Vigilia de Pentecostés

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Vigilia de Pentecostés 2022

Hermanos y hermanas, sean bienvenidos a nuestra Vigilia de Pentecostés. Estamos


reunidos en recuerdo de aquel día en que los discipulos reunidos en oración
esperaban la llegada del Paráclito prometido por Jesús. Iniciemos, pues nuestra
vigilia de oración con un canto.
Canto de invocación al Espíritu Santo.

ORACIÓN INICIAL
Ven, Espíritu Santo, llena los
corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de
tu amor.
Envía Señor, tu Espíritu y todo
será creado
y se renovará la faz de la tierra.
¡Oh, Dios, que has instruido los
corazones de tus fieles
con la luz de tu Espíritu Santo!,
concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu
y gocemos siempre de su divino consuelo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
AMÉN.

Después de esta oración se tendrá un momento de animación con dinámicas y


cantos. Posteriormente se procederá a la explicación del tema.

PENTECOSTÉS
Un poco de historia: La palabra Pentecostés viene del griego pentekosté (heméra) que
significa el día quincuagésimo. Alude a la fiesta del quincuagésimo día después de la
Pascua para los judíos y de la Resurrección para los cristianos.

A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las "Siete Semanas",
conocida también como "Fiesta de las semanas". Como nos los describe Ex 34,22,
esta fiesta en un principio fue agrícola, pero se convirtió después en recuerdo de la
Alianza del Sinaí, un recuerdo de la aparición de Dios en el monte del Sinaí, la cual se
celebra el quincuagésimo día después de la pascua judía. Por lo tanto, en el día de
pentecostés también se celebra la entrega de la Ley (mandamientos) al pueblo de
Israel.

AI principio los cristianos no celebraban esta fiesta. Las primeras alusiones a su


celebración se encuentran en escritos de San Irineo, Tertuliano y Orígenes, a fin del
siglo II y principio del III. Ya en el siglo IV hay testimonios de que en las grandes
Iglesias de Constantinopla, Roma y Milán, así como en la Península Ibérica, se
festejaba el últimodía de la cincuentena pascual.

Con el tiempo se le fue dando mayor importancia a este día, teniendo presente el
acontecimiento histórico de la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles
(Cf. Hch 2). Gradualmente, se fue formando una fiesta, para la que se preparaban con
ayuno y una vigilia solemne, algo parecido a la Pascua. Se utiliza el color rojo para el
altary las vestiduras del sacerdote; simboliza el fuego del Espíritu Santo.

El Pentecostés cristiano: La fe cristiana celebra el día de Pentecostés el descenso del


Espíritu Santo sobre la Iglesia, personificada en María y los Apóstoles, según nos
narra (Hch. 2,1 - 41). Es uno de los acontecimientos fundantes de la Iglesia, por ello
también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo. Ya anteriormente
encontramos diversasmanifestaciones del Espíritu Santo, sin embargo se reconoce
esté momento,como el principal, puesto que a partir de aquí la Iglesia va a tomar más
en serio su carácter evangelizador.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia


hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la
Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y
acogido como persona. Jesús nos lo presenta y se refiere a El no como una potencia
impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter
personal. Pentecostés es la fiesta de la efusión del Espíritu en la vida de la Iglesia,
para llevar adelante la misión de santificar el mundo, para que la humanidad pueda
entrar en comunión con Dios.
En la liturgia católica es la fiesta más importante después de la Pascua y la Navidad.
La liturgia incluye la secuencia medieval Veni, Sáncte Spiritus (Ven Santo Espíritu).

En las iglesias ortodoxas existe además la celebración de las Tres Divinas Personas o
de la Santa Trinidad; las iglesias occidentales celebran para esta ocasión desde el
siglo XIV su propia fiesta llamada Trinitatis (la fiesta de la Santísima Trinidad) una
semana después de Pentecostés.

En el calendario cristiano el Pentecostés termina, análogamente, el tiempo pascual


de los 50 días llamado período o tiempo de la amistad.

