FORMACIÓN PASTORAL. Segundaparte
FORMACIÓN PASTORAL. Segundaparte
FORMACIÓN PASTORAL. Segundaparte
Capítulo 15
Un viaje a lo desconocido
Ocurrió con Abraham. Dios le dijo: --Vete de tu tierra y de tu parentela a la tierra que te mostraré.
Igual con Moisés: --Sacarás a mi pueblo de Egipto y los llevarás a la tierra que te mostraré.
Dos escenas diferentes en espacios de tiempo absolutamente distintos, pero con un elemento
común: el Señor les asignó una misión aunque no les entregó el itinerario completo del viaje.
Algo así como un Rally, ¿los ha visto? Los competidores encuentran, en cada objetivo cumplido,
una nueva pista que los conducirá a la meta.
Ese hecho determinada que debieron aprender a desarrollar confianza en el Creador. Esa
confianza iba acompañada de varios elementos: el primero, reconocer su imposibilidad humana
de poder cumplir la tarea a menos que acudieran a las fuerzas de Dios. Este es sin duda uno de
los aspectos de mayor trascendencia en la vida de todos aquellos que sirven al Rey de reyes y
Señor de señores.
El segundo aspecto radica en vivir el presente sin afanarse por los compromisos que vendrían
mañana. En muchas ocasiones deseamos desarrollar la tarea pastoral en un solo día, nos
agotamos sin razón y terminamos rendidos a la desesperanza. Cumpla su labor hoy. Si tiene
forma, adelante algo de mañana, pero si solamente cumplió lo dispuesto para este día, ¡Gloria a
Dios!.
Por último, asumir el hecho de que Dios dará una salida cuando, en cumplimiento de la misión,
encontramos grandes obstáculos a nuestro paso.
En conjunto estos principios deben conducirnos a uno que sintetiza estas enseñanzas que se
desprenden de liderazgo en la “Escuela de Dios”: quien ocupa una posición relevante en el
servicio de la obra, debe estar preparado para hacer ajustes a los planes.
Generalmente tenemos una visión de las cosas y sobre cómo podrían terminar. Eso forma parte
del empeño equivocado de tener todo bajo nuestro control. Cuando algo se sale de las manos,
entramos en crisis. De ahí que, cuando encontremos inconsistencias con aquello que
esperábamos que ocurriera, antes que salir corriendo presa de la angustia, es necesario
prepararnos para introducir modificaciones a los planes iniciales. Esta pauta de vida tiene
aplicación en la vida secular pero también en el desenvolvimiento eclesial.
Si las plagas que trajo Dios sobre Egipto desataron animadversión sobre Aarón y Moisés, mucho
más el anuncio que haría días después. El Señor le mandó a alertar al monarca sobre la muerte
de los primogénitos, no solo de los egipcios sino también de sus animales (Éxodo 12:29). Le
debería advertir que producto de la manifestación divina, ellos le pedirían a los israelitas que se
fueran cuanto antes de su territorio (vv.31-33).
¿Cumpliría usted con agrado una tarea así? Sin duda que lo pensaría dos veces; sin embargo a
los hombres que Dios utiliza no les corresponde cuestionar sino obedecer.
Cuando caminamos tomados de la mano del Creador, Él nos llevará por camino seguro. No es
fácil que comprendamos lo que está ocurriendo, pero si confiamos, la paz embargará nuestro
corazón.
Es similar a cuando usted viaja en avión. No cuestiona los pasos que dio el piloto al momento de
emprender el carreteo de la aeronave en la pista, la carrera de impulsión y mucho menos el
decolaje. Usted espera que todo transcurra dentro de los límites previsibles. Igual con Dios, él
obrará para bien nuestro y el de quienes nos rodean.
¿Y ahora qué?
Dejar Egipto implicaba volver la página de un amargo capítulo en el que los israelitas estuvieron
430 años en cautividad. La salida de Rameses aquella noche, la emprendieron seiscientas mil
personas que emprendían camino a la libertad (Éxodo 12:37, 38).
Ahora, ¿por qué no hicieron un tránsito rápido entre territorio egipcio y la Tierra Prometida?
Porque el pueblo hebreo no estaba preparado para enfrentar los filisteos y las muchas
dificultades que se iban a desprender de atravesar sus propiedades. Lo más probable es que se
hubiesen desalentado (Éxodo 13:17, 18).
En la vida secular y eclesial se conjugan este tipo de períodos de incertidumbre; cuando nos
asalten, es necesario ir a Dios en oración para que nos enseñe el sendero a seguir. De algo que
no podemos dudar en absoluto, es que nos enseñará el sendero más apropiado.
En el caso de los israelitas, el Señor que tiene todo cuidadosamente calculado y quien responde
a nuestro clamor en procura de ayuda, les guió durante el día con una nube y en la noche, a
través de una columna de fuego. De esta manera, además de emprender jornadas permanentes,
tenían asegurado el hecho de que irían en el camino indicado, aquél que estaba en los planes del
Altísimo.
Imagina por un instante que va en su auto conduciendo a través de una autopista desconocida. A
oscurecido y le urge llegar al poblado mas próximo. E pronto falla el sistema de luces. Y usted, en
medio del camino, deja que llegue a su mente y a su corazón una pregunta que paraliza: “ ¿Y
ahora qué hago, ¿Sigo adelante, me detengo o me regreso?”
La inquietud llegó a los israelitas cuando iniciaron el trasegar por el desierto. Dios de antemano
sabía que el sendero que seguían llevaría a que el Faraón y sus ejércitos consideraran que
Es probable que en su existencia ocurran hechos que no se explica. Si tiene la certeza de estar
caminando de la mano del Señor, es evidente que por medio de esas circunstancias, aprenderá
algo nuevo que le servirá en su vida personal y ministerio (Romanos 8:28).
Dios mismo lo tenía definido así. “Lo hago así para glorificarme en lo que haga el faraón y a
todos sus ejércitos, y para que los egipcios sepan que yo soy Jehová. Ellos acamparon
donde Jehová les había dicho”(Exodo 14:4. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).
La reacción de Faraón fue para su perdición y la de sus súbditos. Igual para quienes pelean
contra un hijo de Dios, se estrellan contra un enorme muro. En todo instante el Señor es nuestro
ayudador.
“Toda la caballería del faraón, caballos, carros y conductores, fue usada en la persecución.
El ejército egipcio divisó al pueblo de Israel acampado en la costa, cerca de Pihahirot,
frente a Baalcefón”(Exodo 14:9. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).
Cuando vengan situaciones así a su existencia, reconozca que está atravesando por un momento
complejo, pero inmediatamente vuelva su mirada al Creador en procura de ayuda, la cual sin
duda vendrá.
No olvide que ante emociones que nos afectan y nos llevan a la desestabilización, es importante
retomar el control depositando toda nuestra confianza en Dios. Observe que hemos utilizado
varias veces la palabra confianza. Es esencial que la manifestemos en nuestra vida cuando se
trata de la intervención divina. Un principio que usted debe asumir es depositar su confianza en el
Todopoderoso cuando surgen obstáculos en el camino.
Algo curioso que enfrentan los líderes en el plano secular o eclesial, es que cuando algo se sale
de su presupuesto mental, buscan inmediatamente a quién echarle la culpa. Y los que llevan la
peor parte, en buena parte de los casos, son aquellos que están ejerciendo el liderazgo.
Moisés no fue la excepción. El pueblo se volvió en su contra. Le dijeron: “¿Nos has traído para
morir en el desierto por que no había suficientes tumbas en Egipto?¿Por qué nos hiciste
subir de Egipto?”(Éxodo 14:11. Versión La Biblia al Día, paráfrasis).
“Jehová le dijo a Moisés:--Deja de orar y dile al pueblo que marchen. Extiende tu vara
sobre las aguas, y el mar abrirá un sendero delante de ti, y todo el pueblo de Israel podrá
cruzarlo como en tierra seca. Yo he engrandecido el corazón de los egipcios, y ellos los
seguirán, y verán como honro mi nombre derrotando al faraón, con todos sus ejércitos,
sus carros y sus caballos. Todo Egipto sabrá que yo soy Jehová”(Exodo 14:15, 18. Versión
La Biblia al Día, paráfrasis).
Todo cuanto hace nuestro amado Creador es perfecto. Absolutamente nada escapa a su control.
Y tal como lo prometió, lo cumplió. Su ángel acompañó a los israelitas (v. 19) y empañó con
densa oscuridad la distancia que separaba a los egipcios del pueblo de Dios.
Y en el momento oportuno, ni antes ni después, Él abrió el mar Rojo (v. 21) de tal manera que
“¡El pueblo de Israel caminó a través del mar por tierra seca!”(v. 22). Cuando terminaron su
tránsito, Dios ordenó a Moisés extender su vara sobre la inmensa masa de agua detenida a
lado y lado. “Moisés lo hizo así y el mar regresó a su posición normal bajo la luz de la
mañana. Los egipcios trataron de huir, pero Jehová los hizo ahogarse en el mar. El agua
cubrió el sendero, los caballos y sus jinetes. Y todo el ejército del faraón que perseguía a
Israel a través del mar pereció”(versículos 27, 28).
Dios cumplió en los hebreos su plan. Ellos se dispusieron, y aquello que prometió, ocurrió.
Usted inició como líder una tarea a la que no debe renuncia hasta tanto se lleve a cabo. Jamás
olvide que si Aquél que todo lo puede, le llamó, Él le conducirá al pleno cumplimiento del
cometido. Hay tres palabras que deberá recordar nuevamente como principios de un liderazgo
eficaz: confianza en Dios, espera en Dios y perseverancia con ayuda de Dios... ¿Está dispuesto a
proseguir?
Capítulo 16
Una de las grandes invenciones de la humanidad fue el microscopio. Quizá usted tenga una
opinión diferente y considere que la televisión, la radio o tal vez la aeronavegación representaron
avances históricos de trascendencia para toda la humanidad. Sin embargo me reafirmo:
considero un paso agigantado la articulación del microscopio. Ha permitido a los científicos
apreciar en una dimensión mayor partículas diminutas que escapan a la visibilidad.
Ahora, vamos a la vida práctica. Hay personas que asumieron en su vida un microscopio
espiritual. ¿Por qué razón? Porque los problemas, por diminutos y triviales que sean, los
agigantan a proporciones descomunales. A partir de insignificancias desatan verdaderas
tormentas que nada le envidiarían al diluvio universal.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Los israelitas en su salida de Egipto y, posteriormente, durante el tránsito por el desierto, tenían
su propio visor. Con él agrandaban las dificultades y, automáticamente, generaban rechazo al
obrar de Dios. No habían aprendido a confiar en el Señor y ante el más mínimo inconveniente,
desencadenaban un huracán que sacaba a flote su condición de hombres y mujeres
acostumbrados a la esclavitud, que no querían superar esa situación.
Un pueblo así fue al que debió guiar Moisés. ¿Qué hubiera hecho usted en su caso?
Probablemente habría renunciado.
¿Cómo identificamos que tenemos un microscopio espiritual en nuestras vidas? Sencillo: cuando
no aceptamos que algún hecho, por mínimo que sea, marque una diferencia entre aquello que
esperábamos y lo que ocurre realmente. No olvide que los seres humanos concebimos las cosas
conforme creemos que deben ser, y si no acontecen como aspirábamos, nos asalta el desánimo,
la desesperación y el íntimo deseo de no seguir luchando.
Moisés, un líder que se forjó con el paso del tiempo y quien compartió las expectativas que nos
asaltan a usted y a mi en diferentes períodos de la existencia, sacó al pueblo del territorio
próximo al mar Rojo y cuando, después de tres días de camino, atravesaban el desierto de Shur,
se encontró con enormes dificultades cuando no se halló agua dulce para beber.
“Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés
clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en ellas aguas, y las aguas se
endulzaron, y allí los probó...”(Éxodo 15:24, 25).
Ahora, algo más que aprendemos es que los problemas no son para siempre. “Y llegaron a
Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las
aguas”(Éxodo 15:27).
Los líderes tienen la característica de ser motivados por una visión. No conozco la primera
persona que vuelque sus esfuerzos a trabajar y trabajar sin que medie un propósito o un objetivo
claro. Quien lidera, generalmente sabe a dónde quiere llegar.
Etapas así la han enfrentado todos aquellos que lideran. No es algo nuevo, por el contrario, se
trata de una actitud muy frecuente.
Dos meses después de salir de la cautividad, cuando se encontraban entre Elim y Sinaí y a pocos
días de haber superado el impase de las aguas amargas, surgió otro inconveniente:
La gente buscaba algo por qué protestar. ¿Ha visto creyentes así o tal vez compañeros de
trabajo quienes a todo le encuentran problema? Se convierten en hombres y mujeres expertos en
ver lo malo antes que lo bueno. “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del
cielo, y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe
si anda en mi ley, o no”(versículo 4).
El Señor salió al paso con una solución. Si Él le llamó a servirle, no le dejará solo. Usted tiene Su
divino respaldo. Este es un principio que debió aprender Moisés en la práctica. Justo cuando
estaba más inquieto, el Señor respondía. Era tanto como si le dijese: “Esfuérzate y sé valiente,
estoy contigo”.
“Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan
hasta saciaros; porque Jehová a oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado
contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra
nosotros, sino contra Jehová”(versículo 8).
Dios cumplió su promesa. Por segunda vez respondía a las murmuraciones del pueblo.
¿Cuándo aprenderán?
Hay un término muy en boga en Latinoamérica que nuevamente les recuerdo. Dice: “Recibe palo
porque bogas y palo porque no bogas”. Se refiere a los que polemizan y generan problemas
porque sí y porque no. No tardan mucho en encontrar falencias, aunque todo luzca perfecto en
apariencia.
“Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas,
conforme al mandamiento de Jheová, y acamparon en Refidin; y no había agua para que el
pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos.
Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo?¿Por qué tentáis a Jehová?”(Éxodo 17:1, 2).
Les asaltó la sed y, ¿hacia quién volcaron su frustración? Hacia Moisés. Un líder, en buena parte
de las ocasiones, lleva consigo el peso del pueblo al que está guiando. Lo más complejo es que
siempre recibe críticas y pocas veces una voz de estímulo por la labor que realiza. ¿Vale la pena
que renunciemos? En absoluto. Usted y yo fuimos llamados a vencer, no a dejarnos vencer.
Aprendiendo a delegar
Hasta aquí hemos apreciado a un líder inmerso en problemas, no porque los haya buscado sino
porque el pueblo al que guiaba, era rebelde. Pero las dificultades le llevaron a un aprendizaje
progresivo, lo que capacitó para que actuara con excelencia.
“Viendo el suelo de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que
haces tú con el pueblo?¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti
desde la mañana hasta la tarde? Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que
haces”(Éxodo 18:13-17).
Fue en ese momento en que experimentó la delegación. Y dio resultado porque, hombres
previamente seleccionados, comenzaron a ayudarle en sus tareas. Ese es un principio
fundamental de trabajo en equipo. Ya pasó la época en que el líder hacía todo, desde abrir el
templo, recoger las ofrendas, predicar, y terminar la jornada con labores de aseo.
La ingratitud contraataca
Pasados ya tres problemas complejos, surgió uno más: los israelitas se cansaron de comer el
maná. “Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su
ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del
campamento. Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos
de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne...”(Números
11:1, 4).
La situación generó en Moisés una crisis, hasta tal punto que fue a Dios con amargura. Le dijo:
“No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así lo
haces tú conmigo, yo te ruego que me des la muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y
que yo no vea mi mal”(versículos 14, 15).
¿Le han asaltado etapas de desesperación? Es probable que sí. Todos las hemos enfrentado.
Pese a ello, es menester seguir adelante. Para lograrlo, buscamos en Dios la fortaleza y damos
un nuevo paso, y luego otro más, y otro... pronto habremos recorrido un largo trecho.
Ahora, Dios respondió enviando codornices a los israelitas, pero pagaron su codicia con la
muerte, como leemos entre los versículos 31 y 34.
Me gusta utilizar refranes que identifican nuestra cultura latinoamericana. De paso vale la pena
resaltar que son frases cortas que encierran una enorme sabiduría. Uno de ellos reza: “No hay
cuña que más apriete que la del mismo palo”. Indica de manera directa, que los más cercanos
son en ocasiones quienes mayores problemas nos causan.
¿Ha enfrentado una situación así como líder? Sin duda. Moisés también vivió una situación así.
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado;
porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado
Jehová?¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová”(Números 12:1, 2).
¿Cómo debió sentirse nuestro protagonista? Sin duda abrumado. Pero no estaba solo, como
usted y yo tampoco lo estamos. Si Dios nos escogió para alguna tarea de liderazgo, es porque
conoce quiénes somos, nuestras capacidades y lo lejos que podemos llegar si caminamos
tomados de Su mano.
Momentos difíciles hemos atravesado todos. Usted y yo no somos ni los únicos ni los últimos,
como repetiré hasta la saciedad. ¿Cuál es el secreto para sobreponernos con éxito? Confiar en
Dios cuando arrecia la tormenta. ¡Venceremos! No olvide que fuimos llamados a vencer y no a la
derrota...
Capítulo 17
A los cincuenta y dos años cuando había terminado de pagar un préstamo grande que contrató
con la banca para adquirir maquinaria, y para tranquilidad de todos había saldado la hipoteca que
tenía sobre la casa, sufrió un infarto.
El mal momento llegó cuando menos lo esperaba. Si alguien, en el momento en que agonizaba,
le hubiese preguntado qué era lo que tenía en mente en aquella etapa de su existencia, habría
recibido como respuesta la esperanza que le embargaba de disfrutar una buena vejez. Sin
embargo partió a la eternidad.
--Trabajó por años para morir cuando estaba a las puertas de disfrutar de todo su esfuerzo—
murmuró la esposa al compartir la desolación que le embargaba el sorpresivo deceso.
¿Injusto? Tal vez. Es el primer pensamiento que viene a nosotros cuando revisamos el devenir de
alguien que lucha por un ideal, una meta o un propósito para irse a la eternidad antes de llegar a
disfrutar del trabajo realizado.
También podríamos pensar que fue injusto lo que ocurrió con Moisés. Después que partieron de
los pozos de Ben Jacam a Moserá, falleció Aarón, el hermano que luchó a brazo partido para
ayudarle a coronar el objetivo de entrar en la tierra prometida (Deuteronomio 10:6). El vacío debió
ser enorme.
Tras mucho trasegar, y cuando habían agotado la mayoría de las jornadas que les separaba del
anhelado territorio, se reunió con los israelitas. Les recordó de qué manera había obrado el Señor
en sus vidas, las leyes y observancias a tener en cuenta, y las instrucciones impartidas con el
mismo amor de un padre hacia los hijos que partirán a un viaje muy largo, a los cuales tal vez no
volverá a ver.
“Aquel mismo día el Señor dijo a Moisés: “Sube al momento Abarim, al monte Nebo, situado
en Moab, frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que doy en herencia a los israelitas. En
este monte al cual subes, serás reunido a los tuyos, como murió Aarón tu hermano en el
monte Hor, y fue reunido a los suyos. Porque pecaste contra mí en medio de Israel, ante
las aguas de la rencilla de Cades, en el desierto de Zin; porque no manifestasteis mi
santidad ante los israelitas. Por eso solo verás la tierra desde lejos, pero no entrarás en
ella, en esa tierra que doy a los israelitas”(Deuteronomio 32:48-52).
Este pasaje es uno de los más emotivos que encontramos en las Escrituras. Puedo asegurarle
que si hubiese tenido el privilegio de estar en ese lugar, habría dejado escapar muchas lágrimas.
No es para menos; lo que ocurría era conmovedor.
Moisés sufrió con el pueblo hebreo la sed, el calor, la angustia, la desolación, y ahora, cuando
creían que todo había terminado, encuentra que la tierra por la que tanto se esforzó, sólo podría
verla de lejos.
Recuerdo ahora los esfuerzos de un pastor que trabajó arduamente por dar solidez a una
denominación cristiana en Santiago de Cali. Luchó contra una y mil adversidades. Entregó todo
de sí. Sacrifico tiempo y lo que más amaba: su familia.
Cuando la congregación estaba en el punto más alto, el volumen de asistentes crecía y tenía
muchos planes en mente, recibió instrucciones de los superiores para abandonar la ciudad e irse
a otro país a plantar una iglesia. ¡Debía comenzar desde cero!.
Cuando servimos en la obra del Señor Jesucristo, debemos hacerlo con entrega total. Por
supuesto, todos los obreros y líderes guardamos una carga de expectativas. Pero fijarnos en
aquello que esperamos y que, posiblemente, no llegue a ocurrir, nos anticipará una frustración
que no vale la pena.
Imagine los hombres que construyeron la Torre Eyfel. Ahora, por un instante trasládese a la
escena. ¿Qué ve?¿Hombres preocupados porque un terremoto podría echar por tierra su obra?
En absoluto. Tenían todo el deseo del mundo por ver concluida la estructura de hierro. Era su
principal motivación.
Ahora traslade esta figura a su propia existencia. ¿Cuáles son sus principales motivaciones para
todo cuanto hace? Sume un segundo interrogante, ¿qué ocurre si no se materializa aquello que
esperaba?
Nuestra mirada debe estar puesta al frente, nunca atrás ni con nostalgia en un presente que se
va.
Nuestro principal objetivo debe ser cumplir con aquello que nos hemos propuesto, poniendo todo
el esfuerzo, así no alcancemos a ver los resultados.
Cuando leemos el capítulo 11 de la carta universal a los Hebreos, anota algo sumamente
interesante al referirse a los hombres de fe: “Y todos éstos, aunque aprobados por el buen
testimonio de su fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa...”(Hebreos 11:39).
Moisés llegó al final de sus días y de su misión con la frente en alto. “Entonces Moisés subió
de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbra de Pisga, que está frente a Jericó. Y el
Señor le mostró toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de
Manasés... Y allí Moisés siervo del Señor, murió en la tierra de Moab, conforme lo había
dispuesto el Señor”(Deuteronomio 34:1-5).
Usted debe sentar las bases, ser pionero, atender el llamamiento de Dios y la misión, tal como la
recibió. Probablemente no recibirá la gloria ni los honores, tal vez le corresponderán a su
sucesor, como ocurrió con Moisés. Pese a ello, no debe desanimarse.
Recuerde que usted y yo estamos dejando las huellas que otros seguirán, hasta alcanzar aquello
que ha ocupado nuestros esfuerzos, sueños y esperanzas... ¡Adelante, termine bien la carrera
que emprendió en la obra de proclamación del Evangelio!
El apóstol Pablo, en una de sus últimas cartas a los creyentes, escribió: “No que lo haya
alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo
cual fui también alcanzado por Cristo Jesús... prosigo a la meta, al premio al que Dios me
ha llamado desde el cielo en Cristo Jesús...”(Filipenses 3:12, 14).
Quiera Dios que tras haber cumplido nuestras asignaturas en la “Escuela de Dios” y entendido
que ser líder es fácil pero tampoco imposible, cumplamos fielmente nuestra tarea...
Capítulo 18
Apolinar Salcedo vio muchos atardeceres en su pequeño pueblo hasta que un accidente, a los
siete años de edad, le dejó ciego. Un amigo con quien compartía juegos disparó un arma, y el
proyectil impactó el rostro del muchacho.
¿Sus orígenes? Una familia sumidad en una precariedad económica considerable. Sin la
capacidad de ver, enfrentando carencias económicas y confinado en un pueblo en el que
difícilmente podría acceder a los avances tecnológicos ¿Cuál podría ser su futuro? Para muchos
el fracaso. Sin embargo lo que para la gran mayoría de personas significaba una situación
desesperada, se constituyó para Apolinar en el principal reto para vencer.
No solo concluyó sus estudios básicos y secundarios sujeto a la penumbra, sino que además se
empeñó en ir a la universidad. Cursó la carrera de derecho, sobresalió como abogado, y por si
Apolinar Salcedo llegó a ser uno de los pocos alcaldes en Latinoamérica, sino el único, pese a su
condición de invidente...
¿Pudo vencerlo la adversidad? En absoluto. ¿Por qué razón? Porque tenía claro que la única
salida era sobreponerse a todo cuando amenazaba con impedirle desarrollar las potencialidades
de liderazgo que Dios había sembrado en su vida...
¿Qué identifica a un líder? En esencia dos elementos: el primero, saber de dónde viene, y el
segundo, saber a dónde va. Quien no sabe ni de dónde viene ni para dónde va, jamás llegará a
ninguna parte.
¿Se ha preguntado por qué su vida pareciera que atraviesa por un período de estancamiento que
amenaza convertirse en un mal crónico? Porque en pocas ocasiones o tal vez ninguna, se ha
tomado el trabajo de evaluar su vida y, tras descubrir dónde se encuentra, decidirse a trazar
metas fijas que le permitan avanzar hacia objetivos concretos.
Este principio es válido en todo cuanto hagamos a nivel secular y eclesial. Pero si nos orientamos
un poco más hacia el reino de los cielos, el interrogante podría derivar hacia un aspecto clave:
¿Para qué utiliza Dios los líderes? Para que cumplan tareas específicas, aun cuando en
ocasiones el Señor no revele todo el plan de una vez sino progresivamente.
¿Quién puede asumir un papel protagónico en el liderazgo? Toda persona, sin importar su
condición económica, social, condiciones físicas o nivel académico, que toma conciencia de las
enormes potencialidades que Dios colocó en su vida y las pone al servicio de Dios y de la
humanidad.
Hay un incidente que ilustra este aspecto que deseo enfatizar. Salí con un camarógrafo de
televisión a realizar algunas entrevistas con la gente. Llevaba dos años con su cámara. Leyó
superficialmente el Manual de Instrucciones pero, como era poco amigo de la lectura, a mitad de
camino decidió aprender los aspectos más relevantes de la operación de aquél aparato, mediante
la práctica.
Pues bien, en aquella ocasión mientras él dialogaba con otro camarógrafo, éste le explicó las
posibilidades que tenía con la tecnología.
--Por ejemplo estos dos fichas ¿las ves? Si las oprimes, aunque esté algo oscuro el recinto donde
realices la grabación, dimensionará la luz y la imagen tendrá mejor resolución...—
¿La razón? Nunca antes había utilizado esas características del equipo. No significara que no
pudiera hacerlo sino que no las había utilizado. ¿Me comprende? Dios le dotó de enormes
potencialidades para ser un líder, entonces ¿quién pone los límites? Usted y yo. Nosotros y nadie
más que nosotros edificamos esas enormes barreras. Y nos corresponde –a usted y a mi--,
derribarlas...
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Dios necesita de su liderazgo
La Biblia nos refiere una situación de crisis por la que atravesaba el pueblo de Israel. Tras la
muerte de un caudillo, caían de nuevo en la idolatría. A partir de entonces iniciaban un proceso
de clamor que concluía con el envío—por parte de Dios—de un líder. Cuando éste partía a la
presencia del Señor, se reiniciaba el ciclo: pecado – arrepentimiento – ayuda divina – pecado –
arrepentimiento – ayuda divina etc.
En circunstancias así, tal como puede ocurrir hoy, el Señor llamaba a alguien específico a cumplir
una misión específica, como podemos estudiarlo en el libro de Jueces. “ Pero los hijos de Israel
volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales y a Astarot, a los
dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de
Amón y a los dioses de los filisteos; y dejaron a Jehová, y no le sirvieron. Y se encendió la
ira de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos
de Amón; los cuales oprimieron y quebrantaron a los hijos de Israel en aquel tiempo
dieciocho años, a todos los hijos de Israel que estaban al otro lado del Jordán en la tierra
del amorreo, que está en Galaad.”(Jueces 10:6-8)
La persona convocada a liberar al pueblo de Dios fue alguien que, como en el relato que sirve de
abrebocas a este capítulo, nació con todas las probabilidades en contra y de quien fácilmente
podríamos pensar, llegaría a ser un derrotado y jamás un triunfador...
El hombre escogido por Dios para desarrollar sus potencialidades de liderazgo, fue Jefté. Sin
embargo una rápida mirada a su hoja de vida, nos revelaría que no gozaba de las mejores
condiciones para llegar a ostentar la posición de un vencedor: “Jefté galaadita era esforzado y
valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de Jefté era Galaad. Pero la mujer de
Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a Jefté, diciéndole: No
heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer.”(Jueces 11:1, 2).
Repasemos de nuevo todo lo que rodeaba a este hombre: primero, era hijo de una mujer de mala
reputación y nació al interior, no de un hogar establecido, sino como consecuencia de una
aventura en la que no primó el amor sino la pasión y el deseo. Segundo, su padre no le brindó el
apoyo; en otras palabras, jamás gozó de la seguridad que se deriva de una relación afectiva
padre-hijo. Tercero, enfrentaba el odio de sus hermanos. Nadie le quería.
¿Considera que alguien así podría llegar a una posición de liderazgo? Vamos, responda con el
corazón y con algo de lógica. ¿Verdad que no? ¿Por qué? Porque en nuestro razonamiento
podríamos aducir una situación traumática que le conducía a experimentar la derrota y la
predisposición al fracaso.
Sin embargo cuando alguien está rodeado de dos características como las que apreciamos en
Jefté, es decir, que era “esforzado y valeroso”. ¿Sabe qué significa eso? Que alguien con esos
atributos, sigue adelante aunque todo vaya en contra, y además, no le teme a los retos. Esa es la
descripción más gráfica de alguien “esforzado y valeroso”.
¿Cómo se llega a ser “esforzado y valeroso”? En primera instancia y desde mi perspectiva como
cristiano, dependiendo de Dios y buscando que nos ayude y fortalezca en el proceso de
crecimiento espiritual y personal, y segundo, al comprender que nacimos para vencer, porque
esas potencialidades las sembró el Señor en nosotros y nada nos debe detener en el proceso de
alcanzar grandes metas.
¿Se da cuenta? Incluso, en el proceso de caída, llegó a ser un pandillero. Sin embargo, aún en
su condición, no perdía los dos elementos claves en s existencia: “esforzado y valeroso”.
Un líder, bien en el plano secular o en el eclesial, no busca auto promocionarse para que todos
reconozcan en su vida el liderazgo. Ser líder es algo que se evidencia, no un rótulo para publicitar
una condición personal.
¿Qué hacer si nadie reconoce nuestro liderazgo en el trabajo, la universidad o quizá la iglesia?
En esencia dos cosas. La primera, no desesperarse. La segunda, seguir desarrollando las
condiciones de liderazgo sin mayor espaviento, a la espera del momento oportuno.
Ese “día indicado, a la hora más recomendable y en el lugar más apropiado” llegó a la vida de
Jefté con el paso de los años: “Aconteció andando el tiempo, que los hijos de Amón hicieron
guerra contra Israel. Y cuando los hijos de Amón hicieron guerra contra Israel, los
ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob; y dijeron a Jefté: Ven, y serás
nuestro jefe, para que peleemos contra los hijos de Amón. Jefté respondió a los ancianos
de Galaad: ¿No me aborrecisteis vosotros, y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por
qué, pues, venís ahora a mí cuando estáis en aflicción?”(Jueces 11:6-8).
Cuando se produjo la circunstancia propicia, este caudillo israelita fue quien puso las condiciones.
Los papeles se invirtieron. “Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me hacéis
volver para que pelee contra los hijos de Amón, y Jehová los entregare delante de mí,
¿seré yo vuestro caudillo? Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: Jehová sea
testigo entre nosotros, si no hiciéremos como tú dices.”(versículos 9, 10).
Ah, la pregunta que generalmente se formula quien asume una enorme responsabilidad. Si
hablamos del empleado que debe comprometerse en una tarea grande, piense en que por fin
todos sabrán no solo que usted sabe, sino que además puede. Este constituye el primer paso
para nuevas posiciones.
Cuando se trata de un compromiso eclesiástico, debe involucrar a Dios. Igual debiera ser en el
primer caso, pero hay quienes progresivamente aprenden a desarrollar su liderazgo y luego se
afianzan en el Señor. Pero sin duda, El debe ocupar el primer lugar en cuanto hagamos. El
constituye la garantía de que tendremos éxito.
En la vida de Jefté se evidenció este principio infalible: “...y Jefté habló todas sus palabras
delante de Jehová en Mizpa.” (versículo 11 b).
Al poner sus planes y proyectos en manos del Creador, leemos que: “Y el Espíritu de Jehová
vino sobre Jefté; y pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa de Galaad, y de
Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón. Y Jefté hizo voto a Jehová, diciendo: Si
entregares a los amonitas en mis manos, cualquiera que saliere de las puertas de mi casa
a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en
holocausto. Y fue Jefté hacia los hijos de Amón para pelear contra ellos; y Jehová los
entregó en su mano. Y desde Aroer hasta llegar a Minit, veinte ciudades, y hasta la vega de
En nuestro amado Dios tenemos la plena garantía de vencer. El desarrolla las potencialidades en
nuestra existencia y nos hace líderes que ponen un punto muy alto en la historia de la
humanidad.
¿Está dispuesto a asumir este compromiso? No olvide que asidos de la mano del Creador,
podemos llegar a ser los líderes que la sociedad necesita...
Capítulo 19
Llega el final...
Cuando cursaba la formación teológica en el Seminario Bíblico de la Alianza Cristiana y
Misionera, en Santiago de Cali, fui seleccionado por mi profesora de misiones, la puertoriqueña
Maritza Cumba para que acompañara un grupo de estudiantes asignados a un remoto lugar del
Pacífico colombiano, hasta el cual no entraban ni la señal de la radio ni de la televisión, y en
donde las noticias de lo que estaba ocurriendo en el país, se recibían tres o cuatro semanas
después del acontecimiento.
La experiencia sonaba extraordinaria. Por fin teníamos la oportunidad de poner en práctica todo
cuanto habíamos aprendido en las largas aulas y pupitres de la institución. Sin duda estábamos
rebosantes de gozo.
A nuestra memoria venían las historias que referían el desenvolvimiento de los Moravos,
Guillermo Carey y Juan Wesley cuando emprendieron la proclamación del evangelio sin medir
distancias ni dificultades.
Ver alejarse la lancha que nos había traído y con cuyo conductor pactamos vernos días después,
nos causó angustia. Por un instante nos asaltó la duda de que no regresara jamás.
Cabe decir que comprobamos que existía una enorme brecha entre la teoría y la práctica. El
primer día, por ejemplo, descubrí que no sabía predicar aún cuando apenas estoy aprendiendo,
para ser sincero. Los principios de exégesis, homilética y hermenéutica se confundieron con el
mismo enredo que producen un buen número de anzuelos guardados en una bolsa plástica. No
sabía por dónde comenzar.
Cierta noche, después de celebrar el tercer servicio religioso de la semana, llegó una familia con
una mujer gravemente enferma. Temían que no pasara de aquél día. “Venimos a pedirle que ore
por ella”, me dijeron. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. El pastor que me acompañaba no
hacía sino mirar al suelo. “Ora tú por ella”, le dije. “No, Fernando, hazlo tu. Tienes más
experiencia que yo”, respondió eludiendo el enorme compromisos. Varios pares de ojos estaban
puestos sobre nosotros. Esperaban que oráramos y llevaramos al plano práctico las múltiples
enseñanzas sobre un Dios de milagros, el Dios al que creíamos.
Le impusimos las manos y oramos por aquella mujer. Aunque exteriormente mostrábamos
tranquilidad, dentro nos embargaba la angustia. “Obra un milagro, Dios mío”, le decía
mentalmente al Señor. Me preocupaba que no ocurriera nada y quedara por tierra nuestro
testimonio. “Ayúdanos, Señor”, insistía. ¡Dios respondió con el milagro de la sanidad!
Ver su respaldo implicó que reconociéramos nuestra imposibilidad y debilidad frente a la enorme
tarea que teníamos delante.
La ocasión nos permitió entender –al pastor que me acompañaba y a mí--que los problemas que
enfrentamos durante la formación, constituyen elementos esenciales del aprendizaje. Es así
como se forman los líderes auténticos, aunque nosotros apenas estamos experimentando el
proceso de crecimiento y ¡nos falta mucho todavía!
Leonardo Ríos, un evangelista amigo, suele repetir que las cinco “piedras lisas de arroyo” que
utilizó David cuando iba a pelear con el gigante Goliat (1 Samuel 17:40), eran lisas no por
accidente sino después de muchos años de haberse golpeado con otras por la fuerza de la
corriente, hasta que perdieron las asperezas y llegaron a ser del tamaño necesario para colocar
en una honda, y además, sin mayores protuberancias.
Así somos usted y yo cuando anhelamos servir en el liderazgo secular y para la obra del Señor
Jesucristo. No será de la noche a la mañana ni en un abrir y cerrar de ojos que estaremos
preparados. Deberá mediar primero el “trato especial” que nos libra de las esperezas con las
cuales no podemos servirle adecuadamente.
Nuestro amado Dios tuvo un trato personal con Noé, Abraham, Jacob, José y todos aquellos que
a lo largo de la historia de la humanidad, han servido como instrumentos para que se cumpla la
voluntad del Creador y que, en nuestro tiempo, contribuyen a la extensión del reino de Dios.
Convertirse en un vaso útil amerita que nos dispongamos de corazón a experimentar el obrar de
nuestro Supremo Hacedor. Siempre estaremos librando una enconada lucha entre lo que
deseamos hacer, y lo que verdaderamente ocurre, es decir aquello que está en la voluntad divina.
Al respecto el apóstol Pablo escribió: “Por esto, amados hermanos, les ruego que se
entreguen de cuerpo entero a Dios, como sacrificio vivo y santo; éste es el único sacrificio
que Él puede aceptar. Teniendo en cuenta lo que Él ha hecho por nosotros, ¿será
demasiado pedir? No imiten la conducta ni las costumbres de este mundo; sean personas
nuevas, diferentes, de novedosa frescura en cuanto a conducta y pensamiento. Así
aprenderan por experiencia la satisfacción que se disfruta al seguir al Señor”(Romanos
12:1, 2 La Biblia al Día, paráfrasis – SBI).
Cuando escribió su misiva a los cristianos de Filipos, conocida como una de las “cartas del
cautiverio”, el apóstol Pablo dejó sentada la satisfacción de haber puesto todo de si mismo para
cumplir el propósito divino: “Con todo esto no quiero decir que sea perfecto. Todavía no lo
he aprendido todo, pero continúo esforzándome para ver si llego a ser un día lo que Cristo,
al salvarme, quieso fue fuera. No, hermanos, todavía no soy el que debe ser, pero eso sí,
olvifando el pasado y con la mirada fija en lo que está por delante, me esfuerzo hasta lo
último para llegar a la meta y recibir el premio que Fios nos llama a recibir en el cielo en
virtud de lo que Jesucristo hizo por nosotros.”(Filipenses 3:12-14. La Biblia al Día,
paráfrasis – SBI).
Nuestro mayor propósito debe ser, primero, someternos al trato de Dios, y segundo, avanzar
conforme a su tiempo y circunstancias, en el proceso de crecimiento personal y espiritual. De
esta manera alcanzaremos el nivel de liderazgo secular y eclesial que ha estado en la mente del
Señor para nosotros desde antes de la creación del mundo.
Quien ejerce el liderazgo tanto secular como eclesial, debe estar preparado para las burlas y
críticas. Quienes están alrededor no comparten la visión—como es apenas previsible—y ese
hecho no debe llevarnos a que les desechemos. Por el contrario, con diferencias de opinión y aún
con persecuciones en contra nuestra, siguen siendo el prójimo.
Este fenómeno lo encontramos gráficamente ilustrado cuando el Señor escogió a Saúl como rey
de Israel. Una vez lo ungió Samuel para ocupar tan privilegiado cargo de gobierno “...Saúl
regresó a su casa en Gabaa se unió a él un grupo de hombres de guerra cuyos corazones
Dios había tocado para que fueran compañeros suyos. Sin embargo, hubo algunos
malvados que dijeron:--¿Cómo puede este hombre salvarnos?--. Y lo despreciaron y se
negaron a ofrecerle presentes”(1 Samuel 10:26, 27. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).
¿Acaso esta actitud de algunos de sus congéneres desanimó a Saúl? En absoluto. Él tenía claro
que su misión provenía del Señor, de Aquél que hizo el universo, y no de los hombres.
El apóstol Pablo, quien desarrolló un extraordinario ministerio entre los gentiles, también fue
objeto de burlas, críticas y persecución. Había quienes se empecinaban en desconocer que tenía
una misión que Dios le había encomendado. Al respecto, él no ponía su mirada en las voces
contrarias sino que avanzaba. Así acostumbró saludar a los cristianos de varias ciudades, como
el que observamos en su carta a los creyentes de Galancia: “Remitentes: Pablo el apóstol (no
de los hombres ni por los hombres, pues quien me llamó al apostolado fue Jesucristo
mismo y Dios el Padre que lo resucitó de los muertos) y los demás crisdtianos que están
conmigo. Destinatario: las iglesias de Galacia”(Gálatas 1:1. La Biblia al Día, paráfrasis.
SBI).
¿No tiene credenciales para predicar?¿Acaso puede detenerle esa circunstancia? En absoluto.
No estoy desestimando la formación teológica, pero creo que por esperar hasta graduarnos,
muchos dejamos de aprovechar valioso tiempo para testimoniarle al mundo nuestra fe en
Jesucristo y además, de compartir las Buenas Nuevas.
Si tenemos conciencia de que quien nos llamó a servirle fue el propio Señor Jesucristo y que no
estamos en la obra del reino de Dios por voluntad del hombre, debemos avanzar firmes, sin
prestar oído a quienes buscan desanimarnos.
Al despedirse de sus seguidores, el Maestro les instó: “He recibido toda autoridad en el cielo y
en la tierra. Por lo tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones. Bautícenlos en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer los
mandamientos que les he dado. De una cosa podrán estar seguros: Estaré con ustedes
siempre, hasta el fin del mundo”(Mateo 28:18-20. La Biblia al Día, paráfrasis. SBI).
Usted que nos acompañó a lo largo de estas páginas, tiene enfrente un enorme reto: desarrollar
sus potencialidades para el liderazgo secular y eclesial. Esas potencialidades fueron depositadas
en su ser cuando Dios lo creó. Pero debe ponerlas en práctica. No puedo asegurarle que será
fácil, porque conforme dé nuevos pasos, irá aprendiendo cosas que jamás imaginó que existieran
o que fueran posibles pero que son parte esencial del proceso de trato del Creador con usted.
En la medida que avance, muchas cosas irán quedando claras en su mente y en su corazón.
Al terminar de escribir este material, me asiste una enorme emoción: la de descubrir que cada día
nuestro amado Dios levanta líderes en toda América, el Caribe, Africa, Europa, Asia y lejano
oriente.
Cada hombre y mujer que se levantan para compartir las Buenas Nuevas de Salvación, están
librando millares de almas de pasar a la eternidad alejados del Creador.
Mi mayor oración es que pueda llegar con estas páginas a todos aquellos que están por tomar
conciencia de sus potencialidades para ponerlas al servicio de Aquél que hizo los cielos y la tierra
y que amó tanto al mundo, que dio a su Hijo para hacernos nuevas criaturas para gozarnos en Su
presencia por siempre...
¡Adelante, ni un paso atrás! Siga caminando, asido de la mano del Señor Jesucristo y recuerde
siempre que “Ser líder no es fácil, pero tampoco imposible”.
Disposición es la acción o efecto de disponer. Disponer es colocar, poner las cosas en orden y en
situación conveniente. Hay cosas que tienen que ser puestas en orden en estos últimos tiempos.
"Pero...todo está en orden hermano. ¿No ve el despertar espiritual que estamos teniendo en
América Latina? ¿No ve cómo están creciendo nuestras iglesias? ¿Usted no ve el nuevo
movimiento espiritual que estamos observando, todo lo que estamos experimentado? ¿La nueva
prosperidad que proclamamos? ¿No está observando los últimos avances en materia de guerra
espiritual y nuestras nuevas fórmulas de fe?" Sí, lo veo y doy gracias a Dios por ello. Me gozo
junto con usted, pero no cierro mis ojos a la realidad.
¿Cómo se mide el corazón y la disposición de un siervo? ¿Por su actitud ante los logros, los
éxitos y los avances? ¿Por la manera cómo es admirado por la gente y sus seguidores? ¿Por
cuántos votos logra en las asambleas y en la convención? ¿O, quizá, por cuántos programas de
televisión tiene o cuán grande es la megaiglesia que pastorea? ¿Será acaso por la entrega al
asumir grandes responsabilidades y la forma de iniciar nuevos retos?
No, el corazón de un siervo se mide por la disposición a ser examinado durante la obra y al
terminar la misma. El corazón se mide por la actitud que tiene cuando necesita entregar el cargo
a otro. Samuel demostró su verdadero corazón cuando le entregó el pueblo a Saúl, primer rey de
Israel.
Samuel fue el último de los jueces de Israel. Los jueces fueron individuos que ejercieron gran
influencia sobre las tribus de Israel por su fuerte personalidad, estatura moral y el hecho de tener
acceso directo a Dios. El corazón de Samuel se pudo ver el día que él dio su discurso final ante el
pueblo para entregarle la dirección de Israel a Saúl. En el corazón de Samuel había una total
disposición para Dios y para el pueblo, y de ello nosotros necesitamos aprender como siervos.
Para estudiar esta actitud vamos a 1 Samuel 12:1-5. En este pasaje Samuel no sólo clarificó su
propio carácter sino que se colocó como ejemplo ante Saúl. En sus últimas palabras antes de
marcharse Samuel demostró:
"He aquí, yo he oído vuestra voz en todo cuanto me habéis dicho, y os he puesto rey" (12:1).
Como siervos necesitamos aprender a escuchar al pueblo. Sin embargo, antes de aprender a
escuchar al pueblo necesitamos aprender a escuchar a Dios. "Y dijo Jehová a Samuel: Oye la
voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han
desechado, para que no reine sobre ellos" (1 S. 8:7). Cuando aprendemos a oír a Dios, Él nos
guiará para que oigamos a los que Él quiere que oigamos. Es difícil escuchar todo, pero a
menudo es necesario. Es fácil escuchar lo dulce, pero difícil aquello que sabemos que no tiene
sentido. Un buen siervo sabe escuchar. Estemos dispuestos a escuchar al pueblo sin temor ni
angustia. Muchas veces como líderes tenemos miedo de escuchar lo que el pueblo quiere decir.
"Yo soy ya viejo y lleno de canas; pero mis hijos están con vosotros…" (12:2).
Hemos sido llamados para reproducirnos, jamás para perpetuarnos. En efecto Samuel les dijo:
"Ya he terminado, estoy viejo, pero quedan entre ustedes mis hijos, la generación que sigue".
Estamos en la obra de Dios para hacer discípulos, y que el día que entreguemos lo que estamos
haciendo podamos decir también: "Ya estoy viejo... pero aquí quedan los que he estado formando
para que ellos continúen". El Señor Jesús nos dejó el ejemplo, y el mismo modelo lo encontramos
en Pablo cuando dijo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres
fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Ti. 2:2). Debemos dar los pasos para
reproducirnos en otros.
Andar delante implica estar expuesto a ser observado y analizado. Muchos siervos quieren andar
detrás, impulsando a la gente. Sin embargo, lo más importante es estar adelante, porque el
mundo se ha cansado de las palabras. Lo que la gente quiere son modelos. Si no hay un modelo
de vida, surge la angustia. Pero no modelos de televisión. Muchos de los que sirven al Señor
parecen más modelos de televisión que de vida. Debemos permitir que el evangelio sea
encarnado en nuestra vida y que podamos decirle al pueblo: "Yo he andado delante de vosotros".
Cuando Samuel expresó tal declaración estaba diciéndole al pueblo: "Ustedes saben que desde
mi juventud hasta este día, cuando ya mi cabeza está llena de canas y mi cuerpo sin fuerzas, he
sido perseverante". La perseverancia estimula y anima a los seguidores. Samuel pudo hablar con
firmeza: "He estado con ustedes desde mi juventud hasta ahora". No es asunto de comenzar... es
asunto de mantenerse y terminar fielmente. Vivimos en un mundo lleno de inconstancia y
flexibilidades, pero a los siervos se nos exige ser constantes y la perseverantes. Que bueno es
encontrar aún siervos que con su vida han demostrado fidelidad y perseverancia. El mejor
mensaje que podemos transmitir a los discípulos es esa clase de vida. Cuántas son las personas
en las iglesias y en los centros de comunidad que tienen sus corazones frustrados porque no ven
disposición a ser perseverantes en la vida de sus líderes.
¿Liderazgo es exponerme a ser evaluado? ¿Ponerme delante para ser medido? "Jamás. Nunca
lo toleraría". Ésa es la expresión de centenares de líderes, quienes tienen miedo a ser evaluados.
Hoy, en los últimos años de esta última milla que nos corresponde correr, los líderes somos
llamados a la disposición a ser evaluados. El Señor Jesús nos dio la medida. Un día él llamó a
sus discípulos y les dijo: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron:
Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y
vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del
Dios viviente. Entonces les respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque
no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt. 16:13-17).
Es imprescindible estar dispuestos a ser evaluados en nuestras relaciones con el sexo opuesto y
jamás defraudar a nadie en este sentido. En los últimos diez años la iglesia ha sufrido las
dolorosas caídas de ministros y líderes, que jamás estuvieron dispuestos a ser evaluados en ese
aspecto. Jugar sutilmente con el sexo opuesto sin mantener los límites adecuados está llevando
a muchos siervos al camino del engaño. Sabemos por el Espíritu de Dios, quien nos advierte, y
por la lógica que Dios nos ha dado como regalo cuando comenzamos a pasar los límites claros.
Sonrisas, miradas, toques especiales, regalos cariñosos, llamadas telefónicas disfrazadas de
atención espiritual son juegos peligrosos que al igual que a Sansón pueden llevarnos a un
desastre total. Qué bueno sería pedirle a ministros amigos y aún a los hermanos que nos rodean
que tengan la libertad de llamarnos la atención y darnos una palabra de advertencia antes de que
la ceguera espiritual nos alcance y sea demasiado tarde.
