Generalidades Del Proceso Penal

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Derecho

Procesal
Penal

Prof. Mauricio Lártiga Obal


UNIDAD: INTRODUCCIÓN GENERAL

1.- EL DERECHO PROCESAL PENAL

a.- Concepto

El Derecho Procesal Penal es/ en general, la rama Jurídica que trata de las normas
instrumentales o de procedimiento que rigen a los órganos de la persecución penal y a los
jueces para la sanción de los delitos. Constituye/ por tanto/ un Derecho de investigación/ de
juzgamiento y de realización penal (Juan Cristóbal NÚÑEZ)
El Derecho Procesal Penal es el conjunto de disposiciones Jurídicas que organizan el
poder penal estatal para realizar (aplicar) las disposiciones del ordenamiento punitivo. Para ello
estructura normativamente el aparato de investigación y juzgamiento y los procedimientos
seguidos desde que se tiene información sobre un hecho presuntamente delictivo hasta la
resolución conc!usiva y posterior ejecución de lo dispuesto (Jorge VÁSQUEZ ROSSI)
El Derecho Procesal Penal es la rama del orden Jurídico interno de un Estado cuyas
normas instituyen y organizan los órganos públicos que cumplen la función judicial penal del
Estado y disciplinan los actos que integran el procedimiento necesario para imponer y actuar
una sanción o medida de seguridad penal, regulando así el comportamiento de quienes
intervienen en él (Julio B. J. MAIER)
El Derecho Procesal Penal es el conjunto de normas Jurídicas que regulan el proceso/
y éste/ a su ve4 es el conjunto de actos mediante los cuales se provee/ por órganos fijados y
preestablecidos en la fer✓ y previa observancia de determinadas formas/ a la aplicación de la ley
penal en los casos singulares concretos/ o sea/ se provee a la definición de una concreta
relación de Derecho Penal (Eugenio FLORIÁN)

b.- Denominaciones

Derecho Procesal Penal, Derecho Penal adjetivo o formal, Derecho de realización


penal.

Apunte 2022 - Derecho Procesal Penal - Prof. Mauricio Lártiga O.


c.- Finalidades y características

El principio de formalidad del proceso penal

El Derecho Penal material o sustantivo, contenido fundamentalmente en nuestro


Código Penal, establece los elementos de cada una de las conductas que importan una grave
lesión o puesta en peligro de bienes jurídicos vitales, a las que ha elevado a la categoría de
delito y les ha conectado una consecuencia jurídica para su comisión, esto es, una pena o una
medida de seguridad.

Para que esas normas penales sustantivas cumplan efectivamente su función de


asegurar la convivencia humana pacífica en sociedad, es necesario un "proceso jurídicamente
reglado ; con cuya ayuda, pueda ser averiguada la existencia de esa conducta punible, y, en su
caso, pueda ser impuesta la sanción que ha sido prevista en la ley a su responsable.

La expresión proceso jurídicamente reglado, comprende tres ideas que nos llevan a
comprender la finalidad de las normas procesales penales:

(a) que sus prescripciones tienen que estar dispuestas para contribuir a la realización o
materialización del Derecho Penal sustantivo de la manera que corresponda de acuerdo a las
circunstancias de hecho que resultaron probadas,

(b) que, al mismo tiempo, esas prescripciones deben trazar los límites fijados al derecho de
intervención de los órganos de la persecución penal, en protección de la libertad del individuo
(constituir un límite al ius puniendiestatal), y

(c) que esas prescripciones deben lograr, a través de una decisión jurisdiccional definitiva, el
restablecimiento de la paz jurídica quebrantada por el delito.

El Derecho Procesal Penal representa la síntesis del conjunto de normas que sirven
para estos fines, que, en nuestro país, se encuentran reunidas principalmente, en el Código
Procesal Penal (CPP).

Modernamente, es el Estado el que, de manera monopólica, ostenta el ius puniendi,


esto es, el derecho de reprimir o castigar los delitos que se cometen en su territorio. Como una
consecuencia de tal titularidad, el Estado tiene la obligación de velar por la protección de los
bienes jurídicos, creando normas que posibiliten una persecución y juzgamientos estatales del
delincuente, para que la paz social quebrantada por el delito sea restablecida a través de la
conclusión definitiva del procedimiento.

Sin embargo, es necesario mencionar que, el ejercicio del ius puniendi por parte del
Estado, puede representar un peligro para aquel ciudadano que, siendo quizá inocente, ha caído
en sospecha de haber cometido un delito. Por ello, surge la necesidad de erigir barreras o
límites que contengan la posibilidad de un abuso ilegítimo en el ejercicio de ese poder-deber.
Adelantemos que esas barreras son principalmente los Derechos Fundamentales, reconocidos y

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asegurados en nuestra Constitución Política de la República (CPR) como en los diversos tratados
internacionales suscritos por Chile y que se encuentran vigentes - principalmente en materia de
Derechos Humanos - y, desde luego, en la ley.

