El Pronombre

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Cátedra de Lengua Española II

Facultad de Filosofía y Letras

UNT

El Pronombre

1. Caracterización general

En el intento de entender la naturaleza del pronombre surgen diversos interrogantes


que se refieren a su identidad, es decir si el pronombre es lo que “dice” ser. Por otro lado,
nos preguntamos si constituye una categoría aparte. La noción de categoría tiene
dimensiones gramaticales.
En este sentido, debemos señalar que el pronombre siempre ha originado problemas
en cuanto a su caracterización y clasificación, ya que los lingüistas se cuestionan tres tipos
de problemas:
a. El pronombre, ¿es una clase de palabra que forma sistema con otras como el
nombre o el verbo o solo constituye una subclase dentro de una o más de las
categorías indicadas?
b. Si es una clase o subclase, ¿está constituida como una categoría formal o
semántica?
c. ¿Cuál es el repertorio o inventario de la categoría?

1.1. El pronombre como parte de la oración


A través de la historia de las doctrinas gramaticales, pueden seguirse los esfuerzos
por precisar el concepto de pronombre y establecerlo como una clase aparte. La
concepción tradicional lo incluía dentro del artículo o, como señala Dionisio de Tracia
(siglo II a.C.), era una clase diferenciada, un sustituto o reemplazante del nombre.
Muchos años después, Amado Alonso estableció su teoría del pronombre rechazando
esta noción tradicional del pronombre como sustituto del nombre. Entonces siguió el
criterio sintáctico de las funciones oracionales para la clasificación de las palabras, y no
consideró el pronombre como una categoría gramatical, sino que lo estudió como una
categoría semántica.
Para Alonso, los pronombres no son “una parte de la oración”, si bien dentro de la
organización oracional funcionan como sustantivos –pueden ser núcleo del sujeto (“Ella

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llegó esta mañana”)–, como adjetivo –pueden modificar a un sustantivo (“¿Qué libro
leés?”)– o como adverbio (“¡Qué hermosa tarde!”).

1.2. El pronombre como sustituto del nombre


La definición tradicional del pronombre como sustituto del nombre (de acuerdo con
su etimología) ha recibido múltiples críticas (ya que, por ejemplo, no se entiende a qué
sustantivos sustituyen los pronombres personales de primera o segunda persona o los
pronombres interrogativos o los negativos como nadie).
En este sentido, Emilio Alarcos advierte que los pronombres “yo” y “tú” no
sustituyen a nada. La forma “yo” se utiliza en el hilo del discurso cuando el hablante
quiere hacer referencia a sí mismo. Este autor también menciona que los pronombres
personales constituyen una categoría independiente de los sustantivos. Sin embargo,
observa que, en algunos casos, la función del pronombre dentro de la oración es
equivalente al nombre:

Venía con el albañil – Venía con él


Toma el libro – Tómalo

Otra diferencia que Alarcos marca es que los sustantivos admiten cualquier tipo de
determinación. Así, es posible decir “luz rojiza” o “agua clara”, pero no “él azul” o “yo
rojizo”, a no ser que se utilice una pausa: “Él, azul”.
Por otra parte, incluso en los casos en que puede aceptarse el pronombre como
sustituto, no lo es del sustantivo sino, en todo caso, del SN:

La mejor amiga de mi madre acaba de llamarnos.


Ella acaba de llamarnos.

Si se entiende el pronombre como una subclase de sustantivos con propiedades


semánticas específicas, se salvan estas dificultades. A diferencia de los sustantivos
comunes y de los propios, los pronombres constituyen una clase cerrada de palabras. Su
significado es, fundamentalmente, gramatical.

