Sociología de La Violencia, Identidad, Modernidad, Poder

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Sociología de la violencia, identidad,

modernidad, poder
** Consuelo Corradi

1955 (Italia)
Es catedrática de sociología en la Universidad LUMSA, Roma. Forma parte del Consejo
Universitario Nacional italiano, órgano consultivo y proactivo del ministro de Universidad
e Investigación Científica, en el ámbito de las ciencias políticas y sociales. Investiga los
movimientos mundiales de activismo de la mujer, el desarrollo de un feminismo crítico y
la violencia. Busca responder a preguntas sobre las características de la violencia y los
vínculos con la identidad y la cultura, sobre cómo los movimientos globales utilizan la
violencia de género en tanto un nuevo pegamento para el feminismo, junto con las
fortalezas y limitaciones de esta narrativa en un mundo sin utopías.1

Sociología de la violencia, identidad, modernidad, poder


La violencia es algo obvio, se siente, se distingue como una sombra de la vida. Pero decir
esto es usar una metáfora que, para más de uno y de una, no sirve como definición clara y
precisa con la cual iniciar un análisis científico del asunto. Sin embargo, permite
entender a qué nos referimos. La violencia y lo violento están en el «lado oscuro», en la
injusticia, en el daño, en lo traumático, en la guerra. Pero también se despliega en lo
sagrado, en el sacrificio, en lo sublime, en la libertad, en lo revolucionario, en la utopía,
en el derecho, en el Estado o en el sistema. Sea cual sea el énfasis, cualquier
aproximación es «metaforizante» y, en este contexto, nos emplaza a proponer una
aproximación a la «sociología de la violencia» que elabora Consuelo Corradi. Este es el
propósito de las páginas que siguen. Sin embargo, no pretendemos desgranar al
milímetro el argumento que luego se desarrolla de manera brillante.

1
https://www.txalaparta.eus/eu/liburu-denda/egileak/consuelo-corradi
¿Qué es la violencia? ¡Cualquiera sabe qué es! Una
Difícil de explicar, exclamación que añade ambivalencia, porque si se intenta
difícil de acotar definir con precisión, faltan palabras. Pues es algo más
que «la acción de violentar o la cualidad de lo violento»

Perspectivas y Las posiciones políticas afectan a la percepción,

políticas explicación y justificación de la violencia. Por ejemplo,


en el contexto de la Revolución Francesa producto central
de la Modernidad y de la Ilustración basada en la
«Razón» el uso de la violencia, en la versión extrema del
«terror», era una forma de justicia y de virtud para
alcanzar la libertad y consolidar el gobierno popular
revolucionario.

Entre el túnel, el En cierto sentido la metáfora del túnel encaja con la de

mecanismo y la oscuridad. Incluso con la tormenta que luego trae la

memoria calma. En su caso el análisis de las emociones implicadas


en los procesos violentos se muestra como una platina
para contrastar la violencia desde una perspectiva
microsociológica.

¿Un asunto Desde una perspectiva centrada en la salud humana,

práctico, una proponen tres categorías respecto a quienes cometen un

cuestión de salud acto de violencia: la autoinfligida, la interpersonal y la

pública? colectiva. Y se explica en tanto formas distintas de


acción: «la violencia que una persona se inflige a sí
misma, la violencia impuesta por otro individuo o un
número pequeño de individuos y la violencia infligida por
grupos más grandes, como el Estado, contingentes
políticos organizados, tropas irregulares y organizaciones
terroristas» (OMS, 2003: 5)».
El vacío moral, la Algo que no debemos olvidar. Algo que nos ha de hacer

sombra del mal reflexionar, es que la moral y la «imaginación moral» nos


permitan superar esa inhumanidad y crueldad con la que
podemos degradar y arrasar la humanidad que somos.

