Eldeliriodelaspalabras 2004 Barcena
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Fernando Bárcena
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Herder, 2004
2
INDICE
Bibliografía 206
4
Presentación
El comienzo no sabe lo que inicia y su nombre es delirio. Cada vez que iniciamos
un nuevo gesto en el mundo -con las palabras y con las acciones- interrumpimos la
discontinuidad en la narración del tiempo humano. Eso es lo que nos puede pasar a cada
uno, en nuestra irreductible singularidad como existentes entre otros existentes, y eso es
lo que le pasa al mundo con cada nuevo recién llegado, con cada nuevo nacimiento. El
nuevo comienzo.
a la pretensión de fabricar lo humano. Por eso, cada nacimiento, cada inicio y cada
de la nada a un alguien, un paso que sólo es posible por la mediación erótica del deseo.
Nada se puede prever, nadie sabe qué sucederá después: estamos en manos del puro
sabe lo que inicia: de los hombres cabe esperar lo infinitamente improbable, escribió
6
bajo esta figura del nacimiento como acontecimiento ejemplar que sorprende al mundo
y funda lo nuevo como sorpresa. Aquí “acción” no es disciplina que procura efectos
esperarse a uno mismo. Y, si de propósitos se trata, no he intentado otra cosa aquí que
seguir poniendo en orden, sobre todo para mí mismo, las preocupaciones e inquietudes,
no sólo intelectuales, que en los últimos años me han tenido ocupado en pensar la
educación como una forma de pasión. Pero este ejercicio de pensamiento que propongo
Quiero pensar lo humano desde el tiempo del puro acontecer de lo naciente que
deviene infancia y con ello tratar de acercarme a un pensar que, en vez de reflexionar
delirante que compromete una cierta “pasión”: la pasión -riesgo, aventura, sorpresa- de
ser. Hacer delirar el pensamiento con el delirio de las palabras nuevas, palabras que ya
encadenadas. Una desobediencia a lo dado, no por otra razón sino en la medida que
impide el tipo de ejercicio en que consiste ser libre. Como escribe Pascal Quignard:
“No conozco nada más despreciable que un hombre que no puede escapar del lugar de
7
su nacimiento y desligarse de los lazos que le fueron impuestos por el terror obediente,
enuncie un gesto propio, una palabra o un nuevo curso de acción que le libere del terror
de una permanencia no querida ni deseada. El delirio del que hablo, entonces, se arraiga
Este ensayo es, pues, una meditación que se adentra en el laberinto apasionado de
querer ser y existir, o lo que es igual: de sentir la vida con la fuerza de los inicios y de
los comienzos. Pero esta “pasión” es, además, una suerte de delirio, una locura que tiene
que ver con la vida y con las palabras que procuran nombrar lo que nos pasa mientras
existimos. Porque si bien cada uno puede intentar describir a su manera la medida de su
como el momento del puro comienzo donde podemos inventar de nuevo una lengua que
estas palabras: infancia, comienzo, silencio, mirada, cuerpo, vida o, como reza el
siempre en el curso de una locura de la lengua que busca poner nombre a lo que al
deseamos darnos, nombrar callando los silencios que nos pueblan, nombrar con mirada
nueva lo que vemos, nombrar el cuerpo que existimos, nombrar, en fin, el arte mismo en
que consiste confirmar la vida. Vivir es también procurar estos nombres, o esas
1
Quignard, P. (1998) Vie secrète, París, Gallimard, p. 218.
8
palabras, y al fin guardarlas dentro, para que nos acompañen y nos cuiden como, quizá
desde la infancia, siempre hicieron. Palabras que sirven para caminar en lo arduo, para
escribe el escritor Yves Simon: “Los inicios es que son misteriosos. Precisa, dolorosa,
llevaban a veces años, siglos, entretejidos. Sin embargo, a pesa de y por causa de esto,
es la condición necesaria para que una vida continúe, se complejifique, creando órdenes
provisionales que retrasan el creciente desorden del mundo: cada agonía de un sistema,
por muy cruel que sea, es indispensable para poder establecer nuevas conexiones, más
En toda llegada por el nacimiento se supone un viaje previo, y por tanto una
decepciones también, la obligación de un silencio que acalla los ruidos que llevamos
dentro y el anuncio de una lengua que se puede pronunciar por boca de nadie bajo el
soporte del cuerpo que somos. Y es que la primera palabra deliró el comienzo.
Este ensayo, pues, fue posible porque, de algún modo, el registro de una prosa
poética permite regresar -otra cosa es la habilidad del autor de estas líneas para lograrlo-
humano es infancia y el final un nuevo nacimiento. Creo que este ensayo ha sido
posible porque es posible el amor, porque es posible una amistad que tiene sus propios
nombres y porque es posible el poema, cuyo corazón es el de un niño. Lo que une los
diferentes capítulos de este ensayo -aquello que procuran narrar y aquello que dicen-
2 Simon, Y. (1987) O Voyageur Magnifique, París, Grasset. Cito por la edición portuguesa: Simon, Y.
(2000) O Viajante Magnífico, Porto, in-libris, p. 25
3
Char, R. (2002) Furor y misterio, Madrid, Visor, p. 225.
9
son, en cierto modo, diferentes pensamientos sobre eso que llamamos educación. Pero
el matiz distintivo no está en los pensamientos mismos sino en las palabras. El delirio
son las palabras. “Brota el delirio al parecer sin límites -decía Zambrano-, no sólo del
corazón humano, sino de la vida toda.” Brota el delirio con el nacer la vida y con el
nacer de la vida, Pero ese delirio, respaldado por la vida y custodio de ella, es a
condición de que quien nace o de que quien renace esté despierto “durante el
acontecimiento.”4
¿Por qué hablar de una pasión de ser que nos hace delirar? ¿Y por qué una
“poética del comienzo”? Estas dos expresiones ligan, uno junto a otro, dos trayectos
así: infancia y poema. Hacer delirar la vida en la palabra es, quizá, enloquecerla en su
de-letreo. Es decirla de otro modo, alterándola. Y más allá de un mero juego retórico,
momento en que comienzan a hablar saliendo de una conciencia dormida. Las palabras
guardan sus secretos, un no-saber que sólo alcanzamos cuando las retorcemos, cuando
las reinventamos mediante una gracia poética. Este ejercicio nos lleva al corazón de la
infancia como experiencia del comienzo. Es el momento creador, experiencia libre, del
estado del puro acontecer que es la infancia, en el intervalo entre el mundo y el juguete,
como decía Rilke. Este ensayo procurará pensar este momento, esta experiencia, para
tratar de captar, como hacen los niños, el genuino momento de la mirada sorprendida
ante la contemplación de lo nuevo: “Los niños cumplen ese milagro adorable de seguir
siendo niños al tiempo que ven a través de nuestros ojos”, dijo Char.5 Pensar el delirio
4
Zambrano, M. (1993) Claros del bosque, Barcelona, Seix Barral, p. 44.
5
Char, R. (2002) Furor y misterio, ob. cit., p. 221.
10
de las palabras es, entonces, mirar una palabra sorprendida de lo que contiene. Para este
ejercicio, hay que ensayar un método, que no es un camino recto: prostituir el concepto
y sugerirle que se deje seducir por la palabra poética. Hacer que el concepto se haga
cuerpo, con carne de poema, y seductor él mismo quede penetrado por esa otra voz.
ante el mundo, como si fuese una realidad que sólo esperase ser descifrada
imposible ejercicio que no puede siquiera pronunciarse sin desmentirlo, hace respirar las
palabras de otro modo. El silencio hace que las palabras sean un color o un grito, sonido
delirante es la palabra extranjera, que custodia un sentido nuevo, dentro de la lengua que
nombrar la experiencia ya realizada buscando nuevos sentidos que son capaces de abrir
del que hablo es un delirio sano, porque se abre, como los niños, al mundo y a la vida en
ese tiempo del puro acontecer. Es delirio sano porque no niega la vida sino que la
afirma con todas sus contradicciones incluidas, y porque en esa apertura el sujeto piensa
ahí que pensar el delirio de las palabras no pueda ser otra cosa que un ensayo donde se
busque, sin saber cómo, aprender de nuevo lo que habíamos olvidado, pero creíamos
saber. Es una invitación a pensar la lengua como una experiencia innominada, a pensar
infancia, y a imaginar la ciudad como algo que no podremos construir sin la ayuda de
los que se quedan fuera. Es un ejercicio que supone que la vida es el asunto más
anormal del mundo: aquello que, tantas veces, la política deja en sus márgenes
como la cosa más simple del mundo, como un grito dormido de un niño que nace. La
rigidez de lo real y humaniza a Dios. La palabra delirada es esa locura de hacer que
hablen las cosas mudas, que se vuelvan expresión las palabras que refieren objetos sin
lenguaje. Es una torsión de la palabra su delirio, una palabra llevada al límite de su des-
palabra, una palabra capaz de decir lo que creyó inefable. Ese límite último de la
intencionalmente. La palabra de poeta nos llega, la sentimos, aunque nada signifique sus
versos. La palabra delirada es la palabra que desanuda la firme atadura que ligaron los
El origen de la palabra -la palabra originaria y sin embargo “tardía”, la que quizá
sólo en un final se alcanza- es la palabra poética. Ella jamás se impone. La poesía, como
12
palabra poética se ofrece como don, el don de la palabra y la palabra que se da, y eso
que ofrece es un “encuentro”. Como dice Cuesta Abad: “Cuando hay una presencia que
horizonte de una vida, de una obra o de un poema. Pero lo que presenta el poema es la
condiciones a lo que vendrá. Tratar de pensar aquello que nos forma o nos transforma,
la educación o desde una educación como poética. Aquí, las palabras todavía son una
relación con el mundo que puede darle coherencia sin negar su extrañeza y su sin-
sentido. Porque las palabras y la forma en que con ellas nos relacionamos pueden
Como diré con frecuencia en este ensayo, las palabras dan forma a nuestra
Aprender a nombrar nuestras experiencias con las palabras justas es un acto poético en
nombres que damos a lo que nos pasa! No es raro que existan experiencias para las que
nos resulte imposible encontrar las palabras justas: ¿Cómo nombrar la tortura de un
hombre, cómo nombrar el dolor indecible, cómo nombrar el placer de ver el nacimiento
de nuestros propios hijos, qué decir ante su partida final? Es una experiencia conocida y
6
Cuesta Abad, J. M. (2001) La palabra tardía. Hacia Paul Celan, Madrid, Trotta, p. 11.
13
temible.
Existe una grieta que anuncia un abismo tan hondo...Debería poder llenarlo con
mis propias palabras; pero no puedo. Casi nunca salen de mí suficientes palabras, así
que tengo que agarrarme a las palabras de los demás, a las palabras de los que me
precedieron y a las de los que me quieren. Robo esas palabras y las tiro al abismo que
temo, y las oigo caer y resonar en sus ecos. Algún día, me digo, llenaré se vacío, pero
entonces ¿sabré donde dejé mis propias palabras, si dejé alguna? Estarán sepultadas en
el fondo de ese abismo esas palabras primeras, mis primeras palabras, las palabras de mi
de humildad. ¿Será mejor decir “amo a ti” que pronunciar un verbo? Miro, ahora, con
los ojos de mi memoria, a ese niño que me acompaña y resuenan en mí las palabras de
en su apertura total no entiende ni puede descifrar. Siento su asombro y resuena otra vez
cómo puedo dejarle ser. Es una locura ser. Una pasión. Es una locura y un delirio:
somos para existir. Para estar ahí y poder decir, al fin, aquello que escribió Camus: “Sí,
existe la belleza y existen los humillados. Sean cuales sean las dificultades de la
vigías de la novedad, la memoria del sentido. Nuestro caminar adulto hizo que ellas se
recubrió, como dice Yves Simon. Estas palabras en las que tanto se introdujo después
son palabras sencillas: “amor, infancia, mañana, hoy, miedo, vida, universo...” ¿Y si
pudiéramos congelar esas palabras, para percibir mejor esos residuos? ¿Y si las
7
Camus, A. (1996) “Retorno a Tipasa”, Obras, vol. 3, Madrid, Alianza, p. 598.
14
no se pueden retirarlas de l corriente del discurso, del flujo de la lengua que envuelve al
mundo.8
***
Este ensayo lo he escrito casi como una íntima necesidad, pero sus palabras han
venido poco a poco. Casi podría decir que las palabras que lo componen me han
asaltado a la boca, me han estallado en los dedos y han herido mi cuerpo. Lo he escrito
como una especie de deuda, como resultado de una promesa, como expresión de una
gratitud, por un deseo franco de afirmar la vida. Lo he escrito gracias a las lecturas que
he realizado, pero también gracias a las pistas que algunos, los más íntimos, me han
regalado, sin ellos siquiera saberlo. Joan-Carles Mèlich y Jorge Larrosa me han dado
que casi me dejan en silencio. Sin aliento, pero me alientan. Su amistad también me
hizo delirar. Ellos abrieron mi biblioteca, me regalaron a los poetas y siempre sentí que
junto a ellos me ensanchaba. Cuando lean este libro, se reconocerán en muchas líneas,
aunque discrepen en otras; así es la amistad. Beatriz y Jesús están desde el principio, en
un primer verano, podría decir, cuando escucharon la infancia de este ensayo. Para mis
amigos de la Facultad, en este último año tan especial por tantos motivos, quiero tener
una palabra especial de gratitud: para Teresa, para Carolina, para Fernando, Gonzalo,
Mi hijo Jaime está tan presente en todo lo que hago, en todo lo que soy y en todo lo que
escribo que no puedo más que agradecer su existencia. Él es esa poética de la infancia
8
En la novela de Yves Simon hay un momento en el que dos hombres conversan sobre las palabras de
día y las palabras de noche frente a un canal congelado. Es ahí de donde tomo la idea de las “palabras
congeladas”. Simon, Y. (2000) ob. cit.,p. 201.
15
que, pese a todas las dificultades, viaja a lo más profundo para intentar comprender por
amor a la vida, la experiencia de un silencio que no incomoda y nos hace expresar más
cosas que las mejores palabras, la honda meditación sobre el cuerpo, el sentido del
testimonio, la mirada clara que nunca sanciona. A ella dedico este ensayo. Y, por
último, para mis dos grupos de alumnos de filosofía de la educación de este curso 2002-
2003, en la facultad donde imparto mis clases, deseo tener también un pensamiento
especial. Muchas de las cosas que he escrito en este libro maduraron con ellos, mientras
ellos. Agradezo a Raimund Herder y a Susana Arias la confianza que han puesto en mí
y todos sus esfuerzos para haber hecho posible la publicación de este ensayo.
Capítulo 1
POÉTICA DE LA INFANCIA.
EL TIEMPO DEL NACIMIENTO
misma existencia, es lo que hace del hombre un ser humano. “¿Dónde se legitima la voz
que pasa de mí a ti?, se pregunta V. Ferreira. ¿Qué es una palabra? ¿Qué es lo que está
manifiesta otra cosa que un existente singular. Aquél que toma la palabra es un existente
Por el nacimiento somos presencia singular en el mundo. La voz del otro, dirigida
expulsarnos del círculo de lo humano cada vez que se impide el nacimiento de las
9
Ferreira, V (1994) Invocaça o ao meu corpo, Porto, Bertrand Editora, p. 25.
10
Chirpaz, F. (1989) Parole risquée, París, Klincksieck, p. 10
17
propias palabras. Somos pura presencia capaz de danzar el festival de la vida con sólo
tomar la palabra; pero la palabra que “tomamos” nunca será nuestra del todo y nunca
podrá decirlo todo: pues hay experiencias que nos dejan en silencio. Dar la palabra al
inédito de existir entre los hombres. Pero “dar la palabra” no es un gesto sin
consecuencias. Es un esfuerzo que entraña una apertura al mundo, desde lo más íntimo e
interno, para acoger las palabras nuevas que están por venir. Dar la palabra no equivale
espacio entre dos donde la palabra se haga fecunda en ese espacio inter-esado. Somos
entre las palabras. Dar la palabra es darse en ella para habitar en el modo de ser del
lenguaje, de un mundo donde las palabras y las cosas conservan, pese a todo, sus
las palabras que algún día serán. En la infancia habita la semilla de las palabras por
venir, las palabras que serán. Y en ella habita entonces toda la novedad del mundo, la
Poética de la infancia es la figura que quiero manejar ahora pare pensar el instante
que rompe las aristas rígidas de lo real, de lo fijo y de lo absoluto e inamovible, la figura
que ofrece sentido en la intensidad desordenada del sentir, del ver, del escuchar lo que
un oír que no clasifica, de una comprensión que no sentencia, de un ver que no mira con
intención, de una caricia que no agarra ni pretende poseer aquello que toca. Llegamos
por el nacimiento a un tejido de palabras, y entre ellas, parece que vamos siendo.
18
que hablo. En esta novela se narra la historia de dos amantes en París; ella, Miléna, de
origen checo, cuyo sueño es un hijo, un hijo real de una “mezcla bizarra” de dos
amantes; y él, Adrien, que persigue su propio sueño: captar con su cámara fotográfica el
lugar de los comienzos: “Algunos fotografiaban rostros, otros ciudades. Él, los
comienzos. Poco le importaba llegar al día siguiente, quince años o un millón de años
mas tarde. Los lugares de los comienzos es lo que le atraían.” Pues bien, en este
largo, merece la pena transcribirlo entero, tanto por su fuerza como por su belleza:
“Los ojos de nuestro hijo te mirarán, Adrien y te desharás en lágrimas sin saber
porqué, por nada, por un relámpago que te atravesará el cuerpo y hará estremecer
tu alma, serás inundado de luz, de placer, el mundo te parecerá diferente, lleno de
miel y de palabras para comprender, de películas para volver a ver, de susurros
deliciosos, como florecimientos nocturnos de la boca, como una canción que
entra en el corazón, un ritornelo que no se puede olvidar, todo habrá cambiado a
tu alrededor porque habrá un ser nuevo en el mundo y él será de ti, de mí, de esta
bizarra mezcla de Adrien y Miléna [...]
Este hijo no debe aterrorizarte, se parecerá a ti y habrás de acariciarlo, pues
ningún aeropuerto podrá llevarte tan lejos como él...Serás conquistado, vencido,
te arrollidarás ante él, prosternado, preparado para el crimen, la cobardía, la
traición, dispuesto a todas las excomuniones para que ninguno de sus cabellos
pueda ser tocado, arrancado, torcido, calcinado...Un ser nuevo, billones de
algoritmos inscritos en el vientre del mundo, frente a él, pese a la guerra, lejana,
subyacente, larvada.
El hijo pese a la guerra. Pese al desorden, el odio, las bombas [...]
El hijo pese a todo, Adrien, pese al laceramiento y la violencia, pese a los rostros
famélicos de la televisión, pese a los cuerpos desmembrados, la hambruna y las
barrigas hinchadas. Una evidencia, un deseo, un milagro del que somos capaces,
orgullosos de este desafío a ti, a mí, un hijo que llega para subvertirte a ti, y al
mundo...
[...]
Serás su señor y su esclavo, te hará atravesar la Tierra para que le traigas un
juguete que luego despreciará, chupará tus dedos, tus orejas y te mostrarás ante la
presencia de mil princesas venidas de la India para elegirte rey de los bosques, de
los lagos, de los claros, allí donde los niños juegan con los rayos de un sol...Serás
adornado de cuero y acero, vigía de la novedad, a fin de que sea prevenido de lo
19
que la historia trama y de que no pueda romperlo como una ola contra el dique,
serás guerrero para enseñarle que nunca deberá encontrarse donde pudría
imaginar que pudiese estar...Para ocultárselo a la muerte y que jamás pueda
conocer su rostro, su mirada o la forma de su boca.”11
Infancia como desafío, como promesa y como sentido. Para evitar confusiones,
diré de entrada que por el término “sentido” habría que entender, como mínimo, lo que
del que los relatos y mitos (muthos) que fundan, como narraciones simbólicas, el tiempo
coherente un todo. Aquí el sentido es una cualidad de una razón que compromete las
disposiciones intelectivas desde el punto de vista del logos. Pero existe una tercera
manera de entender el término “sentido”: lo que hace coherente, desde el punto de vista
otras esferas o instancias de objetivación externas al sujeto. Esta posición personal ante
el mundo es una manera de situarse y admirar, desde el sistema del eros, en un aquí y en
saborear, una forma de tocar o sentirse tocado por el mundo. El sentido, llegado por los
sentidos, hace de nuestra relación con el mundo una relación carnal, llena de cuerpo y,
por ello mismo, profundamente erótica. Desde este punto de vista, “verdad” -en sentido
epistemológico- y “sentido” no tienen porqué coincidir. Tanto las ciencias como los
mitos, la literatura o la filosofía, así como las construcciones del arte o los textos
sagrados, constituyen tentativas por dar cuenta de la pregunta por el origen, la causa , el
11
Simon, Y. (2000) O Viajante Magnífico, Porto, in-libris, pp. 155-156
20
Además, está la cuestión del a dónde vamos y, como dice Diana Sperling, en medio de
ambas está la cuestión del sentido.12 Sentido sólo comprensible desde las instancias del
muthos, del logos y del eros. Como tiempo original, en sentido histórico y
(el tiempo de los mitos, los relatos y las narraciones), como experiencia del logos y
anclaje en el sentido, uno de los temas por excelencia del arte de vivir, un auténtico
singular oportunidad de la vida.”13 O como dijo René Char: Nous n’avons qu’une
por el “sentido”, por esta triple vía, desde el casi imposible ejercicio del recuerdo de
nuestra infancia. Se trata de un ejercicio en parte imposible, pues como decía Alejandra
semejantes ni al niño que fuimos. Fuimos niños, pero lo hemos olvidado, porque hemos
miradas de la infancia, de las que hablaré más tarde, “ricas en no saber”, decía Michaux,
nos resultan imposibles desde nuestra vestida alma de conceptos. Recordar aquí la
infancia sería tal vez nostalgia sino fuese porque, a veces, existe una espera y una
12
Cfr. Sperling, D. (2001) Del deseo. Tratado erótico-político, Buenos Aires, Biblos, pp. 21-22.
13
Sloterdijk, P. (2001) Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Barcelona, Seix
Barral, p. 204.
14
Cfr. Michaux, H. (1963) Passages, París, Gallimard.
15
Cfr. Pizarnik, A. (2001) “Pasajes de Michaux”, en Prosa completa, Barcelona, Lumen, p. 210.
21
entre método, vida y experiencia en María Zambrano, Larrosa comenta muy bien cómo
frente al “camino recto” del interés el cálculo y el dominio (la razón científica, lógica e
Este camino sinuoso se instala en un método, porque todo método es camino y vía,
“Sólo el método que se hiciese cargo de esta vida, al fin desamparada de la lógica,
incapaz de instalarse como en su medio propio en el reino del logos asequible y
disponible, daría resultado. Un método surgido de un Incipit vita nuova total, que
despierte y se haga cargo de todas las zonas de la vida. Y todavía más las
agazapadas por avasalladas desde siempre o por nacientes. Un método así no
puede tampoco pretender la continuidad que a la pretensión del método en cuanto
tal pertenece. Y arriesga descender tanto que se quede ahí, en lo profundo, o no
descender bastante o no tocar tan siquiera las zonas desde siempre avasalladas,
que no necesariamente han de pertenecer a ese mundo de las profundidades
abismales, de los ínferos, que pueden, por el contrario, ser del mundo de arriba, de
las profundidades donde se da la claridad.”17
Ese Incipit vita nuova en realidad no es otra cosa que un comienzo, y ese
comienzo, ese arranque es un inicio alegre y vital, la alegría, dice Zambrano, de un ser
16
Larrosa, J. (1998) “Sobre el camino recibido, o la delicada conjunción entre método, vida y
experiencia”, en Revilla, C. (Ed.) Claves de la razón poética. María Zambrano: un pensamiento en el
orden del tiempo, Madrid, Trotta, p. 138.
17
Zambrano, M. (1993) Claros del bosque, Barcelona, Seix Barral, p. 15. También: Zambrano, M.
(1989) Notas de un método, Madrid, Mondadori, pp. 15 y ss.
22
Ese inicio es, pues, el nacimiento y es infancia. Y sin embargo, no es suficiente con
nacer para estar -y ser- en el mundo, pues además hay que comprobarlo, probarlo,
experimentarlo y dejarse hacer por él. Pero el mundo es un puro devenir. ¿Quién es
capaz de asignarle una finalidad? ¿No será que el mundo más que futuro sólo cabe
esperarlo, y que esa espera es un presente abierto a lo porvenir? ¿Y será, quizá, que
“camino sinuoso”, desorientándonos a veces como sólo los niños saben hacerlo? Quién
sabe.
una “reiteración del nacer”.18 La relación entre aquello que nos forma, lo que nos
proporciona una forma y un estilo, y el nacimiento, probablemente sólo sea fruto del
deseo o de la imaginación. Pero aquello que nos forma, lo que nos da una forma, al
un mundo que ya estaba antes de su llegada y permanecería tras su partida. Si hay una
temática que recorre, como una corriente subterránea, la obra completa de esta
en otros términos, el hecho de que llegamos al mundo a través del nacimiento y que,
con cada acción, confirmamos ante los demás el hecho biológico de nuestra condición
18
Zambrano, M. (1993) Claros del bosque, ob. cit.: “Se nace, se despierta. El despertar es la reiteración
del nacer en el amor preexistente” (p. 22). También: Zambrano, M. (1998) Los sueños y el tiempo,
Madrid, Siruela, pp. 55-59.
23
cuerpo. Nacemos como cuerpo y siendo un cuerpo. A ese primer nacimiento tendrá que
añadirse después, no sin un cierto dolor pero también con naturalidad, nuestro
que en él nos pasa. No nace la infancia, sino que esta es la que anuncia la palabra que
todavía no es y sin embargo será. No se llega a ningún lugar sino es desde algún otro
sitio y gracias a un viaje. Toda llegada, que implica un proceso, unas expectativas,
una lengua y una mirada distintas. Llegar implica aprender de nuevo a hablar y a mirar.
acontecimiento. 20
escribió: “El hecho decisivo definitorio del hombre como ser consciente, como ser que
19
Algunos estudios interesados en el uso arendtiano del concepto de “natalidad” son: Enegrén, A.
(1984) La pensée politique de Hannah Arendt, París, PUF.; Beiner, R. (1984) “Acting, Natality and
Citizenship: Hannah Arendt´s Concept of Freedom”, en Pelczynski, Z. y Gray, J. (Eds.) Conceptions
of Liberty in Political Philosophy, Londres, The Athlone Press, pp. 349-375; Bellardinelli (1984)
“Natalità e Azione in Hannah Arendt (primera parte)”, La Nottola, nº 3, pp. 25-39 y Bellardinelli, S.
(1985) “Natalità e Azione in Hannah Arendt (segunda parte)”, La Nottola, nº 4, pp. 43-57; Bowen-
Moore, P.(1989) Hannah Arendt´s Philosophy of Natality, Londres, Macmillan; Masschelein, J.
(1990) “L´éducation comme action. A propos de la pluralité et de la naissance”, Orientamenti
Pedagogici, 37.
20
Una “teoría de los acontecimientos” es un punto de partida complicado, hasta donde el
acontecimiento es aquello que, por principio, se escapa a toda teorización posible, en el sentido
moderno-cartesiano, tanto de la palabra “teoría” como de la noción de “experiencia”. Como no
puedo en este capítulo abordar esta dificultad como se merece, me limito a señalar el problema y a
proponer que una teoría del acontecimiento, como yo lo veo, no puede sino aspirar a tratar de
comprender desde dentro de la misma experiencia de lo que acontece lo que desde fuera –un discurso
teórico- solo bordearía.
24
memoria y del recuerdo. Podemos recordar porque hemos tenido infancia, ¿o será que
también se encuentra en Los orígenes del totalitarismo, al final del cual podemos leer:
mueran, es decir, mientras exista finitud. Como dice Mèlich: “Somos finitos. Desde
nuestra finitud ineludible, los seres humanos podemos imaginar mundos alternativos.
Es esta una fuerza inmensa de la palabra humana”.23 Pero también esta es la fuerza del
porque podemos escaparnos de la realidad tal y como es, podemos empezar de nuevo,
21
Arendt, H. (2001) El concepto de amor en San Agustín, Madrid, Ediciones Encuentro, p. 78.
22
Arendt, H. (1998) Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Taurus, 1998, p. 565.
23
Mèlich, J-C. (2002) Filosofía de la finitud, Barcelona, Herder, p. 11.
24
Arendt, H. (1993) La condición humana, Barcelona, Paidós, p. 23.
25
del que somos capaces los humanos, una vez que se han retirado los dioses, porque en
natalidad desde una filosofía de la educación que considera la formación bajo la figura
la experiencia para una antropología del comienzo. 26 Una antropología -una ética y una
estética incluso- del comienzo compromete un aprendizaje de lo nuevo, que hunde sus
experimentado es aquél que no se extraña, aquél cuya experiencia previa le protege del
infancia -de lo inefable- es volver a ser capaces de sorprendemos con aquello que, al
25
Rosenzweig, F. (1997) La estrella de la Redención, Salamanca, Sígueme, p. 89.
26
La problematización pedagógica del acontecimiento, bajo la figura de la infancia, se puede encontrar
en: Larrosa, J. (1997) “El enigma de la infancia, o lo que va de lo imposible a lo verdadero”, en
Larrosa, J. y Pérez de Lara, N. (Comps.) Imágenes del otro, Barcelona, Virus Editorial, pp. 65-66;
Larrosa, J. (2001) “Dar la palabra. Notas para una dialógica de la transmisión”, en Larrosa, J. y
Skiliar, C. (Eds.) Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la diferencia, Barcelona, Laertes, pp.
411-431.
27
Cfr. Agamben, G (2001) Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo.
26
modo como decimos el mundo y lo que nos pasa, en la novedad de una mirada que
Y sin embargo, hay una cuestión que inquieta el corazón mismo de esta extraña
comenzar? ¿Es posible aprender el inicio? ¿No es más bien cierto que aprendemos a
nacer, eso es obvio, pero tampoco aprendemos a morir; y sin embargo el fantasma de
Montaigne nos recuerda: filosofar es aprender a morir. Así, el aprendizaje del comienzo
acaba por resolverse en un drama, o por decirlo más exactamente, en una singular
tragedia, pues así como todo verdadero inicio produce un singular pánico, al mismo
tiempo cabe decir: incipere non discitur, no se aprende a comenzar, sino a continuar.
Si todo nacimiento es una manera de comenzar, cabría asegurar también que todo
antiguo bajo un nuevo signo: el de la sorpresa que todo inicio entraña. Se trata, pues, en
28
Llegamos al mundo por el nacimiento y, como veremos, esta llegada, en parte dramática, es una pura
presencia en lo abierto. “La presencia, como estancia en lo abierto, no se produce sino con el
movimiento de la venida al mundo del ser humano, y dondequiera que se inicie este movimiento, lo
natal, lo presente y lo abierto adquieren su perfil en un mismo proceso.” Sloterdijk, P. (2001)
Eurotaoísmo. ob. cit., pp. 103-104.
27
adviene al sentido.
llegados que se educan poniéndose en contacto tanto con el pasado como con el futuro y
llegado lo nuevo y revolucionario que trae consigo. La tarea de educar es una tarea de
mutuo cuidado: el cuidado de los que llegan y el cuidado del mundo.29 Por tanto, la
política”.
esencia de la educación, nada tiene que ver con el pensamiento conservador en política.
Quizá -como dice Alain Finkielkraut- al sostener esta idea Hannah Arendt tenía miedo.
Miedo de que si olvidamos demasiado pronto lo que pasó en Europa durante la Segunda
Guerra Mundial se destruya la trama simbólica, la comunidad de sentido que nos liga no
sólo a nuestros contemporáneos sino a los que han muerto y a los que vendrán. Miedo,
puso a redactar Los orígenes del totalitarismo, escrito con “un fondo de incansable
29
Ver el libro de Courtine-Denamy, S. (1999) Le souci du monde, París, Vrin.
30
Finkielkraut, A. (2001) La ingratitud. Conversaciones sobre nuestro tiempo, Barcelona, Anagrama,
p. 123.