Con el sexo opuesto no se puede jugar. En la oficina pastoral y el escritorio de consejería nacen
con frecuencia las primeras semillitas de adulterio o fornicación. Detrás de muchas oraciones de
«restauración» comienzan a germinar las primeras miradas tiernas y debilitantes. Amado
consiervo... detén tu camino, párate ahora mismo, da media vuelta y comienza a caminar por el
sendero estrecho de la disposición a ser evaluado en tus relaciones.
La restitución es esencial para cultivar la confianza de aquellos a quienes hemos herido. Samuel
estuvo dispuesto a restituir. Pedir evaluación sin restitución es hipocresía. Muchos quieren pedir
perdón, pero no demuestran la disposición a la restitución. ¿De qué sirve pedir perdón si no
devuelvo el dinero que tomé? ¿De qué sirve pedir perdón si no me esfuerzo para reponer lo que
dañé y ultrajé? La respuesta del pueblo fue: "Nunca nos has oprimido ni maltratado, ni te has
dejado sobornar —dijeron ellos" (1 S. 12:4 VP). Que emocionante es, para quienes hemos
trabajado, recibir la respuesta del pueblo diciendo: nunca nos has defraudado o, si una vez lo
hiciste, has pedido perdón y los has restituido. Samuel, con firmeza pero con gozo interno, dijo:
"El Señor y el rey que él ha escogido son testigos de que ustedes no me han encontrado culpable
de nada" (1 S. 12:5 VP).
reflexión
Un llamado de un feligrés dio justo en la tecla. «Quiero conocer más a Dios, pero la oración y la
lectura siempre me resultan todo un esfuerzo. ¿Será que alguna vez cambiará?» Le cité algo de
C. S. Lewis, «Lo que parecen nuestras peores oraciones, menos apoyadas por un sentir
devocional, tal vez sean, a los ojos de Dios, nuestras mejores oraciones». Pero no pude decir
más que eso porque la pregunta que me había hecho era la misma que yo me hacía.
Comencé a preguntarme: ¿Es que estoy haciendo algún progreso en mi espiritualidad? ¿Es que
me asemejo más a Cristo hoy en día que hace cinco años atrás? ¿Cómo puedo lograrlo? Me
sentía descontento y culpable en cuanto a mi falta de desarrollo espiritual.
Luego una frase en El Espíritu de las Disciplinas de Dallas Willard me golpeó: "Mi demanda
central es que podemos ser como Cristo haciendo una cosa —siguiéndole en el estilo de vida que
él escogió para sí mismo". Si Jesús practicó el silencio, la oración, el estar a solas, la vida
sencilla, la sumisión y la adoración regularmente, la única forma para que yo llegue a
asemejarme a él es arreglar mi vida como él ordenó la suya. Fue así que comencé a incorporar
las disciplinas espirituales en la vida de un pastor de un minuto. Comencé con el retiro y el
silencio.
Acompañado en la soledad
Thomas Merton llama a la soledad la más básica de las disciplinas, diciendo, "La verdadera
soledad limpia el alma". Esto era imposible de hacer en casa. Con tres niños menores de cinco
años, nuestra casa no tiene paz ni quietud. Por lo que todos los días comencé a ir a la oficina una
o dos horas antes del horario en el que los demás llegaban para aprovechar la quietud.
Luego decidí asignar un día entero lejos de la iglesia para estar a solas. Esperaba hasta
encontrar una semana en la que pudiera tomarme un día de trabajo libre. Nunca llegó. Por lo que
finalmente designé un día de retiro en el calendario y decidí trabajar en torno al mismo.
Nunca había separado tiempo para un retiro así antes, y no estaba seguro de lo que debía hacer.
En mi tradición, un retiro es algo que uno hace con muchas otras personas, donde uno tiene la
oportunidad de escuchar a distintos oradores, mucha música, y donde siempre hay ruido y
actividad para evitar que haya silencio y soledad. Un buen retiro según nuestro razonamiento, es
aquel que llega a requerir de una semana de descanso, después de finalizado.
Sin embargo mi retiro comenzó en una capilla con vista al mar. La capilla está mayormente
recubierta por cristales, dando la impresión para el que está parado a sólo unos metros de
distancia, de que realmente no está allí. Me senté adentro, solo, y comencé a orar siguiendo una
lista que había preparado para aquel día —en caso de que no tuviera nada para hacer.
Precisamente eso fue lo que ocurrió. Mis temores se materializaron. Para las 10:30 a.m., ya no
tenía nada más para orar. Había dicho todo lo que tenía que decir, y Dios no había dicho nada.
Hubiera deseado que uno de los dos fuese más conversador.
Por lo que bajé hasta la playa, y observé al oleaje rompiendo en la costa; inhalé la salada brisa
del mar y no pensé en nada. Me sorprendió descubrir lo bueno que era en esto.
Estando a solas observé que el propósito del vuelo no es solamente el de encontrar peces o un
lugar para aterrizar. El propósito del vuelo, es el de volar, por el simple placer de hacerlo.
Ahora a menudo paso mis días de retiro en la costa. Aun tengo luchas con la intranquilidad, un
sentir como que debo estar haciendo algo. Pero el saber que estas olas han estado rompiendo en
la costa miles de años antes de mi existencia y seguirán rompiéndose por miles de años después
de mí, me ha ayudado a poner mi vida en la perspectiva correcta, ayudándome también a ser un
poco menos mesiánico.
Según la Historia Anglorium, Canuto, uno de los reyes de Inglaterra del siglo XI, decidió
contrarrestar la adulación de sus consejeros yendo hasta la playa, donde sentado en una silla,
prohibió que la marea entrara. Cuando la marea continuó entrando, se quitó la corona y la colgó
en una estatua del Cristo crucificado, y jamás volvió a usarla.
El silencio es…
Una vez a la semana me fijo "un día tranquilo", un ayuno del ruido. Trato de hablar lo menos
posible. Trato de aprovechar todas las oportunidades de tranquilidad que se me presenten. Por
ejemplo, no escucho casetes ni la radio cuando estoy conduciendo. Durante estos días me doy
cuenta de cuán adicto al ruido me he vuelto.
Practicando el silencio, me he dado cuenta que mucho de lo que digo es parte del juego de
"causar una buena impresión en otros", con el objetivo de resaltar mi imagen. Me encontraba en
una conferencia de pastores hablando con dos pastores, cuando uno de ellos le preguntó al otro
cómo andaba su iglesia, lo que en realidad en el ámbito viene a significar "¿Cómo es de grande
tu iglesia?" y "¿Cuán importante eres?". Luego me hicieron la misma pregunta, y sin pensarlo me
encontré agrandando la asistencia de mi iglesia en cincuenta personas.
El área de la lectura bíblica es otra donde tengo que librar la batalla de un minuto. Acostumbraba
a ahorrar tiempo usando los mismos textos que estaría usando en mis sermones para la reflexión
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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personal. He sabido de pastores que centran su lectura devocional en torno al material que
estarán usando en la predicación dentro de tres años.
Pero cuando trato de hacer algo así, termino concentrándome en la forma como habré de usar el
texto en un mensaje aplicándolo a cada alma, menos a la mía. Por lo que deliberadamente leo los
textos bíblicos que no estaré usando en las predicaciones.
También he comenzado a leer libros que dan ejercicios específicos para visualizar o meditar en
las Escrituras. El libro Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola, me ha ayudado mucho por
ejemplo llevándome a examinar mi conciencia para descubrir el pecado que pudiera destruirme
más o contemplar las consecuencias del pecado.
La libertad de la confesión
La disciplina de la confesión me asustaba más que cualquier otra disciplina. A pesar del hecho de
que nuestra cultura valoriza la autenticidad (o genuinidad), el ser pastor coloca ciertos límites a la
autoexposición. No podemos llegar al púlpito y simplemente decir, "He tenido luchas con la
codicia esta semana y no creo haber logrado la victoria aún".
Sin embargo justamente quería hacer eso con alguien a quien yo respetaba por su espiritualidad,
alguien en quien podía confidenciar, que me aceptaría incondicionalmente, y que sería
absolutamente veraz conmigo. Al final me dirigí a un amigo que conocía desde hace diez años,
también muy activo en el ministerio.
Nos reunimos semanalmente para un tiempo de confesiones. Trato de exponer mis actitudes y
comportamientos con los cuales he tenido luchas durante la semana. A estas alturas él conoce
mis principales tentaciones, por lo que a menudo se dirige a mí con preguntas muy directas
también.
El encontrar el lugar apropiado para reunirse podrá ser un desafío mayor que el encontrar a la
persona adecuada. Habíamos decidido reunirnos en el restaurante de un club. Un miércoles,
mientras conversábamos, uno de nosotros (el que permanecerá en el anonimato) habló de
tentaciones sexuales. Cuando nos levantábamos para irnos, nos dimos cuenta de que habían dos
niños de diez años en la mesa contigua, los que habían estado pendientes de cada palabra que
dijimos.
Por lo que ahora tomamos cuidado de sentarnos en una mesa apartada o bien nos reunimos en
una cancha de tenis vacía, para evitar que otros nos escuchen.
Así como me costó al principio habituarme a la confesión, ahora me cuesta imaginar no hacerlo.
El saber que voy a tener que reportarme a alguien me ayuda a no caer en trampas que de otro
modo no podría evitar. Y de la confesión a otra persona experimento un tremendo alivio.
Dietrich Bonhoeffer escribió, "La confesión es el remedio dado por Dios para no caer en el
autoengaño y la autocomplacencia. Cuando confesamos nuestros pecados a un hermano
cristiano, mortificamos el orgullo de la carne, entregándolo a la vergüenza y a la muerte a través
de Cristo. Luego con la palabra de absolución nos elevamos como hombres nuevos… La
confesión es así una parte genuina de la vida de los santos, y uno de los dones de la gracia".
La disciplina del servicio tal vez venga a ser lo menos natural en mí. Uno de los lugares claves en
los que he tratado de practicar esta disciplina es en casa. Muy a menudo me siento tentado a
jugar el «he tenido un día más difícil que el tuyo, por lo que merezco ser atendido por ti» con mi
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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esposa. (El ser pastor agrega puntos en mi favor en el juego, ya que no sólo estoy trabajando,
sino que estoy haciendo la obra de Dios).
No le dije nada directamente (como la mayoría de los pastores, sólo fruncí los labios) pero le di
suficientes pistas como para sugerirle que lo sentía como una imposición.
No fue hasta la mañana siguiente que me di cuenta que había convertido lo que podría haber
sido un acto de servicio —aunque pequeño— hecho con alegría y por amor, en un acto de
separación y de autopreocupación.
Por lo que he comenzado a incluir en mi agenda tiempos donde me ocupe de los niños o haga
tareas en casa, y me comprometo interiormente a no llevar la cuenta de lo que hago. Por
supuesto que no he hecho cosas maravillosas, dignas de admiración y alabanza. Pero por lo
menos algunas veces he hecho huevos revueltos. Y he limpiado la cocina después.
No estaba seguro de cómo debía usar el ayuno cuando probé hacerlo inicialmente. La actividad
me era totalmente desconocida. Evocaba en mi imaginación distintos tipos de imágenes
demacradas en taparrabos.
El primer descubrimiento que hice el primer día que ayuné fue el de la gran cantidad de
restaurantes con comidas rápidas que existían en mi comunidad.
Sin embargo, el ayuno, progresivamente, está resultando más fácil. De alguna manera —y no sé
qué conexión hay —cuando ayuno percibo con mayor claridad lo acelerado que vivo. También he
descubierto un vínculo real entre el ayuno y la capacidad de resistencia ante antojos de otras
cosas aparte de la comida.
El ayuno es a veces difícil de reconciliar con la vida del hogar. Una noche cuando olvidé
mencionarle a mi esposa que estaba ayunando, llegué a casa para encontrarme con un plato de
"spaghetti" casero que mi esposa había preparado especialmente para mí. Decidí rápidamente
que la disciplina del sometimiento y de agradar a mi esposa era más importante esa noche que
mantener el ayuno.
¿Es que practicar estas disciplinas me han hecho un mejor pastor? No lo sé. Titubeo en
preguntármelo; uno de mis problemas como pastor de un minuto es la tendencia de medir todo en
función del mejoramiento de mi carrera.
Sé una cosa: No soy bueno en ninguna de estas disciplinas aún. Thomas Merton escribió, "No
queremos ser principiantes. ¡Pero convenzámonos de que no seremos otra cosa que
principiantes durante toda nuestra vida!"
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Supongo que lo que he logrado de las disciplinas hasta ahora es la esperanza —de que el
esfuerzo de asemejarme más a Cristo tiene una forma definida. Ya no es más un deseo ambiguo.
Hay cosas que yo puedo hacer. Y en el período de toda una vida, el cambio es posible.
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Capitulo 21.-
De todos los hombres que han hecho bien a mi vida, al que más admiro es a Jesús de Nazaret. Y
estoy convencido de que Él tenía un lema que, si bien no lo menciona tal cual en la Biblia, para
mí resume toda su vida y ministerio: "Tengo que seguir".
Jesús fue un hombre de problemas. ¡Él los tuvo en abundancia! Cuando era adolescente,
teniendo escasos doce años, lo llevaron a Jerusalén caminando desde Nazaret. Según dicen
algunos eruditos, el viaje duraba unos cinco días (cuatro para los más jóvenes). Me imagino ese
camino de la forma en que mi amigo Samuel Coleman lo describe: "Cuando Jesús caminaba, sus
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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ojos puros y límpidos de adolescente iban apreciando a su alrededor el espectáculo multicolor de
la gente en la caravana (Lc. 2:41 ss.). Allí se veían los que tenían algún burrito, los que podían
contar con un carro o hasta los más prósperos con sus ‘camellos importados’. Dicen los
historiadores que acostumbraban a cantar salmos. Cantaban, sí, pero recordemos que eran un
pueblo incrédulo. Estaban acostumbrados a cantar, de la misma forma que no pocas de nuestras
iglesias cantan por costumbre. Jesús veía que muchos de ellos cantaban pensando en otra cosa.
Y sus ojos le dejaban ver todo eso. Las mamás comentaban sobre temas domésticos,
interrumpiendo para llamar a sus niños; los papás hablaban entre hombres de sus cosas,
mientras cantaban y caminaban".
"La llegada a Jerusalén estaba signada —sugiere Coleman— por las filas que los hombres
debían hacer para presentar sus ofrendas en el templo, mientras los sacerdotes iban oficiando los
sacrificios a los miles que se acercaban a aquella ciudad. Parece ser que eso duraba entre dos y
tres días, en los cuales los levitas dirigían canciones, los rabinos instruían en la doctrina, los
hoteles no alcanzaban y la gente se dispersaba haciendo campamentos y picnics por doquier.
Todo era una oportunidad, una ocasión social. Todos disfrutaban de las situaciones sociales, con
poco recuerdo del verdadero significado de la Pascua". (Curiosamente suele suceder lo mismo en
días como Navidad y en algunos congresos evangélicos).
El pequeño Jesús caminaba y miraba todo esto. Dirigía su mirada hacia este grupo, hacia aquel
otro montón de personas y, seguramente, se hacía preguntas sobre todo esto. Él era
transparente, puro, pero estaba en medio de un pueblo incrédulo.
Él no se detenía en el aspecto social. Tanto es así, que se quedó, mientras José, María y sus
parientes se volvían a Nazaret. La gente estaba en otra cosa, pero Jesús no. ¿Qué hacía Jesús?,
¿qué pasaba por su cabeza? Él se paseaba en medio de los sacrificios, del olor del humo y de la
sangre derramada, del balido de las ovejas y de las distintos agrupaciones de gente. Mientras
caminaba, observaba a los grupos cantando y la gente que rodeaba a alguno que otro rabino. Los
sacerdotes hacían su liturgia y los mercaderes aprovechaban la ocasión. Los niños correteaban y
las mamás, por detrás, buscándolos. Todo esto veían sus ojos de adolescente: esta realidad de
la costumbre. Tal vez fue ése el tema de discusión con aquellos líderes en el templo. Quería
preguntar, escuchar, observar, debatir. ¡Así comienza su relación con ese pueblo! ¡Allí tenía que
ministrar y algo le mordía en su corazón al pensar en los negocios de su Padre! Él quería
preguntar y que le contestaran, no quería hacer gala de gran magisterio, sino ir al meollo de la
cuestión. Tal vez su pregunta era: "¿Por qué esta gente está tan vacía, tan hueca? ¿Por qué no
pasa nada aquí?" Se estaba viviendo en medio de costumbres, y ése fue uno de los primeros
problemas que enfrentó Jesús.
Con el correr del calendario, cuando Jesús comienza verdaderamente su ministerio, debe
enfrentarse a un problema mayor, uno que, para nosotros, sería de terrible desaliento. Él llega a
la sinagoga en Nazaret y comienza a hablar: "El Espíritu del Señor es sobre mí, ... etcétera,
etcétera". Comienza a decir las cosas y es rechazado por la congregación. Mi hermano, esto es
fácil de leer en el texto bíblico, pero qué difícil es enfrentarnos con una congregación que corta
nuestro mensaje ¡y nos echa del templo! Cuando uno es joven y tiene treinta años, es conciente
del tremendo ministerio que debe cumplir, se ha preparado largamente para ese ministerio y su
primera experiencia es ésta, ¿qué siente en ese momento? Lo expulsaron, lo sacaron del lugar,
exclamando: "No es posible que se pare alguien a decirnos lo que no nos gusta oir!" "¡A éste hay
que echarlo de aquí!»"
Y Jesús sale. Yo no sé con qué expresión abandonó ese lugar. Lo que sí sé es que Él, a pesar de
ser Dios, era también verdaderamente hombre. ¡Y yo sí sé cómo me hubiera sentido si eso me
hubiera pasado a mí! ¡Hubiera salido "con el rabo entre las piernas"! Me habría desmoralizado,
desalentado; habría tenido un inmenso sentimiento de soledad.
Cuando uno ve problemas en el pueblo, trata de dirigirse a los líderes; si siente que "tiene un
mensaje" para dar, entonces lo enfoca hacia los que dirigen. Y muchas veces uno encuentra lo
mismo que encontró Jesús: indiferencia, burla, ridiculización, ataque, saña y todo aquello que Él
recibió de parte de los escribas, sacerdotes y fariseos: las "autoridades" contemporáneas. Hubo
momentos en que Él se enojó con ellos. Llegó a llamarlos "sepulcros blanqueados", pero no lo
escucharon.
Quien no conoce o recuerda bien la historia bíblica podría decir: "Bueno, por lo menos Jesús
contaba con el apoyo de su familia". ¿La familia? Ellos creían que estaba loco. Dice la Biblia que
vinieron a buscarlo "porque creían que estaba fuera de sí". Uno piensa: "Llego a casa después de
soportar horas de una sociedad corrupta, molesta, y alterada; entonces, descanso, me relajo y
comparto con los míos las frustaciones que he sufrido". Jesús se encontró con que ni siquiera
María lo entendía. Sus mismos hermanos eran los que se encargaban de decir: "Está fuera de
sí", "ha perdido la razón".
Piense, hermano, que esto sucedió mucho antes de la cruz; forma parte de los padecimientos de
Cristo, de los cuales nosotros mismos somo partícipes. Si uno aspira a ser pastor de una iglesia,
tiene que estar dispuesto a poner esto por delante y saber que pueden venir momentos en que,
aun los que amamos, no nos entenderán. Tal vez ni siquiera dentro de nuestra propia casa
encontremos el apoyo que necesitamos.
En esos momentos Jesús se encontraba completamente solo. Sin embargo, los discípulos
estaban con Él. ¿Los discípulos? ¿Esa multitud frenética que a veces lo seguía, que se gozaba
cuando Él multiplicaba los panes y los peces, que lo alababa cuando hacía milagros, pero que
decía: "¡Uy! ¡Dura es esta palabra!", daba media vuelta y se iba? Y éstos no eran los de la
sinagoga, eran los que "simpatizaban" con Él. Pero cuando Jesús les habló de identificarse con
su sangre y con su muerte, la respuesta fue la espalda. Y Él, una vez más: "Tengo que seguir".
Es allí cuando mira a los doce y les pregunta: "¿Quieren irse ustedes también?" Y ellos dicen no.
"¿A quién iremos?", le contestan.
¡Qué apoyo!. ¿Y quiénes eran "los doce"? Allí estaban: Pedro, con un montón de problemas que
culminaron en una negación o, mejor dicho, una traición; Tomás, quien fue un incrédulo hasta
después de la resurrección; Felipe, que no entendía lo fundamental (tanto que Jesús tuvo que
decirle: "¿Hace tanto tiempo que estoy con ustedes y todavía no me has entendido?"); Jacobo y
Juan, que todo lo que querían era tener los puestos de la derecha y de la izquierda, y que
descendiera fuego del cielo para destruir a los samaritanos. Contra ellos y los demás Jesús llegó
a enojarse y decir: "¡Hasta cuándo tendré que lidiar con ustedes!" Esos eran "los doce".
Hermano, si a ti te desalientan las cosas que te ocurren, ten presente que a Jesús le sucedieron
muchas peores. ¡Y antes de la cruz! La soledad que tú vives, Él la vivió; el dolor que sientes, Él
también lo sintió. ¡Si tienes un mensaje para el mundo, dilo ahora, aunque el mundo entero te
rechace! Aun cuando suceda lo peor, ¡tú tienes que seguir!
Llega el momento en que mi Señor arriba a Jerusalén. Habían pasado tres años desde aquella
expulsión en Galilea; tres años que significarían treinta, cuarenta o cincuenta en nuestros
ministerios. Años de múltiples esfuerzos, de sacrificios y de amor derramado. Y al llegar,
encuentra la turba de discípulos inconstantes e inconsecuentes que lo rodea para hacer la
revolución, que lo interpreta como un líder político, pero que después lo abandonará. ¿Por qué
lloró Jesús al entrar en Jerusalén? ¿Por qué no se sintió apoyado y reconfortado? ¿Por qué no
experimentó el gozo que hay en el corazón de Dios cuando es alabado y adorado, cuando es
reconocido como rey? En ese momento, esa ciudad vivía dos sentimientos: el de la fiesta de la
Pascua, con el festejo de los panes sin levadura, y el de los que creían que venía un nuevo rey
terrenal. Jesús sabía que se encontraba en medio de un pueblo ciego y sordo a su verdadero
mensaje, y esto, hermano, duele mucho. Es triste sentirse alabado, palmeado, vitoreado y
engrandecido, pero descubrir que allí no hay nada más que vacío. Por eso Jesús lloró. Lloró por
la gente de esa ciudad, que pensaba mucho en los corderos de la Pascua, pero que a Él, el
verdadero cordero, no lo reconocía como tal.
"¡Hosana al que viene en el nombre del Señor!" Tal vez, en su corazón, surgió aquella frase que
los profetas habían transcripto: "Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de
mí". Mi hermano, cuando uno es como "cantor de amores", al que la gente palmea por lo bien que
canta, pero a quien nadie escucha, el corazón se duele. Y Él no puede ni siquiera volver a confiar
en los doce. Pronto les dirá que todos lo abandonarán, que se quedará solo.
Si tu eres siervo de Jesús y alguna vez te sientes solo, estás identificado con Él. Si llegas a
experimentar tristeza, aflicción y piensas que el camino de la cruz se está volviendo una agonía,
recuerda que Aquel también lo padeció. Si sientes que el mundo entero, aun tus amigos más
cercanos, se vuelven contra ti, y que la senda de la cruz es ya demasiado dura, piensa que Jesús
la transitó en una forma más dolorosa todavía, ¡y sin culpa ni responsabilidad!
En ese lugar Jesús está diciendo: "Quisiera dejar, pero ¡tengo que seguir!" Y se levanta, y los
discípulos están dormidos. Es tremendo. Uno está orando angustiosamente, lleva a sus dos
mejores amigos para que lo acompañen y, al rato, se queden dormidos. Este hombre oró y lloró
en gran conmoción, pero se levantó y dijo: "Voy".
Entonces, Pedro lo niega; el otro, lo vende; Juan lo sigue de lejos, y de los demás no se sabe
nada. Él va a enfrentarse con todo y con todos. En esos momentos de la pasión, sobre los cuales
tanto podríamos decir, Él va pensando: "Tengo que seguir".
Ya en la cruz, a lo lejos puede ver el humo de los que seguían con la ceremonia de la Pascua.
Muchos continuaban con su celebración a Dios, aunque Él estaba fuera del campamento
llevando nuestro vituperio. Jesús mira y se siente desamparado. "Estos son los que Dios llamó.
Éste es el pueblo de Dios". Todavía vienen y le dicen: "Si eres el Hijo de Dios, bájate de la cruz".
¡Claro que tuvo ganas de bajarse! ¡Por supuesto que sintió ganas de abandonar! No lo hizo, pero
en cualquiera de nosotros hubiera existido la gran tentación desde el principio. Es que para ser
siervo de Dios hay que estar dispuesto a ir a la cruz. Si se desea ser siervo del Altísimo, hay que
estar listo para derramar hasta la última gota de sangre. ¡Por amor a los verdugos, a los
negadores, a los cobardes, a los traidores (uno de los cuales estaba ya colgnado de un árbol)!
¡Por amor a ese rebaño que no lo había comprendido!
Jesús sabía que tenía que morir solo, y cuando debo hablar de ese "Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?", se me hiela la sangre en las venas.
¿Sabe una cosa, hermano? Si Jesús hubiera terminado su obra allí, nada sería muy diferente
hoy. Aun resucitado, los discípulos de Emaús no lo reconocieron y los doce andaban
escondiéndose. Fue necesario que Él derramara su Espíritu Santo, el Consolador, para que
nosotros no estuviéramos solos. "Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo"; "no están solos".
Querido colega, cuando camines tu ministerio de soledad, piensa en lo que hizo Jesús: "¡Tengo
que seguir!" y, lo que es hermoso, Él está contigo.
Hace algunos años atrás, un comité de una gran iglesia del Sur me invitó a almorzar y me pidió
que yo considerara la posibilidad de ser su pastor.
"Háblenme de la iglesia" —dije—, y después de referirse a una serie de aspectos, me aclaró uno
de ellos: "Esteban, nuestra iglesia tiene un grave problema, está controlada por un hombre. Él da
mucho dinero y posiblemente es el que más tiempo ha estado en ella. Por ser quien es, logra
todo según su deseo. Los últimos tres pastores se fueron por su causa. Pero creemos que
tenemos la mayoría y lo podremos doblegar".
"Bueno" —replicó—, «yo no lo diría de esa forma, pero sí, probablemente es eso, y tú eres el
único que conocemos tan cruel como para limpiar la basura».
Le comenté rápidamente que no me sentía guiado a ser su pastor, pero que tenía una
impresionante lista de amigos clérigos que gustosamente les facilitaría para su consideración.
Más tarde, cuando pensé en el incidente, me horroricé por la reputación que de alguna manera
había desarrollado. ¿Cómo es posible que fuera conocido como un sargento cuando todo lo que
yo quería era ser un hombre fiel y piadoso? Ese incidente fue hace ya bastante tiempo. Ahora soy
más viejo y un poco más prudente, y he valorado mi reputación de sargento. De hecho, comencé
a verla como una manifestación de fidelidad y piedad.
No más Señor
Paso parte de mi tiempo enseñando a estudiantes seminaristas, y una de las características del
pastor que les insto a desarrollar es lo que llamo un "rasgo duro". A menudo, los pastores se
convierten en oyentes de los miembros neuróticos de la iglesia (y estos son una minoría). Si no
les gusta cómo se peina el pastor, o el vestido de su esposa, etcétera, etcétera, se sienten en
libertad para decírselo. ¡No creerían los comentarios que escucho en mi oficina durante un año!
Algunos piensan que pueden criticar y corregir al pastor por cosas que nunca lo harían con otra
persona.
No hace mucho estuve conversando con un pastor que tenía un serio problema con su
congregación. Había sido ridiculizado de una manera vergonzosa. Mientras conversábamos me
di cuenta que este joven hombre necesitaba desarrollar un rasgo duro para sobrevivir. Me contó
que sentía un llamando a amar a su gente, comprenderlos aun cuando fueran crueles y abusivos.
"Junto a tus manifestaciones de misericordia y bondad", —le dije—, "también es importante que
seas honesto y fuerte. ¿Por qué no traes ante el consejo a las personas que hacen tales
comentarios, y que justifiquen su actitud, que ha estado afectando la paz y la unidad de la
iglesia?, o vete de ahí".
La respuesta fue interesante: "Esteban, yo sé que debo hacer eso, pero no estoy hecho para ello.
Siento que mi ministerio es derramar aceite sobre turbulentas aguas, y no prender un fósforo".
Innecesario decirlo, dejó el ministerio. No tuvo suficiente aceite para tantas turbulentas aguas,
ahora está vendiendo seguros.
No buscar complacer
Una de las duras lecciones que tuve que aprender fue que no podía complacer a todo el mundo.
Yo lo quería, deseaba ser lo que cada uno quería que fuera. Quería que todos me amaran. El
problemas es que, sencillamente, no podía hacerlo. Y hasta que comprendí esto, no pude ser
efectivo.
C.S. Lewis escribió, en un ensayo profundo titulado "The inner ring" (El círculo interior): "Creo que
en la vida de todos los hombres, en ciertos períodos, y en algunas personas, durante todo el
período entre la infancia y la ancianidad, uno de los elementos predominantes es el deseo de
pertenecer al círculo local y el terror de estar fuera… De todas las pasiones, la pasión de
pertenecer al círculo interior es la mejor para hacer que un hombre, que todavía no es muy malo,
realice malas acciones".
Comprendo la necesidad de pertenecer al círculo interior, de ser aceptado, porque es uno de mis
problemas. ¿Has notado que la liturgia cristiana no sucede durante el culto, sino después? El
pastor se dirige hacia la puerta y todos se ponen en fila. Mientras pasan, la liturgia les requiere
decir: "Pastor, fue un hermoso sermón". Luego de acuerdo con la liturgia, el pastor responde:
"Gracias. Me alegro de que Dios lo use".
Esto siempre es así, excepto cuando predico una bomba. Yo lo sé, y la congregación también lo
sabe. Durante el sermón, la gente mira sus relojes y luego se mueven para asegurarse de que no
han sido tocados. Todos están aburridos y el sermón se diluye antes de llegar al primer banco.
No importa. La liturgia cristiana está esculpida en la roca. Sin embargo, debo ir a la puerta con
esa atmósfera, y aun así, la gente pasa ante mí mascullando el mismo comentario y recibiendo la
misma respuesta. Estoy seguro de que usted también ha tenido alguno de esos días.
Pero, el problema se avecina cuando uno decide esquivar esos días más que ninguna otra cosa
en el mundo. Entonces escribimos mensajes para agradar a la congregación. Sabemos que
debemos decir una verdad, pero no lo hacemos porque posiblemente ofenderemos a alguien.
Sabemos que debemos ser fuertes, pero si lo somos, enojaremos a la gente, entonces, salimos
del paso con un piadoso sermón que no ofende a nadie.
A causa de que nuestra identidad está atrapada en lo que somos en el púlpito, la distancia entre
lo que somos en ese lugar y lo que somos en las otras áreas de nuestra vida se reduce a ser
amable, dulce e insípido.
El coraje de ofender
Solía tener en mi biblioteca un libro (prestado y nunca devuelto), del cual no recuerdo el autor,
pero tenía por título La Biblia en el bolsillo; un revólver en la mano. Comentaba sobre los
predicadores itinerantes en el tiempo cuando las fronteras de Estados Unidos de América se
extendían durante el siglo diecinueve, y la determinación de estos a predicar el evangelio, lo
quisieran escuchar o no. Seguramente estuvieron incómodos en muchas iglesias. De hecho,
muchas iglesias se sintieron incómodas con ellos. Simplemente estos predicadores no se
dispusieron a participar del juego de querer complacer.
Al examinar el registro bíblico, sin ideas preconcebidas, se hace notorio que la mayor parte de los
hombres y mujeres de la Biblia y de la historia de la iglesia fueron también desagradables a
quienes los escuchaban. El enojo de Moisés fue tal que lo movió a romper las tablas. Juan el
Bautista perdió la cabeza porque su mensaje ofendió.
Tenemos en nuestras iglesias personas que piensan que el pastor debe ser amable con ellos y
que el llamado de este es el de contarle a otros cómo ser amables. ¡Y luego dicen que hay "una
crisis de liderazgo en el pastorado"! Creo que la crisis tiene que ver más con la incapacidad de
desarrollar dureza que con el consumirse en el ministerio, o con la falta de dinero o instrucción.
Si se representa la imagen del pastor con una sonrisa inofensiva, y además, se interpretan las
Escrituras desde una perspectiva cultural, pronto los pastores comenzaremos a ser lo que todos
piensan que somos. Mucho del enojo dirigido a líderes cristianos francos y templados, no es por
lo que ellos dicen, sino porque se supone que no deben decir nada. La francos y templados
rompen el patrón de delicadeza que por tradición se ha establecido, y, simplemente, ¡eso no se
hace!
Primero, el principio de las olas: Cada vez que usted rehuse a provocar olas cuando debiera, más
adelante tendrá que encarar otras… y mayores.
Casi siempre que esquivé un problema, mirándolo de otra manera, o cubriéndolo con suavidad y
ligereza —cuando debiera haberlo confron-tado con honestidad, templanza y amor desde el
principio—, se transformó en un monstruo, que requirió un enorme esfuerzo al final. Por suavizar
la situación, innecesa-riamente herí a otros, a la iglesia y a mí mismo.
La pregunta de Elías a la gente, "¿hasta cuándo van a seguir indecisos?" (1 Re. 18.21 NVI), es
una apropiada advertencia para aquellos de nosotros que posponemos la difícil tarea de encarar
los problemas. Ministré una congregación donde un empleado renunciaba constantemente
cuando las cosas no se hacían a su manera. Traté de ser amable, para comprenderlo y calmarlo,
pero mi proceder no daba los resultados buscados. Finalmente, acepté su renuncia, puse a otro
en su lugar, y lo llamé a mi oficina para explicarle lo que había hecho y por qué.
Pensé que él dejaría la iglesia, pero no lo hizo. El terminó entregándose a Cristo, hizo una
confesión pública ante toda la congregación. Un anciano de la iglesia donde estoy ahora dice:
"Esteban, siempre has lo correcto y tendrás lo correcto. Pero, si no obtienes lo bueno, te sentirás
bien habiendo hecho lo correcto."
Pablo dice que somos embajadores en nombre de Cristo (2 Co. 5.20), y un embajador debe
representar íntegramente a su gobierno. Si soy suave cuando debo enojarme, débil cuando debo
ser fuerte, y amable cuando debo ser duro, no represento adecuadamente a mi gobierno. Y la
gente puede comenzar a caracterizar a nuestro "temible" Señor de la manera en que les
permitimos que nos caricaturicen a nosotros.
Cierto día me visitó una pareja pidiéndome que yo los casara. Mientras discutía la situación con
ellos me di cuenta de que él no era cristiano y ella sí. En ese punto yo tendría un problema si
apoyaba ese matrimonio. Les dije: "Queridos, me agradan ustedes mucho, pero no puedo
celebrar su boda", y les expliqué las razones bíblicas por las que no podía casarlos.
La joven comenzó a llorar, y el joven se enojó. Me dijo: "¡Pensé que los pastores estaban aquí
para ayudar a la gente, y usted la ha hecho llorar!"
Tercer principio, el mandato: Habiendo sido dado por Dios el mandato de liderar, usted debe
liderar, o su pecado será la infidelidad.
Me encanta la orden de Dios a Josué, y he asumido que también se dirige a mí y a cada pastor
llamado por Dios: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas." (Jos 1.9)
Alguien dijo en cierta ocasión refiriéndose al liderazgo: "¡Uno u otro, lideras y sigues, o te sales
del camino!" Recientemente completé un programa de construcción, y en medio de esa
responsabilidad casi todo lo hice mal. Me mantenía asustado porque cualquier decisión que
tomara, podía dividir la iglesia. Mi indecisión causaba problemas significativos. Pero un día, mi
buen amigo Jaime Baird me demostró que me amaba lo suficiente, me dio a conocer la verdad.
"Esteban", —me dijo—, «si no deseas pagar el precio del liderazgo, entonces no esperes que
suceda nada». Eso me sacudió lo suficiente como para ponerme de pie, liderar y completar el
proyecto.
Finalmente está el principio de pasar: Guíe su iglesia livianamente y espere salir pronto.
Lo admito, me gustaba mucho jugar a las cartas y aprendí un montón de la vida con este juego.
Aprendí que hay momentos en que uno necesita pasar y esperar una mejor mano. Otras veces,
simplemente se tiene que dejar la mesa. No creo que un pastor deba renunciar ante la señal de
una banderita que baja, o ante problemas triviales, pero sí creo que hay asuntos importantes por
los que el pastor debe dejar la congregación... y lo haga rápido.
Jesús sabía de nosotros, creo que él dio la instrucción de sacudir el polvo de los pies también
para nosotros: "Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de
ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies." (Mt. 10.14 NVI) No lo hagas a menudo, pero cuando
la situación se da, es efectivo.
Tengo archivadas una serie de renuncias sin fecha, y el hecho de saber que están ahí y que
deseo usarlas me cuida de vender mi alma. No deseo capitular sobre algo importante solamente
por permanecer en la iglesia. El conocimiento de que puedo usarlas ha cubierto multitud de
pecados.
Me enojo con las estructuras que dicen que no puedo enojarme. Me enojo conmigo mismo
cuando me comprometo en lugares erróneos. Me enojo cuando la sociedad y la iglesia me dicen
que no debo ser lo que Dios me ha dicho que sea, un embajador obediente de Jesucristo.
En "Perelandra", el segundo libro de C.S. Lewis sobre una trilogía de ciencia ficción, el
protagonista Ransom, es enviado al planeta de "Perelandra" a prevenir una caída similar a la de
Adán en la Tierra. El adversario, en forma de hombre, llamado Weston, también está en
"Perelandra" trabajando contra los esfuerzos de Ransom.
Ransom reconoce con horror al diablo representado por Weston, y gradualmente comprende que
debe enfrentar y destruir a Weston en una batalla. Es un proyecto espeluznante. Durante la
oscura noche de "Perelandra", Ransom considera el hecho de que puede enfrentarlo y pelear, o
huir. Más allá de la oscuridad se escucha una voz que dice: «Mi nombre también es Ransom».
Con Ransom encaramos la misma decisión. Podemos enfrentar y pelear, o huir temerosos. Nos
desafía a actuar de una manera que da honor al nombre que sostenemos, cristianos. Si sólo
deseamos ser amables, gente de maneras suaves, deberemos cambiar nuestro nombre o
cambiar nuestro llamado.
1. Como pastor debemos saber que habrá momentos en que aún los que amamos no nos
________________.
2. Una de las cosas más poderosas que aprendemos de nuestro Maestro es que no importa lo
que suceda tenemos que ______________________________.
5. Menciones los 4 principios desarrollados por el autor de el articulo, que nos ayudarán a ir
desarrollando un carácter adecuado para el ministerio.
¿Cómo es posible vencer la inercia y poner en acción a un hombre? No importan todas las
habilidades que una persona tenga, si esta carece de motivación, nadie la hará avanzar en
su desarrollo. Por eso es tan importante que el pastor aprenda a motivar. Aquí encontrará
diez principios básicos para que se convierta en un motivador.
El problema más grande al cual se enfrenta el proceso educativo (y con el cual debe luchar todo
líder) es el de la motivación. Es decir, cómo se puede vencer la inercia y poner en acción a un
hombre. Siempre resulta más fácil dirigir un objeto que ya está en movimiento, que darle
movimiento a uno detenido. Por esto, el líder debe estar siempre más interesado en la aplicación
y el desarrollo que se le pueda dar a un hombre, que en sus habilidades. Todas las habilidades
del mundo no ayudarán a una persona que carece de motivación.
Las motivaciones intrínsecas son siempre las más importantes, porque provienen netamente del
individuo. A menudo, con los factores extrínsecos, el individuo tiende a hacer algo por la presión
que se está ejerciendo sobre él, y no porque realmente lo desee. Este sería el caso de una
persona en la iglesia que enseña en la Escuela Dominical porque "no hay nadie que lo haga". Si
esa misma persona tuviera una motivación intrínseca, estaría enseñando porque realmente
siente que eso es lo que desea estar haciendo. Por esta razón, el líder realmente efectivo va a
desarrollar las motivaciones intrínsecas en sus congregaciones.
No debemos, sin embargo, desechar el uso de toda motivación externa. Las motivaciones
extrínsecas tienen mucho valor, pero solamente cuando éstas sirven para despertar en el
individuo sus motivaciones intrínsecas. Lamentablemente, en muchos casos se han usado las
motivaciones externas sin que éstas apelen a las internas de la persona. El resultado es casi
siempre el mismo: el individuo hace las cosas por obligación y de mala gana.
Una de las motivaciones extrínsecas más usadas es la de dar premios por ciertas acciones. Le
prometemos a la persona que si ella hace esta tarea va a recibir tal o cual recompensa. El
problema con este enfoque es que, en cuanto desaparezca el premio, la persona ya no sigue
haciendo su tarea. La prueba contundente que siempre demuestra si una motivación extrínseca
es buena o mala, es la de ver si ha ayudado al individuo a volverse una persona de iniciativa, que
busca emprender nuevas actividades por sí solo.
Y bien... ¿Cómo podremos hacer mejor uso de las motivaciones a fin de ayudar a nuestras
congregaciones a ministrar más efectivamente? Quisiera compartir con ustedes ocho formas que
he encontrado muy eficaces.
Si no dedicamos tiempo para mostrar a las personas cuáles son sus necesidades y ofrecerles
soluciones pertinentes, vamos a lograr pocos resultados como líderes.
Si observamos el ministerio de nuestro Señor Jesús, vamos a ver inmediatamente que ésta era
una de sus reglas de trabajo. Él daba a sus discípulos suficiente enseñanza como para que
pudieran ser eficaces en una situación. Luego los mandaba a practicar. Durante la práctica (al
estar expuestos a la realidad) se daban cuenta de que les faltaba mucha más preparación.
Entonces volvían al Señor llenos de preguntas y deseos de aprender. Luego el Señor procedía a
darles un poco más de preparación mandándolos otra vez a practicar (y estar de nuevo
expuestos a la realidad). De esta manera vemos que había un balance perfecto entre lo que
recibían y lo que deseaban, como resultado de una constante exposición a la realidad.
Como pueden ver ustedes, lo que realmente ayuda a motivar a una persona es exponerla a la
realidad, a los hechos y a las circunstancias reales de la vida. Esto no es solamente bueno para
el individuo porque le ayuda a cambiar, sino también porque le da oportunidades de desarrollar
su sentido de la responsabilidad y lo estimula al crecimiento.
Allí está su más importante responsabilidad como líder. Hacer que las personas desarrollen sus
capacidades al máximo. Puede estar seguro de que cuanto más invierta en motivar a las
personas, más desarrolladas van a estar. Y recuerde esto: cada vez que usted le da a una
persona una responsabilidad que no requiere casi ningún esfuerzo, le está escamoteando una
oportunidad para crecer. El Señor no se conformó con pedirle a los discípulos que ordenaran a
las personas en grupos. Les dio una responsabilidad mucho más grande: «Denles de comer
ustedes» (Mt. 14:13-21). Su impotencia frente a esto los motivó a aprender más de cómo
ministrar adecuadamente. Cuando vea usted personas que pueden dar más, deles una mayor
responsabilidad.
El problema que he visto con gran frecuencia en muchos líderes es que tienden a entusiasmarse
en gran manera con lo que ellos mismos están haciendo, pero tienen muy poco entusiasmo por lo
que otros a su alrededor hacen. Recuerdo con gran claridad el caso de un joven médico que
había descubierto una gran verdad en la Biblia. Como yo era su profesor, él se acercó a mí con
gran entusiasmo para mostrarme lo que había encontrado. ¡Su entusiasmo era tal, que uno podía
llegar a pensar que ni Calvino, ni Lutero, ni ningún otro gran teólogo en la historia de la iglesia
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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habían descubierto eso! El asunto era que yo también había descubierto esa verdad hacía ya
veinticinco años, cuando recién comenzaba a estudiar en el seminario. Si hubiera dicho esto,
aquel estudiante se hubiera desilusionado grandemente. Así que dejé que él me contagiara con
su entusiasmo y lo alenté a que me contara sobre lo que había descubierto. El hecho de que yo
me mostrara interesado lo animó a seguir estudiando la Palabra en busca de otras verdades. El
entusiasmo y el reconocimiento habían aumentado significativamente su motivación.
PROVEA MODELOS
Una tercera forma de motivar es por medio de una demostración de cómo deben hacerse las
cosas. El problema con muchas de las iglesias es que tienen demasiadas personas que están
dedicando su tiempo a exhortar a la congregación a "hacer" cosas, pero nadie explica y
demuestra exactamente cómo deben ser hechas. Un exceso de exhortaciones no lleva a la
acción, sino a un montón de personas con complejos de inferioridad y sentido de culpa. La
realidad es que casi todos los creyentes saben lo que deben hacer, pero pocos lo hacen debido a
que no se les ha mostrado de qué manera hacerlo.
Por ello, es importante que usted no se concentre solamente en exhortar, sino también en
explicar y demostrar. La razón por la cual Cristo fue tan eficaz en motivar a los discípulos es que
jamás les enseñó algo sin demostrarlo en su propia vida. Les exhortó a amar, porque Él amó; les
exhortó a servir y Él sirvió; les exhortó a predicar y mostró cómo lo hacía Él, etcétera.
IRRADIE ENTUSIASMO
Usted puede motivar a las personas irradiando entusiasmo personal. Uno de los problemas más
comunes con que se enfrenta el líder cristiano es el de seguir manteniendo el entusiasmo a
través de los años. Muchas veces parece que el ministerio se vuelve una rutina aburrida que no
tiene dinamismo alguno. Si usted se siente así, es muy lógico que no motive a nadie en la iglesia,
pues esa actitud nos está diciendo que la vida cristiana es aburrida.
En cierta oportunidad tuve que hablar en una iglesia y sólo asistieron tres personas. El pastor se
me acercó y me dijo: "Éste es uno de los problemas con estas personas, ellos no se entusiasman
para nada y son incumplidores". Su actitud demostraba claramente que pensaba que era una
pérdida de tiempo seguir con tan pocos. Luego de la reunión, me preguntó cuál me parecía que
era el problema. «Si quiere que sea franco» —le dije— "le diría que usted es el problema. La
prueba del verdadero líder se encuentra en la forma en que dirige una reunión. ¡Su entusiasmo
debe ser tan grande cuando hay dos personas como cuando hay dos mil!"
Este método requiere mucho más trabajo que otros, pues uno debe estar dispuesto a demostrar
todo lo que enseña. Sin embargo, lo desafío a invertir en esta forma de motivación: verá que los
resultados serán realmente extraordinarios.
Creo firmemente que va a ser muy difícil motivar a una persona que está enojada, llena de rencor
o dolorida por cierta razón. Lo que usted significa para una persona es mucho más importante
que lo que usted pueda decirle o hacer por ella. Es más, esto va a determinar la manera en que
escuchará lo que tenga que decirle. Entre un líder y sus seguidores, debe haber un clima de total
aceptación.
Sea sincero con aquellos que le rodean: permítales verlo tal como es. A menudo he visto caer a
algún líder por querer aparentar saber todas las cosas. Eso no produce aceptación; la gente se
siente inhibida y, lo que es peor, también se da cuenta de que el líder no es honesto con ellos.
Recuerde siempre este principio: cuanto más cerca esté usted de una persona, cuanto más
estrechos sean los lazos que los unen, más grandes serán las posibilidades de motivarlo. Nuestro
problema es que muchas veces deseamos motivar a las personas sin conocerlas ni mostrar
interés por sus vidas personales. Por esto, yo me he creado el hábito de aprovechar siempre los
momentos informales en reuniones, porque se puede conocer a la gente y estrechar los vínculos.
Donde quiera que vaya, cultive las relaciones personales con quienes le rodean. Tómese tiempo
para interiorizarse en lo que están viviendo otros. Elija también, de entre su congregación,
algunas personas con las cuales pueda pasar gran cantidad de tiempo, conviviendo con ellos.
Verá cuán motivados estarán cuando quiera alentarlos a una actividad determinada.
He dedicado veintisiete años a estudiar la vida de Jesús. Creo que ningún factor influyó tanto en
el nivel de su motivación hacia los discípulos como el amor incondicional que Él demostró hacia
ellos. Por más graves que fueran sus errores, siempre los siguió amando profundamente, a pesar
de lo que eran. Es digno de notarse que el Señor nunca reprendió a los discípulos por sus
errores: solamente los reprendió por su falta de fe. El amor produce lealtad, entrega y dedicación.
Una de las lecciones más importantes que he aprendido a través de los años es que Dios no
llama a una persona por lo que es, sino por lo que puede llegar a ser. Todas las personas tienen
valor para la causa de Cristo y, como líderes, es nuestra responsabilidad comunicar esa verdad
constantemente.
A menudo, tendemos a escapar de las personas que nos parecen medio "raras", y nos apegamos
a aquellos que realmente parecen ser mucho "mejores". Pero, les diré, ha sido mi experiencia el
ver que, caso tras caso, los que generalmente vemos como "raros" son los que llegan a ser los
más fieles al Señor. ¿Por qué? Porque llegan a comprender sus posibilidades en el Señor y
trabajan para lograr eso.
Cuando estuve en quinto grado tuve una maestra con la cual me llevaba muy mal. Ella siempre
parecía estar disciplinándome por alguna cosa y, cuanto más lo hacía, más rebelde me tornaba.
