B Martin Sanchez No T Enfades
B Martin Sanchez No T Enfades
B Martin Sanchez No T Enfades
iN0 TE ENFADES!
Para no tener el trabajo de desenfadarte
Editorial
APOSTOLADO MARIANO
Recaredo, 44 - 41003 SEVILLA
Tel.: 954 41 68 09 - Fax: 954 54 07 78
www.apostoladomariano.com
INDICE
Presentación
iN0 TE ENFADES!
- ¿Qué hacer ante las ofensas y contrariedades?
- Haz bien y no mires a quien
- Sigamos venciéndonos
- No te enfades por las ofensas que te hicieren
- El amor de Moisés a su pueblo
- José y sus hermanos .12
- No te excuses para justificar tu enfado o tu ira .13
- Airaos y no queráis pecar .14
- Remedios contra el enfado y la ira .16
- Contra el enfado ejercita la paciencia .18
- Ejemplo de Jesucristo en su Pasión
- ¿Cómo portarse con los antipáticos? .20
- Código de la amabilidad .21
- 23 consejos para influir en los demás . .23
- Ten buena conciencia y siempre tendrás alegría 25
- EJEMPLOS EDIFICANTES
.26
- Conclusión
.31
5
iN0 TE ENFADES! iDOMINA TU GENIO!
¿Qué hacer ante las ofensas y contrariedades?
No enfadarse. Si te echan en cara defectos
culpables o sin culpa, o bien si te tratan con
manifiesto desprecio y te ofenden, te doy este
consejo de San Isidoro de Sevilla: "Aunque te irrite
alguien..., aunque te exaspere..., aunque te provoque
a querellas... aunque te injurie y afrente: no hables,
calla, disimula, no le hagas caso... guarda silencio...
"Padeciendo por nosotros Cristo, nos dio ejemplo:
herido con azotes, escarnecido y escupido,
atravesado con clavos, coronado de espinas,
condenado a morir en la cruz, siempre guardó
silencio" (Synony. 2,32-33).
Jesucristo nos dio un ejemplo magnífico en su
pasión, guardando silencio ante los que le acusaban
injustamente, y si contestó a los que le dieron una
bofetada, lo hizo con aquellas mesuradas palabras:
"Si he hablado mal, demuestra en qué, y si bien, ¿por
qué me hieres?" (Jn. 18,23).
Y cuando estaba crucificado en el Calvario, y le
blasmaban y le injuriaban, lo que hizo fue vengarse
de ellos con la oración, la caridad y el perdón, y así
les dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen " (Lc. 23,34).
Preguntaron a Platón, filósofo griego (m. 347
a.C.) con qué señales se conocía al hombre sabio y
cuerdo, y contestó: "Cuando le vituperan y
desgarran, no se enfada; y cuando le alaban, no se
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enorgullece; pero el insensato es esclavo de la
cólera" (Diál).
"Guardar silencio cuando nos insultan, dice
Plutarco (m. 120 d.C.), es una actitud grande, propio
de Sócrates y de Hércules; pues ambos despreciaban,
como el susurro de un insecto, las palabras
injuriosas... Callarnos en presencia del que nos
insulta, y no responder nada al que nos provoca, es
una victoria completa" (Anton.in Meliss.)
Haz bien y no mires a quién
Si quieres ser feliz, en tu obrar ten presente este
adagio: "Haz bien a todos, amigos y enemigos, sin
distinción".
He aquí algunas de las quejas que yo he oído a
algunas personas:
1 ) Llevo mucho tiempo contrariada con
familiares míos, porque piensan de distinta manera
que yo, pues hasta les parece mal que yo vaya a Misa
y cumpla con mis deberes religiosos...
2) Otra mujer me dijo: No sé que hacer si
separarme de mi marido, pues por cualquier cosa
insignificante que le digo, se enfada y hasta blasfema
y al entrar en casa ni me da los buenos días...
¿Qué hacer en este caso y en otros semejantes?
Tu, al entrar en casa, saluda a todos afablemente,
dale los días, aunque no te contesten, y al que sea
más contrario a ti, en un momento que lo veas más
apacible hasta le puedes echar en cara algunos de sus
defectos en un tono de voz suave, sin enfado alguno,
y decirle: "En esta casa podíamos ser todos felices,
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todos tenemos nuestras faltas, vamos a ver si nos
corregimos y todos vivimos en paz... y por tu parte
ingéniate en hacerles todos los días algún bien.
Como digo en mi libro "¿Por qué no vivir siempre
alegres? si has luchado con un carácter áspero y
obstinado, que parece acabar con tu paciencia, lucha
ahora un poco contra tu propio carácter; has orado
para que él se mejorara, ora ahora un poco para ser tu
misma más paciente, más soportable, más suave; has
llorado y te has disgustado por no hacer tolerado a tu
pariente, procura estar ahora alegre y de buen humor.
¿Me comprendes? Trabaja por cambiarte a ti misma,
ya que no has podido cambiarle a él y todo marchará
a maravilla antes de pocos meses. iAh, cuántas
personas podrán aprovecharse de esta lección!
