El Hombre en La Calle (Lectura y Actividad)
El Hombre en La Calle (Lectura y Actividad)
El Hombre en La Calle (Lectura y Actividad)
ciudad:
Héroes y villanos en la
ectives
el relato policial o de det
A leer
Observa la siguiente ilustración y responde las preguntas.
de la Lectura
→ Fernando Vicente.
Bang. (2014).
Vocabulario en contexto
Infiere el significado de las palabras destacadas a partir del contexto en que
se utilizan. Para eso, fíjate en el sentido de la oración en que se insertan y
cómo la palabra se relaciona con las demás. Luego, escribe en tu cuaderno
las definiciones que propusiste.
El hombre en la calle
Georges Simenon
EL CRIMEN DE BAGATELLE
acodado: apoyado inspectores, que se turnaban en la persecución y que, a fin de cuentas, acabaron
sobre los codos. tan exhaustos como su perseguido.
nórdico: habitante de
los países del norte Maigret bajó del taxi delante del Nain Jaune, a la hora del aperitivo, y encontró a
de Europa, como Janvier acodado en el mostrador. No se tomó la molestia de adoptar un
Dinamarca o Suecia. aire inocente.
eslavo: habitante de —¿Quién es?
ciertos países del este
de Europa, Ucrania, Con la barbilla, el inspector le indicó un hombre sentado en un rincón, delante
Rusia y los Balcanes. de un velador. El hombre los miraba con sus pupilas claras, de un azul grisáceo,
Picon: famosa marca de que daban a su fisonomía el aspecto de ser extranjero. ¿Nórdico? ¿Eslavo? Más
licor de naranja que se bien eslavo. Llevaba un abrigo gris, un traje de buenas hechuras, un sombrero
usa para acompañar la
flexible. Debía de tener unos treinta y cinco años. Estaba pálido, recién afeitado.
cerveza.
—¿Qué quiere tomar, jefe? ¿Un Picon caliente?
trabucar: pronunciar
equivocadamente las
—De acuerdo, un Picon caliente. ¿Qué bebe él?
palabras. —Aguardiente. Se ha tomado cinco esta mañana. Y no le extrañe si me trabuco
Place: en francés, plaza. un poco al hablar: siguiéndolo he tenido que entrar en todas las tabernas. Tiene
mucho aguante, ¿sabe usted?... Además, fíjese, lleva toda la mañana así. Este no se
da por vencido fácilmente.
Era verdad. Y parecía raro. Aquello no podía llamarse arrogancia ni desafío.
4 ¿A qué puede deberse El hombre sencillamente los miraba. Si estaba inquieto, no dejaba que nada
esta actitud? trasluciese. Su rostro expresaba más bien tristeza, pero una tristeza tranquila,
meditabunda. 4
—En Bagatelle, cuando se dio cuenta de que usted no lo perdía de vista, se
fue en seguida, y yo tras él. Aún no había andado cien metros cuando ya había
girado la cabeza. Entonces, en vez de salir del Bois, como parecía su intención,
Estrategias de
echó a andar a grandes zancadas por el primer sendero que encontró. Volvió la
comprensión lectora
cabeza otra vez. Me reconoció. Se sentó en un banco a pesar del frío, y yo me
Identifica las acciones paré a mi vez. Varias veces tuve la impresión de que quería dirigirme la palabra,
principales de un relato pero acabó por alejarse encogiéndose de hombros. En la Porte Dauphine estuve
Fíjate en las acciones que a punto de perderlo, porque tomó un taxi, pero tuve la suerte de encontrar
generan otras acciones y otro casi al momento. Bajó en la Place de l’Opéra, y se metió precipitadamente
hacen avanzar la historia. en el metro. Yo iba siguiéndolo, cambiamos cinco veces de línea, hasta que
Luego, anótalas en tu empezó a comprender que de esta manera no podría despistarme. Volvimos
cuaderno a medida que
a subir a la superficie. Estábamos en la Place Clichy. Desde entonces no hemos
vayas leyendo. Esto te
servirá para responder la dejado de ir de bar en bar. Yo esperaba que entrara en un buen lugar, con una
pregunta 3 de Después cabina telefónica desde donde pudiera vigilarlo. Cuando me ha visto telefonear,
de la lectura. ha hecho una mueca irónica y triste. Luego, yo hubiese jurado que lo estaba
esperando a usted.
—Telefonea a “casa”. Que Lucas y Torrence se preparen para venir corriendo al
primer aviso. Y que venga también un fotógrafo de Identidad Judicial, con una
cámara muy pequeña.
—¡Camarero! —llamó el desconocido—. ¿Qué le debo?
—Tres cincuenta.
—Apostaría a que es polaco —murmuró Maigret a Janvier—. En marcha.
¡Bueno! Con eso no irá muy lejos. Cuando llegó al Bois de Boulogne, acababa
de salir de su casa, porque iba recién afeitado, sin una mota de polvo, sin una
arruga en el traje. ¿Tenía intención de volver al cabo de poco? Ni siquiera se
preocupó por el dinero que llevaba encima. Maigret adivina lo que tiró al Sena:
los documentos de identidad, tal vez tarjetas de visita. 7
Quiere evitar a toda costa que se descubra dónde vive.
Y el callejeo típico de los que no tienen techo vuelve a empezar, con paradas
delante de las tiendas, de los puestos de vendedores ambulantes, o en los bares,
7 ¿Pensaste lo mismo
en los que tiene que entrar de vez en cuando, aunque solo sea para sentarse,
que el comisario?
sobre todo porque en la calle hace frío, o para leer los periódicos.
8 ¿Por qué crees que
¡Ciento cincuenta francos! Al mediodía, nada de restaurantes. El hombre se se produce esta
conforma con huevos duros, que come de pie ante un mostrador, y una cerveza, “intimidad” de la que
habla el narrador?
mientras Maigret engulle unos bocadillos.
Hay que resistir todo el tiempo posible. El hombre anda y anda...
¡Por cierto! Hay un detalle que llama la atención de Maigret. En su agotadora
caminata, el hombre recorre siempre determinados barrios: de la Trinité a la Place
Clichy; de la Place Clichy a Barbès, pasando por la Rue Caulaincourt; de Barbès a
la Gare du Nord y a la Rue La Fayette...
¿Tiene también miedo de que lo reconozcan? Seguramente elige los barrios más
alejados de su casa o de su hotel, los que suele frecuentar.
La ropa que usa indica una posición media. Son prendas cómodas, sobrias, de
buena hechura. Sin duda, una profesión liberal. ¡Lleva alianza! O sea que
¡está casado!
Maigret ha tenido que resignarse a ceder su lugar a Torrence. Pasa rápidamente rue: en francés, calle.
por su casa. profesión liberal:
—¿No hay nada de Lucas para mí? profesiones en las
cuales el trabajador
¡Sí! Hay una nota del brigada. Este ha enseñado la fotografía en numerosos suele entablar una
círculos polacos y rusos. Nadie lo conoce. Tampoco nada en los grupos políticos. relación directa con
En último extremo, ha sacado numerosas copias de la famosa fotografía. En todos sus clientes, como
los barrios de París hay agentes que van de puerta en puerta, de portería en abogados, médicos,
arquitectos, etc.
portería, mostrando la foto a los dueños de los bares y a los camareros.
Se ha establecido una curiosa intimidad entre perseguidor y perseguido, entre
el hombre cuya barba crece, cuyas ropas se arrugan, y Maigret, que no lo pierde
de vista ni un instante. Incluso hay un detalle divertido. Los dos se han resfriado.
Tienen la nariz enrojecida. Casi al mismo tiempo sacan el pañuelo del bolsillo,
y en una ocasión el hombre no ha podido evitar una vaga sonrisa al ver cómo
Maigret suelta una serie de estornudos. 8
Un hotel sucio, en el Boulevard de la Chapelle, después de cinco sesiones
continuas de documentales. En el registro, el mismo nombre. Y de nuevo Maigret
se instala en un peldaño de la escalera.
Cuando se le acaben los recursos, cuando los nervios ya no resistan más, ¿se
decidirá a volver a su casa? En una cervecería en la que el otro se queda
bastante rato y se quita el abrigo gris, Maigret no vacila en tomar la prenda y
mirar el interior del cuello. El abrigo se compró en Old England, en el Boulevard
des Italiens. Es de confección, y la casa debió de vender docenas de abrigos
parecidos. Sin embargo, hay un indicio. Es del invierno anterior. Así pues, el
desconocido lleva en París por lo menos un año. Y en el curso de un año seguro
que ha tenido que recalar en algún lugar.
Maigret se dedica a tomar ponches para matar el resfriado. El otro va soltando
el dinero con cuentagotas. Toma cafés, pero sin añadirles licor. Se alimenta de
croissants y de huevos duros.
