Tesis Hijo de Ladron - Image.Marked
Tesis Hijo de Ladron - Image.Marked
Tesis Hijo de Ladron - Image.Marked
FACULTAD DE EDUCACIÓN
PEDAGOGÍA EN ESPAÑOL
Concepción, 2017
Resumen
perspectiva más humana. Manuel Rojas, desde sus primeras páginas, nos entregó a un
familia, siendo éstas las principales causas de la existencia de una nostalgia temporal
y social en el protagonista.
2
Índice
AGRADECIMIENTOS ................................................................................................ 4
CAPÍTULO I:
Aproximaciones y perspectivas nostálgicas ................................................................ 12
CAPÍTULO II:
Sentimiento de pérdida en la infancia ...................................................................... 25
CAPÍTULO III:
Casa y familia: un espacio memorial ....................................................................... 42
2. La herida familiar............................................................................................. 51
BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................... 71
3
AGRADECIMIENTOS
A todos los que de algún u otro modo estuvieron, a mi familia, a mis sueños, y a todo
4
ÍNTRODUCCIÓN: Cuestiones preliminares
tiempos narrativos de ese entonces, transformándose así en una de las novelas claves
en toda Latinoamérica y que hoy merece estar vigente y actualizada ante los ojos de
las nuevas generaciones, tanto por la maestría de su factura, como por las ideas que
recorren sus páginas. Simbólicamente Manuel Rojas nos motiva a leer y escribir a
partir del lugar que nos tocó vivir: desde la soledad, la pobreza, la cárcel, desde la
5
esa misma que acarreamos como seres humanos tantas veces frágiles, rotos y de
rostros difusos.
Hijo de ladrón es una novela del escritor chileno Manuel Rojas (1896-1973)
publicada en 1951. En una primera instancia, esta obra fue presentada en el concurso
irremediable1, ganando solo una mención honrosa. Un año más tarde, Rojas
reescribió algunas partes para ser publicada finalmente por la editorial Nascimento
Hijo de ladrón ha sido traducida al alemán, inglés, francés, chino y ruso, entre otros
idiomas.
los acontecimientos. El personaje principal, Aniceto Hevia, nos relata los hechos que
La historia cuenta con cuatro partes que dejan ver hechos sucedidos a lo largo de casi
Valparaíso, tras ser procesado por un supuesto robo a una joyería junto con otros
asaltantes. Posteriormente a ser liberado, Aniceto comienza a narrar cómo y por qué
1
Tiempo Irremediable, Manuel Rojas. Memoria Chilena.
6
llegó hasta ahí, insistiendo en que no es mucho lo que recuerda y describiendo su
niñez como una etapa, pese a todo, feliz junto a sus padres y hermanos, que, muy por
en sus líneas que tiene directa relación con los hechos que marcaron su infancia y
Los personajes literarios no son una construcción alejada del individuo real,
aunque autónomos establecen conexiones con el mundo real gracias a sus emociones,
y búsqueda por algo perdido o nunca existente, imposible de alcanzar, y que, por lo
humano y que como sujetos -literarios o reales- jamás podemos escapar de ella,
porque si bien puede existir en distintos niveles o por diferentes factores, la nostalgia
Es por ello que, esta investigación tiene como hipótesis que la infancia y
familia de Aniceto Hevia son las principales causas de la existencia de una nostalgia
7
tangiblemente -en acciones- sí se pueden percibir desde el constante recuerdo de
golpear al marido de Bartola (Isaías), viene a su memoria una infancia feliz, con
este sentido, la narración está en constante alternancia de tiempos para poder entregar
al lector la riqueza humana que posee el protagonista a través de los recuerdos que
forma intermitente, puesto que son gatillados por los estímulos externos ya
falta de confianza, ánimo, etc.), con el fin de enrostrar y evadir el doloroso presente
el final que ofrece la obra es una especie de ilusión, ya que después de tanto presente
cuando ella termina. Nosotros, como lectores, no somos testigos de ello, porque el
texto ha terminado, sin embargo, hay indicios de apoyan la idea del cambio, de la
felicidad venidera, como por ejemplo, cuando el protagonista junto a sus dos amigos
2
Rodríguez Fontela, María de los Ángeles. (1996). La novela de autoformación: una aproximación
teórica e histórica al “Bildungsroman” desde la narrativa hispánica. Kassel: Universidad de Oviedo
Edition Reichenberg. pp. 47 y 48.
8
se marcha con el fin de encontrar nuevas oportunidades de trabajo y ninguno de ellos
comporta de manera simbólica en el texto cuando, por una parte, uno de los
personajes tiene deseos de pintar una muralla de color azul, identificable por su color
con el mar y por lo tanto con la libertad, y, por otra parte, el deseo que tiene Aniceto
por pintar una ventana abierta de color blanco como símbolo de nuevas oportunidades
Ladrón explica:
que pasó más allá, la novela concluye desde el sentido coherente a la vida del
protagonista. Vale decir, todos los esfuerzos humanamente realizados por Aniceto
Estos y otros hechos son los que se pretenden estudiar, analizar y comprobar a
conocer la obra en cuestión desde una perspectiva más humana y bajo el sentimiento
3
Rojas, Manuel (1951). Hijo de ladrón. Edición de Raúl Silva-Cáceres, 2001. Madrid: Cátedra. Las
citas en el texto están tomadas de esta edición.
9
de la nostalgia para comprenderla en su complejidad y en sus matices. Para finalizar,
se busca una síntesis y evaluación respecto al tema estudiado, dando pie a que las
ruidoso contraste entre el sujeto que encarna la nostalgia y las circunstancias en las
que ésta nace, las cuales están en sintonía con el mundo que hoy nos caracteriza, un
siglo XXI lleno de soledad, desencanto, pobreza e injusticia. Por ello, simbólicamente
Manuel Rojas nos estimula a leer y escribir a partir del lugar que nos tocó vivir: desde
más aún por su extrema capacidad de significar y que de mantenerse vigente a pesar
10
El segundo capítulo explica cómo se manifiesta el sentimiento de pérdida en
ocupar en la memoria, puesto que despierta ese tiempo pasado como un paraíso lleno
lugar que ocupa “la casa” en la memoria del protagonista. En segundo lugar, el
aprendizaje de Aniceto.
sentimiento nostálgico sirva para evaluar y volver a pasar por el corazón los clásicos
11
CAPÍTULO I:
12
A continuación, entonces, comenzaremos con el asedio al concepto de
nostalgia y a esas otras ideas que van haciendo bloque con ella para ir acotando la
manera en que puede servirnos de herramienta para ingresar al análisis de la obra que
Definir un estado tan íntimo del ser humano resulta una tarea sumamente
compleja, más aún si este estado es absolutamente universal y tiene estrecha relación
con un pasado tan propio y único que vive cada corazón a través del correr de los
dolor que se siente por el deseo de regresar. De esta palabra, acuñada a mediados del
siglo XIX, nace su derivación en 1884 de nostálgico como adjetivo, que, según el
todo aquel que padece la “dolencia ocasionada por la pena de verse ausente de la
volverse a su país” (citado por Marina y López, 1999: 140). José Antonio Marina y
13
Marisa López Pena en este sentido nos exponen que a mediados de ese siglo el
concepto:
(Agnes Heller, 1989: 15), pertenece a una familia léxica no necesariamente aislada, es
decir, que hay elementos comunes entre estas familias que en algún momento se
junto a palabras como melancolía, tristeza, desamparo y compasión, forman una tribu
que se cataloga como “sentimientos de pérdida”. Pero, ¿qué quiere decir sentimientos
al recuerdo de un hecho pasado que ya no está, actuando como lejano junto a los seres
4
En 1846 aparece Diccionario nacional o gran diccionario clásico de la lengua española, escrito por
Ramón Joaquín Domínguez, filólogo y político español, nacido en Verin, Orense, en 1811.