En las narraciones sobre Pentecostés de Hechos de los Apóstoles se le adjudica al


Espíritu Santo, en congruencia con el Antiguo Testamento, características
milagrosas (carismas): él ofrece valentía y libertad, posibilita la comprensión y
fortificauna comunidad universal. Es por esta razón que se suele reconocer este
acontecimiento como el inicio de la Iglesia, pues como podemos imaginarnos
después de la muerte de Jesús, la aprensión, el difícil proceso religioso - político al
que injustamente le someten, hacía pensar a sus discípulos la posibilidad de correr la
misma suerte y aunque la Resurrección ha reafirmado la fe en el Hijo de Dios y los
discípulos, sin embargo es una fe temerosa, y es el Espíritu Santo el que la va a
fortalecer al grado que es a partir de este momento cuando se va a evangelizar con
gran ímpetu, sin temor a ser apresados.

Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una
unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte
de un solo y único misterio.

Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en
la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta
entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron onvocados por
Jesús; para que fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima

con Él.

La Fiesta de Pentecostés es como el "Aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo


desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus
siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para
preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn14.15); para disponerlos a
ser sustestigos; para ir, bautizar y ense­ñar a todas las naciones.

Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue
descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros;
sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella pequeña
comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos
responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre
los hombres.

Los símbolos del Espíritu Santo:


Al Espíritu Santo se le representa do diferentes formas:

a)El Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espí­ritu Santo en
el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo
nacimiento.

b)La Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu
Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a
ser testigo de Cristo.

c)El Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.

d)La Nube y la Luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo.
Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte
Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.

e)El Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la


unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.

f)La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos,
trasmiten el "don del Espíritu".

g)La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma


y se posa sobre Él.

El Espíritu Santo y la Iglesia:


La Iglesia nacida con la Resurrección de Cristo, se manifiesta al mundo por el
Espíritu Santo el día de Pentecostés. Por eso aquel hecho de que "se pusieron a
hablar en idiomas distintos",(Hch 2,4) para que todo el mundo conozca y entienda la
Verdad anunciada por Cristo en su Evangelio.

La Iglesia no es una sociedad como cualquiera; no nace porque los apóstoles hayan
sido afínes; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por su deseo
de continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a lodos aquellos
que "estaban juntos en el mismo lugar" (Hch 2,1), es que "todos quedaron llenos del
Espíritu Santo" (Hch 2,4).

Una semana antes, Jesús se había "ido al Cielo", y todos los que creemos en El
esperamos su segunda y definitiva venida, mientras tanto, es el Espíritu Santo quien
da vida a la Iglesia, quien la guía y la conduce hacia la verdad completa.

Todo lo que la Iglesia anuncia, testimonia y celebra es siempre gracias al Espíritu


Santo. Son mas de dos mil años de trabajo apostólico, con tropiezos y logros; aciertos
y errores, toda una historia de lucha por hacer presente el Reino de Dios entre los
hombres, que no terminará hasta el fin del mundo, pues Jesús antes de partir ños lo
prometió: "...yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo"(Mt. 28,20).

Invocación del Espíritu Santo y los dones

Terminado el tema se procederá a la petición de los dones al Espíritu Santo. El


Sacerdote, vestido con alba, estola y pluvial, si lo considera pertinente, se dirigirá a la
sede, precedido por los demás sacerdotes, desde la cual, estando todos de pie, iniciará
con la invocación inicial En el nombre del Padre…, seguidamente saludará al pueblo
como de costumbre.Los demás sacerdotes vestirán solo alba y estola. Seguidamente
los introducirá con las siguientes palabras u otras semejantes.

Queridos Hermanos, así como los discípulos reunidos en la espera del Espíritu que el
Señor les prometió antes de ascender al cielo, nosotros nos encontramos hoy
reunidos en este templo para invocar la presencia de este mismo Espíritu, a fin de
que nos conceda los dones de su amor para mayor bien de su Iglesia.
Posteriormente, un lector proclamará la palabra de Dios de 1 Cor. 12, 1 - 11. De la
cual seguirá una breve reflexión, por parte del Sacerdote u otro ministro idóneo, que
permita la aprehensión de la lectura. Posteriormente, se procederá con el canto del
Veni Creator Spiritu.

Seguido del canto se procederá a implorar cada don en favor de los presentes y de
toda la Iglesia.y los introducirá con las siguientes palabras u otras semejantes.

Queridos Hermanos, así como los discípulos pidieron al Señor la fuerza para
anunciar su mensaje, hoy pidamos al Espíritu cada uno de sus sagrados dones.

Un lector anunciará el don a implorar desde el ambón o algún lugar idóneo. Después
se tendrá un breve momento de silencio. Seguidamente el que preside realiza la
oración de invocación.

