Ayuste Habermas y Freire
Ayuste Habermas y Freire
Ayuste Habermas y Freire
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1. Introducción
24. En sus primeros libros Freire ya desarrolla una teoría de la educación que gira
en torno al diálogo y a los procesos de comunicación. Freire, P. 1969. La educación como
práctica de la libertad, Tierra Nueva, Montevideo; Freire, P. 1970. La Pedagogía del opri
mido; Tierra Nueva, Montevideo.
diante el potencial liberador de la comunicación que hace posible
que las personas puedan expresar libremente sus necesidades e in
tereses y planificar, simultáneamente, acciones conjuntas. Como
tendremos ocasión de ver en este capítulo, son muchos los ele
mentos de este tipo que coinciden entre las posturas de ambos au
tores y pueden, bajo mi punto de vista, sernos de gran utilidad pa
ra fundamentar una orientación teórica de la educación democráti
ca centrada en el diálogo y la inclusión de las diferencias.
Freire y Habermas comparten una visión transformadora de la
realidad gracias, en parte, a la capacidad que atribuyen a las perso
nas para organizar planes de acción dirigidos a modificar su entor
no y sus relaciones. Ello, sin embargo, no les lleva a menospreciar
las relaciones de poder que se establecen entre los sujetos y deter
minados grupos sociales en contextos mediatizados por el poder y
el dinero. Es el caso, por ejemplo, de la empresa capitalista, el esta
do burocrático, los medios oficiales de transmisión cultural o el
sistema educativo. De ahí que una parte importante de la produc
ción de ambos esté destinada a analizar los diferentes mecanismos
de dominación social que se despliegan en distintas instituciones
sociales o espacios sistémicos. En este sentido, con la noción de
colonización ingenieril del mundo de la vida Habermas (1987) se
refiere a aquellas situaciones en las que el sistema extralimita sus
funciones y somete a los individuos en beneficio propio. Asimis
mo, Freire (1969, 1972) se refiere con el concepto de invasión cul
tural al proceso de hegemonía cultural que ejercen los grupos pri
vilegiados que ostentan el poder económico y político sobre los
subordinados. Por esta razón, en ambos casos el proceso de trans
formación social depende de la posibilidad práctica y la disposi
ción que han de tener todas las personas para expresarse libremen
te y negociar el significado que otorgan a cada situación o hecho.
La confianza en el diálogo como un medio para coordinar la ac
ción transformadora les lleva a la necesidad de conocer mejor qué
características reúnen aquellos procesos comunicativos que hacen
posible que las personas se entiendan entre sí y puedan compartir
objetivos comunes. Este es uno de los puntos de partida desde el
que se disponen a indagar en qué condiciones se ha de dar el diá
logo para que todos los participantes tengan las mismas oportuni
dades de hablar y de ser escuchados sin miedo a ninguna represa
lia. De acuerdo con ello, se trata de averiguar cómo las personas
que hacen uso del conocimiento que proviene de la experiencia, el
mundo de la vida o el sentido común, pueden conversar sobre
asuntos que les conciernen con aquellas otras que manejan el co
nocimiento experto. Es decir, les interesa saber cómo el ciudadano
o la ciudadana de a pie puede expresar su opinión sin temor a que
sea descalificada por personas que ocupan posiciones de poder,
dominan determinadas parcelas del conocimiento o utilizan un
lenguaje innecesariamente complicado con la finalidad de barrar
la participación de la mayoría. En este sentido, y desde un punto
de vista práctico, las indagaciones de Freire y de Habermas resul
tan de gran interés porque un conocimiento más profundo de estos
procesos nos va a permitir extenderlos a todos los ámbitos de par
ticipación ciudadana y de decisión política.
La noción de democracia deliberativa de Habermas supone que
todas las personas deben participar en aquellos procesos de toma
de decisiones que va a afectar a sus vidas de algún modo y, en este
sentido, se corresponde en muchos aspectos, con las condiciones
que ha de reunir una situación educativa dialógica en la que todos
los participantes se perciben a sí mismos y simultáneamente como
educandos y educadores. En ambas situaciones se parte de un es
cenario ideal en el que se da una intercambialibidad universal de
roles. Es decir, un escenario en el que todas las personas adquieren
las mismas oportunidades para actuar como emisor y receptor o
como educando y educador. Para ello, los participantes deben re
conocerse mutuamente la capacidad para argumentar sus propias
posiciones y para construir significados intersubjetivamente.
