Historia de La Moda
Historia de La Moda
Historia de La Moda
La historia de la moda refleja la evolución cronológica de las prendas de vestir. La moda es el arte del vestido, de la confección
de prendas sobre la base de parámetros funcionales y estilísticos, tanto en ropa como accesorios
(sombreros, guantes, cinturones, bolsos, zapatos, gafas). El vestido es una necesidad básica para el ser humano, para
protegerse del frío y de las inclemencias del tiempo. Durante su evolución, el ser humano ha ido perdiendo el pelo, que ha
tenido que suplir con pieles de otros animales o, más tarde, con lana o productos vegetales como el lino y el algodón. Sin
embargo, partiendo de esta primera necesidad, con el tiempo el vestido ha adquirido un carácter estético, por cuanto ha
reflejado el gusto y el carácter de su portador, y se ha ido convirtiendo en un adorno más de la persona, sujeto a los cánones
de la moda y del devenir artístico de cada civilización. Asimismo, en el vestido intervienen factores climáticos y geográficos, así
como sociales —el vestido como reflejo de una determinada posición social—, religiosos o sexistas —el vestido ha servido a
menudo como objeto de diferenciación sexual—.1
Evolución[editar]
La historia de la moda comienza con la aparición del Homo sapiens, que en principio se cubrió de pieles de los animales que
cazaba. En el neolítico el ser humano sabe ya hilar y tejer, pero las ropas que utiliza son trozos de pequeñas dimensiones, que
no se adaptan al cuerpo, aunque aparecen ya los primeros dibujos ornamentales, en forma de cenefas. En Egipto ya se dan
vestigios de prendas muy elaboradas, siendo el lino su principal materia para confeccionar telas. La base de su indumentaria
era el shenti, una pieza de lino que envolvía las caderas, sujeta con un cinturón. Durante el Imperio Nuevo apareció el calasiris,
una túnica ceñida al cuerpo, considerada de lujo. La principal prenda femenina era la blusa, una túnica larga y ceñida de
distinto color según la posición social: blanca para las campesinas, rojo o azafrán para rangos más elevados. En Mesopotamia,
la otra gran civilización del Próximo Oriente, los sumerios solían vestir con largos mantones de lana, de tipo falda, adornados
con franjas de vivos colores y con pliegues y largos mechones de tela. Los asirios usaban túnicas de lana, cuya largura
dependía de la clase social, hasta las rodillas el pueblo llano, hasta los pies las clases dirigentes. Los persas usaban prendas de
vivo colorido, destacando el púrpura y el amarillo, y adornados con dibujos de colores, generalmente círculos, estrellas y
flores, de color azul, blanco o amarillo. 2
Antigüedad clásica[editar]
Una mujer con un quitón (izquierda) y dos mujeres con un himatión sobre un quitón (derecha).
En Grecia se usaba el lino, la lana y el algodón, y más tarde la seda —proveniente de Oriente—, con prendas de piezas
rectangulares ribeteadas por los cuatro lados, sin costura ni dobladillo, acompañadas de fíbulas y cinturones. El vestido más
antiguo era la exomis, una tela rectangular sujeta al hombro izquierdo, anudada bajo el brazo derecho y ceñida por un
cinturón. Los campesinos llevaban pieles curtidas o vestidos gruesos de lana, con un gorro de cuero llamado kyné. Las clases
más favorecidas portaban vestidos de lino o lana fina, llamados quitón, cubiertos por un manto denominado himatión. Las
mujeres llevaban una túnica larga llamada peplo, y también usaban himatión, plegado de otra forma.
