Itinerarios y Factores de Exclusion Social
Itinerarios y Factores de Exclusion Social
Itinerarios y Factores de Exclusion Social
Itinerarios y factores de
exclusión social
Sebastián Sarasa y Albert Sales
1
Edita:
Ayuntamiento de Barcelona
Universitat Pompeu Fabra
Fundación “la Caixa”
2
Índice
Presentación 6
Agradecimientos 7
1. Introducción 8
1.1. Un análisis dinámico de la exclusión social 9
La infancia: clave para el desarrollo futuro de la persona 11
La transición a la edad adulta 12
1.2. El ciclo vital y el análisis de historia de acontecimientos 12
1.3. Dimensiones de la exclusión social estudiadas 13
Falta de formación 14
Desempleo de larga duración 14
Falta de vivienda 14
Salud precaria 15
Familia 15
Delincuencia, prostitución y encarcelamiento 15
1.4. Descripción del trabajo de campo 15
Primera fase: encuestas al grupo de estudio 15
Segunda fase: encuestas al grupo de control 16
3. Mercado laboral 38
3.1. Descripción de las transiciones laborales 39
Acceso de los autóctonos al primer empleo 39
Acceso de los inmigrantes al primer empleo 41
El acceso a un contrato indefinido 42
3.2. Factores asociados a las transiciones entre situaciones laborales 44
La primera entrada en el mercado laboral de las personas autóctonas 44
La primera entrada en el mercado laboral de los inmigrantes atendidos por las
entidades sociales 48
La transición al empleo condicionada al hecho de haber tenido un empleo previo al
desempleo de larga duración 49
Factores que inciden en la transición del desempleo al empleo 51
El riesgo de perder o abandonar el trabajo 53
La transición a un contrato indefinido 61
3
4. Formación y ruptura de las familias 64
4.1. La edad de inicio de la vida en pareja 65
4.2. Tener el primer hijo 69
4.3. Primera ruptura de la pareja 71
5
Presentación
El primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama que
«todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos». Todos
tenemos la misma dignidad como personas, pero en la práctica no todos disfrutamos de los
mismos derechos porque nuestro entorno familiar y social también determina nuestro futuro.
La exclusión social siempre tiene unas causas, una situación que favorece que haya
personas que no puedan disfrutar del bienestar social. Las personas que trabajan en el
ámbito social conocen muy bien esta realidad. En este sentido, el estudio Itinerarios y
factores de exclusión era una asignatura pendiente para poder ponderar lo que muchos
trabajadores sociales saben a través de la práctica vivida: la importancia de la prevención.
Ahora, en la oficina de la Síndica de Greuges de Barcelona (defensora del pueblo de
Barcelona) hemos tenido la posibilidad de llevar a cabo este estudio gracias al apoyo y la
aportación del Ayuntamiento de Barcelona y de la Obra Social ‖la Caixa‖, con la que
coincidimos plenamente en la importancia de las políticas preventivas para mejorar el
bienestar de la infancia. Este impulso ha hecho posible que la Universidad Pompeu Fabra
asumiera la realización del estudio, dirigido por el doctor Sebastià Sarasa y con la
colaboración del profesor Albert Sales. El objetivo del estudio también hacía indispensable la
colaboración de las entidades sociales que trabajan en este ámbito. Han sido muchas las
entidades reconocidas que han querido colaborar en esta iniciativa.
Gracias a ello, hemos conseguido que la experiencia diaria y la realidad de las personas que
luchan para superar la exclusión social se complementara con el rigor académico. Creo que
esta combinación es una de las aportaciones singulares de este estudio: un resultado que
va más allá del trabajo realizado por la universidad gracias a la colaboración de las
entidades de iniciativa social y al apoyo institucional.
En lo que se refiere a la coordinación del trabajo, realizada por la oficina de la Síndica de
Greuges de Barcelona, quiero agradecer la colaboración de todo el equipo y, muy en
especial, el impulso y la dedicación de Mercè Bassedas.
Las conclusiones finales del estudio corroboran y resaltan el gran problema de la
reproducción de la marginación. Los canales de transmisión de la exclusión social existen y
están identificados. En una sociedad avanzada, es importante que todos colaboremos para
romper ese círculo y conseguir que los derechos de las personas sean realmente
reconocidos. No podemos conformarnos pensando que siempre habrá personas que
tendrán que depender de la buena voluntad de los demás o de la disponibilidad
presupuestaria. Todos tenemos derecho a salir de una situación marginal y debemos gozar
de la oportunidad de conseguirlo. Pero, sobre todo, todos tenemos derecho a contar con un
entorno social y familiar que evite la reproducción de la exclusión social. No es justo que sea
de otra manera. Los entornos de exclusión son el origen de la mayor parte de las
situaciones de marginación. Intervenir en esas situaciones es la manera de evitar nuevas
desigualdades sociales.
Este estudio será eficaz si anima a las administraciones y a las entidades que trabajan en el
campo de la exclusión a reforzar las políticas sociales preventivas. Y eso se consigue,
principalmente, dando prioridad a los servicios sociales de base, a los equipos
especializados, a la educación reglada y no reglada, y a la coordinación entre los servicios
sanitarios, los educativos y los sociales, entre otros.
En el estudio aparece un argumento importante que lo justifica: el coste económico. Los
costes de las políticas de reinserción son mucho más altos que los de prevención. Pero los
motivos para impulsar la prevención no los encontramos sólo en la optimización de los
recursos económicos dedicados a las políticas sociales. Aunque el ahorro que representan
las políticas preventivas en conflictos sociales es muy importante, lo es más aún evitar el
padecimiento y la exclusión de las personas. Prevenir es la mejor manera de respetar la
dignidad de la persona. La prevención es la mejor inversión.
6
Agradecimientos
Este estudio ha sido posible gracias al convenio de colaboración firmado por la Síndica de
Greuges de Barcelona, la Fundación Caja de Ahorros y Pensiones de Barcelona y la
Universidad Pompeu Fabra. El trabajo de campo y el contacto con las personas
encuestadas no habría podido llevarse a cabo sin la colaboración activa de las
organizaciones e instituciones siguientes, que trabajan en la atención a personas y
colectivos vulnerables en la ciudad de Barcelona: Albergue de Sant Joan de Déu, Càritas,
Centre Català de Solidaritat (CECAS), Cruz Roja, Equipos de Atención a la Infancia y
Adolescencia de Barcelona (EAIA), Departamento de Justicia de la Generalitat de Cataluña,
Fundación para la Reinserción de Mujeres (ARED), El Lloc de la Dona, Escola CINTRA,
Feines de Casa, Fundació Arrels, Fundación Benéfica Assis, Fundación Bayt Al-Thaqafa,
Fundació Escó, Llar de Pau y Obra Social Santa Lluïsa de Marillac.
También queremos expresar nuestra gratitud al siguiente grupo de expertos, que ha
aportado su experiencia cotidiana en largas sesiones de trabajo y ha colaborado en el
diseño de la encuesta y en el acercamiento a las personas encuestadas: María Elena Alfaro,
Jordi Balot, Josep Maria Bastus, Salvador Busquets, Joan Lluís Casanovas, Marc Cerón,
Adolf Diaz, Bea Fernández, Marta Fígols, Pius Fransoy, Montserrat García, Carme Ginesta,
Teresa Losada, Pilar Lleonart, Josep Molas, Eduard Sala, Benjamín Pamplona, Lourdes
Perramon, Jesús Ruiz, Esther Sánchez, Joan Uribe, Carmen Vidal y Rosa Virós.
Todas estas personas e instituciones han colaborado en este estudio de manera
desinteresada y han permitido afinar los resultados que ofrecemos. Sin embargo, ninguna
de ellas es responsable de los posibles errores que pueda haber en él.
La realización de las entrevistas a las personas atendidas por estas entidades y
equipamientos públicos ha sido posible gracias a la implicación de Mireia Aguado, Montse
Arroyo, Esther Bosch, Meritxell Collado, Roger Fe, Pilar Férriz, Daniel Ferrer, Cristina
Figueras, Anna Font, Marta Frau, Carme Ginesta, Georgina Grifoll, Rosa Llopis, Laura
Martínez, Ana Belén Mateo, Josep Molas, Sònia Núñez, Carolina Oliva, Jordi Ors, Verena
Paredes, Jéssica Pizarro, Eduard Rafel, Dori Rodríguez, Cristina Sánchez Calatrava,
Cristina Sánchez Lanau, Anna Selva y David Vázquez.
Agradecemos especialmente a Claudio Pinza, Daniel Saavedra, Anna Vilarrassa, Marina
Torelló, Anna Millán, Patricia Eiras, José Manuel Alonso y Oriol Sales su implicación en la
realización y la codificación de las encuestas.
Asimismo, agradecemos a la Dirección de Servicios de Acción Social del Ayuntamiento de
Barcelona la información facilitada para la estimación de los costes y al Departamento
Municipal de Estadística y al Instituto Municipal de Informática, su gestión para la obtención
de los datos del Padrón Municipal de Habitantes.
Por último, queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a las personas que han
aceptado ser encuestadas y han compartido con nosotros sus experiencias vitales.
7
01
Introducción
8
Introducción
1.1. Un análisis dinámico de la exclusión social
El enfoque adoptado en este estudio resulta innovador, ya que aplica un marco teórico y
metodológico que no se ha empleado nunca en la investigación de la exclusión social en
nuestro país. Se trata de un análisis de la exclusión social desde el punto de vista dinámico
que ha sido ampliamente utilizado en demografía y en sociología de la familia para el
estudio de las transiciones a diferentes fases del ciclo vital de las personas, así como en
economía y en sociología del trabajo para analizar las salidas del sistema educativo, las
entradas y salidas del mercado laboral y la movilidad laboral de los individuos. El análisis
dinámico también se ha empleado para comprender mejor la dinámica de la pobreza
monetaria y de la privación relativa en el consumo de bienes básicos.
De este modo, como resultado de estos estudios conocemos un poco mejor los procesos
que empujan a la exclusión social, dado que tenemos información sobre las condiciones que
acompañan a un individuo común (entendiendo por común a aquel que es estadísticamente
representativo de la mayoría de la población) a situaciones de poca formación educativa, de
precariedad laboral, de inestabilidad familiar o de salud precaria. La investigación en los
campos de la psicología social y la psicología evolutiva también ha avanzado mucho en el
análisis dinámico de las conductas a lo largo del ciclo vital, con frecuencia centrando su
campo de estudio en dimensiones específicas del comportamiento y usando una
metodología próxima a la comparación entre grupos experimentales y grupos de control.
Llegar a conocer los caminos que han llevado a estas personas a la situación en que se
encuentran no es posible mediante las encuestas generalistas, pero la realización de una
encuesta enfocada a este segmento de la población debe superar dificultades enormes si
pretende garantizar unos estándares mínimos de fiabilidad estadística. Dos de estas
dificultades merecen ser comentadas. En primer lugar, la selección de la muestra de
personas entrevistadas. La sospecha de que exista sesgo en la selección de la muestra es
inevitable, dado que no disponemos de ninguna información sobre los individuos que
presentan características de riesgo similares a las de los entrevistados, pero que no han
acudido nunca a los servicios sociales. De modo que no podemos asegurar que los
entrevistados, seleccionados entre los atendidos por las entidades de servicios sociales,
9
sean representativos de todos los individuos que han sufrido situaciones de exclusión
similares. El riesgo de sesgo aumenta si tenemos en cuenta que la muestra de personas
atendidas por las entidades sociales con la que trabajamos no responde a una selección
realizada mediante un proceso estadístico de extracción aleatoria efectuado entre todas las
personas atendidas por las entidades sociales públicas y privadas de la ciudad de
Barcelona.
Además, para garantizar la fiabilidad de los datos también limitamos el periodo de vida sobre
el que se informa. Dada la gran importancia teórica que tienen las experiencias de la
infancia para entender los procesos de exclusión social, cualquier decisión que implicase
perder información sobre este periodo del ciclo vital habría sido un grave error. Por esa
razón preferimos acortar «por la derecha» el periodo de vida analizado limitando la edad de
las personas entrevistadas. De este modo se evitan los errores que suelen aparecer cuando
10
personas mayores deben reconstruir toda su vida rememorando hechos muy alejados en el
tiempo. ¿Cuál es la edad idónea para seleccionar a los entrevistados? La revisión de la
literatura sobre exclusión social nos convenció de que hay una frontera relevante, a partir de
la cual la distinción entre las situaciones de exclusión y de inclusión sociales es muy nítida, y
esa frontera se sitúa en torno a los 30 años de edad. La investigación de las trayectorias
laborales de los individuos revela que en España no hay diferencias en el acceso a buenos
empleos entre los jóvenes menores de 30 años (Bentolila y Dolado, 1994). Por otra parte, la
investigación criminológica revisada en nuestro informe da a entender que la delincuencia
estable se manifiesta cuando los individuos superan los 30 años de edad. Asimismo, la
investigación demográfica ha ilustrado que la formación de nuevas familias en nuestro país
raras veces sucede antes de los 30 años. Por todo ello, la muestra con la que trabajamos se
limitó a personas situadas en el intervalo de edades comprendidas entre los 25 y los 50
años. De esta manera obtuvimos información sobre los acontecimientos relevantes
ocurridos en el curso vital de los individuos desde que eran niños hasta la fase final de la
transición a la vida adulta en casi todos los casos y más allá, hasta la vida adulta, en otros.
En este estudio no hemos tratado de analizar todo el curso vital de los individuos sino
únicamente las fases de la infancia y la adolescencia, la transición a la edad adulta y, en
algunos casos, la fase adulta del ciclo vital. Renunciamos a explorar los condicionantes
biográficos que llevan a la exclusión social en la tercera edad por razones prácticas, ya que
el reducido tamaño de la muestra recomendaba no alargar en exceso la longitud de las
secuencias temporales y el número de estados diferentes a través de los que transcurre la
biografía de los individuos. Pero en nuestra elección también influyeron razones teóricas.
Por una parte, un análisis de los factores de exclusión social en la fase de la vejez sería útil
para entender los factores que han llevado a la exclusión a las personas mayores de la
actualidad, pero no es seguro que esa información sea muy útil para prevenir la exclusión de
los mayores del mañana, dadas las grandes transformaciones que se han dado en las
biografías y en los contextos sociales de los jóvenes de hoy en comparación con los de hace
50 años. Por otra parte, en coherencia con la teoría del ciclo vital, asumimos que buena
parte del riesgo de exclusión entre los mayores se forjó mucho antes, cuando esas personas
eran jóvenes. Partiendo de esa suposición, nuestra predicción es que los excluidos de hoy
en la edad adulta tienen una probabilidad elevada de ser excluidos en el futuro, cuando
alcancen la ancianidad.
Ésta es la razón de que nuestro estudio, aunque analiza la información de todo el ciclo vital
disponible de los individuos, centra el análisis en dos etapas fundamentales del curso vital:
la infancia y adolescencia, y la transición de la adolescencia a la vida adulta. La información
biográfica de los inmigrantes recoge también datos relativos al proceso migratorio indicando
la edad que tenían cuando llegaron a España y a Barcelona y los contactos, si tenían, que
les facilitaron la entrada en el país. No recogimos información relativa a la movilidad laboral
y de vivienda de los inmigrantes antes de llegar a España; con la intención de economizar
costes, decidimos no solicitar esa información dadas las dificultades de analizarla sin
disponer de información complementaria sobre los contextos de cada país de origen.
El curso vital se ha usado con frecuencia como instrumento conceptual, ya que ha servido
para mostrar el riesgo de exclusión en diferentes edades del individuo.1 No obstante, la idea
de curso vital también es un enfoque teórico que organiza la investigación y una
metodología que exige técnicas de análisis estadístico específicas. Dicho enfoque teórico
está basado en los acontecimientos que se suceden a lo largo de la biografía de un
individuo y en las interrelaciones que se establecen entre ellos. Se parte de la idea de que
hay acontecimientos biográficos que son críticos para que un individuo realice la transición a
una posición social excluida, de modo que el análisis de la exclusión precisa que se conozca
la secuencia temporal de los acontecimientos. Dicho de otro modo, desde la perspectiva
teórica del ciclo vital, la situación de exclusión debe ser analizada como una función de la
biografía pasada.
Este tipo de análisis sociológico requiere el uso de algunos conceptos que merecen ser
definidos previamente.
• Entendemos por ciclo vital (o curso vital) el periodo vivido por cada individuo desde que
nace hasta el momento de la entrevista.
• El ciclo vital equivale a una secuencia de acontecimientos que han sucedido a lo largo de
la vida del individuo y que constituyen su biografía.
• Cada acontecimiento seleccionado (por ejemplo, la pérdida del puesto de trabajo) sitúa al
individuo en un nuevo estado (desempleado) que comporta un nuevo rol social (rol de
persona enferma si la pérdida ha sido el resultado de una incapacidad, de persona
1. Son un ejemplo de ello los indicadores sobre pobreza monetaria, que suelen mostrar la variación
del riesgo de pobreza en la infancia, en la edad adulta y en la tercera edad (véanse, por ejemplo, las
páginas web de organismos internacionales, como el Banco Mundial, o el Luxembourg Income
Study). Por otra parte, es habitual que cualquier informe sobre pobreza ofrezca información
desagregada para estos tramos de edad.
12
desempleada si está buscando trabajo o de ama de casa si se trata de una mujer que se ha
retirado de forma voluntaria para hacerse cargo de su familia).
Así pues, nuestro objeto de estudio son los acontecimientos biográficos y las transiciones
que conducen al estatus de persona en situación de exclusión en nuestra sociedad, y
tomamos como referencia a un grupo importante de la población excluida de la ciudad de
Barcelona.
Para comprender mejor las posibles causas de la exclusión, hemos empleado una técnica
estadística muy apropiada para este tipo de investigación: se trata del llamado análisis
histórico de acontecimientos con modelos de tiempo discreto.2 La ventaja de esta técnica
estadística es que permite establecer las asociaciones entre variables de manera
secuencial, lo cual supone un paso adelante importantísimo en el estudio de las siempre
problemáticas relaciones causales. Las técnicas de análisis transversal más comunes han
ayudado a que las ciencias sociales identifiquen covariaciones recurrentes entre variables
que, a la vez que iluminan las asociaciones entre ellas, dejan abierto el debate sobre qué
variable es factor causal de otra. En principio, el análisis histórico de acontecimientos es una
técnica más perfeccionada debido a que, como mínimo, puede establecer el grado de
relevancia de las influencias secuenciales, de las cuales podemos inferir relaciones causales
(Blossfeld y Rohwer, 2002). No siempre se cuenta con la garantía de que un proceso
secuencial signifique necesariamente una relación causal, ya que hay procesos de
endogeneidad y de selección sesgada que no son fáciles de controlar; en nuestro caso,
hemos intentado controlarlos cuando hemos considerado que la conclusión de los
resultados podía ser muy relevante para configurar una nueva política de prevención de la
exclusión.
Además de los modelos explicativos, nuestro informe también ofrece descripciones del
tiempo de permanencia en cada estado, tiempo que debe permitirnos realizar una
estimación de lo que podríamos llamar la esperanza de vida específica para cada estado de
los diferentes grupos sociales analizados. Para mostrar este tipo de esperanza de vida,
utilizamos funciones de supervivencia en cada estado para cada uno de los grupos
estudiados mediante el método de estimación de Kaplan-Meier.3
• sufrir una falta de formación mínima para comprender información básica de la vida y
obtener un empleo digno;
• estar privado de libertad por encontrarse cumpliendo condena o en situación de
encarcelamiento preventivo;
• no disponer de suficientes recursos económicos personales propios;
• no tener una vivienda donde residir de manera segura;
2. El lector interesado en acceder a una introducción a estas técnicas puede consultar la publicación
de Fabrizio Bernardi Análisis de la historia de acontecimientos, editada por el Centro de
Investigaciones Sociológicas en la serie «Cuadernos Metodológicos», Madrid, 2006.
3. Es posible consultar una introducción a este estimador y a su empleo con el programa estadístico
STATA en la publicación de Bernardi (2006) mencionada en la nota anterior y en Cleves, Gould y
Gutiérrez (2004).
13
• encontrarse en una situación de pobreza de relaciones sociales y familiares a las que
acudir en caso de necesidad; y
• tener una salud precaria que dificulte las relaciones sociales.
A continuación describimos en detalle las situaciones que hemos elegido como indicadores
de exclusión social y la manera de medirlas.
Falta de formación
El primer análisis realizado de la población entrevistada se centra en los factores asociados
a la exclusión del sistema educativo reglado. Se considera que una persona se encuentra en
un estado de exclusión educativa cuando no le ha sido posible obtener la titulación mínima,
bien porque nunca fue a la escuela, bien porque, a pesar de haber ido, finalizó el periodo de
escolarización sin llegar a obtener ningún título. Este análisis de la exclusión educativa
extrema se complementa con el análisis de los factores asociados al abandono de los
estudios una vez finalizada la escolarización básica, ya que ambos hechos se encuentran
estrechamente relacionados.
No nos ha sido posible efectuar un análisis dinámico del fracaso escolar debido a que
muchas de las variables decisivas de la infancia no pueden obtenerse de manera fiable
mediante un cuestionario retrospectivo. Por esa razón nos limitamos a realizar un análisis
transversal de las covariaciones entre variables relacionadas con la clase social de origen, la
estructura de la familia donde el menor creció y algunos indicadores que nos informan sobre
la calidad de las relaciones familiares y las conductas de riesgo de los menores.
Falta de vivienda
Las dificultades para mantener un alojamiento en el que vivir es otra dimensión de la
exclusión que, en las situaciones más extremas, se convierte en la cara más visible y
dramática de la pobreza, encarnada en las personas denominadas «sin hogar». Con
respecto a la exclusión de la vivienda, el cuestionario recoge información sobre los
momentos en que los entrevistados han tenido dificultades para hacer frente a los gastos del
hogar, tanto si se trata del pago de un alquiler como de una hipoteca, y además realizamos
un seguimiento sobre el tipo de vivienda del que han disfrutado, incluyendo los casos en que
han tenido que vivir compartiendo piso, en habitaciones realquiladas, en pensiones o,
incluso, en la calle.
En el análisis de las transiciones hacia la situación sin hogar, primero ofrecemos una
descripción de las funciones de supervivencia de los individuos hasta que duermen en la
calle por primera vez. Hay dos informaciones adicionales que son igualmente relevantes: la
duración del episodio en que el individuo ha vivido y dormido en la calle y, en el caso de
haber conseguido una nueva vivienda, el tiempo transcurrido hasta que al individuo vuelve a
perderla y vive de nuevo en la calle. Es decir, analizamos el riesgo de convertirse en
14
persona sin hogar por primera vez, las posibilidades de salir de dicha situación y el riesgo de
recaída.
Salud precaria
Para medir el estado de salud de los individuos a lo largo de su vida se preguntó a los
entrevistados qué enfermedades de las que han sufrido les han condicionado con respecto a
las oportunidades de trabajo, para ser autónomos en su vida diaria o para mantener unas
relaciones cordiales con las personas queridas. Las enfermedades registradas incluyen
tanto discapacidades físicas como problemas de conductas dependientes, problemas de
salud mental y otros problemas genéricos de salud. El apartado de salud se complementa
con información referente a los periodos en que el entrevistado tuvo que cuidar de forma
habitual a personas gravemente enfermas o discapacitadas durante un periodo mínimo de
un año.
Nuestro análisis describe por separado la esperanza de vida sin problemas mentales o de
depresión, y sin otros problemas de salud o de discapacidad física y, en especial, sin
problemas graves provocados por la adicción al juego, la heroína, la cocaína o el alcohol. La
descripción de la forma en que evolucionan estos riesgos a lo largo del ciclo vital sirve para
especificar modelos explicativos de los factores asociados al riesgo de convertirse en
drogadicto o ludópata, de sufrir un episodio depresivo o de tener problemas de salud mental,
discapacidades u otros problemas genéricos de salud.
Familia
En este apartado centramos el estudio en los factores que están asociados a la mayor o
menor rapidez en la formación de nuevas familias y al riesgo de ruptura de la convivencia en
pareja, así como a las probabilidades que tienen ciertos individuos de no llegar a establecer
nunca relaciones de convivencia en pareja. Como tendremos oportunidad de comprobar, la
soledad y la falta de relaciones de pareja es un rasgo distintivo de una parte de las personas
en situación de exclusión social, y es muy conveniente entender bien la razón de ese
celibato y sus consecuencias.
Las únicas limitaciones para escoger a las personas encuestadas fue que tuvieran entre 25
y 50 años, y se establecieron cuotas según el sexo y el lugar de nacimiento (distinguiendo
entre personas autóctonas y extranjeras). El número de encuestas realizadas por cada
entidad se fijó en función de la capacidad para realizar las entrevistas y el sexo y la
nacionalidad de la población atendida. La aportación final de cada entidad es la que se
describe en la tabla siguiente.
En el diseño inicial se buscaba que el grupo de estudio de 400 individuos pudiera dividirse
en cuatro subgrupos del mismo tamaño: los hombres nacidos en el Estado español, las
mujeres nacidas en el Estado español, los hombres nacidos en el extranjero y las mujeres
nacidas en el extranjero. Cada entidad asumió un compromiso inicial con respecto al
número de encuestas que creía que podía realizar de cada uno de los cuatro perfiles
requeridos. Finalmente se consiguió encuestar a 348 personas entre octubre de 2007 y
mayo de 2008. En la configuración final de la muestra por sexos y procedencias hay un peso
mayor de las mujeres y de las personas autóctonas, resultado de las facilidades o
dificultades que presentaba el acercamiento a cada colectivo.
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Lugar de nacimiento
Barcelona ciudad 115 0 76
% 56,9% 0,0% 77,6%
Otro lugar de Cataluña 34 0 10
% 16,8% 0,0% 10,2%
Otro lugar de España 53 0 11
% 26,2% 0,0% 11,2%
Fuera de España 0 146 0
% 0,0% 100,0% 0,0%
Valores perdidos 0 0 1
% 0,0% 0,0% 1,0%
Nacionalidad (por zonas geográficas)
Española 202 14 98
% 100,0% 9,6% 100,0%
UE (12) 0 2 0
% 0,0% 1,4% 0,0%
Marruecos, Argelia 0 31 0
% 0,0% 21,2% 0,0%
Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, México 0 15 0
% 0,0% 10,3% 0,0%
Caribe 0 3 0
% 0,0% 2,1% 0,0%
Colombia, Venezuela 0 9 0
% 0,0% 6,2% 0,0%
Perú, Ecuador, Bolivia 0 39 0
% 0,0% 26,7% 0,0%
Senegal, Ghana, Gambia, Malí, Camerún,
0 13 0
Costa de Marfil, Guinea
% 0,0% 8,9% 0,0%
Bulgaria, Georgia, Rusia, Ucrania, Bielorrusia,
Serbia, Croacia, Bosnia, Rumanía 0 13 0
% 0,0% 8,9% 0,0%
Pakistán, India, Bangladesh 0 1 0
% 0,0% 0,7% 0,0%
Valores perdidos 0 6 0
% 0,0% 4,1% 0,0%
Edad de la primera llegada al Estado español
Media np 25,6 np
Desviación estándar np 8,5 np
Nivel de estudios
Ninguno 54 21 1
% 26,7% 14,4% 1,0%
Estudios primarios o básicos 79 36 12
% 39,1% 24,7% 12,2%
Estudios secundarios o profesionales 52 61 38
% 25,7% 41,8% 38,8%
Estudios universitarios 10 14 44
% 5,0% 9,6% 44,9%
Valores perdidos 7 14 3
% 3,5% 9,6% 3,1%
Edad del primer abandono de los estudios
Media 15 16,3 20
Desviación estándar 3,9 5,3 2,2
Edad de emancipación del hogar paterno
Media 20,5 20,1 25,0
Desviación estándar 6,8 5,6 4,4
Personas que alguna vez han cometido robos para obtener recursos económicos
N 76 22 1
% 37,6% 15,1% 1,0%
Personas que alguna vez han vendido drogas para obtener recursos económicos
N 44 28 2
% 21,8% 19,2% 2,0%
18
Personas que alguna vez han ejercido la prostitución para obtener recursos económicos
N 29 12 0
% 14,4% 8,2% 0,0%
Personas que han realizado actividades remuneradas contra su voluntad
N 13 3 1
% 6,4% 2,1% 1,0%
Número de hermanos
Media 3,0 4,5 2,1
Desviación estándar 2,8 2,7 2,3
Personas que nunca han tenido una relación de pareja con convivencia
N 34 38 14
% 16,8% 26,0% 14,3%
Número de hijos
Media 1,4 1,8 1,2
Desviación estándar 1,6 1,7 1,0
Edad de la persona encuestada cuando tuvo el primer hijo
Media 22,4 20,9 31,6
Desviación estándar 5,5 5,2 4,9
Tamaño medio del hogar
Media 3,4 2,0 2,8
Nivel de ingresos personal
Media 323,2 212,3 2.151,8
Desviación estándar 371,8 360,3 1.881,1
Nivel de ingresos del hogar
Media 491,3 479,1 3.179,2
Desviación estándar 659,6 745,4 2.173,2
19
02
La exclusión del sistema
educativo
20
La exclusión del sistema
educativo
2.1. Referentes teóricos
La educación y la exclusión social mantienen una relación de retroalimentación mutua. Las
personas con credenciales educativas muy bajas tienen dificultades importantes a la hora de
relacionarse con las corporaciones tanto públicas como privadas, lo cual reduce sus
oportunidades vitales de manera significativa. A las personas con pocos estudios les resulta
más complicado obtener y mantener un puesto de trabajo estable y bien remunerado, es
difícil para ellas entender las normativas y recomendaciones realizadas por los servicios
públicos y se benefician relativamente menos de sus prestaciones (al leer el apartado de
salud y exclusión social, se advierte que la formación educativa permite a los individuos un
mayor aprovechamiento de los servicios de salud). Por lo tanto, si la falta de formación
aumenta el riesgo de exclusión social, las personas en situación de exclusión tienen, a su
vez, mayores probabilidades de transmitir a sus hijos la falta de oportunidades para acceder
a la educación. Por esa razón, las carreras educativas de los jóvenes tienen duraciones y
secuencias significativamente diferentes según la clase social a la que pertenecen sus
padres (Mare, 1981; Lucas, 2001; Shavit y Blossfeld, 1993; Erikson y Goldthorpe, 1992), y
abandonar los estudios, aunque es una decisión propia del estudiante y su familia, no
responde a una voluntad que podamos calificar como totalmente libre, puesto que se trata
de una decisión condicionada por la posición social de las familias.
Aunque los datos del mismo Informe PISA indican que las desigualdades en los resultados
de los alumnos no son extremas, revelan que hay una caída significativa del rendimiento
escolar cuando el alumno no habla el catalán como lengua materna, cuando su familia
pertenece a un estatus socioeconómico bajo o cuando es de origen inmigrante (Herrero et
al., 2005). Esos datos son preocupantes si se considera que una parte considerable del
crecimiento demográfico actual se debe a la inmigración y que buena parte de la pobreza y
la exclusión social en nuestro país viene condicionada por las altas tasas de precariedad
laboral en un mercado de trabajo donde es abundante la oferta de mano de obra no
cualificada. Esta situación explicaría por qué el crecimiento económico espectacular de los
últimos años ha sido incapaz de reducir la pobreza (FOESSA, 2008) y de impedir que la
calidad de vida del 50 % de las personas en situación de exclusión haya empeorado
(Sarasa, 2008).
En este informe analizamos la exclusión del sistema educativo desde dos perspectivas. La
primera y más restrictiva considera que una persona queda excluida de la educación si no
ha obtenido ninguna credencial educativa. Esta medida de la exclusión educativa encuentra
Este tipo de análisis es recomendable por dos razones. La primera y más importante es que,
como ya hemos mencionado, el fracaso escolar (es decir, terminar la enseñanza obligatoria
sin obtener titulación oficial alguna) está estrechamente vinculado a la exclusión social
genérica. Y la segunda es que hay varios estudios que demuestran que el peso de la
herencia social es especialmente intenso en las primeras transiciones entre fases
educativas y tiende a reducir sus efectos en los niveles educativos superiores (Vallet, 2003).
A la hora de explicar las razones tanto del bajo rendimiento como del fracaso escolar y el
abandono del sistema educativo reglado, existen una serie de factores que han sido
identificados por la investigación empírica disponible y que, como los demás riesgos de
exclusión, están relacionados con variables personales propias de los individuos y, así
mismo, con variables institucionales y estructurales.
Factores individuales
Los valores y las actitudes de los alumnos condicionan el grado de implicación que tienen
con la escuela y con sus objetivos y normas. La implicación en la escuela suele medirse a
través de los resultados académicos, la estabilidad en un mismo centro escolar, el hecho de
preparar las clases y hacer los deberes en casa, las relaciones mantenidas con los maestros
y profesores, y la máxima credencial educativa conseguida.5 Entre la literatura empírica
sobre el tema es abundante la que indica que las credenciales obtenidas están
condicionadas por los resultados académicos y por la continuidad en los centros. La elevada
movilidad entre centros escolares acompañada de evaluaciones bajas anuncia de manera
significativa el abandono del sistema educativo (Rumberger, 2001). Éstos son factores
asociados a variables biológicas6 y al estado de salud del estudiante, sobre todo mental,7
pero también a las instituciones que intervienen en la socialización de los menores, a las
características de sus familias en especial, a los patrones de estratificación social y al diseño
y funcionamiento de los programas educativos.
Entre las variables estructurales relacionadas con la familia que tienen una influencia
significativa en la implicación de los menores en los centros escolares destacan el estatus
socioeconómico de los padres y la composición de los hogares (Rumberger, 2001). El
estatus socioeconómico de los padres, medido por el nivel de renta disponible y por sus
credenciales educativas, mantiene una asociación significativa con el rendimiento
académico y con el riesgo de abandono escolar. No es fácil determinar qué parte de este
fracaso se debe a factores psicológicos y de actitud de los padres y qué parte se debe a las
tensiones derivadas de la penuria económica. Sabemos a ciencia cierta que una
alimentación deficiente influye en el desarrollo mental de los niños y en su rendimiento
escolar. También sabemos que, cuando el padre está en situación de desempleo, el hecho
de percibir o no la prestación de desempleo correspondiente influye en el riesgo de fracaso
escolar de los hijos; este riesgo es menor entre los perceptores de las prestaciones, lo que
indica que la penuria económica podría tener una influencia directa (Audas y Willms, 2001).
En este informe, la penuria económica se mide con una variable dicotómica que indica si el
entrevistado recuerda que los padres u otras personas le explicaran que, de muy pequeño,
en casa pasaron tanta escasez económica que algunas veces no tenían para comer.
La probabilidad de que los niños sufran trastornos mentales también aumenta si viven
situaciones de pobreza o privación económica durante los primeros años de vida. Existe
evidencia empírica documentada de que los niños en situación de pobreza experimentan
niveles importantes de desórdenes de conducta, depresión infantil, problemas de
comportamiento, baja autoestima y problemas de adaptación social (Seccombe, 2000). Los
efectos psicológicos y emocionales sufridos sobre todo por las madres en momentos críticos
explican gran parte de esa relación. Los niveles de estrés y ansiedad que pueden producir
situaciones puntuales de privación repercuten de forma negativa en la relación de los padres
con los niños. Los análisis de datos longitudinales permiten apuntar una correlación entre la
duración de las situaciones de privación y pobreza de las familias y la incidencia de
enfermedades mentales en los hijos (McLeod y Shanahan, 1993) y, por lo tanto, de un
menor rendimiento escolar. La relación de la precariedad económica y laboral de los padres
con el riesgo de fracaso escolar de los hijos es indirecta porque, como resultado de las
dificultades materiales, los padres no tienen ni el tiempo ni la energía para controlar a sus
hijos, para compartir tiempo y actividades con ellos o para hablar de proyectos y de
problemas. Los ingresos inestables, las deudas y la pérdida de ingresos son causas de
depresión y de conflicto entre los padres y de reducción en la calidad de la paternidad.
Varios estudios confirman que la situación socioeconómica del hogar en la edad de
preescolar (de 0 a 6 años) predice una serie de problemas de conducta, de rendimiento
académico y de ajuste social y emocional.
En nuestro análisis hemos controlado el estatus socioeconómico de los padres a partir del
nivel máximo de estudios que habían alcanzado, información que hemos complementado
con la pregunta a los entrevistados de si alguna vez se dio el caso de que estuvieran
desempleados durante un año o más todos los miembros adultos del hogar. Además, hemos
construido variables que miden el estado de salud que tenía el individuo en su infancia y su
adolescencia y, más específicamente, los problemas de salud mental y de adicciones.
