Sentencia Hijos de Crianza

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AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO

Magistrado ponente

SC1171-2022
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01
(Discutida y aprobada en sesiones virtuales de dos y dieciséis de septiembre
de dos mil veintiuno)

Bogotá D.C., ocho (8) de abril de dos mil veintidós


(2022).

Se decide el recurso de casación interpuesto por


Santiago Londoño Ramírez frente a la sentencia de 30 de
enero de 2018, proferida por el Tribunal Superior de
Medellín, Sala Familia, dentro del proceso que promovieron
en su contra Ángela María y Olga Luz Londoño Vásquez.

ANOTACIÓN PRELIMINAR

La Sala de Decisión que resolverá sobre la presente


impugnación no estará integrada por los honorables
magistrados: Álvaro Fernando García Restrepo y Luis Alonso
Rico Puerta, quienes en sesión de 2 de septiembre de 2021
manifestaron estar impedidos para intervenir en este asunto
por «amistad íntima con el doctor Oscar Jaime Quintero», con
fundamento en la causal 9° del artículo 141 del Código
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General del Proceso, la cual fue aceptada por los demás


integrantes de la Corporación.

ANTECEDENTES

1. En el escrito inaugural de la controversia las


demandantes solicitaron que se declarara «que el hijo
concebido y nacido del vientre de la señora Zuly Ángela
Ramírez Agudelo el día 8 de octubre de 1987, y reconocido por
parte del señor Pascual de Jesús Londoño Restrepo el 23 de
mayo de 1992, que se registró como Santiago Londoño
Ramírez, no es hijo de éste» (folio 5 del cuaderno principal),
con la consecuente expedición de las comunicaciones al
despacho notarial competente para que haga las anotaciones
y modificaciones al folio de registro civil del nacimiento.

2. En apoyo, las actoras relataron que fueron


concebidas dentro del vínculo matrimonial conformado entre
Pascual de Jesús Londoño Restrepo y María Herminia
Vásquez Hurtado, el cual terminó el 6 de mayo de 1997 por
la cesación de los efectos civiles del matrimonio religioso.

Con posterioridad, su padre inició una relación


convivencial con Zuly Ángela Ramírez Agudelo, momento
para el cual era madre soltera de Santiago Ramírez; sin
embargo, aprovechando el estado de embriaguez de aquél, lo
hizo comparecer «a la notaría única del municipio de Santa Fe
de Antioquia… y cuando ya tenía casi cinco (5) años de edad
el hijo de la señora Zuly Ángela Ramírez Agudelo… el día 23

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de mayo de 1992, le reconoció como hijo suyo, de conformidad


con la ley 75 de 1968» (folio 3 ejusdem).

Aseguraron que «el señor Pascual de Jesús Londoño


Restrepo no pudo haber sido el padre del señor Santiago
Ramírez Agudelo, porque para la época en que pudo tener
lugar la concepción según el artículo 92 del código civil
Colombiano (sic), incluso para la época del nacimiento del
joven Santiago, ni siquiera se conocían la señora Zuly Ángela
Ramírez Agudelo, y el señor Londoño Restrepo, y por lo tanto
no podían sostener relaciones sexuales ni conocerse» (ídem).

Con fundamento en el artículo 248 del Código Civil y en


razón del fallecimiento de su progenitor el 5 de febrero de
2012, impugnaron la paternidad del hijo reconocido.

3. El convocado fue notificado personalmente (folio 15)


y, al contestar, negó algunos hechos, clarificó otros y planteó
las excepciones que intituló «caducidad de la acción»,
«posesión notoria del estado civil de hijo extramatrimonial» y
«mala fe y temeridad en la interposición de la demanda» (folios
18 a 25).

5. El Juzgado Octavo de Familia de Oralidad de Medellín


dictó sentencia el 20 de octubre de 2017, en la cual denegó
las defensas y determinó «que el señor Pascual de Jesús
Londoño Restrepo… no es el padre biológico del señor
Santiago Londoño Ramírez, hijo de la señora Zuly Ángela

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Ramírez Agudelo, y [ordenó] que en adelante [lleve] los


apellidos de la progenitora» (folios 206 a 262).

6. Apelada esta decisión por el convocante, el superior


desató la alzada el 30 de enero de 2018 y confirmó la
providencia de primera instancia, por las razones que se
compendian adelante (folios 9 y 10 del cuaderno 2 del
Tribunal).

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Además de efectuar un análisis de los diversos medios


probatorios, así como de explicar el procedimiento de
exhumación del cadáver de Pascual Londoño, abordó lo
relativo a la caducidad de la acción de impugnación, único
tema censurado en casación.

Frente a esta última aseguró que, como la acción fue


promovida por los herederos del causante, la norma que
gobierna la situación es el artículo 248 del Código Civil, la
cual prescribe que el término para promover la reclamación
judicial comienza a correr desde el surgimiento de un «interés
actual», que no puede ser uno diferente que el deceso del
causante, como lo reconoció la Corte Suprema de Justicia en
las providencias de 29 de junio y 25 de agosto de 2017.

Diferenció el «interés actual» que habilita la reclamación


de los herederos, de la acción que pudo promover el padre en
vida, pues esta última se gobierna por el canon 214 del

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Código Civil, mientras que aquélla surge en favor de los


sucesores cuando tienen certeza sobre la verdadera filiación
del demandado, para lo cual se exige la prueba científica de
factores heredobiológicos (ADN), sin que en este punto sean
relevantes los testimonios o declaraciones de parte.

LA DEMANDA DE CASACIÓN

El convocado propuso dos (2) embistes (folios 7 a 37 del


cuaderno Corte), de los cuales el final fue inadmitido por auto
de 13 de diciembre de 2018 (folios 40 a 47), quedando por
resolver el inicial.

CARGO PRIMERO

Acusó la sentencia de violar de forma directa los


artículos 219, 248, 403 del Código Civil, 1°, 5° de la ley 75 de
1968, 11 de la ley 1060 de 2006 y 42 de la Constitución
Política, por no acceder a la excepción de caducidad, en tanto
este «término instituido para la acción de impugnación de la
paternidad de los hijos reconocidos, a diferencia de lo que
ocurre con respecto a las acciones tendientes a impugnar la
paternidad de los hijos presuntos, se encuentra soportado en
un único criterio, esto es, el conocimiento de la existencia de la
paternidad, sin que sea dable acudir a criterios diferentes no
consagrados en la norma [artículo 5° de la ley 75 de 1968],
como el ‘del fallecimiento del padre o la madre’» (folio 15).

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En fundamento citó el canon 27 del Código Civil, que


establece el criterio de interpretación gramatical, para
relievar que una vez el legislador fijó como hito inicial el
conocimiento de la paternidad, no es posible acudir a otros
elementos, para lo cual citó la providencia de 17 de enero de
2018 de la Corte.

Precisó que, conforme a la doctrina jurisprudencial, el


plazo debe contarse desde que se tuvo conocimiento de la
inexistencia del vínculo filial (artículo 248 del CC), sin
importar la fecha del fallecimiento del presunto padre o
madre, «como sí ocurrió expresamente en otras acciones de
impugnación de la paternidad, como la prevista en el artículo
219 del Código Civil para el caso de los hijos presuntos» (folio
19).

Desestimó que el interés de las demandantes naciera


con ocasión del deceso de su progenitor, en tanto está
vinculado con circunstancias o condiciones particulares de
los interesados, el cual «se concreta en el momento de
obtención del conocimiento, bien de la paternidad, ora de que
el hijo reconocido no puede serlo del padre» (folio 22); en
consecuencia, «el interés actual de los hijos del padre que
efectuó el reconocimiento para impugnar la paternidad del hijo
que no puede tener por padre o madre a quien pasa por tal, no
se configura con el fallecimiento del de cujus, sino que el
mismo acaece cuando aquellos tienen conocimiento acerca de
que éste no es padre ni madre del hijo reconocido» (folios 24 y
25).

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En el caso, era imperativo que el Tribunal determinara


el momento en que las demandantes conocieron que su
colateral no era hijo de su padre, pues a partir de éste debió
contabilizar el plazo de 140 días.

CONSIDERACIONES

I. Estudio de los cargos propuestos

1. El estado civil de una persona se refiere a su


«situación jurídica en la familia y la sociedad», originada en
hechos o actos constitutivos, la cual «determina», es decir,
concreta o fija, «su capacidad para ejercer ciertos derechos y
contraer ciertas obligaciones» (artículo 1° del decreto 1260 de
1970).

La Sala ha doctrinado que «[e]l estado civil de una


persona es su ‘situación jurídica en la familia y la sociedad’,
que le brinda ciertas prerrogativas en punto del ejercicio de
algunos de sus derechos o en la adquisición de unas
específicas obligaciones, en relación con el cual cabe apuntar,
adicionalmente… que su ‘asignación corresponde a la ley’ (art.
1º, Decreto 1260 de 1970) y que se ‘deriva de los hechos, actos
y providencias que lo determinan’, según la calificación que de
ellos igualmente contiene el ordenamiento jurídico (art. 2º, ib.)»
(SC13602, 6 oct. 2015, rad. n.° 2008-00426-01).

Se trata de una situación que tiene estrecha conexión


con la dignidad humana, «porque toda persona tiene derecho
a ser reconocido como parte de la sociedad y la familia»

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(SC2350, 28 jun. 2019, rad. n.° 2014-00328-01), de allí que


se caracterice por:

a) ser atributo de todas las personas, pues al tenor de la


disposición recién citada, determina la capacidad de las mismas
‘para ejercer ciertos derechos y contraer ciertas obligaciones’; b)
estar regulado por normas de orden público, como quiera que
interesa a la sociedad en general, y por ende los preceptos legales
que lo gobiernan no pueden derogarse por convenios particulares
ni ser objeto de renuncias; c) estar excluido del comercio, y por
consiguiente no puede comprarse ni venderse y menos transigirse,
salvo en cuanto a los derechos patrimoniales que de él se derivan;
d) como regula situaciones concernientes a la familia y a la
sociedad, que en principio no puede modificarse por la voluntad
individual, tampoco es susceptible de confesión (como si lo son los
hechos que lo acreditan) a menos que se trate de casos de
excepción legal, como acontece con el reconocimiento voluntario de
hijo extramatrimonial, que evidentemente produce para quien lo
realiza consecuencias jurídicas; y e) ser imprescriptible, porque
salvo excepción legal ni se gana ni se pierde por el transcurso del
tiempo (SC, 25 ag. 2000, Exp. n.° 5215).

2. En atención a la importancia del estado civil, el


legislador previó que las acciones encaminadas a su supresión
tienen un alcance muy limitado, en aspectos relativos a su
contenido, legitimación y oportunidad.

2.1. El arquetipo de estas acciones es la impugnación del


estado civil, instrumento establecido para cuestionar la
paternidad o maternidad atribuida a una persona que
biológicamente carece de dicha calidad; en otras palabras, «[l]a
acción de impugnación es uno de los mecanismos instituidos
para reclamar contra la progenitura…, la cual debe desvirtuar
el actor, si pretende que cesen los efectos que de ella dimanan»
(SC16279, 11 nov. 2016, rad. n.° 2004-00197-01).

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2.2. Para que pueda accederse favorablemente a una


pretensión de este tipo, corresponde al demandante socavar
«los cimientos fácticos de los cuales emerge el hecho presumido,
esto es, demostrar que una cualquiera de las circunstancias que
estructuran el hecho base o antecedente no existen», o
demostrar que «la probabilidad escogida mediante una
inferencia lógica del legislador no se cumplió, es decir, que a
pesar de estructurarse los hechos básicos, la deducción legal no
cabe en el caso específico» (SC, 21 may. 2010, rad. n.° 2004-
00072-01).

En particular, la impugnación deberá dirigirse a (i)


«desvirtuar la presunción contemplada en el artículo 214 del
Código Civil, en virtud de la cual los hijos nacidos durante la
vigencia del matrimonio o de la unión marital de hecho, se
presumen hijos de la pareja»; (ii) desmentir «el reconocimiento,
cuando se pretende desconocer la manifestación voluntaria de
quien aceptó ser el padre»; o (iii) repeler «la maternidad en caso
de un falso parto o de la suplantación del pretendido hijo con el
verdadero» (SC1175, 8 feb. 2016, rad. n.° 2010-00308-01).

2.3. La legitimación para formular esta clase de


reclamaciones ha sido objeto de variadas intervenciones
legislativas, que permitió trasegar desde una visión
restringida, propia del Código Civil, hasta una ampliada con
ocasión de la ley 1060 de 2006.

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2.3.1. Total, según la codificación privada, el «[l]egítimo


contradictor en la cuestión de paternidad es el padre contra el
hijo, o el hijo contra el padre, y en la cuestión de maternidad, el
hijo contra la madre, o la madre contra el hijo» (artículo 403),
regla aplicable incluso a la filiación natural por fuerza del
canon 7° de la ley 45 de 1936.
A su vez, en su redacción original, el precepto 216 del
Código Civil disponía que «[m]ientras viva el marido, nadie
podrá reclamar contra la legitimidad del hijo concebido durante
el matrimonio, sino el marido mismo» (artículo 216).

