Unidad 1
Unidad 1
Unidad 1
Lumbreras
Sudamérica es un área que se caracteriza por la diversida que procede de la
existencia de extensas cordilleras o los circuitos climáticos generados por el
entorno marítimo Atlántico y Pacífico que intervenían fuertemente en la
estacionalidad continental.
Áreas del continente
En términos muy generales se puede organizar una visión global del continente a
partir de su división en áreas cuya unidad está dada por los elementos de mayor
compromiso en la definición de sus condiciones ambientales. Una de ellas es el
área andina, que está definida por la cordillera de los Andes; otra es el área
circun-caribe, que ocupa el extremo norte sudamericano, las Antillas y
Centroamérica; una tercera es la Amazonía; la cuarta, más pequeña que las otras,
identificada con la formación del Chaco; por último, una quinta es el Cono Sur de
continente.
El área andina es la de mayor complejidad. La cordillera de los Andes es una
cadena montañosa de trazado irregular. Nace nítidamente en América Central y
las Antillas. Afecta a las condiciones propias del trópico, con intensas lluvias y una
temperatura de tendencia alta. En la medida en que las alturas dominantes llegan
sólo excepcionalmente a los 4000m, estas condiciones climáticas son constantes
en todo el territorio, con excepción del páramo, que es una formación ecológica
que se da desde los 3200m hasta el nivel de las nieves perpetuas y que existe
desde Costa rica a Huánuco Perú.
Los páramos son permanentemente fríos y húmedos, con temperaturas muy altas
durante el día e invernales por las noches, con muy pocas variaciones en el curso
del año, de modo que casi no se registran diferencias entre solsticios y
equinoccios. Los páramos están rodeados por bosques o sabanas tropicales, con
vegetación siempre verde y casi imperceptibles cambios estacionales.
Cuando la cordillera cruza el Ecuador, las montañas se hacen progresivamente
más altas y más anchas, lo que multiplica las diferencias entre los diversos pisos
altitudinales, que se escalonan entre sí.
La tendencia de la cordillera es ascendiente hacia el sur, de modo que en el Perú
central y más aún en el Sur, Bolivia y el Norte grande de Chile, la cordillera tiene
varios cientos de kilómetros de ancho y sus montañas más altas sobrepasan los
6000 m. esta altitud y anchura mayores originan fuertes alteraciones climáticas en
ese extenso territorio.
Se presentan, diferentes sistemas ecológicos, que varían según la altura, la latitud
y la proximidad del mar.
De este a oeste la diferencia radica en una progresiva disminución de las lluvias
de modo que mientras el verano es muy húmedo y lluvioso al oriente, lo es cada
vez menos hacia el occidente, a tal punto que toda la vertiente occidental se
convierte en un desierto. Esto se debe a que los vientos húmedos y cálidos
procedentes del Este se enffrían al elevarse por encima de la cordillera, perdiendo
la mayor parte de la húmedad, sobre todo cuando llegan al litoral marino, en
donde el ambiente se encuentra fuertemente afectado por el paso de la corriente
fría de Humboldt, que corre paralela a las costas andinas.
Así, la costa sur es un desierto. Aquí la diferencia estacional reside en el aumento
de la temperatura y la sequedad durate el verano, mientras que en el invierno el
calor disminuye en varios grados y la húmedad ambiental aumenta.
Estas condiciones hacen que los cauces que se forman en la cordillera, ya sea por
el deshielo de los neveros o por las precipitaciones estacionales, conviertan sus
conos de deyección en inmensos oasis o valles, que son los que le dan vida
agrícola al desierto costero.
Esta formación desértica no es exclusiva de la vertiente costera, se presenta
también en la cordillera misma, dándose un paisaje particularmente andino, de tipo
estepario, al que conocemos como puna. La puna es similar al páramo en altitud y
temperatura, pero en general es más alta y más fría y además no tiene los índices
de precipitación y humedad que caracterizan al páramo, por lo que la flora y la
fauna son diferentes en ambos sitios.
