Lsantoso, 083-107

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ESTUDIOS

Cuadernos de Historia Moderna


ISSN: 0214-4018

http://dx.doi.org/10.5209/CHMO.63916

La construcción de Nueva España: el mundo del libro


Gabriela Vallejo Cervantes1

Recibido: 2 de febrero de 2019 / Aceptado: 25 de marzo de 2019

Resumen. Desde la conquista del Nuevo Mundo, se dio un proceso complejo de apropiación de culturas
y de integración global que involucraba a todos sus habitantes. ¿Podría la Nueva España definirse
como un reino americano particular o un reino entre otros tantos dentro del ámbito de la Monarquía
hispánica? Como una tensión entre ambos polos, el libro sería el soporte para transmitir, desde la
segunda mitad del siglo XVI, una imagen que ensamblaría tanto su especificidad como reino, como la
visión global otorgada a éste desde Europa.
Palabras clave: Monarquía hispánica; Nueva España; Imprenta; Libros; Retrato; Grabados;
Circulación; Identidad.

[en] The Construction of New Spain: the World of Books


Abstract. Ever since the conquest of the New World, the population in these territories underwent a
complex process of integration and transformation due to the contact with the pervading European
culture. Within this context of profound acculturation, could New Spain define itself as an American
kingdom with many particularities or as a European kingdom in America with the same rights as the rest
of the territories of the Spanish Monarchy? The tension between these two possibilities was represented
by the printed word: the book would be the means to convey, since the second half of the 16th century,
the image of its specificity that would define the kingdom, confronted by its global perception by the
Spanish empire.
Keywords: Spanish Monarchy; New Spain; Printing press; Books; Engravings; Circulation; Identity.

Sumario: Pensar un nuevo mundo. Un cosmos abierto a la transformación. Nueva España


imagina un mundo y se retrata en él. El retrato de un nuevo mundo. Fuentes primarias.
Bibliografía.

Cómo citar: Vallejo Cervantes, G. (2019) La construcción de Nueva España: el mundo del libro, en
Cuadernos de Historia Moderna nº 44.1, 83-107.

Pensar un nuevo mundo

La palabra escrita estuvo en la base misma desde el primer momento de la formación


de lo que habría de ser Nueva España. Cortés, con sus Cartas de Relación, fue el

1
Red Columnaria-Universidad de Murcia
E-mail: gvallejocervantes@gmail.com

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primero en traducir la realidad del territorio, de sus gentes y de su incorporación


a la Monarquía hispánica para un público distante, lo que se completó muy poco
después, en 1524, en la primera representación de la ciudad, con la pirámide y su
adoratorio en el centro, en el mapa de Nuremberg2. A través de la definición de estos
tres elementos estructurales a partir de las relaciones cortesianas, el nuevo reino
podría reclamarse con un estatuto propio dentro de la Monarquía donde había sido
incorporado.3 Pronto desaparecería, sin embargo, el monopolio de la interpretación
de esta empresa y las narrativas sobre la conquista sirvieron a los diversos proyectos
de expansión europea, a veces en franca contraposición: a la explicación de qué fue
la conquista desde la perspectiva hispana se enfrentaron otros relatos que nacían
del rechazo a la hegemonía imperial española4 y que cuestionaban los fundamentos
de la Monarquía para llevar cristiandad, civilidad o destrucción5. La invención de
América, en la feliz expresión de Edmundo O’Gorman, mostró hasta qué punto
su representación (impresa o no, escrita o ilustrada con grabados y pictografías en
códices) fue medular para responder a las necesidades y a las aspiraciones propias de
los diversos agentes implicados que pugnaron por definir un territorio nuevo6.
En ese proceso de definición, el mundo novohispano estuvo lejos de ser un
agente pasivo, pese a que esta perspectiva propia no haya suscitado el mismo interés
que los relatos construidos sobre el Nuevo Mundo desde Europa. Las narrativas
producidas en las Indias, para consumo interno y externo, respondían a las mismas
necesidades de afirmación social, política institucional y proyección cultural que las
que se produjeron en otros centros de la Monarquía. Éstas eran múltiples e incluían
a diversos sectores sociales, comenzando por la élite vencida y por la población


2
Por la rápida expansión castellana y el interés y divulgación que haría Pedro Mártir de Anglería (sobre todo
luego de su traslado en 1518 a la Corte de Carlos V y su cercanía a lo que sería el Consejo de Indias) del
descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo, rápidamente se gestó, a través de sus Décadas, un fenómeno de
información sobre ese nuevo mundo y la civilidad mexica (cuyos códices empezaban a circular en la Corte),
gracias la difusión de los informes provenientes de esas “nuevas islas” y sobre todo gracias a la publicación
de las Cartas de relación de Cortés por los Cromberger desde 1522. Cf. Porcacchi, T.: Le isole piu famose del
mondo. Descritte da Thomaso Porcacchi da Castiglione Arretino e intagliate da Girolamo Porro Padovano.
Con l’Aggiunta di molte Isole, Venecia, Herederos de Simon Galignani, MDLXXII; Benzoni, M. M.: La cultura
italiana e il Messico. Storia di un’immagine da Temistitan all’Indipendenza (1519-1821), Milán, Unicopli,
2004, pp. 8-65; Gruzinski, S.: La colonización del imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el
México español, siglos XVI-XVIII, México, FCE, 1991; Bernand, C. y Gruzinski, S.: Historia del Nuevo Mundo.
Los mestizajes 1560-1640, México, FCE, 1999; Cortés, H.: Letters from Mexico, trad. y ed. Anthony Pagden,
introd. John Elliot, New Haven, Yale University Press, 2001; Bennassar, B.: Hernán Cortés: el conquistador
de lo imposible, Madrid, Temas de Hoy, 2002; Miralles, J.: Hernán Cortés: inventor de México, Barcelona,
Tusquets, 2003.

3
Sobre cómo desde la Conquista se crea un imaginario triunfal de Nueva España, aceptado por la élite autóctona,
y la representación del reino con alegorías indígenas, véase el interesante trabajo de Cuadriello, J.: “El origen
del reino y la configuración de su empresa”, en Los pinceles de la historia. El origen del reino de la Nueva
España (1680-1750), México, Museo Nacional de Arte, 1999, pp. 51-107.

4
La percepción de los Países Bajos de la conquista del Nuevo Mundo pasó por una identificación de la situación
de los indígenas americanos con el sufrimiento de las poblaciones protestantes bajo el yugo español. En la
definición de inocencia primordial, se construyó una imagen en panfletos y otros impresos, sobre esta relación
entre los Países Bajos y América. Véase Schmidt, B.: Innocence Abroad. The Dutch Imagination and the New
World, 1570-1670, Cambridge (UK), Cambridge University Press, 2001.

5
Para una bibliografía actualizada del tema, véase la introducción de García Cárcel, R.: El demonio del Sur. La
leyenda negra de Felipe II, Madrid, Cátedra, 2017, pp. 19-45.

6
O’Gorman, E.: La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del
sentido de su devenir, México, Fondo de Cultura Económica, 2006. [Primera edición 1958].
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indígena que tuvo que explicarse un proceso de cambio tan radical7. Por supuesto no
se puede considerar a los indígenas como una unidad, dado que la conquista implicó
fuertes movilidades sociales y múltiples niveles de adaptación a la cultura europea
letrada. Desde los “lenguas” a los informantes de los textos históricos8, pasando por
las cabezas de las repúblicas de indios que pleiteaban o enviaban agentes a la Corte
virreinal y real9, por quienes recibían sentencias o por la élite latinista formada en el
Colegio de Santiago Tlatelolco. Unos y otros eran conscientes del valor de la palabra
escrita como vehículo de poder y representación, aunque su acceso a ella estuviera
mediado por agentes europeos.
La población novohispana de origen peninsular también era consciente de la
importancia de los textos como medio de afirmación y de superar las distancias, de
hacer presente lo lejano y de ir más allá de lo puntual de su propio tiempo. Desde
luego, los novohispanos tenían los medios para hacerlo: la imprenta había llegado al
reino desde 1539 y la Universidad, los colegios y los conventos no solo producían
una elite letrada que buscaba integrarse en la creciente administración real, sino que
fueron atesorando cuantiosas bibliotecas10. Para la década de 1570 el reino, pese a la
hecatombe demográfica, podía homologarse como tal con los demás que gobernaba
el rey católico y, aunque conservaría muchas de sus peculiaridades, se adaptaría
cada vez más a los mismos ritmos y procesos culturales globales que afectaban a
los otros territorios. La represión de la conjura de Martín Cortés11, en la que por un
momento estuvo en entredicho la fidelidad del reino, la llegada de la Inquisición y
posteriormente la de los jesuitas, perfilarían este nuevo periodo y también la apertura
hacia un nuevo orden.
Desde Europa, en el contexto de la competición letrada desatada por reclamar
más dignidad para cada uno de los diversos espacios integrantes en los mundos
ibéricos12, la imagen que se pudiera tener del grado de desarrollo de Nueva España
podía no ser tan optimista. Ajenos a orígenes romanos o medievales que les dieran
una continuidad, y carentes en principio de elementos de sacralización territorial, los
escritores de Nueva España debieron buscar un espacio para construir la identidad del
reino, y lo hicieron dentro del contexto de su propia genealogía histórica, americana