1.3. El pronombre como palabra de significación ocasional


La mayoría de los gramáticos coinciden en que los pronombres tienen una
significación ocasional, es decir, no tienen un significado preciso que se pueda describir,
sino que deben interpretarse en relación con la situación comunicativa o con el contexto

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discursivo en que se los usa: por ejemplo, el pronombre yo alude a una persona
determinada en un contexto determinado y a otra cuando ese contexto cambia.
Amado Alonso, citado en Cáceres (2001), sigue esta idea y rechaza la noción del
pronombre como sustituto del nombre. Destaca que los pronombres tienen un tipo
particular de significación que varía y se orienta en cada caso por el coloquio (situación
comunicativa) o el hilo del discurso (contexto lingüístico). Por eso, es esencialmente
ocasional y se lo estudia como categoría semántica.
Ana María Barrenechea, discípula de Alonso, opone el pronombre a las demás clases
semánticas y considera: 1) rasgos de significación (ocasionales y fijos), y 2) modo de
significación (descriptivos y no descriptivos). Así diferencia cuatro categorías
semánticas:
a. Palabras descriptivas y no ocasionales (sustantivos comunes, adjetivos
calificativos, números cardinales, adverbios de significación fija).
b. Palabras no descriptivas y no ocasionales (nombres propios).
c. Palabras descriptivas y ocasionales, que establecen una relación entre objetos
que puede ser espacial, temporal o jerárquica (numerales ordinales, “izquierda”,
“derecha”, “detrás”, etc.)
d. Palabras no descriptivas y ocasionales (pronombres).
Por eso, esta lingüista propone la siguiente definición de pronombre: “Clase de
palabras no descriptivas y de significación ocasional orientada por circunstancias
lingüísticas (el coloquio y el hilo del discurso)” (Barrenechea, 1969, p.70).

1.4. El pronombre como deíctico


La mayor parte de las palabras tienen un significado descriptivo, independientemente
de quien las use y de la situación discursiva. Sin embargo, todas las lenguas cuentan con
un pequeño número de palabras que deben ser interpretadas necesariamente en relación
con una instancia discursiva, ya que sus significados varían sistemáticamente de acuerdo
con quienes sean los participantes o el tiempo y lugar de la situación en la que se produce
el acto de enunciación. Este fenómeno se denomina deixis, palabra que proviene del
griego y que significa ‘señalar’. Gran parte de los pronombres puede ser usada
deícticamente:

Yo no te veía por aquí desde el mes pasado.

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La persona es una categoría deíctica: la interpretación referencial de los pronombres
de primera y segunda persona es inherentemente deíctica ya que se los interpreta como el
hablante y el destinatario, respectivamente, en una instancia discursiva determinada. Son
intercambiables: sólo mi condición de hablante me habilita para usar el pronombre de
primera persona para designarme y usar el de segunda para dirigirme a mi destinatario.
Cuando mi interlocutor haga uso de la palabra, los pronombres se invertirán.
El pronombre de tercera persona puede ser usado deícticamente para identificar a un
individuo diferente al emisor y al destinatario; su definición es negativa. Asociados a
estos pronombres personales, los demostrativos (este, ese) y los posesivos (mi, tu,
nuestro) correspondientes también funcionan deícticamente, en tanto que los que
corresponden a la tercera persona (aquel, su) podrán ser usados también anafóricamente,
como veremos en seguida.
Además de los pronombres, son índices deícticos algunos adverbios temporales y
locativos (ahora, mañana, hoy, aquí, ahí...) y los SSNN (Abra la ventana). Algunos
pronombres, en cambio, remiten a una expresión mencionada previamente en el contexto
lingüístico:

Juan resolvió todos los problemas pero la maestra no lo felicitó.

En efecto, el pronombre personal de tercera persona lo se usa anafóricamente, es


decir, sustituye al sustantivo propio Juan, que es su antecedente. La relación existente
entre lo y Juan se denomina anáfora. Muchos de los miembros de la clase de los
pronombres funcionan como anáfora:

Juan resolvió los problemas solo pero los compañeros no se lo perdonan.


Juan resolvió estos problemas pero falló en aquellos.

En el primer enunciado, el pronombre lo no tiene como antecedente un SN sino toda


la cláusula que lo precede (“Juan resolvió los problemas solo”), mientras que se remite
anafóricamente al sujeto “Juan”. En el segundo ejemplo, el demostrativo aquellos carece
de núcleo léxico (problemas): se trata de un caso de elipsis. La elipsis también funciona
anafóricamente porque exige recuperar el elemento faltante a partir del contexto previo.
Menos frecuentemente, el pronombre remite no a un elemento precedente sino a un
elemento que le sigue; en este caso se usa catafóricamente:

Juan necesita eso, que lo quieran.