Sigamos venciéndonos
El cielo no está siempre sereno, algunas veces se
carga de grandes nubes, y después de un sol hermoso
viene muchas veces la lluvia y la tempestad. Lo
mismo sucede en el cielo de la familia, de un colegio
o de otro centro, en el que muchas personas viven en
común.
En ciertos momentos parece que todo está
sombrío en nuestro derredor y todos nos ponen mala
cara; no recibimos más que reprensiones, ni oimos
más que palabras picantes; nuestros buenos servicios
son pagados con acogidas frías y hasta con miradas
desdeñosas; todo lo que decimos se contradice y
cuanto hacemos se encuentra defectuoso; nuestros
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más inocentes gestos son mal interpretados. Somos
atribulados en todas las formas.
¿Qué hacer en esta situación tan penosa?
¿Desanimarse, indignarse o enfadarse? iOh, nada,
nada de eso!. Eso sería echar aceite al fuego, ulcerar
nuestro propio corazón y el de los otros. Para este
mal demasiado real no hay más que un remedio, es la
palabra de Jesucristo: "Aprended de Mi, que soy
manso y humilde de corazón " (Mt 1 1,29).
Sed mansos, dejad pasar esas injusticias sin queja.
Sed humildes, creyendo hacer merecido el ser tan
duramente tratados, y entonces juzgaréis que no se
os hace agravio. Jesús realizará en vosotros su
promesa: "Encontraréis descanso para vuestras almas
" iCerremos los ojos! iOh, qué gran consejo cuando
se trata de nuestras relaciones familiares y cotidianas
con nuestros parientes y con las personas que nos
rodean!
Pasa alguno cerca de vosotros sin daros aquellas
señales de amistad que tiene de costumbre, cerremos
los ojos; al día siguiente ya habrá cambiado y se
mostrará más afectuoso que antes.
Se olvidan de nosotros o nos dan la peor parte en una
distribución cualquiera: cerremos los ojos; alguien se
edificará de nuestra conducta y nos recompensará en
otra ocasión; quizá llegan hasta hacerse culpables
hacia nosotros por las ligeras injusticias o por la
manera que tienen de portarse con nosotros hiriendo
nuestra delicadeza; cerremos los ojos hasta que Dios
lo haya visto todo.
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Si esta regla se observara en las familias, 1 0 se
verían tantos hermanos y hermanas desunidos para
siempre por motivos tan frívolos como los que
acabamos de enumerar.
He aquí tres recetas indicadas por una santa
religiosa para conservar el tesoro de los tesoros: la
paz del alma.
I a No querer hacer prevalecer sus ideas, sino
rendir su juicio al de los otros.
2a No obrar según su deseo, sino hacer la voluntad
del prójimo.
32 No prescribir ni aconsejar a otro, sino lo que el
mismo haya practicado.
No te enfades por las ofensas que te hicieren
Es de personas virtuosas no enfadarse ni contestar
a personas que nos ofenden con otra ofensa. San
Isidoro en su libro de las Sentencias, nos dice: "Dais
prueba de gran virtud, sino respondéis a una ofensa
contra ofensa: manifestáis una gran fuerza de alma,
si perdonáis al ser ofendidos, y adquirís una gran
gloria si perdonáis a un enemigo a quien pudierais
dañar".
10
¿Hasta dónde debe extenderse nuestra caridad?
Nuestro amor debe ser universal?. ¿Tenemos acaso que
amar a personas como Judas, como Nerón, Voltaire y
otros blasfemos, perseguidores de Dios y de su Iglesia?
A todos y aún a éstos debemos amarles, desearles bien,
y, llegada la ocasión, hacérselo... Jesús murió por ellos
y no se olvidó de decirnos:
"Amad a los que os odian, haced el bien a los que os
hacen mal, rogad por los que os persiguen y calumnian,
para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los
cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y
llover sobre justos y pecadores. Porque si sólo amáis a
los que os aman, ¿qué recompensa merecéis? ¿No
haces esto también los publicanos? Y si saludáis
unicamente a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de
particular? ¿No hacen también eso los gentiles? Sed,
pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre
celestial" (Mt. 5,44-48).
Si encontramos seres degenerados, que nos han
traicionado y difamado, poseídos o de odio implacable,
sin que les hayamos dado motivo alguno de queja o
descontento, y a los que después de haberles hecho
beneficios, si ellos se portan mal, nuestra caridad
también tiene que extenderse a ellos y si tienen
necesidad de algún servicio, se lo debemos prestar... y
si vienen a mostrarnos sus llagas físicas o morales,
debemos curarlas con una dulzura totalmente exenta de
resentimiento.
Les amaremos porque aún son imagen de Dios,
aunque mutilada o arrastrada por el lodo... y si son
hombres indignos, de ideas perniciosas, de actos
malvados, calumniadores, no quita que los tengamos
que denunciar... El que uno se levante contra sus vicios
e iniquiedades, no por eso hemos de dejar de amar
todavía a esos hombres indignos. No hemos de amar los
vicios o pecados, o sea, al pecado en sí, sino amar al
pecador.
Y si ellos nos echan en cara algún defecto o falta
que viesen, aunque no fuera, como lo dicen, jamás
enfadarnos. Nuestro amor debe ser universal.