Sabiduría
Pidamos al Señor el don de la sabiduría. El don que nos permite discernir entre
nuestros deseos y la voluntad de Dios, don que nos conduce por el sendero recto.

Oremos
Dios nuestro, que desde la creación te has dignado a mostrar tu plan de salvación a
nosotros, tus siervos. Concede que nos asista el don de tu sabiduría, a fin de que
podamos discernir plenamente en nuestras vidas lo que has preparado para nuestra
salvación. Haz que no nos perdamos en nuestros propios deseos, sino que más bien
abramos nuestros ojos a la luz de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Entendimiento
Pidamos al Señor el don del entendimiento. Don que nos anima a no contentarnos
con el conocimiento superficial, sino que nos mueve a conocer más allá de lo que
parece que nos muestra el Señor, que nos invita a comprender los misterios del Señor
para con su pueblo.

Oremos
Concédenos, Dios nuestro, conocer los misterios que has revelado a la gente sencilla.
Permite que tengamos un espíritu de escucha a tu palabra, para que no nos
contentemos sólo con escuchar aquello que es agradable a nuestros oídos, sino
aquello que tú nos quieres revelar. Haz que nuestra mente se abra a la luz de tu
verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Consejo
Pidamos al Señor el don del consejo. Don que nos permite escuchar su voz,
haciéndonos dóciles a los mensajes que nos da cada día. Pidamos al Señor que Él sea
nuestro guía, que nos conceda escucharlo y saber llamarlo en los momentos de
incertidumbre.

Oremos
Abre nuestros oídos señor a tu voz para que sepamos escucharte, enciende en
nosotros tu luz para que con voz amorosa sepamos llamarte en los momentos de
dificultad pidiendo tu santo consejo. Aumenta en nosotros la confianza de hijos para
que acudamos a tí en busca de ayuda con la esperanza puesta en que sabrás
correspondernos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Fortaleza
Pidamos al Señor la fuerza del Espíritu, a fin de que infunda en nuestras almas la
valentía y el coraje para defender la fe y estar prontos a proclamar el mensaje de
salvación que nosotros hemos escuchado.

Oremos
Infunde en nuestro espíritu, Dios de bondad, tu fortaleza, para que animados por tu
fuerza sepamos responder a las dificultades de nuestros tiempos. Enciende en
nosotros tu fuego para que sepamos ser fuertes ante las adversidades, valientes para
proclamar tu verdad y tenacidad para defender la fe de aquellos que planean dañar a
nuestra Iglesia. Sé tú nuestra armadura y nuestro pilar. Te lo pedimos por Jesucristo
nuestro Señor.

Conocimiento
Pidamos al Señor la gracia del conocimiento. No solo la del conocimiento humano,
sino la gracia de conocerlo a Él, la gracia de poder escuchar su palabra para ir
conociendo las cualidades y acciones que debemos imitar para poder ser más
amorosos como Él lo es.
Oremos
Concede, Señor, a nosotros tus hijos el perfecto conocimiento de ti. Conocimiento
verdadero a través de las Escrituras y la experiencia misma del amor, para que
conociéndote sepa anunciar al mundo al Dios verdadero que acompaña a su pueblo y
que ha entregado a su Hijo, Jesucristo, para su propia salvación. El mismo Hijo que
hoy nos sigue acompañando y, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Piedad
Pidamos al Señor el don de la piedad. Don que nos mueve a expresar al Señor lo que
hay en nuestro corazón. Don que nos anima a alabarlo y elevar nuestras oraciones
hacia aquél que escucha nuestras plegarias y nos auxilia en el momento del peligro.

Oremos
Dios nuestro, fuente y fin de nuestra existencia, multiplica en nosotros el espíritu de
piedad que nos mostraste a través de tu Hijo, cada vez que lo contemplamos
apartándose para orar. Concédenos ese mismo espíritu que mueve al hombre a
confiar sus súplicas en aquél que escucha el clamor del triste y no deja a su suerte al
desdichado. Te lo pedimos el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Temor de Dios
Pidamos al Señor el don del temor. Pero no de un temor que aleja, sino del temor que
nace del amor mismo. Temor que mueve al corazón a no querer ofenderlo, por el
contrario, que anima a realizar todo cuanto es su voluntad.