14
y lugares queridos, provocando un sentimiento negativo acompañado de deseos de
regresar junto a ellos y que, por ende, la palabra “alegría” actúa como un antónimo
directo.
existencia, aun así, en cada cultura y en cada momento histórico adquiera un sentido
tristeza por el recuerdo y añoranza de un pasado que cada vez está más lejos y que
cada vez nos produce más dolor. Este dolor, “es propio de las relaciones humanas en
todas sus formas. Significa que en esa relación algo falla” (Agnes Heller, 1989: 301).
Es un aspecto inevitable en la vida humana, puesto que esa falla dentro del concepto
manera explícita, sí con alusiones en relación a ella en distintas teorías. Una de ellas,
(1997), en donde menciona que las naciones revelan una fuerte nostalgia por las
viejas mitologías (63). En este sentido, una identidad colectiva se parece mucho más
15
a una historia mitológica que al origen propiamente tal, y, por ende, al momento de
manifestación de un origen divino o de una familia sagrada hacen que una nación más
desde el punto de vistas de ambos autores. Por una parte, Novalis considera la
filosofía como nostalgia, puesto que no puede entenderse como teoría, sí como
acción, ya que no es “saber sobre algo”, sino que es “algo donde acontece un
pronunciamiento último y una conversación a solas del hombre” (79). Heidegger, por
otra parte, retoma la definición de filosofía hecha por Novalis, y lo hace tomado de la
mano desde un estado de ánimo, puesto que, para él, estos temples de ánimo son algo
que nos condiciona por entero en nuestro estar en el mundo. Ahora bien, como la
16
nosotros, que filosofamos, no estamos en todas partes en casa”. […]
En este sentido es deseo. Un deseo que es imposible lograr, quizá por
eso es nostalgia. Ésta es una mirada al pasado, al tiempo perdido
(Gilardi, 2012: 82).
confundirse, y que aclara que, si bien ambas parten de una tristeza profunda y
duradera, la gran diferencia es el vínculo directo que existe entre nostalgia y tiempo
nostalgia no se expulsa de sí, es más bien una pérdida que no se quiere dejar en el
olvido, es añoranza que no busca saciarse. La filosofía nos recuerda que somos
produce dolor. Dolor y deseo radical de ese anhelo que no puede cumplirse.
Podríamos decir, que tanto Heidegger como Novalis (aunque Heidegger no lo afirme
de manera explícita), el dolor posee una función reveladora: nos mantiene presente la
húngaro, nos describe la nostalgia como siempre callada, con forma de máscara. Nos
vuelve a lo mitológico, a cuando Zeus nos partió por la mitad, y así la nostalgia y el
forma” señala:
17
La nostalgia vincula a los desiguales, pero aniquila al mismo tiempo
toda esperanza de ser uno; ser uno es encontrar la patria, y la
verdadera nostalgia no ha tenido nunca patria. La nostalgia forma su
patria perdida con intensos sueños de su último abandono, y todo el
contenido de su vida es una búsqueda de los caminos que puedes
llevar allí (Lukács, 1911: 155).
“Imágenes de Buenos Aires. Barrio Boedo” (1931): “fijar fuera de mí… los recuerdos
de una época de mi vida y la vida de mi ciudad natal.” (citado por Concha en “Robar,
trabajar, jugar en el primer Manuel Rojas” 2004: 95). Tal fotografía de otro tiempo de
la ciudad no habla más que del deseo de recuperar aquel recuerdo y dar nacimiento a
la religión y la clase social. Así, según este autor, en su libro La memoria colectiva
tiene la memoria, en términos literarios por medio de la poesía y/o la narrativa, para
recuperar e incluso construir realidades. En este sentido, Manuel Rojas hace este
pasado representan la necesidad del protagonista por rememorar ese tiempo perdido.
18
Esta propuesta no es muy distinta a lo que el propio Manuel Rojas describió
desde su política, puesto que excluye todo socialismo que hace propaganda, que
socialismo como principio moral, y tal principio moral siempre va de la mano con
moral le dice que es necesario la humanidad que se vincula con los sentimientos. Así,
La nostalgia se construye a través del pasado, puesto que el dolor que se siente
por el deseo de regresar se hace desde una mirada de pérdida y anhelo que existió en
su momento, y que en el tiempo presente se ausenta. Es por ello que, cuando sentimos
nostalgia, acudimos a dos conceptos que están estrechamente relacionados con este
“podría haber pasado”. Cabe destacar entonces, que la nostalgia es selectiva, puesto
que la memoria al momento de hacer su trabajo, lo hace siempre desde el prefijo “re”,
19
vale decir que, a través de la repetición de ciertos sucesos elegidos -forzosamente-
de quien los ordena y que van en directa relación con la actividad de selección. En
memoria es ese relato, y cuando se modifica trabajando una escena, se busca poner de
sentido, Jacques Derrida en “El cine y sus fantasmas” (2001) dice que “El archivo es
una violenta iniciativa de autoridad, de poder, es una toma de poder para el porvenir,
provocada por el protagonista, ya que “la archivación produce, tanto como registra, el
acontecimiento” (Derrida, 1997: 24), y que, en conclusión, oscilamos entre los hechos
20
Por otra parte, en el tiempo de la nostalgia, lo espacial (acá/allá) se extiende a
una relación temporal (antes/ahora, ayer/hoy), puesto que, este sentimiento según
sucesos que dan paso a este sentimiento, sin embargo, no siempre es capaz de
recordar detalladamente los acontecimientos, dando lugar así a la fantasía para que
ésta llene los vacíos existentes. O dicho en palabras de Rodríguez, “la nostalgia es
ficción” (citado en Muñoz, 2007: 113). Porque si bien lo que vemos hoy se sitúa
dentro del contexto de los recuerdos antiguos, estos se van adaptando a las
en nuestros recuerdos, sino que también en los de los demás, aun cuando se trate de
hechos en los que hemos estado implicados nosotros solos. Cada uno recuerda a
porque en ningún momento hemos dejado de estar encerrados en alguna sociedad. Por
5
Sociólogo y doctor de la Universidad de Bielefeld, Alemania. Actualmente académico de la
Pontificia Universidad Católica de Chile. Referencia: Rodríguez, Darío. 1990. “Acerca de la
Nostalgia”. Revista de Estudios Sociales. 66 (4): 11- 28.
