Factor 1
Factor 1
Factor 1
Fundamentación Teórica
El concepto de "Dignidad de la persona" nos remite a la reflexión de que por el mero hecho de
pertenecer a la Humanidad, el sujeto ya es merecedor de una consideración, un honor y un
respeto. Estamos ante un valor inherente a la persona y la educación constituye la vía esencial
para presentarlo, avalarlo, y estimular su aplicación a la vida real de cada día.
Si el niño percibe que los adultos que le rodean (padres, familiares, educadores) le consideran
como un ser digno y vive la experiencia de sentirse rodeado de un clima de interacciones
dignificantes, aprenderá también a mirar al otro como un ser digno.
Así de este modo alcanzará la noción de dependencia de unos y otros, recíprocamente para
asegurar esta consideración y podrá sentirse motivado a aceptar y querer a los demás.
El concepto "autoestima", se refiere a la percepción y juicio de valor que cada uno hace de sí
mismo con relación a atributos positivos deseados, teniendo en cuenta pensamientos y
recuerdos de los propios recursos, capacidades, actitudes y conductas.
La autoestima es importante y necesaria porque proporciona satisfacción y seguridad personal,
necesarios para concentrar toda la energía y recursos personales en la participación activa y
positiva en la vida.
Si la autoestima es tan importante y depende, tanto en su origen como en su consolidación, de
las actitudes y conductas de los demás, es lógico que se considere necesario estimular la
heteroestima, fuente de la autoestima de los demás, e incluso propia.
Un vehículo privilegiado para expresar la heteroestima es la confirmación del "tú" o del
"otro".
En la adolescencia los adultos han de prever una preparación consciente de los cambios
físicos, mentales y emocionales que van a experimentar, de modo que el papel preponderante
que el aspecto físico va a tener no tenga efectos perturbadores sobre la autoestima y la
heteroestima.
El adolescente habrá de saber aceptar que hay individuos mejor dotados que él y otros menos.
El adulto habrá de intervenir delicadamente cuando se entrevean problemas de integración o
marginación de alguien, alabando la capacidad de los grupos de aceptar a nuevos miembros
como prueba de madurez de las personas que lo componen y como experiencia de apertura y
enriquecimiento.
Se promoverán los valores de la amistad y se resaltará la importancia de los amigos íntimos
como experiencia enriquecedora para la seguridad y la autoestima.
La educación para la prosocialidad prepara a los adolescentes para que asuman de modo muy
consciente las leyes y funcionamiento de las relaciones interpersonales en su vertiente
confirmadora de la autoestima.
Entendemos que se habrán conseguido los objetivos cuando la aplicación de esta sensibilidad
se haya realizado con minorías respecto a las cuales está más amenazada: personas de otras
razas, o con discapacidades o incluso respecto a la ancianidad, en donde los atributos que
caracterizan a los individuos de más prestigio en la sociedad actual, eficiencia, utilidad,
belleza, salud, son menos visibles.
Alcanzada esta sensibilidad no discriminatoria y valorizante, con respecto a algunas de
estas colectividades, es ya muy probable su generalización a otras poblaciones.
Un postulado que hacemos nuestro y que está presente en muchas corrientes de pensamiento
humanista es el de que la persona, las personas, son básicamente positivas.
Aunque a veces nos cueste apreciarlo, la persona está constituida por cualidades positivas.
Pero sucede que nos cuesta más expresar los elogios que las quejas, como si nuestra naturaleza
exigiera la plenitud de las máximas cualidades y fácilmente nos habituáramos a ellas como si
éste fuera el "estado normal de las cosas" y no consideramos necesario expresar elogios. En
cambio, expresamos rápidamente la queja o el reproche.
Las personas necesitamos para nuestro sostenimiento y crecimiento la aceptación y valoración
de las demás. Así, mientras en la primera variable (Dignidad, Autoestima y Heteroestima)
trabajábamos la aceptación global de la persona, en la presente variable se trata de trabajar la
valoración de las acciones o resultados de las acciones de los demás.
Ese déficit de apreciación hemos de superarlo, en el medio educativo, con la atribución de la
positividad, prescindiendo de comparaciones, focalizando la atención en aquella persona
directamente.
En el ámbito psicológico está comprobado que el mejor medio para hacer surgir una
capacidad, un rasgo, una actitud, una conducta, en el otro, es la de creer y confiar en su
posibilidad y probabilidad.
El educador transmite este reconocimiento mediante el escuchar y el mirar al alumno.
Toda experiencia de contacto con el mundo es una relación que se establece, que tiene dos
polos: el Tú y el Yo, y esa relación se expresa de modo bi-direccional.
Lo cual significa que para introducir un cambio, una mejora, siempre tenemos la posibilidad
de hacerlo desde nuestro polo, es decir, desde nuestro Yo. Cada uno, pues, tiene la
responsabilidad de "empezar" a introducir el cambio. Lógicamente es de esperar que los
profesores deban inexcusablemente hacerlo.
Este proceso indudablemente tiende a un fin lógico: la unidad entre las personas,
especialmente cuando la relación se hace recíproca, mutua.
Uno de los mejores modos de ejercitar esta habilidad es no apresurar juicios, ni respecto a los
demás, ni respecto a los fenómenos. Ampliar los horizontes mentales en vez de ser esclavos de
los prejuicios.
No cabe duda de que nos movemos en una sociedad altamente agresiva y competitiva por lo
que el objetivo de esta variable quizás sea uno de los que pueda parecer más difíciles o
utópicos de conseguir.
Un primer punto a aclarar sería la posible justificación de la agresividad como parte
integrante de la naturaleza humana. Una rápida aproximación a lo que dicen los biólogos y un
repaso a la historia humana nos hará ver que este componente agresivo en su vertiente de
violencia, incluso organizada como es el caso de los comportamientos bélicos, es más un
elemento cultural adquirido que algo inherente al ser humano.
Ciertos autores hablan incluso de una agresividad "positiva". Nosotros preferimos referirnos a
la asertividad, entendida como la capacidad de decisión y persistencia en llevar adelante una
acción incluso a pesar de la resistencia de los demás. En efecto, para que se produzca un
comportamiento prosocial parece ser necesario un cierto grado de asertividad. Ciertos
autores, verificaron que la empatía por sí sola no era predictora del altruismo, mientras que sí
lo era si iba combinada con la asertividad.
Así no basta que un muchacho perciba y sienta una necesidad en el otro: es necesario que
actúe, y para ello tiene que vencer un posible riesgo o coste, etc., como el que no le salga bien
o el que los demás lo ridiculicen. Y más aún, debe tener probablemente una cierta capacidad
de saber cómo intervenir con otros.
Todo ello significa que el autor necesita ejercitar primero un control respecto a sí mismo, un
auto-control.
Y respecto a la competitividad, parece difícil en nuestra sociedad pensar en actuar sin
ejercerla. Del mismo modo aquí hemos de afirmar que esta tendencia hay que ejercerla en
primer lugar consigo mismo con el fin de superarse y querer hacer las cosas de la mejor
manera posible.
Nos parece primordial trabajar dos aspectos especialmente.
Uno sería el de enseñar a nuestros jovenes a analizar las causas que han desembocado, o
pueden desembocar, en un conflicto.
Sin duda todos tenemos experiencias de discusiones provocadas por un malentendido o por
no haberse detenido a considerar las distintas opciones. En este punto se podría hablar del
papel enriquecedor de la diversidad, de la diferencia, muchas veces causa de origen de los
conflictos, pero que sería importante aprender a asimilar como aportaciones diversas que
pueden dar una visión más completa de la realidad.
El otro aspecto importante sería el de dotarles de habilidades para saber responder a un
conflicto, a una situación que les puede suponer una dificultad.
La comunicación de los padres con los hijos y en especial la apertura del mundo psíquico del
adulto (modelo) a través de la revelación de sentimientos, constituye una vía eficaz para la
elaboración de las capacidades empáticas, factor que es imprescindible optimizar de cara a un
aumento de la prosocialidad.
Es muy importante para cualquier persona el tomar conciencia de sus propios sentimientos:
constatar su existencia, darles un nombre: serán los primeros pasos para poder identificarlos y
controlarlos.
A los sentimientos no hay que temerles: no son buenos ni malos. El riesgo se produce cuando
nuestro obrar esta solamente determinado por ellos.
Cuando se comunican elementos emotivos más que racionales existe la impresión de mayor
proximidad con el otro energizando el tono del que habla.
Cuando se expresa un deseo que depende de otra persona, es muy importante saber bien lo que
se quiere, comunicarlo y dejar plena libertad a la persona a quien se pide decir sí o no.