7
Sobre la profunda transformación y reorganización que sufrieron las poblaciones indígenas después de la
Conquista, véase la obra clásica de Lockhart, J.: Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural
de la población indígena del México central, siglos XVI-XVIII, México, FCE, 1999, y por supuesto, sobre la
integración de las élites al nuevo sistema el excelente libro de Rojas, J. L. de: Cambiar para que yo no cambie.
La nobleza indígena en Nueva España, Buenos Aires, Editorial SB, 2017.
8
Alonso, I., Baigorri, J. y Payàs, G.: “Nahuatlatos y familias de intérpretes en el México colonial”, 1611. Revista
de historia de la traducción, no. 2, 2008: http://www.traduccionliteraria.org/1611/art/alonso-baigorri-payas.
htm.
9
Díaz Serrano, A: “La república de Tlaxcala ante el Rey de España durante el siglo XVI”, Historia mexicana,
vol. 61, 3 (Ene.-Mar., 2012), pp. 1049-1107.
10
Sobre este tema no solo es una referencia obligada el libro de Osorio Romero, I.: Historia de las bibliotecas
novohispanas, México, SEP/Dirección General de Bibliotecas, 1986, sino la colección sobre los contenidos de
las bibliotecas conventuales del periodo novohispano publicados por la Biblioteca Nacional de Antropología e
Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México en su Colección de Fuentes, con más de 18 catálogos
publicados.
11
Una de las últimas referencias sobre el tema es el libro de Salinero, G.: Hombres de mala corte. Desobediencias,
procesos políticos y gobierno de Indias, segunda mitad del siglo XVI, Cátedra, Madrid, 2017, en el cual se
analizan los estallidos de rebeldía que desafiaban el orden en los territorios americanos.
12
Arrieta, J., Gil, X. y Morales, J. (coords.): La diadema del rey. Vizcaya, Navarra, Aragón y Cerdeña en la
Monarquía de España (siglos XVI-XVIII), Bilbao, Universidad del País Vasco, 2017.
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y española, desde la apropiación interesada del pasado indígena y de sus nuevas


raíces cristianas e ibéricas13. No iba a ser tarea sencilla poner en valor el nuevo
reino, pues para algunos europeos América estaba muy lejos y podía ser vista con un
cierto desdén. Nueva España, y su sugerente capital lacustre, suscitaban preguntas
sobre hasta qué punto el proceso de culturización y evangelización había dado frutos
tales como para pretender compararse con las capitales europeas y peninsulares. Sin
embargo, no todos pensaban así y pronto el nuevo reino fue un espacio de atracción
y oportunidades.
A nombres bien conocidos como Miguel de Cervantes, Mateo Alemán o Baltazar
Echave Orio, que tratarían de apostar su futuro en Indias con mayor o menor éxito,
hay que sumar otros más ordinarios y que han dejado menos memoria, como el
escocés don Juan Hamilton (exiliado católico y pariente muy cercano al marqués
de Hamilton), que también dio su voto de confianza al “reyno de las Yndias”
atraído por los logros de unos colegios (jesuitas en este caso) que ganaban fama
dentro de sus órdenes14. Esos mismos europeos constataron pronto que lo que se
estaba construyendo en América no solo era inteligible para sus propias categorías
culturales y profesionales, sino que una vez adscritos al mundo novohispano, sus
particularidades les ofrecían no pocas oportunidades para definirse desde una nueva
singularidad que les había de ser propia. Esto quedaba claro, por ejemplo, a la hora
de competir para acceder a las cátedras de lenguas nativas en las que los peninsulares
recién llegados estaban en desventaja respecto a unos españoles novohispanos que
ya dominaban las lenguas locales.15
Lo que implicaba frustración para esos profesores ibéricos es algo que la
historiografía ha puesto en valor los últimos años: la vertebración entre lo específico
del reino novohispano y entre lo genérico de formar parte de un mundo global.
Incluso se iría más allá y algunos pensadores situaban entre los logros más eminentes
de la Monarquía de Felipe II el haber convertido sus dominios indianos en lugar de
producción de libros y de lectores. Fue así que el ultra católico cura parisino Jean
Boucher, exiliado en los Países Bajos españoles al final de las guerras de religión,
afirmó en ese sentido:

Tesmoing pour les Gentilz, les Euesques, presbres, religieux & docteurs, tant de
la Societé de Iesus, qu’aultres, que soubs l’authorité de S. Siege il a enuoyé à ces
peuples, au Perou ; en la Mexique, en la Floride, & par tout es Indes, tant Isles que

13
Sobre las dificultades de la integración, y la paulatina transformación de las poblaciones indígena y criolla:
Pérez-Rocha, E. y Tena, R.: La nobleza indígena del centro de México después de la Conquista, México, INAH,
2000; Menegus Bornemann, M.: El cacicazgo en Nueva España y Filipinas, México, México, UNAM, Plaza
y Valdés, 2005; Alberro, S.: Del gachupín al criollo. O de cómo los españoles de México dejaron de serlo,
México, El Colegio de México, 1992; ID, El águila y la cruz, El Colegio de México, 1999; González Sánchez,
C.A. y Vila Vilar, E.: Grafías del imaginario. Representaciones culturales en España y América (Siglos XVI-
XVIII), México y Madrid, FCE, 2003; Rubial García, A., El paraíso de los elegidos: una lectura de la historia
cultural de Nueva España, 1521-1804, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Fondo de Cultura
Económica, 2010; Alberro, S. y Gonzalbo, P.: La sociedad novohispana. Estereotipos y realidades, El Colegio
de México, 2013.
14
Archivo General de Simancas (AGS), E 1623 s/n, 10 de enero, 19 y 25 de febrero de 1610, consulta de parte por
“don Juan de Hamilton”.
15
No sería sino hasta 1640 que se crearían las cátedras en lenguas náhuatl y otomí en la Universidad. Antochiew,
M.: “El examen de oposición a la cátedra de lengua mexicana de don Carlos Tapia Zenteno”, en Estudios de
Cultura Náhuatl, 17 (1987), pp. 341-343.
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terre ferme. Et ou mesme quelques uns asseurent, y auoir des vniuersitez, avec l’art
de l’imprimerie…16

Para Boucher, desde su refugio en la catedral de Tournai, la imprenta y la


Universidad garantizaban una civilidad en la que Nueva España parecía claramente
ubicada. Después de todo, el rey católico, que había logrado que en sus reinos no se
pusiera el sol, estaba cumpliéndo las predicciones de las antiguas profecías bíblicas
en las que las islas, y hasta pueblos lejanos, recibirían el conocimiento de Dios:

Voire que cest soubs luy seul, qu’a est é accomply, ce qui a esté predict des isles, qui
deuoient venir a la cognoissance de Dieu. […] Escoutez Isles, &entendez peuples
de loing. Comme aussi c’est en ce temps cy seul, que ceste Prophetie du Psalmiste,
Reges Tharsis et insulae munera offerent, les Roys de la mer, & les Isles offriront des
presens, a esté du tout accomplie, par la conuersion au Christianisme, des Isles qui
sont en la mer, comme des susdictes Philippines, du Iapan, des Moluques, de celles
d’aupres la Mexique, & du Perou, & aultres. Quoy q pour raison des primices de la
Gentilité, qui a esté au iij. Roys Mages, en qui tous les Gentils sont compris, tant ceux
quis son ia, que ceux qui doibuent estre Chrestiens, cela soit allegué pour eux17.

Era patente, pues, que Nueva España, las Filipinas y el Perú eran partes ya
plenamente identificadas de la Monarquía, que no eran simples anexos sino que le
daban su verdadero sentido a que la misión divina del rey. En ese horizonte, Boucher
y Hamilton ponían en evidencia, además, que en los territorios americanos existían
las instituciones que los dotaban de un grado de suficiencia educativa, y que haberlo
conseguido era una consecuencia de la conversión, vista como un logro admirable
del rey católico.
En realidad, los novohispanos, como individuos y como reino, no solo tenían los
medios, materiales y culturales para pensarse y definirse, sino que también tenían la
necesidad de hacerlo para, al igual que los agentes de otros espacios de la Monarquía,
reclamar una posición privilegiada dentro del entramado imperial que se estaba
construyendo. La imprenta iba a ser el mecanismo ideal para permitir este proceso
y lo hizo con relativa rapidez, desde el momento en que las tierras conquistadas
se transformaban en el virreinato de Nueva España en 1535 (coincidiendo
significativamente con la fundación de la Real Casa de Moneda en ese mismo
año), lo que favorecería la llegada de las nuevas técnicas de impresión vigentes en
Europa18. Para 1570, las élites del ya no tan nuevo reino, como sus contemporáneos
españoles, italianos o flamencos, recurrieron a la historia, a la literatura y a la mística

16
Boucher, J.: Oraison Funèbre sur les trespas de très hault, très grand, et trèspuissant monarque dom Philippe
Second, roy d’Espaigne, etc., Amberes, Imprenta Plantiniana, 1600, p. 58.
17
Boucher, J.: Oraison funèbre sur les trespas de feu très noble et très valeureux ; Messire Chrestien de Sauigny,
Seigneur de Rône, Mareschal de France, & faissant la charge de Mareschal de Camp général de l’armée de sa
Maiesté Catholique, Bruselas, Iean Mommaert, 1596, pp. 46-47.
18
Desde Sevilla vendrían los agentes de los Cromberger, para fundar la que sería la primera imprenta del Nuevo
Mundo, donde también prevalecería durante el XVI la misma lógica de circulación desde otros reinos, que había
llevado al alemán Jacobo Cromberger junto con Meinardo Ungut (que venía de Nápoles) y Stanislao Polono
(de evidente origen polaco) a instalarse en la ciudad bética. Sobre los Cromberger sigue siendo imprescindible
el libro de Griffin, C.: Los Cromberger la historia de una imprenta del siglo XVI en Sevilla y Méjico,Sevilla,
Ediciones de Cultura Hispánica, 1991.
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para intentar desarrollar una conciencia propia de su singularidad y eminencia dentro


