Vigilia de Pentecostés
Vigilia de Pentecostés
Vigilia de Pentecostés
ORACIÓN INICIAL
Ven, Espíritu Santo, llena los
corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de
tu amor.
Envía Señor, tu Espíritu y todo
será creado
y se renovará la faz de la tierra.
¡Oh, Dios, que has instruido los
corazones de tus fieles
con la luz de tu Espíritu Santo!,
concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu
y gocemos siempre de su divino consuelo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
AMÉN.
PENTECOSTÉS
Un poco de historia: La palabra Pentecostés viene del griego pentekosté (heméra) que
significa el día quincuagésimo. Alude a la fiesta del quincuagésimo día después de la
Pascua para los judíos y de la Resurrección para los cristianos.
A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las "Siete Semanas",
conocida también como "Fiesta de las semanas". Como nos los describe Ex 34,22,
esta fiesta en un principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de la
Alianza del Sinaí, un recuerdo de la aparición de Dios en el monte del Sinaí, la cual se
celebra el quincuagésimo día después de la pascua judía. Por lo tanto, en el día de
pentecostés también se celebra la entrega de la Ley (mandamientos) al pueblo de
Israel.
Con el tiempo se le fue dando mayor importancia a este día, teniendo presente el
acontecimiento histórico de la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles
(Cf. Hch 2). Gradualmente, se fue formando una fiesta, para la que se preparaban con
ayuno y una vigilia solemne, algo parecido a la Pascua. Se utiliza el color rojo para el
altary las vestiduras del sacerdote; simboliza el fuego del Espíritu Santo.
En las iglesias ortodoxas existe además la celebración de las Tres Divinas Personas o
de la Santa Trinidad; las iglesias occidentales celebran para esta ocasión desde el
siglo XIV su propia fiesta llamada Trinitatis (la fiesta de la Santísima Trinidad) una
semana después de Pentecostés.
Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una
unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte
de un solo y único misterio.
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en
la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta
entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron onvocados por
Jesús; para que fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima
con Él.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue
descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros;
sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella pequeña
comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos
responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre
los hombres.
a)El Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en
el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo
nacimiento.
b)La Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu
Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a
ser testigo de Cristo.
d)La Nube y la Luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo.
Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte
Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.
f)La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos,
trasmiten el "don del Espíritu".
La Iglesia no es una sociedad como cualquiera; no nace porque los apóstoles hayan
sido afínes; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por su deseo
de continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a lodos aquellos
que "estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos quedaron llenos del
Espíritu Santo" (Hch 2,4).
Una semana antes, Jesús se había "ido al Cielo", y todos los que creemos en El
esperamos su segunda y definitiva venida, mientras tanto, es el Espíritu Santo quien
da vida a la Iglesia, quien la guía y la conduce hacia la verdad completa.
Queridos Hermanos, así como los discípulos reunidos en la espera del Espíritu que el
Señor les prometió antes de ascender al cielo, nosotros nos encontramos hoy
reunidos en este templo para invocar la presencia de este mismo Espíritu, a fin de
que nos conceda los dones de su amor para mayor bien de su Iglesia.
Posteriormente, un lector proclamará la palabra de Dios de 1 Cor. 12, 1 - 11. De la
cual seguirá una breve reflexión, por parte del Sacerdote u otro ministro idóneo, que
permita la aprehensión de la lectura. Posteriormente, se procederá con el canto del
Veni Creator Spiritu.
Seguido del canto se procederá a implorar cada don en favor de los presentes y de
toda la Iglesia.y los introducirá con las siguientes palabras u otras semejantes.
Queridos Hermanos, así como los discípulos pidieron al Señor la fuerza para
anunciar su mensaje, hoy pidamos al Espíritu cada uno de sus sagrados dones.
Un lector anunciará el don a implorar desde el ambón o algún lugar idóneo. Después
se tendrá un breve momento de silencio. Seguidamente el que preside realiza la
oración de invocación.
Sabiduría
Pidamos al Señor el don de la sabiduría. El don que nos permite discernir entre
nuestros deseos y la voluntad de Dios, don que nos conduce por el sendero recto.
Oremos
Dios nuestro, que desde la creación te has dignado a mostrar tu plan de salvación a
nosotros, tus siervos. Concede que nos asista el don de tu sabiduría, a fin de que
podamos discernir plenamente en nuestras vidas lo que has preparado para nuestra
salvación. Haz que no nos perdamos en nuestros propios deseos, sino que más bien
abramos nuestros ojos a la luz de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Entendimiento
Pidamos al Señor el don del entendimiento. Don que nos anima a no contentarnos
con el conocimiento superficial, sino que nos mueve a conocer más allá de lo que
parece que nos muestra el Señor, que nos invita a comprender los misterios del Señor
para con su pueblo.
Oremos
Concédenos, Dios nuestro, conocer los misterios que has revelado a la gente sencilla.
