Más Allá de La Luz
Más Allá de La Luz
Más Allá de La Luz
ISBN: 978-84-945965-7-5
Depósito Legal: M-35043-2016
Impreso por: Podiprint
Impreso en España – Printed in Spain
Capítulo 1
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za. Quería salir de allí, quitarse todos los tubos y vendas que
ataban su cuerpo a la cama y saltar por la ventana para acabar
con su sufrimiento, pero esas ideas desparecieron rápido de su
mente. Quería ver a Joanna. Deseaba verla por última vez.
—¿Cuándo la van a enterrar? —preguntó con los ojos aún
llorosos.
—Tardarán unos días porque tienen que hacerle la autopsia,
pero si tu estado evoluciona favorable y rápidamente, como
parece que está ocurriendo, puede que te dejen asistir.
—Intentaré recuperarme lo antes posible —aseguró el chi-
co, intentando sonreír.
Sus padres abandonaron la habitación para dejarlo descan-
sar. Se durmió rápido y soñó. Soñó con su tan ansiada boda,
veía a Joanna con su precioso vestido blanco avanzando son-
riente hacia él y, en ese momento, sucedió algo. El vestido
desapareció poco a poco dejando paso a una túnica del mismo
color. Ella seguía avanzando con una sonrisa que no se des-
vanecía y, de repente, su pecho comenzó a sangrar abundan-
temente. En su cuerpo aparecieron las heridas sufridas en el
accidente y sus andares, tan elegantes, se volvieron lentos y
cansados. La chica se detuvo y su sonrisa se esfumó, se miró
las heridas, miró a Carlos y cayó al suelo muerta tras gritar
aterradoramente.
El novio quiso ayudarla pero no podía despegar los pies
del suelo, era como si se hubiera quedado clavado en él. Sólo
podía contemplarla y gritar su nombre. Se dio cuenta de que
los asistentes a la boda habían desaparecido. Sólo estaban él,
el altar y su novia en el suelo. Se preguntaba una y otra vez
qué era lo que estaba pasando, dónde estaban todos, por qué
no podía moverse. Miraba a un lado y a otro como si estuviese
desorientado y, al mirar una vez más a Joanna, la vio levan-
tarse lentamente. La sangre se difuminaba poco a poco hasta
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Capítulo 2
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Capítulo 3
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Capítulo 4
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—Sí, los tuvo que terminar a toda prisa y puede que haya
cometido algunos fallos.
—De acuerdo, los reviso ahora mismo.
Terminaron una hora después y, como no tenían nada más
que hacer, les permitieron marcharse. Decidieron ir a una cafe-
tería a tomar algo y aprovecharon para hablar un rato.
—Dime, Carlos, ¿cómo llevas lo de Joanna?¿Has vuelto a
tener alguna aparición o algún tipo de problema?
—¿Cómo has sabido tú eso? —le preguntó su amigo mirán-
dolo como si hubiera sido descubierto cometiendo un crimen.
—Tu padre me lo contó muy preocupado y entonces yo le
comenté lo que te ocurrió en el pub Tam Tam.
Carlos se mostró más tranquilo y respondió a las preguntas
de Adrián.
—También yo se lo comenté. Ahora mismo lo llevo mejor.
A veces me resisto a olvidarla pero he de hacerme a la idea de
que ella ya está muerta y no puedo aferrarme para siempre a su
recuerdo. Por eso he decidido salir adelante, dedicarme de lle-
no a mi trabajo, salir por ahí a divertirme cuando me apetezca
y hacer viajes, muchos viajes, así seguro que todo volverá a la
normalidad.
—Pero no tienes por qué olvidarla completamente.
—Ya lo sé y estoy de acuerdo contigo. Me quedaré con los
buenos momentos que he tenido a su lado y no pensaré en los
malos. Mi padre dijo que la recuerde siempre cuando estaba
viva.
