Martin Fierro Resumen
Martin Fierro Resumen
Martin Fierro Resumen
Canto 1
Ese personaje, que cuenta su historia en primera persona, se presenta a sí mismo como
alguien que va a cantar sobre sus penas acompañado de la guitarra.
Cierra entonces su presentación diciendo que deben saber quienes lo escuchan que nunca ha
peleado ni matado sino por necesidad, y que ha llegado a esta situación por haber sufrido
maltratos. Antes de esto, él era un buen padre y un buen marido, pero ahora es un gaucho al
que la gente trata de bandido.
Canto 2
Rememora los tiempos en que él y todos los gauchos vivían felices como trabajadores de la
tierra, con sus pequeños ranchos, sus hijos y sus mujeres. Relata cómo era un día típico en
aquella época: en ese entonces, el gaucho amanecía temprano para tomar un mate y
comenzar sus quehaceres, dentro de los cuales resalta su destreza como domador de caballos.
Fierro tiñe sus recuerdos de nostalgia al afirmar que era un orgullo ver jinetear a un paisano. El
día terminaba a la noche, momento en que los gauchos se reunían junto al fuego para charlar
hasta después de cenar. Luego se iban a dormir en los brazos de una china.
Entonces los gauchos andaban alegres y sin preocupaciones. Para ellos aquella actividad no era
trabajo, y hasta con su patrón tenían buen trato. Este siempre los convidaba con un trago de
alcohol. Eran esos tiempos de abundancia, en los que siempre había alimento y diversión. Pero
ahora el panorama, sostiene Fierro, es completamente diferente: el gaucho debe pasar su
pobre vida huyendo de la autoridad, puesto que si esta lo encuentra, lo somete a su dominio
para luego enviarlo a luchar en un batallón o en la frontera contra los indios. Es allí, asegura
Fierro, donde sus males y los de todos los gauchos comienzan.
Canto 3
En este canto Fierro narra las circunstancias que lo obligaron a ir a la frontera a luchar contra
los indios y describe cómo era su vida en aquel lugar. Anticipa, en la primera estrofa, que antes
de esto él tuvo hijos, hacienda y mujer, pero que al volver solo halló “la tapera”: su rancho en
ruinas y abandonado.
Cuenta que un día en la pulpería, donde siempre hacía gala de sus habilidades cantoras, llega
el Juez de Paz, autoridad de la campaña, para llevarse gente a la frontera. Los más matreros se
escapan pero Fierro, que es un gaucho “manso”, no ve la necesidad de huir y por eso se queda
y lo agarran, junto con otros que allí se encontraban.
El Juez, explica Fierro, estaba enfadado con él, porque en la última votación no se había
presentado; entonces le había dicho a Fierro que él servía “a los de la esposición”. El cantor se
justifica diciendo que él es un “gaucho redondo” y de esas cosas no entiende nada. Cuando se
los llevan, les hacen “más promesas que un altar”, diciéndoles que en seis meses volverían a
sus hogares.
Fierro nos cuenta que se va equipado a la frontera, con herramientas para luchar y un buen
caballo. Una vez allí, descubre que aquello es un infierno. Se lo pasan trabajando las chacras
del coronel, ardua labor que solo es recompensada con azotes y castigos en el estaquiadero. A
la hora de luchar, deben enfrentar a los indios sin suficiente capacitación y desprovistos de
buenas armas, por lo que no pueden evitar que el malón llegue y arrase con todo. Respecto a
esta situación, Martín Fierro reclama que si eso es servir al gobierno, a él no le gusta el cómo.
En la última parte del canto realiza una descripción del indio. Lo caracteriza como habilidoso y
cruel, que roba, mata y quema poblaciones a gusto y sin culpa. Cuenta que en uno de esos
ataques de los “bárbaros”, como los llama, tiene que verse frente a frente con uno que era el
hijo de un cacique. Éste busca arremeterlo con una lanza, pero Fierro logra suprimir su ataque
con las boleadoras, y cuando el indio cae al piso, el gaucho decide hacer la “obra santa” de
matarlo.
Canto 4
Martín Fierro continúa en este canto describiendo las condiciones de pobreza en la frontera.