Los límites al ius puniendi estatal, que deben proteger al inocente frente a
persecuciones injustas y afectaciones excesivas de la libertad, y que, también, deben asegurar
al culpable la salvaguarda de todos sus derechos durante el proceso, caracterizan al principio de
formalidad del procedimiento penal: " aunque la sentencia consiga establecer la culpabilidad del
acusado/ elJuicio sólo será adecuado al ordenamiento procesal cuando ninguna garantía formal
del proceso haya sido lesionada en petjuicio del aquel'.

En un Estado democrático de Derecho, la protección de este principio de formalidad


no es menos importante que la condena del culpable y el restablecimiento de la paz jurídico-
social. Por consiguiente, como lo señala Claus ROXIN, es meta o finalidad del proceso penal la
generación de una decisión sobre la responsabilidad penal de una persona imputada de delito
(a) materialmente correcta, (b) obtenida de conformidad con el ordenamiento jurídico-procesal
y (c) que restablezca la paz jurídico-social quebrantada por el delito.

Esa decisión tiene que ser representativa de esas tres cualidades que, en la realidad,
la mayoría de las veces, aun cuando no necesariamente, están asociadas: una sentencia puede
ser alcanzada de un modo irreprochable desde el punto de vista del principio de formalidad (ej.
se respetó el derecho de defensa del imputado durante todo el curso del procedimiento) pero
ser incorrecta desde el punto de vista de su contenido (ej. el tribunal infringió la norma que
establece los requisitos de la sentencia definitiva del 342 CPP); o bien, ser correcta desde el
punto de vista de su resultado, pero obtenida con infracción al ordenamiento jurídico-procesal
(ej. la sentencia condenatoria se fundamentó en base a una declaración auto incriminatoria del
imputado obtenida bajo tortura).

Luego, la finalidad del proceso penal no consiste en alcanzar la sentencia que


corresponda para un caso determinado a cualquier precio: si una confesión del imputado ha sido
obtenida a través de métodos de interrogación prohibidos (ej. a través de apremios ilegítimos),
ella no puede ser aprovechada para condenar, por lo que el acusado debe ser absuelto aunque
sea culpable. En este caso, el principio de formalidad, que sirve para proteger la dignidad
humana, se antepone a la corrección material de la sentencia.

El fin del proceso penal tiene, entonces, naturaleza compleja : la condena del
culpable, la protección del inocente, la exclusión de toda arbitrariedad en la substanciación del
procedimiento y la estabilidad jurídica en la decisión definitiva sobre el conflicto jurídico penal.

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La instrumentalidad de las normas procesales penales

La gran característica del Derecho Procesal Penal es su instrumentalidad, es decir, su


condición de ser un método o sistema formal que regula el proceso para la aplicación de la
norma penal sustantiva.

Para Vincenzo MANZINI, "el Derecho Penal material o sustancial es la energía


potencial y el Derecho Procesal Penal es el medio con que esta energía puede ponerse
concretamente en acción. Ninguna norma de Derecho Penal puede ser aplicada sin recurrir a los
medios y garantías del proceso penal'.
A través de la norma procesal se hace posible la realización del principio del nulla
poena sine iuditio, por el cual, si para la aplicación (determinación y ejecución) de una pena es
requisito ineludible la existencia de una sentencia judicial pronunciada en base a un proceso
previo legalmente tramitado, se requerirá, por ende, de un sistema normativo que señale
cuándo y cómo debe tener su origen el proceso penal y cómo debe ser éste tramitado. Ese
sistema normativo es, el Derecho Procesal Penal.

Este principio de derecho público del nulla poena sine iudicio no sólo es obligatorio
para el juez, sino que también, lo es para las partes litigantes, las que están impedidas de poner
término al litigio penal pendiente o precaver uno eventual sin la intervención jurisdiccional.
Rigen plenamente en esta materia, en consecuencia, el denominado principio de
indefectibilidad, por el cual, los conflictos jurídico-penales necesariamente deben ser resueltos a
través del proceso penal mediante resoluciones judiciales con autoridad de cosa juzgada; y,
asimismo, el principio de improrrogabilidad, por el cual, no es procedente, en materia penal, la
prórroga de competencia ( estas son grandes diferencias del proceso penal con el procedimiento
civil, en el cual es procedente la conciliación y la transacción, así como la prórroga indicada)

En Chile, los artículos 76 y 19 Nº 3 inciso 6° de la CPR consagran el nulla poena,


sine iudicio. La primera de las disposiciones señala que la facultad de conocer de las causas
criminales, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los
tribunales establecidos por la ley. A su turno, la segunda, prescribe que toda sentencia de un
órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado.
Luego, en nuestro país, no es posible imponer a una persona una pena por un delito
sin que exista una sentencia judicial fundada, dictada por un tribunal imparcial, la que sea
consecuencia de un proceso legalmente tramitado, en el cual, ha de establecerse la certeza de
la existencia del delito y la identidad de la persona del delincuente; todo ello, con pleno respeto
de las garantías fundamentales del imputado y de terceros.