Por consiguiente, hemos incorporado a nuestro modelo explicativo variables que miden la
estructura del hogar mientras los individuos iban en la escuela, distinguiendo a los que
siempre vivieron con sus dos progenitores biológicos de los que vivieron en familias
monoparentales o fueron atendidos por los servicios de protección a la infancia. El número
de hermanos también se contempla como medida de control.
La importancia de las redes sociales va más allá de los grupos de iguales. Coleman (1988)
fue pionero en definir el concepto de capital social para indicar que el capital económico y
educativo de los padres era insuficiente para explicar el rendimiento escolar de los menores.
El capital social incluye el tipo de relaciones entre los padres, los hijos y la escuela que ya
hemos mencionado, pero incluye también las relaciones sociales de los padres con otras
familias y las relaciones vecinales, dado que en los barrios con fuertes redes de
participación social se da un mayor control de las conductas juveniles por parte del
vecindario y los recursos de las familias para prestar apoyo a sus hijos son superiores. En
este sentido, la participación social de los menores en redes de capital social ajenas a las
marginales y delictivas es importante, sobre todo, si dichas redes se preocupan por
socializar a los menores en valores y actitudes que sus familias no pueden enseñarles bajo
la presión de vivir en precariedad y pobreza (Aber y Brooks-Gunn, 2002).
Sin embargo, parece ser que el capital social está muy asociado al estatus socioeconómico
del barrio. El estatus socioeconómico del barrio donde reside el menor, que podría medirse
por la proporción de personas adultas empleadas en trabajos de prestigio social elevado,
mantiene una relación significativa, pero no perfectamente lineal, con el rendimiento escolar
de los menores. El riesgo de abandonar la escuela aumenta a medida que el estatus baja,
pero cuando la proporción de empleos de prestigio cae por debajo del 5 % de la población
empleada en el barrio, la curva de abandonos escolares aumenta de manera muy abrupta
(Audas y Willms, 2001). Si en el barrio hay concentración de excluidos o bolsas de pobreza,
el riesgo de que el menor esté socializado en ambientes violentos y de delincuencia
aumenta, y también lo hace el riesgo de que sufra problemas de salud física y mental (Aber
y Brooks-Gunn, 2002).
No nos ha sido posible realizar un seguimiento de las características sociales de los barrios
donde los individuos pasaron su infancia, ya que buena parte de los entrevistados ha nacido
fuera de la ciudad de Barcelona. No obstante, hemos intentado medir el capital social en el
24
que se encontraban inmersos de manera indirecta preguntando a los entrevistados si entre
los 12 y los 16 años de edad practicaron de manera regular en actividades extraescolares
supervisadas por adultos, y distinguimos entre actividades deportivas, clases
complementarias a las recibidas en la escuela, actividades lúdicas en asociaciones o
centros sociales y actividades religiosas.
25
2.2. Causas estimadas del fracaso escolar y del abandono de los estudios al acabar la
enseñanza obligatoria en la ciudad de Barcelona
Tabla 2.2. Nivel de estudios según los estudios del pare y submuestra de estudio
26
% 0,00 9,09 45,45 45,45 100,00
Universidad 0 0 3 21 24
% 0,00 0,00 12,50 87,50 100,00
Total 1 10 27 57 95
% 1,05 10,53 28,42 60,00 100,00
Entre los factores asociados al fracaso escolar vemos que el origen social es importante,
dado que más de la mitad de los excluidos autóctonos proviene de familias que ya sufrían
27
exclusión educativa, pero también vemos que existe una movilidad educativa descendente
que habría que explicar. Un primer acercamiento a las causas de la exclusión educativa se
puede efectuar explorando la distribución del fracaso escolar y la no continuación de los
estudios después de la enseñanza básica entre diferentes configuraciones de la familia
donde el individuo pasó la infancia. La tabla siguiente ofrece una descripción bivariante de
los resultados educativos por tipos de familia y nos indica que el riesgo de fracaso escolar
es menor entre los individuos que vivieron siempre con sus dos progenitores biológicos. En
apariencia, la monoparentalidad resulta un factor de riesgo, pero el análisis multivariable
revela que, una vez controladas otras variables, la monoparentalidad en sí misma no
produce ningún efecto directo sobre el fracaso escolar. El riesgo de fracasar en los estudios
es más elevado entre los individuos que fueron internados en un centro de menores, los que
vivieron sin los padres, con otros familiares, y los que fueron adoptados o atendidos durante
un tiempo en familias de acogida.
Tabla 2.4. Rendimiento educativo según el tipo de familia antes de los 14 años (porcentajes)
Sólo Estudios
Estructura familiar Sin titulación formación postsecundarios o
básica universitarios
Siempre con padres biológicos 15,1 28,5 56,4
Varios años sin padre 27,6 38,8 33,6
Varios años sin madre 24,1 42,6 33,3
Adoptado o en familia de acogida 38,5 30,8 30,7
Varios años con otros familiares, sin padres 33,3 38,5 28,2
Centros de menores 47,4 36,8 15,8
Hemos estimado el modelo para el conjunto de la muestra, pero indicando como variables
de control si el individuo pertenece a la submuestra de personas excluidas de origen
extranjero, a la submuestra de personas excluidas autóctonas o a la submuestra aleatoria
de la ciudad de Barcelona. Los resultados de estas estimaciones pueden consultarse en las
tablas 2.6. y 2.7.
28
En dichas tablas puede observarse que la herencia social juega un papel determinante en
los resultados educativos. Según nuestro estudio, en los casos de hijos de padres sin
estudios básicos, la probabilidad de continuar en la misma condición que sus padres era dos
veces más elevada que en el caso de los hijos de padres con educación básica; y en el
extremo opuesto, los hijos de padres universitarios presentan una probabilidad de fracasar
en los estudios un 80 % más baja que los primeros. Ante la importancia de los estudios del
padre al explicar el rendimiento educativo, incluso haber pasado hambre en la infancia tiene
un efecto menor; la variable que mide el recuerdo de haber pasado hambre en la infancia
tiene un efecto negativo tanto en la probabilidad de obtener una titulación básica como en la
de continuar los estudios, pero ese efecto no es estadísticamente significativo.
Nuestros resultados son coherentes con las predicciones de las teorías económicas de la
educación que analizan el proceso educativo como una inversión altruista de los padres; con
unos costes económicos que limitan la duración y la calidad de la educación de los hijos a
los recursos económicos disponibles y que condicionan sus objetivos académicos al número
de hermanos con los que deben compartir los recursos financieros de la familia. En nuestra
muestra, tener dos hermanos o más duplica el riesgo de no continuar los estudios una vez
finalizada la enseñanza básica.
Pero, con independencia de la clase social de origen y de los recursos económicos, hay
circunstancias personales y familiares vividas en la infancia que también explican el
rendimiento escolar y la exclusión educativa. Entre las circunstancias familiares, hemos
medido si la persona entrevistada vivió siempre con sus padres biológicos y, si vivió durante
un tiempo en un hogar monoparental, en un centro de menores o en un internado, hemos
medido los años que vivió en esas situaciones. Para captar el ambiente favorable en el
hogar a un buen desarrollo del menor, introducimos una variable que mide si alguno de los
padres tuvo problemas graves de dependencia del alcohol o de otras drogas y si los padres
le ayudaban a hacer los deberes, en caso de que los hiciera en casa. También hemos
tratado de medir los problemas de relación entre padres e hijos a partir de la valoración que
los entrevistados hicieron de las relaciones que mantuvieron con sus padres, y la intensidad
de los conflictos mediante el hecho de que el menor no se escapase alguna vez de casa a
causa de las diferencias con los padres. Nuestros resultados revelan que ninguna de estas
variables tiene un efecto muy significativo en el fracaso escolar. Por lo tanto, el fracaso
escolar se explicaría más por el origen social y cultural de los menores y por la falta de
integración en los valores y objetivos de la escuela que por sus condiciones de vida en
familia.
Los efectos de la composición familiar parecen más relevantes para explicar el abandono de
los estudios cuando el individuo ya ha obtenido la titulación básica. En la probabilidad de
continuar los estudios, parece que no haber vivido siempre con ambos padres biológicos
afecta de forma negativa, pues la probabilidad de abandonarlos se duplica. No obstante, hay
un dato que merecería una investigación más profunda en el futuro: la relación entre familias
monoparentales y rendimiento escolar. Cuando en el modelo introducimos las variables
«haber vivido sólo con la madre y haber vivido sólo con el padre», las estimaciones no dan
ningún resultado que estadísticamente resulte significativo (los resultados no los mostramos
en este informe), pero cuando sustituimos estas variables dicotómicas por el recuento del
número de años que los individuos han vivido en esta situación, puede observarse en la
tabla de resultados que éstos varían según la duración del acontecimiento, de modo que el
riesgo de abandonar los estudios asociado a la monoparentalidad se reduce cuanto más
dura en el tiempo esta situación si la cabeza de familia es una mujer. Si el individuo vivió
sólo con la madre, por cada año vivido en esa situación la probabilidad de abandono de los
estudios se reduce en un 8 %. Así pues, la asociación negativa que aparecía en el análisis
bivariante entre rendimiento escolar y monoparentalidad femenina desaparece cuando
controlamos otras variables como los estudios de los padres y la calidad de las relaciones
entre los niños y sus progenitores y la escuela en general; pero, además, el potencial
negativo de la monoparentalidad femenina parece disminuir si ésta ha comenzado a una
edad muy temprana del menor.
Otras variables personales como el sexo del menor y su estado de salud en la infancia no
muestran efectos significativos, pero hay una circunstancia que sí que tiene un efecto
preventivo del fracaso escolar y del abandono de los estudios: que el menor haya iniciado su
periodo de escolarización antes de los seis años de edad. La escolarización antes de los
seis años reduce el riesgo en un 70 % tanto de fracaso escolar como de abandono de los
estudios en comparación con los escolares que, en las mismas circunstancias, no fueron
preescolarizados.
Variables: antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; bcn: muestra de Barcelona; inmigra:
muestra de inmigrantes; sexo: mujer; salud_inf: tuvo problemas de salud antes de los 14 años;
padres_dro~16: antes de cumplir 16 años, alguno de sus padres tuvo problemas graves con las
drogas o el alcohol; hermanos: número de hermanos; estudpad_1: padre sin estudios (Cat. Ref.);
estudpad_2: padre con estudios primarios; estudpad_3: padre con estudios secundarios o
universitarios; estudpad_4: no sabe qué estudios tenía el padre; hambre_inf2: en casa pasaron
30
hambre antes de los 14 años; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con los maestros (Cat.
Ref.); relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo relaciones conflictivas con
los maestros; relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los maestros; expulsado: fue
expulsado alguna vez de un centro educativo; escapó: se escapó alguna vez de casa; deberes: hacía
los deberes escolares en casa; padres_escuela: los padres lo ayudaban a hacer los deberes;
padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; t_centro: número de años en un centro
de menores; t_intern: número de años en un internado; t_madsol: número de años viviendo sólo con
la madre.
Variables: antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; bcn: muestra de Barcelona; inmigra:
muestra de inmigrantes; sexo: mujer; salud_inf: tuvo problemas de salud antes de los 14 años;
padres_dro~16: antes de cumplir 16 años, alguno de sus padres tuvo problemas graves con las
drogas o el alcohol; hermanos: número de hermanos; estudpad_1: padre sin estudios (Cat. Ref.);
estudpad_2: padre con estudios primarios; estudpad_3: padre con estudios secundarios o
universitarios; estudpad_4: no sabe qué estudios tenía el padre; hambre_inf2: en casa pasaron
hambre antes de los 14 años; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con los maestros (Cat.
Ref.); relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo relaciones conflictivas con
los maestros; relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los maestros; expulsado: fue
expulsado alguna vez de un centro educativo; escapó: se escapó alguna vez de casa; deberes: hacía
los deberes escolares en casa; padres_escuela: los padres lo ayudaban a hacer los deberes;
padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; t_centro: número de años en un centro
de menores; t_intern: número de años en un internado; t_madsol: número de años viviendo sólo con
la madre.
31
La escolarización antes de los seis años: distribución y efectos preventivos
La sospecha de que el efecto de la preescolarización está sesgado por lo que en estadística
se conoce como endogeneidad es razonable. Decimos que hay endogeneidad cuando el
comportamiento de dos variables (A y B) está correlacionado a causa de una variable
latente (L) que no se ha medido y que es la causa real que incide a la vez en ambas
variables, A y B. En estas situaciones sería erróneo asegurar que hay una relación causa
efecto entre A y B, ya que la asociación causal es sólo aparente. En el caso que ahora nos
ocupa, la variable latente (L) podría ser alguna predisposición de las familias a cuidar de la
formación de sus hijos que las incentivase a escolarizarlos antes de la edad obligatoria.
Una exploración de las variables asociadas con la preescolarización indica que ésta tiene
una distribución ortogonal entre los individuos que vivieron en familias acomodadas, por una
parte, y los que sufrieron problemas graves de socialización y fueron objeto de
institucionalización, por otra.
Las tablas 2.10., 2.11., 2.12., 2.13. y 2.14. indican que la frecuencia de la preescolarización
fue más baja en los hogares donde la madre no tenía estudios y en los hogares donde se
sufrieron dificultades económicas tan graves como para que el niño pasara hambre cuando
era pequeño, con independencia de si vivió siempre con sus padres biológicos o creció sin
la figura paterna. Así mismo, revelan que las personas entrevistadas inmigrantes tuvieron un
acceso a la preescolarización mucho menor que las autóctonas excluidas. Todo esto
sugeriría un efecto selección, ya que los individuos de extracción social más baja habrían
tenido menos oportunidades de ser preescolarizados. Sin embargo, hay otro elemento que
apunta justo en la dirección contraria: el hecho de que la preescolarización fue muy elevada
entre los individuos que, por diversas razones, fueron objeto de intervención institucional
antes de los seis años. Son los individuos que estuvieron ingresados en centros de
menores, los que fueron adoptados y los que fueron internados los que muestran
frecuencias más elevadas. A todo esto hay que añadir la distorsión que producen los
diferentes patrones de preescolarización según el momento histórico en que el individuo
vivió su infancia. En comparación con los individuos más jóvenes, aquellos otros que
nacieron antes de 1960, cuando la oferta de centros era menor y la actividad laboral de las
madres también era muy baja, tuvieron experiencias de preescolarización igualmente bajas.
33
Afortunadamente, existen diferentes técnicas estadísticas para controlar si se produce un
efecto de endogeneidad y, si es preciso, para corregir su impacto. Nosotros hemos elegido
un modelo de estimación de dos ecuaciones simultáneas que valora el efecto de la variable
independiente después de controlar las covariaciones asociadas a la preescolarización. En
este caso hemos usado un modelo probit bivariado aparentemente no relacionado
(seemingly unrelated bivariate probit model) que proporciona el paquete informático de
tratamiento estadístico STATA, ideado para situaciones parecidas a esta que nos ocupa,
donde los factores determinantes del fracaso escolar y los determinantes de la
preescolarización no son exactamente los mismos. La preescolarización depende de las
condiciones de vida familiar antes de los seis años, mientras que en el fracaso escolar
inciden factores asociados a las condiciones de vida en la fase adolescente del ciclo vital.
Los resultados se reflejan en las tablas 2.17. y 2.18., en las cuales puede observarse que la
endogeneidad estimada no es muy alta (valor de rho) y, además, no es estadísticamente
significativa —ch2(1) = 0,09 y 0,58 respectivamente—, de manera que podemos dar por
buenos los resultados obtenidos en el modelo anterior, expuesto en las tablas 2.6. y 2.7.
Por otra parte, no parece que un origen social muy acomodado tenga una influencia decisiva
en nuestra muestra, ya que son los hijos de madres con estudios básicos los que con más
probabilidad fueron preescolarizados. Más aún, contrariamente a la hipótesis de que el
efecto selección en el hecho de ir a preescolar se produce en favor de los hijos de familias
acomodadas, más preocupadas por el futuro bienestar de los hijos, la tabla 2.17. revela que,
si se produce un efecto selección, es en favor de aquellos individuos que fueron objeto de
intervención por parte de los servicios de protección del menor, ya que los menores que
fueron adoptados o ingresados en centros de menores fueron escolarizados antes de los
seis años en mayor proporción que el resto. Difícilmente podemos decir que estos individuos
tuvieron en su infancia una situación familiar envidiable. Antes de cumplir los 16 años de
edad, un 11 % de los entrevistados autóctonos atendidos por las entidades sociales habían
sido internados, una proporción casi cuatro veces superior a la registrada en la muestra
aleatoria de la ciudad y en la de los inmigrantes, y en la mitad de los casos lo habían hecho
antes de los seis años de edad, principalmente por falta de recursos económicos de los
padres para mantenerlos. Además, entre los excluidos autóctonos, el 8 % fue ingresado
alguna vez en un centro de menores, mientras que sólo un 1 % de los inmigrantes lo estuvo
y la cifra es nula entre los entrevistados de la muestra de control. Todo indica que un factor
diferencial de las personas autóctonas atendidas por las entidades sociales es el hecho de
tener antecedentes de institucionalización en la infancia.
34
Tabla 2.16. Porcentaje de individuos que estuvieron ingresados en centros de menores o en
internados antes de los 16 años de edad
Pasaron hambre
Muestra de BCN Excluidos autóctonos Excluidos inmigrantes
3 16 4
Variables:
Primera ecuación: antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; bcn: muestra de Barcelona;
inmigra: muestra de inmigrantes; salud_inf: tuvo problemas de salud antes de los 14 años;
padres_dro~16: antes de cumplir 16 años, alguno de sus padres tuvo problemas graves con las
drogas o el alcohol; sexo: mujer; estudpad_2: padre con estudios primarios; estudpad_3: padre con
estudios secundarios o universitarios; estudpad_4: no sabe qué estudios tenía el padre; hambre_inf2:
35
en casa pasaron hambre antes de los 14 años; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con
los maestros (Cat. Ref.); relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo
relaciones conflictivas con los maestros; relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los
maestros; expulsado: fue expulsado alguna vez de un centro educativo; escapó: se escapó alguna
vez de casa; deberes: hacía los deberes escolares en casa; padres_escuela: los padres lo ayudaban
a hacer los deberes; padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; t_adopt: número de
años en una familia de adopción; t_centro: número de años en un centro de menores; t_intern:
número de años en un internado; t_padsol: número de años viviendo sólo con el padre; t_madsol:
número de años viviendo sólo con la madre.
Segunda ecuación: cohorte_1: nacidos antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacidos entre 1960 y
1976; cohorte_3: nacidos después de 1976; hambre_inf: pasó hambre cuando era muy pequeño;
estudmad_: estudios de la madre, codificado igual que estudpad; las demás variables relacionadas
con la convivencia familiar son las mismas que en la primera ecuación, pero para el periodo anterior a
los siete años de edad.
36
/athrho -.3151266 .4033575 -0.78 0.435 -1.105.693 .4754396
rho -.3050937 .3658121 -.8025346 .4425839
Likelihood-ratio test of rho=0:chi2(1) =.58149 Prob > chi2 = 0.4457
Variables:
Primera ecuación: antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; bcn: muestra de Barcelona;
inmigra: muestra de inmigrantes; salud_inf: tuvo problemas de salud antes de los 14 años;
padres_dro~16: antes de cumplir 16 años, alguno de sus padres tuvo problemas graves con las
drogas o el alcohol; sexo: mujer; hermanos: número de hermanos; estudpad_1: padre sin estudios
(Cat. Ref.); estudpad_2: padre con estudios primarios; estudpad_3: padre con estudios secundarios o
universitarios; estudpad_4: no sabe qué estudios tenía el padre; hambre_inf2: en casa pasaron
hambre antes de los 14 años; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con los maestros (Cat.
Ref.); relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo relaciones conflictivas con
los maestros; relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los maestros; expulsado: fue
expulsado alguna vez de un centro educativo; escapó: se escapó alguna vez de casa; deberes: hacía
los deberes escolares en casa; padres_escuela: los padres lo ayudaban a hacer los deberes;
padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; t_adopt: número de años en una familia
de adopción; t_centro: número de años en un centro de menores; t_intern: número de años en un
internado; t_padsol: número de años viviendo sólo con el padre; t_madsol: número de años viviendo
sólo con la madre.
Segunda ecuación: cohorte_1: nacidos antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacidos entre 1960 y
1976; cohorte_3: nacidos después de 1976; hambre_inf: pasó hambre cuando era muy pequeño;
estudmad_: estudios de la madre, codificado igual que estudpad; las demás variables relacionadas
con la convivencia familiar son las mismas que en la primera ecuación, pero para el periodo anterior a
los siete años de edad.
Según estas estimaciones, el modelo predice que la probabilidad media de que un individuo
sufra fracaso escolar es del 27 % si no fue escolarizado antes de los seis años de edad y
disminuye hasta el 14 % si fue preescolarizado. Si tomamos las estimaciones de no
continuar los estudios al acabar el periodo de escolarización obligatoria, la proporción se
mantiene. La probabilidad estimada de abandonar los estudios es del 62 % si no fue
preescolarizado y del 33 % si lo fue.
Además, ya hemos visto en las estimaciones que nuestro modelo no ha sido capaz de
explicar toda la variancia en el riesgo de exclusión educativa y que sigue habiendo factores
no observados que aumentan el riesgo para los individuos autóctonos que en la actualidad
son atendidos por las entidades sociales. Pues bien, el modelo predice que, no obstante,
entre los individuos autóctonos actualmente vistos por las entidades sociales, la probabilidad
de abandonar los estudios si fueron preescolarizados es un 96 % inferior a la que presentan
los individuos de la muestra aleatoria que no fueron escolarizados antes de los seis años.
Tabla 2.19. Frecuencias de los que acaban los estudios con éxito si vuelven a estudiar,
según hayan sido preescolarizados o no
Finaliza estudios
Fue preescolarizado No Sí Total
No 16 26 42
% 38,10 61,90 100,00
Sí 26 87 113
% 23,01 76,99 100,00
Total 42 113 155
% 27,10 72,90 100,00
Pearson chi2(1) = 3.5278 Pr = 0.060
37
03
Mercado laboral
38
Mercado laboral
3.1. Descripción de las transiciones laborales
Las tablas 3.1. y 3.2. muestran los valores de la función de supervivencia para hombres y
mujeres, respectivamente, según sus credenciales educativas. Podemos observar que, de
las personas que no obtuvieron nunca una titulación educativa mínima, el 60 % encontraron
trabajo por primera vez al cabo de más de 10 años de abandonar la escuela. Esta
proporción es de menos de 2 años en el caso de los hombres con estudios postobligatorios
y de 3 años en el de las mujeres.
Gráfico 3.1.
8. Un test de significación estadística para contrastar la hipótesis nula de que no hay diferencias entre
cohortes demográficas (long-rank test) indica que, en efecto, no hay ninguna diferencia entre las
cohortes de los individuos con alguna titulación académica, pero sí existen diferencias significativas
en las oportunidades de obtener un puesto de trabajo entre las cohortes de aquellos que han sufrido
fracaso escolar.
39
Gráfico 3.2.
Observamos que hay tres grupos con tendencias de inserción laboral diferentes. Por una
parte, los hombres integrados son los que presentan mayor velocidad de inserción y mayor
grado de éxito: pasados siete años desde que abandonaron los estudios, prácticamente
todos ya han tenido trabajo. El siguiente grupo es menos afortunado y está formado por las
mujeres integradas, las mujeres inmigrantes (atendidas por las entidades sociales) y los
hombres en situación de exclusión: estos tres grupos muestran tendencias de inserción
laboral no muy diferentes en lo que se refiere a la velocidad de inserción y al resultado final
siete años después del inicio del periodo de posible ocupación laboral. El grupo con mayor
resistencia a alcanzar la inserción laboral está formado por las mujeres autóctonas excluidas
y los hombres inmigrantes atendidos por las entidades sociales.
Gráfico 3.3.
41
El acceso a un contrato indefinido
Como era de esperar, las dificultades para acceder a un contrato indefinido han aumentado
de forma progresiva para las cohortes más jóvenes, dado que los contratos temporales
fueron introducidos en nuestro mercado laboral en los años ochenta. Entre aquellos que hoy
no son atendidos por las entidades sociales, la mayor dificultad para acceder a un contrato
indefinido se encuentra en la rapidez, pero no en el resultado final: pasados siete años
desde que abandonaron los estudios, prácticamente todos los entrevistados ya habían
conseguido un contrato indefinido; una situación muy diferente a la que han vivido los
individuos que en la actualidad son atendidos por las entidades sociales.
Los individuos que hoy se encuentran en situación de exclusión social tuvieron serias
dificultades para conseguir un empleo estable. Estas dificultades aumentaron de manera
espectacular con la introducción de los contratos temporales. Los excluidos nacidos antes
de 1960, aunque tuvieron muchas menos dificultades para obtener un contrato indefinido
que las cohortes siguientes, no disfrutaron de las mismas facilidades que tuvieron los que
están integrados en la actualidad. Su velocidad de incorporación era más lenta y, 15 años
después de acabar los estudios, algunos todavía no habían disfrutado nunca de un contrato
fijo (un 5 % de los hombres y un 34 % de las mujeres). La siguiente cohorte, nacida entre
1960 y 1976, muestra más dificultades que la anterior, tanto en lo relativo a la velocidad de
entrada (pendiente de la curva menos acusada) como en lo que se refiere al resultado final
(el 25 % del total de los individuos de esta cohorte aún no había conseguido un contrato
indefinido 15 años después de acabar los estudios). Puede decirse que la cohorte de
personas en situación de exclusión más precaria de todas es la más joven, la nacida
después de 1976. Un 75 % del total todavía no ha obtenido un contrato indefinido, aunque
conviene matizar que esta media esconde situaciones muy diferentes entre hombres y
mujeres. Ninguna mujer de las entrevistadas, entre las más jóvenes atendidas por las
entidades sociales, ha trabajado nunca con un contrato indefinido, mientras que un 60 % de
los hombres sí que lo ha hecho.
Las dificultades de las personas inmigrantes en situación de exclusión han sido grandes,
incluso para la cohorte más mayor. Hay que tener en cuenta que se considera como punto
de partida del periodo de riesgo la llegada al Estado español. Seguramente, su entrada en el
país tuvo lugar cuando nuestro mercado laboral ya ofrecía gran precariedad. Es importante
precisar que, de la cohorte más joven de los inmigrantes entrevistados, ninguna persona ha
obtenido todavía un contrato indefinido, a pesar de que una parte de ellos lleva más de 15
años residiendo en España en edad laboral.
Gráfico 3.4.
42
Otra manera de analizar el acceso a un contrato indefinido es observar las transiciones
condicionadas al hecho de haber conseguido con anterioridad un empleo cualquiera. Para
ello, estimamos las funciones de supervivencia hasta el momento de realizar la transición a
un contrato indefinido.
El gráfico 3.5. indica que 10 años después de haber iniciado un periodo de ocupación sin
que se haya producido ninguna interrupción de la actividad laboral de una duración mínima
de un año, aproximadamente el 75 % de los hombres y las mujeres seleccionados de forma
aleatoria en la ciudad de Barcelona ya han obtenido un contrato indefinido. Esta proporción
es del 50 % entre las mujeres inmigrantes y sólo del 25 % entre los hombres inmigrantes. La
proporción de personas que ha obtenido un contrato indefinido a los 10 años de haber
iniciado la actividad laboral se sitúa en torno al 30 % en las personas autóctonas atendidas
por las entidades sociales.
Estas cifras revelan que los patrones de acceso a un contrato indefinido no son muy
diferentes entre los autóctonos cuando controlamos que han conseguido un trabajo y el
grupo de la muestra al que pertenecen. Aunque existe una tendencia más favorable entre
los hombres autóctonos, no podemos garantizar que esa diferencia sea significativa dado el
intervalo de confianza de los estimadores. En el caso de las personas inmigradas, la
tendencia es la contraria: son las mujeres las que tienen más facilidad para obtener un
contrato indefinido, de igual manera que tenían más posibilidades que los hombres
inmigrantes de obtener un trabajo remunerado.
Gráfico 3.5.
43
Gráfico 3.6.
Una vez descritos los tiempos de inserción laboral de los entrevistados, a continuación
queremos identificar los factores más relevantes de los asociados a las transiciones del
desempleo al empleo y viceversa, del empleo al desempleo o la inactividad laboral de larga
duración. Para llevar a cabo este análisis, primero hemos valorado los factores que dificultan
la transición de la escuela al mercado laboral. En este caso hemos desestimado a los
entrevistados inmigrantes porque muchos de ellos efectuaron dicha transición en su país de
origen en circunstancias muy heterogéneas, en sus propios sistemas educativos y mercados
laborales. Tanto la regulación del mercado laboral como el diseño institucional del sistema
educativo son factores que inciden en las probabilidades que tienen los jóvenes de
insertarse en el mercado laboral (Müller y Gangl, 2003) y no controlarlos nos llevaría a
estimaciones sesgadas. Por esa razón hemos intentado realizar un análisis aparte que
tenga en cuenta los factores que dificultan la inserción laboral de las personas inmigradas
desde el momento en que entran en el país, pero el reducido tamaño de la muestra y la falta
de un grupo de control de personas inmigradas que no hayan necesitado la atención de las
entidades sociales tampoco nos permiten extraer conclusiones fiables.
Los pasos siguientes han sido estimar la probabilidad de transitar del desempleo al empleo
sin tener en cuenta si dicha transición es la primera o no; evaluar los factores de riesgo
asociados a la transición hacia la exclusión del mercado laboral una vez que el individuo
había entrado en él y, por último, analizar los factores que dificultan la transición hacia un
empleo estable con contrato indefinido.
44
En nuestras estimaciones hemos medido estos factores con los indicadores que explicamos
a continuación. El hecho de crecer en familias monoparentales lo hemos diferenciado entre
haber sido educado sin padre y haber sido educado sin madre. También hemos incorporado
dos indicadores separados dependiendo de si el entrevistado manifestaba que había tenido
relaciones conflictivas con los padres o con los maestros. Un caso extremo de estos
conflictos se da cuando el individuo se escapa de casa durante la adolescencia y tiene que
dormir en la calle, razón por la cual hemos analizado si, en el año anterior al de la medida de
la probabilidad de obtener un empleo, el individuo había vivido algún episodio de dormir en
la calle. Además, hemos controlado si el individuo ya se dedicaba a la prostitución, había
sido encarcelado o tenía problemas graves con el consumo de cocaína o heroína. Con
respecto a otros aspectos relacionados con el mundo de la salud, hemos medido si el
individuo tenía problemas graves de salud9 o si cuidaba de alguna persona adulta
gravemente enferma o dependiente.
Para intentar estimar los efectos en la inserción laboral que haya podido tener la
intervención de profesionales expertos en los casos en que el individuo asegura haber
sufrido un problema personal, económico o familiar grave, hemos incorporado dos
indicadores: uno mide si el individuo tuvo uno de esos problemas el año anterior y el otro
indica si recibió asistencia profesional.
Por último, se han realizado las estimaciones controlando la cohorte demográfica de los
entrevistados y los estudios máximos que habían obtenido hasta entonces. Sin embargo,
debemos hacer algunas matizaciones sobre cómo hemos usado estas variables. Uno de los
cambios más significativos de los ocurridos en los últimos 30 años en el mercado laboral
español ha sido el aumento de las dificultades para conseguir trabajo que sufren las
personas con baja formación y poca experiencia laboral. El otro ha sido la introducción de
los contratos temporales hasta un nivel muy superior al de cualquier otro país europeo, lo
cual, en principio, tendría que ayudar a los jóvenes a encontrar un primer empleo. Por eso
podemos suponer un efecto del nivel de estudios en la primera inserción laboral que será
diferente según el año en que el individuo finalizó sus estudios. Para comprobarlo hemos
realizado interacciones entre los estudios finalizados y la cohorte demográfica a la que
pertenece la persona entrevistada.
9. Hemos descartado la medida de si el individuo estaba infectado por el virus del sida, dado que sólo
un caso de las personas infectadas consiguió hacer la transición a un empleo.
45
jóvenes, nacidos a partir de 1977, han tenido más oportunidades laborales, ya que el
momento de su inserción laboral coincidió con el periodo de bonanza económica que
comenzó en la segunda mitad de los años noventa y que ha durado hasta el año 2007. Sin
embargo, las condiciones de acceso al mercado laboral de los jóvenes ya no han sido las
mismas que disfrutaron los jóvenes de los años setenta.
La interacción entre la cohorte y los estudios de los individuos muestra que las dificultades
de las personas sin estudios para encontrar el primer empleo están aumentando y afectan
también a las personas que abandonaron el sistema educativo al acabar la escolarización
obligatoria, aunque obtuviesen la acreditación correspondiente. En comparación con los
nacidos antes de 1960, los nacidos entre 1960 y 1976 que fueron a la escuela y obtuvieron
la titulación equivalente a la secundaria actual tuvieron tres veces más probabilidades de
encontrar el primer empleo que los que no habían obtenido ninguna credencial educativa.
Pero entre los nacidos después de 1976, este diferencial favorable desaparece y las
dificultades para encontrar el primer empleo fueron similares para todos los individuos que
no habían seguido estudiando al terminar la ESO.
Como habíamos previsto, tener hijos menores de siete años es un factor muy negativo en la
inserción laboral de los jóvenes; pero, paradójicamente, tiene efectos más intensos en el
caso de los hombres que en el de las mujeres, ya que éstas tienen cuatro veces más
probabilidades que sus compañeros hombres de empezar a trabajar, cosa que indica que
los hombres jóvenes que tienen un hijo antes de tener un empleo remunerado comparten
algunas características que les hace difícilmente empleables. Esta hipótesis es coherente
con el hecho de que la mayor concentración de hijos menores de siete años antes de que el
progenitor entrevistado haya encontrado el primer trabajo se da entre individuos con una
formación escolar muy baja. Para entender mejor esta paradoja, debemos leer el apartado
de este informe dedicado a la formación de las familias. Hemos descrito que un rasgo
distintivo de la exclusión social es la formación de matrimonios prematuros cuando uno de
46
los miembros de la pareja tiene un empleo, pero que, en estos casos, la probabilidad de que
pierda el trabajo y el matrimonio acabe en divorcio o separación es muy elevada. En dichas
circunstancias, no es extraño que sean las madres jóvenes las que se sientan más
predispuestas a buscar un empleo cuando sus maridos lo han perdido, cuando no lo han
tenido nunca o, simplemente, cuando ya no tienen marido.
Por último, nuestras estimaciones muestran que haber pasado por un mal momento
personal tiene efectos negativos en la obtención de un empleo un año después y que dichos
efectos negativos desaparecen si ha intervenido un profesional experto. Sin embargo, la
significación estadística es baja, quizá porque el número de casos es igualmente bajo.
Hemos estimado también un modelo de dos ecuaciones simultáneas para controlar que no
hubiera un efecto selección que alterase los resultados, pero no se detecta ninguna
correlación significativa entre los residuales ni tampoco mejora la significación de los
estimadores del modelo de una sola ecuación, razón por la cual obviamos mostrar los
resultados.
Variables: time_1: un año o menos desde que acaba los estudios (Cat. Ref.), time_2: de uno a dos
años, time_3: de tres a cuatro años, time_4: de cinco a ocho años, time_5: más de ocho años;
cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.), cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976, cohorte_3: nacido
después de 1976; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3:
postsecundaria; estudios4_4: universitaria; relprobmaestro: problemas de relación con maestros;
47
relprobtutor: problemas de relación con padres; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años;
sinmadre: creció sin madre antes de los 14 años; sinhogar_1: episodio de dormir en la calle en el año
anterior; sexo_2: mujer; casado_1: el año anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba
viudo, separado o divorciado; numhijos_7: número de hijos menores de siete años; malmomen_1: el
año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año
anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional; hogar_no_empl_1: el año
anterior no trabajaba ningún miembro del hogar; otrosalud_1: el año anterior tenía problemas de
salud; care_1: el año anterior estaba cuidando a una persona discapacitada; coca_hero_1: el año
anterior tenía problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año
anterior practicaba la prostitución; carcel_1: el año anterior estaba en la cárcel.