28
aprendido una lección: que el instinto de dominación total del nazismo había conducido
a la pretensión de fabricar algo que no existía -un nuevo tipo de hombre caracterizado
que también se intentó en Kolyma y eso es lo que se logra en los nuevos escenarios del
abandono: en los campos de refugiados que pueblan, como nuevas ciudades, nuestro
mundo.
partido”, ahora el “ciudadano competente”- Arendt lo que propone es que pensemos con
toda la seriedad del mundo algo tan simple como lo siguiente: “Con cada nuevo
mundo”.31 Por eso, cada final de la Historia contiene también un nuevo comienzo. “Este
comienzo es garantizado por cada nuevo nacimiento; este comienzo es, desde luego,
“Sólo si no soy siempre y únicamente en acto, sino que soy asignado a una
posibilidad y una potencia, sólo si en lo vivido y comprendido por mí están en
juego en cada momento la propia vida y la propia comprensión -es decir si hay, en
este sentido, pensamiento- una forma de vida puede devenir, en su propia
facticidad y coseidad, forma-de-vida, en la que no es nunca posible aislar algo
como una nuda vida”.33
nacido o lo que comienza, entraña la idea de que lo que hace del mundo algo habitable
amor mundi, como decía Hannah Arendt. O, dicho en términos de san Agustín, poder
31
Arendt, H. (1998) Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Taurus, p. 565.
32
Arendt, H. (1998) Los orígenes del totalitarismo, ob. cit., p. 580.
33
Agamben, G. (2001) Medios sin fin. Notas sobre la política, Valencia, Pre-Textos, p. 18.
29
decir, volo, ut sis, “te amo, quiero que seas lo que eres”.34 Esa es la fórmula bajo la cual
los padres podemos comenzar a entender lo que significa amar a nuestros hijos, o la
fórmula bajo la cual los amantes se aman y la fórmula que el totalitarismo, el de antes y
sobre lo que, tal vez, podemos aprender a amar como lo que simplemente es lo que es,
historia, nacimiento del tiempo humano. En cierto modo, al final, creo que de eso se
creación del primer sentido. La infancia puede, así, ser pensada como el intento de mirar
los conceptos y liberados, por fin, de la compulsión a tener que interpretarlo todo con
nacimiento y renovación.
34
Así se expresa Heidegger en una carta dirigida a Hannah Arendt escrita el 13.V.1925: "¿Sabes qué es
lo más difícil que al ser humano le está dado cargar? Para todo lo demás hay caminos, ayuda, límites
y comprensión -sólo aquí todo significa: estar en el amor = estar empujado a la existencia más propia.
Amo significa volo, ut sis, dice san Agustín en un momento: te amo - quiero que seas lo que eres".
Arendt, H/ Heidegger, M. (2000), Correspondencia, 1925-1975, Barcelona, Herder, p. 31.
35
Se trata de un fragmento del poema XXIV del "Guardador de Rebaños", incluido en Poesías
completas de Alberto Caeiro, Valencia, Pre-Textos, 2000, p. 115.
30
¿Por qué dos nociones para expresar una misma realidad, la que alude a la niñez?
algo nuevo se inicia. Forma e inicio, por tanto. Ambas cosas tienen relación. Pues todo
lo que se inicia, lo que comienza, va tomando su propia forma, o mejor dicho, adopta
una forma. Y sin embargo, puede existir una infancia sin natalidad -sin la posibilidad de
un inicio o de un comienzo- y una natalidad sin infancia, esto es: un comienzo que nace
hay creación; en la natalidad sin infancia no hay aprendizaje ni preparación: lo que nace
experiencia totalitaria del tiempo. Todo totalitarismo se basa en una noción del tiempo
infinito, de un tiempo que se impone con una extrema duración. El totalitarismo tiene
dominación total. Y los que lo padecen viven sus efectos, en términos de sufrimiento,
busca lo infinito, aspira a una cierta eternidad, a una especie de todo: es, por eso,
ambicioso.
puede perfilar otra experiencia del tiempo que se aleja del tiempo totalitario e infinito.
experiencia del tiempo finito, es una experiencia humana del tiempo basada en la
libertad. Entiendo aquí la libertad como poder de creación, como posibilidad de crear
31
tiempo del acontecer. Más que un eterno retorno (de lo mismo), lo que hay es la
cierto modo, de la finitud. En el terreno de la infancia, la vida no está en otro lugar que
"Cada cual recrea el mundo con su propio nacimiento; porque cada cual es el mundo".36
Se trata de una vida que se vive libre mirando el mundo sin sentir la sujeción a un
sentido dado de las cosas y del mundo. Por eso la infancia es creación de sentido; la
autoridad adulta, de la cultura organizada. Es aquí donde el lenguaje hace su crisis, una
que envía a Rilke en busca de una lengua en la que parecen hablar las cosas mudas.37
36
Rilke, R. M. (2000) Diarios de juventud, Valencia, Pre-Textos, p. 36.
37
Magris, C. (1993) “¿Cuándo es el presente? Rilke ante y tras las palabras”, en El anillo de Clarisse,
Barcelona, Península, pp. 202 y ss.
32
indistinguibles. Pero voy a separarlas para poder dibujar con mayor claridad el perfil de
lo poético y de lo político. Para ello, tengo que enunciar una segunda propuesta: la
que busca su forma convoca la idea de una cierta formación y, por tanto, de un
aprendizaje. Este aprendizaje es, como he dicho, creación de sentido que altera los
sentidos ya dados: rompe el sentido establecido, agrietándolo. Esta ruptura es una suerte
realidad y del sentido ya dado sobre ella, es una poética-política. Ni solo poética ni mera
política. Es, insisto, fractura de una realidad en la que se crea sentido ("infancia como
poética") y en la que algo nuevo comienza ("natalidad como política"). Según esto, la
podemos decir que el ser humano no contribuye al mundo fabricando, sino amando.38
fracturas en él. A través de esas grietas damos un nuevo sentido al mundo. Creo que es
la palabra poética el tipo de palabra que conserva el “oro de la infancia” del que hablé
antes. Esta palabra poética rompe lo establecido por un lenguaje adulto que se presenta,
como el lenguaje del padre, como lenguaje organizado y autorizado. La palabra poética
de la que hablo es la palabra que, como dice Juarroz, abre la escala de lo real: “La
poesía abre la escala de lo real (espacio, tiempo, espíritu, ser, no ser) y cambia la vida,
38
Collin, F. (2000) “Nacer y tiempo. Agustín en el pensamiento arendtiano”, en Birulés, F. (Comp.)
Hannah Arendt. El orgullo de pensar, Barcelona, Gedisa, p. 84.
33
disponibilidad de creación”.39
Se dice que los niños no tienen memoria y que los jóvenes no recuerdan, sino que
tan sólo viven. Y es justamente por esta razón por lo que el tiempo de la infancia es el
viene la experiencia y luego las palabras que encontramos para nombrarla. Si el tiempo
de la infancia es un tiempo que se vive pero que aleja de la vida vivida en ese tiempo la
memoria, precisamente es, también, el tiempo en el que la experiencia que hacemos será
después fuente del deseo de recordar, la fuente de nuestra memoria posterior. Somos,
natalidad, la posibilidad de comenzar, de iniciar algo nuevo, de ir, como decía María
tiempo de la finitud es el tiempo referido a las cosas que se dicen y a las palabras que se
pronuncian y que nunca son, en su decir y en su hacer, siempre las mismas. Se trata,
39
Juarroz, R. (2000) Poesía y Realidad, Valencia, Pre-textos, p. 17.
40
En otro sentido, complementario al mío, Mèlich señala cómo la finitud humana se expresa mediante
palabras (experiencia, olvido, memoria, testimonio, deseo, etc.) que tratan de nombrar, aunque sea
precariamente, la entraña misma de la finitud como permanente presencia inquietante. Cfr. Mèlich,
J.C. (2002) Filosofía de la finitud, ob. cit., p. 17. Como dice Sloterdijk: “El nacimiento físico del ser
humano es todo lo contrario de una venida al mundo, es un abandono de todo lo ‘conocido’, una
34
entrar de lleno en la posibilidad de hacer una experiencia con el mundo, esa experiencia
entraña siempre un cierto riesgo, un cierto peligro, una cierta inquietud.41 La máxima
suficiente nacer para venir al mundo: además debe aprender a conducir su vida
mediante el arte de inventarse a sí mismo. Primero, supone una salida al exterior, una
salida del refugio cálido de lo maternal, y además supone una entrada en lo incierto,
porque el mundo no es algo dado sino algo que debe descubrirse, experimentarse,
probarse. Por fin, todo nacimiento llega demasiado pronto: salimos al mundo
el mundo no está dado al humano de una vez por todas, porque debe com-probarse, el
mismas nos dan esa seguridad en un mundo inseguro e inquietante. En este sentido,
como veremos, por ser nacidos, y porque no basta con nacer para venir al mundo,
porque el mundo hay que comprobarlo y experimentarlo, como seres humanos lo que
Así como la comprensión permite una especie de reconciliación con el pasado, las
caída hacia lo inquietante, una indefensión en una situación insegura.” Sloterdijk, P. (2001)
Eurotaoísmo, ob. cit., p. 122.
41
Toda experiencia es prueba, ensayo y peligro, y por tanto inquietud, porque nos mantiene en
movimiento: “Esto –prueba, ensayo- es lo que significó primero el vocablo latino periculum, de
donde viene por disimulación nuestro peligro. Nótese de paso que el radical per de periculum es el
mismo que anima la palabra experimentar, experiencia, experto, perito. No tengo ahora lugar para
hacer ver, por rigorosa vía etimológica, que el sentido originario del vocablo ‘experiencias’ es haber
pasado peligros” Ortega y Gasset, J. (1997) “El hombre y la gente”, Obras Completas, tomo 7, p.
188, Madrid, Alianza Editorial.
42
“Lo inquietante de la llegada al mundo radica en la fragilidad de las promesas humanas.” Sloterdijk,
P. (2001) Eurotaoísmo, ob. cit., p. 124.
43
“La vida está siempre condicionada a las promesas. Por lo tanto, los seres humanos no son seres
vivientes, sino seres que conducen vida, y ésta es la causa de una fragilidad específicamente humana:
la conducción de su vida depende del cumplimiento de promesas poco aptas para ser cumplidas.”
Sloterdijk, P. (2001) Eurotaoísmo, ob. cit., p. 126.
35
promesas dan seguridad para el futuro. Pero dada nuestra finitud, la palabra que
promete nunca es una promesa definitiva e infinita. Nunca es para siempre. Queremos
que así sea muchas veces; lo deseamos; pero como somos en devenir, nunca podemos
garantizar la fidelidad a nuestras promesas. Toda promesa es frágil, pero esa fragilidad
suya nos vuelve humanos. Con respecto al nacimiento, cada nuevo ser es una promesa
que se le hace al mundo: una promesa de renovación del mundo mismo. Una promesa
de forma y, al mismo tiempo, una promesa de fracaso. Cada nacimiento es, entonces,
una promesa de libertad y de inquietud. Nietzsche decía: “Criar un animal que tenga la
respecto a los hombres? ¿No es éste el verdadero problema del ser humano?”44 Pero
acaso esta tarea, esta responsabilidad, nos vuelva excesivamente previsibles. El hombre
de promesas firmes, de voluntad firme e inequívoca, el hombre que una vez que
promete ya sabe de antemano, antes de que la experiencia le roce, cómo serán las cosas,
cómo ha de suceder los acontecimientos. Pero estar en el mundo es tener que abrirse a
como al porvenir.”45 Pensada así la humanidad, a cada uno el mundo le es dado como
44
Nietzsche, F. Genealogía de la moral, II, 1.
45
Collin, F. (1999) L’Homme est-il devenu superflu? París, Odile Jacob., p. 212.
36
inicativas de los recién llegados a él. En este sentido, la temática del nacimiento
conjuga dos dimensiones específicas: la del regalo o don, lo que se transmite y con lo
que se transmite (con un cuerpo, con una lengua, en un lugar, en una época) y la de la
libertad. Entre ambas, la relación es de tensión más que de resolución. Por eso, lo que
se nos da puede o no ser aceptado. Y por eso toda herencia, en el fondo, nos es legada
2. El tiempo de la infancia
virtualmente un nuevo mundo, decía Arendt.46 Y no se trata sólo de que el hombre sea
sólo poder de comienzo, capacidad de comenzar, sino el origen mismo. Quizá por ello
se dice que todo nacimiento es divino, o que todo nacimiento es un milagro que parece
salvar al mundo de su ruina natural; y, como decía Hölderlin, “el niño es un ser divino
la natalidad parece sorprenderles. ¿Cómo justificar el recurso a una noción que tiene su
mortalidad son elementos meramente naturales, sino que se sitúan en el espacio del
46
Con cada nuevo nace un nuevo comienzo, surge a la existencia potencialmente un nuevo mundo. La
estabilidad de las leyes corresponde al constante movimiento de todos los asuntos humanos, un
movimiento que nunca puede tener final mientras los hombres nazcan y mueran.” Arendt, H. (1998)
Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Taurus, p. 565.
37
sentido, hechos tanto del lenguaje como del cuerpo? Quizá un principio de respuesta a
cuya vida biografió la propia Arendt: “Mi vida comenzó antes de mi nacimiento”.47 Y
nacimiento.
ojos del lector de Arendt como una reliquia del pensamiento tradicional, lo cierto es que
milagro del ser como por la voluntad de dominio, teórico y práctico, del desarrollo de la
humanidad y aún de la misma vida. Esta necesidad de dominar la vida encuentra en los
(judío) era razón suficiente para proceder a su exterminio. Lo que este crimen, por el
mero hecho de haber nacido, invita a pensar es en algo elemental, pero de enorme
La vida humana, qua humana, no es un porqué, una razón, sino un “sin por qué”, un
47
Arendt, H. (2000) Rahel Varnhagen. Vida de una mujer judía, Barcelona, Lumen.
48
Cfr. Collin, F. (1999) L’Homme est-il devenu superflu?, ob. cit., p. 189.
38
simbólica (bios). Mientras la primera secuencia es asumida por las mujeres en la esfera
del hogar, la segunda emerge en el espacio público del ágora masculino. Ahora bien,
Arendt insiste en que el milagro que salva al mundo de la ruina normal natural es la
interrumpe el proceso natural, entendido como proceso que tiende a su ruina y deterioro.
Por ello, la natalidad deviene una categoría política por excelencia. Aquí la natalidad no
alejarnos de lo natural, nos cargamos de historia y somos capaces de ser algo personal:
naturaleza perece por inexperiencia, por incapacidad de comprender algo más que a sí
mismo.”49
dynamis o como energia, es decir, como algo que contiene en sí una fuerza generadora
anterior -una plusvalía- sino un comienzo o nuevo inicio. Esto hace que la natalidad sea
49
Arendt, H. (2000) Rahel Varnhagen. Vida de una mujer judía, ob. cit., p. 23
39
alguien”, de ser un “quién”. Pero no hay nacimiento que no sea tributario de un nacer de
del nacimiento. Y es frente al recién nacido, el nacido como ese otro, que uno puede
propio nacer. El otro, como nacido o recién nacido, revela en mí y me hace recordar mi
propio nacimiento. Así, la novedad del nacimiento no es ser una creación ex nihilo, pues
el nacimiento es una donación, o mejor dicho: lo dado del don. Así, frente al nacimiento
este último la “segunda oportunidad” que todo el mundo merece. Estamos hablando,
hermosa novela Piezas en fuga, bellamente esta experiencia del segundo nacimiento:
“Nadie nace una sola vez. Si tenemos suerte, volvemos a la superficie en brazos de
alguien; o podemos no tenerla, despertar cuando el largo rabo del terror te roce el
50
Michaels, A. (1997) Piezas en fuga, Madrid, Alfaguara, p.13.
40
Arendt señala es una idea muy simple, que podemos formular como advertencia: no hay
sino en lo que da comienzo a todo origen. Por eso Arendt insistía que aunque hemos de
morir, hemos venido a este mundo a iniciar algo nuevo, y a propósito de la educación
muerte” y el mundo sólo adviene con el despliegue del ser; para Arendt, en cambio, se
innovar el mundo con cada nacimiento. Por eso, con el nacimiento el recién llegado
toma una iniciativa y rompe la continuidad del tiempo. Nacer es estar en proceso de
ante los otros: hay una presencia más allá de las palabras. El nacimiento sitúa la vida,
acto del origen de su propia arbitrariedad es que lleva consigo su propio principio, o,
para ser más precisos, que origen y principio, principium y principio, no sólo son
términos relacionados, sino que son coetáneos.52 Por eso mismo, pensar la natalidad,
51
Arendt, H. (1996) “La crisis en la educación”, en Entre el pasado y el futuro, Barcelona, Península,
p. 186.
52
Como dice Steiner: “El concepto de ‘principio’ contiene etimológica y conceptualmente el de inicio.
La ‘forma del inicio’ es un principio (...) El ser que toma conciencia de sí mismo ist das Aufangende,
‘es el proceso de comenzar’”, o dicho hegelianamente: “pura presencia”. Steiner, G. (2001)
Gramáticas de la creación, Madrid, Siruela, p. 123.
41
como principio o como comienzo, es algo así como volver a las fuentes, pensarnos
así, apostar por un progreso extraño, que en parte camina hacia atrás pero por ello
de devenir algo; una nada por así decir “impura”, porque contiene la posibilidad de un
algo, de lo que puede crearse. Y esta creación implica tanto el inicio como pura libertad
En el nacer, por tanto, llegamos, y en esta llegada nos presentamos ante los
par excellence, lo que nos marca como seres pre-dispuestos a despertar, a aparecer, a
producir, a empezar. Y eso implica tanto ruptura -iniciar de nuevo tras lo que se ha
roto- como camino a lo por-venir. Todo nacimiento es, así, un re-nacimiento, como
dijimos. Y por expresar la experiencia de nuestra presencia ante los otros, indica
abrimos al mundo y nos mantenemos, por así decir, en una permanente zona de
se puede renacer a partir de las propias cenizas. Sólo si hay cenizas hay renacimiento,
sólo si hay dolor existe un parto. En el arco delimitado por el "aún-no" y el "ya-no", la
vida dada por el nacimiento es interrogación y va más allá del mundo natural. El
53
“Presencia es un movimiento en el sentido de un drama de advenimiento, engendramiento y entrada,
dice Sloterdijk. La experiencia de la presencia es una de las cualidades de la existencia humana,
porque los humanos son seres de advenimiento y entrada par excellence: predispuestos a despertar,
aparecer, producir y empezar”. Sloterdijk, P. (2001) Eurotaoísmo, ob.cit, p. 102.
42
Antes de haber nacido, todo ser humano es nombrado, es llamado de algún modo.
Es llamado como se llaman o se mandan venir las palabras con las que nombramos el
entendido como lo originario. Más que lo fundado, es lo que funda. No es sólo "poder
milagro que "salva" al mundo de la ruina que le es natural. Es en este sentido que la
vida humana, como nacida, es "incuestionable". El recién nacido no puede tener una
vida que precise ser justificada ante otro. La pregunta que al recién nacido, como al
recién llegado, se le formula no es ¿qué haces tú aquí?, o ¿por qué has venido?, sino
esta otra: ¿quién eres tú? Aquí se contiene tanto una teoría de la identidad como una
cuestión política.
su andadura a partir de un fondo dado, a partir de una relación anterior que supera y
ante la cual mantiene una relación de discontinuidad. Impensable sin sus padres, el hijo,
como nacido, les trasciende sin negarlos ni ser atrapado en ellos. Entre el padre y el
relación que se funda en la discontinuidad del quién. Como dice Claudio Magris,
54
Arendt, H. (1996) “La crisis en la educación”, ob. cit., p. 208.
43
categoría política por excelencia: el nacido, como recién llegado, es el ser que se
convierte en un “tener que ser” siempre incierto cuya actuación en el mundo sólo se
garantiza como acción espontánea ante los otros que ven y son vistos, es decir, en
el de Herodes. Cada nacimiento es una novedad, sí, pero recuerda al mismo tiempo a
los que no pudieron continuar. Casi parece pedir un Kaddish por el hijo no nacido. Así
lo hace Kertész al considerar su propia existencia como la posibilidad del ser del
con lo que nace, no con lo que termina. La violencia no engendra historia, sino el
surgimiento del mal, y por eso hay que sospechar de todas las legitimaciones de un
sacrificio en el altar de la historia, como dice Collin: “El crimen desnuda el mundo,
Tiempo que contar para poder vivir, tiempo que vivir, para poder contar. Nacer es tener
presencia de los otros con la propia presencia con rostro: “Sed sólo vuestro rostro, dice
55
Ver, Kertész, I. (2001) Kaddish por el hijo no nacido, Barcelona, Barcelona, El Acantilado, p. 88.
56
Collin, F. “Nacer y tiempo. Agustín en el pensamiento arendtiano”, en Birulés, F. (comp.) Hannah
Arendt. El orgullo de pensar, Barcelona, Gedisa, p. 92.
44
propiedades, no permanezcáis por debajo de ellas, sino id con ellas, en ellas, más allá
nacido, al que la mujer delega su ser. Pero lejos de completarla, acaso la altera y la
vuelve vulnerable, como el otro que, irrumpiendo en el yo, nos mira pidiendo solicitud
nacido, vincula a una madre con su hijo por un lazo excepcional: pues no se trata de un
ética particular: la ética del don. Lo que se da no vuelve al donante, sino que continua,
propio seno; es lo que emerge tras el acogimiento, un acogimiento que implica una
ruptura y una cierta deconstrucción del que acoge lo nuevo por-venir. Es lo que abre un
espacio para que el otro pueda nacer. Esta ética es, entonces, una ética de la pérdida del
tiempo propio en el tiempo del otro. En el nacer, por tanto, hay trasgresión de lo ya
la novedad del nacimiento no es una creación ex nihilo, sino una donación fértil, es
57
Agamben, G .(2001) “El rostro”, en Medios sin fin, Valencia, Pre-Textos, p. 86.
58
Kristeva, J. (1999) Le génie féminin, I. Hannah Arendt,París, Fayard, p. 83.
59
Escribe Derrida que el don, lo que se da, es lo que interrumpe la economía, lo que ya no da lugar al
intercambio: "Si hay don, lo dado del don (...) no debe volver al donante". Derrida, J. (1995) Dar
(el) tiempo, Barcelona, Paidós, p.17.
45
de los hombres: mientras que puede decirse que Dios ha creado al Hombre, los
acción y de discurso entre los hombres. La política surge en este “entre” y se establece
o debe configurarse como relación. Por último, es en ese espacio en el que surge, y
tiene pleno sentido, la libertad humana como capacidad radical de hacer algo nuevo, de
actuar con relación a los demás en un espacio plural de aparición60. Como dice en otro
lugar: “La libertad es la causa de que los hombres vivan juntos en una organización
De acuerdo con este análisis, no puede resultar extraño que los análisis que
totalitarismo es esa horrible novedad que rompe el tiempo -la idea de la historia como
cuyo sentido sólo se alcanza, como acabamos de destacar, en ese espacio interesado
60
Cfr. Arendt, H (1997) Fragmento I. ¿Qué es la política?, en ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós,
pp. 15-57.
61
Arendt, H. (1996) “¿Qué es la libertad?”, en Entre el pasado y el futuro, ob. cit., p. 158.
46
como una historia que merece ser recordada como algo extraordinario, como una
cadena de acontecimientos en los que podemos iniciar algo nuevo. Y entre nuestra
entrada en el mundo por el nacimiento y el “ya no” de la muerte, la vida, vivida como
un relato en el que las cosas que nos pasan podemos recordarlas reimaginándolas,
misma el deseo. Porque sabemos que moriremos, deseamos; porque sabemos que
Como seres de llegada y como seres nacidos, nuestro aprender hunde sus raíces
conducción depende de las promesas que nos hacen y las que podemos formular por
futuro, pero promesas, también, que sabemos, por experiencia, a las que no es fácil dar
sea, en el signo del aprender, porque todo aprender parte de un momento inicial de
decepción.
Rilke. Hablemos de la infancia como poética, es decir, como creación de sentido. Si hay
62
En lo que sigue me he basado en el excelente ensayo: Castro, F. (1993) El texto íntimo. Rilke, Kafka,
Pessoa, Madrid, Tecnos, pp. 15-57.
47
cierto pesar y una cierta pesadumbre: nostalgia de lo perdido y pensado como infancia:
“Sería bueno meditar mucho, para / expresar algo de lo así perdido /, de aquellas largas
63
Poema perteneciente a El libro de las imágenes y recogido en: Cañete, B. (1984) Rilke, Madrid,
Júcar, pp. 144-147.
64
Rilke, R.M. (1998) "Infancia", en Nuevos poemas, I, Madrid, Hiperión, p. 109.
48
conocidas por el propio Rilke- se vive a sí mismo atrapado por la indigencia y como
Brigge, la escritura surge como algo que lucha contra el miedo, como narración que
reconoce, el logro de una muerte propia. Aquí, encontramos la pregunta inquieta cuyo
corazón es la infancia: “¿Qué vida es esta? Sin casa, sin objetos heredados, sin perros.
¡Si al menos tuviera recuerdos! Pero ¿quién los tiene? Si la infancia estuviese aquí: pero
está como enterrada”.65 No hay nada; nada nos sostiene; el recuerdo se ha evaporado.
Por eso el poeta tiene como misión dar forma a esa nada. Su aprendizaje es la formación
de la conciencia de ese vacío: el resultado es un aprendizaje del ver, del contemplar, del
mirar. Un aprendizaje al hilo de la escritura del ser propio del poeta que se experimenta.
65
Rilke, R. M. (1996) Los apuntes de Malte Laurids Brigge, Madrid, Alianza, p. 16.
49
Comentando estas ideas, Fernando Castro dice en El texto íntimo: “La poesía es esa
irrepetible”.66
Al comienzo de sus Elegías de Duino, Rilke dice que "no nos sentimos a gusto, ni
seguros, en este mundo interpretado".67 Cabe pensar que ese mundo es el mundo al que
somos de contemplar el mismo árbol cada mañana de nuevo. Hay un poema de Alberto
vestida!". Sí: ese mundo interpretado viste nuestra adulta alma, y la encadena a una
podemos leer:
“Antaño lo vivíamos todo puesto que éramos menores de edad, creo que vivíamos
el pavor en su totalidad sin saber que era pavor, la alegría en su totalidad sin intuir
que existía una alegría demasiado rica para nuestros corazones (...) y tal vez
experimentábamos el amor total”.69
66
Castro, F. (1993) El texto íntimo, ob. cit., p. 18.
67
Rilke, R.M. (1999) Elegías de Duino, Madrid, Hiperión, p. 15.
68
Pessoa, F. (2000) Poesías completas de Alberto Caeiro, Valencia, Pre-Textos, p. 115.
69
Rilke, R.M. (1989) Cartas a Benvenuta, Barcelona, Grijalbo, p. 77.
50
no podemos crear...salvo que se de una condición, una muy simple y elemental. Como
encuentro entre ambas. Y es que un beso necesita dos labios, el amor erótico dos
apropiado. Por eso, el mundo se inventa de nuevo cuando, con mirada de niño y
lenguaje quizá torpe, miramos el mundo como por primera vez hincándole nuestra
fugitivo, aquél por el que sólo cabe preguntar, como hace Rilke, “¿A dónde fue?” Mirar
pueden comunicar sino su propio silencio, nos transmiten una ausencia. Han perdido su
voz, su palabra ya no es audible, sus besos y caricias ya no se sienten. Es, sí, el recuerdo
que transmite mudo ese afecto, ese deseo, esa pasión, esa intensidad de vida.
70
Castro, F. (1993) El texto íntimo, ob. cit., p. 25.
51
Capítulo 2
PROMESA DE FORMA.
EL APRENDIZAJE DEL COMIENZO
aprendizaje del comienzo. Todo comienzo tiene algo fascinante, y a la vez trágico;
produce un cierto miedo, una cierta angustia. Pero hay comienzos que constituyen un
Deleuze dijo que “el concepto debe decir el acontecimiento, no la esencia”71. Decir el
ensayar el nombre, en un sentido muy amplio, de una irrupción, de una grieta o fractura
en lo real.
cartografiar, por así decir, el acontecimiento. Por una parte, es acontecimiento aquello
71
Deleuze, G (1999) Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, p.44.
52
que habiendo sucedido presenta todavía una cierta actualidad en el presente y “nos da a
que pasa “aquí” y “ahora”, lo que irrumpe por sorpresa y de modo brutal, de modo no
Pensar la educación bajo esa figura del acontecimiento -y pensarla, sobre todo, a
naciente- sugiere que el mismo saber de la educación se pueda pensar como discurso
acontecimientos de que el mismo saber parece hablar. Todo saber sobre educación, todo
ese saber sobre educación no radica, sin embargo, en dirigir al sujeto en cuestión a un
punto que el mismo discurso prescribe como estado ideal de hechos o como
Derrida, una exposición “sin condiciones” a lo que viene y a quien viene; a lo por
escenario educativo. El puro acontecer singular de lo que, no sólo ocurre, sino que me
irrupción que hace estallar todo horizonte previo de expectativas. Es lo que fractura
acontecimiento sólo puede tener lugar allí -en un cierto “aquí” del sujeto- donde no se
creamos-inventamos a nosotros mismos, por ella comenzamos de nuevo, por ella nos
damos forma.74 Es ella la que hace que no podamos mantenernos siempre siendo los
mismos o siendo lo Mismo. Es la que nos empuja a ser “de otro modo”, más allá de toda
72
Derrida, J (2002) Universidad sin condición, Madrid, Trotta, p. 72.
73
Conviene aclarar que lo “virtual” se opone no a lo “real”, sino a lo “actual”. Con todo, lo virtual no
es posible, ya que en cuanto tal lo “posible” no posee realidad. Lo virtual, no carece absolutamente
de realidad. De hecho, a través de un proceso de “actualización”, lo virtual se realiza por el sujeto
singular. Como lo virtual, el acontecimiento, entonces, es lo que, sin saber cuándo, puede ocurrir
como posibilidad siempre presente. Pero en la medida que el sujeto realiza diversas actualizaciones -
prácticas, ejercicios, actividades sobre sí-, en la medida en que se dispone, se prepara para la
aparición súbita del acontecimiento. Éste no se puede predecir, pero sí nos podemos preparar (nuestra
atención) para recibirlo.
74
Ver, Schmid, W (2002) En busca de un nuevo arte de vivir, Valencia, Pre-Textos, pp.215 y sgs.
54
educación- capaz de producir en otro la experiencia de valor de que habla implica más
aparición. Aunque hay aquí una dificultad, que es específicamente moderna, para pensar
como figura del acontecimiento, en el marco de una inocencia del devenir. “Inocencia”
establecida. Y “devenir” (Werden), que remite a lo que nunca está fijo, sino siempre en
movimiento, aquello que no tiene una sustancia ni una esencia, es decir, lo que es un
en su plena actualidad con sentido y valor, aunque sean un sentido y valor nuevos, tratar
nueva relación erótica y pasional con el mundo. Así que la cuestión es, ¿cómo afirmar
75
Agamben, G (2001) Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, p.7
76
Herrero Senés, J. (2002) La inocencia del devenir. La vida como obra de arte en Friedrich Nietzsche
y Oscar Wilde, Madrid, Biblioteca Nueva, p. 43.
55
lo por venir? No pretendo en este capítulo resolver esta cuestión en todos sus extremos,
sino sugerir que la educación, pensada bajo la figura del acontecimiento, es una
“virtual” y, por otro, términos que le sean apropiados. Por así decir, como
En todo acontecimiento nos pasan cosas, llegamos a sentir que algo nos
transforma. Algo nuevo nos pasa como existentes. Y pensar la educación como
dar cuenta de lo que nos pasa cuando aprendemos como experiencia existencial... Una
para un sujeto singular. Hay que preguntarse por el modo como acogemos lo que nos
nosotros? Por ejemplo, preguntémonos en otra clave: ¿Qué nos pasa cuando en verdad
comprendemos algo?
nos damos forma por el impacto de aquello que nos pasa. Y eso que nos acontece no es
77
Esta expresión la tomo de Fernando Gil Cantero, quien me la sugirió sagazmente, con esa habilidad
tan característica suya de traducir pedagógicamente intuiciones y sugerencias filosóficas.