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11.- EL PROCESO PENAL

Cuando se considera violado el Derecho y el afectado acude al Estado en demanda


de protección o restablecimiento de aquél, la tutela estatal es solicitada por medio de la
demanda en el proceso civil y, por regla general, a través de la denuncia o de la querella en el
proceso penal1 . Desde entonces y hasta el momento en que el juez dicta sentencia, se suceden
una cantidad de actos de procedimientd-, cuyo conjunto se denomina proceso/ término este
último que significa algo dinámico, un movimiento, una actividad, y que es más amplio - como
veremos - que el concepto de juicid. Todos esos actos de procedimiento se suceden no de una
manera caprichosa o arbitraria, sino que están todos relacionados entre sí y sometidos a normas
legales de tramitación.

El Prof. Alfredo VÉLEZ MARICONDE define al proceso penal como "el conjunto o una
serie gradual y progresiva de actos disciplinados en abstracto por el derecho procesal y
cumplidos por órganos públicos predispuestos o por particulares obligados o autorizados a
intervenir, mediante el cual se procura el esclarecimiento del hecho para aplicarle, en concreto,
la ley penar
Desde un punto de vista abstracto, el proceso penal "es la relación jurídico-procesa/
nacida con la promoción de la acción penal que establece derechos y deberes recíprocos entre
el juez y las partes (intervinientes) para el juzgamiento del delito y la imposición de la pena'~
Desde un punto de vista concreto, el proceso penal "es el conjunto de actos realizados ante los
órganos de la persecución penal y/o de jurisdicción criminal que se consignan en registros
como antecedentes comprobatorios de la perpetración de un delito y la identidad de sus
autores, cómplices o encubridores a fin de imponerles la pena que establece la ley'~
A su turno, juicio, es solo aquella fase del proceso penal que sigue a la etapa de
investigación, en la que se rinden las pruebas ofrecidas por las partes, las que serán que objeto
de un análisis lógico-jurídico por parte del juez para determinar si los hechos materia de la
denuncia o querella (la notitia criminis) constituyen o no delito y, en caso afirmativo, si la
persona imputada de éste ha tenido o no participación punible en él.

El objeto principal4 del proceso penal es, en consecuencia, la relación de derecho


sustantivo penal que surge de la comisión del delito, entre su autor y el Estado (como titular del
ius puniend1), a fin de que se aplique al primero la pena establecida en la ley, después de
habérselo identificado y de haberse comprobado tanto el hecho delictivo denunciado como su
participación en él, en base a normas regulatorias de Derecho Procesal Penal.

1
Como veremos, en Chile, el órgano encargado de la persecución penal puede dar inicio, al procedimiento, también, de oficio,
tratándose de los denominados delitos de acción penal pública (art. 172 CPP)
2
De latín "proceden:!', que quiere decir, actuar
3
Del latín "iudicare', o sea, declarar el Derecho
4
Como analizaremos más adelante, en paralelo a este objeto principal puede existir otro accesorio, que es la relación j urídico-
patrimonial de resarcimiento civil del daño causado por el deli to.

s
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111.- LOS SISTEMAS PROCESALES PENALES

Un sistema procesal penal "es un mecanismo racional de investigación, persecución


y juzgamiento de las conductas constitutivas de delito, en el que se ha establecido un régimen
de garantías que fija los límites más allá de los cuales la actividad persecutoria estatal no puede
extenderse sin vulnerar ilegítimamente los derechos individuales de las personas'~
A través del tiempo e, incluso, contemporáneamente pero en distintos Estados, las
sociedades se han dado diversas disposiciones y maneras operativas de resolver los conflictos
jurídicos de índole penal. Se trata de métodos particulares de cada Estado, pero con
características comunes reconocibles que permiten definir y agrupar distintos sistemas
procesales penales que delimitan de manera diversa, el curso o la dinámica de los actos de
procedimiento, y que, además, definen las relaciones de poder entre los sujetos que en ellos
intervienen.

Así, para distinguir los distintos sistemas procesales penales existentes, se ha


atendido - tradicionalmente - a un criterio que consiste en determinar a qué sujeto se asignan
las tres funciones fundamentales del procedimiento: la de investigar y acusar, la de defender y
la de decidir.

Si las tres funciones son encomendadas a tres personas, órganos o entes distintos e
independientes, nos encontraremos frente a un sistema procesal penal acusatorio. Si las tres
funciones se concentran en manos de una sola persona u órgano, el sistema procesal penal será
inquisitivo. En medio de ambos y como una síntesis, encontraremos también los denominados
sistemas procesales penales mixtos, integrados por elementos tanto del acusatorio como del
inquisitivo.

a.- El sistema acusatorio

Históricamente, es el primero en ser desarrollado (en la Grecia y Roma antiguas, en


el derecho germánico, en los fueros municipales españoles, en las ciudades italianas durante el
medioevo, en los países anglosajones). Su aparición coincide con el período denominado de la
aplicación privada de la ley penal, en que el conflicto jurídico acaecido con la comisión de un
delito se entendía como un conflicto " privado" entre particulares: ofendido y ofensor.

