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Importancia t1-t2-t3 U1

Este documento describe la importancia de estudiar la historia de la medicina para comprender el desarrollo del conocimiento médico y las diferentes cosmovisiones culturales sobre la salud y la enfermedad a través del tiempo. Explica que la medicina es parte integral de las culturas humanas y está sujeta a cambios diacrónicos y sincrónicos. También analiza cómo los tipos de pensamiento mágico, empírico, religioso y científico se han expresado y combinado en la medicina de diferentes sociedades y épocas históricas.

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Este documento describe la importancia de estudiar la historia de la medicina para comprender el desarrollo del conocimiento médico y las diferentes cosmovisiones culturales sobre la salud y la enfermedad a través del tiempo. Explica que la medicina es parte integral de las culturas humanas y está sujeta a cambios diacrónicos y sincrónicos. También analiza cómo los tipos de pensamiento mágico, empírico, religioso y científico se han expresado y combinado en la medicina de diferentes sociedades y épocas históricas.

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Unidad 1.

Importancia de la Historia de la Medicina

Introducción

La historia de la medicina es un conocimiento que ayuda al médico a conocer los


orígenes de la profesión médica, su cultura médica, las formas que a través del
tiempo han existido para conocer el funcionamiento del cuerpo, la anatomía, las
enfermedades y la terapéutica aplicada, en su afán de aliviar al enfermo. De ahí su
importancia, la cual también es una reflexión y un llamado de atención para el
médico, al recordarle que el conocimiento médico cambia y muda de orientaciones
epistemológicas, a través del tiempo y la geografía en donde se han asentado los
diversos grupos humanos. En ese sentido, la medicina es parte importante de la
cultura del hombre y está sujeta como experiencia cultural a una dinámica diacrónica
y sincrónica, en donde el pensamiento mágico, empírico, religioso y científico existen
y se combinan para darle sentido histórico a las verdades históricas en medicina y
validar su existencia en el tiempo.

La medicina como parte integrante de la cultura


Sandra Martínez Solís
Gabino Sánchez Rosales

Para comprender a la medicina como parte de la cultura, resulta importante tomar en


consideración aspectos mencionados por Ernst Cassirer, quien afirma que en el
mundo humano se encuentra una característica que parece constituir la marca
distintiva de las personas; esto es un sistema simbólico que transforma la totalidad
del ser humano., el cual no vive ya solamente en una realidad más amplia que el resto
de los animales, sino en una nueva dimensión de ella, pues, además del universo
físico, se desenvuelve en uno simbólico, en el que aspectos como el lenguaje, el mito,
el arte y la religión, entre otros, constituyen partes de él y conforman los diversos
hilos que tejen la complicada urdimbre de la experiencia, la denominada red
simbólica. Así, únicamente puede ver o conocer a través de la interposición de este
medio artificial; por ello, caracteriza al ser humano como un “animal simbólico”.

En dicha simbolización del entorno puede entenderse la importancia que la cultura


tiene para los seres humanos. Según la Unesco, aquélla puede definirse como el
conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos
que caracterizan a una sociedad o un grupo social.
Puede decirse que la cultura de cada pueblo es una herencia social y que las partes
aprendidas en el proceso de socialización forjan las pautas que permiten organizar la
conducta de las personas de acuerdo a las características del medio que las rodea.

Asimismo, permite establecer una relación simbólica con los demás. Algunas de sus
características son las siguientes:

Entre sus principales expresiones se encuentra una cultura material, representada


por objetos físicos tangibles y una cultura no material, en donde se integran y
expresan ideas, creencias, valores, hábitos, costumbres y leyes, traducidos en
sistemas concretos como la religión, el arte, entre otros.