56
una cierta imposibilidad, tanto ontológica como pedagógica: los comienzos ¿se
reflexivo, sino más bien un sujeto creador; es importante, decía, retirarle el derecho a
"reflexionar sobre" -como si el filósofo estuviera destinado a mirar las cosas siempre
por encima del mundo aunque siempre desde la posición privilegiada de la seguridad de
un yo ensimismado y protegido ante lo otro. Más bien, Deleuze pensaba que hay que
Es difícil sustraerse a esta lógica de la reflexión, que mira desde arriba y camina
hacia atrás, buscando los orígenes, a ese estilo de pensar el mundo desde la posición
asegurada de un yo, por así decir, divino. Como sujeto creador, el pensador busca lo que
sujeto creador no vive, sin embargo, esclavo de lo creado, en tanto producto acabado o
existido siendo lo mismo, lo nacido siempre es nuevo. Pensar las cosas del mundo desde
78
Cfr. Deleuze, G. (1999) Conversaciones, ob. cit., p.193.
57
esa lógica que mira desde arriba es pensar el mundo desde el afuera de la existencia
humana (contingente, finita y siempre plural en su expresión. Pensar las cosas del
mundo desde su adentro es, por el contrario, amarlas antes de haberlas conocido -como
al hijo al que se ama antes de conocer su rostro-, es colocarse en una posición que
en él.
carece de una naturaleza, por así decir, prometeica: no se puede prever antes de que
suceda. Prometeo, el audaz y previsor, el que se adelanta, no nos sirve como modelo
que prevé. Quizá su hermano, Epimeteo sea más adecuado: el que comprende todo
después de que las cosas han ocurrido. Quizá el que comprende demasiado tarde, o tal
esta cuestión, J. Larrosa señala que ese tiempo no es el tiempo crónico, es decir, el
tiempo de Cronos –“el tiempo según el antes y el después, el tiempo dotado de una
atrás hacia delante”.80 Más bien se trata de un tiempo a-crónico, el cual remite a la
figura de aión (derivado de aieí, “siempre”, de la misma raíz que da el latín aeternus).
El tiempo aquí referido es un tiempo-todo, un niño que juega, donde el juego expresa,
79
Cfr. Vernant, J-P (2000) El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos,
Barcelona, Anagrama, p. 73.
80
Larrosa, J. (2001) La liberación de la libertad, Caracas, Cátedra de Estudios Avanzados, p. 68.
58
decisión, y también del final, y también del origen”.81 El acontecimiento es, pues, una
Aquello que se experimenta como acontecimiento es, muchas veces, lo que tal
vez ya sabíamos que iba a suceder. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo. Como dato,
el orden de nuestra experiencia como hombres. Ela nacimiento de un hijo opera una
establecemos con ese hecho -el nacimiento- o lo que el mismo hace en nosotros. La
descubrir sin moverse del sitio la vieja novedad, vieja por su contenido material o
sabemos hasta qué punto nos concierne lo que nos pasa. La toma de conciencia de un
aprendizaje-otro. Nos tomamos “en serio” el asunto de que se trate, sea la muerte o la
81
Larrosa, J. (2001) La liberación de la libertad, ob. cit., p. 69
82
Cfr. Jankélévitch, V. (2002) La muerte, Valencia, Pre-Textos, pp.25 y sigs.
83
Jankélévitch, V. (1989) La aventura, el aburrimiento, lo serio, Madrid, Taurus, pp. 161.
59
vida. Tomarse “en serio” algo es no tomarlo a la ligera. Tomarse en serio a alguien, y
conocimiento de algo, más allá del hecho del mero estar informado de ello, de tomar
noticia de algo, es descubrirlo de otro modo, o quizá mejor, de un modo-otro. Por eso,
como dice Jankélévitch los tres aspectos esenciales del aprendizaje del acontecimiento
acontecimiento es algo que tiene lugar -es efectivo- y que de hecho ocurre en un aquí,
como llega sin avisar, ese aprendizaje de la seriedad se da en su inminencia, esto es, en
situado más allá del concepto y del conocimiento en su formato lógico tradicional,
mantiene una relación de alteridad con el conocimiento teórico. Puede decirse que el
la verdad no garantiza, como dice Miguel Morey, actuar a favor de los itinerarios de la
mismo. Se trata de un desafío que nos invita a un nuevo ejercicio del pensar: como si la
realidad no fuera otra cosa que un conjunto de acontecimientos dispuestos a darnos que
pensar, y por tanto la realidad fuera fuente y origen de una nueva manera de entender la
lucidez, más allá de cualquier orden preestablecido del ser y de las cosas. El
verdadero pensar. Pensar el acontecimiento es, ni más ni menos, pensar lo que nos da a
pensar, porque el pensamiento tiene que pensar lo que le con-forma, y se forma tanto
con lo que piensa como con lo que le fuerza, le violenta y le provoca.85 Pensar de este
modo es pensar abriéndose uno al mundo, pensar dejando afectarme por lo que me
choque, un impacto que nos aturde. Sólo cabe pensarlo como esa modalidad de
pues, que vivirlo bajo el registro de la experiencia, es decir, en rigor, hay que sentirlo:
conciencia de vernos afectados por lo que sentimos y por lo que nos pasa. Esto justifica
84
Morey, M. (1989) El orden de los acontecimientos. Sobre el saber narrativo, Barcelona, Península,
p. 22.
85
Cfr. Foucault, M y Deleuze, G. (1999) Teatrum Philosophicum, Barcelona, Anagrama, p. 23. Una
buena exposición del concepto de “acontecimiento” en la obra de Deleuze se puede encontrar en:
Dias, S. (1995) Lógica do acontecimento. Deleuze e a Filosofia, Porto, Eds. Afrontamento.
61
que
“No hay nada menos apropiado para aproximarse a una obra de arte que las
palabras de la crítica: de ellas se derivan siempre malentendidos más o menos
desafortunados. Las cosas no son tan comprensibles ni tan formulables como se
nos quiere hacer creer casi siempre; la mayor parte de los acontecimientos son
indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado la palabra. Y lo
máximamente indecible son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya
vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura”.86
crítica. Donde el concepto todavía no puede penetrar es, justamente, el espacio en que
Este orden poético nos proporciona una gramática y una semántica nueva. Dicho
gramática de lo erótico, del “intelecto formador” y de la psique bajo la forma del eros.
86
Rilke, R. M. (1996) Cartas a un joven poeta, Barcelona, Obelisco, p.19.
87
Manguel, A. (2001) En el bosque del espejo. Ensayos sobre las palabras y el mundo, Madrid,
Alianza, pp. 26-27.
88
Cfr. Steiner, G. (2001) Gramáticas de la creación, Madrid, Siruela, p. 15.
62
aquello acerca o sobre lo cual pensamos, sino lo que nos da la oportunidad de pensar lo
acontecido con un pensamiento nuevo, con nuevas categorías y con un nuevo lenguaje.
En segundo lugar, todo acontecimiento es lo que nos permite hacer una experiencia.
Un acontecimiento no es aquello sobre lo cual experimentamos, sino justo eso otro que
hace experiencia en nosotros, porque es algo que nos pasa y no nos deja igual que
figura del acontecimiento significa repensar lo que, desde el punto de vista del mundo
de la vida, configura la experiencia humana del aprender. Como aquello que nos da a
por ser lo que rompe la continuidad del tiempo, la educación es la experiencia del
89
Hay que matizar aquí algo importante. Al hablar de la “experiencia” como algo que se hace, y que
no simplemente se tiene, nos referimos al sentido “tradicional” de la experiencia, el que todavía
Montaigne defiende en sus Ensayos, y no al sentido moderno de la experiencia, es decir: aquello en
lo que uno no se adentra sino después de tener sus certezas. Nuestro defensa de la experiencia, por
tanto, remite a la fórmula de Esquilo del aprender del padecer, fórmula que indica que nos hacemos
sabios a través del daño, tras “sufrir” las experiencias, y que sólo en la decepción llegamos a conocer
adecuadamente las cosas y aprendemos los límites de lo humano, su condición finita, las barreras que
nos separan de lo divino. Ver: Gadamer, H-G. (1991) Verdad y método, Salamanca, Sígueme, pp.
432-433.
90
Cfr. Bárcena, F. (2002) “El aprendizaje del dolor. Notas para una simbólica del sufrimiento después
de Auschwitz”, en Educación, ética y ciudadanía, Madrid, UNED, y Bárcena, F. (2001) La esfinge
muda, Barcelona, Anthropos.
63
lógicamente algo, el sujeto no tiene porqué sentir nada. Para describir, explicar o
reelaboración conceptual de mayor abstracción que la que permite una cercanía afectiva
con la situación.
conceptos de su propia naturaleza -es decir, sensibles- con la ayuda de los cuales es
"conocimiento local" interpretativo, pero sólo por su modo de proceder y por los
aspectos que cubre. Una descripción sensible depende de todo un complejo aparato
Margalit sobre la sociedad decente, publicado en el año 1996 por la Harvard University
“Los conceptos empleados en este libro implican un riesgo, habida cuenta que
proceden de la retórica presuntamente sublime que tanto se emplea en el discurso
64
político y moral. La función de estímulo que ejercen conceptos tales como honor
y humillación puede hacer que las discusiones sobre la sociedad decente se
conviertan en graves dosis de aire caliente; es decir, en discusiones que nada
tienen que ver con la verdad y sí con la creación de una atmósfera cálida y
edificante. Otro peligro es que la discusión se embarre en un viscoso cenagal
admonitorio, en una forma de discurso que no es necesariamente indiferente a la
verdad, pero que no tiene interés alguno en argumentar ni en hacer distinciones.
Pese a todo, creo en la posibilidad de una forma de discurso inteligente sin ser
teórica, muy lejos de los farragosos sermones o de la mera calidez ambiental. Los
conceptos sobre los que se fundamenta mi trabajo sobre la sociedad decente,
como respeto, humillación, y otros, son conceptos que requieren un análisis que
va más allá de su significado habitual. Necesitan, además, una descripción
sensible (...) En mi opinión, para comprender lógicamente un concepto no es
necesario que sintamos nada”91.
Según el anterior razonamiento una expresión del tipo de la fórmula del Hamlet
de Shakespeare "ser o no ser" puede ser abordada como una “tautología lógica”, pero si
relevante para alguien -es decir, para un quién, para un existente-, entonces para
comprenderla resultan vitales captar las emociones y los estados de ánimos asociados
con el "o" de la expresión pronunciada por el príncipe de Dinamarca. Otro ejemplo que
puede es susceptible de una explicación lógica, como un hecho más o menos objetivable
que le ocurre a un sujeto cuando su salud empeora por causas que el saber médico puede
establecer con claridad y objetividad. Pero podemos también abordar el análisis de esta
no simplemente una explicación lógica en tanto que "hecho" que puede objetivarse. En
disciplinas pedagógicas tales como "educación para la salud", este tipo de descripciones
sensibles son del todo necesarias, pues es gracias a ellas que los sujetos pueden llegar a
captar el valor educativo de lo que significa cuidar de la propia salud o ser sensible al
91
Margalit, A. (1997) La sociedad decente, Barcelona, Paidós, pp.221-222.
65
disposiciones, como ser capaz de ver la realidad desde lo extraño o desde el otro.
seno de una relación pedagógica se presta más a una descripción sensible, mediante los
modos, desacreditar otras formas de pensar el fenómeno educativo. Pero lo cierto es que
prueba o experimento y aplicación predictiva. ¿Hasta qué punto puede la educación ser
pedagógico? A través de los discursos pedagógicos que elaboramos podemos hacer que
cuales tienen en consideración los aspectos emotivos más que los elementos lógicos de
sujeto y el mundo, entre las palabras y las cosas, como fuente de experiencia vivida en
teoría que cumple con dos rasgos centrales: verificabilidad y refutabilidad por medio del
mente del educador no son más que singularidades, o como dice George Steiner en otro
contexto, una "fenomenalidad contingente" que requiere la aplicación del juicio práctico
mismo orden que el discurso estético y, en general, del artístico, en su más amplia
singular y único, es lo que da a pensar, lo que permite hacer experiencia y lo que rompe
condición de "sujeto" en educación como aquél que es agente productor de yoes pero
también como aquél que, al mismo tiempo, tiene conciencia de ser objeto afectado -
"sujetado"- por lo que le acontece, por lo que siente o por lo que padece.
como extraño. ¿Cómo familiarizar lo extraño sin desactivar su novedad, punto en el que
mirada pedagógica. ¿Hasta qué punto la comprensión sensible o los términos sensibles
existencialmente relevantes para la persona? ¿En qué consiste ese tipo de mirada o
percepción pedagógica del otro? Creo que esta mirada es un tipo de actividad mental,
emotiva o sensible, una en la que el perceptor mira al otro como humano, o lo que es lo
mismo, como un sujeto que expresa algo, no solo que dice algo, sino que dice de algo:
que se expresa y significa dando sentido al mundo. Es comprender que el otro tiene
68
que tiene la posibilidad de estar afectado por ellos, de que los padece en el momento en
Se trata de intentar ver, por ejemplo a través del arte, de la imaginación y de una
mirada distinta, lo que nos resulta ya invisible aunque lo tengamos delante. El ojo, aquí,
es la fuente de lo que podemos llegar a saber, la fuente del sentido de lo que ocurrió y
no hemos vivido. Esta mirada que aun podemos tener ha de vincularse a un cierto
silencio que permite una escucha. Como dijo Foucault: “La mirada se cumplirá en su
verdad propia y tendrá acceso a la verdad de las cosas, si se posa en silencio sobre ella;
si todo calla alrededor de lo que ve”.92 Aprender a ver lo que vemos es mirarlo de otro
modo.
Como figura del acontecimiento, la educación tiene una cierta memoria del
comienzo. Y en el comienzo hay una cierta experiencia del origen. Se comienza siempre
desde algún lugar. Pero ¿podemos regresar a un punto de partida absolutamente inicial a
partir del cual lo que seguiría pudiese construirse conforme a una serie de razones o una
en el comienzo puro.
Hemos dicho que lo que comienza nace siempre como “ruptura” de una realidad
discontinuidad. El nacimiento surge con la fuerza del puro inicio, en el que hay tanto
creación y deseo como infancia. “Hay algo que conviene aprender del mundo infantil: si
92
Foucault , M. (1999) El nacimiento de la clínica. Arqueología de la mirada médica, Madrid, Siglo
XXI Editores., p.155.
69
la renovación que impone a los objetos supone establecer nuevas relaciones entre ellos,
esa nueva sintaxis quizá tenga la forma del juego que la razón adulta olvida.”93 En
con la realidad, lo que resquebraja la densidad de lo real, lo que agrieta una realidad por
que un poema tiene “sentido” -puede llegar a sentirse- aunque no signifiquen nada sus
versos. Uno puede apreciar y sentir el poema aunque no lo entienda. Por eso, creo que
que toda creación es, en último término, un “acto de habla”: crear algo es decirlo,
y distanciarse de la palabra. Crear es decir y nombrar, por eso la gramática del acto
creador es un acto de amor, un acto erótico. En tanto que ya aprendió a hablar, el adulto
no puede aprender la lengua de nuevo, si sigue siendo adulto. Sólo porque una vez fue
niño, decimos que el adulto aprende la lengua que habla. Pero cada vez que retorna a
esa su originaria vocación -cada vez que retorna a su infancia- puede el adulto crear y
mirar en lo nuevo, como por primera vez. El infante que nos habita es la fuerza del
comienzo.
(invenire): lo que debe ser encontrado, lo que debe ser descubierto, y también, lo que
vendrá. Crear es un hacer, un acto de poiesis que hace que las cosas existan antes
93
Vázquez, M. E. (1996) Ciudad de la memoria. Infancia de Walter Benjamin, valencia, Novatores, p.
104.
94
“En el nombre el hombre se liga a la infancia, se ancla para siempre en una hendidura que trasciende
más allá de todo destino específico y de toda vocación genética”. Agamben, G. (1989) Idea de la
prosa, Barcelona, Península, p. 79.
70
incluso de que su ser se materialice: surgen las cosas en la creación cuando son
nombradas. Pero, entonces, crear es hacer presente lo que no existe: es una pura
Hay aquí un doble movimiento: hacia atrás y hacia delante. Hacia adelante, en el sentido
deseo, se encuentra en un lugar de nadie. Y hacia atrás, porque pensar el acto creador es
pensar el comienzo, lo que significa volver a las fuentes, progresar hacia atrás,
nuevo, de cero, si es ello posible, a menudo se percibe por los otros como algo arbitrario
y sin fundamento “racional”, carente de antecedentes. Y es así; tiene que ser así.
necesitamos para una experiencia poética del comienzo como creación, como infancia,
95
Arendt, H. (1989) Sobre la revolución, Madrid, Alianza, pp.212-213.
71
¿Y qué?
En poesía que es voz de poeta, que es la voz de hacer
nacimientos-
El verbo tiene coger delirio.96
cosas de su indeterminación, del vacío donde habitan antes del nombre? La Kabalah
señala que para permitir la creación, Dios tuvo que autoconcentrarse, reducirse, casi
espacio dentro de sí para que habite lo otro. El libro de los libros, la Torah, es para los
donde se hace letra para ser nombrado. En esta autoretracción y autoexilio, Dios no es y
no está, sino que más bien se despliega, se desliza. Leído en otra clave, podríamos
decir: mientras estemos asegurados en una identidad fija e inmutable, no creamos. Sólo
algo humano, es decir, como arte. Y es que la existencia, como vida humana singular de
un existente, es lo que se cuela por las grietas abiertas de nosotros mismos. La vida se
vida (biografía).97
tiempo al que miramos con nostalgia o como esperanza. Podemos imaginar una infancia
ideal que habita en nosotros, porque aquello que hay de más creativo en nosotros es
infancia, precisamente, o está allí desde entonces. Es lo que permanece vivo desde
96
Barros, M. de (2002) Todo lo que no invento es falso (Antología), Málaga, Maremoto.
97
Sperling, D. (2001) Del deseo. Tratado erótico-político, Buenos Ares, Biblos, p. 23.
72
siempre, desde ese tiempo primordial. Infancia es, como vimos en el capítulo anterior,
nuevo. “En realidad, todo nacimiento es también una promesa que se hace al mundo.”98
que nos hace crecer como humanos. Recordar y revivir nuestra infancia, permanecer en
por y en su acontecer, estamos, como seres, hechos para existir. Somos, no por la fijeza
conocidísimos versos:
Es algo extraño crear. Creamos cuando decimos lo que no es. Eso que es
nombrado, todavía no es presencia, pero tiene que devenir algo. Es una nada impura.
presencia, lo que busca llegar. Por tanto no es una nada pura, sino una nada, un espacio,
un silencio del que tiene que surgir algo. En la música esto es muy claro: la música es
98
Sloterdijk, P. (2001) Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Barcelona, Seix
Barral, p. 124.
99
Pessoa, F. (2001) Poesías completas de Alberto Caeiro, Valencia, Pre-Textos, p. 75.
73
creador es, en último término, la experiencia, o lo que es lo mismo, esa apertura sin la
cual no es posible hacer experiencia con el mundo. La cuestión es: ¿dónde se encuentra
ese lugar apropiado para hacer experiencia? Ese lugar es la infancia, el momento
somos seres de advenimiento. Recordar nuestra condición natal, es subrayar algo bien
simple, pero importante: nacemos, luego llegamos; nacemos, luego nos presentamos. Y
Lo que me pregunto ahora es: ¿Qué lugar es ese que corresponde a una estancia en lo
dos -entre el mundo y el juguete, dice Rilke-, un espacio que es un tiempo de vida,
En ese espacio-tiempo entre una cosa y otra, como en otro momento dice Rilke, “Con
lenguaje que Zaratustra pretendía tener. Volveremos en otro capítulo a esta mirada
instante las “tres transformaciones del espíritu” de Así habló Zaratustra: cómo el
“Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león
ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve
por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego
del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del
mundo su mundo.”101
Cada nuevo comienzo, para el juego de crear, necesitamos ese “santo decir sí”,
tuviese una palabra previa que le garantice lo consabido, que le garantice certezas. Su
decir es un decir balbuciente, como las primeras palabras del niño, un decir las cosas
que recrea, casi inventa, su sentido. Por eso su decir y su mirar es un decir y un mirar
mirada infantil es una mirada sorprendida que mira la sorpresa, el instante de lo que
101
Nietzsche, F. (1989) Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, p. 55
102
Cfr. Barrios, M. (2001) Narrar el abismo. Ensayos sobre Nietzsche, Hölderlin y la disolución del
clasicismo, Valencia, Pre-Textos, pp. 32-33.
75
George Steiner ha escrito: No nos quedan más comienzos.103 De esta manera tan
comienzo”, ya no es posible. Podemos completar esta cita con una segunda, que
discitur, “no se aprende a comenzar”.104 No nos quedan más comienzos; pero aún
cuando el comienzo fuera posible, el drama está servido: no se aprende a comenzar. Las
dos afirmaciones -se trata de dos sentencias trágicas para la existencia humana, que
siempre es un “estar expuesto”- nos ponen de inmediato en una relación difícil con eso
forma de preguntas.
posibilidad misma del educar, hasta donde la educación sea, precisamente, el arte de
aprenderse la creatividad, si por creatividad hay que entender, en parte, algo relacionado
lo incipiente, en aquello que nace con la fuerza de lo que se inicia y que en su mismo
comenzar anuncia un tiempo futuro como porvenir, como lo que vendrá. De aquello que
103
Cfr. Steiner, G. (2001) Gramáticas de la creación, Madrid, Siruela, p. 11
104
Cfr. Jankélévitch, V. (2002) La muerte, ob. cit. p.258.
76
vendrá -lo que vendrá, lo por-venir- se ignora su final. Pero decir “no nos quedan más
tiempo cuya sensación y cuyo pulso anuncia su final y una cierta fascinación por el
infancia: justo ese momento inicial que denota el nacimiento del tiempo y de la historia.
La frase “no nos quedan más comienzos” es el anuncio del tiempo otoñal, el tiempo del
decaimiento, quizá de ese tiempo del desfallecer. Se trata, entonces, de una afirmación
si el vivir, ni más ni menos, no fuese otra cosa que un ir muriéndose, un avanzar hacia el
término que se atisba como un ocaso, un tiempo que es un constante alejamiento del
posible.
Que no nos queden más comienzos, pues, viene a significar un cierto cansancio
hemos llegado demasiado tarde, con la función empezada. Si no nos quedan más
comienzos, eso sólo puede significar que, aunque permanezcamos hasta el final, en el
entender la historia. Pero hay una forma de entender la frase “no nos quedan más
comienzos” que tiene un cierto sentido. Por ejemplo: no nos quedan más comienzos
porque, como antes traté de sugerir, hemos quizá perdido la memoria del origen, del
tiempo inicial, del tiempo de la infancia. Es en ese tiempo, en ese momento anterior a la
palabra lograda, en ese tiempo donde se abre el sentido o se crea, el lugar donde todos
los comienzos son posibles. Hay comienzo cuando existe la memoria de la infancia del
hombre, o lo que es lo mismo, cuando el sujeto recuerda que puede decir el mundo con
77
una palabra-otra que es palabra poética, un lenguaje de nadie y por tanto de cualquiera
resuenen de otro modo a través de un poema de Andrés Sánchez Robayna, que dice así:
Hay que notar dos cosas. Primero: que este poema es el poema que da comienzo
esta: tras el primer verso “Todo comienzo es ilusorio” hay un punto. En el resto no hay
palabras sin paradas, sin pausas, palabras que quitan el aliento. Y es que todo
nacimiento, ¿será que nos quita el aliento, nos deja sin respiración ver lo que nace?
Pero hay que fijarse en lo que el poeta viene a decir: en realidad, el comienzo
105
Agamben, G. (2001) Infancia e historia, ob. cit., p. 71
106
Sánchez Robayna, A. (2002) El libro, tras la duna, Valencia, Pre-Textos.
78
Jankélévitch? ¿Será que el comienzo, como aquello que remite al acto creador, está en
experiencia, hay comienzo e inicio, ese acto no puede aprenderse porque es un acto
modo personalísimo. Y si no se aprende a comenzar, hay que seguir buscando, hay que
mismo, desde sí mismo, como el amor, siendo al mismo tiempo comienzo y fin: la línea
ser siempre lo mismo. En esta apertura, nos topamos de pronto con lo sorprendente: en
renacimiento, porque se puede aprender lo que ya se sabe. ¿Por qué será que se puede
107
Jankélévitch, V. (2002) La muerte, ob. cit., pp.257-258
79
experiencia de lo que no hemos vivido? Quizá una respuesta sea que no es suficiente
con estar conceptualmente informados del hecho de nuestra muerte previsible, del hecho
de nuestro amor, del hecho de haber nacido. Sabemos que podemos amar, que hemos
nacido, que hemos de morir. Pero todavía nos falta algo más; nos falta aprender lo que
sabíamos -como dijimos- porque podemos aprender, desde el registro de lo serio, lo que
significa nacer, amar o morir. Después de todo, porque es posible hacer y deshacer,
crear y volver a crear, y crear a partir de lo destruido, podemos decir que la vida,
nacimiento. El comienzo, entonces, o surge en cada instante, o no será nunca. Por eso
profundo; y es ahí, en lo profundo, donde tenemos que remitirnos para encontrar el niño
que somos, la infancia que todavía no habla. Como decía Wilde: “Cuando uno entra en
registro lo que ya sabíamos. Pero es que también puede ser que, en ciertas
sumamente creador y revolucionario; en el hecho de que alguien nos diga: “No quiero
iniciar el discurso con mis palabras sino que quiero encadenarme a las palabras que ya
fueron”. Hay algo hermoso aquí; hay algo noble y sincero, incluso valiente, eso que M.
Foucault decía en ese primer discurso, en esa primera lección en el Collége de France:
“Mas que tomar la palabra, habría preferido verme envuelto por ella y
transportando más allá de todo posible inicio. Me habría gustado darme cuenta de
que en el momento de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre
desde hacía mucho tiempo: me habría bastado entonces encadenar, proseguir la
frase, introducirme sin ser advertido en sus intersticios, como si ella me hubiera
hecho señales quedándose, un momento, interrumpida. No habría habido por
tanto inicio; y en lugar de ser aquel de quien procede el discurso, yo sería más
80
Foucault quería encadenar su palabra a “una voz sin nombre” -la referencia
ya dicho esconde una experiencia de arte muy particular: la experiencia del arte de un
intramundano! –Vosotros deberíais aprender a reír, mis jóvenes amigos”. Quiero hablar
ahora de ese silencio -que está muy unido al arte de dar forma a la propia vida, a una
risa, que está también ligado a otra forma de entender el comienzo creador en el
silencio, pero en cada caso es distinto. El silencio indecible sólo inspira temor y
radical mutismo.
Pero en lo inefable, el silencio preludia otra cosa; se trata del silencio anterior a la
palabra. Es el silencio que anuncia lo que se crea. Es, pues un silencio creador: una
preparación de otra cosa que vendrá después. Es el estado que crea las condiciones para
que algo posterior se presente en su máxima plenitud. Este silencio es, por ejemplo, el
108
Foucault, M. (2000) El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, pp. 11-12.
81
silencio del amor, que no es indecible en absoluto, sino más bien incomunicable: es más
ancho y más rico que cualquier palabra. Es paradójico: nos puede volver tan callados
como locuaces.
procede toda posibilidad de forma. Por eso, el discurso del silencio es un originario
callar, fuente, entonces, de creación. Sólo en el silencio podemos crear; pero se trata de
halla la plenitud del sentido. Allí se encuentran todas las posibilidades, tanto el decir
posible como el insoportable mutismo, un callar sordo. Y es que se puede hacer silencio
en medio del ruido, se puede caminar plácidamente entre el ruido y la prisa. Este
silencio nos pone en situación de una relación particular entre la verdad y el sujeto que
en su apertura al mundo pretende hacer experiencia creadora en él. Digo que es una
“relación particular”, porque no se trata ya de pensar en una verdad como si fuese una
La lección de la vida es, para el joven poeta, liberarse de las ataduras que los
conceptos anudan. Porque son esas ataduras lo que hacen que nuestro pensamiento sea
triste. La lección de la vida, ¿no será entonces crear a partir de lo creado, recuperar las
voces abandonadas, las palabras que abandonaron, y así se abandonaron a ellas mismas,
109
Hofmannsthal, H. Von (2002) Poesía lírica, seguida de la “Carta de Lord Chandos”, Barcelona,
Igitur, p. 220.
82
famosa Carta de Lord Chandos, un breve escrito en el que el joven Chandos anuncia su
qué cosa de forma coherente, parece sugerirnos que hay momentos en los que hemos de
sentimos. La carta termina de este modo: “La lengua, en la que tal vez me estaría dado
español, sino una lengua de la que todavía no conozco ni una sola palabra, una lengua
Quizá esa lengua, cuya gramática es desconocida, no sea otra que una lengua de
nadie, una lengua por-venir. Pero estamos acostumbrados a pensar en la verdad como
aquello que es posible descubrir a través de un pensamiento difícil, y por tanto a través
de un pensamiento que debe someterse a las ligaduras de los conceptos firmes. En este
discurso de la verdad, el sujeto no tiene que hacer nada en sí mismo, no tiene que
trabajar sobre sí en absoluto para hacer su descubrimiento. Hay que trabajar los
conceptos, pero no sobre el sujeto con el fin de encontrar nuevas palabras, adentrándose
Es por la risa por lo que podemos romper la densa realidad. Es gracias a una
cierta alegría del pensamiento por lo que el sujeto puede crearse a sí mismo inventando
nuevas maneras de decir, nuevas maneras de nombrar, creando nuevos afectos, nuevos
sentimientos y percepciones, renovar su manera de mirar el mundo. Es por esa risa del
110
Hofmannsthal, H. Von (2002) Poesía lírica, seguida de la “Carta de Lord Chandos”, ob. cit., p.
262.
83
distorsionan los gestos de un rostro que ríe. La risa hace que la rigidez del sujeto se
deshaga. Hace que el sujeto se abra a otras posibilidades, que logre nuevos
fractura en lo denso, una herida en la realidad por la que se cuelan las carcajadas del
sentido. Tal vez, entonces, tengamos que considerar que sólo si estamos dispuestos a la
experiencia del silencio creador y partirnos de risa mientras pensamos -quizá mientras
nos reímos de nosotros mismos- logremos hacer lo que sólo los niños saben hacer a la
perfección: tomarnos el trabajo a risa mientras jugamos con toda la seriedad del mundo.
Los humanos estamos instalados en el tiempo, por eso nuestra condición es finita.
Pero también vivimos en el espacio: somos del espacio. Porque somos cuerpo,
tiempo, de tiempos distintos cuya vivencia confieren a cada uno de aquellos una
territorios, no tienen fronteras: son lo abierto. Desde este punto de vista, no es deseable,
Esto vuelve difícil, pero al mismo tiempo atractiva, la reflexión sobre la educación.
venir, entendiendo por tal lo que nos obliga a una apertura -y a una espera- sin
111
Una reflexión sobre el espacio y la exterioridad puede encontrarse en: Pardo, J. L. (1992) Las formas
de la exterioridad, Valencia, Pre-Textos.
84
requiere una mirada y un ver sorprendidos, una mirada capaz de captar el instante
mismo de la sorpresa, como hacen los niños. Es lo que golpea, lo que aturde, lo que
conmueve.112 Pero es necesario aquí, como dice Larrosa, ensayar una distinción, que se
basa en el uso de las palabras más que en la lógica de los conceptos, entre futuro y
Se trata de la relación con un tiempo que requiere abrirse a lo que llegue, relación
que entraña una ética, y una estética, de la abdicación, de un cierto abandono, de una
con pensar la educación en los términos de un saber acabado o de una ciencia, sino en
los términos de una experiencia del hombre, o de las condiciones de posibilidad para
poder hacer una experiencia con el mundo Poder hablar y decir la educación como un
nombres y palabras, de nuevo aquí nos encontramos con que el tiempo más adecuado
112
Cfr. Chrétien, J-L. (2002) Lo inolvidable y lo inesperado, Salamanca, Sígueme, p. 126.
113
Larrosa, J. (2001) “Dar la palabra. Notas para una dialógica de la transmisión”, en Larrosa, J. y
Skiliar, C. (Eds.). Habitantes de Babel. Políticas y poéticas de la diferencia, Barceona, Laertes, p.
419.
