Movilidad Urbana
Movilidad Urbana
Movilidad Urbana
Las ciudades en América Latina concentran casi el 80% de la población de sus países y
el sistema de transporte se convierte en un elemento central en las dinámicas de
desarrollo de las ciudades. En la actualidad, la agenda de los gobiernos municipales
latinoamericanos es, en esencia, una agenda de desarrollo urbano. Si, ampliamente, la
mayoría de la población de la región vive en centros urbanos y, se llegará a cerca del
90% en las próximas décadas, los esfuerzos para afrontar una mayor inclusión social y
luchar contra la pobreza se concentran en atender las poblaciones residentes en las
grandes ciudades. La movilidad urbana es entonces un factor determinante tanto para la
productividad económica del territorio como para la calidad de vida de sus ciudadanos y
el acceso a servicios básicos de salud y educación.
Durante mucho tiempo las acciones para mejorar las condiciones de movilidad se han
enfocado en incrementar la velocidad de los traslados, principalmente a través del
aumento de la capacidad vial, pero se ha demostrado que esas intervenciones sólo
promueven un incremento en el parque vehicular y, por lo tanto, generan nueva
demanda. Estudios realizados por Naciones Unidas explican que el efecto de este tipo
de acciones, tienen una duración aproximada de seis meses.
En los modelos de movilidad actual, se destina mayor cantidad de espacio público para
el automóvil, y no para las personas como actores principales de las ciudades; lo que ha
llevado a un modelo de ciudad y de movilidad insostenible. Se está inmerso en un
círculo vicioso donde mientras crece el número de vehículos en la ciudad, más se
saturan las calles y avenidas; entonces se aumenta la capacidad vial construyendo más
calles, avenidas, puentes, bajo niveles, etc.; y como resultado se propician nuevos
usuarios del automóvil y nueva saturación vial.
Los traslados que no son realizados con la ayuda de un motor, como lo son los traslados
a pie y en bicicleta, además de ser más saludables, ayudan a mejorar la calidad del
ambiente, reducir accidentes viales, ser más equitativos por su bajísimo costo, e
impulsan una dinámica urbana mucho más social y una ciudad mucho más vivible. Para
hacer ciudad, hay que hacer ciudadanía, y ésta se forma en el espacio que es público.
Por otro lado, más personas en las calles generan más percepción de seguridad. Existe
una teoría que explica que “los ojos en la calle” son claves para una ciudad más
dinámica y segura. Cuando en una calle es transitada por personas de a pie o en
bicicleta, interactúan con el contexto que las rodea.
A diferencia de las personas que van en automóvil, las que caminan o utilizan bicicleta,
van más atentas y son visualmente partícipes de todo aquello que sucede a su alrededor.
Cuando hay personas, la calle se percibe más segura y esto atrae a más personas.
Un tema recurrente por la no aceptación por los comerciantes de las ciudades, es la
peatonalización o prioridad peatonal de las zonas comerciales; actuación urbana que
suelen encarar los gobiernos municipales. Los comerciantes sostienen que impedir el
paso de los automóviles trae menos clientes a la zona o centro comercial, cuando todas
las experiencias bien llevadas a cabo, demuestran lo contrario. Las calles con buena
concentración de capacidad económica son atractivas para las personas; una sensación
de fácil accesibilidad, con atractivos, sin obstáculos ni atascos genera mayores flujos de
movilidad peatonal. Numerosas ciudades del mundo pueden dar testimonio de esta
situación.
En los últimos años han prosperado los sistemas de transporte público con bicicletas, los
que, mediante equipamiento urbano, se alquilan o prestan de modo gratuito a las
personas, con el propósito de prestar un servicio de movilidad rápido, práctico y
sustentable. La primera generación de sistemas de este tipo nació en la ciudad de
Amsterdam en la década del sesenta, las que se dejaban por toda la ciudad para el uso
gratuito de las personas.