La primera entrada en el mercado laboral de los inmigrantes atendidos por las entidades
sociales
La tabla 3.4. muestra los resultados estimados de la regresión de la primera transición a un
empleo remunerado de los inmigrantes después de entrar en el país. El modelo que hemos
especificado no es el mismo que hemos usado para la población autóctona. Hemos
suprimido las interacciones entre la cohorte demográfica y los estudios, que en el caso de
los españoles trataba de controlar la forma en que afectaban a diferentes cohortes los
cambios de nuestro mercado laboral. En cambio, hemos añadido una variable dicotómica
que indica si la persona ya conocía a alguna persona cuando entró en el país, con la
intención de estimar el efecto del capital social en la probabilidad de inserción laboral.
Tres factores aparecen como los más relevantes para explicar la probabilidad de que los
inmigrantes obtengan el primer empleo remunerado cuando llegan a España: el tiempo de
estancia en el país, el sexo y las características personales relacionadas con dificultades
para mantener un buen capital social.
Pasado el primer año de estancia en el país, las probabilidades que tiene un individuo de
entrar en el mercado laboral se reducen en un 80 % si todavía no ha entrado en él, y esta
reducción de la probabilidad se mantiene constante a lo largo de los años siguientes, lo que
indica que el paso del tiempo sin trabajo penaliza más a los inmigrantes que a los
autóctonos respecto a las probabilidades de entrar por primera vez en nuestro mercado
laboral. Se trata de un dato que es coherente con las funciones de supervivencia antes
descritas, donde se muestra que la falta de empleo es más frecuente entre los inmigrantes
atendidos por las entidades sociales (lo cual indica que esa falta de empleo puede ser la
causa de la solicitud de asistencia social). Las mujeres tienen, sin embargo, una mayor
probabilidad de inserción laboral que los hombres si no están casadas y, en ellas, la ruptura
matrimonial no muestra ningún efecto significativo, posiblemente porque no hemos podido
controlar si su pareja vivía en Barcelona o en el país de origen, ya que en tal caso la ruptura
o separación no tiene ninguna incidencia en los incentivos que la mujer tiene para buscar
empleo.
Sin embargo, hay dos características personales que tienen un efecto muy significativo y
que pueden estar relacionadas entre sí. Los individuos que han manifestado haber tenido
relaciones conflictivas con los maestros cuando iban a la escuela muestran una inserción
laboral más deficiente y esta menor capacidad de obtener empleo tiene mucho que ver con
la forma en que los individuos decidieron iniciar el proceso migratorio. Si nos fijamos en el
comportamiento de la variable «no conocía a nadie cuando vino a España», observamos
que tiene, como era de esperar, una asociación negativa con la probabilidad de inserción
laboral, pues reduce en un 20 % aproximadamente dicha probabilidad, pero su efecto no es
estadísticamente significativo. Ahora bien, si eliminamos del modelo la variable que mide las
relaciones conflictivas con los maestros, hemos comprobado que entrar en el país sin
conocer a nadie tiene un efecto significativo y de una intensidad mayor a la mostrada en
nuestra tabla, ya que reduce la probabilidad de inserción laboral en casi el 50 %. No
sabemos cuál es la representatividad de estos datos del proceso migratorio en general en
nuestra ciudad, pero podemos afirmar que muchas de las personas inmigrantes atendidas
por las entidades sociales que decidieron dar el paso de marcharse de su país y viajar a otro
desconocido donde no tenían ningún contacto familiar ni de amistad habían tenido
problemas de socialización en la escuela. Por último, las estimaciones muestran que
aquellas personas que llegaron a Barcelona con problemas graves de dependencia de la
cocaína o la heroína también han tenido pocas oportunidades de inserción laboral.
48
Ni la cohorte demográfica (sus efectos han sido estimados aparte y no se muestran en este
modelo) ni el nivel de estudios han sido factores decisivos a la hora de encontrar empleo, y
tampoco lo ha sido la situación legal, ya que el hecho de tener permiso de residencia o
permiso de trabajo no incrementa las probabilidades de manera significativa. Las personas
que se dedicaban a la prostitución o a actividades ilegales y las que estaban en la cárcel no
muestran ninguna propensión significativa a favor ni en contra de encontrar un primer
empleo en el país. Eso indicaría que ni la prostitución ni las actividades ilegales operan
como sustitutos de empleos socialmente más aceptados, sino como recursos
complementarios o alternativos hasta que se encuentra una ocupación mejor. Esta situación
no es en absoluto diferente a la que muestra el modelo estimado para la población
autóctona.
Variables: time_1: un año o menos desde que entra en el país (Cat. Ref.); time_2: de uno a dos años;
time_3: de tres a cuatro años; time_4: de cinco a ocho años; time_5: más de ocho años; cohorte_1:
nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de
1976; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3:
postsecundaria; estudios4_4: universitaria; sexo_2: mujer; casado_1: el año anterior estaba casado;
ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado; numhijos_7: número de hijos menores
de siete años; sin_conocidos: entra en el país sin conocer a nadie; coca_hero_1: el año anterior tenía
problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína; carcel_1: el año anterior estaba en la
cárcel; relprobmaestro: problemas de relación con maestros; relprobtutor: problemas de relación con
padres; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre: creció sin madre antes de los 14
años; care_1: el año anterior estaba cuidando de una persona discapacitada; sida_1: enfermo de sida
el año anterior.
Las probabilidades de volver al mercado laboral son menores para las mujeres casadas,
pero también para los hombres y las mujeres que han sufrido un divorcio, una separación o
la defunción de su pareja. Menos probabilidades todavía han tenido las personas que
cuidaban de una persona gravemente enferma o dependiente.
Por último, la adicción a las drogas y las conductas delictivas no explican las dificultades
para la reinserción laboral, mucho más condicionada por el estado de salud y por los
episodios de dormir en la calle.
Tabla 3.5. Segunda transición al empleo, condicionada a haber trabajado antes y a haber
sufrido un primer desempleo de larga duración. Toda la población entrevistada
Variables: t: años transcurridos desde el último empleo; grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat.
Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes; sexo_2: mujer; casado_1: el
año anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado; hijos_7:
tenía hijos menores de siete años; care_1: el año anterior estaba cuidando de una persona
discapacitada; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.), estudios4_2: formación básica, estudios4_3:
postsecundaria, estudios4_4: universitaria; antes6: fue escolarizado antes de los seis años de edad;
alcohol_1: el año anterior tenía problemas graves por el consumo de alcohol; juego_1: el año anterior
tenía problemas graves de dependencia del juego; malmomen_1: el año anterior pasó por un mal
momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por un mal momento,
pero recibió asistencia profesional; sinhogar_1: episodio de dormir en la calle en el año anterior;
sida_1: enfermo de sida el año anterior; hogar_no_empl_1: el año anterior no trabajaba ningún
50
miembro del hogar; mental_1: el año anterior tenía problemas de salud mental; otrosalut_1: el año
anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior tenía problemas graves
derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución;
carcel_1: el año anterior estaba en la cárcel; delinc_1: el año anterior practicaba la venta de drogas o
cometía robos.
La estimación del modelo indica que la probabilidad de entrar en el mercado laboral decae
de manera considerable cuando hace más de dos años que el individuo no trabaja y que son
las cohortes más jóvenes las que tienen un poco más de facilidad para entrar, aunque ya
hemos comentado que esa facilidad es a costa de una mayor precariedad cuando se trata
de personas atendidas por las entidades sociales (véase el gráfico 3.4.).
Las credenciales educativas también son una garantía de encontrar trabajo de forma rápida,
sobre todo cuando se trata de estudios de formación profesional más que de estudios
universitarios. Este dato es coherente con un estudio reciente sobre la menor garantía
relativa que han tenido los titulados universitarios en comparación con los individuos con
formación profesional para protegerse contra un empeoramiento del nivel de vida en España
entre los años 1997 y 2007 (Sarasa, 2008).
No se detecta ninguna diferencia entre hombres y mujeres mientras son solteros, pero el
matrimonio y la convivencia reducen las probabilidades de la mujer de entrar en el mercado
laboral, ya que muchas lo abandonan cuando se casan. Ahora bien, una ruptura de la
convivencia en pareja por defunción, separación o divorcio reduce las posibilidades de
inserción laboral con una significación mucho más elevada que en la transición de la escuela
al trabajo, hecho explicable porque en la actualidad se dan más casos de rupturas. Nuestras
estimaciones no detectan ningún efecto diferente significativo entre hombres y mujeres,
aunque sí una predisposición mayor de las mujeres a buscar trabajo cuando han sufrido una
separación. Así pues, el modelo quizá muestra una información relativa a alguna variable no
observada que tal vez se asocie a alguna característica personal de los hombres que están
casados y sin trabajo, la cual aumenta sus dificultades de inserción laboral en caso de
ruptura matrimonial.
Otra situación de riesgo de exclusión laboral es tener que cuidar de una persona
dependiente. Su impacto, aunque no es muy significativo, reduce en casi un 50 % la
probabilidad de entrar en el mercado laboral. Este dato es coherente con otros estudios que
estiman las dificultades de compaginar el cuidado de personas dependientes con un trabajo
remunerado (Sarasa y Mestres, 2005; Sarasa, 2006). Podría pensarse que estamos ante un
hecho endógeno, ya que las mujeres que han optado por un modelo familiar en el que ellas
se especializan en las tareas domésticas y de cuidado de la familia tienen menos
probabilidades de trabajar fuera de casa y más de cuidar de un adulto si está gravemente
enfermo o es dependiente. Sin duda, hay una parte de nuestra estimación que se debe a
esta razón, pero nuestro modelo indica que el riesgo de desempleo es sensiblemente mayor
entre los hombres, lo que confirma la existencia de cierta incompatibilidad entre ambas
tareas.
Tras estas consideraciones observamos que las situaciones excluyentes como dormir en la
calle o en un albergue, estar en prisión o tener problemas graves de salud o conductas
adictivas tienen efectos negativos en la obtención de un empleo remunerado. Sin embargo,
los problemas de salud genéricos, la enfermedad del sida (síndrome de inmunodeficiencia
adquirida) y la salud mental tienen efectos más intensos y significativos que la dependencia
de la cocaína, la heroína, el alcohol o el juego. No muestran efectos significativos las
prácticas delictivas ni la prostitución. No obstante, aún hay variables latentes no observadas
que afectan a la población autóctona excluida, ya que, una vez que se controlan las
51
variables mencionadas, la probabilidad de que estas personas efectúen la transición del
desempleo de larga duración al empleo es todavía un 27 % inferior a la de los integrados y a
la de los inmigrantes atendidos por las entidades sociales.
Tabla 3.6. Modelo que estima la probabilidad de transitar del desempleo al empleo
Variables: time_1: un año o menos desde que acaba los estudios (Cat. Ref.); time_2: de uno a dos
años; time_3: de tres a siete años; time_4: de 8 a 12 años; time_5: más de 12 años; grupo_0:
52
muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes;
cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.), cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido
después de 1976; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3:
postsecundaria; estudios4_4: universitaria; sexo_2: mujer; casado_1: el año anterior estaba casado;
ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado; hijos_7: tenía hijos menores de siete
años; sinhogar_1: episodio de dormir en la calle en el año anterior; malmomen_1: el año anterior pasó
por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por un
mal momento, pero recibió asistencia profesional; sida_1: enfermo de sida el año anterior;
hogar_no_empl_1: el año anterior no trabajaba ningún miembro del hogar; otrosalud_1: el año
anterior tenía otros problemas de salud; mental_1: el año anterior tenía problemas de salud mental;
care_1: el año anterior estaba cuidando de una persona dependiente; alcohol_1: el año anterior tenía
problemas graves por el consumo de alcohol; juego_1: el año anterior tenía problemas graves de
dependencia del juego; coca_hero_1: el año anterior tenía problemas graves derivados del consumo
de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución; carcel_1: el año anterior
estaba en la cárcel; delinc_1: el año anterior practicaba la venta de drogas o cometía robos.
Una pregunta pertinente es si los factores que dificultan la obtención de un trabajo cuando el
individuo ha estado desempleado durante un año o más son los mismos que lo empujan a
abandonarlo cuando ya lo ha conseguido.
Gráfico 3.7.
53
El gráfico 3.7. muestra una marcada diferencia entre las funciones de supervivencia de los
integrados y de los excluidos. Tanto los inmigrantes como los autóctonos que son atendidos
por las entidades sociales tienen en común una supervivencia similar en el estado de
empleado. La mayoría de ellos no ha llegado nunca a periodos de empleo sostenido
superiores a 10 años, una duración que sí sobrepasa casi el 90 % de los entrevistados
aleatoriamente en la ciudad de Barcelona, el 75 % de los cuales ha tenido empleo durante
periodos superiores a 20 años seguidos.
La mayor supervivencia de los integrados se debe, en parte, al hecho de que tienen un nivel
de estudios más elevado, pero las credenciales educativas no explican en su totalidad la
exclusión laboral. El gráfico 3.8. muestra la supervivencia en estado de empleo continuado
según las credenciales educativas y, aunque es cierto que hay una clara relación entre
estudios y estabilidad laboral, las desigualdades no son tan acusadas como las que
muestran los grupos excluidos y los integrados entre sí. Es destacable que no hay ninguna
diferencia en la supervivencia que mantienen en el empleo los individuos que abandonaron
el sistema educativo sin ninguna titulación oficial y los que lo abandonaron, pero después de
finalizar los estudios obligatorios. Como era de esperar, los titulados universitarios son los
que disfrutan de mayor continuidad en la situación de empleado en el mercado laboral.
Gráfico 3.8.
Primero estimamos el peso de cada factor en la probabilidad de abandonar por primera vez
el mercado laboral (tabla 3.7.) y después estimamos el efecto de los mismos factores para
explicar las sucesivas transiciones que los individuos han realizado al desempleo a lo largo
de los años de los que tenemos constancia (tabla 3.8.).
Abandonan por primera vez el mercado laboral las mujeres casadas; los individuos en cuyo
hogar ya no trabajaba nadie; los trabajadores asalariados sin contrato indefinido —puesto
que esta situación depende tanto de los estudios, este grupo no es significativo, salvo en el
caso de aquellos que han cursado estudios de secundaria posobligatoria, que tienen un
riesgo menor, aunque no tengan contrato indefinido—; los que sufrían problemas de salud,
pero no mentales; los que tenían una dependencia grave del alcohol, pero no de la cocaína
o la heroína; los que habían empezado un periodo de dormir en la calle o de prácticas
delictivas y, sobre todo, los que habían ingresado en prisión, así como los que pasaban por
54
un mal momento, entre ellos, aún con más intensidad los que habían pedido ayuda a
expertos. Con independencia de todas estas situaciones, los inmigrantes muestran un riesgo
más elevado incluso que los propios excluidos autóctonos.
Variables: time2_1: dos años o menos empleado (Cat. Ref.); time2_2: más de dos años empleado;
grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos
inmigrantes; sexo_2: mujer; casado_1: el año anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior
estaba viudo, separado o divorciado; estudios5_1: formación básica o inferior (Cat. Ref.);
estudios5_3: formación postsecundaria; estudios5_4: formación universitaria; antes6: fue escolarizado
antes de los seis años de edad; autonom_1: el año anterior estaba empleado como autónomo;
indefinido_1: el año anterior estaba empleado con contrato indefinido; alcohol_1: el año anterior tenía
problemas graves por el consumo de alcohol; juego_1: el año anterior tenía problemas graves de
dependencia del juego; malmomen_1: el año anterior pasó por un mal momento y no recibió
asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por un mal momento, pero recibió
asistencia profesional; sinhogar_1: episodio de dormir en la calle en el año anterior; sida_1: enfermo
de sida el año anterior; hogar_no_empl_1: el año anterior no trabajaba ningún miembro del hogar;
mental_1: el año anterior tenía problemas de salud mental; otrosalud_1: el año anterior tenía otros
problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior tenía problemas graves derivados del consumo de
cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución; carcel_1: el año anterior estaba
en la cárcel; delinc_1: el año anterior practicaba la venta de drogas o cometía robos.
Una vez analizados los factores que explican la primera transición al desempleo de larga
duración, puede ser interesante explorar los factores que explicarían una segunda
transición, es decir, los factores asociados al hecho de que la persona vuelva al desempleo
durante un periodo mínimo de un año condicionado al hecho de que, habiendo estado ya
una vez desempleada, haya vuelto a trabajar.
Los resultados estimados en la tabla 3.8. indican que ya no hay diferencias significativas
entre integrados y excluidos que no hayan sido explicadas por el modelo. Los factores más
relevantes de los asociados a un segundo abandono del mercado laboral son sufrir un
55
episodio de dormir en la calle y estar viviendo una ruptura de convivencia con la pareja. En
menor medida, las prácticas delictivas o de dependencia de la cocaína o la heroína son
factores de riesgo. Con respecto a ello, es interesante destacar que, si en la primera
transición hacia el desempleo era un factor relevante el matrimonio de las mujeres, en la
segunda transición lo es más la ruptura de la pareja, que afecta negativamente a hombres y
mujeres.
Variables: _t: años transcurridos en el último empleo; grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.);
grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes; sexo_2: mujer; casado_1: el año
anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado; estudios4_1:
sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3: formación postsecundaria;
estudios4_4: formación universitaria; antes6: fue escolarizado antes de los seis años de edad;
autonom_1: el año anterior estaba empleado como autónomo; indefinido_1: el año anterior estaba
empleado con contrato indefinido; alcohol_1: el año anterior tenía problemas graves por el consumo
de alcohol; juego_1: el año anterior tenía problemas graves de dependencia del juego; malmomen_1:
el año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año
anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional; sinhogar_1: episodio de dormir
en la calle el año anterior; sida_1: enfermo de sida el año anterior; hogar_no_empl_1: el año anterior
no trabajaba ningún miembro del hogar; mental_1: el año anterior tenía problemas de salud mental;
otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior tenía
problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la
prostitución; carcel_1: el año anterior estaba en la cárcel; delinc_1: el año anterior practicaba la venta
de drogas o cometía robos.
Intentaremos comprender mejor las transiciones al desempleo estimando por separado los
modelos entre excluidos e integrados; sin embargo, dadas las pequeñas dimensiones de la
muestra, reuniremos todas las transiciones al desempleo a lo largo del ciclo vital registrado.
No obstante, antes de separar los grupos ofrecemos una primera estimación para toda la
muestra de la probabilidad de transitar al desempleo a lo largo del ciclo vital y la
56
comparamos con la regresión de la primera transición al desempleo. Las modificaciones en
las estimaciones nos indican las diferencias que hay entre los factores asociados a la
primera transición y los de las siguientes.
Las transiciones al desempleo a lo largo de todo el ciclo vital que hemos controlado (véase
la tabla 3.9.) muestran una equiparación de riesgos entre todos los excluidos, sean o no
inmigrantes. El efecto del tipo de contrato y de los estudios desaparece, pero se mantienen
los efectos más relacionados con el hecho de pasar por un mal momento, con la salud y con
la dependencia del alcohol, la cocaína y la heroína, que continúan teniendo un efecto
significativo, así como el ingreso en prisión y la delincuencia.
Variables: _t: años transcurridos en el último empleo; grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.);
grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes; sexo_2: mujer; casado_1: el año
anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado; estudios5_1:
formación básica o inferior (Cat. Ref.); estudios5_3: formación postsecundaria; estudios5_4:
formación universitaria; antes6: fue escolarizado antes de los seis años de edad; autonom_1: el año
anterior estaba empleado como autónomo; indefinido_1: el año anterior estaba empleado con
contrato indefinido; alcohol_1: el año anterior tenía problemas graves por el consumo de alcohol;
juego_1: el año anterior tenía problemas graves de dependencia del juego; malmomen_1: el año
anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior
pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional; sinhogar_1: episodio de dormir en la
calle el año anterior; sida_1: enfermo de sida el año anterior; hogar_no_empl_1: el año anterior no
trabajaba ningún miembro del hogar; mental_1: el año anterior tenía problemas de salud mental;
otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior tenía
problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la
prostitución; carcel_1: el año anterior estaba encarcelado; delinc_1: el año anterior practicaba la venta
de drogas o cometía robos.
57
Volviendo de nuevo al efecto del nivel de estudios, una estimación previa realizada
controlando únicamente las variables de tiempo y de credenciales educativas, estimación
que no mostramos aquí, indicaba que la probabilidad de abandonar o perder el empleo está
asociada al nivel de estudios del entrevistado. El riesgo es el mismo para los que no tienen
estudios que para los que han abandonado el sistema educativo al acabar la enseñanza
obligatoria. En los individuos que han obtenido una titulación de secundaria posobligatoria,
el riesgo se reduce en casi un 50 %, y en los titulados universitarios, en un 70 %. Pero el
efecto que tienen los estudios en la probabilidad de transitar al desempleo desaparece
cuando introducimos en el modelo una variable que indica si el individuo pertenece al grupo
de ciudadanos barceloneses escogidos aleatoriamente o a los grupos de autóctonos o
inmigrantes atendidos por las entidades sociales, lo que indica que hay variables latentes no
observadas de estos grupos que explican mejor que los estudios el riesgo de perder el
empleo. En las estimaciones de la tabla 3.9. que acabamos de comentar hemos visto que,
en efecto, hay circunstancias laborales, de salud y de estilos de vida que condicionan el
riesgo de exclusión laboral, pero sigue habiendo una porción importante de variancia no
explicada que es atribuible a la heterogeneidad no observada entre integrados y excluidos.
Para intentar afinar un poco más hemos realizado la estimación del modelo explicativo
tomando cada grupo por separado. Previamente, habíamos realizado una primera
aproximación que sólo incluía las variables relativas al tiempo transcurrido en un empleo
continuado, al sexo y a la interacción entre el sexo y el estado civil, ya que es de prever un
comportamiento diferente de las mujeres dependiendo de si están casadas o no, o si
cohabitan. Debido a los pocos casos de individuos sin estudios en el grupo de los
entrevistados aleatoriamente, hemos reducido la variable que hace referencia a los estudios
a tres categorías: universitarios, secundaria posobligatoria y ningún estudio o sólo
enseñanza obligatoria. Los resultados mostraban que, en efecto, entre los excluidos, los
estudios son una garantía para conservar el empleo, salvo en el caso de los inmigrantes,
entre los cuales los estudios universitarios constituyen un factor de riesgo. Pero cuando
introducimos en el modelo variables relacionadas con el estado de salud, la dependencia de
drogas o las situaciones de elevado riesgo como no tener una vivienda o practicar la
prostitución o la delincuencia, los resultados se ven alterados de manera importante y las
credenciales educativas pierden la significación estadística.
Observando los resultados del modelo aplicado únicamente a las personas integradas (tabla
3.10.), vemos que los estudios universitarios constituyen un factor de resistencia al
desempleo, pero no muy significativo. Los factores más relevantes para explicar la transición
de los integrados a un desempleo de una duración superior al año son haber vivido en el
año anterior un mal momento personal o una ruptura de la convivencia en pareja. En la
primera de estas situaciones, el efecto se reduce casi a la mitad si el individuo recibió ayuda
de un profesional experto y, con respecto a la segunda situación, la ruptura de la pareja es
un factor de riesgo de perder el trabajo especialmente grave para los hombres, lo que
confirma aquello que ya sabíamos gracias a trabajos anteriores realizados por Covizzi
(2008) en Suiza, que identifican un efecto negativo de las rupturas matrimoniales sobre la
estabilidad laboral de los hombres. La precariedad laboral también es un claro factor de
riesgo entre los integrados, ya que en las personas que tenían un contrato indefinido la
probabilidad de abandonar el mercado laboral se reduce en más del 70 %. Por último, el
hecho de estar casadas o de cohabitar empuja a las mujeres a abandonar su puesto de
trabajo y, así mismo, sufrir problemas de salud afecta de forma negativa a la continuidad en
el mercado laboral.
58
_IsexXcasa~2 1.020.182 1.321.188 1.79 0.073 .8059885 1.291.299
ruptura_1 8.323.714 76.125 2.32 0.020 1.386.264 4.997.909
_IsexXrupt~2 .2335216 .2769571 -1.23 0.220 .0228455 2.387.008
_Iestudios5_3 .2920571 .2395328 -1.50 0.133 .0585259 1.457.428
_Iestudios5_4 .3151906 .218649 -1.66 0.096 .0809266 1.227.595
antes6 .9127389 .5651738 -0.15 0.883 .2711921 3.071.964
autonomo_1 1.562.908 1.049.503 0.66 0.506 .4191269 5.828.021
indefinido_1 .2888628 .1540181 -2.33 0.020 .1015878 .8213755
_Imalmomen~1 9.727.702 9.420.454 2.35 0.019 1.457.786 6.491.225
_Imalmomen~2 5.111.818 5.234.392 1.59 0.111 .6870103 3.803.536
hogar_no_empl_1 .5418097 .6253147 -0.53 0.595 .056423 5.202.805
otrosalud_1 3.234.511 2.758.994 1.38 0.169 .6077782 1.721.362
Variables: time2_1: dos años o menos empleado (Cat. Ref.); time2_2: más de dos años empleado;
sexo_2: mujer; casado_1: el año anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba viudo,
separado o divorciado; estudios5_1: formación básica o inferior (Cat. Ref.); estudios5_3: formación
postsecundaria; estudios5_4: formación universitaria; antes6: fue escolarizado antes de los seis años
de edad; autonom_1: el año anterior estaba empleado como autónomo; indefinido_1: el año anterior
estaba empleado con contrato indefinido; malmomen_1: el año anterior pasó por un mal momento y
no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por un mal momento, pero
recibió asistencia profesional; hogar_no_empl_1: el año anterior no trabajaba ningún miembro del
hogar; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud.
Cuando el modelo se aplica a las personas atendidas por las entidades sociales (tabla
3.11.), los resultados varían de manera notable. Ni los estudios ni la precariedad laboral ni la
condición de inmigrante resultan, en sí mismos, factores explicativos directos de la transición
al desempleo de larga duración cuando se consideran todas las veces que, a lo largo de su
ciclo vital, las personas han abandonado el mercado laboral durante un periodo mínimo de
un año. Sin embargo, es conveniente matizar que, cuando hemos analizado el mismo
modelo para explicar los factores que sólo inciden en la primera vez que la persona
abandona el mercado laboral, los estudios y sobre todo la precariedad laboral son factores
predictivos significativos, como sucede en el caso de los individuos integrados. Los
actualmente excluidos que habían conseguido un contrato indefinido tuvieron una
probabilidad de abandonar el mercado laboral un 27 % menor que los que no contaban con
esa estabilidad, y los autónomos, una probabilidad un 38 % inferior. De estas estimaciones
podemos inferir que, en el caso de una buena parte de los actualmente excluidos, después
de abandonar el mercado laboral durante un periodo mínimo de un año, el tipo de contrato
laboral que pueden conseguir si vuelven a trabajar no es un elemento que explique
diferencias de riesgo significativas en la probabilidad de volver a transitar al desempleo.
Dicho de otro modo, el nivel bajo de estudios y la precariedad laboral explican en buena
medida por qué los excluidos son expulsados por primera vez del mercado laboral, pero una
vez que esta expulsión se ha producido, si el individuo vuelve a trabajar, el tiempo previo de
inactividad ha alterado sus circunstancias personales de tal manera que lo vuelven más
vulnerable a perder el trabajo, sin importar el tipo de contrato que consiga.
¿Cuáles son estas circunstancias personales que afectan de forma negativa a la estabilidad
laboral de los excluidos? Los factores de riesgo más importantes que influyen en los
excluidos a la hora de abandonar o perder el empleo son haber estado en prisión o haber
abandonado el hogar para dormir en la calle o en un albergue. A continuación, el factor más
importante en el caso de las mujeres es el matrimonio, mientras que, a diferencia del grupo
de los integrados, la ruptura de la convivencia en pareja tiene un efecto menor.
El estado de salud también tiene una importancia primordial en el abandono o la pérdida del
trabajo, pero desigual según la enfermedad de la que se trate, y los efectos de la
dependencia grave de las drogas también son importantes. Haber tenido problemas graves
con el consumo de alcohol aumenta en un 66 % la probabilidad de transitar al desempleo de
larga duración, un efecto más intenso que el consumo de heroína o de cocaína. Estar
enfermo de sida aumenta el riesgo, pero no muestra efectos significativos, como tampoco lo
hace sufrir problemas de depresión o de salud mental, aunque en las personas que
manifiestan otros problemas de salud el riesgo de desempleo de larga duración aumenta en
un 84 %. Sin embargo, conviene tener en cuenta que, cuando analizábamos la transición del
desempleo al empleo, las enfermedades mentales, el sida y la dependencia de las drogas
tenían efectos significativamente negativos en las oportunidades de encontrar trabajo y,
59
seguramente, la menor posibilidad de encontrar trabajo que tienen estas personas reduce el
número de transiciones hacia el desempleo; además, ahora el número de casos es menor y
puede influir también en la baja significación de las estimaciones.
Otros factores de riesgo significativos son la práctica de actividades delictivas como la venta
de drogas o los hurtos y robos, mientras que la práctica de la prostitución no tiene ninguna
incidencia. Por último, hay una diferencia importante entre excluidos e integrados en lo
relativo al efecto de la asistencia profesional en el caso de pasar por un mal momento en la
vida. Si, entre los integrados, recibir asistencia es un factor que reduce el riesgo asociado a
pasar por un mal momento personal, con respecto a los excluidos, los que reciben
asistencia social muestran un riesgo superior de desempleo al año siguiente, hecho que es
difícil de explicar sin conocer el motivo específico que empuja a unos y otros a no buscar la
ayuda de profesionales ni las diferencias en el estado de deterioro personal que pueden
presentar.
Variables: time2_1: dos años o menos empleado (Cat. Ref.); time2_2: más de dos años empleado;
grupo_1: excluidos autóctonos (Cat. Ref.); grupo_2: excluidos inmigrantes; sexo_2: mujer; casado_1:
el año anterior estaba casado; ruptura_1: el año anterior estaba viudo, separado o divorciado;
estudios5_1: formación básica o inferior (Cat. Ref.); estudios5_3: formación postsecundaria;
estudios5_4: formación universitaria; antes6: fue escolarizado antes de los seis años de edad;
autonom_1: el año anterior estaba empleado como autónomo; indefinido_1: el año anterior estaba
empleado con contrato indefinido; alcohol_1: el año anterior tenía problemas graves por el consumo
de alcohol; juego_1: el año anterior tenía problemas graves de dependencia del juego; malmomen_1:
el año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año
anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional; sinhogar_1: episodio de dormir
en la calle en el año anterior; sida_1: enfermo de sida el año anterior; hogar_no_empl_1: el año
anterior no trabajaba ningún miembro del hogar; mental_1: el año anterior tenía problemas de salud
mental; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior
tenía problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior
practicaba la prostitución; carcel_1: el año anterior estaba encarcelado; delinc_1: el año anterior
practicaba la venta de drogas o cometía robos.
60
La transición a un contrato indefinido
Ya hemos visto en el apartado descriptivo que las oportunidades de acceder a un contrato
indefinido no son homogéneas entre nuestros entrevistados y que dichas oportunidades
tienen una distribución que no es aleatoria. Sin embargo, es preciso entender mejor los
factores que influyen en esta distribución desigual de oportunidades entre nuestros
entrevistados. En la tabla 3.12. se muestran los resultados de un modelo logístico que
incluye a toda la población entrevistada y estima la probabilidad de transitar a un contrato
fijo a medida que pasa el tiempo desde que los autóctonos abandonan el sistema educativo
y los inmigrantes entran en el país.
Tabla 3.12. Transición a un contrato indefinido desde que se tiene edad laboral o se vive en
el país
Variables: timeinde_1: 2 años o menos desde que abandona los estudios o entra en el país (Cat.
Ref.); timeinde_2: de 3 a 5 años; timeinde_3: de 6 a 29 años; timeinde_4: de 30 a 36 años;
timeinde_5: más de 36 años; inmigra: inmigrante; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2:
formación básica; estudios4_3: postsecundaria; estudios4_4: universitaria; acumulempleo: años
acumulados en empleo; casado_1: el año anterior estaba casado; sexo_2: mujer; ruptura_1: el año
anterior estaba viudo, separado o divorciado; numhijos_7: número de hijos menores de siete años;
sinhogar_1: episodio de dormir en la calle en el año anterior; malmomen_1: el año anterior pasó por
un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por un mal
momento, pero recibió asistencia profesional; sida_1: enfermo de sida el año anterior;
hogar_no_empl_1: el año anterior no trabajaba ningún miembro del hogar; otrosalud_1: el año
anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año anterior tenía problemas graves
derivados del consumo de cocaína o heroína; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución;
carcel_1: el año anterior estaba encarcelado; delinc_1: el año anterior practicaba la venta de drogas o
cometía robos.
El modelo ha sido especificado con las mismas variables usadas anteriormente al estimar
las predicciones de obtener un empleo cualquiera. En este caso, queda claro que el factor
más importante que explica la falta de acceso a un empleo estable es el nivel de estudios
del individuo. Un universitario tiene seis veces más probabilidades de acceder a un contrato
61
indefinido que una persona que haya sufrido fracaso escolar, y una persona con estudios
equivalentes a la ESO o la EGB tiene una probabilidad 2,8 veces más alta.
Pero, con independencia de los estudios y del tiempo, encontrarse en una situación de
exclusión severa como dormir en la calle o en un albergue, o padecer la enfermedad del
sida son factores que predicen con mucha intensidad la precariedad laboral del año
siguiente. También lo son, aunque con menos intensidad, haber estado en la cárcel o haber
vivido en un hogar donde todos los miembros han estado desempleados en el año anterior.
No es en absoluto extraño si tenemos en cuenta que un factor decisivo es la experiencia
laboral acumulada, ya que, por cada año trabajado acumulado en la carrera laboral de los
individuos, la probabilidad de obtener un contrato indefinido aumenta en casi un 10 %.
Debido a que la inserción laboral previa es un hecho primordial para explicar el acceso a un
empleo estable, hemos efectuado una estimación de la probabilidad de acceder a un empleo
estable condicionada al hecho de estar trabajando previamente de manera continuada en
cualquier empleo. Esta vez, la muestra se reduce de forma considerable y nuestras
estimaciones no son más que una aproximación a los factores más relevantes.
En este modelo hemos rechazado la variable «pasar por un mal momento personal» porque
no era nada significativa, pero hemos incluido variables de la infancia como haber sido
expulsado de un centro educativo, haber tenido relaciones problemáticas con los padres o
los tutores, haber sido escolarizado antes de los seis años de edad y haber realizado
actividades extraescolares entre los 12 y los 16 años. La cuestión de fondo que
pretendemos validar es si hay razones para no rechazar la hipótesis de que las habilidades
sociales y cognitivas adquiridas en la infancia tienen un efecto directo en la probabilidad de
que los individuos obtengan empleos más estables que aquellas personas que tuvieron
menos oportunidades de desarrollar dichas habilidades mediante las actividades
mencionadas.
Los resultados confirman la importancia de los estudios, sobre todo de los estudios no
obligatorios, pero también nos permiten aceptar la hipótesis de que la escolarización antes
de los seis años tiene efectos positivos directos y a largo plazo en la carrera laboral de las
personas. Según estas estimaciones, una persona que haya sido escolarizada antes de los
seis años y que esté trabajando tiene una probabilidad de transitar a un empleo estable un
70 % mayor que una persona que, en las mismas condiciones de empleo previo, no haya
sido preescolarizada.10 Otros factores de la infancia que pueden ser indicadores de
problemas conductuales, como haber tenido relaciones conflictivas con los padres o haber
sido expulsado de la escuela, tienen efectos negativos, pero no son estadísticamente
significativos. Tampoco tiene ningún efecto directo haber practicado actividades
extraescolares. Sin embargo, en las mismas circunstancias, los inmigrantes parece que
tienen más dificultades para acceder a un empleo estable que los autóctonos, aunque la
significación estadística no es elevada.
10. Previamente hemos considerado un modelo de ecuaciones simultáneas para estimar si hay un
efecto selección y los resultados no dan una correlación significativa entre los factores que incidieron
en el hecho de estar preescolarizado y los que inciden en la obtención de un empleo estable.
62
Tabla 3.13. Transición a un contrato indefinido condicionada a tener un empleo
Variables: ln_acum: logaritmo de los años de empleo acumulados; sexo_2: mujer; grupo_0: muestra
aleatoria de BCN (Cat. Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes;
estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3: postsecundaria;
estudios4_4: universitaria; relprobtutor: tuvo relaciones conflictivas con padres o tutores legales;
antes6: fue escolarizado antes de los seis años de edad; sport: practicaba algún deporte tutelado por
adultos entre los 12 y los 16 años; relig: prácticas religiosas entre los 12 y los 16 años; music: clases
de música, danza, idiomas u otros entre los 12 y los 16 años; asocia: actividades lúdicas o culturales
en asociaciones o centros sociales entre los 12 y los 16 años; expulsado: fue expulsado de la escuela
alguna vez; cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.), cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976,
cohorte_3: nacido después de 1976; carcel_1: el año anterior estaba en prisión; sida_1: enfermo de
sida el año anterior; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; care_1: el año
anterior estaba cuidando de una persona discapacitada; delinc_1: el año anterior practicaba la venta
de drogas o cometía robos; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución; hogar_no_empl_1: el
año anterior no trabajaba ningún miembro del hogar.