Después de un tiempo, había llegado a ser conocido entre los maestros como el "niño
desobediente". Cuando pasé a sexto grado, la nueva maestra me llamó y me preguntó: "Tú eres
Hendricks, ¿verdad?". Yo estaba aterrado, sabía que mi maestra de quinto grado le había
contado de los muchos problemas que habíamos tenido. "Quiero decirte que aunque he oído
mucho de ti, no creo nada de lo que me han dicho". Esta persona creía en mí, y mi confianza
volvió a florecer. Mi sexto grado fue una hermosa experiencia.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Es mi deseo que esta oración pueda ser también la suya: «Padre, como motivador por excelencia
que eres, acércanos a ti mediante tu amor. Te pido que me hagas un individuo contagiado por tu
amor y que me recuerdes que tu especialidad es obrar lo imposible en la vida de los hombres.
Que tomas individuos sin esperanza, desahuciados, y que los conviertes en hombres y mujeres
de valor para el servicio de tu amado Hijo Jesús. Ayúdame a vivir de tal manera que pueda
motivar a otros a servirte y amarte con vidas entregadas y comprometidas. Amén».
El presente trabajo fue adaptado de una presentación del autor en conferencias especiales de
Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Usado con permiso.
Trabajemos Juntos
por Chua Wee Hian
"Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones
de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de
centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo por ti; y todo asunto grave lo
traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la
llevarán ellos contigo" (Ex. 18: 21, 22).
El liderazgo tiene que ver con personas. Dios ha dotado generosamente a su pueblo con talentos
y capacidades para servirle en la iglesia y en el mundo. Los líderes deberían redescubrir y
potenciar lo mejor de los miembros. Tendrían que facilitar el uso de los dones.
Este artículo explora la dinámica del liderazgo corporativo. ¿Cuáles son algunas de las directrices
bíblicas para trabajar juntos? También adaptaremos algunas ideas útiles del mundo empresarial a
nuestro proceso de toma de decisiones.
Servir juntos a Dios es algo estimulante. Para empezar, «somos colaboradores de Dios» (1 Co.
3:9). Nos llama a trabajar juntos con Él (2 Co. 6:1). Nuestra común lealtad hacia Él forma la base
de nuestras relaciones de trabajo. ¡Esto es sensacional!
Como somos humanos, aportamos al liderazgo nuestros diferentes puntos de vista, prejuicios y
debilidades. Por supuesto, también contribuimos compartiendo nuestras experiencias y nuestra
visión. Vamos a examinar a un grupo de líderes mientras trabaja.
Digamos que hay dos o tres que provienen del mundo de los negocios. Serán partidarios de
buenos procedimientos empresariales y estarán dispuestos a introducir un toque profesional en la
organización cristiana. A su lado hay un par de visionarios. Son personas con ideas creativas.
Tienen grandes sueños para la iglesia, pero en ocasiones no tienen los pies en la tierra. Después
se encuentra el tipo pensador/filósofo, que pide una "razón de ser" para cada decisión.
Finalmente, están los líderes afectuosos y solícitos, siempre pensando en las personas en vez de
en lo que se hace.
Si hay un respeto mutuo y una aceptación de los dones y condiciones de los demás, este equipo
de líderes puede enriquecer el ministerio de su iglesia. Pero si se tratan unos a otros como rivales
e insisten en su propia forma de planificar, se producirá el caos y la división. La obra de Dios se
paralizará.
Es extremadamente útil buscar las palabras «unos y otros» en una concordancia, anotando el
verbo o acción que las precede.
Empezamos con el mandato de Cristo de amarnos unos a otros (Jn. 13:34, 35). No es una
opción; es el encargo que Él nos da. Esta declaración se repite en 1 Juan 4:10, 11. Debemos
amarnos unos a otros como Dios nos amó en Cristo. Ésta es la base para trabajar juntos.
Amar a nuestros compañeros líderes es desear lo mejor para ellos. Y esto tiene asombrosas implicaciones. Si
los miembros del equipo están dispuestos a buscar lo mejor para los otros, ejercerán sus responsabilidades
de liderazgo en una atmósfera de comprensión mutua y aceptación. En nuestra lista de textos con las
palabras «unos a otros» también se nos advierte que no hagamos ciertas cosas. He aquí algunas: Si nos
amamos unos a otros, NO debemos:
Positivamente, el amor intenta edificar a las personas. Esta meta se consigue por medio de:
Al estudiar estos textos y aplicar cada exhortación a nuestras relaciones con los compañeros,
descubriremos mayor armonía en el equipo de líderes, lo que también repercutirá en nuestra
comunidad cristiana. Al servir juntos a Dios también debemos tener en mente otro conmovedor
llamamiento: "Y considerémonos unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras...
exhortándonos" (He. 10:24, 25).
Después de considerar estos principios bíblicos para trabajar juntos, vamos a fijarnos en algunos
aspectos prácticos del liderazgo corporativo.
CUESTIONES ORGANIZATIVAS
Los líderes deben ser hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo, de fe y sabiduría. Estas
cualidades esenciales son vitales para el liderazgo espiritual pero, al mismo tiempo, para realizar
su misión deben aprender a tomar decisiones juntos. Y esto requiere planificación y una cierta
dosis de habilidad administrativa. Los líderes deben saber qué hay que hacer y considerar quién
debe hacerlo y cuándo.
El equipo de líderes debería dedicar tiempo a estudiar los planes y a pensar en el futuro. No
harán ellos todos los trabajos. Los trabajadores sabios siempre delegan para que más personas
puedan participar en la obra de Dios.
Leyendo libros sobre dirección de empresas, inevitablemente encontramos una buena sección
sobre el tema de la delegación. Ésta es un área del liderazgo con frecuencia poco considerada
por algunos líderes cristianos bien intencionados. Trabajan hasta matarse y al final se desploman
por puro agotamiento físico y nervioso. No se dan cuenta de que alcanzan este terrible estado
porque no han delegado trabajo en otros.
DELEGAR
Moisés tuvo este problema. Tomó sobre sí la terrible tarea de juzgar las disputas entre los
israelitas. Era un juez competente y su pueblo se dirigía a él buscando justicia. Durante todo el
día el pueblo lo rodeaba, esperando que juzgara sus disputas (Éx. 18:13) ¡Y Moisés casi se
desplomó por agotamiento nervioso!
Su suegro, Jetro, lo rescató. Este hombre sabio le hizo ver el pobre uso que estaba haciendo de
su tiempo y energía. Si Moisés insistía en hacer todo el trabajo él mismo, los problemas de su
pueblo lo aplastarían (vv. 17, 18). Jetro dijo a Moisés: "Además escoge tú de entre todo el pueblo
varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos
sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al
pueblo por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así
aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo" (vv. 21, 22).
Delegar daría buenos resultados y la carga de Moisés sería más ligera (v. 22). Compartir sus
responsabilidades administrativas no iba a representar merma en su cargo como representante
de Dios y líder. Moisés continuaría representando a su pueblo ante Dios y enseñándole las leyes
y decretos de Dios (vv. 19, 20).
Ted Engstrom, en su libro The Making of a Christian Leader (Creando un líder cristiano)
menciona los beneficios de delegar.
Varios son los derivados de una mejor comprensión y relación entre los líderes y sus seguidores.
Las personas a las que se les da la oportunidad de desarrollar sus talentos y habilidades latentes
trabajan más satisfechas, lo que a su vez mejora su estado de ánimo. Al mismo tiempo, delegar
alivia las presiones sobre el líder, liberándolo para pensar y planificar la estrategia (Engstrom
1976:136-40). Engstrom continúa señalando seis principios básicos del arte de delegar.
Concluye con estas palabras. "No olvides nunca que una delegación efectiva ayuda a progresar,
da buenos ánimos e inspira la iniciativa. La prueba final de un líder es que deja tras de sí a otros
hombres convencidos que continuarán la obra".
¿Por qué algunos de nosotros tenemos tanto temor a delegar trabajo en otros?
En primer lugar, tememos que otros no puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos.
Nos asusta pensar en la posibilidad de que nos fallen. Pero si concretamos lo que hay que hacer
y asignamos responsabilidades específicas a otras personas, ellas harán el trabajo. Cierto es que
debemos explicarles la tarea a realizar con claridad y, en algunos casos, entrenarlas para ella.
Pero esto produce un alto rendimiento. Más personas participarán en la obra. John R. Mott, el
conocido misionero y hombre de estado solía decir: "Prefiero dejar que diez hombres hagan el
trabajo que hacer el trabajo de diez hombres".
¿Deben los líderes cristianos tomar modelos de liderazgo extraídos del mundo empresarial? Sí,
siempre que éstos hayan sido cuidadosamente sopesados y santificados. Los autores de libros y
manuales empresariales proponen sus principios y comparten su visión en base a su
investigación y a las experiencias de los que dirigen grandes empresas. Si bien admiramos sus
objetivos de excelencia y eficiencia, nunca debemos dejar que éstos se conviertan en fines.
Queremos hacer un buen trabajo porque así damos gloria a Dios. Por supuesto, podemos
aprender mucho de planificación por objetivos, control presupuestario, eficiencia organizativa,
cómo medir lo conseguido y motivar a los empleados. Sin embargo, hay diferencias
fundamentales. Las grandes empresas cuentan con un ejército de empleados bien entrenados.
Las iglesias, en general, con voluntarios a tiempo parcial. En el mundo empresarial hay, por lo
general, una cadena de mando; los ejecutivos dan órdenes que deben ser obedecidas. Pero en el
servicio cristiano debemos inspirar, influir y motivar a nuestros compañeros cristianos. No
podemos ordenarles como si fueran subordinados. La mayoría de las iglesias y organizaciones
cristianas tienen fondos y recursos limitados y no pueden permitirse el apoyo de procesadores de
texto, computadoras y hábiles secretarias. Así que necesitamos adaptar los principios y
procedimientos empresariales a nuestra situación particular. Como mayordomos de Dios
debemos intentar hacer el mejor uso posible de los recursos humanos y materiales disponibles.
Personalmente he usado mucho un proceso que facilita tomar decisiones en común. Este
proceso está compuesto por seis componentes básicos o pasos, que son los siguientes:
RECURSOS: hacer una lista de los recursos humanos, financieros y materiales para realizar el
objetivo.
PLANIFICACIÓN: planificar es decidir, por adelantado, qué se debe hacer, por qué, dónde,
cuándo, quién debe hacerlo y cómo.
COMUNICACIÓN: comunicar la información a los otros líderes y a los miembros para que sean
conscientes del objetivo. Compartir los planes propuestos. Informar a cada persona de sus
responsabilidades específicas. Hacer descripciones (preferentemente por escrito) de las tareas a
realizar, para que todos los implicados conozcan claramente sus deberes.
ACCIÓN: poner el plan en movimiento trabajando en las tareas asignadas. Esto sólo debe
hacerse cuando ya todo el equipo ha seguido los pasos anteriores. Puede ser necesario que el
presidente supervise los progresos y atienda los problemas de organización.
EVALUACIÓN: el equipo de líderes pasa revista a todo el programa de actividades. ¿Qué cosas
fueron bien? ¿Cuáles no y por qué? Si fuera a repetirse un programa similar, ¿qué se repetiría y
qué se omitiría? ¿Se han descubierto nuevas capacidades de liderazgo entre los que han
participado en la actividad?
Este proceso es de gran valor en la toma de decisiones por parte de un grupo de líderes. Su
efectividad descansa en la disposición de todos los miembros a someterse a su disciplina. En
demasiadas ocasiones un grupo de líderes tiene sólo una vaga idea de lo que debe hacerse.
Hacen planes apresurados, pasan a la acción y, antes de que sepan lo que ha pasado, ya se ha
roto la comunicación. Participan en las actividades y no tienen claras sus responsabilidades ni
saben ante quién tienen que rendir cuentas. Tampoco cómo encaja su tarea en todo el proyecto.
Hay duplicaciones y traslapos en algunas áreas, mientras que otras tareas apenas reciben
atención. Los ánimos comienzan a caldearse y existe frustración. Los líderes empiezan a echarse
las culpas unos a otros y una negra nube cubre todo el proyecto.
Ahora bien, para que funcione este proceso, los líderes deben practicarlo constantemente. Deben
seguir, meticulosamente, los seis pasos. En ocasiones, cuando dirijo seminarios sobre
organización del liderazgo, divido a los participantes en pequeños equipos de seis o siete
miembros. Deben familiarizarse por sí mismos con los seis pasos del proceso de decisión.
Después les muestro ocho o nueve objetos y les pido que reúnan diez unidades de cada uno en
el menor tiempo posible. Cada unidad debe ser etiquetada cuidadosamente. Si estas prácticas se
hacen al aire libre, utilizo diferentes tipos de hojas y piedras. El equipo que sigue fielmente los
seis pasos es, normalmente, el ganador. Después dejo que durante veinte minutos los diferentes
equipos analicen su actuación y valoren su éxito o fracaso.
En el siguiente ejercicio, pido a los mismos equipos que reúnan el doble de unidades de los
mismos objetos en la mitad de tiempo. Lo asombroso es que ahora la mayoría de los equipos
logran alcanzar este nuevo objetivo. Han aprendido con la experiencia la importancia de la
organización. También han aprendido la importancia de establecer objetivos claros, planificar
Vamos a utilizar este proceso para planificar una campaña evangelística que va a realizar su
iglesia local. El comité está formado por nueve personas y usted es una de ellas. Los únicos
«obreros a tiempo completo» son el pastor y el secretario de la iglesia. La región considerada
tiene seis mil habitantes y los miembros de la congregación son ciento cincuenta. ¿Cómo
planificaría una acción evangelística que tuviera como resultado que algunos de sus vecinos se
convirtieran y se integraran en su iglesia?
Puede cerrar ahora la revista y apuntar lo que usted haría, pero asegúrese de seguir los seis
pasos: objetivos, recursos, planificación, comunicación, acción, evaluación.
He aquí un ejemplo de cómo una iglesia local planeó esta campaña de evangelización:
OBJETIVO: compartir las buenas nuevas de Jesucristo en la región considerada, de manera que
la mayoría de las personas escuchen las pretensiones de Cristo y que al menos veinte de ellas le
entreguen sus vidas. La campaña evangelística se concentrará en nueve días, incluyendo los
fines de semana.
RECURSOS: lista de recursos humanos. ¿Cuántos cristianos pueden compartir su fe con otros?
¿De cuántos hogares cristianos disponemos para reuniones informales, por ejemplo, alrededor
de una taza de café? ¿Qué lugares céntricos —por ejemplo, la iglesia— podrían ser usados para
las reuniones evangelísticas masivas?
PLANIFICACIÓN: preparar un bosquejo de programa para la campaña. Por ejemplo: dos cultos
dominicales especiales; reuniones de evangelización los sábados por la tarde; reuniones
especiales para hombres, mujeres y niños; reuniones informales; evangelización personal.
Establecer las fechas adecuadas. Proponer posibles conferenciantes. Sugerir responsables de
entrenar a otras personas para evangelizar y personas encargadas de la publicidad.
COMUNICACIÓN:
Primera etapa: asegurarse de que todos los líderes estén familiarizados y plenamente
comprometidos con esta acción evangelística. Dar descripciones de las tareas a realizar a las
personas correspondientes. Cada descripción debe ayudar a la persona a responder a dos
preguntas básicas: ¿De qué soy responsable? y ¿Ante quién soy responsable?
Segunda etapa: los líderes deben compartir el objetivo y la visión de esta campaña evangelística
con los miembros de la congregación. Solicitar oración, recursos financieros y apoyo de las
personas. Dar una clara información del programa de entrenamiento y de cómo cada miembro
podría participar.
ACCIÓN: antes de que lleguen los nueve días de evangelización intensiva, los miembros tendrían
que invitar a sus vecinos, compartiendo su fe con ellos.
Deben organizarse reuniones especiales de oración y hacer visitas casa por casa, entregando en
cada hogar una porción de los evangelios o folletos evangelísticos.
El pastor, junto con los consejeros laicos, deben estar a la disposición de los que muestran
interés. Los folletos y el material para hacer el seguimiento deben estar disponibles. Los
responsables de los detalles prácticos (por ejemplo, preparativos de las reuniones, sistema de
sonido) deben repasarlos para evitar problemas de última hora.
EVALUACIÓN:
Después del acontecimiento, el comité debe revisar todo el programa en una reunión especial.
Por supuesto, sería de mucha utilidad que los resultados se recopilaran y pusieran a disposición
del siguiente equipo que tuviera que planear una campaña de evangelización. Así, el nuevo
comité podría usar lo que sus predecesores hayan descubierto. En su libro Managing Our Work
(Administrando Nuestro Trabajo), el Dr. John Alexander hace este acertado comentario: "Si
queremos que nuestros compañeros se sientan miembros de un mismo equipo, uno de los
indicadores de que nuestras comunidades gozan de buena salud será nuestra tendencia a usar
los pronombres nosotros y nuestros —en lugar de vosotros, vuestros, ellos y suyo— al referirnos
a la organización. Una señal de peligro se enciende cuando un compañero utiliza el plural
vosotros y ellos en lugar de nosotros y nuestro" (Alexander 1975:65, 66).
Trabajar juntos debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y de nuestro
mutuo compromiso de servir al mismo Señor. Esto producirá solidaridad y compañerismo.
2. _______________ es aquel factor en una persona que lo impulsa a realizar una acción
determinada.
5. En muchos casos se han usado las motivaciones _______________sin que éstas apelen a las
internas de la persona. El resultado es casi siempre el mismo: el individuo hace las cosas por
_____________________y de mala gana.
11. Trabajar ___________debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y
de nuestro mutuo compromiso de servir al mismo Señor. Esto producirá _________________ y
_________________.
Capitulo 23
«Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.» (1 Ti. 3:1)
El término obispo se aplica especialmente a aquellos líderes que ejercen una responsabilidad
administrativa, además del ministerio docente y pastoral. Este modelo puede ayudarnos a
construir la identidad del líder, así como la identidad del pastor que tiene que atender el gobierno
más allá de una congregación local.
Es necesario que tengamos un modelo que pueda servimos en estos tiempos en que, hechizados
por las propuestas de liderazgo, hemos sucumbido ante un lenguaje humanista que esconde una
despreocupación real por los seres humanos, centrado principalmente en los resultados. Detrás
del lenguaje de "excelencia", "calidad total’, "reingeniería" o "eficacia", se esconde una nueva
forma de utilización de las personas en función de los objetivos institucionales. En consecuencia,
necesitamos tomar distancia de ese modelo de líder que maneja formas parecidas a las del líder
cristiano, pero cuyo contenido y fondo es radicalmente diferente.
En 1 Timoteo 3 encontramos desarrollado el modelo del obispo. De allí obtenemos los siguientes
elementos para la construcción de la identidad del líder:
El líder es un "super-visor"
Literalmente obispo (episkopein, en griego) significa ‘supervisor’, ‘veedor del rebaño’. Hay
coincidencia en afirmar que presbítero, anciano y obispo tenían las mismas responsabilidades
ministeriales: enseñar, juzgar y gobernar. Esto supone que se espera que la supervisión se haga
alrededor de estas tres tareas básicas. Por lo tanto, no es la supervisión desde ‘un escritorio de
observación’ o reducida sólo a una computarización ministerial.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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El sentido literal aplicado a las tareas de enseñar, juzgar y gobernar nos da un modelo nuevo de
supervisión. Bajo esta perspectiva, el líder tiene que ser a la vez un maestro, un pastor, un juez y
un gobernador. Ésta es su forma de super-mirar a la organización. Tiene, por tanto, que resolver
la tensión entre estas cuatro funciones: enseñar, acompañar, juzgar y administrar. Esta tensión
existe porque a veces parece que cuando se enseña y acompaña pastoralmente es muy difícil
juzgar y administrar. Sin embargo, bíblicamente se espera que el obispo encuentre un equilibrio
sano entre estas tareas, porque será la única manera de supervisar adecuadamente.
El líder no sólo tiene que ver sino super-ver a la organización. Esto nos lleva a las preguntas:
¿cómo estamos viendo? ¿qué estamos viendo? ¿para qué? ¿qué hacemos con lo que vemos?
Incluso tenemos que preguntarnos: ¿realmente vemos? o estamos ciegos, porque hemos perdido
contacto con la realidad, o sólo vemos lo que queremos ver (y no sólo por el «punto ciego» que
todos tenemos, sino porque no nos conviene ver). Tal vez estemos viendo equivocadamente a
través de reportes interesados y sesgados, y por eso llevamos adelante políticas o estrategias
también equivocadas.
Podemos enriquecer nuestra capacidad de supervisar recordando que incluye "divisar", y eso nos
da una mirada al horizonte más allá de la situación actual, o usar el "retrovisor", y eso incluye una
mirada al pasado para entender mejor el presente y alumbrar el futuro. Hoy la tentación de
muchos líderes es quedarse sólo con el ‘televisor’, queriendo hacer una pastoral a "control
remoto". Requerimos agudizar nuestra capacidad de visibilidad, aunque sabemos que siempre
"veremos por un espejo, oscuramente", pero podemos descansar en que Dios irá aclarando cada
vez más nuestra visión.
Tenemos en Jesús y en Pablo dos ejemplos de cómo ver. Nos cuenta el relato bíblico (Mt. 9:35-
38) que Jesús "al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor". Pablo, al ver la idolatría de la ciudad de Atenas,
sintió que su corazón se enardecía (Hch. 17). Entonces encontramos que el verdadero "ver" tiene
dos características básicas: no es delegable (nadie puede "ver" por nosotros) y nos conmociona
(provoca compasión o enardecimiento, nunca frialdad ni indiferencia). El líder tiene que
preguntarse cuánta compasión y enardecimiento hay en su corazón cuando ve a los grupos y a la
organización en general. Tiene que buscar en el fondo de su ser cuánto de sus sentimientos de
ira o de dolor responden al sufrimiento de los demás y cuánto se debe a sus propias frustraciones
egoístas y mezquinas; qué porcentaje de sus estrategias o planes brotan de ese corazón
conmovido y afectado por la realidad del rebaño que está bajo su cuidado; cuánto de lo que ve,
no lo ha visto él, sino lo ha encargado a otros o, simplemente, lo ha dejado de lado y ha ido
progresivamente alejándose de la realidad de los grupos y de sus integrantes.
Este "ver" que causa conmoción no se produce como efecto de un entrenamiento. Hay técnicas
psicológicas que pueden conmover hasta las lágrimas, pero eso dista mucho de ser lo que se
necesita para la obra: la sensibilidad que produce el Espíritu de Dios en la vida del obrero,
cuando el Señor le hace gemir de corazón por la situación de la obra y del rebaño, y porque en
honestidad y humildad puede ‘super-verse’ a sí mismo.
La capacidad de indignarse se va perdiendo si no estamos alerta. Una carta escrita por Alberto
Flores Galindo, un intelectual de izquierda del Perú, fue titulada "Redescubramos la dimensión
utópica: recuperemos la capacidad de indignación". En ella, Flores dejó su testamento para sus
compañeros de lucha, a quienes dirigió esta última carta que escribió cuando sabía que sufría un
cáncer terminal que lo acabaría en breve. Allí confronta a sus compañeros a luchar por recuperar
lo que él creía era lo más importante y que se había perdido: el dolor frente a la injusticia. Les
increpaba por haberse acomodado, como intelectuales que hablaban de la injusticia y de los
pobres, pero que no se comprometían apasionadamente en ello. A nosotros nos vendría bien
aprender de la autocrítica de Flores Galindo para revisar si nuestro liderazgo se ha reducido a
Este primer pensamiento es punto de partida para no reducir los siguientes rasgos a un listado de
requisitos o al perfil ideal del líder. Le da a todo el pasaje la perspectiva adecuada.
Es "palabra fiel", es decir, fuera de toda duda, que el que anhela ser obispo "buena obra desea"
(1 Ti. 3:1). Aquí nos habla de los anhelos y de las aspiraciones. El problema no está en anhelarlo
sino en descubrir qué estamos deseando exactamente.
Para decirlo de otro modo, lo que nos dice la carta es que «quien anhela ser líder desea en
realidad ser un trabajador incansable que buscará producir buenos frutos y que escogerá medios
tan altos como sus fines». Visto así, es probable que disminuyan los candidatos.
En los tiempos que refleja la epístola, ya existían luchas por obtener posiciones de poder religioso
dentro de la iglesia cristiana. Ya había que poner límites a esta ambición y distorsión de los
ministros, especialmente de aquellos que querían acceder a funciones de jerarquía como el
obispado, donde la tentación es mayor. Aunque no sabemos de sueldos jugosos en esos tiempos
había posibilidades de ganar económicamente aprovechando el puesto de obispo. Hoy tal vez no
tengamos muchas posibilidades de tener esa tentación. Sin embargo, hay otro tipo de ‘ganancias’
que se pueden obtener, que luego trataremos con más detalle. La intención de la Palabra de Dios
es purificarnos en nuestras motivaciones al buscar estos puestos importantes en la obra.
No cualquiera puede serlo. Se necesitan ciertos rasgos. Y no sólo al momento de ser nombrado,
sino que se cultiven a lo largo de la vida. Hablamos de rasgos, porque más que ser ‘requisitos’ en
el sentido actual del término se trata de rasgos del carácter. Nos hablan de la esencia de una
persona y no de ‘condiciones entrenadas’ para tener un liderazgo eficaz. Hay que hacer la
diferencia, porque ahora se busca producir resultados, no importa lo que haya en el corazón del
que ejerce el liderazgo. Vivimos en el mundo de los indicadores externos y cuantitativos. No
interesa que la realidad sea otra, las cifras hablan.
Aquí encontramos, entonces, no un perfil "ideal" que nadie pueda alcanzar, sino el carácter
básico que todo líder debe tener como esencia de su ser. Va más allá, decíamos, del perfil del
líder exitoso de nuestro tiempo que tiene ‘que ser buena gente’ con sus subordinados, porque así
conseguirá motivarlos para que logren los resultados esperados. O aun buscar "el buen
testimonio", porque así tendrá autoridad, o buscar "corregir errores", porque así reforzará su
imagen y la imagen institucional. Hay que luchar contra este tipo de distorsión en el liderazgo
cristiano. Esto es corrupto, porque es manipulador, hipócrita y falso. Es haber caído presos en el
mundo de la imagen. También podemos tener una política institucional que sea la que nos
importe mantener, aunque la realidad de la organización sea ‘de huesos secos’, empezando por
el propio líder.
Nos viene bien escuchar a Erich Fromm en su desafiante obra Tener o Ser: "En el modo de
existencia de tener, mi relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir en mi
propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo. En el modo de existencia de ser,
debemos identificar dos formas de ser: una significa una relación viva y auténtica con el mundo,
la otra se opone a la apariencia y se refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de
una persona o cosa".
Esta descripción no es, pues, una camisa de fuerza, sino una muestra de lo que es la vida de
piedad, una exigencia mínima para el obispo de la organización. El líder, siendo consciente de su
llamado, busca en humildad que el Señor lo santifique, porque sabe que sin ello no podrá ser fiel
con el cargo trascendental que se le ha encomendado. Estos rasgos están condensados en
cuatro características básicas y en tres más específicas.
La integridad
La honestidad
¿Cuál es la salida? Por supuesto, no lo es el cinismo, que nos hace buscar una justificacion para
nuestra situación o un desplazamiento de la responsabilidad hacia otros: la organización, el
Consejo Administrativo, la familia, etcétera. Tenemos que ubicarnos en el terreno de los valores.
También podemos ser deshonestos en el hogar y esperar cosechar allí reconocimiento, lealtad
incondicional, miedo sumiso, respeto y amor sin esfuerzo, y convertir así a nuestra casa en un
espacio de poder, a veces absoluto.
Nuestras agrupaciones pueden conferir a sus líderes mucho poder. A veces, cuando hay un
Consejo Administrativo débil, el poder del líder es grande. Alguien ha dicho que el poder
corrompe, de manera que el poder absoluto corrompe absolutamente. Tenemos arraigada en
nuestra idiosincrasia latinoamericana nuestra vocación de caudillos, de emperadores. Por eso,
entre otras buenas razones, debemos fortalecer nuestros Consejos Administrativos, porque son
instancias de preservación de corrupción para los líderes. La sed de poder, con las ansias de
protagonismo y popularidad que la acompañan, es sutil, engañosa y no siempre aparece tal como
es. Se puede presentar como celo, cuidado de la obra, disciplina y hasta como humildad.
Podemos decir: "Sí, hermano, estoy abierto a la evaluación", pero ni siquiera escuchar lo que nos
dicen o escuchar ‘para cumplir’, pero sin tomarlo en cuenta.
También hay otra expresión de la comodidad. Este cargo puede esconder una posición básica de
inercia. Nuestra vida se deja llevar y nos cuestan los cambios. No continuamos en la obra porque
respondamos a una visión y un compromiso renovado que hemos hecho con Dios, sino porque
sencillamente no queremos cambios drásticos.
La seguridad, no en sentido económico sino laboral y, en cierto modo, afectiva puede ser
considerada otra ‘ganancia deshonesta’. Podríamos convencer a otros —y aun a nosotros
mismos— que estamos en el cargo por amor al Señor, pero en realidad lo que hacemos es
esconder el miedo a enfrentar lo que significa la lucha laboral que implica demostrar que somos
competentes. Podemos ser estrictos en exigirles a los miembros que luchen por ser «sal y luz»
entre sus compañeros, pero temblamos al pensar en tener que ir al mundo del trabajo. La obra se
convierte, entonces, en una isla más o menos segura, especialmente porque nuestras instancias
de despido son casi nulas. Una vez que estamos instalados, es muy difícil que nos saquen. Como
tenemos el poder, lo usaremos para preservarnos en el cargo.
Todas estas pueden ser "ganancias deshonestas" y nos pueden llevar a someter a la obra a
nuestras necesidades personales no resueltas. Lo más triste de todo es que no podemos o no
queremos darnos cuenta de ello. Cuando esto sucede, las consecuencias para la vida del líder y
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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para el grupo son nefastas: divisiones, estancamiento, abortos del liderazgo emergente, y
fosilización de la visión, entre otras.
Cuando nos damos cuenta de que algo así nos está pasando, la salida no es el remordimiento,
sino el arrepentimiento. Que de aquí surjan las apetencias renovadas por las que podemos
gozarnos con la piedad, alegrarnos con sus frutos y valorar la fidelidad al Señor, tanto de la
organización como de la propia intimidad del ser.
La sabiduría
La aptitud para enseñar se refiere a la cualidad de "saber" por la que el líder tiene que "ser
sabio". Eso significa adquirir tanto sophia (explicaciones de las cosas), como sunesis (juicio
crítico), prónesis (habilidad práctica para hacer cosas), y prudencia (capacidad ética para actuar
conforme a la verdad que se conoce). La sabiduría produce mucho fruto y no permite que el líder
se quede sólo con las buenas intenciones, ya que le da aptitud para provocar transformaciones
en la vida de las personas.
Por eso, no puede ser líder un "neófito" (literalmente: recién plantado, que no tiene raíz). El
neófito no es simplemente el nuevo sino aquel que, aunque tenga mucho tiempo, no ha echado
raíces en la fe y en la obra. Aun cuando por lo general nos afirmamos con los años, también es
cierto que puede haber mucha necedad en los antiguos y sabiduría en los nuevos. El neófito en la
fe y en el ministerio tiene el peligro de envanecerse y caer en la condenación del diablo.
La mesura
Con este término queremos señalar el sentido de equilibrio en el uso de las palabras, en la
reacción frente a los disgustos o conflictos y en el disfrute. El carácter de la mesura no nos libra
de enfrentar las situaciones difíciles, provocando en nosotros una conducta evasiva, sino que nos
da el equilibrio para reaccionar. Entonces, no corremos frente a la confrontación, sino que
rechazamos el pleito. No nos abstenemos del disfrute, sino que nos limitamos para participar en
la justa medida, con dominio propio. Jesús comía y tomaba vino con gusto, pero sin exceso.
Aunque algunos prefieran pensar que era "jugo de uva", lo que sí podemos afirmar es que
cualquiera haya sido la bebida, Jesús la disfrutaba. Se requiere mesura no sólo con respecto al
vino, sino con cualquier fuente de disfrute; todo lo delicioso, si se toma en exceso, causa daño.
Es el mismo principio que en la epístola se menciona en relación al casamiento y a la comida: no
hay que abstenernos de ninguno, porque todo lo que Dios creó es bueno y nada es de
desecharse. Entonces, abstenerse es perverso y excederse es desmesurado.
La sobriedad
La sobriedad es el revestimienlo de la coraza del Señor que nos permite tener una postura frente
a las tormentas de la vida.
El decoro
Éste es un rasgo sorprendente. Proviene de la palabra griega cosmios, por lo que se refiere a la
persona educada, pulida, que sabe moverse en el mundo y que no reduce su visión a su región.
Por esta característica Wesley pudo decir: "Mi capilla es el mundo". Este rasgo está en la base de
la visión misionera transcultural, que ve al mundo como campo misionero y que implica poder
disponerse a ir a los que son diferentes a nosotros y a romper nuestros guetos evangélicos
sobreprotectores y limitadores de visión.
Como vemos, estos cuatro rasgos básicos y los últimos tres más específicos son disposiciones
del carácter y, por lo mismo, permean toda la vida del siervo de Dios, desde su fuero más íntimo
hasta sus relaciones sociales y públicas que incluyen su familia, su iglesia y el mundo. Es muy
necesario cuidar el testimonio hacia el mundo. El mal testimonio es causante de descrédito, otro
de los lazos con que el diablo nos esclaviza. El testimonio hacia afuera nos recuerda nuestra
razón de ser como agrupación. Cabe pensar hasta qué punto nuestra organización y nosotros,
como sus representantes ante el mundo, estamos en descrédito. Sabemos que la falta de
credibilidad es algo que mina un liderazgo. Cuando ya no se puede generar confianza, no es
posible invitar a unirse a nuestra causa. El descrédito socava nuestras posibilidades de
testimonio del Evangelio, que es nuestra razón fundamental de existencia.
La palabra griega que se usa en esta epístola para nombrar al diablo es diabolos, cuyo sentido
fundamental es "acusador". De manera que aquí conocemos una de sus funciones más
importantes: acusarnos y condenarnos. Cuando él acusa y condena no hay ni arrepentimiento, ni
liberación, sólo remordimiento y opresión. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye, nos
conmueve, nos produce dolor por los pecados, los vacíos y las debilidades. Entonces hay una
tristeza para vida y transformación. Si el Señor justifica, no hay nadie, menos el diablo, que tenga
poder para condenarnos. Cuánto necesitamos recordar esto en nuestras luchas ministeriales. El
diablo puede usar instancias y personas para acusarnos y condenarnos, y no hay que prestarles
atención. Pero también el Señor usa a personas para provocarnos el arrepentimiento. Es preciso
tener discernimiento para saber cuándo habla el Señor y cuándo habla el acusador. No nos vaya
a ocurrir lo que le ocurrió a un hombre que cuando naufragó, se quedó sobre un pequeño tronco,
y comenzó a clamar por la protección y la ayuda divina. Al rato pasó un barco y los tripulantes le
gritaron: "Hombre, suba que se avecina otra tormenta". El desdichado les dijo: "No, estoy
esperando que Dios me salve, porque le he pedido que me socorra". No pudieron insistirle más y
se fueron, dejándolo solo. Obviamente arreció la tempestad y el hombre se ahogó. Cuando llegó
a la presencia de Dios muy angustiado le preguntó: "Señor, ¿por qué no contestaste mi oración,
si había clamado que me salvaras de la tormenta?" El Señor le contestó: "Claro que te contesté:
yo te envié el barco al cual no quisiste subir". ¡Qué no nos neguemos a subir al barco! ¡Qué
podamos reconocer cuándo una advertencia viene de Dios y la oigamos a tiempo!
Adaptado de la ponencia "El ‘Obispado’ en la obra estudiantil. Reflexiones sobre la identidad del
Secretario General", presentada en el evento "Dignos de nuestra vocación" organizado por la
Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) en América Latina, y publicada en el
manual homónimo, editado por Ulrich Schlappa. Usado con permiso.
Los líderes existimos para guiar y dejarnos guiar. Especialmente para ser guiados por el
Espíritu Santo. Aunque predicamos y enseñamos acerca de ser guiados por el Espíritu
Santo, cuando llega el momento de ser guiados por él nos parece cuesta arriba y hasta no
discernimos que el Espíritu Santo nos está guiando. Por lo regular la dirección del Espíritu
de Dios nos introduce en cambios, giros inesperados y creación de nuevos escenarios.
Existen dos tipos de líderes que se diferencian por su reacción a la dirección del Espíritu
Santo.
Moab significa en hebreo: la semilla del padre. Esta expresión en terminología latinoamericana
sería algo así como: "¡De tal palo, tal astilla!" Moab fue el hijo de Lot por su relación incestuosa
con su hija después de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Lot fue ancestro de los moabitas.
Los moabitas se caracterizaron por la arrogancia, principal defecto de ellos. Se resistían a los
cambios.
Esta profecía está dirigida a los moabitas, los cuales serán sacudidos por su renuencia a
cambiar.
Lot, al igual que su hijo Moab, se resistió a los cambios, y tuvo que ser forzado por Abraham para
que cediera.
Los líderes del tipo moabita son aquellos que se resisten a los cambios. Se niegan a ser dirigidos
por el Espíritu Santo porque no disciernen que es él el que está hablando, y se aferran a lo
conocido por no entrar a lo desconocido. Esta actitud detiene su desarrollo.
Los líderes abrahámicos no se aferran a lo conocido. Entran en lo desconocido con una clara
revelación del destino, por lo que tienen crecimiento, y continuo.
A. Los líderes moabitas están en guerra con el cambio en vez de vivir pacíficamente en el
cambio.
Por su resistencia pierden toda efectividad en las transiciones. Se anclan en el pasado y por ello
se encuentran incapacitados para tratar con el cambio hoy. Todo cambio los asusta, los hace
retroceder. El pasado les da seguridad.
Los moabitas necesitan saber que ellos están al control de sus vidas, de todo y de todos. Y
luchan por ello, complicando de esa forma su vida. Tratan estrictamente con los asuntos externos
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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de la situación sin mirar lo interno. La obsesión por el control puede llegar a ser más y más
imposible de satisfacer.
C. Los moabitas manipulan lo externo como una respuesta de no poder manejar lo interno.
"Si no puedo manejar mis sentimientos internos yo encontraré algo en el mundo externo que yo
pueda controlar y seguramente con eso echaré fuera mis sentimientos internos". Lo externo es
más fácil de manejar que lo interno por ello su énfasis es lo externo. Imponen reglas, exigen y
manipulan aun con lo espiritual.
Ellos desconfían de todo y de todos. Creen que la vida y la otra gente están en contra de ellos y
por lo tanto están siempre a la defensiva para evitar que les tomen ventaja. No saben confiar
libremente en los que los rodean.
No es que no realizan cosas espirituales. Ellos pueden pastorear, predicar, ser líderes
denominacionales, etcétera. Lo que les ocurre es que no perciben el significado espiritual de lo
que están experimentando. No comprenden por qué Dios los está llevando por ese camino. Por lo
tanto lo analizan todo desde una perspectiva humana, sin entender lo divino. Lo pelean en el
plano humano y dejan de conectarse con lo espiritual. Si no son elegidos nuevamente en una
convención, no se detienen a pensar en que Dios les está dando el mensaje de que su tiempo en
ese servicio ha terminado. Todo lo contrario, hacen un conteo de los votos y culpan a otros de
haber perdido la reelección.
Ellos evitan mantener una declaración de misión. No se preguntan: ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia
dónde quiere Dios que yo vaya? ¿Terminó mi tiempo? Nuestro sentido de propósito emerge de
nuestra espiritualidad... si perdemos la conexión espiritual, el sentido de propósito en la vida
pierde significado.
G. Los moabitas culpan a las otras personas y a las circunstancias de las situaciones en su vida.
Cuando algo ocurre es la "culpa de otros". "Ellos me hicieron eso". Juegan el papel de víctimas y
culpan a factores externos. Ellos son "reactivos" no son "proactivos". Los reactivos sólo
responden o reaccionan a las circunstancias, los proactivos hacen que las cosas pasen.
Ellos no desarrollan un hablar del corazón. Se levantan de familias donde las emociones fuertes
no son aceptables. Siempre dicen: "Yo estoy bien". Les cuesta llorar en público y demostrar que
tienen miedo o que están enojados.
Para ellos todo es blanco o negro, no hay terrenos intermedios. No aceptan la vitalidad ni la
frescura de ideas. Se oponen a la renovación. Jamás se atreven a tener una mente abierta. Sus
creencias son las únicas y juzgan muy rápido lo que no encaja en sus paradigmas.
A menudo ellos son solitarios. Si tienen amigos, son amigos que comparten lo que ellos creen y
piensan. La ausencia de sistemas de apoyo puede ser devastador especialmente en tiempo de
crisis. Un sistema de apoyo es un grupo de personas que nos rodean y a quienes nos hacemos
vulnerables. Listos para oírlos y que nos pueden amar y por lo tanto nos pueden corregir y
orientar.
Un líder abrahámico es aquel que crece vigorosamente y florece en medio de todas las
circunstancias.
A. Los líderes abrahámicos están aten-tos a lo que ocurre tanto interna como externamente.
Cada circunstancia es para ellos una oportunidad de crecimiento. Cada transición es una
escuela. El crecer lo toman como un compromiso. Siempre están leyendo, asistiendo a
seminarios, hablando con gente que los edifican. Su anhelo más grande es aprender y crecer.
Saben que su crecimiento interno es la base de todo.
No importa lo que atraviesen, eso los motiva. Y cada problema lo toman como un desafío
personal. Tienen un saludable sentido de con-trol en sus vidas. Sus vidas son vibrantes,
emocionantes y llenas de calor humano.
Están abiertos a la renovación y saben que el mundo está cambiando y que ellos necesitan
también cambiar. Están convencidos de que la vida es crecimiento y cambio. Lo que crece
cambia. No se aferran al pasado, sino que lo usan para saltar al presente con una clara determi-
nación del futuro.
Sus prácticas espirituales no son religiosas sino vitales y estimulantes. Su caminar con el Señor
es nuevo cada día, es fresco. NO se secan, están como los olivos verdes en el altar de su Señor.
Saben que solos no pueden seguir y aman la constelación del líder. Rodeados de pablos,
bernabés y timoteos. Pablos que los enseñan y guían, bernabés que los confortan y timoteos a
quienes ellos forman y edifican.
Se recuperan de las crisis y adversidad con asombro. Saben sacar provecho de las noches.
Como Pablo en la cárcel de Filipos. A veces son sacudidos pero dicen como Pablo, sacudidos
pero no vencidos. Se recuperan porque saben en su espíritu que la batalla final ya ha sido
ganada.
Ellos usan los sentimientos fuertes como mensajeros en su movimiento de avance. Saben
comunicar sus sentimientos. Pueden ser tiernos, dulces y amorosos. Saben llorar y saben admitir
cuando sienten miedo y temor. Son humanos.
Ellos saben escoger lo que los nutre y gastan tiempo en esas actividades, como orar, leer la
Palabra, retiros personales, ayunos y edificación mutua. NO se sienten bien si no están
nutriéndose espiritualmente.
Ellos no reaccionan porque las cosas sucedieron, sino actúan para que las cosas sucedan. Su
pregunta de ¿por qué estoy aquí? los motiva a mirar adelante. Tienen sentido de propósito. Su
creatividad es impresionante, no aman la rutina ni se dejan llevar por la corriente. Saben pararse
y marcar el camino en un mundo lleno de confusión.
J. Los líderes abrahámicos son soñadores pero con los pies en la tierra.
Sueñan más allá de lo que parece práctico. Rehusan la expresión, "esto se intentó antes".
Arriesgan grandes sueños y sus sueños llegan a convertirse en realidad. Ven la vida como un
juego o una olimpiada y no como un problema para ser resuelto. Se atreven a ver más allá del
promedio.
Ellos no se ven como víctimas de las circunstancias, sino cocreadores de sus vidas con el
Creador de los cielos. Están convencidos que el Señor está todavía tejiendo sus vidas como
hermosos tapices y Él no ha terminado aún.
Renovar su ministerio implica llegar a ser un líder abrahámico, porque en este tiempo final los
que son cubiertos con la sabiduría de Abraham llegarán muy lejos. Allá a la distancia, como
pequeñas sombras se verán los moabitas, con el mismo sabor, el mismo olor y nada nuevo
sucederá en ellos. ¡Oh, Dios, ayúdanos a ser los líderes abrahámicos de este tiempo! ¡Danos el
valor de renovar nuestro ministerio!
Reflexión
2. ¿Se enoja cuando los planes del día se cambian por circunstancias externas?
4. Cuando usted está con sus ami-gos, ¿influyen en sus sentimientos las opiniones de ellos?
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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5. ¿Usualmente su cónyuge es quien decide qué actividades realizar, dónde ir y cómo gastar el
tiempo juntos?
3. La función de ‘ver’ en el líder (obispo) tiene dos características básicas que son:
___________________________,_________________________
11. La _____________________es el revestimiento de la coraza del Señor que nos permite tener
una postura frente a las tormentas de la vida.
13. El ____________________ por lo que se refiere a la persona educada, pulida, que sabe
moverse en el mundo y que no reduce su visión a su región.
14. Los líderes del tipo moabita son aquellos que se _________________a los cambios.
Integridad: ganando el respeto a la manera antigua por Craig Brian Larson, adaptado por
Jaime Mirón
Juntamente con la integridad, el pastor gana respeto siendo competente en lo que hace.
Una de las mejores maneras de exhibir este atributo y así ganar el respeto de la
congregación es siempre llegar al púlpito preparado.
Un día me llamó uno de los miembros de nuestra congregación para anunciar: "Pastor, hemos
decidido no venir más a la iglesia". Aunque trató de suavizar su adiós con cumplidos
asegurándome que no había nada personal en mi contra, la noticia me golpeó. Le respondí
firmemente:"Lamento que se vayan, pero deseo lo mejor tanto para ti como para tu esposa".
Ciertamente, la partida de esta querida familia no fue una sorpresa total. Durante meses la pareja
se había ido apartando inexplicablemente a pesar de atenciones extras, incluyendo varias visitas
a su hogar. Por algún motivo, sentía que cuanto más intentaba acercarme, más distancia crecía
entre nosotros.
Después de su salida, llamé al pastor de la iglesia a donde fueron transferidos (era un amigo)
para ver si me podía dar una explicación del cambio. La respuesta me dejó helado. Parecía que
mis amigos deseaban a alguien a quien pudiesen tener en alta estima, un pastor hacia quien
pudieran sentir un profundo respeto. Por algún motivo yo no era tal persona; nunca había ganado
su respeto.
Aprendí que se precisa algo más para compeler a los creyentes a prestar atención a las
predicaciones, seguir mi liderazgo, y emular mi ejemplo. Para poder cumplir con mi llamado a
dirigir la iglesia y discipular a los creyentes, me es imperioso gozar de cierta medida de estima de
parte de la congregación. Pero temblaba ante la idea de buscar abiertamente tal respeto. ¿No
sería nada más que un actor auto-promocionándose? Sin embargo, un cuidadoso estudio de las
Escrituras me enseñó que Dios espera que tal estima exista entre pastores y ovejas.
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el
Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra (1 Ts
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5.12-13). Al comparar su propio trabajo la gente a veces considera trivial el del pastor, y hace
comentarios tales como: "¿Qué hace todo el día?", "¿Para qué necesita tener un día libre?", o
"¡Debe ser muy bueno poder estar todo el día leyendo la Biblia y orando!" Nuestro trabajo debe,
justamente, ser tenido en mucha más alta estima.
Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como
quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no es
de provecho (He 13.17). Esto implica tener una actitud de deferencia hacia el liderazgo, algo que
presencié durante una reunión de nueve pastores con nuestro superintendente de distrito. "No
estoy aquí para imponer mis ideas," dijo el superintendente. "Quiero saber qué opinan ustedes."
No obstante, en la medida en que la reunión proseguía, podíamos sentir su preferencia, que no
era la inclinación de la mayoría. Muchos de los pastores expresaron sus dudas pero también
mostraron deferencia: "Esta es lo que creo y siento, pero si usted piensa que el plan propuesto
será mejor para cada uno de quienes están involucrados, entonces lo apoyo pues usted es líder
de nuestro distrito."
A continuación, menciono cuatro maneras a través de las cuales un pastor puede ganar respeto
genuino.
MOSTRARNOS DIGNOS
Un veterano pastor dijo una vez: "No puedo pararme en el púlpito y ordenarle a la congregación
que me respete. La estima se gana a través de la conducta, el amor y el carácter". El carácter y la
integridad son los fundamentos del respeto.
Se obtiene el respeto con las cosas "pequeñas". Un pastor que no es adúltero ni estafador de
igual manera puede llegar a empañar su nombre por olvidarse de sus compromisos, ser rudo, no
cumplir con promesas, no pagar facturas, faltar a las horas de oficina, contar mentirillas, ser
desordenado, no devolver cosas prestadas, etc.
SER COMPETENTES
Juntamente con la integridad, el pastor gana respeto siendo competente en lo que hace. Una de
las mejores maneras de exhibir este atributo y así ganar el respeto de la congregación es siempre
llegar al púlpito preparado. La desgracia de muchas iglesias es que, a la hora de la predicación,
no hay un mensaje de Dios que cause impacto en los oyentes a través de su vocero "el ministro"
sino algo superficial, mal laborado, hecho en apuros, y como consecuencia la gente no presta
atención.
El ministerio de aconsejar es otra manera en que el pastor puede mostrar que es competente y
así ganarse el respeto de la congregación. Es necesario que el pastor escuche atentamente a la
persona, que aparte suficiente tiempo para tratar el caso, que busque una verdadera respuesta
bíblica y que continúe aconsejando hasta que se solucione.