Sobre estos mandatos, la Corte señaló que «[l]os artículos


403 y 404 del Código Civil, a los cuales quiso darles estricta y
obligatoria aplicación la ley 45 de 1936, son de tan diáfana
claridad que no es necesario acudir a reglas complicadas de
hermenéutica para conocer e interpretar su sentido. Estatuyen
y consagran que en controversias de esta índole sólo es legítimo
contradictor el padre contra el hijo o viceversa y que siempre
que esté comprometida la paternidad ‘deberá intervenir el
padre forzosamente’», lo cual se tradujo en que «sólo puede ser
legítimo contradictor el padre, so pena de nulidad, y que los
herederos únicamente representan al contradictor legítimo que
ha fallecido antes de la sentencia» (SC, 26 ab. 1940, G.J n.°
XLIX).

2.3.2. La ley 75 de 1968 encarnó un cambio


trascendental, al permitir que la impugnación también
pudiera promoverse por los descendientes del padre o la
madre, con el fin de determinar su verdadera filiación.

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Así lo asintió el inciso segundo del artículo 3°, a saber:


«El hijo podrá reclamar en cualquier tiempo, contra su
legitimidad presunta, cuando su nacimiento se haya verificado
después del décimo mes siguiente al día en que el marido o la
madre abandonaron definitivamente el hogar conyugal».

La jurisprudencia, refiriéndose al cambio en mención,


dijo: «[A] través de la Ley 75 de 1968 amplió la legitimación para
reclamar contra la paternidad, otorgándola al hijo mismo, aún
en vida del progenitor presunto, con lo que perdió vigencia la
concepción que hasta entonces se tenía sobre que este último
era el único interesado en develar el verdadero vínculo filial»
(SC9226, 29 jun. 2017, rad. n.° 2013-00020-01).

2.3.3. Sin embargo, con la ley 1060 de 2006 se introdujo


un nuevo paradigma respecto a la legitimación por activa, al
ensanchar el número de personas que podían acudir
válidamente a esta acción, siempre que exista un interés
actual.

A partir de esta ley, «resulta claro que la impugnación del


reconocimiento puede ser propuesta por el padre y el hijo, amén
de los ascendientes de aquel y, en general, por quien demuestre
un interés actual, cierto, concreto y susceptible de protección
(arts. 248 y 335 C.C.; 5º Ley 75/68)» (SC, 26 sep. 2005, rad.
n.° 1999-0137; en el mismo sentido SC, 21 en. 2009, rad. n.°
1992-00115-01).

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Así se extrae de los artículos 4°, 5°, 7° y 8°, que en su


orden modificaron los cánones 216, 217, 219 y 222 del Código
Civil, al permitir que acudan a la impugnación los
descendientes, cónyuges, compañeros permanentes, padres
biológicos, herederos y ascendientes del padre o madre.

2.3.4. En el punto que interesa al presente proceso, esto


es, la acción promovida por el heredero del causante, el
artículo 7º de la citada ley, que sustituyó el precepto 219 del
Código Civil, estableció que:

Los herederos podrán impugnar la paternidad o la maternidad


desde el momento en que conocieron del fallecimiento del padre o la
madre o con posterioridad a ésta; o desde el momento en que
conocieron del nacimiento del hijo, de lo contrario el término para
impugnar será de 140 días. Pero cesará este derecho si el padre o
la madre hubieren reconocido expresamente al hijo como suyo en su
testamento o en otro instrumento público.

Si los interesados hubieren entrado en posesión efectiva de los


bienes sin contradicción del pretendido hijo, podrán oponerle la
excepción en cualquier tiempo que él o sus herederos le disputaren
sus derechos.

Sobre esta norma, la jurisprudencia de la Corte definió


como criterio interpretativo que:

[E]l interés jurídico para obrar del demandante deriva del beneficio
o utilidad que pueda reportarle la sentencia de mérito, ventaja que
puede ser solo moral como en el caso del ascendiente que no tiene
parte en la sucesión del progenitor presunto, o material si le
representará un eventual incremento en su patrimonio, y aquel
estará legitimado en la causa si existe identidad entre él y ‘la
persona a la cual la ley concede la acción’ (G.J. CCXXXVII, v1, n.°
2476, pág. 486; G.J. LXXXI, n.° 2157-2158, pág. 48).

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Por eso, fallecido el presunto padre, sus herederos tienen


interés jurídico para obrar de contenido moral y económico
en que se declare que quien pasa por hijo del causante
realmente no lo es, en razón de la ausencia de vínculo
biológico entre aquel y este, pero también tienen un interés
jurídico para obrar quienes adquieren los derechos
económicos que en la sucesión del causante les puedan
corresponder a los primeros (negrilla fuera de texto, SC16279,
11 nov. 2016, rad. n.° 2004-00197-01).

De forma más reciente enfatizó sobre la legitimación del


heredero para cuestionar la filiación efectuada por el
causante:

La nueva disposición supuso una reforma estructural en virtud de la


cual se eliminó el carácter subsidiario que hasta ese momento el
legislador le había dado a la acción de los herederos, pues la norma,
en su texto original, correspondía a una regla aplicable únicamente
en el evento de que el cónyuge hubiera muerto ‘antes de vencido el
término que le conceden las leyes para declarar que no reconoce al
hijo como suyo’.

Es decir, si bien los herederos del esposo habían sido habilitados


por la ley para impugnar la paternidad de este respecto del hijo
presunto, solo se les permitía hacerlo asumiendo la posición del
cónyuge y por lo tanto, únicamente podían incoar la referida acción
de estado si aún no había fenecido el plazo establecido en la
codificación para el desconocimiento del hijo; contrario sensu, si
dicho lapso se había vencido sin ejercitarse la acción por el que
pasaba por padre, sus herederos ya no podían reclamar contra el
falso estado civil del hijo. Se trataba de una acción iure hereditatis.

La razón de tal restricción residía en que a los herederos no se les


reconocía la titularidad de un interés jurídico propio en la
impugnación, porque, como se explicó en líneas precedentes, el
interesado directamente en ese asunto era el cónyuge, cuya
voluntad debía respetarse por sus sucesores, de modo que si había
dejado pasar el término para impugnar la legitimidad del hijo, ellos
no tenían nada que reclamar en tanto que no eran considerados

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como dueños de algún derecho subjetivo particular que les otorgara


la legitimación en esa causa.

A partir del 26 de julio de 2006, esa situación cambió porque


la Ley 1060 eliminó dicha limitación, de modo que en
vigencia suya, el heredero que promueve una impugnación de
la paternidad del de cujus no está ejerciendo una acción
transmitida por él, sino una acción propia o iure proprio
(negrilla fuera de texto, SC9226, 29 jun. 2017, rad. n.° 2013-
00020-01).

Reluce que al sucesor se le concedió una acción propia,


diferente de la reconocida en favor del padre o de la madre,
encaminada a cuestionar la filiación para salvaguardar su
derecho sucesoral, cuya procedencia se encuentra
condicionada al fallecimiento del reconocedor.

2.4. Ciertamente, por las implicaciones de los derechos


en conflicto, la impugnación fue sometida a unos términos
cortos para su proposición, so pena de extinción por el paso
del tiempo, dejándose a salvo el derecho del descendiente
para conocer su verdadera filiación.

Esta Sala fijó como norte:

[I]mporta poner de relieve que históricamente el legislador ha


regulado el tema del estado civil y de la familia con precisión y
cuidado sumos a fin de proteger la propia intimidad que rodea su
constitución y de atender a las realidades que en punto de los hijos
genera su entorno y su propio desarrollo, tanto como para no haber
permitido, a través de las épocas, que cualquier persona puede
acudir a los estrados judiciales para cuestionar una paternidad o
maternidad propiciada en ese ámbito. Incluso ha establecido
prohibiciones específicas para que, consumados ciertos hechos o
vencidos determinados plazos, la situación jurídica se torne
inexpugnable, y por consiguiente definitiva; rigor que en general

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antes que disminuir se ha reafirmado en los últimos tiempos, de lo


cual es elocuente ejemplo, la sentencia del orden constitucional (C-
310-2004) mediante la cual se declaró inexequible la expresión
“trescientos días” que aparecía en el artículo 248, inciso 2°,
numeral 2°, relativa al término de caducidad otorgado a personas
distintas a los ascendientes para impugnar la legitimación de los
hijos extramatrimoniales, el cual quedó reducido también a los
sesenta días fijados para las otras personas autorizadas
legalmente para hacerlo (SC187, 9 nov. 2004, exp. n.° 00115).

Y es que, «de acuerdo a la jurisprudencia de la Corte


Constitucional, la caducidad de la acción de impugnación es
‘una materia directamente implicada con el derecho
fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica como
lo es la definición del estado civil y la filiación’ (C-310/04),
términos que en últimas propenden por poner fin a la
incertidumbre de la filiación» (SC5414, 11 dic. 2018, rad. n.°
2013-00491-01).

2.4.1. Tratándose del hijo, por mandato 217 del Código


Civil, modificado por los artículos 5° de la ley 1060 de 2006 y
626 de la ley 1564 de 2012, «podrá impugnar la paternidad o
la maternidad en cualquier tiempo»; valga decirlo, no se afecta
por el transcurso del tiempo, como garantía del derecho
fundamental al estado civil.

En palabras de la Corte:

Por lo que a este caso respecta, que es al hijo, harto se ha dicho


del derecho que le asiste y, por lo mismo, del interés que tiene para
indagar sobre el verdadero vínculo filial; y respecto de él, cuando
reclama el estado civil, se ha expresado que no tiene término
alguno para ello, pues, como en su momento lo señaló la
Corporación, ‘la acción que radica en cabeza de éste para

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investigar su verdadera filiación es imprescriptible y puede


ejercerla en cualquier momento’ para ‘reclamar por este medio la
declaración de la verdadera maternidad, aunque el ejercicio de
esta acción implique a la vez la impugnación de la maternidad
putativa’ (G. J., t. CCI, pág. 836) (SC, 4 may. 2005, rad. n.° 2000-
00301-01).

2.4.2. El padre o madre, por prescripción del actual


artículo 216, deberá promover la acción de impugnación
«dentro de los ciento (140) días siguientes a aquel en que [tuvo]
conocimiento de que no es el padre o madre biológico».

Para definir este hito, esta Corporación dijo que «la


interpretación constitucionalmente válida de la norma en
mención… es aquella en la que el término de caducidad de la
impugnación de la paternidad se empieza a contar a partir de
la fecha en la cual se tuvo conocimiento cierto a través de la
prueba de ADN de que no se era el padre biológico» (SC2350,
28 jun. 2019, rad. n.° 2014-00328-01).

2.4.3. En cuanto se refiere a los herederos del causante,


por fuerza de las disposiciones especiales que regulan la
materia, el precepto 219 del estatuto privado previene: «Los
herederos podrán impugnar la paternidad o la maternidad
desde el momento en que conocieron del fallecimiento del
padre o la madre o con posterioridad a esta; o desde el
momento en que conocieron del nacimiento del hijo, de lo
contrario el término para impugnar será de 140 días».

Luego, el plazo para accionar principiará a correr según


la situación de hecho, huelga enfatizarlo: (i) para los hijos

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nacidos antes del deceso del causante, el término contará


desde el fallecimiento de éste; y (ii) para los descendientes
póstumos a la defunción, el nacimiento de éstos será el hito
inicial para el conteo del plazo de caducidad.

Así lo tiene decantado la doctrina probable de este órgano


de cierre:

Despunta entonces con la muerte de un sujeto, hecho


jurídico que por ministerio de la ley determina, per se, la
apertura de su sucesión –art. 1012 del C.C.-, es decir, el
nacimiento de los derechos que la ley o el testamento
reconocen a quienes deben sucederlo en sus bienes
transmisibles, legitimándose consiguientemente su
ejercicio, condiciones bajo las cuales no luce irrazonable pensar,
como lo hizo el Tribunal, que el fallecimiento de Benjamín
Villamizar dotó a los demandantes de interés para oponerse a la
legitimación del demandado, puesto que a partir de ese suceso
resultaría admisible toda reclamación de sus herederos, entre
quienes se cuentan todos ellos, por razón de los derechos que les
corresponden en la herencia de su progenitor, con independencia
de que su composición, es decir los bienes, derechos y obligaciones
que la integran, esté probada o no, puesto que la comunidad
herencial, que es universal, se caracteriza por ‘comprender cuanto
por ley transmite el causante al morir, por activa y por pasiva; por
lo indefinido o indeterminado de los elementos positivos y
negativos que la componen y por la afectación esencial, necesaria
e ineludible del activo por el pasivo hereditario’ (G.J. t. LXXVIII,
pág. 329), luego bien puede ocurrir que a pesar de ignorar la
existencia de los elementos que la integran, los apuntados
derechos se radiquen en las personas llamadas a la sucesión del
difunto, derechos que al hacerse extensivos a quien en realidad no
es su sucesor, afecta, sin duda, la porción herencial que por ley
corresponde a quienes sí lo son (negrilla fuera de texto, SC, 15
dic. 2006, rad. n.° 2000-00578-01).