El amor de Moisés a su pueblo
El pueblo de Israel había sido muy ingrato para con
Dios, porque habiéndoles colmado de beneficios, se
entregaron a la idolatría, y entonces Dios dice a Moises:
"Dejante exterminarlos y borraré su nombre de debajo
del cielo y te haré cabeza de una nación grande y
admirable mayor que ésta", y contestó Moisés: "De
ninguna manera, Señor; perdona a este pueblo o
bórrame también a mi del libro de los vivientes". iOh
caridad grande! iOh perfección insuperable! El siervo
habla libremente a su Señor, pide perdón para la
muchedumbre o exige que se le borra también a él
justamente con ellos" (Clem. I Cor 53, 4-5).
Este ejemplo de Moisés debe aleccionarnos a todos
para que sepamos extender nuestro amor a todos los
hombres indistintamente, aunque sean enemigos,
12
porque Dios no lo pide al decirnos: "Amad a vuestros
enemigos, rezad por ellos... "
Deber nuestro es, pues, evitar todo enfado y todo
rencor con los que no nos aprecian o se portan mal con
nosotros.
José y sus hermanos
He aquí el ejemplo maravilloso de un perdón
ratificado:
Los hijos de Jacob acaban de dar los últimos
honores al cadáver de su padre, y a continuación surgen
recuerdos del pasado. Los hermanos se acuerdan del
crimen cometido contra José y con zozobras miran el
porvenir.
Ellos siguen abrumados por una preocupación
que no pueden ocultar y se dicen: "¿Quién sabe si
se acordará José de la injuria que padeció y
retornará todo el mal que le hicimos?"
Ahora que ya no está en medio de ellos su padre
Jacob, recuerdan el mal que hicieron a su hermano, no
quieren paliarlo, y resuelven enviarle un mensaje,
recurriendo una vez más al cariño paterno, poniendo
por intermediario al padre difunto, al patriarca que
descansa ya lejos: "Tu padre -éste es el mensaje antes
de morir, nos encargó que te dijéramos que te olvides
de la maldad de tus hermanos, y del pecado y de la
malicia que contra ti usaron ". Hasta aquí es Jacob el
que parece hablar todavía a José.
13
Pero el mensaje prosigue, y hablan los hermanos:
"Nosotros también suplicamos que perdones esta
maldad a los siervos del Dios de tu padre ". Ellos,
arrepentidos, los culpables le recuerdan a José el hecho
que ya había sido perdonado (Gén 45).
Y, lo mismo que al otorgar el perdón por primera
vez, prorrumpe José en llanto, al oir el mensaje, y
ablandado el corazón por el riego de las lágrimas,
escucha a sus hermanos que acuden a él con estas
palabras: "Esclavos tuyos somos "
Entonces de los labios de José brotan estas palabras:
"No tenéis que temer: ¿Podemos nosotros acaso resistir
a la voluntad de Dios? o según el texto hebreo: "No soy
yo Dios", es decir, en todos los acontecimientos hemos
de ver la permisión divina. Y José desarrolla su
pensamiento: " Vosotros pensasteis hacerme un mal,
pero Dios lo convirtió en bien para ensalzarme... y para
salvar a muchos pueblos. No temáis, pues, yo os
mantendré a vosotros y a vuestros hijos" Y no sólo
ratifica su perdón, sino que además los consuela y les
habla con expresiones blandas y amorosas.
Ejemplo es éste de José admirable, pues no vemos
que se enfade o castigare a sus hermanos por el mal que
le hicieron, antes bien les recuerda su venta para
Egipto, para que reconozcan que al mal le corresponde
con el bien y para que vean en todo lo sucedido la
Providencia de Dios.
No te excuses para justificar tu enfado o ira
"El que quiere justificar su ira, dice San
14
Ambrosio, no hace más que aumentarla y preparar una
falta nueva" (Lib. de Offic.).
No hay vicio que se trate de excusar tanto como la
ira. Como procede principalmente del orgullo, nadie
quiere acusarse a sí mismo, y todos pretenden tener
razones para enfadarse... Mi mujer, mis hijos, mis
criados tienen la culpa de mis arrebatos. Me han
provocado sin razón... etc. Así es mi carácter dicen: no
puedo contenerme... Y así sucede que a todas las cosas
acusan, menos al culpable, esto es, a sí mismos.
No sólo todos procuran disculparse de los arrebatos
de ira, sino que procuran servirse de este vicio para
disculpar a los demás. ¿Por qué blasfemáis, hombre
obcecado? La ira me obliga a hacerlo. -¿Por qué os
vengáis y conserváis rencor en vuestro corazón? Porque
soy iracundo. - ¿Por qué insultasteis y heristeis a
aquella persona? Estaba enfadado, etc.
Pero todas estas excusas son iniquiedades. iNadie
puede justificarse de un crimen con otro crimen!...