63
04
Formación y ruptura de las
familias
64
Formación y ruptura de las
familias
Si hay algo que diferencie a las personas excluidas de las integradas es la falta de
relaciones familiares. Al observar el número de personas con las que conviven los
integrados, obtenemos una media de 2,7 personas por hogar, mientras que esta cifra es de
1,9 entre los inmigrantes y de 1,6 entre los excluidos autóctonos. En la mediana de la
distribución de cada grupo, los integrados forman hogares de tres miembros, mientras que
los hogares de los excluidos, ya sean autóctonos o inmigrantes, están constituidos por un
solo miembro.
Uno de los elementos básicos que definen la transición de la adolescencia a la edad adulta
es la constitución de una nueva familia. Dicha transición sigue un tempo que está pautado
en todas las sociedades, y los antropólogos han identificado los correspondientes «rituales
de paso» de un estado de minoría de edad social a un estado de edad adulta. Romper ese
tempo o realizar la transición de manera atípica aumenta el riesgo de que los individuos
sufran situaciones de marginalidad social. El estudio sociodemográfico del ciclo vital de las
personas indica que los patrones de esta transición a la edad adulta están condicionados
por las instituciones sociales de cada país y por los recursos de las clases sociales en el
marco de esas instituciones. No obstante, las grandes transformaciones económicas y
culturales que se han producido en la segunda mitad del siglo XX han afectado sobre todo a
las actitudes de las mujeres y han supuesto un cambio revolucionario en la concepción de la
familia. El abandono de los patrones de transición a la edad adulta que eran típicos hasta la
posguerra nos dirige hacia un nuevo escenario con pautas de transición más heterogéneas,
tanto entre países como entre grupos sociales. En este apartado de nuestro informe
describimos las pautas de constitución de nuevas familias y de ruptura de la convivencia en
pareja de las personas atendidas por las entidades sociales y de la muestra seleccionada
aleatoriamente en la ciudad de Barcelona con la intención de analizar cuáles son las pautas
que pueden ir asociadas a un mayor riesgo de exclusión social.
65
el matrimonio es muy lento, de manera que uno de cada tres sigue todavía soltero a la edad
de 45 años.
Gráfico 4.1.
66
El hecho de que las personas excluidas empiecen la convivencia en pareja a una edad tan
temprana nos lleva a la conclusión de que hay una relación con las carreras educativas,
puesto que la decisión de contraer matrimonio suele estar asociada a la finalización de los
estudios y la entrada en el mercado laboral. Por otra parte, aquellas personas que han
decidido iniciar una relación de pareja pueden tener dificultades adicionales para acabar los
estudios si deciden mantener su propio hogar, y más aún si tienen hijos. En la tabla
siguiente podemos ver sin lugar a dudas que la probabilidad de iniciar una vida en pareja
antes de los 18 años es más elevada entre las personas que no han obtenido ninguna
titulación, un 30 % de las cuales ya cohabitaban o estaban casadas a los 17 años; sin
embargo, también podemos comprobar que, entre los individuos que acabarán teniendo una
titulación universitaria, hay una minoría que ha empezado a cohabitar o que se ha casado
antes de los 20 años, pero no podemos identificar si esas uniones de estudiantes son en
matrimonio o en convivencia prematrimonial.
No obstante, es importante destacar que ninguno de los individuos integrados tuvo hijos
antes de los 18 años, mientras que un 15 % de los excluidos sí que los tuvo, cifra que es
idéntica para los autóctonos y los inmigrantes. Pero no podemos atribuir los matrimonios
tempranos a embarazos no deseados de adolescentes, ya que su incidencia es mínima y la
mayoría de los jóvenes casados antes de los 18 años tuvieron su primer hijo dos años
después de convivir con la pareja. La tabla siguiente muestra los resultados de una
regresión logística de la transición hacia la convivencia o el matrimonio antes de los 18 años
y revela que tener hijos dos años después de la transición es la variable asociada con más
fuerza, mientras que tener el hijo un año antes o un año después no es significativo. A pesar
de esa falta de significación estadística, es importante señalar que tener un hijo el año
anterior estando soltera tiene una asociación negativa con la probabilidad de convivir en
pareja, hecho que indica que se trata de embarazos fuera del matrimonio que llevan al
estatus de madre soltera.
Tabla 4.3. Regresión de cohabitar en pareja antes de los 18 años e hijos entre la población
excluida
67
Lo más preocupante, sin embargo, es que la mayoría de los adolescentes que iniciaron la
convivencia en pareja antes de los 18 años y ahora son excluidos habían abandonado los
estudios y no tenían ningún empleo remunerado estable para ganarse la vida. La regresión
siguiente indica que la probabilidad de que los actualmente excluidos iniciaran la
convivencia antes de los 18 años está asociada al hecho de haber abandonado los estudios,
vivir todavía con los padres y tener un empleo remunerado de tipo no delictivo o alegal. Pero
un año después de iniciada la convivencia en pareja, la probabilidad de que el individuo
hubiera perdido el trabajo, ya no conviviese con los padres y dejase el nuevo hogar en una
situación precaria es elevada. Este patrón ha sido el mismo para los chicos y para las
chicas.11 Todo hace pensar que una parte de los excluidos, tanto si son inmigrantes como
nacionales, comparten un tempo de formación de nuevas familias mucho más precoz que el
de la mayoría de la población y están dispuestos a llevarlo a cabo en el momento en que
tienen trabajo, pero la precariedad laboral a la que los somete su baja formación los sitúa a
ellos y a sus hijos en una posición de elevado riesgo de pérdida de empleo y de exclusión
social.
Variables: t: años transcurridos en convivencia desde los 12 hasta los 18 años de edad; sexo: mujer;
grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos inmigrantes; empleo: tenía empleo; empleo_p1:
tenía empleo al año siguiente; estudia: estaba estudiando; roba: cometía robos o pequeños hurtos;
vendrog: vendía droga; prosti: practicaba la prostitución; vivepadres: vivía todavía con los padres;
vivepadres_p1: vivía todavía con los padres al año siguiente.
Sin embargo, también hemos comprobado que una buena parte de los hombres excluidos
no forman nunca una familia, lo que nos ha llevado a explorar las posibles causas. Para ello
hemos estimado una ecuación donde la variable dependiente es hacer la transición a la vida
en pareja a partir de los 30 años, condicionada al hecho de no haber vivido nunca en pareja
con anterioridad. Como variables explicativas hemos considerado la situación laboral, la
práctica de actividades delictivas o la prostitución, los problemas de salud y las
dependencias graves de las drogas y del juego, no haber abandonado nunca la casa
paterna o haber vuelto a vivir con los padres y tener la responsabilidad de cuidar de un
familiar con una grave dependencia. Todas estas variables han sido medidas el año anterior
al de la posible transición. Además, hemos tenido en cuenta el sexo, el tiempo que el
individuo pasa sin formar pareja y si es inmigrante o autóctono.
Los resultados, que se muestran en la tabla siguiente, indican que el paso del tiempo sin
pareja juega contra la posibilidad de encontrarla. A partir de los 30 años, cada año
transcurrido sin vivir en pareja reduce la probabilidad de llegar a formar una familia. Las
dificultades para ello afectan de la misma manera a hombres y a mujeres, y no importa si
11. Hemos realizado la estimación del modelo por separado para cada sexo y los resultados no
varían.
68
son inmigrantes o autóctonos, y tampoco si ahora son personas que no reciben atención de
las entidades sociales. La mayoría de las variables mencionadas con carácter explicativo
tienen el efecto esperado, pero ninguna de ellas tiene efectos estadísticamente significativos
comparables al impacto de estar enfermo de sida, cuidar de una persona dependiente12 o no
tener trabajo. Por lo tanto, si tenemos en cuenta que tanto padecer sida como cuidar de un
dependiente grave reducen muy significativamente la probabilidad de tener un empleo en
España13 (Sarasa y Mestres, 2005), podemos afirmar que la exclusión del mercado laboral
sería la principal variable asociada al celibato de los excluidos. En nuestro modelo, tener un
empleo remunerado multiplica por 3,2 la probabilidad de que el individuo inicie por primera
vez una convivencia en pareja a partir de los 30 años.
Tabla 4.5. Regresión del comienzo de la vida en pareja después de los 30 años, a condición
de no haber vivido nunca en pareja antes de los 30
Variables: t: edad superior a los 30; sexo: mujer; grupo_1: excluidos autóctonos; grupo_2: excluidos
inmigrantes; empleo: tenía empleo; delinc_1: el año anterior practicaba robos o pequeños hurtos o
vendía droga; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca-hero_1: el año
anterior tenía problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína; juego_1: el año anterior
tenía graves problemas de dependencia del juego; discapa: tenía problemas de discapacidad física;
vivepadres_1: el año anterior todavía no había abandonado nunca el hogar paterno; padres_1: vivía
todavía con los padres el año anterior porque había vuelto.
Si nos fijamos en la tabla 4.6., vemos que el tempo de tener el primer hijo sigue un patrón
muy similar al de la primera relación de pareja. Tanto los excluidos inmigrantes como los
autóctonos muestran un comportamiento similar y muy diferente del de los integrados. Si,
entre los excluidos, los hay que empezaron a vivir en pareja a partir de los 15 o 16 años en
el caso de los hombres y a partir de los 13 años en el caso de las mujeres, los hay que
tuvieron el primer hijo a los 17 años en el caso de los hombres y a los 15 en el de las
mujeres, lo cual confirma que no podemos atribuir los emparejamientos tempranos a
embarazos previos sino a modelos de formación de familia. A diferencia de los excluidos,
ninguno de nuestros entrevistados seleccionados aleatoriamente entre los residentes en
Barcelona tuvo hijos antes de los 24 años.
En el gráfico 4.2. queda ilustrado que los ritmos de tener el primer hijo varían entre excluidos
e integrados. Hombres y mujeres integrados muestran un ritmo muy similar; muchos de ellos
12. Las variables «enfermo del sida» y «cuidar de un familiar gravemente dependiente» no figuran en
el modelo porque predicen la no formación de pareja en todos los casos.
13. Según nuestros datos, considerando todos los años transcurridos a partir de los 30 años de edad,
con respecto al empleo relacionado con el diagnóstico de la enfermedad del sida el año anterior, el 59
% de los entrevistados tenían un trabajo remunerado al año siguiente si no estaban diagnosticados
de sida y sólo lo tenía un 19 % de los que sí estaban diagnosticados.
69
tienen el primer hijo a partir de los 35 años, y una de cada tres mujeres no ha tenido ningún
hijo a la edad de 40 años, algo muy poco frecuente entre los excluidos. Por el contrario, los
excluidos muestran pautas muy diferentes entre hombres y mujeres. Así pues, la maternidad
es un hito que las mujeres excluidas alcanzan muy pronto y son pocas las que llegan a los
40 años sin haber sido madres, mientras que, en el caso de los hombres, la exclusión
relacionada con la formación de una nueva familia con descendencia es abrumadora: uno
de cada dos continúa sin tener hijos a partir de los 40 años. Es una cifra superior a la de
hombres excluidos que no forman pareja, lo cual indica que, aunque al final los hombres
puedan constituir una pareja, su edad avanzada y la precariedad laboral en la que viven los
condenan a no tener descendencia.
70
Gráfico 4.2.
Gráfico 4.3.
Para entender mejor las razones que puede haber detrás del riesgo de la ruptura de la
convivencia en pareja, hemos estimado un modelo de regresión donde la variable
dependiente es realizar la transición de la convivencia en pareja a la no convivencia. Para
explicarla, hemos considerado las siguientes variables, que miden el estrés a que ha podido
estar sometida la pareja un año antes: que el entrevistado no tuviera trabajo, que la pareja
tuviera dificultades para pagar la hipoteca o el alquiler de la vivienda, que el entrevistado
71
cuidara de un familiar con una dependencia grave, que el entrevistado tuviera problemas de
salud o de dependencia grave de las drogas o el juego y que se dedicara a actividades
delictivas o a la prostitución. Además, hemos incorporado la percepción subjetiva del
entrevistado de estar pasando por un mal momento, tanto si recibía ayuda profesional como
si no, y por último, el hecho de haber tenido un emparejamiento prematuro, considerando
como tal el que se inicia antes de los 18 años de edad. Las covariaciones de estos factores
potenciales han sido controladas para el sexo, el número de hijos, el hecho de formar parte
del grupo excluido o del integrado y los años de convivencia. En el caso de los inmigrantes,
hemos tenido en cuenta sólo el periodo de residencia en España.
Para controlar el posible efecto selección de variables latentes que pudieran influir al mismo
tiempo en la ruptura y en el hecho de que la persona con problemas hubiera sido atendida
por un profesional, hemos preferido estimar un modelo de dos ecuaciones simultáneas
donde una de ellas estima la probabilidad de que una persona sea atendida por un
profesional en caso de tener problemas.
Tabla 4.7. Regresión probit bivariada de ruptura de la pareja y atención experta en caso de
problemas personales aparentemente no relacionadas
72
edad; sexo: mujer; preXsexo: interacción entre sexo y prematuro; empleo_1: tenía empleo el año
anterior; pagar_habi~1: el año anterior tenía dificultades para pagar la vivienda; hijos: número de
hijos; malmomen: 0: el año anterior no pasó por ningún mal momento (Cat. Ref.); malmomen_1: el
año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año
anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional; delinc_1: el año anterior
practicaba robos o pequeños hurtos o vendía droga; care_1: el año anterior cuidaba de una persona
adulta dependiente; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca-hero_1: el año
anterior tenía problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína; juego_1: el año anterior
tenía problemas graves de dependencia del juego; discapa: tenía problemas de discapacidad física;
sida_1: el año anterior estaba infectado por el virus del sida.
Variables de la ecuación «ayuda de expertos»: Sexo: mujer; empleo_1: el año anterior tenía
empleo; numhijos_7: número de hijos menores de siete años; sida_1: el año anterior estaba infectado
por el virus del sida; otrosalud_1: el año anterior tenía otros problemas de salud; coca_hero_1: el año
anterior tenía problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína; prosti_1: el año anterior
practicaba la prostitución; carcel_1: el año anterior estaba en prisión; malmomen_1: el año anterior
pasó por un mal momento; hogar_no_empl_1: ningún miembro del hogar tenía empleo; hambre: tenía
tantas dificultades económicas que no podía hacer tres comidas diarias.
Los resultados indican que, en efecto, hay una correlación baja pero significativa entre
acudir a un experto y el acontecimiento de una ruptura. Sin embargo, una vez controlado
este efecto, según las estimaciones que ofrece el modelo, sufrir un problema personal
aumenta la probabilidad de ruptura, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que tanto
una separación o un divorcio como la defunción de la pareja suelen ir precedidas de fuertes
tensiones emocionales.
En segundo lugar, se observa que las dificultades económicas para pagar la vivienda no
tienen un carácter predictivo, mientras que sí lo tiene la situación laboral del entrevistado, ya
que no tener trabajo aumenta el riesgo de ruptura. En tercer lugar, el riesgo de ruptura es
especialmente alto para las parejas que tuvieron un emparejamiento prematuro, más aún si
el entrevistado es un hombre. Y, por último, también explica la ruptura que el entrevistado o
la entrevistada estuviera el año anterior al cuidado de una persona enferma o gravemente
dependiente. Esta asociación entre la atención a una persona dependiente y la ruptura de la
convivencia no debe ser considerada como una relación causal, ya que en el modelo
mostrado en este informe están incluidos los casos de ruptura por defunción y es muy
probable que, en algunos casos, la actividad de cuidado haya consistido en atender a la
propia pareja antes de su defunción. De hecho, la significación estadística de la variable
«atención a una persona dependiente» se pierde cuando el modelo se limita a los casos de
separación, divorcio o internamiento de uno de los miembros, pero es interesante señalar
que la covariación positiva entre atender a una persona dependiente y la ruptura de la
convivencia se mantiene elevada y la pérdida de la significación estadística no se limita sólo
a esta variable, sino que afecta también a la inactividad laboral. Podría ser que, si se hubiera
trabajado con una muestra de tamaño superior, la significación estadística habría sido
aceptable.
73
05
Las personas sin hogar
74
Las personas sin hogar
5.1. El acceso a la vivienda
El abandono del hogar paterno de los excluidos: la mayoría, demasiado pronto; otros, nunca
Uno de los hitos relevantes que definen la autonomía individual y la entrada en la fase de la
vida adulta es la residencia en una vivienda propia. La mayoría de las personas nacidas en
España alrededor de 1960 tomaron esa decisión hacia los 25 años de edad, cuando ya
consideraban acabado su periodo de formación y habían obtenido un empleo con la
remuneración suficiente para dar el paso de formar una nueva familia (Billari, Philipov y
Baizán, 2001).
Sin embargo, las tendencias mayoritarias no son homogéneas entre todos los estratos
sociales. Los grupos entrevistados muestran patrones diferentes en el momento de alcanzar
la autonomía del hogar paterno en función de la clase social de origen. Si consideramos a
los individuos que tienen una edad comprendida entre los 35 y los 45 años, y que vivieron
con los padres hasta los 16 años como mínimo, observamos que, en el grupo de los
entrevistados de la muestra aleatoria, la edad de marcharse de casa se sitúa entre los 20 y
los 30 años, mientras que en los grupos de los excluidos se sitúa entre los 16 y los 25 años.
Pero es entre los excluidos autóctonos donde aún hay un 5 % de personas que no han
llegado a irse nunca de casa y, en consecuencia, no podemos decir que hayan completado
del todo el proceso normal de transición hacia la vida adulta, a pesar de su edad avanzada.
Tabla 5.1. Edad de abandono del hogar paterno condicionado a haber vivido en él hasta los
16 años de edad (entrevistados entre 35 y 45 años)
Estas diferencias de patrones de transición a la vida adulta tienen mucho que ver con la
carrera educativa de los individuos, ya que la edad de emancipación del hogar paterno está
condicionada por los estudios. Son los individuos con poca o nula formación los que todavía
continúan viviendo con los padres y los que con mayor frecuencia abandonaron el hogar
paterno antes de los 20 años de edad, mientras que los universitarios vivieron con los
padres hasta finalizar los estudios y se emanciparon mayoritariamente entre los 20 y los 30
años de edad.
Tabla 5.2. Edad de abandono del hogar paterno condicionado a haber vivido en él hasta los
16 años de edad (entrevistados entre 35 y 45 años)
El difícil acceso a la propiedad que han tenido las personas en situación de exclusión
En Barcelona, según los datos del Observatorio Social del Ayuntamiento, la mayoría de la
población (70 %) reside en una vivienda de propiedad y sólo un 26 % de la población vive en
régimen de alquiler. Pero el acceso a la propiedad, aunque es mayoritario, está
condicionado a la capacidad adquisitiva y al patrimonio heredado de los padres. Al tomar
como referencia a nuestros entrevistados, en la tabla siguiente podemos observar que el
acceso a la propiedad cuando los individuos tienen entre 25 y 50 años de edad sigue el
gradiente de las titulaciones académicas que hayan obtenido. La probabilidad de que una
persona de entre 25 y 50 años de edad haya accedido alguna vez a una vivienda de
propiedad es del 60,5 % si tiene estudios universitarios, pero el porcentaje se reduce al 36
% si no los tiene.
Tabla 5.5. Veces que han visto peligrar la continuidad en la vivienda por no poder pagar el
alquiler
Tabla 5.6. Han tenido que abandonar la vivienda por no poder pagar el alquiler, según
submuestra de estudio
Un 9 % de los entrevistados volvió a vivir con sus padres después de haberse marchado de
la casa paterna después de los 15 años de edad, y el motivo citado con más frecuencia fue
tener dificultades económicas. No obstante, una primera exploración por niveles de estudios
obtenidos no revela ninguna diferencia estadísticamente significativa, aunque los individuos
con titulación básica (EGB, primaria o graduado escolar) muestran el ratio más elevado (13
77
%). Tampoco el sexo muestra una correlación significativa, aunque las mujeres presentan
una probabilidad de volver a la casa paterna un poco más elevada que los hombres.
El hecho de volver a casa parece que está más asociado a la clase social de la familia de
origen que a los estudios y al sexo del propio individuo. Cuando observamos la distribución
de frecuencias entre los individuos según hayan sido los estudios de su madre, puede
comprobarse que la probabilidad de volver a vivir con los padres es significativamente más
reducida entre las personas de extracción social más elevada. Si la proporción de individuos
hijos de madres universitarias o con titulación de postsecundaria obligatoria que han tenido
que volver a casa de los progenitores es insignificante, la frecuencia relativa entre los hijos
de madres sin estudios es del 10 % y, entre los hijos de madres con sólo estudios básicos,
del 14 %.
Tabla 5.7. Han vuelto a vivir con los padres según estudios de la madre a condición de
haberse marchado después de los 15 años de edad (porcentajes)
Estudios de la madre No vuelven Vuelven Total
Sin titulación 90,24 9,76 100,00
Básica 85,59 14,41 100,00
Postsecundaria o universitaria 95,88 4,12 100,00
Total 90,31 9,69 100,00
Pearson chi2(2) = 6.2692 Pr = 0.044
Tabla 5.8. Porcentaje de personas que han vivido de realquiler, en una pensión o en un
piso compartido
Tabla 5.9. Proporción de personas que han dormido alguna vez en la calle (porcentajes)
Tabla 5.10. Proporción de personas que han pernoctado en un albergue (sobre el total de
los que han dormido en la calle)
Grupo No Sí Total
Excluidos autóctonos 32 69 101
% 31,68 68,32 100,00
Excluidos inmigrantes 35 10 45
% 77,78 22,22 100,00
Total 67 79 146
% 45,89 54,11 100,00
Pearson chi2(1) = 26,6370 Pr = 0,000
La breve descripción realizada indica que los excluidos se caracterizan por haber tenido un
acceso muy limitado a viviendas en régimen de propiedad, una limitación derivada de su
escasa capacidad adquisitiva y del pobre patrimonio de sus familias de origen, que, a su
vez, los ha hecho muy vulnerables a perder la vivienda de alquiler. Su precariedad personal
no ha se ha visto compensada con recursos de terceros, ya que las familias de origen no
han estado en condiciones de ayudarlos y las actuaciones de los servicios asistenciales
públicos o privados no han alcanzado niveles de cobertura, ni seguramente de intensidad,
suficientes para evitar la pérdida de la vivienda, sobre todo entre los inmigrantes.
Hemos visto que el acceso a una vivienda de propiedad está condicionado por los recursos
económicos que los individuos obtienen de sus credenciales educativas y también que son
las personas con menor grado de formación las que tienen más problemas para pagar el
alquiler. Por lo tanto, no es de extrañar que el riesgo de dormir en la calle y convertirse en
una persona sin hogar esté muy asociado a los recursos económicos derivados de las
credenciales educativas. El gráfico siguiente muestra las funciones de supervivencia sin
dormir nunca en la calle que han tenido los individuos según su formación educativa. Las
funciones de supervivencia mostradas sólo son de los entrevistados autóctonos y estiman la
probabilidad de sobrevivir sin dormir en la calle a una edad concreta, condicionada a haber
llegado a tal edad sin dormir en la calle. Las personas que no obtuvieron titulación escolar
alguna empezaron a experimentar episodios de dormir en la calle muy pronto, incluso antes
de terminar el periodo de formación escolar obligatorio. A partir de ahí, el comienzo del
riesgo de dormir en la calle se retrasa con la edad de finalización de los estudios. Así pues,
los individuos que obtuvieron una formación básica empiezan a transitar a episodios de
dormir en la calle a partir de los 16 años, los que cursaron estudios de secundaria no
obligatoria empiezan la zona de riesgo a partir de los 20 años y entre los universitarios no
hay ninguno que haya transitado a un episodio de dormir en la calle antes de los 25 años de
edad. Todo esto nos permite inferir que el riesgo de dormir en la calle está asociado a la
fase de transición a la vida adulta, es decir, al periodo en que el individuo, tras finalizar los
estudios, empieza a buscar su autonomía como persona adulta.
79
Sin embargo, es interesante señalar que la distinción entre la mayoría de los grados
formativos se concentra básicamente en la fase inicial, ya que una vez que comienza la fase
de riesgo de cada nivel educativo la pendiente de la función es prácticamente la misma,
excepto para los individuos con estudios universitarios, que muestran una supervivencia
significativamente más elevada. A los 50 años de edad, apenas un 12 % de los
universitarios corre el riesgo de sufrir un episodio de dormir en la calle. El riesgo es del 50 %
para los entrevistados con estudios medios o básicos y del 70 % para las personas sin
estudios.
En el caso de los inmigrantes, hemos optado por describir el riesgo de dormir en la calle en
función de los años que llevan viviendo en el país. La tabla siguiente muestra un riesgo
polarizado entre niveles de estudios que es más alto en los extremos del gradiente de los
estudios. Pasados 10 años de estancia en el país, la supervivencia sin dormir en la calle era
sólo del 28 % entre los entrevistados inmigrantes con estudios universitarios, del 69 % entre
los que no tenían ninguna titulación y de entre el 80 y el 90 % para aquellos que tenían
titulaciones medias o básicas. Estos datos deben tomarse con mucha cautela, ya que no
tenemos ningún grupo de control de inmigrantes residentes en nuestra ciudad y estas
probabilidades reflejan únicamente el riesgo sufrido por los entrevistados usuarios de las
entidades sociales; además, el tamaño de la muestra de inmigrantes con estudios
universitarios es muy bajo, sólo 13 individuos. En cualquier caso, constituyen una
aproximación de una realidad que merece ser estudiada con mayor detenimiento.
Tabla 5.11. Funciones de supervivencia sin dormir en la calle de los inmigrantes excluidos
Gráfico 5.2.
Un análisis separado entre hombres y mujeres atendiendo a los estudios terminados por los
individuos revela que, entre los hombres, hay dos ritmos de entrada en la situación de sin
hogar según los estudios que obtuvieron. El riesgo de dormir en la calle en la fase de la
adolescencia es acusadamente elevado entre los individuos que fracasaron en el sistema
educativo; uno de cada cuatro ya lo había hecho al cumplir los 20 años de edad. Pero el
riesgo aumenta entre los hombres de 20 años en adelante que abandonaron el sistema
educativo con los estudios obligatorios y la titulación correspondiente, de manera que a
partir de los 30 años ya no hay diferencias significativas entre la supervivencia de unos y
otros.
Los hombres que continuaron los estudios posobligatorios presentan una tendencia común a
este riesgo a partir del momento en que inician la fase de transición a la vida adulta. El inicio
del riesgo está más retrasado entre los universitarios, dado que acostumbran a
independizarse del hogar paterno a una edad más tardía. No obstante, a partir de los 40
años las diferencias entre grupos dejan de ser significativas.
Todo hace pensar que hay una etapa crítica en la que comienza el riesgo de los hombres y
que coincide con la fase de transición a la vida adulta. Esta etapa presenta tempos
diferentes según la duración de los estudios, pero una vez que empieza, el riesgo de dormir
en la calle por primera vez va aumentando a medida que pasa el tiempo, de manera que es
a partir de los 40 años de edad cuando los hombres presentan un riesgo más elevado.
81
Gráfico 5.3.
Al observar la distribución del riesgo entre las mujeres, la gradación con los estudios
alcanzados es todavía más marcada que entre los hombres. En la muestra de mujeres
entrevistadas no hay ninguna con estudios universitarios que haya dormido nunca en la
calle; el resto sigue una pauta de riesgo más o menos parecida a la de los hombres, pero
con una intensidad de riesgo menos acusada.
Gráfico 5.4.
En el caso de los inmigrantes, el riesgo de dormir en la calle por primera vez se analiza
desde que entran a residir en el país por primera vez. La tabla siguiente muestra el riesgo
acumulado que corren de dormir en la calle a medida que pasan los años de residencia en
España. Al cabo del primer año, un 6,6 % de los hombres y un 3,7 % de las mujeres ha
dormido alguna vez en la calle, lo cual es explicable porque algunas personas entraron en el
país sin conocer a nadie y con total falta de recursos para encontrar un lugar donde vivir de
forma inmediata. Pero el riesgo que corren los inmigrantes de acabar siendo personas sin
hogar no se debe a la precariedad inicial de su entrada en el país, sino que aumenta a
82
medida que pasan los años de residencia, de manera que, pasados 17 años, el riesgo de los
hombres, condicionado al hecho de no haber dormido nunca en la calle hasta ese momento,
aumenta hasta el 45 % y el de las mujeres, más bajo, hasta el 16 %. Podemos decir que la
tendencia del riesgo no es muy diferente de la de los autóctonos, afecta más a los hombres
que las mujeres y aumenta con el tiempo de residencia y la edad.
Tabla 5.13. Riesgo de dormir en la calle por primera vez de los inmigrantes
La persistencia es aún más breve en el caso de las mujeres, que presentan siempre un
riesgo de supervivencia como sin hogar más corto que los hombres, tanto las autóctonas
como las inmigrantes.
83
Tabla 5.15. Función de supervivencia durmiendo en la calle
La recaída
Tomamos como caso reincidente la situación en que un individuo vuelve a dormir en la calle
después de haber pasado por un primer episodio mínimo de un año en el que no ha dormido
en la calle. La tabla de supervivencia siguiente revela que la reincidencia es prácticamente
nula entre los inmigrantes en los primeros tres años posteriores a dejar de dormir en la calle
por primera vez, mientras que entre los autóctonos casi un 20 % ha experimentado un
nuevo episodio de dormir en la calle.
La agrupación de hombres y mujeres en conjunto oculta riesgos muy diferentes entre los
unos y las otras. La siguiente tabla de supervivencia, donde se muestran las probabilidades
por sexos, indica que el riesgo de reincidencia en las mujeres inmigrantes es prácticamente
nulo y el de las mujeres autóctonas, más bajo que el de los hombres. De hecho, la
supervivencia que tienen los hombres sin volver a dormir en la calle es nula a los 25 años de
haber dejado de dormir en la calle por primera vez, mientras que la de las mujeres es del 67
%.
84
5.3. Causas de dormir en la calle
A esto hay que añadir otro factor estructural: los procesos de estigmatización, que operan
como discriminadores a la hora de obtener una vivienda asequible. Ciertos grupos sociales,
especialmente si pertenecen a minorías étnicas marginadas, son discriminados en el
mercado de la vivienda (Lee et al., 2003), a lo que hay que añadir la discriminación que
sufren también en el mercado laboral, que los convierte en candidatos probables a la
pobreza. No obstante, el estigma no es exclusivo de las minorías étnicas.
Hay una serie de acontecimientos que tienen una incidencia primordial cuando suceden en
la infancia, mientras que otros son muy significativos cuando ocurren en la edad adulta. En
la infancia, el abandono, los abusos físicos o sexuales, la expulsión del sistema educativo,
escaparse de casa o vivir en familias o instituciones de acogida son factores que se
encuentran significativamente asociados al riesgo de quedarse sin hogar en la edad adulta.
También lo son variables relacionadas con los padres. Que los progenitores presenten un
bajo nivel educativo, que tengan una fuerte adicción a ciertas sustancias o que el padre no
viva de manera regular en el hogar, así como las experiencias de divorcio son igualmente
factores de riesgo. La acumulación de acontecimientos de este tipo predice de forma
significativa transiciones a una situación de sin hogar, y cuantos más factores se acumulan,
antes se produce la transición. Las teorías explicativas afirman que este tipo de problemas
comportan serias dificultades, tanto para desarrollar habilidades cognitivas que después
permitan mantener relaciones estables y obtener recursos para conservar una vivienda,
como para superar los problemas emocionales derivados de esas situaciones y que
después impedirán el mantenimiento de una relación familiar estable, y también afirman que
14. Muñoz et al. (2005) citan estudios que confirman la simetría entre las razones aducidas por las
personas sin hogar entrevistadas y los análisis de factores objetivos causantes de su desgracia.
85
estas experiencias aumentan el riesgo de padecer enfermedades mentales como la
depresión o sufrir adicciones, que son a la vez factores de riesgo de quedarse sin hogar.
Una vez alcanzada la edad adulta, las dificultades para obtener un empleo con
remuneración regular y suficiente debido a credenciales educativas insuficientes o a un
estado de salud precario15 son fundamentales. La pobreza de las redes sociales se convierte
en primordial en el momento de rupturas en la familia a causa de conflictos interpersonales o
de la defunción de alguno de sus miembros (la pareja, los padres en los casos de personas
adultas no independizadas del hogar paterno...). En EE.UU. se ha estudiado con
profundidad otro factor: se prevé que el riesgo de quedarse sin hogar aumenta en las
personas vulnerables en situaciones de estrés bélico, como demuestra el hecho de que este
riesgo es bastante más elevado entre los veteranos de guerra.
Diferentes estudios encargados por el Gobierno británico a lo largo de los años noventa
concluyen que la causa principal de todos los casos de personas sin hogar reside en la
pobreza (Anderson y Christian, 2003). Anderson y Christian (2003) identifican tres itinerarios
de entrada en la situación de sin hogar que están muy asociados a tres periodos típicos del
ciclo vital: la juventud, la edad adulta y la madurez. El itinerario hacia la situación de sin
hogar en la juventud está muy asociado con experiencias de rupturas familiares y de abusos
durante la infancia. En este sentido, el éxito que puedan tener las instituciones de protección
del menor para que vuelva con la familia son primordiales. El itinerario en la edad adulta es
el que está más asociado con factores estructurales de pobreza, desempleo y mercado de la
vivienda, mientras que el itinerario en la edad madura está más vinculado a problemas
individuales relacionados con la salud mental y la ruptura de relaciones familiares y sociales.
En este sentido, las políticas de desinstitucionalización de los enfermos mentales en el
Reino Unido ha contribuido a engrosar las filas de las personas sin hogar.
El estudio realizado por Muñoz et al. (2005) en la ciudad de Madrid entre 1997 y 1999 revela
la existencia de tres grupos de personas sin hogar que tienen cierta similitud con la
composición de las estudiadas en ciudades de EE.UU. Contrariamente a la opinión
generalizada entre ciertos sectores de la opinión pública, la presencia entre ellos de
alcohólicos y enfermos mentales no es precisamente la más abundante. En la ciudad de
Madrid, casi la mitad son personas que tienen problemas económicos importantes por falta
de trabajo o ingresos insuficientes para pagar el coste de la vivienda y no manifiestan
excesivos problemas de salud mental o consumo de sustancias adictivas. La otra mitad sí
15. Entendiendo «estado de salud» en un sentido amplio, que comprende enfermedades físicas y
mentales, incluidas las adicciones.
16. Datos extraídos del informe The New Poverty: A Generation of Homeless Families, Nueva York,
Homes for the Homeless, Inc.
86
que está formada por personas con serios problemas de conducta, pero Muñoz et al. (2005)
distinguen dos grupos muy diferentes. El más numeroso (cerca de un tercio del total) está
formado por personas que ya llevan años en la calle y se ajustan al estereotipo de la
persona alcohólica muy deteriorada física y psíquicamente.
El tercer grupo (cerca del 20 % del total) está formado por jóvenes con múltiples problemas
de salud y mentales, y que tienen en común haber sufrido situaciones muy estresantes
antes de los 18 años, como vivir en hogares con un consumo elevado de alcohol y otras
drogas, ser objeto de violencia física o sexual, o haber sido expulsados o haberse escapado
de casa. Todos estos problemas se asocian significativamente con la pobreza económica
persistente. Sin embargo, en el perfil de las personas sin hogar, la proporción de mujeres es
inferior a la de hombres (sólo entre el 15 y el 20 % son mujeres). Con respecto a la ciudad
de Barcelona, ya hemos mencionado que el estudio realizado por los técnicos del Instituto
Municipal de Salud Pública en 1997 sobre las condiciones de salud de una muestra de
toxicómanos, personas sin hogar y prostitutas, indica que la ruptura familiar es el origen de
la situación de marginalidad que sufren buena parte de estas personas.17 Otro dato
significativo es que el 84 % de las personas sin hogar en el año 1996 tenían un nivel de
estudios que superaba los estudios primarios.