Sus características fundamentales son, por un lado, la diferenciación de funciones (la


acusadora respecto de la de defensa y de la decisoria) y, por el otro, la circunstancia de que el
ejercicio y el contenido de la acción penal deducida (la acusación) es la que determina el ámbito
sobre el que decidirá el juzgador, el que carece de iniciativa para actuar de oficio.

Las funciones de acusar, defender y juzgar se encuentran entregadas a distintos


órganos o personas independientes entre sí: el acusador, el acusado y el juzgador. Acusador y

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acusado se encuentran situados en un pie de igualdad ante el tribunal, enfrentados a través de
un contradictorio en cuyo desarrollo se aportarán las alegaciones y las pruebas, de manera
pública y oral, frente a un juzgador que se sitúa como un tercero imparcial que expresará su
decisión definitiva conforme su libre convencimiento alcanzado tras la deliberación.

Este sistema fue desarrollado bajo el concepto de que la autoridad soberana para
juzgar los delitos está radicada en todos los miembros de la organización política . El juzgador no
es un representante del Estado ni es elegido por la ciudadanía: es el pueblo mismo o una parte
de este si es muy numeroso para intervenir en el juicio (ej. en el derecho anglosajón, el jurado).

Como en aquellos tiempos no existía la actual distinción entre la dimensión penal del
delito (la lesión o puesta en peligro de bienes jurídicos que representa) y la dimensión civil (el
daño que causa), el atributo de promover el proceso penal mediante la respectiva acusación
correspondía sólo al ofendido o a sus parientes. Luego, el juzgador no podía juzgar los delitos
sin que, previamente, se hubiese deducido acusación. No obstante, una vez interpuesta ésta, el
acusador no podía desistirse de ella, aplicándose - parcialmente - el principio de
indisponibilidad. La acusación, al ser la base y punto de partida del enjuiciamiento penal, da
nombre a este sistema procesal penal.

La controversia promovida a través de la respectiva acusación se dirimía en un juicio


oral, público y contradictorio, durante el cual se oía al ofendido y al acusado, quienes, además,
rendían sus pruebas, actuando el juez, durante el debate, sólo como un mediador.

Como señalamos, en el sistema acusatorio el acusado se encuentra en un pie de


igualdad ante el acusador y tiene las mismas oportunidades que éste para intentar obtener una
decisión favorable a sus intereses, contando con similares armas y posibilidades de actuación.

El juez del sistema acusatorio, en su calidad de mediador entre el acusador y el


acusado, carece de potestad investigativa y de selección de pruebas, puesto que la
determinación del contenido del proceso queda entregado enteramente a las partes,
transcurriendo ese proceso ante la pasividad del juez, el que se limita a oír las alegaciones y a
apreciar la prueba rendida .

La decisión jurisdiccional surgirá de ese enfrentamiento de argumentos y pruebas


entre acusador y acusado. El juez, al fallar, valora libremente la prueba rendida y no tiene
obligación de fundamentar su sentencia, la que se limitaba a señalar un sí o un no con respecto
a la aceptación o rechazo de la acusación, ya que siendo el órgano jurisdiccional el pueblo
mismo, no tiene por qué dar razones de su decisión soberana, la cual, además, es inapelable,
puesto que el juez es infalible.

Un problema importante de este sistema acusatorio "puro" consistí en que, al recaer


la carga de acusar en el ofendido o sus parientes, es él quien deberá recopilar, privadamente,
las pruebas que rendirá en el juicio, tarea en extremo difícil.

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b.- El sistema inguisitivo

El sistema inquisitivo - cuyo nombre deriva de los " quaestores'; ciudadanos


encargados por el Senado romano de investigar ciertos delitos - predominó en el Derecho
Canónico de la Edad Media europea en los tiempos de lnocencio 111 y, especialmente, de
Bonifacio VIII y se codificó en la célebre Ordenanza Criminal de Luis XIV de agosto de 1670.

El sistema inquisitivo puso fin a la aplicación privada de la ley penal, base del
sistema acusatorio antiguo, imponiéndose como "el" procedimiento penal ordinario en las
monarquías absolutas y en el derecho eclesiástico europeo.

Este sistema procesal penal tuvo su fundamento en la distinción, efectuada ya a esa


época, de la diversa naturaleza del delito: por un lado y en lo medular, una ofensa a intereses
jurídicos sociales vitales que debe ser castigada a través de la pena, y, por el otro y de manera
accesoria, un hecho dañoso que debe ser indemnizado civilmente a quien le perjudica.

Luego, como el delito es, en esencia, una ofensa al orden jurídico establecido (divino
y humano) y a los intereses sociales vitales, la iniciativa para el ejercicio de la acción penal y la
promoción del juzgamiento de los delitos no debía quedar entregada a la voluntad exclusiva de
los particulares.