85
que le recuerda su propia infancia como momento creador y creativo. ¿Qué lecciones
aproximarnos, ver, la infancia tal y como es. En el campo de la actual ciudad checa de
Terezín, el trabajo de recuperación por el arte llevado a cabo por Friedericke Dicker
(Viena, 1989-Auschwitz, 1944), más conocida como “Friedl”, con una infancia en
infancia. En una ocasión, escribió: “Si deseamos encontrar placer y provecho mirando
exigencias, decía Friedl, provienen de falsas ideas sobre la infancia y de lo que son
capaces de comunicar. Pues la infancia no es, decía, un mero estado inacabado del que
el estado adulto sería su finalidad propia y acabada. No se trata de ver la infancia como
preparación para nada, como medio, pues entonces lo que haríamos no pasaría de ser
sino una infancia construida e inventada como mecánica para justificar nuestro saber
para una finalidad que está más allá de ella es verla como fase carente de sentido por sí
misma, es dejar de verla como una cierta praxis. El trabajo llevado a cabo por Friedl,
las ideas, de las sensaciones, para que la vida no fuera reducida a la sola dimensión del
114
Dickers-Brandeis, F. (2000) “Dessins d’enfants”, en Makarova, E. (Resp.) Friedl Dickers-Brandeis,
París, Somogy Éditions D’Art, p. 115.
86
horror.”115 No reducir la vida a la sola dimensión del horror a través del arte,
precisamente. Y esa es una lección, sin duda. Una lección de resistencia y de amor a la
judíos de Terezin mantuvieron viva, en la locura del arte, la comprensión del mundo
humano.”116
para niños, como si con ello quisieran fabricarlos al mismo tiempo a ellos: “Resulta
ilustrativo, juguetes o libros- destinados a los niños. Desde la Ilustración, ésta viene
siendo una de las especulaciones más mohosas de los pedagogos.”117 Se trata de pensar
la infancia en su propio tiempo, desde un tiempo con derecho propio como tiempo de
infancia, con sus propias y específicas características. Y quizá tratar de evitar pensar la
tender cuanto antes a abandonar su propio estado, como un no-tiempo o un tiempo vacío
de sentido.118 Hay una infancia atrapada por determinada pedagogía y una infancia tal y
como es, una infancia reducida a un saber y una disciplina y una infancia que posee su
propia mirada y su propia sabiduría, porque “la precisa mirada de los niños se muestra
115
Kundera, M. (1998) “Tel fut leur pari”, en Zeitoun, S. y Foucher, D. (Dirs.) Le Masque de la
barbarie. Le guetto de Theresienstadt 1941-1945, Centro de Historia de la Resistencia y de la
Deportación, p. 7.
116
Finkielkraut, A. (2002) Una voz viene de la otra orilla, Barcelona, Paidós, pp. 96-97.
117
Benjamin, W. (1987) Dirección única, Madrid, Alfaguara, p. 25.
118
Cfr. Greive Veiga, C. y Mendes de Faria, L. (1999) Infancia no sótano, Belo Horizonte, Autentica,
p.17. Infancia es, como tiempo vivido, lo que ya fue y no siempre podemos recordar, pero, en cierto
sentido, como señala Georges Perec, no exclusivamente nostalgia: “Pero la infancia no es nostalgia,
terror, paraíso perdido ni Toisón de Oro, sino quizás horizonte, punto de partida, coordenadas a partir
de las cuales podrían hallar sentido los ejes de mi vida”. Perec, G. (2003) W, o el recuerdo de la
infancia, Barcelona, El Aleph Editores, pp. 24-25.
119
Vázquez, M. E. (1996) Ciudad de la memoria. Infancia de Walter Benjamin, Valencia, Novatores, p.
102.
87
Zambrano, que brota sin figura ni aviso: como no tiene figura de nada es imagen.
México en el que podemos leer algo que también se ajusta bastante a lo que deseo decir
que es lo mismo: construir una máscara. Desde el ángulo de esa “promesa de forma”, la
y en sus conceptos. Pensamos que con la educación cumplimos nuestras promesas: dar
edición argentina del Ferdydurke de Gombrowicz. La lucha entre dos tendencias: la que
Forma, el hombre es de tal modo caótico que necesita continuamente definirse en una
forma, pero esa forma es siempre excedida por su caos. No hay pensamiento ni forma
natural, sino por lo que le es impuesto desde el exterior, en aras de la cultura y la vida
120
Paz, O. (2002) “Los privilegios de la vista, II. Arte de México”, en Obras Completas, IV, Barcelona,
Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, p. 495, 2001.
121
Gombrowicz, W. (2001) Ferdydurke, Barcelona, Seix Barral, p. 10
88
social.122 Este proceso se caracteriza, entre otras cosas, por la incapacidad para pensar
por sí mismo y para tener ideales propios. Pero Gombrowicz llama también
“Inmadurez” (la que nos es natural como hombres) a una especie de potencia dionisíaca
que, como fuerza inferior, presiona hasta romper la máscara, la Forma (infantilizada y
banalizadora) que las convenciones sociales nos obligan a adoptar para estar
normalizados. Esa fuerza inferior, e interior, ese impulso alegre y vital, esa Inmadurez
no es otra cosa que la vida tal y como se expresa en su propio arte: un arte de existencia.
Toda formación, al conformarnos, nos proporciona una figura, pero una figura no es un
cuerpo, sino, a lo sumo, un elemento integrante de una masa. Y una masa no expresa un
cuerpo, sino un conjunto de cadáveres. La forma bien delimitada es, pues, un cadáver,
es sinónimo de muerte. La paradoja está en que, al mismo tiempo que con su figura
cadavérica, la forma que acabamos adoptando nos es necesaria para vivir con los otros:
“¿Qué nos queda entonces por hacer?”, se pregunta Gombrowicz. Podemos tomar
distancia frente a la forma, reconocer que no seremos auténticos y que todo lo que nos
define no proviene directamente de nosotros sino que es producto del choque entre
que adoptamos -o sea: de lo que acaba deformando nuestro ser natural- una forma de
compensación, una especie de cura o terapia encaminada a que la cultura se nos vuelva
menos cargante.123
única institución cultural. Doblemente atrapado y limitado: una vez por mi pasado
infantil del que no podía olvidarme; otra vez por el concepto infantil que otros tenían de
122
“La cultura -escribe Argullol- se construye como defensa frente a la naturaleza no humana; casi se
podría decir que la cultura se construye en contra de la naturaleza.” Argullol, R. (2000) Aventura.
Una filosofía nómada, Barcelona, Plaza & Janés, p. 120.
123
Gombrowicz, W. (2001) Ferdydurke, ob. cit., p. 19.
89
mí, esa caricatura de mí mismo que ellos guardaban en sus almas.”124 Así que, atrapado
entre la memoria de la infancia y la imagen que los otros se hacen de él, este héroe
acaba descubriendo que no tenía que ser ni maduro ni inmaduro, “sino así como soy...,
tener en cuenta nada que no fuera mi propia realidad interna. ¡Ah, crear la forma propia!
¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio,
fermentado! ¡Que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie!”125
recordarla es reconocer que lo que somos proviene de ese tiempo dotado de su propio
sentido; es reconocer que ese tiempo lo es por derecho propio: el tiempo de la creación
de sí, a través de la acción espontánea y de una palabra que es otra voz, la palabra
reconocimiento de que “la sabiduría infantil es saber tan concreto como singular es su
Esa sabiduría y esa mirada infantil está más atenta que la mirada adulta a la
renovación y la creación. Creación más que uso, renovación antes que imitación o
copia. La infancia renueva, y esta renovación parece dotar de sentido al sin sentido
mismo: “Como si de una secreta correlación se tratase, al igual que sólo la desesperanza
concede la esperanza, también del sin sentido adulto surge un sentido infantil tan
objetos no fabricados ex profeso para la infancia los niños crean otro mundo posible, del
residuo “sin sentido” y no-infantil que es el adulto cabe extraer la infancia como fuente
124
Gombrowicz, W. (2001) Ferdydurke, ob. cit., p. 36.
125
Gombrowicz, W. (2001) Ferdydurke, ob. cit., p. 37.
126
Cfr. Agamben, G. (2001) Infancia e historia, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, p. 66.
127
Vázquez, M. E. (1996) Ciudad de la memoria. Infancia de Walter Benjamin, ob. cit., p. 101.
128
Vázquez, M. E. (1996) Ciudad de la memoria. Infancia de Walter Benjamin, ob. cit., p. 102.
90
nuevas relaciones entre las cosas y entre los objetos del mundo, aprender a jugar con la
con la lucidez. Las lecciones de la infancia las podemos aprender si aprendemos a estar
en el tiempo del puro acontecer cuando sabemos abrirnos a los acontecimientos. Y vivir
los acontecimientos es vivir en una hendidura, en una grieta: “Nada queda por detrás del
nacer, como viniendo de otro sitio, del extranjero, con la novedad que toda infancia trae
y fundando lo nuevo. Como si para fundar lo nuevo, o sea, para comenzar, fuese
necesario primer ser extranjero o estar “fuera de lugar”, como si no pudiese comenzarse
sino en un sitio-otro. Toda una paradoja: la infancia, patria del hombre es, al mismo
129
Vázquez, M. E. (1996) Ciudad de la memoria. Infancia de Walter Benjamin, ob. cit., p. 106.
130
Ver, Gómez Mango, E. (1999) “L’Enfant, c’est l’étranger”, en La Place de Mères, París, Gallimard,
pp. 57-76.
91
Capítulo 3
darnos una forma, de dotarnos de alguna figura, una práctica que se nos lleva al
estar en estado de infans es estar “sin palabra”, entonces eso solo puede significar que
y el silencio, así como las formas en que por los silencios impuestos pretendemos que
no existan más palabras que las “autorizadas”, o las formas por las cuales nuestras
propias palabras nacen, inevitablemente, de una semántica de silencio que las nutre y las
lee y habla, conversa. Está en relación con el mundo, con los otros y consigo mismo,
como lo hizo Sócrates cada vez que preguntaba a sus conciudadanos: ¿Te ocupas de ti
mismo? Esta (pre)ocupación por uno mismo es un modo de cuidar la verdad, pero no la
verdad como algo dado por sentado e inamovible, sino como lo que podemos descubrir
creando las condiciones necesarias para verla. Estas condiciones tienen que ver con las
nos proporciona una visión del mundo a través de la imaginación. La lectura nos
fortuna en la elección de nuestras compañías, tanto entre los hombres, entre los libros
que leemos, entre las cosas con que adornamos nuestro entorno, entre las ideas con que
nos nutrimos. Y es, desde luego, una suerte poder elegir los libros que leemos, así como
también a los amigos con quienes también leemos, aunque a veces la amistad es una
quizá, mis amigos me tienen a mí. Me eligieron. Sé que gracias a uno de ellos he
podido escribir este capítulo del libro, que de hecho nace de un texto anterior, como si
de un texto encadenado a su historia se tratase.131 Entre otras cosas, este amigo mío me
cómo leía él y de aquello acerca de lo cual leía. Que yo le reconozca lo que ha hecho
131
Fue gracias a Jorge Larrosa que este texto fue posible, porque él hizo viable mi primer viaje a Brasil,
donde dicté la conferencia de la que estas líneas son una versión revisada (Congreso de Lectura de
Brasil, Campinas (Campinas, Brasil, julio de 2001).
93
por mí, quizá no le importa a nadie más que a nosotros. Pero cada vez pienso más que
está bien que los demás sepan que ese sentimiento existe en uno, que es un sentimiento
importante para la propia intimidad y cómo se constituye nuestro yo. Los otros no
tienen porqué sentir lo que uno siente. Pero a mi sí me gusta que se lo imaginen. Que se
imaginen lo que, de hecho, ellos mismos, quizá experimenten por sus propios amigos.
Esta última frase es un buen comienzo, aunque no sea la mejor frase del mundo:
imaginar lo que sentimos. Aunque resulta extraña. ¿Acaso no basta con sentirlo? ¿Para
Lo que esta breve frase contiene tiene algo que ver con la lectura, y con lo que, al menos
El filósofo Wittgenstein escribió en algún lugar que “para filosofar, hay que
descender hasta el caos primitivo y sentirse en él como en casa”. Esta breve cita fue
recogida por el ensayista y crítico literario George Steiner en su libro Presencias reales.
Esta obra de Steiner habla del encuentro con el arte: con la pintura, con la música, con
uno de esos encuentros. Cuando leí por primera vez su libro, y leí la cita de
Wittgenstein, recuerdo haberme preguntado qué hacía una cita como esa en un libro
como el de Steiner. Después lo entendí, al menos eso creo. Para filosofar, como para
para un encuentro directo con cada una de esas formas (libros, cuadros, sinfonías). Se
Lo que voy a decir sobre la lectura tiene que ver, de alguna manera, con el
descenso al caos primitivo, con un viaje hacia el desorden, allí donde la vida fluye
salvaje, caótica e intempestiva. Allí donde la distinción entre lo bello y lo horrible deja
donde el lector y donde el espectador tienen que abrirse, definitivamente, a todo lo que
Defenderé que el hombre es un animal que habla y que cuenta historias, pero que
junto a lo que dice con sus palabras transmite también lo que le resulta imposible decir:
el silencio o el vacío del que nace la palabra que pronuncia o que escribe en la blancura
del papel que otro lee. Así que toda lectura es también la lectura de un silencio, de los
espacios en blanco que separan las palabras. Defenderé también que el encuentro con
los libros y con los textos, con las formas culturales, artísticas y estéticas, no necesitan
sobre todo, es una erótica del arte: necesitamos aprender a ver más, a sentir más, a oír
más. Diré que mi idea de la lectura tiene más relación con una poética del leer que con
palabras y más allá de ellas. Diré que el fin de la lectura es que la lectura acabe y se
reinicie de nuevo, para que miremos con otros ojos a quien tenemos al lado. Trataré de
hacer como si... Es dar por real lo irreal, forjar realidad un sentimiento, tal vez una
un juego. El juego del escondite: esconder lo que se tiene para que no se vea: insisto,
disimularlo, disfrazarse, ¿acaso mentir? En este caso, imaginar lo que el otro siente sería
fingirlo en uno, traer para sí lo otro, mentir un sentimiento, mentir una pasión, mentir un
amor, mentir unos celos. Mentirse a sí mismo, y por eso disfrazarse del otro o de lo otro.
Imaginar es una ficción, y como tal es un disfraz, y por tanto es hacerse pasar por lo
Entonces, la cuestión es: ¿Acaso estamos para bromas y disfraces? ¿Qué nos mueve a
ocultarnos bajo el disfraz de lo que no sentimos? ¿Por qué soñar? ¿No nos basta con la
Uno podría responder muchas cosas a estas preguntas. Pero recuerdo ahora un
texto del primer volumen de El hombre sin atributos de Robert Musil -que se había
132
Musil, R. (2001) El hombre sin atributo, 1, Barcelona, Seix, Barral, pp.42-43.
96
Me pregunto si hay que imaginar para reaprender el sueño, para educar la mirada
y aprender a ver el acontecimiento y la experiencia que los hechos y los datos pretenden
ocultar. Los escritores, dice Cees Nooteboom, se inventan una realidad en la que no es
necesario que ellos mismos vivan, pero sobre la que sí ejercen un cierto poder. A lo
mejor se trata de eso: de que a través de la escritura (de ficción) nos inventamos una
realidad sobre la que ejercemos un poder y así suponemos que eliminamos el poder de
Pero, en el fondo, realidad y ficción van mucho más unidas de lo que, incluso,
también realidad. Y la lectura es un acto que tiene que ver con el fingimiento: parece
modalidad de tiempo.
imborrables. Pero ¿qué nos transmiten esas palabras? En principio, parece que nos
transmiten un cierto decir: Las palabras transmiten lo que ellas dicen. Y sin embargo
hay una “crisis” permanente de la palabra que no es fácil resolver. No me refiero sólo a
la crisis enunciada por G. Steiner, cuando dice que vivimos en una "era del epílogo"
unía la palabra y el mundo nombrado por ella. Me refiero a otra cosa, quizá relacionada
en parte con esto. Las palabras de los libros nos transmiten un decir y al mismo tiempo
palabras que describen una realidad inventada -por tanto inexistente, por tanto
97
imposible- y a la vez nos cuenta algo acerca de la invención de una realidad: de algo
Toda crisis de la palabra -en sí misma nacida para decir, para darse a luz y
expresarse, para ser comunicada- es de esta forma una tragedia, pues nacida para decir,
no comunica lo que quiere, lo que pretende. Parece nacida de su propia ausencia. Como
silencio, el punto del cual emerge, su nada. La palabra escrita en el libro o la palabra
verbal pretenden, con la ayuda de la intencionalidad del sujeto del discurso, transmitir lo
que pretenden pero, ¿cómo transmitir con justicia la vitalidad y la forma del silencio?133
silencio. Pero al mismo tiempo la legitimidad de éste queda cuestionado bajo ese mismo
enemigo del homo comunicans no es, en este contexto, el ruido, sino el silencio, con
una palabra que no reconoce como componente suyo su propia crisis, su imposibilidad
radical de comunicarlo todo, es decir, el silencio del que toda palabra emerge en el
fondo.
una suerte de erótica. Porque la erótica en el lenguaje es algo así como la suspensión de
escuchada, ser vista, ser tocada. Busca comunicar lo incomunicable: que el lector vea,
que mire, que escuche, que toque lo que hay y sienta entonces la vida. Esa vida que no
se puede encerrar en los libros pero de la que, al final, algunos libros parecen hablar.
misma imposibilidad: es la palabra imposible que convoca una imposible lectura. Pues
¿cómo leer el silencio, cómo hablar del silencio, cómo escuchar la ausencia de la
palabra? Suele decirse que nada puede pensarse allí donde nada pude hacerse ya. Por
de las primeras lecturas. Si dejamos de leer a los niños, si dejamos de contarles historias
magia de la narración: los enterramos en vida, les emparedamos en el vacío. Como dice
Steiner, si el niño se queda vacío de textos sufrirá una muerte prematura del corazón y
de la imaginación. Pero esta muerte también es la del adulto que un día ese mismo niño
sin conciencia adulta, construir un mundo a base de crear de nuevo cada sentido de un
ya creado e interpretado. Una posibilidad de mundo. Otro mundo posible. Pienso ahora
escuchar el silencio- cómo serán los silencios adultos –mis propios silencios, por
propio hijo, por ejemplo: su silencio lleno de voces y ruidos, diminutas, con un lenguaje
desarreglado, fuera de todo discurso. Le veo hablar, ¿pero le escucho de verdad?, ¿Le
oigo o más bien escucho la forma cómo él debería comunicarme sus palabras? Escucho
que escucho. Escucho mi intención puesta en él, pero no le siento a él: todavía no me he
sus muñecos vomitadas por el altavoz de su propia boca. Le miro y entonces percibo su
soledad y su silencio, elegidos por él, y me veo tratando de sacarle de la casa que se ha
construido para sí mismo. ¿Qué hacer? Otra vez se me ha colado ese maldito “debo...”
Quizá tenga que evocar otros momentos de silencio, muy personales, para tratar de
entender cómo será el silencio de los niños: por ejemplo el silencio de una infancia rota;
por ejemplo, el silencio de un niño que no sabe expresar su dolor intenso, sus miedos, su
terror, su falta de seguridad en el mundo. El silencio de un niño que no sabe cómo decir,
pero te dice: “Mira, tengo miedo del mundo, por eso me he fabricado uno para mí,
puede comunicar todo lo que pretende, o cuando el fin del lenguaje no es sólo la
comunicación, o cuando esta se puede suspender sin destruir la esencia del lenguaje y
interpretar no basta, cuando una hermenéutica no basta o cuando hay que detener la
compulsión a interpretarlo todo. Por último, hay crisis de la palabra, y esta crisis es la
condición misma de la palabra, cuando ésta, al ser pronunciada, nos transmite también
2. Erótica de la interpretación
Quiero proponer ahora una forma de relación lectora basada en una erótica de la
usar la propia razón de modo independiente, parece leer los textos en ausencia de los
prejuicios legados por la tradición. Su lectura es una primera lectura, una actividad
autoridad de los textos legados por la tradición y uno que se ha educado en un cierto
tradición de lecturas bien hechas y, en cierto modo, infrecuentes. Este lector parece
historia.135
La tesis aquí es: no hay lectura posible de un texto si no hay apertura plena al
texto, a lo que el texto nos puede decir, pero ésta parece depender de un cúmulo de
interpretaciones previas, que son la condición de una posible nueva interpretación del
135
Gadamer expresó esta idea del siguiente modo:“Mucho antes de que nosotros nos comprendamos a
nosotros mismos en la reflexión, nos estamos comprendiendo ya de una manera autoevidente en la
familia, la sociedad y el estado en que vivimos. La lente de la subjetividad es un espejo deformante.
La autorreflexión del individuo no es más que una chispa en la corriente de la vida histórica. Por eso
los prejuicios de un individuo son, mucho más que sus juicios, la realidad histórica de su
ser”.Gadamer, H-G. (1991) Verdad y método, Salamanca, Sígueme, p. 344.
101
sentido del texto. El que quiere comprender un texto, tiene que estar dispuesto a dejarse
decir algo por él. El lector hermeneuta, por tanto, lee bajo la doble premisa de que debe
comprensión del mundo y de sí mismo. Es un lector que ha leído más veces y que sabe
que ese texto que lee no es un texto que se ha leído por primera vez. Además, reconoce
trata de un ejercicio de control y de orden sobre la actividad del leer que vuelve su
a poner en práctica las reglas de una disciplina de la interpretación, sino con una
riesgo desactivada.
136
“Lo que se ha destacado a diferencia de los tiempos cambiantes y sus efímeros gustos (...) Es una
conciencia de lo permanente, de lo imperecedero, de un significado independiente de toda
circunstancia temporal, la que nos induce a llamar ‘clásico’ a algo; una especie de presente
intemporal que significa simultaneidad con cualquier presente”. Gadamer, H-G. (1991) Verdad y
método, ob. cit., p. 357
137
Steiner, G. (1998) Errata. El examen de una vida, Madrid, Siruela, p. 32
102
el lugar donde el lector queda protegido a la espera de la ayuda que una lectura
refugio construido a espaldas de la existencia, un sustituto de una vida cara a cara con
el mundo. Acaso habría aquí que pensar en lo que Oscar Wilde decía: “No existe eso
que se llama un libro moral o inmoral. Los libros están bien escritos, o mal escritos.
Eso es todo?”138 Estoy hablando, en definitiva, de un tipo de relación con el arte, con lo
que es el resultado de un ejercicio de arte, que busca ante todo la seguridad en vez del
parece basarse en el hecho de que la distancia que nos separa del pasado se ha ido
llenando cada vez de más teoría, como si fuese imposible relacionarse con el arte sin
movió a escribir en el año 1964 a Susan Sontag un ensayo que tituló “Contra la
a toda teoría, cuando el arte no se veía obligado a justificarse o cuando no era necesario
preguntarse qué decía la obra de arte pues se sabía (o se creía saber) que algo decía. Su
138
Wilde, O. (2001) El cuadro de Dorian Gray, Madrid, Cátedra, p. 81.
103
tesis es que el abuso de la idea del contenido en la obra de arte comporta un proyecto de
interpretación, siempre inacabado, sostenido por la idea de que existe algo así como un
establecida como canónica, lo que en realidad hacemos es alterar la pureza original del
significados que le preexisten, perdiendo así la dimensión de una poética del leer,
donde el sentido se inventa en cada lectura y en cada lector. Esa forma moderna de
comprender el arte contrasta con esas otras expresiones en las que se busca restablecer
texto coloque juntos la palabra y sus silencios con el propósito de recuperar nuestros
sentidos. No se trata de una hermenéutica, sino que lo que necesitamos es una erótica
del arte: “Debemos aprender a ver más, a oír, más, a sentir, más”.141
silencio de donde emergen las palabras que contiene, entonces de lo que se trata es de
otra cosa. Se trata, quizá, de hacer del comentario del arte y del libro una experiencia en
la que el trato con las obras, así como el trato con nuestra propia experiencia de vida,
139
El ensayo que cito está incluido en: Sontag, S. (1996) Contra la interpretación, Madrid, Alfaguara, p.
27. Por interpretación, Sontag entiende “ un acto consciente de la mente que ilustra un cierto código,
unas ciertas ‘reglas’ de interpretación” (p. 28).
140
Sontag, S. (1996) Contra la interpretación, ob. cit., p. 31.
141
Sontag, S. (1996) Contra la interpretación, ob. cit., p. 39.
104
fuese más, y no menos, real: mostrar cómo es o que es, y no sólo mostrar qué significa.
desierto del libro. El lugar, como decía E. Jabès, en el que se supone que todo es
posible a través de una palabra que, aparentemente dominada, al fin no es más que el
“Esta blancura, este silencio, son nuestro espejo más puro. La palabra a la que
interrogamos nos interroga a su vez. Somos, de repente, el desgarro del libro, su
esperanza y su desamparo, descuartizado por nuestras contradicciones, por
nuestra imposibilidad de ser”.142
a interpretarlo, a llenar sus silencios con nuestros comentarios. Al final, lo que queda
comentado es el libro en sus palabras, pero no en sus silencios, en sus vacíos, en sus
ausencias. Y sin embargo, cuando intentamos este ejercicio, cuando nos embarcamos
en la labor de ir a las palabras que están más allá de las palabras, entonces lo que
secretos.
tradición judía de la relación con el libro se ha dicho que "el único criterio de una
de ser fecunda, entonces nuestra relación con el libro ha de ser tal que admita la
En esta relación lo que aprendemos es una erótica del arte, como la denomina
natural del lenguaje y de las palabras que comunica el texto. Supone el increíble
de que necesitamos también hacer un silencio profundo, pero inquieto, antes del inicio
de la lectura y del trato con lo otro, porque la cruz del comenzar es siempre síntoma de
justo es, justamente, ese momento en que, desnudos, nos presentamos con nuestro
corazón ante la Nada y solos nos dejamos golpear por el silencio. El silencio: “la
Luis Borges decía que la lectura se parecía al sabor de una manzana.144 El sabor no se
No hay sabor sin boca dispuesta a morder y sin manzana disponible para ser mordida. A
los besos les pasa igual: necesitan dos labios capaces de encontrarse en su trayectoria..
144
Borges, J.L. (2001) Arte poética, Barcelona, Crítica, pp. 17-18.
106
Quiero seguirle la pista a esa idea del “encuentro” para pensar ahora acerca de la
lectura y de la palabra y de lo que ambas nos aportan o pueden ofrecer como humano.146
lectura) es una buena pista para repensar la idea de lo que significa leer en un contexto
alumno o, más generalmente, entre un adulto y un joven que se reúnen con un propósito
más o menos educativo es, ni más ni menos, una relación cara a cara que puede ser para
el más joven, pero también pare el menos joven, algo humanamente apasionante. Y aquí
lo de menos es que haya o no libros. Si los hay, y son los mejores, pues bien. Pero
puede haber otra clase de textos. Lo que en cualquier caso puede llegar a darse es un
encuentro lector, una relación de lectura entre ambos mediada por alguna clase de texto,
Tiene que haber un encuentro o momento justo, un cara a cara, una cierta
transmisión que no vaya condicionada por la idea de que lo natural es que cuando se
humana. Esto no significa que tras ese encuentro uno se quede como estaba. A veces
ocurre, y yo pienso que es bueno que ocurra, que tras esa relación cara a cara mediada
145
Como dice Jenaro Talens: “No hay objeto cultural sin alguien que lo consuma. Un poema no existe
sin un lector; una canción, sin un auditorio; un film o una obra de teatro, sin un espectador. Ello es lo
que nos obliga a insertarnos en la historia de las formas y estilos, y de su evolución”. Talens, J.
(2000) El sujeto vacío, Madrid, Cátedra, p. 13.
146
No quiero sostener que más lectura y, sobre todo, una lectura mejor tiene como fin natural arreglar
los problemas de la humanidad. No defiendo una posición humanista al estilo clásico. Más bien lo
que deseo decir es que el fin de la lectura es que el lector deje de leer y mire a quien tiene al lado. En
todo caso, de defender algo, lo que defiendo es la necesidad de seguir leyendo, no para reivindicar un
concepto caduco de humanismo, fundado, como en el caso de la idea del progreso moderno, en una
suerte de mito monoteísta, sino para ser capaces de seguir narrando muchas historias. Creo que la
lectura nos ayuda a entender en qué consiste vivir en un “mundo narrado” repleto de múltiples
historias y mitos, nos ayuda, en definitiva, a salir de la red monomítica de la que habla Marquard.
Marquard, O. (2000) “Elogio del politeísmo. Sobre monomiticidad y polimiticidad”, en Adiós a los
principios, ob. cit., pp. 99-123.
107
misma persona: algo ha cambiado en ellos como consecuencia de lo que les ha ocurrido.
¿A qué lugar puede aspirar a llegar el que escribe libros o poemas, el que pinta cuadros
o esculpe, el que compone música o dirige buenas películas u obras de teatro? A una
pregunta de este tipo ha respondido Anne Michaels algo acerca de lo cual estoy de
acuerdo: “Por una parte escribo para aprender a vivir mejor, para ser una persona mejor.
El otro motivo es más sentimental: una parte de mí espera que el lector detenga la
lectura y dirija su cabeza hacia aquellos que ama, y los contemple con una mirada
nueva.”
Este segundo motivo es un deseo personal muy sentimental que es difícil saber
cómo trasladarlo a los otros, cómo generalizarlo. Lo cierto es: el fin de la lectura es que
de la lectura es quizá dejar de leer y empezar a vivir de otro modo. Quiero tratar de
alumno, tienen, por así decir, que profesar una fe común en algo. Claudio Magris147
Troski y de Stalin, según el cual Rabbi Meir, ortodoxo judío, paseando un sábado con
del camino que durante los sábados tiene prohibido el judío piadoso franquear.
le detiene diciéndole que volviera atrás, porque ese era su límite y no debía ir más allá
para seguirle.
147
Magris, C. (2001) “Maestros y alumnos”, en Utopía y desencanto, Barcelona, Anagrama, pp. 39-42.
108
Reflexionado sobre esta historia dice Magris que maestro y alumno no profesan
segundo tanto una verdad teológica o filosófica sino el ejemplo vivo de cómo se busca.
piense lo que él piensa o cómo él lo hace, sino, quizá, que piense por sí mismo.
sábado en el que sin embargo él mismo no cree. El maestro: o el gran hereje, el que no
empuja a los demás hacia caminos que éstos no serán capaces de recorrer: “Maestro es
fácilmente patético; dejará de serlo cuando se dé cuenta de que no podrá ser jamás
Sócrates, sino, todo lo más, uno de sus interlocutores que al final se sienten refutados,
pero enriquecidos”148.
conversar. Practican una conversación que se inició antes que ellos naciesen. Sus voces
plurales y distintas se dejan oír en una conversación que sigue dentro de ellos una vez
que se han separado y dejan de estar juntos. El maestro da una palabra que el alumno
transformarla más allá de sus posibilidades, hasta que pueda situarse superando el límite
que ninguna otra letra del alfabeto puede sobrepasar. Pero eso lo puede hacer el alumno
a solas y por sí mismo. Propiamente, el maestro no invita a otra cosa que no sea la
148
Magris, C. (2001) “Maestros y alumnos”, ob. cit., p. 42.
109
posibilidad de ser el que se es como comienzo, como inicio, como novedad que crea el
mundo de nuevo.
quizá algo más profundamente en que consiste vivir y morir. Y aprender aquí es como
leer: no es encontrarse uno más hermoso, dice Finkielkraut, sino comprender mejor la
vida y la muerte149. Al leer, el lector se encuentra con el libro escrito, muchas veces, por
quien ya no está, por una ausencia que renace y nos visita en el encuentro que es la
tiempo finito en el que todo se comienza y se termina, pero en cuyo arco se puede
que somos herederos, aunque nuestra herencia nos haya sido legada sin ningún
testamento, como decía René Char. Es la herencia cuya ley se encuentra en las tablas no
escritas de los dioses, las mismas que Antígona observó en contra de la ley del
Somos herederos, y eso significa que no nos relacionamos sólo con nuestros
contemporáneos, sino con los que ya no están. Nos relacionamos con los ausentes y,
más allá de nuestro presente, podemos pensar en los que vendrán, en los no nacidos.
puesto que los libros destronan, en ese acto de leer, al Libro”150. El lector ensimismado
en la lectura cubre su rostro con otro ser y se vuelve irreconocible para los que le
en su lectura, con los poetas, si entre sus manos sostiene al fantasma de Homero.
149
Finkielkraut, A. (2001) La ingratitud, Barcelona, Anagrama, p. 154.
150
Finkielkraut, A. (2001) La ingratitud, ob. cit., p. 155.