Oremos
Dios nuestro, que a través de los siglos infundes tu amor en tus hijos, concédenos a
nosotros tus siervos, un amor tan grande a fin de que dirijamos todas nuestras
acciones conforme a tu voluntad. Que alejemos de nosotros toda intención de
malicia, para que nuestras obras sean reflejo de nuestro amor por tí. Te lo pedimos
por Jesucristo, nuestro Señor.

Seguidamente los sacerdotes presentes extenderán las manos sobre el pueblo,


quienes se encontrarán de rodillas, mientras el que preside hace la siguiente oración.

Dios nuestro, que desde el principio del mundo infundiste tu Espíritu vivificador, el
cual se manifestó en cada palabra tuya por las cuales creaste todo cuanto existe.
Dios nuestro, que creaste al hombre del polvo de la tierra y le infundiste el aliento de
vida al soplar en él.

Dios nuestro, que con tu poder discipaste las aguas del Mar Rojo, para que pasara tu
pueblo, y que con el fuego y las nubes lo protegiste durante su peregrinar por el
desierto.

Dios nuestro, que con tu Espíritu manifestaste tu plan de salvación a los profetas a
fin de que anunciaran a tu pueblo la venida del Redentor.

Dios nuestro, que con tu poder ungiste a tu Unigénito en las aguas del Jordán y lo
llamaste tu Hijo predilecto y nos mandaste escucharlo.

Dios nuestro, que a través de Jesucristo infundíste el Espíritu Santo en los Apóstoles
cuando Él mismo sopló sobre ellos en la noche de la Resurrección.

Dios nuestro, que enviaste al Paráclito a tu Iglesia mediante lenguas de fuego y les
hiciste anunciar tu palabra a todo el mundo, hasta dar la vida por el Evangelio.

Te pedimos, que le concedas a tu Iglesia, presente en este lugar, los dones que haz
transmitidos a través de los tiempos. Concédele la misma vida que le infundíste en el
momento de la creación, dale la gracia de comprender tu palabra, de discernir lo que
es agradable a ti, de escuchar y hacer vida lo que le mandas, conocerte y a amarte con
la misma intensidad con que tú los amas. Haz que estos hijos tuyos sean testigos del
inmenso amor que tienes por ellos, que no tengan temor en anunciarte ni debilidad
ante las adversidades, antes bien, concédele que pueda llegar a ti Padre, animado por
el Espíritu Santo, por el camino que nos trazó tu Hijo Jesucristo, el cual vive y reina,
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Seguidamente soplará sobre el pueblo o puede hacer otro gesto como rociar agua
sobre él.

Posteriormente se pasará a un momento de adoración Eucarística.

Adoración Eucarística

G En el nombre del Padre…


Se rezan tres Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Se puede intercalar un canto)
Podemos hacer un canto de invocación al Espíritu Santo. Posteriormente un lector
proclama la siguiente lectura.

Del libro del profeta Ezequiel (37, 1-14)


En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí y, con su Espíritu, el Señor me
sacó y me colocó en medio de un valle todo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas y
vueltas en torno a ellos: eran innumerables sobre la superficie del valle y estaban
completamente secos.

Me pregunto: «Hijo de Adán, ¿podrán revivir estos huesos?».

Yo respondí: «Señor, tú lo sabes».

Él me dijo: «Pronuncia un oráculo sobre estos huesos y diles: “¡Huesos secos,


escuchad la palabra del Señor! Así dice el Señor a estos huesos: Yo mismo traeré
sobre vosotros espíritu, y viviréis. Pondré sobre vosotros tendones, haré crecer sobre
vosotros carne, extenderé sobre vosotros piel, os infundiré espíritu, y viviréis. Y
sabréis que yo soy el Señor”».

Y profeticé como me había ordenado y, a la voz de mi oráculo, hubo un estrépito, y


los huesos se juntaron hueso con hueso. Me fijé en ellos: tenían encima los tendones,
la carne había crecido, y la piel los recubría; pero no tenían espíritu.

Entonces me dijo: «Conjura al espíritu, conjura, hijo de Adán, y di al espíritu: “Así


dice el Señor: De los cuatro vientos ven, espíritu, y sopla sobre estos muertos para
que vivan”».

Yo profeticé como me había ordenado; vino sobre ellos el espíritu, y revivieron y se


pusieron en pie. Era una multitud innumerable.

