4°1°literatura Integración 2020
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Lee detenidamente los siguientes mitos de creación, cada uno pertenece a una cultura diferente:
2- Popol Vuh. Narración del origen del mundo y del pueblo Maya
Todo estaba en suspenso, inmóvil y silencioso, y el cielo estaba vacío en toda su extensión. Bajo la oscuridad de la noche, se extendía
un mar apacible y sin vida.
Lo único que flotaba en esas aguas calmas eran el Creador y el Formador. Se llamaban Tepeu y Gucumatz, los Progenitores. En algún
momento juntaron sus palabras y pensamientos, y hablaron entre sí. Luego de ponerse de acuerdo dijeron:
“¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe, que surja la tierra y que se afirme! ¡Que aclare, que amanezca en el cielo
y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana”.
Surgieron al instante la tierra, las montañas y los valles. Se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se escurrieron entre los
cerros.
Y los progenitores dijeron: “¿Solo silencio e inmovilidad habrá bajo los árboles y los bejucos?”.
Al punto fueron creados los cuadrúpedos y las aves, y los Progenitores les repartieron sus moradas sobre la tierra.
“Hablen, griten, gorjeen, llamen hable cada uno según su especie. ¡Digan sus nombres, alábenos a nosotros: su madre y su padre!
¡Adórennos!
Esto le fue dicho a los venados, a los pájaros, a los leones, a los tigres y a las serpientes. Pero no se pudo conseguir que hablaran; solo
chillaban, cacareaban y bramaban. No se manifestó la forma de un lenguaje, cada uno gritaba de manera diferente.
“No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de sus creadores y formadores. Esto no está bien”, dijeron entre sí los
Progenitores.
Decidieron, entonces, crear y formar al hombre. Amasaron un hombre a partir del lodo. Pero al rato vieron que no estaba bien, porque
se deshacía y era blando, no tenía movimiento ni fuerza, se caía, se aguaba, no movía la cabeza y tenía nublada la vista. Al principio
consiguió hablar, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció mucho y no pudo sostenerse más. El Creador y el
Formador, al ver que su creación no podía andar ni multiplicarse, la deshicieron definitivamente.
Esta vez, los Progenitores buscaron otro material más sólido. Así crearon los muñecos labrados en madera. Fueron los primeros que
poblaron la faz de la tierra. Se multiplicaron, tuvieron hijos e hijas, pero no tenían alma ni entendimiento, no se acordaban de su
Creador ni de su Formador, caminaban sin rumbo y andaban a gatas. De esta manera cayeron en desgracia.
Fueron aniquilados enseguida, destruidos y deshechos. Los últimos sobrevivientes recibieron la muerte a través de un gran diluvio que
cayó sobre sus cabezas de palo.
Finalmente, cuatro animales (el Zorro, el Coyote, la Cotorra y el Cuervo) trajeron mazorcas amarillas y blandas de un lugar llamado
Casas sobre Pirámides, en Mansión de los Peces. Así se consiguió la sustancia que debía entrar en la carne del hombre construido, del
nuevo hombre formado por los Progenitores.
El maíz amarillo y el maíz blanco fueron triturados y molidos. Este alimento se introdujo en la carne, conformando la gordura, la grasa
que se volvió la esencia de los brazos, de los músculos del hombre. Tales fueron nuestros primeros padres, construidos con ese
alimento único y sagrado.
Teogonía. Obra del poeta griego Hesíodo sobre la creación del universo
Antes del nacimiento del Universo, existió el Caos. Este era un estado informe, nebuloso y confuso. Sin embargo, llegó el instante en
que una Potencia innombrable puso orden en el desorden separando los elementos contrarios y juntando los iguales. De esta manera
surgieron los dioses primordiales: Nix (la Noche), Erebo y Eros (las Tinieblas y el Amor) y Gea (la Tierra). Gea, a su vez de sí misma
desprendió a Urano (el Cielo Estrellado).