En Roma se usaba igualmente la lana, el lino y la seda, a veces entremezclados. La prenda más antigua era el subligaculum,
un taparrabos alrededor de los riñones. En época republicana surgió la subúcula, una túnica que podía ser de dos
tipos: dalmática, con mangas, o colobium, sin mangas. Encima llevaban una toga, una capa semielíptica drapeada según la
ocupación: estrecha para los filósofos, ceñida para los guerreros, con una banda púrpura para sacerdotes y magistrados,
púrpura con bordados de oro para altos dignatarios. El vestido femenino se componía de taparrabos y strophium —
antecedente del sujetador—, sobre el que iban dos túnicas, la subúcula, larga hasta los pies y sin mangas, y el supparum,
túnica corta semejante al quitón griego, que podía sustituirse por la stola, túnica de mangas cortas, o la palla, un paño
rectangular sujeto al hombro por fíbulas. Encima podían llevar un manto llamado pallium, que colocado sobre la cabeza
significaba viudez.3
Edad Media[editar]
Los pueblos germánicos que acabaron con el Imperio Romano introdujeron la práctica de coser la ropa, y usaban prendas de
lana, generalmente una túnica corta de mangas largas, unos calzones largos o pantalones —que adoptaron los soldados
romanos tras la conquista de la Galia— y un sayo sobre los hombros. En la Edad Media el material más utilizado fue la lana,
siendo muy apreciados los paños de Frisia; el lino fino —llamado cainsil— se usaba para camisas y calzas. Por lo general, el
hombre llevaba dos túnicas: una fina de hilo a modo de camisa, llamada brial, y otra de lana más larga, de mangas estrechas y
ceñida con un cinturón de cuero; además, llevaba calzones y una capa. La mujer también llevaba dos túnicas, la camisia,
interior de mangas estrechas, y la estola, larga hasta los pies y de mangas anchas; encima podían llevar una capa, un manto o
una clámide, y era común el uso de un velo que cubría la cabeza. En el Medievo también fue corriente el uso de guantes, de
hilo para el verano y de piel para el invierno. Desde el siglo XII aumentó el uso de la seda, así como del algodón, que tenía su
principal centro de producción en Italia. En el siglo XIII apareció el vellux (terciopelo), y aumentó la elaboración de peletería. En
el siglo XIV se acortaron los calzones, que pasan a llamarse calzas altas, y sobre la camisa se llevaba un jubón, prenda ajustada
al cuerpo que cubría desde los hombros hasta la cintura. 4
Edad Moderna[editar]
En el Renacimiento surgió el concepto de moda tal como lo entendemos hoy día, introduciéndose nuevos géneros y
adquiriendo la costura un alto grado de profesionalización. En la Italia renacentista aparecieron los trajes más ricos y
espectaculares de la historia, de vivos colores y formas imaginativas y originales, otorgando gran relevancia a las mangas, a los
pliegues y a las caídas de tela de forma vertical, con finos bordados y rica pasamanería. En el siglo XVI el calzón corto era a
modo de bombacho, y continuó usándose el jubón, junto a capas de diverso tipo y adornos como la gorguera, tela de encajes
fruncidos que cubría el cuello. En el atuendo femenino apareció el corsé, que ceñía la cintura, sobre una falda en forma de
campana llamada crinolina, hecha de tela y crin de caballo, y reforzada con aros metálicos. En el siglo XVII predominaron las
formas sobrias, austeras, por influencia religiosa, siendo el paño el material más utilizado, y la seda sólo al alcance de las clases
elevadas. El jubón se transformó en chaqueta, con el cuello de volantes de encaje almidonados, y el calzón se alargó y quedó
por debajo de unas altas botas. En Francia, la corte de Luis XIV favoreció la alta costura, empezando a dictar la evolución de la
moda a nivel europeo. Apareció entonces la corbata, en un principio en forma de lazo, anudada al cuello; también apareció
la casaca, una larga chaqueta ajustada con forma acampanada en su parte inferior. 5
Siglo XVIII[editar]
La actriz Norma Talmadge, prototipo del estilo flapper, de moda en los años 1920.