Airaos y no queráis pecar
Hay dos clases de ira en el hombre, dice Santo
Tomás: la que previene a la razón, que se apodera de
ella y hace obrar al hombre: esta ira es mala; mas la que
sigue las inspiraciones de la razón y es como
instrumento suyo; entonces la operación, que es un acto
de justicia, no se atribuye a la ira, sino a la razón. Así
que irritarse contra el vicio, contra los desórdenes,
contra un seductor, etc. no es un mal; es celo, es una
15
indignación santa, un deber. Por esto dice el salmista:
"Enojaos y no queráis pecar" (4,5).
De santa ira estaba animado nuestro Señor cuando
arrojó del templo a los que le profanaban, cuando
echaban en cara a los escribas y fariseos su orgullo e
hipocresía, y los llamaba raza de víboras (De cat.)
A este fin merece meditar bien las palabras del
Apostol San Pablo en el capítulo 12 de la Carta a los
Romanos:
"El amor sea sin hipocresía; odiando el mal,
aplicandoos al bien, amandoos unos a los otros con
amor fraterno; adelantaros para estimaros mutuamente;
en el cumplimiento del deber no seáis perezosos; ser
fervorosos de espíritu viendo al Señor; alegres en la
esperanza, sufridos en las pruebas, constantes en la
oración; socorriendo las necesidades de los santos,
procurando practicar la hospitalidad.
Bendecir a los que os persiguen; bendecid, no
maldigáis. Alegraos con los que se alegran, llorad con
los que lloran. Tened unanimidad de sentimientos entre
vosotros: no soberbios, sino acomodandoos a los
humildes. "No seáis sabios en vuestra opinión '
(Prov 3,7). A nadie paguéis mal por mal. "Procuranclo
lo bueno delante de todos los hombres " (Prov 3,4).
Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, tened
paz con todos los hombres. Queridos, no os venguéis
vosotros mismos, mas bien dad lugar al castigo de
Dios, pues está escrito: "mía es la venzanga: Yo pagaré,
dice el Señor" (Dt 32,35). De tal manera que "si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale
16
de beber; que si haces esto, amontonarás tizones
encendidos sobre su cabeza " (Prov 25,21). No te dejes
vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien
" (Rom 12,9-12).
La caridad, pues, debe ser siempre bienhechora,
ejercerla sin venganza y procurando vencerse en hacer
el mayor bien posible a nuestros enemigos,
devolviéndoles bien por mal.
El amontonamiento de beneficios obligará al
enemigo a dolerse y arrepentirse de sus malas obras, y
avergonzado se acercará más a su hermano
encendiéndose en amor hacia él.
Remedios contra el enfado y la ira
Si ha habido debilidad en enfadarse o encolarizarse,
que la ira no sea de mucha duración, "no sea, como dice
el apóstol, que, se os ponga el sol estando todavía
airados" (Ef 4,26), es decir, no os encolericéis, no sea
que, según la interpretación de San Agustín, Jesucristo,
verdadero Sol de justicia, abandone vuestra alma; pues
que Jesucristo no quiere habitar con la ira. Dejad la
cólera, arrojadla de vuestro corazón, antes que el sol,
luz visible, desaparezca; a fin de que Jesucristo, luz
invisible, no os abandone (In Haec verbo Apost.).
"No os apresuréis a encolerizados", dice el
Eclesiastés (7, 10), porque una dilación, un retardo
previene la cólera o la apacigua...
Los remedios contra el genio, el enfado o la ira son:
1 0 recordar que la ira está prohibida, 2 0 contener la
17
lengua y la mano. Antes de hablar procura contar para
tus adentros hasta diez o, como dice un adagio árabe: da
cuatro vueltas a la lengua antes de proferir palabra.
Algo parecido dijo el filósofo Athenodoro al
emperador César Augusto: "Cuando estéis enfadado, no
digáis nada, no hagáis nada y esperad hasta transcurrido
el tiempo necesario para recitar el alfabeto griego", y
ahora diremos: hasta recitar el alfabeto español o de la
lengua que hables...
30 Considerar la feadad y la deformidad de la cólera.
Plutarco invita al hombre enfurecido a que se
contemple en un espejo y en su conducta; viendo que su
rostro y sus acciones se parecen a los de un frenético,
tendrá adversión a la cólera y la evitará (De Morib).
Nos volvemos locos cuando nos enfurecemos... 4 0
Poner atención al perjuicio que causa al que a ella cede
y a los demás... No es el hombre quien nos ha de irritar,
sino sus vicios. Es preciso castigar el pecado, pero
respetar al pecador. Es preciso imitar al médico, que no
se incomoda por las injurias que le dirige el enfermo....
50 Reflexionar en la insignificancia de lo que nos
encoleriza..., 60 extirpar las pasiones que la producen...
y 70 recordar la dulzura y la mansedumbre de
Jesucristo.
Si traemos a la memoria los padecimientos de
Jesucristo, dice San Ambrosio, nada hallaremos tan
penoso que no pueda sufrirse con paciencia (Srm. 5).
San Gregorio Nazianceno indica tres medios para
preservarnos de la ira: el primero, la oración, el
18
segundo, la señal de la cruz; el tercero, la humildad (In
Distich).
Para que reflexionemos más sobre nuestro enfado o
nuestra ira, Séneca nos dice: "El castigo diferido puede
aplicarse; pero el que desde luego se aplica, ya no
puede ser revocado" (Lib. 2 de ira. c.26).