Adrián no dijo nada, le sonrió y se tomaron su café tranqui-
lamente.
Dos días después, Carlos, Adrián, Rubén y Ramón se reu-
nieron en la plaza de la ciudad y allí cargaron todo el equipaje
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Capítulo 5
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Capítulo 6
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Capítulo 7
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Capítulo 8
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patata con cebolla y una ensaladilla rusa. Rubén hizo unos ca-
napés de paté de atún y anchoas y unas setas a la plancha con
aceite de oliva, ajo y perejil. También se encargó de poner el
contenido de las latas en cuencos y Ramón hizo una veintena
de tacos que contenían pollo, tomate, cebolla y pimiento, todo
ello troceado y envuelto en veinte tortas o similar de harina (la
madre de Ramón era mexicana y le había enseñado a hacerlos).
Poco después, Adrián entró por la puerta con la compra que
había hecho. Enseñó a los demás la cuenta, lo que había com-
prado y, cuando vieron el roscón, quedaron algo decepciona-
dos ya que era más pequeño de lo que esperaban.
—¿Qué queríais que hiciera? —replicó el chico—. Éste ya
costaba cinco euros y eso que es el pequeño, el mediano ya
son siete y si sumo la leche y el chocolate me faltaría dinero.
El supermercado de la estación es más caro que uno normal.
—No te preocupes, ya nos las apañaremos con lo que tene-
mos —dijo Carlos, poniendo calma—, con cortar los trozos un
poco más pequeños creo que será suficiente, ¿no creéis?
Los demás asintieron resignados. Al oír el timbre, uno de
ellos dejó de hacer lo que estaba haciendo y abrió la puerta.
—¡Hola, Paula! —Saludó Rubén, el encargado de abrir.
—Hola, Rubén, ¿qué tal va todo por aquí?
—Perfectamente. Ahora mismo estábamos terminando de
hacer la cena —le resumió el chico en pocas palabras.
—¿Tan pronto? Si sólo son las cinco y media.
—Lo sabemos, pero preferimos hacerlo ahora y así ahorra-
mos tiempo.
En ese momento salió Carlos de la cocina y al ver a Paula
preguntó sorprendido:
—¿Qué haces aquí, Paula? Aún es pronto, no te esperába-
mos hasta las seis.
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Capítulo 9
Dentro, Carlos le preparó una tila a Paula, que aún seguía ner-
viosa. Los chicos se acercaron a ella preocupados.
—¿Te encuentras mejor?
—Sí, es sólo que me puse un poco nerviosa al ver los cone-
jos y el mensaje amenazador.
—No te preocupes —dijo Carlos—, los chicos lo han lim-
piado todo, incluso han barrido el porche por ti.
—Muchas gracias, chicos.
—No hay de qué. Tómate la tila que yo voy a buscar algún
juego para entretenernos—dijo Rubén.
Rubén subió a su habitación y volvió con el Trivial en sus
manos. Durante ese tiempo hasta la hora de la cena estuvie-
ron jugando. Ramón fue el vencedor, Paula en segundo lugar,
Adrián fue el tercero, a Rubén le tocó ser el cuarto y, Carlos,
que quedó el último, se echó a llorar de mentira porque le toca-
ría fregar los platos (ése era el castigo para el perdedor) mien-
tras que los demás se desternillaban de risa.
Llegó la hora esperada, pusieron la comida en la mesa y,
después de hacerle varias fotos, se pusieron a comer. Durante
la cena disfrutaron de una buena conversación en la que se
habló de todo: de viaje, trabajo, fiestas, pero sobretodo habla-
ron del tema de Joanna. Intentaron encontrar una solución para
protegerse de ella pero no hallaron ninguna y decidieron dejar
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Capítulo 16
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Capítulo 17
—¡Detente Joanna!
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que pasaba era que tenía miedo de estar sola y por eso quería
recuperarlo a toda costa.
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—Lo sabemos.
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FIN
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