de un mundo que reclamaban como plenamente suyo; una conciencia que, por lo
tanto, se esforzaba en ser perceptible para los lectores de otros territorios19.
En realidad, y desde muy pronto, los libros habían creado un vínculo con la Nueva
España suficientemente fuerte como para poder cimentar su propia definición. En un
territorio tan extenso como el de la Monarquía hispánica, ¿qué significa la llegada
de los libros europeos primero y la imprenta después para un reino tan lejano?¿En
qué tipo de mundo se había transformado esa tierra golpeada por la conquista, y qué
pretendía comunicar a través de sus propias ediciones? La complejidad de la herencia
fundadora siempre estaría ahí y habría de resultar muy maleable, dado que el reino
se identificaría con respecto a la dualidad de su pasado indígena y de la voluntad
de insertarse en los tiempos de la Monarquía hispánica. De hecho, hasta hoy día la
visión de sí nunca ha dejado de bascular entre esos dos polos, solo en apariencia
irreconciliables. Sin embargo, ambas presencias se integraron en una cotidianeidad
contradictoria, generando saberes propios a su experiencia singular de conversión,
de adaptación y de continua dilatación de sus fronteras.
En las primeras décadas, la escritura formó parte de un proceso de apropiación
de la realidad, donde una población indígena diezmada y las élites supervivientes
comenzaron a integrar las nuevas formas europeas y la religión cristiana gracias al
aprendizaje del triple recurso de la oralidad, la lectura y de la escritura. Por supuesto
las imágenes no fueron estables y en un reino nacido en la violencia, la figura de
Cortés, que antes había personificado la propia Conquista20, adquirió para el último
tercio del siglo una dimensión simbólica que representaba a las fuerzas bélicas de la
propia Monarquía, capaces de extenderse hasta los confines del mundo conocido y
por conocer21. El ímpetu de la imagen del “Gran Conquistador” seguiría disipándose
en el XVII, cuando la nobleza novohispana buscó definir el honor colectivo del
reino, y el suyo propio, más por su naturaleza hereditaria que por una empresa bélica
relativamente reciente, apelando también a la reivindicación creciente del carácter
imperial y civilizado del mundo prehispánico22.

19
 Para una identidad que se forjaba en la confrontación y que se representaba en libros y grabados, véase Junot,
Y., y Kervin, M.: “La question des appartenances au long de la frontière sud des anciens Pays-Bas (fin XVè.- fin
XVIIè siècle) : les enjeux des identifications”, en Soen, V., Junot, Y., Mariage, F. (coords.): L’identité au pluriel :
jeux et enjeux des appartenances autour des anciens Pays-Bas, XIVè-XVIIIè siècles. Identity and Identities:
belonging at Stake in the Low Countries, 14th-18th Centuries, Villeneuve d’Ascq, Revue du Nord, 2014.
20
La figura de Cortés fue impulsada sin duda por la lectura de la obra de Francisco López de Gómara, cuya
Historia de las Indias y conquista de México tuvo una serie de impresiones y traducciones:se publicaron cuatro
ediciones en español en Amberes en los talleres de Juan Bellero, Juan Steelsio y Martín Nucio. La primera
edición italiana se realizó en Roma en 1556 por Augustino Cravaliz y en Venecia se hicieron sucesivas ediciones
en 1557, 1560, 1565, 1573, 1576 y 1599. La primera edición en francés es del año de 1568 y en inglés en
1578. Esta obra también fue traducida al náhuatl por Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin
y fue publicada hasta 1826 por Carlos María Bustamante. Sobre esta traducción, véase: Schroeder, S. y otros
(eds. y trads.): Chimalpahin’s Conquest. A Nahua Historian’s Rewriting of Francisco Lopez de Gomara’s “La
conquista de Mexico”, Stanford, Stanford UniversityPress, 2010.
21
Para esta época, Francisco de Valdés, uno de los escritores veteranos de la guerra de Flandes, ya lo había
incluido en El Espejo y disciplina militar (1578), considerando al conquistador como a uno de los grandes
militares de la Monarquía. Su fama era tal que incluso Pierre de Bourdeille, señor de Brantôme, dejó testimonio,
en sus Rodomontades et les jurements des Espagnols (escritas alrededor de 1600) de su admiración por las
proezas de la conquista de Cortés.
22
García Martínez, B.: El marquesado del Valle. Tres siglos de régimen señorial en Nueva España, México, El
Colegio de México, 1969; Schwaller, J. F.: “Tres familias mexicanas del siglo XVI”, Historia mexicana, vol.
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Pero este largo proceso tuvo un hito fundamental, un momento en el que la


Conquista (empañada ahora por el efecto de la represión de la conjura del segundo
marqués del Valle) ya no bastaba si se quería poner a Nueva España en el mapa
de las tierras eminentes y dotar a sus habitantes de las mismas calificaciones que
reclamaban los naturales de los otros reinos. Pero la imprenta trataría de darle vuelta
a las tornas. Más allá del periodo de las fundaciones y de la creación de un mercado
interno marcado por la publicación prioritaria de obras de evangelización, interesa
sobre todo resaltar aquí que lo que pasó hacia el último tercio del siglo XVI fue un
momento de ruptura. Los años de 1571-1572 resultan significativos no solo por la
llegada de la Inquisición y de los jesuitas, sino porque a partir de ese momento el
proceso de apertura generado por el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo
estaba terminando, gracias a una normalización administrativa (iniciado con la
llegada de la primera Audiencia en 1527 y consolidada a partir de la década de 1570)
por un lado, y por un recrudecimiento en las restricciones para la circulación de
información del Nuevo Mundo. Todo ello pugnaría por cambiar la imagen no solo al
exterior, sino al interior mismo del reino23.
A la llegada del Santo Oficio, la capital del antiguo señorío mexica estaba en
profunda transformación. En el palacio del arzobispado y en los edificios adyacentes
que ocupaba la Real Universidad todavía se veían los basamentos de lo que había sido
la gran pirámide del centro ceremonial. La nueva catedral estaba en construcción y
las mutaciones de la ciudad estaban creando muchos problemas: para entonces ya se
había presentado un documento indígena conocido como Códice Osuna que recogía
las acusaciones de los gobernadores y los regidores indígenas contra el virrey y
otras autoridades por distintos abusos, problemas y deudas en servicios prestados
y no pagados dentro de esa gran empresa24. Este tipo de textos incorporaba tanto el
relato en imágenes, realizado por los tlacuilos, como glosas explicativas en náhuatl y
castellano, ejecutadas por los indígenas traductores que ya manejaban con maestría
el alfabeto latino, y caracterizarían lo que sería el mundo heterogéneo ligado a la
escritura y a la producción de manuscritos. Juntos con los libros, los manuscritos y
códices estaban satisfaciendo las necesidades, culturales y jurídicas, de los distintos
colectivos que conformaban la élite del reino25. En un proceso acelerado, la letra
y la imagen serían, junto con la oralidad, los soportes de la transmisión de ideas y
conceptos. Las élites indígenas, ya totalmente integradas, utilizaron con frecuencia

31, 2 (Oct.-Dic.,1981), pp. 171-196; Talaván, M.: “La nueva nobleza titulada de España y América en el siglo
XVIII (1701-1746). Entre el mérito y la venalidad”, Revista Complutense de Historia de América, 39 (2013),
pp. 310-313; Raminelli, R.: “‘Los límites del honor’. Nobles y jerarquías de Brasil, Nueva España y Perú, siglos
XVII y XVIII”, Revista Complutense de Historia de América, 40 (2014), pp. 45-68.
23
Desde 1532 la Audiencia pidió ayuda a los frailes para obtener información los indígenas, su sistema político y
económico, sus costumbres y creencias, aunque los estudios etnográficos ya se habían iniciado desde la llegada
de los primeros franciscanos que se interesarían tanto por las tradiciones y técnicas indígenas como por sus
códices y documentos, desde los trabajos de fray Andrés de Olmos y Motolinía, hasta fray Bernardino de
Sahagún. Este proceso tendría un declive desde la década de 1570, después de la creación de códice Florentino.
Véase Baudot, G.: Utopía e historia en México, Madrid, Espasa-Calpe, 1983.
24
Cortés Alonso, V.: Pintura del gobernador, de los alcaldes y regidores de la Ciudad de México, estudio y
transcripción, Madrid, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, D.L. 1973-1976.
25
Escalante Gonzalbo, P.: Los códices mesoamericanos antes y después de la Conquista española. Historia de un
lenguaje pictográfico, México, Fondo de Cultura Económica, 2010.
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este recurso para mediar la traducción en todos sus documentos, incluyendo sus
procesos judiciales y quejas26.
Con el final del monopolio de los Cromberger sobre la imprenta en la década de
1550, varios impresores fundaron talleres en la ciudad, por lo general dedicados a las
necesidades de la evangelización, aunque ya se estaba ampliando el tipo de producto
que salía de las prensas mexicanas. Dos obras del emprendedor cronista y canónigo
Francisco Cervantes de Salazar, los Commentaria in Ludovici Vives Exercitationes
Linguae Latinae (Juan Pablos, 1554) y el Túmulo imperial de la gran ciudad de
México (Antonio de Espinosa, 1560), buscarían redibujar la manera cómo el reino
se vería desde mediados del siglo XVI. Ahora la capital era presentaba como una
ciudad heredera de una civilidad avanzada ganada gracias a la empresa cortesiana27
y también como una ciudad imperial, fundada bajo la soberanía del César Carlos,
que celebraba sus exequias como en todas las villas de la Monarquía. La imprenta
se convertía así en el medio de presentar las nuevas visiones de sí que se buscaban
construir, algo que resultaría más sencillo dado que a partir de entonces, el oficio se
diversificaría hasta el final del siglo con nuevos impresores, sobre todo extranjeros,
tal y como sucedía en la Península, originarios de Francia como Pedro Ocharte,
o de Flandes como Cornelio Adriano César, formado en los talleres de Cristóbal
Plantino28.
Aunque la producción de libros seguía orientada hacia el consumo local, sobre
todo de obras de evangelización (las tan necesarias gramáticas y doctrinarios), la
existencia de una estructura editorial invitaba a ampliar a nuevos temas y éstos no
solo serían americanos. Esto se verificaba en el nuevo siglo con la obra del ambicioso
bachiller y canónigo de Tucumán Bernardo de la Vega sobre las grandezas de los
virreinatos de Nueva España y Perú (Relación de las grandezas del Pirú, México i
los Ángeles, Melchor Ocharte 1601). Resulta significativo que su preocupación no
se limite solo a definir los reinos americanos, sino que también pudiera escribir la
relación de un hecho central en la política del rey católico: el cerco de París de 1590
por Enrique IV29. Al parecer, puesto que hoy día no se conoce ya ningún ejemplar
de esta obra que nos permitiera entender estas conexiones, De la Vega podía pensar
América y Europa a la vez, y hacerlo además desde las Indias. Para él, y para sus
protectores del cabildo de la ciudad de México30, París y Nueva España eran tanto
26
Cunill, C.: “Un mosaico de lenguas: los intérpretes de la Audiencia de México en el siglo XVI”, Historia
mexicana, volumen LXVIII, 1 (julio/septiembre 2018), pp. 7-48.
27
En los Commentaria de Cervantes de Salazar, en sus paseos por esa ciudad de México de 1554, todavía se veían
los vestigios de la ciudad antigua y de los bergantines de Cortés.
28
En este periodo donde los impresores venían de Francia, Alemania y los Países Bajos, algunos fueron
sospechosos de filo-protestantes. Fue el caso del impresor francés Pedro Ocharte y Cornelio Adriano César.
Véase la transcripción del proceso de Pedro Ocharte (1572) en Fernández del Castillo, F.: Libros y libreros en
el siglo XVI, México, Archivo General de la Nación, Fondo de Cultura Económica, 1982, pp. 85-141; Cornelio
Adriano César fue procesado en 1598, Archivo General de la Nación (AGN), Inquisición, vol. 27, exp. 7.
29
Carrera Stampa, M.: “Una obra mexicana del siglo XVII (1601) desconocida”, Revista Iberoamericana, vol.
XIV, 27 y 28 (junio-octubre 1948), pp. 109-116.
30
Según las actas del Cabildo del 18 de julio: “E visto por la ciudad dijo: que attento que le consta quel libro
que el canónigo Bernardo de la Vega tiene compuesto e ymprimir con licencia del señor visorrey, trata de las
grandezas desta ciudad cuya memoria importa quede siempre viva y no se oscurezca, con los largos tiempos, lo
qual siempre pretenden las repúblicas bien ordenadas que desean que sus principios y grandezas permanezcan lo
qual siempre procuran, y lo mismo los príncipes y aún tienen por buena suerte hallar escriptores y poetas que lo
saquen a luz, acuerda al dicho bernardo de la vega, autor del dicho libro se le den para su ympresión seiscientos
pesos de oro común y para que los cobre se le de luego libranza”. Cf. Supra, p. 112. Sin embargo, también hay
Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107 91