Con posterioridad reiteró:

17
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

El derecho de accionar del heredero surge a la vida jurídica


solo una vez que ocurra el fallecimiento del presunto padre
o el nacimiento del hijo si este fue posterior al deceso.

En consecuencia, no resulta lógico ni es acorde con el texto del


artículo 219 reformado, que el término de caducidad de la acción
comenzara a correr antes de que le fuera posible a los herederos
reclamar judicialmente contra la paternidad presunta.

Es indudable que toda persona tiene el derecho de acción, es decir,


de acudir ante la jurisdicción para la obtención de una declaración
judicial respecto de su controversia. En cambio, no toda persona
es titular de una relación sustancial, esto es, del derecho material
y subjetivo que reclama, el que sólo puede hacer valer cuando la
obligación se ha hecho exigible.

De ahí que antes de que haya nacido el derecho sustancial no es


posible hablar de la extinción del derecho de acción; el término
correspondiente debe contarse, necesariamente, desde el
momento en que se podía acudir a ella. Con otras palabras, es
requisito indispensable para que transcurra el plazo de caducidad
de una acción el que esta pueda ser ejercitada.

Por eso, tratándose de la impugnación de paternidad promovida


por los herederos del presunto progenitor, la caducidad, de
acuerdo con las modificaciones introducidas por la Ley 1060
acorde con las cuales -como ya se indicó- la acción promovida por
los herederos es iure proprio y no iure hereditario, no corre a la par
que el término que transcurrió para el supuesto padre, sino desde
que los sucesores mortis causa podían actuar para para remover
o eliminar el falso estado civil de hijo del demandado, pues es
requisito indispensable para que transcurra el término extintivo de
una acción el que esta pueda ser ejercitada (negrilla fuera de
texto, SC9226, 29 jun. 2017, rad. n.° 2013-00020-01).

Tesis renovada a los pocos meses en el siguiente sentido:

Es claro, entonces, que en todos los casos de impugnación de la


paternidad extramatrimonial, independientemente de que su
promotor sea el propio padre reconociente, o sus ascendientes,
cuando aquél ya ha fallecido, o cualquiera otra persona, el que
intente la acción debe estar asistido de “interés” suficiente para
gestionarla, esto es, encontrarse en condiciones reales de

18
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

adelantarla, lo que sólo acontece cuando ha adquirido la certeza


de que el reconocido no puede tener por padre a quien figura como
tal…

En el supuesto de los ascendientes, se impone precisar que


si la creencia de que su hijo no es el progenitor del
reconocido, surgió antes del deceso de aquél, el interés que
tienen de impugnar la paternidad, se concretará
únicamente con la muerte de su descendiente. En cambio, si
afloró posteriormente, se materializará a partir de su
aparecimiento (negrilla fuera de texto, SC12907, 25 ag. 2017,
rad. n.° 2011-00216-01).

2.4.4. Plazos que tienen aplicación, no sólo frente a la


impugnación de paternidad matrimonial, sino también frente
a los hijos reconocidos de forma voluntaria por el causante,
por fuerza de los siguientes cánones:

Artículo 248 del Código Civil. En los demás casos podrá


impugnarse la paternidad probando alguna de las causas
siguientes:
1. Que el hijo no ha podido tener por padre al que pasa por tal.
2. Que el hijo no ha tenido por madre a la que pasa por tal,
sujetándose esta alegación a lo dispuesto en el título 18 de la
maternidad disputada.
No serán oídos contra la paternidad sino los que prueben un
interés actual en ello, y los ascendientes de quienes se creen con
derechos, durante los 140 días desde que tuvieron conocimiento
de la paternidad.

Artículo 5° de la ley 75 de 1968. El reconocimiento solamente


podrá ser impugnado por las personas, en los términos y por las
causas indicadas en los artículos 248 y 335 del Código Civil.

Tal es el criterio de la Sala sobre la materia: «para destruir


ese aparente vínculo filial, específicamente con relación a los
hijos no nacidos durante la vigencia de la unión marital o el
matrimonio, a los que no se aplica la paternidad presunta, el

19
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

artículo 248 del Código Civil, estableció [las] causales de


impugnación» (SC1175, 8 feb. 2016, rad. n.° 2010-00308-01).

3. Las anteriores consideraciones dejan en evidencia que


los argumentos del casacionista están llamados al fracaso, en
atención a que el sentenciador aplicó de manera adecuada el
marco normativo que rige la controversia.

3.1. Para apoyar el anterior aserto, conviene rememorar


que el sub-lite fue promovido por Ángela María Londoño
Vásquez y Olga Luz Londoño Vásquez (folio 2 del cuaderno 1),
quienes invocaron su calidad de hijas y, por tanto, sucesoras,
de Pascual de Jesús Londoño Restrepo.

Petición que se sustentó en «el artículo 248 del código civil


Colombiano (sic), [que] faculta a las hijas legítimas del
causante, señoras Olga Luz Londoño Vásquez y Ángela María
Londoño Vásquez, para impugnar el reconocimiento que había
realizado con maniobras sobre su padre Pascual de Jesús
Londoño Restrepo, con relación a la paternidad de quien
aparece registrado como Santiago Londoño Ramírez» (folio 4
ídem).

3.2. Como la impugnación fue promovida por las hijas de


Pascual de Jesús Londoño Vásquez, frente al reconocimiento
voluntario que éste efectuó de Santiago Londoño Ramírez,
descuella que se acudió a la acción consagrada para tutelar
los derechos de los sucesores, en concreto, la establecida en el

20
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

canon 248 del Código Civil, aplicable al asunto por remisión


del artículo 5° de la ley 75 de 1968.

3.3. Para establecer el término para demandar, según la


norma en cita, la legislación estableció que «[n]o serán oídos
contra la paternidad sino los que prueben un interés actual en
ello… durante los 140 días desde que tuvieron conocimiento de
la paternidad».

De este mandato relucen que se requieren dos (2)


elementos para que el término de caducidad de 140 días
comience a correr: (i) surja en el demandante un interés para
accionar y (ii) la paternidad rehusada sea conocida por éste.
Así se extrae de las siguientes expresiones: «No serón oídos…
sino los que prueben un interés actual», quienes deben actuar
«desde que tuvieron conocimiento de la paternidad».

Una interpretación como la propuesta por el


casacionista, que propugna por considerar únicamente el
último de los elementos mencionados, en desmedro del
primero, conduce a absurdos hermenéuticos inaceptables. Y
es que, argüir que el inicio del plazo para el ejercicio de la
acción comienza en el instante en que los herederos conocen
del reconocimiento efectuado por el causante, sin considerar
su interés para demandar, significaría rehusarles el acceso a
la administración de justicia, pues al margen de que conozcan
de la filiación que estiman espuria, lo cierto es que hasta que
no se configure aquél no serán oídos en juicio.

21
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

De allí que la Corporación, al interpretar este mandato,


haya señalado que el término de caducidad comience con el
fallecimiento del causante, pues en este momento emerge el
interés que permite desdecir de la filiación matrimonial o
extramatrimonial censurada. De este entendimiento dan
cuenta los fallos de 15 de diciembre de 2006, 29 de junio y 25
de agosto de 2017, antes transcritos.

3.4. Es cierto que la Sala, en muchedumbre de


providencias, ha señalado que el mojón de inicio es la fecha en
que el padre o la madre adquiere certeza sobre la ausencia de
vínculo biológico; sin embargo, esta subregla únicamente tiene
aplicación cuando las pretensiones impugnaticias son
formuladas directamente por los progenitores.

Diferente es la conclusión cuando se trata de


reclamaciones incoadas por los herederos, quienes podrán
accionar, únicamente, cuando tengan un interés directo en la
refutación de la paternidad o maternidad, lo que acontecerá al
nacimiento de su derecho herencial.

Se excluye, de esta forma, que el ad quem incurriera en


un error de juzgamiento por la senda directa, en descrédito
del único cargo admitido a estudio en casación; sin embargo,
como se explicará en lo sucesivo, procede la intervención de
oficio para solventar la notoria transgresión de los derechos
constitucionales del demandado en la presente controversia.

II. Casación oficiosa

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

1. El reconocimiento del debido proceso como un


derecho humano, con fuente en los cánones XVIII de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre de 19481 y 10° de la Declaración Universal de
Derechos Humanos2, avivó la idea de que el proceso civil debe
responder no sólo a los postulados de una justicia
eminentemente rogada o dispositiva, sino que en ciertos
casos debían rebasarse los linderos trazados por los sujetos
procesales, como garantía de la justicia material en el caso
concreto.

El debido proceso, en suma, no se agota con un mero


ritualismo o decisionismo, sino que «es preciso que un
justiciable pueda hacer valer sus derechos y defender sus
intereses en forma efectiva y en condiciones de igualdad
procesal con otros justiciables. Al efecto, es útil recordar que
el proceso es un medio para asegurar, en la mayor
medida posible, la solución justa de una controversia. A
ese fin atiende el conjunto de actos de diversas características
generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso
legal. El desarrollo histórico del proceso, consecuente
con la protección del individuo y la realización de la

1Toda persona gozará de la garantía de concurrir a los tribunales para hacer valer sus
derechos y a disponer de un procedimiento sencillo y breve que ampare contra actos de
autoridad que violen sus derechos.
2 Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída

públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la


determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación
contra ella en materia penal.

23
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

justicia, ha traído consigo la incorporación de nuevos


derechos procesales» (negrilla fuera de texto)3.

Dentro de este contexto se abrió paso la oficiosidad


judicial, con el fin de dotar al aparato judicial de
herramientas para acercar la decisión final a la realidad
material del caso. Esto, debido a que, «[d]esde que el juez es
el director del proceso, lógicamente debe estar dotado de una
serie de poderes para que pueda precisamente ejercer esa
función, de gran magnitud en el Proceso Civil contemporáneo.
Estos poderes los establecen el Código colombiano y varios
códigos modernos, como el argentino y los de varias provincias
de la República Argentina, los de algunos países
centroamericanos, que se organizan para que esa actividad
permanente del juez en la dirección del proceso cumpla su
objetivo, llegue a la meta, de manera que esa función básica
del Estado, cual es la jurisdiccional, se cumpla
satisfactoriamente»4. En suma, lleva al juez a erradicar la
injusticia que pueda presentarse en el desarrollo del proceso.

2. La casación se vio impactada por estas nuevas ideas,


pues con la oficiosidad se abrió una brecha antes
inexplorada, que si bien resquebraja el principio dispositivo
sobre el cual se edificó este remedio extraordinario, permite
que se cumplan objetivos deseados en las sociedades
contemporáneas.

3 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-16/99 de 1 de


octubre de 1999, párrafo 117.
4 Hernando Morales Molina, Los poderes del juez en el proceso civil, Tercera clase. En

Temas vigentes en materia de derecho procesal y probatorio, Universidad del Rosario,


2008, p. 26.

24
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

La Corte Constitucional, al analizar esta figura en


vigencia del C.G.P, señaló:

Se trata de un instrumento de significativa relevancia que además


de limitar la naturaleza marcadamente dispositiva que ha
caracterizado el recurso de casación -con impactos negativos
importantes en la prevalencia del derecho sustancial-, contribuye
en plena armonía con los nuevos fines que lo inspiran, a promover
el influjo directo de contenidos constitucionales en la comprensión
e interpretación de los asuntos civiles, comerciales, agrarios y de
familia. Tiene la Corte Suprema de Justicia, por expresa
disposición del legislador procesal, el deber de transformar
cualitativamente el significado del recurso. En el ámbito de sus
atribuciones, la Corte Suprema debe asegurar que las normas de
la Constitución adquieran real vigencia y efectividad en el derecho
ordinario. Es a la luz de estas consideraciones que ese Tribunal
deberá interpretar esta nueva institución. El legislador ya ha dado
un paso, el siguiente le corresponde a la Corte (C-213/17).

3. En Colombia, el primer avance para la oficiosidad en


la casación civil se acometió con la expedición de la ley 1285
de 2009 que, en su artículo 7°, modificatorio del canon 16 de
la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia,
estableció: «Las Salas de Casación Civil y Agraria Laboral y
Penal, actuarán según su especialidad como Tribunal de
Casación, pudiendo seleccionar las sentencias objeto de
su pronunciamiento, para los fines de unificación de la
jurisprudencia, protección de los derechos
constitucionales y control de legalidad de los fallos»
(negrilla fuera de texto).

Acaece, a partir de este cambio de modelo, que el


recurso excepcional tomó una nueva orientación, en la que

25
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

ya no sólo interesa, como fin primordial o estelar, la mítica


unidad del derecho objetivo por medio de pronunciamientos
destinados a unificar la jurisprudencia y crear procedentes
vinculantes, sino también la protección de los derechos
constitucionales y fundamentales de los sujetos involucrados
en el litigio, traducida en un respeto a la garantía al debido
proceso como derecho humano.