Antes de continuar hay que advertir que Freire y Habermas han
sido acusados en muchas ocasiones de utópicos e idealistas en un
sentido peyorativo. Sin embargo, pensamos que estas afirmaciones
son erróneas como mínimo por dos razones. En primer lugar, nin
guno de los dos autores se ha dedicado a idear un modelo de socie
dad que sirva para ilustrar o para orientar el camino a aquellos gru
pos que no están conformes con el modelo social en el que viven;
por el contrario, sus aportaciones se centran más en los procedi
mientos que en los resultados. En otras palabras, se han preocupa
do más por establecer las condiciones en las que la práctica demo
crática y la experiencia educativa se han de dar para que sean in
clusivas e igualitarias que en su contenido final. Y, en segundo
lugar, las propuestas que realizan lejos de ser fruto de una mera es
68 Educación, ciudadanía y democracia
25. Para ello es necesaria, como plantea Habermas, la intuición de que todo sujeto
es capaz de acción. «Cuando a un prójimo lo tratamos como sujeto y no como a un opo
nente al que hay que neutralizar a toda costa o incluso como un objeto que podemos ma
nipular, le estamos suponiendo (inevitablemente) capacidad de responder de sus actos.
Sólo podemos entrar en interacción con él, salirle al encuentro, por así decirlo, en el pla
no de la intersubjetividad, si presuponemos que, al preguntarle, podría dar razón de sus
acciones. [...]. Es decir, tenemos que hacer una idealización, y una idealización que nos
afecta a nostros mismos, pues vemos a los otros sujetos con los ojos que nos considera
mos a nosotros mismos» (Habermas, 1984: 109).
y rinii'i <1 UIIH 1(1(11111 (1(1 III (HIUCIICIOII I H U III X íl’lll l( 31 I 7 1
«En la situación ideal de habla sólo se permiten hablantes que como agen
tes tengan iguales oportunidades de emplear actos de habla representati
vos [...]. Esta reciprocidad en las posibilidades de autopresentación no re
presiva ni sujeta a humillaciones viene complementada por una reciproci
dad de expectativas de comportamiento que excluye los privilegios en el
sentido de una obligatoriedad sólo unilateral en las normas de acción. Es
ta simetría de deberes y derechos puede garantizarse mediante la igualdad
de oportunidades en el empleo de los actos de habla regulativos, es decir,
mediante una igual distribución de las oportunidades de mandar y opo
nerse, de permitir y prohibir, de hacer promesas y retirarlas, de dar cuenta
y exigirla, etc.». (Habermas 1984:107)
viene perturbada por influjos externos contingentes, sino tampoco por las coacciones
quo resultan de la propia estructura de la comunicación. La situación ideal de habla ex
cluye la distorsión sistemática de la comunicación. Sólo entonces predomina en exclu
siva la peculiar coacción sin coacciones que ejerce el mejor argumento, la cual hace que
so ponga en marcha una comprobación metódica y competente de las afirmaciones o
puede racionalmente motivar a una decisión acerca de cuestiones prácticas» (Habermas
1984:106).
74 | Educación, ciudadanía y democracia
28. Para los comunitaristas como Taylor, esta «política del universalismo», pura
mente procedimental, ignoraría la vitalidad de los diferentes contextos culturales a la
hora de conferir identidad a las personas, por otra parte, mantienen la tesis de que nin
gún enjuiciamiento puede desprenderse de una visión del mundo determinada.
Mientras que los liberales ponen en tela de juicio que todos lo temas puedan tematizarse
públicamente, tan sólo porque un participante lo considere relevante. Por ello insisten
en la necesidad de mantener una clara línea divisoria entre lo público y lo privado
(Habermas 1998).
mentación.29 Y evita de este modo que diferentes maneras de en
tender la vida o tradiciones culturales compitan entre sí.
Ciertamente, los criterios señalados no los cumple suficiente
mente hasta ahora ningún orden político, pero ello no ha de supo
ner una excusa para una implementación aproximativa del pro
cedimiento. Los movimientos sociales, redes ciudadanas, organi
zaciones no gubernamentales, instituciones educativas, sectores
de economía social... son contextos privilegiados para practicar es
te tipo de democracia y pueden configurarse, por ello, en hilos
conductores que extienden progresivamente los procedimientos
propios de la democracia deliberativa al resto de tramas sociales.