Para ser respetado por la congregación un pastor tiene que respetar a esa congregación. Hay
varias maneras prácticas para hacerlo. En primer lugar, es importante recordar el principio
expuesto por el apóstol Pablo: ...a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a
algunos (1 Co 9.22). Cuando llego a un nuevo trabajo de pastorado, uno de mis primeros
objetivos es conocer a la congregación haciendo un profundo análisis de sus características. Lo
hago estudiando la historia de la zona; observando su vestimenta, su vocabulario, su estilo de
liderazgo, sus héroes, sus pasatiempos, su manera de tomar decisiones; y adaptándome a ellos
(siempre y cuando eso no viole un principio bíblico).
Otra manera de respetar a los feligreses es mantener clara y abierta comunicación con ellos. He
sido el causante de innecesarios problemas en una de las iglesias que solía pastorear por no
comunicar lo suficiente por un lado y no escoger bien las palabras por otro. Pablo establece la
norma: Hablando la verdad en amor...(Ef 4.15 BLA); No salga de vuestra boca ninguna palabra
mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que
imparta gracia a los que escuchan (Ef 4.29 BLA); Sea vuestra palabra siempre con gracia,
sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Col 4.6).
Sin embargo, siempre llegará la hora de corregir a pesar de las advertencias. Como Pablo le dijo
a Tito: Nadie te menosprecie (Tit 2.15); y a Timoteo: ... que con mansedumbre corrija a los que se
oponen... (2 Ti 2.25). Si se pasa por alto, el problema tiende a ser repetido, sólo que la próxima
vez más descaradamente. La autoridad e influencia del pastor se debilitan aun para el respetuoso
cuando pasamos por alto esta clase de actitud pecaminosa. Pero, ¿qué es conducta
irrespetuosa? ¿Cuándo corresponde una admonición, y cuándo debe el pastor devolver el
guante? Uniendo la experiencia de otros pastores con la mía, he llegado a la conclusión de que
un creyente cruza la línea limítrofe cuando comete alguna de estas ofensas: Un desafío directo a
la autoridad del pastor. Un pastor me contó de un hermano que era un verdadero Diótrefes (3 Jn
9) y buscaba tener siempre la preeminencia. En una ocasión exclamó al pastor: "¿Por qué no
deja que predique su esposa? Tiene más sentido común que usted". En vez de pasarlo por alto o
guardar rencor, el pastor decidió confrontar la situación con mansedumbre (Gá 6.1) y amor. No
solamente solucionó el problema, sino que hoy existe una buena relación de respeto a pesar de
que no le dejó tener dominio sobre la iglesia.
Esfuerzos por desvalorizar al pastor. Otro pastor relata: "Era sólo mi segundo domingo en la
iglesia. Luego del culto un hombre anciano me solicitó que visitara a un hombre al que había
hablado en la prisión. Le dije que haría todo, intentaría lo posible por ir allí. El domingo siguiente
este feligrés me preguntó si había visto al prisionero. Le contesté que no. Delante de todos
empezó a gritarme: "Usted es igual a todos los demás. Dice que ama a las almas, pero teniendo
la oportunidad de demostrarlo, usted no va." Lo tomé de la mano y junto con un miembro de la
junta de la iglesia que vio esta situación, le recordé lo que Pablo advierte a Timoteo sobre no
reprender con dureza al anciano, sino más bien exhortarlo como a padre (1 Ti 5.1) : "Hermano,
puede ser que le haya decepcionado por no haber hecho esa visita aún, pero soy el pastor y
usted no se dirigirá nuevamente a mí con ese tono de voz."
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Murmuró: "Lo lamento", y salió. Sin embargo, el hombre regresó a la iglesia y ha sido una joya
desde entonces. " Críticas y quejas excesivas e injustificadas. Otro pastor me comentó sobre una
situación muy común en nuestras iglesias. Una dama llegó al pastor asustada por una crítica que
había escuchado. Peor todavía, la persona había apoyado sus argumentos citando a un grupo
que se encuentra en la mayoría de las congregaciones: "todo el mundo". "Todo el mundo está de
acuerdo con que usted debe renunciar." Cuando ella citó el grupo fantasma él sabía que alguien
había estado esparciendo rumores. En forma inmediata empezó a remontarse al origen de las
críticas, sabiendo que Satanás siempre busca maneras de causar división. Fue de persona a
persona hasta que averiguó que "todo el mundo" eran sólo dos mujeres disgustadas por una
decisión.
Me causa gracia cada vez que observo a los niños jugando con roles de autoridad. ¿Ha
prestado atención cuando juegan a ser el presidente o capitán del ejército? Sacan su
pecho para afuera, ponen cara seria, y con postura adusta hablan en tono grave, con una
supuesta voz de mando. Lo triste y no tan gracioso y ver que los adultos en muchas
ocasiones hacemos los mismo.
“Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una
pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Ec. 10.1)
¿No le causa gracia (o más bien tristeza) el ver a los adultos haciendo lo mismo, solo que
intentando hacerlo en serio? Observe a los imitadores de Luis Palau, de Yiye Avila o Billy
Graham; los imitan en las expresiones, en su modo de sostener la Biblia, en el léxico o la música
que usan y hasta en algunos casos falsifican los resultados.
Desconcierta el ver a los que se autovanagIorían en nuestro medio; son los que manipulan y
menosprecian a otros para estar en las plataformas, en los grandes eventos; exigen eso. Les
gusta ser llamados o anunciados como “oradores internacionales” porque han hablado en alguna
iglesia de otra nación; los reverendos. licenciados, doctores y conferencistas que vienen con
grandes demandas y se presentan a si mismos con muchos títulos. Esa rara mezcla de risa y
tristeza también la experimento cuando recuerdo las veces cuando yo también trate de aparentar.
La autoridad y el poder son dos elementos similares pero diferentes, codiciados por miles
(incluyendo a muchos cristianos); sin embargo, pocos codician la responsabilidad que lleva el que
los posee. Carl F.H. Henry, dijo que "El problema dominante del Siglo XX es la crisis de
autoridad",
Para quienes han sido llamados a servir al Señor, la autoridad y el poder son necesarios para
lograr los propósitos de Dios. La pregunta clave es cómo tener y mantener la autoridad autentica
y poder espiritual procedente de Dios, en lugar de mero carisma humano, fuerza o manipulación.
Sin duda hay tres elementos vitales en relación a la autoridad: la fuente, ¿de quién he recibido
autoridad, de Dios o de los hombres? ¿Me la apropié o me la dio el diablo?; el poder (dunamis ).
¿qué poder (fuerza, capacidad) tengo para hacer que otros cumplan lo que ordeno? y el respeto
(timee), ¿qué respeto hay sobre mi persona, para motivar a los que me rodean?
nuestras manos para la batalla que usemos los medios que El nos provee, tales como la
literatura, los cursos, retiros, pláticas con otros líderes experimentados, para capacitarnos y
buscar la forma más eficaz, más santa y más amorosa para desarrollar nuestra autoridad. El
caminar con Dios y el hacerlo sabiamente entre los hombres permitirá que seamos siervos más
Uno no necesita sino encender el televisor durante algunos minutos para sentir la presión de la
agobiante sexualidad de nuestros días. Y la mayor parte de la represión es brutal. Un aburrido
recorrido por los canales de televisión al mediodía muestra invariablemente a una pareja envuelta
bajo las sábanas de la cama y mucha monotonía sensualista. Pero la presión se ha vuelto cada
vez más ingeniosa, especialmente si su propósito es vender.
La Iglesia no ha escapado tampoco, pues muchos en la iglesia de hoy se han marchitado bajo el
calor de la sensualidad. La Revista Liderazgo realizó una encuesta entre un millar de pastores.
Los pastores respon-dieron que 12% de ellos habían cometido adulterio estando en el ministerio
—¡uno de cada ocho pastores!—y 23% había hecho algo que ellos consideraban sexualmente
impropio. Por otra parte, la revista Cristianismo hoy hizo una encuesta entre un millar de sus
suscriptores que no eran pastores y descubrió que la cifra entre éstos era casi el doble: el 23%
dijo que había tenido relaciones sexuales extramaritales y el 45% indicó que habían hecho algo
que ellos consideraban sexualmente impropio. ¡Uno de cada cuatro hombres cristianos son
infieles y casi la mitad de ellos se han comportado indecorosamente!
Esto nos lleva a una conclusión ineludible: la iglesia evangélica contemporánea es, en términos
generales, "corintia" en esencia. Es una iglesia cocida a fuego lento en los jugos derretidos de su
propia sensualidad, y por eso:
• No es extraño que el mundo le reste importancia como algo que está fuera de lugar.
• No es extraño que haya perdido su poder en muchos hogares, y que el Islam y otras falsas
religiones estén logrando tantos convertidos.
La sensualidad es sobradamente el mayor obstáculo a la santidad entre los hombres hoy, y está
haciendo estragos en la Iglesia. La santidad y la sensualidad se exclu-yen mutuamente y los que
han caído en las garras de la sensualidad no podrán más elevarse a la santidad mientras se
encuentren bajo su agotador dominio. Si vamos a "ejercitarnos para la piedad (cf. 1 Ti 4.7)
debemos comenzar con la disciplina de la pureza. ¡Tiene que haber algún celo santo, algún
esfuerzo santo!
¿A dónde debemos mirar en busca de ayuda? El ejemplo más aleccionador que encontramos en
toda la Palabra de Dios es la experiencia del rey David, tal como aparece narrado en 2 Samuel
11.
David se encuentra en la cúspide de su brillante carrera. Desde su niñez, había sido un amante
apasionado de Dios y poseía una enorme integridad de alma, como lo atestiguaron las palabras
del profeta Samuel cuando lo ungió como rey: "El hombre mira lo que está delante de sus ojos,
pero Jehová mira el corazón" (1 S 16.7). A Dios le agradó lo que vio. ¡A Dios le agradó el corazón
de David!
Su insensibilización
Los problemas empiezan cuando toma más concubinas y mujeres de Jerusalén (2 S 5.13).
¡Debemos notar, y notar bien, que el que David tomara más mujeres era pecado! La Ley
estableció las normas para los reyes hebreos (Dt 17), les ordenaba abstenerse de tres cosas: 1)
tener muchos caballos, 2) tomar muchas mujeres, y 3) acumular mucha plata y oro (cf. vv. 14-17).
David cumplió bien con lo primero y lo último, pero fracasó totalmente en cuanto a lo segundo por
hacerse deliberadamente de un numeroso harén.
El segundo error en la conducta de David, fue la relajación de los rigores y de la disciplina que
siempre había sido parte de su vida activa. David se encontraba en la mitad de su vida, con
aproximadamente cincuenta años de edad, y sus campañas militares habían tenido tanto éxito
que no era necesario que él personalmente saliera a combatir. Por tanto, con toda razón le dio el
trabajo de acabar con el enemigo a su competente general, Joab, y luego se fue a descansar. El
problema era que la relajación se extendió a su vida moral. Es difícil mantener la disciplina interior
cuando uno se relaja así. David se volvió inmediatamente vulnerable.
David no sospechaba que algo insólito iba a ocurrir ese desgraciado día primaveral. Aprendamos
la lección que hay aquí. Precisamente cuando pensamos estar totalmente a salvo, cuando
sentimos que no hay ninguna necesidad de mantenernos alertas para continuar ocupándonos de
nuestra integridad interior y para disciplinarnos en la santidad, ¡es cuando se presenta la
tentación!
Su obsesión (2 S 11.1-3)
El rey se paseaba para mirar a su ciudad al final de la tarde. Mientras miraba, sus ojos vieron la
figura de una mujer extraordinariamente her-mosa que se bañaba sin ningún pudor. En cuanto a
lo hermoso que era, el hebreo es explícito: la mujer era "muy hermosa" (v. 2). Era joven, estaba
en la flor de la vida, y las sombras del crepúsculo la hacían aun más seductora. El rey la miró ... y
continuó mirándola. Después de la primera mirada David debió haber dirigido la vista en la otra
dirección y debió haberse retirado a sus habitaciones, pero no lo hizo. Su mirada se convirtió en
una mirada fija pecaminosa y después en una mirada ardiente y libidinosa. En ese momento,
David se convirtió en un viejo verde y lujurioso, apoderándose de él una obsesión lasciva que
tenía que satisfacer.
Dietrich Bonhoeffer hizo la observación de que, cuando la lujuria toma control de la persona, "en
ese momento Dios ... deja de ser real ... Satanás no nos llena de odio contra Dios, sino que nos
hace olvidar a Dios". ¡Qué gran sabiduría hay en esta afirmación! Cuando estamos dominados
por la lujuria, la realidad de Dios se desvanece.
Su racionalización
Cuando sus intenciones se hicieron evidentes a sus subalternos, uno de ellos trató de disuadirlo,
diciéndole: Es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Pero David no iba a permitir quedar
desairado, de modo que una fuerte racionalización se produjo en su mente.
Todos estamos familiarizados con la ruin conducta de David, que lo convirtió en un asesino y en
un taimado calculador, decidiendo la muerte de Urías para ocultar su pecado con Betsabé. Baste
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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con decir que en esos momentos de la vida del rey, Urías, con todo y estar borracho, era mejor
persona que David estando éste sobrio! (v. 13)
Un año después, David se arrepentiría tras la incisiva acusación del profeta Natán. Pero las
tristes consecuencias no podría deshacerse. Como se ha señalado con frecuencia:
Fue la violación del décimo mandamiento (codiciar la mujer de su prójimo) lo que llevó a David a
cometer adulterio, violando así el séptimo mandamiento.
Luego, a fin de robarle la mujer a su prójimo (violando, por tanto, el octavo mandamiento) cometió
un asesinato y violó el sexto mandamiento.
Todo esto trajo deshonra a sus padres, violando así el quinto mandamiento.
De esta manera, David violó todos los mandamientos que se refieren a amar al prójimo como a
uno mismo (los mandamientos cinco al diez). Y al hacerlo, deshonró también a Dios violando, en
realidad, los primeros cuatro mandamientos.
Se le murió el bebé.
Amnón fue asesinado por Absalón, hermano de padre y madre de Tamar. Absalón llegó a odiar
tanto a su padre David por su bajeza moral que encabezó una rebelión contra él con el apoyo de
Ahitofel, el ofendido abuelo de Betsabé.
El reinado de David perdió la aprobación de Dios. Su trono jamás recobró su estabilidad pasada.
Debemos aceptar que David jamás habría dado más que una mirada fugaz a Betsabé si hubiera
podido vislum-brar los desastrosos resul-tados de su pecado. Creo de todo corazón que serían
muy pocos los hombres—si es que hubiera alguno— que se apartarían de la Palabra de Dios si
pudieran ver lo que eso les acarrearía.
La historia de la catastrófica caída del rey David ha sido dada por Dios y debe tomarse
seriamente por la Iglesia en esta "época corintia" como una advertencia a la patología de los
factores humanos que conducen al derrumbamiento moral:
• Y la racionalización con la que tratan de justificarse los que están dominados por la lujuria.
En el caso de David, el ciclo incluyó además adulterio, engaño, degradación familiar y decadencia
nacional. La patología es evidente, como también lo son los terribles efectos de la sensualidad; y
ambos tienen el propósito no sólo de enseñarnos, sino además de amedrentarnos ¡para que
ahuyentemos de una buena vez la sensualidad de nosotros!
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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La voluntad de Dios:
Pureza sexual
A veces hay personas, que se consideran cristianas, que sencillamente no creen lo que estoy
diciendo en cuanto a la pureza sexual. Pablo nos hace un llamado a la pureza sexual (1 Ts. 4.3-
8).
El hombre que lleva a cabo un acto de impureza sexual no está únicamente violando un código
moral humano, ni siquiera pecando sólo contra el Dios que en algún momento del pasado le dio
el don del Espíritu Santo. Está pecando contra el Dios que está presente en ese momento; contra
Aquel que continuamente da el Espíritu. Todo acto de impureza es un acto de aborrecimiento
contra el don del Espíritu Santo dado por Dios desde el mismo momento que ese don es
brindado.... Este pecado sólo es visto como lo que realmente es, cuando se ve como una
preferencia por la impureza antes que por el Espíritu que es santo.
Por consiguiente, para un cristiano rechazar esta enseñanza en cuanto a la pureza sexual es
rechazar a Dios, ¡y esto puede indicar una fe falsa!
La disciplina de la pureza
Si en realidad somos cristianos, es un imperativo que vivamos con pureza y santidad en medio de
nuestra cultura corintia. Debemos vivir más allá de las horripilantes estadísticas o la Iglesia está
cada vez más fuera de lugar e impotente, y nuestros hijos la abandonarán. La Iglesia no puede
tener ningún tipo de poder si no es una iglesia pura.
Eso exige que vivamos la afirmación de Pablo: "Ejercítate para la piedad." Es decir, ¡debemos
esforzarnos por la santidad!
Nuestro entrenamiento comienza con algo tan importante como la disciplina de ser responsable
moralmente ante los demás. Esto se hará con cualquiera que regularmente le pedirá a usted
cuenta de su vida moral, haciéndole preguntas directas y francas.
La oración
Junto con esto, está la disciplina de la oración. Ore diaria y concretamente por su pureza sexual
personal. Ore por la pureza sexual de sus amigos también.
La memorización
La disciplina de la mente es, por supuesto, uno de los retos más formidables. Las Escrituras
presen-tan, por lo general, a la disciplina de la mente como la disciplina de los ojos. Es imposible
que usted mantenga una mente pura si todo el tiempo no discrimina lo que ve en televisión. En
una semana usted verá más asesinatos, adulterios y perversiones que todo lo leído por nuestros
abuelos a largo de toda su existencia.
Aquí es donde se hace necesaria la acción más radical (véase Mc 9.47). ¡Ningún hombre que
permita que la podredumbre de ciertos canales de televisión, de videos para adultos y de las
diversas revistas de pornografía inunden su hogar y su mente, escapará de la concupiscencia!
Job nos ha dejado orientación para los días que vivimos: "Este compromiso establecí con mis
ojos: No mirar lujuriosamente a ninguna mujer" (Job 31.1, La Biblia al Día). ¿Cómo cree usted
que viviría Job en nuestra cultura actual? Él entendió la sabiduría de Proverbios 6.27: "¿Tomará
el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan?" El compromiso de Job prohibía una
segunda mirada. Eso significa tratar a las mujeres con dignidad, mirándolas con respeto. Si la
forma de vestir o el comportamiento de una mujer es perturbador, mírela a los ojos, no en ningún
otro lugar; ¡y aléjese lo más rápidamente que pueda!
La mente abarca también la lengua porque, con la "abundancia del corazón habla la boca" (Mt
12.34). Pablo es más específico (Ef 5.3-4). Significa que no debe haber humor sexual, ni chistes
de mal gusto, ni vulgaridades, a los cuales están tan propensos muchos cristianos para probar
que no están "fuera de onda".
Los límites
Ponga límite alrededor de su vida, sobre todo si trabaja con mujeres. Evite la intimidad verbal con
las mujeres, a no ser con SU esposa. No le revele intimidades a otra mujer, ni la inunde con sus
problemas personales. La inti-midad es una gran necesidad en la vida de la mayoría de las
personas, y hablar de asuntos personales, especialmente de los problemas propios, puede llenar
la necesidad de intimidad que tiene la otra persona, despertando su deseo de más intimidad.
Muchas relaciones extramaritales comenzaron de esa manera.
Hablando ahora a nivel práctico, no toque a las mujeres. No las trate con el afecto informal con
que trata a las mujeres de su familia. Son muchos los desastres que comenzaron con un toque
fraternal o paternal, que se convirtió después en un hombro com-prensivo. Usted puede aun tener
que correr el riesgo de ser erróneamente considerado como "distante" o "frío" por algunas
mujeres.
Siempre que usted coma o viaje con alguna mujer, hágase acom-pañar por una tercera persona.
Esto puede ser incómodo, pero brindará la oportunidad de explicar sus razones, lo cual, en la
mayoría de los casos le ganará respeto en vez de censura. Muchas de sus colegas de trabajo se
sentirán así más cómodas en su trato profesional con usted.
La realidad
Sea realista en cuanto a su sexualidad. ¡No sucumba a la vana prédica gnóstica de que usted es
un cristiano lleno del Espíritu Santo que "nunca haría cosa semejante". Recuerdo muy bien a un
hombre que con suma indignación tronaba que él estaba a salvo del pecado sexual. ¡Pero cayó
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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pocos meses después! Enfrente la verdad. ¡Así como cayó el rey David usted también puede
caer!
El temor a Dios
Por último, está la disciplina del temor a Dios. Esto fue lo que ayudó a José a rechazar las
tentaciones de la esposa de Potifar. ¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra
Dios?" (Gn 39.9).
La presión de nuestra cultura nos oprime con sus obsesiones y sus racionalizaciones sexuales, y
muchos en la iglesia de Cristo han cedido bajo su peso, tal y como lo demuestran las
estadísticas. Para no ser parte de esas estadísticas hay que esforzarse disciplinadamente.
¿Somos hombres de verdad? ¿Somos hombres de Dios? ¡Quiera Dios que así sea!
R. Kent Hughes es pastor en Wheaton, Ill., Estados Unidos, además es conferencista y autor de
varios libros.
Este artículo ha sido extraído del libro Disciplinas de un hombre piadoso. Editorial Vida. Usado
con permiso.
Tenía en mis manos una durísima carta de un matrimonio que criticaba la situación del grupo de
jóvenes. El contenido era carnal y no demostraba verdadera comprensión de todos los
contenidos de la situación, pero aún no había hallado, como pastor, el tiempo para encontrarme
con ellos y escucharlos.
Cuando me puse de pie para predicar, el siguiente domingo, sentía una notable ausencia de
gracia en mi corazón. Pequeños destellos de resentimiento punzaban mi espíritu. Hice algunos
comentarios leves en la introducción que provocaron sonrisas en todos los presentes todos,
excepto el matrimonio que había enviado la carta. Mientras la congregación se reía, ellos estaban
sentados en una de las primeras filas, de brazos cruzados y rostro duro, con los ojos llenos de
reprobación. Cuando hube terminado el sermón, me sentía físicamente deteriorado y
espiritualmente desgastado. Mi falta de perdón rápidamente se estaba convirtiendo en amargura
y rencor.
Mi tendencia a no perdonar cuando otros me han hecho algún mal me ha obligado a pensar
cuidadosamente en los pasos que debo tomar para restaurar mi relación con Dios y con mis
ofensores.
La mayoría de las personas tiende a adquirir cierta sensibilidad cuando ha sido golpeada varias
veces. En este caso, la carta que recibí de esta familia era solamente una de las muchas
maneras en que me habían criticado. Su actitud en esta oportunidad, tan falta de gracia, fue la
Como algunos de los peores conflictos en el ministerio justamente los he experimentado con
personas que yo consideraba carentes de gracia y comprensión, mi tendencia ante este tipo de
situaciones es reaccionar con ira. Rápidamente me siento provocado por personas cuya mejor
habilidad es la de señalar los errores en los demás.
Sin embargo, en la medida en que he aprendido a reconocer mis propias debilidades también he
encontrado que puedo controlar mejor el tipo de respuesta que tengo en estas situaciones.
Entonces, el desafío, para mí, es recibir del Espíritu Santo gracia y perdón para estos santos, en
lugar de contraatacar con ira, resentimiento y amargura.
Cuando leo sobre las vidas de personas que esconden en el saco una pistola para vengarse de
un jefe que fue injusto con ellos, o de alguien que coloca una bomba en un edificio lleno de
personas inocentes, a menudo me pregunto: "¿Cómo podría alguien hacer semejante acción?
Las personas normales no se comportan de esa manera." No obstante, yo también he tenido toda
clase de pensamientos malignos hacia las personas que me han hecho mal. Creo que esto revela
cuál es el próximo paso en el proceso de perdón: reconocer que, si las circunstancias se dieran,
yo podría ser el autor de un acto de violenta retribución contra los que me han hecho mal. De
hecho, si no perdono a una persona comienzo a tener fantasías en mi mente con las maneras en
que puedo castigarla.
Luego de una devastadora confrontación con una familia de la iglesia, donde me habían resistido
en prácticamente todos los temas relacionados al ministerio, comencé a pensar: "Si Dios no visita
sobre ellos una pronta retribución, yo voy a acelerar los tiempos." Pensé en la posibilidad de
denunciarlos frente al organismo de recaudación impositiva por prácticas deshonestas que
conocía en ellos. Imaginaba que los atormentaba pasando por las madrugadas por delante de su
casa en mi carro, con la radio a todo volumen, la mano sobre la bocina y los faros dirigidos hacia
sus dormitorios.
Cuando compartí estos viles secretos con un amigo, me miró atónito y preguntó: "¿Realmente te
animarías a hacer esa clase de cosas?" "Seguro —le repliqué—, como probablemente lo haría
cualquier persona que cede frente a la tentación de vengarse, en lugar de asumir el desafío de
perdonar."
Me acuerdo de la observación que hizo Jaime Broderick del Papa Paulo VI: "Jamás olvidaba una
ofensa y esa era una de sus debilidades más agudas. Quizás lograba enterrar, por un tiempo, la
experiencia vivida. Uno siempre tenía la impresión, sin embargo, de que había marcado
cuidadosamente el lugar donde había realizado el entierro."
La única manera con que evito este tipo de actitudes es frenando cualquier fantasía de venganza
que pueda cruzarse por mi mente.
En Deuteronomio 32.35 Dios instruye al pueblo, por medio de Moisés: "Mía es la venganza y la
retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se
apresura lo que les está preparado." Mi obsesión con la venganza revela un intento de mi parte
de tener voz y voto en el juicio de Dios. Esto solamente agrava el conflicto, irrita el recuerdo de lo
acontecido y produce mayor dolor. Es como si se le permitiera a uno de los involucrados en una
disputa legal que participe en el juicio y la sentencia de la otra persona. No se puede hacer
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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justicia cuando uno de los culpables intenta juzgar al otro. Es necesario que yo reconozca mi
culpabilidad, pues mi comportamiento no siempre se ha revestido de santidad. Esto puede ser
duro para mí, pero es la verdad.
Una vez utilicé una carta para ilustrar lo incorrecto que es criticar cuando uno no conoce todos los
detalles de un asunto. Durante el sermón leí porciones del texto, el cual elevaba acusaciones y
realizaba afirmaciones basadas en un informe incorrecto. Luego aclaré a la congregación los
verdaderos detalles de la situación y por supuesto, los hechos demostraban claramente cómo los
que me habían criticado estaban errados en sus conclusiones.
En ese momento sentí que la congregación se ponía de mi lado, pues veían que el crítico era
solo una persona insensible y negativa. De un solo tiro había podido ilustrar un principio bíblico y
corregir a quien se me oponía.
A la semana siguiente recibí una segunda carta de este hombre, en la cual me informaba de que
él y su familia se retiraban de la congregación. Me pedía que no los llamara, ni que tuviera
contacto alguno con ellos. Aun cuando me había tomado todos los recaudos para no revelar,
durante el sermón, la identidad de la persona que me había escrito la carta, ellos sabían a quien
me refería. Yo, por mi parte, no les había dejado ninguna otra opción que la salida de la
congregación.
Ante todo esto, tengo ahora muy claro que no importa cuán profundamente me sienta atacado, ni
cuán tentado me sienta de enfrentar a mis oponentes, el púlpito no es el lugar para hacerlo, pues
me ofrece una desequilibrada ventaja, la cual con frecuencia acaba en una presentación subjetiva
de mi perspectiva de la realidad, sin darle la oportunidad a los otros de expresar su respuesta a
mis comentarios. Por tanto, he encontrado que la mejor manera de resistirme a esta tentación es
ofreciendo perdón en privado.
Me encantaría poder decir que he encontrado la fórmula para perdonar efectivamente cada vez
que me ofenden, pero no es así. El perdón no es algo que pueda hacerse de una sola vez. La
duración del proceso de perdón normalmente es proporcional a la profundidad del dolor que he
experimentado.
El perdón es más como escribir un libro que una carta. Cuando escribo una carta, vuelco mis
pensamientos sobre una hoja, la coloco en un sobre, lo sello y lo envío. Escribir un libro, en
cambio, es más parecido a un interminable ciclo de escribir y volver a escribir.
Cuando los conflictos son menores, normalmente los puedo manejar según el espíritu de 1 Pedro
4.8: "Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre
multitud de pecados." Cuando la ofensa es severa, sin embargo, el proceso de perdón también
puede ser igual de severo.
La experiencia más difícil que he tenido en el ministerio —me despidieron de una congregación—
¡me enseñó más acerca del perdón de lo que yo estaba interesado en saber! Ese proceso
completo tardó más de dos años.
En esa oportunidad, me pareció que el proceso en cuestión estaba completo apenas unos meses
después del incidente. Entonces llevé el asunto al Señor en oración y le dije que quería perdonar
a aquellos que sentía eran responsables por mi despido. Hasta elaboré una lista con sus
nombres. El perdón parecía traerle a mi vida la libertad que buscaba.
"¡Sí! —respondí confiado—. Todo aquello está superado. Es hora de avanzar hacia cosas
nuevas." Durante el resto del día, no obstante, a cada instante volvía a mi mente el nombre, el
rostro y las acciones de Esteban. No encontraba la forma de deshacerme de estos pensamientos.
El viejo resentimiento era tan fuerte y real como siempre, y esto golpeó duramente mi sentido de
equilibrio espiritual.
Yo pensé que ya había realizado el proceso de perdonar a aquellos que eran responsables de mi
desastre. ¿Por qué estaba volviendo a reaccionar de esta manera? "Señor, ¿no es suficiente con
tomar el asunto y envolverlo fuerte en un paquete, escribiendo por fuera PERDONADO?".
Evidentemente esto no era suficiente, aún debía perdonar a los ocho individuos que habían sido
parte de aquel conflicto. Yo había pensado que sería posible perdonarlos en conjunto, mas
descubrí que debía perdonarlos uno por uno.
El proceso duró muchos meses. Cada vez que fantaseaba con alguna de las personas,
identificaba claramente mis sentimientos en mi mente hacia ella. Algunas veces requería de
varios días para identificar claramente los sentimientos en juego. Finalmente, sin embargo, podía
describir no solamente las impresiones sino también las razones por las cuales las
experimentaba. Descubrí que en el sencillo acto de orar por alguien, aun cuando lo sentía vacío y
artificial, se abría mi corazón hacia la otra persona.
En otra oportunidad, Dios fue creativo en la manera que utilizó para mostrarme la próxima
persona que debía perdonar. Estaba yo en un mercado, buscando pasta dentífrica y crema de
afeitar, cuando vi, de reojo, otra de las parejas que habían participado en mi despido. Mi primera
reacción fue a esconderme detrás de algunos estantes. ¡No fui lo suficientemente veloz, sin
embargo! Ya me habían visto y me estaban saludando. Luego de un breve intercambio de
palabras seguimos cada uno por su camino.
De inmediato supe quiénes eran las próximas personas que necesitaba perdonar.
En ese proceso de perdonar, mucho me ayudó hablar con otros acerca de quienes me
agraviaron. Recuerdo cómo conversaba con un amigo sobre una persona que me había resistido
y de esta manera me veía obligado a hablar bien del otro.
Lo que descubrí es que realmente no importaba si la otra persona conocía o no a la persona que
debía perdonar. Al hablar positivamente del otro me sentía impulsado hacia la reconciliación; las
buenas palabras que pronunciaban mis labios comenzaban a afectar las actitudes de mi corazón.
La facilidad con la que me expresaba también se convirtieron en un medidor de mi perdón.
Cuánto más fácil me era hablar bien del otro, más avanzado veía que estaba en el proceso de
perdonar.
El paso final que me ayudó a perdonar, fue reunir mis sentimientos y pensamientos para
presentarlos al Señor en oración. En ocasiones los escribía en un papel y luego se los leía al
Señor y en otras, le hablada directamente a Dios de lo que había identificado en mi mente. En
todo caso, confesar mis pensamientos y sentimientos negativos me permitía pedirle al Señor que
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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me perdonara por mi propio pecado. Luego, con su ayuda, pude avanzar y extender ese perdón a
otros.
Debo destacar que esta prolongada experiencia con el perdón me permitió entender cuán
profundamente afecta mi habilidad de perdonar a otros el que yo haya experimentado el perdón
de Dios.
Una historia cuenta de un viajante que, con la ayuda de un guía, atravesaba las junglas de
Malasia. Llegaron a un río ancho, pero no muy profundo. Se sumergieron en el agua y lo
atravesaron a pie. Cuando salieron del otro lado, el viajante descubrió que unas cuantas
sanguijuelas se había adherido a su cuerpo. Su primera reacción fue el de arrancárselas pero el
guía lo detuvo, advirtiéndole que solamente conseguiría dejar parte de las sanguijuelas en su
cuerpo y que casi con seguridad obtendría una infección. La mejor manera de quitarlas, explicaba
el guía, sería un baño de inmersión en un bálsamo tibio. El líquido haría que las sanguijuelas
soltaran solas el cuerpo del hombre.
Cuando yo me siento profundamente herido por otra persona, no puedo simplemente arrancar la
herida de mi alma, esperando que la amargura, la malicia y el rencor desaparezcan, pues el
resentimiento quedará incrustado en mi corazón. La única manera en que verdaderamente puedo
librarme de la ofensa y perdonar a los demás es tomando un baño de inmersión en el bálsamo
del perdón de Dios hacia mi persona. Cuando finalmente llego a entender cuán profundo es el
amor de Dios en Cristo Jesús, el perdonar a otros fluye libremente.
1. Reconocer las debilidades propias permite controlar mejor el tipo de respuesta frente a
situaciones de injusticia.
2. La mejor manera de evitar la venganza es frenar cualquier tipo de fantasía que al respecto
pueda cruzarse por la mente.
3. Se debe perdonar una persona a la vez, identificando claramente los sentimientos en
juego y las razones por las cuales se experimentan. Esto lleva su tiempo, mas la duración
del proceso de perdón es proporcional a la profundidad del dolor que se ha experimentado.
4. La mejor manera de resistir la tentación de usar el púlpito para hacerle frente a los que nos
critican es ofreciendo perdón en privado.
5. El proceso de perdón avanza cuando se habla bien a otros de la persona ofensora. Hablar
positivamente de ella afecta las actitudes de nuestro corazón.
6. Confesar y pedir perdón a Dios por los pensamientos y sentimientos negativos que han
surgido en uno, permite que experimentemos Su gracia, y ella nos habilita
significativamente para perdonar a otros.
La vocación y el carácter son importantes, pero no son suficientes para asegurar la eficacia en el
ministerio. Se necesita también un mínimo de capacitación. Menospreciar este requisito
constituye de por sí un signo de incompetencia para el servicio cristiano. Sería absurdo suponer
que, mientras se incrementan cada vez más las exigencias de formación profesional en las
empresas humanas, se puede cumplir con responsabilidades en la iglesia prescindiendo de la
preparación adecuada.
La historia de la obra evangélica registra casos de hombres que fueron "lanzados" a predicar el
Evangelio, a abrir nuevas vías de testimonio o, incluso, a pastorear iglesias con escasa o ninguna
preparación. Las circunstancias anormales en que tuvieron que dedicarse al ministerio, la
imposibilidad de obtener la formación deseada y las necesidades del campo que apremiaban su
entrega, pueden, en cierto modo, justificar estos «lanzamientos». En algunos casos, Dios bendijo
admirablemente los esfuerzos de estos hombres. Muchos de estos "obreros improvisados", ya en
el ministerio, aprovecharon cuantos medios estuvieron a su alcance para capacitarse. Esto vino a
suplir, dentro de lo posible —en ciertos casos de modo asombroso—, la carencia inicial.
Pero las experiencias en situaciones de excepción no son la regla. El hecho de que Dios haya
usado en algunos casos a hombres sin capacitación no sienta ningún precedente normativo. Las
Escrituras abundan en ejemplos que muestran de manera sobresaliente la necesidad de que el
siervo de Dios sea debidamente habilitado para el cumplimiento de su misión. Las antiguas
escuelas de los profestas, a partir de Samuel, ofrecen una muestra. Jesús dedicó la mayor parte
de su ministerio para formar a los apóstoles. Pablo, educado a los pies de Gamaliel y buen
conocedor de la cultura griega, pasó dos años en Arabia formándose en su nueva fe antes de
entregarse completamente a su gigantesca obra misionera. Parte de su estrategia para la
expansión del Evangelio era el entrenamiento "en cadena" de hombres fieles e idóneos para la
enseñanza. (2 Ti 2.2)
Actualmente las opciones para adquirir una educación bíblico-teológica de calidad son diversas.
Además de los seminarios residenciales, institutos bíblicos y otros centro análogos, se están
multiplicando, con notables resultados, los seminarios por extensión, los cuales posibilitan la
formación de los ministros sin que estos tengan que hacer cambios significativos de residencia y
estilo de vida. Los cursos por correspondencia son otra opción de estudio sistemático. Y junto a
todas las modalidades de educación formal, siempre está la alternativa de la formación
autodidacta. Algunos hombres de Dios —Spurgeon entre ellos— alcanzaron por este medio
niveles iguales o más altos a los logrados por los más aventajados graduados en facultades de
teología. Por supuesto, no todos son capaces de tanto. El autodidacta precisa de dones
intelectuales y fuerza de voluntad fuera de lo común. Pero también, aquellos que se benefician de
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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los medios de educación formal siempre deberán complementarlos con estudio y esfuerzo
independientes.
Cuando nos referimos a una formación adecuada no queremos dar a entender que se deba
adquirir todo el caudal de conocimientos y experiencias que una persona sea capaz de tener.
Semejante nivel jamás llega a conseguirse. Por eso el ministro tendrá que ser estudiante durante
toda su vida. Su dominio de conocimientos, al igual que su calidad espiritual, deben crecer de día
en día. Con ello queremos decir que, en circunstancias promedio, cuando una persona se dedica
a un ministerio, debe tener una preparación aceptable que le permita funcionar con un mínimo de
soltura y eficacia.
No nos atrevemos a concretar cuál debe ser el mínimo de preparación, pero sí señalaremos los
factores que son indispensables. Al considerar cada uno, trataremos de presentar su perspectiva
ilimitada a partir del nivel necesario que debe tener cada ministro cuando se inicia en el
ministerio.
Formación bíblica
Cualquier ministerio cristiano tiene como base la Palabra de Dios. Tanto la predicación como la
obra pastoral deben nutrirse abundantemente de ella. La Palabra debe ser no sólo la fuente de
inspiración del ministerio, sino también la esencia misma del mensaje.
Este factor debe subrayarse por su capital importancia. Es lamentable la paradoja que se da en
algunos contextos evangélicos: se venera la Biblia, casi hasta las fronteras de la «bibliolatría»,
pero el conocimiento que se tiene de las Sagradas Escrituras es extremadamente pobre y
superficial. Esto genera el debilitamiento inevitable de los creyentes y de las iglesias. Esta
condición hace a la iglesia altamente vulnerable ante cualquier "viento de doctrina".
El mínimo de capacitación bíblica obliga a conocer y discernir los hechos históricos del Antiguo y
Nuevo Testamentos, a observar el progreso de la revelación divina a través de los siglos hasta
culminar en Jesucristo. Se debe tener el conocimiento básico de cada uno de los libros más
importantes del canon bíblico (autor, fondo histórico, propósito, idea central, etc.). El ministro
debe estar familiarizado con lo más básico de la poesía, la profecía y la ética bíblicas y tener una
clara comprensión de las doctrinas fundamentales (Dios, el hombre, el pecado, Jesucristo, la
salvación, la iglesia, etc.).
Partiendo de estos rudimentos, el ministro debe proseguir su estudio día tras día, año tras año,
incansablemente. Debe escudriñar sistemáticamente cada uno de los libros de la Biblia, y si es
posible, que la investigación sea exhaustiva. "Con el hábito de esfuerzo mental propio de los días
de estudiante", como decía J.H. Jowett.
En este quehacer conviene que se usen todos los recursos bibliográficos útiles y disponibles,
como buenos comentarios exegéticos, obras de introducción bíblica, tratados de teología,
etcétera. Los descubrimientos de otros, en muchos casos guiados por el Espíritu Santo, pueden
facilitar notablemente nuestro estudio. No tenemos por qué empeñarnos en redescubrir américas
espirituales. Los escritos de los Padres de la Iglesia, de los reformadores, de teólogos sanos, de
comentaristas y predicadores son una herencia de gran valor a nuestro alcance. Sería el colmo
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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del absurdo renunciar a ella movidos por un afán mal entendido de independencia intelectual. Sin
embargo, todo libro que no sea la Biblia debe leerse con actitud crítica. No todo lo que leemos en
una buena obra tiene que merecer nuestra adhesión. Y no todo lo que han escrito autores poco
evangélicos debe ser reprobado automáticamente por nosotros. Algunas de las ideas de estos
autores son verdaderamente formidables. El ministro debe proceder de la misma forma que lo
hicieron los creyentes de Berea, contemporáneos de Pablo (Hch 17.11), y estar en condiciones
de "examinarlo todo y retener lo bueno" (1 Ts 5.21).
Todo lo que hemos expuesto sobre la formación bíblica tiene por objeto resaltar la importancia del
estudio de las Escrituras. Pero esta formación es más que mera adquisición de conocimientos
intelectuales. Incluye indefectiblemente la asimilación espiritual de ese conocimiento y su
aplicación en la vida personal. La formación sólo es real cuando a un mayor conocimiento de
Dios corresponde una adoración más ferviente, un mayor amor, un mejor servicio; cuando a una
más clara comprensión de la persona y la obra de Cristo acompaña una más decidida entrega a
hacer la voluntad del Padre; cuando a la certidumbre de la resurrección de Jesucristo se añade el
gozo de la esperanza; cuando a la proclamación de su señorío se une nuestra sumisión sin
reservas; cuando el concepto correcto de la obra del Espíritu de Dios determina un modo santo
de vivir. Si falta esta correspondencia, el ministro se convierte en una figura grotesca, en una
especie de monstruo con cabeza descomunal y cuerpo insignificante.
Formación cultural
Una vez establecida la prioridad de la preparación espiritual de sólida base bíblica, también
conviene poner en relieve la gran utilidad de un buen bagaje cultural. Los textos de las Escrituras
usados por algunos para objetar la erudición humana (1 Co 1.19–1; 2.6, 8; Col 2.8; 1 Ti 6.20) no
rechazan el valor de la misma, sino su degradación en una actitud de antagonismo hacia Dios y
su verdad. No se debe olvidar que los más grandes líderes del pueblo de Dios poseyeron una
cultura amplia. Moisés fue "enseñado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7.22). Isaías da
evidencias de una intelectualidad refinada. Pablo, paralelamente a su instrucción teológica,
manifiesta una gran formación humanística, con conocimiento de la filosofía y la literatura de su
tiempo (Hch 17.28). Algo semejante podría decirse de muchos de los Padres de la Iglesia. Los
reformadores, incluyendo los promotores del movimiento reformista en España, fueron hombres
de gran talla intelectual y amplio saber. Podríamos añadir los nombres de Jorge Whitefield, Juan
Wesley, Jonatán Edwards y muchos más, en quienes la piedad y la erudición se combinaron
admirablemente para hacer de ellos excelentes instrumentos que Dios usó grandemente para su
gloria.
Sobre esta base debe ampliar sus conocimientos, dentro de sus posibilidades, en todas las
ramas del saber, especialmente humanidades, historia, literatura, filosofía, arte, sociología,
etcétera. La misma particular atención debe prestar a los acontecimientos y corrientes de
pensamiento —secular o religioso— contemporáneos. No es un desacierto el consejo de Karl
Barth de leer cada día la Biblia y el periódico. La primera nos permite conocer a Dios; el segundo
nos ayuda a conocer al mundo. Claro que el consejo presupone un buen sentido de
proporcionalidad y equilibrio. Dedicar cinco minutos a la lectura de las Escrituras y una o dos
horas a periódicos y revistas no es precisamente lo que se espera de un siervo de Dios.
Por las diversas fuentes de lectura que el ministro utilice será enriquecido en todas las disciplinas.
Al incrementar sus conocimientos, sus horizontes se extenderán, recibirá inspiración, aumentará
su vocabulario, así como su capacidad argumentativa y de expresión, perfeccionará su capacidad
de ordenar ideas. Y —bendición de bendiciones— crecerá en humildad al descubrir que tras cada
cosa aprendida quedan aún mil por aprender.
Una obra valiosa merece, después de una primera lectura rápida, una segunda lectura más
reposada, acompañada de la reflexión personal que permita digerir saludablemente lo leído.
Subrayar y hacer acotaciones en el transcurso de la lectura, ya sea en el libro mismo o en una
libreta destinada para tal efecto, es una práctica muy útil. Asimismo, conviene hacer un análisis,
una crítica y un resumen de cada obra leída, reteniendo en la memoria lo más importante. El
material que se considere provechoso se preservará mediante algún sistema de archivo.
Podríamos concluir con Quesnel: "No leer ni estudiar en absoluto es tentar a Dios; no hacer otra
cosa que estudiar es olvidar el ministerio; estudiar sólo para gloriarse en el conocimiento que uno
posee es vanidad vergonzosa; estudiar en busca de medios para adular a los pecadores es una
prevaricación deplorable; pero llenar la mente del conocimiento propio de santos mediante el
estudio y la oración y difundir ese conocimiento con sólidas instrucciones y exhortaciones
prácticas es ser un ministro prudente, celoso y activo." (C. Bridges, The christian ministry, pág.
50)
Formación humana
Hay mucho en la vida humana, tanto negativo como positivo, de lo que debemos ser testigos
presenciales para poder comprenderlo a fondo. Una cosa es leer acerca de la conciencia de
pecado, pero otra muy distinta es enfrentarse ante la experiencia de la lucha agónica, de
debilidad, de caída. No es lo mismo leer acerca de la tentación que oír a una persona referirse a
una experiencia, propia o ajena, con el sentimiento torturador de la culpa. Tampoco es lo mismo
leer el capítulo siete de la carta a los Romanos que ver a un creyente desgarrado por las fuerzas
opuestas que combaten en su interior.
Pero este gran "libro" que la existencia misma nos ofrece no es fácil de leer. Exige atención. Hay
quienes viven como si anduvieran con los ojos vendados, sin apenas percatarse de los tesoros
de experiencia humana que hay en su entorno. Tal clase de personas no llegan muy lejos en el
camino de la formación vivencial.
El general De Gaulle dejó otra buena ilustración. A partir de las nueve de la noche no recibía a
nadie.
Desde esa hora hasta que se acostaba, se quedaba a solas consigo mismo y con las cuestiones
de gobierno que demandaban su atención. Si un estadista sentía la necesidad de reflexionar
hasta tal punto, ¿cuánto más no debería sentirla un ministro de Jescucristo?
Escribo suponiendo que en el pasado ha quedado aquella posición que se oponía a la lectura de
todo material que no fuera la Biblia. En tiempos —ya lejanos— de nuestra infancia era posible
encontrar algunos escritos devocionales que insistían en que un verdadero cristiano sólo debía
leer la Palabra de Dios, y que todo lo demás "apartaba" al lector del mensaje divino. Por
supuesto, tal criterio tenía que ver con cierto antiintelectualismo entonces en boga, pero que,
solapadamente, todavía subsiste en muchos círculos evangélicos. ¿No ocurre, con frecuencia,
que muchos tienen sospechas sobre las personas que se han ganado un título académico, o
sobre aquellos que hacen notar que sus afirmaciones públicas —por ejemplo, en la predicación—
son fruto del estudio y del conocimiento de diversos autores? ¿No abundan, acaso, los que
machaconamente dicen que tal o cual cosa es lo que afirma la Biblia, desconociendo lo que
opinan los eruditos sobre el texto?
De todos modos, ese "puritanismo literario" ha pasado de moda, aunque no sus efectos. Son
pocos los ministros religiosos que se han detenido a pensar sobre cuál es el lugar que deben dar,
en su trabajo, a la palabra escrita, y eso entraña un grave peligro.
Pero eso es sólo una parte de la situación. Se calcula que en la actualidad se publican siete mil
millones de volúmenes (libros) por año, a los que habría que sumar los diarios, revistas,
panfletos, periódicos, etc. Un verdadero alud literario cae sobre las cabezas del mundo entero.
Hay razones lógicas para que la mayoría de lo producido no se trate de material con trasfondo
cristiano: no lo son sus productores. Tiene más acceso al mercado lo que no lo es. Es más fácil
escribir superficialmente… o los cristianos no comprenden su responsabilidad.
Lo notable es que, por el contrario, otras doctrinas sí lo están haciendo. Sectas como los Testigos
de Jehová, los mormones, los "hijos de Dios" y tantas otras comienzan dando algo para leer. Las
dictaduras llenan las librerías. Aún hoy circula el que fue el libro más vendido en su tiempo: Mi
lucha, de Adolfo Hitler. Moscú es, quizá, el centro productor más grande del mundo (al menos, en
más idiomas).
Finalmente, en este aspecto, enfrentamos el gran desafío de los otros métodos de comunicación.
Se ha exagerado mucho en cuanto a que el cine, la radio y la televisión desplazarían a la lectura.
Ha ocurrido todo lo contrario, pero, sin embargo, cierto es que han coadyuvado al auge de la
literatura barata, que no es más que una continuación de aquellos medios. Si bien comparten la
fuerza de un mensaje de penetración más directo, la presencia cristiana en ellos —por digna de
alabanza que sea— no es sustituto del valor de permanencia que tienen la palabra impresa,
comparado con la fugacidad (y por lo tanto, cierta superficialidad) de la palabra hablada.
Sería absurdo detenernos a decir a pastores y obreros cristianos que tienen que leer la Biblia.
Inclusive hasta sería ofensivo.
