Poemas Desde El Recuerdo. Juan Díaz Curiel (2006)

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Poemas desde el recuerdo

© J. Díaz Curiel (2007)


Juan Díaz Curiel
Enero, 2007

© J. Díaz Curiel (2007)


A Isabel,
Porque hay más tiempo que vida

© J. Díaz Curiel (2007)


Contigo

De tus abrazos,
aprendí a abrazar
con dulzura.

De tus besos,
que recorren mi mentón y mis labios
me adueñé de tu Amor.

De tu generosidad,
me volví a enamorar
de la vida.

De nuestras manos enlazadas,


recojo las caricias,
porque sí.

De tus ojos almendrados


y oblicuos,
tejía mis sentimientos.

© J. Díaz Curiel (2007)


De tus lágrimas de dolor
y tristeza,
lleno el cuenco de mis sueños.

De tu desamor
me queda
una tristeza infinita.

© J. Díaz Curiel (2007)


Despertar abrazándote

Era siempre mi deseo…

Cuántas veces en mi despertar temprano


esperaba ansioso y en silencio,
a tu lado,
la sacudida de tu amanecer,
permanecía inmóvil y registraba atentamente
tu ronco respirar,
compartía tus sueños azules
que adivinaba tras las almendras
de tus ojos cerrados.

Anhelaba abrazar tu cuerpo


con la fuerza de la tierra,
lo acariciaba con la delicadeza del vuelo del pájaro,
mientras brotaba el deseo suave del coral marino.
La lentitud de tu amanecer
contrastaba con mi impaciencia
mientras la luz reposada
se colaba por las rendijas de la ventana…

© J. Díaz Curiel (2007)


(El día se abre
y dos corazones unidos
se funden en su luz
y en el frío
que se intuye tras los cristales.)

La ventura del día por delante,


la luz, la luz del amanecer,
el abrazo inesperado,
el beso sentido,
la complicidad siempre,
ofreciéndote, ofreciéndonos,
plegándonos al tiempo interminable,
recordando sabores y proyectando
nuevos olores y mezclas
en la alquimia de nuestros corazones
como cocineros del Amor y de la Vida.

© J. Díaz Curiel (2007)


Haberte querido tanto
sabiendo que tú compartías mi Amor,
me ha dado mucha felicidad.
Recordarlo me aflige y me duele
y siempre será un recuerdo agradecido.

© J. Díaz Curiel (2007)


Oración

Nos llevó tiempo conocer y recorrer


la geografía de nuestros cuerpos.

Al principio, cuando mi deseo


se transformaba en angustia
que me asustaba y paralizaba,
encontré tu paciencia y tu comprensión,
enseguida buscamos formas de compartir el placer
y disfrutamos de un goce continuo
en las tardes interminables dónde la hora bruja
se aliaba en un tiempo sin tiempo,
de ternura,
lleno de Amor y de sorpresas

Nuestras pieles resbaladizas,


untadas de aceites especiados,
recorridas sensualmente por nuestras manos
y nuestras bocas,
las caricias interminables,
inventadas,

© J. Díaz Curiel (2007)


que recorren desde la cabeza
a los surcos de los dedos de los pies,
deteniéndose una y otra vez
allí donde la piel respondía
y se estremecía y relajaba,
en las zonas perjudicadas.

He comido en tu cuerpo como un animal


hambriento todos los manjares
de la naturaleza,
he apretado con mis dientes tu piel,
he olido y mordisqueado y acariciado
tu sexo abierto y generoso,
hemos reinventado el placer de ofrecer
nuestra piel, con todo el Amor,
sin prisas, sin urgencias.
He profundizado en los pliegues de tu piel,
ayudándote a recobrar
un cuerpo alejado,
poco acariciado,
negado durante mucho tiempo.

© J. Díaz Curiel (2007)


Tú me has devuelto el placer esperado
en olas de gemidos interminables,
cuando mi sexo te hacía caso
y lo hacías tuyo como una ofrenda,
y sentía las caricias de tus yemas
recorriéndolo con suavidad
y añadías placer a mi placer.
El sexo se convertía en el juego más placentero,
donde no habita ni vencedores ni vencidos,
sólo complicidad y cariño.
Cuando lamías mi ofrenda
y te detenías deleitándote como un
manjar en tu boca,
o acariciándolo con tus manos,
reposándolo entre tus muslos
o jugando y llamando a la puerta de tu sexo
o iniciando el recorrido
en las húmedas paredes de tu cueva.

© J. Díaz Curiel (2007)


Tardes recogidas de invierno,
tardes generosas de primavera,
horizontalizadas y vividas sin prisa,
de un tiempo ya pasado
y de un Amor compartido
en Cuerpo y Alma.
Amén.