De allí que el Código General del Proceso introdujera


cambios relevantes en la finalidad de la casación, pues en el
anterior estatuto procesal estaba limitada a la «unifica[ción
de] la jurisprudencia nacional y proveer a la realización del
derecho objetivo en los respectivos procesos» y «además
procura[r] reparar los agravios inferidos a las partes» (negrilla
fuera de texto, artículo 365), mientras que en la actualidad
se prevé que «tiene como fin defender el ordenamiento jurídico,
lograr la eficacia de los instrumentos internacionales suscritos
por Colombia en el derecho interno, proteger los derechos
constitucionales, controlar la legalidad de los fallos, unificar y
reparar los agravios irrogados a las partes con ocasión de la
providencia recurrida» (artículo 333).

Se dio paso, de esta forma, a una mayor oficiosidad, con


aplicaciones concretas en el trámite de selección, así como en
la casación por motivos diferentes a los esgrimidos por el
recurrente, figura ésta prevista expresamente en el inciso
final del artículo 336 del Código General del Proceso: «[l]a Corte
no podrá tener en cuenta causales de casación distintas de las
que han sido expresamente alegadas por el demandante. Sin

26
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

embargo, podrá casar la sentencia, aún de oficio, cuando


sea ostensible que la misma compromete gravemente el orden o
el patrimonio público, o atenta contra los derechos y
garantías constitucionales».

4. De acuerdo con la norma transcrita es dable que la


Corte, llegado el momento de proferir sentencia y por su propia
iniciativa, anule el veredicto de segundo grado, siempre que
encuentre configurada alguna de las razones que habilitan su
intervención extraordinaria, y como se ve, no solo por
cuestiones que interesen al Estado o afecten su patrimonio,
sino cuando en el marco del litigio examinado encuentre la
Colegiatura la afrenta a los derechos y garantías
constitucionales, permitiendo así que esa labor de garante no
quede restringida a las acciones de tutela.

En consecuencia, una vez situada la Sala en la fase


procesal de resolver la casación, su competencia va más allá
de los argumentos de la parte recurrente y su opositor,
siempre que, según su prudente arbitrio, encuentre evidente
que el veredicto del ad quem «compromete gravemente el orden
o el patrimonio público, o atenta contra los derechos y garantías
constitucionales».

En este escenario podrán adoptarse soluciones que


impidan la trasgresión manifiesta de los bienes jurídicos
mencionados, sin las limitaciones ingénitas al principio
dispositivo que gobierna los recursos, a la congruencia o a la
prohibición de reforma peyorativa; dicho de otra forma, la

27
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

competencia de la Corte será panorámica, cuando deba


ejercerla ex officio para conjurar amenazas o vulneraciones al
orden o patrimonio público, o a los derechos y garantías
constitucionales.

Ahora bien, para que las prerrogativas legales no se


traduzcan en arbitrariedad, siempre que la Corte las ejerza,
deberá señalar las razones por las cuales entiende que es
ostensible la transgresión y motivar las determinaciones que
adopte.

5. En el presente caso la intervención oficiosa de la


Corporación deviene imperativa, con el fin de franquear la
ostensible vulneración de los preceptos que gobiernan, no
solo el estado civil, sino los postulados que tanto en los
tratados internacionales como en el orden interno se ocupan
de la institución familiar como base esencial de la sociedad,
en punto al reconocimiento de la excepción propuesta por
Santiago Londoño Ramírez tocante a su condición de hijo
demostrada por la posesión notoria de su calidad.

5.1. Es pacífico que el estado civil de las personas está


gobernado por disposiciones de orden público, en atención a
las implicaciones que del mismo emergen para el titular, con
relación a su ubicación en la familia y sociedad, así como
frente al ejercicio de sus derechos y los deberes correlativos.

Justamente, la Corte ha dicho:

28
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

También es conocido que las normas relativas al estado civil son


de orden público, pues se trata de una materia que no sólo
concierne a quien ostenta un determinado estado, sino también a
la familia y a la sociedad toda, razón por la cual fue establecida
su irrenunciabilidad y, por lo mismo, la proscripción de aquellos
actos jurídicos que tienen como confesado propósito derogar o
desconocer las leyes que lo gobiernan, a lo que se apareja que, del
mismo modo y por los mismos motivos, le está vedado a las
personas implementar acciones dirigidas a repudiar o indagar su
filiación, por vías distintas de las autorizadas en la ley (SC, 26
sep. 2005, rad. n.° 1999-0137).

Ahora bien, dentro de las materias que conciernen al


estado civil, conforme al canon 5° del decreto 1260 de 1970,
se encuentra lo relativo a «los nacimientos, reconocimientos de
hijos naturales, legitimaciones, adopciones, alteraciones de la
patria potestad, emancipaciones, habilitaciones de edad,
matrimonios, capitulaciones matrimoniales, interdicciones
judiciales, discernimientos de guarda, rehabilitaciones,
nulidades de matrimonio, divorcios, separaciones de cuerpos y
de bienes, cambio de nombre, declaraciones de seudónimo,
manifestaciones de avecindamiento, declaraciones de
ausencia, defunciones y declaraciones de presunción de
muerte».

5.2. Para desentrañar el alcance del anterior concepto,


en el momento actual, es menester considerar que la
concepción de familia ha tenido una evolución constante en el
derecho y, por ende, ha ampliado el contenido del estado civil;
así, comenzando por un escenario de anomia legislativa, se
trasegó hacia una regulación limitada a ciertos temas
económicos entre parientes consanguíneos y afines, que con
los años se expandió de acuerdo con la realidad social para

29
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

normar aspectos concernientes a los efectos civiles e, incluso,


reconocer novedosas formas de organización familiar propias
de la evolución social.

Esta ampliación del objeto de protección en nuestro


ordenamiento se ha dado tanto en el ámbito legislativo como
constitucional, con expresiones concretas en materia de tutela
a los hijos nacidos por fuera del vínculo matrimonial, a los
cuales el artículo 52 del Código Civil clasificaba en
ilegítimos, naturales y de dañado y punible ayuntamiento,
que a su vez podían ser adulterinos o incestuosos. La
denominación de ilegítimos era genérica, pues, comprendía
todos los que no eran legítimos. Pero, además, el artículo 58
llamaba espurios los hijos de dañado y punible
ayuntamiento; y el 57 denominaba simplemente ilegítimo
al hijo natural o al espurio a quien faltaba el reconocimiento
por parte del padre o de la madre. Esta diferenciación era
expresión de un tratamiento discriminatorio, que poco a poco
vino a ser remediado con las leyes 45 de 1936, 29 de 1982 y
1060 de 2006, las cuales constituyen un salto formidable
hacia una sociedad igualitaria.

Total, con la ley 45 de 1936 se eliminó la división


peyorativa sobre los hijos habidos fuera del matrimonio, los
cuales agrupó en naturales, cuando son reconocidos o
declarados como tal, contemplando, incluso, algunas
presunciones, que dan lugar a su declaración judicial; ley 29
de 1982, además, determinó que «los hijos son legítimos,

30
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

extramatrimoniales y adoptivos», con la expresa consagración


de que «tendrán iguales derechos y obligaciones».

Lo propio ocurrió con la concepción integral de la


familia, en donde solo se reconocía como tal a aquellas
conformadas por el vínculo matrimonial, dejando de lado
todo aquello referido a la familia de hecho, esto es, la originada
de la convivencia material y afectiva de los interesados,
expresada en la fijación de proyectos comunes, apoyo
sentimental y económico, tanto las heterosexuales como las
homosexuales, las cuales carecían de cualquier protección por
el derecho.

Fue la Constitución Política la encargada de avanzar


decisivamente en la protección, al prescribir que «[l]a familia…
se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por la
decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio
o por la voluntad responsable de conformarla» (negrilla
fuera de texto, artículo 42); regla que encuentra apoyadura
adicional en los cánones 5, 13, 15, 28 y 44, que en su orden
consagran el deber de proteger la familia, la proscripción de la
discriminación por razones de origen familiar, la protección de
intimidad familiar, el derecho a no ser molestado en su familia
y el derecho de los niños a tener una familia.

Sobre esta cuestión, la Corte Constitucional tiene


decantado:

No obstante estar sometida a un proceso de constante evolución


primeramente verificado en la realidad de la que hace parte, la

31
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

Corte ha definido la familia ‘en un sentido amplio’, como ‘aquella


comunidad de personas emparentadas entre sí por vínculos
naturales o jurídicos, que funda su existencia en el amor, el respeto
y la solidaridad, y que se caracteriza por la unidad de vida o de
destino que liga íntimamente a sus integrantes más próximos’...

Hasta ahora la Corte ha destacado que, a diferencia de los


jurídicos, los vínculos naturales hacen referencia a la decisión libre
de conformar una familia que se traduce en la constitución de una
unión de carácter extramatrimonial que no tiene fundamento en el
consentimiento expresado, sino ‘en el solo hecho de la convivencia’
y en la cual ‘los compañeros nada se deben en el plano de la vida
en común, y son libres en la determinación de continuar en ella o
de terminarla o de guardar fidelidad a su pareja’… (C-577/2011).

La doctrina asegura que:

En los últimos años, seguramente influidos por las reformas


legislativas que gradualmente han ido disminuyendo la
importancia jurídica de la autoridad familiar, los autores tienden
a prescindir de dicho elemento en la conformación de la noción de
familia y dirigen su atención a las relaciones de mutuo afecto y
solidaridad que se aprecian en la comunidad humana reconocida
como titular. Expresa Lacruz: ‘En nuestro tiempo la familia,
perdida la fórmula de institución patriarcal para pasar a la de una
asociación igualitaria de varón y mujer para la crianza de los hijos
si los hay y la convivencia en todo caso, es un grupo unido por
vínculos de sangre y afecto que procrea, educa, prepara los
alimentos, vive en común y cuyos miembros útiles contribuyen al
sostenimiento de todos con el producto de su actividad’5.

Institución que tuvo su origen en el progresivo


reconocimiento de los derechos de los compañeros
permanentes, como fenómeno sociológico de largo arraigo en
nuestro país y que, pese a su informalidad, logró su protección
con la expedición de la ley 54 de 1990, definiendo la unión

5Hernán Corral Talciani, Concepto y Reconocimiento Legal de la Familia de Hecho. En


Revista Chilena de Derecho, Vol. 17, 1990, p. 40 y 41.

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

marital de hecho como la «formada entre un hombre y una


mujer, que sin estar casados, hacen una comunidad de vida
permanente y singular» (artículo 1°).

La Sala, refiriéndose a este cambio regulatorio, dijo que


«ante la ausencia de regulación jurídica para un fenómeno
social de relevancia incuestionable, como es la conformación de
parejas estables sin un vínculo matrimonial previo, la Ley 54 de
1990 abrió la posibilidad de que estas fueran declaradas
judicialmente, consecuencia que se abría paso de inmediato,
siempre que, para ese momento, se cumplieran los requisitos
que allí mismo se establecieron» (SC, 12 dic. 2011, rad. n.°
2003-01261-01; reitera SC, 22 nov. 2010, exp. 2005-00997-
01).

A su vez, por fuerza de la sentencia C-075 de 7 de febrero


de 2007, la Corte Constitucional declaró la exequibilidad de
esta disposición, «en el entendido que el régimen de protección
en ella contenido se aplica también a las parejas
homosexuales».

5.3. Deviene de lo anotado que, sin mencionar


antecedentes más pretéritos, la concepción de familia ha
tenido una evolución constante en el derecho, a consecuencia
del dinamismo social, toda vez que en alguna época la
temática como tal no estuvo expresamente regulada,
limitándose a las relaciones jurídicas entre parientes
consanguíneos y afines, en especial en el ámbito económico,
pero esa regulación tan restringida ha venido superándose con

33
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

el pasar de los años, atendiendo la misma realidad social que


en su constante desarrollo demuestra que la familia constituye
toda una institución, llamada a ser reconocida y protegida.

La familia, en consecuencia, no debe definirse


exclusivamente por el cientificismo, porque doblega en
repetidos casos, el derecho, la libertad y la autonomía de la
voluntad. La familia es ante todo una institución cultural,
mediada por lazos sociales, donde lo científico puede ser
desplazado.

De allí que en tiempos más próximos el campo de


aplicación de la familia de hecho se ensanchara, para
reconocer que podía emanar de lazos parentales o colaterales
producidos por la crianza, esto es, de la acogida de una
persona en un núcleo familiar que, por fuerza de la
convivencia, permite la formación de relaciones de afecto,
respeto, solidaridad, comprensión y protección, dando,
incluso, origen a una nueva fuente del vínculo filial no
derivada del nexo biológico, pero no extraña al ordenamiento
jurídico, como en antaño se admitió en materia de adopción.
En consecuencia, en una sociedad multicultural y pluriétnica
la filiación es una institución cultural, social y jurídica,
no sometida irremediablemente a los fríos y pétreos
mandatos de la ciencia.

Dicho de otra forma, las relaciones de crianza se generan


por la asunción de la calidad de padre, hijo, hermano y
sobrino, sin tener vínculo consanguíneo o adoptivo, las cuales

34
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

nacen de la incorporación de un nuevo integrante a la


comunidad doméstica.