21
memoria colectiva. Cabe decir entonces, que “cada memoria individual es un punto
partir de los cambios que se producen en nuestras relaciones con los distintos grupos
colectivos y siendo en gran medida, una reconstrucción del pasado con datos que
reconstruimos, pero lo hacemos según los márgenes marcados por nuestros recuerdos
en nada mientras no éramos un ser social. Sin embargo, al pasar los años, el
como en el grupo del que el niño forma parte más estrechamente, la familia (o una
fracción de ella que ayuda a rememorar este tipo de recuerdos), produciéndose poco a
poco una separación entre su pequeño mundo interno y la sociedad que lo rodea.
22
fantástico, puesto que si en la realidad hay cosas que no causaron placer, en un
que está constituido por los deseos frustrados y que esta ficción ayuda, de algún
modo, a invertir esta frustración y a realizar los deseos. En otras palabras, este
infancia, y si esto es así, este viaje se acompaña de imágenes que se asocian a dos
filósofo francés Gastón Bachelard, en su libro La poética del espacio (1957) señala
que la casa, simbólicamente representa “un cuerpo de imágenes que dan al hombre
será ubicado en este espacio, cuna de las evocaciones primordiales del individuo y de
su sentido de pertenencia.
social a las relaciones con otras personas, y, por último, la material por situaciones,
23
debatiéndose entre la ensoñación y la veracidad de sus recuerdos. Cabe preguntarse
entonces, si la nostalgia presenta hechos que tuvieron el valor que les presta la
memoria y si existe algún tipo de irrealidad que se filtre dentro de la realidad de los
24
CAPÍTULO II:
25
Antes de iniciar el análisis de la novela desde la mirada infantil, es preciso
explorar éste término en las coordenadas de nuestro interés. En este sentido, Lorena
infantil evoca, muchas veces, “el tiempo como paraíso perdido o tierra de promisión
al que el escritor procura volver con cierto dramatismo” (130). Es decir que, la
despierta el tiempo pasado que actúa como un paraíso lleno de promesas y que hoy,
asume como un periodo de ensueño, vale decir, donde se encuentran episodios en que
se roza la felicidad, en los cuales se prefiguran los logros de adulto. Y que si bien,
demanda este ciclo, sí transforma estos aspectos en algo más positivo que negativo,
enfermedades, peleas, soledad, poca confianza, falta de ánimo, etc., para convertirse
6
Amaro, L. et al. (2010). Los saberes ocultos: la infancia en los textos autobiográficos chilenos. Acta
Sociológica, 53, pp. 123-146.
26
luego en una figura de aprendizaje que asume la carencia y el dolor como lección de
vida.
hecho a otro y tomando, muchas veces lo que aparezca primero. Esta disposición de
los hechos y recuerdos hace que el texto se comporte de una determinada manera que
va en busca de algo más allá y que se puede analizar a partir de las cuatro partes en
vez hacia su niñez cuando recuerda que conoció a muchos hombres vascos en Buenos
Aires, y que éstos al igual que su infancia, han desaparecido. En la página siguiente,
Aniceto se pregunta:
27
infancia, que, si bien aún no muestra rastros de tiempos felices y que, por ende, aún
escritura. Sin embargo, Aniceto recuerda su infancia más allá de los malos ratos, y
pan untado con mantequilla y espolvoreado de azúcar, y aquella tarde, al regresar del
colegio, me dispuse a comer un trozo y a beber un vaso de leche” (Rojas, 1951: 64).
Este sencillo acto hace que el protagonista olvide toda tensión existente en su casa (en
ese momento, alguien -nadie sabía quién- golpeaba la puerta en busca de su padre), y
nunca me pareció más sabroso: la mantequilla era suave y el azúcar que brillaba sobre
realidad actual vivida por Aniceto, pues éste ya no tiene infancia ni comida, y hoy
solo le queda alimentarse de la soledad y los recuerdos de un pasado que hoy añora.
De esta infancia cabe preguntarse ¿por qué Aniceto la perdió tan fugazmente?, ¿por
Aniceto, a sus cortos doce años estuvo preso por primera vez, y esto lo atribuye
directamente al padre, ya que era solo su primera cuota (de cuatro) que tenía que
pagar por ser hijo de ladrón, cuota que le hizo perder, sin duda alguna, toda inocencia
28
Miré hacia el calabozo, que ya casi había olvidado, y me sorprendió
ver que todo su frente era una sola reja y muros sus otras partes; sus
dimensiones eran iguales que las de aquel en que por primera vez
estuve preso. Era necesario pagar las cuotas, de a poco, claro está, ya
que nadie puede pagarlas de un golpe, salvo que muera: la primera fue
aquélla; la segunda, la muerte de mi madre; la tercera, la detención y
condena de mi padre; éste era la cuarta, si mi memoria no me era
infiel. (Rojas, 1951: 206-207)
En otras palabras, las cuotas que tenía que pagar el protagonista eran
netamente herencia del padre, por lo tanto, el responsable de todo esto no era él, sino
límites que requiere esta etapa actuaron de manera vaga y borrosa, generando la poca
29
mirada de este pasado, el protagonista está en una condición permanente de búsqueda
en relación a eso que le trajo sentimientos de felicidad y que hoy regulan su presente,
temprana, y además ésta muy pocas veces estuvo protegida, hay un sentimiento que
vida tiene que pagar en cuotas. Añora su infancia, que, si bien no fue del todo
7
Al respecto, se recomiendan dos artículos que tratan la cuestión existencial:
Moreno, F. (1981). La existencia herida. En: Manuel Rojas: estudios críticos (pp. 231-243) Santiago:
Editorial Universidad de Santiago, 2005.
Cortés, N. (1964). Hijo de ladrón. Una novela existencial. Revista del pacífico. N°1, pp.33-50
30
Era cierto, aunque ya ni chancletas pudiera llamárseles. Un trozo de
tiempo.
protagonista sintió ser parte de algo, en oposición a su actualidad en que las carencias
“no pude, pues, embarcar: carecía de documentos; a pesar de mis piernas y de mis
infancia causado por el padre, ya que Aniceto hace esfuerzos en su memoria para
traer y actualizar recuerdos y sentirse fuera de toda soledad. Es así que mientras
31
caminaban por su parte, dentro de nosotros. […] No tienes más
remedio que entregarte; ya no puedes devolverte, desviarte o negarte)
(Rojas, 1951: 110).
este sentido, el protagonista, después de la pelea que tiene con Isaías (esposo de
recuerda su infancia:
Así salí al mundo: era, quizá, demasiado para mis años, pero otros
niños traerían algo peor. Yo, por lo menos y en descargo, traía una
infancia casi feliz, cariño, hogar, padres, hermanos. Sentía que eso, a
pesar de los policías y de los calabozos, era un sostén, una base.