Todo lo que Fierro llevó allí se lo quitan, incluido su caballo. Pasan los meses y los “cobres”
nunca llegan. Mientras, se endeudan con el pulpero, que los tiene a todos apuntados “con más
cuentas que un rosario”. Apenas tienen para subsistir; viven en la miseria, mugrientos y con
harapos que los dejan casi desnudos.
Un día llega el momento de la paga. Fierro espera tranquilo su turno, pero al ver que se iban
sin pagarle, pregunta si al día siguiente terminarán de pagar. El mayor le responde que la paga
ya terminó, lo trata de animal, y le dice que él no se encuentra en la lista para recibir el sueldo.
Fierro se queja, pero como se ve en desventaja para reclamar, se retira sin enfrentarse. Luego
aparece un comandante que quiere averiguar lo sucedido, pero Fierro se percata de que solo
finge interesarse. Cierra el canto afirmando que él también pretende: “me les hacía el dormido
/ aunque soy medio dispierto” (vv. 797-798).
Canto 5
Ante esta situación, Fierro advierte que su presencia allí nada tiene que ver con defender la
frontera. A pesar de su ignorancia, puede ver que de esta miseria no todos salen perjudicados,
y que algunos jefes poseen tierras y están metidos en “negocios feos”. Por eso nos cuenta que
no ve la hora de aprovechar algún ataque indígena para fugarse en el medio del combate.
Para colmo de males, en una ocasión lo mandan al estaquiadero por un malentendido con un
gringo. Este se encontraba de centinela, vigilando la entrada del fortín, cuando llega Fierro.
Como el gringo está medio borracho no lo reconoce, le pregunta en un mal español quién es y
le pide que haga alto. El gaucho se mofa de sus palabras, como si no entendiese lo que el otro
le dice y, frente a la burla, el gringo responde disparando, aunque erra el tiro. Los oficiales
llegan y toman como culpable a Fierro. Lo estacan y el mayor le dice que de esta manera va a
aprender a no andar reclamando sueldos.
Fierro nos cuenta que se pasa la noche entera en el estaquiadero maldiciendo al gringo, y
cierra su canto describiendo negativamente a los inmigrantes en general. Se pregunta por qué
envían a la frontera a esta “gringada” que no sirve para nada, puesto que el gringo no sabe
luchar ni hacer tareas de campo, como ensillar o carnear.
Canto 6
Una noche aprovecha la distracción del jefe y el Juez de Paz y se “hace humo” –se escapa– en
un caballo. Libre en el campo, por su conexión especial con la naturaleza, Fierro intuye hacia
dónde debe dirigir el rumbo para llegar a sus pagos. Después de tres años de servir en la
frontera, arriba a su rancho para hallar solamente la tapera. En estas circunstancias, despojado
de todo, “resertor", pobre y desnudo, hace un juramento a modo de venganza: ser “más malo
que una fiera”.
Se entera de que su mujer tuvo que vender la hacienda para pagar arrendamientos, que se fue
con otro hombre, y que sus hijos, separados de su madre, han sido contratados de peones,
aunque ahora no sabe dónde se encuentran. Se entristece por su familia pero no la culpa de
nada; sabe que su mujer fue a buscar el pan que él no pudo darle. Teme que sus hijos no
tengan donde ampararse y espera que algún alma caritativa se apiade de ellos y los proteja.
Más allá de estos lamentos, afirma que a nadie le debe nada y que, a partir de aquel momento,
nadie se aprovechará de él. Ahora que ya conoce las maldades del mundo, piensa actuar
acorde a sus tristes circunstancias. Fierro ha sido manso pero será un gaucho matrero que
resistirá los golpes de la vida mientras haya sangre en sus venas.
Canto 7
Fierro nos cuenta que, como no tenía a dónde ir, lo tratan de vago y lo empiezan a perseguir.
Se ve así obligado a vivir huyendo de la autoridad. En esta circunstancia, un día se entera de un
baile en una pulpería, al que acude desesperado para olvidar sus penas.
Ante la provocación, el moreno se le acerca y Fierro reacciona dándole un golpe con el porrón
de ginebra. Enseguida se acomodan los ponchos y las espuelas para dar comienzo al duelo a
cuchillo. El cantor pasa a describir el enfrentamiento, que termina con una estocada de muerte
que Fierro le da al negro, arrojándolo contra un cerco. Enfurecida, la negra va también en
busca de la confrontación. Fierro piensa en azotarla pero decide no hacerlo por respeto al
difunto.