Sin embargo, uno de los obstáculos más importante en todo este
proceso tiene que ver precisamente con la educación y con el
aprendizaje. La esoterización del saber experto y el uso de un len
guaje excesivamente especializado impiden en muchas ocasiones
que los ciudadanos puedan formarse una opinión bien fundada.
Asimismo, como leemos en el siguiente fragmento: «un entendi
miento discursivo garantiza, ciertamente, el tratamiento racional
de temas, razones, e informaciones; pero ello no podrá ser sino en
los contextos de una cultura abierta al aprendizaje y de un perso
nal capaz de aprender. En este aspecto imágenes dogmáticas del
mundo y patrones rígidos de socialización pueden constituir ba
rreras para un modo discursivo de socialización» (Habermas, 1998,
403). De lo dicho hasta ahora se desprende la necesidad de dotar
nos de un modelo de educación democrática capaz de preparar a
las personas para participar en cualquier debate que se considere
de interés público, y de exigir cuando sea preciso que el conoci
miento experto y el lenguaje especializado se hagan inteligibles.
Igualmente, la inclusión de la voz de todos los participantes en las
29. «De ahí que podamos partir de que la práctica de la argumentación constituye
un foco en el que los esfuerzos de los distintos participantes en la argumentación, por
distinto que sea el origen de éstos, desarrollan por entenderse, se salen al encuentro
unos de otros por lo menos intuitivamente. Pues conceptos como el de verdad, el de ra
cionalidad, el de fundamentación o el de consenso desempeñan en todas las lenguas el
mismo papel gramatical, por diversa que sea la interpretación de que son objeto, y por
diversos que sean los criterios con que son aplicados. Este es por lo menos el caso de las
sociedades modernas, las cuales, al haber de operar con el derecho positivo, con una po
lítica secularizada y una moral racional, han pasado a situarse en un nivel postconven
cional de justificación o fundamentación y exigen de sus miembros una actitud reflexiva
respecto de las propias tradiciones culturales» (Habermas 1998: 389).
80 Educación, ciudadanía y democracia
4. Diálogo y educación
30. En el capítulo anterior, Moacir Gadotti trata ampliamente algunas de las contri
buciones más importantes de Paulo Freire a la educación democrática.
L«« contrlblicloniw iln UnlxirniiiH y l'roiro n mu
31. «Las relaciones entre la educación en tanto que subsistema y el sistema mayor
son relaciones dinámicas, contradictorias y no mecánicas. La educación reproduce la
Ideología dominante, es verdad, pero no hace solamente eso [...]. Las contradicciones
que caracterizan a la sociedad [...] penetran en la intimidad de las instituciones pedagó
gicas en las que tiene lugar la educación sistemática y alteran su papel o el esfuerzo re
productor de la ideología dominante» (Freire, 1984,111).
de los colectivos tradicionalmente excluidos. De ahí que las prácti
cas de resistencia y de lucha son también de diferente naturaleza y
adoptan formas diversas.
Desde el análisis político de Freire, resulta importante entender
que la dominación no se reduce al ejercicio del poder de unos gru
pos sobre otros. La creatividad y la capacidad de resistencia de las
personas a ser asimiladas por el sistema limitan el proceso de do
minación. En ese sentido, su política cultural y su concepción edu
cativa representan un discurso teórico alrededor de la lucha contra
todas las formas de opresión subjetiva y objetiva, así como una lu
cha por alcanzar formas de conocimiento y de interacción social
que proporcionen las condiciones necesarias para la emancipación
social y personal. De ahí que el análisis del poder que realiza Freire
coincide con perspectivas duales como las que sostienen Habermas
(1987) y Giddens (1995). Ofrece así una de las concepciones más
dialécticas del poder de la teoría social contemporánea como nos
sugiere la siguiente interpretación de Giroux (1990):
32. El gran problema, según Freire, es cómo conseguir que las personas se liberen
cuando «han alojado» al opresor dentro de sí. Sólo en la medida que se descubran «ale
jando» al opresor podrán contribuir a la construcción de su pedagogía liberadora.
Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer y parecer es parecerse al opresor, es
imposible hacerlo (Freire 1970: 41).
84 Educación, ciudadanía y democracia
Las ideas expuestas hasta aquí pueden servirnos para elaborar una
teoría democrática de la educación que se construya sobre las ba
ses de la deliberación racional y del diálogo entre todas las partes
y personas implicadas (administración educativa, profesorado,
alumnado, familias y otros sectores que representan a la ciudada
nía). Para ello, es preciso que se den las condiciones que exige el
diálogo simétrico y racional, y que las personas implicadas se sien
tan autorizadas a participar en el proceso de definición de las fina
lidades educativas, normas de funcionamiento, currículum, cono
cimiento, etc.
De acuerdo con ello, la educación ha de ser sensible a todas las
voces y ha de incluir las diferentes opiniones e interpretaciones
que se dan sobre una misma realidad o situación con la finalidad
de alcanzar un mayor conocimiento o la norma más aceptable para
todos. La objetividad y la validez del conocimiento, norma, finali
dades, propuestas para la acción... provienen del acuerdo entre to
dos los participantes (Habermas, 1987). Desde esta concepción,
una comunidad educativa funciona en muchos sentidos como una
comunidad científica. Ambas tiene cómo objetivo producir el co
nocimiento o el argumento que mejor explica la realidad o resuel
ve una situación que se ha vuelto problemática. Para ello, las per
sonas que participan en este proceso se ven obligadas a buscar in
formación, a contrastar sus opiniones y a negociar el sentido que
atribuyen a cada circunstancia. De este modo, tanto los científicos
sociales como los participantes en una experiencia educativa com
parten sus conocimientos y ponen en juego sus destrezas. Esto es
válido tanto para la actividad propiamente educativa como para lu
relacionada con la organización o gestión del centro. Es decir, las
condiciones para el diálogo y la deliberación racional se han do
cumplir en el aula, pero también en una reunión del equipo do
profesorado, una comisión de trabajo, una reunión de madres y pa
dres, un consejo de centro con representantes de la administración
y del entorno, una asamblea escolar, etc.
De ahí que sea preciso, por un lado, asegurar las condiciones
necesarias para que todas las personas implicadas tengan la opor
tunidad de participar y, por otro, estimular la deliberación pública
y racional sobre los aspectos educativos de interés general. Ello in
Las contribuciones de Habermas y Freire a una teoría de la educación democrática 85
cluye debatir y decidir sobre aspectos que a veces pueden ser con
trovertidos como son: la necesidad o no de introducir la educación
sexual o la religión en el currículum, qué hacer con aquellos estu
diantes que no siguen el ritmo del grupo, qué tratamiento se da a la
diversidad cultural, etc. Decisiones que implican confrontar dife
rentes cosmovisiones, puntos de vista, preferencias y estilos de vi
da, y que no pueden por ello tomarse única y exclusivamente por
un sector de la sociedad o por los políticos profesionales en solita
rio. En todo caso, los representantes políticos han de escuchar las
necesidades e intereses de los diferentes colectivos que conforman
la sociedad, y buscar el máximo consenso posible entre las fami
lias, los estudiantes, el profesorado y otros agentes de la comuni
dad. Para ello, la comunicación entre la política formal y la políti
ca de base -que practica o puede practicar cualquier ciudadano-
debe ser fluida y constante.
En este sentido, los principios de inclusión, participación y ar
gumentación desempeñan un papel determinante, y los centros
educativos se convierten en espacios de aprendizaje en los que los
participantes aprenden a defender sus ideas y a utilizar las reglas
del debate racional. Las únicas limitaciones a este debate son las
que proceden del propio procedimiento democrático y al hecho
de que ninguna decisión que se tome en el transcurso de éste pue
de ir orientada a excluir a una determinada persona o grupo so
cial. Se trata, en definitiva, de que los centros educativos se cons
tituyan en espacios libre de dominación (Aguiar, 2004) para que
el diálogo se desarrolle libremente y las personas tradicionalmen
te excluidas participen sin miedo a ser interrumpidas o descalifi
cadas.