Cuando recordara mi niñez y parte de mi adolescencia, mis recuerdos
serían, por lo menos, tiernos (Rojas, 1951: 123).
crisis como un momento en que carece de esperanzas) con el fin de darse aliento, y
evadir así el doloroso presente que impide avanzar y salir de estos estados tan pocos
“¿a quién preguntar? ¿hacia quién volver la cara? Nadie me conocía y yo no conocía
a nadie; en mi ciudad natal era un extraño, casi un extranjero. Adiós, Buenos Aires”
(Rojas, 1951: 124). De ahí en adelante se instala una sensación de soledad. El trabajo
32
en la montaña y la blancura de la nieve hace que se sienta vacío y solitario, echando
vale decir, que está contada desde el presente. Sin embargo, en el capítulo segundo
hay una digresión entre paréntesis y con cursivas que ocupa un lugar significativo en
la novela. Aniceto cuenta de una herida provocada en el pulmón producto del frío y
pero que, sin embargo, se puede ver desde una perspectiva mucho más simbólica y
33
metafórica de la condición de Aniceto, discrepando con lo dicho por Raúl Silva-
herida por pagar las cuotas que su padre ha dejado como herencia y que trajo como
la herida surge por una serie de limitaciones, como las “provenientes del abandono -
que brotan del cuerpo y más todavía de la psiquis” (1961: 112). La expresión de la
herida, entones, desafía al lector a ponerse en otro lugar, en el de una herida con la
que se puede nacer o con la cual se puede topar en algún momento; por ejemplo, en la
infancia. En este sentido, podemos mirar el asunto desde otra perspectiva tal vez
mucho más simbólica que una herida física propiamente tal, puesto que las
8
Manuel Rojas, Hijo de ladrón, Edición de Raúl Silva-Cáceres, Madrid, 2001. Las citas en el texto
están tomadas de esta edición.
34
condiciones sociales obligaron a Aniceto a crecer y vivir una vida de adulto cuando
veces, difícil de entender, ya que existen constantes saltos temporales que dan
complejidad a la novela. Sin embargo, creemos que este recurso viene a reforzar una
se da de una manera lineal, sino más bien, confusa y con un propósito e interés propio
del estímulo causante del acto de recordar. Este mundo personal y esta forma de
confusión temporal que nos proporciona el recuerdo nos hace situarnos en dos
espacios: el allí/aquí. En este sentido, Goic en el texto citado, nos da las direcciones
para poder dilucidar “dos espacios distintos: en ese allí al que se alude y en ese aquí
donde se cuestiona aquel allí. Esto es, existe una distancia discernible entre el
presente de Aniceto, esto porque es desde aquí donde evoca su pasado. La carencia de
35
Sólo pensaba en mi amigo y en los esfuerzos hechos para conseguir
una libreta de embarque: certificados, certificados, certificados; pero
¿por qué mis padres, al engendrarme, no añadieron a mis órganos un
certificado que me sirviera para siempre, como la vejiga o la nariz?
[…] quería elegir mi destino, no aceptar el que me dieran (Rojas, 1951:
154-155).
Esta brecha tan corta se da, además, por aquellos periodos de crisis en los
cuales Aniceto se encuentra. Los recuerdos actúan como reguladores del presente,
apaciguando las cuotas que debe pagar por ser hijo de ladrón. En ese sentido, la
cuarta cuota que debe pagar es estar preso por el robo de la joyería que él no cometió,
pero que, sin embargo, lo hacen concentrase directamente en la realidad que busca
evadir a través de su memoria, realidad donde hay silencio y extraños sin rostro: “no
anulaban” (Rojas, 1951: 190). Esta evasión se da a través del recuerdo de su infancia,
que sin lugar a dudas lo vuelve a la calma y a las esperanzas de un mejor porvenir:
No había más que esperar y decidí no hacer nuevos esfuerzos para ver
o para oír […]apareció en mi mente el pasado; todo seguía igual en él:
mi madre, mi padre, mis hermanos; éstos se movían y aquéllos estaban
inmóviles y todos me miraban, pero me miraban desde alguna parte
iluminada, desde la acera de una calle, desde la puerta de una casa,
desde la orilla de un río, desde una habitación iluminada por una
lámpara de suave luz y de blanca pantalla. […] Los ojos de mi madre
me miraban desde un sitio más lejano y estaban como inmóviles
(Rojas, 1951: 193).
36
Este recurso de acudir a la memoria es lo que lo tranquiliza y equilibra, lo
vuelve sereno y lo que anula su presente por algunos instantes, ya que el tiempo
actual siempre toca a la puerta y vuelve a tocar tierra. Es decir, después de este lapsus
sintiendo una fatiga que lo obliga a pedir ayuda a un gendarme para que lo lleve a
otro lugar con más aire, o percatándose que la cárcel tenía las mismas dimensiones
del calabozo en el que estuvo preso por primera vez, o sintiendo el dolor de una
herida en el pulmón izquierdo que obliga a llamar a la madre: “quiero que venga mi
madre; sí, es mi madre; oh mamá, abrígame, tengo frío; dame agua, agua fresca,
tengo sed. Oh, por favor, llamen a mi madre” (Rojas, 1951: 234).
parte de la madre, éste solo sabía que estaba en alguna parte de Chile, mas no sabía
dónde encontrarla. No tenía destino conocido, por lo cual se sentía anulado y perdido,
37
ignorando todo lo que podría llegar a ser y generando aquel sentimiento de no
pertenencia: “Vivía porque estaba vivo y hacía lo posible -mis órganos me empujaban
a ello-por mantenerme en ese estado, no por temor a la muerte sino por temor al
llegar a apaciguar este temor al sufrimiento. Por ende, y en ese sentido, los recuerdos
porvenir. Por ello, la correspondencia del relato y aquella sintonía del pasado-
Filósofo. “Bajé las gradas de piedra de aquella escalera, pero despacio, sin
apresurarme, como si en cada una de ellas mis pies encontraran algo especial” (Rojas,
curso de las cosas, ya que su saber estará a disposición de las carencias emocionales
del protagonista. Un hombre que desde la primera mirada hizo sentir diferente al
protagonista, que lo miró “como una persona debe mirar a otra, reconociéndola y
apreciándola como tal desde el principio; una mirada también llena de luz, pero de
una luz que venía desde más allá del simple ojo” (Rojas, 1951: 263). Las dudas se
apoderaron de él, ¿era posible, después de tanto tiempo, sentir alegría?, ¿podía
38
sentirse digno de una vez por todas?, ¿era libre, al fin, de todas las cuotas? Sí, esta
más seguro y con menos vergüenza por la herencia del padre. Estaba rodeado en
caleta “El Membrillo” por Alfonso Echeverría y Cristián Ardiles, hombres con las
mismas necesidades básicas que Aniceto: comer, vestir, dormir. Con el salario
módicos y atendido por el propio dueño. Más adelante, tuvo cómo comer y dónde
Todo lo veía y lo sentía, los colores, los sonidos, el olor del viento y de
las personas, los rasgos de los seres y de las cosas y todo ello se unía
en mí, crecía y me hacía crecer, ¿para qué?, no lo sabía, pero todo
quedaba y nada se iba, las lágrimas, las risas, las palabras duras y las
palabras tiernas… (Rojas, 1951: 280).