Después de este episodio, el gaucho limpia su facón en el pasto, toma su caballo y se aleja
despacio. Se entera después que al negro lo enterraron sin velarlo ni rezarle, y que desde ese
entonces suele verse allí una luz mala, como la de un alma en pena. Cierra el canto diciendo
que piensa a veces en sacar los huesos de aquel lugar para enterrarlos en camposanto.
Canto 8
Retomando la estrofa sextina, el yo-poético cuenta otro entrevero de boliche. Se cruza con un
gaucho protegido, que tiene trato con un comandante y a quien nadie reprende. Este hombre
llega al lugar y le alcanza un trago a Fierro, mientras le dice “Beba, cuñao”. Este le responde
que si son cuñados será por su hermana, y no por la de él. El otro comprende la provocación.
Paso siguiente, se enredan ambos en una lucha con el facón. Fierro vence y lo deja pataleando,
a punto de perecer, mientras se escapa para que no lo prenda la justicia.
Sigue entonces su canto reflexionando acerca de la condición del gaucho, que no tiene más
fortuna que andar siempre huyendo. No importa si es desertor, vago o ladrón: en esta
sociedad, “el ser gaucho es un delito”. Por eso, desde chico está condenado a una vida de
pesares, puesto que para lo único que sirve el gaucho es para votar o para ir al frente en la
guerra. De esta manera, Fierro cierra el canto diciendo que no podrá escapar a esta suerte con
la que nació, y que con ella seguirá su camino.
Canto 9
Fierro inicia este canto describiendo su vida de matrero, en permanente alerta de no cruzarse
con la policía. Realiza una comparación con los corderos y los terneros que encuentran refugio
en las ovejas y las vacas, mientras que “el gaucho desgraciao / no tiene a quién dar su queja”
(vv. 1413-1414). En su soledad, el gaucho solo encuentra amparo en la inmensidad de la
llanura, donde la autoridad no puede hallarlo desprevenido.
Cuenta entonces que una noche se encontraba contemplando las estrellas, cuando el grito del
chajá le hace parar las orejas. Se pega al suelo para escuchar el retumbar de las pisadas de
unos caballos que se acercaban; comprende que se encuentra en peligro y se prepara para
pelear. Al sentirlos cerca, aunque no los ve en la oscuridad, les dice a sus contrincantes que
“no se han de morir de antojo”, para que sepan que “allí se hallaba un varón”. Le responden,
primero, calificándolo de matrero, y después le dicen que son la policía y que vinieron a ajustar
sus cuentas por haber matado a dos hombres. Fierro les responde que no se va a entregar
aunque vengan todos juntos, y así da pie al enfrentamiento físico.
La narración de la lucha dura varias estrofas, en la que Fierro muestra su habilidad para
eliminar a cada uno que se le acerca. Entonces, apenas sale de un momento de peligro, uno de
la policía pega un grito: “¡Cruz no consiente / que se cometa el delito / de matar ansí un
valiente!” (vv. 1624-1626). Este policía se pasa de bando y empieza a pelar junto a Fierro. De
este modo logran matar a algunos y ahuyentar a otros, ganando el combate.
Fierro reza y le pide perdón a su Dios por el delito de haber muerto tanta gente, y junto con
Cruz se escapan del lugar, para que otros se ocupen de los que murieron. Comparten entonces
un trago, mientras Fierro le cuenta a Cruz que es un gaucho desgraciado sin refugio, y que
piensa ir a donde la suerte lo lleve.
Canto 10
Al igual que Fierro, Cruz comienza su relato con una presentación de sí mismo.
Cuenta Cruz que él tuvo, como Fierro, una amada. Era feliz con la compañía de esta mujer,
hasta que un “comendante” empieza a frecuentar su rancho. Cruz sospecha de las malas
intenciones de aquel, a quien no puede confrontar porque es su jefe. Mientras lo envía de un
lado a otro como peón, sin recibir pago, el comandante aprovecha para estar a solas con su
mujer. Un día, Cruz los encuentra abrazados en el fogón. Entonces, el gaucho insulta al jefe en
abierta confrontación. Este se la acerca para darle con el sable, Cruz esquiva la estocada y le
quita el arma, pero en vez de acuchillarlo le da un planazo con el facón, para no matar a un
hombre viejo.