En el siglo XVIII el atuendo era similar al del siglo anterior, con camisas de mangas anchas con corbata y chaqueta, y calzones
hasta las rodillas y medias. La casaca se estrechó hasta el punto de no poder abrocharse, apareciendo el frac. En el traje
femenino se dio el «estilo Watteau», con faldas muy voluminosas sobre crinolina, con grandes drapeados en forma de
pliegues y cola hasta el suelo. La Revolución Francesa supuso una mayor uniformización en la forma de vestir, con casacas
cortas y pantalones largos para el hombre, y corpiños, faldas redondas y chal de tela para la mujer. El liderazgo de la moda
pasó a Inglaterra, donde el hombre vestía casaca con cuello ancho y vuelto, calzón hasta la rodilla y sombrero de copa; la
mujer abandonó el corsé y la crinolina y se inspiró en la Antigua Grecia, con vestidos largos ajustados con una cinta bajo el
pecho.
Siglo XIX[editar]
En el siglo XIX la vestimenta era prácticamente la del hombre «moderno»: el frac se fue acortando y anchando, tomando la
forma de la actual chaqueta; el pantalón era amplio por arriba y se fue estrechando hasta el tobillo, apareciendo la raya por
delante y por detrás; la capa se sustituyó por abrigos de corte recto. En la mujer el talle se bajó a la cintura, con mangas
anchas y hombreras, y faldas anchas de amplio vuelo y pasamanería. En este siglo apareció la figura del modista como
creador de tendencias, así como la modelo para el pase de ropas. También apareció el género de punto, y se inventó
la máquina de coser.6
Siglo XX[editar]
En el siglo XX la moda masculina continuó siendo de ascendencia inglesa, mientras que la femenina estuvo marcada por la
costura francesa. En general, la indumentaria se ha ido simplificando, cobrando mayor relevancia el carácter práctico y utilitario
de las prendas, así como su aspecto deportivo y urbano. En moda femenina, las faldas se acortaron, apareciendo la minifalda,
y empezaron a usar pantalones como los hombres, surgiendo la moda «unisex». Hacia mediados de siglo los dictámenes de la
moda pasaron a Estados Unidos, que impuso un tipo de moda juvenil, práctica y deportiva, ejemplificada en el blue-
jean o pantalón vaquero. En los últimos años ha cobrado un gran auge el prêt-à-porter, el diseño de moda a precios
económicos y al alcance de cualquier estamento social, por su producción en serie. En las últimas décadas también han
proliferado los movimientos alternativos, la moda de las llamadas «tribus urbanas», que buscan diferenciarse del resto de la
población sobre la base de unos gustos comunes en música, ropa y elementos estéticos alternativos. Entre los más afamados
modistos destacan: Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga, Christian Dior, Manuel Pertegaz, Yves Saint Laurent, Giorgio
Armani, Paco Rabanne, Gianni Versace, Karl Lagerfeld, Calvin Klein, Jean Paul Gaultier, etc.7
Si hay algo icónico en los años 20 son las flappers. Pocas cosas pueden resumir tan perfectamente el espíritu de esos locos y
supuestamente felices años como esas mujeres liberadas, que se enfrentan a todas las normas establecidas y piden el voto
femenino, bailan jazz, beben licores, fuman con boquilla, conducen, se cortan el pelo en bobs o el incluso más atrevido “Eton
Crop” que se puede apreciar en el dibujo de Eduardo Benito, un dibujante español que triunfó en revistas
como Vogue o Vanity Fair en esos años.
El cine ha sido donde mejor han sido reflejadas y su estética está íntimamente ligada a Clara Bow, Louise Brooks o Dorothy
Mackaill, y ha sido el séptimo arte junto con la moda la que nos la ha vuelto a traer esta estética a nuestros días, con películas
como The Artist que arrasó en los últimos Oscar, o en “Midnight in Paris“ donde Woody Allen convierte a Marion
Cotillard en una de ellas
y en la que también aparecen como personajes Zelda y F. Scott Fitzgerald, autor de la novela que mejor refleja esos años “El
gran Gatsby“, que ha sido adaptada cuatro veces al cine (la más popular hasta el momento la versión protagonizada por
Robert Redford y Mia Farrow) y que pronto volverá a estar en las pantallas de todo el mundo en la versión de Baz Luhrman
con Carey Mulligan, Leonardo DiCaprio y la top model Gemma Ward.