Contra el enfado ejercita la paciencia
He aqui unas ideas que transcribo de mi libro "La
paciencia": La paciencia es una de las virtudes más
necesarias en la vida cristiana por ser muchas las
adversidades, trabajos y padecimientos que todos
tenemos que sufrir en este valle de lágrimas.
La paciencia es una virtud propia de las almas
grandes. Como todos tenemos multitud de defectos que
molestan a nuestros prójimos, es preciso que sepamos
tolerarlos mutuamente, porque, como dice Kempis,
"nadie está exento de tales defectos y molestias, nadie
se basta a sí mismo, nadie es bastante sabio para
gobernarse por si sólo, sino que nos soportemos,
consolemos, ayudemos, instruyamos y amonestemos
unos a otros".
El primero en tener paciencia con nosotros es Dios.
iCuántos beneficios nos hace y qué pocos
agradecimientos!. Se le ofende con blasfemias,
profanaciones, y Él continúa haciendo salir el sol sobre
buenos y malos. Puede castigar y espera y aguanta para
ver si el pecador se arrepiente y perdona, porque "no
quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y
viva " (Eze 33,1 1), y por eso Dios "hace como que no
19
ve nuestros pecados por esperarnos a penitencia " (Sab
1 1,24).
La paciencia nos inculca estos deberes: 1 0 Perdonar
al que ofende; 20 hacerle bien, si la ocasión se presenta;
30 recibir la prueba como un remedio excelente, y 4 0
hacernos superiores a las injurias.
Tengamos presentes estos tres grados en la
paciencia: el primero consiste en sufrir con resignación;
el segundo en sufrir voluntariamente, y el tercero sufrir
con alegría.
Ejemplo de Jesucristo en su pasión
Hemos de pedir a Dios la gracia de saber sufrir con
paciencia y a este fin reconocer que Él ha sido el
primero en sufrirnos a causa de nuestros muchos
pecados y tener mucha paciencia y misericordia con
nosotros... y Él el Dios-hombre, es el que nos ha dado
un magnífico ejemplo de paciencia en su Pasión. ¿Por
qué ultrajes no pasó Él? Nos lo revelan estas sus
palabras: "Ved que subimos a Jerusalén, donde se
cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los
profetas acerca del Hijo del hombre; porque será
entregado en manos de los gentiles y escarnecido, y
azotado, y escupido, y después que le hubieran azotado,
le darán la muerte" (LC 18,3132).
Y ¿cómo se portó Jesucristo, ante los que acusaban?
Guardó silencio, -tacebat- y si contestó al que le dio la
bofetada, lo hizo con aquellas palabras mesuradas: "Si
he hablado mal, demuestra en qué, y si bien ¿por qué
me hieres?"
20
No hay duda que el mejor medio para llegar a la
práctica de la paciencia es pensar en la Pasión de
Jesucristo. Ya dijo San Gregogio Magno: "No hay nada
tan pesado que no pueda sufrirse con paciencia, si nos
acordamos de la pasión de Jesucristo" (Tract. de
Conflit.).
Cuando nuestra paciencia se vea puesta a prueba,
exclamemos: Si he merecido esta cruz, la llevaré para
satisfacer por mis pecados; si no la he merecido la
sufriré igualmente a ajemplo de Jesucristo y de su
Santísima Madre, mi corona será así más hermosa.
La paciencia la hemos de mirar como de "necesidad
de medio" para cumplir la voluntad de Dios, y así
conseguir la promesa que Dios nos ha hecho: "Tenéis
necesidad de paciencia para cumplir la voluntad de
Dios, y así conseguir la promesa que Dios nos ha hecho
" (Heb 10,36). Y ¿qué promesa es esta?: "Esta es la
promesa que Dios nos hizo la vida eterna" ( l Jn 2,25).
¿Como portarnos con los antipáticos?
Un medio seguro para vencer la antipatía que
sentimos contra alguno o nos tiene otro, es hacer por él
o decir algo bueno todos los días.
Un sabio muy distinguido indicaba este remedio,
probado para curar completamente las antipatías:
"Me encontraba en la academia -dice- con un
hombre pequeño, de ingrata fisonomía, a quien no
podía mirar sin que todo mi cuerpo sufriese un doloroso
sobresalto. Para que él no se enterase de lo que su
21
presencia me repugnaba, veíame forzado a volverle la
espalda. La cosa iba haciéndose insoportable, porque el
hombrecillo daba justamente en venir a la biblioteca, y
me buscaba con el mismo empeño que ponía yo en
escabullirme.
Pensando sobre el caso una mañana, me pareció
haber encontrado un medio de curar mi antipatía, y
aquella misma semana lo puse en ejecución con éxito
completo.
Procuré, en efecto, hacer a aquel hombre un favor
(de poca entidad por cierto), y él me manifestó su
agradecimiento. Su semblante, animado por la gratitud,
me pareció tan bueno y amable, que desde aquel día
nunca le encontré sin experimentar un sentimiento
placentero.
