1) Los israelitas adoraron un becerro de oro cuando Moisés tardó en bajar del monte Sinaí, rompiendo el primer mandamiento.
2) Moisés intercedió ante Dios para evitar que destruyera a Israel por su idolatría, argumentando que Dios había prometido protegerlos.
3) Moisés destruyó las tablas de la ley y el becerro de oro, y reprendió a Aarón por permitir la idolatría del pueblo.
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1) Los israelitas adoraron un becerro de oro cuando Moisés tardó en bajar del monte Sinaí, rompiendo el primer mandamiento.
2) Moisés intercedió ante Dios para evitar que destruyera a Israel por su idolatría, argumentando que Dios había prometido protegerlos.
3) Moisés destruyó las tablas de la ley y el becerro de oro, y reprendió a Aarón por permitir la idolatría del pueblo.
1) Los israelitas adoraron un becerro de oro cuando Moisés tardó en bajar del monte Sinaí, rompiendo el primer mandamiento.
2) Moisés intercedió ante Dios para evitar que destruyera a Israel por su idolatría, argumentando que Dios había prometido protegerlos.
3) Moisés destruyó las tablas de la ley y el becerro de oro, y reprendió a Aarón por permitir la idolatría del pueblo.
1) Los israelitas adoraron un becerro de oro cuando Moisés tardó en bajar del monte Sinaí, rompiendo el primer mandamiento.
2) Moisés intercedió ante Dios para evitar que destruyera a Israel por su idolatría, argumentando que Dios había prometido protegerlos.
3) Moisés destruyó las tablas de la ley y el becerro de oro, y reprendió a Aarón por permitir la idolatría del pueblo.
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Exodo 32:1-25
Tema: el becerro de oro; la ley quebrantada; y la intercesión
de Moisés El primer incidente de este relato fue el relacionado con El becerro de oro En cuanto a los israelitas, este capítulo es la crónica de una tragedia y, aun así, es aquí donde vemos una de las más importantes enseñanzas y revelaciones sobre nuestro Dios. Y que constituye una de las más grandes lecciones de la Biblia acerca de la oración. Leamos el versículo 1: "Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó alrededor de Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido." La gente pensó que Moisés se había ido o que, probablemente, había muerto. Y ya que él estaba ausente, quisieron hacerse ídolos o dioses que les guiasen en su marcha a través del desierto. En seguida, cayeron en la idolatría. Podría pensarse que Aarón, que era el sumo sacerdote, hubiera intentado detenerles, pero no lo hizo así. Se dejó arrastrar por la actitud del pueblo, que quería retornar a la idolatría. Escuchemos la reacción de Aarón en el versículo 2: "Y Aarón les dijo: Quitad los pendientes de oro de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos." Hay que aclarar que los pendientes en las orejas eran, en aquel tiempo, una señal de idolatría y una evidencia de que aquel pueblo había estado adorando a los dioses de Egipto. Por ello, se apresuraron a traer sus pendientes a Aarón. Y los versículos 3, 4 y 6, nos explican para qué. "Entonces todo el pueblo se quitó los pendientes de oro que tenían en las orejas y los llevaron a Aarón. Y él los tomó de sus manos y les dio forma con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Y ellos dijeron: Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto. Y al día siguiente se levantaron temprano y ofrecieron holocaustos y trajeron ofrendas de paz; y el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a regocijarse." Resulta difícil imaginarse a aquella gente cayendo en la idolatría y en la inmoralidad tan rápidamente. Ya se habían alejado de Dios, incluso habiéndole prometido que obedecerían todos Sus mandamientos. Como puede verse, no estaban cumpliendo ninguno de ellos. Y durante todo ese tiempo, Moisés se encontraba en el monte recibiendo la ley, las instrucciones y el proyecto para el tabernáculo. Leamos los versículos 7 y 8, donde encontramos La condenación de la apostaría de Israel "Entonces el Señor habló a Moisés: Desciende pronto, porque tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Bien pronto se han desviado del camino que yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición y lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto." Es importante destacar que Dios no había redimido o salvado a Israel porque aquel pueblo fuese superior, más importante o mejor que cualquier otra nación. Porque los israelitas no eran superiores, ni más importantes ni mejores que las demás naciones. Dios mismo había dicho que eran un pueblo obstinado. En consecuencia, veamos la reacción de Dios, leyendo los versículos 9 y 10: "Y el Señor dijo a Moisés: He visto a este pueblo, y he aquí, es pueblo de dura cerviz. Ahora pues, déjame, para que se encienda mi ira contra ellos y los consuma; mas de ti yo haré una gran nación." Aquella fue una tentación real para Moisés. Era como si Dios le hubiera dicho: "Moisés, yo te utilizaré como lo hice con Abraham, y haré de ti una gran nación y aun podré cumplir mi pacto con Abraham". Observemos la actitud de Moisés. Su oración fue un ejemplo entre las más destacadas oraciones de todas las Sagradas Escrituras. Leamos el versículo 11, que da comienzo a La intercesión de Moisés "Entonces Moisés suplicó ante el Señor su Dios, y dijo: Oh Señor, ¿por qué se enciende tu ira contra tu pueblo, que tú has sacado de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?" Dios le había dicho a Moisés: Desciende pronto, porque tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Entonces Moisés le respondió a Dios osadamente, y le dijo: "Yo no recuerdo haber sacado a ningún pueblo de la tierra de Egipto y, además, ellos no son mi pueblo. Son tu pueblo. Tú les quitaste de Egipto y lo hiciste