En eso se acerca un “adulón” del jefe y le empieza a disparar con un revólver, sin poder herirlo.
Cruz va esquivando las balas hasta que logra darle con el cuchillo y asesinarlo. Va entonces en
busca del viejo comandante, a quien encuentra desprendiendo mal olor por el miedo que le
tiene. Decide entonces marcharse, con su poncho y sus prendas, para nunca más volver,
acusando a su mujer de haber querido engañar a dos. Cierra el canto diciendo que, desde
entonces, conoció a todas las mujeres en una sola y que no dejará que ninguna se le acerque.
Canto 11
Cuenta luego que después de aquella desgracia va a guarecerse al campo, a vivir una vida
como la de los animales.
Una vez, se entera de una milonga en la pulpería y decide asistir. Se pone a bailar con una
joven cuando el guitarrero lo reconoce y le empieza a cantar unas coplas populares de
refranero español, con la que indirectamente se burla de Cruz por la infidelidad de su mujer.
Este se enfada al ver que las mujeres del lugar empiezan a secretear, se dirige al cantor y
mientras le dice “dejá de cantar… chicharra”, le corta las cuerdas de la guitarra de un tajo con
el facón. Sale entonces un gringo con un fusil y Cruz busca escapar apagando un candil con su
manta, para que en la oscuridad se arme alboroto. A la salida se enfrenta con el cantor y lo
acuchilla, dejándolo con las tripas afuera mientras huye hacia los campos a vivir como matrero.
Canto 12
Luego de varios meses viviendo en desgracia, un amigo suyo lo compone con el juez. Este le
pide que se quede a su lado para servir de “soldao de polecía”. Pronto es nombrado sargento,
pero Cruz decide abandonar aquella vida de mandar que le resulta ajena para seguir a Fierro.
Estando juntos, afirma, nunca les faltará un buen caballo para escapar o un pajal donde
dormir. Presume de sus habilidades para sobrevivir en la naturaleza, como hacerse un poncho
con el cuero de un lobo o alimentarse de cualquier cosa que encuentren. Es necesario, para
Cruz, que el gaucho aguante hasta “que lo trague el hoyo”, es decir, hasta la muerte.
También cuenta que, en una ocasión, escucha al juez hablando con otro de hacerse ricos con
campos en la frontera y de someter a los soldados a trabajar la tierra. Comprende que, con
estos proyectos, los gauchos solo pueden asegurarse una vida de trabajo sin descanso, de
tortura y de posible muerte. Cruz cierra su canto denunciando que aquellos que conocen los
males de los gauchos no hacen nada para ayudarlos, fingiendo que no hallan la solución al
problema.
Canto 13
Observa que él y Cruz son “astilla del mesmo palo”. Entonces decide acabar con todo yéndose
a vivir con los indios. Le pide perdón a su dios, puesto que, viviendo entre “infieles”, tendrá
que ser cruel con los crueles, porque así su suerte lo quiso.
El cantor afirma que la facultad del gobierno no llega “hasta los indios”, y que allí los caciques
tratan como hermanos a los cristianos que llegan por su voluntad. El cruce del desierto es
peligroso, pero Fierro sabe soportar las condiciones desfavorables. Cuando lleguen a alguna
toldería, le dice a Cruz, podrán armarse un toldo, y hasta tal vez consigan una china que se
apiade de ellos. En aquel lugar, asegura Fierro, no es necesario trabajar, y mientras salgan con
vida de los malones, podrán pasar el resto del día echados al sol. Como allí todas las tierras son
buenas, cualquiera que sepa manejar el caballo o “echar un pial” (tirar un lazo a los pies de la
res) no puede pasarla mal entre los salvajes. Concluye entonces diciéndole que él se irá, e
invita a Cruz a seguirlo.
En esta parte del poema el relato es continuado por una nueva voz, la de un narrador que
cierra el poema refiriéndose a Martín Fierro en tercera persona. Esta voz nos cuenta que el
cantor le da fin a su argumento con un trago y con un golpe que hace astillas su guitarra contra
el suelo. Refiere luego las últimas palabras del cantor entre comillas: Fierro dice que ha roto el
instrumento para no volver a tocar y porque nadie ha de cantar “cuando este gaucho cantó”.