Permite que tengamos un espíritu de escucha a tu palabra, para que no nos
contentemos sólo con escuchar aquello que es agradable a nuestros oídos, sino
aquello que tú nos quieres revelar. Haz que nuestra mente se abra a la luz de tu
verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Consejo
Pidamos al Señor el don del consejo. Don que nos permite escuchar su voz,
haciéndonos dóciles a los mensajes que nos da cada día. Pidamos al Señor que Él sea
nuestro guía, que nos conceda escucharlo y saber llamarlo en los momentos de
incertidumbre.
Oremos
Abre nuestros oídos señor a tu voz para que sepamos escucharte, enciende en
nosotros tu luz para que con voz amorosa sepamos llamarte en los momentos de
dificultad pidiendo tu santo consejo. Aumenta en nosotros la confianza de hijos para
que acudamos a tí en busca de ayuda con la esperanza puesta en que sabrás
correspondernos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fortaleza
Pidamos al Señor la fuerza del Espíritu, a fin de que infunda en nuestras almas la
valentía y el coraje para defender la fe y estar prontos a proclamar el mensaje de
salvación que nosotros hemos escuchado.
Oremos
Infunde en nuestro espíritu, Dios de bondad, tu fortaleza, para que animados por tu
fuerza sepamos responder a las dificultades de nuestros tiempos. Enciende en
nosotros tu fuego para que sepamos ser fuertes ante las adversidades, valientes para
proclamar tu verdad y tenacidad para defender la fe de aquellos que planean dañar a
nuestra Iglesia. Sé tú nuestra armadura y nuestro pilar. Te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor.
Conocimiento
Pidamos al Señor la gracia del conocimiento. No solo la del conocimiento humano,
sino la gracia de conocerlo a Él, la gracia de poder escuchar su palabra para ir
conociendo las cualidades y acciones que debemos imitar para poder ser más
amorosos como Él lo es.
Oremos
Concede, Señor, a nosotros tus hijos el perfecto conocimiento de ti. Conocimiento
verdadero a través de las Escrituras y la experiencia misma del amor, para que
conociéndote sepa anunciar al mundo al Dios verdadero que acompaña a su pueblo y
que ha entregado a su Hijo, Jesucristo, para su propia salvación. El mismo Hijo que
hoy nos sigue acompañando y, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Piedad
Pidamos al Señor el don de la piedad. Don que nos mueve a expresar al Señor lo que
hay en nuestro corazón. Don que nos anima a alabarlo y elevar nuestras oraciones
hacia aquél que escucha nuestras plegarias y nos auxilia en el momento del peligro.
Oremos
Dios nuestro, fuente y fin de nuestra existencia, multiplica en nosotros el espíritu de
piedad que nos mostraste a través de tu Hijo, cada vez que lo contemplamos
apartándose para orar. Concédenos ese mismo espíritu que mueve al hombre a
confiar sus súplicas en aquél que escucha el clamor del triste y no deja a su suerte al
desdichado. Te lo pedimos el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Temor de Dios
Pidamos al Señor el don del temor. Pero no de un temor que aleja, sino del temor que
nace del amor mismo. Temor que mueve al corazón a no querer ofenderlo, por el
contrario, que anima a realizar todo cuanto es su voluntad.
Oremos
Dios nuestro, que a través de los siglos infundes tu amor en tus hijos, concédenos a
nosotros tus siervos, un amor tan grande a fin de que dirijamos todas nuestras
acciones conforme a tu voluntad. Que alejemos de nosotros toda intención de
malicia, para que nuestras obras sean reflejo de nuestro amor por tí. Te lo pedimos
por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios nuestro, que desde el principio del mundo infundiste tu Espíritu vivificador, el
cual se manifestó en cada palabra tuya por las cuales creaste todo cuanto existe.
Dios nuestro, que creaste al hombre del polvo de la tierra y le infundiste el aliento de
vida al soplar en él.
Dios nuestro, que con tu poder discipaste las aguas del Mar Rojo, para que pasara tu
pueblo, y que con el fuego y las nubes lo protegiste durante su peregrinar por el
desierto.
Dios nuestro, que con tu Espíritu manifestaste tu plan de salvación a los profetas a
fin de que anunciaran a tu pueblo la venida del Redentor.
Dios nuestro, que con tu poder ungiste a tu Unigénito en las aguas del Jordán y lo
llamaste tu Hijo predilecto y nos mandaste escucharlo.
Dios nuestro, que a través de Jesucristo infundíste el Espíritu Santo en los Apóstoles
cuando Él mismo sopló sobre ellos en la noche de la Resurrección.
Dios nuestro, que enviaste al Paráclito a tu Iglesia mediante lenguas de fuego y les
hiciste anunciar tu palabra a todo el mundo, hasta dar la vida por el Evangelio.
Te pedimos, que le concedas a tu Iglesia, presente en este lugar, los dones que haz
transmitidos a través de los tiempos. Concédele la misma vida que le infundíste en el
momento de la creación, dale la gracia de comprender tu palabra, de discernir lo que
es agradable a ti, de escuchar y hacer vida lo que le mandas, conocerte y a amarte con
la misma intensidad con que tú los amas. Haz que estos hijos tuyos sean testigos del
inmenso amor que tienes por ellos, que no tengan temor en anunciarte ni debilidad
ante las adversidades, antes bien, concédele que pueda llegar a ti Padre, animado por
el Espíritu Santo, por el camino que nos trazó tu Hijo Jesucristo, el cual vive y reina,
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Seguidamente soplará sobre el pueblo o puede hacer otro gesto como rociar agua
sobre él.
