Historia de La Iglesia Medieval. Siglos IX - XI
Historia de La Iglesia Medieval. Siglos IX - XI
Historia de La Iglesia Medieval. Siglos IX - XI
C. I. – 24.195.008
Abril, 2016.
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Edad Media, Historia de la Iglesia.
A finales del siglo IX comenzó la decadencia de la sede romana, conocida como siglo
oscuro o siglo de hierro del pontificado. Este periodo comenzó con la muerte del papa Juan
hasta mediados de siglo XI, aunque a la segunda mitad del siglo X estaban los emperadores
Otones, los cuales realizan muchas cosas que hacen que se mejore un poco la situación de
ese momento.
La causa del siglo de hierro de la iglesia fue que la santa sede quedo bajo el dominio de los
feudales quienes dominaban la ciudad de Roma. Por la omnipotencia de Carlomagno y los
emperadores germánicos no se obtuvo la libertad de la iglesia y también la libertad de los
papas. En la edad media se dejó a la santa sede sin defensa en la anarquía feudal por lo
tanto fue entregada a los clanes nobiliarios romanos.
Este periodo probablemente comenzó con la muerte del papa Formoso, un antiguo obispo
de Porto, el papa se distancio de la casa de los duques de Spoleto, a la muerte de Formoso
tras un pontificado sube al trono pontificio arzobispo de Anagni, Esteban VI, el cual por el
dominio del Lamberto de Spoleto convoca el llamado concilio de los cadáveres, donde el
cadáver del papa Formoso fue desterrado, degradado de las dignidades pontificias,
condenado.
Oton I, sin embargo hizo una reforzamiento en la leyes políticas del reino, con lo cual hizo
que la corona se uniera más a los ducados nacionales (están: Subia, Baviera, Franconia,
Austria, Lorena, entre otros.) quienes estaban integrados por la monarquía germánica. Para
este señor lo más importante en su pensamiento eran los escolaticos ya que estos harían que
la monarquía germánica este invariable, es decir, que no ocurra ningún cambio drástico que
pueda ser conflictivo en ese momento.
Desde la muerte de Oton I, se desata en Roma luchas entre los papas imperiales y papas
romanos. La facción anti imperial capitaneada por Crecencio, hace prisionero a Benedicto
VI y coloca en su lugar a Bonifacio Franco, pero este último es expulsado por la llegada de
un nuevo emperador Oton II. Juan XVI, elegido por un desacuerdo entre los partidos
contrarios, detenta solamente el poder espiritual, mientras en Roma dominan los Cresencios
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y le pone más atención a la Iglesia. A la muerte de Juan XVI otro nuevo emperador llega, y
es Oton III.
La Iglesia ocupó un lugar destacado en las instituciones de la Edad Media. Fue la guía
espiritual de la época. A pesar de su importancia, no pudo mantenerse al margen del
sistema vigente: ella también se feudalizó, proceso que le originó diversos dificultades.
Sus altas jerarquías recibían feudos de manos de los señores nobles o del emperador. Esto
implicaba que debían rendir juramento de fidelidad y convertirse en vasallos de personas
ajenas a la Iglesia. Era corriente entonces que el emperador o los señores feudales
nombraran obispos y párrocos, y les otorgaran los bienes temporales tanto como los
espirituales. Esto originó una descentralización eclesiástica.
Las diferencias entre el papa y el emperador Enrique V fueron limándose hasta que, por
mediación del obispo Lamberto de Ostia, el papa y el monarca alemán llegaron a un
acuerdo siguiendo el modelo aplicado para Inglaterra en el concordato de 1107: fue el
llamado Concordato de Worms del 23 de septiembre de 1122, que fue ratificado un año
después por el Concilio de Letrán I.
Por este acuerdo, el emperador renunciaba a las investiduras por el báculo y el anillo y
aceptaba la libre elección de los obispos por el cabildo de la catedral. De este modo,
correspondía al poder eclesiástico la investidura clerical mediante la entrega del anillo y el
báculo y la consagración con las órdenes religiosas, mientras que al estamento civil se le
reservaba la investidura feudal con otorgamiento de los derechos temporales de regalía y
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demás atributos seculares. Los así investidos se debían al papa en lo religioso y al soberano
laico en lo civil.
Toda esta realidad lleva a que en la vida interna de la iglesia empiece a ver un movimiento
que tuvo como objetivos principales poner fin a la intromisión del poder laico en los
asuntos religiosos y mejorar el clima espiritual del momento.
En el siglo X surgieron con gran vigor nuevas órdenes monásticas, que intentaron luchar
contra los males que aquejaban a la Iglesia. Desde los monasterios se predicaba el
renunciamiento a las vanidades del mundo como una de las condiciones para salvar el alma.
La reforma de los conventos partió de Francia. El 11 de noviembre del año 910, el duque de
Aquitania, conocido como Guillermo el Piadoso, fundó un monasterio en la localidad de
Cluny y lo puso bajo la protección directa del Papa, sustrayéndola de la autoridad del
obispo local. Se formó entonces una orden religiosa, la cluniacense, que observaba con
mucho cuidado a regla de San Benito:
La combinación del trabajo manual con la oración, la recitación de los Salmos, el respeto
por el silencio y la confesión pública de los pecados.
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En el campo de la liturgia los benedictinos promovieron la reforma litúrgica que inició
Carlomagno. Los monjes devolvieron al canto su pureza original y compusieron un gran
número de himnos. Los temas litúrgicos tenían como centro principal a Cristo
(especialmente bajo el título de redentor, rey, señor, y la santa cruz) y a la virgen María. En
el año 817 el concilio de Aix la Chapelle obligó a los sacerdotes a la misa comunitaria
cotidiana y al oficio coral, pero se negó a imponer el rezo privado del breviario. La misa era
considerada como el memorial de la pasión y muerte de Cristo; mediante ella Cristo
comunica los frutos de su misterio pascual a la humanidad. Se hablaba con mucha
insistencia de las disposiciones necesarias para recibir dignamente la eucaristía.
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monjes. Una característica común a todas ellas fue la posesión de gran cantidad de bienes
inmuebles.
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BIBLIOGRAFÍA.
José Sánchez Herrero, Historia de la Iglesia II. Edad Media, BAC, Madrid, 2005.
P. Antonio Rivero, L. C., Historia de la Iglesia.