Después de esta última escena del canto de Fierro, la nueva voz dice que dará fin a sus coplas
contando lo último que supo de estos dos gauchos, que tomando unos caballos se dirigieron a
la frontera. Mientras la atraviesan, Cruz le dice a Fierro que mire las últimas poblaciones, y
este responde con dos lagrimones que le ruedan por la cara. Fieles a su rumbo, Fierro y Cruz
entran en el desierto.
Capitulo 2:
Recuerda también que se dirige al desierto con Cruz, y llegaron a unos toldos de
salvajes y cuando estos los vieron se armo un tremendo alboroto y los rodearon. Los
gauchos pensaron que morirían, pero llegó un indio que les dijo que su salvación se la
debían a un cacique, y que ellos iban a quedar cautivos. Como el indio era muy
desconfiado, los pusieron separados bajo vigilancia.
Capitulo 3:
Fierro no pudo hablar con Cruz por dos años, pues recién al cabo de ese tiempo el
cacique los dejo vivir juntos, y estos se fueron a la orilla de un pajar. Como el alimento
no abundaba por mas empeño que se hiciera, semejante ejercicio hacia diestro al
cazador, que tenia que comer cualquier animal.
Capitulo 6:
Pasó el tiempo y ellos seguían solitarios. De los indios sanguinarios no tenían que
esperar, aunque el que los salvó cuando llegaron, era mas hospitalario. Este les regaló
dos caballos y a veces los fue a ver, aunque Fierro deseaba que jamás lo hubiera
salvado. Al cabo de un tiempo, apareció la viruela negra y empezaron a morir los
salvajes. Cruz y Fierro, por esto, tenían ganas de volver a sus pagos, pero como el indio
que los salvó enfermó, decidieron cuidarlo. Murió a los pocos días y Cruz también
enfermó, muy grave; antes de morir le pidió a Fierro que si volvía, busque a su hijo.
Tuvo un terrible desmayo y murió.
Capitulo 7:
Fierro sepultó a su amigo y humedeció aquel terreno con su llanto. Escuchaba a cada
rato a Cruz que lo llamaba, y no encontraba consuelo que ir al suelo al lado se su
sepultura. Allí pasaba las horas pensando en su mujer, sus hijos, su pago y su amigo.
Como escucho unos quejidos se aproximó a ver que era y descubrió que era una
cristiana llena de sangre que un indio había herido con su rebenque.
Capitulo 8:
Supo después que ella llevó una comitiva de indios pampas a su partido, mataron a a
su marido y se la llevaron cautiva. Tenia un hijito a su lado. Cuando crecían, los indios
lo vendían o los cambiaban por potros. Ella trabajaba para una india, pero un día la
hermana de esta falleció y le echaron la culpa a ella por bruja. El Indio la saco al campo
y la obligo a que confiese su brujería, pero como la cautiva no dijo nada, degolló a su
hijo.
Capitulo 9:
De ella habían sido los lamentos que Fierro escuchó. Cuando el indio lo vio saco sus
boleadoras y el gaucho su facon. Se miraban mutuamente, desconfiando uno del otro,
hasta que el salvaje se le vino encima y le tiro las boleadoras, que solo rozaron a
Fierro, quien le tiro una puñalada, pero el indio la esquivo, y el gaucho se enredo con
el chiripa y cayo. El indio se le puso encima y cuando le estaba por pegar, la mujer lo
empujo quitandolo de encima de Fierro. Siguen peleando pero el indio se resbala con
el cuerpo del chiquito degollado y cae, y el gaucho aprovecha para hacerle un tajo y
luego otro con el que lo mata.
Capitulo 10:
Se subieron, Fierro y la cautiva, a los caballos y se fueron del lugar. Luego describe la
forma en que los salvajes domaban potros. Decidió ir sin rumbo. Varias veces no
comieron o comieron carne cruda, y en otras se mantuvieron con raíces . Hasta que,
después de mucho sufrir, alcanzaron a divisar una sierra y se dirigieron a una estancia,
en donde se despidió de su compañera.