Sociología de la violencia, identidad, modernidad, poder


Consuelo Corradi
Año, Pág. N°
La violencia es algo obvio, se siente, se distingue como una sombra de la vida. Pero decir
esto es usar una metáfora que, para más de uno y de una, no sirve como definición clara y
precisa con la cual iniciar un análisis científico del asunto. Sin embargo, permite entender a
qué nos referimos. La violencia y lo violento están en el «lado oscuro» (Windham, 2007),
en la injusticia (Galtung, 1969), en el daño (OMS, 2003), en lo traumático (Hajjar, 2013),
en la guerra (Malesevic, 2010). Pero también se despliega en lo sagrado (Girard, 1983), en
el sacrificio (Mc-Clymond, 2008), en lo sublime (Binik, 2020), en la libertad (Robespierre,
1840), en lo revolucionario (Sorel, 1973), en la utopía (Popper, 1991), en el derecho
(Benjamin, 1998), en el Estado (Weber, 1919) o en el sistema (Zizek, 2009). (Corradi,
2020, pág. 9)
«la violencia es un instrumento de poder, pero también es una fuerza social que genera
poder y se funde y se confunde con el poder; así, medio y objetivo coinciden». (Corradi,
2020, pág. 10)
«la distinción entre violencia de género, violencia machista, violencia a los niños, violencia
a los mayores, violencia a los animales, etc., es una distinción que no evita ni suple la
necesidad de indagar sobre el hecho mismo de la violencia humana. Se trata de
manifestaciones de esta cuyo ineludible análisis sociológico y jurídico pone de manifiesto
la necesidad de abordar el estudio de la violencia más allá de la compartimentación de sus
expresiones, máxime cuando las mismas no cesan de aumentar y diversificarse». (Corradi,
2020, pág. 12)
Difícil de explicar, difícil de acotar
¿Qué es la violencia? ¡Cualquiera sabe qué es! Una exclamación que añade ambivalencia,
porque si se intenta definir con precisión, faltan palabras. Pues es algo más que «la acción
de violentar o la cualidad de lo violento», como declara el diccionario de la Real Academia
Española. Es un acontecimiento, pero también un conjunto de circunstancias. Es un sistema
que cabe, en una palabra. Es algo que cuando se experimenta, se identifica con claridad. No
obstante, caben divergencias de diverso tipo, incluso al sufrir los efectos de eso que
llamamos «violencia». Esta se puede sobrellevar, tolerar e incluso vivir alienadamente
como si fuera parte del paisaje. (Corradi, 2020, págs. 12-13)
De esta forma pasa con la violencia. Ahora, si alguien exige que se le explique qué es la
violencia y dónde observarla, las cosas se dificultan. La violencia está presente en la vida
humana a partir del instante de nacer. El parto en sí mismo es un evento lleno de
«violencia» y de peligro.
El deceso de la mamá y la del bebé permanecen allí acechando tanto como la nueva vida.
La violencia pertenece a la Naturaleza, aunque nadie debe imputar de agresivo al lobo que
se ingiere a la oveja o al león que devora a su presa, ni el cordero que pasta destrozando una
bella flor. Quien haya sufrido la violencia de los rápidos de un flujo de agua de montaña, de
una cascada o de las olas del océano sabe que dicha fuerza nos puede llevar al límite e
inclusive a el deceso. La violencia está vinculada a la fuerza, al poder, a la independencia, a
la voluntad, a la identidad, a las necesidades, a la justicia, a la belleza, al placer, al mal, a el
deceso y al dolor entre otros puntos.
La violencia, como nos explicará Consuelo Corradi, además se sitúa en el cuerpo humano,
en tanto sitio de guerra y como herramienta de la guerra. Este mismo creador, en dicha
misma página, nos rememora que «la maltrato hiere». Vorobej ofrece una aproximación
conceptual y filosófica a la violencia, como idea y como problema, donde la revisión de las
definiciones es el foco primordial de su trabajo. Como él explica, lo cual busca es «una
buena definición, o sea, es sencillamente una que sirve bien a nuestros propios intereses.
Ya que la violencia es un fenómeno tan complejo y que usamos el concepto "maltrato" de
tantas modalidades diferentes para servir a una pluralidad tan vasta de fines diferentes, ni
una definición de la violencia es demostrablemente mayor a cada una de las demás». a
partir de dicha visión recalca que «"maltrato" es un término vago pues tiene un rango de
aplicación difuso o indeterminado», lo que ocurre con una buena parte de los vocablos que
usamos. Sea como sea, la aportación de Vorobej se mueve en el plano de lo filosófico
conceptual y crea un acrónimo para limitar el campo semántico y pragmático. 5 «peldaños»
