Consenso de Santiago CEPAL

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CONSENSO DE SANTIAGO

La semana pasada culminó exitosamente en Santiago de Chile la versión latinoamericana del Foro
Económico Mundial, al cual asistieron más de cuatrocientos representantes del mundo empresarial,
político y social provenientes de 28 países de la región y del Asia Pacífico. Con un sol de otoño que
añora la primavera y el cielo plomizo de Santiago muy propio de esta época del año en la que se
desdibuja la majestuosa cordillera de los Andes, los representantes de lo más granado de América
Latina propusieron el Consenso de Santiago como un mecanismo para aumentar el crecimiento
económico y mejorar la distribución de la riqueza, que en lo fundamental gira en torno a tres
prioridades: educación de calidad, cuidado del medio ambiente y fomento de inversión en
investigación y desarrollo.

La priorización de las actividades públicas y privadas contenidas en el Consenso de Santiago, se


deriva de una encuesta empresarial desarrollada durante los últimos dos años entre cientos de
empresarios de la región que sustentan un innegable contenido social de esta propuesta
empresarial. En efecto, el 90,4 por ciento de los encuestados consideraron que la educación era el
principal desafío de la región; el 65,5 por ciento sostuvo que la protección de los ecosistemas
naturales debería ser una prioridad; y el 63,5 por ciento manifestó que la promoción pública y
privada de las inversiones en investigación y desarrollo debería estar al frente de las preocupaciones
de los latinoamericanos.

Entre los asistentes al foro latinoamericano de Davos se notaba un aire de sorpresa por los
resultados de la encuesta divulgada en Santiago, que no incluía las consabidas recetas de disciplina
fiscal, liberalización comercial y tasa de cambio fuerte, supuestamente competitiva. Algunos de los
asistentes se mostraron ciertamente maravillados por el hecho que los empresarios votaran a favor
de la educación, la conservación del medio ambiente y la innovación y el desarrollo como los
elementos centrales que deben contener las políticas públicas y privadas, lo cual muestra el grado
de madurez empresarial de la región en una época de renovado crecimiento económico
incuestionable Las propuestas de los empresarios de la región reconocen la necesidad de incorporar
la dimensión social en el recetario político y económico de América Latina. El Consenso de Santiago
se presenta entonces como una alternativa realista y válida al desprestigiado Consenso de
Washington, nombre acuñado por el economista inglés John Williamson en un documento de
noviembre de 1989 titulado ‘What Washington Means by Policy Reform’. Las propuestas de reforma
del Consenso de Washington, supuestamente hechas como un traje hecho a la medida de las
necesidades de Latinoamérica, incluían en sus inicios diez políticas económicas que posteriormente
se convirtieron en el credo neoliberal que desde sus orígenes dejó al margen el requerido contenido
social de políticas sostenibles en el tiempo.

El milagro chileno fue de alguna forma el paradigma del Foro Económico Mundial reunido por
segunda vez en la región. Entre las conferencias más taquilleras nos encontramos con las
intervenciones de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet y el ministro de Economía Alejandro
Ferreiro. La presidenta Bachelet fue directo al grano: lo primero que se requiere es “generar
confianza, dar señales claves a los inversionistas sobre el marco macroeconómico ”; dar el “salto en
educación” e “innovar, generar valor y tecnología propia”. El ministro Ferreiro, por su parte, afirmó
que el quid del desarrollo de Chile se encontraba en los grandes consensos alcanzados en los
temas políticos y económicos entre los estamentos públicos y privados que les ha permitido generar
políticas de calidad.

¡Vamos pues por el camino a Santiago! .

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