Urano iba cada noche a cubrir a Gea. De esa unión nació la primera generación divina: las Titanes. Luego procrearon una segunda
generación y una tercera, todas monstruosas: las de los Cíclopes y la de los Hecatónquiros. Urano, al ver que estos monstruos eran
poderosos, decidió encadenarlos y ocultarlos en las profundidades de la Tierra.
Gea, dolida en su amor de madre, pidió a sus hijos los Titanes que liberasen a sus hermanos que habían sido odiados y despreciados.
Cronos, el menor, escuchó su ruego. Pero se aprovechó de la ayuda materna solo para destronar a su padre Urano y así convertirse en
el Dios principal. Luego se unió a Rea consolidando su reinado. Por otro lado, no desencadenó a los Cíclopes y los Hecatónquiros,
incumpliendo su promesa. Gea, despechada, le predijo que, así como él había destronado a su padre, uno de sus hijos lo destronaría a
él.
A lo largo del tiempo, Rea concibió varios hijos, pero tan pronto como nacían Cronos los devoraba impasiblemente, a fin de que
ninguno llegase a poseer jamás el poder supremo entre los Inmortales. Rea vivía abrumada por un dolor inmenso.
Cuando iba a parir al último, suplicó a Gea y Urano que le enseñasen una forma de ocultar el alumbramiento de su hijo. Ellos le
revelaron cuáles serían los destinos del rey Cronos y de sus hijos magnánimos. Luego la enviaron a Lictos, dentro de la vasta Creta,
cuando ya estaba próxima a parir. Escondida entre los flancos de la tierra divina, sobre el monte Argeo siempre cubierto de espesas
selvas, Rea dio a luz a un niño y lo confió a los cuidados de Gea. Después tras envolver entre mantillas una piedra enorme, se la
ofreció al gran príncipe Cronos, quien sin mirarla se la comió pensando que era un niño más.
No preveía en su espíritu que, gracias a este engaño, sobreviviría su hijo invencible, quien con la fuerza de sus manos lo dominaría y
le arrebataría su poderío reinando entre los Inmortales.
Para que se cumpliera esta profecía, Gea engañó astutamente a Cronos instándolo a que bebiera una pócima que lo hizo vomitar toda
su progenie devorada hasta entonces.
Primero devolvió la piedra, que era lo último que se había tragado. A continuación, de sus entrañas, surgieron Poseidón (el futuro
señor del mar), Hades (el futuro señor del Inframundo), Hestia, Démeter y Hera. Devueltos al Universo, ellos se unieron a su hermano
Zeus, consolidando una alianza olímpica a fin de destronar al padre voraz.
Zeus también liberó a sus tíos los Cíclopes y los Hecatónquiros, quienes aún permanecían encadenados a las entrañas de la Tierra.
Agradecidos, le dieron a Zeus el trueno, la blanca centella y el relámpago.
Desde entonces, armado de tales artificios, Zeus manda entre los hombres y los dioses.
Versión de Miguel Soler
3- Teseo y Ariadna
El día que cumplió dieciséis años, Teseo se despidió de su madre y dejó su pueblo natal para dirigirse a Atenas1. Iba en busca de su
padre, a quien nunca había conocido. Mientras recorría a pie los caminos, el muchacho enfrentó y venció a varias criaturas asesinas,
muy temidas. Al gigante Sinis, al perverso Procusto y a la cerda de Cromión, entre otros seres.
A pesar de su juventud, Teseo era valiente y poseía una fuerza superior a la de un adulto.
Cuando finalmente llegó a Atenas, su nombre y su fama como matador de monstruos ya estaba en boca de todos. Los atenienses lo
recibieron en la ciudad con honores. También le hablaron de un ser mucho más temible que todos los anteriores al que Teseo había
enfrentado. Se trataba de Asterión, el Minotauro. Una bestia sanguinaria, con cuerpo humano y cabeza de toro, dos veces más alto que
un hombre común.
El Minotauro vivía en la isla de Creta5, encerrado en un gran laberinto de piedra, lleno de pasillos estrechos y recovecos que se
comunicaban entre sí, se cruzaban y confundían. Una vez dentro, era imposible hallar la salida.