que son los temas centrales, «las 5 "magnitudes" más primordiales del fenómeno de la
violencia en sí mismo»
En cierto modo, por mucho que se deconstruya y revise la dificultad conceptual de la
violencia, tampoco se hace más manipulable o menos controvertida.
Perspectivas y políticas
Las posiciones políticas afectan a la percepción, explicación y justificación de la violencia.
Por ejemplo, en el contexto de la Revolución Francesa —producto central de la
Modernidad y de la Ilustración basada en la «Razón»— el uso de la violencia, en la versión
extrema del
«terror», era una forma de justicia y de virtud para alcanzar la libertad y consolidar el
gobierno popular revolucionario. (Corradi, 2020, pág. 15)
Era un modo de remover la violencia histórica del totalitarismo royaliste. Mientras tanto
que para quienes participan de una perspectiva liberal y no autoritaria, la violencia es
justamente una forma de imposición, contra la independencia y la soberanía de los
individuos. Para la primera postura, sirven como muestra 2 fragmentos del discurso de
Robespierre de 5 de febrero de 1794 donde detallaba «los inicios de moral política que
tienen que dirigir la gestión interior de la república». «Sí, como la espada que brilla en las
manos de los héroes de la independencia se parece a la que poseen los satélites de la tiranía.
El régimen de la revolución es el despotismo de la independencia contra la tiranía.» Contra
la tiranía, cabía el terror, cabe la violencia. una vez que elaboraba su derecho de resistencia
a la tiranía y la opresión, justificando el tiranicidio. En la situación de un liberal como este
filósofo de la ciencia, «la reacción de razonabilidad o reacción racionalista presupone una
determinada dosis de humildad intelectual».
Es otra forma de contrastar doctrina, verdad y maltrato hicieron de la violencia el
instrumento político por antonomasia. No es este el sitio para verificar cómo aquella
maltrato revolucionaria, heredada del Terror defendido por Robespierre y sus adláteres, se
siguió justificando en el Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, o en El Estado y la
Revolución de Lenin. Basta solo con nombrar las Reflexiones sobre la violencia que
Georges Sorel publicaba por primera ocasión en 1908.
Justificaba y fomentaba la utilización de la violencia para lograr el poder y el cambio
social. «El sindicalismo revolucionario alimenta el espíritu huelguista de las multitudes, y
no progresa sino ahí donde emergen huelgas de intensidad, dirigidas por la violencia». «La
violencia proletaria relega a los patronos a su funcionalidad de productores y tiende a
restablecer la composición de las clases mientras semejan mezclarse en un pantano
democrático. No únicamente la violencia proletaria puede asegurar la revolución futura,
sino que parece ser el medio exclusivo de que disponen los países europeas, embrutecidas
por el humanitarismo, para recuperar su añeja energía».
La contestación parece obvia, por mucho que se use como recurso para lograr la utopía o
por mucho que se encuentre en posesión de la «verdad». La violencia, la utilización de
medios violentos y su justificación, son una contestación moralmente inadmisible pues
agrede la frágil condición de lo humano. Paralelamente, además se necesita señalar que, al
costado de lo visible y manifiesto de la violencia, operan una magnitud sociocultural y otra
estructural que no son tan obvias, empero merecen ser consideradas. A partir del punto de
vista de Galtung, para solucionar conflictos y lograr el bienestar se debe desmontar las
construcciones violentas y las simbólico-culturales que los producen y alimentan.
La violencia, en su triple articulación, es la causa importante de los conflictos. Por Dicha
razón este noruego, papá de la averiguación para el bienestar, además se preocupó de la
«definición y magnitudes de la "maltrato"». En su artículo ya tradicional «Violence, Peace,
and Peace Research», planteó como punto de inicio que «la maltrato está presente una vez
que los humanos permanecen siendo influenciados de tal forma que sus realizaciones
somáticas y mentales permanecen por abajo de sus realizaciones potenciales». De esta
forma en el párrafo siguiente continuaba mencionando que «la maltrato se define aquí
como la causa de la diferencia entre lo potencial y lo real, entre lo cual podría haber sido y
lo cual es».
Dicha diferencia de potencial es lo cual da pie a una forma de describir la violencia como
algo no solo directo y palpable, sino además estructural. Ahora bien, ¿qué ocurre si nos
aproximamos de otro modo? O sea, en vez de preguntar qué es la violencia, en vez de
buscar la definición que resuelva la contestación a esa pregunta de carácter esencialista,
quizá la elección sea preguntar cómo y en qué momento nos topamos con la violencia, ¿qué
ocurre entonces?
Entre el túnel, el mecanismo y la memoria
En cierto sentido la metáfora del túnel encaja con la de oscuridad. Incluso con la tormenta
que luego trae la calma. En su caso el análisis de las emociones implicadas en los procesos
violentos se muestra como una platina para contrastar la violencia desde una perspectiva
microsociológica. Es ahí, en ese contacto cara a cara, en la tensión de la confrontación, en
el miedo, donde las barreras emocionales se despliegan en la interacción entre agresores y
agredidos, entre violentos y violentados, entre victimarios y víctimas. La violencia está
estrechamente ligada con el miedo, con la percepción de amenaza, sea imaginada o no.
(Corradi, 2020, pág. 19)
Esta cuenta tanto si es real como si no, ya que como bien formula el teorema de Thomas:
«si los individuos definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus
consecuencias». La violencia pertenece a las dos condiciones. Lo agresivo es tanto el
mecanismo que activa la ingreso en el túnel como eso que hace escalar el problema.
Además, Collins sugiere la magnitud del túnel en funcionalidad de diversas duraciones.
Podría ser corto, «de unos pocos min o menos, ya que el elevado grado de precipitación
emocional/fisiológica provoca que los militares sean incompetentes, se encuentren
desorientados e incómodos, y los precipita a volver a salir en cuanto tienen la posibilidad de
descubrir una forma de escapar». O de tipo medio, de «hasta una hora o más», una vez que
«la maltrato se extiende por los mecanismos de auto concentración en los propios ritmos;
por el arrastre mutuo entre el agresor que obliga el ritmo y la víctima que lo sigue; o por el
arrastre entre el público/ equipo y el actor violento». O largos que duran horas o días, una
vez que «los mecanismos fisiológicos tienen que prolongarse o ser asumidos por los
mecanismos de relación social, integrados los bucles de retroalimentación subjetiva de la
conciencia y el sentimiento, que mantienen el engrosamiento emocional y el estado alterado
de la conciencia, muchísimo más ahí del punto en que comúnmente reduciría la descarga de
adrenalina/cortisol». Sin embargo, además comprendemos que una vez que se entra en una
oquedad abierta en la montaña, nadie asegura que exista una salida. Aquello es otro
elemento estresante e inductor de miedos diferentes. Si se han recorrido las entrañas de la
Tierra con las superiores cuerdas y Sistemas de estabilidad, uno sabe que puede desafiar al
abismo y caer en él. Es el temor lo cual hace más «violentos» y peligrosos esos sitios de los
que es bastante difícil, por no mencionar imposible, salir; tanto los orográficos como los
social y de manera simbólica instituidos. Uno de ellos es la guerra. Consuelo Corradi nos
hace prestar atención a «la transformación corporal de la dama en vez de guerra, como tuvo
lugar en Bosnia en los años del choque entre nacionalismos». La guerra es una de las
expresiones más exacerbadas y brutales de la violencia humana. Como explica Sinisa
Malesevic es un fenómeno dinámico, cambiante y expresión de la violencia estructurada.
Inclusive ha estado presente como argumento para la utopía, la «nación en armas», el
poblado que se levanta para lograr su independencia y su autonomía. Esto no deja de ser
una forma de apelar al uso «justo» y justificado de la violencia como mecanismo
socialmente disponible. La Modernidad occidental y occidentalizante se extendió por el
mundo de la mano de la espada y de la pólvora. Por cierto, que el Estado nuevo y su
versión de hoy del Estado social y democrático de derecho sea como es, fue resultado del
encapsulamiento de la violencia en manos del Estado. Dicha organización social que
consigue conservar el monopolio de la violencia legítima como bien explicó Max Weber. A
la vez, como rememora además Consuelo Corradi, luego de Auschwitz y de la Shoá, de
Ruanda y de Bosnia, requerimos entender, «necesitamos nociones como "crimen contra la
raza humana" o "crimen contra la vida" para describir la exclusividad de aquellos eventos».
Algo que nos realice rememorar para no volver a equivocarnos.
¿Un asunto práctico, una cuestión de salud pública?
En el año 2002 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su Informe mundial
sobre la violencia y la salud. En la versión española (OMS, 2003), en el capítulo primero,
titulado «La violencia, un problema mundial de salud pública» se define la violencia como
«el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o como amenaza, contra uno
mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de
causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones» (OMS,
2003: 5). Desde una perspectiva centrada en la salud humana, proponen tres categorías
respecto a quienes cometen un acto de violencia: la autoinfligida, la interpersonal y la
colectiva. Y se explica en tanto formas distintas de acción: «la violencia que una persona se
inflige a sí misma, la violencia impuesta por otro individuo o un número pequeño de
individuos y la violencia infligida por grupos más grandes, como el Estado, contingentes
políticos organizados, tropas irregulares y organizaciones terroristas» (OMS, 2003: 5)». En
el enfoque de la OMS se describe y se acotan los actos violentos con el fin de prevenir,
abordar y solucionar un problema que afecta a la calidad de vida, por tanto, a la salud. Su
estrategia va más allá de las discusiones conceptuales: «Las actuaciones emprendidas en el
ámbito de la salud pública exigen una definición clara de la violencia y un marco para
comprender sus múltiples formas y contextos. (Corradi, 2020, pág. 22)
Para entender el problema de la violencia es sustancial contar con datos fiables. El fin es
explicar y medir bien lo que pasa, los actos violentos, de tal forma que se consigan datos e
información de calidad. Ya que la violencia es un inconveniente de salud pública, un
problema que perjudica a la calidad y esperanza de vida. De esta forma se atiende tanto a
los datos de los sistemas sanitarios como a los índices de crimen entre otros.
Ya que, por otro lado, la Organización Mundial de la Salud cuantifica los precios de la
violencia, puesto que tiene claro que «además del tributo en sufrimiento humano, la
violencia implica una carga gran para las economías nacionales». En el enfoque de la
Organización Mundial de la Salud se resuelve el debate de las raíces y las definiciones con
lo cual llaman «un modelo ecológico». «La violencia es un fenómeno demasiado complejo
que hunde sus raíces en la relación de varios componentes biológicos, sociales, culturales,
económicos y políticos». Dejan la cuestión semántica y performativa en un segundo plano,
es una aproximación pragmática.
El enfoque de la Organización Mundial de la Salud no se recrea en los detalles
sociológicos, metafóricos, ni políticos. No anhelan entrar en lo anecdótico ni en las
suposiciones, ni en otras perspectivas que no incidan de manera directa en la solución a los
componentes que influyen, producen y están afectando a la violencia. Quizá la manera de
tener en cuenta la cuestión de la violencia haya que plantearla de otro modo. Se pregunta,
ejemplificando, cómo es viable que los seres vivos en una sociedad cometan homicidios o
se conviertan en hombres y féminas terroristas.
Este ha sido y es un enfoque disruptivo. Es un interrogante conectado con el proceso
civilizatorio que además examina Consuelo Corradi una vez que nos plantea que «la
modernidad y la democracia, la propagación de la cultura, la cultura y las buenas prácticas
poseen la función de eliminar la violencia». Por esa razón «hay que generar instituciones
sociales para domar la violencia.» A pesar de aquel ejercicio de doma civilizatoria, la
violencia no desaparece de la sociedad ni de la vida diaria.
El informe dicho de la Organización Mundial de la Salud recomienda un listado de
sugerencias para solucionar el problema de la violencia que cuenta con el soporte de datos,
de entendimiento científico y lógica analítica canónica e impecable. Para contestar a la
violencia se identificaron unas lecciones bastante claras que se desarrollan en epígrafes
sucesivos. Recalcan la necesidad de entender las situaciones de la violencia, su entorno, de
tal modo que las intervenciones se adapten a las metas y a los individuos implicadas. Se
han de tener en cuenta lo cual denominan vínculos, para concentrar los esfuerzos en los
individuos y conjuntos más vulnerables. «Es viable defender a las personas, las familias y
las sociedades cuyas vidas destroza todos los años, y encarar a las razones primordiales
para generar una sociedad más sana para todos».
El vacío moral, la sombra del mal
Consuelo Corradi recuerda el vacío político que produjo la muerte de Tito y el vacío moral
que acompañó las atrocidades de los Balcanes. Eso fue muestra ya no solo de la violencia,