Más difícil de recuperar es la situación de una cuarta parte de las personas sin hogar, que
ya han perdido los hábitos de higiene y cuidado personal y que sufren graves trastornos de
comportamiento. La vida en la calle de buena parte de estas personas tiene su origen en la
reforma psiquiátrica de 1987, que pretendía la integración en la sociedad de los enfermos
recluidos en centros de salud mental. Parte de esas personas quedaron desamparadas
porque no disponían de redes familiares bastante fuertes para afrontar su enfermedad
(Desviat, M., 1996).
Distinguimos, por lo tanto, dos caras del fenómeno de las personas sin hogar: la inmigración
económica sin ingresos, que vive en la calle esperando una oportunidad de inserción, y los
individuos autóctonos, entre los que las situaciones de pobreza extrema y de exclusión
social total son mucho más intensas. La importancia de las redes familiares para suplir las
deficiencias de nuestro estado del bienestar hace que aquellas personas que encuentran
impedimentos para acceder al mercado laboral y que no disponen de una red social y
familiar consolidada corran un riesgo importante de caer en una situación de pobreza
17. Borrel, C. et al., Salud y marginación social, Instituto Municipal de Salud Pública. [Mimeo.].
87
extrema. En los nichos laborales que ocupaban las personas sin hogar autóctonas, la
inestabilidad y los salarios bajos son la característica principal. Entre los hombres, los
empleos más corrientes eran peón de obra, camarero o ayudante de cocina, trabajos que
llevaban a cabo sin contrato o encadenando contratos temporales. Entre las mujeres, la
ocupación más habitual era el trabajo doméstico.18 La conjunción de los obstáculos para
alcanzar la inserción laboral y el aislamiento familiar y social se encuentra en la raíz de las
circunstancias personales que han llevado a estas personas a la indigencia y es también lo
que lleva a una parte de los recién llegados a sufrir situaciones de exclusión extrema. Estos
inmigrados se encuentran en una fase inicial del proceso de degradación personal que
supone la vida en la calle. Sus posibilidades de salir de esa situación están íntimamente
ligadas a la construcción de una red de amistades y apoyo social en nuestro país.
Variables: time: años en situación de riesgo; sexo: mujer; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.);
estudios4_2: EGB, ESO o equivalente; estudios4_3: secundaria posobligatoria; estudios4_4: titulación
universitaria; inmigra: nacido fuera del Estado español.
Cuando incluimos en nuestro modelo otras variables que la teoría de la exclusión social
considera relevantes para entender las transiciones a la situación de sin hogar, observamos
que, a grandes rasgos, el riesgo de dormir por primera vez en la calle afecta más a los
hombres y a los inmigrantes, aunque, como ya hemos advertido, los datos de los
inmigrantes no son fiables debido a la falta de un grupo de control de inmigrantes. Por
cohortes demográficas, parece que el riesgo de dormir por primera vez en la calle ha crecido
entre las cohortes más jóvenes, sobre todo entre las nacidas después de 1976. Esto parece
indicar que el aumento espectacular de los precios de la vivienda en la última década habría
limitado el acceso de los más jóvenes a la vivienda, sobre todo a la de propiedad, que es
una garantía contra el riesgo de dormir en la calle. La falta de series temporales lo bastante
18. Informe de la actuación municipal con personas sin hogar, Dirección de Asuntos Sociales,
Ayuntamiento de Barcelona, 2001.
88
largas de los precios de la vivienda en Barcelona nos impide contrastar esta hipótesis,
aunque resulta bastante verosímil.
Si se observan con detenimiento las variables individuales que el modelo teórico identifica
como factores causales, se llega a la conclusión de que las más relevantes son las
siguientes: el riesgo más elevado se da entre los individuos que acaban de salir de la cárcel
y entre los que acaban de sufrir una ruptura de la vida en pareja, seguidos de los individuos
que se encuentran con una carencia de recursos para pagar la vivienda o que están sin
trabajo. En el caso concreto de los individuos que han perdido el empleo, la probabilidad de
que tengan que dormir en la calle por primera vez al año siguiente de perderlo es 2,8 veces
superior a la de los que no lo han perdido. Con respecto a las dificultades para pagar la
vivienda, tener la vivienda en régimen de propiedad es un factor de resistencia más
poderoso que el régimen de alquiler, sobre todo si el titular de la propiedad es el propio
entrevistado o su pareja.
Los problemas de salud mental son el siguiente factor en importancia; sin embargo, con
respecto a las consecuencias de la adicción a las drogas, sólo el consumo excesivo de
cocaína tiene una asociación significativa con el riesgo de realizar la primera transición a
dormir en la calle. Ni los problemas previos de alcoholismo ni los de consumo de heroína
explican por qué los individuos atendidos actualmente por las entidades sociales acabaron
durmiendo en la calle por primera vez.
Variables: time_edad: edad del individuo; cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2:
nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de 1976; inmigra: muestra de inmigrantes;
sexo_2: mujer; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3:
postsecundaria o universitaria; estudios4_4: no sabe o no contesta; expulsado: fue expulsado alguna
vez de un centro educativo; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años; escapa: se escapó
alguna vez de casa; relprobtutor: problemas de relación con padres; relprobmmaestro: problemas de
relación con maestros; antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; centro: estuvo en un
centro de menores; padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; no_ocupado: no
trabaja ni estudia; pierdempleo: trabajaba el año anterior, pero no ahora; coca_ant1: el año anterior
tuvo problemas graves a causa de la cocaína; hero_ant1: el año anterior tuvo problemas graves a
causa de la heroína; juego_1: el año anterior tuvo problemas graves a causa del juego; alcohol_1: el
año anterior tuvo problemas graves a causa del alcohol; saludment_1: el año anterior tuvo problemas
graves de salud mental; salecarcel: ha salido este año de prisión; delinc_1: el año anterior practicaba
pequeños hurtos o robos o vendía droga; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución;
padres_1: el año anterior había vuelto a vivir con los padres; prop_1_0: el año anterior no tenía
vivienda en propiedad (Cat. Ref.), prop_1_1: el año anterior vivía en un piso de propiedad del
entrevistado o de la pareja, prop_1_2: el año anterior vivía en un piso de propiedad a nombre de
terceros; alq_1_0: el año anterior no tenía vivienda en alquiler (Cat. Ref.), alq_1_1: el año anterior
vivía en un piso de alquiler del entrevistado o de la pareja, alq_1_2: el año anterior vivía en un piso de
alquiler a nombre de terceros; paga_habit_1: el año anterior tenía problemas para pagar la vivienda;
separa_1: el año anterior estaba casado o cohabitaba y este año no; malmomen_1: el año anterior
pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; malmomen_2: el año anterior pasó por
un mal momento, pero recibió asistencia profesional.
Un factor protector que aumenta la resistencia a quedarse sin hogar de las personas que
han pasado por un mal momento personal el año anterior es haber contado con la ayuda de
un profesional que los ayudara a resolver sus problemas. Según nuestras estimaciones, las
personas que no acudieron a un profesional porque no conocían su existencia o por falta de
dinero para pagarlo o, simplemente, porque dudaban de su eficacia, tuvieron un riesgo de
dormir en la calle un 90 % superior al de las personas que no pasaron por ningún mal
momento, pero es muy interesante observar que el riesgo desapareció para las personas
que sí buscaron ayuda. Como, por supuesto, puede haber un sesgo por efecto selección,
hemos estimado un modelo de ecuaciones simultáneas que expliquen al mismo tiempo el
riesgo de dormir en la calle y la probabilidad de buscar la ayuda de un profesional. Los
resultados mostrados a continuación indican que no es muy probable un efecto selección
(rho:-0.02, por lo tanto, una correlación entre residuales muy baja y en absoluto significativa,
chi2=0.12) y que el efecto de los profesionales es significativamente protector del riesgo de
dormir en la calle.
90
_Icohorte_3 .3239079 .1909376 1.70 0.090 -.0503228 .6981387
inmigra .2095662 .1231149 1.70 0.089 -.0317346 .4508669
sexo -.2876687 .1052109 -2.73 0.006 -.4938783 -.0814591
_Iestudios4_2 -.1630213 .1316846 -1.24 0.216 -.4211183 .0950757
_Iestudios4_3 -.1163973 .1324366 -0.88 0.379 -.3759684 .1431737
_Iestudios4_4 -.3064683 .1703368 -1.80 0.072 -.6403224 .0273858
expulsado .0965385 .1824404 0.53 0.597 -.2610381 .4541151
sinpadre .2789081 .1358106 2.05 0.040 .0127242 .545092
escapa .3127939 .100821 3.10 0.002 .1151884 .5103994
relprobtutor -.0327842 .1530921 -0.21 0.830 -.3328392 .2672709
relprobmaestro -.2240741 .1470324 -1.52 0.128 -.5122524 .0641042
antes6 -.0940113 .1132736 -0.83 0.407 -.3160235 .1280009
centro .0289443 .2689326 0.11 0.914 -.498154 .5560425
padresbio .2417338 .1282503 1.88 0.059 -.0096321 .4930997
no_ocupado .4481712 .1004327 4.46 0.000 .2513268 .6450157
pierdempleo .5069723 .1586633 3.20 0.001 .1959979 .8179466
coca_ant1 .3630941 .159441 2.28 0.023 .0505954 .6755928
heroina_ant1 -.3108473 .2201053 -1.41 0.158 -.7422458 .1205512
alcohol_1 .0940973 .1187462 0.79 0.428 -.1386409 .3268355
saludment_1 .1594409 .2381882 0.67 0.503 -.3073994 .6262813
depre_ant1 .2535733 .1688731 1.50 0.133 -.0774119 .5845586
salecarcel .5568275 .3052937 1.82 0.068 -.0415372 1.155.192
delinc_1 -.2111371 .1653455 -1.28 0.202 -.5352084 .1129342
prosti_1 -.360244 .3482334 -1.03 0.301 -1.042.769 .322281
padres_1 .1346484 .148883 0.90 0.366 -.157157 .4264538
_Iprop_1_1 -.6283554 .1637285 -3.84 0.000 -.9492573 -.3074536
_Iprop_1_2 -.0060407 .1739722 -0.03 0.972 -.34702 .3349385
_Ialq_1_1 -.2420905 .1335456 -1.81 0.070 -.503835 .019654
_Ialq_1_2 -.1374941 .1393268 -0.99 0.324 -.4105696 .1355814
paga_habit_1 .4982007 .1684379 2.96 0.003 .1680686 .8283329
separa_1 .5632919 .1666884 3.38 0.001 .2365887 .8899952
_Imalmomen~1 .2870221 .1328316 2.16 0.031 .0266769 .5473673
_Imalmomen~2 .0931114 .1787775 0.52 0.602 -.257286 .4435087
_cons -2.738.269 .3201392 -8.55 0.000 -336.573 -2.110.807
experto
sexo .1315175 .1521813 0.86 0.387 -.1667524 .4297875
empleo_1 -.1964471 .1213987 -1.62 0.106 -.4343842 .04149
numhijos_7 .2631395 .0821942 3.20 0.001 .1020417 .4242372
sida .8583864 .3138703 2.73 0.006 .243212 1.473.561
otrosalud .9012594 .1935845 4.66 0.000 .5218408 1.280.678
coca_hero_1 -.3769894 .1761458 -2.14 0.032 -.7222289 -.03175
prosti_1 -.447781 .3185277 -1.41 0.160 -1.072.084 .1765217
carcel_1 .1849449 .2640415 0.70 0.484 -.332567 .7024568
malmomen_1 120.295 .1551989 7.75 0.000 .8987659 1.507.134
hogar_no_empl .385972 .1593661 2.42 0.015 .0736202 .6983239
hambre .4970504 .1734758 2.87 0.004 .157044 .8370567
casado -.0619261 .1141961 -0.54 0.588 -.2857463 .1618941
ruptura .2803296 .1313819 2.13 0.033 .0228258 .5378334
ruptura_1 -.1453526 .1502389 -0.97 0.333 -.4398155 .1491102
_cons -1.991.116 .2922506 -6.81 0.000 -2.563.916 -1.418.315
/athrho -.0286124 .0810531 -0.35 0.724 -.1874735 .1302486
rho -.0286046 .0809867 -.1853076 .1295171
Wald test of rho=0: chi2(1) = .124615 Prob > chi2 = 0.7241
Causas de la cronificación
Para realizar una estimación de los factores que están asociados a la cronificación de dormir
en la calle, hemos identificado un modelo de regresión logística en el que la variable
91
dependiente es transitar desde un episodio de dormir en la calle hasta otro episodio de
duración mínima de un año sin dormir en la calle. Los casos observados son todos los
episodios de dormir en la calle que ha tenido un individuo a lo largo de su vida hasta el
momento en el que se celebra la entrevista.
La estimación del modelo indica que el factor más relevante para explicar la salida de los
episodios de dormir a la calle es la condición de inmigrante, hecho que confirma el análisis
descriptivo antes realizado, según el cual el riesgo de cronificación como persona sin hogar
es muy bajo para los inmigrantes que alguna vez tienen que dormir en la calle. Pero, aparte
de esta variable adscriptiva, los factores más relevantes y significativos para explicar la falta
de cronificación están relacionados con la existencia de una red social de apoyo. Son los
individuos que continúan casados y los que han recibido la ayuda de profesionales los que
más probabilidad tienen de abandonar la práctica de dormir a la calle.
Aparte del capital social disponible, mantener el empleo o conseguir uno nuevo es un factor
de resistencia a la cronificación, como también lo es haber sido escolarizado antes de los
seis años de edad. En comparación con estos factores, resultan irrelevantes otros factores
asociados al riesgo de quedarse sin hogar, como haber sido socializado sin la figura paterna
o haberse escapado alguna vez de casa por problemas con los padres, y también lo son la
dependencia de las drogas o el alcohol y la salud mental.
Con referencia al efecto que tiene el capital social, es conveniente matizar que la ayuda
recibida de profesionales expertos es más significativa entre los hombres que entre las
mujeres y, al contrario, el efecto positivo de mantener una pareja es muy significativo para
las mujeres, pero no para los hombres.
Por último, aunque el modelo conjunto para todos los individuos que han pasado por la
experiencia de dormir en la calle no predice efectos significativos del consumo de drogas ni
de los problemas de salud mental, conviene matizar que las estimaciones realizadas por
separado según el sexo indican que las mujeres con problemas graves de dependencia de
la cocaína son más vulnerables a la cronificación y lo mismo ocurre entre los hombres que
presentan problemas de salud mental.
92
alcohol_1 .7681675 .2979897 -0.68 0.497 .3591331 1.643.072
saludment_1 .9268329 .3108135 -0.23 0.821 .4803424 1.788.348
antes6 1.622.198 .4269917 1.84 0.066 .9683944 2.717.412
sexo 1.490.573 .390739 1.52 0.128 .8917011 2.491.652
escapa .8612895 .1362508 -0.94 0.345 .6316758 1.174.368
sinpadre .9027813 .2218656 -0.42 0.677 .5576903 146.141
ruptura_1 1.291.363 .4841472 0.68 0.495 .6193307 2.692.612
casado_1 2.072.428 .4964634 3.04 0.002 1.295.892 3.314.288
Variables: lnt: logaritmo de los años durmiendo en la calle; inmigra: muestra de inmigrantes;
empleo_1: el año anterior tenía empleo; experto_1: el año anterior recibió asistencia profesional;
time_edad: edad del individuo; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica;
estudios4_3: postsecundaria o universitaria; estudios4_4: no sabe o no contesta; coca_ant1: el año
anterior tuvo problemas graves a causa de la cocaína; hero_ant1: el año anterior tuvo problemas
graves a causa de la heroína; juego_1: el año anterior tuvo problemas graves a causa del juego;
alcohol_1: el año anterior tuvo problemas graves a causa del alcohol; saludment_1: el año anterior
tuvo problemas graves de salud mental; antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; sexo_2:
mujer; escapa: se escapó alguna vez de casa; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años;
ruptura_1: el año anterior estaba separado, divorciado o viudo; casado_1: el año anterior estaba
casado o vivía en pareja.
Pero es preciso que analizar una cuestión interesante sobre el efecto que puede tener la
intervención de profesionales expertos en la cronificación de la situación de sin hogar. La
medida de la intervención experta que hemos usado está condicionada por una pregunta
previa que filtraba la respuesta, es decir, preguntábamos a la persona entrevistada si había
pasado por algún mal momento personal, y sólo a los que respondían de manera afirmativa
les preguntábamos si habían recibido asistencia de profesionales. Sin embargo, hay otra
medida del acceso a la asistencia profesional que es el uso del albergue como recurso para
dormir. Los usuarios de este recurso reciben el apoyo de los trabajadores de estos centros
y, por lo tanto, disfrutan de mayor asistencia social que los que no los usan. Por esa razón
hemos vuelto a estimar nuestro modelo añadiendo dos variables dicotómicas que miden si el
individuo usó el albergue durante el año anterior y el uso general del albergue en cada uno
de los años en que informa haber dormido en la calle. Los resultados, que pueden verse en
la tabla siguiente, indican que el factor más importante para explicar la falta de cronificación
es que el individuo hubiera usado un albergue como recurso en el año anterior. Entre dos
personas en las mismas condiciones, la que había usado el albergue el año anterior tuvo
una probabilidad 3,4 veces superior de dejar de dormir en la calle que la que no lo había
usado. El efecto diferido del recurso es evidente cuando vemos que ser usuario de un
albergue en el mismo año medido no tiene efectos significativos en el hecho de dejar de
dormir en la calle.
Más importante aún es comprobar que, incluso una vez controlada la asistencia prestada
por el albergue, el efecto de una intervención experta continúa teniendo gran parte de su
efecto preventivo, aunque haya perdido parte de su significación estadística. Este dato nos
informaría de que el albergue no garantiza por sí mismo el tratamiento continuado de un
experto, pero que ambos recursos, la atención en un albergue y el tratamiento específico por
parte de profesionales, son eficaces para evitar la cronificación de las personas sin hogar.
93
_Iestudios4_3 .9831133 .4168816 -0.04 0.968 .4282112 2.257.091
_Iestudios4_4 1.024.216 .3994433 0.06 0.951 .4768964 2.199.679
coca_ant1 1.003.181 .3007296 0.01 0.992 .5574544 1.805.299
heroina_ant1 1.027.405 .3757294 0.07 0.941 .5017077 2.103.934
juego_1 .3272002 .2550991 -1.43 0.152 .0709873 1.508.156
alcohol_1 .7898775 .3037004 -0.61 0.540 .3717755 167.818
saludment_1 .9884633 .326899 -0.04 0.972 .5169589 1.890.015
antes6 1.637.348 .4361119 1.85 0.064 .9714513 2.759.692
sexo 1.722.049 .446227 2.10 0.036 103.628 2.861.631
escapa .7893179 .1327753 -1.41 0.160 .567632 1.097.582
sinpadre .9447687 .2535682 -0.21 0.832 .558303 1.598.752
ruptura_1 1.217.836 .4675292 0.51 0.608 .5738665 258.444
casado_1 2.028.378 .4893135 2.93 0.003 1.264.184 3.254.525
albergue_1 3.424.183 187.301 2.25 0.024 1.172.072 1.000.368
albergue .7942849 .4366175 -0.42 0.675 .2704406 2.332.818
Causas de la recaída
Para analizar las causas de la recaída en un episodio de dormir en la calle, hemos usado el
mismo modelo especificado para estimar la probabilidad de entrar por primera vez en esa
situación. El modelo confirma que los inmigrantes presentan menos riesgo de recaída, pero
el sexo deja de ser significativo cuando controlamos otros factores de riesgo. Sin embargo,
dichos factores de riesgo ya no son exactamente los mismos que explicaban la entrada por
primera vez en la situación de quedarse sin hogar.
Ahora, la intensidad del efecto de perder el empleo o de salir de la cárcel es más fuerte,
pero pierden intensidad los problemas para pagar la vivienda, aunque aquellos que han
accedido a un piso de su propiedad o compartido con su pareja tienen una garantía casi
absoluta de no recaer.
El riesgo de volver a dormir en la calle después de iniciar un periodo de pasar por un mal
momento personal es ahora mucho más elevado que antes, pero la asistencia de un experto
continúa ejerciendo una función preventiva que reduce el riesgo de transitar de nuevo al
estado de sin hogar.
Es muy interesante comprobar que la dependencia grave del alcohol, que no tenía ningún
efecto significativo para explicar la primera transición, se convierte ahora en un factor
primordial. También es interesante comprobar que el ejercicio de la prostitución es una
garantía de no recaída.
Variables: lnt: logaritmo de los años sin dormir en la calle; inmigra: muestra de inmigrantes; sexo_2:
mujer; estudios4_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios4_2: formación básica; estudios4_3:
postsecundaria o universitaria; estudios4_4: no sabe o no contesta; expulsado: fue expulsado alguna
vez de un centro educativo; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años; escapa: se escapó
alguna vez de casa; relprobtutor: problemas de relación con padres; relprobmmaestro: problemas de
relación con maestros; antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; centro: estuvo en un
centro de menores; padresbio: vivió siempre con ambos progenitores biológicos; no_ocupado: no
trabaja ni estudia; pierdempleo: trabajaba el año anterior, pero no ahora; coca_ant1: el año anterior
tuvo problemas graves a causa de la cocaína; hero_ant1: el año anterior tuvo problemas graves a
causa de la heroína; juego_1: el año anterior tuvo problemas graves a causa del juego; alcohol_1: el
año anterior tuvo problemas graves a causa del alcohol; saludment_1: el año anterior tuvo problemas
graves de salud mental; salecarcel: ha salido este año de prisión; delinc_1: el año anterior practicaba
pequeños hurtos o robos o vendía droga; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución;
padres_1: el año anterior había vuelto a vivir con los padres; prop_1_0: el año anterior no tenía
vivienda en propiedad (Cat. Ref.), prop_1_1: el año anterior vivía en un piso de propiedad del
entrevistado o de la pareja, prop_1_2: el año anterior vivía en un piso de propiedad a nombre de
terceros; alq_1_0: el año anterior no tenía vivienda en alquiler (Cat. Ref.), alq_1_1: el año anterior
vivía en un piso de alquiler del entrevistado o de la pareja; paga_habit_1: el año anterior tenía
problemas para pagar la vivienda; separa_1: el año anterior estaba casado o cohabitaba y este año
no; malmomen_1: el año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional;
malmomen_2: el año anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional.
95
06
Salud y exclusión social
96
Salud y exclusión social
La razón de esta asociación es objeto de debate entre tres posiciones teóricas. La primera
destaca los condicionantes socioestructurales, la segunda se basa en los factores biológicos
y los estilos de vida individuales y la última se sitúa en una posición intermedia y trata de
entender la forma en que operan las interacciones entre estructura social y factores
individuales. Entre los factores socioestructurales, la posición de clase influye mediante dos
variables: la renta disponible y el nivel educativo. La renta disponible permite acceder a
servicios privados cuando el sector público no puede atender con la celeridad necesaria. El
efecto renta es muy significativo en los países más liberales, como EE.UU., donde la
cobertura sanitaria pública es residual. Pero también en la Unión Europea, donde el sector
sanitario público está más desarrollado, hay desigualdades asociadas al nivel de renta con
respecto al uso de servicios médicos especializados; estas desigualdades son mayores
cuanto mayor es la presencia de proveedores privados en el sistema sanitario de cada país
y cuanto más marcadas son las desigualdades territoriales (Van Doorslaer et al., 2002).
Pero no es únicamente una cuestión de renta disponible. El nivel educativo de las personas
está asociado a una mayor esperanza de vida (Guralnick et al., 1993) con independencia de
su nivel de renta (Reynolds et al., 1990) e influye en el estado de salud de una manera
compleja. Condiciona el acceso a los servicios sanitarios puesto que, cuanto más elevado
es el nivel educativo, más alto es el uso de los servicios sociosanitarios, tanto públicos como
privados (Rodríguez y Stoyanova, 2004). En España, por ejemplo, donde la desigualdad
económica es alta, hay una relativa baja desigualdad de salud asociada a la renta (Van
Doorslaer et al., 2002), lo que indica que la desigualdad de renta puede operar como un
indicador de otras variables latentes no medidas. Sarasa (2007) indica que el acceso a los
recursos públicos y privados de atención a la dependencia está sesgado en España por la
renta relativa de los hogares donde vive una persona discapacitada, pero también por el
97
nivel de estudios hasta tal punto que, aunque los servicios sociales españoles son
marcadamente asistenciales y dan prioridad a los hogares pobres, cuando se controla el
nivel de renta, son los hogares donde el cabeza de familia es una persona con un nivel de
estudios bajo los que menos utilizan los servicios públicos, lo que indica una exclusión de la
atención que no está basada en el poder adquisitivo.
La educación de las personas también está asociada con una mayor capacidad de adoptar
estilos de vida recomendados por las autoridades sanitarias como saludables, a la vez que
incide en la inculcación que los padres realizan en sus hijos de esos estilos de vida
(Mirowsky, 1998). Otro efecto de la educación sobre el uso de servicios sanitarios e,
indirectamente, sobre la salud, es que, cuanto más bajo es el nivel educativo, más altas son
la estigmatización y la discriminación negativa recibida de los profesionales de la salud
(Foster, 1983).
Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente biológico, se invierte el orden de las
variables dependientes e independientes con el argumento de que un estado de salud
precario es lo que explica la concentración de las personas con un mal estado de salud
entre las clases sociales más desfavorecidas, dado que la imposibilidad de realizar un
trabajo con los niveles de productividad y competitividad que exige el mercado laboral
empuja a las personas enfermas a una movilidad social descendente (Murali y Oyebode,
2004).
La tesis de Wilkinson que defiende el efecto subjetivo que produce la desigualdad social ha
sido criticada porque la mayoría de los estudios realizados se han basado en datos
agregados que comparan regiones o estados. Una hipótesis alternativa al estrés causado
por la falta de cohesión social es que haya un efecto latente no medido: el hecho de que los
más pobres suelen vivir en entornos sociales menos saludables y con menos recursos
sociosanitarios (Murali y Oyebode, 2004). Las sociedades que toleran elevados diferenciales
de desigualdad en la distribución de la renta también suelen tolerar inversiones muy
esporádicas en recursos sociosanitarios y comunitarios, lo que perjudica en especial a los
estratos sociales más pobres. De hecho, una crítica a la tesis de Wilkinson es que, si el
problema se limita a una falta de cohesión social o a la manera en que ésta se vive, no
habría necesidad de invertir recursos en servicios sociales y sanitarios, únicamente habría
que mejorar esa percepción (Skocpol, 1996).
98
Estas diferencias vienen acompañadas de desigualdades importantes. Las mujeres en
España utilizan menos los servicios sanitarios y sociales y acceden menos a ellos (González
et al., 2004), aunque sufren un estado de salud peor que el de los hombres y más
restricciones en las actividades de la vida ordinaria (Fernández et al., 1999). Sin embargo,
hay que tener en cuenta que género y clase social interaccionan entre sí. Cuando nos
fijamos en el riesgo de enfermedad mental, por ejemplo, podemos observar que, aunque las
mujeres corren siempre más riesgo de sufrir enfermedades mentales que los hombres, este
diferencial de riesgo basado en el género es todavía superior entre las personas que ejercen
profesiones manuales (Cortés et al., 2004).
Con respecto a la relación entre enfermedad mental y pobreza, hay un consenso amplio en
que la pobreza no es únicamente una consecuencia de la enfermedad mental, sino que
también es una causa, y los estudios epidemiológicos confirman que hay una estrecha
relación entre enfermedad mental y clase social. La prevalencia de la psicosis, por ejemplo,
es más elevada entre los trabajadores manuales. Aunque es discutible que haya una
asociación lineal directa entre renta disponible y salud mental, lo cierto es que la pobreza y
el bajo estatus socioeducativo vinculado a ella restringen el acceso y el uso de servicios
sociosanitarios que pueden actuar de manera preventiva.19
Cuando el estado de salud se deteriora en la infancia, los menores de edad ven limitado su
rendimiento escolar, lo que a su vez determinará la posición futura que ocuparán en el
mercado laboral. Y, con respecto a la salud mental y los desórdenes de la personalidad,
determinará también su capacidad para mantener relaciones sociales y constituir relaciones
familiares estables, aparte del riesgo que correrán de ser objeto de institucionalización, tanto
en las instituciones penitenciarias como en las de cuidados sociosanitarios. En este sentido,
no debemos olvidar que los desórdenes de conducta entre los menores de edad son más
frecuentes en las categorías socioeconómicas más bajas (Murali y Oyebode, 2004).
El estado de salud de las personas adultas está condicionado por la posición económica del
hogar donde pasaron los primeros años de vida, en especial si los niños crecieron en
hogares con una situación de pobreza persistente. Cuando esos niños son adultos, su
riesgo de padecer enfermedades es superior al del resto de la población, con independencia
de si han conseguido o no una movilidad social ascendente que los haya sacado de la
pobreza (Reynolds et al., 1990). Poulton et al. (2002) indican que los niños que crecieron en
hogares con un estatus socioeconómico bajo, a los 26 años corren un riesgo más alto de
padecer enfermedades cardiovasculares y dentales, así como de sufrir dependencias de
19. Está documentado que los enfermos psicóticos de las clases sociales más bajas tienen el primer
contacto con los servicios psiquiátricos a una edad más avanzada que los enfermos psicóticos de las
clases sociales más acomodadas.
99
sustancias adictivas (alcohol, tabaco y otras drogas), sin que importe la clase social de
pertenencia en la edad adulta. Esas enfermedades no son en absoluto minoritarias en
Cataluña, ya que entre las tres principales causas de mortalidad prematura figuran las
enfermedades coronarias y el cáncer de pulmón (Borrell et al., 2007).
Teniendo en cuenta las relaciones entre factores estructurales e individuales que hemos
mencionado para explicar las desigualdades de salud, a continuación trataremos de estimar
el peso que han tenido estos factores en los procesos que han excluido a nuestros
entrevistados de una relativa buena salud. Para realizar un seguimiento del estado de salud
de los individuos, optamos por preguntar a los entrevistados si habían sufrido en algún
momento de su vida algunas enfermedades genéricas en un grado tan elevado que hubiese
llegado a condicionar sus posibilidades de trabajo, de ser autónomos en su vida cotidiana o
de mantener relaciones cordiales con las personas queridas. Esta medida del estado de
salud es subjetiva y, como tal, está sujeta a un riesgo probable de distorsión, pero es la
manera más razonable de realizar una aproximación a estados de salud del pasado sobre
los cuales no disponemos de medidas objetivas.
A continuación analizamos cuáles son las funciones de supervivencia que muestran los
individuos de las diferentes submuestras que entrevistadas y estimamos modelos
explicativos del riesgo de padecer cada una de las enfermedades.
Al comparar las funciones de supervivencia por el nivel de estudios alcanzado al dejar por
primera vez el sistema educativo, observamos que hay una gradación simétrica con los
estudios terminados. El riesgo de tener problemas graves de toxicomanías es más reducido
cuanto más elevados son los estudios y se detecta una línea divisoria clara entre los que
siguieron estudiando al acabar el periodo de escolarización obligatoria y los que no lo
hicieron. Habrá que averiguar cuál es la secuencia de esta asociación, si el consumo impide
continuar estudiando o si, al contrario, es después de abandonar los estudios cuando
comienza el riesgo de tener problemas graves con las drogas. En principio, la segunda
hipótesis parece más verosímil, ya que en el análisis que hemos realizado sobre la exclusión
del sistema educativo los problemas derivados del consumo previo de sustancias adictivas
no figuraban como un factor significativo.
Tabla 6.2. Funciones de supervivencia sin problemas graves de drogas o alcohol por
estudios
101
Una primera aproximación a la explicación de los problemas graves con las drogas la
buscamos en las variables de grupo social adscrito en la fase de mayor riesgo, que es antes
de cumplir los 21 años de edad. La tabla siguiente muestra las estimaciones de un modelo
(modelo A) en el que la probabilidad de tener problemas graves de drogodependencia se
mide teniendo en cuenta los estudios del padre, la cohorte demográfica y el sexo. Para
controlar el efecto composición de la muestra, muy sesgada hacia los usuarios de las
entidades sociales, hemos incluido en el modelo la variable «grupo» y hemos indicado si el
entrevistado es una persona escogida aleatoriamente en la ciudad de Barcelona, un
autóctono atendido por las entidades sociales o un inmigrante, especificando si el inmigrante
ya vivía en España o aún no había iniciado el proceso migratorio.
Tabla 6.3. Regresión de tener problemas graves de drogodependencia por primera vez
antes de los 20 años de edad
Modelo A
Variables: timedrog_1: edad inferior a 16 años (Cat. Ref.); timedrog_2: 16 años de edad o más;
cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido
después de 1976; grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos;
grupo_2: excluidos inmigrantes; inmigra_Esp: inmigrante en la fase de vivir en España; sexo: mujer;
estudpadr_1: padre sin estudios (Cat. Ref.); estudpadr_2: padre con estudios primarios; estudpadr_3:
padre con estudios secundarios o universitarios; estudpadr_4: no sabe qué estudios tenía el padre.
Tabla 6.4. Regresión de tener problemas graves de drogodependencia por primera vez
antes de los 20 años de edad
Modelo B
Variables: timedrog_1: edad inferior a 16 años (Cat. Ref.); timedrog_2: 16 años de edad o más;
cohorte_1: nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido
después de 1976; grupo_0: muestra aleatoria de BCN (Cat. Ref.); grupo_1: excluidos autóctonos;
grupo_2: excluidos inmigrantes; inmigra_Esp: inmigrante en la fase de vivir en España; sexo: mujer;
estudpadr_1: padre sin estudios (Cat. Ref.); estudpadr_2: padre con estudios primarios; estudpadr_3:
padre con estudios secundarios o universitarios; estudpadr_4: no sabe qué estudios tenía el padre;
antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años;
sinmadre: creció sin madre antes de los 14 años; padresbio: vivió siempre con ambos progenitores
biológicos; relprob_0: no tuvo problemas con padres ni maestros (Cat. Ref.); relprob_1: tuvo
relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo relaciones conflictivas con los maestros;
relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con maestros y padres; noapoyo: tenía problemas con los
padres y no encontraba ningún apoyo; padres_dro~16: antes de cumplir los 16 años, uno de sus
padres tenía problemas de drogodependencia; padresmental: alguno de los progenitores tuvo
problemas de salud mental; centro: estuvo en un centro de menores; intern: estuvo en un internado o
en una residencia de jóvenes; adopt: fue adoptado o acogido por una familia; sport: practicaba
deporte tutelado por adultos entre los 12 y los 16 años; música: clases de música, danza, idiomas u
otros entre los 12 y los 16 años; asocia: actividades lúdicas o culturales en asociaciones o centros
sociales entre los 12 y los 16 años; relig: prácticas religiosas entre los 12 y los 16 años;
no_ocupado_1: el año anterior no tenía empleo ni estudiaba.
103
Después de los problemas con los padres y los maestros, los siguientes factores asociados
al riesgo de drogodependencia son haber crecido sin la figura materna y haber sido
escolarizado antes de los seis años de edad —este dato merece ser comentado con mayor
detenimiento. Igual que hicimos al estimar los factores de riesgo y de resistencia al fracaso
escolar, también hemos aplicado el procedimiento de estimar un modelo de ecuaciones
simultáneas para detectar si hay algún efecto selección en estos resultados, pero el
resultado indica que éste no es el caso; por lo tanto, no podemos rechazar la hipótesis de
que la preescolarización ha tenido ese efecto negativo en nuestros entrevistados.
A primera vista, que la preescolarización sea un factor de riesgo en la tendencia a abusar de
las drogas es coherente con el resultado de ciertas investigaciones que predicen una
combinación de efectos positivos y negativos de la preescolarización. El estudio reciente de
Loeb et al. (2007) en EE.UU., por ejemplo, prueba que la escolarización temprana favorece
el desarrollo de las habilidades cognitivas entre los niños, lo cual los ayudará a tener éxito
en el rendimiento escolar, pero al mismo tiempo detecta consecuencias negativas en el
desarrollo de habilidades de autocontrol y de relación social, como una deficiencia en el
desarrollo social del menor de edad que bien podría estar relacionada con una menor
resistencia ante los riesgos asociados a la drogodependencia severa en la adolescencia y la
edad adulta. Sin embargo, los resultados de Loeb et al. (2007) son cuestionables si los
contrastamos con trabajos de investigación realizados fuera de EE.UU. Sylva (1997) afirma
que hay razones para pensar que la calidad media de los centros de preescolar en ese país
no es muy elevada y que, cuando se controla la calidad de los centros, los resultados no son
homogéneos entre clases sociales. Las deficiencias en el desarrollo social de los niños son
perceptibles en los centros de baja calidad, pero no se observa ningún efecto negativo en
los centros donde el personal que trabaja tiene poca rotación, hay un ratio bajo de
profesionales por niño, los trabajadores son profesionales cualificados y el centro posee una
orientación pedagógica que lo define como algo más que una simple «guardería». La
hipótesis también sería coherente con el hecho de que no se detecta ningún efecto negativo
en el desarrollo social de los niños preescolarizados en Suecia, donde la calidad de los
servicios sociales y educativos es elevada.