Cuando le hablaron del Minotauro, Teseo preguntó por qué le temían a un monstruo encerrado. Entonces le explicaron que Minos, el
rey de Creta, había vencido a los atenienses en una batalla. Desde entonces, para que recordaran la lección, Minos les había impuesto
un castigo atroz6. Todos los años, siete muchachos y siete muchachas de Atenas debían viajar a Creta y entrar al laberinto, como
ofrenda y alimento para el Minotauro. Por supuesto, nadie salía vivo de allí.
Después de escuchar esta horrible historia, Teseo se quedó pensativo.
Un poco más tarde, anunció:
—La próxima vez iré yo.
Cuando llegó el día de partir, los catorce jóvenes elegidos se reunieron al amanecer en el puerto, junto a sus seres queridos. Entre los
varones estaba Teseo.
El barco zarpó mientras el sol ascendía en un cielo calmo y rosado. La belleza del amanecer hacía más triste la partida, pues ninguno
de los jóvenes tenía esperanzas de volver con vida, a pesar de que Teseo iba entre ellos.
Cuando llegaron a Creta, un grupo de soldados los condujo hasta el palacio de Minos, el rey de la isla. Allí les informaron que el
sacrificio sería a la mañana siguiente, al alba.
Mientras los llevaban al salón donde pasarían la noche, Teseo advirtió que alguien los observaba. Giró la cabeza y vio a una joven
muy hermosa, vestida de blanco y con el pelo recogido en una trenza. Era la princesa Ariadna, hija de Minos.
Teseo y Ariadna cruzaron la mirada solo un instante, pero fue suficiente para que quedaran enamorados. Cuando los guardias
empujaron al joven para que siguiera caminando, él quiso ver a la princesa una vez más. Giró la cabeza, pero ella había desaparecido.
Esa noche, Teseo no podía dormir. Acostado sobre una gruesa piel de oveja, miraba el techo. Después de tantas aventuras, tal vez
aquella fuera la última. Pensaba en esas cosas cuando vio una sombra en la pared. Se incorporó. Afuera, en la ventana del salón, bajo
la luz de la luna, había una figura envuelta en una capa. Teseo se acercó y abrió la ventana. La figura se descubrió la cabeza.
Era Ariadna, la princesa. Se miraron en silencio unos segundos, y luego ella le extendió algo envuelto en telas.
—Toma esto —susurró—. Es la espada con la que matarás al Minotauro.
Teseo tomó el paquete.
—Gracias —dijo—. Pero, aunque logre vencerlo, nunca podremos salir del laberinto.
—Junto a la espada hay un ovillo de hilo —explicó ella—. Cuando entres al laberinto, ata la punta del ovillo a una piedra. Luego,
desenrolla el hilo a medida que camines. Para volver, solamente deberás seguir el hilo.
Era una idea tan simple como brillante. Teseo murmuró un torpe agradecimiento. La viva mirada de la princesa hacía palpitar su
corazón, absorbía su atención, lo dejaba sin palabras.
—Ahora debo irme —dijo ella—. Adiós, y buena suerte.
La joven esbozó una delicada sonrisa y desapareció en las sombras.
Al alba, los guardias despertaron a los atenienses y los llevaron a través del campo hasta llegar al pie de una colina. En la cima estaba
el lúgubre9 laberinto de piedra. Los catorce jóvenes subieron la colina. Soplaba un viento frío. Algunas muchachas lloraban en
silencio, tomadas de las manos.
Cuando entraron al laberinto, Teseo se puso al frente del grupo.
—Síganme y no se separen —ordenó.
Teseo sacó la espada y el ovillo que había escondido entre sus ropas. Con un fuerte nudo ató el hilo a una roca que sobresalía del
muro. A medida que avanzaba lo fue desenrollando, tal como le había indicado Ariadna.
El laberinto era un lugar tétrico. En el aire flotaba un olor nauseabundo. Cada tanto, un alto y minúsculo ventanuco se abría en la
piedra para dejar pasar alguna claridad.