Código de la amabilidad
Las bases del Código de la amabilidad son bien
sencillas. Obligarse a sonreir habitualmente, para que la
sonrisa de benevolencia se aclimate en los labios; basta
para esto trabajar y orar bajo la mirada de Jesús Niño,
que nos sonríe desde los brazos de su Madre. El Niño
Jesús sonríe siempre, aun al alma culpable que se vuelte
a Él.
- A no decir jamás no a una orden dada, o a una
indicación de un superior, o a algún servicio que se nos
pida.
- A ahorrar a los demás todo el trabajo que nos
sea posible, sin perjuicio de nuestros deberes.
22
- A no manifestarse ni contrariado, no corrido ni
descontento.
- A reprimir, en cuanto lo advirtamos, todo gesto
que indique impaciencia.
- A buscar cada mañana delante de Dios el medio
de agradar a tal persona con quien tenemos que vivir, a
tal otra a quien tenemos o que no nos es simpática.
- A no mandar jamás a un inferior sin añadir una
palabra de cortesía y de benevolencia.
- A emplear siempre esas sencillas fórmulas de
urbanidad, que sólo parecen minuciosos a los corazones
secos, duros y egoistas. A saber: "Buenos días nos de
Dios", a la mañana: "Buenas noches al fin del día:
"gracias", a la menor muestra de atención: "tenga la
bondad", o "si me hiciera el favor" a todo servicio
pedido; el saludo amable, con una sonrisa, al menos,
cada vez que nos encontremos con algún conocido.
- A estudiar los gustos de aquellos con quien se
vive y a satisfacerlos en la medida que nos sea posible.
A no impugnar sus manías y a no poder de relieve sus
extravagancias.
- A no dar jamás un consejo ni hacer una
recomendación sin ser dueño completamente de si
mismo y sin acompañar con buenas palabras las
advertencias que pudieran lastimar.
- A acusarse sencillamente cuando se comprende
que no ha sido uno amable, y a aceptar con humildad
las quejas que por ello se nos den.
23
23 consejos para influir en los demás
He aquí 23 consejos sacados del libro "Cómo ganar
amigos" de Dale Carnigie, los que interesa observar
para ser uno más feliz y hacer felices a los demás:
l . Interésate auténticamente por las demás personas.
2. Sonríe.
3. Recuerda el nombre de las personas.
4. Sé un buen oyente. Aliente a los demás a hablar
de si mismos.
5. Habla siempre de lo que interesa al prójimo.
6. Haz que la otra persona se sienta importante.
7.
El único medio de salir ganando de una
discuSión es evitarla.
8. Demuestra respeto por las opiniones ajenas que
puedas. No acostumbres a decir al prójimo que se
equivoca.
9. Si te equivocas, admítelo rápidamente y con
entusiasmo.
IO. Comienza siempre en forma amistosa.
I l . Consigue que la otra persona diga "si" en
seguida.
12. Deja que tu interlocutor sea el que hable más.
13. Haz que la otra persona crea que la idea es de
ella.
14. Trata honradamente de ver las cosas desde el
punto de vista del prójimo.
24
15. Muestra simpatía por las ideas y deseos de los
demás.
16. Apela siempre a los motivos más nobles.
17. Dramatiza tus ideas.
18. Comienza con elogios y una honrada
apreciación de las cualidades del prójimo.
19. Haz preguntas en lugar de dar órdenes directas.
20. Elogia hasta el menor progreso y elogia todos
los progresos que se puedan elogiar.
21. Alienta, forma ambiente de confianza, de
superación. Procura que parezca fácil de hacer lo que
quieres que el prójimo haga.
22. Procura que los demás se sientan felices al
hacer lo que tu sugieres.
23. Poneos en el punto de vista del prójimo.
Además procura recibir con agrado, con bondad, con
finos modales a los que se acercan a ti, sea cual fuere su
edad y condición.
- No rechaces a los pobres, a los desgraciados, a
los ignorantes, ni aun a los culpables; vete en ayuda de
unos, ten compasión para otros y caridad con todos.
- Ejercita particularmente la paciencia con los
enfermos que, por lo general están malhumorados y
susceptibles, aun con la personas que les prodigan las
mayores atenciones y cuidados y trata con bondad y
respeto a los ancianos, tan despreciables a veces en las
familias y ejercitar la caridad con todos.
Ten buena conciencia y siempre tendrás alegría
25
La verdadera alegría nace de la buena conciencia, de
los corazones puros. Cuando uno vive en gracia de Dios
sabe conformarse en todo y aun en las cosas adversas,
con la voluntad de Dios. El buen cristiano ve todos los
acontecimientos de esta vida, prósperos o adversos,
como venidos de la mano de Dios, y dispuestos por su
Providencia, bien para purificarnos o bien para
probarnos y así santificarnos en este valle de lágrimas.
Monseñor Silvain dice: iQué hermoso es ver a Dios
en todo! "Yo, dice un súbdito lamentándose, podría
vivir siempre alegre, ser más feliz que nadie (si alguien
puede serlo); todo me resulta bastante bien; ninguna
inquietud tendría para el porvenir; pero... (siempre hay
un pero), pero mi superior es tan difícil de contentar,
que nada encuentra bien hecho; hoy quiere blanco,
mañana, negro; imposible darle gusto. Después de todo
esto ¿qué medio encontrar para ser feliz? El medio,
amigo mío, ya está encontrado. Ved a Dios en todo.