Hace unos diez a quince años atrás el sistema de bicicletas públicas cambió y
aparecieron entidades o municipios a cargo del mantenimiento y control de las mismas.
En el año 2013 se hablaba de la existencia de sistemas de bicicletas públicas en más de
500 ciudades. Actualmente, los sistemas de bicicletas públicas cuentan con sistemas de
operación más sofisticados, con más control de los usuarios, forma de pago, tiempo de
uso, tiempo de viaje, mantenimiento y disponibilidad en cada estación. Además, se les
han agregado softwares que permiten generar información sobre patrones de uso para
una mejor toma de decisiones sobre el sistema, su uso, accesibilidad, disponibilidad,
impacto, etc.
El uso de estos sistemas de bicicletas públicas aporta muchos beneficios hoy a las
personas que viven en las ciudades y los gobiernos que las administran:
Aún hay varios obstáculos que superar para que estos sistemas funcionen mejor.
Además de los problemas de vandalismo y falta de cuidado de las bicicletas, la
problemática más importante se relaciona con la infraestructura disponible en la ciudad
para poder circular. El diseño de estos sistemas debe incorporar los criterios de
comodidad, legibilidad y seguridad. Trabajar en la cultura vial de los ciudadanos es otra
premisa, fomentando la actitud de respeto y cordialidad en la vía pública.
El punto más débil del tránsito en motocicletas es su índice de accidentes de tránsito con
víctimas graves o fatales, lo que lleva a diseñar políticas concretas municipales ya que
representa un importante problema de salud pública. La principal causa de muerte en los
accidentes en motocicletas es la falta de casco, ya que su uso no se cumple plenamente
en muchos lugares del país.
Por tanto, es necesario emprender medidas para que los ciudadanos opten por dejar sus
autos en casa, lo cual es posible a través de mejoras en los tiempos de traslado, la
confiabilidad, la seguridad y la cobertura de la red de transporte público. Un sistema de
transporte público atractivo y conveniente puede competir contra las opciones privadas
de transporte.
Un plan de movilidad urbana sostenible debe tener como objetivos crear un sistema de
transporte urbano a partir de:
El alcance de un plan de movilidad urbana sostenible tiene que abarcar todos los modos
y formas de transporte de toda la aglomeración urbana, incluyendo desplazamientos y
estacionamientos públicos y privados, de pasajeros y mercaderías, motorizados y no
motorizados.
El plan de movilidad urbana sostenible es un medio para afrontar de manera eficaz,
problemas relacionados con el transporte en áreas urbanas, basado en prácticas
existentes y en marcos regulatorios, que integra:
ESPACIOS PÚBLICOS
El espacio es la parte que ocupa un objeto sensible, la capacidad de un terreno o la
extensión que contiene la materia existente. Público, del latín publĭcus, es un adjetivo
que permite nombrar aquello que resulta manifiesto, notorio, sabido o visto por todos, y
a aquello que pertenece a toda la sociedad y es común del pueblo.
El espacio público, por lo tanto, es el lugar que está abierto a toda la sociedad, a
diferencia del espacio privado que puede ser administrado o hasta cerrado según los
intereses de su dueño.
Un espacio público, por lo tanto, es de propiedad estatal y dominio y uso de la
población general. Puede decirse, en general, que cualquier persona puede circular por
un espacio público, más allá de las limitaciones obvias que impone la ley.
En concreto, entre los muchos tipos de espacios públicos que existen destacarían las
calles, las plazas, los pabellones municipales deportivos, las escuelas, los centros
hospitalarios, las bibliotecas, las estaciones de tren o autobuses, las bibliotecas, las
autovías, las carreteras…
Lo habitual es que el espacio público sea aquel lugar destinado al uso social típico de la
vida urbana, como un parque donde la gente puede acudir con fines de recreación o
descanso.
Son las organizaciones intermedias, las instituciones privadas, las que aportan nuevas
perspectivas, crítica y continuidad a las acciones. Es el ciudadano quien enriquece las
miradas con la experiencia