El Laberinto de La Soledad de Octavio Paz

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El laberinto de la soledad de Octavio Paz

Andrea Imaginario Andrea Imaginario Especialista en artes, literatura e historia


cultural
En el libro El laberinto de la soledad, el escritor Octavio Paz reflexiona sobre la
identidad de México y los valores culturales que mueven los hilos de su historia.
Escrito bajo la forma del ensayo, la densidad de sus planteamientos lo han
convertido en un texto referencial para toda América Latina. Por ello, en este
artículo ofrecemos una breve introducción a su lectura: reseña, resumen, análisis y
breve biografía del autor.

El siglo XX en Hispanoamérica abre con una pregunta nacida de una independencia


apenas incipiente: ¿existe, o en qué consiste, la identidad hispanoamericana? Esta
pregunta es también preocupación de Octavio Paz en este gran ensayo llamado El
laberinto de la soledad, donde el autor se interroga sobre la identidad del ser
mexicano específicamente. Su pregunta principal será "¿qué hace diferentes a los
mexicanos?"

Estructura del libro


El laberinto de la soledad
Izquierda: Primera edición de El laberinto de la soledad. Derecha: Edición 50º
aniversario.
Octavio Paz publicó El laberinto de la soledad por primera vez en el año 1950.
Este, que fue su primer libro de ensayos, sufrió algunas modificaciones a partir de
1959, cuando fue lanzada la segunda edición.

En su primera edición, el libro constaba de los primeros siete capítulos, y el


octavo era solo el apéndice. Desde su segunda edición, el apéndice "Nuestros días"
fue incorporado como octavo capítulo.

Actualmente, todos los capítulos confluyen en un nuevo apéndice llamado “La


dialéctica de la soledad”, una suerte de síntesis de las ideas esbozadas a lo largo
de todo el texto. Los capítulos son:

El pachuco y otros extremos


Máscaras mexicanas
Todos los santos, día de muertos
Los hijos de la Malinche
Conquista y colonia
De la independencia a la revolución
La inteligencia mexicana
Nuestros días
Apéndice: La dialéctica de la soledad
Tal parece que este libro representó una gran inquietud, no solo para Octavio Paz
sino para los lectores mexicanos, puesto que en las siguientes ediciones fueron
añadidas otras secciones. En efecto, en 1969, Paz incorporó un apartado llamado
“Posdata”, que consta de las siguientes partes:

Olimpiada y Tlatelolco
El desarrollo y otros espejismos
Crítica de la pirámide
Posteriormente, se añadió una entrevista que Claude Fell le hiciera a Paz,
publicada en la revista Plural en 1975, y que fue titulada “Vuelta a El laberinto
de la soledad”.

Resumen de El laberinto de la soledad


Octavio Paz reflexiona sobre la identidad y la nación mexicana en plena mitad del
siglo XX, cuando México enfrentaba ya las desilusiones de la revolución de 1910. En
ese tiempo también el mundo enfrentaba una radical transformación capitalista, la
expansión de la ideología socialista y las consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial concluida en 1945.

El autor acude al género literario del ensayo, cuya flexibilidad permite cavilar
sobre un tema sin la pretensión de dictar cátedra ni revelar leyes universales. El
ensayo comparte un camino reflexivo que es, en cierto modo, el discurrir de la
propia conciencia. El ensayista sabe que la identidad, así como un laberinto, es un
problema a resolver. Para México, es el laberinto de la soledad, condición última
del ser mexicano.

En los primeros cuatro capítulos del libro, Octavio Paz observa y analiza los
movimientos migratorios, los símbolos, los modales y los rituales de la cultura,
todos ellos en el vértice de un proceso de transformación. Su tesis principal
versará sobre la convicción de que el ser mexicano se funda en la soledad, no como
cosa existencial, sino como imaginario colectivo, como imagen histórica.

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Para definir al mexicano, Paz recorre el camino a la inversa: su primer esfuerzo
será mirar la identidad mexicana fuera de sus fronteras. Será después que Paz
retorne su mirada al corazón de México mismo, para analizar las máscaras sociales
que derivan en el "ninguneo" como práctica colectiva. Recorrerá los símbolos de las
fiestas y del culto a la muerte, percibida como una venganza de la vida y,
finalmente, reflexionará sobre las perspectiva de un patriarcalismo, fundado en la
humillación y violación simbólica de la madre.

Los capítulos del 4 al 8 repasarán la historia como un tejido elaborado a pulso,


que será el tejido que arrope esta cultura previamente descrita: la conquista y la
colonia, la independencia y la revolución, la inteligencia mexicana y los días
contemporáneos de Paz en aquel momento, darán forma discursiva a la soledad hecha
cuerpo en el imaginario colectivo.

Análisis de El laberinto de la soledad


A continuación, analizaremos en detalle, capítulo a capítulo, cada uno de los
principales planteamientos de Octavio Paz en El laberinto de la soledad.

El pachuco y otros extremos (capítulo 1)


Tin Tan como pachuco
Germán Valdés "Tin Tan" como pachuco.
Resulta interesante que Paz sitúe su primer acercamiento a la identidad mexicana
fuera de las fronteras de México, en Los Ángeles. Para la década de 1950, en esta
ciudad existía un grupo cultural conocido como "pachucos", bandas de jóvenes, casi
siempre mexicanos, con un deseo manifiesto de ser distintos, tanto a su origen como
a la cultura de acogida. Para paz, el pachuco pretendía infundir miedo en busca de
la autohumillación, su voluntad era la de no ser.

Así, el pachuco resulta ideal para la imagen que acompañará todo el libro: la
soledad mexicana nace del sentimiento de haber sido arrancado, dice Paz. Por tanto,
la tesis fundamental será que la historia de México es la búsqueda de esa
filiación, la búsqueda del vínculo o del origen, de cuya pérdida deriva su soledad
esencial.

Paz se pregunta: ¿qué hace diferentes a los mexicanos? ¿Qué los diferencia de los
estadounidenses? El vecino del norte le resultaba a Octavio Paz confiado en el
futuro; luchaba por sus ideales a través del perfeccionamiento del sistema y no de
la invención; partía de un optimismo que negaba la realidad, gustaba de historias
de policías y de hadas, gustaba comprender y regodearse en el humor. Eran, al menos
hasta la Segunda Guerra Mundial, crédulos.

Para Paz, los mexicanos contemplan el horror en su cultura, le rinden culto a la


muerte; son creyentes, pero no crédulos; no son optimistas, pero creen en los mitos
y las leyendas; contemplan y viven la tristeza como identidad.

Máscaras mexicanas (capítulo 2)


En este capítulo, Octavio Paz reflexiona sobre las actitudes de autodefensa,
resignación e ironía mexicanas que funcionan como máscaras que ocultan la realidad.
Así, establece: el mexicano es cerrado. En esta cultura, abrirse, mostrarse, es
percibido como debilidad y traición. Octavio Paz piensa que esto es visible en
expresiones del lenguaje como "no te rajes", una máxima mexicana.

"Rajarse" es 'abrirse', es mostrar lo que se lleva dentro, es estar al alcance de


la penetración, de la invasión, del ultraje, de la violación. Por eso, Paz
relaciona el carácter cerrado del mexicano con el machismo reinante, ya que después
de todo la mujer es, pues, imagen de la raja que nunca se cierra. La mujer es lo
abierto por naturaleza. Abrirse es "venderse", dice Paz.

El pudor es así una máscara que protege la intimidad. Si del hombre se espera la
reserva, de la mujer se espera el recato. El cuerpo "muestra" el ser. La relación
con el homosexualismo y el machismo en México dará otra pista: ejercerlo no es otra
cosa que "rajarse", abrirse, pero, a pesar de ello, resulta válido ser el que
"raja" al otro, el que lo "abre".

Todo son máscaras: la simulación, la disimulación propia y disimulación del otro,


el ninguneo y, finalmente, el silencio. Son mecanismos defensivos, no ofensivos.
Esa es la lucha mexicana.

En este capítulo, Paz postula también que lo cerrado vive en México como amor a la
forma. De allí el ritualismo y de allí también la consolidación del barroco, tanto
literario como plástico, por sobre otros paradigmas estéticos.

Todos los santos, día de muertos (capítulo 3)


Día de muertos

No debe extrañar que el mexicano guste de las fiestas públicas. Estas son canales
de purificación por medio del caos, momentos excepcionales en los que la gente
puede abrirse, "rajarse". La fiesta permite la expresión, y, según Paz, expresarse
es romper con uno mismo. La fiesta permite que por un día sea exhibido aquello que
la cultura cotidiana impide. Ese es el lugar del día de muertos o de la fiesta del
grito.

La cultura mexicana de la fiesta es un culto a la muerte que Octavio Paz observa


como símbolo de una venganza contra la vida. Las representaciones populares de la
muerte son abordadas por el autor como símbolos de la insignificancia de la vida
humana.

Los hijos de la Malinche (capítulo 4)


Negociaciones con los españoles Tlaxcala
Desiderio Hernández Xochitiotzin: Negociaciones entre los aztecas y los españoles,
Tlaxcala. Mural.
La Malinche aparece en medio actuando como intérprete entre ambas lenguas.
El capitalismo y su relación con México es una de las preocupaciones de Paz. Según
el autor, el capitalismo representa el despojo de lo humano al reducirlo a mera
fuerza de trabajo. El capitalismo irrumpe en la sociedad y transforma el orden y
los símbolos en utilidad y utilidades.

Si el campesino, dice Paz, representa el misterio y la tradición, el obrero está


disuelto en lo genérico de la clase, pues no es dueño ni de sus herramientas, ni
del resultado de su obra ni de sus ganancias. El obrero cumple apenas una función
en la cadena de producción. Por lo tanto, su trabajo se deshumaniza. Cosa semejante
pasa con el técnico. La sociedad capitalista se hace eficaz, pero pierde el rumbo.

En medio de ello, el mexicano se mantiene en la lucha con sus entidades del pasado,
cuyas fuentes se encuentran en la conquista. Será este el lugar de la expresión
lingüística "¡Viva México, hijos de la chingada!"; pero ¿quién es la Chingada?, se
pregunta el autor.

Será esta una frase usada en contra de los demás: los otros, los extranjeros, los
malos mexicanos. Si bien chingar tiene un significado diferente en cada región de
América Latina, siempre tiene una connotación violenta; siempre refiere a una forma
de agresión.

Dice Paz que la chingada es, pues, "la madre abierta, violada o burlada por la
fuerza". Es doña Malinche, amante de Cortés, por lo que sus hijos son el engendro
de la violación. Si la Malinche "se ha vendido", ha traicionado a su gente, el
mexicano no la perdona. Ha roto con su madre, ha perdido el vínculo.

Esta frase es para Paz la sarcástica humillación de la madre y la afirmación


violenta del padre. Ese es el grito de la revolución. Por eso, la revolución niega
lo diverso e impone al hombre en la cúspide. Cerrados una vez más, los mexicanos
viven la orfandad y la soledad.

Ver también Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Conquista y colonia (capítulo 5)


diego rivera la colonizacion
Diego Rivera: La colonización o llegada de Hernán Cortés a Veracruz (fragmento).
Frente a la conquista y la colonización, los aztecas sienten que los dioses los han
abandonado, los han dejado en la orfandad. España, en aquellos años, no es la
España medieval cerrada, sino que está abierta a la universalidad por influencia
del renacimiento. Por eso España aplica y adapta, pero no inventa, según Octavio
Paz.

La Iglesia católica, también de pretensión universal, le ofrece a los indígenas una


filiación, un refugio y, en última instancia, un rol o papel, así sea el último de
la sociedad. De allí que la religión católica haya cumplido un papel cohesionador.

De la misma manera que España no inventa, sino que aplica y adapta, el arte
novohispano no pretenderá la originalidad. Pretenderá, sí, la universalidad.

Sor Juana Inés de la Cruz será ejemplo de ello. Pero ella también, como hija del
orden colonial impuesto en México, vivirá la doble soledad: la soledad de la mujer
y de la intelectualidad. Como es de esperarse en la cultura de la máscara, el
disimulo y el ninguneo, sor Juana acabará por guardar silencio y acatar el rol que
se le ha impuesto.

De la independencia a la revolución (capítulo 6)


Independencia de México
Juan O'Gorman: Independencia de México. Fragmento. Mural.
La decadencia del orden colonial trae consigo una imagen de América Latina como un
futuro por realizar y no como una tradición a continuar.

Pero según el autor, los líderes de la independencia anteponen las ideologías como
una máscara, puesto que, de fondo, no plantean un nuevo orden sino la perpetuación
del orden anterior en manos de los herederos. Por eso, dice Paz, la independencia
mexicana será una guerra de clases y no una guerra con la metrópolis; será una
reforma agraria en gestación.

La confusión que se genera en México en aquellos años permite que EE.UU. aproveche
la situación para robar la mitad de su territorio, lo que hiere de muerte al
caudillismo militar y golpea la moral mexicana. Es una raja, es la tierra violada,
penetrada, rajada.

El porfirismo posterior será heredero del feudalismo colonial. Es la imposición de


una minoría. Aparece así, una vez más en la historia de México, la simulación,
apenas útil para romper con el pasado, pero incapaz de crear un orden real.

La revolución mexicana es la primera y verdadera revelación del ser mexicano para


Octavio Paz, pues aunque nació sin programa, su proceso fue auténticamente de base
y muy anterior a las revoluciones socialistas del siglo, empezando por la rusa.

Sin embargo, hallaría sus límites al llegar al gobierno. Por ello, atrapada en su
condición orgánica sin programa ideológico, acaba por adoptar un programa liberal,
asimilar un discurso socialista y sufrir las consecuencias del imperialismo. Lo que
nace por primera vez desde una autenticidad se transforma, nuevamente, en un
disfraz, en una máscara; en simulación y disimulo. La revolución quiere regresar al
origen, y esa voluntad de regreso es fruto de la soledad.

La inteligencia mexicana (capítulo 7)


Orozco
José Clemente Orozco: Katharsis. 1934-1935. Fresco.
Octavio Paz aborda en este capítulo el surgimiento y evolución de una nueva
generación de intelectuales que acompañó el proceso revolucionario o que vivió la
transformación, no sin contradicciones. Surgieron toda clase de artistas e
intelectuales al servicio de la revolución, que debieron formarse en áreas ajenas
para desarrollar un papel en la administración del Estado. Algunos, al
identificarse con el gobierno, perdieron el espíritu crítico del oficio.

Paz celebra la política educativa desarrollada por José Vasconcelos, secretario de


educación, quien impulsó importantes reformas y brindó los espacios para el
desarrollo de las artes de inspiración popular y nacional, como el muralismo
mexicano.

Ver también 5 claves para entender la importancia del muralismo mexicano.

Autor de La raza cósmica, Vasconcelos contempla a México y América Latina como una
promesa de futuro para el mundo. Sin embargo, dice Paz que la pretensión de una
educación socialista, progresista y antidogmática se contradecía con el programa
liberal de gobierno.

Paz destaca el valor del aporte de importantes intelectuales de méxico que marcaron
la diferencia y destacaron, por lo que se constituyen en referencias fundamentales,
como José Gaos y Alfonso Reyes, entre muchos otros.

Nuestros días (capítulo 8)


Siqueiros
David Alfaro Siqueiros: Imagen de nuestro presente. 1947.
Al reflexionar sobre su actualidad, Octavio Paz reconoce que la revolución creó a
la nación, le dio cuerpo y nombre, le dio entidad, pero que, a pesar de ello, no
fue capaz de crear un orden vital en el cual pudieran encontrarse las respuestas
que los mexicanos han buscado a lo largo de su historia, especialmente desde el
momento en que comenzaron a tomar consciencia de su especificidad.

Analizar su tiempo histórico lo lleva a escudriñar en los límites y alcances de los


modelos de orden político, económico y social que dominan para entonces el mundo
occidental, y que, de alguna manera, afectan el proyecto de país: el capitalismo y
el socialismo. Ambos sistemas, sea en el discurso o en la praxis, se muestran
insuficientes para dar respuesta a las necesidades mexicanas, lo mismo que las
realidades de otras naciones, como las latinoamericanas, las asiáticas y las
africanas.

Quizá se deje traslucir en este laberinto de Octavio Paz, de algún modo, un pequeño
aliento de esperanza, de posibilidad del ser mexicano, de promesa y de futuro, que,
en este caso, reclama la invención.

La revisión de la historia, los símbolos, el lenguaje y los rituales hechos por el


autor hasta este punto, no son más que un esfuerzo por encontrar los derroteros que
conduzcan a la liberación del hombre que es, al fin y al cabo, el propósito de toda
la historia humana.

Breve biografía de Octavio Paz


Octavio Paz

Octavio Paz Lozano (1914-1998) nació en Ciudad de México. Fue poeta, ensayista y
diplomático. Sus padres fueron Josefina Lozano y Octavio Paz Solórzano, quien fue
un luchador activo de la revolución mexicana iniciada en 1910. Su abuelo, Ireneo
Paz, fue un intelectual y novelista. En su biblioteca, el joven Octavio encontró la
fascinación por la lectura, especialmente la poesía.

Se formó en la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso y, posteriormente,


estudió en la Facultad de Derecho y Filosofía de la Universidad Autónoma de México
(UNAM).

Sus primeros poemarios solían tener una gran influencia del pensamiento marxista,
pero poco a poco se transforman por la influencia de las ideas de los surrealistas
así como de otros movimientos literarios.

En 1944 recibe la beca Guggenheim, por lo que se traslada a los Estados Unidos por
espacio de un año. Al año siguiente, inicia su carrera en el Servicio Exterior de
México. Poco a poco, irá ganando mayor notoriedad como escritor, hasta convertirse
en uno de los autores más leídos del mundo hispanohablante.

Recibió el premio Cervantes en el año de 1981 y el premio Nobel en 1990. Muere en


Coyoacán, México.

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