En aquella penumbra todo era engañoso, largos pasillos se multiplicaban a derecha e izquierda, los sonidos rebotaban entre los muros.
Teseo se preguntaba si el Minotauro vendría a buscarlos, si convenía esperarlo, o si era mejor avanzar y sorprenderlo. Decidió seguir
andando, porque permanecer quietos aumentaba la angustia del grupo.
De pronto, les pareció escuchar pasos, y una respiración pesada y bestial. Al doblar un recodo, dieron con una gran habitación
cuadrada. El suelo estaba tapizado por huesos humanos. La bestia los aguardaba allí. Salió de las sombras. Tenía el cuerpo sucio de
sangre seca y barro. Sus piernas y brazos eran gruesos como troncos. Su cabeza de toro era enorme, y en sus ojos había hambre y
furia.
Los jóvenes gritaron y retrocedieron. El Minotauro rugió, pero Teseo permaneció firme, con todos los sentidos alertas, empuñando la
espada. El monstruo se lanzó sin demora sobre el hombre que lo enfrentaba.
Teseo rodó a un costado y lo esquivó. La bestia resopló, volvió a encararlo y a embestir con sus cuernos. Esta vez, el joven se arrojó al
suelo e hizo trastabillar a su enemigo.
Cuando el Minotauro cayó, Teseo dio un salto, se arrojó sobre él con la espada en punta y le hundió el acero en la espalda. Se escuchó
un aullido desgarrador que hizo vibrar los muros. El monstruo quiso levantarse, pero la espada lo atravesaba de lado a lado. Dio un
paso, se tambaleó, cayó pesadamente y ya no volvió a pararse. Los jóvenes se acercaron a contemplar a la extraña bestia muerta que se
desangraba sobre la tierra.
—Vamos, salgamos de este lugar —dijo Teseo y tomó la punta del hilo que había desenrollado.
Cuando salieron del laberinto, Ariadna los estaba esperando. La princesa abrazó a Teseo, y luego condujo al grupo hasta el puerto.
Allí, los atenienses desfondaron las naves cretenses para impedir que los siguieran y luego treparon al barco.
Teseo quiso despedirse de la princesa antes de partir, pero no la encontró por ninguna parte. Se le oprimió el corazón, pero el
sentimiento duró solamente unos instantes, porque de pronto la vio: Ariadna ya estaba arriba del barco, con los demás, esperándolo.
Ella había decidido huir con él, a cualquier lado que él quisiera ir, y acompañarlo hasta el fin de sus días.
Criaturas imaginarias. E n la mitología griega, abundan los s eres fabulosos que resultan de la combinación de seres reales.
Además del Minotauro, que tenía cabeza de toro y cuerpo de hombre, se pueden mencionar: los centauros (mezcla de hombre
y caballo), las sirenas (mezcla de mujer y ave, aunque en la tradición del norte de Europa también se las representa como
mezcla de mujer y pez), el Pegaso (caballo con alas), los faunos (mezcla de hombre y cabra), los tritones (mezcla de hombre y
pez), la Medusa (una mujer con serpientes en lugar de cabellos).
a) Imaginen otras cinco criaturas que resulten de mezclar seres conocidos por ustedes (por ejemplo: el tigrodrilo, mezcla
de tigre y cocodrilo, o la valoma, mezcla de vaca y paloma). Para cada una de ellas, señalen lo siguiente:
b) Nombre de la criatura.
c) ¿Cómo es su aspecto? (Si quieren, también pueden dibujarla.)
d) ¿Cómo es su carácter?
e) ¿Cuáles son sus hábitos?
f) ¿De qué se alimenta?
g) ¿Cuáles son sus fortalezas y debilidades como monstruo?
El Cantar de Mio Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida
del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar. Se trata de la primera obra narrativa extensa de la literatura española.
Esta epopeya medieval era difundida por los juglares oralmente. Ellos recorrían los pueblos recitando y cantando las hazañas heroicas
acompañados de instrumentos musicales.
