El Laberinto de La Soledad de Octavio Paz
El Laberinto de La Soledad de Octavio Paz
El Laberinto de La Soledad de Octavio Paz
Olimpiada y Tlatelolco
El desarrollo y otros espejismos
Crítica de la pirámide
Posteriormente, se añadió una entrevista que Claude Fell le hiciera a Paz,
publicada en la revista Plural en 1975, y que fue titulada “Vuelta a El laberinto
de la soledad”.
El autor acude al género literario del ensayo, cuya flexibilidad permite cavilar
sobre un tema sin la pretensión de dictar cátedra ni revelar leyes universales. El
ensayo comparte un camino reflexivo que es, en cierto modo, el discurrir de la
propia conciencia. El ensayista sabe que la identidad, así como un laberinto, es un
problema a resolver. Para México, es el laberinto de la soledad, condición última
del ser mexicano.
En los primeros cuatro capítulos del libro, Octavio Paz observa y analiza los
movimientos migratorios, los símbolos, los modales y los rituales de la cultura,
todos ellos en el vértice de un proceso de transformación. Su tesis principal
versará sobre la convicción de que el ser mexicano se funda en la soledad, no como
cosa existencial, sino como imaginario colectivo, como imagen histórica.
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Para definir al mexicano, Paz recorre el camino a la inversa: su primer esfuerzo
será mirar la identidad mexicana fuera de sus fronteras. Será después que Paz
retorne su mirada al corazón de México mismo, para analizar las máscaras sociales
que derivan en el "ninguneo" como práctica colectiva. Recorrerá los símbolos de las
fiestas y del culto a la muerte, percibida como una venganza de la vida y,
finalmente, reflexionará sobre las perspectiva de un patriarcalismo, fundado en la
humillación y violación simbólica de la madre.
Así, el pachuco resulta ideal para la imagen que acompañará todo el libro: la
soledad mexicana nace del sentimiento de haber sido arrancado, dice Paz. Por tanto,
la tesis fundamental será que la historia de México es la búsqueda de esa
filiación, la búsqueda del vínculo o del origen, de cuya pérdida deriva su soledad
esencial.
Paz se pregunta: ¿qué hace diferentes a los mexicanos? ¿Qué los diferencia de los
estadounidenses? El vecino del norte le resultaba a Octavio Paz confiado en el
futuro; luchaba por sus ideales a través del perfeccionamiento del sistema y no de
la invención; partía de un optimismo que negaba la realidad, gustaba de historias
de policías y de hadas, gustaba comprender y regodearse en el humor. Eran, al menos
hasta la Segunda Guerra Mundial, crédulos.
El pudor es así una máscara que protege la intimidad. Si del hombre se espera la
reserva, de la mujer se espera el recato. El cuerpo "muestra" el ser. La relación
con el homosexualismo y el machismo en México dará otra pista: ejercerlo no es otra
cosa que "rajarse", abrirse, pero, a pesar de ello, resulta válido ser el que
"raja" al otro, el que lo "abre".
En este capítulo, Paz postula también que lo cerrado vive en México como amor a la
forma. De allí el ritualismo y de allí también la consolidación del barroco, tanto
literario como plástico, por sobre otros paradigmas estéticos.
No debe extrañar que el mexicano guste de las fiestas públicas. Estas son canales
de purificación por medio del caos, momentos excepcionales en los que la gente
puede abrirse, "rajarse". La fiesta permite la expresión, y, según Paz, expresarse
es romper con uno mismo. La fiesta permite que por un día sea exhibido aquello que
la cultura cotidiana impide. Ese es el lugar del día de muertos o de la fiesta del
grito.
En medio de ello, el mexicano se mantiene en la lucha con sus entidades del pasado,
cuyas fuentes se encuentran en la conquista. Será este el lugar de la expresión
lingüística "¡Viva México, hijos de la chingada!"; pero ¿quién es la Chingada?, se
pregunta el autor.