La justicia (y la justicia penal, desde luego) es un atributo divino derivada por Dios al
Soberano (el Rey, el Emperador) y es en consecuencia éste, no el pueblo, su titular. El
Soberano, a su vez, delega la función de impartir justicia a un funcionario técnico, el juez, al que
le otorga un doble rol : el de ser investigador y acusador y el de ser juzgador; calidades que le
permiten una amplia libertad para la investigación de los delitos a través de una indagatoria
escrita y secreta (el sumario), pero con la limitación de que, la valoración de la prueba, no
queda entregada a su libre apreciación, sino que se encuentra regulada por las normas que el
propio Soberano le ha dado para ello.

En el sistema inquisitivo la presencia del acusador particular desaparece, ya que tal


calidad la asume el juez, en nombre del Soberano, con plena potestad para desarrollar de oficio
un proceso escrito y secreto que le autoriza para someter a prisión y apremios al inculpado, el
que permanece sujeto a las decisiones unilaterales del tribunal hasta que, agotada la
investigación y deducida su acusación, se le otorgará recién la posibilidad de defenderse a
través de una defensa que le provee el mismo juez Uudex supp/ere debet defensiones reí ex
officio). No existe la contradictoriedad entre acusador y acusado y el proceso, en sí, ya se torna
en un castigo para el inculpado.

Como el objeto del proceso penal inquisitivo es llegar a la verdad de lo ocurrido, el


juez no puede dictar sentencia sino hasta que se produzca la confesión del inculpado C'la reina
de las pruebas), la que era posible obtener, incluso, mediante torturas y apremios. El fallo
definitivo debía ser fundado por el juez y era susceptible de apelación, ya que podía contener
errores que pudiesen ser corregidos por el Soberano.

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c.- Los sistemas mixtos

El procedimiento inquisitivo tradicional desapareció en Europa con el advenimiento


de los regímenes republicanos y democráticos, dando origen a formas mixtas de enjuiciamiento
penal, que tomaban lo mejor de los dos sistemas antes estudiados por considerar que ninguno
de ambos sistemas "puros" daba plenas garantías de justicia.

En efecto, el sistema acusatorio era criticado porque entregaba al acusador


particular excesivas facultades que daban pábulo a actos de arbitrariedad y de venganza,
mientras que su publicidad y la carencia de facultades investigativas de parte del juez impedían
la oportuna recolección de las pruebas, las que resultan imprescindibles para hacer justicia. El
inquisitivo, a su turno, se le criticaba porque su modalidad secreta y la potestad omnímoda del
órgano jurisdiccional en su doble calidad de juez y parte, hacían ilusorio el derecho de defensa
del acusado, ya que al quedar facultado el juzgador para tramitar a su antojo el sumario y para
apreciar las pruebas en base a reglas estrictas establecidas en la ley pero aplicadas de acuerdo
a su criterio, en los hechos, producían el efecto de que el establecimiento de la verdad quedaba
subordinada al arbitrario poder del fallador.

Por eso, los sistemas mixtos, en un intento de solucionar tales inconvenientes, se


han expresado en diversas legislaciones, incluso en la nuestra (CPP de 2000), a través de
métodos procesales que recogen los mejores aspectos de ambos sistemas:

(a) las funciones de investigar y acusar, defender y juzgar quedan entregadas a órganos
distintos: el acusador, la defensa y el juez (propio del sistema acusatorio).

(b) el proceso penal se desarrolla a través de dos fases fundamentales: una primera, la etapa de
investigación, inspirada en el sistema inquisitivo, que es escrita y relativamente secreta, y la
etapa del juicio, inspirada en el sistema acusatorio, el que se desenvuelve de manera oral,
pública y contradictoria.

(c) la etapa de investigación, que es aquella en la cual se recopilan las pruebas que se rendirán
en el juicio oral posterior, queda entregada a un organismo estatal técnico, generalmente
denominado Ministerio Público.

(d) la etapa de juicio no puede existir sin que, previamente se haya deducido acusación por el
órgano estatal - el Ministerio Público - quedando reducida a su mínima expresión la posibilidad
de que esa acusación sea deducida exclusivamente por el acusador particular (la víctima o sus
familiares)

(e) el juicio penal se desarrolla como un contradictorio, en igualdad de condiciones, entre el


acusador y el acusado y su defensa, quienes aportan las pruebas en apoyo de sus alegaciones,
correspondiendo la carga de probar los hechos de la acusación a quien la formula.

(f) el juez tiene amplias facultades para valorar libremente la prueba rendida en el juicio y la
sentencia condenatoria puede ser revisada por un tribunal superior.