110
abrirse sin defenderse a sí mismo contra el libro que sostiene, que no es el mismo. Por
que hay libros cuya alteridad duele en la misma medida que tambalean todas nuestras
abismo. En esa lectura abrimos las puertas de nuestra casa a una horda de rebeldes que
El lector que lee, como dice Rilke151, con el “rostro alterado”, puede en algún
y renacer a partir de ese vacío en busca de otra cosa. Lograr lo imposible es quedarse
impasible y admirado ante el milagro del propio renacimiento: verse a sí mismo nacer.
Una lectura imposible es, pues, una leer renacido, es la lectura que se crea a sí misma, o
lo que es lo mismo: la lectura que no se fabrica o la que sigue unas normas o unas reglas
fijas previamente dadas. Esa lectura imposible no consiste en lo que al leer se fabrica,
sino que se trata más bien de un leer en el que el lector se inventa a partir de un
En ese encuentro, el lector renace y siente directamente el mundo que lee. Como decía
Pessoa: “Y todo lo que se siente directamente trae palabras nuevas”. Entonces el leer no
es una técnica ni tampoco sólo una hermenéutica, un ejercicio en el que el lector debe
este sentido, las críticas que hoy se escuchan acerca del bajo nivel de lectura de los
151
Aludo al poema “El lector”, de Rilke. Ver: Rilke, R.M. (1999) Nuevos Poemas, II, Madrid,
Hiperión, p. 229
111
alter ego de Michel Foucault, a su joven amante: “Yo pido a los hombres lo mismo que
pido a los textos de ficción, petit: que sean abiertos, que contengan en sí la posibilidad
depende de una apertura al mundo y de una práctica casi imposible del silencio: porque
estar solo la mayor parte del día significa que podemos estar en disposición de escuchar
ritmos diferentes que no determinan las otras personas. La lectura imposible que
escucha el ritmo de las palabras nacidas del silencio, al mismo tiempo que nos distancia
del dolor del mundo que a veces podemos llegar a sentir, nos ayuda a crear formas a
Antes decía que el lector puede formar sociedad de amistad con los muertos a los
que lee. Eso es cierto. Pero sobre todo es cierto que el lector no tiene más remedio que
ya estaba ahí antes de nuestra llegada y que seguirá tras nuestra partida a otro lugar, es
que podemos llegar a aceptar el hecho de que los muertos pueden discutir nuestra
palabra -y por eso los leemos- lo mismo que los que nos rodean y todavía nos
acompañan. Leemos para aprender a ser mortales y finitos: para vivir y para morir. Y
también para renacer. Leemos y con ese simple acto nos ponemos en contacto con todos
los que nos precedieron, para tal vez reconocer una deuda:
“La deuda: lo que se debe a ellos, célebres o desconocidos, que nos han precedido,
que, de una u otra manera, han enriquecido nuestros días desviándonos de un
trance difícil, que han encontrado espacios de inteligencia que podemos seguir
ofreciéndonos la ilusión de creer que nos parecemos a ellos. Es a ellos a los que se
152
Duncker, P. (1998) A sombra de Foucault, Lisboa, Gradiva, p. 96.
112
debe mirar, testamentarios mudos, mártires o vividores, aquellos que han empujado
su vida ante las exigencias de un azar imprevisto y han resistido ante la entropía
impasible, una panoplia de saber-vivir y de saber-morir, resistentes al malestar
cotidiano que, en fin, pese a todas las guerras del cuerpo y el espíritu, han
permitido que se respire mejor, aliviando el peso de vivir.”153
posible, y es humano. Y también es bastante probable que podamos parirnos del todo si
aceptamos proseguir, confiados en esa deuda y esa promesa, una conversación, una en
la que muchas voces participan. Frente a quienes creen que la expresión humana se hace
de un solo modo, Michael Oakeshott defendió hace mucho una idea bastante sencilla y
Otras no, pero también se pueden pervertir. Algunas de estas voces son más
conversables que otras. Y hay algunas que saben combinar muy bien la tensión entre la
seriedad y el espíritu de juego. Oakeshott lo dice muy bien: “Como ocurre con los
vuelto insulsa y aburrida, quizá por haber perdido de vista esta tensión, entonces a lo
mejor lo que hay que hacer es considerar que hay otras voces recuperables y
153
Simon, Y. (2003) Le manufactures des rêves, París, Grasset, p. 253.
154
Oakeshott, M. (2000) “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”, en El racionalismo
en la política y otros ensayos, México. F.C.E., p. 499.
155
Oakeshott, M. (2000) “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”, en El racionalismo
en la política y otros ensayos, ob. cit., p. 451.
113
francamente conversables para que semejante conversación nos vuelva a atrapar y nos
inquiete. Una de esas voces es la del poeta. La voz de la poesía no nos dice cómo
tenemos que vivir, por eso es conversable y es libre. Es, su presencia, como una visita
inesperada: “La poesía es una especie de holgazanería, un sueño dentro del sueño de la
vida, una flor silvestre plantada en medio de nuestro trigo”.156 Es la otra voz, que decía
Octavio Paz.
característico de ello es el de aquellos que, como el propio Celan, intentan hablar de una
que Blanchot denominó, precisamente, “escritura del desastre”. Y es que, como dijo
Una lectura instalada en la mirada poética es, entonces, la del lector que sabe que
las palabras esconden mucho más de lo que dicen, porque esas palabras no se
para una lectura en el fondo imposible. Sólo si el testigo ha sabido captar el momento
justo, lo poético de la situación vivida, permitirá el relato una poética de la lectura, una
testigos, los que ya no están. Así que el lenguaje apropiado para dar cuenta del silencio
156
Oakeshott, M. (2000) “La voz de la poesía en la conversación de la humanidad”, en El racionalismo
en la política y otros ensayos, ob. cit., p. 493.
114
del que sobrevivió puede expresar lo que hubiese dicho el ausente ni las palabras de éste
están entre nosotros. El “lenguaje de nadie” es, por tanto, no una lengua inexistente,
Quiero terminar este capítulo dedicando unas líneas a la relación entre palabra y
silencio en el marco de los encuentros pedagógicos, en los cuales verdad del discurso y
alteridad, una relación basada en la palabra donde lo que se dice importa tanto como lo
discursos que aspiran a ser verdaderos. Pero, además, existe una relación previa entre
los sujetos de dicha relación y la verdad a la que aspiran sus respectivos discursos.
Podría plantearse esta relación entre sujeto, discurso y verdad como un impulso que
busca una cierta veracidad en el marco de una relación tan asimétrica como es la
de la verdad.158
Señalaba Foucault que la ascesis tiene como función principal establecer un lazo
de unión entre la verdad y el sujeto lo más sólido posible, de modo que se permita el
acceso a un discurso verdadero para mantenerlo bajo el propio control, de modo que
157
Sigo aquí básicamente a Foucault, M. (2001) L’Herméneutique du Sujet, Cours au Collège de France,
1981-1982, París, Gallimard, Lecciones del 10 de marzo de 1982, pp. 355 y sigs.
158
Cfr. Gros, F. (2002) “La parrhêsia chez Foucault (1982-1984)”, en Gross, F. (coor.) Foucault. Le
courage de la vérité, París, PUF, pp. 155-166.
115
el “saber del mundo”, la ascesis el “saber del sujeto”. Se trata de una suerte de saber
ejercicios a través de los cuales el sujeto realiza sobre sí mismo las transformaciones
necesarias para acceder a la verdad. Para acceder a la verdad se necesita hacer algo
sobre uno mismo (una transformación). Pero se trata de la verdad no como aquello
prefijado que existe ya con independencia de lo que haga el sujeto sobre sí mismo, sino
de la verdad que sólo podemos alcanzar tras las transformaciones que son necesarias
realizar sobre nosotros mismos. A través de tales prácticas y ejercicios el sujeto hace
menos una renuncia de sí mismo que una forma de lograr, de explorar, de indagar algo
por uno mismo, en libertad. No resta, sino que enriquece, y sirve como preparación para
un futuro incierto, para poder resistir a lo que venga. En eso consiste la formación
No se toma a sí mismo como enemigo o como contrario, sino que es un luchador que se
Desde este punto de vista, la ascesis tiene como misión constituir al sujeto en
utilizarlos como equipamiento de sus vidas. Estamos planteando toda una problemática
educador como mediador del deseo por la transformación. En este sentido, como sugiere
Foucault, sólo si planteamos las cosas desde el punto de vista del maestro -aquél que
116
debe pronunciar las palabras verdaderas- nos encontramos con el problema del decir:
qué decir, cómo decirlo, según qué reglas, técnicas, procedimientos y principios éticos.
Pero mientras se mantenga que es el maestro el que tiene la palabra, el que toma la
perspectiva del discípulo, porque lo que a este se le impone es la escucha y, por tanto,
un cierto silencio: “Un determinado tipo de silencio organizado que obedecía a un cierto
atención, es decir, una técnica y una ética del silencio, de la escucha, de la lectura y de
la escritura que constituyen toda una serie de ejercicios de subjetivación del discurso
verdadero.”159
hace que se diga lo que hay que decir, cómo se quiere decir, cuándo se quiere decir y
bajo la forma que se considera apropiada. Es una libertad de habla, por tanto una
palabra libre o una libertad de palabra, y un hablar franco, sin trabas ni constricciones
trata no tanto del contenido de la verdad como de las reglas de prudencia y habilidad
159
Foucault, M. (2001) L’Herméneutique du Sujet, ob. cit. p. 358.
160
Parrhêsia, significa un franc parler, es decir: un hablar franco, decirlo todo, decir la verdad. Ver:
Schmid, W. (2002) En busca de un nuevo arte de vivir, Valencia, Pre-Textos, pp. 58 y sigs.
117
otro, señalaba Foucault, (se) ejerce sobre él sin duda una influencia, pero esta apertura
Esta palabra franca no sólo es un componente esencial del “arte de uno mismo”, sino
también una característica central del éthos político. Se trata entonces de un ejercicio a
responde a la receptividad del otro con un discurso verdadero y franco. Para ello es
necesario que la presencia del que habla se perciba en lo que dice. Es necesario que la
realmente se vive: decir lo que se piensa, pensar lo que se dice, hacer que el lenguaje se
compromiso ético con la verdad que hace que el sujeto de la enunciación (del discurso)
restricciones institucionales que hacen que sobre la palabra y los discursos pesen ciertos
palabra, el sujeto y el mundo. Estas ideas son esenciales para la pedagogía. Y Foucault
propio ser. La relación psicagógica, por así llamarla, lo que hace es custodiar las
contexto, quien tiene que someterse a las reglas de la parrhêsia no es el discípulo, sino
sobre todo el maestro, que es el que pronuncia el discurso que aspira a ser verdadero.
Las obligaciones éticas con respecto a la verdad del discurso, con respecto a la
Cuidar de sí, cuando la verdad deja de tener que ver con la veracidad, la
franqueza y la libertad de las palabras, y por tanto con las transformaciones en uno,
equivale, en parte tener que verse a uno mismo como enemigo, como alguien sobre el
cual se debe ejercer una violencia permanente. En esta mutación desde la psicagogía
un hablar franco, es decir, debe decirlo todo, sin ocultar nada, debe decir la verdad de sí
mismo, aunque no quiera, porque sólo así será capaz de transformarse a sí mismo. Pero
debe decirlo todo para que el maestro pueda llegar a saber, de lo que dice, qué es lo que
debe callar en el futuro, qué es lo condenable y lo que no lo es. Hay al mismo tiempo en
una imposición del silencio, una política del silencio pedagógico, la imposición de un
una transformación personal que implica un cuidado de sí, donde el sujeto no se concibe
a sí mismo como su propio enemigo, sino como una fuente de riqueza, encontramos que
haber disociación entre habla y conducta, se puede creer estar “en posesión de la
pactado con la barbarie, por ejemplo. Hay una desvinculación entre lo privado y lo
público, de forma tal que lo que se expresa a otros en nada tiene por qué corresponderse
con la verdad de uno mismo. Por otra parte, cuando la ética de la verdad deja de ser un
compromiso que obliga al sujeto de la enunciación del discurso verdadero (el maestro),
y pasa a ser una obligación del discípulo, el receptor de ese discurso, entonces asistimos
de ser transparente al otro) y la política del silencio (decirlo todo para aceptar que hay
cosas que no deben ser dichas nunca más, que deben olvidarse, palabras que hay que
condenar).
comunicarse161, también puede ser una imposición que condena al otro al mutismo, es
franco y veraz, sin tapujos. En esta última modalidad nos encontramos con lo que David
Le Breton llama “políticas del silencio”: “El silencio puede manifestar una oposición si
contra una situación. Pero esta opción de callarse se desvanece cuando la sociedad
a la soledad.”162
161
Cfr. Sontag, S. (2002) “La estética del silencio”, en Estilos radicales, Madrid, Suma de Letras, p. 18.
162
Le Breton, D. (2001) El silencio, ob. cit., p. 9. Actualmente, quien mejor está trabajando en los
últimos años esta expresión es Eugénia Vilela.
120
Capítulo 4
POÉTICA DE LA MIRADA.
EL OJO IMPOSIBLE
mirada: “Los ojos son los ejemplos orgánicos de la filosofía, su enigma estriba en que
no sólo pueden ver, sino que también son capaces de ver al ver.”163 Entre lo que ocurre y
puede ser visto y mirado, y las palabras que quieren decir lo percibido, a veces existe un
apenas se puede decir y nos deja mudos, sólo contamos con el arte, con la imaginación
y con el deseo de una mirada distinta capaz de hacernos ver en nuestro presente lo que
nos resulta del todo invisible. El ojo, aquí, es la fuente de lo que podemos llegar a saber,
la fuente del sentido de lo que ocurrió y no hemos vivido. Esta mirada que todavía
163
Sloterdijk, P. (2003) Crítica de la razón cínica, Madrid, Siruela, p. 233.
121
El acto de ver puede ser una actividad patética o una actividad poética. Cada vez
que nos mostramos, deseamos ser vistos y confirmados plenamente en nuestra presencia
ante los demás. Pero hay miradas que nos reducen, que nos someten y que nos
talla. En este mirar, el ojo que nos mira no implica gloria, sino vergüenza. Pero hay
modos de ver a los demás en los que la visión, en vez de avergonzar, deja ser al otro en
lo que es. Es una mirada que se desliza en el silencio. Quiero sugerir que esa mirada
necesita que la memoria excesiva calle en su ruido para permitir el silencio y la escucha
de una mirada poética. Esta mirada es, creo, una forma de mirada infantil, esto es,
demoníaco de delirio por la pureza que, para lograrla, somete al objeto a una violencia
infinita, o lo destila, como en el caso del agua, sucesivas veces para eliminar sus
impurezas. En este sentido, la pureza es algo contra natura: lo que resulta de violentar
la naturaleza, que nos viene como nos viene. Recordemos los casos de esta no tan rara
resultado de estos procesos que buscan la “pureza” se llama destrucción y muerte. Pero
niño y el débil mental. Ellos son ajenos al mal.”165 Cada vez que, como adultos,
anhelamos ese estado de inocencia, lo que hacemos es fijarnos como ideal un estado de
164
Foucault, M. (1999) El nacimiento de la clínica, México, Siglo XXI, p.155.
165
Tournier, M. (2001) El espejo de las ideas, Barcelona, El Acantilado, p. 154.
122
transparencia divina.
De nuevo aquí el recurso a lo poético es casi la única vía para una recuperación de
la infancia en nosotros, tanto en la mente como en el ojo. Hay una especie de mirada
crepuscular, por tanto inicial, una mirada que trata de ser matinal, que procura o desea
“matizar” en parte la angustia existencial que proviene del acecho de la nada. Pero se
trata de una mirada que no niega en absoluto la muerte. Más bien la anticipa con el
objeto de amar más la vida y degustar esa belleza del mundo. Esa mirada y esa vida
instalada en esa mirada -tan difícil de todos modos- experimenta la vida “muriendo”
desde un carpe diem. En esa vida vamos sabiendo que tras cada aparente final existe la
experiencia compromete la mirada, porque “es cierto que el mundo es lo que vemos y,
sin embargo, tenemos que aprender a verlo”168, decía Merleau-Ponty. Aprender a ver:
posesionarnos de esa visión, decir lo que es ver y lo que es nosotros viendo, y “hacer,
por lo tanto, como si no supiéramos nada, como si tuviéramos que aprenderlo todo.”169
Aprender a ver, por tanto, y entender que mirar es despertar al mundo del que somos
parte.
166
Tournier, M. (2001) El espejo de las ideas, ob. cit., p. 154. Pero el logro de ese estado de infancia -
que siempre pasa por la forma como miramos al mundo- es, cada vez más, un “improbable milagro”,
porque es ya casi imposible retirar del ojo toda la “violencia técnica” que nos inunda, que orienta al
ojo en una dirección nada infantil sobre el mundo: “El gran drama del ojo es que no puede comunicar
sino muy débilmente un lenguaje de mirada a mirada”, dice Ferrer, C. (2000) Mal de ojo. Crítica
dela violencia técnica, Barcelona, Octaedro, p. 103.
167
Es la mirada que José Luis Gómez Toré encuentra en la poética de Francisco Brines. Ver su
excelente ensayo: Gómez Toré, J.L. (2002) La mirada elegíaca. El espacio y la memoria en la poesía
de Francisco Brines, Valencia, Pre-Textos, pp.13-25.
168
Merleau-Ponty, M. (1966) Lo visible y lo invisible, Barcelona, Seix Barral, p. 20
169
Merleau-Ponty, M. (1966) Lo visible y lo invisible, ob. cit., p. 20
123
los tres niveles de la realidad. El primer nivel está constituido por las formas ideales
objetos visibles (fenómenos), que no son otra cosa que el reflejo de las formas ideales.
Y, por último, las imágenes, dentro de las cuales las “artes miméticas” ocupan un lugar
destacado, y que toman como modelo una realidad que no es sino “copia” de otra
realidad más genuina. Para Platón, el arte “imita” las imágenes, y éstas se encuentran
alejadas del auténtico ser. De este modo, el artista parece “fingir” -mentir, disimular- la
versión platónica, es un imitador de imágenes, no entiende nada del Ser, sólo conoce y
para llegar a descubrir la idea que se esconde tras ellas y tras los reflejos del mundo.
Más con su condena del valor imitativo de las artes, se desliza un desprecio de la
puede ser considerada como una forma de conocimiento genuino del mundo, tesis que,
como se sabe, contrasta con la de Aristóteles, para quien la mímesis reflejaba una
tendencia natural del individuo hacia la imitación del mundo: “La mímesis -dice Ángel
170
Quintana, A. (2003) Fábulas de lo visible, Barcelona, El Acantilado, p. 47.
124
formarse un punto de vista sobre el mundo, una colocación del hombre, como ser entre
otros seres que ven y son vistos, que aparecen, desde un punto de vista que es mi punto
En La vida del espíritu Hannah Arendt desarrolla esta idea del valor de la
superficie frente a las tesis platónicas que, muy resumidamente, acabo de exponer.
Todas las cosas que abarca el mundo donde nacen los seres humanos comparten el rasgo
común de que aparecen, es decir, de que son visibles. Arendt es fiel aquí a Merleau-
Ponty. Y esto significa que pueden ser vistas, oídas, tocadas, olidas, percibidas por seres
humanos con órganos apropiados para ello. El mundo al que llegamos por el nacimiento
tiene una naturaleza fenoménica. Y esto supone que las cosas no simplemente están ahí,
sino que aparecen, es decir, se nos muestran y tienen significado para la percepción -
porque son un cuerpo, como nosotros. Tienen significado para la mirada y para los
sentidos. “En este mundo al que llegamos, procedentes de ningún lugar, y del que
Nada ni nadie en este mundo posee, entonces, una existencia, como actor, que no
en que aparece: lo que es está destinado, por el mero hecho de existir como cuerpo, a ser
visto y percibido por alguien. Estar vivo es vivir y existir en un mundo que ya estaba
antes de la llegada y que seguirá tras la partida. Es lo que permanece entre la ausencia
primera y la última desaparición: “Estar vivo significa estar movido por una necesidad
de mostrarse que en cada uno se corresponde con su capacidad para aparecer. Los seres
171
Arendt, H. (2002) La vida del espíritu, Barcelona, Paidós, p. 43.
125
Pero aparecer significa también parecerle algo a alguien, “parecer” que cambia
según el punto de vista de cada uno. “Todo objeto que aparece adquiere, en virtud de su
propia condición para aparecer, una suerte de disfraz que puede, pero no tiene por qué,
ocultarlo o desfigurarlo.”173 Porque aparecemos con una forma, y somos esa forma,
forma que nunca es del todo permanente e invariable, podemos transformarnos. Por el
hecho de aparecer y desaparecer, por el hecho de llegar y de partir, somos del mundo, y
no sólo estamos en él. Y porque estamos destinados a ser vistos, oídos, tocados, olidos y
asigne la capacidad de ver lo invisible, es decir, lo que se esconde tras las apariencias, y
en la medida que la auténtica verdad de las cosas siempre sea una Idea que se esconde
tras las apariencias, pensar ya no significará una actividad que se ejerce mientras se
filosofía no será lo que nos enseñe a ver mejor justamente lo que vemos, es decir, lo que
tenemos delante por el mero hecho de mostrársenos como cuerpo. Este valor conferido a
lo que se esconde tras las apariencias, esta idea de que la auténtica realidad es lo más
según la cual la causa ostenta mayor rango de verdad y realidad que el efecto: una de las
más antiguas y tercas falacias metafísicas. Como decía Merleau-Ponty: “La filosofía no
172
Arendt, H. (2002) La vida del espíritu, ob. cit., p. 45.
173
Arendt, H. (2002) La vida del espíritu, ob. cit., p. 46.
126
verbal del mundo que vemos (...) Lo que quiere es que se expresen las cosas misma
Del análisis de Arendt se sigue que todo el proceso vital existe en función de las
apariencias y del valor que puede darse a la superficie: “Desde el momento en que
vivimos en un mundo que aparece, ¿no resulta más acertado que lo relevante y
que todos los muertos y desaparecidos, ocultados, escondidos buscan salir de las
sombras. Todo lo que puede ver desea ser visto, todo lo que puede oír emite sonidos
para ser escuchado, todo lo que puede tocar se muestra y se expone para ser tocado.
Porque todo lo que está vivo, todo lo que existe, siente una necesidad propia de
las apariencias y por eso somos vistos y vemos; y por ello nos expresamos, y lo que
propia piel, sino en la piel del mundo. Berger expresa esta misma idea así: “Poco
después de poder ver somos conscientes de que también nosotros podemos ser vistos. El
ojo del otro se combina con nuestro ojo para dar plena credibilidad al hecho de que
experiencia del tiempo, una visión del “presente del presente”. El tiempo es pasado,
presente y futuro. Pero cada coordenada del tiempo tiene su actualidad o su “presente”.
Así, el presente del pasado es la memoria, el presente del futuro la espera y el presente
174
Merleau-Ponty, M. (1966) Lo visible y lo invisible, ob. cit., p. 20.
175
Arendt, H. (2002) La vida del espíritu, ob. cit., p. 51.
176
Berger, J. (2000) Modos de ver, Barcelona, Gustavo Gili, p. 15.
127
una especie de vigilancia considerada. Según esto, una “ética de la mirada” sería una
atención cuidadosa del presente como lo actual, como lo que es y existe, como lo que se
muestra, se expresa y se exhibe. Mirar es una forma de cuidar del presente, una manera
de prestar atención y de poner bajo guarda lo que hay nos preocupa, pero por ello
excesiva. Se trata del peligro de agrandar nuestro ojo para que, de modo panóptico, todo
Francisco de Goya tituló uno de sus grabados así: “No se puede mirar”. Que algo
“no se pueda mirar” puede significar varias cosas. Por ejemplo, que lo contemplado sea
tan horrible que la mirada, para protegerse, escape de cualquier tipo de contemplación
de lo horrible. En ese caso, puesto que ese mirar es inadecuado, o tal vez insoportable,
optamos por narrar. Si no se puede mirar, entonces lo único que nos queda es el
ejercicio del testimonio, los relatos, las crónicas, las historias vividas en las situaciones
extremas.
del mundo que capturan las cámaras fotográficas, que si bien la fotografía implica que
sabemos algo acerca del mundo cuando aceptamos lo que las fotografías nos muestran,
narrativo puede permitirnos comprender”.177 A pesar de todo, existe una mirada que,
cuidando de lo que ve, al mismo tiempo que mira también narra y ofrece un testimonio.
Se trata de una mirada que es, a la vez, original, sorprendida y poética. Esta “mirada
177
Sontag, S. (1996) Sobre la fotografía, Barcelona, Edhasa, p. 33.
128
original” supone una visión que, por decirlo con Merleau-Ponty, ve siempre desde
alguna parte pero sin encerrarse del todo en su perspectiva: “Ver es entrar en un
detrás de los demás o detrás de mí. En otros términos, mirar un objeto, es venir a
caso de la mirada, es lo ilimitado, lo abierto. Todo mirar requiere una “presencia”: algo
que puede verse. Pero toda presencia tiene dos caras: lo visible y lo que no se ve, lo
escondido, su cara sombreada. Y es esta cara oculta, lo escondido, lo que tiene un poder
de atracción sobre la mirada. La ausencia, lo ausente tiene más poder que lo presente.
Esa ausencia tiene que ver tanto con lo que fue y ya no está como con lo que “estando”
se oculta a la mirada, lo que no se deja ver. Aquí, lo ausente a la vista, pero presente
como entidad, es lo que fascina, y como dice Starobinsky “estar fascinado es el colmo
evidente que toda imagen encarna un modo de ver determinado, un punto de vista un
“parecer”, como decíamos antes. Incluso las fotografías, ya que nunca son un mero
registro mecánico. De algún modo, pues, las fotografías buscan evocar la apariencia de
algo ausente, buscan ofrecer un testimonio de lo que ya no está. Hay una relación entre
las imágenes capturadas por la fotografía y el tiempo, pues somos conscientes de que
con el transcurrir del tiempo nos llenamos de pasado y tendemos a registrar lo vivido
para coleccionar, por así decir, la memoria. Toda fotografía aísla apariencias
178
Merleau-Ponty, M. (1997) Fenomenología de la percepción, Barcelona, Península, p. 88.
179
Starobisky, J. (2002) El ojo vivo, Valladolid, Cuatro Ediciones, p. 10.
129
la experiencia visual, pues lo que vemos depende del lugar en el que nos situamos al
significar algo muy distinto para ellos.”180 Pero al mismo tiempo, las fotografías son
víctimas de una particular retórica, sobre todo las fotografías de una guerra. Como dice
Sontag, ellas reiteran, simplifican, agitan, crean la ilusión de una conciencia del dolor.181
Mirar es guardar. En francés garder. Una visión orientada, cuya raíz designa no
parece asociarse a una visión dirigida hacia algún punto, y también “volver a tomar bajo
guardia o custodia.”182 Mirar es, entonces, tener cuidado, guardar, tener miramientos
con lo que se ve: cuidar lo que se ve y protegerlo. En este sentido original, mirar es
cuidar lo que se ve, poner cuidado con lo que se mira y con la intención que se pone en
el ojo que mira.183 La raíz germánica del verbo “guardar”, proveniente de warten (to
ward, en inglés) no está tan lejos, dice Jean Clair de lo que en francés desemboca en el
verbo “curar” (guérir): proteger, garantizar. En efecto, la palabra francesa mire, para
designar al médico, indica aquel que mira atentamente (de mirare), todo lo cual
184
atestigua el parentesco entre el arte de pintar, el arte de mirar y el arte de cuidar.
¿Será mirar acoger lo que se ve tal y como es, sin modificaciones? ¿Será la ética de la
mirada un decir la verdad de lo contemplado con unos ojos que protegen, que saben
180
Berger, J. (2000) Modos de ver, ob. cit., p. 25.
181
Cfr. Sontag, S. (2003) Regarding the pain of others, Nueva York, Farrar, p. 6.
182
Starobisky, J. (2002) El ojo vivo, ob. cit., p. 10. “El acto de la mirada no se agota en el momento:
lleva consigo un impulso perseverante, una reanudación obstinada, como si estuviera animado por la
esperanza de acrecentar su descubrimiento o reconquistar lo que se le está escapando” (Ibid, pp. 10-
11).
183
María Zambrano hablaba de una “mirada remota”, una mirada sin intención, sin juicio y sin voluntad
sancionadora, algo así como una mirada cargada de infancia: “La mirada que todo lo nacido ha de
recibir al nacer y por la cual el naciente forma parte del universo.” Zambrano, M. (1993) Claros del
bosque, Barcelona, Seix Barral, p. 133.
184
Clair, J. (1999) Elogio de lo visible, Barcelona, Seix Barral, pp. 89-90. Ver también: Elkins, J. (2002)
“El final de la teoría de la mirada”, Débats, nº 79, pp. 77-89.
130
Hay miradas que se protegen de lo que ven, y miradas que, tomando bajo custodia
derramada. Una mirada que parece olvidarse de un yo instalado en el ojo que mira y
que se deja sorprender por lo otro; es una mirada que deja caer los ojos hasta
contemplado parece acoger, en su apertura, todo nuestro mirar. Como dice Bernard
colocar en imágenes entraña algo así como una proyección de la propia intimidad en el
de la comunicación; su materia.185
fascina.186 Es una mirada impaciente que abre todo un espacio al deseo de ver más y de
ver más cosas de lo que a primera vista se percibe. “El espacio visible es a la vez
La vista llega antes que las palabras. Primero miramos, luego decimos y
nombramos. Por eso, por la vista establecemos nuestro lugar en el mundo, y es un lazo
188
vivo entre la persona y el mundo, entre el yo y los otros. Como existentes, nos
verdadera. “Amar, morir, es ser presa de una mirada, y a veces de la misma mirada. El
185
Noël, B. (1988) Journal du regard, París, POL, p. 11.
186
“El acto de la mirada no se agota en el momento: lleva consigo un impulso perseverante, una
reanudación obstinada, como si estuviera animado por la esperanza de acrecentar su descubrimiento
o reconquistar lo que se le está escapando” Starobinsky, J. (2001) El ojo vivo, ob. cit., pp. 10-11.
187
Starobinsky, J. (2001) El ojo vivo, ob. cit., p. 12.
188
“La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar. Pero esto es cierto también
en otro sentido. La vista es la que establece nuestro lugar en el mundo circundante; explicamos ese
mundo con palabras, pero las palabras nunca pueden anular el hecho de que estamos rodeados por
él.” Berger, J. (2000) Modos de ver, ob. cit., p. 13.
131
ser que sufre por la fascinación amorosa se siente invadido por una impalpable
ponzoña.”189 Aunque explicamos el mundo con palabras, las palabras nunca pueden
anular el hecho esencial de que estamos rodeados de mundo: mundo que podemos ver y
otros que, al mismo tiempo que podemos verlos, nos miran.190 Mirar es, desde luego, un
acto voluntario e intencional. Cuando miramos, parece que lo que vemos queda a
una relación a distancia con lo que vemos. Todo lo que nuestra mirada registra y capta
nos pone en contacto con el mundo. Y así cuando coleccionamos fotografías en realidad
coleccionamos el mundo.191
Con todo, quizá hay que saber mirar lo que vemos para sentir que nuestra mirada
es acogida. Se ha dicho que mientras la ciencia nos enseña a ver lo que no vemos, la
filosofía nos enseña a mirar todo lo que hay, precisamente lo que vemos. Pero aprender
a ver lo que vemos es mirarlo de otro modo, no con la mirada necesariamente fría de la
ciencia, sino con una mirada a la vez temerosa, curiosa y apasionada del comienzo. Esa
mirada que se sumerge profundamente en lo que se dispone a ser visto, es una mirada
La mirada cargada de infancia es la mirada de niño que abre los ojos a lo que hay.
Se dispone ese mirar a lo que se ofrece a nuestros ojos, y se llena de mundo como por
primera vez en ausencia de una palabra previa que signifique ese mirar. Es una mirada
su incipit, su comienzo. El único decir que es posible tras esa primera mirada es un
189
Starobinsky, J. (2001) El ojo vivo, ob. cit., p. 27.
190
Berger, J. (2000) Modos de ver, ob. cit., p.13.
191
Sontag, S. (1996) Sobre la fotografía, ob. cit., p. 13.