Capitulo 11:
Al acercarse a otra estancia, se encontró con un viejo amigo. Este le contó que el juez
que lo buscaba ya había muerto; le dice que ya todos sus crímenes habían quedado en
el olvido y que el gobierno no lo buscaba. Fierro reflexiona que por culpa del Juez
había perdido diez años, que no son pocos para quien ya llega a viejo. Se enteró que
había una carrera de estancieros y ahí fue. Estos, después de reconocerlo le contaron
que su mujer había muerto en la miseria. Y mientras tomaba unos tragos se consoló al
encontrarse con sus dos únicos hijos que le cuentan sus historias.
Capitulo 12:
LA PENITENCIARIA: Cuenta su soledad y la pobreza en la que vivía. Trabajó como peón
con un patrón que hacia su vida un calvario. Hasta que un día mataron a un boyero y lo
culparon a el sin tener nada que ver, por lo que él y dos mas fueron a la cárcel. En tal
terrible soledad, oye el latido de su pecho y piensa en su madre, padre y hermano.
Cuenta que por mas fuerte que sea el hombre, también sufre, gime, llora y calla
metido en aquel infierno. Lamentaba también el no haber aprendido a leer, y sufrió
mucho al ver que a otros presos los visitaban sus familias y a el nadie. En la cárcel no
se permitía hablar, ni matear, ni cantar, ni fumar. Luego les pide que guarden en su
memoria lo que les acaba de decir, pues si no creen en su verdad tendrán que sufrir
mucho.
Capitulo 13:
Cuenta que vivió diez años entre extraños, hasta que lo encontró una tía que le dio
todo (cuidado, cariño, etc.) y lo nombró heredero de los bienes que tenía. Al fallecer,
heredo todo, pero como era menor el Juez le confisco la herencia hasta que sea
mayor. Le nombro un tutor y paso al cuidado de este.
Capitulo 14:
El juez trajo a un viejo medio cimarron (salvaje), muy renegado y muy ladrón que lo
llamaban Vizcacha. -“Cuando el juez me lo nombro tutor me dijo que era un señor, me
iba a enseñar a trabajar y darme la educación, pero en realidad era todo lo contrario.
Vizcacha, según un amigo mio, mató a su mujer de un palazo porque le dio un mate
frío. Soñaba siempre con ella y decía que ella desde el mismo infierno lo estaba
llamando a gritos.”-
Capitulo 15:
-“Solo me aconsejaba cuando estaba borracho.”- Le decía que se haga amigo del juez y
nunca le lleve la contra; que nadie le tenga envidia; y que si buscaba vivir tranquilo que
no se case. Le aconseja que es necesario llevar armas. Luego de estos consejos se
quedaba dormido por la borrachera.
Capitulo 16:
-“El viejo vizcacha cayó enfermo y empeoraba. Pero al poco tiempo falleció.”-
Capitulo 17:
Luego el alcalde comenzó a registrar la casa. Pero las personas allí presentes
empezaron a reconocer cosas, supuestamente suyas, y a llevárselas. Cuando se fueron
todos, el juez le dijo al huérfano que “el iba a ser el heredero y el que se haría cargo de
todo”, aunque lo que había quedado eran todas porquerías.
Capitulo 18:
Capitulo 19:
-“No volví por lo del juez, por miedo a que me nombre a otro tutor. El juez me había
prometido que cuidaría de mis cosas hasta que tenga 30 años y sea mayor de edad.
Viví por ahí y fui victima del mas desdichado amor con una viuda. Fui a ver a un adivino
para ver si me curaba de todos esos males que me habían ocurrido, y me dijo que me
habían hecho daño en un mate y me habían querido embrujar, y me pasó una pluma
de avestruz. Me dijo que la causante de esto había sido la viuda y que probara una
receta, pero esta no curo mis males. Me dio otra pero tampoco funciono. Finalmente
me dijo que le corte tres motas a un negro y que las hirviera en leche. Pero como
ninguna funciono, me fui a ver al cura y este me dijo que la viuda no se podía casar por
que se lo había prometido a su marido moribundo, y que entonces me aleje de la
mujer. Pero el cura le dijo al juez que yo era un cabeza dura y no tenia compostura, y
este me echo a la frontera”-
Capitulo 20:
Martín Fierro y sus dos hijos festejaban el reencuentro. En ese momento, vino un
mozo forastero que venia de la frontera y les pidió la bendición. Les dijo que el nombre
de Picardia era lo único que llevaba y para contar su historia a todos les pedía licencia,
diciéndoles que enseguida iban a saber quien era. La gente se puso atenta y Picardia
comenzó a cantar.