Es importante advertir aquí que el terreno andino central no ofrece condiciones
materiales generosas para la agricultura, porque en general escasea el agua y las
áreas con riego natural son escasas y requieren transformaciones adaptativas
múltiples para su explotación. A esta suma de dificultades hay que agregar las
impredecibles catástrofes tectónicas y climáticas.
La desertificación de la costa, provocada por la corriente de Humboldt se
compensa de algún modo con un mar sumamente rico en fauna y flora marina
muy variadas.
A medida que se dirige hacia el sur la cordillera se va angostando sin ofrecer las
condiciones de habitabilidad de los territorios de la puna y el páramo.
Una de las particularidades del territorio andino es la diversidad de las condiciones
que el hombre tiene que afrontar para vivir. Esta diversidad imprime un sello muy
fuerte la cultura, que tiende a mantenerse regionalizada y autárquica. Sin
embargo, regionalización y autarquía se rompen gracias a la necesidad de
articular extensos territorios, con mecanismos de complementariedad de distinta
naturaleza y envergadura.
El territorio de los andes puede dividirse en áreas cuyas “fronteras” se disuelven
en zonas de transición de una a otra área.
1- Los andes centrales, donde se dieron los más complejos niveles de
desarrollo económico y social, y donde se formó una sociedad urbana
organizada.
2- Los andes centro-sur, íntimamente ligados a los andes centrales, tuvieron
como eje de articulación el lago Tititcaca y organizado a partir de una
economía fuertemente pastoril, complementada con una agricultura
cordillerana a base de tubérculos y granos. Es el área donde nace la
metalurgia y donde se configura la explotación de diversos pisos
ecológicos.
3- Los andes meridionales son una suerte de extensión del área centro-sur.
Abarcan los extensos territorios áridos del Noroeste argentino y el Norte-
chico de Chile, caracterizado por una economía agrícola y pastoril,
asociada a un intenso tráfico de productos.
4- Los andes septentrionales, que están separados por los centrales por un
desierto, y qe se caracterizan por sus condición tropical dominante o
ecuatorial.
5- Los territorios sub-andinos del norte y del sur tienen condiciones de
existencia y desarrollo diferentes de las que rigen la vida andina y se alejan
de sus formas características de existencia.
Cada uno de estos extensos territorios tiene cierto rango de unidad.
Este es el marco material en el cual se produjo la ocupación humana del
continente, lo que obviamente determinó el desarrollo de vida que en términos
muy globales corresponde a las condiciones concretas que el hombre tuvo que
resolver en cada territorio.
El poblamiento de los Andes
En cada una de estas áreas, la historia comenzó con la ocupación inicial del
espacio por los cazadorez recolectores que llegaron a América al finalizar el
Pleistoceno, hace quizá unos 30000 años.
La ocupación del territorio por parte de estos cazadores recolectores permitió
su progresivo conocimiento cuando se produjo la disolución del Pleistoceno y
se formó el paisaje actual, pudieron ocupar los distintos ambientes de manera
eficiente.
El proceso de domesticación y manejo del ambiente
Lo que sucedió en adelante a partir del noveno milenio, fue un proceso de
adaptación mucho más claro y definido, esta etapa es usualmente denominada
como período arcaico. Es la época de domesticación de plantas y animale. Es una
etapa sumamente rica en descubrimientos y movimientos de población, lo que
permitó ocupar la mayor parte de los nichos ecológicos habitables en el
continente.
Hasta el tercer o cuarto milenio no se advierten asentamientos. En los andes
centrales, donde aparecen indicios tempranos de cultivo se advierte un incremento
notable de la población, pero más ligado a la pesca y la recolección de mariscos y
plantas de loma.
La alfarería apareció entre el norte de Colombia y el sur de Ecuador entre el 3500
y el 2500 ac.
En la sierra norcentral del Perú, el tercer milenio ac fue fundamental en la
reorganización de la sociedad. Sin duda, una agricultura de riego natural y de
temporal exitosa propició allí el desarrollo de una cultura relativamente
homogénea, que se identiicaba como tradición Kotosh. El elemento diagnóstico
más significativo es la construcción de recintos ceremoniales.