Esta vez el tiempo parece no estar negado, sino que más bien, está actuando
parece haber sanado mediante vehículos excepcionales para un vínculo que solo “El
chilena. Los mitos degradados (1968) menciona que Alfonso Echeverría cumple una
39
medida, entonces, este personaje viene a salvar al protagonista y encaminarlo hacia el
aprendizaje, función similar a la que tiene Cristián: “vive encuevado, acaso huero, sin
vida espiritual, se trata de un ex hombre a quien el filósofo pretende salvar como ser
humano; el filósofo le paree una persona clara, abierta, comunicativa, cordial” (164-
165).
novela. Esto porque como Aniceto ya no niega su presente, el escrito se dota de una
regularidad lineal, y si bien hay saltos al pasado, solo se tratan de breves flash-backs.
necesitando el pasado para existir. La placidez va siendo alcanzada por Aniceto y los
recuerdos ya no son vivos ni lo condicionan, sino los ve más bien como algo dulce,
de una manera tierna y sin sobresaltos, como por ejemplo, cuando recuerda a una
anciana viuda de Rosario que le regala folletines y que él se ofrece para leérselos:
éste. El protagonista, sin esfuerzo alguno relata este recuerdo, rompe el silencio, ya
40
como un recurso de comunicación y con el objetivo de establecer un vínculo que sane
omite cuando ve en el diario una fotografía del padre en el que decía que era un
ladrón peligroso:
necesita seleccionar y rememorar todo aquello que sirva para un mejor futuro, y esta
vez sentirse un hombre libre, sin cuotas, sin la culpabilidad de un padre que le quitó
41
CAPÍTULO III:
42
La preocupación de las siguientes páginas las dividiremos en dos.
espacios físicos, vale decir, el lugar que ocupa “la casa” en la memoria del
eligiendo qué queremos recordar a la vez que esta elección exige ser responsable de
nostalgia que se esconde bajo los actos de resiliencia. También implica construir
refugios, y por sobre todo “es reconocerse en los demás, reconocer a los compañeros
9
Historiador argentino, autor de Las guerras por Malvinas (2006), Los zapatos de Carlito, una
historia de los trabajadores navales de Tigre en la década del ’70 (2007) y Fantasmas de Malvinas
(2008).
43
El pasado pareciese ser un refugio seguro y en ese sentido, pasa a ser un
instrumento de lucha que ancla fechas, personas, prácticas y objetos. Es por eso que
estudiar a Pierre Nora10 en relación a los lugares que ocupa la memoria. En ese
11
sentido, el prólogo hecho por José Rilla en Pierre Nora en Les Lieux de Mémoire
memoria. Al respecto, el autor señala que “la historia no es memoria, ambas trabajan
sobre la misma materia, el pasado y el presente, pero desde reglas específicas que las
enfrentan, las ponen en situación de crítica recíproca” (Rilla, 2009: 9). Es decir que,
ahora con Pierre Nora, se amplía la brecha de ambos conceptos, puesto que según
este autor la memoria es una oscilación entre el recuerdo y la amnesia, mientras que
entre el ayer y hoy se hace de forma consciente. Siguiendo la misma línea, Rilla
recuerdo, sino “la economía y administración del pasado en el presente” (Rilla, 2009:
10
Historiador francés, conocido por sus trabajos sobre la identidad francesa y la memoria, y por haber
dirigido Les Lieux de Mémoire, en tres tomos para hacer un inventario de los lugares y objetos en los
que se encarna la memoria nacional de los franceses.
11
Uruguayo, profesor de historia y doctor en historia. Autor de numerosas publicaciones. Fue
galardonado con el premio Morosoli de Plata en ciencias sociales e investigación histórica.
44
hace presente en Hijo de Ladrón, ya que Aniceto rememora su infancia y la familia
física que tiene todo ser humano, actuando como guarida familiar y que se reemplaza,
formadora. La casa según el diccionario de los símbolos está asociada a “la ciudad y
el templo, […] está en el centro del mundo; es la imagen del universo. […] Es
materno” (Chevalier y Greerbrant, 1998: 257, 259). Este refugio en Aniceto siempre
seno materno:
45
La casa, sin duda alguna, es un lugar de memoria para Aniceto que actúa
como una conciencia conmemorativa que tiene relación con la infancia y la familia.
Este lugar es el testigo de la otra época que provoca en Aniceto esa ilusión de
eternidad que lo lleva constantemente a ese sentimiento nostálgico. Esto, dicho en las
palabras de Pierre Nora, se sintetiza en “los rituales de una sociedad sin rituales”
(Nora: 2009, 24). Vale decir, la casa de Aniceto materializa el ritual del templo que es
necesario proteger y actualizar para rememorar los recuerdos familiares y ese pasado
que hoy lo tiene nostálgico, y que en alguna ocasión volvió a visitar: “Fui a la que
había sido mi casa: gente extraña vivía ahora en ella. Fui al Departamento de Policía:
este sentido, el despojo de esos lugares memoriales no puede sino traer soledad y
más que un espacio físico desconocido y en que se desvanece toda protección. En este
sentido, cabe mencionar entonces, que “los lugares de la memoria nacen y viven del
sentimiento de que no hay memoria espontánea, de que hay que crear archivos,
actas, porque esas operaciones no son naturales” (Nora, 2009: 24). Esta forzosa
su madre. Rosalía fue una mujer que siempre se destacó por la entrega y abnegación
de sus hijos y de su hogar, pero que, sin embargo, sufre la desgracia de morir,
46
Ahí nos quedamos durante una eternidad, sin mirarnos o mirándonos
como a hurtadillas […] El desayuno se enfrió en la mesa y el agua
hirvió hasta agotarse, se apagó el fuego. […] No se escuchaban ruidos
en el dormitorio de nuestro padre y nadie es acercó a llamar a la casa.
Éramos nuevos en el barrio y estábamos, además, recién llegados a
Buenos Aires: ni vecinos, ni conocidos, ni amigos; soledad y silencio.