con tu poder. Yo, no hubiera podido hacerlo" ¿Te imaginas estar hablando con Dios de esa manera? Esto nos lleva a reflexionar sobre la inconveniencia de expresarnos con hipocresía cuando oramos a Dios. Al hablar con Dios debemos dirigirnos a El con honestidad, con franqueza, lo cual es compatible con el respeto que El merece. Continuemos escuchando aquella oración ejemplar de Moisés. Dice el versículo 12: "¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Con malas intenciones los ha sacado, para matarlos en los montes y para exterminarlos de la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y desiste de hacer daño a tu pueblo." Aquí el argumento era fuerte. Si Dios llevaba a cabo esa destrucción, Faraón y los dioses de Egipto serían reivindicados y los egipcios se burlarían del Dios verdadero. Y ahora Moisés apelaba a un tercer argumento para que Dios apartase su ira de los israelitas. Leamos el versículo 13: "Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, y les dijiste: "Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de la cual he hablado, daré a vuestros descendientes, y ellos la heredarán para siempre." O sea que el Señor sería visto como el que no cumple sus promesas, pues El había prometido Abraham, Isaac y Jacob una descendencia incontable y que les llevaría a la tierra prometida. Moisés sabía que el pueblo había pecado y no trató de justificar sus acciones. Veamos el resultado en el versículo 14: "Y el Señor desistió de hacer el daño que había dicho que haría a su pueblo." La expresión "desistió" o "se arrepintió", como dicen otras versiones, no quiere decir que Dios cambió de forma de pensar, sino que pensó en otro curso de acción. El Señor no es inflexible y responde a las necesidades, actitudes y acciones de Sus hijos, expresadas en oraciones como ésta, que llegan a su presencia y afectan a la forma en que El actúa. Si fuésemos más honestos al orar, veríamos más respuestas visibles a nuestras oraciones. A veces habremos recibido respuestas negativas por no haber hablado con el con franqueza, con un corazón sincero. El párrafo siguiente nos lleva a las tremendas consecuencias de la idolatría de Israel; me refiero al El juicio de Dios Leamos los versículos 15 al 18: "Entonces se volvió Moisés y descendió del monte con las dos tablas del testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por uno y por el otro estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. Al oír Josué el ruido del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Hay gritos de guerra en el campamento. Pero él respondió: No es ruido de gritos de victoria, ni es ruido de lamentos de derrota; sino que oigo voces de canto." Los israelitas estaban pasando por momentos de gran excitación en su adoración del becerro de oro, mientras en su actitud de rebeldía e idolatría pecaban contra su Dios. Los versículos 19 al 21 nos muestran la airada reacción de Moisés: "Y sucedió que tan pronto como Moisés se acercó al campamento, vio el becerro y las danzas; y se encendió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las hizo pedazos al pie del monte. Y tomando el becerro que habían hecho, lo quemó en el fuego, lo molió hasta reducirlo a polvo y lo esparció sobre el agua, e hizo que los hijos de Israel lo bebieran. Entonces dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?" Prestemos atención a la respuesta de Aarón, tratando de desligarse de la grave situación. Leamos los versículos 22 al 24: "Y Aarón respondió: No se encienda la ira de mi señor; tú conoces al pueblo, que es propenso al mal. Porque me dijeron: Haznos un dios que vaya delante de nosotros; pues no sabemos qué le haya acontecido a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto. Y yo les dije: El que tenga oro, que se lo quite. Y me lo dieron, y lo eché al fuego y salió este becerro." Aquí vemos que la excusa de Aarón fue tan absurda como lo que el pueblo había hecho. Si no fuera un asunto tan serio, habría que tomarlo con sentido del humor. En otras palabras, Moisés llevaba la culpa por lo sucedido. Los israelitas pensaron que les había abandonado y por ello recurrieron al becerro de oro. No se puede menos que sonreír ante la declaración de Aarón. Incluso Moisés debe haberse reído de pura incredulidad. Recordemos nuestra reciente lectura del versículo que decía que Aarón había esculpido el becerro con herramientas, dándole forma. Evidentemente, se trataba de una mentira. Y dice el versículo 25: "Y viendo Moisés al pueblo desenfrenado, porque Aarón les había permitido el desenfreno para ser burla de sus enemigos . . ." y continúa el relato, como veremos en nuestro próximo programa. Al ver la caída moral de los israelitas y su falta de control, se destaca aun más la actitud de defensa e intercesión de Moisés ante Dios, a favor de aquella gente. En el próximo programa veremos la reacción de Moisés, pues muchos no habían participado de aquella falsa adoración e idolatría. También en nuestra época, tan alejada de aquellas prácticas, es evidente que el ser humano, que permanece alejado de Dios, puede traspasar todos los límites morales y caer en las más bajas aberraciones. Incluso podemos ver hoy cómo puede destruirse a sí mismo, por causa de las drogas y otros vicios. No hay nada que hacer con esta vieja naturaleza humana, sujeta a pasiones sin control, que provoca la degradación propia y la ajena. Por ello, no está demás recordar que la obra de Cristo en la cruz es la única que salva y regenera a todo aquel que, por la fe, responde a la invitación de Dios. El poder de Dios conduce así a una transformación radical del ser humano. Bien decía el apóstol San Pablo, en su segunda carta a los Corintios 5:17; si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.