Y me dijo: «Hijo de Adán, estos huesos son la entera casa de Israel, que dice:
“Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza ha perecido, estamos destrozados.”
Por eso, profetiza y diles: “Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os
haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y,
cuando abráis vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío,
sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra
tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago”». Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.

Meditación de la palabra de Dios


Ezequiel, desterrado con los desterrados, ve con sus propios ojos la situación
lamentable de su pueblo que yace en las tinieblas de la muerte como un montón de
huesos, sin esperanza. Babilonia es la tumba de los pueblos, allí se consume poco a
poco el pueblo de Israel. Pero Dios sacará a su pueblo elegido de esa tumba y lo
conducirá a la tierra de los vivos, a la patria lejana y deseada de la que había sido
deportado.

Es decir, echará la puerta que impide la libertad y la vida de su pueblo. Y el pueblo se


alzará, y saldrá, y caminará sin que nadie pueda detenerlo. Porque Dios mismo será
su guía en un segundo éxodo. Será su guía y su fortaleza, porque infundirá en él su
mismo espíritu vivificante.

Esta obra salvadora supondrá para Israel un progreso en el conocimiento de Dios. Y


la confianza del Pueblo en el Señor se robustecerá al comprobar que el Señor hace lo
que dice. Los lazos de la alianza, la unión del pueblo con su Dios serán más íntimas y
más fuertes. Y vencerá la vida sobre la muerte, pues la vida verdadera consiste en la
comunión con Dios.

Aunque este pasaje de Ezequiel no habla directamente de la resurrección de los


muertos, sino la liberación del pueblo elegido, se insinúa ya un éxodo más radical y
universal en el que la muerte y todo lo que mortifica a los hombres ha de ser vencido
por la resurrección de Cristo. Es en la Pascua de Cristo donde se abre el acceso a la
verdadera vida y los hombres entran en comunión con Dios definitivamente.

Efectivamente, con la resurrección de Cristo, y, aún más, con la llegada del Espíritu
Santo, nosotros recibimos este re-nacer, recibimos el soplo de vida. Cuando Jesús se
apareció a sus discípulos en la noche de la resurrección y les dijo: "La paz con
vosotros". Dicho esto sopló sobre ellos, y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo." (Jn 20, 21-22).
Jesús sopló sobre ellos y les comunicó el Espíritu Santo.

En la Misa Crismal, el Obispo sopla sobre el aceite para que, consagrado y


aromatizado, sea el Santo Crisma que se colocará como signo del buen olor de Cristo.
En el Génesis encontramos que " Dios modeló al hombre con polvo del suelo, e insufló en
sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gen 2 7). Dios insufló
(introdujo) el aliento de vida en la tierra que había moldeado y este cobró vida.

Con estos ejemplos encontramos primeramente cómo es que Dios utiliza el aire
como un símbolo de su presencia y de su actuar en el hombre. Mediante el aliento,
Dios hace las cosas, pues todo lo creo al momento que les infundió el ser, pues en
cada día de la creación encontramos ese versículo que dice "Dijo Dios…" (Gen 1, 3. 6.
9. 11. 14. 20. 24. 26. 29). Nada puede existir ni dejar de existir si no sale de la boca de
Dios.

Se puede hacer un canto

Oración Litánica
Jesús, que prometiste el Salvador prometido por el Padre.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, a quien esperaron anhelantes los siglos.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viniste un día al mundo y naciste en Belén.
— / Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que viviste en la tierra como uno más de nosotros.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que ahora nos visitas cada día en el Sacramento.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que volverás glorioso al final de los tiempos.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres nuestra única esperanza de salvación.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que quieres encontrarnos en vela y oración.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que eres la prenda de nuestra resurrección.
— ¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para llevarnos al Padre.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que vienes para darnos vida inmortal.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!
Jesús, que nos buscas para tenernos siempre contigo.
—¡Ven, Señor, a mi corazón!

TODOS
Señor Jesús, nosotros no te hacemos falta a ti, pero nosotros sin ti nos hubiéramos
perdido y por eso viniste a buscarnos para darnos la vida. Cada día nos visitas de
nuevo con tu Gracia y te haces presente entre nosotros con la Eucaristía. ¡Que
sepamos aceptarte cada vez con más amor!