Supongamos que también sea innecesario decir que hay que leer sobre la Biblia. Lógicamente,
hablamos de los comentarios y demás libros de estudio, dejando de lado, por el momento, la
pregunta de por qué hoy se producen proporcionalmente menos o de menor nivel que hace
medio siglo. Agreguemos también los libros de doctrina, continuando con los de ética, inspiración
y reflexión.
En aquellos recordados años de nuestra infancia, leímos todo lo que había. Eso era posible, ya
que había realmente poco. Ahora, aunque parezca una contradicción con lo que hemos dicho
antes, también hay un aluvión de libros cristianos, en el sentido de que hay mucho más de lo que
podemos absorber. Quizá eso no sea tan grave, ya que mucho de lo que se publica no merece
demasiado nuestra atención. Hay que reaprender a leer. Quiero decir: a leer de prisa (o,
sencillamente, interrumpiendo en las primeras páginas) lo que es superfluo, y leer masticando y
reflexionando lo que merece que así sea. Los clásicos han perdurado, precisamente, porque se
leen así; sea como fuere que estén escritos, queremos volver a ellos una y otra vez.
Quizá debemos aprender a leer aquello que no sea de nuestra propia tradición. Las distintas
denominaciones presentan distintos énfasis doctrinales y eso puede ayudarnos a corregir y ubicar
nuestros puntos de vista. Como es casi inaccesible, tiene poco valor decir que debemos conocer
lo que aportan otras culturas, ya que casi todo lo que consumimos es anglosajón (y
predominantemente norteamericano). Eso no quiere decir, por supuesto, que sea malo, pero nos
agradaría ver en nuestro idioma más libros alemanes, franceses, rusos, escandinavos, orientales,
etc. Es posible que aparezcan cosas que nos sorprendan y hasta nos escandalicen, lo que será
una buena oportunidad para preguntarnos por qué.
Pero eso no basta. No se puede ministrar en el vacío. Aún leyendo los buenos libros de
actualidad, no estaremos al tanto de lo que ocurre "aquí y ahora", o sea en estos días en nuestra
sociedad; dicho de otra manera qué sucede en medio de la gente que nos escucha. Si nos
preguntan algo sobre el divorcio, en vez de reaccionar simplemente con un pasaje bíblico,
debemos comenzar por saber qué quiere decir esa persona cuando habla de divorcio y qué se
entiende por divorcio en nuestro país, lo cual por cierto es sólo un ejemplo. Ningún pastor debe
desconocer lo que publican los diarios.
Naturalmente, si creemos que la lectura es algo bueno para nosotros, debemos presuponer que
también lo es para los demás. Y si es algo bueno, debemos promoverlo, como promovemos no
sólo la lectura de la Biblia, sino también la asistencia a un congreso, la participación en una
entidad de bien público, la limpieza del templo y mil otras cosas.
Suele ser muy frecuente (o al menos, no muy raro) que alguien pregunte a su pastor qué leer, o
qué leer sobre tal cosa, o qué piensa de tal o cual libro. Por supuesto, eso lleva a la necesidad de
estar enterado para dar una respuesta sabia. Llega un límite en el que bastará saber, por
ejemplo, quién es el autor o la editorial, para estar orientado, aunque nada suple el conocimiento
directo. Pero no basta pensar que, porque yo soy de la denominación Z, los libros escritos o
publicados por lo que diga Z, han de ser buenos. Por ejemplo, pueden ser pobres o demasiado
eruditos. Sobre algunos temas, los hermanos de K o L, han producido algo mejor (aunque los de
nuestra editorial nos presionen). Tal vez el boletín o un pequeño lugar de venta sean caminos
para promover y divulgar esto.
Pero hay más. El libro ocupa en la formación cristiana, un lugar irremplazable. No es posible
tratar todo sobre el púlpito, especialmente los temas morales o de la vida cristiana en general.
Hasta diríamos que no debemos hablar allí de situaciones particulares, lo que sí deberíamos
enfrentar dando algo para que la persona en cuestión lea, y apoyar así nuestro consejo pastoral.
Por ejemplo, los consejos sobre la crianza de los hijos interesan a un mínimo de la congregación,
pero en una etapa de la vida todos necesitamos tener a mano algo para consultar. Ello exige un
gran cuidado, porque debemos estar seguros de que la posición del autor coincide con la propia
(o la mejora) y que no tiene elementos que distorsionen su aplicación.
Esto es más fácil de decir que de hacer, pero si creemos que es parte de nuestro ministerio,
debemos dedicarle tiempo, así como lo dedicamos al estudio y la investigación para preparar
nuestras clases bíblicas. Hay ciertos problemas, uno es el hecho de que, pese a la actual
abundancia, hay temas no cubiertos o lo están en forma deficiente. En ningún caso, un libro
contestará exactamente a tal situación… ni un sermón tampoco; confiemos en el Espíritu Santo.
Además, debemos enfrentar la pereza de quienes prefieren por más cómodo escuchar (o no
escuchar) un sermón a leer seriamente un libro.
Al mismo tiempo, tiene también sus ventajas como método de enseñanza. Lo escrito está escrito,
o sea que sus palabras son definidas y precisas, se puede leer y releer. No se las puede
entender mal con tanta facilidad como lo que se oye. Se las puede distorsionar sacándolas del
contexto, pero no se las puede citar mal. Se puede volver a ellas en muchas oportunidades y se
puede recurrir al mismo texto para varias personas. El que ha recibido bien de un libro o artículo
puede pasarlo a otro, mientras que el que lo ha recibido de un sermón apenas si puede
comentarlo con relativa exactitud.
Lo dicho nos muestra a lo menos cuatro campos en que el pastor puede hacer uso de la palabra impresa:
Si creemos que hay un ministerio de la palabra escrita, hemos de preguntarnos qué parte nos
corresponde en su producción. Siempre nos hemos ocupado de llamar a jóvenes para el
ministerio, así como de desarrollar los dones en cuanto a la predicación, la enseñanza, la obra
personal, el canto, etc. ¿Y qué de la escritura? El pastor debe estar con los ojos abiertos para
descubrir valores o intenciones, y para animarlos a que comiencen. Si estamos en condiciones,
leamos lo que producen y opinemos positivamente. Quizá podamos sugerir que lo hagan leer por
alguno más entendido, a fin de mejorar ese escrito y a desarrollar ese futuro "ministro de la
pluma".
Por otra parte, debemos proveer canales para que esas vocaciones se exterioricen. Uno muy
simple es la producción de boletines o revistas internas, que suelen alcanzar niveles de calidad
insospechados. En algunos casos, se puede pedir al autor (o a otro) que lea su producción como
parte del culto; quizá su pequeño poema no parezca de Lope de Vega, pero hablará a nuestra
gente más que si lo fuera. Por supuesto, si consideramos que hay un verdadero valor, debemos
ocuparnos de poner en contacto al escritor en potencia con alguna revista o editorial cristiana,
que son entidades de servicio y no empresas comerciales, como en el mundo secular.
Digamos que, por lo general, un buen predicador no es un buen escritor, porque los recursos a
utilizar son muy distintos. Pero también podemos decir que un buen predicador tiene ciertos
elementos que le permiten llegar a ser también un buen escritor. Se supone que tiene ideas
propias o sabe encontrarlas en otros. Se supone también que sabe ponerlas por orden y
comunicarles cierta vida y vigencia. Además está en contacto directo con la gente, con sus
problemas y ansias, mucho más que un profesor de teología, de quien sí esperamos que escriba
libros sobre su área (y aquí deberíamos preguntarnos por qué escriben tan poco nuestros
profesores). Por sobre todo, un predicador tiene una buena base bíblica y doctrinaria que
cimentará lo que escriba.
Cambiaría mucho el mundo cristiano si todos los obreros tuviesen el anhelo de Job: "¡Quién me
diese que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro, que con
cincel de hierro y con plomo fuesen esculpidas en piedra para siempre! Yo sé que mi Redentor
vive" (Job 19.23-25).
La crítica es vital para la iglesia. Tal vez sea uno de los elementos más imprescindibles.
Juzgar es lo que muestra la diferencia entre dos elementos. Nos ayuda a ver que no todo
lo que brilla es oro, contribuyendo a nuestro crecimiento y corrección.
Los apóstoles, al recibir la critica en Hechos 6, no la condenaron, sino que resolvieron la causa
que la provocó. La crítica nos protege, nos ayuda a alcanzar mejor los objetivos. Sin embargo, se
la condena en la mayoría de las congregaciones. ¿Por qué?
En realidad, nos cuesta aceptarla; incluso evadimos hasta la autocrítica. Nos molesta que alguien
nos diga que lo que hicimos o dijimos no honra al Señor, y, en ocasiones hasta nos ofendemos.
Sin embargo, si realmente amáramos al Señor -y no tan sólo a nosotros mismos- ¿no estaríamos
agradecidos por esa crítica que puede ayudar a mejorarnos? ¿No será que somos demasiado
orgullosos o inseguros? ¿O es que tenemos miedo que nuestros problemas o motivaciones sean
puestos en evidencia? ¿Acaso no somos todos pecadores, personas imperfectas, salvados por
gracia?
Nos ofendemos, sintiéndonos heridos, cuando alguien hace evidente nuestras imperfecciones.
Tenemos que aprender a aceptar la critica de otros, a ser evaluados o juzgados, así como
también debemos saber cómo y cuándo juzgar, cuándo evaluar o reprender al hermano.
Estando en Bolivia me acercaron la revista "Época", con un artículo intitulado: El elogio, el temor
y el silencio. Allí se trataba la critica en el ámbito de la cultura. Ese ámbito también sufre las
mismas dificultades y desafíos que tenemos en la iglesia -porque somos seres humanos-. Sin
embargo, como cristianos debemos superamos y crecer. Lamentablemente, muchas cosas no se
hacen por temor, cayendo en el silencio. Tendemos a caer en tres extremos: el elogio, el silencio
o el ataque.
"La crítica -comenta Mario Ríos- es juzgar una obra o un acontecimiento según una lógica
rigurosa. En este sentido, para hacer crítica, uno tiene que estar seguro de lo que dice, es decir,
uno tiene que ser especialista en la materia".
"La persona que está en condiciones de ejercitar esta actividad deberá hacerlo en condiciones
sólidas -dice 'Cucho' Vargas, conductor del programa 'Enfoques'-, porque no se puede denostar a
nadie gratuitamente. Pienso e insisto en que la crítica debe ser fundamentada y dirigida hacia una
construcción que permita evitar los errores que se están criticando, para que en el futuro sean
superados".
“Existe crítica en Bolivia"-comenta Carlos Mesa (Director del Canal 2 de Bolivia) -y en diferentes
ámbitos, pero está muy debilitada porque el artista es poco proclive a aceptarla. Cada vez que un
crítico se manifiesta contrario a un artista, este le quita el saludo y, entonces, el crítico no escribe
más porque tampoco se trata de que pierda a todas sus amistades.
Después que concluyó su primer periodo de servicio como pastor asistente, Gregorio
Elder enumeró algunos de los errores que cometió al principio. Él comparte diez en este
artículo y nos da ideas cómo evitarlos.
Todos los que estamos en el ministerio cometemos errores, pero los que recientemente inician
están más propensos a ellos. Todo comienzo es difícil y las elecciones que hacemos al iniciar un
pastorado pueden resultar en bendición o en traumas que perduran durante años.
Al concluir mi primer período de servicio como pastor asistente, habiendo estado bajo la dirección
de uno mayor que yo (y también más sabio), enumeré algunos de los errores que cometí al
principio. Estos son los que ahora procuro evitar:
1. Permitir que un reducido número de personas absorban gran cantidad de mi tiempo
Siempre entendí que una cita de una hora significaba dedicarle sesenta minutos de mi tiempo,
pero no todas las personas de la iglesia lo veían de ese modo.
Hay algunas personas con necesidades genuinas que quieren ser oídas por nosotros, y sin
buscarlo absorben nuestro tiempo. Son aquellos que vienen a consultar sobre un problema y
terminan relatando toda su vida y dando una buena cantidad de opiniones religiosas y políticas.
Cuando descubren que estamos dispuestos a escuchar tales divagaciones, se presentan
frecuentemente.
Sí. Ciertos problemas requieren determinado tiempo de análisis, y algunas personas necesitan
más de una hora. Pero la mayoría requiere una segunda entrevista o una mano firme que los
guíe hacia la puerta de salida cuando el tiempo se ha acabado. Para esto se necesita firmeza y
no es fácil hacerlo sin sentirse mal. Pero pregúntense si hablarían tanto ante un psicólogo o
abogado que les cobra por el tiempo que les proporciona.
2. Dejar que se formen relaciones de dependencia
Debido a los halagos que uno recibe es muy fácil llegar a pensar: "Yo soy el único que en verdad
puede ayudarlo —o convertirlo, o sanarlo o aconsejarlo, etcétera—." Las personas necesitadas a
menudo alientan esta actitud; quizá ellos mismos lo creen así. Y los que se inician en el ministerio
son muy vulnerables ante esto, ya que ansían ser útiles.
Sin embargo, esto también es vanidad, pues el ministerio es algo que pertenece a toda la iglesia.
Habrá unos pocos que tengan una relación singular con el pastor, pero la mayoría pueden recibir
ayuda de muchas otras personas competentes, que muestren amor y cuidado. Cuando
permitimos que algunas personas lleguen a considerar que nosotros somos los únicos que
pueden ayudarlos, los perjudicamos a ellos y a la iglesia.
3. Llegar a ser el pastor de la «oposición leal»
Toda la congregación tiene un porcentaje de personas que consideran que el pastor principal es
un terrible holgazán sin educación, que debe ser despedido. Y la verdad es que cualquier ministro
en todo el mundo tiene suficientes faltas como para proporcionarle a este grupo abundantes
municiones.
Uno de los juegos favoritos de estas personas es atraer al pastor asistente hacia su territorio. Al
alabar a ese pastor y expresar críticas legítimas del pastor principal, creen haber obtenido un
pastor propio. Aun cuando esto no amenace dividir la congregación es espiritualmente mortífero.
Si alguien realmente ha sido herido por un pastor en particular, deja la iglesia y se va a otra. Pero
los que eligen permanecer en la congregación donde se encuentran terriblemente descontentos,
¿Es legítimo que nos sintamos desamparados en medio de las crisis? ¿o que expresemos
nuestras luchas internas por el proceder de Dios? Nos sorprenderá descubrir que a
nuestro Dios no le alarma que tengamos esos sentimientos.
Sí, ¡desamparado! Jesús, en medio de la angustia, se sintió desamparado por el Padre. No cabía,
en ese momento de agónico sufrimiento, la realidad de un Dios presente y amoroso. Resulta fácil
para nosotros, informados por el relato bíblico, ver la cruz y la resurrección como manifestaciones
del amor de Dios. Sin embargo, ¿por qué no pudo Jesús disfrutar, en ese momento, del amor de
Dios? ¿No era él perfecto? ¿No tenía en claro el futuro?
Muchos siglos antes de la muerte de Jesús, le tocó a Job agonizar por la pérdida de su familia,
sus bienes y su salud. Experimentó el desamparo de su Dios, aun cuando el Señor lo había
declarado un hombre justo. ¿Dónde estaba el Dios de amor y poder?
Una de las verdades que claramente aprendemos de las Escrituras es que Dios permite (tal vez,
hasta ordena) experiencias de profundo sufrimiento en la vida de sus hijos y siervos. Muchas
veces esto es el resultado de nuestro propio pecado; otras, fruto del pecado de otros. No
debemos, tampoco, olvidar que gran parte del dolor y las tremendas injusticias que sufrimos son
causadas por el mismo Satanás. De estas, ninguna guerra espiritual nos librará hasta que, como
en el caso del mismo Job, Dios diga "basta".
El Señor no parece estar interesado en librarnos, de manera rápida y decisiva, de estas angustias
y dolores. El sufrimiento de Job se extendió por lo que pareció toda una eternidad. Otros han
gustado de la muerte mientras aún seguían esperando la liberación. En ocasiones como estas los
santos luchan para mantener viva su fe, especialmente cuando saben que Dios podría resolver
con gran facilidad su situación personal.
Karl Goerdeler, un pastor de origen alemán que fue ejecutado por los nazis, exclamó, poco antes
de morir:
"Con frecuencia me he preguntado, en noches de desvelo, si existe un Dios que comparte los
destinos personales de los hombres. Se me torna difícil seguir creyendo en esta verdad. Este
Dios ha permitido durante años la manifestación, entre los hombres, de ríos de sangre y
sufrimiento, montañas de desesperación y horror. Él ha permitido también que millones de
personas decentes sufran y mueran, sin siquiera levantar un dedo a favor de ellos. ¿Es esta la
manifestación de un juicio? Al igual que el salmista, estoy enojado con Dios porque no logro
comprenderlo… Y sin embargo, por medio de Cristo, sigo buscando al Dios de misericordia. No lo
he hallado aún. O Cristo, ¿dónde está la verdad? ¿Dónde se encuentra la consolación?"
Lo interesante es que Dios las incluyó en su santa Palabra, junto al relato de la angustia de otras
figuras como Job, Elías y el mismo Jesús. Pareciera que él desea mostrarnos que no le perturba
que nosotros, en tiempos de intensa angustia personal, nos sintamos desamparados y
abandonados. Tampoco tiene problemas con que expresemos estos sentimientos. Nuestras
luchas internas —que surgen de lo que nos parece incomprensible— no alarman a nuestro Dios.
El Señor entiende por qué nos sentimos de esta manera y lo considera válido.
Jesús echó mano del Salmo 22 para expresar su sensación de desamparo. Tal vez nosotros,
también, debemos expresar con confianza nuestra crisis de fe, sabiendo que Dios nos escucha y
entiende, aun cuando no responde. La Palabra da un marco de legitimidad a nuestra honesta
lucha de mantener intacta nuestra fe. Le honra al Señor que le traigamos nuestras preguntas,
aunque estas tengan tono de reproche. De alguna manera constituyen la afirmación de que él es
la única respuesta que tenemos.
Dios está en perfecta paz aun cuando yo no lo estoy. Se muestra comprensivo con mi lucha y no
se escandaliza por mi clamor. En lo que a mí respecta, me encantaría que él respondiera
rápidamente al clamor de sus santos. Me reconforta, sin embargo, saber que me acepta incluso,
cuando lucho con dudas acerca de su proceder. Él es Dios, y yo soy apenas un ser humano,
limitado, finito y desesperado. Cuando lleguemos a su presencia celestial, entenderemos.
Mientras tanto, seguiremos clamando.
¿Hasta qué punto deben sufrir un pastor y su familia «a causa del ministerio»? ¿Es
legítimo presionar al pastor por medio de su salario? ¿Cuándo puede y/o debe un pastor
abandonar a las ovejas sin sentirse fracasado? ¿Debe haber un contrato entre el pastor y
su iglesia, en el cual se describa el trabajo que se espera del pastor y la iglesia se
comprometa a aumentarle periódicamente el salario? ¿Es mejor no tener pastores de
tiempo completo, sino que cada uno debe trabajar y hacer lo que puede? Tras la
consideración de la situación de estrechés que sufrió un pastor, autor analiza la situación
ofreciendo respuesta a las preguntas arriba planteadas.
El niño que luchaba por su vida fue finalmente vencido. El segundo hijo del pastor estaba muerto
y la congregación fue acusada por la tragedia, aunque ninguno de los miembros aceptaría la
culpa ni consideraría que alguien tendría que sentirse mal por lo acontecido. Hubo algunas
expresiones de consuelo hacia los padres, pero la mayoría lo atribuía a la voluntad de Dios.
A los de afuera les encubrieron los detalles y verdaderos problemas, los de fondo; es más fácil
ocultar que explicar la falta de amor. Dentro de la congregación hubo muchas justificaciones y
excusas, frases sagradas tales como: "Dios sabe", "La condición actual es dura", "Dios debe
estar tratando de enseñarles cosas" y "¿No hay que dar gracias en todo?" Sin embargo, las
expresiones no cambiaron los hechos, el hijo del pastor estaba muerto. Esto pasó en una iglesia
evangélica. Ocurrió en nuestro continente. En una iglesia que era bien vista por los demás.
LOS DETALLES
Durante cuatro años, la iglesia había crecido mucho. Más de veinte familias nuevas habían
entrado en comunión. Necesitaban un ministro que se dedicara completamente al pastorado, que
dirigiera a la congregación y ayudara a "equipar a los santos para la obra del ministerio".
Encontraron un pastor, Mario, quien era un buen maestro de la Palabra y tenía un corazón
misionero. Le ofrecieron un buen salario. Después de varios meses de oración, Mario y su
esposa, Claudia, aceptaron el llamado.
En los años que siguieron se libraron muchas luchas, y la muerte de Felipe, el segundo hijo de
Mario y Claudia fue sólo una consecuencia de ellas.
La primera batalla comenzó contra y sobre Claudia. Ella no acompañaba a Mario en las visitas de
todos los días a las diferentes familias de la congregación. Las mujeres se quejaban diciendo que
la esposa del pastor anterior las visitaba siempre, pero que esta «era perezosa y vaga». Al ser
criticada, Claudia se resentía y trataba de explicarles que no podía salir mucho en invierno,
porque tenía hijos pequeños, sobre todo por el bebé, el cual tenía menos de un año.
Cuando no aceptó ser presidente de la sociedad femenil, porque consideraba que algunas de
ellas podrían hacer un mejor trabajo (y porque era más joven que la mayoría de las integrantes),
se acrecentó la crítica. La gente se preguntaba: "¿Acaso no es responsabilidad de la esposa del
pastor el hacer estas cosas?" "¿Qué clase de ejemplo es?" "Ella sólo quiere vivir una vida fácil, le
falta espiritualidad". Según doña María, "ella era mundana, materialista y sobreprotectora de sus
niños" y sentía que era su ministerio perseverar en la corrección de la esposa del pastor.
Por su parte, Mario invertía la mayoría de las mañanas estudiando y preparando sus mensajes y
los cursos para discipular y desarrollar otros ministerios de la iglesia. Concentraba su tiempo en
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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las personas dispuestas a aprender y trabajar y así comenzó dos obras nuevas en pueblos
cercanos donde no había testimonio. Sin embargo algunos pensaron: "¿No le estamos pagando
al pastor para hacer la visitación, la evangelización y la enseñanza? ¿Para qué le pagamos?
¿Cómo es esto de que quiere que lo hagamos nosotros?" Y como no visitaba pastoralmente a las
familias que andaban bien cada semana —o semana por medio, como lo hacía el pastor anterior
— sino que se dedicaba al discipulado, a los apartados y a los perdidos, decían: "Nosotros
también necesitamos un tiempo a solas con el pastor". Algunos reclamaban: Dice que a la
mañana estudia, y siempre está queriendo hacer que otros trabajen; debe ser que él también es
perezoso y sólo se está aprovechando de nosotros para vivir una vida fácil.
El hijo del pastor no murió a causa de un ataque directo. Los ataques fueron dirigidos hacia su
padre y su madre. Él era una de las víctimas inocentes, como ocurre en toda guerra donde sufren
muchos la tragedia de pecados ajenos. A medida que pasaron los meses, Mario y Claudia no
recibieron un aumento de sueldo. Al principio el sueldo era suficiente y bueno, pero por los
conflictos y ciertas voces en la congregación se quedó fijo, nunca fue actualizado.
La inflación fue destruyendo su bienestar mes tras mes. Abandonaron la obra social por no poder
pagar las cuotas y empezaron a comprar comidas cada vez más baratas, aunque ellos estaban
cada vez más gordos. Esto último se debía a que comían pan y fideos para satisfacerse, porque
no podían comprar otra cosa. Ellos se preguntaban que debían hacer. ¿Abandonar a las ovejas y
trabajar afuera? ¿Cómo poder ayudar a la gente a comprender su situación? Oraban, pero no
recibían respuesta concreta. En momentos críticos, les llegaba alguna ofrenda que les mandaban
amigos de su iglesia anterior.
Esta historia es verídica. Los datos han sido cambiados para proteger la identificación de los
inocentes.
ENFRENTANDO EL PROBLEMA
Hay muchas preguntas difíciles que surgen de esta situación. ¿Hasta qué punto deben sufrir un
pastor y su familia "a causa del ministerio"? ¿Es legítimo presionar al pastor por medio de su
salario? ¿Cuándo puede y/o debe un pastor abandonar a las ovejas sin sentirse fracasado?
¿Debe haber un contrato entre el pastor y su iglesia, en el cual se describa el trabajo que se
espera del pastor y la iglesia se comprometa a aumentarle periódicamente el salario? ¿Es mejor
no tener pastores de tiempo completo, sino que cada uno debe trabajar y hacer lo que puede?
La historia es más importante que las preguntas. Las respuestas teóricas que podemos dar
estando fuera de la situación no resuelven el conflicto. Hubo personas reales que sufrieron
porque se dejó de lado el amor práctico y humano. Alguien puede decir: "Está exagerando", sin
embargo no lo creo.
Yo he visto, en mis viajes, a muchos siervos del Señor, hombres de valor, sufriendo a causa de la
irresponsabilidad de las iglesias locales. Hombres y mujeres dispuestos a sufrir por amor al Reino
de los Cielos, sufriendo sin embargo por causa de la insensibilidad de los hermanos
innecesariamente.
Conozco misioneros enviados por algunas iglesias a comenzar una nueva iglesia en otra parte de
la nación que apenas tienen para vestir a sus niños; sin embargo, fueron enviados por iglesias
que tenían recursos.
He compartido un sólo plato de arroz con huevo entre el pastor, su familia de cinco y yo. Estas
son realidades de cientos de pastores, ancianos, misioneros y obreros del Señor en toda
Latinoamérica.
Los diferentes casos requieren diferentes soluciones. Debemos recordar que hay situaciones
donde es necesario sufrir necesidad por amor al Reino. Aun Pablo tuvo períodos en que pasó
hambre. Cuando una obra está comenzando o una región está pasando un tiempo de problemas,
como sequía, inundación, etcétera, es lógico que el obrero padezca junto al pueblo.
Lo serio, lo pecaminoso son los casos donde no es necesario y sin embargo ocurre.
En algunos casos, la solución requiere la ayuda de otro anciano o pastor, ya que es muy difícil
para la misma persona decirle a su congregación lo que es necesario. En cierta ocasión encontré
un buen pastor que estaba sufriendo mucho con su familia. Estaban desanimados. Decidí hablar
con otro pastor de la misma denominación. Le sugerí que, por amor a su pastor colega, hablara
con los diáconos y los enfrentara con la realidad, con sus responsabilidades y con la Palabra de
Dios y lo hizo. Gracias a Dios, ellos reconocieron sus faltas y duplicaron el salario. Otro caso,
donde la razón era la construcción del templo nuevo, cuando se enteró un pastor vecino, habló
con los diáconos y, gracias a Dios, también aumentaron significativamente el salario del pastor.
Reconocieron que el cuidado pastoral es más importante que un edificio nuevo.
Sin duda, es sabio y eficaz que pastores y líderes respetados ayuden a las iglesias a entender la
importancia y urgencia de mantener a sus obreros correctamente. De acuerdo al Nuevo
Testamento cuando los sacerdotes y levitas no recibían su sostén, tenían que volver a sus
hogares dando como resultado el incumplimiento de sus ministerios. Sin esos ministerios la
espiritualidad del pueblo de Israel se degeneró grandemente.
Las denominaciones pueden establecer pautas prácticas y modelos. Sin embargo, deben evitar la
tendencia de establecer un salario mínimo porque suele terminar siendo un "salario de hambre".
Hay necesidad de enseñar la importancia del concepto bíblico de un salario digno o aun de
"doble honor" para los que realmente trabajan o predican (1 Ti 5.17, 18).
De esos versículos surge también el segundo concepto importante, porque hay veces que el
culpable es el mismo anciano o pastor. Eran las 11 de la mañana y allí estaba sentado,
desarreglado, sin afeitar, leyendo el diario. Posiblemente debió estar levantado hasta muy tarde
la noche anterior por alguna buena razón, sin embargo, me dio la impresión que así era su estilo
de vida por el desorden que le rodeaba. Y lo que yo vi, pudo haberlo visto cualquiera de su
iglesia. En tales casos, los pastores o ancianos que no trabajan con verdadero afán, predicando o
enseñando (1 Ti 5.17), no deben recibir un salario que se aprecie como digno. Algunos no deben
La diligencia de uno, su esfuerzo, debe ser evidente a todos como también servir de modelo a
otros. Es fácil en el ministerio usar mal el tiempo, ya que no tenemos un patrón terrenal que nos
esté mirando. Al comprender que el Dios que nos llamó es un patrón bueno pero que requiere el
esfuerzo y diligencia, debemos trabajar con todo nuestro ser.
Cierto pastor de una iglesia de más de 2.500 miembros comentó que su comprensión del
ministerio era el siguiente: Él debía hacer lo mismo que pide a sus laicos. Si ellos trabajaban 44
horas por semana en un trabajo secular y después deben dedicar tiempo al servicio del Señor, él
también debe trabajar 44 horas, más la cantidad de horas que él piensa que es la responsabilidad
de ellos. De esta manera podría dar un buen ejemplo. Comentó que muchos pastores piensan
que cuando han trabajado sus 44 horas han hecho ya lo debido.
Si vamos a esperar un salario digno, nuestro trabajo deberá ser digno y esforzado.
3. En la iglesia, el uso de los recursos debe ser determinado por prioridades correctas.
Hay iglesias que están equivocadas en sus prioridades. Invierten la mayor parte de su dinero en
nuevos edificios y otros bienes materiales en vez de hacerlo en vidas humanas. Una encuesta
realizada entre iglesias evangélicas latinas, demostró que 80% del dinero de las ofrendas era
usado para edificios y bienes materiales, y que sólo 20% se destinaba al ministerio directo. La
mayoría se ocupa de la construcción del edificio en primer lugar y después en la obra del
ministerio. Como consecuencia, ocurre que sus edificios están ocupados hasta la mitad. Cuando
las prioridades son correctas y se pone al ministerio y a las personas en primer lugar, el resultado
es una iglesia que crece constantemente. Pastoralmente debemos guiar a las congregaciones a
prioridades correctas.
Cierto pastor anciano me contó que en su iglesia había enseñado y peleado para que siempre
50% o más del total del dinero que entraba fuera invertido en ministerios y misiones. A muchos
no les había gustado, pero el resultado es que la iglesia creció mucho y sostiene a varios
misioneros. El pastor tiene la gran responsabilidad de enseñar correctas prioridades.
En muchas ocasiones he escuchado a líderes nacionales criticando a los misioneros porque "no
enseñaron a dar", pero lamentablemente ellos tampoco lo hacen. En el fondo hay dos verdades:
Pablo hizo carpas cuando fue necesario, y no era porque faltó fe ni la bendición de Dios sobre su
vida. Se dedicó completamente al ministerio cuando pudo y siguió igual cuando hizo carpas. La
aplicación incorrecta del versículo de Lucas 9.62 que dice: "Ninguno que poniendo su mano en el
arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" ha afligido indebidamente a muchos. Pablo
no miró atrás cuando trabajó haciendo carpas. El trabajo con sus manos hizo posible que él
siguiera ministrando. Trabajar secularmente puede ser el medio más eficaz en ciertas situaciones
para ministrar.
En muchas ocasiones es recomendable que trabajen fuera del ministerio para poder cubrir las
necesidades de sus familias, lo que es necesario para no traer descrédito sobre la obra. Si una
iglesia no es suficientemente grande para sostener al pastor con una dedicación de tiempo
completo, es posible que tampoco haya el trabajo pastoral que lo requiera. Como una iglesia muy
grande puede necesitar varios pastores de tiempo completo, una iglesia chica puede no necesitar
de un pastor de tiempo completo. En diversos lugares hay un pastor para varias iglesias chicas
en pueblos cercanos, porque ninguna de ellas justifica el tiempo exclusivo de un hombre ni puede
sostenerlo completamente.
Las personas son expertas en olvidar, especialmente lo que no les conviene. Entre cristianos,
muchos rechazan acuerdos escritos porque creen que no es necesario y están en contra del
"Espíritu". He encontrado en mi propia vida la importancia de escribir conclusiones y acuerdos
aunque mi carne lo resista. He tenido muchos problemas que hubiera evitado si en el momento
de hablar hubiéra puesto por escrito las conclusiones. Pasando el tiempo, las ideas,
determinaciones y comentarios que completan la idea terminan siendo olvidados, hasta que uno
mira el papel y tiene que decir: "Así era la cosa".
Es sabio que una iglesia, cuando llama a un pastor, haga por escrito una descripción de las
responsabilidades del pastor hacia la congregación y de la congregación hacia el pastor. Cuántos
problemas se hubieran evitado en la historia de la cristiandad si esto se hubiera hecho.
Esta descripción debe incluir lo que realmente espera la congregación del pastor (objetivos,
filosofía del ministerio, forma de trabajar, etcétera) como también, qué compromiso tomará la
congregación con el pastor (salario, aumentos por inflación, obra social, jubilación, vacaciones,
etcétera). Todo lo que no ha sido aclarado de antemano dejará lugar para problemas en el futuro.
Por otra parte, la iglesia tendrá gente nueva más adelante que no participó del arreglo inicial.
Ellos necesitan ser informados de cómo era lo hablado. Todo puede ser modificado y adaptado a
las nuevas necesidades, pero debemos hacerlo de común acuerdo y teniendo en cuenta la
palabra empeñada. Para ello, nada mejor que dejar por escrito lo que se habla.
Todos nosotros tenemos momentos en que deseamos largar todo y volver atrás; es común y
parte del ser humano. Pero no por eso debemos hacerlo. En algunas ocasiones me he sentido
desanimado y he considerado la posibilidad de retirarme. Sin embargo Dios me ha llamado y
debo seguir. La historia muestra que la continuidad en un pastorado es muy importante para el
crecimiento de una iglesia; algunos han observado que el pastor típico necesita estar en un lugar
por más de 3 años para empezar a ver frutos significativos de su trabajo y es en esos primeros
años donde hay más desaliento.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Sin embargo hay ocasiones en que es necesario dejar una iglesia. Una de ellas es cuando por
razones de supervivencia de la familia es necesario ir a otro lugar. Es muy difícil que el pastor
consienta en hacerlo, pero muchos han encontrado así nueva bendición en su vida y ministerio.
Nunca debe ser una decisión rápida ni demorada.
Gustavo y su esposa ministraban en una ciudad chica. Dios los usó como instrumento en la
salvación de muchos. La pobreza era grande y los hermanos daban poco. Gustavo, con su amor
para con la gente, muchas veces terminaba dando de su comida a familias en peor situación que
la de él.
Pasaron los años y la salud de la esposa y uno de sus hijos se fue deteriorando, terminando en
problemas serios. Gustavo se sentía mal por "abandonar" sus ovejas, sin embargo vio cómo su
esposa estaba cada vez más enferma y negativa. Ella sólo pedía que tuvieran lo que consideraba
lo mínimo. La tensión crecía entre ellos al punto que amenazó abandonarlo si él no proveía
razonablemente para las necesidades del hogar.
Un pastor le aconsejó la conveniencia de buscar otro lugar de servicio. Lo hizo, y Dios le abrió
una puerta en otra ciudad, y de una manera especial está usando a los dos allí. Su ministerio ha
crecido y, a la vez, Dios está bendiciendo a la iglesia que dejó. El Señor es el Gran Pastor.
El ministerio de la oración y los caminos de Dios son reservados sólo para él. Él nos ha invitado a
orar y presentar todas nuestras necesidades en oración con gratitud. ¿Por qué contesta en
algunas ocasiones y en otras no? Es un misterio para nuestra comprensión y no encontramos
respuesta completa.
Todos hemos tenido las experiencias preciosas de estar sin un peso y, en una forma milagrosa,
tener la respuesta de Dios al proveernos lo justo. En otras ocasiones hemos orado y orado, sin
alivio alguno. Me viene la pregunta de Jesús a la mente: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿hallará fe en la tierra?" ¿Tengo yo respuestas a esto? No completas, pero he aprendido a
confiar y seguir orando. ¿Cuántas veces hemos visto provisiones milagrosas? Innumerables
veces y seguimos necesitándolas para sobrevivir. Cuando no han venido, hemos buscado la
sabiduría del Señor para saber cómo él desea que resolvamos nuestras necesidades. ¡Algunos
de los adelantos más grandes de nuestro trabajo han brotado de la búsqueda de soluciones a los
problemas financieros! En vez de hundirnos, han sido instrumentos de Dios para el adelanto de
Su obra.
En otras palabras, la contestación a la oración ha sido real, pero diferente a lo que nosotros
buscábamos. Parte de la fe es saber que Dios da soluciones apropiadas a los problemas reales
que pueden ser muy diferentes a las nuestras. Estas brotan de nuestra comprensión y visión
limitada, las suyas de Su sabiduría y comprensión.
¡ADELANTE!
Parte de nuestro trabajo como líderes cristianos es buscar, por los medios que Dios ha aprobado,
la forma para que su obra sea cumplida. En ocasiones por las ofrendas de mi iglesia; en otras,
por la provisión milagrosa o por el ministerio de dar de una iglesia o hermano. También puede ser
que Dios nos esté cortando un ministerio queriendo llevarnos a algo diferente. En toda ocasión
nuestra responsabilidad es confiar, ser sensibles a él y obedecer.
Hace poco tuve el privilegio de escuchar a uno de los grandes pioneros de la obra evangélica del
Ecuador. Pensé cuánto más fácil es nuestra obra hoy por el trabajo de estos hombres. Ellos
pagaron un precio muy grande de sufrimiento, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor. Ellos sí van
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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a tener una corona grande por sus años de renunciación a causa del Reino. No debemos
retroceder en la batalla de adelantar el Reino de los Cielos.
Estoy sentado en la sala de nuestra casa, junto a mi esposa. Frente a nosotros se encuentra un
colega pastor, molesto por la situación en la que se encuentra y me pregunta, con indignación:
Es la pregunta que yo mismo me había hecho vez tras vez en los días posteriores a la confesión
de mi fracaso moral: "¿cómo pude haber hecho esto?". Jamás, en mis muchos años de pastor,
hubiera imaginado que yo tendría que contestar esta pregunta. Mi conducta era indigna de un
cristiano y mucho más, de un pastor.
Tengo que admitir que en ese momento no podía contestar la pregunta de mi colega. Más bien
me sentía ofendido por el tono de indignación y juicio que revelaba su pregunta. Lo que más me
dolía no era el pecado en sí, sino la humillación que estaba viviendo al verme expuesto ante la
condena de los demás. En cada mirada me parecía ver el repudio a mi persona, la censura sin
piedad de quienes ahora me daban la espalda.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Por supuesto que yo sabía que el fracaso moral también ocurre en la vida de los pastores. En
más de una ocasión yo había formado parte de un comité de disciplina y había sentenciado con
severidad a algún colega que había manchado la imagen inmaculada que nosotros los pastores
preferimos creer que es nuestro distintivo. Yo también había buscado separarme rápidamente de
aquella persona que había traicionado, por inmoralidad, su voto ministerial. Ahora, sin embargo,
yo era el culpable, el blanco del juicio implacable de otros. Frente a la condena abierta o
silenciosa de mis colegas, me sentía sofocado por una avalancha de emociones nunca antes
experimentadas. En ese momento tampoco podía imaginar todo lo que me esperaba en los
meses y años que vendrían. El precio de reconstruir mi vida me llevaría a una intensa lucha, la
cual vino acompañada de la más aguda y profunda angustia personal.
Ahora, tres años después de esa agónica experiencia, me siento una persona nueva y muy
distinta. Sé que nunca podré recuperar lo perdido. Por la gracia de Dios, sin embargo, he vuelto a
ejercer tareas pastorales y diversos ministerios. Hoy, escribo estas palabras como un testimonio
de la vasta e incomprensible gracia de Dios y con el afán de describir lo que he aprendido acerca
de los pasos necesarios para una restauración completa de mi vida y ministerio. No es un
proceso fácil. Tampoco va a ser igual para todos. Lo que sí puedo afirmar es que si se desea
producir restauración, este proceso es absolutamente necesario.
¿Pecado inesperado?
Estas experiencias sexuales tienen un profundo efecto sobre nosotros por dos razones: en primer
lugar no las podemos olvidar; en segundo lugar, establecen fortalezas mentales que condicionan
nuestras conductas. En la vida nos olvidamos de muchas cosas, pero no de las agresiones
sexuales porque cada una de ellas invade nuestra intimidad, ese halo misterioso que marca
nuestra individualidad. Aun cuando no lo reconozcamos, esas memorias condicionan nuestro
autoconcepto. Cuando uso el término "fortaleza mental" me estoy refiriendo al hecho de que las
experiencias sexuales establecen en la mente una forma de pensar en cuanto al sexo. Entre
otros efectos, queda el temor de que no podamos dejar de cometer el mismo pecado. Es decir,
como me dijo un hermano, "temo que voy a repetir mi conducta con otra mujer". Esta duda
representa una predisposición hacia cierta conducta sexual. Tampoco podemos negar que el
diablo, quien conoce nuestras debilidades, utiliza esto para derribarnos.
Solamente podemos librarnos del poder de estas experiencias del pasado cuando asumimos
responsabilidad por ellas. Esto incluye el dejar de culpar a otros y buscar un consejero
experimentado que nos ayude a entender su importancia y efecto. A lo largo de toda una vida yo
había enterrado estas experiencias, sabiendo que en la iglesia nunca encontraría un espacio
seguro para hablar de ellas. Temía siempre la reacción y el repudio que causaría si confesaba
que necesitaba ayuda en esta área de mi vida. ¡Y mucho más por ser yo un pastor! El silencio
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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sobre el tema del sexo, que es tan común en la iglesia evangélica, finalmente sirvió para
destruirme.
La confesión de pecados
Hemos perdido el hábito de la confesión pública en los cultos. En algunas iglesias, de larga
tradición, todavía existe una liturgia que incluye un acto de confesión como parte del culto. En la
gran mayoría de las iglesias evangélicas de América Latina, sin embargo, no practicamos la
confesión los unos a los otros. En el mejor de los casos, el pastor, o algún hermano, pronuncia
una ligera frase en su oración como, por ejemplo: "perdónanos todos nuestros pecados".
Entonces, al no practicar la confesión en público, damos la impresión de que no es importante y
en todo caso, argumentamos que la confesión se hace a Dios únicamente (una reacción contra el
confesionario católico romano).
En términos generales, identifico dos formas de manejar el tema cuando se trata de la confesión
de pecados sexuales. Una de estas es la confesión privada, hecha al pastor. En esas ocasiones,
a veces ocurre que quien reconoce una falta moral demanda confidencialidad del pastor antes de
entrar en los detalles. Quizás el pastor le promete a esta persona que nadie más ha de saber lo
que ha sido confesado en la privacidad de la oficina pastoral. Hay algunos pastores que han
aconsejado al individuo no declarar a su cónyuge lo ocurrido, supuestamente para "protegerlo".
Este tipo de confesión y consejo tiene el efecto de aliviar la culpa de quien ha sido infiel. No
obstante, le resta importancia a lo que ha hecho, pues lo libra de la obligación de ser honesto y
consecuente con su conducta.
Es posible también que el pastor le diga: "Está bien, hermano. Dios ha escuchado su confesión.
Él conoce nuestras debilidades y ya lo ha perdonado en Cristo. Sepa que esto queda entre
nosotros. Vaya en paz y no vuelva a cometer este pecado."
El hermano se retira, creyendo que mágicamente el asunto está resuelto y que no volverá a
repetirse. Sin embargo, aun cuando el pecado queda como algo secreto, varias personas han
sido profundamente afectadas por él: el cónyuge (aunque desconozca la verdad), la persona con
quien se cometió la infidelidad (quien carga con su propia culpa) y, a veces, otras personas en la
congregación conocedoras de la situación (incluido el pastor que lo encubre). En ese caso, no se
ha ayudado al individuo a reconocer el daño que ha cometido y, mucho menos, a buscar la
reparación por la ofensa. Tampoco él se ha apropiado de la gracia divina que redime y cambia las
conductas. Todo ha pasado al plano de lo secreto, donde se vive la vida cristiana sin
transparencia y honestidad.
Este paso de confesión es increíblemente difícil. Varios meses después, un pastor que llegó a
saber de mi situación me dijo:
No sé si logré disimular mi asombro. Por dentro, sin embargo, me preguntaba: "¿qué estará
escondiendo él?". Si uno mide la posibilidad de la confesión por las consecuencias que producirá,
jamás practicaría la confesión, pues el pecado siempre produce pérdidas, especialmente cuando
de adulterio se trata. En un instante queda destruida la confianza entre los cónyuges, la otra
persona se siente traicionada, e incluso violada. Surgen dudas acerca de la continuidad de la
pareja y cuestionamientos sobre cuáles han sido las bases que unen a las dos personas. Yo
nunca había pensado en todo lo que podría cambiar en mi pareja como consecuencia de mi
pecado.
A pesar de todo esto, no encuentro otra alternativa que la confesión. Si he de ser consecuente
con mi fe en Dios, no me queda otro camino. De esta manera he aprendido que la confesión
pública me impone la necesidad de una humillación absoluta, una actitud que siempre debería
haber estado presente en mi relación con Dios.
Pero la confesión también abre las puertas para la misericordia, pues no puedo ser perdonado si
nadie conoce cuál ha sido mi pecado. Al admitir la verdad, escogí ponerle fin a la especulación
que siempre acompaña estas situaciones. Todos podían entender la razón de mi repentina
retirada del ministerio (por dos años la denominación me prohibió ejercer toda actividad
ministerial). En el momento más amargo de mi vida pude recibir de mis hermanos el abrazo, las
lágrimas y la promesa de apoyo en oración. Además, al confesar la verdad, me hice responsable
de mi conducta y la resolución de todas las consecuencias posteriores.
Muchas veces tomamos por sentado que la confesión representa una actitud de arrepentimiento.
Esto no necesariamente es así. La confesión puede ser producto de la obligación, porque ya no
queda otra salida y cuando la evidencia condena, queda la opción de negarla o admitirla. Para el
cristiano que busca integridad de vida solo le resta la confesión.
El arrepentimiento, sin embargo, es el paso necesario que sigue a la confesión porque expresa
pena por el pecado cometido y el deseo de no reincidir. Los cambios de conducta solo son
posibles cuando hay verdadero arrepentimiento y si no lo hay, caemos en la trampa de querer
justificar nuestra conducta.
¿De qué manera hacemos esto? Culpando a otros. La confesión de una conducta sexual ilícita es
tan desgarrante, que uno trata de echarle la culpa a cualquiera. Puede ser al cónyuge, a los
padres, a las experiencias del pasado, o cualquier otro elemento que venga a la mano ("es tu
culpa"; "no me satisfaces sexualmente"; "ella/él me sedujo»; «en mi niñez sufrí…", etc.). Existe en
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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nosotros una desesperación por aliviar los sentimientos de culpa y ¿qué mejor forma que echar la
responsabilidad sobre la vida de los demás? Yo me convierto en víctima y, en el proceso, eludo la
responsabilidad por mi conducta.
El arrepentimiento, en cambio, es una actitud espiritual que expresa profundo pesar por el pecado
cometido. Es una actitud de quebrantamiento, en la cual reconozco la impotencia de controlar mis
acciones y acudo a Dios, en humildad, para que él cambie mi vida y conducta. Esto es posible
únicamente por la obra del Espíritu Santo. Pablo claramente afirma, en 2 Timoteo 2.25, que es
Dios quien concede el arrepentimiento y que este conduce a la verdad.
Desde que he vivido esta experiencia, he debido examinar continuamente mi vida para ver si esta
es la actitud que tengo ante Dios. La reacción inicial a mi fracaso fue querer dejar todo esto atrás,
no pensar más en ello y creer que podía encontrar soluciones fáciles para recuperar lo perdido.
Llegué a entender que todos esos atajos eran formas de eludir la ansiedad y el disgusto que
debía sentir por mi acción. El arrepentimiento necesario, en cambio, me lleva a postrarme
continuamente ante Dios en verdadero quebrantamiento. La actitud que debemos cultivar es la
expresada por David en el Salmo 86: «Atiéndeme, Señor, respóndeme, pues pobre soy y estoy
necesitado. Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todo los que te invocan.
Eres Dios clemente y compasivo, lento para la ira, y grande en amor y verdad. Vuélvete hacia mí,
y tenme compasión … ¡salva a tu hijo fiel!» (vv. 1, 5 y 15 NVI).
Hoy puedo decir que soy una persona diferente. Pero lo digo en quietud, casi como un susurro.
No "saco pecho", como para decir «miren lo que Dios ha hecho en mí». Siento que todas mis
palabras y acciones deben ser revestidas de una profunda insuficiencia e inseguridad, una actitud
que debería haber caracterizado todo mi ministerio. Hasta siento vergüenza por toda la auto-
confianza que quise proyectar en los años pasados, creyéndome suficiente para cumplir con
todas las demandas del pastorado. También me da profunda tristeza haber tenido que pasar por
esta experiencia, con todas sus pérdidas, para permitir, recién ahora, que Dios obrara ciertos
cambios en mi vida. Pero al mismo tiempo, no cambiaría el haber pasado por esta «escuela de
lágrimas». Me sorprende lo mucho que me falta aún para ser formado a la imagen del Hijo de
Dios. Por eso pido al Padre que no deje de humillarme, porque sólo así puedo aprender. ¿Ha
terminado en mí el proceso de restauración? De ninguna manera.
El autor ha sido pastor y misionero de la Alianza Cristiana y Misionera por cuarenta años, y ha
servido a Dios mayormente en la Argentina. Actualmente reside con su esposa, Betty, en Miami,
Florida, donde ambos siguen en ministerios relacionados con la educación cristiana en América
Latina y en iglesias hispanas en los Estados Unidos. En un segundo artículo él examinará las
actitudes que se ven en la iglesia sobre el pecado sexual y pasos que pueden darse para
restaurar a hermanos caídos.