Ved el mismo Dios en la persona del superior. Dios,
que prueba hoy vuestra paciencia porque quiere más
tarde coronarla; Dios, que os castiga porque os ama;
Dios, que os hace pasar vuestro purgatorio en este
mundo; Dios, que os trata como trataría al mejor de sus
amigos, no economizandoos ni humillaciones ni cruces.
¿No es excelente la suerte que os toca? ¿Y no debíais
regocijaros en medio de las tribulaciones, como hacían
los apóstoles?
Nunca está usted de mal humor -decían a una mujer,
cuyas desgracias eran notorias- "¿Por ventura no siente
usted las injusticias de los hombres, ni las durezas de la
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suerte? Las siento tanto como usted respondió- pero no
me lastiman - ¿Es que posee un bálsamo especial? - Sí,
contra las contrariedades de las personas, tengo el
afecto; contra las de las cosas, la oración, y sobre cada
una de las heridas que sangran, pronuncio estas
palabras: Dios lo quiere..... y cuando me toca sufrir
mucho, digo al Señor: "Ayúdame a llevar esta cruz" y
en todo digo: "Hágase tu voluntad".
EJEMPLOS EDIFICANTES
Estos ejemplos nos hablan de vencimientos que
muchas almas han hecho para no enfadarse, ni
encolarizarse y para saber perdonar, haciendo el bien
posible a otros:
1
M. Soledad Torres Acosta, Fundadora del Instituto
de las Siervas de María, no permitió jamás que se le
guardase consideración especial por razón de su cargo,
y más de una vez, cuando saliendo a la calle se reían
algunas personas al ver una religiosa tan pequeña, ella
sin enfadarse y sonriendo, solía decir a la que la
acompañaba: "Ignoran que todavía soy más pequeña en
virtudes".
2
Santa Teresa de Jesús: "Ansí, que quien de veras
hubiere dicho esta palabra al Señor: "Fiat voluntas tua "
- Hágase tu voluntad" todo lo que ha de tener hecho,
con la determinación al menos. Ved aquí cómo los
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santos se holgaban con las injusticias y persecuciones,
porque tenían algo que presentar al Señor cuando le
pedían. ¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco
ha tenido que perdonar; y tanto hay que se me perdone?
3
Rafael Merry del Val que acaba de ser nombrado
Secretario de Estado por Pío X, escribiendo en aquellos
días a un compañero de estudios en el Colegio
universitario de Ushaw, Monseñor Broadhead, le decía:
"Tenemos un Papa santo. Parece prudente y sagaz. Es
de dulce carácter y tiene un trato que encanta". Pero
tenía también, cuando era necesario, Una mano difierro
vellutata - Una mano de hierro en guante de terciopero.
Sin enfado solía enfrentarse ante casos difíciles.
4
P. Pedro Calatayud, siendo Maestro de Teología en
el colegio de San Ambrosio de Valladolid, impugnó
una tesis discutida públicamente ante una concurrencia
de sabios, y al urgir con viveza su argumento, afirmó de
una proposición suya, que era común sentir de los
Santos Padres. El presidente de la reunión tenía que
rechazar la proposición del argumentante si era falsa,
explicarla o negarla si dudosa, o admitirla llanamente si
en nada tenía que ser tachada; pero extralimitándose, se
volvió contra el padre Calatayud, echándole en cara la
arrogancia y soberbia con que alegaba a los Santos
Padres, a los cuales nunca había leído ni por encima.
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Pasmados estaban los presentes viendo la rudeza
con que el presidente se dirigía, ante un público
escogido, a todo un Profesor de Teología; pero
quedaron todos no menos admirados, de la paciencia
del P. Calatayud, quien recibió aquella lluvia de
afrentas sin interrumpir al que le injuriaba.
Cuando hubo el presidente dado fin a su perorata
insultante, el paciente Padre reanudó el hilo del
argumento, como si nada hubiese pasado.
5
P. Coloma cuenta un caso emocionante,
consignando que es "histórico". Un joven andaluz
cambió una grandeza de España por el sencillo hábito
de los capuchinos. Ya entrado en años, fue enviado a la
cárcel de X. para dar una misión a los presos. Estos,
como paga de sus desvelos le arrojaban un tronco de
col contra la cabeza, un envoltorio que le cubrió el
rostro de inmundicias. Indignado el alcalde mandó
suspender la misión.
El Padre se presentó solo en el patio y se puso de
rodillas en el semicírculo formado por los presidiarios,
les pidió perdón si les había molestado y empezó a
besarles los pies uno a uno. Los presos le miraban
atónitos cesando toda burla. Sólo Tanga, el jefe de la
resistencia, miraba al misionero con torvos ojos, y
cuando éste se inclinó sobre sus pies para besarlos, él
levantó rápidamente el derecho y descargó una
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tremenda patada en el rostro del capuchino. Este
vencido por el dolor, se enmudeció un momento; se
repuso, sin embargo, al punto y sostuvo aquel pie
infame que acababa de herirle, diciendo suavemente:
"Espera, hombre... No te he besado el izquierdo".