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IV.- EL SISTEMA PROCESAL PENAL CHILENO

Génesis5

Hasta antes de la plena entrada en vigencia del CPP, regía en Chile un ordenamiento
de corte inquisitivo cuyo origen legal se remonta al Código de Procedimiento Penal de 1906. A la
fecha de la promulgación de éste ya se encontraba vigente en España la nueva Ley de
Enjuiciamiento Criminal de 1882, que expresaba los ideales de la segunda etapa del sistema
inquisitivo (un sistema inquisitivo mixto o inquisitivo reformado), esto es, una síntesis entre el
modelo judicial de la monarquía absoluta y algunas concesiones al viejo sistema romano-
germánico existente con anterioridad a la implantación del sistema inquisitivo, modelo que se
expandió en Europa a través de la codificación napoleónica.

Sin embargo, el legislador chileno de principios del siglo XX desechó expresamente


los modelos de enjuiciamiento criminal existentes a la época en Europa, apartándose así de los
Códigos más adelantados, fundamentalmente, por razones económicas, conservando en lo
sustancial, la estructura del procedimiento penal inquisitivo establecido durante el siglo XIII en
los Libros III y VII de las Siete Partidas, el que se introdujo en Latinoamérica durante la Colonia
y que subsistió a los procesos emancipatorios del siglo XIX.

En el Mensaje del Código de Procedimiento Penal de 1906 se sintetizan todos los


argumentos expresados: "El juez sumaríante adquiere la convicción de la culpabilidad del reo
tan pronto corno encuentra indicios suficientes en los datos que recoge. Este convencimiento lo
arrastra insensiblemente/ y aun sin que él lo sospeche/ no sólo a encaminar la investigación por
el sendero que se ha trazado a fin de comprobar los hechos que cree verdaderos/ sino también
a fallar en definitiva conforme a lo que su convicción íntima le viene dictando desde la
instrucción del sumario. Sin embargo/ el legislador confía en la honradez del juez para no
dejarse llevar de meras impresiones'~
Aunque este planteamiento, que afectaba frontalmente la garantía de imparcialidad
del tribunal que juzga, resultaba discutible ya en la época que se pronunció, no cabe duda que
comenzó a resultar insostenible a medida que los textos constitucionales y los instrumentos
internacionales de derechos humanos suscritos por Chile y vigentes en el ordenamiento jurídico
nacional consagraron, con fuerza vinculante para el legislador, los principios y garantías
reconocidos como estándares universales del debido proceso. En efecto, la CPR impone el deber
al legislador de establecer siempre las garantías de un racional y justo procedimiento (art. 19 Nº
3 inciso 5°), cláusula que ha sido interpretada como una garantía general de respeto a los
principios del debido proceso.

5
Ver el Mensaje del Código Procesal Penal del año 2000

10

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Con relación a los tratados internacionales, Chile es parte del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y de la Convención Americana de Derechos Humanos, que
contemplan un completo catálogo de garantías que componen el debido proceso, así como
garantías referidas a la libertad y seguridad individual aplicables a un proceso penal.

El derecho a la imparcialidad del tribunal constituye un pilar fundamental de la


garantía del debido proceso en un Estado de Derecho, en términos que el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos ha destacado la importancia que en esta materia tienen las apariencias/ de
forma que debe abstenerse todo juez del que pueda temerse legítimamente una falta de
imparcialida~ pues va en ello la confianza que los Tribunales de una sociedad democrática han
de inspirar a los justiciables/ comenzando/ en lo pena¿ por los mismos acusados.
En este contexto sorprende que el Código de Procedimiento Penal de 1906 se haya
mantenido, prácticamente sin modificaciones sustanciales, durante casi un siglo. Apenas hubo
algunos trabajos académicos críticos a partir de la década de los 60 del siglo XX y algunos
proyectos de reforma que principalmente tenían por objeto adecuar el sistema inquisitivo
ortodoxo vigente a uno con características mixtas.

La proliferación de los movimientos de reformas procesales en Latinoamérica,


iniciados ya en la década del 80 pasada, tampoco perturbó la abulia que parecía dominar la
doctrina y la jurisprudencia nacionales con relación a estos temas.

Con la vuelta a la democracia en Chile en 1990 y en el marco de un paquete de


reformas propuestas por el gobierno del Presidente Aylwin, surge cierta preocupación por los
temas judiciales y, entre ellos, el relativo a la justicia penal. En efecto, se plantea un Proyecto
de Ley que pretendía restablecer las funciones del antiguo ministerio público judicial en primera
instancia, de modo muy similar al que ejercían los promotores fiscales hasta 1927, cargos que
fueron suprimidos por su inoperancia.

De allí que surgiera un debate en torno a la necesidad de producir una reforma más
global del sistema de justicia criminal, coherente con los procesos radicales que se estaban
experimentando en todo el continente.

Sólo a fines de 1992 se realiza el primer seminario internacional para analizar las
iniciativas que a nivel regional se encontraban en proceso de discusión o de implementación
para sustituir los procesos predominantemente escritos por juicios orales.

A comienzos de 1993 y con el impulso de la Corporación de Promoción Universitaria


y de la Fundación Paz Ciudadana, se constituyó un Foro conformado por personalidades
provenientes del ámbito académico y de la profesión jurídica para la realización de un análisis
crítico del proceso penal chileno y la elaboración de los lineamientos básicos de una reforma
futura en esta área. Con ello se buscaba obtener la más amplia representatividad entre los
diversos roles al interior del sistema jurídico y las diversas sensibilidades políticas/ culturales e
ideológicas.