© J. Díaz Curiel (2007)


Así te recuerdo, Amor

Así te recuerdo, Amor,


descalzada,
acercándote decidida y temerosa
al rumor del agua,
calzando los pies desnudos
en un agua imposible,
fría y deshelada del Puente Romano
y de la Sierra de Guadarrama.
El contacto con el agua aventaba tu cuerpo
y se traducía, siempre,
en una sonrisa de complicidad
y agradecimiento a la Naturaleza.

Así te recuerdo, Amor,


en nuestro primer viaje, encantados,
callejeando por Cuenca,
en la playa arenosa de Noia,
contemplando anhelante y cegada por el sol
el mar de tu infancia,

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apoyada en la piedra vieja y paciente
del hórreo de Carnota,
en la playa abierta de Nemiña,
compartiendo una parte de mi pasado.

En Santiago, paseando entre las piedras y soportales


y jardines de una ciudad milenaria y acogedora,
visitando la atalaya de tu pensión de estudiante,
en la que te adivinaba como una adolescente soñadora
y alejada de tu familia,
en el lento atardecer del Paseo Marítimo de A Coruña,
salpicado de mar y rocas,
sintiendo el eco de tu infancia rugir desde el mar,
recorriendo con tus ojos los lugares de tu ciudad,
el recuerdo del fuerte viento que soplaba en tu casa
como un velero perdido en el mar en medio de un vendaval,
el mercado, con sus pescaderas valientes y vocingleras,
el puerto y los jardines de tu ciudad lejana,
en Praia des Catedrais,
explorando como bucaneros las cuevas horadadas por el mar.

© J. Díaz Curiel (2007)


Así te recuerdo, Amor,
en Tapia de Casariego, donde nos recogimos
y cuidamos tanto,
paseando por Navia,
en medio de pinos y eucaliptos junto al mar,
apoyados en la proa del paseo marítimo,
jugando al escondite en el Castro de Coaña,
dejándonos acariciar por el aire del mar en Cabo Vidio,
en Luarca y Cudillero, puertos antiguos marineros,
comiendo y disfrutando junto al mar
de la compañía de amigos,
en La Caleta del Moro, escuchando tan cerca el mar,
paseando por las calles empinadas con murmullo de aguas,
en Mecina Bombarón, rodeados del perfume
de la sierra que mejor huele de Europa,
en el faro de Touriñán y las playas de Santa Cristina,
Riazor, Orzán, Arnao, Mexota, Peñarronda….,
topografías del recuerdo,
siempre bordeando el mar
en nuestros paseos de atardecer,
siempre cogidos de la mano,
recogidos con nuestro Amor.

© J. Díaz Curiel (2007)


Así te recuerdo, Amor,
por los pueblos recogidos de la Sierra de Francia,
Miranda del Castañar, La Alberca,
siempre abrazados y felices.
En Salamanca, ciudad abierta al pasado,
callejeando entre monasterios e iglesias
en un día azulado…,

En tu casa, con Cleo y Mouse,


mientras nos besábamos a la hora del café,
por nuestra ciudad, siempre dispuestos
al Amor y a los paseos invernales
por sus calles, jardines,
que casi siempre nos conducían al Retiro
y al té con leche en alguna cafetería
de sus aledaños…

Esas huellas que desaparecen


con el agua,
como estos recuerdos
que me atan a ti,
y que poco a poco se diluyen
en la flecha del tiempo pasado.

© J. Díaz Curiel (2007)


Así te recuerdo, Amor,
con mucho Amor,
queriéndote y abrazándote,
siempre.

© J. Díaz Curiel (2007)


Despedida

La tristeza agrieta el alma,


convierte el pasado
en retales amontonados
en el desván del recuerdo.

Las palabras no explican el dolor,


sólo las palabras de dolor,
las que duelen al pronunciarlas,
nos acercan al dolor que he
compartido contigo en nuestro adiós.

He intentado ayudarte,
llorando también tu dolor en silencio
y con palabras esperanzadas,
referidas a tus hijos,
a tu preocupación por ellos
y la necesidad que tienen de tí,
a la herida abierta de la OPE,
que tanto daño te ha hecho,
a tu pasado lleno de sinsabores y vacíos,

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dándote abrazos sentidos,
alma a tu alma,
que te ayudaran a salir
de tu pozo de negrura.

No ha sido suficiente,
ni la espera,
ni la ayuda,
ni el Amor,
para recuperarte, pero te has recuperado,
mientras otra parte tuya,
silenciosa, fría e inaccesible,
ha seguido paralela, a tu depresión.

Me he sentido confundido y descolocado e impotente


al no poder devolverte aquello que me pides:
que te quisiera cuando tú ya habías
dejado de quererme con la cabeza,
no con el corazón,
ya incapaz de recibir mi contento.