Siempre ha existido el debate acerca de que si es apropiado que un pastor o anciano que
haya cometido adulterio sea restaurado en su puesto. Para los pastores teólogos Kent
Hughes y John Armstrong es muy importante hacer una diferencia entre la restauración al
cuerpo de Cristo y la restauración al liderazgo pastoral.
Ocurrió hace años, durante una de mis primeras predicaciones. En un pasaje del sermón
señalé algo que estaba a mi derecha y todos los ojos se fijaron en aquel objeto. ¡Qué
fantástico!, pensé. Puedo hacer eso con todas estas personas. Ese momento marcó el
principio de mi conocimiento acerca de las peculiares tentaciones a las que se enfrenta el
predicador.
EL ARTISTA
La primera y más grande de estas tentaciones es la que experimenté aquel día: la de ser un
artista en el púlpito. Cualquiera que tenga el atrevimiento de colocarse en frente de un grupo de
personas y tomar 25 minutos de su tiempo para efectuar un monólogo, tiene que tener algo de
artista. Si usted odia ese tipo de actividad, es bastante probable que no llegue a ser muy efectivo
como predicador.
Pero justamente es allí donde se encuentra la traba. Para comunicar bien, uno debe exponerse
constantemente a una de las tentaciones más letales del hombre de Dios: el actuar de tal manera
que uno se gane la apreciación y los aplausos de los oyentes. No hay ningún problema en esta
actitud cuando el oyente, en los ojos del predicador, es Dios. Pero, desafortunadamente, Dios
generalmente resulta difícil de ver. Lo que sí vemos es ese grupo de personas sentados en los
bancos de la iglesia. Ellos resultan muy visibles y, a menudo, buscamos su aprobación.
En cierta ocasión, John Bunyan predicó un sermón bastante fuerte. La primera persona que se
acercó a él después de la reunión se lo hizo saber. Respondió: "Ya lo sabía. El Diablo me lo dió a
entender cuando me alejé del púlpito." He perdido cuenta de las veces que me paré a la puerta
del templo luego de haber predicado, hambriento por recibir alabanzas de mi congregación.
Había trabajado arduamente durante la semana para estar bien preparado. Había puesto en la
predicación toda la fuerza y concentración que podía reunir. En muchas maneras, había traído al
púlpito toda la intensidad que usaría para un partido de fútbol. Al terminar el sermón, sintiendo el
sudor bajo mi ropa, mi pregunta era: "¿Lo hice bien?".
En momentos de claridad, sé muy bien que solamente Dios puede juzgar las cosas y entregar el
premio. Pero se me ocurre que rara vez veo las cosas así inmediatamente después de haber
predicado. Bruce Thielemann ha dicho con gran acierto: "La predicación es el ministerio más
público y, por lo tanto, el más visible en sus errores y el más expuesto a la tentación de la
hipocresía".
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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LA PALABRA PARA LOS OTROS
Una segunda tentación se encuentra en que el predicador vea la Palabra de Dios como algo
solamente para ser predicado. La presión de producir sermones, combinada con el hecho de que
los sermones deben predicarse de la Biblia, pueden hacer que una simple lectura devocional de
la Palabra sea imposible de lograr. Cada vez que tomo mi Biblia y comienzo a discernir ciertas
verdades de un pasaje me pongo a pensar, casi instantáneamente, en cómo puedo predicarlo a
mi congregación. Y en la mayoría de los casos paso por alto la relevancia que puede tener para
mi propia vida. Esto es fatal. Pablo, el apóstol, hizo alusión a su propia lucha con este problema
cuando expresó la preocupación de que "no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea
descalificado". (I Cor. 9:27).
La predicación que tiene respaldo es aquella que viene de hombres y mujeres que han luchado
personalmente con aquello que proclaman públicamente. Suelo caer con tanta facilidad en esta
tentación, que debo disciplinarme para estudiar pasajes en forma devocional antes de formar
sermones de ellos. Y debo hacer esto con meses de anticipación a la predicación propiamente
dicha.
Una tercera tentación a la cual se enfrenta el predicador es la de convertir a las piedras en pan,
dándole así a la gente lo que desea y no lo que necesita. Siempre está presente en la psiquis del
que predica el deseo de ser apreciado por aquellos a quienes se dirige. Ese deseo puede
tornarse tan fuerte que uno se hace más sensible que un sismógrafo a los gustos de la
congregación. Es en ese momento que el predicador se puede convertir en un publicista, en
desmedro del profeta.
Todo lo que hacen los publicistas se reduce simplemente a convencernos de que lo que
buscamos lo lograremos mejor con sus productos, sus candidatos, o sus mensajes. Cuando se
presenta el evangelio como algo que va a ayudar a las personas a tener aquello que desean, sin
crítica, se deja como un simple instrumento de propaganda. James Daane dice que: "La Biblia
debe definir nuestras necesidades antes de suplirlas. Nos debe decir lo que necesitamos: la
naturaleza de nuestros dolores, angustias, etcétera. En otras palabras, la Biblia debe decirnos
qué es el pecado, porque no lo sabemos."
Una variación de la tentación de dar a las personas lo que desean es el uso exagerado de
ilustraciones e historias. Todo aquel que predica sabe bien cuán efectiva puede ser una buena
historia o un chiste para atraer la atención de las personas. El problema más grande con las
historias es que se prestan a que cada cual las interprete a su gusto. Una congregación donde
hay una gran variedad de puntos divergentes puede escuchar un sermón lleno de historias y
narraciones entretenidas, y todos se irán del templo sintiéndose edificados. El pastor realmente
dijo las cosas "como son". Claro que sí; si todos sintieron que su punto de vista fue expresado, no
se expresó punto de vista alguno. Pero el pastor quedó bien con todos.
PROFETA Y SACERDOTE
Juan nos dice que Jesús vino con gracia y verdad. Entre otras cosas, eso significa que la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros. No estaba aislado, sino que se encarnó en uno que
compartió nuestra vida y caminó en nuestros caminos. Como lo expresa el autor de Hebreos,
Jesús no fue un sumo sacerdote que "...no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino
uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado." (4:15).
Presento una última tentación del predicador: tratar de que la Biblia sea relevante, de querer darle
vida. Esta tentación en particular solía ser un aspecto exclusivo de la tradicional teología liberal.
Pero, en los últimos años, ha ganado también algunas víctimas en el campo evangélico.
Suelo caer en ella cada vez que siento que la Biblia necesita de mi ayuda para ser creída, que de
alguna manera necesita de mis astutas ilustraciones o de mis declaraciones perceptivas hechas
en un idioma más familiar a mi congregación.
El pecado que se evidencia en esta tentación radica en la presuposición de que la Biblia está
muerta y que, en realidad, somos nosotros los que estamos vivos. Por supuesto que ningún
predicador admitiría que eso es realidad en términos tan específicos. Pero el actuar de muchos lo
corrobora.
¿Tiene la Biblia relevancia? El Dr. Bernard Ramm dijo en cierta oportunidad: "Nada tiene mayor
relevancia que la verdad". Cuanto más predico, más me convenzo de que lo mejor que puedo
hacer es salir del camino de la Palabra para no obstruir su paso. El consejo más sano que puedo
dar en términos homiléticos no es que tratemos de predicar bien la Palabra, sino que no lo
hagamos mal.
Esto no quiere decir que el predicador no tiene que poner el mensaje de la Biblia en términos que
sean fáciles de entender. Pero el objetivo debe ser siempre que la gente pueda ver que las
Escrituras son relevantes, y no que uno las haga relevantes. En última instancia, la Palabra de
Dios se hace real a través de la obra del Espíritu Santo y, a menudo, a pesar y no a causa del
predicador.
Al finalizar la lectura de este artículo, usted podrá llegar a la conclusión de que ser predicador es
meterse en un campo minado de tentaciones. Es así. No creo que jamás haya predicado un
sermón con menos de un 30% de buenas intenciones. Y, con frecuencia, he desesperado al
contemplar mi corazón y ver las muchas formas en que he caído preso de las tentaciones del
predicador. Si la pureza de mis motivaciones fuera la razón por la cual pudiera yo trabajar en el
púlpito, me hubieran despedido hace ya tiempo. Pero, gracias a Dios, esa no es la razón. La
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razón radica en el Ilamado de Dios. Estoy allí solamente porque Él me llamó muchos años atrás,
me equipó con los dones necesarios, y dijo: "Comienza a hablar de Mí".
En nuestra liturgia confesamos los pecados antes de escuchar la Palabra de Dios a través de la
lectura y predicación de la Biblia. Yo también debo hacerlo después de esto. Esa es la filosofía
que sigo yo: confesar, predicar, confesar otra vez, y hacer mía la oración de sacristía de Martín
Lutero: "Señor Dios, Tú me has hecho un pastor en tu iglesia. Tú puedes ver que indigno soy de
tomar este trabajo difícil y grande y, de no haber sido por tu ayuda, lo hubiera echado todo a
perder hace ya tiempo. Por esto clamo a ti para que me ayudes. Ofrezco mi corazón y mis labios
para tu servicio. Deseo poder enseñar a la gente y, para mí, que pueda aprender siempre más y
meditar diligentemente en tu Palabra. Úsame como tu instrumento, pero nunca me abandones,
pues si me quedo solo destruiré con gran facilidad todo lo que Tú has hecho. Amén."
Aunque algunos son escogidos para ser autoridad en la iglesia, delante de Dios somos
todos iguales.
En una disertación para ejecutivos, un empresario cristiano compartió sobre los peligros que
tenemos los empresarios de vivir en el Olimpo.
Recordemos que la mitología griega cuenta que el Olimpo era la morada de los dioses, con
privilegios que eran la envidia de los mortales que vivían en los bajos. Entre muchas otras
regalías, estos dioses no tenían que rendir cuenta a nadie, eran sus propios jefes y su conducta
no era cuestionada por nadie. Por un asunto de imagen de su "gremio", tenían que observar una
conducta intachable cuando se mezclaban con los mortales, su pena de durísimos castigos.
Si bien hoy día este tipo de ejecutivos está en franca extinción, ya que las modernas empresas
privilegian un liderazgo altamente participativo, el manejo del poder será siempre un tema
delicado para los que ocupamos algún tipo de dirección.
El poder nos es intrínsecamente malvado, pero es peligroso. Y el poder aun más peligroso es
aquel con apariencia de religión.
"El poder puede ser algo extremadamente destructivo en cualquier contexto, pero cuando está al
servicio de la religión, es completamente diabólico. El poder religioso puede destruir como ningún
otro poder... Los que no reconocen autoridad sobre sí y que al mismo tiempo se cubren con un
manto de piedad, son especialmente corruptibles. Cuando estamos convencidos de que lo que
hacemos es idéntico al Reino de Dios cualquiera que se oponga a nosotros debe estar
equivocado. Cuando estamos convencidos de que siempre usamos nuestro poder para fines
nobles, entonces creemos que nunca nos podemos equivocar. Pero cuando esta mentalidad se
posesiona de nosotros, estamos tomando el poder de Dios para nuestros propios fines... Cuando
el orgullo se mezcla con el poder, el resultado es genuinamente volátil. El orgullo nos hace
pensar que tenemos la razón, y el poder nos da la capacidad de imponerle nuestra visión de
justicia a cualquiera. La unión entre el orgullo y el poder nos lleva al borde de lo demoníaco."
Las tentaciones de vivir en el Olimpo, están fuera y dentro de la iglesia. El camino angosto me ha
enseñado que si queremos tener bajo control nuestra ambición y deseo de poder, el trabajo en
equipo, ante el cual debo rendir cuenta de todo lo que hago, es el mejor antídoto a este peligro. El
gran modelo del AT de liderazgo nos da la pauta. "Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo
lo que dijo" (Éx. 18.17-23).
Nada es más peligroso que aislarse en el Olimpo, sin rendir cuenta a nadie, Saúl es el ejemplo
más dramático de ello. El poder es tan peligroso, que no debemos enfrentarlo solos.
Los abusos de poder se dan en el mundo, pero también en la iglesia de hoy, y es allí donde el
daño que ocasiona es especialmente destructor.
En alguna forma todos ejercemos poder. Nosotros escogemos si lo usamos para edificar, guiar o
liderar o para manipular o destruir.
Creo que uno de los grandes peligros de un pastor, es no querer ser "oveja" (no bajarse del
Olimpo).
Solamente puede ejercer autoridad, quien se somete bajo autoridad o solo puede ser confesor, el
que se confiesa o solo puede entregar, el que recibe. Por algo el liderazgo múltiple en la iglesia
es un principio del NT. El ministerio unipersonal (rey) es una violación de esta importante
directriz. Ninguna iglesia local en el NT fue dirigida y gobernada por una sola persona. La
pluralidad de los ancianos aparece como una norma. Esto significa que el ministro o pastor, como
se concibe en muchas iglesias hoy día, como cabeza de la iglesia no tiene fundamento bíblico
alguno.
No olvidemos que Dios nos llama, cada uno en el lugar que Él nos asigne, a representar su
autoridad, nunca a sustituirla. Algunas autoridades de iglesias se comportan como "reyes" que lo
saben todo sobre la iglesia y el mundo, tienen lista una opinión de todos y de todo, dispensando
libremente sus enseñanzas como "Vox Dei", sin distinguir entre "Palabra de Dios" y nuestras
humanas y falibles interpretaciones.
"Jamás debemos intentar establecer nuestra propia autoridad. Cuanto más lo intentamos, menos
aptos somos para ejercerla. Los que conocen a Dios pueden esperar. Si nuestros motivos son
rectos, seremos reconocidos no sólo por el Señor sino también por la iglesia como representante
suyo. La condición para ser autoridad es un sentimiento de incompetencia e indignidad. Cuanto
menos presumidos y más humildes seamos, tanto mayor será nuestra utilidad. Siempre
deberíamos sentir temor y temblor en este asunto de ser autoridad (W.Nee "La Autoridad
Espiritual").
Aunque algunos son escogidos para ser autoridad en la iglesia, delante de Dios somos todos
iguales.
César (no es su verdadero nombre, aunque su historia sí lo es) es un pastor que dejó el
ministerio hace un año. Su historia es muy similar a la de otros pastores. En sus propias palabras
nos decía con tristeza: Me esforcé tanto por servir a mi iglesia que me olvidé por completo de
atender a mi. Al final mi esposa me abandonó y la iglesia me despidió». César es un pastor
codependiente.
Mario era el líder del grupo musical de su iglesia. Pasaba largas horas preparándose y
ensayando la música de los servicios de la iglesia, pero no toleraba ninguna crítica y se
molestaba cuando alguien le hacía alguna sugerencia. Su comentario: "Lo único que quiero es
servir a Dios con lo mejor que tengo, pero en la iglesia no me lo agradecen. Por lo tanto me voy
de la iglesia". La falta de tolerancia a los demás, la gran cantidad de horas que Mario invertía en
el ministerio descuidando otras áreas de su vida, además de la motivación que tenía, lo califican
como una persona codependiente.
He podido trabajar por algunos años con personas codependientes. Esto me ha llevado a
estudiar el tema y la relación que existe entre la codependencia y el ministerio cristiano. Empecé
a notar en algunos pastores y líderes los mismos rasgos de una conducta codependiente. Este
artículo ha sido inspirado y facilitado por un grupo de apoyo compuesto principalmente por
pastores y líderes que han reconocido su propia codependencia. Agradezco a estos hermanos su
transparencia y disponibilidad a ser vulnerables.
La codependencia se ha definido como "la tendencia que tiene una persona insegura de sí misma
a cubrir su inseguridad tratando de agradar a otras personas para ser aprobado o amado".
Recientemente, un líder vino a nuestro grupo de apoyo y dio una descripción muy buena de su
conducta codependiente. Dijo: "Me volví como un mueble multiuso, siempre dispuesto a encajar
en donde me necesitaran, siempre dispuesto a hacer un sacrificio por causa de los demás... "
Desgraciadamente ésta es una conducta típica que se puede aplaudir en una iglesia, y más aún
en congregaciones en las que hay falta de discernimiento y experiencia en esta área. A menudo
el pastor codependiente no comprende que todos sus sacrificios son motivados por sus propias
necesidades emocionales. El líder o pastor codependiente está en el camino correcto con la
motivación equivocada, y, lamentablemente, sin saberlo promueve en la iglesia relaciones
codependientes.
Todas las personas involucradas en el ministerio luchan con una necesidad de aprobación de
parte de los demás. Esto es normal, pero se vuelve un problema cuando es la única motivación
que gobierna nuestra vida y ministerio. Para el líder codependiente, esta necesidad de
aprobación se convierte como en una adicción. Seguidamente anotamos cuatro características de
una persona que sufre una adicción:
• Es obsesivo/compulsivo.
Este paso es quizás el más difícil de tomar pues un pastor codependiente puede creer que no
tiene ningún problema ya que la esencia de su llamado pastoral requiere abnegación y sacrificio.
La congregación podría estar muy satisfecha con su duro trabajo, disponibilidad y falta de
egoísmo. Sin embargo, a un nivel inconsciente, el pastor codependiente hace todo motivado por
una necesidad emocional personal de encontrar aprobación, aceptación, o de ser amado.
En virtud de que ser amado y aprobado es una necesidad humana que solamente Dios puede
satisfacer a plenitud, el pastor nunca recibirá de otros el suficiente amor o aprobación. El pastor
codependiente entra en un ciclo vicioso en el que siente que necesita mejorar su ministerio o
alguna área de este para obtener la suficiente aprobación de los demás. Estas necesidades
emocionales crónicas llevan su ministerio a un punto en que se vuelve inmanejable pues él nunca
podrá hacer lo suficiente para obtener de otros lo que cree necesitar.
El pastor codependiente debe confesar ante el Señor que hay una motivación egoísta en su
ministerio, aunque parezca ser todo lo contrario. Este es un paso muy difícil de tomar. En mi
experiencia personal, me fue difícil admitir ante Dios mi egoísmo, y que yo buscaba la aprobación
y aceptación de los demás. Confesar mi codependencia dentro del ministerio y que, como
resultado de esta, mi vida se había vuelto ingobernable, ha sido para mí una de las cosas más
difíciles de enfrentar dentro del ministerio mismo. También ha sido uno de los pasos más
satisfactorios de mi ministerio ya que Dios me ha dado la oportunidad de dar apoyo a otros
pastores y líderes quienes, como yo, padecen de codependencia y no han encontrado a quién
recurrir.
Busque apoyo
El trabajo pastoral es una ocupación muy solitaria. En algunos círculos evangélicos se espera
que el pastor sea un superhombre, sin tentaciones, perfecto, incansable. El pastor codependiente
normalmente alimenta esta expectativa y trabaja para dar una imagen de perfección, poder
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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espiritual, conocimiento y sabiduría. Desgraciadamente, como todos los demás, el pastor es
también un ser humano vulnerable.
Puesto que un pastor codependiente tiene que proyectar una imagen de perfección, esto limita
sus posibilidades de tener a alguien en quién poder confiar sus problemas personales,
tentaciones y limitaciones. En mi experiencia personal encontré muy difícil confiar en alguno
dentro de mi círculo ministerial por temor a perder mi status o posición de liderazgo.
En un grupo de apoyo, que podría estar formado por otros pastores y líderes en la comunidad
evangélica, usted podría admitir libremente sus errores sin sentirse amenazado. Para un pastor
codependiente encontrar ungrupo en el cual pueda hablar libremente de sus problemas y
limitaciones puede convertirse en una experiencia salvadora de su ministerio pastoral, de su
familia, y de su vida como individuo. Ojalá que su grupo de apoyo no lo critique, ni lo rechace,
pues un pastor codependiente ya ha sufrido mucha autocrítica, culpa e inseguridad, y esto mismo
es lo que ha alimentado su necesidad de que otras personas lo reafirmen y lo animen.
Una vez compartí mis problemas personales con un respetado misionero quien a su vez me
contó cómo él mismo había luchado con estos problemas. Su admisión me dio mucha esperanza
y respeto hacia él. Las conversaciones que sostuve con él y su consejería
fueron de mucho valor para mí ya que sentía que hablaba con una persona que me entendía.
Hace años, cuando se me habló de «recuperación», mis propias creencias teológicas se sintieron
amenazadas. Nuestro mundo evangélico está acostumbrado a palabras como «sanidad»,
«milagros», «prosperidad», etcétera. Mi percepción consistía en que «recuperación» para mí era
una palabra secular, y no parecía encajar dentro de mis creencias teológicas, pues en América
Latina estamos acostumbrados a un evangelio que ofrece resultados inmediatos. Empecé a
entender que mi codependencia, manifiesta en una necesidad de ser aceptado y aprobado, tomó
un largo tiempo para desarrollarse. Dios puede hacer un milagro en nuestra vida y puede
cambiarnos inmediatamente, sin embargo me parece que, en casos de codependencia el Señor
prefiere tomar el camino largo. He estado en un proceso de recuperación durante algún tiempo, y
aunque voy avanzando, constantemente descubro que mi codependencia toma nuevas formas.
Tengo que estar atento para que este problema no me vuelva a absorber y por ende afecte a
alguien más. No obstante, nunca antes el Señor me ha usado tanto para apoyar a otros pastores,
quienes como yo, padecen codependencia.
El proceso de recuperación requiere de humildad. Uno debe estar dispuesto a aprender de otros
y a aprender de sus propios errores. Las personas codependiente están acostumbradas a
obtener resultados inmediatos y para esto deben manipular a otros. El pastor en recuperación
debe tomar mucho tiempo para meditar y buscar la guía del Señor en cada actividad y acción que
tome. Una persona codependiente ha aprendido a ser muy compulsiva, y a menudo cuando ve
una necesidad salta para ayudar. El codependiente tiene que aprender a tomarse su tiempo para
responder a otros, para planear sus acciones, para evaluar el costo y las motivaciones de sus
planes.
En nuestro proceso de recuperación debemos tomar nuestro ministerio un día a la vez. Nos llevó
años desarrollar nuestras necesidades codependientes de aceptación, amor, aprobación,
etcétera. Debemos aprender a ser totalmente honestos con Dios y con los demás, y admitir
diariamente nuestras necesidades y limitaciones. Como persona en vías de recuperación me
encuentro en la necesidad constante de regresar ante Dios y donde las personas de mi grupo de
apoyo para poder admitir mis errores y poder continuar mi ministerio y mi proceso de
recuperación
Correo electrónico:
algunas conductas pueden aparecer temporalmente en forma normal, cuando estas se dan en
manera consistente la pregunta debe responderse en forma positiva.
__Supervisa muy bien algunas áreas de la iglesia mientras otras están completamente
abandonadas
__Teme ser abandonado si las personas llegaran a saber quién realmente es usted
__Su ministerio tiene extremos drásticos: de una vida de oración activa a un descuido total; de
preparar bien los sermones a estar muy poco preparado
__Muy responsable en algunas áreas de su ministerio mientras que en otras manifiesta mucha
irresponsabilidad
Si se contesta afirmativamente de seis a diez de las preguntas, usted podría calificar como un
pastor codependiente.
Los corazones han sido examinados, las obras evaluadas. En ellos se encuentran todos
los datos necesarios para un análisis acertado del estado espiritual de la iglesia. El
veredicto, cuando finalmente es pronunciado, ¡contiene una revelación devastadora!: «No
eres frío ni caliente.
¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi
boca.» (Ap 3.15-16) Con una contundencia que no admite discusiones, la iglesia de Laodicea,
que se jactaba de ser tan especial, es llamada miserable y digna de lástima, pobre, ciega y
desnuda (Ap 3.17).
¡Y no era para menos! De todas las condiciones que pueden afligir al ser humano ninguna es tan
triste como aquella que seduce a la persona a creer que es rica cuando en realidad vive en la
pobreza más desdichada. Como pastores, con seguridad el lamentable cuadro de la iglesia de
Laodicea nos ha dejado pensativos en más de una ocasión. ¿Qué pasaría si el Señor
pronunciara un veredicto similar acerca de las congregaciones donde nos ha puesto como
pastores? Sin embargo, tal veredicto parece poco probable cuando recordamos nuestros
permanentes esfuerzos por movilizar a las personas hacia vidas de mayor entrega y pasión.
Nuestras denuncias producen la ilusión de estar combatiendo con fervor los efectos de la
mediocridad. Pero rara vez logran frenar el avance de este mal.
Quisiera sugerir que nuestra relación con el Señor es con frecuencia tibia porque gran parte de
las actividades de nuestra vida cristiana no conducen hacia una mejor relación con él. Nos
mantienen ocupados en lo que aparentemente son actividades espirituales, pero no producen
una profundización en nuestra relación con el Dios que servimos. La verdad es que una relación
íntima con él es más el producto de lo que él hace, que de lo que nosotros hacemos. Nuestro
esfuerzo solamente puede servir para responder a la obra que él está haciendo en nuestro
corazón. Observemos, entonces, tres elementos que pueden colocarnos en esa posición donde
el Alfarero Divino puede actuar sobre nuestros corazones.
1. La disciplina
Entre las variadas exhortaciones que Pablo le deja a su discípulo Timoteo, encontramos esta:
"Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti
mismo para la piedad." (De la versión La Biblia delas Américas 1Ti 4.7) Dos importantísimas
verdades se desprenden de esta exhortación:
La primera verdad es que la vida espiritual no se mide por las muchas palabras. Tan fuerte es la
tendencia de los hombres a hablar más de la cuenta, que Pablo exhorta al joven Timoteo, al
menos siete veces en sus dos cartas, a que evite a toda costa "las palabrerías vacías y profanas,
y las objeciones de lo que falsamente se llama ciencia" (1 Ti 6.20).
Esto no se debe a que Timoteo tenía una particular debilidad por las discusiones y contiendas de
palabras, sino al hecho de que el cristiano en general tiende a creer que hablar de las verdades
del Reino es lo mismo que practicarlas. Hemos perdido de vista, por ejemplo, que no es lo mismo
hablar de la oración, que orar. Ni es la misma cosa enumerar las virtudes de la evangelización
que salir a compartir la fe con otros.
Si bien nuestras palabras pueden alentar a la práctica en algunos, la verdad es que las palabras
sobran entre los que son de la casa de Dios. Pero la vida espiritual pasa por otro lado. El sabio
Salomón advertía hace más de 3.000 años: "Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios, y
acércate a escuchar en vez de ofrecer el sacrificio de los necios... no te des prisa en hablar, ni se
apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios." (Ec 5.1 y 2). No está de más recordar
que las palabras no solamente son poco eficaces para producir cambios, sino que también en la
abundancia de ellas hay pecado.
Sin embargo, no somos personas acostumbradas a exigirle mucho ni a nuestros cuerpos, ¡ni
tampoco a nuestras almas! Es que, por naturaleza, somos un tanto holgazanes. Al igual que los
discípulos, el menor esfuerzo produce en nosotros fatiga y nos quedamos dormidos (Mt 26.41).
Pero Pablo conocía el valor de la disciplina. Usando la misma analogía, había escrito a los
Corintios: "yo golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo personal, no sea que habiendo predicado a
otros, yo mismo sea descalificado" (1 Co 9.27).
En el ámbito espiritual también existen ejercicios, disciplinas que podemos usar para mantener en
buen estado nuestros espíritus. Algunos de ellos incluyen prácticas como el ayuno, la oración, el
estudio de la Palabra, el silencio, el servicio, la alabanza, la adoración y el servicio. El valor de
estas es que nos colocan en ese lugar donde Dios puede profundizar su relación con nosotros.
Pero para llegar a ese lugar, debemos acostumbrarnos a exigirle más a nuestro espíritu que cinco
minutos diarios con el Señor. Quien aspire a caminar en intimidad con Dios deberá ser una
persona dispuesta a practicar esas actividades que abren el camino hacia una relación más
estrecha con él, y en la medida en que procuramos su rostro, él irá produciendo en nosotros la
transformación tan anhelada (2 Co 3.18).
2. El sufrimiento
Un segundo elemento que Dios usa para cultivar su relación con nosotros salta a la vista a
medida que recorremos las páginas de las Escrituras. Es una constante en la trayectoria de los
grandes siervos. A todos, sin excepción, les tocó transitar por el camino del sufrimiento.
Abraham esperó veintinueve interminables años para que Dios cumpliera la promesa que le hizo
cuando salió de la casa de sus padres, y convivió gran parte del tiempo con el silencio. José
bebió de la copa amarga de la traición y experimentó trece años de esclavitud y prisiones en una
tierra extraña. Moisés, habiendo expresado con violencia su pasión por su propio pueblo, tuvo
que vivir cuarenta años en el desierto, lejos de la riqueza, el favor y la comodidad que habían
caracterizado su vida en Egipto. David, por su parte, pasó doce años en el desierto, huyendo del
mismo rey cuyo prestigio había salvado venciendo a Goliat. Llegó al extremo de fingir locura y
procurar refugio entre sus enemigos mortales, los filisteos.
Así, el Señor forma el corazón de sus siervos por medio del sufrimiento. No podemos escapar a
esta verdad. Es parte del testimonio del pueblo de Dios desde tiempos inmemoriales.
La cultura occidental, sin embargo, no contempla la existencia del sufrimiento como parte de la
vida, pues la incansable búsqueda de la comodidad y la satisfacción personal resulta ser uno de
los grandes pilares sobre el cual se construye nuestra sociedad materialista. Además, al igual que
los discípulos, creemos que el sufrimiento es una inevitable manifestación de algún pecado (Jn
9.2). "Quién vive en santidad", diría nuestra teología popular, "¡no sufre!"
Claro que nadie en su sano juicio saldría a buscar el sufrimiento. Tampoco seríamos tan necios
como para pedirle al Padre que traiga sufrimiento a nuestras vidas. ¡Nada de eso! Sin embargo,
hay algo claro y es que, lo busquemos o no, todos vamos a transitar por momentos de sufrimiento
y dolor. La diferencia en el hombre maduro en Cristo es que ve en estas experiencias una
oportunidad para profundizar su relación con Dios y tomarse más fuerte de la mano de su Señor.
Por eso, Pablo testificaba que en el sufrimiento "aunque el hombre exterior va decayendo, sin
embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día... al no poner nuestra vista en las
cosas que se ven, sino en las que no se ven, porque las cosas que se ven son temporales, pero
las que no se ven son eternas" (2 Co 4.16-18).
Al igual que las disciplinas de la vida espiritual, el sufrimiento no es lo que nos santifica. El
sufrimiento, si tenemos la actitud correcta, simplemente nos coloca en ese lugar donde podemos
ser tratados más profundamente por el Espíritu de Dios. De manera que si aspiramos a mayor
madurez en nuestra experiencia cristiana, tendremos que familiarizarnos y hasta "amigarnos" con
el sufrimiento, entendiendo las maneras que Dios lo usa para traer mayor santidad a nuestras
vidas.
Esto también es algo muy resistido por nuestra cultura occidental. Vivimos en tiempos en los
cuales el egocentrismo del hombre ha llegado a niveles nunca vistos en el pasado. Se ha perdido
el sentido de comunidad y en su lugar, tenemos sociedades que no son más que la suma de
individuos deseando avanzar hacia el cumplimiento de sus propias metas. En la iglesia, nuestra
definición de comunión es compartir la vida con otros durante las dos o tres horas que estamos
reunidos juntos cada semana.
¡Qué diferente es el panorama del Nuevo Testamento! En sus páginas, el crecimiento nunca se
ve como el fruto del esfuerzo individual, sino más bien como producto del buen funcionamiento
del cuerpo. En Efesios se afirma que "hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los
aspectos en aquel que es la cabeza, es decir Cristo, de quien todo el cuerpo, estando bien
ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento
adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo, para su propia edificación en
amor." (Ef 4.15, 16) Entonces, cuando abrimos nuestras vidas a este tipo de relaciones
profundas, podemos experimentar un crecimiento que nunca se podrá alcanzar a solas.
Jesucristo mismo nos enseñó que la única característica que verdaderamente nos identificaría
como sus discípulos era el amor de los unos por los otros (Jn 13.35 y 17.21). Y la medida de ese
amor es la del Hijo de Dios, que le dijo a sus discípulos: "un nuevo mandamiento os doy, que os
améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros."
(Jn 13.34) En esas palabras están encerradas todas las actitudes y acciones que caracterizaron
la vida del Mesías entre nosotros, una vida de devoción, servicio, paciencia, ternura, firmeza y
compromiso sin igual.
De igual manera, el compartir en intimidad nuestra vida con otros tiene tres grandes beneficios.
En primer lugar, nos permite aprender de lo que otros están viviendo y experimentando en su
vida espiritual. Nuestro entendimiento de lo que es el reino y el accionar de Dios siempre va a ser
más completo cuando incorporamos a nuestras vidas las perspectivas y experiencias de otros. Es
inadmisible dentro del cuerpo que algún miembro le diga a otro "no te necesito" (1 Co 12.21).
Recordemos cómo hemos sido llamados a atesorar la vida de los que están a nuestro alrededor.
En segundo lugar, también es valiosa la comunión con otros porque tengo a quién rendirle
cuentas. Todos nosotros perdemos la objetividad cuando analizamos nuestras propias vidas.
Comportamientos que no toleraríamos en otros siempre parecen ser justificables en nuestra
propia vida, mas cuando damos a otros la libertad y el acceso para que nos corrijan y orienten,
podremos avanzar concretamente sobre aquellos puntos ciegos que no vemos con nuestros
propios ojos. Entonces, la exhortación de Santiago "confesaos vuestros pecados unos a otros"
(5.16), tiene mucho más valor de lo que nos damos cuenta, pues los pecados que están a la luz
ya no pueden atormentar nuestra vida.
Por último, aprendemos la verdadera dimensión de lo que significa el amor cuando nos
relacionamos con otros. No debemos olvidar que las personas no son máquinas y que tampoco
responden a reglas o a leyes severísimas. Por eso, el caminar con ellos demanda de nosotros
que seamos flexibles, perseverantes, pacientes y misericordiosos. Estas características, sin
embargo, solamente son posibles cuando deseamos ir más allá de un contacto fugaz con el
corazón de otros. La trivialidad de nuestros sentimientos hacia otros queda expuesta cuando
queremos acercarnos para caminar juntos. Allí comienza la verdadera expresión del amor, y ¡qué
preciosa experiencia es el compartir la vida a los niveles más profundos!
Conclusión
Cuando nos detenemos por un momento a pensar en estos tres elementos, podemos fácilmente
entender por qué existe tanta mediocridad a nuestro alrededor: no forman parte de lo que la
mayoría de la iglesia considera importante en la vida. En su lugar, existe una interminable rueda
de reuniones que nos dan la ilusión de estar trabajando esforzadamente hacia una vida de mayor
compromiso. No obstante, la obra más profunda del Señor no se realiza en estas actividades que
tan fácilmente asociamos con la vida espiritual. Su obra más eficaz, es poco visible a nuestros
ojos y se lleva a cabo en aquellas actividades consideradas comúnmente como «menos
espirituales». Por esta razón, quien desea crecer debe estar dispuesto a valorar y cultivar la
espiritualidad por medio del buen uso de la disciplina, el sufrimiento y las relaciones significativas.
La mediocridad delata la ausencia de una relación profunda con el Señor. Tres elementos pueden
ayudarnos; la disciplina, el sufrimiento y las relaciones profundas.
1. ¿Qué pautas da el autor para que usted pueda discernir si está viviendo en la mediocridad o
no?
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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2. ¿En qué contribuyen la disciplina, el sufrimiento y las relaciones profundas a que usted cultive
una vida de intimidad con Dios? Explique cada una.
4. ¿Tiene usted relaciones profundas? ¿Cómo podría propiciar las relaciones profundas en su
iglesia y en usted?
El autor ha estado en los últimos diez años en el ministerio de formación de líderes tanto en la
iglesia local como en las misiones. Tiene una maestría en formación y discipulado y un doctorado
en misiones y liderazgo.
La palabra ética viene de un vocablo griego que se define como carácter. Ética es la parte
de la filosofía que trata la valorización moral de los actos humanos, y es un conjunto de
principios y normas que regulan las actividades humanas. "Es la ciencia de la moralidad",
entendiéndose por moralidad el conjunto de juicios que la gente hace referente a lo que es
correcto o incorrecto, bueno o malo, en las relaciones interiores o entre individuos.
La palabra ética viene de un vocablo griego que se define como carácter. Ética es la parte de la
filosofía que trata la valorización moral de los actos humanos, y es un conjunto de principios y
normas que regulan las actividades humanas. "Es la ciencia de la moralidad", entendiéndose por
moralidad el conjunto de juicios que la gente hace referente a lo que es correcto o incorrecto,
bueno o malo, en las relaciones interiores o entre individuos.
Concluimos diciendo que la ética tiene como objectivo orientar a las personas a fin de que sepan
cómo deben proceder para que su vida sea correcta, especialmente en relación con el bien y el
mal.
DEFINICIONES
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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1.La ética cristiana
En cambio la ética cristiana "es la ciencia de la conducta humana, tal como está determinada por
la conducta de Dios".
Cuando hablamos de ética cristiana, estamos pensando en la conducta que debe observar el
cristiano en todo momento y en toda circunstancia. El apóstol Pedro escribe: "Como hijos
obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino,
como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (1 P 1.14-16).
La ética cristiana nos desafía a mejorar nuestra manera de vivir porque demanda que vivamos
según las normas de santidad que Cristo vivió. El apóstol Juan escribe: "El que dice que
permanece en él debe andar como él anduvo" (1 Jn 2.6).
La ética cristiana sólo puede vivirla plenamente el cristiano, ya que solo él puede alcanzar ese
nivel de conducta como resultado del poder del Espíritu Santo obrando en su vida. En Romanos
8.5-6, el apóstol Pablo nos explica: "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es
muerte, pero el ocuparse del Espintu es vida y paz".
Cuando el apóstol Pablo escribe sus cartas explica el cambio de vida que debe experimentar toda
persona después de aceptar a Cristo como salvador (Ef 4.17-32). Declara que los que están en
Cristo son una nueva criatura y que las cosas viejas, las formas de vida, y aun las motivaciones
deben ser hechas nuevas (2 Co 5.17). El cristiano debe ser un ejemplo de vida para el mundo sin
Cristo, tanto en su conducta personal como en su relación con la familia, la sociedad y las
autoridades (Ef 5.21, 6.9).
Es el conjunto de normas escriturales que rigen los ministros cristianos tanto en la esfera de las
motivaciones como en la de sus acciones y que determinan su conducta en relación con Dios, la
sociedad, su familia, su iglesia, la denominación a la que pertenece y las instituciones cristianas.
Es importante notar que llamamos ministro a todo cristiano que desarrolla un ministerio de
liderazgo dentro de la iglesia, en su denominación, o dirigiendo un ministerio o entidad de
servicio.
Somos parte de una sociedad sin Dios que está gobernada por un relativismo moral alarmante.
Hay una falta total de ejemplos de ética en todas las esferas. En el periódico La Nación, salió un
artículo titulado "El fracaso moral de la civilización", en el cual se expresa: "Desde el Decálogo de
Moisés a través de toda la poderosa influencia moral del cristianismo, la civilización occidental
había mantenido tenazmente un conjunto de reglas morales y de principios éticos que constituían
la base misma de la educación y de la conducta civilizada.
1.La sociedad
Los medios masivos presentan, además, como súmmun de felicidad, el tener cosas, el ser
exitoso, aunque no virtuoso. Propone disfrutar de la vida, pero sin responsabilidad. Por otro lado
las mafias de la droga y la pornografía así como los grandes emporios de la diversión, han abierto
las puertas a todo tipo de posibilidades de placeres sin pensar en el daño que hacen.
Pareciera que el apóstol describe nuestra sociedad moderna cuando dice: "Estando atestado de
toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades.... quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que
practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen
con los que las practican" (Ro 1.29-32; véase 1 Ti 3.1-5).
Frente a estas situaciones nos preguntamos: ¿Qué es correcto hoy? ¿Quién lo determina?
Nuestra sociedad no puede. Sabemos que como cristianos evangélicos esa es nuestra
responsabilidad, pero ¿tenemos la capacidad y la disposición para hacerlo? Jesús dijo que
somos la sal de la tierra, pero que si la sal pierde sus propiedades y no cumple su función "no
sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres" (Mt 5.13).
¿Estaremos perdiendo nuestra capacidad de ser sal?
2.La iglesia
Después de abandonar a su familia, un hombre fue a otra ciudad en la cual fue designado
evangelista y enviado a otro pueblo para iniciar una iglesia.
En una iglesia un líder llevaba a las mujeres jóvenes a un salón aparte para liberarlas de
"espíritus inmundos de sexo"; les hacía sacar prendas íntimas y las manoseaba mientras
pretendía reprender a los demonios.
Un pastor designó a un matrimonio joven como misioneros a otro pueblo, y les pidió que
vendieran su casa y que le entregaran el dinero. Cuando regresaron se encontraron sin su casa y
estafados por su pastor que había usado el dinero para otros fines.
Un pastor se ufanaba de que los vecinos le vendían sus casas a él a muy poco precio. La razón
era que ya no se podía vivir en las cercanías del templo por el ruido que hacían en las reuniones.
Los dueños se las vendían a un valor muy inferior con tal de irse del barrio.
Un pastor se ofreció a cooperar con ocho pastores del interior del país para que ellos cobraran la
asignación familiar que otorga el gobierno. Les hizo firmar un poder autorizándole a cobrar por
ellos. Durante tres años este pastor cobró mensualmente el dinero de sus colegas y a quienes
jamás se los remitió. Cuando el organismo estatal le requirió la documentación correspondiente,
la fraguó falsificando firmas de sus colegas y dando gracias a Dios porque no había sido
descubierto.
En un curso de ética ministerial que dictaba solicité una lista con faltas de ética más comunes el
ministerio. Estos son algunos de resultados:
Falta de integridad, tanto en la enseñanza como en el trato con los demás. Falta de un verdadero
espíritu de servicio. Marcado interés por lo material. En muchos casos, se anuncia que el Señor
castigará a quienes no ponen sus diezmos y ofrendas. El dar el diezmo se transforma en una
especie de seguro contra la pobreza. Falta de respeto por otros ministros y ministerios. No ser
personas de palabra. Prometer y no cumplir. lmpuntuales crónicos. Falta de interés por aprender
o capacitarse para ser mejores ministros. Hacer acepción de personas, especialmente cuando
tienen dinero.
Terminaremos mencionando las más obvias categorías del relativismo moral de la sociedad
contemporánea y su influencia en la iglesia.
a)Orgullo y ostentación
Algunos líderes viven y se comportan como si fueran magnates del evangelio. Sus casas, sus
autos, su vestuario y la suntuosidad de sus templos (y ministerios) contrasta totalmente con el
estilo de Jesús y con la pobreza de los miembros de sus iglesias.
Visten y actúan como estrellas del cine o de la televisión. Hacen de cada culto un "show" para
demostrar todo lo que pueden hacer o cuánta "unción" o " poder" tienen.
La idea de que todo cristiano debe vivir en prosperidad no es una enseñanza bíblica. Los
ministros que viven en lujos y sin privarse de nada, mal usando las ofrendas que dan con amor al
Señor cristianos que no tienen casi para comer, es un pecado que Dios condena.
b) Abuso de poder
El poder que tenemos por causa de nuestra posición en el ministerio nos corromperá si no lo
usamos en sujeción al Señor, sirviendo a la iglesia. Aprovechándose de las estructuras
administrativas de su denominación, hay líderes que se rodean de personas que los adulan, los
secundan y los protegen de la gente. Hay pastores que condicionan a los miembros de su iglesia
para que ofrenden, asistan y cooperen con las actividades y lo hacen no por amor, sino por
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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temor. Otros ministros son duros con los miembros pero muy permisivos con sus líderes y
familiares. Algunos asumen actitudes de caudillismo, manejando la congregación como si fuera
su feudo y haciéndose acompañar por guardaespaldas.
Un caso lamentable lo constituye Diótrefes quien "...no contento con estas cosas (criticar al
apóstol Juan) no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se los prohibe, y los
expulsa de la iglesia" (3 Jn 9,10).
c)La mentira
Una familia conocida tenía una anciana internada en un hospital en estado muy grave. Algunos
cristianos les aseguraron que para la Navidad la anciana estaría sentada con ellos en la mesa
compartiendo esa fecha tan especial. Para esa fecha la abuela estaba sepultada y la gente
decepcionada con los evangélicos. Ellos nos decían que si no los hubieran ilusionado dándoles
tanta certeza de sanidad, no se hubieran sentido tan desanimados y frustrados.
d)Pecados sexuales
Nuestros jóvenes en porcentajes importantes tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio y
se casan apurados por un embarazo no deseado. Por otro lado cada vez son más los líderes y
pastores que caen en pecados sexuales.
Agrava el problema la falta de disciplina para con algunos líderes que caen en pecados sexuales.
Aparte del mal ejemplo que dan, esa falta de disciplina transmite el falso mensaje de que no es
tan grave la fornicación o el adulterio porque si ellos, que son los líderes, caen y no hay
sanciones, da la impresión de que se protejen entre sí y por lo tanto no se aplican disciplinas.
Tienen la sensación de que los miembros regulares pueden y deben ser amonestados y
sancionados pero los pastores no. ¿Por qué no puede pecar un miembro y ser perdonado sin
tener disciplina?
Es fundamental que los líderes y pastores cristianos evangélicos vivan éticamente, como
modelos de conducta cristiana. Esta responsabilidad tiene dos dimensiones, una hacia la iglesia,
que necesita ver en sus ministros modelos de vida cristiana, y la otra, hacia la sociedad sin Dios,
que necesita desesperadamente ver la posibilidad de cambiar y de alcanzar un estilo de vida que
sea mejor.
La gente en nuestros días necesita con urgencia encontrar una posibilidad de comenzar de
nuevo, de vivir mejor y de vencer la presión de una sociedad enajenante. Nosotros sabemos que
el evangelio es esa alternativa porque es "poder de Dios para salvar" (Ro 1.16). Pero la iglesia no
será ejemplo a menos que sus líderes sean modelos que los miembros de las congregaciones
puedan seguir. Como el apóstol Pablo, debemos estar en condiciones de decir "Sed imitadores
de mí, así como yo de Cristo." (1 Co 11.1; véase 4.16; Fil 3.17).
Escribiendo a los cristianos de Tesalónica, Pablo les recuerda la conducta que él y su equipo .
habían tenido en medio de ellos y los insta a imitarlos apartándose de los que vivían
desordenadamente. "Ustedes son testigos, y Dios también, de que nos hemos portado de una
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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manera santa, recta e irreprochable con ustedes los creyentes; ...les hemos encargado que se
porten como deben hacerlo los que son de Dios que los llama a tener parte de su propio reino y
gloria." (1 Ts 2.10-12 VP).
Frente a lo expuesto, no podemos menos que concluir declarando que urge estudiar y vivir la
ética ministerial para ser ejemplos a nuestras iglesias como lo fue Jesús para sus discípulos y
para su generación, y como lo fue el apóstol Pablo para las iglesias y líderes de su tiempo.
El pastorear es nuestra tarea, debemos formar pastores, pero nunca dejar de pastorear y
convertirnos en ejecutivos sin relación con la grey de Dios.
Varios años después visité nuevamente esa congregación, había crecido, pero doña Carmen ya
no estaba y pocos sabían algo de "la hermana Carmen".
Eso me ha hecho meditar en los desafíos que tenemos en la pastoral hispanoamericana. Cuando
el evangelio llegó por primera vez a nuestras tierras, una de las grandes ventajas de la pastoral
evangélica fue la atención que logró darle a las personas. Las conversaciones, las oraciones, el
consejo y el aprecio expresado por los primeros pastores (unido a otras formas de actuar del
Espíritu de Dios) ayudaron a preparar el terreno para el gran crecimiento que ha tenido la iglesia
en nuestros países. Sin embargo, ¡no pude encontrar a doña Carmen en su iglesia local! ¿por
qué?
El modelo «gerencial» (Organización, planificación y delegación, ¡lograr que las cosas se hagan!)
nos ha afectado al punto que somos tentados a perder el contacto con las ovejas que Dios nos
dio a cuidar.
Hemos tragado la idea de que el pastor debe dedicarse a formar líderes (lo cual es cierto) y dejar
que estos sean los que tengan el contacto con las ovejas. De repente llegamos a ser figuras de
púlpito, diferentes a Jesús, quien fue el pastor de los discípulos (más de 70) y también de las
calles, de los niños, de las multitudes.
Lo que debemos recordar es que el pastor «huele a oveja» (no sólo a la adulta o a la líder) y para
ser pastores, debemos estar con el rebaño. Es estar con los hermanos, reír y llorar con ellos,
enseñarles y aprender de ellos. Permitir que en nuestra relación con las ovejas, los formemos y
seamos formados.
¿Ha meditado sobre la forma que Jesús le dijo a Pedro de cómo podía mostrar su amor hacia el
Maestro? «Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas» (Jn 21.15–17). Pedro enseñó que la
corona que vamos a recibir del Príncipe de los pastores, tiene mucha relación con haber cumplido
nuestra tarea: «pastorear la grey de Dios» (1 Pe 5.4).
Es necesario volver a las prácticas y a los principios que dieron origen al crecimiento, los cuales son el
modelo del Nuevo Testamento (Hch 2.42–47):
Los apóstoles delegaron en los diáconos responsabilidades que les estaban distrayendo de su
prioridad, pero nunca delegaron su llamado y su función prioritaria (Hch 6.1–7). El pastorear es
nuestra tarea, debemos formar pastores, pero nunca dejar de pastorear y convertirnos en
ejecutivos sin relación con la grey de Dios.