sino de la inhumanidad en un siglo xx que se convirtió en el más ominoso y cruel de la
historia. Algo que no debemos olvidar. Algo que nos ha de hacer reflexionar, como
propone Jonathan Glover (2013), para que la moral y la «imaginación moral» nos permitan
superar esa inhumanidad y crueldad con la que podemos degradar y arrasar la humanidad
que somos. Esa dimensión moral ocupa y atraviesa el planteamiento de Consuelo Corradi,
apoyándose en Wieviorka y en Taylor, para llevarnos al problema del mal, al capítulo
dedicado a la sociología del mal. No hace falta tener cumplidos muchos años para saber que
hay cosas que están bien y otras mal. Desde pequeñitos, desde la más tierna infancia y en
cualquier sociedad, se reproducen formas de organización del orden social que distinguen,
con distintos grados de claridad, el bien del mal, lo bueno de lo malo, lo correcto de lo
incorrecto. (Corradi, 2020, pág. 26)
De esta forma, con los significados socialmente accesibles, organizamos el universo en el
cual nos movemos con arreglo a un eje vertebrador de la vida diaria. Nuestras propias
esperanzas y temores se distribuyen en aquel espacio individualmente gestionado, sin
embargo, socialmente construido. En dicha organización, anterior al individuo, en dicha
composición semántica y simbólica de códigos sociales de sentido, se articulan las
condiciones de probabilidad de la experiencia colectiva y personal del bien y del mal. Son
ceremonias sociales, con más o menos dosis de transcendencia, con más o menos
referencias a un orden divino y religioso, o sencillamente ritos secularizados y ausentes de
dioses a los que orar, amar, sentenciar o repudiar.
La dificultad de dichos acontecimientos se gestiona de manera personal recurriendo a los
instrumentos socialmente accesibles que permiten una más grande eficiencia en la
administración de la energía emocional que se consume en cada caso. El dolor, la violencia,
el deceso quedan de esta forma domesticadas. El mal resulta más sencilla, más claro y
mejor determinado en sistemas sociales religiosamente articulados que en esos donde la
secularización del orden social ha dejado en manos de sus actores sociales la probabilidad
de edificar su propio orden y modo de comprender el mal. Los ceremonias piaculares, como
Durkheim examina en su análisis de las maneras primordiales de la vida religiosa, sirven
para el control de y neutralizar los efectos del mal.
En el fondo, como muestra Ramón Ramos al aprender a Durkheim, «el mal no es tanto un
disolvente social como un cemento de lo social». Confianza en el planeta. La carencia de
confianza arruina el día a día, igualmente que las vivencias dolorosas tienen la posibilidad
de llevar a abandonar nuestra vida. Y una vez que «los males» atacan por cada una de
piezas, puede llegar a ser insoportable la vida, salvo que se cuente con una buena dosis de
resiliencia que posibilite sobreponerse a una mala vida o una herida emocional.
«Una sociología del mal es de esta forma una sociología de los sentimientos colectivas
expresadas y sustentadas ritualmente». Los ceremonias colectivos catalizan el mal y sirven
en el tamaño que se realizan unidos. La funcionalidad social es la catarsis. Y en su estudio
argumentativo, estima que «la sociología del mal implícita en estas propuestas es obvia.
Se enfatiza la centralidad del estudio servible que posibilita entender cuáles son las
aportaciones o prestaciones para el mantenimiento o reproducción de la composición social
que, con libertad del fin de los competidores, produce la apropiación ritual de la vivencia
del mal». Y en esta misma línea asegura que «la sociología durkheimiana del mal nos
induce a pensar que, aunque el mal se encuentre fuera acechándonos, el conjunto cuenta
con recursos suficientes para dramatizarlo ritualmente, realizarlo propio y cambiarle el
sentido, recuperando de esta forma su tono esencial y la estabilidad cósmico-social».
Apoyándose en Paul Ricoeur, Consuelo Corradi nos mencionará que «la sociología es
imprescindible para clarificar los diversos niveles del proceso progresivo que circunda la
irrupción de lo horrible». La Sociología de la violencia de Consuelo Corradi nos emplaza
finalmente de su libro a avanzar investigando en nuestra maltrato, en una sociología del
sufrimiento y en una sociología del poder.

Bibliografía
Corradi, C. (2020). Sociología de la violencia, identidad, modernidad, poder. Prensas de la
Universidad de Zaragoza.

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