© J. Díaz Curiel (2007)


Decir, como decías,
que te quería con la cabeza y no con el corazón,
que no me interesaban tus cosas,
que no ponía las tripas en mi querer,
que ya no te llegaban mis sentimientos,
me ha hecho mucho daño,
porque siendo el mismo de quien te enamoraste,
ahora me siento más cercano
a compartir tu dolor con el paso del tiempo.

Me ha costado entender y aceptar lo evidente:


tu falta de deseo y de intimidad en los últimos meses
no era por la medicación,
como me contabas al principio de la depresión,
entonces nos queríamos y fuimos pacientes,
y me pedías que no te dejara de querer
y te abrazara siempre,
al dejar de quererme “con la cabeza”,
perdiste el deseo y la intimidad,
las ganas de quererme.
Has evitado hablar de lo que nos estaba separando,
porque podía hacerte más daño y no convenía,
o no te interesaba

© J. Díaz Curiel (2007)


y has confundido hablar con tratar
psicoterapéuticamente un problema de pareja.
Desde el inicio estábamos de acuerdo que los conflictos son
inevitables y no había que asustarse de hablarlos cara a cara,
que tanto me asustaba al principio
y provocaba conductas de huida,
y pensaba que todo se podía perder
por un contratiempo,
entonces tu paciencia me ayudaba a entender mis miedos.
Ahora no puedo hacer nada contra tu desamor,
lo acepto, sin reproches, sin amargura,
pero con tristeza,
hemos vivido un tiempo añadido con mucho dolor,
porque nos hemos querido mucho
y cuesta dejar de querer
y aceptar que estábamos en órbitas separadas,
cuando aprendimos, sin querer, porque sí,
a compartir nuestra cercanía
y nuestros miedos desde el inicio de nuestra relación,
ha sido muy doloroso para los dos.

© J. Díaz Curiel (2007)


No he dejado de quererte,
ni en los momentos duros de tu depresión,
ni siquiera cuando la distancia fría
se había cruzado como un cuchillo
frío y afilado entre nosotros,
sabía que tu corazón seguía conmigo…
pero ahora ya sí entiendo que no puedo estar
del todo contigo,
que no puedo quererte como te he querido.

Ahora sé que no te has sentido querida por mí,


de la manera que deseabas ser amada,
y que has sufrido mucho,
de forma callada este desamor,
y esas penalizaciones en momentos puntuales
y duros para ti,
que respondían a mi impotencia y desatino.
Me equivoqué al no poder compartir este desamor doloroso,
cuando yo lo situaba en otras cosas,
la preocupación por el trabajo, por tus hijos,
por tu pasado.

© J. Díaz Curiel (2007)


Entiendo que tu manera de querer
es tu manera de querer,
como tu manera de ser, libre y comprometida,
a veces inaccesible,
que si estás amando a alguien, solo amas,
como cuando ves una peli,
sólo ves la peli,
o cuando haces el amor,
sólo estás para hacer el amor, en silencio,
sin buscar explicaciones ni racionalizaciones
a los sentimientos,
todavía es difícil saber el porqué de nuestro desencuentro,
cuando nuestras maneras de ser nos han unido
con una argamasa especial,
cuando me siento más afectivo que nunca con la vida,
y posiblemente podríamos haber ido acercándonos
en esa línea de sombra que nos ha alejado tanto.
Por eso te contaba que ha sido una ruptura precipitada,
que no habíamos terminado de recorrer el camino del todo,
que ha sido un proceso interrumpido,
destruyendo una relación de mucho Amor,
y siento mucha tristeza por su final…

© J. Díaz Curiel (2007)


Y reconozco que te he hecho daño
en los momentos donde el miedo
a perderte y a quererte tanto,
hacía que me estremeciera como un animal indefenso
y huía y me alejaba de ti,
pero sabes que siempre he vuelto,
te lo decía: me alejo, pero vuelvo.
Te pido disculpas por no saber querer de otra manera,
siempre te he querido con toda mi Alma
y como te he dicho muchas veces,
queriéndote volví a enamorarme de la vida.
Me has regalado una forma de querer
y de compartir tanta felicidad,
que siempre te llevaré conmigo en el recuerdo.

© J. Díaz Curiel (2007)


El nido

Desde este lugar en el que te escribo, el nido,


la casa compartida contigo durante casi dos años,
este rincón de recuerdos,
de recogimiento e ilusiones pasadas,
ahora triste y apagado,
al que vengo y voy de mi aislamiento a la realidad,
en este lugar, con mis gatos,
con Pablo cuando viene
en fines de semana alternos,
he aprendido a esperarte y a quererte.

Han sido casi dos años,


de mensajes diarios por las mañanas,
siempre esperados y muy sentidos,
que nos acercaba en nuestra lejanía
y de mucho Amor siempre,
de conversaciones largas de teléfono,
como un puente aéreo permanente.