En unas horas, en menos de un día, la casa era otra y otros éramos
nosotros; otro también, con seguridad, nuestro padre (Rojas, 1951:
112).
porque si bien el espacio físico seguía existiendo, ya no era lo mismo sin la madre:
Por la casa pasó una racha de terror y hubo un instante en que los
cuatro hermanos estuvimos a punto de huir de la casa, aquella casa que
ya no nos servía de nada: no había allí madre, no había padre, sólo
muebles e incertidumbre, piezas vacías y silencio (Rojas, 1951: 116).
muerte de la madre y que no ha dejado más que la herencia nefasta que significa
pagar las cuotas por ser hijo de ladrón. Esto lo notamos cuando luego de ser puesto en
libertad, “El Gallego” regresa a su hogar bajo una estricta vigilancia policial y por tal
47
(Rojas, 1951: 90). Como se ha dicho antes, el encarcelamiento no solo le arrebata a
Aniceto su pulcritud original, sino que además pone término a su infancia. Sin
mantener un hogar que brinda protección y que está fuera de toda suciedad
inseparable que implica tener un padre ladrón: “la casa estaba siempre limpia, ya que
cuando me encontré, sin las manos de mis padres” (Rojas, 1951: 237). Es por ello que
huir y emprender rumbo hacia un mejor porvenir, sin dejar de lado en su presente,
embargo, en el presente del protagonista ocupa un lugar en su memoria. ¿Por qué este
lugar y no otro? Eugenia Ailler Montaño en “Los Lieux de mémoire: una propuesta
48
lugar un lugar de memoria es tanto su condición de encrucijada donde
se cortan diferentes caminos de la memoria como su capacidad para
perdurar y ser incesantemente remodelado, reabordado y revisitado
(Ailler, 2008: 167).
Es decir, “la casa” actúa como un espacio memorial, ya que es aquí donde
familia y encuentro. Esto último se vincula con la imagen paterna, pues “El Gallego”,
La memoria necesita ser archivada en lugares para así resistir el olvido. Cada
espacio necesita ser alimentado por recuerdos, ya que la memoria “necesita soportes
externos y referentes tangibles de una existencia que solo vive a través de ellos”
(Nora, 2009: 26). Es decir, la casa en la novela actúa como una memoria registradora,
su vida. Pues, en definitiva “es sobre el individuo y solo sobre el individuo que pesa,
49
de modo insistente y al mismo tiempo indiferenciado, la imposición de la memoria,
así como su relación personal con su propio pasado depende su revitalización posible
Aniceto Hevia, en su presente vuelve al umbral de su casa natal, casa que hoy
bajo otra mirada, acepta lo que vivió sin juzgar y es capaz de entenderlo sin mayores
culpas ni mayores resentimientos. En ese sentido, la historia instaura una ruptura con
el pasado: “cuando el pasado es aún vivido por los seres humanos, estamos en la
decir que Aniceto se hace cargo de este pasado y ya no lo vive, sino que lo acepta y lo
no le hace sentido ser hijo de ladrón, pues actúa con valentía al aceptar las cuotas, y
50
Recapitulando lo anterior, cabe decir entonces, que historia, memoria y
fin de bloquear el olvido. En síntesis, “la memoria se aferra a lugares como la historia
2. La herida familiar
Aniceto Hevia nació en el seno de una familia numerosa, caracterizada por sus
hombre serio y amigable, siempre preocupado por dar a sus hijos lo mejor y un
convencido de que por ninguna razón deberían seguir sus pasos. Rosalía, madre de
atención a su núcleo familiar. Por ello, Aniceto y sus tres hermanos tuvieron una
su padre, los constantes viajes y las visitas de ladrones o asesinos que, sin acabar de
sido su vida con el propósito de encontrar algún camino en el presente tan solitario y
carente de afectos que tanto lo atormenta. En este ejercicio de recuerdos, Aniceto irá
justificando cómo pasó de tener una infancia guiada por la familia, a una juventud
solitaria. De esta forma, los recuerdos familiares son parte de uno de los elementos
51
más importantes en la novela, ya que, a través de ellos, harán del protagonista un
paso del tiempo lo dejaron sin rumbo, afectándolo en su condición digna de humano
xx chileno, es la narrativa que Manuel Rojas intenta plasmar con fidelidad, es decir,
(2009: 105).
pobres, sino que más bien, se profundiza en la pobreza como un modo de vida.
52
ampliamente o más miserablemente que otros, conservándose todos y
gozando con ello. Existir era barato y el hombre era duro; en
ocasiones, lamentablemente duro (Rojas, 1951: 261).
Es decir, la mirada que ofrece nuestro autor es una mirada que penetra a todos
aquellos seres humanos que nadie se atreve a mirar por no sentir tristeza, una mirada
que, en palabras de Jaime Valdivieso12 en “Una nueva mirada” (1975), “abarca tanto
la última pobreza, la vida que se sobrevive, como la última miseria, la vida que se
encarcelado, los hermanos huyen. El tener que ganarse la vida da cuenta de lo difícil
que es sobrevivir, tanto por la condición de huérfano como por estar inserto dentro de
tierra, en el sentido de que ambos elementos son matrices de la vida y símbolos del
12
Profesor de literatura y escritor. Se desempeñó en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y dictó durante diez años la cátedra de
Literatura hispanoamericana en la Universidad de Houston, Texas. Ha publicado más de veinticinco
libros en Chile y el extranjero, entre poemas, ensayos, novelas y libros de no ficción.
53
cobijo. La madre es “la seguridad del abrigo, del calor, de la ternura y del alimento,
[…] la sublimación más perfecta del instinto y la armonía más profunda del amor”
protector que cumple la madre de Aniceto ante un futuro tan poco prometedor ante la
condición de ser hijo de ladrón y tener que pagar necesariamente las cuotas heredadas
del padre. Es aquí donde la madre es el único abrigo y aliento tierno que dota a la
- ¿Cómo te llamas?
Hice un esfuerzo, y dije mi nombre. La voz de mi madre, más
entonada ahora, irrumpió:
- El niño no sabe nada; ya le he dicho que Aniceto no está en casa.
Otros dos hombres aparecieron en la puerta y uno de ellos, al girar,
mostró una espalda como de madera.
- ¿Dónde está tu padre?
Mi madre se acercó, y el hombre, después de mirarla, pareció
reaccionar; su voz bajó de tono:
- Me doy cuenta de todo y no quiero molestarla, señora, pero
necesito saber dónde está El Gallego.
La voz de mi madre tornó a hacerse tierna, como si quisiese persuadir,
por medio de su ternura, a aquel hombre:
- Ya le he dicho que no sé dónde está; desde ayer no viene a casa.