La Sala, refiriéndose a esta forma de familia, ha dicho:

[L]a Jurisprudencia desarrollada por las Altas Cortes ha sido


coincidente, en orden a ir más allá de los límites allí trazados,
entendiendo que la familia no solo se constituye por el vínculo
biológico o jurídico, sino también a partir de las relaciones de hecho
o crianza, edificadas en la solidaridad, el amor, la protección, el
respeto, en fin, en cada una de las manifestaciones inequívocas
del significado ontológico de una familia…

En el ámbito jurídico colombiano las relaciones de familia están


determinadas por vínculos biológicos o jurídicos, así para efectos
de establecer la filiación de una persona las presunciones
consagradas por la ley tienen su fuente en el trato sexual entre los
presuntos padres, no obstante, a pesar de que la mayoría de
normas que regulan el tema de la filiación están encaminados a
establecer el vínculo consanguíneo entre los presuntos padres y el
presunto hijo, el ordenamiento legal de antaño, consagró una
presunción de paternidad extramatrimonial, donde no se exigía
como requisito para establecerla las relaciones carnales del
demandado con la madre del demandante , determinando que hay
lugar a declararla judicialmente, «cuando se acredita la posesión
notoria del estado de hijo.

Es así como el numeral 6º del artículo 6º de la Ley 75 de 1968,


previó la posesión notoria del estado de hijo como presunción de
paternidad extramatrimonial, la cual cumple probarse conforme a
lo dispuesto en los artículos 5º y 6º de la Ley 45 de 1936 y el 398
del Código Civil, modificado por el artículo 9º de la Ley 75 de 1968,
figura que a pesar de su vetustez continua vigente, pues no fue
modificada por las Leyes 29 de 1982, 721 de 2001 y 1564 de 2012
(Código General del Proceso). (STC6009, 9 may. 2018, rad. n.°
2018-00071-01).

Años atrás había manifestado:

35
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

El grupo familiar está compuesto no solo por padres, hijos,


hermanos, abuelos y parientes cercanos, sino que incluye también
a personas entre quienes no existen lazos de consanguinidad, pero
pueden haber relaciones de apoyo y afecto incluso más fuertes, de
ahí que no haya una única clase de familia, ni menos una forma
exclusiva para constituirla.

Se distinguen entonces diversas clases de familia, por adopción,


matrimonio, unión marital entre compañeros permanentes, de
crianza, monoparentales y ensambladas, como lo definió la Corte
Constitucional en la sentencia C-577 de 2011 (STC14680, 23 oct.
2015, rad. n.° 2015-00361-02).

La Corte Constitucional ha establecido los siguientes


requisitos para que se establezca una relación de padre o
madre e hijo de crianza:

(a) Para calificar a un menor como hijo de crianza es necesario


demostrar la estrecha relación familiar con los presuntos padres de
crianza y una deteriorada o ausente relación de lazos familiares con
los padres biológicos. El primero de los elementos supone la
existencia real, efectiva y permanente de una convivencia que
implique vínculos de afecto, solidaridad, ayuda y comunicación. El
segundo de los elementos supone una desvinculación con el padre o
madre biológicos según el caso, que evidencie una fractura de los
vínculos afectivos y económicos. Ello se puede constatar en aquellos
casos en los cuales existe un desinterés por parte de los padres para
fortalecer sus lazos paterno-filiales y por proveer económicamente lo
suficiente para suplir las necesidades básicas de sus hijos.

(b) De la declaratoria de hijo de crianza, se pueden derivar derechos


y obligaciones. Teniendo en cuenta que los asuntos relativos al
estado civil de las personas y a la filiación son materia exclusiva del
legislador, cuando se establezca la existencia de un hijo de crianza,
madre o padre de crianza debe existir certidumbre acerca de dicha
condición de acuerdo con el material probatorio que obre en el
expediente…

(d) La categoría “hijos de crianza” es de creación jurisprudencial; por


lo tanto, el juez al momento de declarar la existencia de dicho vínculo

36
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

debe hacerlo con base en un sólido y consistente material probatorio


del que derive unos fuertes lazos familiares existentes entre los
menores y su padre de crianza, así como la constatación de una
ausencia de vínculo o muy deteriorada relación entre el menor y su
padre biológico. Por cuanto de dicha declaratoria más adelante se
pueden derivar otro tipo de consecuencias jurídicas (T-836/2014).

5.4. Vínculos de crianza que, por su especial relevancia


para la estabilidad emocional y económica de las personas,
han sido tutelados jurisprudencialmente, por medio del
reconocimiento de derechos tales como la prohibición de
ruptura familiar, protección prevalente sobre el vínculo
biológico, igualdad y acceso judicial para definir el estado civil.

5.4.1. Así la Corte Suprema de Justicia, en sede de


casación, señaló que en los eventos en que judicialmente se
declare una filiación biológica en desmedro de un vínculo de
crianza, se impone a los sentenciadores que tomen medidas
para evitar la afectación emocional de los integrantes.

En concreto aseguró:

[Corresponde al a quo] buscar, a través de todos los instrumentos


legales de que dispone, como por medio de la asistente social…, la
eficaz colaboración en la orientación sicológica y social de la niña y
de sus familiares, que le permitan a aquélla asumir, con el mínimo
de desconcierto, la transición sobreviniente de la sentencia, por
supuesto que este pronunciamiento no implica por sí mismo
desconocer abruptamente las circunstancias en las cuales
ella actualmente se desenvuelve, ni el entorno afectivo que en
el momento ostenta, todo con el propósito fundamental de
contribuir a su desarrollo armónico e integral, tal y como lo prevén
los artículos 44 y 45 de la Carta Política (negrilla fuera de texto, SC,
4 may. 2005, rad. n.° 2000-00301-01).

37
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

E insistió:

En todo caso, advierte la Corte que el juzgador encargado de


ejecutar la resolución… deberá promover, como mecanismo para
salvaguardar el interés superior del menor actuante en este proceso,
reconocido en los artículos 44 de la Constitución Política y 8 de la ley
1098 de 2006, las medidas necesarias para mitigar las afectaciones
sociales y sicológicas que el cambio de paternidad pueda irrogarle.

Para tales fines, se tendrá en cuenta la calidad de los vínculos


fraternos construidos entre el infante y quien se predicaba su
progenitor, los cuales no podrán verse interrumpidos en perjuicio de
aquél. Recuérdese que, según el mandato constitucional en
cita, son derechos fundamentales de los menores la salud, el
cuidado y el amor, los cuales no están atados a una
condición biológica, sino a un vínculo social y afectivo, que
debe ser objeto de protección (negrilla fuera de texto, SC280, 20
feb. 2018, rad. n.° 2010-00947-01).

Trasluce, entonces, que no puede truncarse una relación


jurídica forjada por la convivencia, incluso frente a la
comprobación de una filiación científica, por las
consecuencias que puede aparejar en la afectividad de los
padres e hijos de crianza.

En el mismo sentido, la Corte Constitucional ha señalado


que existe una restricción para que, con ocasión de una orden
judicial o administrativa, se afecten las relaciones a que se ha
hecho referencia:

[E]n casos en los cuales se han consolidado lazos de apego entre un


niño y su familia de hecho, cuya ruptura amenaza el interés superior
del menor y la estabilidad de su proceso de desarrollo…, se
considera, para todos los efectos legales, que el grupo familiar digno
de protección constitucional es el constituido por la familia de
crianza de dicho menor. Se trata, así, de lazos familiares de hecho

38
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

que, por su carácter excepcional y su trascendencia para la


estabilidad y el desarrollo de los niños implicados, son merecedores
de protección constitucional (T-292/2004 y T-497/2005).

5.4.2. Se agrega que la jurisprudencia constitucional ha


otorgado a la familia de crianza un carácter prevalente sobre
la consanguínea, siempre que aquélla haya dado lugar a
vínculos afectivos que sean merecedores de protección, en
garantía del mejor desarrollo de sus partícipes.

De forma perspicua señaló:

[La] Corporación ha explicado que existe una presunción


constitucional a favor de la familia biológica, en el sentido de que es
este grupo familiar el que, en principio y por el hecho físico del
nacimiento, se encuentra situado en una mejor posición para brindar
al menor las condiciones básicas de cuidado y afecto que requiere
para desarrollarse…

Por otra parte, existen casos en los cuales la presunción a favor de


la familia biológica no es desvirtuada, sino que cesa de operar. Ello
ocurre, por ejemplo, cuando un menor ha sido entregado a otra
familia distinta y ha sido cuidado por esta de buena fe durante un
tiempo suficiente como para que se hayan generado vínculos
afectivos y de dependencia sólidos entre los miembros de tal familia
y el niño, en tal grado que el menor sienta que esa es su propia
familia; ya se vio cómo en estos casos, el ámbito de protección del
derecho a la familia del menor involucrado se traslada hacia su
familia de crianza. Esta “traslación” consiste, esencialmente, en el
reconocimiento de que el interés superior del menor estará mejor
satisfecho si no se perturba su proceso de desarrollo al modificar su
ubicación familiar, por lo cual todos los mecanismos jurídicos de
protección de la familia operan en relación con el grupo de
cuidadores de hecho con los que el niño ha desarrollado lazos
recíprocos de cariño y dependencia. El correlato necesario de esta
traslación, es el cese de los efectos de la presunción a favor de la
familia biológica, no porque esta familia necesariamente sea inepta
para fomentar el desarrollo del menor, sino porque el interés superior

39
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

del niño y el carácter prevaleciente de sus derechos hace que no se


puedan perturbar los sólidos y estables vínculos psicológicos y
afectivos que ha desarrollado en el seno de su familia de crianza.
En esa medida, no son relevantes los argumentos de las familias
biológicas que pretenden recuperar a menores en esta situación
presentando sus condiciones actuales como más o menos favorables
que las de la familia de crianza del niño implicado; son las
características de los vínculos entre este niño y sus cuidadores de
hecho, y la forma en que incidiría su perturbación sobre el bienestar
y desarrollo del menor, lo que debe ocupar la atención de las
autoridades llamadas a tomar una decisión. Lo contrario equivaldría
a otorgar a los derechos de la familia biológica un alcance absoluto
que no les corresponde, por medio de la adopción de medidas que,
al tener en cuenta exclusivamente los derechos e intereses de tales
parientes biológicos, pueden lesionar en forma irremediable los
derechos prevalecientes de los niños implicados (T-292/2004)

5.4.3. Un derecho de especial importancia es la igualdad,


pues los hijos de crianza no pueden ser objeto de
discriminación frente a los demás integrantes del núcleo
familiar -matrimoniales o extramatrimoniales-, en especial,
para acceder a derechos prestacionales.

Y es que la Constitución Política es diáfana en prescribir


que «[t]odas las personas nacen libres e iguales ante la ley,
recibirán la misma protección y trato de las autoridades y
gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades
sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza,
origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica» (negrilla fuera de texto, artículo 13).

La Corte Constitucional decantó:

[L]a igualdad que se predica entre los hijos de crianza y los hijos
biológicos y adoptivos, se hace extensiva a todos los aspectos de la

40
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

vida de los menores, entre ellos, la educación, puesto que como se


mencionó en acápites anteriores, la correcta protección y promoción
de este derecho, garantiza un adecuado nivel de vida (T-497/2005).

La Sala, de forma particular, refiriéndose al acceso al


sistema de seguridad social en salud, aseveró:

[C]onsidera la Sala que el concepto en que se fundamenta la


encartada para negarse a realizar la inclusión, genera
discriminación y condiciones de desigualdad entre los miembros del
núcleo familiar, particularmente en relación con los descendientes,
que para el caso son dos, pues no hay justificación que permita que
frente a dos menores de edad, miembros de un mismo hogar, se
imponga a uno de ellos un sistema de atención en salud distinto y
menos beneficioso que el consagrado para su hermano, porque
estima la Dirección de Sanidad de la Policía Nacional, que el hijastro
debe ser inscrito por sus progenitores en el sistema de salud al que
ellos pertenezcan.

La señalada posición desconoce los derechos fundamentales del


hijo aportado por la compañera permanente del inconforme, toda vez
que a pesar de convivir bajo igual techo, se le imponen restricciones
para acceder a exactos beneficios de los que goza su hermano
habido al interior de la unión marital de hecho, lo que «crea una
situación de segregación dentro del núcleo familiar,
constitucionalmente inaceptable» (T-606 de 2013).

Sobre el particular esta Corporación en sentencia STC14680-2015,


de 23 octubre, reconoció que «la familia puede constituirse por
medio de vínculos naturales o jurídicos, mediante la
determinación de dos personas de contraer matrimonio o por
la voluntad libre y responsable de conformarla» de esta
manera distinguió «diversas clases de familia, por adopción,
matrimonio, unión marital entre compañero permanentes, de
crianza, monoparentales y ensambladas» entendiendo la
denominadas familias de crianza como «como aquella que nace por
relaciones de afecto, respeto, solidaridad , compresión y protección,
pero no por lazos de consanguinidad o vínculos jurídicos»,
modalidades entre las cuales está prohibido hacer cualquier
tipo de diferenciación en cuanto a las prerrogativas que les
asisten como unidad y respecto de cada uno de sus miembros

41
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

(negrilla fuera de texto, STC12548, 7 sep. 2016, rad. n.° 2016-


00386-01).