© J. Díaz Curiel (2007)


El cine que tú me acercabas,
la ficción que tanto necesitas
y la música que nos acompañaba,
la voz profunda y melodiosa de Diane Krall,
la perla del Ave Verum,
la sorpresa de oírte cantar a Purcell,
sin saber que te gustaba tanto,
la profundidad del Stabat Mater
y del Réquiem de Dvorak,
que tanto me ha hecho llorar,
Dulce Pontes, con su voz de fadista cantando a Morricone
Pete Seeger y Souad Massi,
que me llega cuando casi se ha perdido
todo entre nosotros,
el bolero de Ravel,
que siempre quedará en nuestro deseo por realizar,
la música regalada, Bach y Vivaldi, …
ecos de sonidos que resuena en el recuerdo
como una Babel con sentido en el nido.

© J. Díaz Curiel (2007)


Hemos recorrido los alrededores del nido,
en un vuelo compartido,
explorando la naturaleza generosa y hospitalaria
los pinares y el rumor del agua en el Puente Romano,
que llevamos tan adentro,
las duras pendientes de rocas y musgo en la fría cumbre
en Prados de Hoyo,
el paseo circular entre pinos y jaras y enebros,
acompañados por el aroma profundo de romero y tomillo,
en Santa Catalina, en el Monte de San Antonio,
que compartimos en medio de la nieve y en paseos
ilusionados con Sara y Pablo.
La atmósfera limpia y el viento frío y cortante
del monte Agudillo,
en un día de Otoño,
donde recogimos los restos de una cornamenta.

Los paseos y vuelos por alrededores cercanos de la casa, en


busca de perspectivas y miradores hacia la Sierra de Gredos.
A veces nuestro vuelo nos llevaba a alejarnos del nido,
al Monte de La Herrería, cerca del Escorial,
con su primavera de robles y castaños y helechos,
donde nos detuvimos en la visita al oso,
en su cueva,
que te regaló un beso de amor
y un abrazo inolvidable,
sorprendemente humano.

© J. Díaz Curiel (2007)


Aquí en este nido que has habitado y compartido,
que has llenado con tu presencia,
y del que solo nos separaba la tristeza del adiós
de las tardes dominicales en tu vuelta a Madrid,
desde aquí, todos te despedimos,
los pinos generosos,
los enebros que forman una pirámide de la naturaleza,
los almendros que ayudaste a descargar de sus frutos,
las jaras y lilos perfumados brevemente en primavera,
las plantas aromáticas, tan queridas,
las golondrinas fotografiadas en su perfil reposado,
las flores silvestres esparcidas en el césped,
el laurel y el cerezo, que crecen recordándote,
todo aquello en lo que te has fundido….

Y los habitantes del nido:


Robin y Blanquita, tan hermanados,
Nijinsky con su seriedad felina,
Tigrilla, con su ronquera agradecida por tener casa,
Luna, la mamá más guapa,
Boliche, desde su retiro en el trastero
y contento por compartir alimento y acomodo,
los ausentes, Afilado,
al que recuerda el dibujo de Pablo en su losita del jardín.

© J. Díaz Curiel (2007)


Con tristeza y agradecimiento, te recordamos.
El espacio está lleno de tu presencia
y de momentos compartidos.
Te recordaremos siempre, con Amor.

© J. Díaz Curiel (2007)


Esperanza

A este punto y aparte de nuestra relación,


en el inicio de un invierno suave
y una primavera que se anuncia en sus
primeros brotes,
seguirá un punto y seguido en mi vida.

Me ha costado mucho cerrar el paréntesis


de la ilusión compartida
que fluía en una narración sin fin,
tranquila, sin sobresaltos,
día a día,
hasta que un tsunami imprevisto
hizo que el relato
se interrumpiera,
como si el guión que compartíamos
ya no fuera con nosotros
y nos sentimos como personajes
expulsados de nuestra novela.
Ahora hemos de reescribir y leer y vivir
cada uno su propia novela,
y quizá algún día,
quién sabe,
podamos volver a juntarlas
en el Libro compartido de la Vida.

© J. Díaz Curiel (2007)


Ya no creo del todo como decía José Hierro
“Después de tanto, todo es nada”,
retorno a un verso conocido por tí
de los cuatro cuartetos de T. S. Eliot
“En el fin está mi principio”,
porque la vida amanece cada día
y hay más tiempo que vida
y las estaciones se suceden sin interrupción,
en una continuidad imperceptible,
dejándonos llevar por el tiempo
que nos ha tocado vivir.

Con la esperanza en la vida,


me despido de ti,
llevándote siempre conmigo.

© J. Díaz Curiel (2007)


Índice

Contigo
Despertar abrazándote
Oración
Así te recuerdo, Amor
Despedida
El nido
Esperanza

© J. Díaz Curiel (2007)

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