En la costa desértica de Perú, las transformaciones fueron mayores, gracias sobre
todo a una agricultura cuyo éxito se baso en el desarrollo de una tecnología
agraria cada vez más especializada.
El desarrollo urbano en los andes
En muy pocos siglos alrededor del 2000 ac, la costa entre Trujillo y Lima se vio
afectada por una población progresivamente más densa, que organizó su vida en
torno a centros poblados, cuya composición incluía edificios de estructura
permanente, de obra y función pública más que doméstica, y que, cumplían
funciones ceremoniales aparentemente ligadas a la predicción del tiempo. Se
caracterizan po la presencia de plaza hundidas circulares. Progresivamente, los
edificos ceremoniales se convirtieron en dominantes en los asentamientos
principales, dejando a los asentamientso rurales una condición más bien
estanciera que aldeana.
Todo esto fue posible gracias a un desarrollo poblacional, apoyado en una estable
económica de base marítima que permitió una existosa sedentarización por
milenios.
En la costa la producción agrícola era solo posible gracias a un progresivo
crecimiento de la infraestructura de riego, que habiéndose inicado con simples
acequias de derivación de las aguas que bajaban por los ríos, debió ampliarse
como una red de canales que incorporaran a la producción todo el cono de
deyección y más tarde incluso zonas muy alejadas del cauce de los ríos.
Todo esto era posible gracias a que existía mano de obra suficiente como para
llevar a cabo proyectos agrícolas de gran magnitud, que implicaban la limpieza
extensiva de terrenos baldíos el aplanado de los terrenos, junto con la excavación
de las asequias.
Los especialistas en ingeniería hidráulica y elaboración de calendarios precisos
centraron su actividad en los temlpos, para centralizar servicios para cubrir
prácticas magicoreligiosas que hicieran posibles las actividades de astrónomos e
ingenieros-sacerdotes que, a diferencia del resto de los mortales, debían disponer
de largos años de aprendizaje, con un régimen de trabajo más bien intelectual que
manual.
A medida que la eficiencia de los proyectos agrícolas hizo posible la intensificación
productiva y un correspondientecrecimiento de la población, los templos se
ampliaron y aumentaron, formando los llamados centros ceremoniales.
El desarrollo urbano activó al producción manufacturera, de modo que el algodón
incrementó su importancia con la producción de telas de un complejo y variado
desarrollo artístico y tecnológico. La cerámica amplió aún más el ámbito de las
expresiones plásticas. Pronto se extendió a las piedras esta voluntad de forma,
tallando o grabando imágenes en aquellos lugares donde era posible.
El proceso de desarrollo comprometido con el urbanismo no se quedó, desde
luego, circunscrito a uno u otro territorio; una de sus características importantes
fue su tendencia expansiva e integracionista, en la medida en que exigía el
consumo de recursos de muy diversa procedencia; inmediatos fueron los de
conectar las experiencias particulares de distintos territorios.
En la región norcentral de Perú se dio un proceso de integración claramente
visible en la cultura Chavín. Esta cultura representa una suerte de paradigma de
un proceso de progresiva integración de las experiencias acumuladas por los
pueblos de la costa, la sierra y la montaña tropical. Si bien se trata de contactos
que nacieron en el Arcaico, esto representa el inicio de un proceso de asimilación
cruzada, con diversos mecanismos de complementariedad y experiencias
productivas de origen plural y multirregional, maduradas a lo largo de milenios.
En el Sur árido centroandino, a diferencia del norte no se dio un proceso asociado
a grandes proyectos hidráulicos; tanto la sierra como en la costa, el riego
complementaba los beneficios del secano en una, y de la humectación natural de
los oasis en la otra; por tanto los canales de riego eran obras que podían ralizarse
con un grado de cooperación apenas superior a las posibilidades de unas pocas
unidades domésticas, sin exigir la participación de numerosos trabajadores, como
sí ocurría, sin duda, en el norte.