Las noticias de “casa” son siempre las mismas: ¡nada nuevo! Nadie reconoce la
fotografía del polaco. No se ha denunciado ninguna desaparición.
Por lo que respecta al muerto, tampoco nada. Tenía un consultorio importante.
Se ganaba muy bien la vida, no se metía en política, salía mucho y, como se
ocupaba sobre todo de enfermedades nerviosas, entre sus pacientes abundaban
las mujeres. Era una experiencia que Maigret aún no había tenido ocasión de
9 ¿Qué características le
atribuye Maigret a la
llevar hasta el final: ¿en cuánto tiempo un hombre bien educado, aseado, bien
gente? vestido, pierde su barniz exterior cuando tiene que vagabundear por la calle?
¡Cuatro días! Ahora lo sabía. Primero la barba. La primera mañana, el hombre
parecía un abogado o un médico, un arquitecto, un industrial; uno se lo
imaginaba saliendo de un confortable piso. Una barba de cuatro días lo ha
transformado hasta el punto de que, si hubiesen publicado su retrato en los
periódicos evocando el caso del Bois de Boulogne, la gente hubiera dicho: “¡Se
ve a la legua que tiene cara de asesino!”. 9
Por el frío y el dormir mal, se le había enrojecido el borde de los párpados, y el
resfriado le ponía un toque de fiebre en los pómulos. Los zapatos, que habían
dejado de estar lustrosos, comenzaban a deformarse. El abrigo empezaba a ajarse
y sus pantalones tenían rodilleras.
Incluso se le notaba en la manera de andar. Ya no andaba de la misma forma:
copioso: abundante.
iba pegado a las paredes, bajaba la vista cuando los transeúntes lo miraban... Un
detalle más: volvía la cabeza al pasar ante un restaurante donde había clientes
instalados a las mesas ante copiosos platos.
“¡Tus últimos veinte francos, amigo mío!”, calculaba Maigret. “¿Y después?”.
Lucas, Torrence y Janvier lo relevaban de vez en cuando, pero él les cedía su
lugar con la menor frecuencia posible. Entraba en el Quai des Orfèvres como un
huracán, veía al jefe.
—Sería mejor que descansara, Maigret.
Un Maigret huraño, susceptible, como si estuviera dominado por sentimientos
contradictorios, contestaba:
—Mi deber es descubrir al asesino, ¿no?
—Evidentemente...
—¡Pues en marcha! —suspiraba con una especie de rencor en la voz—. Me
pregunto dónde dormirá esta noche.
¡Los últimos veinte francos! ¡Menos aún! Cuando se reunió con Torrence, este le
dijo que el hombre había comido tres huevos duros y tomado dos cafés con licor
en un bar de la esquina de la Rue Montmartre. 10 ¿A qué se debe la ad-
—Ocho francos con cincuenta... Le quedan once francos con cincuenta. miración de Maigret?
—Óyeme bien, Lucas. Irás... ¡Sí! ¡Ya lo sé! Es demasiado tarde para los de la
mañana, pero en los de la tarde... ¿Lo has entendido? 11
Aquella mañana el hombre llevaba pegado a su ropa un sordo olor a miseria. Los
ojos más hundidos. La mirada que dirigió a Maigret, en la pálida mañana, contenía
el más patético de los reproches. ¿No lo habían conducido, poco a poco, pero a
una velocidad que no dejaba de ser vertiginosa, hasta lo más bajo del escalafón?
agujetas: molestias que
pueden sentirse en los Se levantó el cuello del abrigo. No salió del barrio. Con mal sabor de boca, se
músculos después de metió en una taberna que acababa de abrir y se bebió, una tras otra, cuatro
realizar un esfuerzo. copas, como para arrancarse el espantoso regusto que aquella noche le había
de lance: de ocasión, dejado en la garganta y en el pecho.
de segunda mano.
chalana: bote que sirve
¡Qué más daba! ¡Ahora ya no le quedaba nada! Solo podía echar a andar
para transportes en recorriendo calles que el hielo había vuelto resbaladizas. Debía de tener
aguas bajas. agujetas. Cojeaba de la pierna izquierda. De vez en cuando se detenía y miraba
vacilar: dudar, titubear. a su alrededor con desesperación. 12
escudilla: vasija.