Ese reconocimiento de derechos en las relaciones


paterno-filiales «de hecho» sigue abriéndose camino
jurisprudencialmente, siempre que se desvele la formación de
una familia nuclear, por el prohijamiento del nuevo
integrante con actos positivos y, en el largo plazo, en virtud
del convencimiento social de la condición de hijo. No en vano,
se ha concedido acceso a la pensión de sobrevivientes,
cuando la contundencia de dicha calidad surja de la
acreditación de los supuestos fácticos que la estructuran (cfr.
CSJ, SL1020, 17 mar. 2021, rad. n.° 52742).

5.4.4. Con ese mismo norte, la jurisprudencia ha


reconocido al hijo de crianza la posibilidad de acceder a la
administración de justicia con el fin de definir el estado civil
establecido con ocasión del afecto, convivencia y solidaridad,
para lo cual tiene a su disposición la pretensión tendiente a
declarar el reconocimiento voluntario de su calidad como
integrante del núcleo familiar, susceptible de ser demostrada
por medio de la posesión notoria del estado civil.

Esta Sala dijo, in extenso:

Así las cosas, atendiendo a que el vínculo de crianza refiere a la


posesión notoria del estado civil de las personas, encuentra la Corte
que la gestora, tal como lo afirmó el fallador encausado, tiene a su
alcance la acción judicial encaminada a determinar tal parentesco
del cual se desprende derechos y obligaciones entre las partes, no
puede tener dos filiaciones -biológica y de crianza-, habida cuenta
que iría en contravía del principio de la Unidad del Estado Civil.

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

Recuérdese, que «el estado civil de una persona es su situación


jurídica en la familia y la sociedad, determina su capacidad para
ejercer ciertos derechos y contraer ciertas obligaciones, es
indivisible, indisponible e imprescriptible, y su asignación
corresponde a la ley» (art. 1° Decreto 1260 de 1970), de ahí que si
bien, por vía jurisprudencial se ha desarrollado las familias de
crianzas, esto deviene de la posesión notoria del estado de hijo y
padre, el cual debe ser debidamente acreditado por las partes a
través de un juicio declarativo…

Entonces, la accionante puede acudir ante los jueces de familia a fin


de adelantar la acción de «declaratoria de hija de crianza», pues,
itérese, dicha declaratoria involucra su estado civil, a más que de lo
allí dispuesto, nace los respetivos derechos y obligaciones entre las
partes, esto es, las derivadas del padre al hijo y del hijo al padre,
toda vez que, como se ha dicho, el vínculo reclamado es una
categoría de creación jurisprudencial, a fin de reconocer y proteger
no solo los lazos de consanguinidad y vínculos jurídicos materia de
un debate de esa connotación, también los que resultan de la
convivencia continua, el afecto, la protección, el auxilio, la
solidaridad, comprensión y respeto mutuo, dando paso a
situaciones de facto que crean consecuencias jurídicas y que son
igualmente destinatarios de las medidas de protección a la familia
fijadas en la Constitución Política y la ley colombiana (STC5594, 14
ag. 2020, rad. n.° 2020-00184-01).

En este último caso la prevalencia de lo social sobre


consideraciones genéticas o biológicas se hace palpable, como
garantía del reconocimiento de todas las formas de familia en
nuestra sociedad. Así lo doctrinó esta Corporación:

[D]ebe estudiarse cada caso en particular para verificar si


prevalecen los afectos y el trato social, así como el consentimiento
del padre sobre lo puramente biológico para que, aun conociendo la
veracidad de la prueba científica, se dé prioridad a los afectos y se
permita al hijo accionado mantener el statu quo civil en la forma en
que lo ha sustentado durante toda su vida, impidiendo que razones
ajenas a intereses puramente familiares permitan despojarlo de una
filiación que ha detentado con la aquiescencia de aquel que la ha

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

tratado siempre como su padre. Son casos en que una certeza


jurídica o social debe primar sobre la verdad biológica (SC1493, 30
ab. 2019, rad. n.° 2009-00031-02, reitera SC12907-2017).

6. Por otra parte conviene recordar que, conforme se


indicó en precedencia, el legislador ha propendido de tiempo
atrás por la protección de esa relación filial, cobrando
relevancia en el sub judice el canon 4° de la ley 45 de 1936,
modificado por el artículo 6° de la ley 75 de 1968, el cual
dispone que «[s]e presume la paternidad natural y hay lugar a
declararla judicialmente… [c]uando se acredite la posesión
notoria del estado de hijo».

Legalmente se entiende por «posesión notoria del estado


de hijo natural… que el respectivo padre o madre haya tratado
al hijo como tal, proveyendo a su subsistencia, educación y
establecimiento, y en que sus deudos y amigos o el vecindario
del domicilio en general, lo hayan reputado como hijo de dicho
padre o madre, a virtud de aquel tratamiento» (artículo 6° de la
ley 45 de 1936), siempre que haya «durado cinco años
continuos por lo menos» (artículo 398 del Código Civil).

Figura que a pesar de su vetustez conserva vigencia en


el sistema jurídico patrio, muy a pesar de los avances
científicos alcanzados y que permiten determinar, con grado
próximo a la certeza, el ligamen filial que vincula a dos
sujetos, pues no ha sido modificada o suprimida por las
reglamentaciones proferidas para gobernar la filiación
extramatrimonial, huelga decirlo, las leyes 29 de 1982, 721
de 2001 y 1564 de 2012.

44
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

Ciertamente, no se desconoce que en la ley 721 de 2001


se impuso la obligación de que «[E]n todos los procesos para
establecer paternidad o maternidad, el juez, de oficio, ordenará la
práctica de los exámenes que científicamente determinen índice de
probabilidad superior al 99.9%.», pero ello no apareja el
establecimiento de una regla única que determine en grado
absoluto el sentido de la decisión, en especial en juicios de
impugnación; tampoco trasluce que únicamente cuando se
esté en presencia de dicha prueba científica pueda abrirse
paso una decisión relativa a la filiación.

Lo anterior porque, aún ante la acreditación de dicha


realidad biológica, es factible mantener inalterado el estado
civil «aparente», por ejemplo, ante las disposiciones que
regulan la caducidad para impetrar las acciones autorizadas
para su establecimiento (aspecto que por cierto no se
acontece en el caso); además, cuando no sea posible obtener
el informe técnico, el artículo 3 de la misma señala que podrá
recurrirse a cualquier medio demostrativo legalmente
autorizado para que el juzgador decida de conformidad con
lo que de ellos resulte acreditado y al amparo de las
presunciones contempladas en la ley 45 de 1936, entre ellas
la de posesión notoria.

Y es que la posesión notoria tiene el alcance de servir


para demostrar la paternidad por medio de una presunción
legal, «edificada sobre la base de la conciencia más o menos
uniforme y generalizada que el presunto padre ha generado a

45
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

la comunidad, cuando despliega, durante un lapso prolongado


y relevante, aquellas acciones que usual y razonablemente
resultan indicativas de la asunción de dicha calidad respecto
del hijo y que, por lo mismo, originaron y suscitaron
espontáneamente la mentada creencia a lo largo del ámbito
social correspondiente, hasta convertirla en una situación tan
nítida, palpable y obvia que se da por descontada como cierta
por parte de los miembros de la colectividad» (SC, 3 oct. 2003,
rad. n.° 6861).

Para su demostración se ha exigido un elevado estándar


probatorio, expresado en los hechos públicos tendientes a
satisfacer su subsistencia, educación y, en general,
mantenimiento.

La Corporación sentó como pauta:

Por tratarse de cuestiones a las cuales está vinculado el orden


público, como son todas las relativas al estado civil y a la familia, al
darle el legislador a la posesión de estado civil el carácter de medio
para establecer el respectivo estado, no podía hacerlo sin adoptar
medidas precautelativas tendientes a evitar hasta el máximo
cualquier posible abuso del sistema. Con ese fin, y teniendo en
cuenta que la posesión de estado civil está integrada por hechos y
que obviamente aquélla no puede darse por existente sino mediante
la prueba de tales hechos, el legislador no dejó al libre arbitrio del
juez y de los interesados la determinación de los hechos
constitutivos de dicha posesión, ni quiso que la demostración de
ellos quedara sujeta a las normas comunes sobre pruebas. Por el
contrario, se preocupó de un lado por señalar el rango o categoría de
los hechos que para él podían configurar la posesión del estado,
eligiendo los más significativos y protuberantes de los que dentro
del respectivo estado civil podían producirse, disponiendo a la vez
que la posesión representada por esos hechos debía tener una
duración mínima determinada; y, de otro, esto es en cuanto a la

46
Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

prueba de esos hechos, por sentar mandatos especiales relativos a


la singular fuerza de convicción de que ella debía estar dotada.

Así, tratándose de la filiación natural paterna, y en lo que al primero


de los dos aspectos considerados concierne, que es lo que para el
caso de autos interesa, después de sentar el legislador en el
numeral 5° del artículo 4° de la Ley 45 de 1936, que la demostración
de la posesión notoria del estado de hijo natural da lugar a la
declaración judicial de paternidad, señaló copulativamente en el
artículo 6° los hechos que configuran dicha posesión notoria.

Conforme a esta norma, para que haya posesión notoria del estado
de hijo natural se requiere la demostración debida de los hechos
que, como integrantes esenciales suyos, allí se relacionan. No es
admisible, para el mismo fin, que en sustitución de ellos se
demuestren otros no contemplados por el precepto, por más
significativos que sean. Desde luego, nada impide la demostración
de otros hechos no contemplados por la ley, adicionalmente a los
que ella exige básicamente; pero tal circunstancia apenas significará
que el interesado ha superado el límite mínimo que debe satisfacer.
Así, por ejemplo, el artículo 6° en referencia no relaciona entre los
hechos constitutivos de la posesión de hijo natural, el de que el padre
presunto haya presentado al hijo como tal entre sus amigos y
deudos, hecho que el artículo 397 del Código Civil sí exige como
constitutivo de la posesión notoria del estado civil de hijo legítimo.
Pues bien, no obstante la significación que en sí mismo tiene un
hecho como ese, su demostración en el campo de la posesión notoria
del estado de hijo natural no es jurídicamente indispensable,
precisamente porque la ley no lo toma en cuenta al efecto, y menos
todavía si con ella se pretende sustituir la prueba de los factores de
subsistencia, educación y establecimiento que sí están legalmente
erigidos en elementos constitutivos de la aludida posesión de
estado.

No ha de desconocerse, sin embargo, que en el campo de los hechos


la conciencia del fallador tiene que estar más al alcance de la
convicción, y por ende más propensa a hallar irrefragable la prueba
de la posesión notoria del estado civil, cuando además de haber sido
probados los elementos constitutivos de él, se han acreditado
también, adicionalmente, otras circunstancias corroborantes del
mismo (SC, 27 ag. 1968, GJ CXXIV, n.° 2297 a 2299, p. 278).

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

En el mismo sentido se expresó posteriormente:

Sabido es que, respondiendo a un criterio bien definido de


equilibrio social y de justa protección jurídica a los hijos no
matrimoniales, la Ley 45 de 1936 aceptó y reglamentó en el país
la acción de reclamación de esta clase de filiación en cuanto tiende
ella a la determinación judicial de la paternidad…, lo que pone de
manifiesto, en síntesis, que no fue el propósito del legislador abrirle
la puerta a precipitadas atribuciones de paternidad que los
ordenamientos de las naciones civilizadas nunca han considerado
recomendables, sino hacer posible el reconocimiento mediante
sentencia judicial de una relación natural de procreación ya
existente de antemano y desconocido por quien tiene el deber de
confesarla, imponiéndose así el respeto por dicha relación y las
serias consecuencias que lleva consigo, pero siempre dentro de un
contorno circunscrito y limitado…; ese límite ha de referirse
necesariamente y en forma exclusiva a los casos de ocurrencia
previstos por el legislador; por esto, el dicho límite tiene ante todo
incidencia sobre el material probatorio cuyo tratamiento por parte
de la justicia ha de atemperarse a la sistematización restrictiva
que el legislador se valió para configurar la acción enderezada a
obtener la declaración, como un poder jurídico hasta cierto punto
excepcional y, en todo caso, estrictamente regulado…

Sobre estas premisas de carácter general, una de sus seis


causales en que al tenor del artículo 6° de la Ley 75 de 1968 se
presume la paternidad y por ende procede su declaración judicial,
se configura cuando se acredita del modo debido la posesión
notoria del estado de hijo, es decir cuando se demuestre en un
proceso contradictorio y en forma irrefutable como lo requiere el
artículo 399 del Código Civil aplicable al caso por mandato expreso
del artículo 19 de la misma Ley 75, que durante cinco años
continuos, por lo menos, el padre haya tratado al hijo como tal
proveyendo a su subsistencia, educación y establecimiento, y que
por virtud de este trato así caracterizado y hecho ostensible por
actos no secretos, inequívocos y constantemente reiterados, se
haya formado en determinado círculo social la opinión de que en
verdad existe el vínculo de filiación cuya declaración se pide de la
justicia a falta del reconocimiento efectuado con observancia de
las solemnidades que indica el artículo 1° de la Ley 45 de 1936,
modificado por el artículo 1° de la Ley 75 de 1968.