132
decir balbuciente, un decir que deletrea lo visto. Unos versos de un poema de Roberto
conocimiento del niño que fue: fue niño pero lo olvidó, ha olvidado por completo la
tiempo de la infancia.”193 Ese tiempo tiene su propia mirada, que Michaux describe así:
desierto, grandes por ignorancia, como un río que fluye (...), miradas todavía no atadas,
densas de todo aquello que se les escapa, plenas de lo todavía indescifrable. Miradas del
extranjero...”194
qué es y qué significa lo que vemos. Sabemos de la existencia de los muertos por la
192
Juarroz, R. (2002) Undécima poesía vertical, Valencia, Pre-Textos, p.20.
193
Pizarnik, A. (2002) Prosa completa, Barcelona, Lumen, p. 210. Le agradezco a Jorge Larrosa
haberme sugerido la lectura de este texto que desconocía.
194
Citado por Pizarnik, A. (2000) Prosa completa, ob. cit., p. 210
133
ausencia. Esa mirada nuestra, mirada adulta, es una mirada que pone sus ojos en la
necesidad de interpretar lo que vemos. Pero a ese mirar le falta algo. Le falta la
Zaratustra: la mirada del niño que, avisado de que está a punto de recibir un regalo,
entreabre y entrecierra los ojos como si al mismo tiempo quisiera y no quisiera ver lo
que se le va a dar. Ese mirar entreabierto mira, por así decir, no el objeto, sino el
copiar la realidad que tenía delante se convirtió para él en algo positivo, pues ya no se
trataba sólo de copiar la realidad, sino de intentar comprender por qué fallaba en su
mirar la “semejanza” entre lo que pintaba o esculpía y sus objetos dejaba de reconocer -
El que ve no tiene el mismo horizonte que el que mira: el que mira elige, el que ve
195
Sigo aquí el bello comentario de: Barrios, M. (2001) Narrar el abismo, Valencia, Pre-Textos, pp.32-
33. No puedo evitar decir aquí que me preocupa que se confunda una mirada sorprendida ante el
instante de lo nuevo con su trivialización en la avidez de lo nuevo por lo nuevo. Pero también me
preocupa que esta distinción se aproveche estratégicamente para poner en duda, sin más, la validez
de esa mirada capaz todavía de fascinarse y dejarse asombrar por lo que irrumpe como
acontecimiento. Así, Arteta señala al respecto de esa trivialización del asombro que “asombrarse
viene a ser solazarse por medio de la novedad, un modo de divertirse pascaliano siempre a la caza de
lo nunca visto. En resumidas cuentas, en lugar de perseguir eidos, reposamos en los eidola.” Arteta,
A. (2002) La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral, Valencia, Pre-Textos, p. 35. Y
precisamente que se pretenda atribuir a la mirada algún tipo de virtud, o que se le exija, expresa muy
bien lo incómodo que nos resulta un ojo que no esté educado, o lo que es lo mismo, la necesidad que
tenemos de trabajar la mirada, formarla, disciplinarla, dotarle de esa segunda naturaleza que es la
pretendida virtud.
134
sólo la imagen que capta, sino también la imagen que ofrece. Ver es un acto que incide
en lo esencial, mientras la mirada es una percepción que hace de nosotros uno de los
lados del mundo. Y como dice Pascal Dibie: “Mi mirada, para no ver sólo un mundo
inventarse unos ojos nuevos.”196 Una mirada que no sólo mira, sino que desea ver,
necesita inventarse unos ojos nuevos, necesita ver con una mirada inédita que rescate de
“Nadie sabe escribir”, anotó Lyotard. “Cada uno, incluso el más ‘grande’, escribe
para atrapar por y en el texto lo que no sabe escribir”. Podíamos decir lo mismo a
horrendo. Hay una miseria profunda en el escritor, parecida a la miseria de una mirada
perseguido por el tiempo que expresa la fuerza del comienzo. Y podemos desear
también, al querer capturar lo que no se deja atrapar por nuestra mirada intencional,
acceder a esa visión infantil, a esa mirada original e inédita que, instalada en el tiempo
del puro acontecer, sólo cae, se sumerge, se derrama. Tal vez esa mirada inédita, ese
mirar que ve con ojos nuevos sumergiéndose en lo que se ofrece para ser visto, no sea
196
Dibie, P. (1999) La pasión de la mirada, ob. cit., p. 22.
135
otra cosa que una mirada que no elige lo que ve, sino una mirada infantil y sorprendida,
una mirada al fin matinal. No obstante, de algún modo “todo comienzo es ilusorio”,
como dice un verso de Andrés Sánchez Robayna. Pretender una mirada cargada de la
fuerza del inicio y del comienzo, una mirada que no simplemente se sitúe ante el mundo
lo abierto, como diría Rilke, es pretender una mirada que, vuelta al tiempo de la
infancia, nos hace ver con ojos llenos de una cierta melancolía.
instante en que el hombre se formula preguntas sin respuesta. El impulso por conocer
es el mismo impulso por salir del enigma, un impulso que viene asociado al deseo de
ver con claridad, al deseo frenético por salir de un “laberinto invisible”. Y sin embargo,
“no hay caminos tangibles sino intangibles y sus señales no son visibles, sino
tentativa, el ensayo: moverse por intentos, como si no viésemos claro del todo.
Foucault, a toda una actividad orientada a aprender a ocuparse y cuidar de uno mismo.
mismo es un misterio, palabra que procede de musteion, que significa “cerrar los ojos”.
paradójicamente, como Edipo, con los ojos cerrados, es decir, después de habernos
197
Argullol, R. (2000) Aventura. Una filosofía nómada, Barcelona, Plaza & Janés, p. 21.
136
arrancado los ojos; es el sabio que cierra los ojos el que finalmente ve, pero esta visión,
nuestro misterio, para, con los ojos cerrados, mirarnos de otro modo. Mirarnos de otro
modo sabiendo que delante de mí está lo visible, lo que se nos muestra, y que detrás de
mí se encuentra lo invisible. “Más allá de lo visible, la muerte. El ojo -dice Nöel- está
orientado, absolutamente.”199
que toda forma aparece ante los ojos tal y como y como es. Y sin embargo, nada es tal
cual se nos figura: porque el ojo contiene la vista y contiene la mirada. La mirada está
en los ojos, y los ojos en la cabeza. La mirada y los ojos no sólo ven lo visible, sino que
piensan.200 Hay un pensamiento de los ojos, ojos que crean una visión del mundo desde
una mentalidad que nos es propia, desde un punto de vista sobre en el mundo, desde una
situación concreta y específica. Vemos desde algún lugar, como pensamos desde algún
lugar. Si pensamos y viésemos desde todos los lugares, entonces, en realidad, de nada
valdría ver ni pensar.201
Con todo, lo visible es una mansión del sentido: contiene el mundo y la vista. Si
todo lo que se muestra tiene dos lados (lo que vemos y lo escondido), lo mismo le
198
Argullol, R. (2000) Aventura. Una filosofía nómada, ob. cit., p. 35.
199
Noël, B. (1988) Journal du regard, ob. cit., p. 17.
200
Virginia Wolf se refería también a esta idea en: Wolf, V. (1999) Tres guineas, Barcelona Lumen, pp.
19-20.
201
“Ver, ¿no es siempre ver desde alguna parte?”. Merleau-Ponty, M. (1997) Fenomenología de la
percepción, ob. cit., p. 87.
137
es de donde nace el pensamiento. Pensar surge de una grieta abierta entre lo que vemos
y lo que sabemos, pues ni lo que vemos es todo lo que se muestra ni lo que sabemos es
es una forma de tacto. Mirar bien es hacerlo con tacto. Y es que el tacto trabaja también
través de los ojos, el adulto y el niño se conocen de inmediato el uno al otro. Cuando la
cara y la voz se contradicen mutuamente, los niños creen antes a los ojos que a la
202
Noël, B. (1988) Journal du regard, ob. cit., p. 117.
203
Van Manen, M. (1998) El tacto en la enseñanza, Barcelona, Paidós, p. 186.
138
Capítulo 5
Parece que tanto los discursos pedagógicos que se construyen, como las palabras
una mente a dirigir, o a un espíritu que hay que formar, pasando por encima de los
cuerpos, aunque lo que primero se vea sean esos cuerpos en pleno crecimiento y
como si un silencio no elegido y la pasividad de los cuerpos sin gestos fuesen sinónimos
de un mayor interés por el estudio y el aprendizaje. Nuestra cultura, que nos inunda de
“signos”, parece que no nos “educa” en lo que Peter Sloterdijk llama “conocimiento
fisonómico”. Pues si el lenguaje hablado tiene algo que decirnos, las cosas mismas
parecen hablar también a quien sabe todavía usar las facultares sensoriales arraigadas en
su cuerpo. El precio que hemos pagado por la voluntad “ilustrada” de “objetividad” es,
139
proximidad.204
No obstante, es cierto que asistimos hoy a una verdadera invasión del “culto al
sobre el cuerpo”, es decir, encontrar una “lengua propia del cuerpo” al servicio de la
cual estaría cualquier terapia y cualquier forma otra de lenguaje: teatral, literaria o
fuesen capaces de responder a las realidades actuales del cuerpo y a sus demandas; o
como si hubiese una “distancia insalvable” entre nuestros esquemas conceptuales y las
cuerpo puede llegar a convertirse en un “significante despótico”, como dice José Gil,
capaz e resolver todos los problemas, desde la decadencia de la cultura occidental hasta
cuerpo. Así, cada elección y cada decisión posee una densidad carnal indiscutible -que
se apoya en nuestra estructura biológica, pero que la supera al mismo tiempo-, y están
apoyadas por nuestro propio cuerpo. Dependemos de una manera íntima del cuerpo para
actuar, para percibir, para escuchar, para ver el mundo y decidir en la vida. En cada uno
de los gestos corporales, se apoya la vida entera, de modo que los gestos de mi
204
Cfr. Sloterdijk, P. (2003) Crítica de la razón cínica, Madrid, Siruela, pp. 225-226.
205
Cfr. Vilela, E. (1998) Do corpo equivoco, Braga, Ángelus Novus, pp. 9-10.
206
Cfr. Gil, J. (1995) “Corpo”, en Enciclopedia Einaudi, vol. III, Turín, Einaudi, p. 202.
140
existencia se corresponden con los gestos de mi cuerpo. Por eso, aceptar el propio
cuerpo, sentirse en él como en la propia casa, es aceptar la propia existencia como algo
carnal y la primera condición del equilibrio. Podría decirse, incluso, que una ética
para reducirlo ni castigarlo, sino para poder intervenir en el mundo como un existente
que entra en el mundo por el nacimiento, o lo que es lo mismo, por el vientre de una
al sujeto busca algún rostro.207 Por eso el cuerpo humano se puede afrontar como
“tiempo de deseo.”208
sin duda, a lo largo del tiempo, cuerpo vivido. La vida expuesta concierne al cuerpo.
Pero nuestros cuerpos, hoy, están más o menos escondidos, parece que no circulan sino
realidad más honda: son espacios de existencia. “El cuerpo da lugar a la existencia.”209,
escribe J-L. Nancy. Los cuerpos son lugares de existencia, territorios de la memoria,
de la desesperación y del deseo, o de su anhelo; pero esos lugares son, en realidad, bien
singulares, pues reivindicándose como algo propio, como tierra propia, los cuerpos, en
207
Ver, Simmel, G. (1998) “La significación estética del rostro”, en El individuo y la libertad,
Barcelona, Península, pp. 187-192.
208
Cfr. Vasse, D. (1997) Le temps du désir. Essay sur le corps et la parole, París, Seuil, pp. 10-11.
209
Nancy, J-L. (2003) Corpus, Madrid, Arena Libros, p. 15.
141
Nancy es exacto: “Los cuerpos son lugares de existencia, y no hay existencia sin lugar,
acontecimiento del existir. Es el lugar que se abre a lo que da lugar en él, para el
anciano al que le falta una pierna, y sus reflexiones constituyen toda una poética del
cuerpo y una historia del hombre en su carnadura, porque “la historia del hombre es la
de la relación con su cuerpo.” En esa poética, cada parte del cuerpo recuerda lo vivido,
anciano medita mientras escribe una larga carta a Mónica, ya desaparecida: “Estoy
desnudo y sin ningún motivo para sentir vergüenza de estar desnudo, que es lo único
que ahora me podría vestir. Y tenía el muñón de la pierna para testificarlo, porque mi
testimonia de sí mismo, es testigo de lo que le pasa, y por eso expresa, en sus gestos y
señas, lo vivido. Sus gestos es su lenguaje, la forma en que expresa los acontecimientos
Hay dos textos, que quiero traer ahora aquí, que pueden proporcionarnos pistas
para el tipo de exploración y escrutinio del cuerpo que quiero intentar (escribir el cuerpo
210
Nancy, J-L. (2003) Corpus, ob. cit., p. 15.
211
Ferreira, V. (2003) En nombre de la Tierra, Barcelona, El Acantilado, p. 35.
142
“El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera
palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje
tiembla de deseo.”212
actividad discursiva una especie de “yo te deseo”. El lenguaje y las palabras quedan,
inmensa caricia envolvente del otro, algo que requiere la ayuda del cuerpo, de la carne y
de lo que el cuerpo siente o padece. Pero hablar, y escribir, del cuerpo y de su lenguaje
que, tal vez poéticamente, intentamos de nuevo sentir nuestro cuerpo en ese primer
cuerpo, y sólo después vino la palabra. Porque el infante vino después de haber nacido
su cuerpo. Como si pudiésemos sentir este arranque, al inicio de una Teoría del cuerpo
“En el principio se oyen los murmullos del líquido amniótico. En esos momentos
mi pequeño cuerpo está nadando en aguas tibias, moviéndose con la lentitud
propia de un alma impulsada por alientos muy leves. La carne gira lentamente en
el elemento acuático como un planeta que evoluciona en un cosmos lejano, casi
inmóvil, o como una medusa flácida en la oscuridad de los fondos submarinos,
casi hierática. Sólo se ve turbada por la marca que traza en mis órganos el flujo de
energías vitales. En el confinamiento de este universo salado, como pez de los
orígenes o virtud marina encarnada, obedezco enteramente a los afectos,
pulsiones, emociones y otros instintos de mi madre. Su sangre, su aliento, su
ritmo obligan a mi sangre, a mi ritmo, a mi aliento. Evidencia de Perogrullo:
todos los cuerpos, masculinos y femeninos, proceden de esta inmersión primitiva
en el vientre de mujer.”213
212
Barthes, R. (1999) Fragmentos de un discurso amoroso, Madrid, Siglo XXI editores, p. 82.
213
Onfray, M. (2002) Teoría del cuerpo enamorado, p. 25.
143
Estos textos nos hablan de la (en)carnadura de las palabras y del cuerpo como
ambos, el cuerpo tiene voz propia: la que le da el enamorado y el que lo recuerda como
“ese primer cuerpo que habita en otro cuerpo”. Hay una vivencia directa del cuerpo, que
necesita del cuerpo, si no se esfuma, se silencia, como dice Sontag: “El lenguaje se
deteriora cuando está desvinculado del cuerpo. Se convierte en algo falso, endeble,
superficial.”214
El modo propio que tiene el cuerpo de expresar lo que le pasa -su lenguaje-
como a las formas de resistencia que del propio cuerpo emanan frente a todas las
abanico de disciplinas encaminadas a volver los cuerpos dóciles. “El cuerpo humano
su asombro ante el hecho de que estábamos mucho más preocupados por un saber del
cuerpo, que de una experiencia del cuerpo. Por eso sugirió la necesidad de hacer una
214
Sontag, S. (2002) “La estética del silencio”, en Estilos radicales, Madrid, Suma de Letras, p. 39.
215
Foucault, M. (1996) Vigilar y castigar, Madrid, Siglo XXI Editores, pp. 141-142.
144
historia del cuerpo y de la sexualidad más que desde los ideales morales y de las
prohibiciones éticas, desde los mecanismos de poder. Así, escribe que lo que resulta
más curioso es que “esta valoración política y económica del cuerpo va acompañada de
una devaluación moral cada vez más acentuada.”216 Desde este prisma, el cuerpo como
tal no vale nada, es lo que hay que cubrir, algo de lo que hay que avergonzarse, algo,
finalmente, que hay que “educar”. En este orden de las políticas del cuerpo, tan
de lo que nace. Porque el “creador”, como en alguna ocasión sugirió Ramón Gaya, sabe
que lo social “no ha sido nacido, sino inventado, inventado por el hombre; pero toda
invención es una realidad postiza, superpuesta, es decir, sin origen natural. El invento es
una mentira que ha llegado a hacerse corpórea, incluso real, pero no logra nunca hacerse
verdad. Se trata, pues, de algo más artificioso, mecánico.”217 Hablar de una “política del
cuerpo” es tener que referirse, por tanto, al cuerpo como un objeto susceptible de
del exterior. En todo caso, aquí el cuerpo parece configurarse tanto social como cultural
escenario social se fabrica, así, en estrecha relación a tales “discursos de verdad” que
sobre él pesan.
sus gestos pues los gestos son los que transforman los hechos en acontecimientos. Y es
216
Foucault, M. (1999) “La escena de la filosofía”, en Obras Esenciales, III, Barcelona, Paidós, p. 166.
217
Gaya, R. (1999) “El silencio del arte”, en Obra Completa, tomo I, Valencia, Pre-Textos, pp. 82-83.
145
que hay una brecha entre el decir social y el decir poético. Si en el “decir social”
transgredimos. Como ha dicho Octavio Paz, lo poético es la otra voz. “Su voz es otra
porque es la voz de las pasiones y las visiones; es de otro mundo y es de este mundo, es
sólo comunicación, sino que toma en cuenta que hay cosas que se muestran porque no
La voz de esta palabra poética es, por supuesto, siempre una voz singular, una
voz-otra que muestra lo que quizá no tiene modo de decir desde un cuerpo que, como
lenguaje poético del cuerpo resulta central para poder entender que el cuerpo es el lugar
momento poético del cuerpo como a una vía para que el cuerpo testimonie de sí en una
como mero registro de una realidad o de un significado que le preexiste; más bien, en sí
una realidad propia. En una poética del cuerpo, el significante “cuerpo” es lo que es, la
materia prima que se expresa en sus propios gestos. Pero estos gestos no son la voz
desde el exterior lo que el gesto parece querer decir, sino que se trata de la otra voz de
218
Paz, O. (1999) “La otra voz. Poesía y fin de siglo”, en La casa de la presencia. Poesía e historia,
Obras Completas,I, Barcelona, Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, p. 698.
219
Cfr. Vilela, E. (2000) “Cuerpos escritos de dolor”, Revista Complutense de Educación, vol, 11, nº 2,
p. 89.
146
lo poético. Decir algo sobre esta voz y este lenguaje implica, antes que nada, una cierta
1. Cuerpo vivido
terminología de E. Cassirer, una forma simbólica. Una “forma simbólica” en una forma
través de las diversas formas simbólicas que nos son transmitidas. Nuestra relación con
“nuestro cuerpo establece con el mundo una relación simbólica que las
demarcaciones y las inscripciones de los códigos aun no han destruido; más allá
de las distinciones de la razón, nuestro cuerpo, en efecto, es invitado
constantemente por el mundo a instaurar con las cosas lazos subterráneos y
mudos, pero no por ello menos vivos, que le permiten, en un mundo anónimo,
habitar su mundo.”220
artefacto o instrumento objetivable. Con ello se quiere decir que el cuerpo, al expresarse
construye como una ficción culturalmente viva en la medida en que se enmarca como
sujeto social. Como dice E. Vilela: “Constituyéndose como fenómeno cultural y social,
dice nada, no significa nada, porque habla exclusivamente el lenguaje de los otros
códigos que en él se inscriben.223 Hablan los discursos que se efectúan sobre el cuerpo,
pero no el cuerpo mismo. Esto supone un desplazamiento entre el decir sobre el cuerpo
Siguiendo a Vilela creo que, aquí, es útil distinguir entre el cuerpo como objeto de
existido o vivido (como angustia, muerte, nacimiento, olvido, placer, etc.), esto es, el
cuerpo como acontecimiento de la existencia. Sin negar la evidencia del cuerpo como
hay que hablar también del cuerpo como fuente de experiencia, como cuerpo existido o
222
Vilela, E. (2000) “Cuerpos escritos de dolor”, Revista Complutense de Educación, vol. 11, nº 2, p.
85. Ver además: Vilela, E. (1998) Do corpo equivoco, Braga, Ángelus Novus; Magalhaes, R. (1999)
“Das máquinas desejantes ao in-possível da paixao: notas sobre o corpo”, en Paixoes e
singularidades, Braga, Ángelus Novus, pp. 97-122.
223
Cfr. Gil, J. (1995) “Corpo”, Enciclopedia Einaudi, vol. III, Turín, p. 1101.
224
Vilela, E. (1998) Do corpo equivoco, pp. 128-129.
148
Foucault advirtió en una entrevista con M. Fontana que había que evitar hacer con
“estructura”: evitar colocarlo en un plano -el del suceso- y aprender a considerar que
personajes de un drama. Tomando como modelo provisional el drama teatral, pero sin
abusar de la analogía, podemos decir que las distinciones entre lo real y la ilusión o
espacio: se trata de un espacio escénico. Pues bien, creo que el cuerpo puede ser
donde lo importante no es saber qué es lo que pasa, sino que es lo que nos pasa debido a
ese pasar.227
De todo esto podría derivarse que mientras la verdad sea concebida como Idea, la
oposición entre lo ideal y lo sensible, la mente y el cuerpo, seguirá siendo una oposición
entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal.228 Todos los valores lógicos y
225
Cfr. Foucault, M. (1999) “Verdad y poder”, en Obras Esenciales, vol. II, Barcelona, Paidós, p. 45
226
Cfr. Foucault, M. (1999) “La escena de la filosofía”, en Obras Esenciales, vol. II, Barcelona, Paidós,
p. 151.
227
“Un escenario humano es un espacio y un tiempo en constante transformación, en régimen
secuencial, ‘con argumento’. Es impensable, e improbable, un escenario estático, ‘substancial’, sin
acción”. Duch, Ll. y Mèlich, J-C. (2003) Escenaris de la corporeïtat, ob. cit., p. 21.
228
Galimberti, U. (1998) Raisons du corps, p.10.
149
ciencia moderna ha conservado, mostrando así sus profundas raíces metafísicas, cuyo
código supo expresar Nietzsche al decir: “La creencia fundamental de los metafísicos es
conflictiva, y muchas veces agresiva: somos el epifenómeno de una carnalidad que nos
del cuerpo pensado como máquina. En ambos casos: ¿Será que el cuerpo no es sino un
estorbo para el verdadero conocimiento? ¿Hasta qué punto la cultura occidental no está
En este sentido, y del mismo modo que puede ofrecerse un análisis, en clave
cuerpo230, podría intentarse una reflexión sobre la educación a partir de la idea del
novedad, del nacimiento a la muerte, algo que todavía podemos imaginar, como
229
Como dice Michel Onfray: “El platonismo muestra teóricamente el cruel olvido del cuerpo, el
desprecio de la carne, la celebración de la Afrodita celeste, la aversión por la Afrodita vulgar, la
grandeza del alma y la pequeñez de las envolturas carnales; luego se abren prácticamente en nuestra
civilización occidental, inspiradas por estos preceptos idealistas, extrañas y venenosas flores del mal:
el matrimonio burgués, el adulterio que lo acompaña siempre como contrapunto, la neurosis familiar
y familiarista, la mentira y la hipocresía, el disfraz y el engaño”. Onfray, M. (2002) Teoría del cuerpo
enamorado, Valencia, Pre-Textos, p. 69.
230
Por ejemplo, puede consultarse: Le Breton, D. (1990) Anthropologie du corps et modernité. París,
P.U.F.; Le Breton, D. (1992). Des visages. Essay d'anthropologie. París, Métailié; Le Breton, D.
(1999). Antropología del dolor. Barcelona, Seix Barral; Le Breton, D. (2000). Passions du risque.
París, Métailié; Breton, D. Le (2002) Signes d’identité. Tatouages, piercings et autres marques
corporelles, París, Métailié. Le Breton, D. (2002) Sociología del cuerpo, Buenos Aires, Nueva
Visión; De Certeau, M. (1990) L’invention du quotidien, 1. Arts de faire, París, Gallimard.
231
Ver: Buzzatti, G. y Salvo, A. (2001) El cuerpo-palabra de las mujeres, Madrid, Cátedra, p. 11.
150
también lo podemos recordar e inventar. Aquí, de nuevo la literatura nos ofrece sus
ninguna y el cuerpo sí: “Todo el asunto está ahí: un cuerpo corresponde a la extensión.
cuerpo consiste en exponerse. Un cuerpo es ser expuesto. Y para ser extenso, hace falta
cuerpos, pero esta masa no es sino cadáver, una concentración de cadáveres: ahí donde
hay una masa de cuerpo hay un montón de cadáveres. Por eso, si el cuerpo no es masa y
no está cerrado sobre sí, entonces está fuera de sí, es el ser fuera de sí. El cuerpo es su
forma: siempre que hay un cuerpo hay forma, siempre que hay cadáver, una figura. Y
como forma, el cuerpo es un ser en relación con otro cuerpo, travesía de cuerpo a
cuerpo.234 Porque el cuerpo siente y es sentido: “La idea del cuerpo es la idea, la visión
y la forma a la vez, de una superficie o de una extensión, en tanto que esa superficie o
esta extensión no es simplemente exterior a la idea, sino en tanto que esta extensión es
232
Ferreira, V. (2003) En nombre de la Tierra, ob. cit., p. 51.
233
Nancy, J-L. (2003) Corpus, ob. cit., p. 95.
234
Cfr. Rella, F. (2000) Ai confini del corpo, Milán, Feltrinelli, pp. 15 y sigs.
235
Nancy, J-L. (2003) Corpus, ob. cit., p. 103.
151
2. La profundidad de la piel
El cuerpo es lo extenso y, como decía Paul Valery, “lo más profundo es la piel”.
La cita es sorprendente; sugiere que la profundidad está en aquello que no se suele ver a
primera vista -lo que no aparece de un modo inmediato a la mirada. Montaigne, quizá
rostro, sino para hacerlas más caras a sus amantes?”. Como antes decía, hay una
extrañeza, una rareza, en el cuerpo: es lo visto y lo no visto del todo, visible e invisible a
visible. En El cuadro de Dorian Gray, Oscar Wilde hace decir a Lord Harry las
siguientes palabras al joven y bello protagonista algo que tiene que ver con esto:
“La gente dice a veces que la Belleza sólo es superficial. Puede que sea así. Pero
al menos no es tan superficial como Pensar. Para mí, la Belleza es la maravilla de
las maravillas. Sólo la gente superficial no juzga por las apariencias. El verdadero
misterio del mundo es lo visible, no lo invisible...”236
extraña que obliga al espíritu a volverse hacia lo inaccesible y a sacrificar cuanto posee
cara que no vemos de las cosas -el cuerpo que se oculta tras sus máscaras y lo hace
resonar- nos fascina hasta el colmo de la seducción. Por un momento, la mirada inquieta
que trata de ver más de lo que se le ofrece, parece un acto peligroso. Es una mirada
impaciente que, seducida por lo que no ve, pero que el intelecto imagina, va en busca de
lo desconocido, como guiada por un no-saber. Argulloll tiene un texto muy interesante
236
Wilde, O. (2001) El cuadro de Dorian Gray, Madrid, Cátedra, p.112.
237
Starobinsky, J. (2002) El ojo vivo, Valladolid, cuatro.ediciones, p. 9.
152
que narra la memoria de su iniciación al arte pictórico desde una primera mirada infantil
hasta una mirada más adulta y más dirigida intencionalmente a lo que quiere
contemplar. Ante una reproducción de Las tres Gracias, de Boticelli, escribe Argulloll:
“Es verdad que las Gracias aportaron a mi iniciación erótica la importancia del
velo sobre la anatomía de la mujer, pero también en este aspecto el juego entre el
leve vestido y la desnudez, entre lo velado y lo revelado tenía un componente
superior que iba más allá de los vínculos del pecado.
Quizá entonces empecé a saber que la desnudez demasiado explícita, aunque
excelente para las lecciones de anatomía, era siempre inferior a la desnudez
velada y que era ésta, en efecto, fuera en pigmento, en mármol o en carne, la que
nos introducía al carácter celeste de la sexualidad y a la vertiente divina de la
mujer: pues el velo, o el gesto o la palabra que actúa como velo, descubriendo y
ocultando, son la casi intangible frontera que separa, pero también une, el ámbito
de las ilusiones terrestres y el mundo perfecto de los dioses. La belleza de una
mujer revelándose, desnudándose, es la única guía infalible para traspasar tal
frontera.”238
“seducción” deriva de un antiguo verbo latino -seducere- que quiere decir “conducir
aparte”, “retirarse fuera del mundo”. Aquí, seducir es lo contrario que desposarse: es
separar, ir o llevar a otro lugar (secreto, escondido, oculto). Se-ducere es separar a una
secreto, a ese “aparte” que es lo escondido es, de algún modo, la condición humana de
y medio hombre, desde el origen de los tiempos. Basta una letra, apenas una simple
238
Argulloll, R. (2001) Una educación sensorial. Historia del desnudo femenino en la pintura, Madrid,
F.C.E.-Casa de América, p. 44.
239
Quignard, P. (1998) Vie secrète, París, Gallimard, p. 219.
153
tienen una tremenda fuerza. Detengámonos aquí: pensar la educación como seducción,
¿no supondrá tener que ser capaz de abandonar en algún momento el lugar del propio
nacimiento, desprenderse de los lazos que nos fueron impuestos en el terror obediente,
familiar, social, impersonal y mudo de los primeros años, también en el cuerpo? ¿Será
Nuestra tradición cultural nos ha educado en una dirección distinta. Nos han
enseñado que lo más profundo es, justamente, lo que no se ve: el alma, la mente, el
espíritu, y que el cuerpo es, justamente, una carga, algo que tenemos que soportar, nos
ver lo que está oculto, y lo que está oculto siempre es un problema y los problemas
siempre tienen solución. Pero no se nos ha enseñado a aprender a ver lo que tenemos
delante, por ejemplo nuestro cuerpo. En pedagogía, por ejemplo, lo normal es hablar del
cuerpo como un “objeto educando”; es aquello que hay que orientar y educar: “Un
hombre que no compone no puede esperar más que injurias. Pero la otra alternativa es
precisa.”240
experimenta -se ofrece como una posibilidad para jugar- y con él el hombre se la juega
240
Quignard, P. (1998) Vie secrète, p. 227.
241
Breton, D. Le (2002) Signes d’identité. Tatouages, piercings et autres marques corporelles, ob. cit.,
p. 22.
154
relación que hoy puede tenerse con el propio cuerpo en el escenario social: fuente de
insuficiencia que se traduciría en un deseo permanente de romper los propios límites del
cuerpo.
Isadora Duncan le respondió una vez a una mujer que le preguntó por qué bailaba
belleza del pie humano”. Así iniciaba una conferencia pronunciada en Berlín en 1903,
“Sólo los movimientos del cuerpo desnudo pueden ser perfectamente naturales. El
Hombre, llegado al fin de la civilización, tendrá que volver a la desnudez, no a la
desnudez inconsciente del salvaje, sino a la desnudez consciente y reconocida del
Hombre maduro, cuyo cuerpo será una expresión armónica de su ser espiritual. Y
los movimientos de este hombre serán naturales y hermosos como aquellos de los
animales libres.”243
Frente a la escritura del cuerpo, su excripción, colocarlo fuera del texto como el
algunos, las marcas corporales de los jóvenes, lejos de ser solamente un efecto de la
242
Nancy, J-L. (2000) Corpus, París, Métailié, p.13.
243
Duncan, I. (2003) El arte de la danza y otros escritos, Madrid, Akal, p. 56.
155
otro modo, como si al cuerpo legado por el nacimiento hubiese que añadírsele un
Pero hay algo paradójico en todo esto. Los cuerpos marcados se ofrecen a la
mirada social en su máxima visibilidad. Aquí los cuerpos hablan, pero no por sí
fronteras. Hablan no los cuerpos, sino lo que en ellos se pone, lo que en ellos se pinta, lo
que en ellos se inscribe, a veces con cortes e incisiones dolorosas. El cuerpo deviene
objeto manipulable para hacer con él un cierto arte. Pero en este proceso, también
lenguaje de los ojos. En su novela Body Art, el escritor norteamericano Don Delillo
expresa muy bien esta idea, a través de una de las representaciones corporales de su
ocultan tras sus marcas, incisiones y escrituras. El cuerpo se hace presente pero no es
visto del todo, y sin embargo, en este aparecer ante todos los demás, el cuerpo así
decorado le hace tener al sujeto la sensación de que es él, en la medida en que su cuerpo
244
Breton, D. Le (2002) Signes d’identité. Tatouages, piercings et autres marques corporelles, p. 22.