Los cantares de gesta son poemas narrativos que daban noticias de los sucesos bélicos con los que se comprometía el pueblo entero.
En España, el entorno lo otorgaban las luchas de reconquista por el dominio árabe que tuvo lugar durante ocho siglos. En esta larga
narración, El poema del Mio Cid constituye la gesta de la vida personal de Rodrigo Díaz, llamado de Vivar por ser natural de ese lugar
de Castilla.
El título de “Cid” (Cide: señor) se lo dieron los moros. Es además un personaje histórico.
El Cantar de Mio Cid trata el tema del complejo proceso de recuperación de la honra perdida por el héroe, cuya restauración supondrá
una honra mayor a la de la situación de partida.
El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido acusado de robo. Este deshonor supone
También el ser desposeído de sus heredades o posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia.
Tras la conquista de Valencia, gracias al solo valor de su brazo, su astucia y prudencia, consigue el perdón real y con ello una nueva
heredad, el señorío sobre Valencia, que se une a su antiguo solar ya restituido. Para ratificar su nuevo estatus de señor de vasallos,
se conciertan bodas con linajes del mayor prestigio como son los infantes de Carrión.
Pero paradójicamente, con ello se produce la nueva caída de la honra del Cid, debido al ultraje de los infantes a las hijas del Cid, que
son vejadas, fustigadas, malheridas y abandonadas en el robledal de Corpes.
Este hecho supone según el derecho medieval el repudio de hecho de éstas por parte de los de Carrión. Por ello el Cid decide alegar la
nulidad de estos matrimonios en un juicio presidido por el rey, donde además los infantes de Carrión queden infamados públicamente
y apartados de los privilegios que antes ostentaban como miembros del séquito real. Por el contrario, las hijas del Cid conciertan
matrimonios con reyes de España, llegando al máximo ascenso social posible
2. Presagio victorioso
Allí empiezan a cabalgar, allí sueltan las riendas.
A la salida de Vivar tuvieron la corneja diestra,
al entrar en Burgos tuvieronla a la izquierda2.
Se encogió el Cid de hombros, sacudió la cabeza:
“¡Albricias, Alvar Fañez, pues se nos echa de la tierra, pero
con honra volveremos a Castilla!”.
3. Entrada en Burgos
Mio Cid Ruy Díaz por Burgos entró,
en su compañía sesenta pendones3,
salían a verlo mujeres y varones;
burgueses y burguesas están en los balcones;
llorando de sus ojos, tanto es su dolor.
Por sus bocas todos decían esta opinión:
“¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!”
1 Los azores mudados son aves rapaces que han mudado (cambiado) las plumas, lo que las hace más preciadas para la caza.
2 Con la expresión corneja diestra, se refiere al vuelo de este pájaro, que tenía valor de augurio en la Edad Media. El vuelo hacia la
derecha era buen augurio, el vuelo hacia la izquierda era mal augurio.
3 Los pendones son las insignias militares que consisten en una bandera o estandarte utilizada para distinguir los distintos cuerpos
del ejército que van a la guerra.
INVESTIGA Y CONTESTA:
a) Define vasallaje. ¿Cómo aparece en la obra? ¿Qué vínculos establece el Cid? ¿Cuáles son los deberes y derechos de los
vasallos? ¿Existe en la actualidad este vínculo en algún lugar del mundo?
b) ¿Cuál es el significado de Cid Campeador? ¿Quiénes y por qué apodan así a Rodrigo de Vivar?
c) Definan presagio. Nombren ejemplos que aparezcan en la obra, cítenlos y coméntenlos. ¿Hay superstición o fe en la obra?
d) ¿Qué significado social tiene que el Cid pueda estar con el rey en las Cortes de Toledo, al final del poema? ¿Cuál es la
dimensión comunitaria del héroe? ¿Qué papel desempeña la justicia y cómo cooperan los duelos con ese fin? ¿Existen hoy
duelos en algún lugar?