Si eres admiradora de esta estética estás de suerte porque muchos son los diseñadores que han apostado por este estilo para
esta primavera verano: Ralph Lauren, Gucci, Cavalli o Alberta Ferretti han apostado por los sombreros cloche, amplios escotes,
los vestidos vaporosos y con largos por debajo de la rodilla que en su momento pretendían ser provocativos al enseñar las
rodillas con el movimiento de la prenda.
Coco Chanel
Resulta curioso que muchos de los gustos estéticos preferidos de Gabrielle “Coco” Chanel sigan siendo los que hoy siguen
dominando: mujeres altas y delgadas, de piel morena, el uso de prendas sport y de influencia masculina, la influencia
marinera, los trajes como prendas elegantes o la bisuteria como sustituto perfectamente aceptable de las joyas.
Nacida en 1883 en una familia de pocos recursos, se cría en un orfanato y es allí con las monjas donde aprende a coser y son
ellas las que con 17 años le consiguen un trabajo como costurera, que pronto abandona para dedicarse al mundo del cabaret.
En este mundo se relaciona con muchos hombres adinerados y será uno de sus amantes el que financie su primera
tienda, una sombrerería que abre en París en 1909 que rápidamente extenderá a otras ciudades costeras francesas.
Y mientras alternaba amantes ricos (se la llega a realacionar incluso con el Duque de Windsor) y mentiras sobre su vida, en
1910 abre por fin su casa de modas en el 21 de la Rue Cambon de Paris, que en pocos años ocupará también los números 27,
29 y 31. A partir de aquí todo son éxitos: en 1921 crea el perfume Nº 5, en 1927 su famoso vestido negro, la generalización del
punto, pero en los años 30 (y posteriores) según aumenta su fama y su éxito pierde le aura de innovadora y creadora de
tendencias frente a diseñadoras como Elsa Schiaparelli, fuertemente vinculada a las vanguardias artísticas, y mucho más
atrevida que ella.
La II Guerra Mundial la obliga a cerrar sus tiendas y los años de ocupación nazi, junto con su romance con un oficial alemán
así como las acusaciones de haber sido una espía nazi la obligan a exiliarse en 1945 a Suiza. En 1954 regresa a París siguiendo
el consejo de la directora de Harper’s Bazaar Carmel Snow y reabre su negocio. En Francia no es muy bien recibido su
regreso, ya que no habían olvidado su comportamiento, y la prensa de moda en Gran Bretaña critican su inmovilismo pero
triunfa en Estados Unidos con su pieza estrella estos años: el traje de tweed. Los 17 años siguientes, en los que trabajó
incansablemente hasta su muerte a los 87 años, terminarían por darle la razón a Coco y en la actualidad las creaciones de
ambas etapas son fuente continua de inspiración en la moda actual.
El vestido negro
Una de las tradiciones más antiguas en cuanto a la vestimenta es la de asociar el color negro al luto, costumbre que está
documentada se practica desde el Imperio Romano. Por eso no es de extrañar que en un encuentro casual en París el
diseñador Paul Poiretle preguntase a Coco Chanel por quién lo llevaba al verla vestida con un vestido negro. “Por usted”
fue la respuesta. Y es que una de las mayores revoluciones de Chanel fue romper este vínculo e introducir ese color en la vida
de la mujer como sinónimo de elegancia.
Y es que el Petite Robe Noir (PRB), el Little Black Dress (LBD) o simplemente el vestido negro que revolucionó la moda
en 1926 y que fue calificado como “el modelo Ford T de Chanel“ o como el uniforme de la mujer moderna tras ser
publicado en Vogue (el dibujo del vestido que se publicó era muy similar al del centro de la foto).
Desde ese día, en ningún momento ha perdido vigencia. En realidad el negro es el básico por el que cada año se miden el
resto de los colores llegando a oirse eso de que “el negro es el nuevo negro“.