Una característica general, que es posible en las culturas sureñas, es su evidente
afirmación en la economía pastoril, con apoyo en la agricultura de altura; ellas
elevaron al nivel de ganadería la producción animal, usando la llama y la alpaca
para la alimentación, para la industria del cuero y la lana, para el transporte, etc.
Las grandes distancias del desierto sureño, tanto en la costa como en la puna,
fueron vencidas gracias a la posibilidad de organizar inmensas caravanas de
llamas.
Sin duda, la agricultura cordillerana se enfrentó fundamentalmente a la
insuficiencia de terrenos planos para el cultivo de algunas plantas como el maíz,
debido al predominio de los terrenos de fuerte pendiente. Esto estimuló la creación
de las terrazas agrícolas llamadas “andenes”, que exigían una cooperación
comunal compleja.
Este tipo de trabajo era equivalente a los proyectos hidráulicos del Norte. Pero
aquí hay otros factores adversos, que fueron háblimente resueltos por los pueblos
del Sur; estaban ligados a los rigores de la puna, en donde la alternancia climática
es diaria, con intensas heladas en las noches y fuerte insolación durante el día. El
aprovechamiento de estas condiciones permitió crear técnicas para la
conservación de alimentos, mediante su deshidratación regulada, haciendo
conservas de carne y papa, que podían guardarse por muchos meses sin perder
sus propiedades esenciales.
Todo esto le dio al sur un potencial muy grande, que desembocó en la formación
de pueblos poderosos, como los pucara-tiahuanaco en el altiplano, el huarpa-wari
en Ayacucho y, más tarde el inca en el cuzco.
En los andes meridionales el apoyo en el pastoreo fue fundamental, aún cuando la
agricultura de oasis se practicó de manera extensiva, en asociación a culturas
agroalfareras de progresiva definición sedentaria, como el molle, alamito. Aunque
debe qudedar claro que esta definicón tuvo lugar varios siglos más tarde.
En estas condiciones, el territorio andino entró en un período de bonanza
económica, que condujo paulatinamente a un activo proceso de regionalización
cultural.
La metalurgia alcanzó notables avances en el período de los desarrollos
regionales entre las culturas del área central andina. Se llegó a la elaboración del
bronce.
A partir de los incios de nuestra era, en la sociedad del área central andina se
había definido claramente una rotunda división del trabajo entre quienes se
ocupaban de la producción directa de bienes de consumo y los que se dedicaban
a la conducción de las obras de infraestructura y la creación de los recursos
técnicos para la producción. Un efecto directo de tal división era la residencia de
ambas clases de trabajdores, unos residían en los centros ceremoniales y otros en
las aldeas o estancias.
Las culturas moche y tiwanaku representan las formaciones regionales de más
notable desarrollo; una base económica sustantivamente agrícola y marítima y la
otra con una base agropecuaria.
La danza de los milenios- Millones
El control del paisaje
Gracias a la llegada de un clima benigno, plantas y animales fueron domesticados
por el hombre.
Las actividades anteriores no se abandonaron. Siglos más tarde, varios de los
alimentos arcaicos seguían en uso en los rituales.
El tránsito fue interpretado como un obsequio de los dioses. El hombre debió
robar, implorar, mentir o asesinar, es decir, acceder al dominio del medio ambiente
venciendo dificultades. El largo proceso de domesticación de plantas y animales
tardó en transformar las bases de la sociedad cazadora recolectora. Esto debió
ocurrir entre nueve y cinco mil años atrás.
Las tres regiones clásicas de los andes centrales han sido propuestas por los
científicos como presuntos centros de domesticación agrícola. Cada una cuenta
con tradiciones propias.
El panorama general de este vasto período es demasiado incompleto todavía
como para identificar los centros de domesticación o las rutas de difusión de
cultivos.
Son más bien las diferencias de carácter ecológico las que han servido para
sugerir algunas hipótesis sobre esta cuestión.
Las comunidades altiplánicas que pertenecen hoy día a cinco países lograron
hacia el año mil ac un nivel de desarrollo más o menos homogéneo que los
arqueologos llaman formativo.
La información hasta ahora resumida podría sugerir la existencia de focos de
difusión de las especies domésticas. Demosticar debió ser una fascinante y larga
experiencia que seguramente se desarrolló con varias plantas y animales a la vez.
La constante interacción social en el área andina hizo posible que esta relación
fuese retomada por otra gente y perfeccionada hasta hacer de tal elemento parte
necesaria del acervo humano de supervivencia y presitgio.
Sedentarismo y agricultura: los primeros centros ceremoniales
Familiarizarse con el medio andino no fue fácil. Las bandas de cazadores y
recolectores debieron tardar miles de años en encontrar las diferentes maneras de
manejar los muchos ambientes que contienen los Andes.
Hay por lo menos dos explicaciones, que resumen las formas en que las
poblaciones se asentaron. En la costa, la riqueza de la fauna y flora marinas
parece ser lo que ató a las comunidades humanas a un espacio. A esto se suman
los recursos de las lomas, cuya vegetación se nutría de la humanidad del medio
ambiente, y de las ventajas que ofrecían la desembocadura de los ríos. En las
alturas, la domesticación de camélidos y el establecimiento de circuitos de
recorrido estable nos permiten hablar de un desarrollo embrionario del
sedentarismo. Las migraciones estacionales de estos primeros pastoriles en busca
de forraje terminaron por fijar rutas regulares.
En la costa los testimonios adoptan una forma espectacular: se trata de
verdaderos adoratorios que debieron congregar un público considerable para su
tiempo y región. Las edificaciones constituyes monumentos de carácter cultural y
la residencia permanente en ellas estuvo circunscrita al personal administrativa del
templo.
Los recintos habitados carecían de lujo, los pobladores comunes pudieron haber
vivido en chocitas de paredes de caña o palos.
Con una agricultura incipiente, creyentes y servidores debieron depender de una
activa recolección lo que no siempre garantizaría la perennidad del
establecimiento. Una primera mirada a los restos de la costa central sugiere que
en esta etapa del desarrollo cultural, la dependencia del mar fue notable. Unos dos
tercios del volumen consumido para el mantenimiento de la población debió
provenir del océano Pacífico. La proporción se invirtió paulatinamente con la
divulgación de la agricultura.
Los santuarios serranos son posteriores y menos espectaculares, alrededor de
2500 antes de cristo, o poco después, aparecen construcciones que, como en la
costa, evolucionan de un simple edificio regular a un templo en forma de U.
En esta región se desarrollaron: la agricultura en los valles interandinos y la
crianza de camélidos en las alturas. Así, pues, a los avances de la costa, la
población de las sierras altas respondió con el desplazamiento de pastores y
caravanas que ampliron a la esfera de su interacción. Al hacerlo acarrearon
animales y vegetales, experimentando con varios ambientes, ampliando así las
posibilidades de los futuros cultígenos.
La importancia de santuarios resulta de una importancia que no necesita ser
subrayada. En principio su construcción indica el reconocimiento de un espacio
sagrado que permite la interacción con lo sobrenatural. Asentada la comunidad
humana, el shaman que ofrecía una mediación itinerante es sustituida por un
nuevo tipo de especialista, quien desde entonces administrará las angustias de la
población sedentaria. Fijado el lugar en que los dioses se aposentan, su
mantenimiento necesitará un administrador. Esto implica a su vez
transformaciones en la comunidad. El especialista requerirá ahora más tiempo
para velar por una población mayor, de la que no puede prescindir, ya que su
progresiva dedicación le resta oportunidad para aplicarse a actividades
productivas. Este se va diferenciando del resto de la población tanto como sus
edificios contrastan con las chozas de los creyentes.
Otros factores concurren para concentrar el poder en manos de los especialistas
religiosos. La progresiva dependencia de la agricultura avivó el interés por los
ritmos de la naturaleza. Se necesitaba entender las estaciones, las épocas de
sequía y la lluvia, la crecida periódica de los ríos, etc. Estos y otros fenómenos
como las mareas o fases de la luna etc, fueron observados. La agricultura plantea
empero formas de correspondencia que exigen el estudio y predicción de las
condiciones atmosféricas y el hábitat al que pertenecía la comunidad.