El capuchino volvió mesuradamente al centro del
patio con el rostro cubierto de sangre que caía a lo largo
de su barba blanca; dio la bendición a los presos con el
crucifijo que traía al cuello, y añadió que un sólo
sentimiento llevaba al marcharse: el de no haber
conquistado entre ellos un alma, un alma sincera para
Cristo... Una voz bronca gritó entonces: "iAquí tiene
usted una. Pae cura si es que los perros la tienen!...
Entonces un asesino, un forajido, salió del círculo y
se dejó caer despues, cuan largo era dándose puñetazos
en el pecho, en la cabeza, llorando a bramidos, a
rugidos, como llorarían, si llorasen los tigres en el
desierto. El capuchino lo recibió en sus brazos, y quedó
la victoria por Cristo; porque la misión continuó entre
lágrimas y todos los presos, excepto Tanga, se
confesaron con el misionero.
6
Un testigo depuso en el proceso de beatificación de
la Madre Sacramento: "Parecía necesario ofenderla
para ganarse su estimación y preferencia, y la frase más
común entre las personas íntimas de Micaela era ésta:
"Quisiera que la Madre Sacramento me contase en el
número de sus enemigos"
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Ella, estaba bien poseida del dicho de Jesucristo:
"Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
odian; bendecir a los que os maldicen; orad por los que
os calumnian " (Lc. 6, 27-28).
7
Juan Guaberto encuentra el Viernes Santo al asesino
de su hermano, que iba sin armas. Juan desenvaina su
espada para vengarse; mas el asesino se arroja a sus
pies y con los brazos extendidos en forma de cruz le
pide misericordia en atención al día de la muerte de
Cristo.
Profundamente conmovido Juan le tiende la mano, y
le perdona. En la Iglesia de un convento cercano se
postra ante el crucifijo y ora: "Señor, he obrado como
Tú me mandaste. He perdonado, perdóname también
Tú". Y le parece que el Crucificado se inclina hacia él y
le da gracias por haber sacrificado la venganza. Este fue
el primer paso del noble caballero hacia la santidad.
8
Se introdujo furtivamente un hombre en la tienda de
campaña del Duque de Guisa, caudillo de la lucha
contra los hugonotes. Aquel hombre era de los
contrarios y tenía la intención de asesinarle. Le
cogieron y le condujeron a presencia del Duque. Este le
preguntó: "¿Te he ofendido yo y por eso quieres
matarme?. No, contestó el hugonote, "mas quería
matarte, porque veo y odio en ti al enemigo mayor de
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mi fe" El Duque le contestó con dulzura: "Si tu fe te
manda odiarme, la mía me manda perdonarte".
9
Julio Cesar, después de vencer a sus enemigos,
regresó a Roma y perdonó a todos los que habían hecho
armas contra él. Y sabiendo, después de vencer a
Pompeyo, que Catón Uticense se había dado la muerte
para no caer en sus manos, dijo apesadumbrado: Fue mi
contrario y enemigo; y en ninguna cosa mostró más
serlo que en quitarme con su muerte la ocasión de
mostrarle mi nobleza en perdonarle".
10
El venerable Libermann se encontró un día por las
calles de París con un hombre, que se paró delante de él
y a modo de latigazo le lanzó estas palabras: "iAh cura,
si supieras cuánto te odio!". Libermann le contestó con
suavidad: "Amigo, si supiese usted cuanto le amo".
Jesús nos dice: "Amad a vuestros enemigos
Conclusión
Voy a terminar haciendo una breve reflexión sobre
esta frase de San Agustín: Dilige et fac quod vis" - Ama
y haz lo que quieras. El que ama verdaderamente a
Dios, no querrá otra cosa que querer lo que Él quiera y
así cumplirá toda su santa ley. Algunos han adaptado
esta frase a la amabilidad diciendo: Dilige et dic quod
vis. Ama y di lo que quieras, y no andan desacertados,
porque San Agustín añadió a la frase propia: "Si callas,
calla por amor si corriges, corrige con amor; si
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perdonas, perdona siempre con amor. Sea de amor la
raiz profunda, porque de tal raiz no puede brotar sino el
bien" (Epist. I Jn).
El que ama de veras a su prójimo, no sabe más que
hacer bien a todos, y tiene muy presente esta frase
consignada en el Evangelio, la cual viene a ser una
regla de oro: "Todo cuanto queráis que hagan con
vosotros los hombres, hacédselo también vosotros a
ellos, porque esta es la Ley y los Profetas" (Mt 7,12).
"Amar al prójimo como a sí mismo", es hacer que
todo lo bueno, todo lo noble, todo lo hermoso y todo lo
grande que quiero para mi, quererlo para él.
El que así obra, evitará todo enfado, dará gusto a su
prójimo, le mirará con simpatía, le hablará con dulzura,
y pensará en lo importante que es tener un poco de
amabilidad con todos, y esto nos hace recordar la
máxima de San Francisco de Sales: "Más moscas se
cazan con una cucharada de miel que con cien barriles
de vinagre".
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