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

En definitiva y así lo ha enjuiciado la doctrina jurisprudencial en


nuestro medio (G.J. Tomo CLXXXVIII, pág. 54), la posesión de
estado en materia de filiación extramatrimonial y en particular
referida a la investigación de la paternidad en este ámbito,
consagra la eficacia del reconocimiento tácito en que, a diferencia
de lo que acontece con el que se lleva a cabo de forma expresa la
voluntad del padre de tener a su hijo por tal no se consigna en
palabras escritas, sino a través de una conducta que en los
precisos términos señalados por la ley, sino a través de una
conducta que en los precisos términos señalados en la ley, pueda
tenerse como reveladora de que el designio del primero fue ese sin
duda alguna y no otro diferente, se trata pues de un conjunto de
circunstancias fácticas cuya índole no les es indiferente a la
legislación positiva, circunstancias que en su complejidad le sean
atribuibles al sujeto a quien se le imputa la paternidad… y se cuide
que la prueba allegada para demostrar aquellas circunstancias
sea singularmente fidedigna (SC, 20 sep. 1993, G.J CCXXV, n.°
2464, p. 527 y 528).

En suma, para que opere la presunción en comento,


deben acreditarse tres (3) requisitos: el trato, la fama y el
tiempo. Valga la pena explicarlo, el padre o la madre debe
haber, no sólo abrigado al hijo en su familia, sino proveer
moral y económicamente por su subsistencia, educación y
establecimiento, debiendo trascender el ámbito privado al
público, tanto que sus deudos, amigos o el vecindario en
general, le hayan reputado como hijo de ese padre en virtud
de aquel tratamiento; y extenderse por mínimo cinco (5) años.

Así lo reconoció la jurisprudencia:

[P]reciso es demostrar, por una parte, el trato que el presunto padre


le hubiere dado al hijo, considerándolo como tal por un lapso
mínimo de cinco años continuos, y de otro lado, la fama o
reputación que, con base en ese trato, tenga el pretendido hijo de
haberlo sido respecto de determinada persona, siendo entendido
que el trato y la fama útiles para ese propósito no pueden ser de

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

cualquier linaje, si no tan sólo los que se asienten en la


circunstancia probada de modo incontrastable de que el supuesto
progenitor proveyó en beneficio de su hijo a una cualquiera de
estas tres necesidades vitales: a su subsistencia, a su educación
o a su establecimiento (SC, 20 sept. 1993, G.J CCXXV, n.° 2464,
p. 527 y 528).

Probados los supuestos de la presunción de marras se


infiere la calidad pretendida por el interesado, sin que se
admisible oponerle ninguna de las causales de impugnación
o exclusión de la paternidad, pues la posesión notoria del
estado de hijo es inexpugnable (cfr. CSJ, SC, 14 sep. 1972 y
SC, 5 nov. 1978), en garantía de caros principios del derecho
patrio como la protección de todas las formas de familia, la
autonomía individual, la autodeterminación en las relaciones
privadas y el libre desarrollo de la personalidad, lo que
trasluce un relativización del aspecto biológico.

7. Dilucidado el anterior marco deviene irrefutable que


los sentenciadores de instancia, frente a la alegación de la
exceptiva de posesión notoria del estado civil de hijo,
debieron analizar las pruebas tendientes a establecer la
filiación del convocado y su demostración en el juicio por
medio de pruebas indirectas, así como los efectos de esta
defensa frente a la súplica impugnatoria.

7.1. Rememorase que las demandantes, a pesar del


reconocimiento voluntario que su padre hizo de Santiago
Londoño Ramírez, a sabiendas de la inexistencia de un
vínculo sanguíneo, pretendieron su impugnación,

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

soportadas en el hecho de que aquél no puede ser el padre


biológico de éste.

Esto debido a que, en la contestación del libelo


introductorio, el opositor formuló la excepción denominada
«posesión notoria del estado civil de hijo extramatrimonial»,
fundada en que «Pascual de Jesús Londoño Restrepo… [lo]
acogió como [hijo] proveyéndole la crianza, educación y
establecimiento durante toda su vida, es decir, por más de 23
años, hasta su fallecimiento; presentándolo ante sus hijas
nietas, demás parientes, vecinos y amigos como su entrañable
hijo» (folio 21 del cuaderno 1).

7.2. Para la demostración de la anterior defensa devenía


indispensable que en el trámite se acreditara la calidad de
descendiente, por medio de actos públicos que probaran que
se forjó una relación familiar entre el hijo y su padre de
crianza, la cual se extendió por cinco (5) años, en desarrollo
de la cual propendió por su sostenimiento y educación, según
lo ordenan los artículos 6° de la ley 45 de 1936 y 398 del
Código Civil.

Probanzas que ciertamente relucen de la foliatura, así


como las que dan cuenta de que Pascual Londoño, de forma
libre y sin ningún tipo de error, otorgó públicamente el trato
de hijo a Santiago Londoño, como se vislumbra en lo
sucesivo.

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

7.2.1. En primer lugar, de la fijación de los hechos del


litigio realizada por las partes en la audiencia de 28 de
noviembre de 2013, las promotoras consintieron «que de
verdad el señor Pascual sí tuvo al joven Santiago como
su hijo, al igual que las demandantes y actuó de tal
forma que veló por su sostenimiento, desde que lo
reconoció hasta que murió» (negrilla fuera de texto, folios 93 y
reverso).

Asentimiento que satisface las condiciones para tenerla


como una confesión espontánea en los términos del artículo
194 del Código de Procedimiento Civil; y es que, los hechos
reconocidos son contrarios a los intereses de las
demandantes, quienes actuaron con plena capacidad y
respecto a un sustrato fáctico sobre el cual hay libertad
demostrativa, como lo ha reconocido la Corte en palabras
aplicables mutatis mutandi: «el ordenamiento no prevé que la
demostración de la filiación o del conocimiento de su
inexistencia esté sometida a un requisito ad-probationem, es
decir, que existe libertad para acreditarla mediante confesión,
dictamen especializado, testimonios, etc. (CSJ SC 16 feb.
1994, rad. 4109, reiterada en SC 21 may. 2010, rad. 2004-
00072-01)» (SC1493, 30 ab. 2019, rad. n.° 2009-00031-01).

Confesión corroborada en los interrogatorios de


Santiago Londoño Ramírez, Ángela María y Olga Luz Londoño
Vásquez, quienes al unísono asintieron en que el causante
presentó públicamente a Santiago Londoño como su hijo, con
quien convivió por muchos años y lo hizo partícipe de

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

múltiples eventos familiares (folios 118, 123, reverso, 130,


reverso y 131 del cuaderno 1).

7.2.2. Colofón que se reafirma con las declaraciones de


Andrés Felipe Garzón Londoño y Juan Pablo Jaramillo
Londoño, nietos del causante, quienes asintieron,
respectivamente, que su abuelo «decía que [Santiago
Londoño] era hijo de él» (folio 119), al punto que «su madre y
los demás miembros de su familia… tenían a Santiago… como
hermano, como lo presentó mi abuelo» (folio 123).

7.2.3. Reconocimiento que se publicitó también por


fuera del círculo de familiares cercanos de Pascual Londoño.

De lo anterior da cuenta Laura Marcela Aristizábal


Rojas, empleada del de cujus, al afirmar que conoció «[a]
Santiago… porque era hijo de Pascual[,] nos los (sic) presentó
como hijo, a mí y a mi hermana», lo que aconteció cuando
«Santiago… tenía más o menos 5 añitos» (folio 120 reverso).
Además, al ser inquirida sobre «cómo era la relación del señor
Pascual con el señor Santiago», respondió que era «la de padre
con su hijo, él era muy responsable con su educación, velaba
porque no le faltara nada a Santiago, muy cariñoso, siempre
lo trataba de papito, hijito» (folio 121 reverso).

Rodrigo Mona Álvarez, mesero en un restaurante


frecuentado por el causante, al referirse al trato que éste
dispensaba al demandado aseguró que «siempre de un buen
padre a un hijo, era un trato maravilloso de mucho cariño y

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

afecto, se dirigía a él como su hijo, de igual manera lo


reprendía y últimamente le estaba enseñando a manejar toda
su empresa, siempre bajaba con él a la cantera» (folio 126).

En el mismo sentido, Ana Gertrudis Escudero,


encargada de oficios varios en la residencia de Pascual
Londoño, fue cuestionada «si sabe que (sic) relación existía
entre los señores pascuales (sic) de Jesús Londoño y Santiago
Londoño Ramírez», frente a lo cual mencionó que «la relación
de ellos fue vivir juntos, era relación de hijo y papa (sic)» (folio
149 reverso), por haberlo «adoptado desde los cinco años»
(folio 150).

Incluso el encargado de la labor de celaduría en el


edificio en que vivían, Jorge Luis Cossio, frente al
cuestionamiento «si el señor Pascual de Jesús Londoño
reconocía a Santiago Londoño Ramírez públicamente como su
hijo», atestiguó: «yo puedo decir que era el papa (sic) biológico
de Santiago, porque desde que fui allá los conocí a los tres
juntos y lo veía con su niño cargado, yo lo conozco como su
niño» (folio 146 reverso).

7.2.4. Familiaridad que se expresó, entre otras formas,


en que el padre proveyera por el mantenimiento de su
descendiente de crianza, como lo relató Ana Gertrudis
Escudero: «el señor Pascual de Jesús Londoño, hasta el día
que falleció vio por Santiago[,] vivía con el (sic) en el
apartamento» (negrilla fuera de texto, folio 150).

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

Con idéntica orientación Laura Marcela Aristizábal


Rojas aseguró que «en su niñez Pascual le enviaba una
mesada [a Santiago Londoño] para su manutención e
inclusive en las épocas malos (sic), doña María Herminia le
prestaba la plata, hacían algún negocio para el tener la plata
para sustentar a Santiago, y en la juventud Pascual» (folio
122).

Tesis que encuentra respaldo adicional en la


certificación emitida por la Universidad Pontificia
Bolivariana, en la que se aseguró que durante los años 1997
a 2004 el valor de la matrícula y pensiones del «estudiante
Santiago Londoño Ramírez» fue cancelada por «Pascual de
Jesús Londoño Restrepo» (folio 56).

7.2.5. La temporalidad del vínculo de crianza excede


con creces el mínimo legal, pues los declarantes antes
relacionados dan cuenta de una ligazón que principió cuando
el demandado era un infante (cerca al año de 1992) y que se
extendió hasta el fallecimiento de su padre (5 de febrero de
2012).

Conclusión reafirmada por las fotografías arrimadas


con la contestación de la demanda, las cuales prueban una
relación cercana entre Pascual Londoño y su prohijado, que
comenzó en su niñez y permaneció hasta la adultez,
dispensándole cariño en momentos relevantes como
cumpleaños, primera comunicación y grado universitario
(folios 15 a 26).

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

7.2.6. Estatus que, contrario a lo alegado por las


demandantes, no se gestó en un supuesto aprovechamiento
de la adicción al alcohol de cujus, afirmación por demás
huérfana de demostración en el proceso, sino en la decisión
consciente de éste de actuar como padre a pesar de carecer
de un vínculo consanguíneo.

Así lo atestiguó Rodrigo Mona Álvarez, quien al ser


preguntado si «el padre biológico de Santiago es el señor
Pascual», aseguró con contundencia que «[n]o, él lo adoptó le
dio sus apellidos y así no los presentó» (folio 125), «siempre
habló como su hijo, no hacía referencia a lo adoptivo siempre
lo presentaba como su hijo» (folio 125 reverso).

Lo mismo cabe decir frente a Vadin Ángel Ramírez


Agudelo, declarante que puntualizó: «Don Pascual me lo dijo
a mi directamente en su apartamento en la cámara de
comercio, me dijo que aunque el no fuera su padre biología (sic)
él lo consideraba su hijo, que se pensaba hacer cargo de él y
esperaba que lo acompañara siempre, eso fue cuando tenía el
niño 3 o cuatro años» (folio 127).

Consideración ratificada por Vianor de Jesús Olarte,


quien describió la relación de Pascual Londoño y Santiago
Londoño como «de padre e hijo adoptivo, el (sic) le dio el
apellido a el (sic) por qué (sic) vivía con zully (sic) Ramírez… el
(sic) mismo lo decía que el (sic) no era hijo biológico de él, pero

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que le dio el apellido, pero el (sic) lo creo le dio (sic) el el (sic)


apellido, el estudio y le dio (sic) todo» (folio 152 reverso).

A todo lo anotado se suma que el demandado desde la


edad de cinco (5) años no ha tenido a ninguna otra persona
como padre, puesto que su progenitora lo reconoció como
madre soltera y con ocasión a aquel reconocimiento
voluntario que optó por realizar el de cujus asumió esa figura
paterna, que no mereció disputa alguna en el trasegar de los
años, y que se mantuvo inalterada hasta el final de sus días,
constituyéndose en un acto inequívoco de expresión de su
voluntad.