Picardia
Capitulo 21:
-” Me quede huérfano y no pude conocer a mi padre, siendo mi madre Inocencia me
llamaban Picardia. Primero me llevo a su lado un hombre para cuidar las ovejas, pero
todo el día eran quejas y guascazos. Luego me fui a Santa Fe buscando mejores fines,
pero también me fue mal. Ya pensaba en volverme, cuando salieron unas tías que
quisieron recogerme. Ellas se pasaban el día rezando, y luego me obligaron a mi. Yo
rezaba sin dificultad todo el día pero a la noche no podía. Por culpa de una morena
que me hacia tentar, rezaba pero me equivocaba. Y un día me aburrí de esos enredos y
me fui.”-
Capitulo 22:
-“Anduve, siendo pobre, de lado a lado. Pero cuando empecé a ganar plata, me tuve
que volver. Cuando vine me enrolaron en la Guardia Nacional. Comencé a trabajar en
combinación con el dueño de una fonda (especie de hotel-casino), jugando cartas y
peleando a la gente. Hacia trampas así los clientes se entusiasmaban o se ponían
nerviosos y jugaban mas. Como hacia trampa con arte y no me descubrían lo hacia en
todos los juegos.”-
Capitulo 23:
-” Un día, un vendedor ambulante napolitano se vino a jugar haciéndose el chiquito
para sacarme ventaja, pero perdió todo, y se puso a llorar mientras yo me llevaba toda
su mercadería. Seguí ganando, hasta que se presento un Oficial de Partida, que era
ñato (de nariz chata), que me exigió que pagara una multa porque el juego estaba
prohibido y que me iba a llevar al cuartel. Dos veces nos encontramos y dos veces lo
insulte. Todo se complico, cuando intente conquistar a la mujer que le gustaba al ñato,
y ahí se me declaro enemigo.”-
Capitulo 24:
-“Me escape de el en muchas oportunidades, hasta que me agarro en las elecciones, y
me quiso obligar a votar por quien quería el Comité. Pero le dije que “Respeto al que
me respeta, pero el naipe y la boleta nadie me la ha de tocar”. En ese momento cayo
la policía y fui a parar al cepo por no querer pelear.”-
Capitulo 25:
A los pocos días, hicieron citar la gente para reunir un contingente y mandar a la
frontera. La mayoría eran los que no habían votado por el que la Partida quería. Llego
el Comandante y comenzó a explicarles uno por uno porque los mandarían a la
frontera. Luego empezaron a acumularse mas personas, y aunque sus familias lloraran
y pidieran compasión, era inútil.
Capitulo 26:
-“Luego llego mi turno y estaba asustado. El comandante me decía que era un jugador,
un vago un picaflor, y que había de ser un bandido como mi padre, a pesar de que no
lo conocía. Me empeñe en averiguarlo, y me entere que era el guapo sargento Cruz. Yo
conocía bien su historia y jure tener enmienda. Todo conseguí olvidar, pero el nombre
de Picardia no me lo pude quitar.”-
Capitulo 27:
-“Serví en la frontera en un cuerpo de milicia, por culpa de un ñato. Pero allí trabajaba
y se hacia sacrificio, y no pagaban nada ni daban ropa. El comisario cuando venia con
la paga, por “mala suerte” esta era del contingente anterior. Cuando se cansaban de
alguno de nosotros, lo largaban sin ropa ni nada para que vuelva a su partido, sin darle
ningún papel que acredite su servicio.”-
Capitulo 28:
-“En la frontera lo pasaba como todos, pero cuando me eligieron asistente mejor,en
cierto modo, supe hacerme lugar al lado del Ayudante. Este se la pasaba siempre
leyendo porque quería recibirse de fraile, era delicado, pero jamas lo vi disgustado. La
gente lo aborrecía y lo llamaba “La Bruja”, aunque lo único que hacia era recibir las
raciones de víveres y de vicios. Pero los milicos decían que yo y la bruja los estábamos
traicionando a todos con sus raciones. Esto no era cierto, por que nosotros los
traíamos, pero lo recibía el comandante, que sacaba cuanto quería. Luego pasaba al
oficial de semana, al sargento, al cabo y por ultimo recién al soldado, y cuando llegan a
este ya casi no quedaba ración. El vestuario era otro infierno; si lo daban, llegaba en
invierno el de verano, y en verano el de invierno. Por estas razones parece que el
gaucho tiene algún pecado que pagar.”-
Capitulo 29:
Esto canto Picardia y después guardo silencio. Mientras todos celebraban ese casual
encuentro, llego también un moreno. Este presumía de cantor y se creía bueno, se
sentó y le pego un rasgido a la guitarra desafiando a Martín Fierro. Este, que siempre
se halla dispuesto, tomo la guitarra y los dos comenzaron a cantar.