¿Hasta qué punto recogen nuestros datos esta desigualdad en el acceso a centros de
calidad? Una aproximación la podemos obtener calculando la asociación que hay entre el
riesgo de drogodependencia severa y la preescolarización basándonos en el estrato social
de la familia de origen. Si tomamos como indicador del estrato social los estudios del padre,
podemos ver en la tabla siguiente que la asociación entre la preescolarización y los
problemas de drogodependencia sólo es estadísticamente significativa entre los individuos
nacidos en familias donde el padre no tenía ningún estudio, es decir, que proceden de un
estrato social muy humilde y que, con mucha probabilidad, accedieron a escuelas de poca
calidad. La asociación entre haber sido escolarizado antes de los seis años y el riesgo de
drogodependencia severa existe todavía entre los hijos de padres con estudios mínimos,
pero entre los hijos de padres con estudios de formación profesional, bachillerato o estudios
universitarios ya no es significativa y no hay ningún tipo de asociación entre ambas
variables. Todo ello indica que la baja calidad de los centros podría haber sido decisiva en
los resultados que hemos observado.
Modelo B
Que la persona estuviera sin trabajar ni estudiar un año antes de manifestar sus problemas
graves de dependencia tampoco muestra efectos significativos. Hemos visto que haber
tenido problemas de relación con los padres, tutores o maestros es un factor de riesgo muy
elevado; la cuestión ahora es saber si haber recibido algún tipo de ayuda por parte de
terceros tiene alguna influencia preventiva o no. Por desgracia, la frecuencia de casos que
recibieron asistencia de los adultos cuya función es ayudar a las personas con problemas
personales, como educadores, psicólogos o religiosos, es demasiado baja para obtener
conclusiones fiables. El bajo número de casos nos ha obligado a realizar la estimación
prescindiendo de algunas variables de control (véase el Modelo C en la tabla siguiente).
Tabla 6.6. Regresión de tener problemas graves de drogodependencia por primera vez
antes de los 20 años de edad
Modelo C
Variables: timedrog_1: edad inferior a 16 años (Cat. Ref.); timedrog_2: 16 años de edad o más; sexo:
mujer; prob_padr_0: no tuvo nunca problemas graves con los padres (Cat. Ref.); prob_padr_1: tuvo
problemas graves con los padres y no recibió ayuda; prob_padr_2: tuvo problemas graves con los
padres y recibió asistencia de profesionales o religiosos; prob_padr_3: tuvo problemas graves con los
padres y recibió ayuda de otros familiares; prob_padr_4: tuvo problemas graves con los padres y
recibió ayuda de amigos o vecinos; prob_maes_0: no tuvo nunca problemas graves con los maestros
(Cat. Ref.), prob_maes_1: tuvo problemas graves con los maestros y no recibió ninguna ayuda;
prob_maes_2: tuvo problemas graves con los maestros y recibió ayuda de profesionales o religiosos;
prob_maes_3: tuvo problemas graves con los maestros y recibió ayuda de otros familiares;
prob_maes_4: tuvo problemas graves con los maestros y recibió ayuda de amigos o vecinos.
Los resultados de la tabla indican que, cuando hay problemas con los padres, no recibir
ningún tipo de ayuda o recibirla de los propios amigos o vecinos aumenta de manera
significativa el riesgo de acabar teniendo problemas serios con las drogas. La ayuda parece
más eficaz cuando se recibe de otros familiares o de profesionales. Cuando los problemas
tienen lugar en la escuela, es bastante contraproducente dejar que la ayuda principal
provenga de los propios compañeros del menor, ya que esto incrementa el riesgo. El papel
de los profesionales no está claro, ya que su intervención parece asociada a un riesgo
mayor, que quizá podría explicarse porque se trata de casos más graves o porque, cuando
105
la intervención de profesionales se produce en el contexto de la escuela, el problema de los
menores ya está muy agravado.
Problemas de ludopatía
La ludopatía muestra una incidencia menor que las otras enfermedades y una distribución
más homogénea entre grupos sociales, aunque la incidencia ha sido nula en los individuos
entrevistados aleatoriamente en la ciudad de Barcelona. Los hombres corren un riesgo más
elevado de padecer esta afección y, de acuerdo con los datos, comienzan a padecerla a una
edad más temprana que las mujeres. Así pues, los hombres empiezan a manifestar
problemas de dependencia del juego a los 20 años de edad, mientras que entre las mujeres
el riesgo no aparece hasta los 25 años en el caso de las autóctonas y hasta los 35 en el
caso de las inmigrantes. También es ilustrativo que el riesgo aumente con la edad
proporcionalmente más entre los hombres inmigrantes que entre los autóctonos. Hasta los
35 años de edad, la supervivencia sin sufrir este problema ha sido relativamente más
elevada entre los inmigrantes, pero a partir de esa edad el riesgo de los inmigrantes
aumenta hasta situarse al mismo nivel del que corren los excluidos autóctonos. Esta
tendencia, tan parecida a la de las enfermedades mentales, nos hace pensar en una causa
común vinculada a las penalidades de la migración.
Tabla 6.7. Funciones de supervivencia sin problemas de ludopatía según sexo y submuestra
El contraste de la ludopatía con los estudios de los entrevistados muestra una supervivencia
ligeramente inferior para los individuos sin estudios, pero el reducido número de casos no
permite afirmar que las diferencias sean estadísticamente significativas. Sin embargo, hay
que advertir que el análisis que realizamos a continuación está muy limitado por el tamaño
reducido de la muestra, que sólo registra a 23 individuos que han realizado la transición a
episodios de problemas graves de ludopatía. No obstante, los datos muestran patrones de
riesgo coherentes con las predicciones teóricas.
Tabla 6.8. Funciones de supervivencia sin problemas de ludopatía en función del nivel de
estudios al abandonar el sistema educativo por primera vez
Variables: time_juego_1: edad menor de 18 años (Cat. Ref.); time_juego_2: edad entre 18 y 28 años;
time_joc_3: edad entre 29 y39 años; time_juego_4: edad superior a 39 años; sexo: mujer; inmigra:
muestra de inmigrantes; inmigra_Esp: inmigrante en la fase de residir en España; estudios1_2:
formación básica; estudios1_3: postsecundaria; estudios1_4: universitaria; coca_hero_1: el año
anterior tuvo problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína; alcohol_1: el año anterior
tuvo problemas graves por el consumo de alcohol; padres_dro_16: antes de cumplir 16 años, alguno
de los padres tuvo problemas graves con las drogas o el alcohol; padresbio: siempre vivió con ambos
progenitores biológicos; monoparental: vivió un tiempo en una familia monoparental antes de los 16
años; familiares: vivió sin padres, con otros familiares, antes de los 16 años; antes6: escolarizado
antes de los seis años de edad; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con los maestros
(Cat. Ref.), relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres, relprob_2: tuvo relaciones
conflictivas con los maestros, relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los maestros;
empleo_1: el año anterior tenía empleo; sinhogar_1: el año anterior tuvo episodios de dormir en la
calle; auton_1: el año anterior trabajaba como autónomo; indefinido_1: el año anterior trabajaba con
un contrato indefinido.
20. La comorbilidad del alcoholismo y la ludopatía está bastante estudiada; véase, por ejemplo, la
recopilación de trabajos realizada por Stewart y Kushner (2005).
107
Problemas de salud mental
En este apartado analizamos el riesgo de sufrir problemas de salud mental, incluida la
depresión. Los problemas de salud mental afectan en mayor medida a los inmigrantes
actualmente atendidos por las entidades, que presentan un riesgo más elevado de padecer
síntomas por primera vez a partir de los 25 años en el caso de las mujeres y a partir de los
30 en el caso de los hombres. El grupo que presenta mayor resistencia es el de la muestra
aleatoria, seguramente por un efecto selección, pues la salud mental es un factor de riesgo
para convertirse en excluido social y a la vez un subproducto de la exclusión. No obstante, el
hecho de que no haya ningún caso con problemas de salud mental en la submuestra
aleatoria es atribuible a su reducido tamaño.
En la tabla siguiente observamos que la supervivencia sin sufrir ningún otro problema de
salud mental es mayor a medida que aumentan los estudios de la persona entrevistada.
Hasta los 25 años de edad, la mayor supervivencia de los universitarios puede explicarse
por el hecho de que un problema grave de salud mental aparecido en la juventud dificulta la
finalización de los estudios, pero el diferencial que hay entre universitarios y personas sin
estudios pasa de 8,48 puntos a los 25 años a 17,4 puntos a los 45, lo cual indica que hay
algún factor relacionado con el estatus social de los individuos que incide en la salud mental.
Analizar los factores causales de la enfermedad mental es una tarea muy compleja que
difícilmente puede ser realizada en profundidad sin una encuesta específica sobre el tema.
No obstante, hemos intentado una aproximación aprovechando los datos disponibles de
esta encuesta, donde hemos recogido los antecedentes familiares y la vivencia de
situaciones estresantes que pueden poner en peligro el equilibrio mental y emocional de los
individuos. Nuestras estimaciones indican que la herencia familiar es un factor muy fuerte
que multiplica por tres el riesgo que corren los individuos de padecer episodios de depresión
o de otras enfermedades mentales. Sin embargo, el factor de riesgo más elevado es la
dependencia grave de drogas como la cocaína o la heroína. Las personas que manifestaron
haber tenido en algún momento de su vida problemas graves de dependencia de esas
sustancias han multiplicado por cuatro la probabilidad de desarrollar problemas de salud
mental al cabo de un tiempo. Circunstancias de riesgo como perder el trabajo, estar en
prisión o vivir en la calle no tienen efectos estadísticamente significativos, como tampoco los
tiene el sexo, aunque todas estas circunstancias, salvo la estancia en prisión, tienen una
relativa asociación con el riesgo.
Cabe destacar dos circunstancias que en nuestra estimación muestran una asociación
estrecha con el riesgo de padecer una enfermedad mental. Una de ellas es la condición de
inmigrante: entre nuestros entrevistados, los inmigrantes corren un riesgo más elevado de
sufrir problemas de salud mental, pero hay que interpretar este dato con cautela, pues no
108
hay ninguna persona inmigrada escogida aleatoriamente en la ciudad; todas han sido
seleccionadas entre las personas excluidas y no puede afirmarse que la condición de
inmigrante por sí misma sea un factor de riesgo. El otro dato, que merecería un estudio más
profundo en investigaciones posteriores, es que el riesgo de que los inmigrantes sufran una
enfermedad mental se triplica en el periodo de residencia en España, razón por la cual no es
extraño que el riesgo de sufrir problemas mentales en este grupo sea superior una vez
traspasado el umbral de los 25 a los 30 años de edad. Es inevitable llegar a la conclusión de
que las condiciones de vida a las que se han visto sometidas estas personas en todo el
proceso migratorio tienen consecuencias muy negativas en su salud mental.
Variables: time_sal_1: edad inferior a 15 años (Cat. Ref.); time_sal_2: de 15 a 17 años de edad;
time_sal_3: de 18 a 19 años de edad; time_sal_4: de 20 a 28 años de edad; time_sal_5: edad
superior a 28 años; empleo_1: el año anterior tenía empleo; sexo_2: mujer; estudios1_1: sin titulación
(Cat. Ref.); estudios1_2: formación básica; estudios1_3: postsecundaria; estudios1_4: universitaria;
estudios1_5: no sabe o no contesta; sida_1: el año anterior estaba infectado de sida; sida: está
infectado de sida este año; separa_1: el año anterior se produjo la ruptura de la convivencia en
pareja; malmomen_1: el año anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional;
malmomen_2: el año anterior pasó por un mal momento, pero recibió asistencia profesional;
coca_hero_1: el año anterior tuvo problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína;
inmigra: muestra de inmigrantes; inmXviveE_1: inmigrante que vive en España; padrmental: hay
antecedentes de problemas de salud mental en los progenitores; sinhogar_1: el año anterior tuvo
episodios de dormir en la calle; carcel_1: el año anterior estaba en prisión; cárcel: este año está en
prisión.
Problemas de depresión
En el apartado anterior hemos realizado una aproximación a los factores asociados con el
inicio de episodios de enfermedad mental sin precisar si se trata de enfermedades psicóticas
109
o de otro tipo, lo que, necesariamente, hace que las estimaciones sean muy imprecisas.
Hemos querido afinar un poco más las estimaciones centrando el análisis en los episodios
en que el individuo asegura haber sufrido graves dificultades debido a problemas serios de
depresión o de estado de ánimo muy bajo. Como veremos, los resultados comparados con
las estimaciones del riesgo de enfermedad mental genérica son un poco diferentes. Los
inmigrantes parece que corren un riesgo muy distinto según el tipo de enfermedad, y la
herencia genética, que tan importante es en los trastornos genéricos de salud mental, no
parece relevante en el caso de la depresión.
Hemos realizado una estimación de los factores asociados a este estado de salud
considerando aquellas situaciones que pueden ser desencadenantes o concomitantes con la
depresión. Entre ellas se encuentran el estatus social, las situaciones laboral y civil, la
responsabilidad de cuidar a una persona dependiente, la dependencia grave de sustancias
adictivas y estar viviendo episodios estresantes, como tener dificultades para pagar la
vivienda, estar enfermo de sida, estar en prisión o dormir en la calle, así como la declaración
genérica de pasar por un momento personal difícil. Como factores relacionados con la
infancia, hemos elegido la existencia de antecedentes paternos o maternos de problemas de
salud mental, haber crecido sin la figura materna, haber sido preescolarizado antes de los
seis años de edad y haber tenido relaciones conflictivas con los padres o los maestros. Las
estimaciones se han realizado teniendo en cuenta el sexo y la edad de la persona.
Los resultados que mostramos en la tabla siguiente indican dos fases críticas del ciclo vital
de nuestros entrevistados en las que el riesgo de padecer una depresión ha sido
relativamente alto: el periodo de los 18 a los 19 años en la adolescencia y la fase posterior a
los 28 años de edad. El efecto de la situación laboral no es significativo, puesto que tener
empleo no parece ninguna garantía de resistencia a la depresión, aunque entre las mujeres
dedicadas a la prostitución parece que hay una asociación entre el hecho de abandonar la
actividad y el riesgo de comenzar un episodio depresivo el mismo año o el siguiente de
haber dejado la prostitución. Sin embargo, eso no quiere decir que las condiciones laborales
no tengan efectos en el riesgo de depresión, ya que el estatus social medido por las
credenciales educativas aparece como un factor de riesgo que aumenta cuando el estatus
social es bajo.
110
heroína. Además, la percepción subjetiva de pasar por un mal momento está muy asociada
a iniciar un año después un episodio depresivo, ya que multiplica la probabilidad por 2,6,
pero el efecto se reduce a 1,7 veces si la persona recibió asistencia experta de
profesionales.
El sexo y el estado civil están relacionados con el riesgo de depresión, pero de una manera
compleja. Hombres y mujeres solteros no muestran diferencias de riesgo entre ellos, pero en
las mujeres parece que el riesgo aumenta cuando viven en pareja, aunque la estimación no
es estadísticamente significativa. Tampoco es significativo que la persona haya sufrido una
ruptura de la convivencia en pareja, aunque hay una relativa asociación entre ambas
variables que es más intensa cuando se producen de manera secuencial, primero la ruptura
de la convivencia y después los síntomas depresivos, que cuando se producen de manera
simultánea, de modo que, si hay una asociación entre ruptura de la convivencia y depresión,
más bien parece que la primera es causa de la segunda y no a la inversa. Por otra parte,
cuidar de una persona dependiente parece que afecta negativamente a las mujeres, aunque
la significación estadística es muy baja.
Variables: time_sal_1: edad inferior a 15 años (Cat. Ref.); time_sal_2: de 15 a 17 años de edad;
time_sal_3: de 18 a 19 años de edad; time_sal_4: de 20 a 28 años de edad; time_sal_5: edad
superior a 28 años; antes6: escolarizado antes de los seis años de edad; sinmadre: creció algunos
años sin madre; relprob_0: no tuvo problemas con los padres ni con los maestros (Cat. Ref.),
relprob_1: tuvo relaciones conflictivas con los padres; relprob_2: tuvo relaciones conflictivas con los
maestros; relprob_3: tuvo relaciones conflictivas con los padres y los maestros; empleo_1: el año
anterior tenía empleo; prosti_1: el año anterior practicaba la prostitución; finprost_1: el año anterior
dejó la prostitución; finprost: este año ha dejado la prostitución; hogar_no_empl_1: el año anterior,
ningún miembro de hogar tenía empleo; estudios1_1: sin titulación (Cat. Ref.); estudios1_2: formación
básica; estudios1_3: postsecundaria; estudios1_4: universitaria; estudios1_5: no sabe o no contesta;
sida_1: el año anterior estaba infectado de sida; sida: infectado de sida este año; separa_1: el año
anterior se produjo la ruptura de la convivencia en pareja; separa: este año se ha producido la ruptura
de la convivencia en pareja; sexo_2: mujer; casado_1: estaba conviviendo en pareja el año anterior;
care: este año está cuidando de una persona dependiente; malmomen_1: el año anterior pasó por un
mal momento y no recibió asistencia profesional, malmomen_2: el año anterior pasó por un mal
momento, pero recibió asistencia profesional; alcohol: este año sufre problemas graves de
alcoholismo; coca_hero: este año sufre problemas graves de dependencia de la cocaína o la heroína;
padrmental: hay antecedentes de problemas de salud mental en los progenitores; sinhogar: este año
ha sufrido episodios de dormir en la calle; carcel: este año ha estado en prisión.
Variables: time_sal_1: edad inferior a 15 años (Cat. Ref.); time_sal_2: de 15 a 17 años de edad;
time_sal_3: de 18 a 19 años de edad; time_sal_4: de 20 a 28 años de edad; time_sal_5: edad
112
superior a 28 años; sexo: mujer; prob_padr_0: no tuvo nunca problemas graves con los progenitores
(Cat. Ref.); prob_padr_1: tuvo problemas con los padres y no recibió ninguna ayuda; prob_padr_2:
tuvo problemas con los padres y recibió ayuda de profesionales o religiosos; prob_padr_3: tuvo
problemas con los padres y recibió ayuda de otros familiares; prob_padr_4: tuvo problemas con los
padres y recibió ayuda de amigos o vecinos; prob_maes_0: no tuvo nunca problemas graves con los
maestros (Cat. Ref.); prob_maes_1: tuvo problemas con los maestros y no recibió ninguna ayuda;
prob_maes_2: tuvo problemas con los maestros y recibió ayuda de profesionales o religiosos;
prob_maes_3: tuvo problemas con los maestros y recibió ayuda de otros familiares; prob_maes_4:
tuvo problemas con los maestros y recibió ayuda de amigos o vecinos.
Considerando los estudios conseguidos por los individuos la primera vez que abandonaron
el sistema educativo, podemos observar que hay una similitud en las funciones de
supervivencia de aquellos que continuaron los estudios al acabar la enseñanza obligatoria y
que muestran una supervivencia sin discapacidades ligeramente superior al resto. Un test
de significación (long-rank test for equality of survivor functions) confirma que estas
diferencias son significativas (chi2[3]=11,08) y es coherente con los resultados que ofrece la
Encuesta de Discapacidades del INE, según la cual, la distribución de las discapacidades
sigue el gradiente de la estratificación social.
No obstante, hemos querido realizar una regresión de la transición a una dependencia física
controlando la educación, pero introduciendo como variables independientes conductas de
riesgo asociadas al consumo de drogas, a dormir en la calle o a padecer otras
enfermedades. Los resultados muestran que el riesgo es especialmente elevado a partir de
los 33 años de edad, pero también que la posición social continúa teniendo un peso
relevante y que son los individuos con estudios universitarios o con estudios de
postsecundaria obligatoria los que corren menos riesgo de desarrollar una discapacidad
física. Haber sufrido problemas graves derivados del consumo de cocaína o heroína u otros
problemas de salud son también predictores, pero con menos significación estadística. Por
lo tanto, la discapacidad física parece deberse más a las condiciones de vida y de trabajo
que sufren los estratos sociales más desfavorecidos que a las conductas de riesgo
asociadas con las drogas o con las enfermedades, ya que la prevalencia de éstas está
igualmente asociada con la clase social.
113
Tabla 6.18. Regresión logística de la transición a una discapacidad física
La tabla siguiente muestra las funciones de supervivencia sin sufrir otros problemas de salud
según el sexo y el grupo al que pertenece el entrevistado: la muestra aleatoria de la ciudad,
los autóctonos o los inmigrantes atendidos por las entidades sociales. Un test de
significación estadística indica que no hay diferencias de supervivencia entre sexos y que
tampoco las hay entre los estudios obtenidos cuando abandonaron el sistema educativo por
primera vez. La única diferencia significativa se da entre las submuestras de donde han sido
seleccionados los entrevistados: los individuos atendidos por las entidades sociales han
sufrido una supervivencia menor que los individuos de la muestra aleatoria de la ciudad.
Tabla 6.19. Funciones de supervivencia sin otros problemas de salud según sexo y
submuestra
Hemos intentado estimar los factores asociados con la primera transición a problemas de
salud considerando como variables explicativas: la edad del individuo, ya que el riesgo
aumenta con la edad; el sexo, puesto que el estado de salud de las mujeres es en general
peor que el de los hombres; y el estado civil, dado que los individuos que no conviven con
una pareja corren mayor riesgo de manifestar problemas de salud. Además, hemos
controlado los antecedentes de problemas de dependencia severa de la cocaína, la heroína
114
o el alcohol, así como estar enfermo de sida y haber tenido experiencias previas de dormir
en la calle y haber pasado hambre en la infancia o en la edad adulta.
Un factor relevante son las condiciones laborales en las que ha trabajado el individuo a lo
largo de su vida, pero no tenemos información detallada, razón por la cual hemos
considerado el nivel de estudios como indicador de la calidad de los empleos y del acceso
que el individuo haya podido tener a la atención sanitaria y a las conductas preventivas.
Los resultados observables en la tabla siguiente muestran sólo dos variables significativas:
la edad y el estado civil. La mayoría de las variables no presentan niveles de significación
estadística aceptables, posiblemente por el reducido tamaño de la muestra y porque nuestro
indicador de salud es bastante impreciso, puesto que la interpretación que el entrevistado
hace de la cuestión «otros problemas de salud» es desconocida y el recuerdo de
enfermedades no graves en tiempos pasados puede ser bastante impreciso. Sin embargo,
las variables menos significativas son los estudios del entrevistado y haber vivido episodios
de hambre o de dormir en la calle alguna vez. Parecen más relevantes el sexo, los
antecedentes de adicción severa a las drogas o el alcohol y la enfermedad del sida. Las
mujeres en general y las personas con los antecedentes que acabamos de mencionar
muestran mayor tendencia a manifestar problemas de salud.
Variables: time_sal_1: edad inferior a 15 años (Cat. Ref.); time_sal_2: de 15 a 22 años de edad;
time_sal_3: de 23 a 39 años de edad; time_sal_4: edad superior a 40 años; grupo 0: muestra de BCN
(Cat. Ref.); grupo_1: muestra de excluidos autóctonos; grupo_2: muestra de inmigrantes excluidos;
sexo: mujer; drogalcoholp: ha sufrido anteriormente problemas graves de dependencia del alcohol, la
cocaína o la heroína; casado_1: el año anterior vivía en pareja; sida_1: el año anterior estaba
infectado del virus del sida; hambre_inf2: pasó hambre en la infancia; hambrep: ha pasado hambre en
la vida adulta; sinhogarp: ha experimentado algún episodio de dormir en la calle; estudios1_1: sin
titulación (Cat. Ref.); estudios1_2: formación básica; estudios1_3: postsecundaria; estudios1_4:
universitaria; estudios1_5: no sabe o no contesta.
115
07
Reclusión penitenciaria
116
Reclusión penitenciaria
7.1. Referentes teóricos
Los trabajos científicos sobre los orígenes y las características de la delincuencia común son
extremadamente abundantes en comparación con los estudios realizados sobre otros
comportamientos ilícitos, como por ejemplo el fraude realizado por profesionales y
empresarios, la corrupción política, el terrorismo o el incumplimiento de las normas de
circulación con resultados mortales. La descripción del delincuente común resultante de este
análisis dista mucho de corresponderse con los perfiles de las clases medias y las clases
dominantes. El tratamiento social que se da en los diferentes tipos de delincuencia es, en sí
mismo, un elemento de exclusión. Las instituciones establecen diferentes castigos (formales
e informales) en función de si la actividad delictiva la llevan a cabo mayoritariamente
individuos próximos a las clases dominantes o bien personas de clases más populares, que
afrontan una situación de sospecha estigmatizadora a veces vinculada a la pertenencia a un
grupo étnico concreto. Las personas «acomodadas» disfrutan de mayor poder para definir
las conductas que son delictivas y las que son estigmatizadoras y, al mismo tiempo, no se
encuentran en una situación de vigilancia constante por parte de las fuerzas de seguridad.
La consecuencia última de esta relación de fuerzas es que las personas en situación de
exclusión son las que corren mayor riesgo de ser encarceladas. Aquí nos centraremos en el
análisis de las carreras delictivas comunes, vinculadas a procesos de exclusión social.
Las personas del grupo de estudio que fueron seleccionadas por encontrarse internadas en
un centro penitenciario son 69, 35 hombres y 34 mujeres, pero las personas que han pasado
en algún momento de su vida por la cárcel son 125, de las cuales 67 son hombres y 58 son
mujeres. Eso equivale a un 34 % de los hombres encuestados y un 24 % de las mujeres. La
proporción de individuos del grupo de estudio que han tenido problemas con la justicia es,
por lo tanto, muy elevada si tenemos en cuenta que la población reclusa de Cataluña
constituye un 0,13 % de los poco más de siete millones de habitantes del país. A pesar del
carácter intencional de la muestra, se intuye con claridad que las situaciones de exclusión y
los problemas con la justicia están intensamente relacionados y que esta correlación se da
en personas de ambos sexos. Aunque el sistema penitenciario pretende ser mucho más que
una herramienta de castigo para comportamientos antisociales y da cada vez más
importancia a la función de reinserción, lo cierto es que existe una fuerte estigmatización
social que ejerce como factor de exclusión social en las personas que finalizan un periodo
de reclusión.
21. Entorf y Spengler (2000a) han resumido los trabajos sobre el tema y han identificado que el
aumento de la delincuencia tiene una asociación positiva con la proporción de población activa
empleada (más hogares sin ningún residente durante el día y más movilidad de la población, que
facilita los asaltos a las personas) y con la proporción de rupturas matrimoniales (véanse los efectos
de la familia en la delincuencia de los hijos), pero tiene una asociación negativa con la proporción de
población empleada en la agricultura, que es un indicador aproximado del grado de urbanización y
modernización de una sociedad. Hay una asociación también positiva con los delitos relacionados
con el tráfico y consumo de drogas, que, a su vez, están asociados con el volumen de desempleo, las
rupturas familiares, la riqueza, la participación laboral y la urbanización. Al mismo tiempo, sin
embargo, la delincuencia parece que tiene efectos económicos negativos en el crecimiento del PNB y
del empleo.
117
delictiva derivadas de los estilos de vida de las sociedades más ricas, como la mayor
extensión de las residencias suburbiales, difíciles de vigilar, y la mayor movilidad de las
víctimas potenciales (Aromaa et al., 2003). Además, la desigualdad significa menores
rendimientos de la actividad legal para los estratos sociales menos favorecidos y empuja a
algunos de sus miembros a buscar los rendimientos deseados en las actividades ilegales
(Ehrlich, 1973).
Estas tesis explican la delincuencia basándose en la cultura y subrayan el papel que juegan
en ella la falta de valores o la posesión de valores muy diferentes a los de la mayoría de la
sociedad. Esto puede deberse a una socialización en una subcultura de la delincuencia o de
la exclusión, o a factores psicopatológicos derivados de trastornos asociales. Sin embargo,
Smith (2002) critica la idea de que la delincuencia estable pueda ser explicada por la teoría
del aprendizaje social y mantiene que esta teoría puede ser verosímil para los pocos
delincuentes que dirigen organizaciones o que se mueven en el mundo empresarial y
financiero, pero que los delincuentes comunes llevan una vida miserable que en ningún caso
puede ser calificada como el resultado eficaz de una estrategia. Algunos trabajos concluyen
que, mientras que las explicaciones más estructurales antes descritas funcionan para la
delincuencia contra la propiedad, no son válidas para la delincuencia violenta, que, a nivel
agregado, no varía con la mejora económica de un colectivo o de un barrio. Las
explicaciones más aceptadas son las que vinculan la violencia a la desestructuración social
y sus consecuencias en la socialización de niños y adolescentes (Kelly, 2000).
22. Merton (1938) identificó el comportamiento delictivo como una conducta innovadora de aquellas
personas que comparten los valores y los objetivos vitales de la mayoría de la población, pero que no
disponen de los recursos adecuados para alcanzarlos, de manera que buscan formas alternativas a
las normales para realizar sus aspiraciones y, en esas formas alternativas, con frecuencia se violan
las normas y las leyes.
118
comportamientos antisociales a lo largo de su vida, factores que podrían ser diferentes de
los que provocan la delincuencia entre los adolescentes.
Factores biológicos
Estudios realizados con gemelos, hermanos naturales y hermanos adoptados muestran una
influencia clara de los factores biológicos en la conducta antisocial (Smith, 2002, p. 724). Las
conductas, ya sean antisociales o no, son más similares entre hermanos gemelos que entre
hermanos que no lo son, y los hijos adoptados tienen más en común con sus hermanos
biológicos que con los legales.23 Sin embargo, todos los estudios reconocen también la
influencia clave de los factores ambientales. La cuestión reside en determinar el efecto de
las interacciones entre genética y entorno. Además, aún queda por explicar qué elemento de
los heredados es el que influye en la conducta antisocial. Se sugiere que es la agresividad,
pero no hay una clara evidencia de transmisión genética de los delitos violentos, mientras
que sí la hay de la conducta antisocial en general. Otros sugieren que es la herencia de
factores cognitivos, a partir del dato de que la conducta antisocial está relacionada
significativamente con déficits en el coeficiente de inteligencia (CI) equivalentes a la mitad
de la desviación estándar; parece que tienen una importancia especial los déficits en el CI
verbal: la explicación sería que las dificultades de comprensión comportan dificultades para
alcanzar las expectativas formuladas por otros.
23. Hay trabajos que revelan que la herencia genética está presente en una amplia variedad de
rasgos personales como la inteligencia, las habilidades cognitivas específicas, la personalidad y las
psicopatologías. Véase, por ejemplo, Scarr (1992).
24. Attention Deficit Hyperactivity Disorder (ADHD) es un concepto introducido en 1987 por la
Asociación Estadounidense de Psicología para identificar a los jóvenes que manifiestan
impetuosidad, falta de atención e hiperactividad.
119
Sobre la relación entre TDAH y delincuencia, la revisión de la investigación realizada indica
lo siguiente: (1) Los TDAH son un factor claro de riesgo. (2) Son factores de riesgo
complementarios la interacción con redes de iguales con comportamientos antisociales y la
falta de autocontrol. (3) Tradicionalmente, la falta de autocontrol se ha relacionado con la
incapacidad de los padres para identificar las conductas desviadas y castigarlas, pero quizá
esa falta de autocontrol esté provocada por los TDAH, ya que existe una fuerte asociación
entre ambos y quizá hay un componente genético biológico común. (4) Los TDAH se
manifiestan siempre en la infancia, dado que tienen un componente biológico. El niño
manifiesta los síntomas en un entorno familiar donde probablemente el padre o la madre
sufre el mismo problema, y es muy probable que el niño reciba respuestas violentas,
impulsivas y negativas que lo empujan aún más hacia conductas antisociales. Algunas
instituciones policiales se apoyan en estos estudios para defender la importancia de basar la
prevención de la delincuencia en la detección y el tratamiento temprano de los TDAH, y
dejar en segundo plano variables socioeconómicas que consideran difíciles de controlar
(Irving y Bloxsom, 2002).
Las carencias económicas en el hogar durante la infancia son un factor importante, ya que
potencian los factores anteriores. Por ejemplo, las familias monoparentales encabezadas
por una mujer con una calificación académica baja presentan un riesgo elevado de sufrir
situaciones de escasez económica o largas jornadas laborales que no dejan espacio al
seguimiento de las actividades y de las pautas de comportamiento de los niños fuera de la
escuela.
De las 125 personas del grupo de estudio que han pasado por la cárcel, la mitad entraron
por primera vez en los siete primeros años de lo que hemos considerado el periodo de
riesgo.25 Eso quiere decir que el 50 % de los individuos del grupo de estudio que han pasado
por la cárcel lo han hecho antes de los 23 años (o en los siete primeros años de estancia en
el país en el caso de los extranjeros). Las entradas en la reclusión penitenciaria se
distribuyen entre las personas en situación de exclusión del grupo de estudio de una manera
coherente con la literatura criminológica, ya que sólo un 8 % de las entradas en prisión se
produce después de los 35 años de edad. Teniendo en cuenta que la reclusión suele
responder a delitos cometidos varios años antes, el dato es coherente con todos los trabajos
previos que apuntan a los 35 años como fecha límite a partir de la cual es difícil que los
individuos se inicien en actividades delictivas (Moffitt, 1993).
Así pues, de las funciones de supervivencia se desprende que una parte de los inmigrantes
del grupo de estudio que han pasado por la cárcel ya estaban involucrados en actividades
delictivas en el momento de entrar en el país. Según conversaciones mantenidas con
profesionales del Departamento de Justicia de la Generalitat de Cataluña, la mayoría de
estas personas pasan a disposición judicial en el momento de llegar al país acusadas de
tráfico de drogas. Se trata de individuos que realizan esta actividad de manera puntual y por
motivos económicos, y que no forman parte de las organizaciones criminales que dirigen el
negocio. Estas personas actúan de «mulas», escondiendo en su cuerpo o en su equipaje
cantidades importantes de sustancias prohibidas.
25. Hemos considerado que el periodo de riesgo empezaba a los 16 años para los autóctonos y en el
momento de llegada al país para los extranjeros.
26. En las definiciones de las curvas de supervivencia no se han incorporado las observaciones de la
muestra aleatoria de ciudadanos y ciudadanas de Barcelona. Así pues, estamos comparando las
funciones de colectivos en situación de exclusión.
121
Gráfico 7.1.
Gráfico 7.2.
122
Gráfico 7.3.
Gráfico 7.4.
Como hemos visto con anterioridad, entre la población encuestada en situación de exclusión
el paso por la prisión es un acontecimiento con una incidencia especialmente intensa en
comparación con el conjunto de la ciudadanía. A pesar de haber identificado a una parte de
los encuestados dentro de los centros penitenciarios, un número nada despreciable de
personas contactadas a través de otras instituciones (que atienden a otros colectivos en
situación de exclusión o de alto riesgo social) han pasado por la cárcel en un momento u
otro. Por lo tanto, hay una incidencia importante de la reclusión entre los estratos más
desfavorecidos de la sociedad.
123
Sabemos que una característica relevante de la población objeto de estudio es su bajo nivel
educativo (véase la tabla 1.2.). Si empleamos el nivel de estudios como indicador de la
estructura de clases de nuestra población de estudio, observamos con claridad mayor
impacto del paso por la cárcel en las personas con niveles de estudios bajos.
Tabla 7.1. Haber estado alguna vez en prisión según nivel de estudios
Por lo tanto, el nivel de estudios como indicador de clase social se convierte en una variable
clave para explicar las trayectorias hacia la delincuencia y la reclusión penitenciaria. Hemos
planteado un modelo de regresión para toda la muestra con el encarcelamiento como
variable dependiente y el nivel de instrucción, el sexo y el origen geográfico (nacional o
extranjero) como variables independientes. En el modelo se detecta un descenso progresivo
de la probabilidad de ir a la cárcel a medida que aumenta el nivel de estudios. Cuando
segmentamos la muestra por lugar de nacimiento (autóctonos y extranjeros), este efecto del
nivel de instrucción se mantiene con más o menos intensidad (véanse las tablas 7.2., 7.3.a y
7.3.b).
