Una Extraña Excitación - Relatos Eróticos - Erotismo Sexual

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Una extraña excitación | Relatos

eróticos | Erotismo Sexual

Llegué a casa y estuve dos días sin salir. Le dije a mi madre que
estaba mala y me permitió quedarme en casa, en la cama. Me
hundí entre las sábanas y pensaba en la humillación que había
sufrido. Sin embargo no todo era frustración… Tenía una extraña
excitación.
Estando entre las sábanas, tal vez debería haber llorado, pero
sólo estaba triste. Resulta curioso pero cuanto más pensaba en
lo sucedido, junto al dolor en el corazón que tenía se despertaba
el deseo sexual. Más de una vez me masturbé en silencio,
sorprendiéndome a mí misma. ¿Me gustaba ser humillada?
¿Tenía razón Hugo? No, no era posible. Sin embargo lo de ahí
abajo no opinaba igual, porque se humedecía cada vez que
recordaba lo sucedido. Cerré los ojos, me chupé un dedo y me
acaricié sensualmente, por debajo de mis braguitas. Me rozaba
el clítorix y hundía un dedo en mi vagina, mientras los calores
me llegaban a todo el cuerpo. Cerraba los ojos y veía a Hugo
insultándome en público, diciéndome que iba a sacarme la
putita que llevaba dentro. Sentí un orgasmo muy placentero, y
sonreí. Pero después volví a la realidad y me encogí de
hombros. Esto no podía decírselo a nadie. Sería un secreto que
jamás podría revelar y lo llevaría en mí casi como una carga. Sí,
eso tenía que hacer. En cuanto a Hugo, lo más inteligente era
ignorarlo y buscarme otro chico que me trate bien.

El segundo día que estaba en casa sin salir vino mi amiga Ester.
Mi madre me dijo que tenía una visita y yo al principio me hice
la indignada. Ella se sentó en el borde de la cama. “Es un cerdo,
pasa de él” me dijo. Yo le volví la cara, con mi orgullo herido.
“No tenemos que discutir por un chico” insistió. Finalmente me
volví hacia ella y le dije: “Tienes razón, pero pensé que estabais
celosas” le dije refiriéndome al grupo de amigas. “Que va, si nos
alegramos por ti cuando ligaste, pero vimos que te estabas
enchochando y Hugo es un aprovechado” me sermoneó con
toda la razón. “Vale, ¿y ahora que hago?” Me insistió que lo
primero era pasar de él, pero se dio cuenta de que estaba
pilllada. Entonces me dijo que fuera mañana al instituto con ella
y que iba a estar conmigo todo el tiempo. Si se me acerca o
pretende hacer algo, Ester responderá por mí. Me sentí aliviada.
Pero el gusanillo que me recorría las entrañas deseando a Hugo
volvió a hacerme sentir mal. No podía borrar mis sentimientos.
“¿Cómo hago para que se me pase esto?” Ella me miró y sonrió:
“No hay una fórmula ni nada. Todas pasamos por lo mismo. Lo
mejor es salir y conocer a otros chicos. Ten otro sentimiento
por alguien que te haga olvidar a Hugo” me dijo. Bien, pensé. “Y
esperemos que el próximo chico no sea tan capullo como este”
añadió.

Me estuvo un tiempo abrazando y cuando llegó la hora de


marcharse, en lugar de darme dos besos, me dio un pico. Fue un
beso en mis labios suave, casi una caricia, pero me envolvió
como un hechizo que eclipsó mis sentimientos por Hugo… por
unos momentos. Pero lo mejor de todo es que lo de abajo volvió
a excitarse. Me volví a acariciar con un dedo, paro ahora
recordando el fugaz beso. Nunca me había planteado mi
sexualidad, pero a partir de ese momento pensé que tal vez me
podrían gustar tanto chicos como chicas. Y me masturbé
durante un largo rato, siempre recordando ese corto, pero
intenso, momento con Ester. Tuve un orgasmo aun más
placentero que con la humillación de Hugo. ¿Seré sumisa y
bisexual?

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