El Pronombre
El Pronombre
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El Pronombre
1. Caracterización general
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llegó esta mañana”)–, como adjetivo –pueden modificar a un sustantivo (“¿Qué libro
leés?”)– o como adverbio (“¡Qué hermosa tarde!”).
Otra diferencia que Alarcos marca es que los sustantivos admiten cualquier tipo de
determinación. Así, es posible decir “luz rojiza” o “agua clara”, pero no “él azul” o “yo
rojizo”, a no ser que se utilice una pausa: “Él, azul”.
Por otra parte, incluso en los casos en que puede aceptarse el pronombre como
sustituto, no lo es del sustantivo sino, en todo caso, del SN:
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discursivo en que se los usa: por ejemplo, el pronombre yo alude a una persona
determinada en un contexto determinado y a otra cuando ese contexto cambia.
Amado Alonso, citado en Cáceres (2001), sigue esta idea y rechaza la noción del
pronombre como sustituto del nombre. Destaca que los pronombres tienen un tipo
particular de significación que varía y se orienta en cada caso por el coloquio (situación
comunicativa) o el hilo del discurso (contexto lingüístico). Por eso, es esencialmente
ocasional y se lo estudia como categoría semántica.
Ana María Barrenechea, discípula de Alonso, opone el pronombre a las demás clases
semánticas y considera: 1) rasgos de significación (ocasionales y fijos), y 2) modo de
significación (descriptivos y no descriptivos). Así diferencia cuatro categorías
semánticas:
a. Palabras descriptivas y no ocasionales (sustantivos comunes, adjetivos
calificativos, números cardinales, adverbios de significación fija).
b. Palabras no descriptivas y no ocasionales (nombres propios).
c. Palabras descriptivas y ocasionales, que establecen una relación entre objetos
que puede ser espacial, temporal o jerárquica (numerales ordinales, “izquierda”,
“derecha”, “detrás”, etc.)
d. Palabras no descriptivas y ocasionales (pronombres).
Por eso, esta lingüista propone la siguiente definición de pronombre: “Clase de
palabras no descriptivas y de significación ocasional orientada por circunstancias
lingüísticas (el coloquio y el hilo del discurso)” (Barrenechea, 1969, p.70).
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La persona es una categoría deíctica: la interpretación referencial de los pronombres
de primera y segunda persona es inherentemente deíctica ya que se los interpreta como el
hablante y el destinatario, respectivamente, en una instancia discursiva determinada. Son
intercambiables: sólo mi condición de hablante me habilita para usar el pronombre de
primera persona para designarme y usar el de segunda para dirigirme a mi destinatario.
Cuando mi interlocutor haga uso de la palabra, los pronombres se invertirán.
El pronombre de tercera persona puede ser usado deícticamente para identificar a un
individuo diferente al emisor y al destinatario; su definición es negativa. Asociados a
estos pronombres personales, los demostrativos (este, ese) y los posesivos (mi, tu,
nuestro) correspondientes también funcionan deícticamente, en tanto que los que
corresponden a la tercera persona (aquel, su) podrán ser usados también anafóricamente,
como veremos en seguida.
Además de los pronombres, son índices deícticos algunos adverbios temporales y
locativos (ahora, mañana, hoy, aquí, ahí...) y los SSNN (Abra la ventana). Algunos
pronombres, en cambio, remiten a una expresión mencionada previamente en el contexto
lingüístico:
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En el primer ejemplo, el demostrativo neutro eso anticipa la cláusula subordinada
que explicita qué es lo que necesita Juan. En el siguiente ejemplo, hallamos una
predicación catafórica, equivalente a “Ese programa es el que más me gusta”, en el que,
en cambio, el relativo apunta anafóricamente al sujeto.
Tanto las anáforas como las catáforas remiten al contexto lingüístico en el que se
insertan (“al hilo del discurso”): son elementos endofóricos.
Los pronombres átonos o clíticos se dividen, a su vez, en oblicuos (lo, la, los, las, le,
les) y reflexivos (se): los primeros denotan un referente distinto al del sujeto; en cambio,
los segundos son correferentes con éste:
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2.3. Pronombres relativos e interrogativos
Forman una serie doble, átona y tónica, respectivamente (en el español actual, el
relativo cuyo carece del interrogativo correspondiente). A su vez, los interrogativos
coinciden, en su mayor parte, con los pronombres exclamativos.
Además de incluir una cláusula dentro de la principal, los pronombres relativos (que,
el que, quien, cual, cuyo y cuanto) son anafóricos: remiten a un SN antecedente:
A manera de conclusión
Bibliografía consultada