Respecto a la apertura de sentimientos negativos personales, será gratificante cuando se
escucha este sentimiento y se responde consolando o apoyando moralmente.
La manifestación de sentimientos es imprescindible hacerlo en primera persona, evitando
acusaciones directas al otro y expresando claramente el comportamiento concreto que molesta,
sin reproches, ni quejas.
Podemos pues relacionar la habilidad del sujeto para identificar sus propios sentimientos, con
la experiencia de reconocer e identificar los sentimientos ajenos.
Así también se ha podido constatar que aquellos niños que han crecido en un ambiente en el
que eran bien recibidas y potenciadas sus expresiones de sentimientos y por lo tanto han
podido aprender a identificar y expresar sus sentimientos se mostraban mucho más receptivos
en captar las necesidades de los otros y en prestarles ayuda.
Es importante que potenciar la comunicación no sólo entre alumnos y profesor, sino entre los
propios compañeros animándoles a que sus conversaciones sean de "calidad" por haber
introducido en ellas la expresión de sentimientos.
Para trabajar esta variable será necesario tener en cuenta:
-Identificar los propios sentimientos. Es muy importante para cualquier persona el tomar
conciencia de sus propios sentimientos.
-Experimentar formas diferentes de expresar los sentimientos a los demás.
-Tomar conciencia de la oportunidad de expresar determinados sentimientos. La
comunicación de sentimientos se debe dar en los momentos oportunos en los que nuestro
receptor está preparado para acogerlos: nuestra alegría ante un hecho puede molestar a una
persona con una gran preocupación.
-Saber expresar sentimientos positivos y negativos. Generalmente estamos poco habituados a
expresar sentimientos de agradecimiento a una persona, de agrado ante un comportamiento y
sin embargo todos sabemos lo mucho que nos gusta.
En contraposición en demasiadas ocasiones expresamos nuestros sentimientos de disgusto o
de reproche hacia alguien. Sería necesario aprender a dominar la expresión de reproches
"sobre la marcha" y buscar aquellas ocasiones en las que con paz podemos expresar aquello
que nos disgusta de tal manera que no hiramos al otro.
-Interesarse por los sentimientos de los demás. Aunque este aspecto lo trabajaremos en la
siguiente variable, inevitablemente se empezará a dar en el trabajo de la presente.
Dentro de este factor incluimos el trabajo sobre los efectos del medio televisivo en la
educación y formación de la personalidad de los niños y jóvenes.
No cabe duda de que todos los agentes educativos estaríamos de acuerdo en reconocer los
efectos negativos que tiene unos contenidos televisivos que, muchas veces, contradicen el
trabajo continuado de una educación a los valores por parte de los educadores o padres.
Por ejemplo la frecuencia de acciones violentas a través de la pequeña pantalla. Se han
hecho numerosos estudios que corroboran el efecto de unos modelos negativos, mientras
que no han sido tantos los estudios encaminados a comprobar los efectos que podrían tener
en el comportamiento de los adolescentes el estudio de modelos positivos, prosociales.
La filosofía de la educación para la prosocialidad asume este supuesto. Y presentará
modelos que puede extraer de diferentes fuentes: de la realidad, con personajes reconocidos
por todos y personas anónimas de nuestro alrededor así como de la ficción tanto literaria
como audiovisual.
Se debe equipar a los jóvenes de capacidades críticas para que puedan extraer de los
contenidos neutros o negativos, unas consecuencias positivas para su desarrollo mental y
moral. Y todo ello hay que trabajarlo ejercitándolo de modo activo.
Puede ser interesante que sean los propios alumnos los que realicen la búsqueda de estos
modelos, discutiendo en clase si son considerados como tales por todo el grupo, o si
solamente son modelos para algunos, dependiendo de su ideal de vida.
A la vez, este trabajo pondrá en evidencia la necesidad de clarificación de los valores de
cada uno. Con lo que además de contribuir al respeto y consideración de estos valores por
parte de todos, pueden constituir criterios de partida para examinar los contenidos neutros o
negativos a los que, a pesar de todo, los adolescentes y jóvenes están siempre expuestos.
Se sugiere trabajar los siguientes temas:
Influencia de la televisión y el cine.
Violencia y prosocialidad en la Tele.
Análisis de noticias y contenidos.
Publicidad y engaños.