Tabla 7.2. Regresión logística de la primera entrada en prisión según nivel de estudios
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; sexo_1:
hombre; sexo_2: mujer; inmigra_0: nacido en el Estado español; inmigra_1: nacido en el extranjero;
estudios4_1: sin estudios; estudios4_2: estudios obligatorios; estudios4_3: estudios posobligatorios o
profesionales; estudios4_4: estudios universitarios.
124
_Iestudios4_3 .1559445 .0675763 -4.29 0.000 .0666982 .3646078
_Iestudios4_4 .1245801 .0814702 -3.18 0.001 .0345778 .4488481
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; sexo_1:
hombre; sexo_2: mujer; inmigra_0: nacido en el Estado español; inmigra_1: nacido en el extranjero;
estudios4_1: sin estudios; estudios4_2: estudios obligatorios; estudios4_3: estudios posobligatorios o
profesionales; estudios4_4: estudios universitarios.
Como hemos visto en capítulos anteriores, el nivel de estudios alcanzado por los individuos
de la muestra está condicionado por el estatus social de la familia de origen, lo que confirma
una fuerte reproducción intergeneracional de la estructura de clases. Muchas de las
variables asociadas a una clase social modesta o a la precariedad económica de la familia
durante la infancia incrementan el riesgo de fracaso escolar y de precariedad laboral, e
inciden directamente en la estructura de oportunidades y dificultades con que el individuo se
encuentra para desarrollar su proyecto vital. Ésa es la razón de que, cuando introducimos en
el modelo de regresión nuevas variables que miden las circunstancias en que el individuo
fue socializado y sus conductas en la adolescencia, la significación del nivel de estudios
desaparece, pues unas y otras están muy asociadas al factor de clase social (véase la tabla
7.4.). Este modelo se ha elaborado con cuatro grupos de variables. En el primer grupo,
hemos incorporado las relativas al origen de clase y la contextualización del entorno de
socialización de los individuos, incluyendo el nivel de estudios, el sexo, la cohorte de edad y
el origen geográfico (personas nacidas en el Estado español o en el extranjero). En un
segundo grupo consideramos las variables relativas a la relación del individuo cuando era
menor de edad con las personas adultas de su entorno (padres y maestros) y a los posibles
problemas de autocontrol y de relación con la autoridad. En el tercer grupo incluimos las
variables relativas a las contingencias que, si ocurren en la vida adulta, pueden generar una
necesidad que conlleve el empleo de la delincuencia como estrategia instrumental. Por
último, consideraremos un cuarto grupo de variables relacionadas con otras formas de
exclusión social o de marginalidad que puedan incidir como factor de riesgo de reclusión.
En el modelo general planteado con estas variables explicativas hemos controlado la clase
social intentando incorporar en los modelos de regresión los estudios del padre, los estudios
de la madre y los estudios del propio individuo, de manera independiente y combinada. En
estas regresiones logísticas, ninguno de esos indicadores tiene un efecto significativo sobre
la probabilidad de encarcelamiento. En el modelo que presentamos en la tabla 7.4., sólo
hemos incorporado el nivel de estudios del individuo para evitar la colinealidad existente
entre las tres variables.
125
_Icohorte_2 2.557.127 .9542985 2.52 0.012 1.230.526 5.313.903
_Icohorte_3 6.269.198 2.918.952 3.94 0.000 2.517.044 1.561.469
_Isexo_2 .8002769 .2290023 -0.78 0.436 .4567365 1.402.216
inmigra 262.809 .7851978 3.23 0.001 1.463.274 4.720.139
casadopre18 2.907.657 .9246804 3.36 0.001 1.559.006 5.422.987
_Iestudios4_2 .8512312 .2687749 -0.51 0.610 .4584394 1.580.568
_Iestudios4_3 1.178.916 .4187337 0.46 0.643 .5876906 2.364.924
_Iestudios4_4 .7380986 .4539884 -0.49 0.622 .2210848 2.464.166
probpadres_noasis 2.310.973 .860344 2.25 0.024 1.114.049 4.793.864
probpadres_amig .5560442 .2809123 -1.16 0.245 .206578 1.496.699
probpadres_prof 1.086.889 .5666486 0.16 0.873 .3912116 3.019.662
padres_escuela 1.892.152 .4361232 2.77 0.006 1.204.376 2.972.693
empleopre .7826812 .2213097 -0.87 0.386 .4496768 1.362.289
rupturapre 1.329.632 .3696229 1.02 0.305 .7710932 2.292.746
padresbio 1.044.426 .3037897 0.15 0.881 .5905966 1.846.991
antes6 .5999543 .1500411 -2.04 0.041 .3674881 .9794743
expulsado 2.190.636 .8195758 2.10 0.036 1.052.235 4.560.659
hambre_inf 1.497.816 .3829871 1.58 0.114 .907421 247.234
heroinapre 2.814.305 1.057.769 2.75 0.006 1.347.235 587.894
cocapre 2.265.205 .7299052 2.54 0.011 1.204.562 4.259.766
t_madresol .9428423 .0393272 -1.41 0.158 .868829 1.023.161
t_centro 109.136 .0454295 2.10 0.036 1.005.855 1.184.133
t_rob_dro 1.732.262 .2640192 3.60 0.000 128.493 2.335.327
casado .6129403 .1474659 -2.03 0.042 .3824983 .9822155
sinpadre 1.638.566 .5184722 1.56 0.119 .8813095 304.649
sinmadre .9799899 .3196713 -0.06 0.951 .5170838 1.857.301
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1:
nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de
1976; sexo_2: mujer; inmigra: submuestra de inmigrantes atendidos por las entidades sociales;
casadopre18: haber formado pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; estudios4_1: sin
estudios; estudios4_2: estudios obligatorios; estudios4_3: estudios posobligatorios o profesionales;
estudios4_4: estudios universitarios; probpadres_noasis: tuvo una relación mala o muy mala con el
padre, la madre o el tutor legal y no contó con ayuda de nadie; probpadres_amig: tuvo una relación
mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y contó con la ayuda de amigos de su edad;
probpadres_prof: tuvo una relación mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y contó
con asistencia profesional; padres_escuela: realizaba trabajos escolares en casa con ayuda del padre
o la madre; empleopre: tenía empleo antes del acontecimiento; rupturapre: sufrió una ruptura de
pareja antes del acontecimiento; padresbio: vivió con ambos progenitores biológicos hasta los 18
años; antes6: fue escolarizado antes de los seis años; expulsado: fue expulsado de un centro
educativo una vez o más; hambre_inf: durante la infancia, pasó un periodo de tal escasez económica
que no era posible hacer tres comidas diarias; heropre: tuvo un consumo excesivo de heroína antes
del acontecimiento; cocapre: tuvo un consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento;
t_madresol: tiempo vivido sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro: tiempo vivido en un
centro de menores; t_rob_dro: tiempo en que se ha dedicado a la venta de drogas y/o a los hurtos y
robos; casado: tiene una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento;
sinpadre: creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre: creció sin madre antes de los 14 años.
También hemos controlado, por el efecto del contexto social e institucional, todo aquello a lo
que han tenido que enfrentarse las personas del grupo de estudio creando la variable
«cohorte», que clasifica a los individuos en tres grupos: las personas nacidas antes de 1960,
las nacidas entre 1960 y 1976 y las nacidas después de 1976. En todos los modelos
planteados, la cohorte más joven es la que presenta más probabilidades de ser condenada
a reclusión penitenciaria. Cuando analizamos el efecto de la variable «cohorte» en modelos
de regresión construidos sobre la mitad femenina y la mitad masculina de la muestra, vemos
que el efecto «cohorte» es más intenso entre las mujeres que entre los hombres por la
tendencia a la equiparación que han experimentado las tasas de criminalidad de las mujeres
en las últimas décadas. Como señalan algunos autores (Torrente, 2002; Canteras, 1990), la
incorporación de las mujeres a la vida pública ha comportado también su entrada en la
transgresión de las normas de este ámbito público. Al aceptar que buena parte del efecto
«cohorte» está causado por la parte femenina de la muestra, debemos destacar que el
modelo de regresión planteado sólo en los hombres encuestados también muestra un efecto
de la variable cohorte, aunque menos intenso. Al intentar medir el efecto aislado de la
cohorte y el paso del tiempo en modelos más simples, hemos comprobado que la fecha de
nacimiento tiene un efecto significativo sobre las probabilidades de encarcelamiento de los
hombres extranjeros, pero no sobre las de los hombres autóctonos. Eso confirma la
126
tendencia a la convergencia de las pautas de criminalidad femenina y masculina entre la
submuestra de personas autóctonas en situación de exclusión. En el caso de las personas
inmigrantes, la mayor probabilidad de los más jóvenes se debe, básicamente, al hecho de
que la llegada masiva de personas extranjeras al Estado español no comenzó hasta los
años noventa. Como ya hemos mencionado antes, la introducción en la delincuencia se
produce casi siempre durante la juventud y, por lo tanto, no hay cohortes de edad avanzada
entre los extranjeros que puedan haber iniciado una carrera delictiva residiendo ya en
España.
Tabla 7.5.a. Regresión logística de la primera entrada en prisión. Efecto del paso del tiempo
y de la cohorte por sexo y lugar de nacimiento (Estado español o extranjero). Mujeres
autóctonas
Tabla 7.5.b. Regresión logística de la primera entrada en prisión. Efecto del paso del tiempo
y de la cohorte. Mujeres extranjeras
Tabla 7.5.c. Regresión logística de la primera entrada en prisión. Efecto del paso del tiempo
y de la cohorte. Hombres autóctonos
Tabla 7.5.d. Regresión logística de la primera entrada en prisión. Efecto del paso del tiempo
y de la cohorte. Hombres extranjeros
En la tabla 7.4. podemos observar que, entre las variables que recogen situaciones de la
infancia que pueden haber definido pautas de comportamiento antisociales, hemos incluido
algunos indicadores de relación con la autoridad y con las personas adultas. Aunque la
encuesta realizada es longitudinal, en muchas de las preguntas relativas a la primera
infancia no se han recogido las edades en que sucedieron los acontecimientos por las
restricciones que impone la memoria. Ello supone algunas limitaciones para establecer el
orden cronológico de los problemas surgidos en la infancia. Por ejemplo, sabemos qué
individuos tuvieron problemas de relación con los padres y fueron internados alguna vez en
un centro de menores, pero no sabemos el orden de los acontecimientos y no podemos
aventurarnos a buscar explicaciones causa-efecto. A pesar de eso, hemos incorporado en
los modelos de regresión una serie de variables que, articuladas como dicotómicas, nos
indican la presencia o la no presencia de determinados comportamientos y situaciones
críticas en la infancia.
Hemos construido tres variables dicotómicas a partir de las preguntas de la encuesta sobre
la relación de las personas encuestadas con sus padres o tutores y el apoyo recibido en
caso de haber manifestado que la relación era mala o muy mala. La relación con los padres
se recoge en las variables dicotómicas siguientes: «haber tenido una relación mala o muy
mala con alguno de ellos (padre, madre o tutor legal) y no haber encontrado apoyo en
nadie», «haber tenido una relación mala o muy mala y haber encontrado apoyo en los
amigos (grupo de iguales)» y «haber tenido una relación mala o muy mala y haber contado
con la asistencia de profesionales». De estas variables, resulta significativa estadísticamente
la relación entre haber tenido una relación mala o muy mala con el padre o la madre y no
haber contado con nadie como apoyo emocional y la probabilidad de entrar en prisión. En
intentos previos tratamos de elaborar una serie de variables similares con referencia a la
relación del menor con los maestros y la escuela, pero el incremento en el número de
variables dificultaba la estimación del modelo y optamos por resumir estos problemas con la
variable «haber sido expulsado de unos o más centros educativos». El resultado es que las
expulsiones incrementan las probabilidades de encarcelamiento en la edad adulta. Los
problemas de relación que recogemos con estas variables pueden deberse a la acción de
los adultos o a los problemas del menor con la autoridad. Ambas situaciones son factores de
riesgo, según la evidencia empírica existente. Los malos tratos a los menores de edad
constituyen un hecho con consecuencias muy negativas para el desarrollo psicológico y
social posterior de las víctimas y afectarán a su riesgo de exclusión social. La influencia que
tiene el maltrato infantil en el riesgo de exclusión viene avalada por el hecho de que los
adolescentes que lo han sufrido corren mayor riesgo de abandonar el hogar paterno y
convertirse en personas sin hogar, sufrir fracaso escolar y manifestar conductas
antisociales, además de ser más propensos a volverse dependientes del alcohol y las
drogas y a tener intentos de suicidio (Mojan et al., 1988; Riggs et al., 1990). Los malos tratos
constituyen en España la segunda causa de muerte entre los menores de cinco años,
después de la mortalidad neonatal (Casado, 1989).
La escolarización previa a la primaria (antes de los seis años) ha resultado ser un factor de
protección ante el riesgo de encarcelamiento. Es abundante la literatura que identifica la
preescolarización como factor preventivo de la exclusión y tratamos este tema con más
profundidad en los capítulos referentes a la educación y a las drogodependencias. No
obstante, existe la posibilidad de que la relación esté sesgada por endogeneidad.27 En el
punto 2.2. y en las tablas 2.8. a 2.14. ya indicábamos que la frecuencia de la
preescolarización fue más baja en los hogares donde la madre no tenía estudios y en
aquellos donde sufrieron dificultades económicas tan graves que el individuo pasó hambre
cuando era pequeño. Eso sucede con independencia de si el niño vivió siempre con sus
padres biológicos o si creció sin la figura paterna. Al mismo tiempo, los inmigrantes tuvieron
un acceso a la preescolarización mucho menor que los entrevistados autóctonos. Además,
27. Como se indica en el punto 2.2., decimos que hay endogeneidad cuando el comportamiento de
dos variables (A y B) está correlacionado a causa de una variable latente (L) que no se ha medido y
que es la causa real que incide a la vez en ambas variables, A y B.
128
los nacidos antes de 1960, cuando la oferta de centros era menor y la actividad laboral de
las madres también era muy baja, tuvieron un acceso a la preescolarización igualmente
bajo.
En relación con el fracaso o el éxito escolar, hemos introducido en los modelos «la ayuda de
los padres en la realización de los deberes». Con la introducción de la pregunta sobre la
ayuda de los padres en la realización de las tareas escolares, pretendíamos identificar el
interés y la implicación de la familia en la labor educativa de la escuela, atendiendo a la
hipótesis de que una familia implicada tiene mayor capacidad de identificar los problemas de
conducta o de actitud de los niños. En consecuencia, esperábamos que la implicación de los
padres supusiera un factor de protección. El resultado ha sido el contrario y la realización de
las tareas escolares con ayuda de los padres parece que tiene una relación positiva con la
probabilidad de encarcelamiento. Parece que la formulación de la pregunta ha sido
interpretada de una manera que no esperábamos por parte de las personas encuestadas.
En las reuniones de evaluación del trabajo de campo, algunos de los encuestadores
confirmaron que las personas que declaraban no haber tenido problemas de aprendizaje ni
de actitud en la escuela afirmaban que hacían los deberes completamente solos y que, a
pesar de reconocer que los padres estaban pendientes de su evolución, escogían la opción
de respuesta «hacía los deberes siempre solo». Es muy probable que, en lugar de recoger
la implicación de la familia en la escuela, captásemos los problemas de aprendizaje.
Hemos incluido las variables «haber tenido una relación de pareja (con convivencia) antes
de los 18 años», «haber tenido el primer hijo antes de los 18 años» y «haber sufrido una
ruptura de pareja (con convivencia) antes de los 18 años». Estas circunstancias no
mantienen una relación de causa-efecto con la delincuencia, pero constituyen
comportamientos diferentes de la dinámica mayoritaria de la sociedad y están asociados a
colectivos o estratos sociales en riesgo de exclusión y a una mayor incidencia del riesgo de
encarcelamiento. Las tres variables están asociadas con el riesgo de entrar en prisión,
aunque para evitar problemas de colinealidad en el modelo final sólo hemos incluido la
primera. Hay dos posibles explicaciones de este fenómeno. En primer lugar, las bodas
precoces y la formación de núcleos familiares a edades muy tempranas son
comportamientos familiares más frecuentes en familias de etnia gitana que en el conjunto de
la sociedad. Según conversaciones con los profesionales del Departamento de Justicia que
realizaron las encuestas, entre las personas seleccionadas había una presencia importante
de personas gitanas. No obstante, no podemos saber el número porque en el cuestionario
no se pedía información sobre el origen étnico. Una segunda explicación sería de carácter
más económico. En el capítulo dedicado a las relaciones familiares, vemos que las personas
que se casan antes de la mayoría de edad y que tienen el primer hijo muy jóvenes suelen
tener empleo en el momento de la boda, pero tienen una alta probabilidad de perderlo en un
corto periodo de tiempo, ya que la escasa preparación académica y profesional hace que los
empleos a los que tienen acceso sean muy precarios. En esos casos, los robos o la venta
de drogas podrían ser una estrategia para conseguir recursos que permitan hacer frente a
las cargas familiares. Si involucrarse en responsabilidades familiares antes de los 18 años
es un factor de riesgo, crear un núcleo familiar posteriormente parece que actúa como factor
de protección. Así pues, tener pareja estable con convivencia reduce el riesgo de reclusión.
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1:
nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de
1976; inmigra: submuestra de inmigrantes atendidos por las entidades sociales; casadopre18: formó
131
una pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; estudios4_1: sin estudios; estudios4_2:
estudios obligatorios; estudios4_3: estudios posobligatorios o profesionales; estudios4_4: estudios
universitarios; padres_escuela: realizaba trabajos escolares en casa con ayuda del padre o la madre;
rupturapre: sufrió una ruptura de pareja antes del acontecimiento; padresbio: vivió con ambos
progenitores biológicos hasta los 18 años; antes6: fue escolarizado antes de los seis años;
expulsado: fue expulsado de un centro educativo una vez o más; hambre_inf: durante la infancia pasó
un periodo de tal escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; heropre: tuvo un
consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento; cocapre: tuvo un consumo excesivo de
cocaína antes del acontecimiento; t_rob_dro: tiempo dedicado a la venta de drogas y/o a los hurtos y
robos; casado: tenía una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento.
En la medida de las posibilidades, hemos construido dos nuevos modelos de regresión, uno
para la submuestra masculina y otro para la submuestra femenina. No ha sido posible
introducir todas las variables que conformaban el modelo general, ya que al reducir a la
mitad el número de casos nos hemos visto obligados a reducir el número de variables. A
pesar de todo, podemos identificar algunas diferencias en razón del género a través de la
comparación de los coeficientes y de los niveles de significación del modelo de la tabla 7.4.,
el modelo para las mujeres (tabla 7.6.) y el modelo para los hombres (tabla 7.7.).
Las variables de adscripción y las relativas al entorno de socialización parece que tienen
más peso en la descripción de los itinerarios masculinos hacia la reclusión que en la de los
femeninos. Aunque, en todos los modelos, la cohorte más joven (los nacidos después de
1976) presenta un riesgo mucho más elevado de ir a prisión, las más afectadas son las
mujeres, sobre todo si tenemos en cuenta que el efecto significativo de la cohorte en los
hombres viene del grupo de extranjeros. Eso es coherente con los datos del Departamento
de Justicia de la Generalitat de Cataluña28 que indican que la criminalidad femenina ha
aumentado mucho más que la masculina, ya que partía de unas cifras muy bajas. También
es coherente con la literatura que sitúa ese incremento en el marco de la modernización y la
liberación de la mujer.
En las mujeres no hay mayor incidencia de situaciones de las que podamos deducir
problemas de actitud o conductas antisociales durante la infancia. Entre las encuestadas no
son significativas las variables «haber sido expulsada de un centro educativo» y «haber
sufrido una escasez económica extrema en la infancia». Parece que ninguna de esas
circunstancias, que en los hombres son significativas, tiene un peso lo bastante relevante en
las trayectorias de las reclusas y ex reclusas. Por el contrario, haber vivido hasta los 18 años
con los padres biológicos (ambos en el mismo hogar) se convierte en un factor de protección
para las mujeres, cuando en el modelo general no lo era.
Haber formado un núcleo familiar o haber tenido el primer hijo antes de la mayoría de edad
incrementa la probabilidad de los hombres de ir a prisión, mientras que no tiene una relación
claramente significativa con la estructura de riesgos de las mujeres. Esto puede deberse a
que la asunción de responsabilidades familiares prematura de las mujeres no está tan
vinculada a grupos minoritarios o a situaciones de marginalidad. En cambio, estar casado o
tener una relación de pareja estable con convivencia, que en los hombres se convierte en un
factor de protección significativo, en las mujeres no tiene ningún efecto.
Si, entre los hombres, el consumo de heroína es relevante y significativo para describir los
itinerarios vitales en prisión, en las mujeres no es un factor explicativo. Ello se debe, en
parte, a la menor incidencia de la dependencia de la heroína entre las mujeres del grupo de
estudio que entre los hombres. El 23 % de los encuestados en situación de exclusión ha
tenido problemas de adicción a esta sustancia, mientras que sólo el 14 % de las mujeres
encuestadas ha sufrido esa adicción. Los problemas con la cocaína sí son factores
explicativos significativos de la entrada de las mujeres en prisión. La incidencia de esta
droga entre las personas encuestadas también presenta menos diferencias en razón de
sexo.
28. Las cifras de población reclusa en Cataluña pueden consultarse en la web del Instituto de
Estadística de Cataluña, en http://www.idescat.cat/dequavi/?TC=444&V0=12&V1=3 (a 1 de marzo de
2009).
132
Tabla 7.7. Regresión logística de la primera entrada en prisión. Hombres
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1:
nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de
1976; inmigra: submuestra de inmigrantes atendidos por las entidades sociales; casadopre18: formó
una pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; estudios4_1: sin estudios; estudios4_2:
estudios obligatorios; estudios4_3: estudios posobligatorios o profesionales; estudios4_4: estudios
universitarios; padres_escuela: realizaba trabajos escolares en casa con ayuda del padre o la madre;
rupturapre: sufrió una ruptura de pareja antes del acontecimiento; padresbio: vivió con ambos
progenitores biológicos hasta los 18 años; antes6: fue escolarizado antes de los seis años;
expulsado: fue expulsado de un centro educativo una vez o más; hambre_inf: durante la infancia pasó
un periodo de tal escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; heropre: tuvo un
consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento; cocapre: tuvo un consumo excesivo de
cocaína antes del acontecimiento; t_rob_dro: tiempo dedicado a la venta de drogas y/o a los hurtos y
robos; casado: tenía una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento.
Si, entre los autóctonos, ser mujer es un factor de protección, no lo es entre los inmigrantes,
pero podemos pensar que la razón es el poco peso de las personas extranjeras no elegidas
en prisión, ya que la muestra forzaba a la paridad entre hombres y mujeres. Hay que
destacar que no hay ninguna mujer extranjera de la población estudiada que haya pasado
133
por la cárcel y no haya sido seleccionada para el estudio en un centro penitenciario. Aunque
no se pueden extraer conclusiones categóricas, parece que las diferencias entre la
criminalidad femenina y la masculina son tan importantes o más entre las personas
inmigrantes que entre las autóctonas.
Las conductas que para los autóctonos son consideradas marginales no tienen relación con
la probabilidad de encarcelamiento de los extranjeros. No son factores explicativos
significativos ni la formación de un núcleo familiar de manera prematura ni la paternidad o
maternidad adolescente.
El consumo de drogas funciona, en parte, como factor de riesgo, pero mientras que la
adicción a la cocaína tiene un efecto significativo, la dependencia de la heroína, no. El
consumo de esta última sustancia tuvo una incidencia muy alta durante la década de los
ochenta en Barcelona y cronológicamente se sitúa mucho antes de las primeras oleadas de
inmigración extranjera en el Estado español.
Variables: logtime: logaritmo del tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1:
nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2: nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3: nacido después de
1976; sexo_2: mujer; estudios4_1: sin estudios; estudios4_2: estudios obligatorios; estudios4_3:
estudios posobligatorios o profesionales; estudios4_4: estudios universitarios; casadopre18: formó
una pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; antes6: fue escolarizado antes de los seis
años; expulsado: fue expulsado de un centro educativo una vez o más; hambre_inf: durante la
infancia pasó un periodo de tal escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; heropre:
tuvo un consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento; cocapre: tuvo un consumo excesivo
de cocaína antes del acontecimiento.
134
08
La delincuencia común,
robos y venta de drogas
135
La delincuencia común,
robos y venta de drogas
De todas las personas encuestadas, 127 manifestaron haber llevado a cabo robos o haber
vendido drogas en alguna ocasión. Casualmente, 127 es el número de individuos de la
muestra que han estado alguna vez encarceladas. No obstante, las personas no son las
mismas, 86 de los encuestados que manifestaban haber delinquido han pasado por la
cárcel, pero 41 no han recibido un castigo en forma de reclusión. Al mismo tiempo, 41 de las
personas que han pasado por la cárcel no manifiestan haber realizado robos o haber
vendido drogas (con finalidad lucrativa). La delincuencia que estamos analizando en este
capítulo es, en buena medida, diferente de la que estudiábamos en el capítulo anterior.
Aunque la exclusión social no sea sinónimo de delincuencia, una vez más los datos nos
muestran una fuerte relación. De las 98 personas del grupo de control, sólo 3 manifiestan
haber robado o vendido sustancias ilegales. Es cierto que la probabilidad de sentir la presión
del control social al contestar es bastante más alta en las personas del grupo de control que
en las que forman parte del grupo de estudio, como también es cierto que la formulación de
las preguntas de la encuesta en este aspecto indicaba de manera explícita la referencia a la
realización de estas actividades delictivas con finalidad lucrativa. Pero, a pesar de todo, la
diferencia es bastante sustancial. Es probable que entre los componentes del grupo de
control hayamos perdido la información sobre aquellos que han cometido robos o hurtos, o
se han visto involucrados en otras actividades delictivas durante la adolescencia. Pero esas
actividades estarían más vinculadas con los conflictos con la autoridad y las personas
adultas propios de esa etapa que con la entrada en una «carrera delictiva» (Moffit, 1997).
Entendemos que quien no dio la importancia suficiente a estos actos para mencionarlos en
la encuesta los redujo a episodios puntuales no relevantes.
136
Gráfico 8.1.
Delincuencia
Sexo No Sí Total
Hombre 129 69 198
% 65,15 34,85 100,00
Mujer 187 56 243
% 76,95 23,05 100,00
Total 316 125 441
% 71,66 28,34 100,00
Al leer los datos referentes a la población entrevistada nacida en el extranjero, hay que
prestar atención al hecho de que en el grupo de control no hay personas extranjeras, de
manera que no pueden compararse los porcentajes de personas españolas y extranjeras
que han realizado las actividades mencionadas sin excluir del análisis el grupo de control.
Origen Delincuencia
No Sí Total
Autóctono 113 89 202
% 55,94 44,06 100,00
Inmigrante 110 35 145
% 75,86 24,14 100,00
Total 223 124 347
% 64,27 35,73 100,00
Cuando presentamos las tablas de contingencia sin los 98 individuos del grupo de control,
vemos que la incidencia de actividades delictivas entre los inmigrantes en situación de
exclusión es bastante más baja que entre los autóctonos. Como hemos comentado en otros
capítulos y como recordaremos en las conclusiones, la causa principal de esta diferencia es
137
que los perfiles de las personas autóctonas excluidas son muy diferentes a los de los recién
llegados que se encuentran en la misma situación.
De las personas extranjeras que realizan actividades delictivas, cerca de un 50 % las han
iniciado en el primer año de estancia en el país. Eso refuerza la idea ya expresada en el
capítulo anterior de que una parte de los extranjeros que delinquen llegan al país en el
ejercicio de actividades delictivas o con la intención de realizar negocios ilegales.
Gráfico 8.2.
Como en el capítulo anterior, en el que estimábamos los factores asociados con el riesgo de
encarcelamiento, ahora también hemos considerado cuatro grandes grupos de variables
asociadas con la comisión de delitos, las variables de adscripción y las referentes al entorno
en el que se produce la socialización primaria; las referentes a la relación del individuo con
las personas adultas y con la autoridad durante la infancia y la adolescencia; las
contingencias en la trayectoria vital que hayan podido generar una situación de necesidad; y
las variables referentes a comportamientos de riesgo durante la vida adulta.
Variables, t, tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; grupo_0, submuestra aleatoria
de la ciudad de Barcelona (Cat. Ref.); grupo_1, submuestra personas autóctonas en situación de
exclusión; grupo_2, submuestra personas extranjeras en situación de exclusión; cohorte_1, nacido
antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976;
sexo_2, mujer; casadopre18, formó pareja con convivencia antes de los 18 años de edad;
probpadres_noasis, tuvo una relación mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y no
contó con la ayuda de nadie; probpadres_amig, tuvo una relación mala o muy mala con el padre, la
madre o el tutor legal y contó con la ayuda de amigos de su edad; probpadres_prof, tuvo una relación
mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y contó con asistencia profesional;
probmaestro_noasis, tuvo una relación mala o muy mala con los maestros y profesores, y no contó
con la ayuda de nadie; probmaestro_amig, tuvo una relación mala o muy mala con los maestros y
profesores, y contó con la ayuda de los amigos de su edad; probmaestro_prof, tuvo una relación mala
o muy mala con los maestros y profesores, y contó con asistencia profesional; padres_escuela,
realizaba trabajos escolares en casa con ayuda del padre o la madre; empleo, realizaba una actividad
remunerada en el mismo año del acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja durante el
año anterior al acontecimiento; hambre_1, el año anterior al acontecimiento sufrió tal escasez
económica que no podía realizar tres comidas diarias; peor_1, el año anterior al acontecimiento pasó
por la peor situación económica de su vida; padresbio, vivió con ambos progenitores biológicos hasta
los 18 años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años; exc_edu, no obtuvo ninguna titulación
académica; hambre_inf, durante la infancia pasó un periodo de tal escasez económica que no podía
hacer tres comidas diarias; heropre, tuvo un consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento;
cocapre, tuvo un consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; t_madresol, tiempo vivido
sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro, tiempo vivido en un centro de menores; casado,
tiene una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin
padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin madre antes de los 14 años.
La actividad delictiva tiene una presencia más importante en las cohortes más jóvenes que
entre los nacidos antes de 1960. Los datos indican que, entre la población excluida
estudiada, los más jóvenes corren un riesgo más elevado de entrar en actividades delictivas
que los mayores cuando tenían su edad. Paralelamente a lo que sucede con el
encarcelamiento, en nuestra muestra el incremento del riesgo entre los jóvenes se debe a
las mujeres. Aquí también comprobamos que las mujeres se incorporan a la actividad
delictiva a medida que se incorporan a otras esferas de la vida pública, mientras que, entre
los hombres en situación de exclusión, las pautas delictivas se mantienen más o menos
estables.
Si nos fijamos en las variables que recogen la relación de los individuos con las personas
adultas de su entorno durante la adolescencia, observamos diferencias relevantes con
139
respecto al modelo planteado para explicar la entrada en prisión. Hemos incorporado dos
grupos paralelos de tres variables para saber qué efecto ha tenido sobre las personas
encuestadas una mala relación con algún adulto de su familia y con el profesorado de la
escuela durante la adolescencia. Las personas que expresaron haber tenido una relación
mala o muy mala con esas figuras tuvieron que contestar en quién encontraron apoyo
durante aquella época de relaciones conflictivas. A partir de sus respuestas hemos
elaborado seis variables dicotómicas que expresan si un individuo «tuvo una mala relación
con un adulto de su hogar y no encontró apoyo en nadie», si «tuvo una mala relación con un
adulto de su hogar y encontró apoyo en los amigos de su edad» o si «tuvo una mala relación
con un adulto de su hogar y contó con asistencia profesional». Hemos elaborado el mismo
tipo de variables para la situación de haber vivido una relación mala o muy mala con los
maestros y la escuela.
Tener una relación mala o muy mala con un adulto de casa se convierte en un factor de
riesgo cuando el individuo encuentra apoyo en los amigos de su edad. Cuando la ayuda
proviene de un profesional, la mala relación con la familia pierde significación en la
probabilidad de delinquir. Con la variable «haber agredido a los padres o tutores»
intentamos recoger las situaciones de conflicto extremo y, como puede verse en el modelo
de la tabla 8.4., tanto si esas agresiones se produjeron en contadas ocasiones como si
fueron más sistemáticas, el hecho de responder de forma violenta a los adultos del propio
hogar es un factor significativo en la definición de riesgos de delincuencia.
Una relación mala o muy mala con la institución educativa tiene un efecto claramente
significativo sobre el riesgo de delincuencia del menor si no ha encontrado apoyo en nadie o
si se ha apoyado en los amigos de su edad, mientras que, si se produce la intervención de
un profesional, el conflicto deja de ser significativo como predictor del riesgo de
delincuencia. Una vez más, cuando los adolescentes encuentran apoyo en los amigos de su
edad, la probabilidad de realizar actividades delictivas se incrementa de forma considerable.
La influencia del grupo de iguales y las dinámicas de retroalimentación de las actitudes
antisociales aparecen como factores muy importantes en la definición de la pequeña
delincuencia, aunque en el capítulo anterior veíamos que no son factores explicativos de las
trayectorias hacia el encarcelamiento. El rechazo que los menores problemáticos reciben del
sistema educativo puede conducirlos a una dinámica de selección mutua y a formar grupos
conflictivos; el adolescente rechazado por sus iguales porque es violento o porque no rinde
igual que ellos busca y es acogido por otros que se encuentran en una situación parecida a
la suya. La influencia de unos en otros refuerza las pautas de comportamiento antisocial.
La adicción a la cocaína y a la heroína mantienen una asociación significativa con los robos
y la venta de sustancias ilegales. En el modelo general, la heroína no tiene un efecto
significativo, mientras que la cocaína, sí. En el modelo que incorporaba sólo a los individuos
autóctonos se produce el fenómeno contrario. Eso es coherente con el hecho de que la
140
entrada de la heroína en nuestro país y la época de mayor consumo se sitúa en los años
ochenta, antes de la explosión del fenómeno migratorio.
Tabla 8.5. Regresión logística de robos y venta de drogas. Nacidos en el Estado español
141
Variables, t, tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; grupo_0, submuestra aleatoria
de la ciudad de Barcelona (Cat. Ref.); grupo_1, submuestra personas autóctonas en situación de
exclusión; cohorte_1, nacido antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976;
cohorte_3, nacido después de 1976; sexo_2, mujer; casadopre18, formó pareja con convivencia
antes de los 18 años de edad; agrede_1, agredió al padre, la madre o el tutor en alguna ocasión;
agrede_2, agredió al padre, la madre o el tutor en varias ocasiones; probmaestro_noasis, tuvo una
relación mala o muy mala con los maestros y profesores, y no contó con la ayuda de nadie;
probmaestro_amig, tuvo una relación mala o muy mala con los maestros y profesores, y contó con la
ayuda de los amigos de su edad; probmaestro_prof, tuvo una relación mala o muy mala con los
maestros y profesores, y contó con asistencia profesional; padres_escuela, realizaba trabajos
escolares en casa con ayuda del padre o la madre; empleo, realizaba una actividad remunerada en el
mismo año del acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja durante el año anterior al
acontecimiento; hambre_1, el año anterior al acontecimiento sufrió tal escasez económica que no
podía realizar tres comidas diarias; peor_1, el año anterior al acontecimiento pasó por la peor
situación económica de su vida; padresbio, vivió con ambos progenitores biológicos hasta los 18
años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años; exc_edu, no obtuvo ninguna titulación
académica; hambre_inf, durante la infancia pasó un periodo de tal escasez económica que no podía
hacer tres comidas diarias; heropre, tuvo un consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento;
cocapre, tuvo un consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; t_madresol, tiempo vivido
sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro, tiempo vivido en un centro de menores; casado,
tiene una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin
padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin madre antes de los 14 años.
Entre las personas autóctonas se confirma que una mala relación con los maestros durante
la infancia tiene un efecto significativo sobre el riesgo de delinquir en el caso de no contar
con la ayuda de nadie o de encontrar apoyo en el grupo de iguales. Sin embargo, cuando
hay intervención profesional, estos conflictos dejan de tener un efecto significativo. Entre las
personas extranjeras, haber agredido al padre o la madre durante la infancia y haber sido
expulsado de la escuela también incrementan de manera significativa la probabilidad de
delinquir, pero, como apuntábamos antes, perdemos el detalle de la intervención
profesional.