Capitulo 30:
. El moreno le dice que el es un pobre guitarrero y da gracias a Dios por poder cantar con
alguien que lo experimenta a el. El negro cuenta que tenia nueve hermanos, que ha vivido libre
sin depender de nadie, y que sabe mucho. Explica que si tiene alguna falta al cantar que se la
perdonen y que se debe escuchar al cantor, aunque sea negro, por que aprenden todos. Fierro
le replica que si el sabia tanto, que le diga cual es el canto del cielo. El moreno le dice que Dios
había creado a los hombres negros y blancos, pero que no hizo dos clases distintas, pues los
negros pintaban al diablo blanco, y los blancos lo pintaban de negro. Continua y explica que los
cielos lloran y cantan hasta el mayor silencio. Fierro, por su parte, dice que los negros y los
blancos tienen los mismos dolores, y que le relate el canto de la tierra. El moreno, a pesar de
sus pocos conocimientos, lo explico bien, y entonces Fierro le pide el canto del mar, el de la
noche, de donde nace el amor, y que explique que entiende por ley. Como relata todas bien,
Fierro le permite al moreno que le pregunte algo. El moreno, entonces le pregunta “¿Para que
fin el Eterno ha creado la cantidad?” Fierro le dice que Dios creo solo la unidad, y que el
hombre aprendió a contar. Al ver que le contesto correctamente, el moreno le pregunta para
que formo Dios la medida. Fierro le contesta que la medida la invento el hombre para el bien
suyo, pues Dios no tenia que medir sino la vida del hombre. Luego el moreno le pide que le
diga que significa el tiempo y el peso. Fierro se lo relata bien, y le dice que si quería aprender
mas cosas que se lo preguntara. El moreno le dice que ninguno debe abusar de la ignorancia
de nadie, que es seguro que pierda un cantor de media talla contra otro de talla entera, que
esta deprimido y triste y que solo cantaría para buscar consuelo. Cuenta que de los diez
hermanos solo quedan nueve, pues el primero murió a manos de un pendenciero, que jamas
encontró. Dice finalmente que si en otra ocasión payan, cantaran sobre las muertes injustas
que algunos hombres cometen. Fierro le responde que por fin se había callado, que el conoció
a los morenos mas peleadores, y que el no busca peleas y que las contiendas no le gustan,
pero ni las sombras lo asustan ni los bultos lo menean.
Capitulo 31:
Luego de las palabras, los presentes los separaron y Fierro, sus hijos y Picardia
montaron y se dirigieron a la costa de un arroyo. Allí pasaron toda la noche, y al
amanecer meditaron, y por su estado de pobreza decidieron separarse. Antes de hacer
esto, Fierro les aconsejo.
Capitulo 32:
Fierro los empieza a aconsejar y le dice que estos concejos, que le ha costado
adquirirlos, se los da porque desea dirigirlos, pero que su ciencia no alcanza para
darles la prudencia que precisan para seguirlos.
Capitulo 33:
Luego se separaron todos, una para cada punto cardinal, pero hicieron una promesa:
convinieron entre todos cambiarse el nombre. El relator explica que ha cumplido con
su deber, pero todavía le quedan rollos por si se ofrece a dar lazo, que le permitan
descansar porque en este punto (33 cantos) se planta; dice que recordemos estas
palabras “En mi obra he de continuar hasta dárselas concluidas, si el ingenio o si la
vida no me llegan a faltar”, y que si algún día faltasen, los gauchos sentirán tristeza en
el corazón y lo tendrán en su memoria para siempre. “Que nadie se ofenda si canto de
este modo no es para mal de ninguno si no para bien de todos”.