Comparto un bello ejemplo que leí en un libro. Un hermano en la fe, gerente de un Banco, al
llegar a su oficina saludaba por nombre a la persona que abría la puerta, a la del ascensor, a la
que limpiaba y claro está a sus colaboradores inmediatos. No tenía problema en detenerse y
preguntar por el hijo enfermo o por el proyecto de vivienda de alguno de ellos. ¡Mente prodigiosa!
Tal vez, pero lo que se dejaba ver en ese hombre era su interés en las personas, en los que de
alguna manera Dios había puesto a su cuidado. Si eso hizo un gerente de banco, ¿cuánto
esperará el Señor de los pastores?
¡Cuán bello es compartir con las ovejas, verlas crecer y madurar!, a pesar de que en alguna
ocasión debamos sufrir.
Cuando el Señor regrese y lo vea decirle sonriente: —Ven buen siervo y fiel (pastor) sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré… ¡Qué satisfacción! ¡qué realización!
¿Lo haremos?
El de “irse” por la tangente y perder el equilibrio es uno de los problemas más frecuentes y
difíciles que enfrenta el líder cristiano, tanto en su propia vida como en su congregación.
El autor nos señala cómo podemos guardar el equilibrio y cómo reconocer factores que
nos pueden llevar por las tangentes.
Imagínese que sobre su cabeza tiene un lápiz parado y sobre él sostiene en equilibrio un plato.
Sí, un plazo de loza, del que usa para comer. Aunque ello solo se ve en los circos, imagínese que
usted mismo lo está haciendo. ¿Qué pasaría si viniera su esposa por detrás y, a manera de
tangente, colocara otro lápiz sobre uno de los bordes del plato? Si en el piso hay alfombra
acolchada el problema no sería muy grande, pero si no… Sí, perdería el equilibrio. Así es, las
tangentes tienden a hacernos perder el equilibrio, y ese problema (el de "irse" por la tangente y
perder el equilibrio) es uno de los más frecuentes y difíciles que enfrenta el líder cristiano, tanto
en su propia vida como en su congregación.
Recuerdo cuando, a los 18 años, descubrí que había sido justificado por fe. En Cristo, yo había
sido declarado perfecto, todos mis pecados habían sido perdonados, tanto los pasados como los
presentes y futuros. Cómo me glorié en esa verdad, qué gozo me produjo. En todos lados
proclamaba la gloria de la justificación. Qué liberado me sentía al no tener que esforzarme
constantemente por ser perfecto sin lograrlo jamás, al poder descansar en la obra perfecta de
Cristo. Cómo alababa a Dios por la obra de Cristo en la cruz.
Pero pasaron los meses y descubrí que aunque mi posición era perfecta en Cristo, en mí mismo,
en mi carne, seguía presente la ley del pecado y de la muerte. Sí, en Cristo me había hecho
perfecto en Él, pero en la práctica ¡como luchaba! y parecía que siempre fracasaba. Mientras más
me esforzaba por ser como el Cristo que hizo tanto por mí, más lejos me sentía de agradarle.
Una noche, mientras leía el librito del Dr. Bright, "Cómo ser lleno del Espíritu", pensé "¡Al fin
entiendo cómo vivir no en mi carne sino en el poder del Espíritu Santo!". Empecé a descubrir la
grandeza del don de Dios para con nosotros en su Espíritu. Cómo disfruté de la nueva fuerza y
poder espiritual que es nuestra en el Espíritu. Empecé a tener mucho más fruto cuando
testificaba y en todo mi ministerio.
En los meses y años que siguieron fui aprendiendo otras grandes verdades de la vida Cristiana, y
cada una hacía que me maravillara más por la gracia y el amor de nuestro Dios. Esto me llevó a
aprender una lección fundamental de la vida Cristiana: la vida Cristiana se compone de muchas
verdades, cada una de las cuales es fundamental para mantener el equilibrio o la salud espiritual
y emocional. Es semejante a lo que ocurre con el cuerpo humano. ¿Cuál es la parte más
importante del cuerpo? Algunos dicen que es el corazón, pero otros preguntan ¿qué haríamos sin
la cabeza? Hay quienes creen que la cabeza es la más importante, pero ¿cómo podíamos vivir
sin los pulmones, que proveen el oxígeno para la mente y el resto del cuerpo?
Tener equilibrio es reconocer que hay muchas verdades, y que cada una de ellas es
fundamental a la vida espiritual.
La obra de Cristo es perfecta y completa (multifacética), hecha para tocar y remediar todos los
efectos del pecado y el maligno. Por un lado Cristo murió por nuestros pecados, pero también
resucitó para ganar la victoria sobre todas las cosas. Pero eso no es todo, también mandó su
Espíritu para que podamos vivir con su ayuda y, como si eso fuera poco, El mismo está en el
cielo intercediendo por nosotros. Podríamos seguir con docenas de otras verdades
fundamentales a la vida espiritual. Sólo el necio o el ciego se queda en una de las verdades y no
reconoce la grandeza de todo lo que Dios es, ha hecho y hará. ¡Alabado sea Su nombre!.
Toda la vida tiene su comienzo y realización en Cristo, en lo que El es, ha hecho, y hará. El es el
eje, la sustancia y la esencia de la vida. Cuando dejo de centrarme en Aquel de quien procede
toda la vida, me estoy yendo por una tangente. Pablo podía decir "pues nada me propuse saber
entre vosotros, excepto a Jesucristo, y a éste crucificado". Me molesta ver títulos como "El Poder
de la Alabanza" o "Todavía Hay Poder en la Oración", etc. ¿Realmente hay poder en la alabanza,
o es que a través del la alabanza yo estoy enfocando mis ojos y mi fe en El que tiene poder?
¿Todavía hay poder en la oración? ¡No, todavía hay poder en Aquel que escucha nuestras
oraciones! Si, yo sé que es una forma de decir las cosas, pero no es correcta. Démosle a El el
lugar que le corresponde. "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien "nos
ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo… de reunir todas
las cosas en Cristo, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra; en El…" (Ef.
1:3-14; Col. 1:15-20).
Por esa razón el Nuevo Testamento habla constantemente del concepto de estar en Cristo (164
veces) y Cristo en nosotros… "las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es
Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Col. 1:27). Cualquier énfasis que no esté centrado en
Cristo es una tangente que resulta en el desequilibrio de la vida espiritual, y en menor honra y
gloria para nuestro Señor Jesucristo.
El desequilibrio es devastador para la práctica de la vida espiritual. Dios proveyó en Cristo una
salvación completa que responde a todas las necesidades humanas. Descuidar alguna faceta de
esa salvación perfecta y completa lógicamente producirá alguna deficiencia en la vida de la
persona. Si algún elemento no fuera necesario, Dios no lo hubiera provisto. El descuido de la
doctrina de la justificación ha llevado a muchos a no tener seguridad en su relación con Cristo. El
descuido de la santificación ha resultado en poca santidad. El descuido del ministerio del Espíritu
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Santo ha producido muchas obras hechas en la carne y frustración. El descuido de la doctrina de
la resurrección y el juicio puede llevar a una concentración en el presente y no en la eternidad,
etc. "Y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las
casas… Pues no rehuí declarar a vosotros todo el consejo de Dios". (Hch. 20:20-27).
Las herejías generalmente han comenzado como énfasis en ciertas verdades que llevaron
al descuido de otras.
El grupo Los niños de Dios comenzó como un grupo de jóvenes de una buena iglesia evangélica.
Enfatizaban el discipulado radical y total (que era necesario dejar todo para seguir a Cristo), pero
por descuidar la obediencia a los padres y la necesidad bíblica de trabajar, llevaron a cientos de
jóvenes a dejar sus familias para "seguir a Cristo". Viven en comunidades en las que es común el
sexo libre y donde su "trabajo" es buscar donaciones y vender sus materiales. En este momento,
uno de sus métodos de evangelismo consiste en la seducción sexual para ganar gente para la
comunidad, todo en nombre del amor y la entrega total de la vida en sacrificio por la causa. Esta
es una ilustración moderna de lo que ha pasado cientos de veces en la historia. Cualquier énfasis
grande en un área resulta en desequilibrio y herejía cuando no está contrarrestado con las otras
doctrinas de las Escrituras.
Cuando una iglesia descuida alguna doctrina genera un vacío o necesidad en la vida de los
creyentes. En cierto momento surge una persona que redescubre esa verdad olvidada y empieza
a enseñarla como la gran solución. Muchos responden con alegría y entusiasmo, porque viene a
llenar una necesidad real en su experiencia. Pero la tendencia pude ser que él u otros se vayan al
extremo de que toda la vida cristiana pase por esa verdad y se olviden de otras verdades, sin las
cuales surgirán nuevas carencias.
Allí comienza la división: algunos mantienen su posición tradicional y rechazan "la verdad" del
otro grupo, cuando en realidad están rechazando el extremo. El grupo tradicional se queda
entonces con el vacío, lo cual lleva a que se repita el mismo problema en el futuro. Los
redescubridores de "la verdad" son rechazados y en muchas ocasiones, por haber sido
rechazados, rechazan los "fundamentos" del grupo tradicional, que son los factores equilibrantes
que necesitan para no caer del lado opuesto.
Alguien ha comentado que el diablo mantiene el péndulo fuera del centro mientras que puede,
pero que cuando una persona se da cuenta del desequilibrio y lo empieza a mover hacia el
centro, el diablo se le pone detrás y le ayuda con toda su fuerza para que se pase al otro lado.
Finalmente el péndulo queda en el otro extremo. Está tan lejos del centro como antes pero del
otro lado, mas la persona siente que ha logrado un cambio fundamental.
Los dones y verdades son para la edificación del cuerpo y para acercarnos a Dios.
Me preocupa ver que, en muchas ocasiones, somos como el chico que después de haber
recibido un lindo regalo de sus padres se olvida de ellos porque está fascinado por el regalo. Lo
que le importa al niño es el regalo. Pero el adulto aprende que el regalo sólo es una expresión de
la persona y que la persona es lo importante. El propósito del regalo justamente es unir a las
personas. Cuán grande es la paciencia de nuestro Dios para con nosotros cuando nos perdemos
en sus regalos y lo dejamos a El de lado. Y que grande debe ser su tristeza cuando nos
encuentra peleando por las grandes verdades de Su obra para con nosotros, los dones que El
concedió a Su iglesia, etc.
Los dones y gracias que Dios ha destinado a ser el adorno de la comunidad Cristiana pueden
dejar de ser su adorno, y convertirse en su trampa. "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas",
eso es religión como un éxtasis emocional. "Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios
y toda ciencia", eso es religión como gnosis, intelectualismo, especulación. "Si tuviese toda la fe,
de tal manera que trasladase los montes", eso es religión como una energía en funcionamiento.
"Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres". Eso es religión como
humanitarismo. "Si entregase mi cuerpo para ser quemado", eso es religión como ascetismo.
Pablo repudia expresamente todas estas representaciones unilaterales y obviamente
inadecuadas del Evangelio." (Extraído del libro A man in Christ, de James S. Stewart).
Cuando el pastor expone las Escrituras constantemente, capítulo por capítulo, versículo por
versículo, se asegura de que va a estar enseñando todo el consejo de Dios. Pero cuando sólo
predica temáticamente tendrá la tendencia de enseñar y enfatizar los conceptos que más le
gustan y mejor conoce, resultando en el descuido de otros temas que son fundamentales. Justo
el hecho de que hay ciertas doctrinas que nos cuesta más enseñar muestra que son áreas de
debilidad en nuestra vida y ministerio que necesitamos comprender y dominar. Predicar versículo
por versículo con honestidad requiere que uno encare todos los temas de la Palabra de Dios.
En conclusión
Me preocupa cuando me encuentro con mis hermanos y el énfasis de sus vidas, conversaciones,
mensajes, etc., no demuestra por sobre todas las cosas una fascinación por Cristo, un
enamoramiento con El, una exaltación de El y una sumisión a Su santidad y voluntad.
Qué poco lo conocemos a El y qué poco lo hemos experimentado a El, que no respondemos a la
mención del nombre de Cristo con una doxología, como lo hacían los apóstoles. Pablo explotaba
en alabanza al reconocer al Dios que nos amó tanto que envió a Cristo, y al reconocer todo lo
que Cristo es.
Tendríamos que estar buscándolo a El y a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
para llegar a ser varones perfectos, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Para que
ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquier por todo viento de doctrina. Así
resultaremos en alabanza y gloria para nuestro Dios.
Anoche me llamó un colega. Había visitado la iglesia de un pastor amigo suyo y mío y
estaba preocupado. Lo había escuchado predicar y pasó lo mismo que otras veces: siendo
un gran maestro de la Biblia, estaba retrocediendo en sus predicaciones; cada vez hablaba
menos de Cristo y más de otras cosas. En el éxito del ministerio, había perdido el Agua de
la Vida...
Una vez un amigo me comentó que estaba leyendo un libro de un renombrado pastor, sin
embargo le pareció que este hombre estaba tan metido en la situación difícil en que vivía que
había perdido de su vida la frescura del amor y la presencia del Señor.
Tal vez una de las luchas más grandes de la vida cristiana y del ministerio es el de mantener la
relación personal con Cristo. La actividad, la presión, el trabajo y hasta el éxito atontan para
dejamos "sin tiempo...", ese tiempo apartado para encontramos con nuestro Dios y su Hijo
Jesucristo. Jesús mismo, el hombre perfecto, debió luchar para poder apartarse de las multitudes,
pero parte del secreto de su vida y ministerio era su relación profunda con el Padre. Predicamos
acerca de María y Marta, pero en nuestra experiencia vivimos más la experiencia de Marta que la
de María.
La mucha actividad, las presiones de trabajo, familia y ministerio nos facilitan la caída en la
religiosidad y no en la relación de vitalidad con el Señor. Con mi esposa aprendimos una de las
lecciones más sencillas y básicas de una relación: el pasado no es substituto del presente. Fue
importante que en el pasado invirtiera tiempo con mi esposa, pero la intimidad depende de un
pasado bueno y una vivencia presente.
Vayamos a Él, bebamos de El y conozcámoslo. Llevemos nuestra gente a El: "Al que tuviere sed,
yo le daré gratuitamente de la fuente de agua de vida" (Ap. 21.6b) El resultado será: "mas el
pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará" (Dn. 11.32b).
¡Ya lo tengo decidido! ¡Yo no quiero ser apóstol! Lo poco que conozco sobre mí mismo me lleva a
reconocer, sin falsa humildad, que no tengo las condiciones espirituales para ser uno de ellos.
Además, no quiero que mi ambición por cuestiones de éxito y de prestigio —lo cual es pecado—
se transforme en motivo de burla.
El apostolado se encuentra entre los cinco ministerios que Pablo describe en Efesios 4.11. No se
puede negar que los apóstoles fueron establecidos, en primer lugar por Dios, antes que los
profetas, maestros, operadores de milagros y sanidades, los que socorren, los que presiden y
aquellos que hablan variedad de lenguas. Pero yo me conformo con mi sencilla función de pastor,
pues no todos son apóstoles, no todos son profetas, y no todos son maestros o sanadores, según
lo que declara 1 Corintios 12.29. Parece no haber falta de mérito en el hecho de ser un simple
obrero.
Aunque en el Nuevo Testamento se usan otras palabras que indican despachar, enviar, mandar a
otro lugar, la palabra apostellein pone énfasis en el elemento de comisión (encargo). Es decir,
descansa sobre la autoridad de quien envía y la responsabilidad que se le ha dado al enviado. Si
nos limitamos rigurosamente al término, se podría decir que un apóstol es alguien que es enviado
con una misión específica, en la cual actúa con plena autoridad de quien lo envía y deberá
rendirle cuentas a esa persona.
En Hebreos 3.1, Cristo es llamado apóstol. Él hablaba los oráculos de Dios. Los doce discípulos
más cercanos a Jesús también recibieron ese título. Aparentemente el número de apóstoles era
fijo, pues existía un paralelismo con las doce tribus de Israel. Jesús se refiere únicamente a doce
tronos en la era venidera (Mt 19.28; Ap 21.14). Después de la traición de Judas, y para que se
cumpliese la profecía, la iglesia se sintió obligada, en Hechos 1, a preservar el número. A pesar
de esto, no tenemos conocimiento, al menos al estudiar la historia de la iglesia, de otros
esfuerzos hechos para seleccionar nuevos apóstoles como sucesores de los que morían (Hch
12.2). Con el pasar del tiempo ya no se podían cumplir las exigencias para que alguien fuese
calificado como apóstol, si usamos el criterio del texto de Hechos: "Es necesario, pues, que de
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y
salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre
nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho con nosotros testigo de su resurrección" (Hch 1.21 y
22). Por esta razón, algunos de los mejores exegetas del Nuevo Testamento concuerdan en que
las listas ministeriales de 1 Corintios 12 y Efesios 4 se refieren exclusivamente a los primeros
apóstoles y no a nuevos apóstoles.
Lo que preocupa en relación con estos apóstoles posmodernos es algo aún más grave. Es un
elemento que está ligado con nuestra misma naturaleza, que ambiciona el poder, que está
fascinado con los títulos y que hace de esto una filosofía ministerial. Ha provocado una estampida
en las iglesias para ver quién es mayor, quién está a la vanguardia de la revelación del Espíritu
Santo y quién posee la unción más eficaz. Tanto es el afán por el título de "apóstol" que son los
líderes de ministerios de gran visibilidad quienes consiguen movilizar multitudes que corren tras
ellos. Poseen un perfil tremendamente carismático, saben lidiar con las masas y,
desafortunadamente, poseen abundantes bienes materiales.
No quiero ser un apóstol, porque no deseo estar en la vanguardia de la revelación. Deseo ser fiel
a la corriente principal del cristianismo histórico. No quiero una nueva revelación que haya
pasado inadvertida para Pablo, Pedro, Santiago o Judas. No quiero ser apóstol, porque no me
quiero alejar de los pastores sencillos, de los misioneros sin glamour, de las mujeres que oran por
nosotros en círculos de oración, ni de los santos hombres que me precedieron, que no
conocieron las tentaciones de los mega eventos, del "culto-espectáculo" o de la vanagloria de la
fama. No quiero ser apóstol, porque no creo que necesitemos de títulos académicos para hacer la
obra de Dios, especialmente cuando estos nos confieren estatus. Por el contrario, estoy
dispuesto incluso a renunciar a ser llamado "pastor" si esto representa una graduación y no una
vocación al servicio.
No menosprecio a las personas. Más bien mi preocupación delata un profundo pesar al percibir
que en el ambiente evangélico se conspira para que los hombres de Dios se sientan tan atraídos
por ostentar títulos, cargos o posiciones. Embriagados por la exuberancia de sus propias
palabras, creyentes que son especiales aceptan los aplausos que vienen de los hombres y dejan
de lado el espíritu que caracterizó el ministerio de Jesús de Nazaret.
Jesús nos enseñó a no codiciar los títulos y también a no aceptar las lisonjas de los hombres.
Cuando un joven rico lo saludó con un "Maestro bueno", él rechazó la interpelación preguntando:
"¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios" (Mr 10.17–18). La madre de
Santiago y de Juan pidió un lugar especial para sus hijos. Jesús aprovechó el malestar causado
por esto para enseñar: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y
los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero entre vosotros no será así, sino que el
que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre
vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por todos." (Mt 20.25–28)
Los pastores se están olvidando de lo principal. No hemos sido llamados para tener ministerios
exitosos, sino más bien para continuar el ministerio de Jesús, quien fue amigo de los pobres y se
identificó con los dolores de las viudas y los huérfanos. Ser pastor no significa acumular
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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conquistas académicas; no es codearse con políticos poderosos ni ser gerente de una gran
empresa religiosa ni pretender las altas esferas de las jerarquías religiosas. Pastorear es conocer
y vivir la intimidad de Dios en integridad. Pastorear es caminar al lado de la familia que acaba de
enterrar un hijo prematuro, la cual necesita que se le consuele por medio del Espíritu Santo.
Pastorear es ser fiel a todo el consejo de Dios: enseñar al pueblo a meditar en la Palabra de Dios.
Ser pastor es amar a los perdidos con el mismo amor con que Dios nos ama.
Pastores: ¡no quieran ser apóstoles! Más bien busquen ser piadosos por medio de la oración. No
ambicionen tener mega iglesias; más bien traten de ser hallados como dispensadores fieles de
los misterios de Dios. No se encandilen con el brillo de este mundo; más bien busquen servir. No
construyan sus ministerios sobre el afán por descubrir siempre algo nuevo; más bien busquen
manejar con eficacia la Palabra de verdad, aquella misma que Timoteo recibió de Pablo y que
debía trasmitir a hombres fieles e idóneos, los cuales a su vez, instruyeran también a otros.
Pastores, no permitan que sus cultos se transformen en shows. No alimenten la naturaleza
pecaminosa y terrena de las personas; prediquen el mensaje de la cruz.
Agustín de Hipona dijo: "El orgullo transforma a ángeles en demonios". Si queremos parecernos a
Jesús sigamos el consejo de Pablo a los Filipenses: "Haya, pues, en vosotros este sentir que
hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." (Fil. 2.5–8)
Nunca se me ocurrió que alguna vez me involucraría en algo espiritualmente destructivo; sin
embargo, eso es exactamente lo que había sucedido cuando alcancé el nivel espiritual más bajo
en mi ministerio pastoral. ¿Cómo pude dejar que las cosas fueran tan lejos?
Desde mi perspectiva, servir en la junta directiva de nuestra denominación siempre había sido un
privilegio. Mi esposa y yo cultivamos amistades profundas con los demás líderes. Juntos viajamos
a diversos países, plantamos iglesias y compartimos una visión para el ministerio. Guiados por un
líder nacional respetado, nos consideramos ancianos de lo que rápidamente se estaba
convirtiendo en una nueva denominación. Manteníamos un sentido unificado de misión y
propósito mientras nos dedicábamos a lo que creíamos que Dios nos guiaba a hacer.
Una semana, durante una conferencia sobre liderazgo en el oeste de Estados Unidos, varios de
nosotros recibimos una invitación para concurrir a una reunión privada. Nos iban a presentar a los
«profetas», candidatos a tener un gran impacto sobre el futuro de nuestro movimiento. Dado que
ya estábamos entusiasmados sobre el uso de los dones espirituales para mejorar la vida de la
iglesia contemporánea, nuestra curiosidad nos movió a aceptar la invitación a esta reunión tan
Los profetas nos informaron que, en los últimos días, el Señor estaba restaurando en la iglesia el
ministerio constituido por: apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas. Se nos desafió
a aceptar la llegada de apóstoles y profetas, dado que la iglesia de hoy ya contaba con
numerosos maestros, pastores y evangelistas. Esta llegada conduciría al avivamiento final y más
grande del mundo.
Los profetas nos revelaron que nosotros habíamos sido escogidos como las personas y el
movimiento que conduciría a los cristianos a la última muestra de poder en los últimos días. Se
nos informó que uno de tales profetas había sido comisionado por Dios para encontrar el
liderazgo y el ministerio apostólico que, junto con el profético, proporcionaría la base para este
nuevo impulso de unción en los últimos tiempos. Dios le había revelado al "profeta" que él y
nuestra denominación eran los escogidos.
Todo sonaba embriagador. Después de luchar con las obligaciones cotidianas del ministerio y
nuestros temores de incapacidad, esto era exactamente lo que queríamos escuchar. Que se nos
dijera que nuestras luchas y nuestros sacrificios nos habían hecho especiales a los ojos de Dios
era reconfortante. Nos asimos de la promesa de que cosas espectaculares seguirían al inicio de
este nuevo paso de Dios.
Escuchamos con atención los halagos de nuestros nuevos amigos, los profetas. Nuestro
escepticismo apenas asomó por encima de la superficie de nuestra conciencia y luego
desapareció por completo en la reunión, cuando uno de ellos nos individualizó y procedió a
revelar en detalle los secretos de nuestras vidas. Ahora ellos realmente tenían nuestra atención.
¿Cómo podían no ser de Dios? Una después de la otra, estas "palabras del Señor" tan certeras
parecían ser la confirmación perfecta de todo lo que proponían. Quedamos completamente
convencidos de la validez de esta unción profética. ¿De qué otra manera hubiéramos podido
explicar su habilidad de "ver" nuestra niñez e historia personal mediante sus dones de profecía?
Regresamos a nuestras iglesias locales con las mentes bien abiertas a esta nueva etapa en el
crecimiento de nuestro movimiento. Durante los meses que siguieron, muchos de nosotros
recibimos una plétora de "profecías personales" prediciendo nuestros futuros roles, puestos y
triunfos en el nuevo movimiento de Dios. Había palabras de profecía para nuestros ministerios,
para sus ubicaciones y crecimiento, profecías acerca de la gran "restauración" venidera y nuestro
importante papel en ella. Algunos "videntes" dirigían a la gente con regularidad a su «lugar de
unción». Los receptores de tal consejo preparaban inmediatamente sus maletas y se marchaban
en fe, confiados en que las predicciones de triunfo en el ministerio se harían realidad. Los
profetas comenzaron a llamar por teléfono a los pastores comunicándoles palabras provenientes
directamente de Dios, que indicaban cambios de personal y ajustes en políticas y prácticas de la
iglesia. Ungieron a individuos para ministerios de sanidad y realizaron unciones apostólicas.
Luego, en lugar de esperar que los profetas llamaran, los pastores comenzaron a llamar a los
profetas para pedirles predicciones, instrucciones y consejos.
Se les prometió a los músicos y los laicos de la iglesia tener el nivel de estrellas si permanecían
fieles al plano profético que se abría ante nuestro movimiento.
Después de sólo un par de años, los profetas parecían estar hablando a casi toda la
congregación sobre casi cualquier cosa. Cientos de miembros de la Viña recibieron el "don" de
profecía y comenzaron a ponerlo en práctica, tanto entre los líderes como con los feligreses. La
gente comenzó a llevar pequeños anotadores repletos de predicciones que les habían dado los
profetas y videntes. Acudían en masa a las conferencias sobre profecía que comenzaron a surgir
por todas partes. Este grupo se movía con la esperanza de ser escogido para recibir más
profecías que agregar a sus diarios.
Los sueños y sus interpretaciones pronto pasaron a ocupar el primer plano, a medida que las
conferencias sobre profecía alentaban a sus devotos a tener lápiz y papel en sus mesas de
noche para apuntar cada sueño cuando éste ocurría, interpretarlo y encontrar el mensaje de Dios
que contenía. La gente vivía al borde de sus asientos, esperando el cumplimiento de las
promesas grandiosas de las profecías. La mayoría esperó en vano.
No mucho tiempo después de que la "profecía del día" se convirtiera en la fuente principal de
dirección, una larga hilera de creyentes devastados comenzó a formarse afuera de nuestras
oficinas de aconsejamiento pastoral. Los jóvenes a quienes se les había prometido el éxito y el
estrellato estaban recogiendo los pedazos de sus esperanzas rotas, porque Dios aparentemente
había cambiado de opinión. Los líderes eran acosados por miembros furiosos que habían
recibido profecías acerca de los grandes ministerios que podrían tener, pero que habían sido
frustrados por los líderes de la iglesia local, quienes no reconocían sus «nuevas unciones».
Algunos comenzaron a imitar los síntomas de temblores y palpitaciones, que les habían dicho
eran las señales de que el Espíritu Santo se posaba sobre ellos. Esperaban que el equipo
ministerial las reconocería y correría a su lado, elevando las manos y orando: «¡Más, Señor!»
Temblores, risa, llanto y movimientos de los ojos aseguraban que el feligrés atraería la atención
inmediata de los líderes y de sus semejantes.
Uno de mis primeros mentores pastorales me había enseñado: "Cuando no estés seguro de lo
que Dios está diciendo, vuelve a lo que Dios ya ha dicho". La Biblia. ¡Qué concepto! Me había
cansado de estudiar avivamientos del pasado, movimientos e historias de la iglesia, tratando
vanamente de encontrar justificación para lo que estaba sucediendo en mi propia congregación.
Parecía que, como pastor, había renunciado a lo que sabía con seguridad a cambio de lo que
nunca podría saber con seguridad. Era tiempo de buscar la Palabra y volver a lo básico.
Después de años de capacitación pastoral, enseñanza y predicación, sabía que los cambios
extraños que se habían producido en el seno de nuestra iglesia necesitaban evaluación y
corrección bíblica si nuestro rebaño iba a sobrevivir. Se suponía que yo era el pastor, pero me
había convertido en seguidor. Mi pasto corría el peligro de convertirse en desierto.
La mayoría de los pastores que conozco tienen ataques de inseguridad o de ansiedad al predicar,
y períodos en que se sienten inseguros de que hayan tomado las decisiones correctas en el
ministerio. Aun cuando la mayoría piensa que estos ataques de inseguridad emocional son poco
comunes, ocurren cada semana del año, entre domingos. Sin embargo, uno de los mayores
temores de un pastor debería ser la falta de diligencia en mantener a los lobos fuera del rebaño.
La puerta de entrada más eficaz para cualquier enseñanza "nueva" es el pastor.
Recuerdo bien la primera vez que me hice a un lado y permití que ingresaran enseñanzas falsas
a mi iglesia. Se me informó que habíamos "apagado al Espíritu Santo por mucho tiempo" y que
ahora "era tiempo de devolver la iglesia al Espíritu Santo". Se me dijo que la penitencia por el
delito eclesiástico de "apagar al Espíritu" era incluir un tiempo de «todo vale» durante cada
reunión. Se debía poner de lado el orden e invitar al caos con oraciones tales como "¡Ven,
Espíritu Santo!" Esta orden a la Deidad era típicamente seguida por un largo período de espera
para ver qué haría el Espíritu Santo. Una creciente sensación de anticipación aumentaba,
mientras esperábamos que aparecieran las "manifestaciones". Si había algo de ansiedad, ésta se
disipaba mediante una aplicación libre de Mateo 7:9-11: "¿Qué hombre hay de vosotros, que si su
hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?"
Todo esto pareció muy reconfortante en su momento, pero siempre me pregunté cuán lejos se
extendía el mágico "escudo contra Satán": ¿tenía un perímetro de 100 metros? ¿medio metro?
¿había un tiempo límite, tal como la medianoche, por ejemplo, antes de que los mensajeros de
Satanás pudieran nuevamente retomar sus ataques regulares? ¿por cuánto tiempo la "criptonita"
de pan y pescado excluiría la duplicación psíquica de la "voz" de Dios?
Algunos de nosotros éramos candidatos para este tipo de manipulación. Mis sentimientos de
culpa eran evocados por sugerencias de que había ejercido demasiado liderazgo y control en la
A pesar del hecho de que las Escrituras no defienden en ninguna parte esta mala interpretación
del capítulo siete de Mateo, y en realidad manda poner orden en la iglesia (1 Co. 14:17-19), el
caos reinó en la mía porque llegué a creer que necesitaba ceder mi derecho para mantener el
orden. Casi dejé de lado mi compromiso de presentar un mensaje claro del evangelio a los no
creyentes que visitaban la iglesia y, en cambio, permití que reinara la subjetividad sobre el
razonamiento de las Escrituras. Necesitaba arrepentirme y convertirme nuevamente en un
verdadero pastor.
Mientras mi esposa y yo nos preparábamos para concurrir a lo que sería nuestra última reunión
de directores de la junta de nuestra denominación, practicamos lo que diríamos: cómo
necesitábamos eliminar el remolino de subjetividad que había ingresado en nuestra iglesia, volver
a los principios básicos del evangelismo y discipulado cristiano, y restaurar el estudio bíblico en
las vidas cotidianas de nuestros miembros.
No queríamos causar problemas. Habíamos entablado amistades profundas con estas personas,
las amábamos y las considerábamos una parte importante de nuestras vidas, pero no podíamos
seguir permaneciendo silenciosos en cuanto a la verdad.
Otros directores comenzaron a compartir "palabras" que Dios les había hablado en cuanto a la
dirección de nuestro movimiento. Un director afirmó que Dios le había dicho que la iglesia pura
era la iglesia celular y que debíamos abandonar por completo la enseñanza pública de la Biblia y
el evangelismo, y dedicarnos a reuniones de grupos pequeños. Algunos presentaron la postura
de que el verdadero evangelismo tiene lugar con "señales y maravillas", donde la gente es
atraída al reino de Dios mediante "demostraciones" de poder. Otros menospreciaron la idea de
cruzadas evangelísticas. Varios apoyaron el ministerio de los profetas; otros presentaron
evidencia relacionada con los engaños y las manipulaciones usadas a menudo por éstos en sus
reuniones.
Finalmente, después de una semana de debates a veces acalorados, oración y reuniones, todo
se resumió con el sueño que alguien compartió la última noche. El sueño, que se relató como si
proviniera de Dios mismo, nos instaba a no hacer nada, no tomar ninguna decisión, sino "esperar
y ver".
Regresé frustrado a mi propia iglesia. Acababa de ser testigo de cómo amigos íntimos,
colaboradores en Cristo, líderes cristianos legítimos, habían sido "arrastrados por todo viento de
doctrina". Nuestro ministerio corporativo pareció una prueba de laboratorio que había salido mal.
La adopción de la subjetividad como fuente principal de guía nos había reducido a una ineptitud
total como pastores y líderes. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estos hombres y mujeres
cristianos "oían»"
Supe que era el momento de comenzar el proceso de llevar a lo básico a la iglesia que Dios me
había dado para pastorear. En ese instante, la verdad se tornó más importante que las
relaciones.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Mi esposa y yo hablamos con el resto de nuestra congregación. Sabíamos que si ellos se
comprometían a volver a los principios básicos de la práctica cristiana, la Palabra de Dios
garantizaba que el Señor obraría con más poder y en forma más legítima que nunca antes en
nuestras vidas. La congregación estuvo de acuerdo.
Volví a enseñar la Biblia de la manera más básica que pude, versículo por versículo. Cuando
anuncié que íbamos a estudiar el evangelio de Juan durante la mayor parte del año, la respuesta
de algunos fue: «¿Por qué el libro de Juan? Lo leí cuando recién me convertí». Otros se
horrorizaron de que desalentara los temblores y las sacudidas «en el Espíritu». Lo que había sido
una iglesia de 4.400 miembros se redujo, a medida que las personas se alejaban para unirse al
movimiento de la «risa santa». El correo negativo que recibí creció en grandes proporciones.
Hasta el líder del movimiento me denunció públicamente, prediciendo que Dios me mataría por mi
"pecado".
Dios fue fiel a su palabra en medio de la tormenta que nuestra congregación soportó durante lo
que luego llamamos «el año de las calumnias». En unos pocos meses, varios cientos de
personas alcanzaron un conocimiento salvador de Cristo. Los bautismos aumentaron,
simplemente porque había nuevos conversos. Las vidas de las personas fueron cambiando en
forma radical y la iglesia se tornó saludable nuevamente. La concurrencia aumentó casi del día a
la noche. En el curso de un año, agregamos un tercer culto a nuestro programa dominical.
Actualmente, nuestra congregación supera los 6.000 y nuestras luchas son con cuestiones
ordinarias y normales de la vida cristiana. Todo esto gracias a que volvimos a los principios
básicos. Es realmente así de simple (ver He. 4:12, 13; 2 R. 22:8-13; Jr. 15:16).
En los días del apóstol Pablo, los falsos profetas, herejes y legalistas que se resistían a su
ministerio necesitaron poner considerable esfuerzo para inyectar el opio de las falsas doctrinas en
la iglesia. Viajes largos a caballo o a pie, el calor, el polvo, meses lejos del hogar, métodos
dolorosamente lentos de copiar documentos, todo contribuyó a dificultar la diseminación de
doctrinas falsas.
No es así hoy: las maravillas del mundo moderno hacen que la diseminación de doctrinas falsas
sea engañosamente completa y rápida. La urgencia de la corrección bíblica nunca ha sido más
apremiante que ahora. En 1517, un gran contingente de la iglesia cayó en el engaño de un monje
carnal llamado Johann Tetzel, quien persuadió a los creyentes a comprar indulgencias para
garantizar el escape del purgatorio. Martín Lutero clavó furioso sus noventa y cinco tesis de
disputa sobre la puerta de Wittenberg, desafiando la venta de la salvación mediante la
explotación de las inseguridades espirituales y el analfabetismo de la gente. Tal vez hayamos
vuelto a tal edad oscura con la sublevación de un avivamiento falso.
El mensaje de este artículo está dirigido no solamente a pastores y líderes sino también a
cada creyente. Es imperioso señalar que a pesar de nuestras debilidades o falta de
preparación académica o posición social, cada creyente puede ejercer influencia en su
mundo para la gloria de Dios. Con la autoridad de la Escritura, el autor garantiza que Dios
es más que capaz y está más que dispuesto a concedernos el poder para llegar a ser
personas de tremenda influencia en nuestro mundo para gloria de su nombre.
Hace más de 50 años que no veo al hombre que más influencia ejerció en mi vida. Mi padre
murió cuando yo tenía 10 años pero el ejemplo de su amor ferviente hacia Dios y su sincera
preocupación por los demás quedó conmigo desde entonces. Aún durante mi adolescencia,
cuando fui tentado a alejarme del Señor, no pude permitirme deshonrar a mi padre y todo lo que
él representaba. A los 17 años, después de cuatro años tormentosos de estar dividido entre dos
mundos, por fin me comprometí totalmente con Dios.
Con la autoridad de la Escritura, le garantizo que Dios es más que capaz y está más que
dispuesto a concedernos el poder para llegar a ser personas de tremenda influencia en nuestro
mundo para gloria de su nombre.
El Gran Mandamiento
Dios promete darnos ese amor que transforma vidas. "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas", y "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo" (Mr. 12:30-31).
Al fin y al cabo, el cumplimiento de la ley de Dios es una cuestión de amor (Gá. 5:14). La más
grande de las virtudes cristianas es amor (1 Co. 13). El fruto del Espíritu se resume en una
palabra: amor (Gá. 5:22). La esencia del carácter de Dios es el amor (1 Jn. 4:8,16). Por sobre
todas las cosas, se nos ordena: «Vestíos de amor» (Col. 3:14).
La Gran Comisión
Dios también promete darnos a usted y a mí el poder del evangelio que transforma vidas: "Toda
potestad (poder, autoridad) me es dada en el cielo y en la tierra, por tanto, id, y haced discípulos
a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt. 28:18-20). Esa es su gran comisión para nosotros hoy
en día. Debido a que El mora en nosotros, tenemos el poder para proclamar su evangelio en
nuestros hogares, a nuestros parientes y a nuestros amigos para que ellos crean, se arrepientan
y sean salvos. Los evangelios nos dicen que Cristo vino "a buscar y a salvar lo que se había
perdido" (Lc. 19:10).
Es loable y necesario analizar lo que está mal en nuestro país. Es encomiable enseñar cómo vivir
correctamente en este mundo confuso. Pero a menos que comuniquemos el evangelio de
Jesucristo que cambia vidas y llamemos a las personas a que se conviertan, no haríamos más
que reorganizar los problemas.
Tanto las escrituras como la historia confirman esta verdad: sin una conversión, es imposible
cambiar una comunidad o una nación para bien. ¡Quiera Dios darnos a usted y a mí una pasión
por aquellos que todavía tienen que entregar sus vidas a Jesucristo y experimentar el poder
transformador de su evangelio!
La mayoría de los lectores de Apuntes Pastorales son pastores y líderes de iglesias. Sin
embargo, hemos encontrado a más de un pastor que no estaba seguro si su esposa conocía al
Señor, y a esposas de líderes de la iglesia que no estaban convencidas de que sus esposos eran
de Cristo. Pablo nos anima como hombres a que amemos a nuestras esposas "así como Cristo
amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla…" (Ef. 5:25-26). Pedro, en
cambio se dirige a las mujeres: "Asimismo vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos,
para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus
esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa" (1 P. 3:1-2).
¿Todavía sus hijos no han venido al Señor? Si es así, no se desanime. Ámelos con todo su
corazón para traerlos al Salvador, no importa cuánto tiempo tome.
No hay mayor gozo que ver al hijo pródigo volver al hogar. Andrés es el tercero de mis cuatro
hijos, nacido en Cali, Colombia, en 1966. Después de graduarse de la universidad, Andrés se
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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mudó a 4.000 kilómetros de casa, donde comenzó a subir por la escalera del éxito profesional.
Pero lo que atribulaba mi corazón no era la distancia del hogar, era su alejamiento del Señor.
Al igual que nuestros otros hijos, Andrés había orado para invitar a Jesús a entrar en su corazón
cuando era niño. Sin embargo, desde la secundaria, había comenzado a mostrar poco interés en
la Biblia y en la iglesia. Andrés seguía un estilo de vida secular con valores seculares.
Por doloroso que fuera, Patricia y yo tuvimos que aceptar lo que habíamos aconsejado a otros
padres. Aunque Andrés había sido criado en la escuela dominical, había memorizado versículos
bíblicos, era bautizado, podía hablar la jerga evangélica, e incluso respetaba y defendía el
evangelio como verdad, todo eso no significaba que fuera verdaderamente convertido. La
conversión es esencial para todos, ya sea que hayamos nacido en una familia inconversa o en
una familia que busca honrar a Dios.
Patricia siempre habla sin rodeos: "Si tu hijo llega a la adolescencia y no sigue a Cristo de
manera espontánea, tal vez no sea creyente". Jesús dijo que la prueba está en el fruto (Mt. 7:20).
Andrés era muy respetuoso con nosotros, siempre cortés y amable, un buen hijo que nunca
blasfemó el evangelio. Pero su vida negaba la experiencia personal de la conversión con el Señor
Jesucristo.
Muy a menudo, durante nuestras cruzadas evangelizadoras yo oraba: "Señor, que muchos
vengan adelante y confiesen a Cristo", pensaba en ese mismo momento: "No hay mayor gozo
que éste… Pero, ¿y qué de Andrés? ¿Cómo puede mi gozo ser completo mientras él no se pare
aquí como una persona que camina con Jesús?"
La rebelión de Andrés fue una lección dolorosa. Debido a que uno de mis hijos, por el que me
había esforzado al máximo para llevarlo a los caminos de Señor, se resistía a la conversión, no
podía hacer otra cosa que aferrarme a la promesa de Dios para Israel: "Y todos tus hijos serán
enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos" (Is. 54:13). Ese versículo fue muchas
veces mi oración para todos mis hijos a lo largo de los años.
Tres años atrás, Patricia y yo invitamos a Andrés a ir con nosotros a Jamaica para una cruzada.
Allí él conoció a su futuro suegro y a su familia. El compromiso de ellos con Jesús convenció a
Andrés de su rebeldía perjudicial y lo llevó a lo que él llama "un serio arrepentimiento".
Mi gozo es que ahora sabemos que el Espíritu Santo vive en él, y a Dios sea toda la gloria por
ello. Andrés es nacido de Dios y lleva el fruto de ser su hijo, siendo conformado a la imagen del
Señor Jesucristo. Su entusiasmo por las cosas de Dios es una de las alegrías más grandes de mi
corazón.
Por supuesto, todo hijo en una familia cristiana hace sus propias elecciones. Por eso es tan difícil
amar a ese hijo pródigo. Pero si alguno de sus hijos todavía no conoce a Jesús, por favor, no se
desanime, ore por él y ámelo para traerlo al Señor.
¿Son sus padres y otros parientes parte de la familia de Dios? ¿O siguen sin conocer su gracia y
su misericordia? Si es así, pídale a Dios que acerque a sus vidas otros cristianos y haga todo lo
posible para mostrar su amor y preocupación.
Un tiempo después llamé a Roberto. "¿Cómo anda tu papá?", le pregunté. "Acabo de ser invitado
a predicar en la ciudad donde vive". Aunque tenía otros compromisos, Roberto hizo planes
inmediatamente para viajar en avión al este, invitar a su papá a cenar y llevarlo a la cruzada
donde yo predicaba.
"¿Cuándo lo hizo?"
De hecho, Roberto hizo todos los preparativos. Lo único que hice yo fue tener el privilegio de
proclamar las buenas nuevas de Dios en un lugar donde su padre pudiera escuchar su mensaje,
ser tocado por el Espíritu Santo, y entregar su vida a Jesucristo.
Nosotros, los obreros cristianos muchas veces perdemos contacto con el mundo. Por tal motivo,
es imperioso hacer un esfuerzo extra para conocer a nuestros vecinos y otros inconversos y así
poder participar en la gran comisión.
Eventualmente este vecino se casó y parecía que todo le seguía yendo muy bien. Sin embargo,
cambió de repente. Parecía que el gozo había abandonado su rostro. Pude darme cuenta de que
tenía dificultades en su matrimonio, y sentí la necesidad de hablar con él, pero aun así no quería
entrometerme en su vida. Continué con mis asuntos y partí para una cruzada en el Perú.
Cuando volvía a casa, me enteré de que mi vecino se había suicidado. Quedé destrozado. Sabía
que debía haberle hablado acerca del amor de Jesús. Soy un evangelista pero desperdicié una
oportunidad para testificar.
Aunque mi vecino parecía despreocupado, su alma estaba herida. Necesitaba las buenas nuevas
de salvación en Jesucristo. Dios mediante, nunca jamás dejare escapar otra oportunidad de
compartir el poder transformador de Cristo Jesús.
¿A quién conoce usted que todavía necesite a Jesús? No dé por sentado que una persona ha
entregado su vida a Jesucristo sólo porque va a la iglesia. Nunca pierda la esperanza, si algunos
de sus antiguos amigos han rechazado a Jesús toda su vida.
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Berto, presidente del comité de finanzas de una última cruzada, tenía una larga lista de personas
por las que estaba orando, pero tenía los nombres de tres hombres a la cabeza de su lista. Todos
ellos habían conocido a Berto durante los últimos 15 a 25 años pero siempre habían postergado
la decisión de rendirse al Señor. Finalmente, durante la cruzada, dos de sus tres amigos
cercanos aceptaron al Señor. Unos cuantos días antes, el otro amigo también le había dado su
vida a Cristo, en su propio hogar, cuando Berto fue a visitarlo.
"Muchos otros amigos entregaron sus vidas a Cristo durante la cruzada, algunos los traje yo, y
otros me lo dijeron algunas semanas después", dijo Berto. "¡Pero es tan lindo saber con certeza
que mis tres mejores amigos por fin son creyentes".
Otro hombre que conozco, Miguel, tomó el curso de Consejero y Hermano Mayor de nuestra
asociación evangelizadora y se dio cuenta de qué forma el Señor podía usarlo entre sus amigos
para ganarlos para Cristo. Miguel sentía una carga especial por un compañero de trabajo llamado
Chilo, un hombre tosco y desagradable.
Miguel comenzó a tomar café con Chilo, quien le aclaró que no necesitaba ni a Dios ni a nadie.
Esto siguió así por un tiempo hasta el día en que se llevaron a Chilo del trabajo en una camilla al
hospital más cercano. Los doctores descubrieron que su corazón había duplicado su tamaño, y
que otros órganos vitales estaban dejando de funcionar. Le dieron menos de un año de vida.
Tan pronto como Chilo salió del hospital, Miguel fue a verlo y le compartió los pasos del plan de
salvación. "Él estaba de acuerdo con todo lo que le dije", Miguel me contó luego, "incluso le
expliqué la oración de entrega". Pero Chilo postergó la decisión, así que Miguel le volvió a
explicar los puntos básicos del evangelio. Chilo seguía diciendo: "No, gracias". Sin embargo,
cuando Miguel se levantó para irse, Chilo le dijo: "Espera, cuéntamelo de nuevo", y unos minutos
después, le entregó su vida a Jesús.
Desde entonces, Chilo asiste a la iglesia de Miguel y se ha convertido en un fiel testigo del Señor.
"Él es un verdadero aliento para los creyentes en el trabajo y también para los inconversos», dice
Miguel. «Ellos preguntan: "¿Qué le ha pasado a Chilo? Está tan feliz. ¿Acaso no sabe que le
queda menos de un año de vida?"
Necesitaremos tener presente que a menudo el tiempo de Dios es diferente del nuestro. Los
problemas de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra ciudad y de nuestra nación no
surgen de repente. Son el resultado de años, décadas, incluso siglos de pecado y desobediencia.
No podemos cambiar todo de la noche a la mañana, hay un tiempo y un lugar para todo. No nos
adelantemos al Señor.
Consideremos el gran avivamiento iniciado por John Wesley. Una ola masiva de conversiones
transformaron a Inglaterra totalmente. Incluso los peores vicios sociales de esa nación fueron
desarraigados. Sin embargo, eso no sucedió de la noche a la mañana. Ni todo ocurrió durante la
vida de Wesley. La esclavitud fue abolida recién unos años después de su muerte. Pero aun los
historiadores seculares admiten que la influencia de Wesley en el político cristiano William
Wilberforce fue lo que finalmente ganó esa batalla.
Muy a menudo subestimamos lo que Dios puede hacer en cinco años o diez o aun quince. Que
nunca nos preocupemos tanto por las altas y las bajas del momento, que no perdamos de vista el
plan y el propósito general de Dios para nuestra propia generación, y para las generaciones
venideras.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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"Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida" (Ap 2.10). Corramos el riesgo de vivir
totalmente para Dios y dejemos el resultado en sus manos. AP
Tomado del libro: «Sigue hasta la meta», de editorial UNILIT. Usado con permiso, Apuntes
Pastorales. Volumen XIV – número 2.
Dios quiere salvar pecadores, pero ha escogido trabajar a través de nosotros, que
constituimos la traba más grande para el evangelismo. Al contemplar nuestra realidad me
gustaría sugerir algunos conceptos.