Desde esta perspectiva de la democracia deliberativa, las apor
taciones de Freire son de sumo interés. Para Freire la educación se
lia de entender como un proceso de aprendizaje entre iguales en el
que los participantes construyen el conocimiento conversando. El
diálogo es para Freire el procedimiento más adecuado para incluir
los saberes y las experiencias de los participantes, de forma que el
resultado final supone siempre un conocimiento más profundo y
amplio de la realidad. El mismo proceso deliberativo se convierte
en el momento en el que se produce el mayor aprendizaje. Los par
ticipantes han de buscar información, compartir sus conocimien
tos, argumentar sus opiniones, contrastar y valorar las diferentes
aportaciones, hasta construir cooperativamente la explicación, re
gla, valoración, etc. que tiene la virtud de satisfacer a todos.'Do
ahí que la educación dialógica confiere tanta importancia al pro
ceso como al resultado final de la acción educativa. Y trata, por
ello, de que los participantes dominen las herramientas intelectua
les necesarias para que puedan actuar como sujetos autónomos
frente al conocimiento experto. Es decir, que puedan formarse una
opinión propia y participar en los debates públicos de aquellos te
mas que les conciernen y que, habitualmente, parecen secuestra
dos por los especialistas del área de conocimiento en cada caso
(Giddens, 1995).
Por esta misma razón, un proceso educativo de estas caracte
rísticas, sensible a los conocimientos y a la opinión de los parti
cipantes, ha de contar también con la opinión de éstos a la hora
de decidir qué objetivos y contenidos de aprendizaje se conside
ran necesarios, así como otros aspectos que hasta el momento se
han considerado propios de los profesionales. Por tanto, el vitae
o cualquier otro aspecto de la organización educativa, ha de ser
el resultado de un debate público entre todos los sectores impli
cados en la educación. Eso mismo es lo que va a permitir que se
evite la arbitrariedad y la hegemonía cultural de determinadas
políticas educativas y culturales que tienden a privilegiar a un
sector de la sociedad; y acaban por extender la cosmovisión, las
pautas de comportamiento, el código lingüístico, los gustos... del
grupo dominante. Se trata, por tanto, de incluir la voz de todos
los participantes para confeccionar un currículum democrático
que respete las diferencias e incluya las aportaciones de todos los
sectores de la sociedad. De lo contrario, se está confiando dema
siado en la capacidad de educadores, administradores y políti
cos, y para actuar neutralmente, desprendiéndose de sus propias
creencias.
Sin duda, a pesar de lo dicho, el educador desempeña un papel
fundamental, pero en un sentido diferente al tradicional. Por un la
do, ha de actuar como un miembro más de la comunidad educativa
en los procesos de deliberación y, por otro, ha de garantizar que se
dan las condiciones ideales para que se produzca el diálogo entre
iguales. Rompe, así, en parte, con la asimetría que caracteriza a la
relación educativa tradicional, que otorga más poder al profesora
do, y cede parte de su protagonismo al resto de participantes (estu-
illnntes, familias, movimientos sociales...). Asimismo, de acuerdo
< mi la concepción freiriana de la educación, los roles de educador
\ educando necesitan intercambiarse permanentemente para que
ni conocimiento académico y vivencial de unos y otros se comple
mente, y se diluyan las fronteras entre los aprendizajes formales e
Informales en beneficio del aprendizaje significativo y cooperativo
más amplio posible.
Por otra parte, la educación dialógica es, como venimos seña
lando a lo largo de este capítulo, inclusiva y sensible a las diferen
cias. Pero para que así sea, el educador ha de asegurar que todos
los participantes disponen de las mismas oportunidades para ha-
i :or uso de la palabra, en especial aquellos colectivos que tradicio-
italmente han sido silenciados, como es el caso de mujeres, mino
rías culturales, personas sin formación académica, personas con
necesidades educativas especiales, etc.; contribuyendo de este mo
do a que se reconozcan las aportaciones de estos colectivos y a su
perar determinadas prácticas de dominación.
Todo ello hace posible, según Freire, que el acto educativo en
globe al mismo tiempo el aprendizaje y la acción transformadora.
Es decir, los participantes a través de este tipo de educación obtie
nen un conocimiento más profundo de la realidad y la posibilidad
de acordar planes de acción para mejorarla. En efecto, la educa
ción dialógica, como la acción comunicativa, no se agota con la pro
ducción del mejor argumento o en el aprendizaje, sino que sirve
para orientar la acción de los participantes en todos los ámbitos en
los que participan. Es así como el conocimiento y los acuerdos ob
tenidos en diferentes espacios sociales y educativos adquieren su
potencial transformador.
De lo expuesto hasta aquí, hemos podido observar ciertas co
rrespondencias entre algunas de las condiciones que definen la
acción comunicativa en un proceso de democracia deliberativa,
según Habermas, y las que para Freire requiere la educación dia
lógica. Por esta razón, pensamos que ambas aportaciones pueden
considerarse complementarias y pueden sernos de gran utilidad
a la hora de perfilar mejor una teoría de la educación democráti
ca centrada en el diálogo y la deliberación racional. Con esta fi
nalidad presentamos a continuación algunas de estas correspon
dencias:
Acción comunicativa Educación dialógica
(Habermas) (Freire)
• En la acción comunicativa los • Todos los participantes tienen
participantes persiguen enten las mismas oportunidades pare
derse sobre algo en el mundo. dialogar sobre cualquier áspenlo
educativo.
• Todos los participantes tienen
el mismo derecho a decidir el • Todos los participantes son
tema de la conversación o a educadores y educandos al mis
proponer el orden del día. mo tiempo.
• Distribución igualitaria entre • La educación dialógica favorece
los roles de emisor y receptor. el aprendizaje entre iguales, es
timula los procesos de reflexión
• La acción comunicativa produ
compartida y la acción transfor
ce un mayor entendimiento en
madora.
tre los participantes y les
permite acordar planes de
acción conjuntos en la educa
ción dialógica los participantes
dialogan para construir coope
rativamente el conocimiento,
las normas, etc.
35. En Pedagogía del oprimido, Freire explica con detalle el proceso de investiga
ción y hace especial hincapié en remarcar la necesidad de que sea una investigación
«lo Inlorós público para efectuar un análisis crítico de los factores
ii i niidicionantes sociales que intervienen. De tal forma, que la
ni luí uición y la investigación temática son momentos de un mis-
lim proceso. El educador, como el investigador en ciencias socia-
liui, so enfrenta a la necesidad de recoger la interpretación de los
piiilicipantes si desea captar sus necesidades e intereses o una
i miiprensión más profunda de la realidad en la que ha de inter-
vunir.
El resultado final de dicho proceso de investigación concluye
on un conjunto de «temas-generadores» capaces de suscitar el in-
loiós, la reflexión, el diálogo y el aprendizaje. Estos temas sirven
Jo oje para articular toda la acción educativa, por lo que han de
provocar al mismo tiempo el diálogo-reflexivo en relación a una si-
I unción vivencial problemática como el aprendizaje de los conte
nidos pedagógicos propuestos. A través de la reflexión y el análisis
de estos temas, los participantes tienen la sensación de poder su
perar «situaciones límite» que antes se presentaban como infran
queables y ahora, gracias a una perspectiva histórica y social, se
muestran como situaciones que son susceptibles de cambio.
En relación con la Teoría de la Acción Comunicativa, los «te
mas generadores» pueden equipararse a aquellos temas o situacio
nes que hacen emerger determinados aspectos del mundo de la vi
da que, en un momento dado, se tornan problemáticos y se pueden
tratar críticamente. El mundo de la vida, tal y como lo concibe Ha-
bermas, integra una serie de certezas, autoevidencias y tradiciones
en las que se apoya la persona para desempeñar con seguridad sus
realizaciones cotidianas. Estas, sólo se revisan a la luz de hechos o
situaciones que cuestionan su validez o ponen en evidencia su fal
ta de consistencia argumentativa o racional. En relación a un pro
ceso de educación crítica, como el que propone Freire, pongamos
por ejemplo que se plantea un debate sobre las desigualdades de
género, aquellas explicaciones que hagan alusión a la inferioridad
36. En su último libro, La pedagogía de la autonomía (1997), Freire estudia con de-
lnl lo la formación de los docentes que pretenden desarrollar una práctica educativa que
gire en torno a la autonomía de los educandos. Para ello analiza qué exige un proceso
educativo de estas características. Entre algunas de estas exigencias se halla_el rigor me
todológico y la capacidad para investigar, la capacidad de análisis crítico, el rechazo a
cualquier tipo de discriminación y el reconocimiento de la identidad del otr.Qx.la dispo
nibilidad uara el diálogo y el compromiso personal en el proceso educativo.
profesorado, familiares, estudiantes... están obligados a reconocer
se mutuamente como interlocutores válidos y a negociar sus pun
tos de vista. Pero también significa que en el caso que una persona
o un grupo pretenda aprovechar esta situación para imponer estra
tégicamente sus razones o excluir a alguien, el estado y la sociedad
civil deberán utilizar los mecanismos necesarios para evitarlo. Pa
ra ello, por ejemplo, deben participar en las decisiones educativas
importantes representantes de todos los sectores y grupos sociales
implicados.
Respecto a la segunda pregunta, ¿qué papel desempeña enton
ces el conocimiento experto en el terreno de la educación?, alguien
podría pensar que si todos los participantes tienen las mismas
oportunidades o pueden intercambiarse continuada e indistinta
mente los papeles, el conocimiento experto no tiene cabida. De tal
suerte que pasaríamos de una situación de veneración del conoci
miento que proviene de la academia o que está etiquetado como
científico, a una situación en la que la producción especializada
de saber queda desplazada a un segundo término por su tendencia
generalizada a monopolizar o a oscurecer el debate público. Sin
embargo, como es de suponer, ni una ni otra situación es deseable.
La primera, porque dificulta la discusión pública y la participa
ción de los sectores menos instruidos y, la segunda, porque supone
prescindir de un conocimiento totalmente indispensable para me
jorar cualquier parcela de la acción humana. Se trata, entonces, de
establecer los puentes necesarios entre el conocimiento experto y
el conocimiento lego para facilitar el debate en cuestiones que con
ciernen a todos los afectados (expertos y legos). Estos puentes pue
den ser de diferente naturaleza. Algunos ya los hemos sugerido,
como es el caso de utilizar el lenguaje más inteligible posible o ar
gumentar las diferentes posiciones sin recurrir a pretensiones de
poder. Pero otros, igual de importantes, tienen que ver con la pre
paración de los individuos y con el perfil de una ciudadanía espe
cialmente activa. En el caso que nos atañe, significa que las institu
ciones educativas se han de regir por principios democráticos co
mo los que hemos expuesto y se han de abrir a la participación de
la comunidad, pero simultáneamente han de formar a los estu
diantes para que sean capaces de participar en cualquier discusión
pública de forma argumentada y razonada. Para ello, las institucio
nes educativas se han de convertir en espacios sensibles a los te-
mas que preocupan a la sociedad civil y favorecer el debate y la re
flexión compartida.
Acerca del ámbito concreto del currículum y del proceso de en
señanza-aprendizaje, hablar de relaciones simétricas no significa
tampoco que los conocimientos de los profesionales sean irrele
vantes, o que en el curso de una discusión éstos tengan el mismo
peso que otros menos fundados para actuar así en beneficio de una
supuesta igualdad. Significa, desde la perspectiva que tratamos de
sostener, que el educador o la educadora ha de someter sus argu
mentos a pretensiones de validez como cualquier otro participan
te, y que el valor de sus aportaciones dependerá de la calidad de
las mismas y no del cargo que desempeña. De este modo, la autori
dad del educador no emana del papel que le confiere el sistema, si
no de la valía de sus conocimientos y de su capacidad para actuar
coherentemente con las reglas de la democracia deliberativa.
Pero el educador tiene además otras funciones. Ha de velar por
el procedimiento democrático y ha de favorecer las relaciones si
métricas o igualitarias. Para ello, necesita reconocer a los estudian
tes como sujetos; es decir, como personas capaces de razonar y de
responsabilizarse de sus actos. En este caso, las relaciones simétri
cas presuponen que los estudiantes pueden explicar su comporta
miento y las normas que lo justifican. De ahí que éstos, como cual
quier otro participante, pueden colaborar en la formulación de los
principios y reglas que orientan la vida de una institución educati
va o grupo de aprendizaje. Y es así como la experiencia educativa
se convierte en antesala del modo de funcionamiento democrático
de otra experiencia cualquiera.
Para acabar, en la página siguiente presentamos un cuadro en el
que se recogen algunas de las correspondencias más significativas
que se dan, a nuestro entender, entre el pensamiento de Habermas
y el de Freire.
9. Recapitulación