Del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-4)


Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos orando en un mismo lugar. De
repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó
toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego
que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del
Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse.
Palabra de Dios

Encontramos, en el relato de los Hechos de los Apóstoles, el momento en que el


Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles. Lo primero que dice el texto, es que
estaban reunidos en un mismo lugar, en un ambiente de oración. El Espíritu se hace
presente en el lugar en que la Iglesia se reúne con un mismo fin: la oración.

Como Iglesia, debemos revivir ese espíritu de la primera comunidad cristiana de


reunirnos en oración a la espera del Señor. Así como Cristo asciende una vez que
están reunidos los discípulos en el mismo monte, y al volver ellos “perseveraban en la
oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de
Jesús, y de sus hermanos.” (Hch 1,14). La Iglesia es la comunidad de los bautizados que,
en espera de ser confirmados en el Espíritu, se acogen a los brazos de la Madre de
Jesús para sentir calor ante la ausencia de ese Hijo que dijo: “yo estaré con ustedes
todos los días hasta el fin del mundo.” (Mt 28,20)
Dice también que se escuchó el ruido de una fuerte rafaga de viento. El viento, al
igual que el aliento del génesis, es la expresión de la infusión del Espíritu. Ya no es
Jesús el que sopla, es el Espíritu que creó todo el que inunda todo el espacio en el que
se encontraban y, con ello, sus propios corazones.

Dejemos que el Espíritu llene cada unos de los espacios de nuestra vida. Abramos las
puertas y ventanas de nuestro corazón para que el soplo creador de Dios nos permita
revivir la sequedad de nuestro corazón y de nuestro espíritu. Permitamos que el
Espíritu sea quien se comunique a través de nuestros labios como los discípulos, de
manera que todos los que nos escuchen nos entiendan según su propia manera de
pensar. (cfr. Hch 2, 8)

Se puede hacer un canto

Oración Litánica
Amor del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Regalo que nos han hecho el Padre y el Hijo.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos das el amor filial de Jesús al Padre.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos has hecho templos vivos tuyos.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que eres la gracia derramada en nuestros corazones.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que oras continuamente dentro de nosotros.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces llamar ¡Padre! a Dios.
— ¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enseñas a orar cuando nosotros no sabemos.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos iluminas con toda la verdad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos enriqueces con tus dones sagrados.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos haces producir frutos de santidad.
—¡Ven, Espíritu Santo!
Tú, que nos llevas a la unión definitiva con Cristo.
—¡Ven, Espíritu Santo!

Señor Jesús, gracias por el regalo del Espíritu Santo, con el que me has sellado para la
vida eterna. Haz que Él me ilumine con toda su verdad para conocerte a tí, para
conocer al Padre. Que me abrasen sus llamas, para amar a Dios con el mismo amor
con que Dios me ama a mí.

Madre María, llena del Espíritu Santo y Esposa suya amantísima. Atrae siempre al
Espíritu a mi corazón como lo atrajiste con tu oración sobre los Apóstoles, reunidos
contigo en la intimidad del Cenáculo. Que Él me santifique, como te santificó a ti, y
me llene de celo ardiente por la gloria de Dios.

PRECES
Dios nos da por Jesucristo el Espíritu Santo, que nos llena de todo bien. Nosotros le
pedimos:
Padre, danos tu Espíritu de amor.

- Por la Iglesia, templo del Espíritu, para que con una evangelización ardorosa,
renueve la faz del mundo, y reúna a todos los pueblos en una misma lengua, en
una misma fe, la traída y enseñada por Jesucristo.
- Para que todas las naciones de la tierra gocen de los dones del Espíritu, la
libertad, la paz, el respeto a todas las personas, y para que en todas abunde el
pan de cada día sin que nadie padezca necesidad.
- Por nuestra comunidad, por nuestro grupo, que se reúne en el nombre del
Señor Jesús, para que sienta siempre lo que el Espíritu pide a todos y cada
uno, en orden a la santificación propia y al bien de la Iglesia.
- Por nosotros mismos, para que en el gozo y en la tristeza, en el quehacer de
cada día, y en las pruebas cuando nos sobrevengan, sepamos disfrutar la
alegría en el Espíritu, Padre de los pobres y dador de todos los dones del Cielo.
Bendición con el Santísimo Sacramento

Después de la bendición se procederá con la celebración de la Eucaristía, en la cual,


sino se hizo la asperción en la invocación de los dones, se hará en lugar del acto
penitencial.

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