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Clase de Principiantes

David, un joven pastor, escuchó como el gigante filisteo Goliat desafiaba diariamente a los israelitas a luchar contra él. Ningún soldado se atrevía a enfrentar a Goliat. David se ofreció voluntario para luchar, a pesar de ser más pequeño. Con la ayuda de Dios, David derrotó a Goliat usando solo su honda y una piedra, matándolo de un golpe y liberando a los israelitas.

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Clase de Principiantes

David, un joven pastor, escuchó como el gigante filisteo Goliat desafiaba diariamente a los israelitas a luchar contra él. Ningún soldado se atrevía a enfrentar a Goliat. David se ofreció voluntario para luchar, a pesar de ser más pequeño. Con la ayuda de Dios, David derrotó a Goliat usando solo su honda y una piedra, matándolo de un golpe y liberando a los israelitas.

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EL PEQUEÑO DAVID Y EL GRAN GOLIAT

Hace mucho tiempo, en el antiguo Reino de


Israel, nació, David, el hijo pequeño de un
pastor de Belén. David era un niño de familia
humilde que ayudaba a su padre con las ovejas
mientras sus hermanos mayores luchaban en el
ejército del rey Saúl, primer rey de Israel,
contra los filisteos.

Los filisteos tenían aterrorizados a los


soldados del rey Saúl, pues entre sus filas
había un guerrero de estatura descomunal
llamado Goliat. Durante muchos días Goliat
gritó a los israelitas que eligieran a un hombre
que peleara con él.

-Que el más valiente de entre vosotros,


israelitas, luche contra mí. Si él gana nosotros,
los filisteos, seremos vuestros esclavos, pero si
pierde, seréis vosotros, israelitas, quienes se
sometan.

Nadie quería luchar contra el gran Goliat, el guerrero más grande y temible de todos los
tiempos.

Todos los días el joven David llevaba comida a sus hermanos al campamento. Un día,
David fue antes de lo habitual, por lo que escuchó la amenaza del Goliat.

-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué nadie quiere luchar? -preguntó David a sus hermanos.

-Goliat lleva cuarenta días así, pero nadie tiene suficiente valor para enfrentarse a ese
gigante malhumorado -respondió uno de sus hermanos.

-Si nadie lo hace, entonces iré yo -dijo el joven David.

Los hermanos de David se enfadaron muchísimo.

-La guerra no es cosa tuya, niño enclenque -le dijo el mayor de sus hermanos-. Tu lugar está
junto a padre, cuidando ovejas.

-Yo derrotaré al gigante -insistió David.

Algunos soldados que oyeron la conversación fueron corriendo a avisar al rey Saúl. El rey
se acercó a ver a David y le dijo:

-Joven David, no puedes luchar contra Goliat. Eres pequeño y joven, y Goliat es un gran
guerrero con experiencia.

-Seré pequeño, pero soy valiente -dijo David-. Yo maté un oso y un león que se llevaron las
ovejas de mi padre. Acabaré con ese filisteo también. Dios me dará ayuda.
-Ve entonces -dijo el rey Saúl- y que Dios esté contigo.

David cogió cinco piedras de un río cercano y las metió en su morral, junto a su honda. Fue
entonces hacia donde estaba Goliat y le dijo:

-Goliat, aceptó el desafío. Yo lucharé por mi pueblo.

Goliat se enojó mucho. No podía creer que el rey Saúl mandase a un joven y pequeño pastor
a luchar. Pero, aún así, aceptó.

-Acabaré contigo en un abrir y cerrar de ojos, pequeña alimaña -bramó Goliat.

-Tú vienes a mí con una espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy contra ti en nombre
de Dios. Con su ayuda te derribaré.

Entonces, David cogió su honda, colocó una piedra y la lanzó contra Goliat. La piedra
impactó en la frente del gigante con tanta fuerza y precisión que le hizo caer al suelo,
derrotado.

Así fue como el joven y valiente David liberó a los israelitas de los filisteos y dio una
lección de valor, habilidad y fe a todo su pueblo.

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