El problema número uno por el cual no ganamos personas para Cristo es que la mayoría
de las iglesias y las personas no evangelizan. No es tanto la falta de estrategia, espiritualidad
o metodología; es que no se hace nada en forma regular. Dios convierte a las personas en
pescadores de hombres si están dispuestas a seguirle a El en la pesca. Dios quiere salvar,
nosotros somos los que no cooperamos:
Las iglesias y las personas que sí están evangelizando ganan personas para el Señor. Usan
diferentes variedades de métodos y algunos incluso no utilizan ninguno; sin embargo, llevan a las
personas a Jesucristo. Hace poco estuve con un grupo de pastores que estaban muy
preocupados porque sus iglesias se habían estancado. Al preguntarles que hacían antes cuando
estaban creciendo todos compartieron sus esfuerzos para alcanzar a los perdidos. Cuando les
dije si hacían lo mismo hoy o algo diferente, todos admitieron que no estaban haciendo nada. El
que no planta, dificilmente cosecha, y el que no sale a pescar, no traerá pescado fresco a casa.
Necesitamos reflejar actitudes de gracia, compasión y amor, y poder decir como Jesús: "Ni yo te
condeno; vete y no peques más". Los pecadores encontraron en Jesús una compañía agradable,
que notable que nos los espantemos
Estoy convencido de que Dios desea salvar a muchas personas. El no está limitado, el evangelio
aún es el de Dios para la salvación de todos los que creen. Necesitamos arrepentimos de estar
encerrados en nuestras iglesias, programas y discusiones sobre evangelismo Con amor,
humildad, astucia y diligencia debemos obedecer al Señor y buscar a los perdidos Aun hay
multitudes con necesidad del Salvador.
Persigamos la meta correta de la forma correcta: Formar a Cristo en cada uno por Enrique
Zapata
En una ocasión un piloto de una línea aérea anunció a los pasajeros que estaban perdidos,
sin poder encontrar su destino, pero aseguró que no debían preocuparse pues vuelo iba
muy veloz gracias a un fuerte viento a su favor.
Si los líderes de muchas iglesias fueran honestos tendrían que hacer un anuncio similar en su
iglesia: "No sabemos a dónde llegaremos con todo nuestro activismo, pero que somos activos
como nunca antes, ni por un minuto lo ponemos en tela de duda... estamos muy bien." Las
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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gentes de muchas iglesias se sienten muy contentas porque realizan muchas actividades pero...
¿qué estamos logrando realmente con todo eso?, ¿cuáles son los resultados concretos las
personas?, ¿para qué se hace toda esa labor?, ¿es la mejor forma de hacerla? Estas y otras
preguntas requieren de una respuesta honesta a la luz de la vida de Jesús.
Lo trascendental para Jesús en su misión en la tierra fueron las personas. Ellas eran su visión y
su metodología. Su meta era conducirlos hasta la salvación eterna y formarlos a Su propia
imagen, con su particular método de involucrarse personalmente en sus vidas, discipulados para
ser como Él y después, enviarlos a hacer a otros lo que Él hizo con ellos.
El ministerio de Jesús fue sencillo y profundo, mas para algunos no resultó muy eficaz: "No" tuvo
resultados perfectos (tuvo un traidor -Judas-, multitudes que le guían pero demandantes y
cambiantes, discípulos que le abandonaron en su hora las difícil). Sin embargo con todos estos
multados "imperfectos", Jesús no cambió su estrategia. ¿Por qué, entonces, la cambiamos
nosotros? Jesús dijo: "Como me envió el Padre, así también yo os envío."
Todo ministerio debe ser medido por la forma como se involucra con las personas. Un día,
cuando iba camino a su oficina, un ejecutivo de una organización cristiana de servicio social, al
ver a un niño mal nutrido, tuvo conciencia de que estaba trabajando con personas y no con
cantidad de kilos distribuidos a los necesitados. Esta misma conciencia debe despertarse en
nuestras iglesias para que los líderes no busquen números de asistencia y presupuesto sino
mujeres, hombres, niños, ancianos con nombres, rostros y realidades muy particulares. La
formación de discípulos nunca debe o puede institucionalizarse a fin de no perder la esencia del
proceso.
Al observar a Jesús, es obvio que el proceso de producir discípulos y santos es lento y requiere
sobre todo, perseverancia y paciencia. Día tras día cuando Jesús caminaba con sus discípulos en
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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la realidad de la vida, los confrontaba con la necesidad de tener valores diferentes y relaciones
basadas en el amor y la misericordia, y los motivaba a ser instrumentos y mensajeros de Dios.
Por tanto, el trabajo diario con personas implica ayudarlas a que Cristo sea formado en ellas, y
esto requiere de perseverancia, paciencia y ante todo, conciencia de que Dios les dio libre
albedrío. La perseverancia es indispensable para seguir trabajando con individuos y la paciencia
es básica, para evitar caer en desesperación y deserción cuando se ven los pocos resultados y la
resistencia de los otros a crecer.
De hecho, el proceso es tan complejo y difícil en el sentido humano, que muchas iglesias
terminan sustituyéndolo por opciones humanas y carnales. Unas optan por sistemas legalistas
para controlar el comportamiento, otras escogen espiritualizar la vida cristiana y valorizar las
expresiones emotivas como manifestaciones espirituales trascendentales. Empero, el primer caso
nos hace recordar la crítica de Jesús a los fariseos cuando señalaba que el problema procedía
del interior de la persona: "lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre" y por tanto, para
Él las leyes externas no tienen ningún valor al modificar el interior de otros (Marcos 7) y el
segundo asunto resulta en religiosidad sin transformación.
Las personas ya han sufrido suficiente con los legalismos impuestos y con la falsa religiosidad
producida por las expresiones emotivas. Por eso es tiempo de andar en la dirección correcta -la
que Jesucristo mismo tomó- y de perseguir la misma meta que Él: formar a Cristo en cada
persona que ministremos. ¡Involucrémonos en la vida de ellos! ¿Dónde están sus "Juanes", sus
"Martas" y sus "Pedros"? Ellos, una vez ya formados y enviados, son la esperanza, estrategia y
cumplimiento del deseo de nuestro Dios. En el tiempo oportuno ellos darán el fruto deseado en el
reino eterno de nuestro Padre.
¡Adelante!
Capacitar a los laicos en el ministerio del cuidado pastoral por el Dr. Howard Clinebell
Nuestra tarea es capacitar, inspirar, guiar, entrenar y trabajar junto con los ministros laicos
como «maestros de maestros», «pastores de pastores» y «asesores de asesores».
La vitalidad del ministerio del laicado puede estar alcanzando un nivel que no ha existido desde
las primeras décadas del movimiento cristiano. Las potencialidades de este desarrollo son casi
ilimitadas. Es como una brisa fresca que sopla a través de la iglesia, despertando a crecientes
grupos de hombres, mujeres y jóvenes laicos para que asuman este excitante ministerio para
todas las personas. Este renacimiento laico se basa en el descubrimiento de la conceptuación de
la iglesia de acuerdo con el Nuevo Testamento: el pueblo de Dios, el cuerpo de Cristo y la
comunión del Espíritu Santo en las cuales cada miembro tiene un ministerio. La palabra
neotestamentaria laos, de la que deriva el término "laicado", ¡Se refiere a todos los cristianos! El
"ministerio de la reconciliación" (que describe 2 Co 5.18) era confiado a toda la iglesia, no a un
ministerio profesional apartado.
¡Las implicaciones del renacimiento del laicado para el cuidado y el asesoramiento pastoral son
profundas y desafiantes! El cuidado pastoral, entendido correctamente, es una función que
corresponde a toda la congregación. La iglesia local debería luchar para ser un organismo
sanador, redentor y estimulante del crecimiento. El objetivo del programa de cuidado pastoral de
la iglesia debería ser el desarrollo de un clima dinámico de preocupación mutua amorosa e
iluminada, que leuda gradualmente toda la congregación. La administración de la iglesia y el
programa de pequeños grupos debería orientarse hacia este objetivo. En la medida en que existe
koinonía en una congregación, se da el ministerio mutuo espontáneamente cuando los miembros
individuales buscan brindarse entre sí, en las palabras de Lutero, "como un Cristo a mi vecino".
Cada miembro tiene oportunidades para el cuidado pastoral que son sólo suyas. ¡Sólo en la
medida en que más de nosotros aceptemos este desafío nuestras iglesias podrán cumplir con su
misión como centros de capacitación y de fortaleza para la sanidad y la liberación, para la
plenitud y la justicia!
A medida que el "pastorado de todos los creyentes" se convierte en una realidad dentro de una
congregación, los laicos escapan de su situación de "espectadores" y comienzan a realizar sus
ministerios personales. Su propio crecimiento espiritual se ve estimulado en la medida en que
ponen a trabajar su fe en el servicio directo. Las necesidades que no han encontrado respuesta y
que existen en cada iglesia y comunidad son tan numerosas y variadas que un pastor que trabaja
solo posiblemente no podrá resolver más que una pequeña fracción. El ministerio de cuidado que
ejerce una iglesia para con los solitarios, los enfermos, los ancianos, los afligidos, los que no
pueden salir de sus casas, los extranjeros, los confinados, los explotados, los oprimidos social y
económicamente, puede cuadruplicarse si se involucra totalmente a los laicos capacitados para
realizar esta tarea de cuidado. Cuando los laicos consagrados se convierten en pastores
informales para sus vecinos, sus colegas y los miembros de su iglesia, se convierten en la iglesia,
el cuerpo de Cristo que sirve a los necesitados.
Dos personas que han desarrollado un programa para la capacitación de laicos declaran:
Capacitar a los laicos en el ministerio de cuidado de la iglesia es mucho más que "hacer que un
grupo de gente ayude al pastor en la visitación". Creemos que el cuidado pastoral desarrollado
por los laicos manifiesta la propia naturaleza y el fundamento de la iglesia como una comunidad
de cuidado con su sacerdocio común de todos los creyentes. Provee de un lugar en la vida y en
La capacitación de los laicos para el cuidado es una de las claves para la revitalización y el
crecimiento de una congregación. Las investigaciones realizadas sobre temas como el
crecimiento de la iglesia y su declinación muestran que un ministerio de cuidado fuerte y amplio
es una variable crucial para la sanidad y el crecimiento de una congregación. Este tipo de
ministerio no es posible salvo que los laicos capacitados estén profundamente involucrados en el
cuidado dentro de la congregación y en su comunidad.
La resistencia que tienen muchos pastores a involucrar a los laicos de esta manera debe
resolverse o al menos reducirse antes que se ponga en marcha de manera completa un
programa eficaz para el cuidado por parte de los laicos. Algunos ministros sienten culpa cuando
piden a otros realizar tareas de cuidado pastoral. El "complejo de ser indispensables" hace que
compartir este ministerio con el laicado resulte amenazador. Algunos pastores permiten que se
les recargue tanto con las demandas y las necesidades de su gente, que dedicar tiempo para
capacitar a los laicos parece una carga adicional imposible. Lo que es más, a la mayoría de los
pastores en el seminario no se les mostró la importancia crucial de capacitar a los laicos para las
tareas de cuidado, ni aprendieron las técnicas de supervisión que se requieren.
Consecuentemente muchos pastores se sienten inadecuados para esta área del ministerio y
algunos lo son. Debemos repensar la imagen que los pastores tienen de sí mismos y aumentar
sus capacidades para supervisar de modo que la capacitación del ministerio laico pueda ser una
parte tanto central como satisfactoria de su tarea.
La resistencia que existe en los pastores se ve reforzada por ciertas actitudes que prevalecen en
la mayoría de las congregaciones. La respuesta inicial de algunos miembros de la iglesia, cuando
se les presenta la idea de capacitar a los laicos para la tarea de cuidado, es: "Le pagamos al
pastor para que nos dé cuidado pastoral y no para que les enseñe a otros a hacerlo". Algunos
miembros de la iglesia sienten que los ayuda un aficionado de segunda clase cuando los visita un
laico. Tanto los pastores como las congregaciones necesitan aprender que capacitar a los laicos
no es una manera que tiene el pastor de pasarles el fardo de sus obligaciones, sino un modo
poderoso de profundizar, ampliar y compartir el ministerio de cuidado con toda la congregación.
No reemplaza el cuidado pastoral que hace el pastor, sino que lo complementa y lo incrementa
en gran manera.
Una de las preocupaciones de los pastores se relaciona con la calidad de los programas de
cuidado y de ayuda a cargo de laicos. ¿Es realmente posible que los laicos den ayuda eficaz a
los cargados, a los afligidos? Los estudios han confirmado la eficacia de la tarea de ayuda que
realizan los laicos y de los para profesionales. Se ha demostrado que aquellos que han recibido
una capacitación inadecuada y que no son supervisados puedan hacer daño, particularmente si
tratan de trabajar con individuos o familias que necesitan asesoramiento o terapia. (Por supuesto
que lo mismo puede decirse de los pastores y de otros profesionales que han recibido una
capacitación inadecuada o no son supervisados.) Pero la evidencia clara es que al hacer cuidado
pastoral, ¡los laicos bien capacitados pueden hacer una contribución constructiva y única al
ministerio de cuidado global de una iglesia, un hospital o cualquier otra institución!
Los ministerios laicos para el cuidado están floreciendo en muchos lugares. Algunos ejemplos:
Otros programas enfatizan maneras de utilizar las oportunidades de cuidado pastoral que ya
existen en las actividades de la parroquia: evangelización e incorporación de nuevos miembros,
visitación a los hospitales, cuidado de los afligidos, visitación de los ancianos y de los que no
pueden salir de sus casas, la solicitud de las promesas anuales de mayordomía, clases de
escuela dominical y grupos de mujeres. Ofrecen sugerencias para la estructura, el contenido y la
supervisión de la capacitación. A partir de su amplia experiencia en la formación de personas
dedicadas al cuidado, Detwiler-Zapp y Dixon declaran: «Una de las cosas que manifiestan más
cuidado y que usted puede hacer por su iglesia y por usted mismo es capacitar a otros para que
den cuidado. Poner la teología en práctica de esta manera puede cambiar visiblemente toda la
vida de una congregación. Creemos que se sentirá sorprendido e inspirado por los dones,
talentos y el compromiso que los laicos pondrán en su ministerio mutuo».
Los pastores y líderes, así como todos aquellos que trabajan en la viña del Señor,
necesitamos establecer una amistad al estilo de Jonatán y David.
Un vínculo necesario
Un recurso valiosísimo
A SI ES. TODO EL mundo necesita amigos. Y de manera especial aquellos que de una u otra
forma ministramos en la Iglesia del Señor. Una amistad íntima, sincera, comprometida, con
colegas en quienes podamos depositar nuestra confianza en todo tiempo, aun en aquellos de
crisis personal. Alguien con quien podamos sincerarnos, una persona que nos comprenda y se
identifique con nosotros porque conoce el terreno que pisamos y las pruebas que existen en el
campo ministerial.
La amistad es un don de Dios, como lo leímos en el último número de la revista Los Temas, y
creo firmemente que hay siervos que han caído en el campo de batalla por falta de una amistad
de este tipo. Necesitamos amigos que puedan orar por nosotros y con nosotros.
"Amigo hay más cercano que un hermano". ¡Qué gran verdad es esta! Tengo la dicha de contar
con amigos de esta clase, tres en particular, que me asesoran y yo los asesoro. ¡Qué enorme
riqueza espiritual es tener esta asociación! Repito, es un verdadero regalo de Dios.
Pero es menester que entendamos que esta clase de amistad no es fácil. Necesita cultivo, es
necesario sacar tiempo para estos amigos y a la vez no imponernos a ellos, queriendo acaparar
todo su tiempo. Por eso es recomendable no tener un solo amigo íntimo en el ministerio, sino dos
o tres (y aun más, si lo considera necesario). De igual modo es saludable y edificante que
tengamos este tipo de amistad con consiervos de otras denominaciones. En mi caso, mis tres
amigos, pertenecen a diferentes organizaciones, incluyendo la mía.
David y Jonatán cultivaron ese tipo de relación. A pesar del odio de Saúl, su padre, el hijo
mantuvo firme y sincera su relación con David, porque sabía que su padre estaba equivocado en
su apreciación hacia su amigo. Al morir Jonatán, David expresó su profundo dolor por la pérdida y
el reconocimiento de lo que su amistad había significado. Además, manifestó su fidelidad con la
pobre y disminuida descendencia (Mefiboset), tal como lo había prometido, dándole un lugar de
honor en su mesa.
Mi hermano consiervo, apoye a otro consiervo. Sea leal con él, guarde el secreto que le
confió y jamás lo menospreció con actitudes mezquinas, con la murmuración, con el
silencio cómplice. Juégate por quién Dios llamó. Aprendamos a dialogar con sinceridad.
Pasaron los años y el joven pastor llegó a la ciudad y se encontró con una Iglesia más grande,
con mayores posibilidades, más medios y más laicos activos y preparados; también tenía un co-
pastor como compañero para la tarea. Entonces se dijo: "Ahora estaré mejor y tendré con quién
expresarme a gusto, planear, soñar y aun llorar y lo más, orar y ser entendido". Pero había otro
"pero". ¿Qué sucedía ahora? La vida ciudadana, los compromisos con otras congregaciones y la
personalidad del colega, entre otras cosas, le hicieron nula la posibilidad y vana la ilusión de ser
escuchado y de ser pastoreado como deseaba; o de ser, simplemente, como Pablo lo fue,
acompañado, consolado con la presencia del consiervo.
¡Cuánto nos falta de esta experiencia mutua! ¡Qué necesario es hoy, en nuestro cargado tiempo
del siglo XX, la ayuda pastoral de un Epafrodito!
En un sincero análisis debemos reconocer que es sumamente necesario que los pastores
tengamos también nuestros propios pastores. Como seres de carne y hueso, sujetos a las
mismas necesidades de todos los hombres. Spurgeon, parafraseando a Eclesiastés, decía de la
fragilidad humana: "Un gran trabajo se ha creado para todo hombre y un yugo pesado agobia a
los hijos de Adán, desde el día que salen del vientre materno hasta el día que retoman a la madre
común. Les da mucho que pensar y los llena de temor la ansiosa expectativa del día de la
muerte. Desde el que está sentado en un trono glorioso hasta el humillado en el polvo y la ceniza;
desde el que lleva púrpura hasta el que va vestido miserablemente, sólo sienten rabia y envidia,
turbación e inquietud, miedo... resentimiento y rivalidad". (Discursos a mis Estudiantes, Cap. XI).
Todo esto también nos rodean a nosotros, los pastores, a pesar del maravilloso llamado que
hemos experimentando. La angustia y la depresión también son para los siervos de Dios.
Podremos incluir, además, la salud de la familia y nuestra,- la situación económica y las crisis del
lugar dónde trabajemos como factores deprimentes. Por eso nosotros también necesitamos
ayuda pastoral y espiritual. La historia está llena de ejemplos de buenos y grandes hombres de
Dios que necesitaron de la palabra calma, del aliento fraternal y la sabiduría de algún colega.
Frente a esta necesidad real que tenemos, ¿somos pastoreados? La contestación es que en la
gran mayoría no sucede. Muy difícil se hace esta tarea entre los ministros del Señor.
• Posiblemente, la menos significativa de las barreras sea la que argumentaba Matías, el joven de
la historia inicial: la distancia. Es cierto que el aislamiento puede deprimimos y no ayudar a ser
pastoreados, pero hay otras barreras más significativas. La distancia se agranda cuando mayor
es la dejadez de escribir o buscar formas para encontrarse con un colega.
• En algunos grupos, donde existe cierta jerarquía entre los pastores, se produce una barrera que
impide la apertura de uno hacia el otro y viceversa. Generalmente es allí cuando la familia
pastoral (y por sobre todo el mismo pastor) sufre la orfandad. Suele verse al consiervo más como
"jefe" que como colega, por lo que se teme abrir ante él el corazón; por su parte, quien está en un
cargo superior (supervisor, presbítero, etc.) es renuente a contar sus angustias y decepciones a
quien "está más bajo". Por una cosa o por otra, se frustra un verdadero cuidado y ayuda fraternal
entre dos que, por esas cosas, siguen solos en sus problemas e incertidumbres.
• Otra barrera es el miedo a exponer mi trabajo para que otro lo juzgue. En nuestros días tiende a
independizarse la tarea. Creemos haber recibido un encargo especial de parte del Señor, alguna
revelación particular para la tarea y nos olvidamos de compartir, olvidándonos de que el colega
está pasando por lo mismo que nosotros. Ese aislamiento impide una buena y terapéutica
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
- 158 -
relación de mutuo pastoreo y, sin querer, se enferman nuestras personalidades. Nos hacemos
"islas " y sólo cuidamos nuestro pequeño "patrimonio" sin tener en cuenta todo el panorama
espiritual y todo el entorno. Estaremos ayudando a nuestra grey, pero nos estamos mal formando
como "colega".
• Tal vez el gigante mayor se encuentre en un sentido de autosuficiencia que nos encierra a los
pastores haciéndonos pensar que podemos salir solos de las situaciones embarazosas y críticas.
Nos tomamos petulantes y formamos nuestro muro. Esto nos lleva a valorar falsamente la
situación, a vivir subestimando a los demás. Claro, por cierto, me olvido de que el menosprecio
de mis hermanos consiervos es un pecado y que el Señor me exhortó a considerar a "tos otros
como superiores a nosotros mismos" (Fil. 2.3). No olvidemos que el mismo Señor nos dio ejemplo
al humillarse hasta muerte de cruz y en servir a los suyos aun "lavando los pies de sus mismos
discípulos".
• Por cierto que encontramos barreras de nuestra propia personalidad. Podemos ser tímidos y
faltamos la posibilidad de acercamos a otro consiervo para animarlo y ayudarlo o pedir eso de él.
En otros casos, reconozcamos que somos irascibles y nos cuesta guardar bien el equilibrio; nos
enojamos con cierta facilidad y no queremos discutir con amplitud nuestras cuestiones,
preferimos callamos o retar en lugar de aconsejar prudentemente.
• No es difícil tener una personalidad que a veces arrolla con todo y planifica en grande, trata de
llegar a los blancos propuestos con mucha rapidez y luego se desanima con mucha facilidad y
queda poco de todo lo soñado y planificado. Sin aliento y como globos desinflados nos quedamos
estáticos sin buscar ayuda y, en casos, sin permitirla cuando viene.
• Se nos da también, en otras oportunidades, por absorber con facilidad las dificultades de
nuestros hermanos de la grey y aumentar así las cargas propias del ministerio, lo que suele
impedimos el estar prontos para ayudar al colega que lo necesita, o, lo peor, hacerles a ellos las
necesarias "confesiones" de nuestras tensiones y ansiedades, lo que nos sería provisión de lo
Alto en sabiduría y aliento.
Si, hermano, ministremos como un cuerpo, cada uno haciendo su función, que es el modelo de
Dios. Bíblicamente, la tarea era realizada en conjunto. Desde el nacimiento de la iglesia en
Pentecostés vemos que los apóstoles trabajaron mancomunada y solidariamente. Pedro y Juan y
todos los apóstoles se unieron para la tarea. En Antioquía ministraban, por lo menos, cinco
personas, y a ellos el Espíritu Santo dijo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los
he llamado" (Hch. 13.1-13); más adelante se ve cómo la interdependencia en el ministerio lleva a
Bernabé y a Saulo a una reunión "interministerial", según el capítulo 15. Más tarde aparece Pablo
junto a Silas e incorporando a Timoteo en la tarea.
Es evidente que el cuidado mutuo fue una característica neotestamentaria muy sobresaliente en
la iglesia primitiva. Hoy, en gran parte, se ha perdido y debemos reconocer que es necesario
revitalizar este principio de cuidado mutuo y de aconsejamiento sincero entre los pastores.
¿Qué podemos ofrecemos unos a otros en el cuidado pastoral? Sin duda alguna la experiencia y
lo que el Señor ya nos ha dado. Por eso la voz de nuestros mayores o de los más veteranos en el
trabajo ministerial será siempre un apoyo sumamente necesario. En mi propio caso, el consejo
oportuno, y por cierto aplicado, de mis consiervos experimentados fue una gran bendición; ayudó
al sostenimiento personal y evitó frustraciones en la tarea que me esperaba. Sepamos confiarles
nuestra situación; eso es un signo de madurez, y sepamos que si pretendemos que ellos también
puedan confiarnos las suyas, entonces deberemos mostrar muchos signos de madurez. Esto nos
llevará a compartir los éxitos y las alegrías, el fuerte gozo en el Señor y también nos hará sufrir
las tristezas, el dolor de los fracasos y jamás gozamos por algún desliz de un consiervo.
No olvidemos la carga que Pablo tema por sus ovejas y cómo practicaba la vida de oración junto
a sus compañeros de milicia. ¿Olvidaremos la oración de Pablo y Silas en la cárcel?
¿Olvidaremos que, desde la prisión, daba gracias y oraba? (FU. 13-11). Todo esfuerzo en este
aspecto será poco, pero sin duda su resultado será visto en el ministerio.
• Ofrezcamos un buen apoyo a la familia del colega. Tal vez los más descuidados dentro del
ministerio cristiano sean muchas veces nuestras esposas e hijos. Exigidos por diferentes flancos,
apremiados por circunstancias muy particulares, no están exentos de complejos y problemas.
Satanás es muy hábil para intervenir en este sentido y querer quebrar la armonía ministerial por
medio de la ruptura de la armonía familiar. Suele darse que una orientación al adolescente es
mejor recibida desde afuera que desde adentro de la casa. Tratemos de dar nuestro amor a las
familias de nuestros consiervos. Considerémoslos en forma especial.
• Démonos con firmeza y sin retaceos nuestra lealtad. ¡Qué precioso lo que encontramos entre
David y Jonatán; una lealtad que va más allá del odio de un padre airado y alejado del Señor, una
lealtad que va más allá de un puesto, o aun de la misma muerte. Jamás, como dice el viejo
aforismo, "dejemos en la estacada a nuestro consiervo". Sepamos apoyarlo, aun
económicamente, aunque lo nuestro sea poco; el apoyo económico (esforzado y difícil) de un
colega tiene un sabor de amor ágape único, muy distinto que el que viene de cualquier otra parte.
Esto también es lealtad ¡y claro que es exigente!, pero también, retribuyente.
Mi hermano consiervo, apoye a otro consiervo. Sea leal con él, guarde el secreto que le confió y
jamás lo menospreció con actitudes mezquinas, con la murmuración, con el silencio cómplice.
Juégate por quién Dios llamó. Aprendamos a dialogar con sinceridad. Me dijo un hermano hace
pocos días:
"El gran problema de nuestros líderes es que no saben escuchar ni aun los mensajes. Están
acostumbrados a hablar, a predicar y a exhortar, a dirigir y no saben sentarse a escuchar". ¡Qué
tremenda, realidad! ¡Qué opuesta al consejo sabio y prudente de Dios!: "Todo hombre sea pronto
en oír...". El diálogo debe ofrecer un saber escuchar detenidamente, el saber responder
sabiamente y el dedicar tiempo suficiente al otro. Si aprendemos a escuchamos, si nos
disciplinamos para responder con sabiduría y prudencia, a no ser apresurados, haremos una
pastoral con los consiervos y ellos lo harán con nosotros también.
• Por último, no habrá un verdadero apacentamiento pastoral entre los llamados a menos que
consideremos este sagrado ministerio como lo más precioso que pueda haber en el mundo. Nos
ha tocado una herencia "deleitosa" al haber sido puestos como "ministros del nuevo pacto". No
Es nuestro deber ineludible vivir en abnegación, diligencia y santidad; buscando "los lugares
celestiales" para vivir en un nivel espiritual digno, como "ejemplos de la grey". Nuestro éxito en el
cuidado pastoral de los consiervos y el de nuestras mismas vidas estará en atender al Príncipe
de los pastores, el Gran Pastor de las ovejas; El puede hacemos aptos. El proveyó dirección a
aguas seguras, al "confortar nuestra alma" renovará nuestras vidas en los difíciles momentos,
protegiéndonos aún en los valles oscuros y dejándonos la esperanza de nuestra permanencia en
la Casa del Padre. (Sal. 23; Is. 58.11). Eso hace nuestro Gran Pastor; así hagamos nosotros con
nuestros, consiervos.
Gracias sean dadas a nuestro Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por la Iglesia de
su Hijo, la cual nos ha albergado y acompañado en la difícil tarea de vivir y servir a nuestro
Rey.
Aunque el párrafo anterior no está en la Biblia, lo tengo grabado firmemente en mi corazón, pues
de su enseñanza proviene. Y no sólo de la enseñanza bíblica, sino también de la historia de
caminar sus verdades.
El conocimiento que tengo de la Iglesia viene desde muy pequeño, ya que nací en un hogar
evangélico. Así fue que no solo asomé temprano la nariz en la congregación, sino en medio de
familiares que eran activos en ella. Desde el comienzo he vivido diferentes etapas mías dentro de
la Iglesia del Señor, y a la vez he sido testigo de diferentes tiempos de la Iglesia misma.
Recuerdo aquellos tiempos en que los evangélicos éramos acusados de ser "miles de iglesias y
grupos divididos que no guardan la unidad". Todavía, en cierta forma, se nos continúa
recordando eso, aunque tengo la impresión que el ímpetu ha mermado. Hace unos pocos años,
en el congreso de COMIBAM -noviembre de 1987-, don Emilio A. Nuñez, un ministro de vieja
data en nuestro continente y testigo de muchos vaivenes de la Iglesia -además de honroso
columnista de Apuntes- opinó de ese encuentro, diciendo: «Estamos gustando una unidad difícil
de explicar, pero fácil de sentir».
La a iglesia, ¡qué gran invento de Dios! ¡Qué misterio multifacético! Y cuánto bien ha
hecho, cuánto oro para el adelanto del Evangelio. Pero también, cuánto dolor, cuánta
tristeza y conflictos hemos experimentado en su seno.
Me es difícil expresar la pena que experimento en tantas conferencias, cuando en nombre del
"creo en la iglesia local" se ataca a tantas entidades de servicio que trabajan para enriquecer esa
congregación, como también cuando atacan a la iglesia. Algunos piensan que por atacar a las
organizaciones paraeclesiásticas se logra mayor espiritualidad y respetabilidad, como si el
símbolo de ser fundamentalista fuera el equivalente excluyente de "creo en Dios". Si uno intenta
ahondar en la expresión, contestan: "el instrumento de Dios es la iglesia local", y siempre tienen a
mano sus historietas referidas a las personas que fueron apartadas ("robadas", dicen) de las
iglesias por involucrarse en una de estas organizaciones, o de la organización que malgastó
fondos, o el caso de inmoralidad por la "falta de responsabilidad hacia una iglesia".
Decimos que "un problema correctamente definido está resuelto por la mitad". ¿Puede ser que
estemos definiendo mal el problema? Conozco más personas alejadas de la iglesia por
problemas en ellas que las que sufrieron por las entidades de servicio (tal vez sea porque hay
más iglesias, no sé). Conozco más iglesias locales con problemas morales que organizaciones
en esa situación.
El año pasado estuve en una conferencia de pastores de Flet en Uruguay. En un aparte,
estuvimos hablando con Salvador Dellutri, un amigo, buen maestro y pastor de Buenos Aires,
acerca de este tema porque alguien en esa ocasión había declarado su ortodoxia con un: "creo
en la iglesia local y no en organizaciones paraeclesiásticas". "Es que debemos llamar a las
organizaciones bajo dos nombres diferentes", dijo Salvador. "Para y pro eclesiásticas. Porque hay
organizaciones que funcionan paralelas a la iglesia y otras que funcionan en servicio y apoyo de
la misma". Su comentario me hizo seguir pensando en el tema.
Cuando tenía 17 años, un domingo a la mañana, después del culto, decidí no ir más a la iglesia.
Me hacía más mal que bien. Abandoné la congregación y pasaron meses sin que asistiera a
reunión alguna. Cierto día escuché un mensaje en una plaza. Fue lo que Dios usó para hacerme
volver a su iglesia. Sin embargo, el mensaje fue dado por un miembro de una organización
paraeclesiástica (proeclesiástica, diría mi amigo).
Comencé a ir a otra iglesia, donde iba este hombre que me había tocado con su sermón callejero.
Dios usó esa iglesia para ayudarme a crecer. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo me
sentía cada vez más culpable porque no testificaba a otros. Nos predicaban frecuentemente de
que debíamos testificar, pero en la iglesia nadie me enseñaba a hacerlo. Una tarde fui invitado
por un muchacho de una organización paraeclesiástica, para que fuera a "aprender a testificar".
Gracias a Dios por Tomás González. A través suyo aprendí a ganar a mucha gente para el
Señor; docenas de ellos hoy están en iglesias locales. Esa misma organización ganó para Cristo
y discípulo a la mujer que hoy es mi esposa. ¡Gracias a Dios por ellos!
¡Hombres! Hombres que usan o abusan de la gracia del Señor. Hombres que atraen o ahuyentan
a la gente. Dios usa a hombres y éstos son los que forman la gran y multifacética iglesia de
Jesucristo. No es "la iglesia" ni "aquella organización" en sí lo que Dios usa, sino hombres en
comunión con Dios y con otros santos.
Los hombres somos el problema. Cuando una iglesia anda mal es porque sus hombres andan
mal. Cuando una organización anda mal es porque sus integrantes andan así.
Cada pastor necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su
ministerio: la puede concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo
pesimista, destructivo y antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto
de su vida.
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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Los pastores son los más sorprendidos en descubrir que, cuando llega el momento de dejar una
congregación, no saben cómo despedirse. Muchos consideran que esas últimas semanas son
vacías y sin sentido. Algunos aun han "tirado por la borda" la buena tarea efectuada durante años
debido al comportamiento inapropiado en el momento de dejar la comunidad. Las
congregaciones muchas veces son de poca ayuda, pues a los miembros también les resulta difícil
despedirse.
Siendo el pastor quien toma la decisión de dejar un lugar, él debería tomar también la iniciativa
para que las últimas semanas fueran lo más efectivas posibles. El pastor tendría que dar una
mirada franca a su rol y preguntarse cómo afectará su retiro a cada miembro de la congregación.
Algunos se sentirán rechazados, otros amenazados porque han dependido de él como fuente
principal de amor y estímulo —él estuvo involucrado en los aspectos importantes de las vidas de
sus feligreses y eso ahora se va a interrumpir. Algunos se sentirán culpables y hasta vagamente
responsables de su partida.
El pastor debería reconocer que, en algunos casos, la congregación se puede sentir rechazada y,
a su vez, puede rechazarlo a él. Si ella piensa que el pastor se retira para ir a trabajar a campos
más grandes y mejores, ¿qué clase de recompensa a su lealtad es esa? Significaría que ella es
de menor importancia que la otra. Perder a un pastor es como recibir un juicio negativo de sí
misma; es difícil que la congregación no sea crítica sobre la partida.
Durante las últimas semanas de su ministerio, el pastor debería también procurar sanear las
relaciones de tirantez que pudieran existir con algunos miembros que tengan sentimientos
negativos hacia él. Esa categoría generalmente incluye a gente antagónica contra toda autoridad,
aunque no necesariamente hacia el pastor como persona. Tal vez como el pastor ya no es visto
más como la autoridad, el miembro antagónico se sienta libre para establecer otro tipo de
relación.
Cada congregación incluye también a gente independiente que precisa ayuda pastoral, pero que
no lo quiere admitir. Estas personas generalmente cargan con responsabilidades pesadas y
ocupan cargos solitarios en su iglesia, hogar, trabajo y vida cívica. Quizá una y otra vez hayan
rechazado las propuestas amistosas del pastor, pero en las últimas semanas de su pastorado
estas relaciones pueden llegar a consolidarse. Cuando un pastor acepta un nuevo cargo,
entonces tiene algo en común con esas personas independientes.
A menudo se pasa por alto la despedida debida a los niños de una congregación. Muchos de
ellos no comprenden por qué los hijos del pastor, que son sus amigos, deben mudarse. Tampoco
comprenden por qué este hombre, que ha sido su pastor y líder de escuela bíblica durante las
vacaciones, ahora los va a dejar. El pastor y su familia debieran visitar la escuela dominical, y
sentarse a conversar con los niños sobre por qué se van. Él puede explicarles el significado de la
voluntad de Dios y así situarse en el rol de pastor-amigo, haciendo que la situación sea más fácil
para el próximo pastor.
De especial atención deberían ser la casa y el jardín donde la familia ha vivido. Durante las
semanas previas a la mudanza se deben enfatizar la importancia de los dormitorios de los niños,
la cocina de la esposa y el estudio u oficina del pastor. Un último toque al césped del jardín y el
disfrutar de la sombra del árbol favorito pueden ayudar a infundir un sentimiento de gratitud y
bienestar.
Es obvio que el pastor no podrá realizar todo esto antes de retirarse de un pastorado; sólo podrá
hacer algunas cosas. Lo importante es que se retire sabiendo que ha demostrado valentía en un
momento crucial para su propia vida, la vida de su familia y la de la iglesia. Necesita sentirse
capaz de poder decir: "He tomado la iniciativa de dejar las relaciones de la mejor manera posible.
Todos sabemos que ya no soy el pastor, pero sabemos que somos amigos". Cada pastor
necesita comprender que puede planear cómo terminar con una etapa de su ministerio: la puede
concluir de una manera optimista, positiva y redentora, o de un modo pesimista, destructivo y
antagónico. De él depende la elección, y vivirá con ella por el resto de su vida.
Federico McGehee es asesor del Consejo de Escuela Dominical de la Convención Bautista del
Sur. Tomado de Christianity Today. Usado con permiso.
Terminar bien no significa alcanzar la perfección, sino como Pablo, proseguir hasta el final
para que cuando éste llegue, nos encontremos aún creciendo en amor e intimidad con
Cristo. Los autores compararon escritos sobre los muchos líderes que estudiaron, tanto
de los que han terminado bien como de los que no han terminado bien. Los que
terminaron bien parecen haber tenido algunas características similares y a los que no
terminaron bien les faltaban esas mismas características. Estas cinco características son
estudiadas en el artículo.
El apóstol Pablo estaba obsesionado en tener un buen final. Veía la vida como una carrera. Al
encontrarse con sus amados ancianos de Éfeso por última vez dijo: «Pero de ninguna cosa hago
caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el
ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios»
(Hch. 20:24). Pablo estaba tan motivado por terminar bien, que desafiaba a los creyentes
Corintios a: "Correr (la carrera) de tal manera que obtengan el premio… No… corriendo como a la
ventura" (1 Co. 9:24-26). Disciplinaba su cuerpo a hacer lo que debía hacer no a lo que deseaba,
"no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (v. 27). Qué gozo
Escuela Antioquia. Materia: FORMACIÓN PASTORAL 2ª Parte
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invadió su corazón, cuando testificó al final de su vida: "He peleado la buena batalla, he acabado
la carrera, he guardado la fe" (2 Ti. 4:7).
¿Qué fue lo que motivó al Apóstol Pablo a proseguir hasta el final? Quizá el mismo motivo que
incitó a Daniel y sus tres compañeros, Sadrac, Mesac y Abednego a fijar sus ojos en Dios y ser
suyos hasta el final, sin importar las consecuencias. O a David, José, los apóstoles, Bernabé,
Jorge Müller, Billy Graham y miles de seguidores de Cristo cuyos nombres quizá sean conocidos
por unos pocos, pero que han influido en la vida de los que los conocieron.
Terminar bien no significa alcanzar la perfección, sino como Pablo, proseguir hasta el final para
que cuando éste llegue, nos encontremos aún creciendo en amor e intimidad con Cristo, dándole
a conocer, viviendo como sus discípulos y amando a las personas que Dios pone en nuestro
camino, procurando hacer siempre Su voluntad.
Hemos comparado escritos sobre los muchos líderes que hemos estudiado, tanto de los que han
terminado bien como de los que no han terminado bien. Los que terminaron bien parecen haber
tenido algunas características similares y a los que no terminaron bien les faltaban esas mismas
características.
La perspectiva se destaca como característica de todo buen líder y de quienes terminan bien la
carrera. Dicha perspectiva incluye ver el contexto más amplio de la circunstancia presente, poder
relacionar lo que está sucediendo con el panorama a largo plazo. Con una perspectiva clara y
adecuada uno puede centrar su atención en lo importante o prioritario. Sin esa perspectiva uno
puede perder de vista el objetivo.
La perspectiva es como la fotografía o el dibujo en la caja de rompecabezas. Sin una meta clara
en nuestra vida la tendencia será no canalizar las energías y caer en la mediocridad, haciendo un
poco de todo, no siendo eficaces en nada. Aquellos con influencia en su mundo son aquellos que
pueden concentrar esfuerzos y atención en áreas apropiadas y pueden mantener esa actitud.
El apóstol Pablo demuestra el efecto recíproco que tienen la perspectiva y la mirada concentrada
en la meta. En Filipenses 1.12-19 Pablo se enteró de que algunas personas que supieron de su
encarcelación estaban predicando sobre Cristo por motivos de rivalidad, maldad y ambición. Él se
pudo haber enojado y recomendado a los cristianos que se lo impidieran, pero el enfoque de su
ministerio era llevar a los gentiles a Cristo (Gá. 2.7).
Su perspectiva le recordaba que la salvación de Dios viene a través del nombre de Jesucristo, no
a través de una presentación o de la motivación del presentador… y Dios estaba utilizando sus
situaciones difíciles (cárcel, entre otras) para extender el evangelio a las comunidades gentiles,
ese era su enfoque.
Cuando comenzamos a entender cuáles son las prioridades de Cristo y las aplicamos a nuestra
vida, podemos entonces centrar nuestro objetivo en lo correcto. Simplemente requiere tiempo
conocer a Cristo y su Palabra, permitiendo que Su mente invada nuestra mente. Un mentor que
reúne estas cualidades es de gran valor para tal fin.
La intimidad con Cristo es la substancia de nuestro ser interior. Salomón, el rey de Israel, escribió
en Proverbios: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (4.23).
El poder para guiar y ministrar viene de la vida interior. Este era el área de enfoque de la vida del
apóstol Pablo: Conocer a Cristo íntimamente (Fil. 3.10). La consideraba una práctica de por vida
que necesitaba múltiples llenamientos.
En Juan 14.21 Cristo nos asegura que si obedecemos los mandamientos de Dios, el Padre y
Cristo nos amarán y nos revelarán más de sí mismos. Mateo 11.28-30 nos invita a unirnos en
yugo con Cristo, a obedecerle y trabajar en unión con Él y, por lo tanto, a aprender de Él. Cuando
era niño trabajé todo un día con mi padre en un duro trabajo de reparación. Estábamos solos los
dos, pensando, excavando, transpirando, conversando para reparar una cañería y válvula de
agua. A través de esa experiencia aprendí más que nunca antes de él. Nos "unimos juntos en
yugo".
Al pasar tiempo con Cristo, tratando de vivir en obediencia y ministrando a sus ovejas juntamente
con Él (Jn. 21.15-17, Mt. 25.40), habrá tal intimidad con Él que cada área de nuestra vida se verá
afectada. La integridad y el carácter semejantes a Cristo serán parte de nosotros al tiempo que
permitimos al Espíritu Santo tomar posesión de nuestra vida y al tiempo que experimentamos una
continua comunión con Él.
Cuando notamos falta de integridad en nuestra vida exterior, hay un síntoma claro de falta de
integridad en la vida interior que nadie percibe. Y cuando hay falta de integridad, no hay poder
espiritual, confianza, libertad ni transparencia. El secreto de la integridad interior es intimidad con
Cristo.
La mayoría de los líderes que hemos estudiado, que no terminaron bien, fallaron en su vida
interior. Su integridad se deterioró y tomaron malas decisiones. Al concientizarse del creciente
abismo entre la verdad y la vida en su ser interior y al temer ser descubiertos, se apartaron de la
comunión que más necesitaban… y de la comunión con Cristo.
Hace varios años conocí a un anciano hermano que gozaba de intimidad con Cristo por vivir en
integridad, haciendo evidente el fruto del Espíritu (Gá. 5.22-23) y pasión por la gloria de Cristo.
Mientras oraba con él percibí en mi corazón la presencia de Cristo y la familiaridad que disfrutaba
con Él. Le pregunté acerca de su relación con el Señor Jesús y cómo se había desarrollado.
«Todo comenzó a cambiar cuando me entregué a lo que dice Mateo 22.37-39: "Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante. Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Su desafío me motivó a buscar esa intimidad a un nivel más profundo. ¿Ha tratado usted de
cumplir ese mandamiento? Jesucristo lo hizo en Su amor por Dios el Padre. Mire a Su vida:
Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he
llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre (Jn. 12.27-28).
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, el Padre que me envió, él me dio mandamiento de
lo que he de decir, y de lo que he de hablar (Jn. 12.49).
Yo te he glorificado en la tierra, he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn. 17.4).
Mete tu espada en la vaina, la copa que el Padre me ha dado. ¿no la he de beber? (Jn. 18.11).
Estos versículos revelan una total rendición a Su voluntad, un impulso por agradarle, una
confianza plena… una pasión para la gloria de Dios. Jesús vivía en armonía con Él porque le
conocía, le confiaba todo y pasaba tiempo con Él. Usted puede decir: "Él es Jesús, yo nunca
podría hacer eso", o puede comenzar a practicarlo y Dios le dará poder para realizarlo. Nosotros
se lo podemos asegurar.
La disciplina no se destacó en todas las áreas de aquellos que terminaron bien, pero sí en las
áreas importantes y aun éstas variaban. Por ejemplo, algunos fueron disciplinados en su oración
y estudio bíblico, pero no en su dieta. Algunos eran disciplinados con sus planes pero
desorganizados con su puntualidad. Y así seguía… pero cada uno demostró disciplina en las
áreas importantes.
El diccionario define la disciplina como un "entrenamiento que produce control propio, carácter o
método y eficiencia". Para tener un buen final debemos tener dominio propio y canalizar la
energía en una dirección específica. Nancy Moyer, experta en trabajar con niños talentosos dijo:
«No hay nada más frustrante que observar a niños talentosos derrochar los bienes que Dios les
dio. Muy pocos niños con talento (o aun adultos) alcanzan su potencial por una simple razón: falta
de disciplina.
Para desarrollar nuestros dones, habilidades y destrezas y que lleguen a ser verdaderos valores
para lograr las metas de la vida, se necesita disciplina. ¿En qué áreas? En aquellas que son
importantes para lograr un buen fin.
Cuando los misioneros van a trabajar entre gente de otra cultura, generalmente se rigen por lo
que dice 1 Corintios 9.19-23 para adaptarse al medio ambiente y ajustarse al de aquellos a
quienes están tratando de alcanzar. En este pasaje Pablo enfatiza que la meta es "ganar a tantos
como sea posible". Por lo tanto, dice "a todos me he hecho de todo" o a los legalistas
secularizados, débiles, fuertes o a quien fuere. Dijo "esto hago por causa del evangelio".
Como supervisor de misioneros, me di cuenta de que muchos luchaban con el estilo de vida ya
que caían en abusos propios de la cultura de que eran parte o se sentían tentados a hacerlo. Un
misionero de trabajo muy fecundo, un hombre que parecía vivir con bastante libertad y parecía
espiritualmente fuerte en medio de quienes vivían contrariamente al evangelio, me compartió su
secreto: "Hay que poner en práctica los últimos cuatro versículos de 1 Corintios 9".
¿Cuáles son las tres áreas que usted considera importantes para su vida interior y para su
crecimiento espiritual? ¿Qué es lo que alimenta su intimidad con Cristo? Quizá necesite
disciplinarse en estas áreas. No la disciplina por amor a la disciplina, ya que esto pronto se
convertiría en legalismo y dureza; más bien disciplina por el bien de la intimidad… por amor al
crecimiento… por amor al ministerio… por amor a Cristo. La disciplina en las áreas adecuadas
para hacer lo correcto contribuirá al crecimiento y lo capacitará para responder a la gracia de Dios
y Su Espíritu en plenitud.
La mayoría de la gente deja de aprender a la edad de cuarenta años. Con esto queremos decir
que no se empeñan más en adquirir sabiduría, entendimiento y experiencia para mejorar su
capacidad de crecimiento y contribución para los demás. La mayoría simplemente se queda con
lo que ya sabe; pero los que llegan a un buen final mantienen una actitud positiva de aprendizaje
durante toda su vida.
Muchas personas, especialmente los líderes, se estancan. Están satisfechos con lo que son y lo
que saben. Esto generalmente ocurre después de haber adquirido lo suficiente para estar
confortables o cuando pueden prever un futuro relativamente seguro. Pero esto contradice el
principio bíblico de mayordomía.
Hemos observado que Dios a menudo desafía providencialmente a los creyentes a dar los pasos
necesarios para llevar a cabo sus propósitos para Su gloria. Algunos no están conscientes de la
situación hasta que Dios a través de las circunstancias los estimula a crecer. Como mayordomos
somos responsables de incrementar lo que Dios nos dio.
El mantener una perspectiva clara nos ayudará a identificar lo que precisamos aprender para
continuar creciendo y proseguir apuntando a nuestra meta. La amistad con personas que valoran
seguir aprendiendo es provechosa y de ayuda. Exponerse a situaciones nuevas o variadas,
estimulará nuestra necesidad de aprender.
La madre de Pablo tiene ochenta y cinco años y siempre está leyendo algún libro, aprendiendo
más sobre nutrición (es su hobby), y hablando con la gente acerca de sus vidas. Una vez fue
invitada a asistir a un estudio bíblico para personas mayores. Luego se unió a un estudio bíblico
de mujeres jóvenes para el cual había que prepararse de antemano. Le pregunté por qué no se
había quedado con el grupo de personas mayores. Ella respondió: "Oh, ellos eran muy amorosos,
pero querían hablar siempre de las mismas cosas. Yo quiero aprender cosas nuevas". Así lo hace
y va a terminar bien.
5. Se relacionaban con personas que influenciaban su vida para bien, así también como con
mentores capacitados.
Cada líder que hemos estudiado o analizado estuvo rodeado de buenos amigos y mentores
durante su vida. Por lo tanto, es importante destacar que tener colegas y mentores cercanos nos
ayudará y animará en las otras cuatro áreas para tener un buen final.
Por ejemplo: