LA ODISEA DEL UCHI ETSA y Otros Textos Seleccionados - Final

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La odisea del uchi Etsa


y otros textos seleccionados del Premio Nacional
de Narrativa y Ensayo “José María Arguedas” –
Etapa regional 2019-2021

DIRECCIÓN REGIONAL DE EDUCACIÓN


Amazonas
ROGER ERCILIO GUEVARA GOÑAS
Director Regional de Educación Amazonas

ELVER PUERTA SALAZAR


Director de Gestión Pedagógica

LA ODISEA DEL UCHI ETSA


y otros textos seleccionados del Premio Nacional de Narrativa y
Ensayo “José María Arguedas”– Etapa regional 2019 - 2021.

© Dirección Regional de Educación – Amazonas


Jirón Triunfo 1083, Chachapoyas
1º Edición, diciembre 2021.

Compilación de los textos y corrección de estilo:


JAMILTON LOJA MALDONADO
Especialista en Educación – DRE Amazonas
Diseño de la carátula:
ALEXANDER ZUMAETA ROJAS
Responsable del Área de Imagen Institucional - DRE Amazonas

Dibujos:
CRISTHIAN JHONATAN SANCHO CHÁVEZ, estudiante de la IE
San Francisco - Pipus, Chachapoyas.
Tomados de la historieta: Amazonas, mi región de todas las sangres,
Primer puesto en el Premio Nacional de Narrativa y Ensayo “José
María Arguedas” – Etapa regional, 2019.

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL


PERÚ Nº 2021-14446

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Índice
Pág.

Presentación ………………………………………………………………… 5
Textos seleccionados del año 2019
El pongo Muyuna …………………………………………………….. 9
Frank Jhordan Izquierdo Cerna
Destinados para morir …………………………………………….. 12
Fernando Sebastián Salazar Regalado
Río Negro ………………………………………………………………. 19
Cindy Roxana Pilco Díaz
El yawar fiesta de la expresión oral …………………………. 26
Cecilia Chara Rojas

Textos seleccionados del año 2020


La gallina presumida ………………………………………………. 37
Steven Gerrard Chávez Meléndez
Qori Sonqo (Corazón de oro) …………………………………. 41
Luis Ayrton Montenegro Arellano
Añoranzas de uchi …………………………………………………… 47
Luis Alberto Solís Ticlla
En qué hora apareció el venao ………………………………… 53
Adriana del Pilar Monteza Crespo
José María Arguedas y lo profundo de nuestro país…… 59
Nataly Marilyn Mendoza Torres
El Perú es todas las sangres ……………………………………. 64
Gustavo Gabriel Chávez Mena

Textos seleccionados del año 2021


Michi y el gran banquete a Pepita …………………………… 69
Danielito Cotrina Abanto
El caballo Ernestino y sus amigos ……………………………. 72
Maykool Jeanpool Vásquez Silvestre
Legados del dolor …………………………………………………… 74
Yonel Adriel Oyarce Alva
La odisea del uchi Etsa …………………………………………… 81
Grecia Abigail Solano Elera
Predicciones que sangran ………………………………………. 88
Josías Kenneth Delgado López
Desterrando prejuicios …………………………………………… 94
Cesia Noemí Rocha López
A la sombra de dos mundos …………………………………… 99
Fabiana Iraxe Vela Huaripata
La enseñanza de la lengua, instrumento de libertad …... 105
Flor del Rocío Álvarez Núñez

Desde la experiencia
Cómo escribir un cuento ………………………………………… 113
Lidia Alejandrina Loarte Ocaña
Cómo escribir un ensayo ………………………………………… 115
Milton Alberto Chávez Pardo
Cómo elaborar una historieta …………………………………. 120
Shirley Deyvith Grández Rojas

Relato de mi experiencia pedagógica ……………………. 127


Luis Antonio Chuquizuta Yalta
La tinta en el relato ………………………………………………… 131
Joel Bernardo Roque Santamaría
Una mirada desde la práctica pedagógica ………………. 135
Víctor Leonardo Roncal Araujo
Acerca de nuestra participación en el Premio de narra-
tiva y ensayo José María Arguedas 2021 ………………. 139
Christiam G. Marcelo Padilla

4
Presentación

El Premio Nacional de Narrativa y Ensayo “José María Arguedas”


(Premio JMA) busca que los estudiantes expresen su mundo per-
sonal, así como también la cultura local, regional y nacional, me-
diante la creación de textos literarios (fábula, cuento, historieta y
ensayo); todo esto a partir de la lectura de la obra literaria de José
María Arguedas. De esa manera, además de promover el desarro-
llo de las competencias comunicativas, se busca mantener vigente
el mensaje multicultural del amauta Arguedas.
¿Mensaje multicultural? Desde tiempos lejanos, nuestro país se ha
ido configurando con la presencia de diversos pueblos, tanto gru-
pos originarios como gente foránea que venía a establecerse en
este territorio. En el trajín de la vida, estos pueblos y grupos hu-
manos se fueron mezclando, dando lugar a diversos mestizajes…
Por eso nuestro Perú es un país de todas las sangres, como bien lo
dijo Arguedas.
En este Perú de todas las sangres, necesitamos saber cómo somos,
quiénes están en nuestro entorno y cómo son ellos (también cómo
somos para ellos), y qué hay más allá de nuestro pueblo o locali-
dad. Porque es imperativo mirarnos y mirar más allá de nosotros.
Así podremos llevar en buenos términos el diálogo entre culturas
diferentes, con respeto y sin discriminaciones. Así, como integran-
tes de una sociedad intercultural, iremos construyendo
ciudadanía.

5
Y en este proceso de construirnos y de construir ciudadanía, el arte
tiene mucho que ver. Por ejemplo, una narración literaria, a partir
de la ficción, nos aproxima al ser humano en su contexto temporal
y geográfico; un ensayo, por su parte, es un espacio de reflexión
breve e intenso acerca de cierto aspecto de la realidad política, so-
cial, económica, cultural, etc.
La odisea del uchi Etsa y otros textos seleccionados del Premio Na-
cional de Narrativa y Ensayo “José María Arguedas” – etapa regio-
nal 2019 – 2021 es un libro muy valioso. Reúne textos de calidad,
que hacen evidente el buen desarrollo de las competencias lecto-
ras y de escritura de los estudiantes que los han producido; de he-
cho, en este proceso ellos han recibido las orientaciones de sus
profesores y el estímulo y apoyo de sus familiares.
Además de los textos de los estudiantes, como un valor agregado,
en la parte final presentamos un conjunto de textos escritos por
los docentes asesores de los estudiantes que resultaron ganadores
en el Premio JMA – etapa regional. Los textos de la sección deno-
minada Desde la experiencia contienen pautas y orientaciones va-
liosas para el docente, para que acompañe a los estudiantes en la
aventura de producir un cuento, una fábula, una historieta o un
ensayo.
La Dirección Regional de Educación Amazonas se complace, pues,
en ofrecer este importante producto literario y pedagógico a la co-
munidad educativa amazonense, especialmente a los estudiantes
y profesores. Aspiramos que este libro se convierta en un material
de lectura, lectura que a su vez propicie el diálogo y la reflexión en
la casa, en la escuela y en otros espacios de nuestras comunidades.

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7
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Primer puesto - Categoría: Fábula
Estudiante: Frank Jhordan Izquierdo Cerna
Asesor: Prof. Juan A. Rodríguez Valladares
I.E 16200 - Ugel Bagua

El Pongo Muyuna

Se cuenta que hace muchos años existía un inmenso bosque


a orillas del río Marañón. Estaba habitado por la tribu awajún
y sus moradores se dedicaban a la pesca y recolección de fru-
tos.
Una noche, bajo el resplandor de la luna llena, unos hombres
de la tribu fueron a pescar en el caudaloso río Marañón. Uno
del grupo llamado Fidel se adelantó y tiró su rafa al agua. Se
dice que un animal enorme atrapó en su red. Aquel animal era
tan pesado que la fuerza de aquellos hombres no era sufi-
ciente para retirarlo del agua. Entonces decidieron dividirse
en dos grupos: uno para ir por ayuda y otro para cuidar la red.
Los que fueron por ayuda llegaron al pueblo y contaron lo su-
cedido. Otros hombres decidieron unirse a ellos y regresar al
río. Pero al llegar, ¡oh sorpresa!, los que se habían quedado ya
no estaban; simplemente había rastros sobre la arena que se
dirigían hacia el bosque. Asustados empezaron a buscar. Así,
encontraron a uno de los desaparecidos, muy mal herido. Era
don José, que se quejaba dando gritos lastimeros.
— ¿Qué ha pasado? —le preguntaron.
Él solamente dijo:
— ¡Jukiajui mina cunpajui! —que en español significa: ¡Han sido
llevados mis compañeros! Señaló con la mano la dirección y al
instante cayó muerto.

9
Todos los del grupo, muy asustados, siguieron buscando y a
lo lejos divisaron un extraño ser. Llegaron al lugar y vieron a
una bestia gigante con cabeza de persona y cuerpo de pez,
con unos colmillos grandes y blancos como la nieve que bri-
llaban con los rayos de luna. Daba pánico. Pero, reaccionando,
dispararon a la bestia y esta se fue corriendo por la selva. Los
hombres corrieron detrás de ella. La bestia volvió al río y se
metió a la profundidad; al deslizarse dentro del agua, formaba
grandes olas y se le vio desaparecer río abajo.
Todos regresaron muy preocupados, pero ya no podían hacer
nada. Pasaron los días y empezaron los estragos. La bestia de-
voraba a los indígenas como a simples frutas apetitosas. El apu
viajó a la ciudad para pedir ayuda a la raza blanca. Estos se
ofrecieron; pero, a cambio pidieron a la tribu que le dé sus
mujeres. Unos estuvieron de acuerdo y otros no, pero por la
vida de toda la población aceptaron. Los blancos llegaron,
abusaban de las mujeres, las embarazaban y las dejaban, les
pegaban, las desaparecían y echaban la culpa a la gran bestia.
Hasta que los awajún ya no soportaron y decidieron rebelarse;
ahora deberían luchar contra los blancos y la bestia.
Una noche, los awajún atacaron, pero fueron derrotados. En-
tonces vinieron más indígenas de los pueblos más lejanos y
los awajún volvieron a atacar. Los blancos tuvieron miedo y
decidieron unirse a los indígenas para enfrentar juntos a la
gran bestia. Habían entendido que las dos civilizaciones deben
unirse para ser más grandes.
Así, juntos, un día decidieron ir en busca de la gran bestia que
mataba a la gente. Cogieron sus armas y subieron a sus botes.
Remaron río abajo y llegaron a un lugar donde les esperaba la
bestia. Fue una batalla descomunal, pero al fin los hombres la
hirieron de muerte. En su agonía, la bestia con su enorme
cuerpo se metió a lo más profundo del río. Había muerto, y
mientras se hundía, formó un inmenso remolino que hizo nau-
fragar a varios botes.

10
Y así, los hombres triunfaron sobre la gran bestia. Desde allí
decidieron unirse para enfrentar a todo peligro y ambas cul-
turas ser más grandes y hermanas. Unidos celebraron una
gran fiesta.

11
Primer puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Fernando Sebastián Salazar Regalado
Asesora: Prof. Lidia Alejandrina Loarte Ocaña
I.E. La Inmaculada - Ugel Bagua

Destinados para morir1

Había tomado una decisión. Entró en su choza de caña brava


y techo de palmas donde su esposa mataba una gallina para el
almuerzo.
— Hijo —llamó en su lengua.
Del fondo de la casa, un pequeño niño de seis años apareció
corriendo a abrazar a su cansado padre. El hombre abrazó a
su hijo y luego le dio indicaciones de la lanza que debía traer.
La mujer, que en ese momento alistaba el cuchillo, se angustió
ante la idea de que su esposo fuera a cazar.
— ¿Para qué quieres la lanza? —preguntó ella.
— ¿Para qué más? — respondió él—. Para cazar animal.
Sabía que estaba mintiendo, por eso puso en él una mirada
breve pero severa.
— Es para ir a ver qué derrumba los árboles —dijo el hombre,
intimidado por el fuerte carácter de su mujer reposado en una
mirada.
Hacía dos semanas un grupo de jóvenes, en el cual se encon-
traba el hijo mayor de la familia, había ido a cumplir por pri-

1
Este cuento ocupó el tercer puesto en la etapa nacional.
12
mera vez el deber sagrado de cazar, sin obedecer a las oposi-
ciones, quejas y negaciones de las madres de familia, que les
habían advertido de lo peligroso de ir a cazar sin supervisión,
pues hacer eso sólo era encontrarse con la mala hora. Aquella
era suficiente razón para no ir, de no haber sido por los padres
y hombres de la aldea, quienes, entusiasmados y felices, les
dijeron que ir de caza por primera vez era el inicio de la ma-
durez, que significaba, para ellos, ser lo suficientemente ma-
cho para mantener una familia, y que no hicieran caso a los
cuentos y patrañas que sus madres contaban, pues solo eran
recursos del miedo para no dejarles ir; por último, les dijeron
que si volvían victoriosos, harían una gran fiesta para ellos
donde podrían elegir una bella muchacha como esposa.
El pequeño grupo de jóvenes, engatusados y seducidos por
las promesas de sus padres, pasaron toda una tarde alistando
flechas, arcos, lanzas e, incluso, los más suertudos, arcaicos
revólveres que habían encontrado en expediciones a la selva.
El hijo menor no pudo dejar de sentir un malestar, que inter-
pretaba como un mal presentimiento. Pasó toda la tarde junto
a su hermano afilando lanzas, practicando con el arco y cali-
brando revólveres. El mayor trajo dos plátanos y le dio uno a
su hermano, en forma de gratitud por acompañarlo. Al cabo
de unos minutos, el mayor se dio cuenta que su hermano no
había tocado la fruta y mantenía la mirada fija en el canal que
atravesaba el corral.
— ¿Qué tienes? —le preguntó.
— No vayas —le respondió el menor.
— ¿Por qué no?
— Porque tengo miedo de que te pase algo.
El mayor, que en todo el día no había visto con atención el
rostro de su hermano, observó en sus ojos pequeñas gotas
cristalizadas que se resistían a salir.
— Te prometo que no va a pasar nada. Volveré mañana y verás
el gran animal que cazaré —le dijo suavemente.
13
Los muchachos se despidieron de sus familias y penetraron
entre los enredados árboles de la incertidumbre. El hijo menor
recordaría cómo estaba su hermano ese día: alto, lánguido, pá-
lido y asustado, desapareciendo entre la espesura de la arbo-
leda. Su madre, que tenía el mismo mal presentimiento que él,
acariciaba su cabeza.
Al siguiente día los muchachos no volvieron. Pero en la noche,
entre el bullicio de los sapos y los grillos del campo, un miem-
bro de la expedición llegó arrastrándose y gritando por ayuda.
Lo llevaron a su casa, le dieron agua y lo recostaron en su ta-
rima. El muchacho, con los ojos muy abiertos y con la voz
ronca de aquel que pide auxilio, contó su historia a los habi-
tantes que lo rodeaban. Estaban persiguiendo a un enorme
animal, según contó, cuando un gran árbol cayó entre las ti-
nieblas y aplastó a la mayoría. Todos corrieron asustados y
sólo él pudo retornar a la aldea.
Toda la comunidad se enteró, y hasta el hijo menor no tuvo
que pensarlo mucho para descubrir la confusa verdad reve-
lada en el claro y sencillo presagio: su hermano había muerto.
Todos lloraron la muerte de sus hijos y hasta los mismos pa-
dres que habían patrocinado la idea de la caza lloraron de ra-
bia, prometiéndose entre ellos la búsqueda del culpable.
De modo que la mujer, cuando escuchó a su esposo mandar a
traer su mejor lanza, no pudo reprimir un fuerte estremeci-
miento.
— No irás -replicó la mujer—. No perderé a otro.
— No es mi decisión, es cuestión de honor.
El niño, trémulo como siempre, volvió a la habitación y le dijo
a su padre que la lanza que buscaba se la había llevado su her-
mano. El padre se percató que entre su hijo y su esposa había
una casi imperceptible relación de complicidad, suscitada en
mentiras para no dejarlo ir. Entonces él mismo fue por la lanza,
mientras su hijo sollozaba, soltando las lágrimas retenidas
desde que se fue su hermano. Corrió a los brazos de su padre
14
y le rogó con desesperación que desistiera de ir. El padre in-
terpretó las súplicas como simple miedo de niños, sin enten-
der que detrás de las lamentaciones de su hijo yacía un senti-
miento de culpa por no haber detenido a su hermano. Su mu-
jer miraba desde lejos. El padre besó al pequeño en la cabeza
y le aseguró que todo estaría bien. Caminó hacia su esposa.
— ¿Piensas ir solo? —le preguntó la mujer.
— No, iré con los padres de los demás.
— Ni siquiera lo lloraste.
El padre no respondió, salió del lugar y se despidió con una
señal de adiós.
El hombre buscó ayuda en las casas de sus amigos, pero estos
le dieron extrañas explicaciones del porqué no podían ir. A
cada lugar que iba era lo mismo. Los hombres más respetables
de la comunidad se libraban del compromiso de ir a buscar
venganza y cuidar la naturaleza con ridículas excusas.
De modo que no supo el cómo ni el cuándo se quedó abando-
nado en su iniciativa de proteger a su gente y a la naturaleza
de la bestia que de seguro había matado a sus hijos. Al tocar
en la última choza, se encontraba desilusionado y desesperan-
zado. Un hombre viejo le abrió la puerta y le dijo la verdad que
los demás le habían ocultado:
— No voy porque me da miedo —le dijo al cerrar la puerta, con
la cara llena de vergüenza.
Aquel fue el límite de su paciencia. Caminó hacia la enredada
selva y se adentró en ella, con el propósito de proteger el
único lugar que por generaciones les había servido de hogar.
Atravesó los desconocidos caminos de una región encantada,
con pasos sigilosos y ágiles de un cazador experimentado. Es-
taba anocheciendo. Olió el tierno aroma de la sofocante hu-
medad que los árboles proporcionaban en las épocas de lluvia.
Levantó la vista y descubrió la hermosura de un cielo libre de
maldades y pecados, adornado por pequeños y distantes pun-

15
tos de luz titilantes, sobre una selva virgen e inexplorada. Ob-
servó a su alrededor los grandes árboles, sin dejar de caminar,
y le sorprendió el frío de la noche. Deslumbrado por la belleza
de una naturaleza que estaba tan cerca de él, y que sin em-
bargo había ignorado sin querer, tardó en darse cuenta que
estaba perdido entre la inmensa vegetación de palmeras y ár-
boles viejos y nuevos, altos y bajos, anchos y delgados, y que
al fin y al cabo le parecían lo mismo. Se desesperó ante la idea
de extraviarse en terreno desconocido, donde no había vida
civilizada además de él. Intentó volver por el sur, cuando en
realidad se dirigía al oeste, y trató de ir al oeste y se estaba
dirigiendo al noreste en la intricada confusión que le daba ma-
reos. Trató inútilmente de seguir las estrellas, pero el recuerdo
de su abuelo enseñándole cómo, había sido desterrado de su
memoria por no haberlo utilizado nunca y fue devorado atroz-
mente por las polillas del tiempo.
Sólo entonces, en la exasperante mezcolanza de su mente,
pudo entender por qué tantos le habían negado ayuda para
secundar su empresa: no era cobardía de simples hombres
afeminados y asustados que preferían quedarse a salvo en sus
casas, como él creía, sino un presagio que les había advertido
del peligro que les esperaba y que a él le había llegado dema-
siado tarde. Entendió también la desesperada acción de su
hijo, que se colgó de sus brazos para no dejarle ir, pues no era
un simple capricho o miedo de niño, sino un miedo totalmente
racional, lógico y maduro después de la muerte de su her-
mano. Su respiración, alterada por la sofocante confusión que
genera perderse, empezó a calmarse.
Pensó que tal vez si dormía una siesta, despertaría con más
energía y podría recordar el camino que lo llevara de vuelta a
su distante hogar. Acostándose en el suave barro, creyendo
una mentira para escapar de una desesperación y arrepenti-
miento tardío, se durmió pensando en el hijo muerto. Des-
pertó en un sueño tétrico, en una ciudad sin vida, desértica y
calurosa, con enormes edificaciones de cemento, que para no
verse tan despiadadas eran adornadas con flores artificiales
16
que suscitaban nostalgia. Caminó de largo y se encontró con
un río seco y lleno de desperdicios. A orillas de este, una pe-
queña arboleda caía rendida ante la fuerza de unas máquinas
gigantescas e intimidantes. En aquella visión de los tiempos
futuros, buscó algún rastro de la belleza de la naturaleza, pero
no la encontró. Entonces tuvo claro el verdadero problema
que amenazaba a su gente. Un seco, profundo y repentino
ruido lo sacó de su trance. Se levantó rápidamente, alterado
por la brusquedad del despertar. Examinó a su alrededor y le
pareció que todo estaba igual que antes. Sospechó que el
abrupto ruido había tenido origen en su frívolo sueño, cuando,
de pronto, a la distancia, observó cómo un solemne árbol caía
lentamente sobre las tierras vírgenes, como un soldado de
guerra que cae en batalla.
“Es el demonio”, susurró para sí mismo, pensando que solo un
ser sobrenatural y de corazón pecaminoso y duro tendría la
suficiente fuerza física y de voluntad para lograr derribar un
monumental árbol. Podía haberse escondido, obedeciendo a
la última oportunidad que le brindaba el destino para desistir
de sus acciones y dejar que todo tomara el ciclo natural; pero
no fue así, porque en ese instante tuvo claro que nunca saldría
de esa tenebrosa selva. “Vine a pelear por honor y moriré por
honor”, pensó.
Con la lanza entre las manos y una ciega esperanza concebida
en la desesperación, se enfrentó al ser demoniaco que había
matado a su hijo, aterrorizado al pueblo y era el taciturno pro-
feta que venía con pistolas a fundar una selva de cemento.
Salió de entre los árboles. Se paró encima del árbol caído y lo
recibieron destellos de luz, seguidos de explosiones que no
solo le produjeron dolor en los oídos, sino también un sordo
ardor en el pecho.
Los hombres, cargados de fusiles, le volvieron a disparar. Cayó
con la lanza en mano, con la misma solemnidad con que había
caído el árbol.

17
Uno de los hombres se acercó al cuerpo todavía tibio y le dio
la vuelta con el mango del hacha.
— Es otro indio —le dijo a su compañero—, es el décimo que
viene esta semana. ¿Qué hago con él?
Su compañero, con fusil en mano, no mostró ningún remordi-
miento al momento de contestar:
— Arrójalo al río, junto a los demás cuerpos.

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Segundo puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Cindy Roxana Pilco Díaz
Asesora: Prof. Shirley Deyvith Grández Rojas
I.E. San Francisco – Ugel Chachapoyas

Río negro

Lorito de la quebrada, bullicioso,


lorito, amigo de los solteros.
Sílbale, sílbale fuerte
despiértale, que ya es muy tarde;
grítale, grítale, que ya es muy tarde.2

—¡Eso! ¡Eso! ¡Eso! ¡Vamos! ¡Vamos!


— ¡Sí! ¡Vamos!, ¡vamos al río!, ¡vamos, apúrense! ¡Quién gana!
— ¡Fuiit, fuiit, fuiit!
Así, muy contentos, Yúmi, Shajián, Anaj y Ñampits, los esco-
leros, se adentran cantando y silbando en la espesura del bos-
que; en ese bosque que desde siempre fue suyo, única heren-
cia de sus padres, de sus abuelos y de muchas otras genera-
ciones que ya sus mentes han olvidado.
En medio de la selva, estos pequeñines apenas terminan las
clases en la escuela, como de costumbre van rumbo al río; cual
venaditos, brincando, brincando, corren, apuran el paso di-
recto a zambullirse en las dulces y frescas aguas de su encan-
tador río Nieva, afluente del río Marañón que discurre por la
región Amazonas. A lo largo del camino a veces se distraen

2
ARGUEDAS, José M. “Los escoleros”
19
alborotando pihuichos3 o correteando huanganas4 entre los
matorrales.
—¡Shajian!, Áwi, áwi (allá, allá).
— ¡Jeh!, ¡jeh!, wajimpaiya, ¿yatsuju? ( ¡Uy!, ¡Uy!, hermano, ¿qué
es?)
— ¡Jeh!, kapiunum chúwi pasugmawai. (¡Uy!, el paucar hace su
nido en la capirona).
— Túmbale, túmbale, Shajián.
— ¡No!, Apu5 Sharup dice que el bosque es nuestro abuelo y
abuela, y tenemos que cuidarlo —les contesta en tono serio
Shajián, el mayor de todos.
— ¡Cuídalo, cuídalo!, Jijiji, Jijijiji —entre risas, los traviesos
avanzan y se pierden felices en la verde inmensidad.

Tayunsa es un hermoso pueblo awajún, terruño de los esco-


leros. Hasta hace un tiempo atrás, era un lugar tímido todavía,
pues escondía su rostro al cielo azul y el gran Etsa, padre sol,
bendecía con sus primeros rayos las altas copas de los ya casi
extinguidos árboles de shihuahuaco, capirona y caoba. La luz
se adentraba poco a poco en el bosque y llenaba de magia
todo alrededor en la Amazonía, perla de la diversidad ecoló-
gica.
Los pobladores de Tayunsa viven en pequeñas chozas techa-
das con hojas de batae6, son gente humilde, trabajadora y muy
solidaria; todos se ayudan mutuamente en las diferentes acti-
vidades ancestrales como: la caza, la recolección y la pesca.

3
Pichuicho: pequeño loro, periquito aliamarillo o aliblanco.
4
Huangana: cerdo salvaje.
5
Apu: cacique, líder nativo amazónico.
6
Batae: especie de palmera.
20
A Yúmi, Shajián, Anaj y Ñampits les gusta mucho su pueblo,
su selva misteriosa y, más que todo, a ellos les gusta su río
Nieva que serpentea entre sus bosques regando y nutriendo
de vida a la tierra.
—¡Ya achicharra el calor!, ¡ya es más de medio día!
— ¡Ya es la una en punto!
— ¡Auriiita el profe toca la campana!
— ¡Profee!, ¡ya es hora de salida!
— Tilín, tilín, tilín.
— Bravo, bravo.
—Jinki wetajum (¡salgan, váyanse!), les espero mañana, alum-
nos.
— Kashin wainiami, jintinkagtin (¡Hasta mañana, profesor)
— ¡Hasta mañana, alumnos!
—¡Eso!, ¡eso!, ¡sí, vamos!
— ¡Sí, vamos! ¡Vamos al río! ¡Vamos, apúrense! ¡Quién gana!
— Fuiit, fuiit, fuiit
— ¡Shajián!, áwi, áwi (allá, allá)
— ¡Jeh!, ¡jeh!, maikichiknwaiwaish (¡Uy!, ¡Uy!, una ardilla)
— ¡Jeh!, ¡jeh! Cázala, cázala.
— ¡No!, apu Sharup dice que el bosque es nuestro abuelo y
abuela, y tenemos que cuidarlo.
— ¡Cuídalo, cuídalo!, jijiji, jijiji.
Apenas llegan al río, se sumergen en sus frías aguas de po-
quito a poquito. Se introducen buscando nañum7 entre las

7
Nañum: cashca, carachama, tipo de pez de río.
21
piedras; pero… algo anda mal. Un sorbo de agua para calmar
la sed.
—¿Eh? — se preguntan.
Dos sorbos.
— Agjjjjjjjj — los escoleros arrugan la cara y escupen lo pro-
bado.
—¿Qué pasa?
El sabor de las aguas ya no es dulce, hay un gustillo amargo y
aceitoso que se pega en sus gargantas. ¿Qué ocurre? ¿Qué era
eso que les ha manchado las manos?
De pronto, aparecen flotando muchos peces. Levantan la mi-
rada río arriba y cintas amarillas sanguinolentas se van disper-
sando hacia las orillas mientras que un color negruzco mons-
truoso se les va acercando, les va acorralando más y más.
—¡Salgamos!
—¡Salgamos!
—¡Río negro!, ¡río negro!
— Pronto, vayamos a casa, avisaremos a apu Sharup.
—Río negro!, ¡río negro!
Apu sharup a duras penas pudo calmar a los escoleros y con-
juntamente con los hombres de la comunidad acudieron al lu-
gar de los hechos, la selva está en peligro, era urgente inves-
tigar las causas.
Escudriñando, escudriñando, no muy lejos, por las afueras de
Tayunsa, a pocos kilómetros del camino que va al río, entre
la abrupta maleza se encontraron con una desdichada sor-
presa: un lugar oscuro y devastador, una tubería, cual ana-
conda de fierro que en algún tiempo atrás los diablos blancos
extranjeros colocaron, estaba rota y vomitaba a borbotones

22
un viscoso líquido negro a través de una pequeña grieta; di-
cha sustancia caía como una cascada que se expandía rápi-
damente hacia el río.
No hubo forma de frenar tal desgracia. Mientras más esfuer-
zos hacían los hombres del pueblo para taponear la abertura,
pareciera que la grieta se abría más y más, manchándoles las
manos y el cuerpo, mientras que sus pies descalzos y callosos
se hundían patinando en el charco de crudo.
Por un momento lograron desviar el curso amenazante del
elemento negro y sin perder tiempo dieron aviso a las autori-
dades “competentes” locales y regionales. Esperaron un día,
dos, una semana, una eternidad y no tuvieron respuestas. El
mal iba creciendo en las entrañas, en las venas de la madre
tierra.

Apu Sharup y una comisión de nativos awajún y wampis via-


jaron a Lima, la gran capital.
— ¡Exigimos ayuda! ¡La selva está en peligro! ¡La selva está mu-
riendo! — gritaron en su lengua aborigen, incomprensible para
muchos, frente al Palacio de Gobierno.
— ¡Un río negro rumbo abajo acabará con nuestras comunida-
des, con la vida animal y vegetal! —decían.
Tocaron las puertas de los “padres de la patria”: un líder polí-
tico desalmado los subestimó tildándoles de “ciudadanos de
segunda clase”; otros, minimizaron lo sucedido; otros, dijeron
que el derrame fue consecuencia de un "acto delincuencial de
los mismos indígenas", les calumniaron de salvajes y por “en-
torpecer el desarrollo del país” fueron destinados a esperar y
vivir el sueño de los olvidados.
Mientras tanto, en Tayunsa, el chamán del pueblo bebió el
toé para conocer el destino que les deparaba. …………..

23
— La desgracia está cerca — dijo el chamán con el corazón
destrozado.
Yúmi, Shajián, Anaj y Ñanpits, amigos y fieles compañeros,
muy preocupados, no se sentían a gusto sin ayudar. Hay
forá- neos que llegaron al pueblo y buscan trabajadores para
limpiar el crudo descarriado en el río, la paga es de 10 soles
por balde, les prometen comida y traje protector. No hay
nada que pensar, a trabajar se ha dicho: jóvenes, mujeres y
niños se enrola ron en esta peligrosa diligencia.
Apu Sharup, desde la capital, les mandó decir que no deses-
peren, algo se va lograr contra el atropello a la Amazonía, ne-
gociaciones dice el gobierno; pero, los aldeanos, cegados por
la necesidad y el hambre, ya no le hicieron caso.

Al poco tiempo, los escoleros enfermaron gravemente. Añaj y


Ñampits, los más pequeños, fueron los primeros, pronto des-
cansaron en paz: sus ojitos se irritaron, tenían dolor de cabeza
insoportable, mareos, malestar estomacal, la tos se agudizó, la
inflamación de la nariz y la garganta fue atroz, tenían dificultad
para respirar, hasta que una fiebre fulminante los mató.
En seguida, los mismos síntomas… Yumi y Shajián corrieron la
misma mala suerte. Y así, uno a uno, como una epidemia, la
enfermedad fue arrebatando la vida de todos los comuneros.
La muerte extendió su velo negro sobre el pueblo.
De nada les sirvió los míseros 10 soles, que por cierto no era
por cada balde, sino por día y ni qué decir de los dichosos tra-
jes protectores invisibles.
— Claro, los indígenas no somos gente, no somos nada —decía
uno que otro poblador ya moribundo.

24
—¡Nungkuy! ¡Nungkuy!, diosa protectora, mama tierra, resiste;
danos alimento, danos salud para tus hijos. Río negro no te
vencerá — era el llanto triste de las nuwas8.
Nunkuy ya no responde, se fue apagando como el sol del atar-
decer. El río negro la ha dominado, la ha sumergido en el fango
de la muerte. El río negro devastó a su paso todo lo que ha
encontrado, todo lo que ha tocado. Nayaim, dios del cielo, con
una fría y miserable llovizna la acarició; pero ella, sin fuerzas
ya su último aliento exhaló.

8
Nuwa: Mujer.
25
Primer puesto - Categoría: Ensayo
Estudiante: Cecilia Chara Rojas
Asesor: Prof. Milton Alberto Chávez Pardo
I.E. 18207 San Nicolás - Ugel Rodríguez de Mendoza

Yawar fiesta de la tradición oral

“La lucha es un bien, el más grande bien que le ha


sido otorgado al hombre, siempre y cuando esta lu-
cha no sea irremediablemente estéril o inútil, por-
que entonces ya no es lucha, es el infierno”
José María Arguedas

Tal y como el pequeño Pongo, personaje de José María Ar-


guedas, ayer tuve un sueño profético, el cual, con su venia, me
gustaría narrar:
Vi al patrón San Nicolás de Tolentino. Flaco, triste lo vi, pálido
además; tan pálido que era casi transparente; no obstante, le
reconocí, me acerqué y así le hablé:
- ¡Patrón San Nicolás! ¿Qué hace usted por estas calles? ¿Por
qué se ha salido usted de su iglesia donde debería estar?
Escuchándome, volvió el semblante hacia mí, y respondió:
- ¡Ay, hija! !Ay de mí! — empezó a sollozar —. Yo ya no soy
quien para volver a aquella iglesia.
- Pero, ¡Señor mío! — repliqué —. Si es usted alguien muy im-
portante para nuestra provincia. Sobre todo, porque consti-
tuyes parte de nuestra identidad y nuestra tradición.

26
- No, hija, ya no— me respondió, rompiendo en llanto—.
Ahora, sobre todo los jóvenes, se están olvidando de lo suyo
por ver lo ajeno... Me estoy muriendo, hija… ¡Me estoy mu-
riendo! ... En plena agonía me hallo.
- ¡Cómo que se va a morir usted! — exclamé sorprendida.
- Sí, hija, me estoy muriendo— continuó—, un hombre o una
mujer verdaderamente mueren cuando ya han sido arrasados
de la memoria de sus congéneres, por motivo tal, me en-
cuentro próximo a la tumba...
Terminó de hablar, y bajando la cabeza, dio media vuelta y se
fue. Entonces observé a la gente que a mi alrededor estaba.
Cada uno de ellos y ellas se hallaban ocupándose de lo propio
y, reflexionando un poco. Dije para mis adentros:
“¡Verdaderamente, se está muriendo!”
La luz que generosamente el taita Inti regala a nuestras tie-
rras, filtrábase por mi ventana, mientras me encontraba taci-
turna, confusa, acaso también preocupada. Donde nací, tener
un sueño, no es por nada, algo quiere decir. ¿Quién mejor que
mi bien amada abuela Chabela para ayudarme? Su veredicto
fue tajante:
- La modernidad está acabando con todo el valioso tesoro le-
gado de nuestros antepasados y tú tienes que hacer algo.
¡Vaya, un tesoro!... ¿Pero qué tesoro?...
- ¿Abuela?, ¿Abuelita?... ¡¡¡¡Abuelita!!!!!... (abuela dormida).
Es así que como ciudadana del nuevo milenio recurrí al gigante
de Internet: Google. ¡Jesús, María y José! Descubrí que este te-
soro es nuestro patrimonio cultural; pero no el relacionado a
monumentos y colecciones de objetos antiguos, patrimonio
cultural material y tangible; sino a las tradiciones o expresio-
nes vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas
a sus descendientes, quienes, a su vez, reciben la responsabi-
lidad de seguir la reacción en cadena, como tradiciones orales,
artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos,
conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el uni-
verso, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicio-
nal.

27
Encadenando estas expresiones con mi sueño comprendí que
nuestras tradiciones orales están extinguiéndose. Recordé
que la historia del patrón San Nicolás la escuché de labios de
mis abuelos durante mi niñez y acudieron a mi mente (como
la sangre a una herida abierta) otras leyendas como La mano
de Andrea, La laguna de Cochamal, La laguna de Santa Bárbara,
La Virgen de Natividad; cuentos como, Juan Osito, La Waca Wi-
llca, El avión de cuero y todos aquellos relatos orales propios
de mi provincia, que actualmente están pasando irremediable
y progresivamente a engrosar las filas del tristemente célebre
batallón del olvido. Asimismo, comparando mi niñez con la de
mi hermano menor (nos separan nueve años en la línea del
tiempo), resulta sorprendente que él ni siquiera haya oído ha-
blar de ellos (a esa edad yo conocía todos esos relatos, porque
como guayacha de pura cepa, era menester saberlo); en cam-
bio él se sabe tan bien como su nombre y apellidos, las
tramas de las series y películas de Disney XD, Cartoon
Networks, y Nat Geo Kids. De igual modo, observo que quienes
son mis alegres contemporáneos y fieles camaradas -ayer
compañeros en el transatlántico de la niñez y hoy la
expectativa de mi terruño-, andan tan pegados a sus
teléfonos celulares como el botón a la camisa, y a los
auriculares como el arete a la oreja, y al mundo globalizado
como un enchufe al tomacorriente. De manera que, al hablar
con ellos, no hace falta suponer que han acabado por olvidar
aquellos relatos que acompañaron nuestros primeros pasos
por la vida, en la misma medida que mi hermano aún no los
sabe; y temo que, si me quedo de brazos cruzados, mi
pequeño guayacho (¡acaso tampoco sabe que es guayacho!) se
ha de quedar sin conocerlos.
Por otra parte, sabemos que nuestro Perú es un país multicul-
tural, además de plurilingüe; y que, por esa privilegiada (y efí-
mera) característica, dentro de él existen millares de mitos y
leyendas, cuentos y fábulas que enriquecen nuestro acervo
cultural. Ya decía José María Arguedas, nuestro ilustre cono-
cedor del Perú profundo:
28
El indio inventa un relato para recrear el espíritu de sus
oyentes, para ilustrarlos, para exaltar lo bueno y lo bello,
para afirmar las reglas o valores morales que rigen la conducta
de su grupo social, para infundir temor a los castigos que
sufren quienes infringen esas reglas, para explicar el origen
de las cosas, para describir las injusticias y demostrar que
ellas no quedan impunes, para cimentar en el alma del ser
humano la esperanza, para exaltar la imaginación, la fantasía
de los oyentes; en fin, para describir el mundo terreno,
celeste o social. El mismo objetivo tiene la literatura escrita¹.
Hoy, sin embargo, no solemos ser conscientes de la fortuna
que esto significa y, cegados, en cambio, por los prejuicios que
revelan nuestro poco conocimiento del tema (que como pe-
ruanos es obligación saberlo), desdeñamos estas valiosas his-
torias. Otro error (¡¡grave!!) que cometemos es reemplazar a
nuestras tradiciones orales por los muy bien recordados cuen-
tos de hadas provenientes de la cultura occidental, además de
otorgarles el prestigio que negamos a nuestras tradiciones ori-
ginarias y, más grave aún, cometer la barbarie de evitar y dejar
de enseñar al niño y a la niña sus historias autóctonas pen-
sando que así se “modernizarán” y no serán blanco de burla
de sus pares. (Ni don Braulio ni don Froylán hubieran llegado a
tanto; y el hermanastro y la madrastra de nuestro José María Ar-
guedas habrían tenido más piedad).
Ahora comprendo que de esta manera es como habitualmente
niños y jóvenes suelen perder, progresiva y paulatinamente,
el interés por su propia cultura en general y por la tradición
oral en particular; perdiéndolo más a medida que pasan los
años, pues como ya hemos visto, no solo a causa del desinte-
rés, sino, porque sencillamente ya no se tiene por costumbre
la recopilación y sobre todo la enseñanza de los mismos. Prác-
ticamente, la relación con nuestras raíces se limita a la organi-
zación de festivales durante ciertos días del año, donde prima
el lucro, por encima del sentido cultural de identidad; práctica
ampliamente detestada y criticada por Arguedas.

29
Con todo lo reflexionado anteriormente puedo afirmar, a
ciencia cierta, que la riquísima tradición oral, no solo de Ro-
dríguez de Mendoza (mi tierra), sino del Perú entero, está ex-
puesta a la desaparición sistemática por causas como la glo-
balización de las comunicaciones y la información que ha
traído consigo el desarrollo tecnológico, pues es por la mala
utilización que solemos hacer de ella; nos parece aburrido e
inútil escuchar lo que nuestros abuelos o abuelas quieren con-
tarnos y preferimos las redes sociales que ocupan nuestro ma-
yor tiempo y, supuestamente, nos han vuelto la vida más di-
vertida y fácil. De esa manera acabamos rompiendo la cadena,
cadena eslabonada de ascendientes a descendientes, de bo-
cas a oídos, de siglos a siglos. ¡Cuánta riqueza cultural dejamos
perder!
Además (como si fuera poco) está la desidia de nuestras auto-
ridades en todos los estamentos, que hacen poco o nada por
preservar este valioso legado. Pues en materia de educación
(que es la base para la tan añorada reconstrucción nacional)
se privilegian aspectos relacionados a convertir a nuestras fu-
turas generaciones en “ciudadanos globales”, antes que con-
vertirlos en conocedores y defensores de su rica cultura (para
así aventurarnos a conocer lo ajeno), lo que ha dado paso al
factor de mayor influencia: “la penetración de valores que co-
rresponden a otras culturas”, lo que Arguedas llamó “acultura-
ción”. No obstante, el factor que más me preocupa es la indi-
ferencia de las familias, pues sus reuniones (si es que se dan)
se reducen a tratar temas triviales y “modernos”; ya no como
antaño, que era el momento oportuno para que los sabios de
la familia, los abuelos y abuelas, rodeados de su descendencia
transmitan oralmente las tradiciones a través de crónicas y
cuentos que llegaban desde el fondo del tiempo para llenar de
admiración, por su sagacidad y originalidad, a los oyentes,
quienes se sentían atrapados, cautivados y transportados a los
tiempos primigenios de las comunidades. Era el espacio per-
fecto donde la imaginación era estimulada y se forjaban men-
tes creadoras y almas comprometidas e identificadas con su
30
tierra. Porque también la tierra, eterna en sus valores, se unía
para recordarnos nuestro ayer; porque ella sabe perfecta-
mente que sin el ayer no existe el mañana, y menos el hoy;
que lo trascendente corre a través del tiempo y el espacio, sin
que su savia vigorosa conozca jamás “el caer”; porque lo
eterno no muere nunca y mantiene su vigor de fruta del árbol
de la raza. Y hoy, nuestros pobres “sabios y sabias” están arrin-
conados y arrinconadas dentro del seno familiar, condenados
al olvido, y junto con ellos y ellas, toda la sabiduría ancestral
que bebieron de sus antepasados.
Ahora bien, qué hacer para tratar de revertir la situación que
estamos viviendo. Pienso y sostengo que deberíamos regresar
los ojos hacia el tesoro legado de nuestros hermanos y her-
manas, peruanos y peruanas que demostraron su amor incon-
dicional a este país prodigioso. Porque allí reside el secreto
para solucionarlo todo. En este caso, recurramos a la figura
máxima de la defensa de la cultura autóctona, sigamos con la
labor que emprendió don José María Arguedas, quien a través
de su vida y obra nos dio el más grande ejemplo de identidad
y amor a lo nuestro, a lo propio, a lo autóctono sin despreciar
lo ajeno. Por ello, propongo que hagamos el Yawar Fiesta de
la tradición oral, porque tal como el mensaje que nos transmi-
tió en su obra del mismo nombre, lo autóctono debe sobrepo-
nerse e imponerse a lo occidental, a lo avasallador; para abrir
nuevos escenarios y enfrentar los tiempos venideros, con
base sólida, para forjarnos como una sociedad orgullosa de
sus raíces; porque las tradiciones orales, actualmente, son impor-
tantes para reafirmar nuestra identidad: para saber aquello que
somos, cómo pensamos, qué creamos, cómo estamos organi-
zados para la consecución de un bien común, qué preparación
tenemos para enfrentarnos positivamente con la realidad y la
globalización.
Sí, recurramos a la figura multifacética de Arguedas: antropó-
logo, etnólogo, educador, escritor y poeta; aspectos que se
conjugaron para reflejar las diversas caras de una cultura pe-

31
ruana de resistencia y cuya vigencia en la actualidad es inelu-
dible, como lo demuestran las muchas opiniones de grandes
intelectuales nacionales y mundiales:
Su aporte constituye la base de la identidad cultural y la for-
mación de la nacionalidad peruana. Ningún autor ha contri-
buido tanto como Arguedas al conocimiento profundo de
nuestro ser individual y colectivo, a la forja de nuestra identi-
dad, a la constatación de nuestra múltiple diversidad social,
cultural y lingüística. Con Arguedas, reivindicamos al folclor
como cimiento de la identidad nacional y a esta como factor
de cohesión social para la liberación indígena, campesina y
popular, base de la construcción de un Estado nacional de-
mocrático, equitativo, pluricultural, multilingüe, intercultural,
inclusivo y pacífico².
Por consiguiente, forjemos nuestra identidad (como lo
deseaba Arguedas) a través de la tradición oral, porque es fun-
damental para mantener vivas las culturas, porque da sentido
y finalidad a la vida de una sociedad; porque fortalece relacio-
nes (viene a ser ese nexo entre el pasado y el presente con
una proyección hacia el futuro) entre generaciones: abuelos,
padres e hijos; porque revalora formas de vida y manifesta-
ciones de nuestros antepasados, nos acerca. Además, se alza
como una caja de herramientas que posee la facultad de solu-
cionar las dificultades cotidianas que existen en la vida de una
comunidad y, sobre todo, es importante para la conservación
de la cultura ancestral (para la difusión de la trascendencia his-
tórica de cada pueblo); porque el valor de estas expresiones
autóctonas debe ser un orgullo para todos y no debe estar
reñido con expresiones foráneas.
En definitiva, puedo señalar categóricamente que la narrativa
oral tiene una tendencia formativa para mantener la cultura y
practicar la identidad cultural. Y eso es lo que debemos buscar
si queremos continuar con el trabajo del apu Arguedas: sentir-
nos identificados y amar lo nuestro porque esta es la única garan-
tía para crecer. Es por ello que resulta esencial, en un país tan
diverso como el Perú, aplicar políticas que conduzcan a un
32
cambio de mentalidad con respecto a nuestras tradiciones
orales y las culturas que representan; así como despertar en
nuestros estudiantes una íntima y profunda necesidad de sa-
ber, y un interés exigente de conocer a su país para que crezca
dentro de ellos un profundo sentimiento de orgullo por sus
historias. Las futuras generaciones deben entender que en sus
tradiciones orales está cifrada la identidad de su pueblo, y que
conservarlas y transmitirlas es mantener viva la memoria de
sus padres y abuelos.
Sin embargo, temo, quizás, que en este encuentro de los dos
mundos, el extranjero (perfectamente armado hasta los dien-
tes) triunfará por segunda vez sobre nosotros, pero en esta
ocasión, imponiendo definitivamente la occidentalización aún
en proceso, en la cual se encuentra como principal eje: “el do-
minio de la tecnología sobre el hombre y la mujer” y “la “moderni-
zación” de los países subdesarrollados”. Con esto habrán aca-
bado y saqueado la inmensa riqueza inmaterial de esta tierra
que nos vio nacer. Digo “quizás” porque aún estamos a tiempo
de hacer lo que el amauta Arguedas escribió para Francisco
Miró Quesada C.:
Warma sonqoykiwan kausaykichinki chiri Yawar runakunata.
Allin yachaynikiwan sumaqta rikunki imaymana llaqtanchikta
Runata. ¡Ama samaychu wawqey! ¡Ama saykuychu! ¡Auqa ru-
nakunata wischuy! Peruninchikya kuyaqkunata hatarichiy,
yanapasunaykipaq. Orqun, paran, ritin mana sayariwankichu.
Urpi, fieru, quri songoyki…
Que quiere decir:
Con tu corazón de niño harás revivir a los hombres de sangre
congelada. Con tu buen saber apreciarás todo lo hermoso for-
jado en nuestra patria ¡No te canses hermano! ¡Pero no des-
canses! Ahuyenta a los malos. Levanta a los que aman a nues-
tro Perú, para que te ayuden. La montaña, la nieve, la lluvia,
no te detendrán. Tu corazón es de oro, de fierro y de pa-
loma…³

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Aunque no tengamos a una Doña Cayetana, a un Felipe
Mayhua, a un José Delgado, o a un Víctor Pusa como árboles
protectores. Y por mucha falta que nos hagan, ¿acaso no co-
rren por nuestras venas “todas las sangres” de quienes un día
fueron un poderoso imperio y forjaron grandes culturas que
impresionaron al universo? Amigos y amigas, jóvenes y niños,
padres y madres, autoridades de todos los confines del Perú:
nuestra tradición oral, nuestra esencia misma, se encuentra en
pleno Yawar Fiesta; el toro y el cóndor se hallan envueltos
otra vez en atroz contienda; nosotros, en la misma. ¡No dejes
morir a tu patrón San Nicolás de Tolentino! … ¡Allá va! … Aún
tiene la esperanza de sobrevivir. Recalco, continuemos el tra-
bajo de Arguedas.

1. Arguedas, J.M. (1964) ¿Qué es el folklore? Revista Cultura y Pueblo, pág.15


2. Leo Casas Ballón, L.C. (2015) Arguedas, la identidad nacional como factor de cohe-
sión social para la liberación. Recuperado de https://redac-
cion.lamula.pe/2015/01/18/arguedas-la-identidad-nacional-como-factor-de-
cohesion-social-para-la-liberacion/albertoniquen/
3. Pinilla, C.M. (15 de marzo de 2015).Recuperado de https://elcomercio.pe/eldo-
minical/actualidad/mi-admiracion-jose-maria-arguedas-tuvo-limites-383586

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35
36
Primer puesto - Categoría: Fábula
Estudiante: Steven Gerrard Chávez Meléndez
Asesor: Prof. Camilo Collazos Túnjar
IE 18240 - Ugel Rodríguez de Mendoza

La gallina presumida

Todos los días de primavera, el sol se despertaba alegre sobre


los árboles que rodeaban la vieja huerta. Allí, los animales del
gallinero se encontraban ocupados en sus quehaceres.
Uno de esos días, varios gritos agudos turbaron la tranquilidad
del lugar. Se escuchaban las quejas de nuevos inquilinos:
— ¡Aléjense de mí, no me toquen! ¡Son chuscas y huelen ho-
rrible!
Un papagayo multicolor, que estaba en la puerta de ingreso,
vociferó con su chillona voz:
— ¡Son tres gallinas feas!
— Feas serán estas dos que apestan. ¿No ves que soy her-
mosa? —reclamó la bullanguera contoneando su esbelta figura
púrpura. Era alta, de ojos vivaces y cacareaba de forma pecu-
liar. Se sentía diferente de todos los presentes.
— ¿Amiguita, se puede saber qué te pasa? —le preguntó una
gallinita criolla menuda.

37
— ¿Quién eres tú para darte explicaciones? - le gritó la bullan-
guera y se dirigió hacia el bebedero.
Allí, atropellando a pollitos recién nacidos, bebió con asco un
poco de agua. La madre, al ver esto, apresuró a sus últimos
polluelos y encaró a la abusiva:
— ¿Qué te has creído para maltratar a mis hijos? ¡Porque tu
vestido y cara son lindos crees que eres distinta a nosotros!
Atrevida, ¿por qué te habrán traído?
Haciendo gestos de desprecio, la recién llegada se alejó voci-
ferando:
— ¡Chola! Para que me critiques, primero atiende a tus paja-
rracos que dan asco.
La madre, indignada, quiso contestarle; pero la vergüenza hizo
que se aleje callada del lugar.
— ¡Hola, hermosura! ¿Qué te ocurre? —le preguntó Jobito, un
gallo negro gordo de gran tamaño.
Viéndole desaliñado le fue indiferente y siguió su camino. Sin-
tiendo hambre se acercó a un grupo de polluelas y dirigién-
dose a la más atractiva le preguntó con altivez sobre los man-
jares que servirían.
— Aquí solo dan maíz en la mañana. El resto del día tienes que
rascar en la tierra para llenar tu buche —respondió.
Al oír el tonillo de su voz, se puso a reír y con aspereza apuntó:
— No nací para eso, yo solo ingiero cebada, trigo, avena o co-
mida balanceada. Jamás porquerías. Con razón son demasiado
gordas y repugnantes. En cambio, mírame y compara. Hasta
para hablar tienes que ser refinada y no hacerlo tan feo como
lo haces.
— ¿Y tú nos enseñarías? —interrogó apurada la ingenua po-
lluela.
— Tal vez a ti; tus amigas son chuscas y al parecer brutas.
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Mientras el grupito reñía, se alejó con garbo. A pocos pasos
una voz dulce pero severa le recomendaba:
— ¡Hermosa gallinita, deja de ser engreída porque no eres me-
jor que nadie en este lugar! Eres igual a todas nosotras porque
o sirves para reproductora o para comida.
Volteó a ver quién se atrevía a hablarle de esa manera y ob-
servó que era una gallina de nieve muy bella. Tenía clase por-
que no tenía defectos visibles más que su edad.
— Disculpe, señora, pero usted no sabe de dónde vengo y cuál
es mi linaje.
— Lo sé, porque fui como tú. El tiempo me enseñó que para
tener una vida feliz hay que vivir en armonía y ser humildes y
respetuosos con todos.
— ¡No necesito la amistad de los demás! ¡Así soy muy feliz!
Además, me trajeron para exhibir mi belleza y adornar este
lugar sombrío y, por último: ¡no pedí sus consejos!
— En mi larga vida había escuchado un disparate como el que
acabas de decir. ¡Solo te advierto que Dios tarda pero nunca
olvida! —diciendo esto, Clarita se alejó mortificada.
Así pasaron los días y Claribel, la gallina presumida, si no es-
taba quejándose estaba humillando a alguien. Ni Jhon, ni Cris-
tóbal, dos hermosos gallos de raza, se salvaron de sus desai-
res. El haber venido de Lima le hacía sentirse superior a todos.
Tanta era su presunción, que todos los residentes del corral
estaban hartos de ella y se preguntaban: ¿Qué haremos para
vernos libres de esta engreída?
No pasaron muchos días y una tarde, un gran bullicio inte-
rrumpió el descanso de la casa. Todos estaban inquietos,
hasta que les advirtió el papagayo:
— ¡Llegaron los hijos de los patrones! ¡Escóndanse! ¡Escón-
danse!

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En efecto, ahí estaban ellos, repartiendo abrazos y besos. No
tardaron los dueños de casa en llegar al gallinero buscando
presas; para entonces ya todos habían corrido a buscar refu-
gio, menos la que hacía poco había llegado. Sin pensarlo dos
veces, la atraparon pensando en la sabrosa vianda que les iban
a dar a los recién llegados.
Conforme se alejaba, la presumida, seguía protestando el por-
qué también llevaban a las ordinarias. Clarita, la gallina que la
había aconsejado a su llegada, a viva voz le despedía:
-¡Gallina ordinaria o de linaje, en la olla es delicioso potaje!

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Primer puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Luis Ayrton Montenegro Arellano
Asesor: Prof. Joel Bernardo Roque Santamaría
I.E José Carlos Mariátegui - Ugel Bongará

Qori Sonqo
(Corazón de oro)

Años después, en la cima del Hinalla, mi hermana Sami y yo


recordaríamos el rescate de nuestro amigo Sayri. Aqoya era
un pueblito alejado de la ciudad, con enormes montañas, abri-
gadas con sábanas de viento, e iluminadas por el radiante sol
de los andes. Eran hermosos los atardeceres en Aqoya,
cuando los cóndores daban aviso al sol, que ya era la hora de
refugiarse.
La noche serena y húmeda pregonaba el silencio de las mon-
tañas, pero mi pueblo seguía de pie con la luz de las estrellas
y las luciérnagas. Vivíamos en una casa de adobe, con techo
de tejas, cerca de la plaza de toros. Mi padre, Sami y yo, éra-
mos una familia respetada por los comuneros. Él tenía un es-
tablo que estaba a unas leguas de Aqoya. En ese lugar criába-
mos el ganado, alimentándolo con los verdes pastos. Estos
eran destinados para el consumo humano, pero también para
las corridas de toros que se realizaban en la plaza del pueblo.
Los fines de semana, escuchaba la aterciopelada voz de mi
hermanita, entre brincos y carcajadas:
— Kusi, Kusi, es hora de ir al establo.
En la casita de campo, nos divertíamos con los becerros. Ellos
se acercaban a nosotros sin temor alguno. Sentían agrado de
nuestra compañía, nos seguían a todas partes. Yo era cuatro
41
años mayor que mi hermana, pero a sus ocho años, ella tenía
una sabiduría sorprendente. Los toros, las vacas y hasta los
becerros tenían un nombre que ella misma eligió. Se entriste-
cía cuando salían a la venta o eran llevados a la plaza de toros.
A decir verdad, a mí también me invadía la nostalgia.
Cuando mi padre negociaba con el comprador, era mi deber
acompañarlo al coso taurino para ayudar en la contabilidad del
dinero de la venta. Me volví fanático de estos eventos, me
agradaba sentarme en las primeras filas de la gradería, la sen-
sación era incomparable. Los banderines rojos que colgaban,
los afiches en las paredes, el sonido y gritos del público, sin-
ceramente todo era una maravilla, pero nadie imaginaría que
años después me convertiría en el principal opositor de las co-
rridas de toros.
Cierta mañana, le propuse a Sami escalar la montaña Hinalla.
Ella, con mucha emoción, aceptó mi propuesta. Mi tayta era
un experto en estas dotes y con él aprendimos a escalar man-
teniendo el equilibrio. Desde arriba contemplábamos atónitos
la enmarañada montaña, pero algo inusitado llamó nuestra
atención.
— Kusi, mira, un polluelo, parece ser de un cóndor— dijo mi
hermana.
— Sí, Sami. Esta avecilla bebé es un cóndor— agregué.
— Son los que vigilan nuestra comunidad, ¿verdad, hermano?
— Nuestro padre dice que el cóndor lleva el sol sobre el cielo.
— ¿Por qué no está en su nido? Pobre avecilla, tan indefensa
se ve.
Tierno polluelo de los andes, de la montaña,
lleva nuestro mensaje hasta el Hanan Pacha.
Linda avecilla, sé tú, quien con una hazaña
cambie nuestra vida, aquí en el Kay Pacha.

— ¿Qué canto es ese, Sami? —pregunté confundido en el


mar de mis pensamientos—. ¡Qué composición misteriosa!
42
Así era Sami, tan dulce como una flor, llena de inocencia, las
cosas que decía venían desde lo más profundo de su corazón
por amor a la naturaleza. Cierto día le había pedido a papá que
no venda ningún toro y que dejara que mueran de viejitos.
“¡Duele que mueran, tayta!”, le había dicho. Nadie en el mundo
podía tener un corazón de oro como la tierna Sami.
— Kusi, hermano, Hinalla nos ofrece su amistad y nos está en-
comendando salvar al cóndor.
— Es cierto. Tal vez la montaña quiere saber si somos dignos
de cuidar a esta avecilla; pero, ¿cómo haremos eso? —pre-
gunté.
— Mira, esta avecilla ha perdido su nido, nosotros le
construiremos uno. Yo le dejaré mi ponchito de alpaca para
que le dé el calor que necesita, ya que sus pequeñas plumas
no son suficientes para que su nido esté calientito, y con paja
seca le construiremos una casita.
— Te apoyo, mi adorada Sami, el polluelo no morirá. La pobre
mamá no tendrá otra cría dentro de dos o tres años.
El espíritu de la montaña parecía agradecer nuestro acto soli-
dario. Un viento fresco nos acariciaba. El sol parecía inquieto,
intentando con vehemencia ayudarnos en esta labor. “Todas
las mañanas, al rayar el alba, vendremos a verte”, le dijo Sami,
a la bella avecilla con mucha ternura.
Esta promesa quedaría terminada solamente si aparecían los
padres del polluelo, hecho que no ocurrió. Mantuvimos la pro-
mesa por un año, hasta que pudo volar. Sami se encariñó mu-
cho con la avecilla.
— Te llamarás Sayri, porque eres todo un príncipe — dijo Sami
al polluelo.
Las visitas mañaneras al Hinalla se volvieron muy divertidas,
hasta papá nos acompañó en muchas ocasiones. Sayri era feliz
con nuestra presencia. Se convirtió en nuestro mejor amigo.
Cuando aprendió a volar, dejaba la montaña y nos visitaba a

43
casa y cuando nosotros íbamos a verlo, desde lejos nos divi-
saba y acudía a nuestro encuentro posándose en nuestros
hombros. Era increíble como Sayri crecía. La naturaleza le ha-
bía regalado un collar blanco como la luna. Sus alas resplan-
decían en el cielo cuando tocaba las nubes. Su atornasolado
plumaje negro, lo revestía de la majestuosidad notable de un
sagrado Apu.
Desde que conocí a Sayri, las corridas de toro dejaron de agra-
darme. Tal vez nunca me gustaron, y solamente asistí por las
responsabilidades que me encomendaba mi padre, por ello
le supliqué que me cambiara de trabajo. Él prometió hacerlo
afin de año.
Los meses que faltaban se volvieron infinitos, pude ver cómo
los hombres terminaban con la vida de los toros y cóndores,
con sus ojos de inocencia mirándome, hasta que cerraban sus
tiernos párpados para siempre. Mi alma sentía dolor por esos
animalitos.
Hace tres años que ya no piso la plaza de toros, pero aún re-
cuerdo la última festividad que se celebraba en Aqoya, a la
que tuve que asistir para recibir el dinero de las ventas. Las
multitudes aclamaban a viva voz: “¡Queremos sangre!” “¡Viva
la fiesta!”. Tres hombres traían a un cóndor, dos de ellos suje-
taban sus alas y otro, cogía la soga atada a la pata del ave. Los
intentos de fuga del prisionero cóndor por su libertad eran en
vano.
— ¡Traigan al toro! —decía el alcalde del pueblo, desesperada-
mente.
La gente aplaudía con euforia cuando el toro salió al ruedo. En
su lomo estaba atado el cóndor, quien con su pico desgarraba
la piel del cuadrúpedo. El toro, saltando de dolor, regaba la
sangre por el suelo, mientras los toreros lo enfurecían más con
los capotes y las muletas. El cóndor también quedaba sin
aliento, los movimientos bruscos le quitaban la vida. Sus alas
se quebraban poco a poco.

44
Terminado el espectáculo, separaron a los animales convale-
cientes. Ambos habían muerto. La gente lloraba no sé por qué.
Su diversión se volvió en llanto.
— ¡La desgracia nos ha llegado! —dijo un expectante.
Todos los días, mi hermana y yo disfrutábamos de la compañía
de Sayri. Hasta que un día desapareció. Lo buscamos por toda
Aqoya, escalamos el Hinalla. No había rastros de nuestro
amigo. La montaña era inmensa, pero no renunciaríamos
hasta encontrarlo. No sabíamos cómo, pero de pronto nos
quedamos dormidos. El espíritu de la montaña nos abrazó. Al
despertar, ocurrió algo sensacional. Ambos habíamos soñado,
y mi sueño complementaba al de mi hermana.
— Yo soné —dijo Sami— que estaba sentada en una nube y me
llevaba a un pueblo. Allí la gente se hacía de dinero gracias al
dolor de la naturaleza. Entonces apareció Sayri con gran es-
plendor y me dijo: “Recibe este mensaje…”. Luego desperté,
hermano.
— Pues yo recibí el mensaje —afirmé complacido—. En el
sueño nuestro amigo me dijo: “Preséntate tú y tu hermana
ante el alcalde del pueblo y dile que he sido elegido por las
montañas para recuperar la paz de su comunidad, para ello se
debe evitar la muerte de animales en espectáculos sangrien-
tos. El indio ya venció al colonizador. Si el alcalde se niega, el
espíritu de la montaña lo convertirá en cóndor y con él se ce-
lebrará la última fiesta de sangre. Además, llegará una sequía
a su pueblo por diez años. Yo he sido capturado, pero si
muero, sé que cumplirán esta misión”.
— Pues vamos, hermano, rescatemos a Sayri, busquemos al
alcalde — dijo Sami.
Mi hermana y yo bajamos de la montaña con sed de justicia,
montamos a caballo y nos dirigimos a Aqoya. Al llegar, fuimos
recibidos por un empleado, quien nos pidió esperar. Una hora
después estábamos frente al alcalde.
— ¿Qué se les ofrece muchachitos?

45
— Señor alcalde —le dije — venimos a pedirle la libertad de
nuestro amigo Sayri.
— ¿Quién es Sayri?
— El cóndor que usted ha capturado — dijo Sami—. Son
órdenes del espíritu de la montaña. Además, necesitamos
que, a través de una ordenanza municipal, ya no se someta
más a los cóndores y a los toros a sufrimientos crueles, por
ello debe dar fin a los espectáculos taurinos. Y si se niega a
hacerlo, usted mañana será un cuerpo cubierto con plumas.
El alcalde se burló de nuestras palabras. Fuimos duramente
insultados y echados fuera de la casa municipal.
Al día siguiente llegó un cóndor a casa. Era el alcalde que es-
capaba de sus cazadores. Nuestros sueños se habían cum-
plido. El ave se paró frente a nosotros, inclinó su roja cabeza
en señal de arrepentimiento y con su pico escribió en la tierra:
“Prometo cuidar a la naturaleza y haré todo lo que me pidie-
ron”. De pronto un arcoíris envolvió su cuerpo emplumado y
poco a poco fue recuperando su forma humana.
Desde entonces, el pueblo de Aqoya comprendió que el Apu
cóndor llevaría siempre sus mensajes al Hanan Pacha, que los
conflictos entre el indio y el blanco habían terminado. Los co-
muneros prometieron no herir más a la naturaleza.
La prosperidad llegó al pueblo. Las cosechas eran abundantes.
Y la alegría invadía los corazones de todos los hombres. Sayri
volvió con nosotros. Nos dirigimos con el ave sagrada hasta el
Hinalla, desde allí recordaríamos la misión que tuvimos que
cumplir. Éramos tan dichosos en la faz de la tierra. Ahora
nuestro amigo era el líder de los cóndores, quienes goberna-
rían el cielo por miles de siglos y la paz reinaría por siempre.

46
Segundo puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Luis Alberto Solís Ticlla
Asesora: Prof. Noemí Guevara Becerra
IE La Inmaculada – Ugel Bagua

Añoranzas de uchi

¡Ya viene la noche!


El astro rey se despide asomándose en el ocaso. Por entre los
árboles grandes y frondosos se escucha el ruido de aves que
vuelven a sus nidos y el rugido de animales nocturnos, que
salen furiosos a atrapar su presa. El cielo, contento, iluminado
de estrellas y la luna llena muy sonriente retan a la noche, di-
sipan las nubes, disipan las penas y hasta parece que toda la
penumbra huye y se esconde.
Una noche hermosa, las chozas con cuatro horcones y techo
de paja rodeadas de árboles grandes y frondosos, y un río cris-
talino recorre borboteando, dando la armonía de música y en-
canto.
Jempe 9 y sus hermanos mayores salen a pescar con sus lanzas
o atarrayas para llevar a su madre y preparar la patarashca 10 y
el plátano para saciar su hambre.
En una casa grande de adobe y de dos pisos, vive don Caíno.
Él llegó de pronto sin pedir permiso, llegó con su motosierra
grande y moderna para cortar los árboles y poner negocio de
vender madera y hacerse rico; se compró un carro, se hizo

9
Jempe: veloz, ágil
10
Patarashca: pescado envuelto en hojas, asado a la brasa.

47
muy rico, construyó un depósito donde almacenaba toda la
madera.
Una mujer laboriosa tejió canastas y con semillas de plantas
silvestres hizo collares; pero los más lindos lo hizo para Ya-
nua11, su hija. Esta era muy hermosa, su rostro sonriente pa-
recía mostrar en su inocencia sus ansias de libertad.
En la primavera, llegó a nuestro pueblo don Román con su es-
posa y sus hijos; llegaron buscando nuevos horizontes. Hicie-
ron una casa de tablas. Eric, un pequeño de tez blanca y cabe-
llo castaño, jugaba con todos, salía de pesca, remaba el pe-
que12, se iba de caza de día y de noche.
Todos los uchis13 de la comunidad disfrutaban de la pesca. Y
en las noches de luna, de sus rondas y danzas. No importaba
el color, ni la ropa; se tenía un solo propósito: disfrutar la in-
fancia en tanta belleza.

En las ceremonias del pueblo, cuando celebraban con masato


y danzas, destacaba siempre la figura de Yanua. Jempe se
acercaba y la contemplaba; danzaba a su lado, cogía su mano.
Eric desde lejos solo la miraba, pero su mirada iba hacia el cen-
tro y parecía decirle al oído:
Yanuita, Yanuita linda,
Brilla como una estrella
Brilla en mi alma oscura
Vive en mi corazón.

En la fiesta, las núwas14 se habían parado en el centro y


Yanua cantaba y danzaba con su lanza. ¡Je! ¡je! ¡je! ¡je! Sus
collares de semilla sonaban y su cabello lacio jugueteaba por
su espalda,por sus hombros.

11
Yanua: mujer estrella
12
Peque: peque peque o canoa.
13
Uchis: niños
14
Núwa: mujer
48
Eric la contemplaba desde lejos. ¡Cuánto quisiera estar a su
lado!
—¡Yanuita! ¡Ay, Yanuita! ¡Cuánto te quiero!

Don Caíno despiadadamente cortaba los árboles, los más


grandes. Tenía mucha madera y la llevaba a vender en la costa.
Se hizo muy rico. Regalaba a los apus15, espejos, colonias, hilos
de colores, tijeras; se llevaba muy bien con ellos, también les
daba dinero. Cuando iba a sus fiestas era el mandón.

Yanua, con su batea llena de ropa en la cabeza se iba a lavar


al río. Lavaba silbando. Cantaba:
Qué grande que viene el río,
que grande se va a la mar….

Eric la miraba. Se acercó y le dijo:


—¡Yanuita! ¡Ay, Yanuita! ¡Cuánto te quiero!
—¡Déjame, niño zonzo! ¡Anda con tu gente!
—¿Y al Jempe? ¡Al Jempe lo quieres, a ese feo sí lo quieres!
—¡Déjame, Eric! Feo, pero soy buen cazador y sé usar la lanza
y el barbasco para atrapar muchos peces. Por eso Yanuita me
quiere.
La núwa se rio, mirando a Jempe; sus ojos relucían como dos
luceros.
—¡Ay,Yanuita!
Por la noche era la fiesta. Habían preparado masato, pata-
rashca. Las núwas tenían puestas sus túnicas rojas; los apus,
con sus plumas y collares, estaban muy elegantes.
¡Inició la fiesta! Contentos danzaban, ¡je! ¡je! ¡je!, ¡je! ¡je! ¡je!
Bebían su masato. Las núwas en el centro, Yanuita era la me-
jor. El apú ordenó que Yanua pasara al centro. ¡Qué linda se
15
Apu: jefe, líder de una comunidad originaria awajún.
49
veía! Danzaba con toda el alma. Llegó don Caíno y el apu lo
recibió con honores. Yanua se fue del círculo, parece que su
alegría terminó. Todos seguían tomando masato.
De pronto don Caíno gritó:
—¡Lárguense de aquí! ¡Todos fuera! ¡Todos a dormir!
Solo el apu y don Caíno se quedaron en el patio. Al apu se le
veía feliz.

Al día siguiente, Jempe y yo fuimos al río. Subimos al peque


peque y cruzamos. Nadie hablaba, todo era silencio. El agua
del río estaba turbia, las hojas de los árboles parece que emi-
tían llanto, el trinar de los pajarillos era triste. Jempe se tiró de
barriga sobre las piedrecillas de la orilla.
—¡Jempe! ¿Te ha despachado Yanua? -le pregunté.
—No, Eric, es algo peor, me da rabia. ¡Don Caíno la ha abu-
sado, Eric!
—¡Mentira, Jempe, mentira!
—¡Anoche! ¡Anoche pasó todo! Negoció con el apu.
—¡Mentira, Jempeeidou, mentira!
Abracé a Jempe, mi corazón sangraba, lloraba, lloraba a gritos.
Me sentía solo, solo, abandonado en esa selva oscura.
—¡No llores, Ericito! ¡No llores! Yo soy yachi16, no puedo con
don Caíno. Tú, sí, cuando seas doctor, cuando estés con tu
corbata en la oficina lo vas a fregar a don Caíno. ¡Mándale
preso, Eric, hasta que se pudra en la cárcel!
Me levantó en peso y me tiró en el peque peque:
—Anda, anímate. Vamos, vamos, hagamos algo. Le voy a decir
a Yanua que te quiera, eres chibolito todavía, por eso tiene
miedo, ¿quieres, Eric? Ella te quiere, ya no llores… ¡Cuando
crezca voy a ser fuerte y voy a unir a todos los yachis para

16
Yachi: awajún
50
sacar a don Caíno de nuestra tierra! Mi palabra, Eric, mi pala-
bra, lo haré.
Nada era igual. Yanua se escondía, ya no salía a jugar. Jempe
y yo salíamos juntos a cazar, a pescar, siempre pendientes de
don Caíno.
— Jempe, don Caíno es malo, acaba con los árboles, también
con nuestras núwas, con nuestras nuwáuch17, se lleva anima-
les, negocia nuestra madera, es malo. ¡Mátalo, Jempeidou!
¡Mátalo con tu lanza! Don Caíno es muy malo.
—¡Yachi no puede, Eric! ¡Yachi no puede! El apu, el apuuuu…
Fuimos al río. A lo lejos divisamos a Yanuita que estaba la-
vando entre las piedras. La escuchamos cantar:
Río, río, río, río
devolverme el amor mío.
Devolverme el amor mío
que me muero en soledad…
Su voz parecía una súplica a sus dioses.
Le miré de cerca. Era muy bonita: su carita limpia, su piel bron-
cínea, sus ojos negros achinados; limpiecita, no era como otras
nuwáuch; era suavecita, llena de amor. A mis cortos años yo
la quería, la amaba. Pero ella amaba a Jempe, a ese yachi feo,
feísimo. ¡Y ahora don Caíno la había abusado!
Me llenó de cólera, de rabia. Otra vez el corazón me palpitaba
muy fuerte.
—¡Llévame donde Yanua, Jempe! Eres cobarde, no sirves para
ella. ¡Déjala!
—¡Cómo no, Eric, para ti voy a dejar, para ti solito!
El sol se ocultaba, la noche invadía el pueblo, las estrellitas
adornaban el cielo celeste, el viento hacía mecer a los árboles,
más abajo el río cantaba con voz grave.

17
Nuwáuch: muchachita, mujercita
51
En mi cama, en mi cabeza daba vueltas: “Jempe eres cobarde,
cobarde”.
Sin embargo, Jempe había cogido su lanza y con furia atrave-
saba las paredes de la casa de don Caíno, una, dos, tres lanza-
zos. La casa terminó hecha huecos por todos los lados.
A la mañana siguiente el cielo estaba limpio y alegre, los cam-
pos verdes, llenos de frescura. Jempe ya se iba tempranito al
campo; sin embargo, por todo lado se oía sobre los daños de
la casa de don Caíno. El apu estaba bufando de cólera.
—Jempe, vete de aquí —le dije—. Aquí ya no sirves. ¡El apu te
busca para matarte! ¡Vete, al apu lo compraron! ¡Vete, vete!
Resentido, penoso como nunca, se largó de noche, por entre
la selva, en la oscuridad. Lloré mucho por él.
Yo, solo, me quedé junto a mi familia, cerca de Yanua, de mi
Yanuita. A la orilla de ese río espumoso, oyendo el trinar de
las aves, el silbar del viento, pero sin esperanzas. Yanua era de
otro, sabía que tenía que ser así, de otro hombre, o de otro
apu.
Vivía feliz en la selva, amaba a los animales, la pesca, disfru-
taba de la caza y de sus fiestas; viví alegre hasta que un día
me arrancaron parte de mi felicidad para traerme al bullicio de
la ciudad, donde hay personas que no quiero, que no las com-
prendo, donde hay multitudes pero estamos solos, solos en
medio de tanta gente.
Jempe, en otra comunidad y yo en la ciudad. Él quizá no me
recuerde, será apu; está en su tierra, lo respetarán mucho. Y
yo aquí, triste en la ciudad, anhelando ser alguien para poder
ir a liberar a mi Yanua.

52
Inscrito en la etapa IE - Categoría: Cuento
Estudiante: Adriana del Pilar Monteza Crespo
Asesora: Prof. Sheni Macedo Alva
I.E. Braulio de Camporredondo - Ugel Luya

En qué hora apareció el venao

Cierto día de noviembre, cuando el sol calienta hasta


churruscar los cafés, Luis salió en una moto Honda 150 con
dirección al río Marañón. Atrás solo dejaba la polvareda que
los neumáticos levantaban; dentro del bosque, las chicharras
parecían competir con su canto hasta que reventaban.
Tan pronto llegó al río, Luis llamó con voz fuerte:
— ¡Don Mañucoo! ¡Mañucoooooo…!
Don Manuel, que estaba en la parte baja, contestó:
— ¡Pasaaa! ¡Pasa, Lucho! Ven por la choza.
— ¡Cuidado con el Boby! — dijo Luis y avanzó hacia donde
estaba don Manuel.
Llegó el invitado, saludó y charlaron alegremente como
amigos que se ven después de tiempos. Don Manuel removía
las hojas de coca que estaban tiradas en la carpa para que
secaran, mientras doña Mercedes alcanzaba una tacita con
agua de coco al recién llegado.
— Esto es lo que me gusta de mi gente, mis amigos — dijo
Lucho alargando el brazo para recibirlo.
— Y qué te trae por estos lugares — preguntó doña Mercedes.
53
— Ay, doña Meshe, ahí en el pueblo está aburrido y me he
venido a dar un paseo. Y bueno, aquí me tienen — contestó
Luis.
Y empinando el codo bebió el contenido de la taza.
— Gracias, doña Meshe, esta agüita sí que restablece el alma
— dijo Luis, devolviéndole el pocillo.
— Echemos el bolo. Esta coquita fresca no solo te
restablecería el cuerpo, sino que también te tumbaría las
muelas — invitó don Manuel.
Y se sentaron bajo el enorme árbol de mango.
Toc, toc, toc sonaba un calero18 ; chej, chej, chej, contestaba
el otro. Conforme chacchaban las hojas de coca, pasaban una
amena tarde conversando de todo, incluso de política, que
poco conocen; como dicen ellos: “Cualquier autoridad que
entre al gobierno, yo tengo que trabajar para poder comer”.
Luis iba a contar un chiste cuando, de repente, cayó una
zarigüeya del mango y ¡zass! pasó, dejándole pasmado.
— ¡Qué carajos fue eso! — dijo Luis
— Es el canchul, que se cayó del árbol — contestó don
Manuel.
— Un poco más y cae en mi espalda, me asustó un poco—pre-
cisó Luis.
— No es malo, no te preocupes — dijo don Manuel.
— Don Mañuco, usted cree que todos los animales son útiles
al hombre — preguntó Luis.
— Dejuro, todos los animalitos que ha creado nuestro Diosito
son útiles, incluso esos animales que detestamos de una u otra
manera cumplen funciones o tareas que han sido
encomendadas por nuestro Señor, como por ejemplo las

18
Calero: recipiente pequeño en el que se coloca la cal.
54
abejas, las aves, los shingos19 y más — contestó seguro don
Manuel.
— ¿Cómo así? — inquirió Luis.
— Mira, las abejas, las avispas, vuelan de flor en flor,
embarradas con polvo medio amarillo pardo rojizo, ese es el
polen y con eso hacen que haiga más frutos para el beneficio
de todos los humanos y animalitos — contestó don Manuel—.
Las mariposas, los picaflores, y …
— ¿Y ese canchul20? — interrumpió Luis.
— Ah, bueno, ese es un animalito feo pero limpio, se parece
mucho a mi cumpa Shego; ese come semillas, los frutos y a
veces nos deja sin güevos…
— ¿Cómo dices, malcriado? — interrumpió su esposa
Mercedes.
— Es que ese animal se come los güevos de la gallina shacsha 21
y a veces no nos deja pal desayuno — aclaró don Manuel.
— ¿Y los shingos? — preguntó Luis.
— Esos son muy cochinos pero útiles a todos nosotros, ya que
comen todo animal muerto que ya está gualasho, uff, y creo
que con eso nos evita muchas enfermedades —aclaró don
Manuel.
— ¿Y usted los cuida? — seguió preguntando Luis.
— Dejuro cuidarlos no tanto; pero sí protegerlos, ya que son
importantes para nuestra sobrevivencia. Yo recuerdo cuando
era niño y me iba a la finca, llevaba mi jebe y mataba a los
pichuchos22, a las lagartijas, conejos y otros; qué tonto era,
pero aura ya no; he comprendido que nos ayudan mucho, por
eso ahí en la planta les dejo algunas frutas para que ellos
también puedan comer — contestó don Manuel.

19
Shingo: gallinazo.
20
Canchul: zarigüeya.
21
Shacsha: que tiene las plumas crespas y levantadas.
22
Pichucho: gorrión.
55
Seguían conversando mientras que cogían más hojas de coca
de la guayaca23, para aumentar el bolo, ya echando una copa
de aguardiente de pura caña que don Manuel había comprado
en la tienducha de doña Chabela.
— Veo que también tiene un bonito jardín, lleno de flores —
dijo Luis.
— Sí, mi esposa la Meshe cuida de ellas, las riega, las abona.
Además, ya no tira los plásticos ni las pilas al suelo, ahora los
guardamos en un porongo24 grande — contestó Manuel.
— Sí, es muy importante saber reciclar la basu…
Luis no pudo terminar de hablar, porque de repente se
escuchó un fuerte sonido, cerca de donde estaban.
— ¡Qué pasó! — dijo sorprendido Luis.
— Creo que fue un balazo — contestó don Manuel.
— ¡Vayamos a ver!
Se levantaron y se fueron a ver de dónde provenía el
estruendo. Al llegar cerca de la chocita vieja encontraron a un
pobre hombre panza arriba y la escopeta a un lado, aún con el
cañón caliente por el disparo. Entre ambos lo levantaron y lo
hicieron sentar sobre un tronco seco de coco.
— ¿Qué sucedió, Nashaco? —preguntó sorprendido don
Manuel.
— Nos asustaste — dijo secamente Luis.
— ¡Ayyy! Me duele el brazo — dijo Nazario.
— ¿Le dispararon, Nashaco? — preguntó Luis.
— ¡No! — dijo Nazario.
— Parece que el brazo está zafao — juzgó don Manuel

23
Guayaca: alforjilla donde se lleva la coca para el chacchado.
24
Porongo: recipiente de calabaza alargada.
56
— A ver, déjeme ver, yo más o menos entiendo estas cosas —
dijo Luis y continuó—. Tengo que ponerlo en su sitio antes de
que se enfrié.
Moviendo y jalando el brazo del herido se lo colocó en su
lugar, luego lo amarraron con un paño que colgaba del cuello.
— Pucha, Mañuco, al mejor tirador se le escapó la presa — dijo
Nazario.
— ¿Pero cómo? — preguntaron ambos a la vez.
— Lo disparé y la culata me dio fuerte — dijo Nazario, mientras
buscaba más comodidad para el brazo herido, y continuó—.
¿Quién va a pensar que el venao va a venir a esta hora?
Entons, yo, das das saqué la escopeta y, ¡paannnnn!, lo
disparé; pero ese venao condenao era el mismo demonio,
¡zaapp! dio un brinco alto y se desapareció pol monte, y yo me
jui patas parriba.
— Oye, Nashaco, y tu mujer la Jeshu, ¿dónde está? — preguntó
don Manuel.
— Temprano se jue pal pueblo a traer las cosas pa la semana,
y ya debe venir, segurito se va reír cuando me vea cargao el
brazo como si fuera mi guagua25 … Pucha Mañuco, aura pa
trabajar. ¡Carajo, en qué hora apareció el venao!
Doña Mercedes, que también había oído el disparo, muy
presurosa se acercó al grupo y preguntó:
— ¿Qué sucedió, don Nasha?
— Huy, mujer, al mejor tirador se le escapó el tiro por la
culata— se apresuró en contestar don Manuel.
— Sí, doña Meshe, de repente apareció el venao y yo salí más
herido — contestó Nazario.
— Por eso no hay que matar a los animalitos del monte y más
que todo estos que están en extinción, mejor se debe
protegerles y cuidarles. Lo mismo que a los árboles, pa’que la

25
Guagua: bebé recién nacido.
57
naturaleza nos siga brindando sus frutos, sus aguas, su buen
aire, entons debemos vivir en armonía con ella — precisó
Mercedes.
— Bueno, ya pasó el susto, mejor vamos pa’ la choza a tomar
un cafecito — invitó Mercedes.
Levantaron al herido y todos se fueron a la choza de Manuel.
Se acomodaron alrededor de la mesita de la cocina y se sirvió
el café con pancitos de yuca, que doña Mercedes preparaba.
El día avanzaba, cuando de repente se escuchó gritar desde el
camino:
— ¡Don Nashaco!, ¡Nashacooo!
Al oír la llamada, salieron a ver qué sucedía.
— Paque soy güeno, jóvenes — contestó Nazario.
— Es mejor que se siente, porque le traemos una noticia — le
dijo uno de ellos.
Al escuchar eso se sobresaltaron e hicieron sentar a Nazario
sobre un tronco de huarango, temiendo que nuevamente se
vaya patas arriba como ellos dicen.
— Ahora sí, díganme, ¿cuál es la noticia? — dijo Nazario.
— Es sobre su esposa — le contestó el recién llegado.
— ¿Qué le sucedió a la Jeshu? — preguntó sobresaltado
Nazario.
— La moto en que iban, se ha chocado con la camioneta, y ella
está muerta; mis compañeros están con ellos -contestó uno
de los policías.
Nazario quiso levantarse. No pudo. Y con llanto y fuerza solo
atinó a decir:
— ¡En qué hora apareció el venao!...

58
Primer puesto - Categoría: Ensayo
Estudiante: Nataly Marilyn Mendoza Torres
Asesora: Prof. Nancy Guevara Guevara
I.E. Virgen Asunta- Ugel Chachapoyas

José María Arguedas


y lo profundo de nuestro país

“Casi todos esos artistas no han tenido la oportunidad de con-


vivir íntimamente con el pueblo cuya vida tratan de interpre-
tar ni han sentido muy hondo el propio mensaje andino”,
expresó José María Arguedas, nuestro insigne escritor
peruano representante del indigenismo.
José María Arguedas pasó los primeros años de su existencia
disfrutando del pobre pero cálido seno del hombre andino,
donde fue amamantado con la fuerza del espíritu indígena,
con el intenso amor por su terruño, el respeto por su cultura
y tradiciones. Estas actitudes nutrieron su identificación total
con el mundo indígena, en contraposición al desprecio que
sintió por el mundo no indio, por los blancos opresores; esto
se refleja cuando expresa: “Aquí, en estas zonas, yo pude
sentir las dos fuerzas”. Las fuerzas a las que se refiere con
intensidad, son el indígena y el “blanco”, fuerzas antagónicas:
la india sometida y humillada, pero con un alma pura y una
fuerza innata que le empuja en la lucha por sobrevivir, y la no
india o blanca, la que somete con mezquindad y crueldad.
Entonces, ¿se podría decir que Arguedas en sus obras
desenmascaró el verdadero rostro del Perú, el cual quizá
persiste hasta la actualidad? ¿Es Arguedas el defensor del
59
indio y de la cultura ancestral, cuya voz aún resuena en la
conciencia colectiva, denunciando la desigualdad social y
cultural hasta la actualidad?
José María Arguedas defendió incansablemente las
manifestaciones culturales y los derechos del hombre andino,
quien sigue siendo discriminado hasta la actualidad. Puso de
manifiesto en cada una de sus obras sus propias vivencias que
se relacionan íntimamente con la forma de vida, con los sufri-
mientos y alegrías de los indios, con quienes mitigó su dolor
por la ausencia del padre, por la indiferencia, el desprecio y
los malos tratos de su madrastra. Su vida fue muy dura, nos
podemos dar cuenta de ello cuando nos dice:
Mi madrastra me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los
indios que decidió que yo debía vivir con ellos en la cocina, comer
y dormir allí. Mi cama fue una batea de esas en que se amasa
para hacer pan, con unos pellejos y con una frazada un poco su-
cia pero bien abrigadora; pasaba las noches conversando y vi-
viendo tan bien que si mi madrastra lo hubiera sabido me habría
llevado a su lado donde sí me habría atormentado. Así viví mu-
chos años, cuando mi padre venía a la capital del distrito, enton-
ces yo era subido al comedor, se me limpiaba un poco la ropa,
luego pasaba el domingo, mi padre volvía a irse y yo a la batea, a
los piojos y a los indios.
En estas expresiones de Arguedas no solo podemos apreciar
la actitud intolerante y egoísta de una mujer con su hijastro;
sino también algunas de las características y actitudes de los
“patrones”, “los hacendados” o sus familiares que se conside-
raban superiores a los indígenas y les tenían un odio gratuito.
Actitudes que hasta hoy prevalecen en muchos de nuestros
compatriotas que discriminan a las personas por el color de su
piel o por su procedencia, por su idioma o por sus costumbres.
Es triste e indignante a la vez cuando se escucha por ejemplo
que alguien le dice a una persona “cholo” o “serrano”, en
forma de insulto. ¿Es que aún no se han dado cuenta que to-
dos en el Perú tenemos como alguien decía de Inga o de Man-
dinga?

60
La discriminación racial es uno de los mayores problemas de
nuestra sociedad, e impide que las relaciones entre peruanos
se desarrollen de una buena manera sobre la base del respeto
a las diferencias y a la diversidad. Cuántos años han pasado
desde que José María Arguedas en su novela “Los ríos pro-
fundos” nos mostró cómo los indios eran discriminados y
cómo buscaban hacer valer sus derechos. Esa realidad lamen-
tablemente aún persiste, pues las comunidades indígenas y
los campesinos siguen en la lucha para que se escuche su
voz, se atienda sus necesidades y se respete sus derechos;
sin embargo, muchas autoridades les ofrecen cambiar su
situación y al final no hacen casi nada.
La vigencia de la obra de Arguedas se basa en que en sus tex-
tos presenta la pobreza y la exclusión social que hay en nues-
tro país, lo cual impide que haya justicia social e igualdad.
Por ejemplo en “Todas las sangres” presenta la realidad
pluricultural de nuestra patria, donde la figura del hombre an-
dino siempre aparece como una raza relegada, que se debate
en la pobreza, despojada de sus tierras y sometida a trabajos
forzados de extracción de minerales de la mina de Aparcora,
en un inicio por los gamonales y luego por una empresa inter-
nacional (la Whister and Bozart), quienes se benefician con el
trabajo de otros. Esta cruda realidad en cierta manera se pro-
yecta hasta nuestros días, ya que estas prácticas continúan,
pues con el trabajo de obreros que se sacrifican para ganarse
el pan de cada día, grandes empresas se benefician, ignorando
que afectan no solo la salud y la vida de los trabajadores, sino
también la salud del ambiente, cuando no toman las precau-
ciones necesarias.
Cabe agregar que estas negras intenciones expansionistas y
lucrativas, también se evidenciaron en mi región Amazonas,
cuando el 5 de junio del 2009 se sacrificaron muchas vidas
inocentes, unos defendiendo su territorio y otros por hacer
prevalecer los acuerdos que se hicieron en el segundo go-
bierno de Alan García (2006 - 2011), quien promovió una po-
lítica de inversiones como parte de la ejecución del Tratado
61
de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y varios decretos
legislativos suscritos afectaban directamente a las comunida-
des indígenas de la Amazonía. Este abuso y atropello ha que-
dado impune como una muestra más de la gran injusticia so-
cial que aún se sigue cometiendo.

Arguedas también nos dice: “En la medida que el ámbito in-


dígena se difunde y colora a los otros grupos y realidades; en
la medida que se proyecta sobre ellos, la diversidad de san-
gres, cultura e intereses adquiere el frescor rudo de una espe-
ranza inédita, y la sabiduría absorta de quien empieza a reco-
nocer su fortaleza”. Se puede notar que el autor está defen-
diendo a la cultura indígena y nos incentiva a valorarla, porque
somos un país con una gran y diversa riqueza cultural y si nos
aceptamos y nos unimos como pueblo y dejamos de ser egoís-
tas, seríamos un mejor país y lograríamos un mejor desarrollo.
El conocimiento que este insigne autor tuvo del indio peruano
le permitió, con autoridad moral, reflejar en sus obras su ver-
dadera realidad, pues en su participación en el Encuentro de
narradores realizado en Arequipa en 1965 afirmó que conoce
el Perú a través de la vida. Mencionó también en esa oportu-
nidad a otros autores, entre ellos López Albújar y Ventura
García Calderón, incidiendo en la forma cómo ellos presentan
al indio en sus producciones: "En estos relatos estaba tan des-
figurado el indio y tan meloso y tonto el paisaje, o tan extraño,
que dije: No, yo lo tengo que escribir tal cual es, porque yo lo
he gozado, yo lo he sufrido".
Lo destacable de este gran escritor es que, por el hecho de
haber convivido con el indio y conocido de cerca su realidad
y sufrido junto a él sus adversidades, nunca se sintió diferente
ni distante ni superior a ellos; siempre se sintió uno más de
ellos. "Los indios y especialmente las indias vieron en mí exac-
tamente como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que
por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos... y
me lo dieron a manos llenas". Este escritor peruano digno de

62
admiración y elogio, marcó la diferencia porque él en cada una
de sus obras presenta al indio tal cual es, desde el seno de la
cultura quechua, haciendo incluso uso de las expresiones pro-
pias de su lengua materna, el quechua, para evidenciar en su
obra el sentir de nuestros hermanos del ande.
Para concluir, se puede decir que José María Arguedas es el
portavoz del indio peruano, pues denuncia de manera testi-
monial los sufrimientos y la explotación a la que es sometido
y da a conocer sus esperanzas de que un día cambie su triste
realidad. Por lo que sus obras se convierten así en un llamado
a la reflexión a todos los peruanos para tomar conciencia de
que debemos cambiar de actitud y valorarnos unos a otros,
porque somos un país pluricultural y nuestra gran variedad de
culturas nos hace valiosos y únicos; por tanto, debemos luchar
para erradicar la discriminación y la desigualdad.

63
Categoría: ensayo
Estudiante: Gustavo Gabriel Chávez Mena
Asesor: Prof. José Ángel Cerquén Cotrina
IE: Técnico Industrial Túpac Amaru – Ugel Ibir Imaza

El Perú es todas las sangres

Mi vida también es una vida arguediana, puesto que mis pala-


bras y mis actos giran en torno a dos culturas que aparente-
mente se contradicen pero que en realidad se funden y se
complementan de manera armoniosa. Dichas culturas son la
awajún y la mestiza. Porque aquí en el distrito de Imaza son
muchos, muchísimos, los mestizos (así llaman los hermanos
awajún a los que hablan el español) que han adoptado algunas
costumbres de la cultura awajún.
Ahora, en cuanto a la lengua awajún, son bastantes los mesti-
zos que la hablan. Unos la hablan por motivo de trabajo, aquí
encontramos a los profesionales que vienen de la ciudad: pro-
fesores, médicos, ingenieros, comerciantes, y también gente
aventurera que con el pasar de los días se fueron enamorando
del exotismo y belleza de esta tierra maravillosa. Otros la ha-
blan porque tienen su esposa awajún, lo cual es lógico ya que
si vives con alguien que habla esa lengua tarde o temprano lo
aprendes. Y hay casos de mestizos que hablan perfectamente
la lengua awajún así como hay awajún que hablan correcta-
mente en español, lo cual nos lleva a la siguiente conclusión:
tanto awajún como mestizo pueden convivir saludablemente,
armoniosamente.

64
Otro clarísimo ejemplo de cómo la cultura awajún y mestiza
se complementan es en la gastronomía. Hoy en día en las me-
sas de las familias awajún hay guisos de pollo, frituras, el ce-
viche, el pollo a la brasa. De igual manera, en las mesas de las
familias mestizas se aprecia la patarashca, el infaltable plátano
verde sancochado, entre otros. No hay ninguna duda de que
el intercambio de costumbres gastronómicas está presente
desde hace mucho tiempo aquí en Imaza. En mi caso, al prin-
cipio qué iba yo a comer plátano verde sancochado. Para mí
era algo inaceptable, pero poco a poco fui probándolo cada
vez más rico y ahora es algo imprescindible en mi casa y en
todos los hogares del caluroso distrito de Imaza.
“Las diferencias nos enriquecen y el respeto nos une”, así reza
una frase muy conocida y que poco a poco se está cumpliendo
en Imaza. En la actualidad hay quienes tienden a despreciar a
ciertas culturas y a ciertas personas por el color de su piel,
nacionalidad, lengua, costumbres y religión. Pero eso no es
bueno, más bien debemos de respetar a los demás para que
de esta manera tengamos una convivencia pacífica y una
buena salud integral.
A esas personas racistas, a aquellos que les gusta maltratar
física y psicológicamente a los demás, les recomiendo leer las
obras de José María Arguedas. En sus obras literarias, sobre
todo en su novela “Todas las sangres,” el escritor indigenista
nos dice que todas las culturas son importantes y cuando se
complementan hacen que el Perú sea un país multivariado,
con diversidad ecológica, multicultural y plurilingüe. Es por
todo ello que ya dejen de criticar y menospreciar a los
awajún. Comprendamos de una vez por todas que ya no
estamos en esas épocas de esclavitud o explotación, donde
el amo insul-taba al siervo.
A los que atacan a los awajún yo les digo: la cultura awajún no
debe ser criticada ni mucho menos destruida, ya que sus tra-
diciones, creencias, gastronomía, pueden mezclarse y sobre-
vivir con otras culturas.
65
Para que no haya más racismo, para que no se repita lo del
“Baguazo”, para que todos hagamos un Perú lleno de empatía
y solidaridad, es necesario tomar conciencia, así como lo hizo
el escritor peruano José María Arguedas Altamirano sobre la
necesidad de un puente intercultural que pueda unir tradicio-
nes y religiones diferentes. Ya lo dijo Arguedas: “El Perú es
todas las sangres”. Por tal motivo está demás que ataquen a
nuestros hermanos awajún, más bien debemos de compren-
derlos y de apoyarlos como compatriotas que somos.
Para que Imaza llegue a ser un ejemplo vivo de la unión armo-
niosa de dos razas, tenemos que actuar ya, ahora mismo si es
necesario. ¡Qué hermoso sería ver un día por la televisión, o
escuchar por la radio, o por cualquier medio virtual, que en
nuestro distrito de Imaza la cultura awajún y la cultura mestiza
trabajan solidariamente en beneficio de todos los habitantes!
¡Realmente qué hermoso sería todo eso!
El ideal arguediano se tiene que cumplir a cabalidad en nues-
tra querida tierra, para que las futuras generaciones vean un
mundo donde solo habiten personas con una sola meta: vivir
armoniosamente. Y es bueno saber que eso está en nuestras
manos para poder materializarlo y hacerlo realidad.

66
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Primer puesto - Categoría: Fábula
Estudiante: Danielito Cotrina Abanto
Asesor: Prof. Luis Antonio Chuquizuta Yalta
IE 18331- Ugel Rodríguez de Mendoza

Michi y el gran banquete a Pepita26

En aquel pueblito pequeño de las alturas y como todo hombre


de campo, el abuelo José se dedicaba a la crianza de sus ani-
malitos caseros.
Wishto27 con su pierna, caminaba el abuelo José arrimado con
la mano derecha a un bastón de guayaba que le había hecho
su nieto Juan. Caminaba por todos los ambientes de su hu-
milde casa techada con ponas28. Él siempre estaba criticando
a cuanto indefenso animalito se acercaba por su lado.
— ¡Quita, matraca! —le decía a la vez que le daba su tope con
su bastón, porque le gustaba que estén tranquilos. Pero
cuando se acercaba Pepita, una linda y hermosa chosquita 29
que le regaló su sobrino, a ella la acariciaba y le conversaba
como si se tratara de un ser humano, la cargaba en sus brazos
y la chosquita, risueña, le lamía la cara.

26 Cuando leí el cuento Warma Kuyay de José María Arguedas, que hacía
ver la discriminación y el abuso, me sentí triste por el desprecio al niño
Ernesto y también por el abuso de don Froilán a Justina, así como por la
venganza de Kutu al maltratar a los becerros de don Froilán porque este
había violado a Justina. Por ello he creado esta fábula titulada “Michi y el
gran banquete a Pepita” (Nota del autor).
27
Wishto: cojo, rengo; huishto.
28
Pona: palmera.
29
Chosca: roedor.
69
El abuelo José se sentía feliz con Pepita. Pero miraba con des-
precio a Michí, la gatita negra; a la gallina shacsha con copete;
a Santi, ese perrito bayo de orejas grandes que trajo a la casa
la abuela. Peor si llegaba por su lado el pequeño marranito
pinto que criaban en el chiquero y que de vez en cuando salía.
Viendo esta acción del abuelo y de lo feliz y orgullosa que se
encontraba Pepita, que se creía la más importante de la casa,
hartos de esta misma historia del trato desigual, todos miraban
con enojo a Pepita. Hasta que un día, Michi, la más hábil de
todo el grupo, le increpó:
— No sé de qué te crees, si eres la más fea de todos que hasta
te pareces rata.
Pepita, con una risa de oreja a oreja, le contestó:
— ¡No me importa lo que digas! Al fin soy la más querida.
En aquella mañana muy soleadita, en el patio de la casa con-
versaban muy enojados todos los del grupo de animales. Al
centro se encontraba Michi, quien era la más habladora, y se
dirigía diciéndoles:
— ¡Vamos a darle su merecido a Pepita!
— ¿Y qué hacemos? —repuso Santi rascándose la oreja con la
pata.
A lo que la gallina shacsha propuso:
— Hagamos un banquete. Le invitaremos a Pepita y ahí nos
vengaremos de ella.
Todos aplaudieron esta gran idea. Solo marranito no quiso.
Muy atentos al plan, consiguieron todo lo necesario y al fin
prepararon el banquete. Cuando ya estaba todo listo, llamaron
con mucha amabilidad a Pepita, le pusieron en el centro y le
sirvieron un rico potaje. Pero como el potaje estaba con mu-
cho ají, hizo retorcer a Pepita, mientras todos se reían a car-
cajadas de oreja a oreja
Luego Michi, que era la más rabiosa, le alcanzó un poco de
agua con un sabor muy amargo. Pero tanta era la cólera que

70
todos sentían, que empezaron a golpear a Pepita por todas
partes.
Muy mal herida, Pepita salvó como pudo. Corrió y corrió
hasta que por fin logró salvarse de un peor maltrato.
Cuando el abuelo despertó de una siesta de medio día, aún
con los ojos medio cerrados, buscó por todas partes a Pepita,
pero solo vio un poco de sangre en el piso. Se puso muy ra-
bioso y preguntó:
— ¿Dónde está Pepita?
Todos se miraban entre ellos y nadie decía nada. Solo al final
el marranito atinó a decir:
— Fue idea de Michi, yo no quería pegarle…
En ese momento, al comprender lo que había sucedido, el
abuelo levantó furioso su bastón y de un solo golpe dejó sin
vida a la coqueta gallina shacsha, de igual manera hizo con
Michi. A Santi también la cayeron algunos bastonazos, pero
pudo escapar. Después, rengueando el abuelo salió a buscar a
Pepita.
La buscó por todas partes y al fin la encontró echadita debajo
de una guayaba. Se acercó lentamente. Le acariciaba hablán-
dole al oído.
— Fue mi culpa —le decía—, no debí tratarles mal a los demás
y así no te hubieran herido. Debí cuidarlos por igual.
Pepita, a duras penas podía abrir los ojos para mirar con de-
silusión al abuelo. Era tanto el castigo que le habían dado, que
al siguiente día falleció, dejando muy triste al abuelo. Todo por
su indiferencia y el abuso que tenía con los demás animales.

Nunca hagas diferencia entre los miembros de tu familia, porque no


sabes cómo reaccionarán más tarde

71
Tercer puesto - Categoría: Fábula
Estudiante: Maykool Jeanpool Vásquez Silvestre
Asesora: Prof. Florecita del Pilar Rabanal Rubio
IE 18223 – Ugel Utcubamba

El caballo Ernestino y sus amigos

Había una vez en un campo muy verde, rodeado de grandes


cerros y con muchos árboles frutales, un grupo de caballos jó-
venes que disfrutaban de comer forraje. Entre ellos estaba Er-
nestino, un caballo al que le gustaba comer mucho pasto y
acostarse en la sombra para mirar las nubes a las que luego les
daba forma en su imaginación.
Tres de sus amigos se burlaban de él, creían que era ocioso y
aburrido porque no jugaba con ellos a las carreras o en el río
a bañarse. Decían que no lograría nada mirando el cielo y pen-
sando.
Un día decidieron jugarle una broma pesada y prendieron
fuego al pasto seco que había por ahí para obligarlo a levan-
tarse. Pero el fuego se descontroló y los tres amigos quedaron
atrapados. Uno de ellos logró cruzar el fuego que se había for-
mado, pero huyó sin ayudar a los demás. Los dos amigos que
quedaban estaban muy asustados.
Cuando Ernestino se dio cuenta intentó ayudarles. Entró al
fuego y a empujones pudo sacar a uno de ellos. Vio que no
podía ayudar al otro y corrió y corrió muy rápido, más rápido
que cualquiera de sus otros compañeros y llegó hasta la casa
72
de unas personas. Relinchó, hizo gestos, se alzó en sus dos
patas traseras, y las personas vieron a lo lejos que había un
incendio. Corrieron y le ayudaron a apagar el fuego y a resca-
tar a su último amigo.
Las personas premiaron a Ernestino por su inteligencia y ha-
bilidad. Desde ese día sus tres amigos no volvieron a burlarse
de nadie ni a intentar hacer bromas pesadas.

Moraleja: las malas bromas pueden tener consecuencias muy se-


rias.

73
Primer puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Yonel Adriel Oyarce Alva
Asesor: Prof. Joel Bernardo Roque Santamaría
IE José Carlos Mariátegui – Ugel Bongará

Legados del dolor30

La humareda nos asfixiaba. El estruendoso sonido de los fusi-


les y los destellos de los revólveres ponían fin a la paz conser-
vada por siglos en Pumacochas. Nuestra defensa se esperan-
zaba en la justiciera lanza y en la flecha de la libertad, que todo
buen aldeano debía dominar como era la costumbre. Esca-
pando de la densa neblina de pólvora quemada y gases lacri-
mógenos, nos refugiábamos en las montañas.
— Ha caído, le han matado a Braulio — se escuchaba la voz
llorosa e inconsolable de Rosa —. Nos quedamos sin jefe.
Era nuestra tierra en disputa, Pumacochas, la aldea de los pu-
mas, que por sus venas corrían aguas cristalinas provenientes
de su laguna Munapay. Los frondosos bosques daban cobijo
al colibrí, amante de la floresta multicolor. Munapay anidaba
en sus profundidades el tesoro andino, el oro radiante como
el sol primaveral. Esa tierra es la que defendíamos y que, por
fuerza, otros querían hacerse dueños.

30
Este cuento ocupó el PRIMER PUESTO en la etapa nacional del Premio
de Narrativa y Ensayo “José María Arguedas” 2021.
74
En medio de la confusión, vino a mi mente un agrio recuerdo
no distante de dos lunas, que en su momento dejó yertos a
todos los aldeanos. Eran tiempos de cosecha, días de júbilo
y fiesta, pero esas horas de festín fueron eclipsadas por una
nube de cóndores que danzaban alrededor del sol. Hubo
miedo en la aldea. Era un presagio no muy bueno. Todos to-
maron sus precauciones. Las mujeres almacenaron granos y
frutas, mientras los hombres prepararon sus mejores lanzas.
La luna parecía decirnos: “Están a salvo”. El sol se había ido a
descansar y nosotros debíamos recobrar fuerzas, para que
cuando raye el alba, continúe nuestra resistencia. Al pasar lista
ningún hombre faltaba, pero a los aldeanos les preocupaba la
situación de Braulio. Nadie lo había visto, ni mucho menos su
cadáver. En su ausencia, yo debía hacerme cargo de la aldea.
Pasamos la noche en vela. Hicimos un colchón de hierbas y
nos abrigamos con hojas secas. Al mirar el cielo triste y me-
lancólico, pensaba en mi hermano. En esos días de intriga an-
tes del enfrentamiento, no sabíamos qué sucesos acontece-
rían.
Con sus mensajeros los cóndores, el espíritu de la montaña
nos había anticipado del peligro. Se supo después de algunos
días, cuando Braulio llegó a la aldea y me dijo: “Suhay, reúne a
todos los aldeanos, hombres y mujeres, que tengo que darles
una gran noticia”.
La noche serena traía a mi mente el recuerdo de su actitud
firme y sus palabras de esperanza, como todo un líder. Parece
hoy, aquel día cuando llegó a la aldea y dijo:
— El gobierno otorgó permiso a las empresas para que destru-
yan nuestra laguna en busca del tesoro de Munapay. Por lo
que les invoco a la unidad, para enfrentar esta amenaza. Re-
cuerden que la Pachamama es sagrada. Los empresarios quie-
ren oro, plata y madera y se marcharán. ¿Y qué dejarán? Nues-
tras tierras destruidas, contaminada la laguna y los bosques

75
talados. Hoy los invito a organizarnos para enfrentar a quienes
intentan destruir nuestro medio.
Los 107 habitantes de la aldea se quedaron preocupados con
el mensaje de mi hermano. Utuya y Killari habían escuchado y
parecía que lo entendían todo. Se notaba en sus maullidos re-
pentinos e inconsolables. Eran los pumas, guardianes de la al-
dea. Recibían los abrazos de los niños y elogios de todos. Sus
maullidos trajeron a más pumas y se dirigieron a las montañas.
Sabíamos que algo harían para ayudarnos.
Al amanecer, nos dividimos en 2 grupos: el más pequeño, de
17 personas, iba a quedarse a cuidar a los niños; mientras que
los demás, 90 personas, iríamos a la batalla. Antes de ir a la
lucha hicimos una plegaria.
Apu, protector de la aldea,
refugia en tu seno nuestras vidas,
que el mal que nos rodea se transforme en armonía.

Con lanza en mano, veíamos venir a lo lejos vehículos milita-


res. Rápidamente formamos una línea de resistencia, mientras
sujetábamos nuestros arcos.
Descendió un batallón de policías y militares armados. Uno de
ellos nos dijo:
— Soy el general del ejército, y les pido que se retiren. Lamen-
tablemente necesitamos tomar sus tierras y sus bosques.
A mi orden, los aldeanos apuntaron. Lancé la primera flecha,
que no iba dirigida a los gendarmes, sino al cielo, como un
mensaje de lucha.
Los militares al ver que no cederíamos, arremetieron con dis-
paros al aire y bombas lacrimógenas para dispersarnos. Se oyó
una voz: “¡Disparen a matar!”. Esta orden nos causó conmo-
ción. Empezó nuestra huida, internándonos en el bosque en-
marañado para ocultarnos de los policías. Estos se dispusieron

76
a seguirnos, pero en ese preciso momento una nube de cón-
dores ocultó al sol, trayendo consigo una tormenta eléctrica.
Muchos rayos cayeron. La lluvia y la oscuridad hacían imposi-
ble ver a más allá de cuatro metros, haciendo que los unifor-
mados se retiren.
Al ver las proezas de la madre naturaleza, sabíamos que no
estamos solos. Decidimos volver a la aldea sin bajar la guardia.
Al día siguiente dos ministros, acompañados por militares, lle-
garon a Pumacochas buscando una solución. Los Pumas, diri-
gidos por Utuya y Killari, habían rodeado la aldea para defen-
dernos. El maullido de los pumas atemorizaba a los uniforma-
dos. Nos sentíamos protegidos.
— Queremos hablar con su líder— expresó enérgico un hom-
bre que lucía tres estrellas en su uniforme y un sinnúmero de
insignias indescifrables.
— Yo soy el líder — dije, firme y gallardo.
Un silencio sepulcral se sintió en ese instante. Solamente se
escuchaba el gruñido de los pumas que lucían lozanos, dis-
puestos a dar su vida por los suyos. El viento fresco avivaba
mi respiración. Jamás defraudaría la responsabilidad que me
había dejado Braulio. Ahora Intentaban negociar cuando su
proceder había sido rudo. Pero nosotros éramos aldeanos que
sabíamos escuchar.
Los hombres armados empezaron a acercarse. Nosotros ha-
ríamos respetar nuestros derechos. Uno de los ministros ex-
clamó:
— Vengo en representación del gobierno y lamentamos mu-
cho lo ocurrido.
— Si vienen en son paz, bienvenidos sean — repliqué, aún con
desconfianza.
Les hicimos pasar por las puertas de viento de la aldea. Los
pumas estaban atentos a los movimientos de los hombres de
verde. Les recibí en mi choza hecha de paja y caña, cubierta
77
con barro. Llamé a los principales aldeanos para que escucha-
ran la voz del gobierno. Después de una larga charla, los mi-
nistros nos hicieron estas propuestas: una escuela para nues-
tros hijos, un centro de salud, un reservorio para canalizar el
agua de las lluvias para la agricultura y sembrar diez árboles
por uno que cortaran. Nos daban la oportunidad de progresar
económicamente y extender los linderos de nuestra aldea.
Era una propuesta conveniente, pero debíamos consultar a la
Pachamama y a nuestros hermanos de toda la aldea. Salimos
al encuentro de Utuya y Killari, a orillas de la laguna. Detrás
nos seguían los policías. Los pumas intentaron detener el
avance de los oficiales; pero a mi señal entendieron que no
había peligro. Tomando sus precauciones, detuvieron su paso
y no llegaron hasta la orilla. Fueron convocados todos los al-
deanos. Cuando ya estuvieron reunidos, afiné mi voz y me di-
rigí a ellos.
— Hermanos aldeanos, hoy es un día histórico para Pumaco-
chas. Nuestra lucha tuvo resultados. Pero nunca estuvimos
solos. El espíritu de la montaña siempre nos acompañó. El go-
bierno nos ofrece progreso para nuestro pueblo a cambio de
una porción de oro, plata y madera. Puedo ser su líder, pero
las decisiones las tomamos juntos. Tendremos educación, sa-
lud y reforestación de nuestros bosques. Pero debemos con-
sultarlo a la Pachamama. Si nos concede su permiso extraere-
mos los recursos, pero si lo niega, entenderemos que así son
los designios.
— ¡Sí! ¡Sí! — Gritaban eufóricos todos los aldeanos—. ¡Viva Pu-
macochas!
Pedí que trajeran los utensilios para dar inicio a la ceremonia.
Los agentes observaban aturdidos. No comprendían lo que
estaban viendo.
Vinieron dos hombres, los más ancianos de la aldea. Empeza-
ron a construir el altar. Las mujeres traían plantas medicinales,

78
incienso, resinas aromáticas. Se encendió fuego. Un olor agra-
dable emanaba. Los ancianos ofrecían plegarias, en nuestra
lengua, a la Pachamama. Dos jóvenes cavaron un hueco a la
orilla de Munapay para alimentar a la madre tierra. Ahora era
mi turno,rocié chicha de jora en el hoyo y alimentos cocidos,
implorando permiso para extraer los metales preciosos de la
laguna. Todos los aldeanos hacían lo mismo con hojas de
coca en susmanos. Luego me dirigí a Killari y Utuya:
— Estamos aquí porque necesitamos parte de los metales pre-
ciosos que alberga Munapay, por el bien de todos.
Los militares seguían atónitos, puestos sus ojos en el gran es-
pectáculo, poco creíble para ellos, más aún les parecía extraño
que yo solicitara permiso a los pumas. Después de escuchar
lo dicho, Utuya y Killari se dirigieron a la laguna. Empezaron
a maullar. De pronto, un sonido sordo se escuchó en toda la
aldea. La tierra se movió de manera que parecía un temblor
en menor magnitud, mientras pequeñas olas en forma de ani-
llos llegaban a la orilla de la laguna. De repente, una inmensa
serpiente salió del agua. Su impresionante tamaño asustó a
muchos de los presentes, incluso a los aldeanos que ya sabían
de su existencia, pero nunca la habían visto. Era de un color
morado, decorada con rayas negras.
Los militares se preparaban para huir, mientras yo intentaba
calmar los ánimos. La serpiente se acercó a los dos pumas
como si les estuviera diciendo algo. Los cóndores, majestuo-
sos en el cielo, eran testigos de lo que ocurría. Después de
unos minutos, la serpiente se sumergió en el agua, y al poco
tiempo volvió a salir. Esta vez trajo consigo una gran
cantidad de oro y plata en su boca y lo dejó al borde de la
laguna, y después de emitir un agudo sonido, se volvió a
sumergir, para jamás ser vista otra vez. El agua de la laguna
se retiró unos metros por breves segundos, tiempo que
aprovecharon los pumas para desenterrar con sus garras la
tumba de Braulio. Ensu epitafio decía: “Aquí yace el gran jefe

79
de la aldea que hace muchos años murió”. Este secreto solo
yo lo sabía, pero la madre tierra lo había revelado. Braulio era
la serpiente de la aldeaque se hacía humano cuando sabía del
peligro de su gente.
Los años pasaron y Pumacochas recibió las promesas del go-
bierno. El número de sus habitantes ahora era el doble. Los
aldeanos aprendieron a leer y escribir. La salud se conservó
y las tierras producían los mejores frutos.
Nunca antes hubo una aldea tan bella como la Tierra de los
pumas.

80
Segundo puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Grecia Abigail Solano Elera
Asesora: Prof. Maritza Mendoza Mestanza
IE Alberto Acosta Herrera- Ugel Ibir Imaza

La odisea del uchi Etsa

En una comunidad awajún muy lejana de nuestra Amazonía


peruana, vivía un uchi31 muy robusto llamado Etsa32, en com-
pañía de su mamá, su hermano mayor Yampag 33 y su hermano
menor Zaam; su padre, un guerrero awajún, había fallecido.
Al uchi Etsa no le gustaba su nombre ni el lugar donde vivía. A
pesar de ello, el Dios Sol le había dotado de ciertos poderes
para que estuviera en permanente comunicación con la madre
naturaleza.
Un día, Etsa y Zaam fueron a pescar por orden de su madre.
Cerca de un acantilado cortaron la rama de un árbol, cuando
de pronto empezó a caer una lluvia torrencial; como la tierra
estaba resbaladiza, Etsa cayó al río. Zaam intentó salvarle la
vida, pero no pudo. La corriente del río arrastró violentamente
a Etsa; en ese instante, él se acordó de pedir ayuda al Dios Sol.
— Te voy a ayudar —le dijo Etsa, el Dios Sol—; pero primero
tienes que conocer el sufrimiento para que aprendas a valorar
mis poderes y amar a la madre naturaleza.

31
Uchi: niño
32
Etsa: Sol
33
Yampag: persona sabia.
81
Al observar la furia de las corrientes del agua, Zaam entró en
pánico y corrió a su casa para comunicar a sus familiares lo
que había ocurrido. La madre, al conocer la dolorosa tragedia
y muy desesperada, envió a Yampag y Zaam a rescatar a Etsa.
Ellos, como sabían que sus vidas se ponían en peligro ya que
la zona era inhóspita, decidieron esperar un momento hasta
que la tormenta calmara; pero pasaron las horas y al no en-
contrar resultados positivos, regresaron muy tristes a su casa.
Sin embargo, Etsa no había muerto. Estaba en el río de aguas
profundas luchando por salvar su vida. De pronto, cerca de él
apareció un caimán de tamaño mediano; el uchi esquivó su
enorme boca con dientes afilados y montó sobre el recio
cuerpo del animal, que lo llevó velozmente río adentro. En el
trayecto, el niño pedía ayuda al Dios Sol y tomando valor co-
gió un palo de chonta y reventó los ojos del caimán como si
fueran globos. Así logró que el saurio lo arrojara a la orilla del
río
Ya en la orilla, el uchi Etsa supo que estaba a salvo y agradeció
al Dios Sol por este mágico milagro en su vida. Levantó su mi-
rada y observó un paisaje paradisiaco, que nunca antes había
visto; sin embrago, se sentía solo, triste y abandonado; no en-
tendía lo que había ocurrido.
Llorando desesperado, comenzó a recorrer el lugar hasta que
vino la noche; él tenía mucho miedo de que algún animal sal-
vaje lo atacara. Al verlo desconsolado y muy acongojado, las
nubes del cielo también se pusieron a llorar. Al sentir la lluvia,
Etsa decidió buscar refugio y se acostó debajo de una lupuna;
pero no podía dormir por el intenso frío de la brisa nocturna y
la torrencial lluvia.
Al ver la angustia del niño, la lupuna sintió compasión, abrió
su follaje y lo cubrió con gran cariño. Para Etsa, el follaje se
tornó suave como la piel de un tierno bebé.

82
Al día siguiente, Etsa buscó piedras y pedazos de leña seca
para hacer una fogata y preparar una patarashca 34 para saciar
su hambre. Pero le cayó la noche sin que pudiera encender
fuego. Se recostó al pie de la lupuna y contempló hermosas
luciérnagas iluminando la lúgubre noche y la bella naturaleza;
también escuchó el canto de las aves nocturnas, el croar de
las ranas, los estruendosos ruidos de los truenos y la caída de
los rayos que iluminaban como fuegos artificiales la creación
Divina.
Etsa, al despertar al siguiente día, vio que el sol le sonreía cá-
lidamente a él y a la hermosa naturaleza.
Estaba muy famélico y con muy poca energía para continuar
luchando. Al ver esta angustiante escena, un aguaje hizo caer
sus frutos.
— ¡Oh! ¡Qué ricos son tus frutos, como el néctar de las flores!
—le dijo Etsa.
A lo que el aguaje le contestó:
— Tengo un amigo que puede ayudarte a saciar tu hambre. Es
aquel que ves con hojas largas.
Etsa, muy contento, corrió al platanal.
— Mis racimos están verdes, pero tú puedes hacer algo — le
dijo el plátano.
Dirigiendo su mirada al Dios Sol en oración y tocando los ra-
cimos del plátano, Etsa dijo:
— Padre, hágase tu voluntad y no la mía.
Al instante maduraron los frutos.
El uchi se arrodilló y nuevamente agradeció al Dios Sol por tan
grandioso milagro. En seguida sació su hambre con los sabro-
sos y aromáticos plátanos. Esta planta estaba muy feliz al ver
que el hijo del Dios Sol disfrutaba de sus frutos.

34Patarashca: pescado envuelto en hojas, asado a la brasa (plato típico


de la selva.
83
De pronto, haciendo uso de sus piruetas en las frondosas ra-
mas de la pomarrosa, el mono Machín llamó la atención. Por
un momento, Etsa olvidó el sufrimiento que estaba pasando y
se rio a carcajadas.
— ¿Cómo puedes tú estar alegre y jugando por la vida? —le
preguntó a Machín
— El secreto está en disfrutar minuto a minuto de la bella na-
turaleza y de lo que Dios ha puesto a nuestra merced —le res-
pondió Machín.
Poco después, Etsa conoció a un nuevo amigo. Era un guaca-
mayo de plumaje hermoso y colores brillantes. El uchi, al ex-
tender su brazo y dirigir su mirada al Dios Sol, notó que el ave
se había asentado sobre su hombro y oyó que le decía:
— Tu madre y tus hermanos aún te siguen extrañando y bus-
cando desconsoladamente. Tienes que regresar a casa.
Etsa contestó:
— Volveré pronto al lugar donde nací, porque ya aprendí a va-
lorar mis orígenes, mi corazón y mi mente siempre están pen-
sando en ellos.
— Has aprendido, Etsa. Ahora ya eres un gran guerrero para
nuestro pueblo —dijo el guacamayo, después agitó y extendió
sus alas y partió con rumbo desconocido.
Ya era muy tarde y otra vez llegó la noche. El toé35, que había
visto el sufrimiento del uchi, amablemente le dijo:
— Usa mis hojas y mis bellas flores como trompetas de ángel
y colócalos como si fueran tu almohada. Eso te permitirá ver
tu futuro, uchi Etsa.
Etsa cumplió la orden del toé y en seguida se quedó profun-
damente dormido. En sus sueños le fue revelado que en su
corazón llevaba un diamante de la energía del Sol y que pronto
estaría junto a su madre y hermanos.

35 Toé: planta alucinógena.


84
Con la alborada del día, Etsa despertó, sorprendido de lo que
había soñado, y agradeció amablemente a sus amigos.
Así iba interactuando y agradeciendo la hospitalidad de los se-
res que le rodeaban. Pero aún sentía que le falta el calor de los
seres que amaba.
Al observar esta angustiante realidad, sus amigos decidieron
unir esfuerzos para ayudarle. La lupuna, el aguaje, el plátano,
el mono Machín y otros pidieron ayuda al río. Y este, para jus-
tificar su culpa por haberlo arrastrado y traído hasta este
lugar, dijo:
— Tengo un amigo llamado zúngaro. Él puede regresarlo a su
casa.
Con cierta tristeza, sus amigos le comunicaron la noticia al
uchi Etsa. Este, al recibir la grata noticia, se comprometió a
cuidar, proteger y respetar siempre a la madre naturaleza, ya
que todos habían sido muy empáticos y solidarios con él.
En seguida se acercó al río y, desconfiando aún del Dios Sol,
nadó contra la corriente; pero sus esfuerzos no tuvieron éxito.
Luego meditó y dijo:
— Tú, río, no tienes la culpa de haberme traído a este bello
lugar que me alimentó y me dio una placentera posada. Al
contrario, me has permitido ser más humilde y valorar la vida
y la tierra donde nací.
Y abriendo los brazos al cielo y, con la mirada fija, se dirigió a
Etsa:
— Apag Etsa36, tú que brindas la energía para que la madre
naturaleza exista, ayúdame a regresar a mi añorada tierra. Es
imposible navegar sin tu ayuda en estas profundas y torren-
tosas aguas.

36
Apag Etsa: Padre Sol.
85
En ese instante apareció un zúngaro. Moviendo su robusta
cola y sus enormes aletas, surcaba las aguas hacia la orilla
donde estaba el uchi.
— Sube y cógete de mis aletas —le dijo a Etsa, deteniéndose a
su lado.
Con fe, el uchi Etsa aceptó.
Mientras viajaban río arriba, el zúngaro le recomendó así:
— Hay partes de este río que son muy peligrosas y debes de
cogerte bien.
Muy entusiasmado por la amistad que recibía, Etsa se distrajo
y sin darse cuenta soltó las aletas del animal. Resbaló y la
fuerte corriente del agua volvió a arrastrarlo. Sintió que iba a
morir; pero el zúngaro, luchando con todas sus fuerzas, re-
gresó a salvarlo: se colocó debajo de él y el niño nuevamente
logró subirse sobre el cuerpo del hermoso animal. Mientras
seguían la marcha, el zúngaro le dijo:
— Vivir la vida no siempre es fácil… Es muy importante estar
en constante lucha para alcanzar el triunfo y lograr la meta.
Así es que, ánimo y agárrate bien, que vienen retos más difíci-
les.
Y así es como continuaron el viaje, sin novedades hasta que
sintieron que la corriente del agua les daba vuelta y vuelta. El
uchi supo que ya llegaban al remolino del pongo. Si este les
atrapaba, Etsa ya no podría llegar a casa.
El uchi pensó qué hacer y se le ocurrió una gran idea.
— No sigas la dirección de la corriente, amigo zúngaro —le
dijo—. Corta y así pronto llegaremos a casa.
El zúngaro, con su imponente fuerza, nadaba y nadaba como
una chalupa y de pronto, por fin, Etsa pudo observar con gran
alegría las chozas y jardines donde vivían su madre, sus her-
manos y su comunidad.

86
Como si hubiesen estado esperándole, su madre, sus herma-
nos, el apu y muchas personas de la comunidad estaban reuni-
dos en la orilla del río. Todos ellos, atónitos, veían el milagroso
retorno del uchi Etsa, quien llegaba de manera inesperada so-
bre el lomo de un gigante zúngaro.
Etsa descendió rápidamente, corrió y abrazó emocionada-
mente a su madre y a sus hermanos. Abrazó también al apu y
a las demás personas. Todos estaban muy felices por tenerlo
con vida junto a ellos. Mientras ellos disfrutaban el reencuen-
tro, dando un fuerte aletazo en el agua, el zúngaro desapare-
ció.
El uchi sonrió de oreja a oreja y les dijo:
— Mi corazón y mi mente siempre estuvo pensando en uste-
des. A pesar de las peripecias que pasé, encontré muy buenos
amigos a quienes aprecio y valoro grandemente. Gracias a su
gentil acogida, apoyo y empatía estoy ahora junto a ustedes y
con vida.
Finalmente, el apu y sabio de la tribu al ver la valentía del niño
y al escuchar sus sabias palabras, muy orgulloso lo bendijo, di-
ciendo:
— En honor a tu valentía, esfuerzo, sacrificio y perseverancia
desde ahora eres declarado nuestro nuevo guerrero y un
ejemplo a seguir para nuestras generaciones venideras. Estoy
seguro que con tu lealtad y amor a nuestra madre tierra, saca-
remos adelante a nuestra comunidad y esta será la más grande
y la más poderosa de nuestra Amazonía.

87
Tercer puesto - Categoría: Cuento
Estudiante: Josías Kenneth Delgado López
Asesora: Prof. Lidia Alejandrina Loarte Ocaña
IE La Inmaculada - Ugel Bagua

Predicciones que sangran

Era un día soleado. María estaba allí, al borde del acantilado,


mirando hacia el infinito, como queriendo devorar con la mi-
rada el alicaído horizonte de la tarde. Sintió unos pasos acer-
cándose sigilosamente. No volvió el rostro. El silbido del
viento arreciaba sus tersas mejillas, el crujir de los pasos sobre
las hojas resonaban en sus oídos. De pronto, ¡pum!: cayó. Es-
taba allí, mirándola con los ojos desorbitados; el terror se apo-
deró de él. Suplicaba perdón, pero María no se inmutaba. Dos
perlas de dolor y tristeza se deslizaron por sus mejillas. Ella lo
tenía enfrente, podía terminar con su miserable vida en ese
instante, pero aún no era el momento.
Cerró los ojos llenos de impotencia. “Es inútil”, se decía. No
podía borrar de su mente aquellas imágenes que martilleaban
su cerebro. Entonces los divisó. Volteó hacia atrás, por un mo-
mento pareció olvidarse de todo…

Allí venían doña Juana y don Benjamín, retornando del plantío


de plátanos cercano a la quebrada Amojao.
Con mirada tierna y candorosa sonrisa, María se acercó a sus
ángeles de la guarda. Les abrazó, como si nunca lo hubiera
hecho. Luego su padre se acercó al fogón para echar la leña al
88
frejol; su mamá alistaba otra olla con la chosca cortada en pre-
sas, mientras Syomara, su hermana menor, trataba de ayu-
darla. Avizoraban un delicioso almuerzo. Después de la co-
mida, se sentaron a la sombra del pan de árbol, cubriéndose
de los inclementes rayos de sol.
—¡Don Benja, don Benja! —se acercó Pancho—. ¡Se avecina la
sequía, nuestras yucas y nuestros plátanos se van a morir! —
decía con honda preocupación.
—No, Pancho, va a llover. Debemos esperar unos días más.
—Y… ¿si quemamos un poco de paja del arroz que cosechó
don Juan? Decían mis abuelos que el humo atrae las lluvias y
que las cenizas son buenas para el terreno.
—¿Estás loco, Pancho? ¡Es peligroso! Podría descontrolarse.
Hace mucho viento. ¡Ni pensarlo!
—Tranquilo, no debemos preocuparnos. Tenemos el agua del
Amojao cerquita. No pasará nada —dijo Pancho.

Al caer la tarde, Pancho se acercó al potrero, cogió un fósforo


y se dirigió al invernadero. Había prendido una pequeña llama,
pero un mal presentimiento lo hizo tambalear.
Sintió que unos ojos centelleantes, más que las llamas de
fuego, pugnaban por aniquilarlo. Huyó despavorido, dejando
caer el palillo que chicoteó la paja. De pronto, una inmensa
candela empezó a arder. El fuego creció y se alimentó rápida-
mente con el viento bravo que soplaba aquel día, y Pancho
corrió a su casa a pedir ayuda.
Entró en la cabaña jadeando. Su corazón se le salía del pecho.
—¿Qué pasa, ¡ah!? —le dijo Justina, su madre, al verlo llegar.
Con honda preocupación, ella volvió a preguntar:
—¿Lo hiciste?

89
Le había advertido lo peligroso de quemar paja por el incle-
mente sol que azotaba al pueblo. Un sudor frío, como un tém-
pano de hielo, recorrió su cuerpo avejentado por la dura faena
del día a día. Con paso firme y seguro, Justina salió de su choza
y observó a lo lejos: el aire se había pintado de negro y olía a
muerte. Se despedían humaredas de diferentes rumbos. El
fuego avanzaba con pasos agigantados, devorando todo lo
que encontraba a su paso, llevando consigo extensos cultivos
de los terrenos vecinos y dirigiéndose a los bosques naturales.
La chosca, el majaz, el sajino, el venado, el canchul, el gallito
de las rocas y otros animales pedían auxilio con la mirada. Sin
saber por dónde escapar, corrieron despavoridos buscando
una salida entre las llamas. Empezaron a toser, tenían los ojos
enrojecidos, les faltaba el aire, hacía mucho calor y no veían
por donde salir. Los más fuertes hicieron lo posible por ayudar
a los más débiles a salir vivos de esa tragedia.
En su carrera enloquecida, el venado volteó y vio con horror
cómo sus hermanos sucumbían a las llamas. No sabía con
certeza qué estaba pasando.
Era inevitable, nada se podía hacer. Aun así, Pancho y la fami-
lia corrieron cual gacelas escapando de sus depredadores, lle-
vando baldes, tinas y bidones para apaciguar las llamas. Era
inútil. El fuego crecía y crecía.
A lo lejos, vieron a María pidiendo auxilio. Todo en ella era un
mar de lágrimas. Tenía en sus manos un gallito de las rocas
con el cuerpo desvalido, chamuscado por el fuego, y que,
asustado, acababa sus fuerzas en acurrucarse entre sus pe-
chos.
Sus gritos resonaban como un eco entre las montañas. Algu-
nos lloraban tratando de consolarla.
—¡No pude! —repetía—. ¡No pude sacarlos! ¡Están allá, entre
las cenizas: papá, mamá, ¡la Syomara! —corría y corría hasta
llegar al borde del acantilado.

90
Al verla, Pancho no pudo más. Presagiaba el intenso dolor que
esto ocasionaría a muchas familias. Lo habían perdido todo,
absolutamente todo, incluyendo vidas. Huyó, con rumbo des-
conocido, entre los leves bosques que quedaban.
—¡Por qué no me escuchaste, Pancho! —decía Justina—. ¡Nada
de esto habría ocurrido si me hubieras hecho caso!
—¡Papito, papito Dios, mándanos la lluvia! ¡Perdón, perdón,
papito Dios! —imploraba la madre, mirando al cielo. De
pronto, vio cómo un caballo tan blanco como la luna se acer-
caba hacia ella dándole esperanza.
De repente, empezaron a retumbar los truenos. Los rayos zig-
zaguearon, iluminando el chamuscado bosque. Los pocos ani-
males sobrevivientes agradecieron al Altísimo por tremenda
hazaña, y llovió durante horas, hasta que no quedó ni una
brasa encendida. Después, los animales lloraron entristecidos,
y guardaron silencio ante el desolador panorama.
Trémulos, Justina y la familia volvieron sus pasos rumbo al te-
rruño que les vio nacer… No quedaba nada del apacible pai-
saje.
Las luces de la noche lúgubre encontraron a los dueños de las
chacras perjudicadas, armados, buscando a los culpables.
Pensaban que unos facinerosos lo habían ocasionado.
—Debemos hacer justicia —decían—; como Fuente Ovejuna
lo haremos.
Ingresaron a los bosques raídos por las cenizas, sin saber
quién era el culpable
Pancho, escondido entre los árboles, vio a los pobladores ira-
cundos, fuera de sí, buscando al culpable; volvió sus pasos, se
sintió otro, ajeno, y veía alucinaciones. Sintió a los animales
del campo pidiendo justicia.
—¡Huye para salvar tu vida! —decía la chosca.

91
—¡No podemos hacer nada por él! —dijo el majaz.
—¡Sálvate, sálvate, sálvate! —gritaban a una sola voz.
No pudo más. Se tapó los oídos y huyó del lugar. A lo lejos vio
a María, sentada al borde del acantilado. Se enfrentó a la joven
con una ciega esperanza concebida en la desesperación.
—¡Perdón! ¡Perdón, María!
Ella volteó y allí estaba él, con el rostro desencajado, blanco
como el papel, mirándola, implorando y suplicando perdón.
María sabía que el perdonarlo no le devolvería a la familia que
había perecido en el fuego. Pancho sabía lo que le esperaba;
solo quería calmar su conciencia con el perdón de la joven.
—¡Desgraciado de mí! —exclamaba—. ¡Cómo quisiera retroce-
der el tiempo para devolverte a quienes tanto amabas!
Con lágrimas que pugnaban por salir, María se levantó; Pan-
cho se aferró a ella.
—¿No puedes perdonarme?
Estaban cerca. Veía la muchedumbre a su lado como un río de
enorme caudal. Se acercaban a ellos.
En sus alucinaciones veía a los animales muertos, chamusca-
dos por el fuego, quienes seguían clamando por justicia.
—Psst, psst. Ven acá…
—¿Amigo, puedo ayudarte? —decían en coro.
Una tromba silenciosa se arremolinaba con furia en su pecho.
Sintió cómo una de ellas se arrojó sobre él, cual águila sobre
su presa. Pancho retrocedió espantado; tropezó y cayó al os-
curo abismo.
El gentío llegó al acantilado buscando a los culpables.
Dos palomas conversaban en un rincón donde llegaba una mí-
sera luz de luna. Estaban atentas a lo que iba a ocurrir.

92
—¡Dónde están! —preguntaron.
María señaló con el dedo al fondo del abismo.
- ¡Fue él, allí está! ¡Se hizo justicia!
La Luna sonreía desde lo alto del cielo.

93
Primer puesto - Categoría: Historieta
Estudiante: Cesia Noemí Rocha López
Asesor: Prof. Víctor Leonardo Roncal Araujo
IE 18207 San Nicolás - Ugel Rodríguez de Mendoza

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Primer puesto - Categoría: Ensayo
Estudiante: Fabiana Iraxe Vela Huaripata
Asesor: Prof. Christiam G. Marcelo Padilla
I.E. Virgen Asunta – Ugel Chachapoyas

A la sombra de dos mundos37

Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que


orgullosamente, como un demonio feliz habla en
cristiano y en indio, en español y en quechua
(Arguedas, 1958).

José María Arguedas (1911 – 1969) reflejó en sus obras la


complejidad y diversidad del Perú, asociando sus experien-
cias vividas con el mundo andino y el occidental. Mediante
una escritura en la que mezclaba el quechua y el español, lo-
gró representar lo que muchos desconocíamos. Escribió so-
bre la realidad a la que se enfrentaba el país para convertirse
en una sociedad justa. Describió tanto la belleza de sus tradi-
ciones como el sufrimiento al que se veían sometidos, y lo
hizo de tal manera que queda grabado en la memoria de los
lectores.

Vivo en el departamento de Amazonas, que abarca una zona


interandina por el sur y selvática por el norte. En la zona norte

37
Este ensayo ocupó el TERCER PUESTO en la etapa nacional del Premio
Nacional de Narrativa y Ensayo “José María Arguedas” 2021.
99
se desarrollan comunidades indígenas amazónicas, como son
los Awajún y los Wampis, que tienen sus propias lenguas y
saberes ancestrales. Estos pueblos presentan características
propias en sus usos y costumbres, además de ser los guardia-
nes de una gran biodiversidad. Lamentablemente, todos sus
conocimientos y riquezas culturales se van perdiendo con el
pasar del tiempo. Este es un problema que también se pre-
senta en las diferentes regiones del país. Como ejemplo po-
demos mencionar las lenguas originarias que están a punto
de desaparecer y otras que se perdieron en el tiempo sin ha-
berlas conocido y estudiado.
Con relación a esta problemática, considero que José María
Arguedas nos ha dejado un importante legado, el mismo que
nos vuelca a revalorar nuestra lengua originaria y a respetar
el medio que nos rodea, la pachamama.
Cierta vez, en un taller de danzas de mi institución educativa,
mis compañeras estaban practicando una danza tradicional
de Condorcanqui, provincia que está en la zona norte de
Amazonas. En esa ocasión escuché cantar a una compañera
de nombre Orfa Tsajuput la siguiente estrofa:
Nuwa wika asanu
Nuwa asanu
Wiki, wiki webiaje
Wiki webiaje
Wiki wiki webiaje
Wiki webiaje
Después de lo ocurrido tuve mucha curiosidad de saber el
significado de ese estribillo, ya que para mí era una lengua
desconocida. Mi compañera mencionó que era awajún y que
quería decir “Soy una mujer, una mujer sola, sola anduve, sola,
sola anduve, sola”. Esto me trae a colación el personaje de Er-
nesto de la obra Los ríos profundos (1958), que en su proceso
de crecer padece la soledad de los huérfanos y a partir de ahí
debe construir sus propias referencias culturales y religiosas
en un mundo inestable y conflictivo.

100
La escena ocurrida con mi amiga Orfa marcaría mi manera de
pensar y sentir con respecto a mi región. La riqueza y diver-
sidad cultural que tiene Amazonas es muy poco conocida.
Pienso que es necesario difundir esta diversidad con la finali-
dad de fortalecer nuestra identidad cultural. Por eso me pa-
rece pertinente mencionar lo que decía José María Arguedas:
En la medida que el ámbito indígena se difunde y colora a los
otros grupos y realidades; en la medida que se proyecta sobre
ellos, la diversidad de sangres, cultura e intereses adquiere el
frescor rudo de una esperanza inédita, y la sabiduría absorta
de quien empieza a reconocer su fortaleza (Ministerio de Jus-
ticia y Derechos Humanos, 2013).
Entonces me puse a reflexionar: ¿por qué desconocemos
toda esa basta cultura que existe en una pequeña región
como la mía? A mi parecer esto se debería a que se ha ido
incrementando cada vez más el número de indígenas amazó-
nicos que viven en las ciudades, y ellos, al intentar adaptarse
a una nueva sociedad, modifican sus prácticas ancestrales y
así pierden sus raíces.
Pienso en lo difícil que debe ser para muchas de esas perso-
nas adaptarse a una sociedad que impone usos y costumbres;
en especial, si este mundo no toma en cuenta a los pueblos
andinos y amazónicos, hasta el punto de que muchos no pue-
dan satisfacer, de una manera igualitaria y equitativa, dere-
chos básicos como la educación, salud y trabajo.
Recuerdo a aquella compañera de estudios, callada, absorta
en sus pensamientos, que no se relacionaba fácilmente. La
mayoría de nosotras pensábamos que era una persona que
no sabía, que no le echaba ganas al estudio, que era despreo-
cupada y otras aseveraciones que en sí no tenían nada que
ver con ella. No veíamos que era una persona con una lengua
materna diferente al español, con costumbres y tradiciones
propias de su comunidad.

101
Algo similar a lo que pasaba con mi compañera Orfa ocurre
en la obra Yawar fiesta (1941). Ahí se nos narra cómo las au-
toridades de Lima prohíben la tradicional corrida local, orde-
nando que sea sustituida por una menos feroz y peligrosa,
una más "civilizada", de tipo español.
La sociedad actual va perdiendo sus identidades originarias
en el momento que preferimos tomar costumbres ajenas, po-
nerlas en práctica e imponerlas a otros sin respetar esa diver-
sidad cultural, la cual es una característica esencial de la hu-
manidad que debe valorarse y preservarse para el desarrollo
de un mundo variado.
Actualmente la cultura occidental sigue siendo la cultura he-
gemónica y las culturas originarias continúan siendo las subor-
dinadas. ¿Qué sentiría Orfa Tsajuput, mi compañera de estu-
dio? ¿Cómo sería su lucha interna en esta integración con otra
cultura diferente desde la lengua y más?
Una persona con raíces diferentes que se encuentra en la obli-
gación de responder a un contexto desconocido, debe sen-
tirse agobiada por lo complejo del sistema, especialmente con
el idioma. Recuerdo a Orfa Tsajuput y pienso que lo ideal sería
que haya escuelas con clases y espacios para que todos se ex-
presen en la lengua materna y así puedan participar de un en-
torno en el que se sientan seguros y tengan confianza en sí
mismos. José María Arguedas nos menciona:
Con el sistema actual el indio aprende a leer el castellano en
una forma similar a la que me referí al decir que se puede
aprender a leer el alemán sin llegar a conocer este idioma. El
indio aprende el mecanismo formal, externo de la lectura, pero
sicológicamente no lee el castellano, porque no es posible leer
un idioma que no se conoce ni se habla (Morales Gutiérrez,
2019).
Cada pueblo posee características propias, como el lenguaje,
las tradiciones y costumbres. Estos son los principales rasgos
de una extensa diversidad cultural y social, que es un patrimo-
nio que debe ser reconocido en beneficio de las generaciones
futuras. La valoración de esta diversidad también aporta a la
102
ciudadanía creando valores como la tolerancia, la cooperación
y el aprecio hacia los demás. Hay que lograr que esas diferen-
cias nos enriquezcan y nos fortalezcan en vez de dividirnos. Y
es esa división, ese conflicto lo que Arguedas ha logrado mos-
trarnos en su narrativa.
El escritor andahuaylino nos deja en sus obras una lección
fundamental para construir un país para todos: al reconocer
toda la riqueza que posee el país en cada una de sus regiones,
estamos logrando el convivir de manera inclusiva y respe-
tuosa. De esa manera, las políticas y programas que se fo-
menten atenderán a esta realidad y promoverán la valoración
a las diferentes ‘identidades’.
Debemos aceptar nuestra diversidad cultural dejando de lado
la discriminación hacia otros peruanos que poseen otras cos-
tumbres, un habla diferente y que no tienen el mismo as-
pecto. Para eso necesitamos saber que tenemos un variado
mestizaje andino y amazónico que está presente hasta ahora,
y queramos o no continúa siendo parte de nuestra cultura;
debemos comprender que así es nuestro país. Además, debe-
mos mantener un contacto más horizontal con aquellos pue-
blos originarios para aprender los saberes ancestrales que
forman parte de nuestras raíces.
Después de todo lo mencionado y reflexionado puedo con-
cluir que vivimos en un país rico por su diversidad cultural. En
consecuencia, es importante que todos los peruanos tenga-
mos la responsabilidad de conocer, valorar y respetar las di-
ferencias culturales, sin crear estereotipos que hagan que los
demás se avergüencen de sus raíces. Debemos crear una re-
lación fraterna entre personas de los diversos pueblos origi-
narios, tal como José María Arguedas, quien a través de su
vida y obra nos dejó el más grande ejemplo de identidad y
amor a lo nuestro, a lo propio, a lo autóctono sin despreciar
lo ajeno. Debemos unirnos y así mirar con orgullo nuestra
identidad. Para terminar, voy a retomar la frase de José María
Arguedas: tenemos el deber de construir un país de todas las
sangres.
103
Bibliografía

▪ Arguedas, José María (1958). No soy un aculturado. Recuperado de


https://www.servindi.org/actualidad/3252
▪ Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (2013) Citado en el Com-
pendio normativo y jurisprudencial sobre derechos de los pueblos indí-
genas, comunidades campesinas y nativas. Recuperado de
https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/1534205/DGDOJ-
Compendio-Normativo-Derechos-de-los-Pueblos-Indígenas.pdf
▪ Morales Gutiérrez, Fredy (2019). José María Arguedas. Precursor de la
interculturalidad en el Perú. Recuperado de
https://www.tandfline.com/doi/full/10.1080/26390043.2014.12067
780

104
Categoría: Ensayo
Estudiante: Flor del Rocío Álvarez Núñez
Asesor: Prof. Leonardo Junyor Serrano Zapata
I.E. Nieva – Ugel Condorcanqui

La enseñanza de la lengua,
instrumento de libertad

Carlos Tuyas Orrego es un estudiante de 5to grado del nivel


secundario en una I.E. de la provincia de Condorcanqui. Habla
awajún como lengua materna y ha sufrido discriminación por
usar su idioma, por quienes lo consideran de baja escolaridad
y piensan que los idiomas nativos de la selva son inferiores al
castellano. Sigue vigente la desigualdad planteada por Argue-
das: la hegemonía del mundo occidental sobre el mundo an-
dino o del indio, en este caso el mundo del nativo-indio de la
selva.
¿Los hijos de padre hispano hablante y madre awajún serán
considerados mestizos? ¿Se habrá roto la brecha de contra-
dicción entre el hispano y el indio, entre lo Castellano y lo
Awajun? ¿Es la enseñanza de lengua awajún un instrumento
de libertad? ¿Darle valor a este idioma puede ser la respuesta
ante la discriminación de los hablantes awajún?
Actualmente los estudiantes de Condorcanqui pertenecemos
a educación Intercultural bilingüe. Repasemos cómo se desa-
rrolla la enseñanza del idioma awajún para enfrentar algunos
mitos que alimentan y agrandan las desigualdades.
105
En muchas comunidades hispanoamericanas bilingües o
monolingües en su lengua autóctona, donde los programas
de educación intercultural bilingüe no existen o funcionan
deficitariamente, la lengua amerindia se aprende en el ám-
bito familiar y es la que se utiliza para la comunicación ha-
bitual, cotidiana, entre los miembros familiares. La lengua de
prestigio, el español, se aprende, por el contrario, en el ám-
bito de la escuela mediante la enseñanza formal, aunque el
niño tenga como única lengua la amerindia” (Palacios, 2008)
Es un reto aprender una segunda lengua. Actualmente estoy
aprendiendo el idioma awajún. Esta lengua tiene una larga tra-
dición de 5000 años aproximadamente. Hacia los años 60 del
siglo pasado llegaron los padres jesuitas y fundaron los prime-
ros poblados hispanos en la provincia de Condorcanqui. Ahí
se iniciaría la llamada interculturalidad: ese choque de mun-
dos, ese encuentro de lenguas castellana y awajún. Y también
la enseñanza de los idiomas. Pero tuvieron una dificultad: el
idioma awajún solo era una lengua hablada (oral). Ante eso, los
padres jesuitas junto a los pobladores awajún desarrollaron el
alfabeto awajún, le dieron escritura a la lengua awajún; y a raíz
de sus trabajos y publicaciones se pudo educar a las poblacio-
nes awajún que habitaban ese vasto territorio.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI),
la población awajún se ubica principalmente en las regiones
Amazonas, Cajamarca, Loreto, San Martín y Ucayali.
Según los resultados del III Censo de Comunidades Nativas
2017, de los 44 pueblos indígenas u originarios declarados,
los que presentan el mayor porcentaje de comunidades na-
tivas son el Ashaninka con 19,22% (520 comunidades),
Awajún con 15,50% (419 comunidades) y Kichwa con
11,65% (315 comunidades). La mayor cantidad de hablan-
tes awajún se ubican en el departamento de Amazonas.
(INEI, 2018)
Debemos responder algunas cosas respecto a los idiomas: ¿es
el awajún superior o inferior al castellano? Sobre este tema de
las lenguas, Arguedas nos refiere su experiencia personal:

106
Y permítanme que me refiera a mi propio problema […].
Cuando empecé a escribir relatando la vida de mi pueblo,
sentí en forma angustiante que el castellano no me servía
bien. No me servía bien ni para hablar del cielo y de la lluvia
de mi tierra, ni mucho menos para hablar de la ternura que
sentíamos por el agua de nuestras acequias, por los árboles
de nuestras quebradas, ni menos aún para decir con toda la
exigencia del alma nuestros odios y nuestros amores de
hombre (Arguedas, 1985).
Lo dicho por José María Arguedas me deja pensando y vuelo
a recordar a Carlos Tuyas Orrego. Él habla awajún como len-
gua materna; es un mestizo por raza, pero se siente awajún.
¿Habrá recibido la educación necesaria para escribir en su len-
gua materna y poder expresar sus sentimientos y sus creen-
cias? ¿Carlos Tuyas y otras personas, que son producto nacido
entre 2 lenguas, podrán expresar con libertad el verdadero va-
lor, su identidad y libertad? ¿O es que la falta de educación,
producto de la poca importancia que le pusieron a la educa-
ción en su lengua materna, ha perjudicado a Carlos y perjudica
a miles de niños que no pueden expresar con libertad su cul-
tura?
He visto sentir vergüenza a muchos de niños y niñas, jóvenes
y señores al momento de hablar en su idioma, en este caso en
idioma awajún. Arguedas también hablaba una lengua origina-
ria (el quechua), y lo hacía con orgullo. “En este sentido, Ar-
guedas fue precursor de la autoestima cultural de nuestros
pueblos. Por eso, siempre incentivó que haya respeto a la mi-
noría cultural, porque esa minoría solo fue tal en un contexto
de desigualdad” (Morales Gutiérrez, 2019).
La educación es la respuesta que dará libertad a quienes vi-
ven el conflicto que vivió Arguedas. Recordemos que fue él
quien le dio un rostro distinto al indio: lo puso como alguien
que piensa y siente. Por supuesto que nuestros indios piensan
y sienten.
Las limitaciones en la escritura awajún están marcadas por la
poca importancia y escasa puesta en valor del idioma awajún.
107
Carlos Tuyas Orrego no puede expresarse completamente
con palabras de su lengua materna, pero también se expresa
a través de su arte, sus danzas, sus conocimientos de medicina
tradicional y de la naturaleza.
La educación en idioma awajún a jóvenes como Carlos Tuyas
y otros de las zonas de la selva peruana, en el nivel secundario,
es reciente: a partir del 2021. Enseñar lengua awajún en las
escuelas secundarias de Condorcanqui le devolverá la autoes-
tima a cada hablante de awajún. Y eso es una nueva oportu-
nidad para poner en valor y permitirles a quienes tenemos
contacto con este idioma como una segunda lengua apropiar-
nos o ser parte de una nueva cultura, aprender el valor y ri-
queza a través del aprender el idioma awajún. Ya lo decía
Paulo Freire: “El momento de esta búsqueda es lo que instaura
el diálogo de la educación como práctica de la libertad.”
(Freire, 1971). La libertad que les dará el expresar en palabras
escritas lo que antes no pudieron hacer, recoger su cultura,
poder contar a los demás en su lengua materna cómo es su
felicidad, su corazón, sus creencias.
Qué bueno sería para muchos awajún poder tener la libertad
de expresar eso que no dicen por vergüenza, por creer que
solo puede ser dicho o escrito en castellano. “La lengua se
convierte igualmente en un espacio donde se (re)negocia la
identidad, al actuar como un instrumento de cohesión grupal
que refuerza los lazos internos de la comunidad frente a la so-
ciedad mayoritaria” (Palacios, 2008). Ellos aprendieron pen-
sando en el Castellano como un idioma superior solo porque
vino a educar: idea equivocada. La diferencia es en la cantidad
de hablantes: el castellano tiene más personas que usan el
idioma, pero eso no lo convierte en superior.
Empecemos a entender que la educación nos da libertad siem-
pre y cuando empecemos a creer en la igualdad de todos. La
lengua es un instrumento de cultura. La importancia de las
lenguas nativas u originarias como el awajún en este proceso

108
histórico de mestizajes en tiempos del bicentenario del Perú
nos permite pensar que un somos libres seámoslo siempre
no es solo un verso del Himno Nacional del Perú, sino una
oportunidad para refirmar nuestra identidad y decir que la
enseñanza de la lengua es un instrumento de libertad.

Bibliografía
Arguedas, J. (1985). Indios, Mestizos y Señores. Lima: Horizonte.
Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. México.
Instituto Nacional de Estadística e Informática (2018). Resultados las Comu-
nidades Nativas y campesinas 2017 - Censos Nacionales. Lima: INEI.
Morales Gutiérrez, F. (2019). José María Arguedas, Precursor de la Intercultu-
ralidad en el Perú. Bilingual Studies.
Palacios, A. (2008). La lengua como instrumento de identidad y diferenciación:
más allá de la influencia de las lenguas amerindias. Madrid.

109
110
1
112
Cómo crear cuentos

Por Lidia Alejandrina Loarte Ocaña


Profesora en la I.E. La Inmaculada, Bagua

Primero (algunas condiciones previas)


- Al estudiante tiene que gustarle la lectura y la creatividad.
- Motivación por el gusto de la lectura.
- No imponerle un texto, tiene que ser de su preferencia.
- Disponer un horario en casa para la lectura.

Segundo (la planificación)


- ¿Sobre qué vamos a escribir? (Elegir un tema, de prefe-
rencia polémico, de su contexto).
- ¿Para qué vamos a escribir?
- ¿Quién será el narrador?
- ¿Quiénes serán los personajes? (Principales y secundarios)
- ¿Dónde ocurrirá la historia?
- ¿Cómo iniciará mi cuento? ¿Cómo serán el nudo y el
desenlace?
- ¿Cuál será el mensaje del cuento?

113
Tercero (la textualización)
- Escribir el cuento.

Cuarto (las correcciones)

- Evitar la redundancia.
- Tener cuidado con la cohesión, coherencia, corrección y
adecuación del texto.
- Revisar y corregir los errores
- Escribir la versión final.
En mi caso, para la creación de cuentos trabajamos con sinó-
nimos para evitar repetición de palabras, usamos figuras lite-
rarias o recursos estilísticos para embellecer el texto, hacién-
dolo más interesante y motivador, trabajamos con las técnicas
narrativas.

Quinto (la socialización del texto en el aula)

- En el aula, los estudiantes comparten sus creaciones


(cuentos, poemas, acrósticos, etc.).

114
Cómo escribir un ensayo

Por Milton Alberto Chávez Pardo


Profesor en la I.E.E. San Nicolás, Rodríguez de Mendoza

¿Qué es un ensayo?
Un ensayo es un texto predominantemente argumentativo,
cuyo propósito es persuadir al lector de adoptar una postura
frente a un tema mediante argumentos lógicos y racionales.
Algunos también incluyen una contraargumentación, en la
que se presentan argumentos en contra.

Diferenciar la especificidad textual del ensayo


Las formas de registro textual no son esquemáticas, pero al
menos sí deben reunir algunos requisitos. Según Mauricio Pé-
rez Abril (2002), el ensayo argumentativo debe tener los si-
guientes elementos:
• Delimitación de un campo temático. Es determinar el tema a
tratar, y mostrar su pertinencia, alcances y límites.
• Toma de posición. Es plantear un punto de vista o tesis sobre
el tema en discusión. Esta toma de posición puede estar con-
formada por una opinión, un juicio frente a una situación de-
terminada, una valoración, una teoría que se quiere defender,
un procedimiento que se quiere evaluar.

115
• Argumentos. Los argumentos apoyan a la tesis. Un argumento
puede estar compuesto por una afirmación, una opinión, una
teoría, y por unas razones que la apoyan; estas, a su vez, pue-
den estar conformadas por ejemplos, comparaciones, defini-
ciones…
• Contraargumentos. Además de presentar los argumentos en
favor de la tesis, es recomendable también evaluar los posibles
contraargumentos asociados a la tesis planteada para lograr un
mayor nivel de consistencia argumentativa.
• Plan argumentativo. Los diferentes elementos del ensayo de-
ben organizarse siguiendo un plan o eje argumental. Por ejem-
plo: Delimitación del campo temático – Toma de posición –
Argumentación – Ejemplos – Conclusión.
• Conclusiones / implicaciones. Las conclusiones o implicancias
deben derivarse lógicamente de la tesis y de los argumentos.

Organización del texto argumentativo


Es básico, antes de comenzar a escribir el ensayo, determinar
en un esquema su estructura y desarrollo.
Sugerimos el siguiente esquema:
• Exploración del tema: Se hace mediante la formulación de pre-
guntas alrededor del tema materia del ensayo.
• Organización de las ideas: El plan de ideas se desarrolla a partir
de la prioridad comunicativa a la que se quiere atender.
- Idea central o punto de partida del ensayo.
- Ideas o argumentos que la desarrollan.
• Desarrollo de argumentos: Se refiere a la expresión del conte-
nido que se le dará al ensayo a partir del planteamiento general.
• Manejo de argumentos: Puede darse mediante las opiniones
del autor del ensayo, a través de la referencia que hace el en-
sayista sobre las opiniones de otros autores.

116
Planteamiento de las preguntas problémicas del ensayo
La selección correcta de las preguntas polémicas constituye la
brújula del ensayo; es decir, el camino correcto de lo que se
debatirá y, en consecuencia, lo que se excluirá.
Estas preguntas establecen el marco limitado del tema mate-
ria del ensayo. Es necesario plantearlas mediante “lluvia de
ideas”. De cinco o diez preguntas, se extraen tres o cuatro que
intentarán ser respondidas a lo largo del texto.

Organización de los subtemas y progresión temática


Luego de seleccionado el tema, es necesario hacer un mapa
conceptual o un organizador gráfico donde se observe la ruta
de dirección de los subtemas del ensayo.

Manejo de distintas voces dentro del ensayo


Las citas cumplen un papel de apoyo fundamental en el en-
sayo. Autorizan, rectifican, amplían, concluyen. En su opuesto,
guían la contra argumentación o establecen el horizonte del
debate. Saber citar es un arte que exige atención lectora y un
particular espíritu crítico.
Algunos consejos que se les pueden dar a los estudiantes al
respecto son:
1. Emplea citas textuales a pie de página cuando sea importante o
necesario registrar las palabras del autor o autora. Se pueden
emplear dos formas de cita:
a. De forma directa. Es decir, usando las mismas palabras del au-
tor. En este caso se cita el fragmento entre comillas. Ejemplo:
Nietzsche es abiertamente polémico cuando se refiere al cristia-
nismo, del que dice: “Es un platonismo para el pueblo” (1985,
128).
b. De forma indirecta. Se toma un argumento del autor, pero pa-
rafraseándolo; es decir, sin citarlo de modo directo. Ejemplo:

117
Nietzsche es abiertamente polémico cuando dice que el cristia-
nismo es un platonismo vulgar (128).
2. No es conveniente completar el ensayo con citas aisladas. La pre-
sencia de cada cita en el texto debe cumplir una función especí-
fica: aclarar, ejemplificar, apoyar un comentario o iniciar un pá-
rrafo que luego se desarrollará.
3. Recordar que lo esencial en los ensayos son los puntos de vista
del ensayista y la forma como los defiende.
4. Los ensayos académicos no se escriben en primera persona. No
se acepta el uso del “Yo creo”, “A mí me parece”, “Yo opino”. En
los ensayos no existen opiniones, sino argumentos razonados.
Los ensayos se escriben de forma impersonal y citando fuentes.
No se dice, por ejemplo: “Yo creo que la situación económica de las
familias se agravará en el 2020”. Se dice: “Los especialistas conside-
ran que la situación económica de las familias se agravará en el
2020”. O: “Kalmatovitz y Ocampo coinciden que las familiares sufri-
rán más el deterioro de la economía del país” (y se hace una cita a
pie de página).

Pasos para escribir un ensayo

1. Anota en una hoja las ideas generales que tengas sobre un


tema.
2. Consulta e investiga, en libros y revistas, artículos y ensayos
relacionados con el tema sobre el cual debes escribir el en-
sayo.
3. Decide la tesis central que vas a sostener a lo largo del en-
sayo.
4. Elabora un programa o índice tentativo de subtemas e in-
tertítulos.
5. Agrupa la información que tienes destinada a utilizar en
cada subtema.
6. Escribe primero tus ideas. Luego cita (confirmándolas o re-
futándolas) las ideas de los otros autores. Estas ideas, cíta-
las bibliográficamente a renglón seguido o a pie de página,
siguiendo una enumeración consecutiva.
118
7. Elabora un borrador. Corrige y luego pasa en limpio tu en-
sayo.

Referencia bibliográfica:

Pérez Abril, M. (2002). Elementos básicos del ensayo argumentativo.


En: Competencias y proyecto pedagógico. Bogotá. UNIBIBLOS. Uni-
versidad Nacional de Colombia.

119
Cómo elaborar historietas

Por Shirley Deyvith Grández Rojas


Prof. I.E San Francisco – Pipus, Chachapoyas

En las cajas de lápices,


guardan sus sueños los niños.
Ramón Gómez de la Serna.

La historieta consiste en una serie de imágenes o dibujos or-


denados de manera continua que hablan por sí mismos. Puede
tener o no textos escritos breves para complementarlos.
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define es-
pecíficamente a la historieta como diminutivo de historia, se-
rie de dibujos que constituye un relato cómico, dramático,
fantástico, policiaco, de aventuras, etc., con texto o sin él.
Puede ser una simple tira en la prensa, una página completa o
un libro.

La historieta como estrategia didáctica en el aula


Más allá de sus posibilidades lúdicas o de entretenimiento, la
historieta tiene un enorme potencial como herramienta edu-
cativa en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Su uti-
lidad supone una metodología activa que permite fomentar la

120
imaginación, la capacidad crítica del estudiante, mejorar la ex-
presión oral, optimizar el desarrollo de la comprensión y pro-
ducción de textos.
¿Cómo puede el maestro utilizar la historieta en el aula? Al
respecto, Mari Carmen González Videgaray en su artículo La
historieta como instrumento educativo nos explica que, depen-
diendo del objetivo que se plantee, la historieta puede moti-
var desde una lectura crítica y reflexiva hasta verdaderas crea-
ciones originales.
Siguiendo el modelo de Piaget, González Videgaray sugiere
una serie de actividades didácticas, clasificadas de acuerdo
con tres periodos: el periodo preoperatorio, el de operaciones
concretas y el de operaciones formales. Estas tres etapas co-
rresponden aproximadamente a los niveles de preescolar, pri-
maria y secundaria (dichas actividades propuestas en realidad
pueden intentarse con alumnos de cualquier edad, inclusive
con adultos). He aquí les comparto:

ETAPAS ACTIVIDADES
- Presentar una historieta sin texto y pedirles
que hagan la narración.
- Presentar una historieta y pedir una descrip-
ción de los personajes, ambientes y acción de
Periodo la historieta.
preoperato- - Analizar si se trata de situaciones reales o ima-
rio ginarias.
Educación - Presentar una historieta incompleta y pedir a
preescolar y los alumnos que diseñen el final.
primeros lec- - Recortar una tira cómica por viñetas y pedir a
tores los estudiantes que ordenen la secuencia en
(2 a 7/8 forma lógica y coherente.
años) - Pedir que se identifiquen con algún personaje
y expresen sus sentimientos o estados de
ánimo a través de los gestos del personaje.

- Pedir a los estudiantes que actúen como críti-


cos del arte: ¿Les parece que la historieta está

121
bien diseñada? ¿Son agradables los persona-
jes? ¿Es interesante lo que sucede? ¿Es gra-
Operaciones ciosa o dramática? ¿Es real o imaginaria?
concretas - Recortar y reordenar una historieta para mo-
Educación dificar su sentido original.
primaria - Localizar enunciados imperativos, interrogati-
(De 7/8 a vos y exclamativos.
11/12 años) - Borrar los textos y pedir a los estudiantes que
reconstruyan las frases de acuerdo a las imá-
genes.
- El adolescente es idealista y cuestiona ahora
los principios abstractos: libertad, felicidad,
igualdad, solidaridad... Esto sugiere infinidad
de posibles actividades. Ejemplo: en las histo-
rietas que manejan acciones violentas puede
hablarse de derechos humanos. Las que tratan
de médicos y hospitales pueden utilizarse para
inculcar conceptos de higiene y salud.
- Los adolescentes pueden identificar estereo-
tipos y conductas, pero no debe perderse de
vista que la historieta transmite siempre al lec-
tor una visión particular del mundo que debe
Operaciones ser analizada.
formales - El trabajo en equipos para diseñar o modificar
Educación historietas puede ser, además de muy diver-
secundaria tido, un recurso excelente para reafirmar los
(11/12 a contenidos de las asignaturas, dando al ado-
14/15 años) lescente el reconocimiento colectivo y el sen-
tido de pertenencia que le es vital en esta
etapa.
- Recrear una historieta con cualquier motivo o
argumento: descubrimiento de América, de-
beres de los ciudadanos, propuestas de con-
servación del ambiente, ecología, etc.
- Puede agregarse voz a las historietas (uso de
las TICs) Las imágenes pueden ser proyecta-
das o convertidas en transparencias, de ma-
nera que los alumnos asocien voces y actúen
las de los personajes, junto con los ruidos y las
onomatopeyas.

122
- Pueden identificarse los códigos de la histo-
rieta. Las viñetas pueden recortarse para ar-
mar nuevos mensajes o para resumir lo más
importante.
- La historieta puede ser incluso el guion de una
obra de teatro, se puede incursionar en el
campo de la fotonovela o una videograbación.
- La innovación creativa, la variedad de usos y
posibilidades de este recurso es infinita. No
hay límites.
Utilidad
- Producción de textos orales y escritos.
- Comprensión de textos
- Expresión oral.
- Motiva la reflexión, fomenta el dialogo, el debate.
- El docente provoca en el estudiante el conflicto cognitivo me-
diante cuestionamientos cuidadosamente guiados, usando ac-
tividades exploratorias, manipulación de materiales, propo-
niendo preguntas y permitiendo que los estudiantes respondan
con sus propias palabras.
- La historieta puede ser un interesante vínculo de comunica-
ción con el adolescente. No solamente para desarrollar sus
procesos intelectuales, sino para explorar y construir su pro-
pia personalidad.

¿Cómo elaborar una historieta?


Elaborar historietas es un proceso que demanda tiempo,
paciencia, mucha dedicación y buen humor; además,requiere
de un clima o ambiente agradable que propicie despertar al
ente creador. No hay reglas o pasos estrictos a seguir para la
producción de este arte; pues, en diversas fuentes y medios
se brinda un sinnúmero de información para elaborarla.
Lo que a continuación comparto con ustedes,
particularmente me ha servido de gran ayuda; son actividades
tomadas de En secundaria, ¡sí la haces! Estrategia Nacional de

123
Participación Estudiantil. Guía de orientación: Cómo hacer una
historieta (2016), proporcionada por el Ministerio de
Educación y que se puede descargar en el link: http
//www.minedu.gob.pe/silahaces/pdf/guia historieta final,
cuyas pautas se pueden adaptar o adecuar para un mejor
desarrollo de la capacidad creadora, innovadora que en
muchos casos se encuentra adormecida en nuestros
estudiantes.

Cómo hacer una historieta


Talleres:
1. Descubrimos: Tertulias, talleres de lectura y
1.1 La historieta disertación: Presentación de di-
1.2 Elementos de una histo- versas historietas impresas o di-
rieta gitales según la realidad e in-
1.3 Las llamadas (tipos de bo- tereses de los estudiantes. So-
cadillos) cialización entre pares y en
grupo sobre la forma y conte-
nido de las mismas.

2. Creamos:
2.1 Definimos un objetivo Escribe diversos tipos de
(propósito) textos en lengua materna
2.2 Imaginamos nuestra his-
toria (¿qué tema abordará?, - Adecúa el texto a la situación
¿cuál será la trama?, ¿cómo comunicativa.
culminará?)
2.3 Elaboramos un guion / - Organiza y desarrolla las
bocetos (primeros trazos ideas de forma coherente y
sobre quiénes serán los cohesionada.
protagonistas, característi-
cas, el escenario real o ima-
ginario)

124
2.4 Comenzamos a dibujar - Utiliza convenciones del len-
(disposición de viñetas, pla- guaje escrito de forma perti-
nos, ángulos, enfoques, nente.
etc.).
2.5 Revisión de la historieta
(metacognición, coevalua- - Reflexiona y evalúan la
ción) forma, el contenido y el con-
2.6 Edición texto del texto escrito.
2.7 Creamos una carátula
para nuestra historieta.

3. Compartimos
3.1 Difusión a través de periódicos murales o medios de comu-
nicación.

Bibliografía

La historieta como instrumento educativo, Maricarmen Gonzales Vi-


degaray

http://red.ilce.edu.mx/sitios/lectura/pdfs/lectura007_histo-
rieta_instrumento_educativo.pdf (consultado el 10 - 2 – 2020)

125
Anexo: compartimos
Difusión de historietas: Mural.
Socializamos nuestras historietas

Estudiantes I.E. “San Francisco” – Pipus,


Chachapoyas- Amazonas

126
Relato de mi experiencia pedagógica

Por Luis Antonio Chuquizuta Yalta


Prof. I.E N° 18331
Nuevo Chirimoto- Rodríguez de Mendoza

En el año 2021 las clases con mis estudiantes del sexto grado
sección ¨C¨ se venían desarrollando en la modalidad virtual
utilizando la tecnología: el celular y las tabletas adquiridas por
el Ministerio de Educación. La interacción con los estudiantes
era diaria, en forma grupal y personalizada, sobre las activida-
des pedagógicas planificadas en las experiencias de aprendi-
zaje con la estrategia Aprendo en casa.
Todos los días a los estudiantes les hacía leer el cuento
¨Warma Kuyay¨ de José María Arguedas, diez minutos antes
de empezar las actividades de aprendizaje planificadas. Ade-
más, les leía pequeñas fábulas llamativas para niños, para que
se muestren motivados y se sientan interesados por escribir
sus propias creaciones.
El cuento Warma Kuyay les llamó mucho la atención a los ni-
ños. Ellos se sintieron tristes por el desprecio al niño Ernesto
y también por el abuso de don Froilán a Justina, así como por
la venganza de Kutu al maltratar a los becerros de don Froilán
porque él había violado a Justina, haciendo ver la discrimina-
ción y el abuso.

127
La creación de la fábula fue considerada en el área de comu-
nicación en la experiencia de aprendizaje N° 06 de la estrate-
gia Aprendo en casa.
La metodología trabajada: se iniciaba con la lectura
individual, lectura grupal, actividades individuales y la
creación de fábulas. El que produce debe desarrollar su
habilidad lectora, escritural y cognitiva mediante la lectura de
fábulas y la creación de las mismas; así los estudiantes fueron
capaces de comprender e interpretar fábulas, pero además de
crear nuevas a partirde ejemplos vistos.
Se realizó las siguientes preguntas, relacionadas estratégica-
mente para la adquisición de conocimientos sobre el tema a
crear: ¿Qué es una fábula? ¿Cuáles son las partes de la fábula?
¿Cuál es el propósito de la fábula? ¿Qué significa la moraleja
en la fábula? ¿Quiénes participan en la fábula? ¿Te gustaría
crear una fábula? ¿Por qué?, etc.
También les enseñé a los estudiantes sobre cómo crear una
fábula de manera virtual:
- En el inicio de la fábula se presentan los personajes y se es-
tablecen los puntos iniciales como su ubicación geográfica o
temporal; esta parte suele ser breve y al grano.
- La complicación es el desarrollo de la trama que conduce
hacia una situación problemática moral o ética. El problema se
deriva de las características o de las acciones iniciales del per-
sonaje
- El desenlace, ya sea feliz o no, es la parte final del relato en
donde se dan las consecuencias y se enuncia la moraleja o en-
señanza final que la fábula aporta al lector.
Todos los estudiantes participaron en la creación de la fábula,
poniendo en práctica su creatividad para determinar la mora-
leja, escoger los personajes y seleccionar sus atributos, dán-
dole forma al conflicto y considerando la estructura de la pro-
ducción como es inicio, nudo y desenlace.

128
Mediante llamadas personalizadas dialogaba y coordinaba de
manera virtual con los padres de familia acerca de cómo debe
ser el apoyo a sus hijos en la creación de las fábulas para ob-
tener un buen trabajo final. Les pedí que por el WhatsApp me
envíen las producciones de sus hijos para revisarlas y darles la
retroalimentación respectiva para que puedan mejorar su tra-
bajo.
Danielito, el estudiante ganador, se mostró interesado en la
producción de la fábula. Su hermano mayor había participado
y ganado un concurso similar llegando a la etapa nacional; él
también quiso obtener un logro para ser orgullo de sus padres.
El estudiante Danielito tuvo como escenario el espacio de su
casa y su familia para crear la fábula. Tenía en casa una polla
de nombre Pepa y una gata llamada Michi. Por eso el niño es-
cribió la fábula párrafo por párrafo y luego juntó los párrafos
para que quede completa. Tituló su fábula ¨Michi y el gran
banquete a Pepita¨. Después, por medio del WhatsApp, me
envió para la primera revisión; así fue trabajando su creación
literaria hasta lograr el producto final.
Sus compañeros también me iban enviando sus fábulas crea-
das para revisarlas oportunamente. Cuando ya todas las crea-
ciones de los estudiantes estaban listas, se realizó las multilla-
madas para que cada participante narre la fábula creada
frente a sus compañeros. Así se seleccionó la mejor produc-
ción para que nos represente en el Concurso Nacional de Na-
rrativa y Ensayo José María Arguedas, a nivel de la institución
educativa.
Danielito me contó que para empezar a escribir su fábula se
sentía nervioso, tenía miedo y pensaba que no va a poder
crear. Como docente, le animaba y pedí a sus padres que lo
orienten.
El niño es un estudiante muy dedicado e inteligente y le gusta
crear cuentos, poemas y fábulas partiendo de su entorno fa-
miliar, teniendo como protagonistas a los animales y aves que
129
tiene en su alrededor; le gusta participar en los diferentes con-
cursos que se presentan en la institución educativa.
Cuando se enteró que su fábula había ganado en el concurso
a nivel de la institución educativa, Danielito sintió mucha ale-
gría y recibió muchas felicitaciones por el WhatsApp, por lla-
madas telefónicas y de manera presencial, por parte de sus
compañeros, de sus familiares, profesor de aula y de parte de
la dirección del plantel. El estudiante, emocionado, feliz y con-
tento, esperaba los resultados a nivel de UGEL y en la etapa
regional y, al saber que su producción creada con mucho es-
fuerzo, esmero y dedicación, obtuvo el primer lugar, se sintió
animoso a seguir sus estudios.
Cuando empezaron las clases semipresenciales, como do-
cente tuve que viajar a la comunidad para impartir las clases
pedagógicas y fue una alegría volver a encontrarme con mis
estudiantes y con los padres de familia.
Danielito hoy se encuentra asistiendo a las clases semipre-
senciales tres días a la semana. Se encuentra emocionalmente
bien y con mucho optimismo de seguir estudiando y apren-
diendo, y sueña con ser un buen escritor más adelante.
Danielito y sus compañeros tienen entendido que las fábulas
son cortas y breves narraciones literarias, normalmente en
prosa, que terminan siempre con un mensaje de enseñanza o
moraleja de carácter instructivo, cuyos personajes casi siem-
pre son animales u objetos ficticios.
Finalmente, Danielito tiene la concepción que la fábula que
ha creado enseña a los demás niños el valor del esfuerzo y
que no hay que burlarse jamás de los demás y mucho menos
discriminarlos, porque todos somos iguales ya sea en la
familia, en la escuela, en la comunidad y en el lugar donde nos
encontremos.

130
La tinta en el relato
Por Joel Bernardo Roque Santamaría
Prof. I.E. José Carlos Mariátegui – Bongará

Contar entre líneas lo que fue la fascinante labor de enseñar


a mis estudiantes a tejer cuentos con sus ideas, manteniendo
la auténtica singularidad de vida, en relación al universo an-
dino de José María Arguedas, me deja gratificantes recuerdos
presentes. Había que contextualizar las experiencias de
aprendizaje para abordar el viaje en el tren de la imaginación.
Acompáñenme en esta aventura.
El primer desembarque fue en la estación: La exploración de
los saberes previos. Como diría David Ausubel, es necesario
conocer qué tiene en la mente el estudiante para añadir
nuevos conocimientos a sus esquemas cognitivos, para lograr
aprendizajes significativos. Y así fue. Me detuve en mis
grupos de WhatsApp (medio por el cual los estudiantes
reciben sus clases a distancia) para explorar cuánto conocen
del género narrativo. ¿Qué es un cuento?, les pregunté a
mis estudiantes y juntos llegamos a la conclusión que un
cuento es narrar una historia no extensa, fusionada con la
realidad y fantasía, revestido con un problema que deben
resolver los personajes en un tiempo y en un espacio.
El segundo desembarque se hizo en la estación: El universo de
Arguedas. Esta parada estaba llena de textos por explorar,
que alentaron la sed por la lectura. Los estudiantes reflexio-
naron al sentir y hacer propia la imagen de Arguedas. Era im-
prescindible conocer la historia de un torito cuya piel brilla y

131
que cambia la vida de la familia joven y del pueblo donde vi-
vían (El torito de la piel brillante); o quizá, presenciar los últi-
mos minutos de vida del indio Pedro Huancayre mientras
danza con sus tijeras (La agonía de Rasu- Ñiti) y, por qué no,
percibir el amor que siente el niño Ernesto por Justina
(Warma Kuyay). Esta literatura empapó a los estudiantes de
muchos rasgos del autor: sus creencias, tradiciones, tipo de
personajes recreados, escenarios, problemas sociales de la
época, entre otros.
El tercer desembarque lo realizamos en la estación: Las bases.
Como todo concurso, hay lineamientos que respetar y que
los estudiantes merecen conocer, por ejemplo, el tiempo para
escribir, la extensión del cuento, formato y todos los aspectos
de fondo y forma.
El cuarto desembarque nos condujo a la estación: Los criterios
de evaluación. Allí los estudiantes se apropiaron de las condi-
ciones y características que debía tener el cuento a presentar,
como el propósito comunicativo (narrar una historia para
mostrar la relación del hombre y la naturaleza), adaptación
del lenguaje, organización de la información en párrafos, uso
de conectores, recursos gramaticales y ortográficos, posición
personal frente al tema, originalidad, uso de fuentes de infor-
mación y mensaje.
La quinta parada nos condujo a la estación: La planificación de
la historia. Los estudiantes tuvieron un tiempo para pensar,
salir de su rutina, ir por el campo o a un lugar acogedor para
sentir la inspiración. Se les dio libertad para escribir, pero vin-
culado al tema del concurso. De manera creativa, los estu-
diantes elaboraron un organizador de ideas*. En este es-
quema se logró prever el propósito del texto, el uso del len-
guaje, la estructura que tendría su cuento, los personajes, las
figuras literarias que emplearían, el tipo del narrador, los tipos
de diálogos y otros detalles que contribuyeron a la redacción.
La última parada la hicimos en la estación: La técnica narra-
tiva. Los estudiantes debían dar forma a su relato, por ello se
132
atrevieron a usar las anacronías, propuestas de Gerald Ge-
nette: analepsis, que evoca acontecimientos pasados en mo-
mentos repentinos, y la prolepsis, que permite contar un
acontecimiento anticipado al ulterior. Además, los estudian-
tes hicieron suyas otras técnicas: historias paralelas (contar
una historia, seguida de otras), dato escondido (contar un su-
ceso inesperado) y las descripciones.
Dejamos el tren de la imaginación y emprendimos un viaje en
el vuelo de la escritura. Les dije a mis estudiantes que mez-
claran la realidad con la fantasía, que atraparan su pensa-
miento y lo plasmaran en el papel, que ingresaran a un mundo
exorbitante, donde las leyes de la naturaleza no prevalecen.
Mis estudiantes eran conscientes que no hay fórmulas mági-
cas para escribir un cuento y que la estructura no
necesariamente debe seguir la ruta: inicio, nudo y
desenlace, sino que el orden puede alterarse. El reto era
lograr que el lector quede atrapado en la historia, deseando
continuar con la lectura.
Luego del aterrizaje, llegamos a tierra firme, donde les instruí
a mis estudiantes para que corrigieran sus propios cuentos.
Ellos debían revisar sus escritos con los criterios propuestos
es las bases del concurso.
La odisea había terminado, pero aún faltaba el último paso:
elegir los cuentos que representarían a la I.E. José Carlos Ma-
riátegui de la localidad de Pomacochas. En esta oportunidad
había que pulir algunos detalles. Para esta labor organicé
reuniones por la plataforma Zoom, mientras la calendariza-
ción lo permitía. Estas reuniones fueron muy enriquecedoras,
tanto para mi persona como para mis estudiantes.
Promover practicas letradas en la escuela es una tarea ardua,
pero se disfruta al máximo. En mi experiencia, no todos los
estudiantes amarán al 100 % este arte, pero como dice Ho-
ward Gardner, hay inteligencias que predominan sobre otras.
A mis estudiantes les digo que hay dos tipos de escritores: los
que leen para escribir, que es muy válido hacerlo, y los que
133
sienten agrado por escribir lo que les dicta su pensamiento.
Esta labor requiere pasión, organizar tiempo, imaginar, leer
varias veces lo escrito e incluso volver a empezar. Para redac-
tar un cuento, por ejemplo, después de haber planificado, es
importante determinar quién va a ser el narrador: protago-
nista, omnisciente, cuasi-omnisciente o testigo. Luego juga-
remos con el tiempo a medida que el relato está en marcha.
También, debemos definir cómo dialogarán los personajes,
quizá optemos por darles voz propia o el narrador hablará por
ellos y si de impresionar se trata, cada escritor usará la téc-
nica que mejor se adecúe a su relato, embelleciendo el len-
guaje con las figuras literarias.

*Esquema elaborado por el estudiante Oyarce Alva, Yonel Adriel / Grado y sección:
2do “B”. Institución educativa: José Carlos Mariátegui-Florida –Pomacochas- Bongará.

134
Una mirada desde la práctica pedagógica

Prof. Víctor Leonardo Roncal Araujo


IE 18207 San Nicolás- Rodríguez de Mendoza

El hombre hace la literatura y después la litera-


tura contribuye a modelar al hombre…
José María Arguedas

Gracias al mágico mundo de la literatura, desde hace mucho


tiempo se han plasmado numerosas e infinitas historias, algu-
nas mostrando su fin estético (es decir, expresar belleza a tra-
vés de la palabra); otras, por el contrario, han educado al indi-
viduo, cambiando de forma radical o paulatina su manera de
pensar y actuar en el espacio y en el tiempo, buscando tal vez,
una mejor forma de proceder en este mundo tan hostil y des-
proporcionado.
Uno de los objetivos de la educación en nuestro país es bus-
car que los estudiantes sean más creativos, reflexivos, críticos
y competitivos; sin duda, participar en el concurso Premio Na-
cional de Narrativa y Ensayo de José M. Arguedas es una gran
oportunidad para que los estudiantes demuestren su capaci-
dad de discernimiento, enjuiciando con categoría el compor-
tamiento y la psiquis del ser humano, llevándolo a asumir un
compromiso para defender lo autóctono.
Iniciar esta aventura en este contexto de pandemia sin duda
no ha sido nada fácil, pero tampoco imposible. Y si hay algo

135
que debo resaltar de este largo viaje, es la gran disposición y
compromiso que tuvieron los estudiantes en todo momento;
esto fue muy determinante para enrumbarnos en el mágico
tren del saber y la creatividad.
Es sabido que, para llegar a una meta, primero hay que cono-
cer nuestro punto de partida; también, es importante conocer
el camino que recorreremos. Fue entonces que junto a los es-
tudiantes nos adentramos en aquel misterioso vagón que nos
llevó directamente a conocer el amplio panorama de las bases,
los criterios y todos los aspectos de lo que realmente signifi-
caba el concurso.
La experiencia me ha enseñado que lo más grato y noble para
un maestro es ver a sus estudiantes cosechar logros y laure-
les. Por ello, como docentes debemos saber que todos los es-
tudiantes poseen muchas habilidades y capacidades innatas;
en tal sentido, debemos aprovechar y despertar esa curiosi-
dad y capacidad imaginativa que enciende la llama de ese es-
píritu creativo y literario, para luego encaminarlos por aquello
que más les fascina, apasiona y motiva.

Acercándonos al andahuaylino
Una de las tantas y extraordinarias aventuras de este apasio-
nante viaje fue el conocer la vida y parte de la producción li-
teraria del poeta y escritor José María Arguedas; la voluntad
y el logro en su mixtura lingüística es fundamental para todos.
Debo confesar que examinar todos estos detalles, de por sí,
ya nos estaba regalando a los personajes y escenarios para
nuestra propia historia; y es que conocer la mentalidad de los
hombres y mujeres del ande, su pensamiento mágico, sus raí-
ces míticas y los elementos musicales de su cultura y sus tra-
diciones, es inolvidable y cómo no revivirlos. Esta experiencia
nos ha permitido conocer mucho sobre los dos mágicos mun-
dos, el indígena y el de origen europeo.

136
En realidad, a estas alturas del recorrido, la ilusión que irra-
diaban los tiernos rostros de los estudiantes, hacía compren-
der de cuan ansiosos y motivados estaban por enfrentarse a
nuevos retos y desafíos.

Las historietas como recurso pedagógico


La experiencia de trabajar las historias en cuadritos (las histo-
rietas), aparte de ser entretenidas, como herramienta pedagó-
gica son muy didácticas y favorecen notablemente el apren-
dizaje. Con ellas los estudiantes exploran nuevas posibilidades
creativas; lo cual ayuda a romper la apatía por la lectura, que
hoy es muy notoria, principalmente en los niños y jóvenes de
todo el país.
Escudriñar diversos textos con este formato, ayuda mucho a
los estudiantes a identificar e interiorizar cada detalle de los
secretos que esconden las historietas y así tener claro el pro-
ducto que se quiere obtener.
Sin duda, cada proceso de escritura es muy importante y
como docentes del área de Comunicación lo sabemos, pero,
lo que más recuerdo de esta hermosa travesía, es la escritura
y revisión de la primera versión de los textos; los bocetos que
regalaba cada viñeta nos iban mostrando el libre albedrio de
la mágica trama narrativa; fue un trabajo arduo, pero muy gra-
tificante. En este proceso es importante seleccionar hasta el más
mínimo detalle, todo cuenta: las viñetas, globos, cartuchos, sím-
bolos cinéticos, onomatopeyas, metáforas visuales, el color, ras-
gos faciales y posturas del personaje, el mensaje, la tipografía, etc.
Elegir el trabajo que te representará no es tarea sencilla, te
puede ganar la subjetividad; pero tranquilo, maestro, recuerda
que trabajaste en base a criterios de evaluación (detalle muy im-
portante.) Y así lo hicimos y no nos equivocamos: ya estamos
en la etapa nacional.

137
Si queremos lograr el óptimo funcionamiento de las compe-
tencias bajo un enfoque comunicativo, necesitamos articular
los procesos didácticos y pedagógicos, bajo una práctica pe-
dagógica pertinente y planificada. Sin duda, queda mucho por
hacer. Tratemos al estudiante como un ser valioso, conside-
rándolo además como el eje fundamental del proceso educa-
tivo.

Testimonio de Cesia Noemí, una ganadora


Me gustó mucho la idea de trabajar bajo el enfoque de Argue-
das. El conectarse con el mundo interior de este importante
autor es muy gratificante, la manera de encarar para defender
lo suyo es impresionante, deberíamos seguir su ejemplo. Par-
ticipar en este concurso siempre será una experiencia inolvi-
dable, en realidad ganar algo de esta magnitud, me pone muy
contenta.

138
Acerca de nuestra participación
en el Premio de narrativa y ensayo
José María Arguedas 2021

Prof. Christiam G. Marcelo Padilla


I.E. Virgen Asunta - Chachapoyas

Como docentes del área de Comunicación la participación


de nuestras estudiantes en concursos de escritura siempre es
un aliciente. Estos concursos nos entregan otros puntos de
referencia para medir los avances de nuestras estudiantes
en la competencia de escritura. Y, por supuesto, también
nos entregan la ilusión de hacer resonar el nombre de
nuestro colegio como el ganador de un certamen. Sin
embargo, en estosdos últimos años hemos atravesado por un
pachacuti, un voltearse el mundo de nuestra vida escolar. La
pandemia nos enfrentó a un tipo de educación para el cual
estudiantes, docentes y directivos no estábamos
preparados.
A pesar de ello, la Institución Educativa Virgen Asunta supo
adaptarse a la nueva normalidad y asumió el modelo de edu-
cación remota para que nuestras estudiantes continuaran con
sus aprendizajes. Es en este marco, nuevo y complejo, que se
da nuestra participación en el Premio Nacional de Narrativa y
Ensayo José María Arguedas 2021, Modalidad Virtual (Premio
JMA 2021).
Antes de mencionar las acciones realizadas en nuestra área
nos gustaría discurrir sobre un tema de principios, diremos,
humanísticos. Las experiencias de aprendizaje del Minedu son

139
experiencias que integran diversas áreas. En su mayoría el eje
de dicha experiencia es un tema de las áreas de Ciencias So-
ciales, Desarrollo Personal, Ciudadanía y Cívica, o Ciencia y
Tecnología. De hecho, consideramos que muchas de las temá-
ticas planteadas necesitan visibilizarse y ser trabajadas por
nuestras estudiantes: cuidado del medio ambiente, participa-
ción política, cuidado de la salud mental, discriminación son
algunos de los temas que se han venido trabajando. Para estas
experiencias el área de Comunicación funciona como un área
herramienta, ya que permite desarrollar estrategias con el fin
de comprender y producir textos reales que, en su mayoría,
son de los tipos expositivo y argumentativo. Pero hay una au-
sencia ominosa y que se relaciona con el Premio JMA 2021
que, además, tiene el nombre de uno de nuestros escritores
más importantes: ¿dónde están los textos literarios?, ¿cuál es
el lugar de la literatura, ya no digamos universal, sino peruana
en las experiencias que propone el Minedu? Las respuestas a
estas preguntas tienen un alcance mucho más profundo y,
cómo no, debatible. Por obvias razones este no es el espacio
para adentrarnos en explorar las causas y consecuencias de
esta ausencia en la currícula nacional. En todo caso, nos va-
mos a permitir citar a la filósofa Martha Nussbaum, quien es-
grime el escenario que enfrentan la literatura y, en general, las
humanidades en el mundo de hoy:
En casi todas las naciones del mundo se están erradicando las
materias y las carreras relacionadas con las artes y las huma-
nidades, tanto a nivel primario y secundario como a nivel ter-
ciario y universitario. Concebidas como ornamentos inútiles
por quienes definen las políticas estatales en un momento en
que las naciones deben eliminar todo lo que no tenga utilidad
para ser competitivas en el mercado global, estas carreras y
materias pierden terreno a gran velocidad, tanto en los pro-
gramas curriculares como en la mente y el corazón de padres
e hijos.38

38
Nussbaum, Martha. Sin fines de lucro (2010). Recuperado de https://repensarlafiloso-
fiaenelipn.files.wordpress.com/2015/11/martha-nussbaum-sin-finesde-lucro.pdf
140
Para resumir, diremos que, desde el equipo de docentes del
área de Comunicación de la IE Virgen Asunta, participar en un
concurso de ensayo que promueve la reflexión sobre las obras
literarias de José María Arguedas es una toma de posición:
consideramos que las humanidades y, en especial, la litera-
tura, tienen mucho que aportar a la formación de nuestras es-
tudiantes y, por ende, al fortalecimiento de la democracia de
nuestra comunidad. A pesar de este convencimiento somos
conscientes que no podemos volver a la forma tradicional en
la que se enseñaba literatura. Entonces, queda abierto el ca-
mino para explorar nuevas formas de integrar la literatura a
nuestra área.
A continuación, haremos un breve recorrido por los hitos que
consideramos han sido importantes para asegurarnos una
participación destacada en esta versión del Premio JMA
2021.
Desde nuestra perspectiva un punto medular ha sido la reali-
zación de la evaluación diagnóstica de inicio de año. Esta nos
entregó una fotografía de los desempeños que tenían nues-
tras estudiantes respecto a las competencias del área. Con ella
pudimos observar que las estudiantes tenían limitaciones para
identificar los diversos tipos de textos (estructura, recursos
discursivos y propósito), sobre todo, expositivos y argumen-
tativos. A partir de ello, priorizamos trabajar textos argumen-
tativos, adaptando y contextualizando las experiencias de la
plataforma Aprendo en casa.
Entonces, la ruta que propusimos como equipo partió de la
contextualización de la experiencia de aprendizaje 5 plan-
teada por el Minedu, que se llamó: “Construimos un país libre
de discriminación con una ciudadanía crítica y activa”. En esta
experiencia se proponía a las estudiantes que reflexionaran
sobre lo complejo que es generar equidad en medio de las de-
sigualdades de la diversidad cultural del país. El eje temático
que se proponía calzaba perfectamente con los temas que el
propio Arguedas desarrolló en sus textos. En ese sentido, la
141
experiencia nos dio el marco ideal para dar entrada a los tex-
tos de nuestro escritor andahuaylino.
El segundo hito de nuestra ruta fue acercar, materialmente,
los textos arguedianos a nuestras estudiantes. De vital ayuda
fue la antología preparada por la DREA “Arguedas, entre el
fuego y el amor”, ya que permitió que ellas dispongan de los
diversos textos que Arguedas produjo en su prolífica vida no
solo como creador sino como investigador de las tradiciones
populares del ande peruano: recopilación de literatura oral,
cuentos, fragmentos de novelas, textos poéticos y artículos
etnográficos.

A partir de este punto, sentimos que con la experiencia de


aprendizaje y la antología de los textos teníamos la base para
que nuestras estudiantes se sumerjan en el universo argue-
diano. Sin embargo, faltaba algo. Y ese algo era la motivación.
Pero ¿cómo motivar a nuestras estudiantes para que lean a un
autor que muchas de ellas recién escuchaban nombrar?
¿Cómo generar ese interés a través de pantallas y chats de
WhatsApp? Me gustaría responder que lo logramos con una
estrategia innovadora y sistemática, pero lo cierto es que no
dimos con ese santo grial. Lo que hicimos fue sincerar nues-
tros alcances y posibilidades y ello fue promover un club de
lectura virtual (vía google meet), cuyo objetivo fue generar un
diálogo a partir de la lectura de algunas narraciones de Argue-
das. Es más, el diálogo se planteó sin ningún tipo de afán di-
dáctico sino que se apuntaba a contagiar el entusiasmo que
nosotros como lectores sentíamos por la obra de nuestro es-
critor indigenista. La realización de esta actividad nos entregó
un dato duro: de todo el universo de estudiantes de 4to y 5to
año en el que promovimos el club de lectura, solo obtuvimos
la participación de un porcentaje bastante reducido. No obs-
tante ese resultado, nos sirvió de mucho para plantear el si-
guiente paso.

142
El tercer paso o hito que tomamos como equipo del área de
Comunicación fue decisivo y realista, y quizás por ello no me-
nos complejo. Consistió en dirigir la convocatoria a aquellas
estudiantes que tuvieran un buen desempeño en las compe-
tencias de lectura y, sobre todo, de escritura. Desde mitad de
año ya contábamos con información suficiente para identifi-
car a estas estudiantes. Entonces, convocamos entre 4 a 5 es-
tudiantes por sección, a quienes se les proporcionó el crono-
grama de presentación de los textos así como los temas y cri-
terios que debían tomar en cuenta. La respuesta a dicha con-
vocatoria no fue del cien por ciento, ya que la mitad de estu-
diantes no tenían tiempo pues debían cumplir con las activi-
dades de las otras áreas.
El cuarto paso consistió en seguir lo estipulado por las bases
del concurso, esto es, conformar una comisión encargada de
evaluar los textos presentados. En este punto nuestra labor
se tornó difícil ya que hubo varios textos que también podían
haber llegado lejos. El criterio final para elegir el texto fue que
este presentara una problemática propia de nuestra región
Amazonas desde un ángulo nuevo y creativo. Este criterio nos
hizo elegir el texto de la estudiante del cuarto grado de secun-
daria, sección Tolerancia, Iraxe Vela Huaripata.
Resulta interesante notar que el ensayo de Iraxe está impreg-
nado de la axiología franciscana, axiología que nuestro colegio
propone como principios rectores en la formación de nuestras
estudiantes. Es interesante porque lo hemos notado pasado
el proceso de convocatoria. Estos principios se aprecian en el
sentido de empatía, solidaridad y fraternidad que la autora
manifiesta en su texto. De todo ello se colige que la produc-
ción de textos tiene que ver no tanto con que las estudiantes
escriban para el beneplácito de sus profesores, sino que sean
ellas quienes encuentren su propia voz en la escritura, es de-
cir, la competencia de escritura debe permitirles expresarse
desde sus conocimientos y experiencias, sus particularidades
e intereses. Para alcanzar este propósito, el docente debe

143
acompañar y guiar el recorrido de la estudiante, sugiriendo
fuentes, presentando experiencias y contagiando entusiasmo.

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