actores como observadores implicados por la potencia de las acciones del rey
Prudente. Así que, en su paso por México de camino a España, De la Vega muestra
cómo ese vasto mundo de guerras de religión también se seguía con interés desde los
reinos indianos, tanto como los reinos indianos llegaban con un efecto de exotismo
épico (o una nueva civilidad cristiana si pensamos en Boucher) a las tierras del rey
Cristianísimo.

Un cosmos abierto a la transformación. Nueva España imagina un mundo y se


retrata en él

Cerrándose el tiempo de fundaciones, dos tipos de temáticas aparecían consolidadas


para fines del XVI: por un lado, la ciudad-capital como símbolo del reino dentro
de un territorio en proceso de colonización y por otro, la recuperación de la figura
de su conquistador, enarbolada por los beneméritos. Éstos, los hijos y nietos de
conquistadores, se volvieron mecenas de obras literarias en Madrid.31 Hacer presente
su visión del mundo en la Corte era urgente dado que su nobleza, los servicios de la
conquista, y su base económica, la encomienda, estaban siendo amenazadas. Si la
nueva legislación anunciaba la caducidad de las segundas, la irrupción de la nobleza
sanguínea o de oficio de la que alardeaban los funcionarios reales procedentes de
la Península relativizaba la importancia de la primera. Más aún, dada la sombra de
deslealtad que había traído la figura de Martín Cortés. Casi a la desesperaba buscaban
poner actualidad a sus méritos para reclamar nuevas gracias y beneficios tanto por la
antigua conquista como por las nuevas anexiones de tierras hacia el norte de reino;
era necesario reverdecer laureles si se quería seguir luchando por la perpetuidad de
las encomiendas32.
Frente, o junto a ellos, los recién llegados desde España apostaron no por el
pasado, sino por un presente en el que podían ser más competitivos y por lo que
no dudaron en desarrollar una literatura que mostrase cómo el reino y su capital se
podían homologar con otros espacios en dignidad y crédito, lo que fue un medio para
que éste se incorporara en las tendencias de imprenta vigentes en otras partes del

un comentario en el acta del Cabildo del 28 de julio, en la cual se le otorga al autor la suma de 600 pesos de oro
común y se le pide, que una vez impreso el libro, llevase dos ejemplares para que se guardaran en el archivo de
la Ciudad. Guía de actas del Cabildo de la Ciudad de México. Siglo XVI, México, FCE, 1970, p. 931.
31
La Nueva España no dejaría de insistir en la importancia del extremeño y de su increíble conquista, que pensaban
obligaba a la Metrópoli a continuar dando mercedes. Bajo los auspicios del segundo y tercer Marqués del Valle,
Martín Cortés y su hijo Fernando, se publicó la Primera parte del Cortés valeroso (1588) escrita por un joven
poeta, Gabriel Lasso de la Vega, pariente lejano de Garcilaso, que fue seguida de una segunda parte llamada La
Mexicana (1594), que a pesar de los defectos de su factura literaria, estaría en la biblioteca del conde-duque de
Olivares. Dadson, T. J.: “La presencia del Nuevo Mundo en bibliotecas particulares españolas del Siglo de Oro.
Los inventarios”, en Arellano, I.: Las Indias (América) en la literatura del Siglo de Oro, Kassel, Reichenberger,
1992, pp. 226-228.
32
Este sería uno de los motivos que llevaría a algunos novohispanos a la Corte de Madrid para luchar por sus
privilegios, consiguiendo que se aceptara la prolongación de otras dos vidas más para la posesión de encomiendas
a principios del XVII, es decir, de una cuarta vida durante el gobierno del virrey Martín Enríquez, y la quinta
con el virrey Marqués de Cerralbo. La cuarta vida se logró mediante la Real Cédula del 4 de marzo de 1607,
y la quinta vida por cédula dada en Madrid el 5 de abril de 1629.  Cedulario indiano, recopilado por Diego de
Encinas; estudio e índices por Alfonso García Gallo, Madrid, Cultura Hispánica, 1945-1946. Se remite aquí al
excelente trabajo de Martínez Martínez, E.: “Nostalgia de la encomienda. Releer el Tratado del descubrimiento
de Juan Suárez de Peralta (1589)”, Historia mexicana, 234 (octubre-diciembre 2009), pp. 533-603.
92 Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107

Imperio. La importancia de Nueva España se podía reclamar por las posibilidades


económicas, geográficas y simbólicas que representaba respecto al conjunto imperial
donde se integraba. A pesar de las particularidades de los mercados, se generó una
nueva imagen relacionada con su ubicación estratégica de paso entre continentes, por
su tamaño y los recursos que proveía. Entre Filipinas y la Vieja España el lugar de
la Nueva era pues proclamado como decisivo. La identidad de sus naturales, fueran
españoles o indios, se vería pues delimitada por glorias pasadas, por sus grandezas
presentes y sus posibilidades futuras. En este contexto, algunos escritores empezaron
a ver el mundo a través del prisma de la Monarquía y de su propia complejidad,
buscando dar una respuesta a un cosmos cambiante y cada vez más extenso.
La nueva geografía de la Nueva España, con sus expansiones hacia el norte y
hacia el oeste, hacia Filipinas, había creado nuevos mercados para la circulación de
libros y para la fundación de nuevas imprentas. Para fines del siglo XVI y principio
del XVII se había desarrollado, gracias al trabajo de las órdenes y sobre todo a raíz
de los martirios en Japón (en los de Nagasaki de 1597 murió el novohispano Felipe
de Jesús, que pronto sería beatificado) y de los jesuitas a manos de los indios en los
territorios de Nueva Galicia una conciencia de una tierra, no solo con una vocación
civilizatoria, sino incluso dispuesta hacia la santidad que sancionaba su centralidad
geográfica33.
Además, los inicios de siglo XVII coincidirían en el reino de Nueva España con
un periodo de crecimiento económico, por lo que se volvió un punto de atracción de
artistas y técnicos europeos34. En sus ciudades y reales de minas se había concentrado
una nueva élite que no solo tenía tierras y el usufructo de la extracción, sino que
también sostenía actividades comerciales35. Para entonces los temas estaban en
eclosión y los textos buscaban dar coherencia a una Nueva España que necesitaba
comprenderse en el entramado imperial. Así, nada tiene de extraño que surgieran
(como en otras partes) textos sobre la grandeza de la ciudad, su situación dentro
del mundo y la influencia de su geografía, de su historia, además de las reflexiones
sobra las lenguas y su origen, y la ortografía de una lengua castellana cada vez más
importante como medio de comunicación. Resulta significativo que, en esos textos de
principios del XVII que se publicaron en la ciudad de México, los autores incluyeran
por primera vez su retrato como un preámbulo en el que en la proclamación de una
identidad territorial se ligaba a la definición de la suya propia.
La cabeza del reino de Nueva España se quería medir en el espejo no solo frente a
Lima o Cuzco, sino también ante las urbes europeas. La insistencia en su magnificencia
y dignidad reflejaban la concepción de la ciudad como centro estructurador y difusor
de cultura. En ese contexto, el cabildo de la ciudad de México adquiría conciencia
de la importancia de la capital y comenzaría a sufragar obras que le parecía tenían
una pertinencia para reflejar su cosmopolitismo, fidelidad e integración dentro de los
valores del Imperio. Para el ayuntamiento era ya claro el lugar que debían ocupar