Emerge de lo anotado que las probanzas examinadas


dan cuenta de la existencia de una verdadera relación
parental entre el demandado y el causante, por el
prohijamiento con actos inequívocos como fue su
sostenimiento personal, incluido el académico hasta los
estudios superiores, la convivencia permanente hasta el
fallecimiento del padre y sobre todo, ese trato filial ante
propios y extraños, todo esto por más de quince (15) años,
que permiten pregonar la demostración de la calidad de hijo
por medio de la posesión notoria.

7.3. Establecida la posesión notoria del estado civil de


hijo de crianza, debe establecerse su efecto frente a la súplica
principal, como es la impugnación de la paternidad por la
ausencia de conexión biológica entre el ascendiente y el

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

descendiente, con fin de determinar si aquélla tiene la


aptitud de impedir esta última.

7.3.1. La acción de impugnación del estado civil, valga


la pena recordarlo, es un mecanismo que permite refutar que
la madre o el padre, o ambos, no obstante presentarse como
tales en el registro civil de nacimiento, son ajenos al proceso
de concepción o, por lo menos, a la aportación consentida del
material genético.

Total, impugnar consiste en «[c]ombatir, contradecir,


refutar» (Diccionario de la Lengua Española), lo que se
traduce en rehusar o rechazar, que en el caso de la filiación
se refiere a la calidad de ascendiente.

La Sala tiene decantado que:

[L]a acción de impugnación corresponde a la oportunidad


establecida para refutar la paternidad o maternidad y presenta
tres opciones: la que se dirige para desvirtuar la presunción
contemplada en el artículo 214 del Código Civil, a cuyo tenor los
nacidos durante la vigencia de un vínculo de pareja debidamente
constituido serán hijos de ella; la ‘impugnación de reconocimiento’,
cuando se pretende desconocer la manifestación voluntaria
de quien acepta ser padre, sin que medie relación con ánimo
de permanencia y la que repele la maternidad por corresponder
a un falso parto o suplantación del pretendido hijo al verdadero.

Para los últimos dos supuestos hay que tener en cuenta que la Ley
75 de 1968, en su artículo 5º, establece que ‘[e]l reconocimiento
sólo podrá ser impugnado por las personas, en los términos, y por
las causas indicadas en los artículos 248 y 335 del Código Civil’,
advirtiendo que, en su texto original, el inciso final de la primera
de las normas citadas contemplaba que ‘[n]o serán oídos contra la
legitimación sino los que prueben un interés actual en ello, y los

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ascendientes legítimos del padre o madre legitimantes; estos en


sesenta días, contados desde que tuvieron conocimiento de la
legitimación; aquellos en los trescientos días subsiguientes a la
fecha en que tuvieron interés actual y pudieron hacer valer su
derecho’ (negrilla fuera de texto, SC, 1° nov. 2011, rad. n.° 2006-
00092-01, reiterado SC1493, 30 ab. 2019, rad. n.° 2009-00031-
02).

7.3.2. Así las cosas, la impugnación del reconocimiento


de un hijo extramatrimonial tiene como sustrato que el
reconocedor haya declarado como hijo biológico a quien
carece de dicha condición, por error, dolo o simple voluntad,
en descrédito de la fiabilidad del registro civil.

Acción que se torna impróspera, de forma especial,


cuando el reconocedor de forma voluntaria no sólo efectuó el
reconocimiento, sino que ratificó su decisión de mantener la
filiación; así se extrae del artículo 219 del Código Civil, al
señalar que el derecho a la impugnación «cesará si el padre o
la madre hubieren reconocido expresamente al hijo como suyo
en su testamento o en otro instrumento público».

Sobre este mandato la Sala tiene dicho:

Esa prohibición legal encuentra sustento en el deseo del


legislador de respetar siempre la voluntad el esposo o del
compañero, la cual no puede ser desconocida por otras
personas, pues ese reconocimiento realizado por el padre
comporta una renuncia al derecho de impugnación.

En efecto, realizado ese reconocimiento expreso del hijo, por


parte del presunto padre, no sería natural que otros sujetos
desconocieran esa paternidad, pues nadie está en mejor
situación que el marido o el compañero permanente para
saber que el hijo alumbrado por su esposa o compañera

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permanente, es realmente suyo (negrilla fuera de texto,


SC16279, 11 nov. 2016, rad. n.° 2004-00197-01)

Si bien la literalidad de la disposición refiere a un


testamento u otro documento público, lo cierto es que la
filosofía que inspira este mandato excede de las anotadas
formalidades, pues su esencia se encuentra en la protección
del querer reflexivo de quien efectúa el reconocimiento, el
cual no puede socavarse por un acto unilateral del declarante
o de sus herederos.

Dicho de otra forma, es un requisito para la


impugnación de la filiación extramatrimonial, además de la
falta de vínculo genético entre el padre y el hijo, y la
tempestividad de la reclamación, que el reconocedor no haya
confirmado libre y voluntariamente su reconocimiento, por
medio de escritura pública o testamento, o de otra forma
inequívoca, como la concesión pública del estado civil de hijo
por medio de la posesión notoria.

La biología, entonces, debe ser compatibilizada con la


realidad familiar y los nuevos mecanismos para su
conformación, incluso con el desplazamiento de aquélla, para
hacer real la voluntad de quien asintió en un vínculo de
hecho derivado de la crianza.

De forma agregada se compatibiliza el numeral 2° del


artículo 214 del Código Civil -subrogado por la ley 1060 de
2006- con el numeral 6° del artículo 4° de la ley 45 de 1936
-subrogado por la ley 75 de 1968-, que al unísono habilitan

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

la impugnación de la paternidad y su declaración judicial en


los casos de posesión notoria del estado de hijo.

Y es que, frente a la posibilidad de deshacer la


paternidad con ocasión de la certidumbre científica, se alza
en su contra la conducta del ascendiente que cobijó de forma
consciente y pública a una persona como parte de su prole a
sabiendas de que no lo era, la cual no puede ser revocada o
desmentida por sus herederos, en perjuicio del estado civil
consolidado por el paso del tiempo.

Hermenéutica que se abre paso por fuerza del artículo


42 de la Constitución Política, que permite que la familia se
constituya «por vínculos naturales», siempre que haya
«voluntad responsable de conformarla». Sobre este mandato
la Corte tiene dicho que «como es diáfano en ese texto, adopta
el constituyente, en lo relativo a su conformación, un criterio
abierto y dúctil que se contrapone a los principios férreos y
cerrados que otrora caracterizaron el ordenamiento jurídico
nacional en el punto» (SC203, 25 nov. 2004, exp. n.° 7291).

Surge inequívoco el deber de proteger la ligazón de


hecho forjada por la crianza, siempre que satisfagan las
condiciones para su demostración por medio de la posesión
notoria del estado civil, como salvaguardia de todas las
formas de familia, la prevalencia de la voluntad y mecanismo
impeditivo de una discriminación debido a este origen.

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

7.3.3. La interpretación propuesta de ninguna manera


vacía de contenido la acción de impugnación de paternidad,
pues la misma conserva toda su extensión en los casos en
que el progenitor efectúa el reconocimiento de un hijo bajo la
creencia errónea de que es su consanguíneo.

Sin embargo, en los casos en que el padre decide acoger


a un hijo como suyo, con la certidumbre de no haber
participado en la concepción, brindándole el apoyo moral,
económico y sentimental necesario para proveer por su
desarrollo, por lo menos por cinco (5) años, constituye, por lo
menos, un principio de intencionalidad de reconocimiento
como hijo, que si viene a ser completado con todos aquellos
elementos que positivamente determinan la posesión notoria
del estado de hijo no puede ser desconocido acudiendo a la
prueba científica, caso en el cual debe enervarse la
pretensión reclamada, ante el compromiso constitucional de
respetar y proteger todas las formas de conformación de
familia que la misma Carta reconoce, así como la voluntad
consciente del padre que decidió reconocer a un hijo como
suyo con independencia de la biología.

7.3.4. En consecuencia, considera la Sala que se


subvierte la finalidad de la acción de impugnación cuando
los herederos del reconocedor, en desatención de la voluntad
pública e inequívoca de éste, pretenden renegar del
reconocimiento efectuado y reafirmado conscientemente con
el paso de los años.

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Así sucedió en el sub examine, en tanto Pascual


Londoño se presentó ante el funcionario del registro civil a
reconocer paternidad respecto de Santiago Londoño con la
certeza de que no era su padre biológico, sin que esta
situación fuera óbice para que desde aquel momento lo
integrara a su núcleo familiar -del que irrefutablemente
formaban parte las actoras- presentándolo abiertamente
como de su estirpe y propendiera por su manutención y
establecimiento, lo que sin duda constituye una ratificación
de su voluntad de reconocerle la condición de hijo y, con ello,
dio pie para la estructuración de la posesión notoria del
estado civil de hijo.

En sustento basta recordar las declaraciones de Rodrigo


Mona Álvarez, Vadin Ángel Ramírez Agudelo y Vianor de
Jesús Olarte, quienes, al unísono, indicaron que el causante
manifestó a sus conocidos y familiares haber «adoptado» a
Santiago Londoño, a quien abrigó con afecto, compañía,
enseñanzas y ayuda patrimonial.

Por tanto, como en este caso está decantada la voluntad


del reconocedor, probada por medio de la posesión notoria
del estado civil de hijo del accionado, fruto de una relación
de crianza, era procedente que los sentenciadores de
instancia en el curso del litigio, ante la demostración de la
exceptiva planteada por la parte pasiva, rehusaran la
impugnación pretendida, por configurarse materialmente la

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

causal de exclusión establecida en el artículo 219 del Código


Civil.

Al no haberse procedido de la manera indicada en


precedencia se vulneraron no solo las normas que gobiernan
el estado civil, sino las prerrogativas constitucionales del
recurrente, habilitando así la intervención del sentenciador
extraordinario en los términos del inciso final del artículo 336
del Código General del Proceso.

8. Vislumbrado el dislate del Tribunal se impone la


casación oficiosa de la sentencia confutada. En sede de
instancia debe la Corte proferir la determinación de
reemplazo.

Ante la prosperidad del recurso se descarta la condena


en costas, conforme al inciso final del artículo 349 del Código
General del Proceso.

SENTENCIA SUSTITUTIVA

Cumplidos los presupuestos procesales y ante la


ausencia de irregularidades que puedan invalidar lo actuado,
los argumentos expuestos al resolver la casación, los cuales
se entiende reproducidos en gracia de brevedad, son
suficientes para acoger la excepción formulada por el
demandado Santiago Londoño, intitulada posesión notoria
del estado civil de hijo, fruto del vínculo de crianza forjado
con Pascual Londoño, en atención a que se configuraron los

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Radicación n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

supuestos fijados en la ley para su reconocimiento, que


constituye una ratificación de voluntad del último, que hace
nugatoria la reclamación de impugnación impetrada.
Consecuentemente, se deben denegar las pretensiones
formuladas en el libelo genitor.

Por sustracción de materia se hace innecesario analizar


las demás excepciones propuestas, así como la objeción
formulada al dictamen pericial.

De acuerdo con lo expuesto, se revocará la sentencia de


20 de octubre de 2017 proferida por el Juzgado Octavo de
Familia de Oralidad de Medellín, en el sentido de rehusar las
súplicas iniciales y declarar la prosperidad de la excepción
denominada posesión notoria de estado civil de hijo
extramatrimonial.

Las agencias en derecho se tasarán, según el numeral 3


del artículo 393 del Código de Procedimiento Civil y las tarifas
establecidas por el Consejo Superior de la Judicatura.

DECISIÓN

Con base en lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de
la República y por autoridad de la ley, casa oficiosamente la
sentencia de 30 de enero de 2018, proferida por el Tribunal

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Radicacion n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

Superior de Distrito Judicial de Medellin, Sala Familia, en el


presente proceso, y en sede de instancia resuelve:

Primero. Revocar la providencia de 20 de octubre de


2017 proferida por el Juzgado Octavo de Familia de Oralidad
de Medellin.

Segundo. En su lugar, reconocer la prosperidad de la


excepcion intitulada «posesi6n notoria del estado civil de hijo
extramatrimoniab.

Tercero. Negar las pretensiones de la demanda.

Cuarto. No habra costas en casacion por haber


prosperado la impugnacion.

Quinto. Condenar en costas a las demandantes en


segunda instancia, en favor del demandando. Las agendas en
derecho se fijan en cinco (5) s.m.l.m.v.

Sexto. En su oportunidad devuelvase la actuacion al


Tribunal de origen.

Notifiquese

’-Z-l

FRANCISCO TERNERA BARRIOS


Presidente de Sala

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Radicacion n.° 05001-31-10-008-2012-00715-01

HI NZALEZ NEIRA

AROLDO WIL! ONSALVO

OCTAVIO AUGUSTO TIEJEIRO DUOUE

/)

LUIS ARMANDO T0LOSA VILLABONA

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