Ése es el programa que más me gusta.

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En el primer ejemplo, el demostrativo neutro eso anticipa la cláusula subordinada
que explicita qué es lo que necesita Juan. En el siguiente ejemplo, hallamos una
predicación catafórica, equivalente a “Ese programa es el que más me gusta”, en el que,
en cambio, el relativo apunta anafóricamente al sujeto.
Tanto las anáforas como las catáforas remiten al contexto lingüístico en el que se
insertan (“al hilo del discurso”): son elementos endofóricos.

2. La clasificación de los pronombres

Los pronombres se subdividen en varios grupos: personales, posesivos,


demostrativos, relativos, interrogativos, indefinidos y cuantitativos. Nos referiremos
brevemente a cada uno:

2.1. Pronombres personales


Los pronombres personales constan de dos series: la tónica y la átona. Los
pronombres tónicos son los que están marcados en caso nominativo o terminal: yo, mí,
conmigo, tú/vos, ti, contigo, él, ella, ello, ellos, ellas, sí, nosotros, nosotras, vosotros,
vosotras, usted, ustedes, además de las formas compuestas conmigo, contigo, consigo.
Las categorías morfológicas involucradas son la persona, el número, el género, el caso y,
en los pronombres que designan al destinatario, la cortesía, que opone las formas de
tratamiento vos o tú (de acuerdo con el dialecto) a usted (y en el español peninsular,
vosotros a ustedes).
La rica flexión verbal del español hace, en general, innecesaria la expresión de los
pronombres de primera o segunda persona en función de sujeto ya que las desinencias
pueden ser entendidas como sujetos flexionales. Aparecen fundamentalmente cuando se
los pone de relieve o se establece una oposición:

Yo propuse esa medida.


Vos te ganaste el premio, no ellos.

Los pronombres átonos o clíticos se dividen, a su vez, en oblicuos (lo, la, los, las, le,
les) y reflexivos (se): los primeros denotan un referente distinto al del sujeto; en cambio,
los segundos son correferentes con éste:

Juan lo considera culpable (a Francisco).


Juan se considera culpable (a sí mismo).
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Esta distinción entre pronombres oblicuos y reflexivos sólo se manifiesta en la tercera
persona. En el resto, se neutraliza: “Juan me considera culpable” / “Me considero culpable
(a mí misma)”. Asimismo, sólo en los pronombres de tercera persona se distingue el caso
acusativo (lo, la, los, las) del dativo (le, les), de manera que puede considerarse que, en
los pronombres átonos de las restantes personas, sólo cabría hablar de caso objetivo.

2.2. Pronombres demostrativos y posesivos


Los demostrativos son determinativos y, como tales, ocupan la posición de
especificador, seguidos de un SN con o sin contenido léxico (“ese libro”). Si se posponen
al sustantivo (“el libro ese”), en cambio, son modificadores y requieren la presencia de
un artículo definido.
Se requiere, por lo tanto, postular una categoría nominal nula recuperable a partir del
contexto en el caso de los “usos pronominales”. Si bien los demostrativos funcionan
fundamentalmente como deícticos, pueden ser también usados anafóricamente, como
vemos en el siguiente ejemplo:

Nos referiremos ahora a los demostrativos y a los posesivos. Éstos se


relacionan directamente con los pronombres personales; aquéllos,
también organizados en un sistema tripartito, permiten discriminar el
referente en relación con las personas del discurso.