Es posible, que en este tiempo, se deira un primer ordenamiento de la tradición
oral.
Existen elementos culturales sugeridos a partir de los fogones: hogueras y
humaredas habrían servido para extender la presencia del santuario y dar cuenta
de su actividad.
La mayoría de los santuarios referidos se empezaron a edificar antes que sus
poblaciones conociesen la cerámica.
En resumen, en 1500 ac la cerámica ya se había divulgado por todo el actual
territorio peruano. Una intensa actividad se adivina en las pequeñas y dispersas
comunidades que se iban asentando en lugares precisos. Se esperaba así el
milenio Chavín.
Los mil años antecesores a Cristo presencian la convergencia de los diferentes
centros ceremoniales y el surgimiento de una primera síntesis ideológica.
Religión se refería a un conocimiento totalizador que servía de base explicativa a
todas las preguntas que trascendían a las acciones primarias. No era un
conocimiento abstracto, sino que se hallaba vinculado a cuestiones cotidianas, y a
prácticas como la cosecha, siembra, observación de las mareas, etc… la
presencia sobrenatural no ocupaba un rincón de la experiencia humana, lo
sagrado y lo profano convivían hasta en las decisiones más inmediatas.
El poder reunido gracias a su mejor información y ejercicio político, terminó por ser
acumulable y transmisible, convirtiendo a los sacerdotes en verdaderas
autoridades locales.
El valor religioso de los productos de mar está largamente registrado en los
testimonios tardíos. Las conchas eran conocidas con el término general de mullu y
se consideraban como el alimento por excelencia de los dioses.
Chavín: del gobierno teocrático a las autoridades seculares.
La dinámica propia de un santuario impide todo aislamiento. El domino sacerdotal
requería el intercambio fluido de prestigio por bienes de consumo y
ornamentación. Situación que debió crecer paulatinamente con la importancia del
edificio y de una pequeña burocracia que administraba los servicios y cuidaba los
recintos sagrados. De haber sido así, los fieles debieron redoblar sus esfuerzos
para satisfacer los reclamos de los dioses. La progresiva extensión del radio de
actividad de las aldeas tenía la ventaja de facilitar el acceso a productos de
lugares alejados. Plantas y animales pasaban de esta manera a nichos ecológicos
diferentes de donde había ocurrido su domesticación. De igual manera viajaron las
técnicas.
Es natural que en este contexto los santuarios, sacerdotes y dioses empezasen a
disputarse el número de seguidores.
Para que un estilo de vida reigiosa dimensionase a uno o varios santuarios a nivel
transregional, han tenido que sumarse varios factores que operasen como
catalizadores culturales. Uno muy necesario tuvo que ser la ubicación del centro
ceremonial. Tal parece ser el caso de Chavín. Su localización permite un acceso
fluido a los tres macroambientes de esta parte del continente. Por lo demás,
Chavín se enlaza con tradiciones previas, sus primeras construcciones, fechadas
hacia 1200 ac, repiten el patrón conocido. No muhco antes, su clero debió
sintetizar desarrollos culturales de distintas procedencias.
Donde sobresale la iconografía de Chavín es en el trabajo en piedra. La mayoría
de estudiosos han concentrado su interés en tres esculturas que parecen resumir
en imágenes el pensamiento que alumbró a las gentes de Chavín. A la más
antigua se le conoce vulgarmente con el nombre de El Lanzón.
Chavín resulta más bien de un complejo juego de interacciones en el que se
puede notar influencias(contactos) cruzadas de distintas tradiciones, como refleja
la iconografía.
La imagen y el resto de la decoración del templo ofrece fuertes insinuaciones de
una continuidad estilística que culminaría con la iconografía de Chavín de Huantar.
Estamos frente a una expansión cultural dirigida por una elite sacerdotal que ha
potenciado transregionalmente un credo religioso.
El material fundamental de la iconografía es la piedra. Esta va a ser retomada por
las últimas sociedades panandinas.