También: Breton, D. L. (2003) La peau et la trace. Sur les blessures de soi, paría, Métailié.
245
Delillo, D. (2002) Body Art, Barcelona, Circe, p. 121.
156
universo social. El cuerpo se vuelve la prótesis del yo: la existencia necesita darse
cuerpo, encarnarse e incorporarse, de forma visible y evidente ante todos los demás. Lo
eminentemente visual.
cuerpo y sin embargo dejarlo en silencio. Y podría parecer que, para eliminar ese
palabra y del concepto: volver a decir el cuerpo de modo que, con la pretensión de
como supo ver Foucault247 a propósito del sexo, un efecto de explosión controlada. Bajo
silencio, busca sus propios modos de decir lo que le pasa. Mediante una rigurosa
depuración del vocabulario autorizado, hemos pasado del antiguo mutismo acerca
cuerpo a un control de los enunciados del cuerpo: toda una política del cuerpo que, en
246
Gabilondo, A. (1999) Menos que palabras, Madrid, Alianza, p. 34.
247
Cfr. Foucault, M. (1995) La voluntad de saber, Historia de la sexualidad, vol.1, Madrid, Siglo XXI
Editores, p. 25.
157
discursivo determinado, hemos conseguido el efecto de hablar del cuerpo sin dejarlo
El saber racional sobre el cuerpo del hombre, con sus discursos ordenados, sus
lenguajes precisos y vocabulario autorizado, surge de una mirada que parece pretender
acercar las palabras y las cosas. Esa mirada “al fin matinal”, por decirlo con la acertada
irreductible. Ese mirar busca que el cuerpo se ofrezca como cosa, en su pura
parece que la intención es volver el cuerpo al fin adulto, un cuerpo que ha abandonado
definitivamente su infancia. Frente a ese mirar, ¿es posible todavía una recreación del
imposible por dominar, observando con atención al cuerpo que sufre cuando está
En los casos en los que al progresivo deterioro del cuerpo se une un decaimiento
existencial, psíquico y moral del sujeto, el cuerpo es un espacio quizá sólo pensable en
ocurre algo, no dice esencia alguna, sino lo que en él acontece, lo que al cuerpo que
158
través de sus gestos, emitiendo signos peculiares en los que se expresa y por los cuales
habla su propio lenguaje. El cuerpo actúa en sus gestos. Y en esos gestos, por así decir,
se gesta el sujeto-cuerpo. En los gestos no sólo decimos, sino que en ellos nacemos, nos
gestamos, en los gestos del cuerpo somos en relación. En suma: los gestos del cuerpo
componen su lenguaje, su modo de decir y expresar lo que nos pasa. El modo de habitar
el mundo es, entonces, a través de los gestos de nuestro propio cuerpo. Somos pura
presencia en el mundo en, por y a través del cuerpo que habitamos y nos habita.
Gabilondo, nada tiene lugar.248 Contenido dentro del espacio, el “lugar” otorga la
apropiación, el sin- lugar se habita poéticamente, porque ese “sin” del sin- lugar no
mortales es poético.
pero que también podemos intentar dominar -disciplinar- políticamente. Interesa ahora
someterlo, sino para liberarlo, para dejarlo ser y hacer obra de arte en él. Como
248
Cfr. Gabilondo, A. (1999) Menos que palabras, p. 82
159
espacio, el cuerpo es el sin-lugar del que no tendríamos que apropiarnos ni marcarlo con
fronteras. Es, más bien, el espacio de experiencia donde hacer mundo. Hacemos obra de
Dice Gabilondo: “El sin lugar no halla en el mundo su lugar, sino que lo encuentra
deslizamiento. Deviene, entonces, el cuerpo relación con otros y con lo otro. Vivir el
cuerpo como un sin lugar -es decir, como espacio, y no como territorio o como lugar- es
Frente a una posible despersonalización del cuerpo, o ante una declarada renuncia
a una apertura ante las dimensiones inéditas que el cuerpo nos muestra -por ejemplo en
muestra sus posibilidades de sentido poético. Leamos, por ejemplo, algunos fragmentos
de una novela sobre la historia de la propia enfermedad contraída -el Sida- por el propio
desesperadas, de inquietudes de un ser humano que sabe a ciencia cierta cual será su
249
Cfr. Gabilondo, A. (1999) Menos que palabras, pp. 40-41.
160
"Me preocupaba menos, dice Guibert, conservar una mirada humana que adquirir
una mirada demasiado humana, como la de los prisioneros de Nuit et brouillard,
el documental sobre los campos de concentración".250
proceso de transformación destructora por el Sida que padece. Él no escribe tras haber
pasado por su infierno, sino que escribe y elabora lo que le acontece desde el propio
infierno, desde las sensaciones que percibe. Al hacerlo así, no recurre a una memoria
ficcionalizada sino a una memoria inmediata. Una extrañeza le somete: hay un otro-en-
mi. Guibert es un extraño para sí mismo, y no se reconoce: tiene que aprender las
transformación le ofrecen. Tiene que objetivar lo que le sucede con palabras, a veces,
estar vivo le es recordada en las escasas ocasiones en que consigue eficazmente, pese a
placer puramente físico y carnal, fuese de hecho sinónimo de una muerte en vida:
“Me tiro todo el día dormitando en un sillón del que me cuesta gran esfuerzo
alzarme, ya no aspira sino al sueño, me dejaba caer sobre la cama, pues ya no
250
Guibert, H. (1998) Al amigo que no me salvó la vida, Barcelona, Tusquets, p.14.
251
Guibert, H. (1998) Al amigo que no me salvó la vida, p. 2.
161
mujer joven que padece una parálisis que le hace vivir el dolor de su cuerpo como una
humillación y un desprecio, una herida profunda a su propio cuerpo que le obliga a tener
que aprender de nuevo de él, bajo una nueva condición que antes de la parálisis le era
desconocida, y a humillar a todos los otros cuerpos, los de sus amantes. Escrita en
primera persona, casi en forma de un diario personal, la protagonista del relato medita al
252
Guibert, H. (1992) El protocolo compasivo, Barcelona, Tusquets, pp. 10-11.
253
De Souza, P. (2000) El último cuerpo de Úrsula, Barcelona, Seix Barral, p. 9.
162
más intenso del abrazo amoroso, donde el amante abraza un fantasma. La magia del
amor erótico consiste en eso: hacer que el cuerpo del amante se transforme en una
sensación intensísima y, al mismo tiempo que real, etéreo y evaporado, sutil. Una
atmósfera que lo cubre todo y es apenas perceptible con el cuerpo, siendo el cuerpo
poética y su erótica. Su testimonio poético (un cuerpo que expresa su sentir con sus
gestos, con la melodía de sus movimientos y el sonido de sus lamentos) nos revela un
mundo-otro dentro de este mundo: “Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten
cúspide de ese abrazo que roza la muerte, el cuerpo amado se evapora transformándose
deseante- el amor, mezcla de carne y deseo de lo que no se ve, es más exigente que
otro, siempre secreto, oculto, nocturno: “Al principio -podemos leer en la novela El
acurrucada al borde del precipicio, el instante en que nos sumergíamos el uno en el otro
y en que el abismo se desvanecía por completo. Nuestros cuerpos funcionaban igual que
dos máquinas perfectas para producir placer. El placer, luego el sueño. Como la
muerte.”255
pierdan la noción de su propio cuerpo y también la idea del tiempo. Se adentran en una
254
Paz, O. (1997) La llama doble, Barcelona, Galaxia Gutemberg, p. 11.
255
Drakulic, S. (2001) El sabor de un hombre, Barcelona, Anagrama, pp. 72-73.
163
región nueva, extraña, en el espacio del misterio erótico. Ahí, los amantes se preguntan
¿Quién eres tú? Es una pregunta sin respuesta: “Los sentidos son y no son de este
mundo. Por ellos, la poesía traza un puente entre el ver y el creer. Por ese puente, la
En lo erótico atisbamos una poética corporal, del mismo modo que en la poesía
una erótica verbal. La carne y las palabras se unen y se separan de un modo extraño y
quien mueve tanto al acto erótico que al poético. La incapacidad para ese amor lo
mismo que para lo poético encuentra una misma causa: la ausencia de imaginación y
fantasía, que es la habilidad esencial del arte como posibilidad de una forma-otra. De
nuevo Octavio Paz, ahora en El mono gramático expresa esta extraña relación entre
cuerpo y palabra. Si el sentido aparece más allá de la escritura, como si fuese un punto
de llegada, el cuerpo se revela como una totalidad, igualmente a la vista e intocable: “El
cuerpo es siempre un más allá del cuerpo”. Al tocar el cuerpo, el cuerpo se rompe en sus
256
Paz, O. (1997) La llama doble, Barcelona, p. 11.
257
Paz, O. (1998 El mono gramático, Barcelona, Galaxia Gutember, p. 115.
164
las señales que emite. Responde ante el dolor y ante la intensidad del abrazo erótico
un cuerpo, diríamos, por venir. Es un cuerpo inalcanzable, quizá sólo imaginable por
medio del arte y de la estética. ¿Que queda de la existencia del hombre tras su paso por
inscripción de una fuerza que, en el gesto, deviene sentido. El gesto expresa, pues, el
acontecimiento (...) todo gesto es un cuadro, que lo expresa todo.”258 Aquí, el gesto no
gestos que emitimos, somos los gestos, las gesticulaciones, que nos conforman. Cada
pierde una época, una colectividad, o un individuo la desenvoltura de sus gestos, más
la “acción”, pero distinguiéndolo tanto del “actuar” (agere) como del “hacer”
soportamos, y en este sentido los gestos abren al hombre a la esfera del éthos como
de una medialidad, el hacer visible un medio como tal y en tanto que tal (por ejemplo,
cada movimiento del cuerpo en la danza). En los gestos nos abrimos a la dimensión
258
Pardo, J. L. (1992) Las formas de la exterioridad, Valencia, Pre-Textos, p. 263.
259
De lingua latina, VI, VIII, 77.
165
puede ser dicho: es el propio modo de expresión del cuerpo como acontecimiento de la
existencia.260
misma idea: “Veo un rostro estremecido por el miedo, un cuerpo contorsionado por el
dolor, una espalda curvada por el peso, una cabeza agachada por la vergüenza: todo ello
son síntesis estéticas (cada gesto sintetiza o expresa el mundo entero condensado en los
carne participa de ella. “Se hace necesario recrear el cuerpo en un gesto tanto de
hablar, leer o comer ya inevitables”.263 Los gestos del cuerpo -su lenguaje- quieren
decir algo, o decir de algo, o decir de sí, pero yo, que veo ese cuerpo expresarse en sus
gestos, ¿acierto a saber lo que veo, lo que en realidad quiere decir? Indica un modo de
principalmente. Como ocurre con las épocas históricas, los “primeros gestos” siempre
son el anuncio de algo nuevo, son un comienzo. En el cuerpo, los gestos que emite, al
260
Agamben, G. (2001) “Notas sobre el gesto”, en Medios sin fin. Notas sobre al política, Valencia, Pre-
Textos, pp. 47-56.
261
Schmid, W. (2002) En busca de un nuevo arte de vivir, Valencia, Pre-Textos, p. 301.
262
Pardo, J. L. (1992) Las formas de la exterioridad, p. 267.
263
Gabilondo, A. (1999) Menos que palabras, p. 39.
166
que vendrá. Así, entender el gesto en su sentido corporal implica concebir un acto de la
existencia, un acto que está sujeto a una determinada singularidad. Citaré de nuevo a
Schmid: “De algún modo, la ética de los gestos implica una reapropiación del gesto a
gesticulación”.264
Este arte de la gesticulación tiene “su gracia”, una gracia que es opuesta tanto a
una ética del deber como a una acción obligatoria de la razón. Su moral es
gracia y de los gestos del cuerpo: el baile es la escritura del cuerpo, por medio de la cual
exterioridad, y nos muestran hasta qué punto los humanos sólo somos plenamente tales
cuando jugamos.
Por el gesto, por el trabajo de la gracia, por el juego, la erótica y la danza, parece
que nuestro ser se incorpora: somos por el cuerpo. Somos por el cuerpo significa aquí la
necesidad de trato con los otros cuerpos, necesidad de compañía, de tacto y abrazo.
“Ahora, vamos, ahora que vamos a morir”, dice Gabilondo. Pero ya que vamos a morir,
y porque, con todo, no hemos venido a este mundo solo a morir, sino a iniciar algo
nuevo, y porque todo comenzó con el nacimiento de nuestro cuerpo, aparición necesaria
en el mundo como carne antes de la llegada de nuestra infancia, entonces, mientras llega
264
Schmid, W. (2002) En busca de un nuevo arte de vivir, p. 303.
167
deseos, sólo cabe recrear el propio cuerpo como obra de arte, incorporarse al mundo
artísticamente.
168
Capítulo 6
LA PASIÓN DE SER
vivido sin un anclaje en la memoria, precisamente para que el recuerdo sea posible en el
tiempo adulto del después de. La infancia, “patria” del hombre, en realidad es lo que
funda memoria, no lo fundado por ésta. Pero es el lugar únicamente recuperable por una
memoria transformada en ficción, o sea, una memoria sabe que puede recuperarla, más
mera copia, por muy perfecta que sea y muy buena letra que se tenga; la literatura es
fingimiento, pero necesario: un modo de vivir otro, una voluntad de ver que tras las
cosas tal y como son está la promesa de cómo podrían ser de otra forma. Únicamente
por la literatura tendremos una “infancia recuperada”265; o como decía Bataille: “La
El resto de una vida, desde luego, puede trazar su perfil entre la necesidad de
olvidar una infancia, cuyos opacos recuerdos pesan demasiado para sobrellevar la vida
265
Cfr. Savater, F. (1995) La infancia recuperada, Madrid, Taurus. Además, Cabo, F. (2001) Infancia y
modernidad literaria, Madrid, Biblioteca Nueva.
169
infancia, como le ocurre al narrador proustiano, que se mira con una cierta
tiempo pasado no se corresponda, como casi nunca ocurre, con el modo como
y del deseo. Somos, de una forma que casi resulta imposible explicar, todas las historias
y relatos que hemos leído, que nos han contado, los acontecimientos que hemos vivido.
Aunque de una forma inconsciente, y desde luego no en todos los momentos de nuestra
vida con plena lucidez, afrontamos lo que nos pasa y tratamos de resolver nuestros
problemas casi como si fueran géneros literarios; de este modo, a veces somos capaces
de afrontar eso que nos pasa como comedias, como tragedias, en definitiva, como
personajes de los dramas en los que nos hacemos o nos deshacemos. Es en este sentido
en que nuestra vida es, simultáneamente, muchas vidas u otras vidas. Vidas narradas o
narrables, con indudables elementos de ficción; vidas no del todo despreciables para la
literatura.
impacto en el mundo que ya estaba ahí. Es una fractura en la piel del mundo. Y del
existir y poder confirmar a cada instante lo que somos, nos acerca o nos aleja del
ocasiones exaltada, como el conjunto de experiencias que nos elevan más allá de
170
uno, no sólo un actor capaz de gestionar sus acciones, sino un paciente espectador que
recibe lo que le sobreviene y le transforma. Porque somos el que hace y el que sufre -el
que padece- y nos formamos tanto por lo que hacemos surgir de nuestras acciones como
violenta, pues “en él pasamos a ser expulsados hacia la luz.” Somos “expulsados”, lo
cual expresa inquietud y aventura, pero lo somos hacia la “luz”, lo que introduce una
la existencia (un acceso, pues, a la inquietud, al riesgo y a las exposiciones), y una toma
de contacto entre nuestra piel (pues nacemos como cuerpo) y la piel del mundo. Ahí se
establece toda una dinámica erótica y pasional. Aquí lo erótico es, a la vez, locura,
entonces, es una tensión erótica que nos pone en contacto con ese mundo al cual
accedemos por el nacimiento y al que somos expulsados por el acto de nacer. Ese placer
de existir es un placer anclado en el eros -una de las dimensiones del sentido, como
vimos- al cual deberíamos reconocerle una capacidad cognoscitiva y una vía de acceso a
una especie de logos erótico que es una sabiduría del placer de la existencia: “El saber
viene determinado por la posibilidad de comprender el mundo a través del otro cuerpo,
266
Argullol, R. (2000) Aventura. Una filosofía nómada, Barcelona, Plaza & Janés, p. 125.
171
avanzada de lo erótico sería la posibilidad de sentir ese cuerpo del mundo en el contacto
1. Estética de la existencia
vida marcada por la experiencia del mundo al que llegamos por el nacimiento. Se trata
del mundo que percibimos como extensión de nuestra propia piel, y también el que
descubrimos en nuestro interior cada vez que nos atrevemos a mirar, ensimismados y
atentos, la subjetividad que nos constituye. Escuchamos las voces de un mundo que
cualquier parte como en nuestra propia casa. Pero, ¿se puede confirmar la vida y
confirmar la existencia, a pesar de que siempre el placer de vivir puede ser contradicho,
entonces no hay más remedio que hacerlo desde una apertura al dolor de los otros,
mirando el mundo con la mirada herida de las vidas rotas, de las vidas que nuestro
propio mundo, a pesar de su belleza, ha tornado superfluas. Ser fiel a la belleza y a los
humillados, decía Camus, y guardar esa doble memoria. Saberse llegado al mundo por
el nacimiento, lo que significa que aunque hemos de morir hemos venido a este mundo
a comenzar algo nuevo, porque no nos dotamos de una identidad inmutable y fija para
siempre, sino que creamos condiciones en las que podemos ser de otro modo; y saber,
267
Argullol, R. (2000) Aventura, ob. cit., p. 130.
172
también, que entre la vida y la muerte lo que podemos hacer es inventarnos a nosotros
Este arte no ignora la presencia del abandono, del dolor, del silencio en múltiples
escenarios que forman parte de lo que sentimos como nuestro mundo. Encontramos ese
maltratado, cuyas guerras hemos fomentado y ante cuyo dolor nos sentimos ahora
impotentes para hacer casi nada. Y lo encontramos en otros muchos escenarios, espacios
totales sin tiempo en el que miles de seres humanos están condenados a la pasividad, a
una espera instalada en un instante agotador sin esperanza para que la ayuda llegue. La
reflexión sobre las experiencias modernas que resultan desgarradoras de nuestra historia
categorías tradiciones de pensamiento, juicio y reflexión moral (y crean, por ello, unas
experiencia, como una vida sin continuidad en el deseo de instalarse en ella y, por tanto,
sin la posibilidad de una renovación, a través del placer de existir. A través del placer
del amor -el amor que se profesan los amantes, el amor que se profesa a los hijos, el
268
De alguna manera, este “arte de la existencia”, que vincula un impulso ético a una pasión estética,
hace buena la definición de la vida como el conjunto de fuerzas que, sin negarla, resisten a la muerte.
Sobre las posibilidades de una filosofía como estética de la existencia, ver: Hadot, P. (2001) La
philosophie comme manière de vivre, París, Albin Michel. Un intento de actualización de la ética
filosófica griega, en relación a la conducción del arte de la vida, se puede encontrar en: Nussbaum,
M. (2003) La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética elenistica, Barcelona, Paidós. Una
versión hedonista de este punto de vista, que une la afirmación de la vida con la capacidad de resistir
a todo lo que la anula se puede encontrar en Michel Onfray. Ver: Onfray, M. (2002)
Cinismos.Retrato de los filósofos llamados perros, Barcelona, Paidós; (1997) Politique du rebelde.
Traité de la réssistance et d’insoumission, París, Grasset: y (1993) La sculpture de soi. La morale
esthétique, París, Grasset.
173
amistad, a través del placer que supone la experiencia de leer la escritura de los más
sabios. En cada uno de estos placeres, los hombres nos alegramos de la existencia
decir: amo la existencia porque el mundo está ahí, hermoso, bello, y yo, junto a otros,
formo parte de él. La humanidad está hecha de los que fueron y no pudieron continuar,
de los que son y de los que vendrán. La humanidad es más extensa que una idea, más
grande que una especie, más noble que una raza, más generosa que una ideología. Por
eso la humanidad está hecha de tiempo y para que madure, crezca y se forme nuestra
precisamos del por venir, que nos hace abrirnos y pretender lo imposible e inesperado,
Esta aprobación de la vida está ligada a una cierta experiencia de lo alegre. Decía
Clément Rosset que el estatuto de la “alegría” posee un cierto carácter totalitario: parece
que lo cubre todo. Por eso la alegría es un desbordarse. Cualquier elemento que
a la persona que vive ese estado expansivo de alegría le resulte difícil concretar un solo
269
Rosset, C. (2000) La fuerza mayor, Madrid, Acuarela Libros, p. 11.
174
motivo que la cause. Por eso la alegría expansiva es, en cierto modo, inefable: habría
tantas cosas que decir que el sujeto alegre, como el enamorado, se queda sin palabras. Y
sobre todo, en ese estado de dicha puede dar la impresión de que nos hacemos fuertes
frente a cualquier objeción que la cuestione. Es relativamente fácil que de ahí resulte
una cierta incapacidad para mirar el otro lado. Por eso, el alegre es persistente y casi
rigor, no se puede decir ni explicar. Sólo puede mostrarse: “Todo intento por expresarla
estado final de perfección sin fisuras ni grietas. Así como la compasión es posible por
que hay una diferencia entre quien sufre y quien no sufre, el placer y la alegría de la
trágico y la vida es drama. Por eso la vida se siente: antes de pensar en la vida, ya
éramos vida. Por eso resulta, en parte, cruel afirmar el placer de vivir, por el contraste
que produce en quienes sufren; ahí, quizá solo quepa aprender a ser frágiles con el que
sufre; y por eso mismo, la alegría está al margen de la lógica y las justificaciones
racionales; le pasa lo mismo que a las religiones, que mueren cuando se pretende
descubrir que son “verdaderas”, como decía Wilde. Y por eso la alegría es la condición
270
Rosset, C. (2000) La fuerza mayor, ob. cit, p. 13.
271
Rosset, C. (2000) La fuerza mayor, ob. cit., p. 13.
175
básica para llevar a cabo una vida, en su contraste, en su lucidez y en su delirio, bajo la
incapacidad -la negativa radical, deliberada- para comprender, para entender las cosas y
a las personas. ¿Qué guía este deseo de comprensión, cuando existe, más allá de los
resentimiento y el odio. El amor, del que se dice que todo lo perdona, nos hace olvidar
memoria. Nos hace recordar sin ira, impidiéndonos un regreso resentido al origen de
nosotros mismos, allí donde nos afincamos en una identidad firme, y vuelve intensas
nuestras experiencias. El amor nos hace ver el mundo en su totalidad y con imaginación
nos permite ir más allá de nosotros mismos. Nos descentra, pero esa nuestra locura no
impide ligarnos a distancia a nosotros mismos; nos ligamos desde la otredad, porque el
amor es deseo del otro. Así, la única alternativa para dar sentido al sin-sentido del dolor,
¿no es acaso el amor cuya vitalidad reside en la fantasía y la imaginación? Una figura
que expresa muy bien este amor de sí y este amor mundi lo podemos encontrar en lo
La casa que nos es más propia se edifica en los cimientos de la infancia. Esta
“infancia”, como “patria del hombre” es el comienzo, es decir, un cierto “archivo” que
guarda nuestra memoria. El “archivo”, del griego arkhé, es tanto “comienzo” como
“mandato”, o lo que es lo mismo: allí donde las cosas tienen un comienzo y el lugar
272
Cfr. Foucault, M. (2001) “Une esthétique de l’existence”, en Dits et écrits, II, París, Gallimard, pp.
1549-1554. Sobre esto ver, Schmid, W (2002) En busca de un nuevo arte de vivir, Valencia, Pre-
Textos.
176
donde dioses y hombres mandan, el lugar donde se ejerce la autoridad.273 Como patria
del hombre, como lugar de los comienzos, podemos pensar ese lugar como archivo de
rescate de lo que quedó olvidado, algo necesario para seguir escribiéndonos. O dicho de
“mandato”, lo que se impone es “orden”, es decir, una orden, algo que debe ser de algún
modo otro con la verdad. Como le ocurre al narrador de En busca del tiempo perdido,
esa verdad no está en el pasado, sino en el porvenir. Y es que existe una forma de
entender la relación entre el sujeto y la verdad, una en la que nos damos una forma
propia desde el recuerdo de la infancia como tierra del comienzo y del inicio, como
diciendo aquello que en las más penosas condiciones escribió Oscar Wilde: “Sólo en
entender quién soy he hallado consuelo.”274 En De profundis, Wilde, que había vivido
para el placer y las cosas bellas, se enfrenta al dolor, en lo hondo, y escribe: “Rechazar
es poner una mentira en labios de nuestra propia vida. Equivale a una negación del
objetos, es posible que lo externo sea expresivo de lo interno, se hace posible que la
Forma revele.
deportado en el antro del barco negrero. En ese barco y en ese espacio “heterotópico”,
273
Cfr. Derrida, J. (1997) Mal de archivo, Madrid, Trotta, p. 9.
274
Wilde, O. (1999) De profundis, Barcelona, Muchnik, p. 111
275
Wilde, O. (1999) De profundis, ob. cit., p. 111
177
en ese no-lugar, el africano pierde su lengua: con frecuencia, tanto en el barco como en
las plantaciones jamás convivían personas que hablaban la misma lengua. Había un
legados. Y sin embargo, como en otros casos de inhumanidad extrema, con el único
recurso de los poderes de su memoria, a partir de las huellas y de los rastros de lo que
era en su propio mundo, crea un lenguaje nuevo y formas artísticas universales, como la
música de jazz. Aquí hay verdadera creación, un verdadero darse forma, a partir de lo
que Edouard Glissant denomina pensamiento del rastro, “el trémulo aliento de la
que todavía puede hacerse con la lengua y con la vida, incluso en las situaciones más
extremas, como lo es el final del texto de Foucault “Des espaces autres”. El texto es
aquí tan pertinente, y habla tanto por sí mismo, que sólo cabe dejarle hablar sin
Un pensar como éste lo que busca es, entonces, imaginar lo no dicho. En ese
arte, que es una especie de estética de la existencia, en ese arte de encontrar la propia
276
Glissant, E. ( 2002) Introducción a una poética de lo diverso, Barcelona, Ediciones del Bronce.
277
Foucault, M. (1999) “Espacios diferentes”, Obras Esenciales, vol. 3, Barcelona, Paidós, p. 441.
178
tristeza, sino danza y risa, porque la risa hace pedazos la unidad absoluta y el carácter
incondicional del pensamiento. En ese arte, la vida se rige por su aprobación alegre, una
que, como dice Deleuze, “a su manera, el arte dice lo mismo que los niños. Se compone
de trayectos y de devenires, con los que hace mapas, extensivos e intensivos. Siempre
“verdad” de sumo interés aquí. La verdad no es algo que esté ahí, que pueda
encontrarse o descubrirse, sino algo que debe ser creado y que da nombre a un proceso
indeterminado. Como ejercicio de creación, la verdad es una práctica del arte, del arte
de darse forma a sí mismo, de hacer experiencia en un devenir que puede explicarse sin
carácter es un arte grande y raro.279 Aquí subyace una crítica a la educación como
práctica que se resuelve en la exigencia de tener que comunicar una fe definida acerca
que primero inventa una fe y después pide la verdad. Como creación en uno, como
Foucault nunca pretendió en su filosofía otra cosa que pensar en un sujeto como
un quién capaz de constituirse a sí mismo con la ayuda de unas prácticas y unas técnicas
278
Deleuze, G. (1996) Crítica y clínica, Barcelona, Anagrama, p. 95.
279
Nietzsche, F. (2000) El gay saber, Madrid, Austral, 290, p. 240.
280
Nietzsche, F. (1998) Así habló Zaratustra Madrid, Alianza, p.272.
179
como creación de sí, es la condición ontológica de la ética, de modo que toda ética,
trata, por tanto, de pensar la existencia como arte, orientada y guiada por un
identidad fija. Más bien estaba interesado en pensar la ética como éthos, o sea: pensar
los sistemas simbólicos, a la vez que se sirve de ellos.282 Lo que hacemos es resistir, o
orientar y encauzar de nuevo la vida. Haciendo arte de vida “doblamos” las relaciones
como dominación.
No se trata, por tanto, de determinar de una vez por todas y para siempre la forma
esencial del hombre, sino de acometer un trabajo sobre uno mismo, acometer la tarea de
abstracto, sino porque hacemos experiencia con un mundo que nos da a pensar. El arte
281
Cfr. Deleuze, G. (1999) Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, p. 156.
282
Cfr. Foucault, M. (1999) “Verdad y poder”, en Obras Esenciales, vol. II, Barcelona, Paidós, p. 45.
180
de la vida, como estética de la existencia, surge como una lucha, como un combate o
inaceptable lo que da sentido a la ética, lo que justificaría los derechos humanos, lo que
Esta estética de la existencia es, al mismo tiempo, una ética que resalta el aspecto
estético del diseño de uno mismo, pero no con el propósito de una afirmación del arte
exclusivamente estética sino que es, en los términos de Foucault, ética.”283 Se trata de
volver a pensar la vida del sujeto, y al sujeto mismo, con las metáforas de “novelista de
de Nietzsche de la vida como arte de sí misma. Si no existe ninguna esencia del hombre
Uno de los pilares del cuidado ético con uno mismo, en la antigüedad, consistía
era parte del arte de una estética de la existencia, de una vida que al no renunciar a la
verdad como veracidad se conformaba como belleza. La ética del cuidado de sí está
ligada, sobre todo, a cierto modo de conocimiento y formación del saber. El saber y el
belleza. El saber está ligado, entonces, a un cierto éthos. Se trata de un saber vinculado a
forma a la vida como arte y entonces nos volvemos capaces de ver la verdad como
283
Deleuze, G. (1999) Conversaciones, ob. cit., p. 163.
181
estética son la misma cosa. Para esta forma estética del saber de la vida lo importante es
un articular modo de ver, una cierta manera de mirar el mundo y la relación del
individuo con el mundo. El cuidado estético de sí se vincula a una mirada que se resiste
al modo dominante de ver. Se trata de una mirada resistente, una mirada que ejercita
sino inquieto y móvil. Una mirada que se deja herir por lo que pasa y que nos se protege
frente a lo otro. Por ser un pensamiento móvil, nunca se instala plácidamente en las
Está claro que este saber ayuda a mirar el mundo de otro modo, pero también
independencia de las presiones que ejercen las convenciones sociales. Lo que se elige
es lo que verdaderamente importa en la vida para ese individuo. Pero esa elección no se
hace sobre la base de un saber seguro: en realidad el sujeto no sabe a ciencia cierta
dónde quiere llegar. Cuando ya se sabe previamente adónde se quiere llegar, falta la
dimensión de la experiencia.
Hay, pues, una dimensión estética del sentido. El sujeto aquí es un sujeto
pasional, un sujeto al que le pasan cosas a partir de las cuales crea su existencia
estéticamente y vive su vida como un Arte. La experiencia del dolor, como la del placer
y la alegría, nos muestra de una forma evidente que, como humanos, nos constituimos
activo. Como sujetos de pasión, lo que nos transforma es el padecer, o dicho de otro
182
modo, la pasividad específica que soporta y acoge lo que nos pasa; sea dolor o alegría,
amor o desamor. El saber que obtenemos de este soportar lo que acaece en nosotros es
un saber qué forma, tonalidad y textura adopta la vida en casos como estos, donde lo
que nos pasa nos hace expresar, en un grito, en un gemido, con un gesto imperceptible,
más intenso. El sujeto de la pasión se hace, entonces, a base de constantes mezclas entre
no es tanto lo que hacemos como lo que nos acontece y nos constituye en sujetos
pasivos que recibimos lo que no hemos elegido. En este sentido, la belleza humana
sin resistencia, en el sufrir lo que hay todavía es pasión, mejor aún, poder de pasión,
una cierta capacidad de elaborar el sentido de lo que nos acontece, una cierta energía y
dinamismo. En rigor, “sufrimos” tanto la pasión de lo que nos hace mal como la pasión
de lo que vivimos como un bien. Como sujetos de pasión, la ética humana es, entonces,
una patética.