33
Los jesuitas hicieron una avanzada en esta zona minera desde Guanajuato y Zacatecas hasta la Nueva Galicia
para evangelizar a los indios rebeldes. En Sinaloa, se recogieron los primeros mártires, entre ellos el famoso
padre Gonzalo de Tapia, muerto y despedazado en 1594. Gutiérrez Casillas, J.: Mártires jesuitas de la provincia
de México, México, Tradición, 1981, pp. 61-71; Rubial García, A.: “El papel de los santos jesuitas en la
propaganda de la Compañía de Jesús en Nueva España.”, Historia Social, 1 (2009), pp. 147-165.
34
De la Maza, F.: La ciudad de México en el siglo XVII, México, FCE, 1968.
35
Schell Hoberman, L.: Mexico’s Merchant Elite, 1590–1660: Silver, State and Society, Durham y Londres, Duke
University Press, 1991, pp. 216-217.
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las capitales de los virreinatos, y que era imperativo darlo a conocer. Al igual que
en tantas ciudades europeas y americanas, el género de historia local haría de éste
su momento en América, ya que dentro de este mismo espíritu se editaron una serie
de obras publicadas a la mayor gloria de la ciudad de México. Pero no solo estaban
tomando conciencia las autoridades de las ventajas de la imprenta.
El retrato literario de la ciudad y el físico del autor formaban una simbiosis
novedosa en América, queriendo reforzar el paralelismo entre las grandezas de
ambos. Recordemos que en Europa ya había una larga tradición de valoración de los
escritores como glorias locales. En Italia, por ejemplo, en algunos estados los artistas
formaban parte de un patrimonio cultural, lo que le permitió a Vasari incorporarlos en
sus Vidas36, a Paolo Giovio en su Elogia doctorum virorum37 y ya principios del XVII
en los Países Bajos, Karel van Mander, pintor originario del sur de Flandes, en su
Schilder-boek38. En consonancia con esos modelos de grandes vidas, Nueva España
ya había estado representada desde el Renacimiento. A partir del descubrimiento de
la gran México-Tenochtitlan, su emperador Moctezuma, cuya trágica suerte iba a
encender la imaginación durante varios siglos, fue incluido magníficamente por el
franciscano André Thevet en su repertorio de hombres ilustres39. Ahora los escritores
novohispanos reclamarían su lugar en el firmamento de las glorias locales por su
utilidad a la república como hombres de pluma.
Desde las distintas facetas del discurso, varios autores plantearían sus alegatos
en la primera mitad del XVII, conscientes del papel del autor que presenta su
propia obra: Bernardo de Balbuena, Baltasar de Echave Orio, Mateo Alemán, fray
Juan de Torquemada, Diego de Cisneros, Arias de Villalobos y María de Estrada y
Medinilla. En un reino orgulloso de tener raíces de nobleza, estos autores harían
una reivindicación a favor de sus glorias, de la idoneidad de su emplazamiento y de
su importancia dentro de las discusiones sobre la diversidad de sus naciones y de
lenguas. Como hemos dicho, esto no fue privativo de Nueva España, pero al sumarse
a la corriente de la construcción literaria de las ciudades40, los escritores naturales o
residentes en México tuvieron que definir su tierra y afirmarse ellos mismos. Y es ahí
donde se puede comprender hasta qué punto se veían como singulares, y/o como un
caso excelente dentro de un modelo global.

El retrato de un nuevo mundo

Si bien, como hemos visto, el autor se siente ya identificado con la ciudad que lo
alberga, tampoco puede soslayarse de una conciencia espacial mayor, de una cierta

36
Von Schlosser, J.: “Origine des vies. Rapports entre la première et la seconde édition”, en La littérature
artistique, París, Flammarion, 1999, pp. 309-356.
37
Campbell, L.: La peinture des portraits en Europe aux XIV, XV, et XVI siècles, París, Hazan, 1991.
38
Miedema, H.: The Lives of the Illustrious Netherlandish and German Painters, from the First Edition of the
Schilder-boeck (1603-1604), preceded by the Lineage, Circumstances and Place of Birth, Life and ..., from the
Second Edition of the Schilder-boeck (1616-1618), Soest, Davaco, 1994-1997.
39
Thevet, A.: Les Vrais Pourtraicts et vies des hommes illustres, grecs, latins et payens recueillis de leurs tableaux,
livres, medailles antiques et modernes, París, G. Chaudière, 1584.
40
Kagan, R.: Imágenes urbanas del mundo hispánico (1493-1780), El Viso, Madrid, 1998; Marcos Martín, A.:
“Percepciones materiales e imaginario urbano en la España moderna”, en Fortea Pérez, J. I. (ed.): Imágenes de
la diversidad. El mundo urbano en la Corona de Castilla (s. XVI-XVIII), Santander, Universidad de Cantabria,
1997, pp. 15-50.
94 Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107

mirada cartográfica41. Quizá el primer mapa de la ciudad de México fue el que hizo
Samuel Champlain para ilustrar su diario, en su visita a las Antillas y a la Nueva
España entre 1599 y 160142. Los mapas todavía tenían una visión idealizada, pero
sin duda transmitían en el caso de la ciudad de México su esencia lacustre, y cómo
desde esas aguas se había levantado una ciudad europea, con todos los elementos
e instituciones que la harían meritoria de ocupar un sitio entre las capitales de la
Monarquía.
Sus autores empezaron a identificarse con las cualidades del reino, y sobre todo,
de su ciudad capital, a reclamar un honor colectivo del que eran partícipes. Aunque
sin duda México no era como Sevilla o Valladolid, y ciertamente como ninguna
ciudad italiana con la impronta de la antigüedad romana, sí era sorprendente por
su diversidad, por sus vestigios de la ciudad mexica, por su heterogeneidad racial y
lingüística. La conciencia de un espacio singular, siempre híbrido pero imaginado
como un mundo europeo, generó en el papel impreso una definición literaria
(Balbuena), una definición lingüística (Echave Orio y Mateo Alemán), una definición
científico-cosmológica (Cisneros, Enrico Martínez), una definición histórica (fray
Juan de Torquemada) y finalmente una definición alegórico-política y literaria
(Arias de Villalobos y María de Estrada). Era un repertorio de publicaciones que
se extendería hasta mediados del XVII en la que se incluía una verdadera reflexión
sobre la Monarquía, incluida la lengua española que se está aún consolidando y que
fundamenta un crecimiento cultural dentro de la diversidad de las Indias43.
La representación de los distintos grupos que formaban la Monarquía hispánica
favorecieron los retratos colectivos, tanto de grupos religiosos como lo harían los
franciscanos desde la publicación de la Retórica cristiana de fray Diego Valadés
(Perugia, 1585) hasta la publicación posterior de Torquemada La Monarquía indiana
(Sevilla, 1615), o bien de las colectividades sobrentendidas en las obras lingüísticas.
Nueva España también participa, desde su naturaleza intrínseca, en un retrato global.
Se trataba de una historia de la conversión de sus naturales, que también incluía un
registro puntual de sus orígenes religiosos y políticos desde la época precolombina
hasta su nueva fundación y sus virreyes que daban una cierta continuidad histórica,
sobre todo a través del trabajo de los religiosos que eran el puente entre ambos
mundos. Torquemada no solo integraba los trabajos de Olmos, Motolinía y Mendieta
en su gran obra, sino que contaba con documentos indígenas para realizar su crónica,
además de la colaboración de un grupo importante de nahuatlatos e informantes como
Jacobo de Mendoza Tlaltenzin y Alfonso Izehuezcatocatzin, e incluso de Antonio
Valeriano, informante de Sahagún y cuñado del historiador indígena Hernando de

41
Recordemos que desde la llegada de los españoles, y a pesar de su proceso de destrucción, los códices antiguos
resultaron de mucho interés sobre todo por la información cartográfica que podría ofrecer, además del registro
de sus asuntos civiles. Cf. Escalante Gonzalbo, op. cit. (nota 25), pp. 103-124.
42
El manuscrito de este diario se conservaba en Dieppe en la colección de M. Teret, bajo el título: Brief discours
des choses Plus remarquables que Samuel Champlain de Brouage a reconnuauxYndes Occidentales….Lo más
representativo del mapa es el “Lac du Mexique”, en el cual está la ciudad de México con edificios y minaretes,
y ocho poblados alrededor. Toussaint, M., Gómez Orozco, F. y Fernández, J.: Planos de la ciudad de México.
Siglos XVI y XVII, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-Universidad Nacional Autónoma de México,
Departamento del Distrito Federal, 1990.
43
Venegas, A.: Tractado de orthographía y accentos en las tres lenguas principales, (Toledo, 1531), contraposición
de la lengua castellana a las lenguas clásicas, latín, griego y hebreo; Villalón, C. de: Gramatica Castellana: Arte
breve y compendiosa para saber hablar y escrevir en la lengua castellana congrua y deçentemente, Amberes,
1558.
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Alvarado Tezozómoc. Para el oficial Juan Díaz de la Calle, del Consejo de Indias y
muy cercano a Antonio de León Pinelo, la Monarquía indiana sería uno de los libros
vertebradores para conocer el Nuevo Mundo44.
A casi cien años de la caída de la ciudad mexica, su realidad lacustre y la
confrontación con su imagen mítica seguían causando discursos divergentes, sobre
todo frente a sus continuas inundaciones45. Fue una capital en continuo cambio
la que atraería al canónigo Bernardo de Balbuena (Valdepeñas, 1568) desde las
fronteras conflictivas del reino de Nueva Galicia a la ciudad de México46. Esas
fronteras, que eran uno de los objetivos más importantes de la evangelización de los
indios rebeldes desde finales del siglo XVI, también era objeto de una búsqueda de
continuidad con la historia pasada y presente del reino, y con la misión salvífica de
la Monarquía Hispánica. Así que desde la frontera, la ciudad era su centro, el lugar
donde había primado la civilidad desde antiguo y donde ahora brillaba su capital,
una villa rica y exuberante, y sobre todo, digna de la grandeza de la Monarquía.
Bajo el pretexto literario de describir la capital americana a una noble señora en
la Península, Balbuena asume el encargo de hacer una suerte de guía describiendo
su hermosa estructura física, sus cualidades culturales y las posibilidades de regalo
y contento; tres categorías que conformaban a su juicio una gran urbe e incluso
más. La grandeza mexicana (escrita en 1602-1603 y publicada en 1604 en dos
ediciones contemporáneas en las imprentas de Melchor Ocharte y la de Diego
López Dávalos) parecía sugerir, por todo lo que se podía encontrar en ella, como
un sitio privilegiado de cruce de caminos, el lugar donde se hallaban las mayores
riquezas entonces imaginadas: desde la plata de América a las especias, las telas de
Cambrai, las piedras preciosas y marfiles de Asia. En su hipérbole literaria se define
a esta capital americana como receptor de riqueza a través del comercio, como un
productor de cultura a través de sus colegios y Universidad, y todo ello gracias a
la concordia de su gobierno y la solidez de sus grupos religiosos. Un mundo de
mundos. Más allá de la hipérbole literaria se trataba de una respuesta a una sensación
de complejidad, de variedad, de policromía a la presencia de poblaciones europeas,
nativas, africanas y asiáticas que se daban cita en este reino, en los contrastes de gran
riqueza y dispendio y la pobreza de algunas comunidades, pero donde prevalecía
una aspiración a la fortuna y al ascenso social. Era una respuesta a una percepción
particular del espacio, y a una sensación de expansión. Y qué mejor apertura al libro
que la presentación misma del autor, un hombre de mediana edad, que miraba al
lector para anunciar la excelencia de una capital que sería el vínculo de unión entre
el artista reconocidamente talentoso, y la obra que lo manifestaba. El autor era el
mensajero de una buena nueva: el Nuevo Mundo como un nuevo paraíso, no solo

44
Gaudin, G.: El imperio de papel de Juan Díez de la Calle. Pensar y gobernar el Nuevo Mundo en el siglo XVII,
México, Fondo de Cultura Económica y Colegio de Michoacán, 2017, pp. 206-206.
45
Relación de la inundación de la Laguna de México y de su desagüe hecho por el marqués de Montesclaros,
México, 1607. Las obras del desagüe para impedir inundaciones (a cargo de Enrico Martínez y Adrian Boot)
serían tan importante que incluso Juan Ruiz de Alarcón incluiría una referencia en su obra de teatro El semejante
a sí mismo, en Obras completas de Juan Ruiz de Alarcón I, México,Fondo de Cultura Económica, 1977, pp.
352-354.
46
Balbuena, B.: Grandeza mexicana, México, Melchor Ocharte, 1604; Balbuena, B.: Grandeza mexicana, México,
Diego López Dávalos, 1604; la obra clásica sobre Balbuena: Rojas Garciduenas, J.: Bernardo de Balbuena. La
vida y la obra, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-Universidad Nacional Autónoma de México,
1958.
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por su naturaleza y belleza, sino por ser receptor de todas las maravillas capaces de
ser creadas por los grandes artistas y artesanos del orbe, y que se daban cita allí47.
Y podemos pensar que la ciudad de México de principios del XVII podía
verse como una metrópolis y casi un paraíso si pensamos en la perspectiva de Nueva
Galicia (todavía espacio de auténtica colonización y conquista), por un lado, y por
otro, en continua transformación debido también a la producción de plata cuyos
reales de minas en esos inclementes territorios del norte habían sido fundados por
contingentes vascos como Cristóbal y Juan de Oñate en el siglo XVI, una comunidad
que tendría cada vez mayor influencia en el reino48. Estos grupos que tenían un peso
creciente en la economía del virreinato habían propiciado la llegada de artistas como
Baltasar de Echave Orio, que procedente de Italia y de Sevilla se había ido a trabajar
a la ciudad de México en casa del pintor Francisco de Zumaya, que luego sería su
suegro49. Entre sus clientes estarían los jesuitas y los franciscanos, que continuaban
fundando colegios y conventos. Con esos antecedentes, dos caminos de amplia
posteridad se abrirían a partir de su obra. Fue autor de la primera pintura conocida
de la Virgen de Guadalupe, que data de 1606, y el primero en publicar una reflexión
sobre su lengua, en ese ambiente de aprendizaje y reflexión sobre las lenguas dentro
del trabajo de evangelización de las órdenes. Su Discurso de la antigüedad de la
lengua cántabra fue publicado en 1607. Su retrato estaría en los preliminares donde
mostraría los símbolos de sus dos oficios, el pincel y la pluma, enmarcado en una
leyenda sobre la patria, en donde se sitúa al mismo nivel de su devoción y de su arte,
especialmente cuando ya tenía una tierra nueva, pero en la que seguían resonando
los ecos de su patria Vizcaya50. El alegato a favor de la patria natural implicaba
lógicamente la referencia a la limpieza de sangre, apuntalada sobre la antigüedad
del idioma, considerado por el autor el idioma más puro y antiguo de la Península lo
que implicaba una dignidad colectiva mayor. La transformación de la lengua vasca
a lengua culta a través de la escritura fue un fenómeno del siglo XVI. A pesar de
ello, Echave eligió el español, para hacerla más accesible al reino, y tal vez también
porque otras lenguas todavía implicaban dificultades en su expresión escrita y no
tenían la misma fuerza de circulación. Estamos en un momento en que las reglas
ortográficas se están apenas fijando, pero que eran un elemento de reflexión tanto en
Europa como América51.
Llevado por esos vientos, en 1608 Mateo Alemán se embarcaba en Sevilla
hacia la Nueva España, transportando consigo un solo manuscrito: una obra sobre
la ortografía del castellano, dejando atrás sus obras más exitosas, que seguían

47
Sobre la construcción de la idea de paraíso terrenal, véase Martínez Arancón, A.: Geografía de la eternidad,
Madrid, Técnos, 1987.
48
Garritz, A.: Los vascos en las regiones de México. Siglos XVI-XX, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1997.
49
Victoria, J. G.: El pintor Baltasar de Echave Orio en su tiempo, México, Universidad Nacional Autónoma
de México (Instituto de Investigaciones Estéticas), 1994; González Galván, M.: Trazo, proporción y símbolo
en el arte virreinal: antología personal, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de
Investigaciones Estéticas, Gobierno de Michoacán-Secretaría de Cultura, 2006. Tesis doctoral: Lazer, B.: The
New World, the Basque Language and the Power of Painting: the Art and Writing of Baltazar de Echave Orio,
Nueva York, New York University, 2016.
50
Echave Orio, B.: Discursos de la antigüedad de la lengua cantabra bascongada. México, Emprenta de Henrico
Martínez, 1607.
51
Quilis, M.: “Lenguas y dialectos peninsulares y su normalización en la antigua lexicografía española”,
Península: Revista de Estudios Ibéricos, no. 5 (2008), pp. 185-199.
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vendiéndose y traduciéndose en Europa, pero tal vez esa multiplicación de ediciones


escapaba a su control y no le producían muchos beneficios. La Ortografía, publicada
por Jerónimo Balli en 1609, no había salido en España por no estar terminada al
momento de su partida, pero sería una “justa cosa traer conmigo alguna con que
(cuando acá llegase) manifestase las prendas de mi voluntad. Y entre otras, elegí
solo ésta, que me pareció a propósito en tal ocasión para que por ella se publicase á
el mundo, que de tierra nueva de ayer conquistada sale nueva y verdadera manera
de bien escribir para todas las naciones”52. Su retrato al principio de la obra había ya
aparecido en la primera parte del Guzmán de Alfarache (Madrid, 1599) y después
se usó en los Sucesos de fray García Guerra (México, 1613). Nueva España era un
crisol de oportunidades, en donde las reflexiones sobre las lenguas autóctonas se
vinculaban, como en España, a un discurso de honor local ligado a los orígenes, pero
Alemán mostraba que éste era un mundo más grande y renovado, en el que por el
fortalecimiento de la lengua española se hacía necesario simplificar su ortografía.
La llegada de Mateo Alemán coincidiría con el regreso de Juan Ruiz de Alarcón
a Nueva España, marcando diferencias con los tiempos en la Península: ni la novela
ni el teatro tenían el grado de desarrollo en esas tierras, todavía espacio de expansión
y conversión en el cual las colectividades estaban definiéndose a sí mismas. Eran
tierras donde se daban las consecuencias de sus propias contradicciones, desde las
violentas revueltas de esclavos (1612), a la visita de los embajadores japoneses en su
paso a España que impresionó a los habitantes de la ciudad (1613), y que el cronista
indígena Chimalpahin no dejaría de anotar en su Diario53.
En ese contexto, los franciscanos harían la obra más ambiciosa, reflexionando
sobre la identidad cultural de reino, con base tanto en las investigaciones etnográficas
desarrolladas por fray Bernardino de Sahagún y en las hagiografías de los religiosos
que habían logrado la conversión. Ambas vertientes se conjuntaron en la Monarquía
indiana, impresa en Sevilla en el taller de Matías Clavijo en 161454. Partiendo de la
consideración de que en el mundo todos los hechos estaban conectados, era en esta
globalidad que tenían sentido tanto las culturas indígenas como su conversión al
Cristianismo. La columna vertebral de esta “crónica de crónicas” era la descripción
de las vidas, desde los primeros Doce franciscanos hasta las figuras señeras de
final del siglo XVI, testimoniando una continuidad en su vocación de conversiones
tocada por la excepcionalidad. La imagen en el frontispicio incorporaba al libro el
retrato (una copia de un grabado presente en la Retórica cristiana de Valadés55), ya
presente en el texto: el predicador frente a una gran audiencia, compuesta por indios

