Virgilio: Sic vos non
vobis! ¡Tú, pueblo, los haces y lospagas, pero no para ti. Como los cañones se
fabrican siempre para el
poder organizado y sólo para él, la nación sabe que esos artefactos, vivos
testigos de todo lo que ella puede, se enfilarán sobre ella, indefectiblemente en
cuanto se quiera rebelar. Estas razones son las queexplican que un poder mucho
menos fuerte, pero organizado, sesostenga a veces, muchas veces, años y años,
sofocando el poder, mucho más fuerte, pero desorganizado, de la nación; hasta
que ésta undía, a fuerza de ver cómo los asuntos nacionales se rigen y
administrantercamente contra la voluntad y los intereses del país, se decide a
alzar frente al poder organizado su supremacía desorganizada. Hemos visto,
señores, qué relación guardan entre sí las dos
Constituciones de un país, esa Constitución real y efectiva, formada por la suma
de factores reales y efectivos que rigen en la sociedad, y esaotra Constitución
escrita, a la que, para distinguirla de la primera, daremos el nombre de la hoja de
papel.*

II.- ALGO DE HISTORIA CONSTITUCIONAI.

*
Se refiere a aquella frase altisonante pronunciada por Friedrich
Withelm IV el 11 de abril de 1847, en un mensaje de la Corona: “Me
creo obligado a hacer aquí la solemne declaración de que ni ahora ni
nunca permitiré que entre el Dios del cielo y mi país se deslice una
hojaescrita a guisa de segunda Providencia...”

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