Adoración Eucarística
Y me dijo: «Hijo de Adán, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice:
“Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados.”
Por eso, profetiza y diles: “Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os
haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y,
cuando abráis vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío,
sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra
tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago”». Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.
Efectivamente, con la resurrección de Cristo, y, aún más, con la llegada del Espíritu
Santo, nosotros recibimos este re-nacer, recibimos el soplo de vida. Cuando Jesús se
apareció a sus discípulos en la noche de la resurrección y les dijo: "La paz con
vosotros". Dicho esto sopló sobre ellos, y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo." (Jn 20, 21-22).
Jesús sopló sobre ellos y les comunicó el Espíritu Santo.
Con estos ejemplos encontramos primeramente cómo es que Dios utiliza el aire
como un símbolo de su presencia y de su actuar en el hombre. Mediante el aliento,
Dios hace las cosas, pues todo lo creo al momento que les infundió el ser, pues en
cada día de la creación encontramos ese versículo que dice "Dijo Dios…" (Gen 1, 3. 6.
9. 11. 14. 20. 24. 26. 29). Nada puede existir ni dejar de existir si no sale de la boca de
Dios.
Oración Litánica
Jesús, que prometiste el Salvador prometido por el Padre.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, a quien esperaron anhelantes los siglos.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viniste un día al mundo y naciste en Belén.
— / Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viviste en la tierra como uno más de nosotros.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que ahora nos visitas cada día en el Sacramento.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que volverás glorioso al final de los tiempos.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres nuestra única esperanza de salvación.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que quieres encontrarnos en vela y oración.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres la prenda de nuestra resurrección.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para llevarnos al Padre.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para darnos vida inmortal.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que nos buscas para tenernos siempre contigo.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!
TODOS
Señor Jesús, nosotros no te hacemos falta a ti, pero nosotros sin ti nos hubiéramos
perdido y por eso viniste a buscarnos para darnos la vida. Cada día nos visitas de
nuevo con tu Gracia y te haces presente entre nosotros con la Eucaristía. ¡Que
sepamos aceptarte cada vez con más amor!
Dejemos que el Espíritu llene cada unos de los espacios de nuestra vida. Abramos las
puertas y ventanas de nuestro corazón para que el soplo creador de Dios nos permita
revivir la sequedad de nuestro corazón y de nuestro espíritu. Permitamos que el
Espíritu sea quien se comunique a través de nuestros labios como los discípulos, de
manera que todos los que nos escuchen nos entiendan según su propia manera de
pensar. (cfr. Hch 2, 8)
Oración Litánica
Amor del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Regalo que nos han hecho el Padre y el Hijo.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos das el amor filial de Jesús al Padre.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos has hecho templos vivos tuyos.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que eres la gracia derramada en nuestros corazones.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que oras continuamente dentro de nosotros.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces llamar ¡Padre! a Dios.
— ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enseñas a orar cuando nosotros no sabemos.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos iluminas con toda la verdad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enriqueces con tus dones sagrados.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces producir frutos de santidad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos llevas a la unión definitiva con Cristo.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Señor Jesús, gracias por el regalo del Espíritu Santo, con el que me has sellado para la
vida eterna. Haz que Él me ilumine con toda su verdad para conocerte a tí, para
conocer al Padre. Que me abrasen sus llamas, para amar a Dios con el mismo amor
con que Dios me ama a mí.
Madre María, llena del Espíritu Santo y Esposa suya amantísima. Atrae siempre al
Espíritu a mi corazón como lo atrajiste con tu oración sobre los Apóstoles, reunidos
contigo en la intimidad del Cenáculo. Que Él me santifique, como te santificó a ti, y
me llene de celo ardiente por la gloria de Dios.
PRECES
Dios nos da por Jesucristo el Espíritu Santo, que nos llena de todo bien. Nosotros le
pedimos:
Padre, danos tu Espíritu de amor.
- Por la Iglesia, templo del Espíritu, para que con una evangelización ardorosa,
renueve la faz del mundo, y reúna a todos los pueblos en una misma lengua, en
una misma fe, la traída y enseñada por Jesucristo.
- Para que todas las naciones de la tierra gocen de los dones del Espíritu, la
libertad, la paz, el respeto a todas las personas, y para que en todas abunde el
pan de cada día sin que nadie padezca necesidad.
- Por nuestra comunidad, por nuestro grupo, que se reúne en el nombre del
Señor Jesús, para que sienta siempre lo que el Espíritu pide a todos y cada
uno, en orden a la santificación propia y al bien de la Iglesia.
- Por nosotros mismos, para que en el gozo y en la tristeza, en el quehacer de
cada día, y en las pruebas cuando nos sobrevengan, sepamos disfrutar la
alegría en el Espíritu, Padre de los pobres y dador de todos los dones del Cielo.
Bendición con el Santísimo Sacramento