Como ya no entraba en ningún café donde hubiera teléfono, a Maigret le era
imposible hacer que lo relevaran. ¡Otra vez los muelles! ¡Y ese gesto maquinal
del hombre que revuelve entre los libros de lance, pasando las páginas, a
veces asegurándose de la autenticidad de un grabado o de una estampa! Un
viento helado barría el Sena. El agua tintineaba en la proa de las chalanas en
movimiento, porque los pedacitos de hielo entrechocaban como si
fueran lentejuelas.
Desde lejos, Maigret vio el edificio de la Policía Judicial, la ventana de su
despacho. Su cuñada ya había regresado a Orléans. Con tal de que Lucas...
No sabía aún que aquella atroz investigación se convertiría en clásica, y que
generaciones de inspectores repetirían sus detalles a los novatos. 13 Era una
tontería, pero, por encima de todo, lo conmovía un detalle ridículo: el hombre
tenía un grano en la frente, un grano que, fijándose bien, seguramente era un
forúnculo, de un color que iba pasando de rojo a morado.
A las doce, el hombre, que decididamente conocía muy bien París, se dirigió
hacia donde repartían la sopa popular, al final del Boulevard Saint-Germain y
11 ¿A qué crees que se se puso en la fila de andrajosos. Un viejo le dirigió la palabra, pero él fingió no
refiere Maigret? entenderlo. Entonces otro, con la cara picada de viruela, le habló en ruso.
12 ¿Cómo imaginas
Maigret cruzó a la acera de enfrente, vaciló, se vio obligado a comer unos
que acabará esta
persecución?
bocadillos en una taberna, y volvió la espalda a medias para que el otro, a través
13 ¿Por qué crees que la
de los cristales, no lo viera comer.
investigación se volvió Aquellos pobres diablos avanzaban lentamente, entraban en grupos de cuatro
“clásica”?
o de seis en la sala donde les servían escudillas de sopa caliente. La cola se
alargaba. De vez en cuando, los de atrás empujaban, y algunos dejaban oír
protestas.
Maigret hubiera querido poder decir, como los policías ingleses: “Le advierto que
todo lo que declare podrá utilizarse en su contra”.
No se había quitado el abrigo. Seguía llevando el sombrero puesto.
—Ahora que ella ya está en lugar seguro... Porque supongo... —miró a su
alrededor con angustia. Una sospecha cruzó por su mente—. Debió de
comprender lo que pasaba al ver que yo no volvía. Yo sabía que eso acabaría
así, que Borms no era un hombre para ella, que Dora nunca iba a aceptar servirle
de pasatiempo, y que entonces volvería a mí. El domingo por la tarde salió sola,
como solía hacer en estos últimos tiempos. Seguramente lo mató cuando...
Maigret se sonó. Se sonó durante largo rato. Un rayo de sol, de ese sol
puntiagudo de invierno que acompaña a los grandes fríos, entraba por la
ventana. El grano, el forúnculo, brillaba en la frente de aquel a quien no podía
llamar más que “el hombre”.
—Su esposa lo mató, sí, cuando comprendió que se había burlado de ella. Y
usted comprendió que ella lo había matado. Y entonces quiso... —se acercó
bruscamente al polaco—. Le pido perdón, amigo —masculló como si hablase con
un antiguo compañero—. Me habían encargado que descubriese la verdad, ¿no?
Mi deber era... —abrió la puerta—. Que entre Madame Dora Strevzki. Lucas,
sigue tú, yo...
Y en la Policía Judicial nadie volvió a verlo durante dos días. El jefe lo telefoneó a
su casa.
—Bueno, Maigret. Ya debe de saber que ella lo ha confesado todo y que... A
propósito, ¿cómo va su resfriado? Me han dicho...
—No es nada, estoy muy bien. Dentro de veinticuatro horas... ¿Y él?
—¿Cómo dice? ¿Quién?
—¡Él!
—¡Ah, ya comprendo! Ha contratado al mejor abogado de París. Confía en que...
Ya sabe, los crímenes pasionales...
14 ¿Por qué crees que Maigret volvió a acostarse y quedó atontado a fuerza de ponches y de aspirinas.
Maigret reacciona así?
Posteriormente, cuando alguien quería hablarle de aquella investigación, Maigret
gruñía: “¿Qué investigación?”, para desanimar a los preguntones. 14
Y el hombre iba a verlo una o dos veces por semana, y lo tenía al corriente de las
esperanzas del abogado.
absolución: indulto,
perdón. No fue una absolución completa: un año de libertad vigilada.
Y fue ese hombre quien enseñó a Maigret a jugar al ajedrez.
Simenon, G. (1955). Maigret y el hombre de la calle. Barcelona: Albor.