Clase de Principiantes
Clase de Principiantes
Nadie quería luchar contra el gran Goliat, el guerrero más grande y temible de todos los
tiempos.
Todos los días el joven David llevaba comida a sus hermanos al campamento. Un día,
David fue antes de lo habitual, por lo que escuchó la amenaza del Goliat.
-¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué nadie quiere luchar? -preguntó David a sus hermanos.
-Goliat lleva cuarenta días así, pero nadie tiene suficiente valor para enfrentarse a ese
gigante malhumorado -respondió uno de sus hermanos.
-La guerra no es cosa tuya, niño enclenque -le dijo el mayor de sus hermanos-. Tu lugar está
junto a padre, cuidando ovejas.
Algunos soldados que oyeron la conversación fueron corriendo a avisar al rey Saúl. El rey
se acercó a ver a David y le dijo:
-Joven David, no puedes luchar contra Goliat. Eres pequeño y joven, y Goliat es un gran
guerrero con experiencia.
-Seré pequeño, pero soy valiente -dijo David-. Yo maté un oso y un león que se llevaron las
ovejas de mi padre. Acabaré con ese filisteo también. Dios me dará ayuda.
-Ve entonces -dijo el rey Saúl- y que Dios esté contigo.
David cogió cinco piedras de un río cercano y las metió en su morral, junto a su honda. Fue
entonces hacia donde estaba Goliat y le dijo:
Goliat se enojó mucho. No podía creer que el rey Saúl mandase a un joven y pequeño pastor
a luchar. Pero, aún así, aceptó.
-Tú vienes a mí con una espada, una lanza y una jabalina, pero yo voy contra ti en nombre
de Dios. Con su ayuda te derribaré.
Entonces, David cogió su honda, colocó una piedra y la lanzó contra Goliat. La piedra
impactó en la frente del gigante con tanta fuerza y precisión que le hizo caer al suelo,
derrotado.
Así fue como el joven y valiente David liberó a los israelitas de los filisteos y dio una
lección de valor, habilidad y fe a todo su pueblo.