(Rojas, 1951:66)
familia entregan a Aniceto una infancia segura y feliz: “yo, por lo menos y en
54
descargo traía una infancia casi feliz, cariño, hogar, padres, hermanos. Sentía que eso,
a pesar de los policías y de los calabozos, era un sostén, una base” (Rojas, 1951: 123).
directa con uno de los nombres más luminosos y asimilables a la idea de rosa. Esta
por una buena cantidad de años por la policía; Joao, uno de los hermanos, marcha a
Brasil; y los otros, después de vender poco a poco las cosas de la casa, prueban suerte
cada uno por su parte. Aniceto, por fuerza, habrá de hacer lo mismo, dirigiéndose
primero a pedir ayuda a los más cercanos, como a Isaías y Bartola, amigos de sus
padres. Sin embargo, lo que encuentra no es más que desamparo y soledad ante el
maltrato causado por Isaías, lo que obliga al protagonista a huir ante la situación de
el fin de una etapa familiar y da paso al inicio de un Aniceto que se encuentra solo en
el mundo y que necesita ser salvado ante aquella pobreza material y emocional que se
55
avecina: “Así salí al mundo, trayendo una madre muerta, un padre ladrón ––
demasiado para mis años, pero otros niños traerían algo peor” (Rojas, 1951: 123).
Esta hostilidad del mundo se manifiesta en la privación de libertad que sufre Aniceto,
ya que, a tan corta edad, ya carga con una gran responsabilidad: sobrevivir en el
que:
Esta dispersión familiar termina por crear la destrucción total de éste vínculo,
13
Académica en Universidad de Concepción. El artículo citado está tomado de Manuel Rojas: estudios
críticos. Sin embargo, también se encuentra disponible en Hijo de ladrón: Novela de aprendizaje
Antiburguesa.
56
Por la casa pasó una racha de terror y hubo un instante en que los
cuatro hermanos estuvimos a punto de huir de la casa, aquella casa que
ya no nos servía de nada: no había allí madre, no había padre, sólo
muebles e incertidumbre, piezas vacías y silencio. Ezequiel logró
sobreponerse y detenernos (Rojas, 1951: 116).
prometedor. Esta base familiar es un sostén, ya que los recuerdos están llenos de
perdido cuya evocación se constituye en proyecto para otras acciones que se dan en el
aparición de “El Filósofo” y Cristián, puesto que actúan como familia postiza. Es
dotándolo de una oportunidad de trabajo y, además, de una compañía que anula toda
soledad.
incorrecta. “El Gallego”, pese a su incorrecto trabajo, siempre fue profesional y serio
en lo que hacía, siendo muy pocas veces descubierto por la familia: “en cuanto a mi
57
padre, no sólo no golpeaba la puerta ni tocaba el timbre; ni siquiera le oíamos entrar:
1951:64). Esta misma actividad lo lleva a una larga sentencia que tiene que cumplir
todo rol protector que simboliza la imagen paterna, es decir, a ese “símbolo de la
posesión, del dominio y del valor, […] la representación de toda figura de autoridad:
rol es tomado por la madre, haciéndose cargo no sólo de lo que simboliza la imagen
paternal, sino que, además, tomando una tierna protección hacia sus hijos, ya que, al
desvalidos. Estas acciones iniciadas por la madre traen como producto la nostalgia
familiar en Aniceto, pues, los mayores recuerdos que marcaron la infancia del
protagonista son los que están atados directamente a la herencia de ser hijo de ladrón
que muchas veces trae consigo estar inserto en un mundo delictual y marginado de
58
Bajo esta óptica, cabe preguntarse por el título de la novela. Hijo de Ladrón,
genera por sí solo una inquietud, y lo más posible es que esa inquietud sea la
repetición del patrón familiar. Sin embargo, en este caso, el ser hijo de ladrón no
A través de la cita antes mencionada, queda en evidencia que, quien creyera que
prejuicio. Sin embargo, quien dijese lo contrario, podría estar olvidándose de que la
como naturales.
lugar, los vínculos familiares que crea fuera de su núcleo hacen crear confusión en
sus hijos, pues, la mayor parte de las veces transitaban personas desconocidas ante los
59
- ¿Quién es su padre? -Aniceto Hevia. - ¿El Gallego? ––preguntó el
joven––. Asentí, un poco avergonzado del apodo: en la intimidad
mi madre lo llamaba así y era para nosotros un nombre familiar.
Allí resultaba tener otro sentido y casi otro sonido. Los hombres se
miraron entre sí y el viejo habló de nuevo, siempre urgente, como
si no hubiera tiempo que perder (Rojas, 1951: 70).
Este nombre que resultaba tan familiar para el policía, y también para los
externo se puede catalogar como una segunda familia que se da principalmente por
las idas y salidas de la cárcel, y que trae como resultado una inequitativa distribución
futuro. En efecto, Aniceto es llevado a la cárcel con sólo 11 años de edad, siendo
víctima no solo del despojo de su infancia, sino que además, de la violencia sufrida
60
llevó preso. […] Al atardecer me junté con mi madre en la puerta de
investigaciones y regresamos a casa. Había pagado la primera cuota
(Rojas, 1951: 71, 90).
que más adelante tiene como resultado la evolución del héroe y la redignificación de
su ser. En efecto, las cuotas que Aniceto está dispuesto a aceptar por herencia del
relación con el carácter social y afectivo. La muerte de la madre que acaba con la vida
que se pudo haber evitado ante una posible intervención paterna. Es decir, si el padre
hubiese cumplido su rol protector, la historia de los hijos no sería “solos y como
puedan”, y sin duda alguna, no tendría como resultado la brusca salida hacia el
61
No hubo ya quien diese solución ni quien diese nada. «Estoy atado de
pies y manos», había dicho nuestro padre. Ahora estaba atado de todo
y nosotros no estábamos mejor que él; en libertad, sí, pero ¿de qué nos
servía? Si él no hubiese tenido oculto deseo de hacer de nosotros
personas honorables y nos hubiera enseñado, si no a robar ––lo que
también hubiera sido una solución, como era la de muchos hombres––,
a trabajar en algo por lo menos, nuestra situación habría sido, en ese
momento, no tan desesperada; pero, como muchos, padres, no quería
que sus hijos fuesen carpinteros o cerrajeros, albañiles o zapateros, no;
serían algo más: abogados, médicos, ingenieros o arquitectos. No había
vivido una vida como la suya para que sus hijos terminasen en
ganapanes. Pero resultaba peor: ni siquiera éramos ganapanes (Rojas,
1951: 115, 116).
paterna. Cuando Aniceto entra a la cárcel por una confusión, cae dentro de una
sociedad marginada. Es decir, el conflicto de Aniceto hijo, pasa por aceptar que tuvo
un padre ausente en su rol y que dejó como herencia cuatro cuotas que la sociedad se
sabe que es la última cuota, por lo que acepta su destino de ser hijo de ladrón, y tiene
62
olvidado, y me sorprendió ver que todo su frente era una sola reja y
muros sus otras partes; sus dimensiones eran iguales que las de aquel
en que por primera vez estuve preso. Era necesario pagar las cuotas, de
a poco, claro está, ya que nadie puede pagarlas de un golpe, salvo que
muera: la primera fue aquélla; la segunda, la muerte de mi madre; la
tercera, la detención y condena de mi padre; éste era la cuarta, si mi
memoria no me era infiel. Algunos hombres estaban ya de pie y se
acercaban a la reja, mirando hacia el patio como quien mira hacia un
desierto; algunos de mis compañeros estaban entre ellos y me
sonrieron; nos reconocíamos (Rojas, 1951: 206, 207).