Precisamente, el campo de la cultura no material se torna relevante, dado que


conlleva otros conceptos que son centrales para esclarecer cómo los seres humanos
simbolizan y comprenden su entorno.
Uno de estos conceptos es el de cosmovisión, que López Austin define como…

En ella se integran los sistemas de creencias existentes en el medio cultural en el cual


se desenvuelve cada individuo; sin embargo, como el mismo autor menciona, la
cosmovisión debe entenderse a partir de dos vertientes muy amplias; la primera tiene
que ver con el grupo social al que se pertenece, la segunda a la forma en que
individualmente se comprende y se conforma como parte de una ideología.

La complejidad de este conjunto de sistemas ideológicos radica en que, a la par que la


sociedad estructura en cada individuo una cosmovisión particular, también el
individuo toma lo necesario de ella, para articular su concepción del mundo, sin la
cual no tendría una referencia para integrarse a la complejidad de significados y
significantes que implica su realidad. Otro aspecto importante de esta definición es la
cualidad histórica de la cosmovisión; por lo tanto, se transforma y se adapta a la
ideología que cada época le imprime.

El campo de la medicina no es la excepción; en él se puede encontrar que las


personas integran sus procesos de salud/enfermedad dentro de un sistema de
creencias determinado culturalmente; por ejemplo, categorías conocidas desde la
época mesoamericana, como las entidades anímicas o la calidad de lo caliente y lo
frío, permean en amplios grupos de población del México actual. En ocasiones, suele
pensarse que la concepción de una enfermedad causada por el desequilibrio de una
entidad anímica o de alimentos con diferentes calidades, únicamente forma parte de
la ideología de los pueblos indígenas; una mirada a nuestro alrededor bastará para
darnos cuenta de su presencia en amplios grupos de población de diferentes estratos
sociales.
En este sentido, la importancia de estos temas para la formación de los estudiantes
de Medicina radica en la comprensión de las diferencias culturales implicadas en la
concepción individual, tanto de la salud, como de las causas y manifestaciones de
cada padecimiento en particular y de su atención. Otro punto, quizá aún más
importante que el ya mencionado, es que cada estudiante debería realizar un
ejercicio de reflexión, con el fin de comprender la “cualidad humana del médico”; es
decir, que también él ha desarrollado características que lo ayudan a desenvolverse
en un entorno particular y, de este modo, comparte algunas de las ideas que
permean en su sociedad. Ejercicio enfocado a entender que las concepciones
culturales de la salud y enfermedad de distintos pueblos no constituyen
manifestaciones ajenas a sí mismo, sino que forman parte de su cultura.

En este sentido, el conocimiento de la historia y de la historia de la medicina en


particular ayuda a comprender mejor de dónde vienen estas diferentes
cosmovisiones y con ellas las distintas culturas de las que provienen; un ejemplo de
ello lo otorga Rodolfo Cortés (2007), en el siguiente fragmento:

Para los griegos de los tiempos homéricos el ideal de salud era gozar
de la gloria, una larga vida y una muerte sin dolor, como lo
protagonizan los héroes de la Ilíada. Para Platón la salud fue el don
más preciado del hombre, y en su Erixias afirmaba que era mejor
estar sano y ser pobre que estar enfermo y ser rico como un rey […].
Para los médicos de la Grecia de Pericles, la salud era el equilibrio
perfecto de los cuatro humores, y el mejor modo de preservarla, era
mediante una dieta sana, un régimen de vida higiénico y la música.
Los romanos limitaron el cultivo de la salud a vivir una vida activa
[…]. Galeno sostuvo que el hombre sano es el que tiene una
constitución perfecta y vive de forma independiente. Con el
cristianismo advino el concepto de que lo único importante era la
salud del alma y la mejor medicina el amor a Cristo […].

La importancia de conceptos como el de cultura, simbolismo y cosmovisión para el


médico, al igual que para cualquier persona, estriba en clarificar y hacer conciencia de
los aspectos ideológicos que hemos tomado de nuestra sociedad e integrado a
nuestra concepción individual del mundo; es decir, reconocer las particularidades
culturales que nos conforman como individuos y que nos ayudarán a dejar de creer
que somos ajenos a las manifestaciones que nos rodean.
Dinámica diacrónica del pensamiento (mágico, empírico, religioso y científico)

Para comprender los vínculos intrínsecos entre los tipos de pensamiento mágico,
empírico, religioso y científico que se pueden observar y analizar en la historia de la
medicina, es preciso partir de un criterio que sirva de instrumento conceptual y como
herramienta de análisis histórico para encontrar puntos de conexión entre las
diferentes formas de pensamiento que se han expresado en la medicina a través del
tiempo.

Si consideramos que la categoría de lo mágico hace


alusión a esa forma de pensamiento, que señala que
todo lo existente en el hombre y su entorno está animado de
fuerzas sobrenaturales que dan vida y sustento al hombre y al
mundo, comprenderemos por qué en algunos pueblos, la
práctica cotidiana del sanador incluye libaciones, conjuros, uso
de instrumentos y amuletos para solicitar, invocar, agradecer el
apoyo o perdón de las fuerzas y deidades que gobiernan el
mundo.

Amuletos

Esto fue una práctica muy extendida en el mundo antiguo, y aún hoy día existe en
comunidades que practican actividades relacionadas con la práctica médica.
Asimismo, los actos médicos, cuyo sustento son las observaciones empíricas, como el
uso del agua fría para atenuar la elevación de la temperatura y su recomendación
para producir alivio o bien la ingesta de una planta o la corteza de sauce para mitigar
el dolor, son ejemplos que dan cuenta de ese tipo de pensamiento.

Por otra parte, la existencia de un pensamiento denominado religioso, que no


solamente utiliza mecanismos o procedimientos médicos, sino que a los mismos los
dota de una religiosidad y simbolismos que se manifiestan en el uso de prácticas que
sirven a la medicina.
Dichos simbolismos pueden ser tocar un muro, como
en el caso del Muro de los Lamentos, en la tradición
judía, o tocar la llamada piedra Kaaba, en la tradición
musulmana, los cuales son actos rituales asociados al
pensamiento religioso, que sirven a la medicina. Así, el
perdón de una transgresión, un tabú o el perdón de
los pecados, comprendidos como la causa de la
aparición de una dolencia o enfermedad, puede ser
alivio o curación, gracias a la intervención de Dios,
quien cura todo en el hombre, porque el hombre y la
mujer fueron creados por Dios.

(s. a.) (2017). Basílica de Guadalupe [fotografía]. Tomada de https://pixabay.com/es/photos/ciudad-de-m%C3%A9xico-


se%C3%B1ora-de-guadalupe-2709898/

Asimismo, el tipo de pensamiento que procede de una mente analítica, educada en la


sistematización y fragmentación del conocimiento, comprendido como problema a
resolver, y que, en caso de la enfermedad, interroga acerca de la causa del dolor, la
inflamación, la muerte celular o cualquiera otra manifestación de la alteración o
disfunción orgánica, son el resultado del estudio y concepción de la medicina como
una ciencia encargada del estudio del problema de la enfermedad en el hombre.

La existencia del pensamiento mágico, empírico, religioso y científico en la historia de


la medicina es explicada como parte de un devenir progresivo, lineal, en donde en el
inicio de la historia humana se razona que respecto al problema de la enfermedad
existió, primero entre los hombres del periodo más antiguo, una explicación mágica
sobre la enfermedad; luego, con el paso del tiempo, existió un razonamiento
empírico, que luego se transformó en religioso y finalmente científico.

Es evidente que, desde ese punto de partida de orientación positivista basado en la


filosofía de Auguste Comte, la medicina y su historia pueden ser comprendidas
usando un esquema lineal que, en su forma más elaborada, ha devenido en modelo.
Así, esta interpretación de la historia de la medicina se ha planteado la existencia de
un modelo mágico, un modelo empírico, un modelo religioso y un modelo científico,
que han devenido a través del tiempo. En este sentido, el concepto de diacronía, cuyas
raíces son referidas a “día” (a través), “cronos” (tiempo) y el sufijo “ía” (referido a
cualidad), ha sido comprendido como la sucesión de los acontecimientos en el
tiempo, que están casi siempre asociados a las edades o periodo de la historia
universal, la cual es siempre explicada diacrónicamente.

Sin embargo, en el mundo contemporáneo, ese razonamiento, al confrontarse con la


realidad histórica, nos ha mostrado gracias a la propia historia y sus ciencias
auxiliares, como la historiografía o el análisis histórico de los textos, pero en especial
a través de la historia de la medicina, que nunca en cualquier tiempo y lugar ésta ha
sido o es igual entre los miembros de una sociedad, una nación o un continente,
revelándonos que existe no una, sino varias medicinas, que a veces en el tiempo y el
lugar coexisten dada la variabilidad del pensamiento del hombre, pues nunca dos
hombres han pensado igual, como alguna vez señaló Michel de Montaigne.

En ese sentido, el concepto que ha auxiliado para resolver esta interrogante de por
qué en el tiempo ha habido varias medicinas que han sido practicadas por pueblos y
sociedades que han coexistido en tiempo y lugar, es el concepto de sincronía, derivada
de los vocablos “con” y “tiempo”. Esta categoría está asociada a la explicación de la
existencia o combinación de varios sucesos o hechos en un mismo periodo temporal
y que es fruto de la idea acerca de la realidad comprendida como un sistema de alta
complejidad, como todo lo humano; es decir, la existencia de un sinnúmero de
acontecimientos realizados por el hombre de modo simultáneo en un tiempo o lugar
específico. Para comprender esto utilicemos, tal como ocurre, el ejemplo de la
sincronía que ocurre en un hospital moderno, en cualquier sitio del mundo, pues sin
importar tiempo y lugar, allí en ese sitio por nosotros conocido ocurren
simultáneamente y en concordancia o sincronía varios acontecimientos médicos: un
parto, una cesárea, una cirugía, una consulta médica, la realización de un examen
radiológico, etcétera.

Esta es la dinámica de lo que ocurre con la existencia del pensamiento mágico,


empírico, religioso y científico en la historia de la medicina, ya que en todo tiempo y
lugar han ocurrido de forma simultánea diferentes eventos relacionados con la
medicina. Haciendo uso de la hermenéutica en la historia podemos elegir el estudio y
comprensión de alguno de ellos; sin embargo, es claro que en un tiempo y espacio los
eventos históricos han ocurrido y ocurren simultáneamente. Esta es una lección que
se desprende del estudio de la historia de la medicina, y Grecia es el ejemplo de la
simultaneidad y sincronía de la medicina del mundo antiguo. Así, mientras hubo un
pensamiento científico basado en el concepto de physis, practicado por los médicos
hipocráticos, también hubo una medicina religiosa practicada en los templos de
Asclepio, como también hubo un pensamiento médico empírico acerca de mover a las
mujeres durante el embarazo, para acomodar correctamente al feto y logra un parto
feliz, como también existió la creencia de subir a las montañas para ofrecer libaciones
y conjuros para recobrar la salud y provocar la enfermedad en el prójimo. La
literatura médica, filosófica, de teatro y de la historia del pueblo griego ofrecen
ejemplos históricos irrebatibles de esto; incluso eventos como la muerte del filósofo
Sócrates son prueba de la existencia de ese tipo de pensamientos en la Grecia clásica;
sin embargo, todas esas manifestaciones son parte de la cultura del hombre, la cual,
en sentido estricto, es el elemento que articula todos los pensamientos del hombre.

Así, la cultura médica en una sociedad u otra determina el tipo de solución al


problema de la enfermedad en el hombre. Recordemos que un campesino educado
en la medicina mágica intentará resolver sus problemas de salud utilizando
precisamente la magia, como también es comprensible que una persona con estudios
universitarios resuelva esos problemas apelando a la medicina científica, ya que la
cultura, a decir de Clifford Geertz, en su obra La interpretación de las culturas (1987),
no es otra cosa que un “sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas
por medio de las cuales la gente se comunica, perpetúa y desarrolla su conocimiento
sobre las actitudes hacia la vida”.

En resumen, la dinámica diacrónica y sincrónica, así como la cultura, son los


elementos que articulan y dan sentido al devenir del pensamiento mágico, empírico,
religioso y científico como parte de las herramientas epistemológicas que auxilian
para comprender a la medicina a través de la historia.
Verdad y validación del pensamiento

Para iniciar una reflexión sobre la verdad y la validación del conocimiento, partamos
de la premisa que señala Jenófanes, filósofo griego:

Tal principio, que indudablemente excluye la idea de que existen fuentes esenciales
de conocimiento, como se pretende que es la razón y la observación, nos permite
señalar, de acuerdo con Karl Popper, que el conocimiento tampoco parte de la nada,
sino que consiste esencialmente en la modificación del conocimiento previo y que
cada solución de un problema da lugar a nuevos problemas.

El problema de la verdad para Popper consiste en la posibilidad de reflexionar acerca


de si la aseveración o afirmación que cada disciplina científica continuamente realiza
sobre su objeto de estudio, efectivamente, como señala Miller (1997), citando a
Popper, se “apega a los hechos […]. Y tratamos de averiguar esta veracidad, tan bien
como podamos, examinando o poniendo a prueba la aserción misma: ya sea
directamente o examinando o poniendo a prueba sus consecuencias”.

Esta idea se relaciona con el concepto de la verdad, comprendida con la idea de


correspondencia o relación, y que tiene una larga data en la filosofía y que fue
enunciado en la filosofía antigua, al señalar la correspondencia entre el discurso y su
referencia, es decir, entre lo que se dice como es y lo falso que dice que es, pero no
corresponde con la realidad, y que más tarde se sintetizó en la idea de que lo
verdadero es verdadero, porque es verdadero, porque si no es verdadero es falso.

Han estado ligados modernamente, como ha señalado el filósofo Ambrosio Velasco


(1993) con la noción más plástica de Alfred Tarski, acerca de que lo verdadero se
puede conceptualizar como “un enunciado es verdadero en caso de designar un
estado de cosas existentes”.

Tal afirmación nos permite hacer una diferenciación, respecto al problema de las
ideologías, que siempre existen en el mundo social, como es el caso de las teorías
médicas que no son falsas o verdaderas, pues simplemente ni siquiera corresponde a
ellas validar criterios de verdad o falsedad, ya que funcionan como aparatos o
instrumentos operativos cognitivos y efectivos para justificar, cuestionar o
transformar las creencias, actitudes y prácticas médicas dominantes de cualquier
tiempo o periodo de la historia.

La aseveración plantea el problema de comprender la verdad en el tiempo; es decir, la


verdad histórica, ya que, en cuanto a ideologías, parece que existe un sinnúmero de
verdades o enunciados que corresponden de entrada al tiempo en donde se generan.

Como ejemplo, señalemos la verdad que hubo en medicina del siglo V a. C. al siglo
XVIII d. C., basada en la existencia de la medicina humoral, así como también la
verdad histórica basada en la existencia de una medicina mágica.

Par argumentar respecto a esta afirmación, escuchemos a dos médicos


representantes de tales posiciones. El primero, el médico novohispano Agustín Farfán
(1579) quien, siguiendo a Galeno, al final del siglo XVI, afirmaba: “Que el modo de la
generación de los tumores, inflamaciones y apostemas es este: que el humor de que
se causan, primero corre y pasa por las venas grandes y después por las menores, y a
la postre todo ello va a las pequeñas, y de este modo se hincha el miembro, y así se
hace y causa la inflamación”.

El segundo, el médico indígena náhuatl Martín de la Cruz (1992), quien al hablar de la


enfermedad del miedo señalaba mágicamente que el medroso debía de tomar una
porción preparada con hierbas usadas por los indígenas, en especial tonatiuh yxiuh,
“que hace salir brillo de oro”, así como “agua de lluvia y sangre de zorra, de zorrillo, de
sangre y excremento […] de golondrina triturada en agua y espuma marina”.

Estas afirmaciones, que tienen un sustento epistemológico, al proceder de dos


respetados médicos representantes de dos grupos profesionales diferentes que
practicaron la medicina en época y lugar diferente, nos obliga a señalar dos cosas.
Primero, que la filosofía, de acuerdo con Michel Foucault, en su obra sobre La
hermenéutica y el sujeto. (2012), “es un pensamiento que se interroga acerca de lo que
permite al sujeto tener acceso a la verdad”. Es decir, la filosofía tiene como meta la
búsqueda de la verdad y para ello utiliza un arsenal epistemológico que opera de la
mano con la reflexión realizada por el filósofo. Segundo, que la medicina en su
búsqueda del conocimiento médico para luchar contra la enfermedad, utiliza una
serie de categorías o términos, por ejemplo, dolor, inflación, granuloma o hemorragia,
que están íntimamente conectados a un tiempo histórico y a un saber médico, que
corresponde al tiempo que el médico vive.

Estas dos afirmaciones nos permiten señalar, recordando a Tarski, que parece que no
hay una verdad absoluta, sino verdades históricas relativas que corresponden al
tiempo en que son aceptadas, pues los enunciados señalados arriba se corresponden
con un estado de cosas e ideas, como fueron la medicina humoral y la medicina
mágica.

Así vistas las cosas, a la historia corresponde develar los contextos y las realidades en
donde cobran sentido esas verdades enunciadas, porque como señala el filósofo
Ambrosio Velasco (1993), siguiendo a Quentin Skinner, “la historia tiene simplemente
la función de un ángel que rescata y trascribe el significado original de los textos […]
en su contexto histórico especifico”.

En ese sentido, la verdad y el pensamiento científico asociado a ella, así como la


preguntas sobre lo que consideramos “lo real”, pasan por el uso de una metodología
epistémica, que nos recuerda Lira (2008), en su obra Karl Popper: Controversias en la
filosofía de la ciencia, que desde los tiempos de Isaac Newton ha sido denominada la
metodología de las causas verdaderas. Y que para el autor de los Principia descansa
en la primera de sus reglas: “Regla I. No deben de admitirse más causas de las cosas
naturales que aquellas que sean suficientes para explicar sus fenómenos”.

Para lograr tal hazaña de conocer la verdad, se requiere del uso del método inductivo,
que consiste en la búsqueda de las formas o propiedades que conciernen o dan
sentido al fenómeno estudiado, procediendo por separación y exclusión de lo no
relacionado con el objeto, estableciendo proposiciones universales obtenidas de
casos particulares.

En este punto, una característica del hombre que estudia un fenómeno es el uso de
un método, que para Mario Bunge tiene una meta, que no es otra que obtener un
conocimiento verificable sobre los hechos que lo circunscriben. Tal característica
permite señalar que lo que denominamos conocimiento, y en especial conocimiento
científico, pasa por la definición de la categoría ciencia. Sobre este punto, Lira (2008),
en su obra Karl Popper: Controversias en la filosofía de la ciencia, señala que para
Neurath “La ciencia abarca todas las leyes científicas, las cuales pueden sin excepción,
combinarse entre sí. Las leyes no son enunciados, sino meramente directivas acerca
de cómo pasar de los enunciados observacionales a las predicciones”.

En esta idea sobre la ciencia como sistema de conocimiento y de preposiciones


predictivas, es decir, acerca de lo que va a suceder al estudiar el fenómeno científico,
para el caso de la historia de la ciencia ha sido una revolución, y su más insigne
representante, Thomas Khun.

José de Lira Bautista (2008), citando a Thomas Khun, ha señalado que éste acuñó una
serie de postulados, en donde señaló que existe una ciencia normal, que es
comprendida como la ciencia del contexto social y político, en donde se genera, y cuya
base, a decir de Khun, es “la investigación basada firmemente en una o más
realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica
particular reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica
posterior”.