52
En la edición original, en la introducción “M. A. à Mejico”, Ortografia castellana. A don Ivan de Billela, del
consejo del rei nuestro señor, presidente de la real audiencia de Guadalajara, visitador jeneral de la Nueva
España. Por Mateo Aleman, criado de su majestad. México: Emprenta de Ieronimo Balli, 1609. Por Cornelio
Adriano Cesar.
53
Fernández Gómez, M.: “La misión Keicho (1613-1620). Cipango en Europa: una embajada japonesa en la Sevilla
del XVII”, Studia histórica, 20 (1999), pp. 269-296; Chimalpahin, D.: Diario, México, Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes, 2001, pp. 218-219. Describe la llegada de Rodrigo de Vivero con los japoneses vestidos
con kimonos y katanas; Gruzinski, S.: Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización, México,
Fondo de Cultura Económica, 2010.
54
Torquemada, J.: Monarquía indiana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 7 vols., 1975-
1983; Phelan, J. L.: El reino milenario de los franciscanos en el Nuevo Mundo, México, Universidad Nacional
Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1972.
55
El grabado se encuentra en la página 473 de la edición facsimilar: Valadés, D.: Retórica cristiana, México,
Fondo de Cultura Económica, 2003.
98 Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107

ataviados con plumas, recibiendo la palabra sagrada. Era la palabra sagrada la que
daba coherencia a esos mundos tan disímbolos que coexistían en Nueva España, y la
que la cobijaba en sus continuas desventuras.
A pesar de la imagen que quería darse de una ciudad lacustre grandiosa, la
urbe tenía en realidad grandes problemas de inundaciones, lo que llevó a plantearse
cambiar a la capital de sitio56. Por ello, las advocaciones religiosas seguían siendo
esenciales para dirigir el destino de la capital, para dignificarla. Dentro de la línea
de interés corográfico de otras ciudades de la Monarquía y dentro de un creciente
interés técnico, el Cabildo siguió financiando obras que hablaran sobre la ciudad
pero que buscaban comprender cómo gestionarla. Los criollos, buscando siempre
justificar su eminencia para ocupar puestos religiosos, políticos y académicos, habían
desarrollado un discurso en donde la singularidad del reino pasaba también por su
historia antigua (a través de la consulta de códices prehispánicos e hispánicos) que era
puesta en relación con las obras clásicas y modernas de cosmografía (incluyendo las
publicadas en Nueva España como el Reportorio de los tiempos de Enrico Martínez
de 1606). Ejemplos de ello fueron fray Juan de Torquemada y Diego de Cisneros,
éste último médico formado en Alcalá de Henares que ya había alcanzado un cierto
prestigio en la Universidad de México en 1618. El Cabildo sufragó el volumen en el
que proponía una reflexión el Nuevo Mundo que venía acompañada con una relación
astrológica que demostraba la importancia de la situación geográfica57. Hasta ese
momento, las advocaciones marianas y algunos santos y beatos (en Nueva España
se esperaba la beatificación del franciscano Sebastián de Aparicio) habían actuado
como intercesores durante epidemias y desastres naturales, entre ellos las continuas
inundaciones. Desde finales del siglo anterior, a estos remedios tradicionales
se sumaban los esfuerzos de los médicos y de las órdenes hospitalarias no solo
proponiendo algunas curas sino también reflexionando sobre el clima y su efecto en
la salud de los habitantes de la ciudad.
Diego de Cisneros llegó a la ciudad de México en 1612; seis años después ya era
un profesor reconocido por la Universidad, con lo cual su reflexión astrológica sobre
el Nuevo Mundo fue bienvenida por un Cabildo deseoso de que sus demostraciones
evidenciaran la importancia de la localización de la capital del virreinato. El retrato
del autor que abría la obra era un grabado en cobre en forma de óvalo donde Cisneros
se mostraba elegantemente vestido con traje señorial y gorguera. El óvalo tenía en
su parte superior un pico en la inferior estaba cerrado por los “finisterre” de Asia,
África y Europa. Custodiando su figura estaba un soldado con una compleja coraza
con cabeza de león y casco con plumas, un escudo y dos garzas junto a él; de otro
lado una mujer americana con una cornucopia representando la abundancia. A través
del obelisco sobre el óvalo llegaba a las esferas del cosmos. Fortuna y gloria militar
se asociaban a la abundancia, imágenes de la Europa conquistadora y de la América
providente que coronaban al autor, enlace entre dos mundos. Así, una cosmología
escrita desde la Nueva España sugería una nueva concepción planetaria que también
contemplase a los virreinatos americanos dentro del gran cielo del Imperio.

56
Uno de los estudios más completos a este respecto sigue siendo Everett Boyer, R.: La gran inundación. Vida y
sociedad en México (1629-1638), México, Sep-Setentas, 1975.
57
Cisneros, D.: Sitio, propiedad y naturaleza de la Ciudad de México (1618), México, El Colegio de México,
2004; Venier, M. E.: “Fuera del paraíso. México en el siglo XVII”, Congreso de la Asociación Internacional de
Hispanistas (no. 12: 1995, Birmingham), Actas, vol. 3, pp. 263-267.
Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107 99

Todos estos esfuerzos, en buena parte auspiciados por el gobierno de la ciudad, se


realizaban para hacer patente hasta qué punto sus tiempos eran ya los de la Monarquía.
En su papel de capital del reino, la ciudad naturalmente participaba en todos los
acontecimientos globales que marcaban los años y en 1623 juró la obediencia y
vasallaje a Felipe IV con fiestas públicas y una obra teatral, bajo la autoría del
bachiller Arias de Villalobos58. Como especialista de grandes fastos urbanos,
Villalobos se encontraba ante la posibilidad de enaltecer la capital del virreinato
en la obediencia a su soberano dentro de un texto al que llamaría El Mercurio. Esta
obra formaba parte de otra mayor, la Obediencia que México, cabeza de la Nueva
España, dio a la Magestad Católica, el rey D. Felipe IIII de Austria, nuestro Señor59.
El texto de Villalobos trataba a la vez de recordar la importancia del centenario de
la Conquista en 1621 y expresar la lealtad del reino, apelando al vínculo entre el rey
y su virrey, su representante en Nueva España. Dentro de esta obra, y dentro de su
doble naturaleza de empresario y poeta, se retrató en su Mercurio como un autor
coronado: vestido con el traje de presbítero, su dignidad eclesiástica, llevaba ceñidos
los laureles sobre la cabeza, mientras fuera del óvalo dos ángeles, sostenidos por los
ornamentos, tocaban los clarines, flanqueando a la Gloria con una segunda corona.
El escritor se veía en el espejo de una capital también glorificada a través de sus
símbolos: la ciudad lacustre era el vínculo que unía a la antigua México-Tenochtitlan
con la nueva ciudad novohispana; era un nuevo principio ofrecido al rey por Hernán
Cortés, extremeño como Villalobos, hecho que éste no dejó de resaltar.
Dentro del motivo de la capital glorificada, la literatura sobre celebraciones
no dejó de apuntar su excepcionalidad. En ésta, no podemos dejar de subrayar la
importancia de la presencia femenina, que aunque escasa, no dejó de ser original
y contundente, como lo sugieren el texto de María de Estrada y Medinilla60 para la
llegada del marqués de Villena (1640) y después el famoso Neptuno alegórico de Sor
Juana Inés de la Cruz, compuesto en honor del virrey marqués de la Laguna (1680),
los únicos textos compuestos por mujeres en la Nueva España61. De ambos, mucho
menos conocido es el de María de Estrada, una poeta que pertenecía a la buena
sociedad criolla de la que se tienen pocos datos, salvo su participación en algunos