2. Territorio de la memoria
tiempo, que es el que nos coloca en relación tanto a nuestros antepasados como a
nuestros descendientes. Y sin embargo, en una época como la nuestra, que tiene una
un hablar incesante del recuerdo, en relación con acontecimientos dramáticos del pasado
siglo, que no parece decir lo esencial de los mismos, y cuya enseñanza se caracteriza
figuras clásicas de la cultura tal y como nos las ha mostrado el humanismo en vigor en
el mundo escolar. La historia de estos dramas merece una memoria política, más que
moral, porque plantea cuestiones que se refieren a la entraña misma del sujeto político.
Una memoria basada en la mera emotividad es, al final, inútil; es una memoria vana.284
Hay que reconocer, no obstante, las dificultades que las democracias tienen para
democracia tiende a rechazar una mirada frontal de los crímenes más atroces, al derivar
su legitimidad del principio de ciudadanía, que no puede ser más que “bueno” en la
perdón. Sin este trabajo de duelo de la memoria, ¿cómo evitar la amnesia y el olvido?
284
Cfr. G. Benssousan (1998) Auschwitz en héritage? D’un bon usage de la mémoire, ob. cit., pp. 55 y
ss.
285
Cfr. M. T. de la Garza (2002) Política de la memoria, Barcelona, Anthropos; E. Jelin (2002) Los
trabajos de la memoria, México, Siglo XXI Editores; Academia Universal de las Culturas (2002)
¿Por qué recordar? , Barcelona, Granica.
184
narcisismo de la condición de “víctima”, tan peligroso para ella como para su futuro y la
continuidad de su existencia?286
de las facultades del recuerdo. Como ya he explicado en otro lugar287, Tzvetan Todorov
ejemplar", sin negar la singularidad del suceso desde el punto de vista subjetivo-
existencial, lo recupera como una manifestación entre otras de una categoría más
incluso diferentes.289
Desligar la memoria del pasado de ese necesario vínculo con el interés por lo actual es
dañar tanto al pasado como al presente. Desde este punto de vista, la memoria no es sólo
capacidad para el recuerdo, sino instalación viva en el tiempo. La memoria es, sobre
286
Cfr. D. Sibony (1998) Violence, París, Seuil, p. 189.
287
Me he ocupado de este tema en: Bárcena, F. (2001) La esfinge muda. El aprendizaje del dolor
después de Auschwitz, Barcelona, Anthropos, pp. 56-82.
288
Todorov, T. (2000) Los abusos de la memoria, Barcelona, Paidós, pp. 29 y sigs.
289
Como dice Norman G. Finkelstein: “Para que realmente podamos aprender del holocausto nazi, es
necesario reducir su dimensión física y aumentar su dimensión moral (...) Ya va siendo hora de que
abramos nuestros corazones al sufrimiento del resto de la humanidad. Ésta fue la lección principal
que me enseñó mi madre (superviviente del gueto de Varsovia). Ni una sola vez le oí decir: ‘No
comparéis?”. N. G. Finkelstein (2002) La industria del holocausto, Madrid, Siglo XXI Editores, pp.
12-13.
290
Cfr. E. Conan y H. Rousso (1994) Vichy, un passé qui ne passe pas, París, Fayard; Huyssen, A.
(2002) En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, México, F.C.E;
R. Koselleck (1993) Futuro pasado, Barcelona, Paidós.
185
vivida del tiempo o no es nada en absoluto. Por eso, el presente contiene el pasado como
incongruente con el juicio selectivo del olvido. Los sujetos nos orientamos, o
“pasados que no pasan”, que todavía nos urgen y nos solicitan. Quizá, como dice A.
Queda claro entonces que es necesario “trabajar” las memorias, significarlas, re-
componente necesario del “trabajo del duelo”, la capacidad de olvido, porque una
memoria que no selecciona, que no olvida ciertas cosas, es una memoria atascada que
imposibilita los nuevos inicios, los recomienzos, en suma, los nacimientos. Por eso, de
lo que se trata es, no de olvidar los crímenes pasados, sino de aprender a vivir en el
llegada de los nuevos. En y por el nacimiento hay educación y renovación del mundo.
Desde este punto de vista, el nacimiento es una nueva narrativa que muestra a las
291
A. Huyssen (2002) En busca del futuro perdido. ob. cit., p.40
186
antiguas como su preanuncio. Todo lo que nos pasó, todo lo vivido, el relato en que
consiste nuestra nueva natalidad cobra sentido, un nuevo sentido, a la luz de ese
momento simbólico del renacer. Así, por el nacimiento, de algún modo, nos volvemos
“otros” -de ahí la asociación entre nacimiento y buena nueva, vínculo bien destacado
expectativas.
como anhelo, como deseo, como esperanza, como horizonte de expectativas, como
del pasado. Así, esta “pedagogía de la memoria” lo que hace, lo hace “en memoria” de
un pasado que es pre-anuncio narrativo que crea o no crea las condiciones de un futuro
recomienzo o nacimiento.
para una comunidad, en tanto que precepto categórico, sino en todo caso como un
nuevas generaciones han de vivir, quiéranlo o no, como parte de una identidad que es
Se puede plantear la cuestión de la memoria en clave ética: “¿Existe acaso algo así
acontecimientos del pasado? Si es así, ¿qué tipo de obligación es ésta? ¿Pueden acaso el
referido a una “ética del recuerdo” no como manejo de nuestro comportamiento frente a
personas con las que tenemos una relación por el exclusivo hecho de que son nuestros
semejantes (relaciones sueltas), sino como un modo de atender nuestras relaciones con
aquellos que no son cercanos. La ética, aquí, gestiona, por así decir, nuestras relaciones
recuerdo sí es decisivo, pero entendiendo por esta noción una forma antropológica, no
depende de la medida en que establecemos con él una relación personal. Por ello,
podemos compartir no sólo el recuerdo en sí, sino los modos de su transmisión.293 Hasta
292
A. Margalit (2002) Ética del recuerdo, Barcelona, Herder, p. 15.
293
Cfr. A. Maragalit (2002) Ética del recuerdo, ob. cit., p. 37.
188
Cuando la vida se siente rígida, se fractura a través del sentido, por invención
estética de la existencia, o por una memoria que, sin renunciar al olvido, ofrece un
nuevo sentido al presente vivido y también por el recuerdo de nuestra infancia. ¿Qué
realidad fractura la infancia? ¿Qué nuevo sentido crea? Voy a tratar de responder estas
294
preguntas a partir de Hermann Broch. En su obra Los inocentes , que constituye un
violento ataque a la sociedad alemana anterior al nazismo, inserta Broch tres largas
comienza con la misma pregunta -"¿Por qué tienes que hacer poesía?"- a la que se va
dando cada vez una respuesta distinta, pero complementaria. Así, la primera serie
comienza de este modo: Mil novecientos trece. ¿Por qué tienes que hacer poesía? Para
descubrir otra vez mi juventud? En la serie siguiente la respuesta a esta pregunta es:
abismos!
Las tres respuestas parecen sugerir que se trata de escribir poesía para
reencontrarse con el tiempo pasado, cuya inocencia hemos perdido; escribir poesía para
último, escribir poesía para denunciar y avisar de la ruina que se avecina en un futuro
inminente. La palabra poética, esa otra voz de la que hablaba Octavio Paz es, aquí
294
Todos los poemas que citaré en esta sección se encuentran en: Broch, H. (1995) Los inocentes,
Barcelona, Lumen.
189
también, la palabra que nos reconcilia con un pasado perdido y recordado con nostalgia
en los momentos más duros, es la palabra crítica que nos dice lo que está mal ahora y
es, por último, la palabra que advierte de lo terrible, de lo tremendo. Las tres voces de
Broch nos hablan del tiempo en toda su extensión: del pasado, del presente, del futuro.
Esa primera palabra poética que invita a la descripción de la juventud, es una voz
infantil que advierte al padre adulto del duro camino que se le impone. Es una palabra
Esta voz dirige su mirada hacia le pasado, los años de formación y aprendizaje.
Pero se trata de una voz de juventud sin embargo crítica y advertidora, una voz que
exige atención al adulto, al padre, a los maestros y educadores, para que estén atentos al
sentido del camino que trazan y al cual encaminan a los aprendices. Es una voz
colección de relatos. Esta última inocencia es una inocencia que se autopercibe como no
culpable de lo que sucede -el dolor que provoca en las personas habitar una sociedad
construida de modo tal que les desorienta y perturba- y que está satisfecha de sí misma
sombras", que "nuestro progreso no es más una huella", y que "el suelo se hunde bajo
190
nuestros pies y nos arrastra". Pero la respuesta adulta, "inocente", sin sentimiento de
culpa y política y éticamente indiferente, replica: "El progreso conduce a un mundo sin
sigue hacia delante en su camino, aunque mira melancólico hacia abajo musitando, al
ver que su hijo ha decidido no proseguir: "Un polvo reaccionario cubre a mi hijo".
La segunda palabra poética es una voz que presta atención a un cambio, a una
Y
cuando los hombres volvieron de la guerra,
cuyos campos de batalla habían sido un vacío ululante,
encontraron lo mismo en sus casas:
el vacío de la técnica
ululaba igual que los cañones,
y el dolor humano se tenía que refugiar,
como en los campos de batalla,
en los rincones de los espacios vacíos,
circundado por aquella ronquera que produce el miedo,
rodeado sin compasión por la nada más brutal.
Entonces les pareció a los hombres
que todavía continuaban muriendo,
y preguntaron lo que preguntan todos los moribundos:
¿Por qué, con qué fin hemos malgastado nuestra vida?
¿Qué nos ha conducido a este vacío?
¿Qué nos ha entregado a la nada?
¿Es ésta en verdad la determinación del hombre?
¿Es ésta su suerte? ¿Es que verdaderamente nuestra vida
no puede tener otro sentido sino este sin-sentido?
Pero también insiste en la necesidad de formular las preguntas por el valor y por el
sentido, las preguntas radicales que las mentes ciegas para la comprensión son
plenitud.
191
La tercera palabra poética es una voz profética, una palabra que cae ya
y vacía de contenidos, y es una invitación a pensar en las víctimas, las actuales y las
futuras:
No nos engañemos,
nunca seremos buenos:
arrastrados de borrachera en borrachera,
vamos hacia la tortura y la sangre.
(...)
Nuestro progreso tiene mucho que agradecer
a la juiciosa guillotina;
la silla eléctrica,
que tortura sin hablar,
sirve para idéntico fin.
(...)
Descúbrete y piensa en las víctimas.
(...)
No alabes ni premies nunca a la muerte,
no premies la muerte que los hombres se infligen unos a otros,
no alabes lo indigno.
Ten, en cambio, valor para decir mierda cuando alguien
excite a los hombres a matar a su prójimo.
(...)
El mal vuelve siempre su rostro hacia el mal:
¿quién consuma el sacrificio humano espectral?
Un espectro.
Está ahí en la habitación, algo prohibido está ahí,
que silba para sus adentros,
¡es el espectro del espíritu burgués
habituado al orden!
Ha aprendido a leer y a escribir,
usa cepillo de dientes,
va al médico cuando está enfermo
honra a veces padre y madre,
en general se ocupa de sí mismo,
y sigue siendo sin embargo un espectro.
(...)
¡Oh, haced que yo nunca olvide!
Por eso tú, que aún vives,
debes descubrirte y pensar en las víctimas,
sin olvidarte de aquellas que lo serán en el futuro.
La carnicería humana no ha terminado aún:
¡sean malditos los campos de concentración
de todo el orbe terrestre!
192
testimonio, aquello que no se puede decir pero sí mostrar. La poesía, decía Octavio Paz,
espíritu, actividad intrínsecamente liberadora: más que una forma literaria, el poema es
arte de lo imposible, una constante persecución del otro lado de las cosas, de la
piedra, el don de lo imposible.” Por eso, más tarde o más temprano, la poesía tiene que
de palabras adultas, palabras como deben ser las palabras que están destinadas a ilustrar,
a llenar y formar las personas con los entramados de la cultura mientras se abandona la
infancia. Estas palabras, o esa palabra -la palabra pedagógica- se dirige a un auditorio
del que se espera que abandone la infancia cuanto antes. Porque en eso consiste la
formación: dar forma adulta a la informal infancia. La educación es, aquí, un abandono
de la infancia. Pero al mismo tiempo, todos aspiramos a que la educación cumpla con el
propósito de que quienes se ilustran en nuestras escuelas sean capaces de pensar por sí
hagan con la ayuda de profesores y educadores que también saben pensar por sí
mismos.
295
Paz, O. (1999) "El arco y la lira", en La casa de la presencia. Poesía e historia, Obras Completas, I,
Barcelona, Galaxia Gutenberg, pp. 41-43.
193
abandono cada vez más deliberado del estado de infancia y de tutela ajena, una
poético es creación de sentido, una invención específica del tiempo de la infancia? Así
poesía a una comunicación-otra entre los hablantes. Busca lo poético comunicar de otro
modo lo que el talante de lo poético precisa. Y este otro modo de comunicación enuncia
sin decir lo que al final acaba mostrando, de modo que el silencio se constituye en una
poética hace que el hombre se convierta en niño. Lo poético, entonces, reclama del
individuo todos sus sentidos. Hay una elaboración del sentido a través de los “sentidos”
del propio cuerpo, del cuerpo entendido, en su material singularidad y concreción, como
cuerpo, lo poético de-construye los sentidos establecidos como únicos para poder crear
supera. Ya que el poeta puede ir más allá del cuerpo, de un cuerpo, necesita partir
busca mostrar sin decir a través de otros registros diferentes de los que dominan en la
razón científica y tecnológica. Desde su núcleo, el corazón del poeta escucha el silencio
del mundo, y más que significar lo poético nos hace ser y existir. Eso que llamamos
“mundo” está formado, desde luego, por todas las voces y todos los matices de una
lengua. Aunque hablemos una sola lengua, en realidad cada palabra que pronunciamos
la pronunciamos “en presencia de” todas las lenguas del mundo. Pero esas lenguas y
esas palabras tienen su infancia, o sea, su estado inicial de silencio. Escuchar el silencio
del mundo es escuchar el inicio de cada palabra, su propia génesis, verla formarse.
Además, la dimensión poética ofrece una relación peculiar con el tiempo. Pues el
lo que siempre cabe esperar: lo porvenir. La memoria poética hace presente lo pasado
poético, como instancia apeladora¸ esto es, como vocación de sentido(s). Pero el poeta
no puede desprenderse del todo, en relación con el pasado, de una cierta nostalgia. De
modo que desde la experiencia poética, el presente se vive con perplejidad, desde una
tensión que desplaza al yo poético entre el pasado y el porvenir. Ese yo poético nunca es
una identidad fija ni sustancial, mera mismidad inamovible. Es, más bien, un inmenso
vacío, pero al mismo tiempo una identidad múltiple repleta de personajes. Muchas vidas
viven la vida del poeta. Por eso es frecuente que el poeta viva siempre instalado en la
la misma experiencia poética, ya que el pasado nunca está cumplido del todo y porque
el porvenir siempre está por llegar, y cuando llega es apenas un instante. Por eso toda
poética es crítica del presente, exploración del pasado e inquietud por el porvenir. El
poeta se pregunta por el mundo desde el corazón mismo de donde todas las preguntas
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silencios.
trágico, como un impulso ético por el otro en una relación de profunda alteridad. La
relación poética es, pues, una relación en cierto modo delirante. Bajo su registro, la
educación queda experimentada desde el otro lado del concepto. En lo poético, el otro
es un acontecimiento delirante del yo: lo que llama, reclama, altera o pone en cuestión.
El otro es una inquietud, y por eso mueve, moviliza, dinamiza. Uno no queda impasible
Epílogo
DELIRIOS
comienzo. Este capítulo final está compuesto de últimas palabras; últimas pero también
primeras. Están “al final”, pero muchas de ellas fueron escritas “al principio”, en un
escritas por muchas razones, por motivos tan distintos como una lectura ocasional, un
encuentro con los amigos, un instante de amor delirante, una mirada de mi hijo; por
tantas cosas. Fueron, en realidad, mas que palabras, situaciones, instantes, momentos
que desencadenaron un cierto delirio, el fruto de una lectura, de un modo de leer, de una
forma de ver, de una cierta manera de dejarme ser o dejar ser a alguien.
Hay palabras delirantes porque quien las pronuncia o quien las escribe deliró
antes. Ese delirio puede ser, o bien un temor a la vida, un rencor antiguo que busca la
cumbre de una venganza, o bien el resultado de una lucha agónica que apuesta por la
vida, pese a todo o pese a alguien, o a pesar de nadie, por uno mismo. En todo caso,
esos delirios que forman una manera de decir con las palabras lo que vemos o lo que
sentimos son el resultado de una manera de leer que nunca termina de aprenderse. En
este último capítulo, formado por primeras palabras, quiero testimoniar lo que fue en
algún momento, lo que quedó pensado, la inquietud que me recorrió, la experiencia que
imaginé hacer, la mirada que fue imposible, las palabras torpes, en definitiva, que
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buscaban lo que se ignoraba, lo que quizá todavía se ignora. Son un testimonio de todo
eso y de la amistad, aquello que aprendí de mis amigos, de la gente que me quiere, un
testimonio también del amor, un testimonio de la infancia, cuyo nombre ahora sólo
Este es su poder: un signo, una señal, nos trae a la memoria el recuerdo de lo doloroso,
la huella que dejó una experiencia, la cicatriz que fracturó nuestro sentido del tiempo
mundo es a través de los ojos. Primero nos movemos, luego miramos, después
hablamos, decimos lo que tocamos y tratamos de atrapar lo que vemos. El primer saber
proviene de la vista -el saber del ojo- a través de la cual observamos lo “otro” que no
somos, tomamos contacto con la alteridad, pero sin transformarnos en esa otredad. El
saber del ojo conoce lo otro, y así podemos recordar, porque hemos visto. Memoria del
ojo, privilegio anamnético de la mirada. En este privilegio de la vista, saber es ver y ver
es saber, tomar conciencia de haber conocido por los ojos. Ver es un sentir primero. Es
un saber que siente y que sabe, y porque sintió y supo, sigue saboreando y recuerda lo
que conoció como imagen. Se trata de un saber anamnético de tipo platónico (memoria
griega) que nos permite aprender y recordar pero sólo en la medida en que antes
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habíamos visto y quizá porque unos y otros hablamos la misma lengua, la misma y
única lengua.
de Europa del que Husserl habló no nos puede salvar, porque en los campos se arruinó
al experiencia del lenguaje en su plural manifestación. Ese tiempo del después de nos
desorden, aprender a hablar en presencia de todas las lenguas del mundo, como dice
Edouard Glissant. No nos basta recordar lo que una vez pudimos ver. Hay que recordar
lo que, sin verlo, escuchamos, es decir, lo que oímos pero no vimos ni vivimos.
relato, una narración para luego recordar lo que oyó decir. Ese saber del oído es un
saber que, ahora sí, nos permite transformarnos en lo otro que no somos, en lo otro que
silencio tiene tanto peso, o más, que la exigencia de comunicación y la obligación de los
acuerdos. Grecia, con todo, nos enseña una lección a través de una rotunda decepción:
con la muerte de Sócrates aprendimos que la lengua como persuasión tampoco sirve
5. Quien recuerda se sabe las palabras del poeta. Se las sabe de memoria,
palabras inquietas, rebeldes, palabras que salen del fondo oscuro, donde el poeta bebe
menudo, hundido, en las aguas del olvido. El olvido. El poeta existe sólo en función de
trascendido.
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6. Todos tenemos un nombre. Decía Homero que todos tenemos un nombre, que
sería inhumano nacer y nos tener un nombre. Los dioses, en las tradiciones religiosas,
carecen de un nombre que pueda decirse plenamente, pero tienen nombre innominado.
Sus nombres son signos impronunciables. Como el dios de los judíos: cuatro
consonantes sin vocal. Del nombre del dios judío se puede hacer un concierto
(Ouaknin). Pero cada ser humano puede pronunciarlo decidiendo por su cuenta las
vocales que insertará entre las cuatro consonantes. Dios se deja decir por cada uno. ¿Por
qué, entonces, se nos obligó a decir el nombre de Dios de una única manera?
7. Una vida que puede morirse o solo sobrevivirse. Vida que puede narrarse,
expuestas a un ojo escrutador que las vigila. Ver a través de la vida del otro. Es vida
transparente, una vida sin secretos, sin posibilidad ya de resguardarse ante los ojos
Una vida sin secretos es una vida a la que le falta intimidad y profundidad. Vidas
horizontales.
Olvido como inocencia, olvido de lo que pesa, olvido de lo que arremete. Un eterno
comienzo.
9. ¿Qué es el silencio? Un pensar sin palabras. Lo que muestra sin decir. Está el
silencio del que deliberadamente calla, por no encontrar nada que decir (o que contar, o
también hay otro silencio. El silencio como escucha de sí, la escucha del corazón, y el
silencio que acalla la propia voz para dejar que la voz del otro se haga oír y resuene.
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texto que puede leerse a la vez en todos los idiomas, traducirse simultáneamente en cada
mente, entenderse privadamente por cada lector. Lectura privada de mente, lectura de
una mente privada, Es el texto diverso y plural, un texto lleno de misterio, abierto a una
comprensión múltiple.
11. Somos lo que éramos. Y lo que éramos fue un inicio, un comienzo, lo que hoy
-el futuro de entonces- contemplamos ahora como fecundación. Pero eso cada nacido es
un recuerdo de todos los muertos. El recién nacido es posible porque hubo lo pasado,
una forma de vida pasada. Los que fueron ya no están sino como memoria. Recordarlos
en cada nacimiento es hacer que no mueran del todo. Nuestros antepasados velan por
nosotros y nos protegen. Nos enseñan que somos historia, que seguimos narrándonos
para ser.
12. Me sirvo de las palabras de los otros para encontrar mi propia voz, mi forma
participamos (G. Steiner). Nos viene dado. Y cada vez que intentamos renegociar ese
aliados en una voz-otra, en un sentido nuevo, un sentido que rompe lo real como solo
los niños saben hacerlo, porque no saben que el mundo está ya interpretado, y al
mi vientre.
16. A veces, en los sueños resplandecemos de belleza. Soñados por otros nos
17. J. ha soñado en poema: “Anoche soñé que el sol soleaba”, me dijo mientras
me miraba.
18. Cada vez que me acerco al dolor de los otros rompo las ataduras que me
hacen esclavo del mío y me libero. Rompo el pacto de silencio que me enmudece, y
acabo entendiendo el misterio del despertar de lo que nace: un grito que nace.
19. Hay una sabiduría en el placer y una sabiduría en el dolor. El saber del
Blanquear el texto de la propia vida. Borrar todas las letras: empezar a escribir otra vez.
22. La poesía es un don: lo que se da, lo que se ofrece, la palabra que llena un
23. La vida se cuela entre las grietas de la rigidez y de lo absoluto. Una fractura
que rompe lo duro de lo real, una herida de Dios. Cada vez que herimos la totalidad, es
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posible de nuevo el nacimiento del hombre. El hombre es una lágrima de Dios, letra
que se crea.
25. Ahora sé que la pureza es una extraña mezcla de materia líquida. Dos cuerpos
mojados que en su mayor intensidad parecen evaporarse, huir. Hay una pureza cruel,
ordenada, muerta, y otra que se dibuja en el desorden y en el capricho, una pureza que
hace.
que no se trata de imponerme una idea perfecta de mí, sino de sentir la vida en su
sentido imperfecto, pero vida al fin. Lo que nos pasa, sólo con el sentido interno se
puede aprender a mirar y entender. No es una significación lógica, dónde todas las
existencia y qué condiciones hacen posible la vida, esa que es mía y que nadie puede
vivir en mi lugar? Es fácil caer en la tentación de la culpa, que es una forma de parálisis
por autocompasión. Pero hay que aprender a mirar las cosas desde dentro. Siempre
que pensamos. ¿Se puede?, ¿Se debe?, ¿Se desea? La opresión obnubila el juicio y
deteriora nuestra lucidez. Es fácil equivocarse, pero mucho más difícil integrar los
propios errores como un ser simplemente humano. Cuestión de elección: aspirar a ser
acuerdo a una idea lógica y siempre perfecta de lo que debe ser el Hombre.
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28. Para acercarnos a una mínima comprensión del final del Tractatus de
Wittgenstein hay que aceptar un supuesto de partida: que la vida y el Mundo tienen un
sentido, es decir, que es posible predicar sentido en ambos, y que éste se encuentra fuera
de modo que la pregunta por el sentido del Mundo sería una pregunta irrelevante. Pero
encontrarse fuera del espacio de lo representable. Sólo se puede mostrar, pero no decir.
un discurso sobre la ética. Sólo es posible como estética, que es una forma no discursiva
y no verbal de representación del sentido. Así, el gesto estético es una forma no verbal y
no discursiva que muestra el sentido, siempre indecible, de la vida y del Mundo. Pero
todo este edificio depende de algo tan vulnerable y frágil como la cuestión del sentido,
noción totalmente indefinible, esto es, ilimitada e ilimitable, y por ello ambiguo. Un
escándalo de la razón científica, para cuyo orden sólo tienen sentido las cadenas de
sentido: sólo tiene sentido lo que tiene significado. Afortunadamente, verdad y sentido
no tienen porqué coincidir y ser la misma cosa. Si coincidiesen o tuviesen que hacerlo,
la vida sería para muchos un verdadero infierno, además de una mentira. Dos males en
uno.
lo porvenir que queremos alejar lo más posible de nosotros. Pro ambas forman el tiempo
humano. Girando hacia el nacimiento, la vida está cerrada, pero mirando de frente, de
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cara a la muerte, la vida tiene una puerta de salida. Parece abierta. Por eso la vida está
30. La ley eterna de las cosas se cumple en el puro devenir del ser, como una
estar siendo inconcluso. Sólo está la inocencia del devenir. Pensar lo trágico es darse
cuenta de que esta ley me concierne. Pensar trágicamente: pensar lo roto y lo herido,
pensar desde lo que desgarra y verse obligado a seguir pensado; verse llamado y ligado
por la voz ya ausente, presente como memoria, de los muertos. Proseguir el camino que
pensar lo inocente sin mediaciones: pensar las fracturas, pensar las grietas, pensar lo que
se desliza como rotura de lo liso en la incisión del mismo pensar. Pensar lo que se
su escribirse. Las palabras de este final con delirios son así: palabras-fragmentos,
palabras que se ensayan y que recuerdan algo en su escritura rota y torpe. Un ensayo
sobre las palabras. No las que se pueden decir, sino las que, casi mudas, procuran una
expresión. Las que como la vida en nacimiento buscan salir a la luz, aunque sea
gritando.
de nacer.
33. ¿Dónde está la serenidad que necesitamos para dar tiempo a nuestro propio
impide la calma y no deja tratar de ser lo otro que se anhela. Pero guardo en mí la
esperanza de lo que es vida, de lo que me llega, genial, como brisa fresca. Palabras
tímidas pero implacables que, al recorrerme, me hacen avanzar sin perder la alegría, sin
reconozca frágil. Mi aventura hace comunidad con mis amigos, se vuelve fuerte en el
amor de una mujer, y centra mi atención en una infancia duradera. Hay tiempo en mí.
Hay demasiadas palabras bellas, antas que sólo puede silenciarlas, atesorarlas y
que ve el mundo como por primera vez, como si nunca antes nadir lo hubiese mirado,
inservibles todas nuestras categorías y juicios. Esa mirada coloca el ojo en aquel que
comienza a mirar lo que le rodea, sitúa la mirada en el lugar justo después del
nacimiento. Es la mirada que crea sentido, es la que inventa, una mirada llena de lo
abierto.
35. Susan Sontag escribió que más que una hermenéutica necesitamos una erótica
del arte. Necesitamos, decía, aprender a ver más, a oír más, a sentir más, en vez de
de las cosas que son y nacen con el empuje y ala fuerza de la vida naciente. Como los
niños, se trata de ponernos en contacto con todo (con tacto) y sentir la expresión poética
contiene. Se silencia una vida cuando se impide el nuevo comienzo de lo que es capaz a
37. ¿Cómo pensar la muerte, que es indecible? ¿Cómo pensar el dolor, del que no
podemos hablar pero que nos hace gritar? Parece que es el grito lo que liga la vida y
un grito que no es todavía palabra, apenas es voz. En ese instante, nos mostramos al
mundo, tranquilizando al ser que nos proporcionó nuestra primera casa. Y con otro
grito, más o menos grito, más o menos audible, morimos, como conducidos sin palabras
al último silencio. Venimos del silencio y al silencio vamos. Antes de la vida y después
hábitat. Venimos del agua y del silencio, y entre ambos silencios el silencio anterior al
grito de la vida y el silencio posterior al último suspiro- nuestra condición es, quizá, el
aprendizaje de una palabra imposible y fracasada, que se rinde dócil ante el sufrimiento
y la muerte. Y sin embargo, ¡de qué poco sirven las palabras cuando queremos decir lo
que se escapa a la lengua! El dolor nos vuelve a enmudecer, nos empuja de nuevo a
fracaso del lenguaje. La educación, que está todavía basada en la presencia de una cara
a cara, en un encuentro entre dos rostros y dos cuerpos, y en la carne de las palabras,
palabra dolor? En realidad, al hablar del dolor -aquello que nos deja sin palabras,
aquello que nos convierte en un cuerpo, en carne, y que nos hace decir con gritos lo que
no podemos mostrar de otro modo- al hablar del dolor, digo, lo primero es el miedo.
Primero viene el miedo, que te vuelve dócil y obediente; sumiso. Porque el miedo
paraliza. Luego es el anuncio del dolor; el dolor que se avisa, el dolor anunciado. Y
entonces crece más el miedo, hasta transformarse en un terror indescriptible, que te hace
llorar, que te hace gemir, que te empuja a ser de nuevo un niño aterrorizado. Por fin, el
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dolor salvaje, que empieza poco a poco, pero que crece y crece y sube y se extiende y lo
recorre todo. Te hace sentir todo cuerpo como mera carne. Eres todo cuerpo. Todo tu yo
obedece, un cuerpo en manos de otro cuerpo que hace de él lo que quiere a voluntad. Al
final, te dejas llevar. No sientes nada. Has entrado ene el jardín de la apatía. Nada
importa. No importa ya lo que hagan con un cuerpo que no sientes como propio. Entras
en el jardín apático del silencio total. Tu cuerpo autista calla, no se expresa, es “eso”,
una figura, un amasijo informe que no te informa de nada. Sólo mucho después,
adormecida por golpes brutales, vuelve el dolor de otro modo. El dolor regresa como
encarnada. El dolor regresa como recuerdo, en forma de pesadillas. Una noche, y otra, y
otra, y otra más, todas las noches... El tiempo se ha transformado en una noche infinita,
noche total, terror a dormir, a quedar vencido por el sueño, a que regresen los
venganza no sirve de nada. Hay que olvidar el olor de la muerte, el color de la sangre,
las marcas de la piel torturada, ese olor maldito que se te pega por fuera y por dentro y
que el agua no quita. Olvidar para que el tiempo haga el resto; olvidar o quizá desear la
muerte o tener la esperanza de que una mano-otra, una mano que acaricia y que ya no
es garra, ni desgarra tu cuerpo, una mano llena de amor, para que acercándote a ti te
recuerde que eres un ser digno de ser amado por fin. Porque tu cuerpo también puede
38. Recuerdo mis propios silencios. Por ejemplo, el silencio que escucho cuando
tranquila y emocionada de mis amigos mientras les hablaba. El silencio de sus ojos
gemido tranquilo, de una mirada quieta que me hablaban diciéndome: estamos aquí,
propio cuerpo, de una mirada extasiada, eternamente penetrada por mi propia mirada de
cántico final de un coro de dos voces. El silencio de unos cabellos recorriendo como
dulces manos de infinitos frágiles dedos que no se demoran, y sin embargo detienen el
bellísimo y desconsolado de una mirada, una mirada herida que me trae el dolor del
mundo. Tu mirada. Tu mirada de niña, con infancia robada; tu mirada de madre, sin
39. Saber-se-alegre. Como si después de haber sufrido mucho, tras creer que toda
esperanza era vana, más infernal pretenderla que el mismo infierno del dolor y el
primeras luces de una nueva mañana nos despierta sorprendidos y todo parece como
alegre. Danza el festival de la vida y todo indica que el regocijo de la fuerza regresa
BILIOGRAFÍA