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A partir de los consensos y lineamientos entregados por el Foro se procedió a la
constitución de una Comisión Técnica para la redacción de un cuerpo normativo que recogiera
tales acuerdos, la que comenzó su trabajo en enero de 1994. La Comisión Técnica informaba
periódicamente el avance de sus propuestas, sometiéndolas a la evaluación y discusión del Foro.
Su primer resultado fue un proyecto de CPP. También tuvo a su cargo la redacción de los demás
proyectos legales que decían relación con la reforma procesal penal (proyectos de reforma
constitucional, de ley orgánica del ministerio público, de reforma al Código Orgánico de
Tribunales, de adecuación de las leyes especiales, de normas transitorias, etc.).

El tránsito de la conducción privada de este proceso y su ingreso a la agenda pública


con la incorporación del Ministerio de Justicia al mismo, durante el Gobierno del Presidente Freí
Ruiz-Tagle, estuvo fuertemente marcada por la difusión que medios de prensa otorgaron a la
necesidad de la reforma propuesta.

El Proyecto de nuevo CPP inició su tramitación parlamentaria en junio de 1995,


antes de que estuvieran concluidos los restantes que integraban el paquete legislativo. El
Ministerio de Justicia lideró la conducción política de la reforma, convocando la adhesión de
instituciones públicas y privadas cuya colaboración resultaba indispensable para la legitimación
del nuevo sistema. Pieza política especialmente compleja de este proceso fue la reforma
constitucional que creó un Ministerio Público autónomo a cargo de la investigación de los
delitos.

Con posterioridad a la reforma constitucional mencionada, se promulgaron los


siguientes cuerpos legales: la Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público (Ley Nº 19.649,
de 15 de octubre de 1999); el CPP (Ley Nº 19.696, de 12 de octubre de 2000), las Leyes Nº
19.665, de 9 de marzo de 2000 y Nº 19.708, de 5 de enero de 2001, que modifican el Código
Orgánico de Tribunales; la Ley Nº 19.718, de 10 de marzo de 2001, que crea la Defensoría
Penal Pública, y la ley adecuatoria (Nº 19.806) de numerosos textos legales al nuevo
ordenamiento procesal penal.

El nuevo CPP tuvo como fuente principal el Código Procesal Penal Modelo para
Latinoamérica, que a su vez, constituyó el resultado de un prolongado trabajo desarrollado por
académicos especialistas de la región vinculados al Instituto Iberoamericano de Derecho
Procesal. También sirvieron de modelo algunos códigos extranjeros, como la Ordenanza
Procesal Penal alemana de 1877, el Código Procesal Penal italiano de 1988, el Código Procesal
Penal de la Provincia de Córdoba de 1992, el Código Procesal Penal de la Nación Argentina de
1992 y el Código Procesal Penal peruano de 1991. Asimismo, fueron considerados el Proyecto
de Código Procesal Penal de Guatemala de 1991 y el Proyecto de Código Procesal Penal de El
Salvador de 1993.

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Breve caracterización

Nuestro CPP establece un sistema procesal penal acusatorio-mixto, que se identifica


con una forma democrática de gobierno y que le da efectiva vigencia a un Estado de Derecho.

En cuanto a sus características, encontramos:

(a) Se estructura sobre la base de principios básicos y disposiciones generales, de un


procedimiento ordinario de aplicación general, de procedimientos especiales aplicables, en
general, al juzgamiento de delitos de baja gravedad, y de un sistema recursivo de
impugnación de resoluciones judiciales.

(b) El procedimiento ordinario se desarrolla a través de tres etapas: la primera, de


averiguación de la existencia del delito y de sus responsables a través de la recopilación
de antecedentes (etapa de investigación), otra intermedia (o de preparación de juicio oral)
y, finalmente, la de juzgamiento en un juicio oral, público y contradictorio (la etapa de
juicio oral),

(e) La etapa de investigación está a cargo de un organismo constitucionalmente autónomo y


jerarquizado, denominado Ministerio Público, el que actúa a través de sus fiscales ( el Fiscal
Nacional, los fiscales regionales y los fiscales adjuntos) y, en algunos casos, a través de
los abogados asistentes de fiscal, en la dirección jurídica exclusiva de la investigación de
los delitos, pudiendo realizar por sí mismos o encargar a la policía la realización de
diligencias de investigación, tanto aquellas decididas por el propio fiscal como aquellas
pedidas por los demás intervinientes. Podemos señalar con propiedad que el objetivo de
esta primera etapa es que el fiscal recopile antecedentes que le permitan fundar
seriamente una acusación, o bien, desestimar el caso.