Aniceto Hevia no fue la excepción en los primeros años, puesto que parte de su
infancia fue tan honorable como la de cualquier familia digna de imitar: “viví con mis
honorables que conocí en los colegios o en las vecindades de las casas que habitamos
de la madre, los hermanos se encuentran invalidados ante los ojos de los demás y
llenos de soledad e incertidumbre ante una familia destruida, por lo que tienen que
empezar a subsistir “solos y como puedan” de alguna u otra manera. “Los cuatro
63
hermanos, de pie en el patio, inmóviles y callados, parecíamos fantasmas. Los
El abandono del padre hizo que los cuatro hermanos tuvieran una salida
abrupta al mundo, y tuvieran que empezar a pagar sus cuotas con lo único que como
hijos de ladrón tenían: libertad y lágrimas. En este sentido, el único que se hace
responsable ante esta radical situación, es Aniceto. Puesto que si bien, todos los
con la herencia de estar desvalido en la tierra. El vínculo entre ellos, sin embargo,
nunca estuvo quebrado. Aniceto entiende -si bien no en su infancia, sino a medida de
su evolución- que cada uno tenía que subsistir como se pudiese, aunque esto
64
Esta familia que ya no existe en el presente de Aniceto, siempre está rondando
la cabeza del héroe como un recuerdo tierno, feliz y que lo dignifica como ser
familia y encuentra una comunidad que tiene como fin desvincularse de todo orden de
dormir la soledad y despertar el vínculo entre las personas, como lo fue con “El
soledad y la incomunicación.
Manuel Rojas busca mostrar en la novela cómo el crimen, más que un legado
familiar, es más bien el resultado de las condiciones sociales que perduran en los
tiempos. Es decir, nadie puede elegir la familia en la que nace, porque de haber sido
de que fue objeto en su infancia, mucho menos, estar rodeado de ladrones y asesinos.
En este sentido, hay que cuestionarse la estructura de la sociedad y lo que hay que
pagar por estar insertos en lugares olvidados, puesto que es difícil, muchas veces,
tristeza y desesperanza.
65
En síntesis, el aprendizaje de Aniceto en relación a la familia se propone como
66
CONCLUSIÓN: Cierre y proyecciones
y como una configuración simbólica del individuo con sus emociones, deseos y
esperanzas.
instancias, se hace difícil encontrar algún objetivo de esta rememoración, pues los
acontecimientos saltan de un hecho a otro, sin embargo, hay elementos que ayudan a
vislumbrar el propósito que tiene este sentimiento anclado al tiempo y memoria. Con
ello, se visualiza que la infancia y la familia de Aniceto Hevia son las principales
material.
67
Este acercamiento crítico ha logrado comprobar el objetivo que se propuso en
las primeras páginas. Se logró estudiar y analizar Hijo de ladrón desde una
emocionalmente al individuo.
las perspectivas teóricas que se asumieron y en las maneras de abordar el material con
la obra en cuestión. Por otro lado, hemos comprobado que la infancia condiciona a
Aniceto a recordar de forma nostálgica su pasado, aun así cuando esta etapa fue
anularse en aquellos tiempos hace que solo se mantenga vivo en los recuerdos.
Además, la pérdida de la casa que actúa como un espacio memorial que materializa el
ritual del templo, y que es necesario proteger y actualizar para rememorar los
68
recuerdos familiares deja a Aniceto sumergido en la soledad y en la marginalidad. Sin
duda, todo aquello nos hace pensar como lectores que el protagonista no tiene
puede entender y afrontar de forma valiente. Es así como el acto de pagar de las
Hijo de Ladrón posee una riqueza (en el sentido más amplio de la palabra) que
merece ser reivindicado en los tiempos actuales. Una novela que trata de cuestiones
humanas y sociales, sin miedo a mostrar los lugares más ocultos del alma y los
hemos visto cómo la nostalgia y los recuerdos felices evaden el dolor de su presente y
Aniceto nos hace pensar que la nostalgia como condición inherente del ser humano
puede tomar un sentido bello y positivo, rompiendo de este modo, el común concepto
de pérdida propiamente tal. Teniendo en cuenta esto, se puede considerar que todo ser
humano, tal como el personaje, experimenta la nostalgia de una manera u otra, y que
la manera en que tratamos con la nostalgia puede tener un gran efecto en nuestras
69
vidas, pues incluye una nueva visión y forma de relacionarnos con otros seres
humanos.
pueden surgir más propuestas y aportes a este clásico que hoy estamos olvidando y
cuestiones relacionadas a lo que Manuel Rojas vivió y que se presentan más allá de
14
Por ejemplo, Imágenes de infancia y adolescencia. (1985) hay acontecimientos que se presentan
tanto en la vida de Manuel Rojas como de Aniceto Hevia.
70
BIBLIOGRAFÍA
71
Allier, E. (2008). Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=58922941007
Amaro, L. et al. (2010). Los saberes ocultos: la infancia en los textos autobiográficos
económica.
Cabrera, RM. (1970). El pícaro en las literaturas hispánicas. Actas del III Congreso
72
Chevalier, J., Gheerbrant, A. (1986). Diccionario de símbolos. Barcelona: editorial
simbolos-jean-chevalier.
Derrida, J (2001). “El cine y sus fantasmas”. Cahiers du cinéma, N° 556, recuperado
de:http://www.geocities.ws/patocelta/Audiovisual/Cine/cineysusfantasmDerrid
a.pdf
Freud, S. (1976). “Recordar, repetir, reelaborar (Nuevos consejos sobre la técnica del
universitaria.
Goic, C. (1960). “Hijo de ladrón. Libertad y lágrimas.” En: Cien años de la novela
Atenea.
73
Halbwachs, M. (1950). La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de
content/uploads/2015/07/Memoria-Colectiva-Halbwachs.-.pdf
Lukács, G. (1911). Nostalgia y forma. En: G. Lukács, El alma y las formas. Teoría de
Sentimientos
Moreno, F. (1981). La existencia herida. En: Manuel Rojas: estudios críticos (pp.
finales del siglo XX. Filología y Lingüística, XXXIII (2), pp. 113-117.
Nardi, S., Sampaolo, M., Trotta, A., Pérez, G., et al. (2009). Los lugares de la
Nora, P. (2009). Pierre Nora en Les Lieux de Mémoire. (Laura Masello, trad.).
74
Shumway, N. (1997). La nación hispanoamericana como proyecto racional y
LXIII, pp.61-67.
pp. 133-136
Rojas, M. (1948). Dos centenarios. Babel. Revista de arte y crítica. N°44, pp. 86-92
Valdivieso, J. (1975). Una nueva mirada. En: Manuel Rojas: estudios críticos (pp.
75