A diferencia del artículo, el demostrativo tiene una función discriminativa asociada a la


distancia, tanto en su uso deíctico como en el anafórico.
Entre los posesivos se distinguen dos series: la átona (mi/-s, tu/-s, su/-s) y la
acentuada (mío, tuyo, suyo). Los posesivos átonos siempre preceden al sustantivo; en
cambio, los tónicos se le posponen (“Esa afición suya por la gramática se convirtió en
una pasión dominante”) o funcionan como predicativo (“Este libro es mío”, que equivale
a decir “Este libro es el mío”); con un núcleo nulo, requieren la presencia de un artículo
(“Mi interés es transitorio; el tuyo parece permanente”). La distinción se neutraliza en el
caso de los posesivos de primera y segunda de plural, siempre tónicos: nuestro, vuestro,
con sus correspondientes variaciones de género y número (“Nuestro interés es
transitorio”, “El nuestro es transitorio”).

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2.3. Pronombres relativos e interrogativos
Forman una serie doble, átona y tónica, respectivamente (en el español actual, el
relativo cuyo carece del interrogativo correspondiente). A su vez, los interrogativos
coinciden, en su mayor parte, con los pronombres exclamativos.
Además de incluir una cláusula dentro de la principal, los pronombres relativos (que,
el que, quien, cual, cuyo y cuanto) son anafóricos: remiten a un SN antecedente:

El libro que compré ayer está sobre la mesa.


El libro cuyo autor te mencioné...
El libro en el que hallé la cita...

En cambio, puede considerarse que los interrogativos, en tanto requieren una


respuesta de parte del destinatario, son catafóricos: establecen la categoría y la clase
semántica de la eventual respuesta:

¿Qué libro compraste ayer?


¿Quién es el autor de este libro?

2.4. Los pronombres indefinidos y cuantitativos


Indiscutiblemente pronominales son uno, cualquiera, alguien, algo, nadie y nada. El
resto de las formas (algún, ningún, todo, varios, cualquier, bastante, demasiado, etcétera
y los numerales cardinales) son determinativos que admiten un núcleo nominal nulo. A
diferencia de los otros pronombres, la función de éstos no es fundamentalmente deíctica
y/o anafórica, por lo que constituyen el grupo de más difícil clasificación dentro de la
clase de los pronombres.

A manera de conclusión

Podemos señalar que el pronombre sí constituye una categoría aparte. Es interesante


pensar tal categoría desde criterios semánticos y pragmáticos.
En lo que se refiere a la denominación de los pronombres como sustitutos del nombre,
debemos considerar que esa no es su única función, ya que a veces señalan objetos de
nombre desconocido y otras hacen mención de objetos señalados; por lo tanto, no son
sustitutos.
En los primeros años de vida, la utilización del pronombre le sirve al niño para
vincular el mundo exterior a su mundo interior mediante un proceso de señalamiento.
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También el pronombre es utilizado como una herramienta léxica en el caso de que no se
posean o se desconozcan determinados términos (“Los médicos lo llevaron a terapia y le
hicieron todo eso que ellos saben”).
Entendemos, entonces, los pronombres como “clases de palabras” que sirven de
“comodín” y se incrementan en el lenguaje coloquial debido a una exigencia de economía
lingüística. Por eso consideramos que el pronombre es una forma vacía que depende del
contexto y del hilo del discurso porque es allí donde puede desambiguarse e interpretarse.

Bibliografía consultada

Alcina Franch, J. y Blecua J. M. (1980). Gramática Española. Barcelona: Ariel.


Barrenechea, A. M (1969). El pronombre y su inclusión en un sistema de categorías
semánticas. En A. M. Barrenechea y M. Manacorda de Rosetti, Estudios de Gramática
Estructural (pp. 27-70). Buenos Aires: Paidós.
Cáceres, M. L. (2001). El pronombre: su naturaleza, usos y costumbres. Un tratamiento
sobre los personales, los demostrativos y los posesivos. En V. A. Billone y E. Cohen
de Chervonagura (Comps.), Seis estudios sobre la palabra (pp. 39-55). San Miguel de
Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras, UNT.
Di Tullio, Á. (1997). Manual de gramática del español. Buenos Aires: Edicial.
García Negroni. M. M. (2016). Para escribir bien en español. Claves para una corrección
de estilo (3a ed. actualizada). Buenos Aires: Waldhuter Editores.
Marin, M. (2008). Una gramática para todos. Buenos Aires: Voz activa.

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