Será esta una frase usada en contra de los demás: los otros, los extranjeros, los
malos mexicanos. Si bien chingar tiene un significado diferente en cada región de
América Latina, siempre tiene una connotación violenta; siempre refiere a una forma
de agresión.
Dice Paz que la chingada es, pues, "la madre abierta, violada o burlada por la
fuerza". Es doña Malinche, amante de Cortés, por lo que sus hijos son el engendro
de la violación. Si la Malinche "se ha vendido", ha traicionado a su gente, el
mexicano no la perdona. Ha roto con su madre, ha perdido el vínculo.
De la misma manera que España no inventa, sino que aplica y adapta, el arte
novohispano no pretenderá la originalidad. Pretenderá, sí, la universalidad.
Sor Juana Inés de la Cruz será ejemplo de ello. Pero ella también, como hija del
orden colonial impuesto en México, vivirá la doble soledad: la soledad de la mujer
y de la intelectualidad. Como es de esperarse en la cultura de la máscara, el
disimulo y el ninguneo, sor Juana acabará por guardar silencio y acatar el rol que
se le ha impuesto.
Pero según el autor, los líderes de la independencia anteponen las ideologías como
una máscara, puesto que, de fondo, no plantean un nuevo orden sino la perpetuación
del orden anterior en manos de los herederos. Por eso, dice Paz, la independencia
mexicana será una guerra de clases y no una guerra con la metrópolis; será una
reforma agraria en gestación.
La confusión que se genera en México en aquellos años permite que EE.UU. aproveche
la situación para robar la mitad de su territorio, lo que hiere de muerte al
caudillismo militar y golpea la moral mexicana. Es una raja, es la tierra violada,
penetrada, rajada.
Sin embargo, hallaría sus límites al llegar al gobierno. Por ello, atrapada en su
condición orgánica sin programa ideológico, acaba por adoptar un programa liberal,
asimilar un discurso socialista y sufrir las consecuencias del imperialismo. Lo que
nace por primera vez desde una autenticidad se transforma, nuevamente, en un
disfraz, en una máscara; en simulación y disimulo. La revolución quiere regresar al
origen, y esa voluntad de regreso es fruto de la soledad.
Autor de La raza cósmica, Vasconcelos contempla a México y América Latina como una
promesa de futuro para el mundo. Sin embargo, dice Paz que la pretensión de una
educación socialista, progresista y antidogmática se contradecía con el programa
liberal de gobierno.
Paz destaca el valor del aporte de importantes intelectuales de méxico que marcaron
la diferencia y destacaron, por lo que se constituyen en referencias fundamentales,
como José Gaos y Alfonso Reyes, entre muchos otros.
Quizá se deje traslucir en este laberinto de Octavio Paz, de algún modo, un pequeño
aliento de esperanza, de posibilidad del ser mexicano, de promesa y de futuro, que,
en este caso, reclama la invención.
Octavio Paz Lozano (1914-1998) nació en Ciudad de México. Fue poeta, ensayista y
diplomático. Sus padres fueron Josefina Lozano y Octavio Paz Solórzano, quien fue
un luchador activo de la revolución mexicana iniciada en 1910. Su abuelo, Ireneo
Paz, fue un intelectual y novelista. En su biblioteca, el joven Octavio encontró la
fascinación por la lectura, especialmente la poesía.
Sus primeros poemarios solían tener una gran influencia del pensamiento marxista,
pero poco a poco se transforman por la influencia de las ideas de los surrealistas
así como de otros movimientos literarios.
En 1944 recibe la beca Guggenheim, por lo que se traslada a los Estados Unidos por
espacio de un año. Al año siguiente, inicia su carrera en el Servicio Exterior de
México. Poco a poco, irá ganando mayor notoriedad como escritor, hasta convertirse
en uno de los autores más leídos del mundo hispanohablante.