( d) La investigación no está sujeta sino a las más mínimas formalidades. Es desarrollada con
apego a la legalidad, con objetividad y en un orden consecutivo discrecional por el fiscal;
es controlada jurisdiccionalmente por un tribunal unipersonal - el juez de garantía - de tal
suerte que su curso no afecte indebidamente derechos y garantías del imputado o de
terceros; es, por regla general, pública para los intervinientes en el procedimiento pero
absolutamente secreta para los terceros ajenos a él y acotada a un determinado plazo
(legal o judicial) desde que se decide su formalización,

(e) Los fiscales están dotados de facultades para desestimar casos cuando los hechos
denunciados no sean constitutivos de delitos, o cuando siéndolos, la responsabilidad penal
se encontrare extinguida o no existan antecedentes suficientes para desarrollar
exitosamente una investigación o se trate de delitos que no comprometan gravemente el
interés público,

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(f) Contempla la posibilidad de poner término al conflicto jurídico penal acaecido con la
perpetración del delito a través de salidas alternativas a la sentencia definitiva (suspensión
condicional del procedimiento y acuerdos reparatorios),

(g) La víctima del delito deja de ser un objeto del proceso penal para pasar a ser un
interviniente en él, con posibilidades de actuación en el procedimiento por el sólo hecho
de ser tal, y es titular de una serie de derechos que le reserva el ordenamiento jurídico,
entre ellos, el de ser protegida, de deducir querella y de ser informada del estado de su
caso.

(h) El imputado, esto es, la persona a quien se atribuye participación punible en un delito, es
el eje en torno al cual gira el sistema de justicia penal y en contra de quien va dirigida la
pretensión punitiva estatal. Con la finalidad de que la eventual sentencia condenatoria que
se le imponga sea legítima, se le reconocen una serie de derechos y garantías que deben
ser respetadas por los órganos de persecución y juzgamiento penal, entre ellos, el que se
le considere y trate como inocente en tanto no exista sentencia condenatoria firme en su
contra, el de ser defendido por un abogado desde los actos iniciales del procedimiento,
incluso de manera gratuita, el de guardar silencio, solicitar diligencias de investigación,
etc.

(i) La regla general es que durante la tramitación del procedimiento y en tanto no quede
ejecutoriada la sentencia definitiva condenatoria, el imputado permanezca en un estado
de libertad, y sólo de manera excepcional y cuando sea absolutamente necesario, con
alguna medida cautelar personal que restrinja o le prive de aquélla, siempre decretada por
el juez de garantía a petición del fiscal, del querellante o de la víctima; la que subsistirá
sólo mientras sea indispensable para asegurar los fines del procedimiento.

U) La acusación, que es formulada por el fiscal en representación de la sociedad, es fundada


en los antecedentes recopilados durante la etapa de investigación y constituye el acto
jurídico procesal por el cual se requiere la intervención jurisdiccional para el juzgamiento
del responsable del delito. Existirá juicio en la medida en que exista una acusación,
quedándole vedado a los tribunales, actuar de oficio (rige plenamente en esta materia el
principio de pasividad). El querellante puede también formular acusación particular o
adherirse a la deducida por el fiscal; e, incluso, en algunos casos, tomar su lugar.

(k) Existe una etapa intermedia, denominada etapa de preparación de juicio oral, que sigue a
la formulación de la acusación, desarrollada ante el juez de garantía, que tiene por objeto
resolver una serie de cuestiones de manera previa al desarrollo de aquel, entre ellas, la de
revisar la licitud de la prueba que ha sido ofrecida para ser rendida en el juicio.

(1) La etapa de juzgamiento queda entregada a los tribunales de justicia. En ella destaca el
juicio oral como la máxima garantía que tiene el imputado en el proceso penal. Se
estructura como un contradictorio verbal en el cual, tanto la parte acusadora (fiscal y/o
querellante) como el acusado y su defensa se enfrentan en igualdad de condiciones y de
armas ante un tribunal imparcial, colegiado, distinto de aquél que intervino en las etapas

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anteriores del procedimiento, que decidirá sobre la culpabilidad o no culpabilidad del
imputado. La prueba, tanto de la parte acusadora como de la acusada, se rinde en él,
correspondiendo probar los hechos de la acusación a quien la formula.

(m) Existe amplia libertad en materia de prueba, tanto para los intervinientes (en cuanto a los
medios de prueba que rinden en el juicio oral) como para el tribunal (de apreciar y valorar
la prueba que se rinde en el juicio oral). Éste forma su convicción exclusivamente sobre la
base de esa prueba, bajo un estándar de duda razonable. Los tribunales sólo pueden
formar su convicción sobre aquella prueba obtenida y rendida en el juicio oral de
conformidad a la ley. Es deber del juzgador el fundamentar fáctica y jurídicamente la
sentencia definitiva de manera de excluir cualquier tipo de arbitrariedad en la decisión.

(n) Es de única instancia en relación a la sentencia definitiva (solo procede a su respecto un


recurso extraordinario, de derecho estricto, denominado recurso de nulidad) y de
apelación muy restringida para otro tipo de resoluciones.

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