58
Gruzinski, S.: “La ciudad mestiza y los mestizajes de la vida intelectual: el caso de la ciudad de México, 1560-
1640”, en García Ayluardo, C. y Ramos Medina, M.: Ciudades mestizas: intercambios y continuidades en la
expansión occidental siglos XVI a XIX: Actas del 3º Congreso Internacional Mediadores Culturales, México,
Condumex, 2001.
59
Villalobos, A.: Obediencia que México, cabeza de la Nueva España, dio a la Majestad Católica del Rey D.
Felipe de Austria, N(uestro) S(eñor), alzando pendón de vasallaje en su real nombre…/ Canto intitulado
Mercurio, en García, G.: Documentos inéditos para la historia de México, México, Porrúa, 1975, pp. 281-380.
60
Una de las primeras referencias se encuentra en Serrano y Sanz, M.: Apuntes para una historia de escritoras
españolas: del año 1401 al 1833, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1903, p. 402 (vol. 1); Chocano Mena, M.:
La fortaleza docta: élite letrada y dominación social en el México Colonial, siglos XVI-XVII, Lima, Bellaterra,
2000; Peña, M.: Prodigios novohispanos: ensayos sobre literatura de la Colonia, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, 2005; Zugasti, M.: “Para el corpus de la lírica tradicional. Las Fiestas de toros, juegos de
cañas y alcancías de María de Estrada y Medinilla”, en Von der Walde, L. y Reinoso, M. (eds.): Virreinato II,
México: Grupo Editorial Destiempos, pp. 279-318.
61
Neptuno alegórico, océano de colores, simulacro político, que erigió la muy esclarecida, sacra y augusta Iglesia
Metropolitana de Méjico, en las lucidas alegóricas ideas de un Arco Triunfal que consagró obsequiosa y dedicó
amante a la feliz entrada del Excelentísimo Señor Don Tomás Antonio Lorenzo Manuel de la Cerda, Manrique
de Lara, Enríquez, Afán de Ribera, Portocarrero y Cárdenas, Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, … etc.;
Que hizo la Madre Juana Inés de la Cruz, religiosa del Convento de San Jerónimo de esta Ciudad, (México,
Juan de Ribera, c. 1680).
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concursos literarios62, y quien en este texto, usa como motivo, igual que Balbuena,
la descripción de la capital y de la fiesta para una persona ausente (aquí una prima
monja). En ésta incluye un retrato literario de sí misma como protagonista de lo que
iba viendo mientras se desplazaba en la ciudad festiva por el recibimiento del alter
ego del rey63. La relación de un hecho político y social de esa envergadura está escrito
con inusitado humor y ligereza (resulta sorprendente la descripción que hace de sí
misma moviéndose con dificultad por entre la multitud, con todo y guardainfante,
en donde estuvo a punto de ser descalabrada por una piedra lanzada desde algún
balcón), aunque al final su objetivo era el mismo: recrear la fundación mítica de un
reino, que ahora se le entregaba una vez más al rey a través de su vicesoberano64.
La grandeza del reino era el corolario de la grandeza del Imperio al que
pertenecía. Una pertenencia que confirmaba su honor particular y colectivo. Este
discurso ya se había elaborado desde el texto de Bernardo de Balbuena, donde
los americanos miraban a la Nueva España como digna imagen y receptora de
los grandes imperios clásicos a través de atributos como la riqueza, la belleza y
la civilidad. Con una perspectiva distinta de su Conquista, vista ahora como una
fundación, los novohispanos pasaron por una serie de procesos complejos en los
cuales la escritura y la cultura impresa colaboraron en su propia definición de reino.
Era fácil desarrollar un sentimiento de pertenecer a una monarquía policéntrica,
con un movimiento cada vez mayor de funcionarios, religiosos y aventureros hacia
ella y de novohispanos a todas las fronteras del imperio65. Gracias a una circulación
constante de grabados y pinturas, la ciudad y el reino pudieron contar con una
gran cantidad de imágenes de referencia, y en ellos seguirían desarrollando sus
alegorías66.
Si bien, como es sabido, las órdenes religiosas habían comprendido desde el
principio la importancia de la imagen (desde los catecismos testerianos, hasta el uso
del grabado y pinturas autóctonas en sus representaciones murales conventuales67),
62
La autora incluiría un soneto dentro de la obra Los desagravios de Christo en el triumpho de su cruz contra el
judaísmo de Francisco Corchero Carreño (Juan Ruiz, 1649), una de las reacciones literarias al importantísimo
Auto de Fe de 1649, y también participaría en un concurso organizado por la Universidad sobre la Inmaculada
Concepción en 1654: Juan de Guevara, Bachiller Presbítero, Certamen poético que celebró la docta y lúcida
Escuela de los Estudiantes de la Real Universidad de México a la Inmaculada Concepción, Mexico, imprenta
de la viuda de Calderón, 1654.
63
Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla, à una Religiosa monja prima suya. De la felix entrada
en Mexico dia de S. Augustin, à 28 de Agosto de mil y seiscientos y quarenta años. Del Excellentissimo Señor
don Diego Lopez Pacheco, Cabrera, y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gouernador, y Capitán General
desta Nueua España, sin nombre de impresor.En Obras sobre la entrada del virrey López Pacheco, 1640. (Ms.
British Library, General Reference Collection 1045.h.35).
64
VV.AA.: El arte efímero en el mundo hispánico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983;
Mínguez, V.: Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal, Castellón, Universitat Jaime I/
Diputación de Castellón, 1995; Mínguez, V. y Rodríguez, I.: Las ciudades del absolutismo. Arte, urbanismo y
magnificencia en Europa y América en los siglos XV-XVIII, Castellón de la Plana, Publicacions de la Universitat
Jaume I, 2006.
65
Ruiz Ibáñez, J. J. y Vallejo Cervantes, G.: “Vivir ‘sin dexar parte donde las cruzes españolas no hayan sido
conocidas’. Don Diego de Villallobos y Benavides en la administración imperial de la Monarquía Hispánica”,
Historia mexicana, vol. 61, 3 (enero-marzo 2012), pp. 1109-1170.
66
Grañén Porrúa, M. I: “El grabado libresco en la Nueva España, sus emblemas y alegorías”, en Juegos de ingenio
y agudeza. La pintura emblemática de la Nueva España, México, Museo Nacional de Arte, 1994, pp. 117-132.
67
Por ejemplo, en el caso del convento de Malinalco, no sólo se verían representados los grabados religiosos sino
la flora local que podía corresponder a los estudios del protomédico Francisco Hernández sobre la naturaleza
americana, quien también estaba acompañado en sus viajes por algunos “médicos” y tlacuilos indígenas. Véase
Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107 101

la fuerza de las figuras santas (de los niños mártires de Tlaxcala a las monjas y
beatos que apuntalaban los cultos locales68) y de la veneración de vírgenes como la
de Ocotlán69, no habían logrado que la sacralidad novohispana pudiera trascender
sus fronteras. El reino tenía dificultades para lograr santos propios, a diferencia del
virreinato del Perú. La llegada de reliquias de los mártires cristianos y la obsesión
por representarlos, como haría Echave Orio al recordarlos en su pintura El martirio
de San Ponciano que “Roma ingrata y cruel hoy a Ponciano atormenta, México,
alegre y contenta se enriquece con él” (gracias a sus reliquias), no debía de bastar
para una ciudad que se reclamaba de una dignidad superior. Pero pronto dicho
vacío se compensaría y una imagen propia no solo no faltaría sino que de hecho
sobreabundaría: Nueva España se convertía en un reino elegido por la representación
fulgurante de la virgen de Guadalupe, lo que redundaría en un honor colectivo
reiterado una y otra vez, dado que las autoridades no dejarían de recordar que si “non
fecit taliter omni nationi”70, tal gracia redundaba en el honor colectivo del reino y de
sus integrantes. Por fin una imagen que los incorporaba a todos.
Todos los estamentos se identificarían con esa virgen morena que reivindicaba
el papel de los indígenas dentro de la misión divina, y confirmaba el éxito de la
evangelización. En ese orbe hispánico y mestizo a la vez, la imagen de la capital del
reino como parte del mito fundador contaría en adelante con una grandeza espiritual
que nunca desaparecería. De hecho, siempre estaría latente la representación virtual
de la ciudad sobre la que éste se levanta para mostrar su dignidad. Para entonces
la conquista de Nueva España había perdido su fuerza como temática imperial, su
asimilación como un reino hispánico, con la particularidad de su heterogeneidad
y mestizaje, muestra hasta qué punto la Monarquía había sido exitosa al federar y
significar la evolución de reinos tan distintos en los que corría la misma cultura. Y
dentro de su vocación de expansión, Nueva España pretendía ser un lugar clave, un
enlace, un verdadero “mundo de mundos”, cuya imagen fue producto de su propia
élite letrada.

sobre este particular, Favrot Pettersen, J.: The Paradise Garden Murals of Malinalco. Utopia and Empire in
Sexteenth-Century Mexico, Austin, University of Austin, 1993.
68
Sobre las figuras más importantes que fueron candidatas a elevarse a los altares en este periodo, véase el libro
de Rubial García, A.: La santidad controvertida. Hagiografía y conciencia criolla alrededor de los venerables
no canonizados en Nueva España, México, UNAM/FCE, 1999.
69
Cuadriello, J.: Las glorias de la república de Tlaxcala, o la conciencia como imagen sublime, México, Instituto
de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México-Museo Nacional de Arte, Instituto
Nacional de Bellas Artes, 2004.
70
Las tres obras más importantes sobre la virgen de Guadalupe que marcaron la segunda mitad del XVII son:
Sánchez, M.: Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe, milagrosamente aparecida en la ciudad
de México, México, Viuda de Calderón, 1648; Lasso de la Vega, L.: Huei tlamahuiçoltica omonexiti in ilhuicac
tlatocaçihuapilli Santa Maria totlaçonantzin Guadalupe in nican huei altepenahuac Mexico itocayocan
Tepeyacac (El gran acontecimiento con que se le apareció la Señora Reina del cielo Santa María, nuestra querida
Madre de Guadalupe, aquí cerca de la Ciudad de México, en el lugar nombrado Tepeyácac), México, Juan Ruyz,
1645; Florencia, F.de: La Estrella de el Norte de México aparecida al rayar el día de la luz Evangélica en este
Nuevo Mundo, en. la cumbre de el cerro de Tepeyac..., México, María de Benavides, 1688.
102 Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107

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Emprenta de Henrico Martínez, 1607.
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Evangélica en este Nuevo Mundo, en. la cumbre de el cerro de Tepeyac..., México, María
de Benavides, 1688.
Guevara, J. de: Certamen poético que celebró la docta y lúcida Escuela de los Estudiantes
de la Real Universidad de México a la Inmaculada Concepción, México, imprenta de la
viuda de Calderón, 1654.
Lasso de la Vega, L.: Huei tlamahuiçoltica omonexiti in ilhuicac tlatocaçihuapilli Santa Maria
totlaçonantzin Guadalupe in nican huei altepenahuac Mexico itocayocan Tepeyacac (El
gran acontecimiento con que se le apareció la Señora Reina del cielo Santa María, nuestra
querida Madre de Guadalupe, aquí cerca de la Ciudad de México, en el lugar nombrado
Tepeyácac), México, Juan Ruyz, 1645.
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Madrigal, 1588.
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Neptuno alegórico, océano de colores, simulacro político, que erigió la muy esclarecida, sacra
y augusta Iglesia Metropolitana de Méjico, en las lucidas alegóricas ideas de un Arco
Triunfal que consagró obsequiosa y dedicó amante a la feliz entrada del Excelentísimo
Señor Don Tomás Antonio Lorenzo Manuel de la Cerda, Manrique de Lara, Enríquez,
Afán de Ribera, Portocarrero y Cárdenas, Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, …
etc.; Que hizo la Madre Juana Inés de la Cruz, religiosa del Convento de San Jerónimo
de esta Ciudad, (México, Juan de Ribera, c. 1680).
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Arretino e intagliate da Girolamo Porro Padovano. Con l’Aggiunta di molte Isole,
Venecia, Herederos de Simon Galignani, 1572.
Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla, à una Religiosa monja prima suya.
De la felix entrada en Mexico dia de S. Augustin, à 28 de Agosto de mil y seiscientos
Vallejo Cervantes, G. Cuad. hist. mod. 44(1), 2019: 83-107 103

y quarenta años. Del Excellentissimo Señor don Diego Lopez Pacheco, Cabrera, y
Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gouernador, y Capitán General desta Nueua
España, sin nombre de impresor. En Obras sobre la entrada del virrey López Pacheco,
1640. (Ms. British Library, General Reference Collection 1045.h.35).
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