Esta idea, que está fuertemente asociada a la noción de paradigma científico, permite
a Khun conceptualizar a la ciencia como una ciencia dinámica y en perpetuo progreso
o cambio, que sólo puede ser explicada con nociones de verdadero o falso en relación
con el contexto histórico en donde surge el paradigma de la ciencia normal, que es
comprendida por relación como ciencia legitima o válida.

La ciencia válida o legítima podemos comprenderla ahora como el conjunto de


enunciados que designan un estado de cosas que la sociedad reconoce y valida, y en
su devenir atraviesa por diferentes etapas.

Para Bautista (2008), siguiendo a Khun, esas etapas pueden ser “un periodo
preparadigmático, un periodo postparadigmático, un periodo de crisis, una revolución
científica, y finalmente el dominio de un nuevo paradigma. La ciencia normal es el
periodo de estabilidad propio de los periodos paradigmáticos”. Es decir, aquí, en este
punto o estadio estamos frente a la verdad reconocida por todos y comprendida y
validada como ciencia, incluida la medicina científica.

Finalmente, convengamos con todo lo dicho que la verdad es una preposición elusiva,
permanente, tal y como indicó Jenófanes; sin embargo, señalemos que la verdad
existe y está dada por el principio de inducción de las cosas universales, procediendo
de las cosas particulares, pero en especial, por el contexto que la historia, y en
especial el tiempo, les asigna.
Para la filosofía no hay verdades inmutables ni absolutas en la ciencia, como tampoco
para la filosofía de la medicina, para la cual la medicina no tiene verdades científicas
eternas, sino simplemente verdades relativas válidas en el tiempo y que la historia
descubre para todos, exhibiendo que fueron establecidas conforme al momento, la
época, los métodos de estudio y de investigación experimental existentes en el
tiempo en que se originan y desarrollan, y que adquieren un valor y una validez, como
en el caso del conocimiento, que sólo es válido cuando, como dice Nicola Abbagnano,
en su descomunal Diccionario de filosofía: “lo que es (o debe ser) es reconocido por
todos como verdadero, bueno y bello”.
Esta afirmación como podemos razonar es una aspiración siempre presente en la
medicina, sus saberes y sus prácticas.

Fuentes de información

Bibliografía

Abbagnano, N. (1989). Diccionario de filosofía. Ciudad de México: FCE.

Bunge, M. (1957). La ciencia, su método y sus filosofías. Buenos Aires: Librería de


Bolsillo.

Cassirer, E. (1963). Antropología filosófica. Introducción a una filosofía de la cultura (2.ª


ed.). (E. Ímaz, trad.). Ciudad de México: FCE.

Clifford, G. (1987). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.

Cortés, R. (2007). Historia antigua de la medicina. Ciudad de México: BUAP-UNAM.

Cruz, M. (1992). De medicinabulus indorum herbis. Ciudad de México: Secretaría de


Salud.

Farfán, A. (1579). De las apostemas. De las causas y modo de engendrar. En Tratado


breve de anatomía y cirugía. Ciudad de México: Casa de Antonio Ricardo.

Foucault, M. (2012). La hermenéutica y el sujeto. Ciudad de México: FCE.

Lira, J. (2008). Karl Popper: Controversias en la filosofía de la ciencia. Ciudad de México:


UNAM.
López, A. (1996). Cuerpo humano e ideología. Las concepciones de los antiguos nahuas.
Ciudad de México: UNAM.

Miller, D. (1997). Popper escritos selectos. Ciudad de México: FCE.

Velasco, A. (1993, diciembre). Historia y filosofía en la interpretación de las políticas.


Crítica. Revista hispanoamericana de filosofía, 75(XXV).

Documentos electrónicos

Unesco. (1982). Conferencia mundial sobre las políticas culturales. Consultado de


http://www.unesco.org/new/es/mexico/work-areas/culture/

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