Variables, t, tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1, nacido antes de
1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976; sexo_2,
mujer; casadopre18, formó pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; agrede_1, agredió
al padre, la madre o el tutor en alguna ocasión; agrede_2, agredió al padre, la madre o el tutor en
varias ocasiones; expulsado, fue expulsado de un centro educativo unas o más veces;
padres_escuela, realizaba trabajos escolares en casa con ayuda del padre o la madre; empleo,
realizaba una actividad remunerada en el mismo año del acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura
de pareja durante el año anterior al acontecimiento; peor_1, el año anterior al acontecimiento pasó
por la peor situación económica de su vida; padresbio, vivió con ambos progenitores biológicos hasta
los 18 años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años; exc_edu, no obtuvo ninguna titulación
académica; hambre_inf, durante la infancia pasó un periodo de tal escasez económica que no podía
hacer tres comidas diarias; cocapre, tuvo un consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento;
casado, tiene una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento; sinpadre,
creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin madre antes de los 14 años.
En segundo lugar, la influencia negativa del grupo de iguales como refugio al tener
problemas de relación con los adultos es mucho más intensa en los hombres que en el
modelo general. Por lo tanto, son los hombres los que más se acercan a los hurtos, a los
robos o al comercio de droga a través de los amigos.
Por último, dos de las variables explicativas conservan su efecto significativo y la intensidad
de éste cuando excluimos del modelo a las mujeres. Por una parte, la exclusión educativa
parece ser un factor de riesgo tanto para hombres como para mujeres. Por otra parte, el
consumo de cocaína también está asociado a la delincuencia con independencia del sexo.
143
_t .9369185 .0196226 -3.11 0.002 .8992375 .9761784
_Igrupo_1 1.051.155 1.143.881 2.16 0.031 1.245.597 8.870.658
_Igrupo_2 1.697.024 1.902.773 2.53 0.012 1.884.891 1.527.882
_Icohorte_2 1.663.229 .7788045 1.09 0.277 .664321 4.164.146
_Icohorte_3 2.702.256 1.497.927 1.79 0.073 .9117683 8.008.819
casadopre18 .5704017 .4965232 -0.64 0.519 .1035683 3.141.483
probpadres_noasis 1.858.891 1.139.918 1.01 0.312 .558825 6.183.466
probpadres_amig 6.356.216 3.439.864 3.42 0.001 2.200.617 1.835.916
probpadres_prof 4.569.987 7.202.939 0.96 0.335 .2081145 1.003.524
Probmaestro_noasis 3.737.485 2.304.626 2.14 0.033 1.116.111 1.251.559
Probmaestro_amig 2.861.838 1.440.917 6.66 0.000 106.677 7.677.493
Probmaestro_prof .0738658 .1410752 -1.36 0.172 .0017488 3.119.901
padres_escuela .7949792 .320789 -0.57 0.570 .360479 17.532
empleo 1.330.109 .5084241 0.75 0.455 .6288134 2.813.536
ruptura_1 .855813 .5508252 -0.24 0.809 .2423939 3.021.594
hambre_1 .6075196 .6195376 -0.49 0.625 .0823228 4.483.327
peor_1 1.671.324 1.098.559 0.78 0.435 .4608579 6.061.141
padresbio .7924997 .292463 -0.63 0.529 .3844792 1.633.523
antes6 1.103.806 .3900485 0.28 0.780 .5522125 2.206.374
exc_edu 2.557.754 .9042908 2.66 0.008 1.279.138 5.114.463
hambre_inf .9312934 .3731322 -0.18 0.859 .4246626 2.042.345
heroinapre 2.013.786 1.089.152 1.29 0.196 .6976577 5.812.783
cocapre 3.580.847 1.963.334 2.33 0.020 1.222.594 1.048.791
t_madresol .9327265 .0419186 -1.55 0.121 .8540822 1.018.612
t_centro 1.245.445 .0711494 3.84 0.000 1.113.518 1.393.002
casado .6904018 .3261322 -0.78 0.433 .2735338 174.258
sinpadre 1.439.577 .6097959 0.86 0.390 .6275828 3.302.164
sinmadre .7500908 .2918059 -0.74 0.460 .3499235 1.607.884
Variables, t, tiempo transcurrido desde el inicio del periodo de riesgo; grupo_0, submuestra aleatoria
de la ciudad de Barcelona (Cat. Ref.); grupo_1, submuestra de personas autóctonas en situación de
exclusión; grupo_2, submuestra de personas extranjeras en situación de exclusión; cohorte_1, nacido
antes de 1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976;
casadopre18, formó pareja con convivencia antes de los 18 años de edad; probpadres_noasis, tuvo
una relación mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y no contó con la ayuda de
nadie; probpadres_amig, tuvo una relación mala o muy mala con el padre, la madre o el tutor legal y
contó con la ayuda de los amigos de su edad; probpadres_prof, tuvo una relación mala o muy mala
con el padre, la madre o el tutor legal y contó con asistencia profesional; probmaestro_noasis, tuvo
una relación mala o muy mala con los maestros y profesores, y no contó con la ayuda de nadie;
probmaestro_amig, tuvo una relación mala o muy mala con los maestros y profesores, y contó con la
ayuda de los amigos de su edad; probmaestro_prof, tuvo una relación mala o muy mala con los
maestros y profesores, y contó con asistencia profesional; padres_escuela, realizaba los trabajos
escolares en casa con ayuda del padre o la madre; empleo, realizaba una actividad remunerada en el
mismo año del acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja durante el año anterior al
acontecimiento; hambre_1, el año anterior al acontecimiento sufrió tal escasez económica que no
podía realizar tres comidas diarias; peor_1, el año anterior al acontecimiento pasó por la peor
situación económica de su vida; padresbio, vivió con ambos progenitores biológicos hasta los 18
años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años; exc_edu, no obtuvo ninguna titulación
académica; hambre_inf, durante la infancia pasó un periodo de tal escasez económica que no podía
hacer tres comidas diarias; heropre, tuvo un consumo excesivo de heroína antes del acontecimiento;
cocapre, tuvo un consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; t_madresol, tiempo vivido
sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro, tiempo vivido en un centro de menores; casado,
tiene una relación de pareja con convivencia en el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin
padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin madre antes de los 14 años.
144
09
Prostitución y exclusión
145
Prostitución y exclusión
9.1. Referentes teóricos
El trabajo sexual tiene muchas caras y unas están más vinculadas a la exclusión social que
otras. No obstante, ciertas características de la actividad introducen factores de exclusión
con independencia de cómo y dónde se ejerza. La estigmatización social y la alegalidad de
la prostitución suelen dificultar que las personas que la ejercen mantengan unas redes
sociales y familiares sólidas, y disfruten de la protección de las instituciones que amparan al
resto de los trabajadores. Sin embargo, la visión de la prostitución por parte de las
instituciones y la sociedad como actividad ilícita y moralmente reprobable es diferente
dependiendo de las diferentes modalidades. No se considera de la misma manera ni tiene el
mismo papel social la prostituta de lujo que ejerce su actividad en un piso que la que lo hace
en la calle. La relación con entornos marginales, excluidos o delictivos también es muy
diferente. Los riesgos de exclusión, de pobreza y de mala salud física y mental afectan con
una intensidad diferente a las prostitutas de distintos perfiles.
Esta intensidad está relacionada con la capacidad que tengan las prostitutas de afrontar las
consecuencias negativas de su actividad. Los desórdenes psicológicos y afectivos causados
por situaciones familiares conflictivas en la infancia, la vulnerabilidad financiera, la situación
en la que desarrollan la actividad o la relación con el proxeneta son elementos que
condicionan la manera en que las mujeres conviven con la prostitución y la intensidad de
sus procesos de exclusión.29
Para exponer los factores causales que empujan a las personas a la prostitución se han
propuesto modelos explicativos casi antagónicos. Los enfoques más voluntaristas conciben
la prostitución como una opción que toma la persona de manera libre para conseguir
ingresos económicos. Por otra parte, los modelos más deterministas vinculan el ejercicio de
la prostitución a condicionantes externos que afectan a la persona desde la infancia y que
indefectiblemente la llevan a prostituirse. Hay que buscar las variables explicativas entre
esos dos extremos. Si bien es cierto que en una parte de la población que se dedica a la
prostitución tiene cierto peso el factor de opción personal, también lo es que hay una serie
de factores relacionados con la socialización primaria que, cuando se suman a la presión
económica y a las barreras de acceso al mercado laboral, determinan la entrada en el
trabajo sexual. Entre la literatura que analiza las variables personales y psicológicas que
empujan a las personas a la prostitución, las situaciones generadoras de estrés
postraumático durante la infancia, como ser víctima de malos tratos o de abusos sexuales,
incrementan las probabilidades de que, frente a la presión económica, una persona opte por
el trabajo sexual (Farley y Barkan, 1998). Otras situaciones de exclusión y pobreza infantil,
como haber vivido en centros de acogida, haberse escapado de casa y haber pasado
periodos de vida en la calle tienen efectos parecidos (Cusick, 2002). Con respecto al
consumo de drogas, los trabajos empíricos detectan una correlación cada vez más
importante con la prostitución, especialmente entre las personas más jóvenes (Cusick,
2002). No obstante, hay fuertes contradicciones a la hora de explicar la naturaleza de la
correlación. Frischer et al. (1993) sugieren que el consumo de drogas y la prostitución son
actividades susceptibles de ser simultáneas en un entorno conflictivo. Otros (Melrose et al.,
1999) corroboran este argumento y afirman que el consumo de drogas previo a la
prostitución es tan frecuente como la prostitución previa al consumo de drogas.
29
. El «efecto Mateo», tomado de Robert K. Merton, describe la interacción entre la historia personal y
los factores contextuales (Mansson y Hedin, 1999). Las prácticas a las que se exponen las
prostitutas, su vulnerabilidad frente al proxeneta o su relación con los clientes dependen en gran parte
de las experiencias acumuladas, sobre todo de la vivencia de abusos sexuales o de violencia familiar
durante la infancia.
146
trabajadoras sexuales de la calle las que pueden orientar en el conocimiento de sus
necesidades y problemáticas. Hay que destacar que, tras las últimas modificaciones de las
ordenanzas municipales y las consiguientes actuaciones policiales, las organizaciones han
perdido la relación con un buen número de las mujeres que trabajaban en la calle. Según la
información facilitada por las profesionales de las entidades, la mayor parte de las mujeres
con quienes se han roto esos lazos son extranjeras y la mayoría de ellas procede de
Rumanía.
Las mujeres encuestadas que manifiestan haber ejercido la prostitución en alguna ocasión
indican edades de inicio muy tempranas. Nueve de las mujeres autóctonas empezaron a
prostituirse antes de los 18 años y el 50 %, antes de los 21 años. Eso no quiere decir que la
prostitución sea una actividad realizada sólo por mujeres jóvenes; más bien hay que aclarar
que es muy poca la gente que se inicia en esta actividad pasada la juventud y, por lo tanto,
las prostitutas de edades más avanzadas llevan muchos años involucradas, con las
consecuencias que ello puede comportar para su salud física y psicológica.
Este dato también nos indica que las mujeres que recurren a la prostitución por falta de
ingresos después de una ruptura o un despido laboral a partir de los 40 años ya se habían
dedicado a ella en etapas previas.
147
33 23 0 3 0.8559 0.0289 0.7881 0.9034
34 20 0 15 0.8559 0.0289 0.7881 0.9034
35 5 0 2 0.8559 0.0289 0.7881 0.9034
39 3 0 3 0.8559 0.0289 0.7881 0.9034
inmigrantes
1 82 8 0 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
2 74 0 3 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
3 71 0 4 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
4 67 0 7 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
5 60 0 10 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
6 50 0 9 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
7 41 0 9 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
8 32 0 3 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
9 29 0 3 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
10 26 0 2 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
11 24 0 2 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
12 22 0 1 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
14 21 0 1 0.9024 0.0328 0.8144 0.9500
15 20 1 3 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
17 16 0 2 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
18 14 0 1 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
19 13 0 2 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
20 11 0 5 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
21 6 0 1 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
24 5 0 1 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
25 4 0 1 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
26 3 0 2 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
28 1 0 1 0.8573 0.0539 0.7099 0.9332
Time, años transcurridos desde el inicio del periodo de riesgo, establecido a la edad de 14 años.
No hemos podido establecer ninguna relación entre el nivel de estudios de los padres y la
probabilidad de ejercer la prostitución. Tampoco hay una relación entre la exclusión
educativa de las personas encuestadas y el trabajo sexual, entendiendo por exclusión
educativa no llegar a alcanzar ninguna titulación oficial en la educación. Por lo tanto, parece
que el origen de clase no es determinante entre las mujeres de la muestra y no disponemos
de datos que nos permitan saber si el capital social, la capacitación académica y la
capacitación profesional sí que inciden a la hora de recurrir a la prostitución como fuente de
ingresos. Si atendemos a indicadores que nos orienten sobre la relación de las encuestadas
con las instituciones educativas, confirmamos que una relación mala o muy mala con los
maestros incrementa el riesgo de entrar en la prostitución.
148
Tabla 9.2. Haber ejercido la prostitución dependiendo de si ha habido mala relación con los
padres o tutores
La relación conflictiva con los padres, sin embargo, es un factor de riesgo importante.
Hemos identificado una asociación significativa entre haber expresado tener una relación
mala o muy mala con alguno de los adultos del hogar y haber realizado trabajo sexual. Al
mismo tiempo, y sin que se trate de fenómenos excluyentes, haber crecido sin madre hasta
los 14 años también constituye un factor de riesgo para las autóctonas (tabla 8.4.), pero no
para las extranjeras, ya que al estimar el modelo para nacionales y extranjeras juntas, la
variable «crecer sin madre» pierde la significación. Las relaciones de pareja y el entorno
familiar en la juventud y en la vida adulta también resultan significativas en los modelos que
hemos construido. De acuerdo con las líneas teóricas que explican la prostitución como
respuesta a situaciones de necesidad económica, constatamos que, entre las personas
encuestadas, haber sufrido una ruptura de pareja supone un incremento del riesgo de entrar
en la prostitución durante el año siguiente a esa ruptura. Al mismo tiempo, tener un hijo tiene
un efecto protector, mientras que tener dos no parece ejercer ningún efecto y tener tres, a
pesar de no tener una relación claramente significativa, tiende a ser un factor de riesgo.
El hecho de que una ruptura pueda generar una situación de precariedad que lleve al trabajo
sexual no significa que vivir en pareja sea un factor de protección. De hecho, el modelo
indica que hay dos vías de entrada en la prostitución, la resultante de la necesidad
económica derivada de una ruptura de la convivencia y la producida por la presión ejercida
por la propia pareja. Entre las mujeres de la muestra nacidas en el Estado español, tener
una relación de pareja con convivencia presenta una asociación positiva con las
probabilidades de ejercer la prostitución. Según profesionales que prestan asistencia a las
prostitutas de la calle, esa pareja que induce a la prostitución es, en la mayoría de los casos,
la que se convierte en su proxeneta.
Existe otra parte de la prostitución forzada que está fuertemente vinculada a los procesos
migratorios irregulares y a las mafias a través de engaños y contracción de deudas. La
mayoría de las mujeres en esta situación con las que se pusieron en contacto las entidades
de Ciutat Vella son rumanas y proceden de la misma zona geográfica. Sin embargo, esas
mujeres tienen contacto con las entidades de manera esporádica y la persecución policial
dificulta la continuidad en la atención. No obstante, las profesionales de esas mismas
entidades afirman que habitualmente hay alguien del entorno más próximo vinculado a las
mafias y al proceso de engaño. La prostitución forzada, además de ser una actividad
delictiva, constituye una situación de exclusión y de desprotección extrema para las
personas explotadas por las mafias proxenetas.
149
En nuestra muestra, el consumo de heroína tiene una relación significativa y muy intensa
con el trabajo sexual. Hay estudios que ponen en duda la relación causa-efecto entre las
drogodependencias y la prostitución, y afirman que entre las prostitutas que consumen
sustancias ilegales es tan frecuente el consumo previo a la prostitución como la prostitución
previa al consumo (Melrose et al., 1999). La encuesta longitudinal nos permite establecer las
correlaciones entre variables atendiendo a la sucesión cronológica de los acontecimientos y
nuestro grupo de estudio muestra una correlación significativa y muy intensa entre el
consumo de heroína y el trabajo sexual, de manera que el acontecimiento «haber sufrido
dependencia de la heroína» es previo al ejercicio de la prostitución. En cambio, no es
significativo el efecto del consumo de cocaína.
Variables, _t, años transcurridos desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1, nacido antes de
1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976; inmigra,
muestra de inmigrantes; t_madresol, tiempo vivido sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro,
tiempo vivido en un centro de menores antes de los 18 años; t_intern, tiempo vivido en un centro
educativo internado antes de los 18 años; contravol ; relprobtutor, tuvo una relación mala o muy mala
con el padre, la madre o un tutor legal; relprobmaestro, tuvo una relación mala o muy mala con los
maestros entre los 12 y los 16 años; hambre_inf, durante la infancia pasó por un periodo de tal
escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; relig, realizó actividades religiosas
dirigidas por un adulto entre los 12 y los 16 años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años;
exc_edu, no obtuvo ninguna titulación académica; rob_dro; no_empleo_1; malmomen_1, el año
anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; expert_1; cocapre, tuvo un
consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; heropre, tuvo un consumo excesivo de
heroína antes del acontecimiento; peor_1, pasó por la peor situación económica de su vida el año
anterior al acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja el año anterior al acontecimiento;
numhijos_0, no ha tenido hijos (Cat. Ref.); numhijos_1, ha tenido un hijo; numhijos_2, ha tenido dos
hijos; numhijos_3, ha tenido tres hijos o más; casado, tiene una relación de pareja con convivencia en
150
el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin
madre antes de los 14 años.
En los modelos aparecen dos factores de protección relevantes relativos a la primera
infancia y a la adolescencia. En primer lugar, se repite el papel preventivo de la
escolarización anterior a los seis años. Ante la posibilidad de que este efecto se derive de un
efecto selección de las personas encuestadas, hemos planteado un segundo modelo de
regresión probit bivariada con dos ecuaciones. La primera estima la probabilidad de entrar
en prisión; la segunda, la estructura de probabilidades de haber sido escolarizado antes de
los seis años introduciendo algunas variables que, si se dan en el periodo de los seis
primeros años de vida, podrían ser causantes de endogeneidad. Los resultados (tabla 9.4.)
indican que la endogeneidad estimada no es muy elevada (valor de rho) y, además, no es
estadísticamente significativa (chi2(1) = 0,077).
151
rho .0666981 .2385643 -.3824016 .4903067
Wald test of rho=0: chi2(1) = .077702 Prob > chi2 = 0.7804
Variables, _t, años transcurridos desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1, nacido antes de
1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976; inmigra,
muestra de inmigrantes; t_madresol, tiempo vivido sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro,
tiempo vivido en un centro de menores antes de los 18 años; t_intern, tiempo vivido en un centro
educativo internado antes de los 18 años; contravol ; relprobtutor, tuvo una relación mala o muy mala
con el padre, la madre o un tutor legal; relprobmaestro, tuvo una relación mala o muy mala con los
maestros entre los 12 y los 16 años; hambre_inf, durante la infancia pasó por un periodo de tal
escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; relig, realizó actividades religiosas
dirigidas por un adulto entre los 12 y los 16 años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años;
exc_edu, no obtuvo ninguna titulación académica; rob_dro; no_empleo_1; malmomen_1, el año
anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; expert_1; cocapre, tuvo un
consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; heropre, tuvo un consumo excesivo de
heroína antes del acontecimiento; peor_1, pasó por la peor situación económica de su vida el año
anterior al acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja el año anterior al acontecimiento;
numhijos_0, no ha tenido hijos (Cat. Ref.); numhijos_1, ha tenido un hijo; numhijos_2, ha tenido dos
hijos; numhijos_3, ha tenido tres hijos o más; casado, tiene una relación de pareja con convivencia en
el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin
madre antes de los 14 años; estudmadre_2, la madre completó los estudios obligatorios;
estudmadre_3, la madre completó los estudios secundarios o profesionales; estudmadre_4, la madre
completó los estudios universitarios; padresbio6, vivió con ambos progenitores biológicos al menos
hasta los seis años de edad; t_madrsol6, tiempo vivido sólo con la madre hasta los seis años;
t_padresol6, tiempo vivido sólo con el padre hasta los seis años; t_centro6, tiempo vivido en un centro
de menores hasta los seis años; t_intern6, tiempo vivido en un internado hasta los seis años.
El segundo factor protector es haber realizado actividades religiosas dirigidas por un adulto
entre los 12 y los 16 años (variable «relig»). Es razonable pensar que la realización de
actividades religiosas en el marco moral y simbólico de cualquiera de las religiones
mayoritarias incide en el sistema de valores de las personas y califica de actividad
fuertemente reprobable el trabajo sexual.
La mala relación con padres y maestros es un factor explicativo que gana en importancia
cuando excluimos a las mujeres extranjeras del modelo de regresión. Sucede lo mismo con
la variable «crecer sin madre hasta los 14 años». Por lo tanto, todo parece indicar que las
variables asociadas con el entorno durante la infancia tienen un efecto más importante entre
las autóctonas que entre las mujeres extranjeras. La diversidad en el contexto de origen de
las extranjeras debilita cualquier análisis de la incidencia de los factores vinculados a la
infancia. El hecho de que el número de hijos incremente el riesgo en el conjunto de la
muestra y que no tenga un efecto significativo en el modelo referido a las españolas refuerza
la idea de que las trabajadoras sexuales extranjeras buscan un nivel de ingresos que les
permita hacer frente a las cargas familiares o enviar remesas a su país de origen para la
manutención de sus hijos (Gregorio y Ramírez, 2000).
152
tiempo, el ejercicio de la prostitución potencia la exclusión social a la que se enfrentan a
causa de la estigmatización de la actividad.
Variables, _t, años transcurridos desde el inicio del periodo de riesgo; cohorte_1, nacido antes de
1960 (Cat. Ref.); cohorte_2, nacido entre 1960 y 1976; cohorte_3, nacido después de 1976; inmigra,
muestra de inmigrantes; t_madresol, tiempo vivido sólo con la madre antes de los 18 años; t_centro,
tiempo vivido en un centro de menores antes de los 18 años; t_intern, tiempo vivido en un centro
educativo internado antes de los 18 años; contravol ; relprobtutor, tuvo una relación mala o muy mala
con el padre, la madre o un tutor legal; relprobmaestro, tuvo una relación mala o muy mala con los
maestros entre los 12 y los 16 años; hambre_inf, durante la infancia pasó por un periodo de tal
escasez económica que no podía hacer tres comidas diarias; relig, realizó actividades religiosas
dirigidas por un adulto entre los 12 y los 16 años; antes6, fue escolarizado antes de los seis años;
exc_edu, no obtuvo ninguna titulación académica; rob_dro; no_empleo_1; malmomen_1, el año
anterior pasó por un mal momento y no recibió asistencia profesional; expert_1; cocapre, tuvo un
consumo excesivo de cocaína antes del acontecimiento; heropre, tuvo un consumo excesivo de
heroína antes del acontecimiento; peor_1, pasó por la peor situación económica de su vida el año
anterior al acontecimiento; ruptura_1, sufrió una ruptura de pareja el año anterior al acontecimiento;
numhijos_0, no ha tenido hijos (Cat. Ref.); numhijos_1, ha tenido un hijo; numhijos_2, ha tenido dos
hijos; numhijos_3, ha tenido tres hijos o más; casado, tiene una relación de pareja con convivencia en
el momento del acontecimiento; sinpadre, creció sin padre antes de los 14 años; sinmadre, creció sin
madre antes de los 14 años.
153
10
Conclusiones
154
Conclusiones
La investigación que presentamos en este informe pretende analizar los itinerarios que
llevan a la exclusión social tomando como objeto de estudio a las personas que nunca, o
casi nunca, aparecen en las encuestas más comunes y que son las más castigadas por los
efectos de los procesos de exclusión. Son las personas que cumplen penas de reclusión
penitenciaria, las que viven en la calle, las que cuentan con pocas personas o con nadie a
quien pedir ayuda y las que necesitan los subsidios públicos y la beneficencia privada para
subsistir en condiciones extremadamente precarias.
Nuestra estrategia para acceder a esas personas fue contar con la colaboración de
numerosas entidades públicas y privadas que dan asistencia a personas en situación de
exclusión extrema en la ciudad de Barcelona, entidades nos ayudaron de manera
desinteresada a localizar a las personas que podían ser entrevistadas. De esas personas
hemos reconstruido los itinerarios de exclusión social a lo largo del curso de su vida
mediante un cuestionario muy complejo en el que hemos registrado los acontecimientos que
ocurridos en su vida desde que eran niños hasta la edad actual. Y todo eso lo hemos llevado
a cabo teniendo en cuenta dimensiones tan variadas como el estado de salud, la formación
adquirida, las actividades laborales ejercidas, las viviendas donde han residido y las
relaciones familiares que han tenido.
La segunda parte de las conclusiones trata, uno por uno, todos los factores más relevantes y
analiza sus efectos, tanto directos como indirectos, en las diferentes dimensiones de la
exclusión social. Aquí, la presentación se realiza ofreciendo los principales factores de
riesgo en dos fases primordiales del ciclo vital, la infancia y la adolescencia, por un lado, y la
transición a la vida adulta por otro, y se complementa con un comentario de los efectos que
tienen el estado de salud, algunas conductas de riesgo y dos posiciones sociales basadas
en el estatus que son muy importantes en el proceso de exclusión, la condición de
inmigrante y el género.
155
Por último, ofrecemos los resultados de un ejercicio de aproximación a los costes y
beneficios que tendría una política preventiva de la exclusión social y lanzamos una serie de
propuestas que pensamos deberían tenerse en cuenta a la hora de elaborar políticas
sociales.
Falta de formación
La gran línea divisoria que en la actualidad marca la exclusión del sistema educativo se sitúa
entre los individuos que siguen estudiando por propia voluntad después de terminar los
estudios obligatorios y los individuos que no lo hacen; poco importa si al acabar los estudios
obligatorios han obtenido o no la titulación correspondiente. Desde luego, el riesgo de
exclusión no es exactamente el mismo para las personas que no han ido nunca a la escuela
o que han ido sin obtener la titulación correspondiente que para las personas que, como
mínimo, han obtenido la acreditación de que han seguido con aprovechamiento la
enseñanza básica. Aquel que no cuenta con ninguna titulación tiene más dificultades de
inserción laboral, pero a la hora de valorar el riesgo de abandonar el mercado laboral o de
ser expulsado una vez que se ha entrado en él, no hay diferencias entre unos y otros.
Además, en nuestras estimaciones hemos encontrado que los factores asociados con el
hecho de abandonar los estudios al terminar la educación básica y los asociados con el de
acabar esta etapa sin la titulación correspondiente o con el de no haber ido nunca a la
escuela son prácticamente los mismos.
Uno de los rasgos más distintivos de las personas excluidas que son atendidas por las
entidades sociales de la muestra es el bajo nivel educativo que tienen, en especial las
personas autóctonas, ya que los inmigrantes disfrutan de una formación media más elevada.
El bajo nivel formativo de esas personas es el resultado de dos dinámicas que, en algunos
casos, pueden ser complementarias. Por una parte, un proceso de movilidad
intergeneracional descendente que tendríamos que atribuir a factores personales y a las
condiciones en que algunos individuos fueron socializados en la infancia, que les han
impedido reproducir el mismo estatus educativo adquirido por sus padres. Por otra parte, un
claro proceso de herencia social, según el cual los hijos de familias con un nivel formativo
muy bajo no han encontrado bastante apoyo para soltar ese lastre y ascender en la escala
de las titulaciones académicas.
Además del origen social, las condiciones de vida precarias, medidas por el hecho de pasar
hambre en la infancia y por el número de hermanos, explican el bajo progreso escolar, como
también que el individuo haya vivido su infancia en familias con estructuras no
convencionales. Entre las variables conductuales que muestran una asociación negativa con
el rendimiento escolar figuran la falta de adhesión a los valores y objetivos de la escuela,
sobre todo cuando esa desafección conlleva un grado de inadaptación tan alto que acaba
con la expulsión del centro educativo. La implicación del menor en las normas y los objetivos
de la escuela resulta un buen predictor del rendimiento escolar, con independencia del
origen social. Los escolares que hacían los deberes en casa redujeron en un 50 % el riesgo
de fracaso escolar y en un 75 % el riesgo de abandonar los estudios al terminar la
enseñanza obligatoria.
Ahora bien, ninguno de esos factores tiene una fuerza superior al efecto de la herencia
social. Una de las conclusiones más claras de esta investigación es el enorme peso que
tuvo el origen de clase en el rendimiento educativo de los individuos que ahora se
encuentran en situación de exclusión. A modo de ejemplo recordaremos que más del 50 %
de las personas autóctonas atendidas por las entidades sociales de la muestra proviene de
familias en las que el padre no tenía ningún tipo de titulación escolar. Como factor de
resistencia a la exclusión educativa hemos detectado el efecto preventivo que tiene la
preescolarización en el fracaso escolar. Iniciar la escolarización antes de los 6 años de edad
no sólo reduce el riesgo de fracaso escolar, sino que aumenta las posibilidades de que el
individuo mejore su formación a lo largo de su vida.
156
Mercado laboral
La inserción laboral ha sido muy lenta en las personas que no obtuvieron ninguna credencial
educativa30 y esas dificultades han ido aumentando cada vez más, de manera que cada
nueva cohorte demográfica tiene una necesidad mayor de progresar en los estudios para
poder entrar en el mercado laboral. Una vez obtenido el primer trabajo, conseguir un empleo
estable también se ve condicionado por el nivel de estudios y las personas sin estudios son
las que más sufren la precariedad laboral.
En general, las personas excluidas tienen en común una formación escolar deficiente y una
elevada precariedad laboral, agravada con la introducción de los contratos temporales. Pero,
con independencia del grado de formación, en el grupo de personas atendidas por las
entidades sociales de la muestra, los individuos que más dificultades han tenido en la
inserción laboral han sido los hombres inmigrantes y las mujeres autóctonas. Las mujeres
inmigrantes han mostrado una capacidad de inserción laboral no muy diferente a la de las
mujeres autóctonas integradas.
Aparte del efecto atribuible al género, la migración y las credenciales educativas, y del
efecto del momento histórico del país en que los entrevistados entraron en el mercado
laboral, hay también otros factores relevantes que explican la exclusión del mercado laboral
de los individuos de la muestra,
Entre las personas de la muestra atendidas por las entidades sociales, quedarse sin trabajo
se explica sobre todo por el mal estado de salud de los individuos excluidos, por la
dependencia de las drogas y por haber ingresado en prisión. En esos casos, si se pasa por
un mal momento personal, la intervención de los profesionales no es un factor determinante
para evitar la pérdida del empleo y, en cambio, sí es un factor preventivo entre los individuos
integrados. En el primer caso, posiblemente es así porque cuando esas personas han
pedido ayuda o cuando la han recibido estaban ya muy deterioradas y, por lo tanto, su
inserción laboral era más difícil.
Ya hemos mencionado que un factor que evita caer en el desempleo de larga duración es la
obtención de un trabajo estable con un contrato indefinido. Sin embargo, ése es un privilegio
que no está al alcance de las personas que no disponen de credenciales educativas
superiores a la formación básica y mucho menos de las personas que han tenido carreras
laborales con interrupciones debidas a problemas de salud o emocionales, o a problemas
con la justicia. No obstante, los individuos que fueron escolarizados antes de los 6 años de
edad muestran una mayor tendencia a obtener empleos estables, con independencia de sus
estudios.
En el otro extremo, las dificultades para entrar en el mercado laboral impiden que muchos
hombres puedan formar una nueva familia. Así, mientras que las mujeres excluidas han
iniciado la vida en pareja siendo muy jóvenes (a la edad de los 35 años, apenas quedaba un
12 % de mujeres que nunca hubieran estado casadas o que hubieran vivido en
cohabitación), los hombres excluidos han tardado mucho más en llegar al matrimonio o
tener una pareja y uno de cada tres todavía estaba soltero a los 45 años y nunca había
convivido en pareja. La precariedad laboral que sufren parece ser la causa principal que les
impide formar una nueva familia. Los excluidos autóctonos e inmigrantes, además de tener
en común un mismo ritmo de creación de nuevas familias, comparten también un mismo
ritmo de rupturas de la convivencia en pareja. Parece que no tener un empleo remunerado,
sufrir problemas de dependencia grave de la heroína o la cocaína y tener que cuidar de una
persona enferma o gravemente dependiente son factores asociados a esas rupturas de la
convivencia. Estos datos invitan a una reflexión sobre la relación entre el género, los
modelos de familia y la exclusión social, reflexión que hace evidente la necesidad de
profundizar la investigación en este campo.
El hecho de que las mujeres de la muestra atendidas por las entidades sociales en situación
de exclusión severa sean mayoritariamente madres mientras que la mayoría de los hombres
están solos y no han tenido nunca un hijo nos permite inferir que una parte de la exclusión
social podría estar asociada con la coincidencia de la precariedad laboral, por un lado, y, por
158
otro, con el mantenimiento de un modelo de familia entre los estratos sociales más bajos
que está en declive en gran parte de nuestra sociedad y, sobre todo, entre las clases
sociales más acomodadas.
Casarse siendo muy joven y tener una maternidad temprana junto con la precariedad laboral
asociada al abandono de los estudios sería, pues, una combinación que incrementaría en
gran medida el riesgo de pobreza y de exclusión social. Por otra parte, los hombres tendrían
menos oportunidades de mantener ese modelo a causa de sus recursos precarios, lo que
condena a muchos de ellos al celibato y a no formar un núcleo familiar con descendencia.
Por lo tanto, no es extraño que la mayoría de las personas sin hogar sean hombres, porque
ya hemos visto la importancia que tiene disponer de una red social de apoyo para evitar la
cronificación de esa situación. Algunos hombres con pocos estudios se ven excluidos de la
posibilidad de formar una nueva familia y, en esas circunstancias, cualquier contrariedad
grave en la vida aumenta mucho el riesgo de exclusión en otros ámbitos.
Una segunda reflexión que podemos inferir de estos datos es que la intervención preventiva
de los servicios sociales, en sentido amplio, para prolongar el periodo de estudios y retrasar
la formación de nuevas familias entre los adolescentes y para garantizar el bienestar de sus
hijos se convierte en un objetivo que las autoridades públicas deberían tener en cuenta. Así
mismo, también es necesaria una red de apoyo mayor y más accesible para las personas
con problemas; dicha red de apoyo podría ayudar a que no se produjeran rupturas de pareja
que son evitables si los problemas se resuelven, lo que permitiría prevenir las
consecuencias negativas que una ruptura de pareja puede tener en la inserción laboral y en
el riesgo de acabar siendo una persona sin hogar.
Entre las causas que explican esta situación hay que destacar el aumento de precios en el
mercado de la vivienda y el enorme peso de la herencia social. Además, un tempo
relativamente prematuro de transición a la vida adulta, más frecuente entre los jóvenes con
escasa formación, y la falta de recursos propios a causa de las bajas calificaciones
educativas, que dificultan un empleo estable y bien remunerado, reducen las posibilidades
de acceder a una vivienda en propiedad. Al mismo tiempo, la falta de recursos propios y la
pobreza patrimonial de sus familias de origen explicarían que algunos individuos con una
formación baja siguieran viviendo en el hogar paterno a una edad muy avanzada, mientras
que la mayoría de ellos hicieron la transición a la vida adulta cuando eran muy jóvenes,
motivo por el cual residieron en pisos de alquiler.
159
La consecuencia más grave de la precariedad de la vivienda es tener que dormir en la calle
y ese acontecimiento parece bastante más frecuente entre los excluidos autóctonos que
entre los inmigrantes; ahora bien, es conveniente puntualizar que hay dos causas que llevan
a una persona a quedarse sin hogar y que tienen que ver con problemas diferentes según la
fase del ciclo vital del individuo. Un primer momento de riesgo, que es la adolescencia,
afecta por igual a chicos y a chicas. En ese momento del ciclo vital, haber tenido problemas
de relación con los padres, tutores legales o maestros, o haber crecido sin la figura paterna
parecen ser los factores más importantes.
Una vez superada esa fase y ya en la etapa adulta, las situaciones de riesgo más elevadas
se dan cuando un individuo ha sido encarcelado y sale de prisión o cuando se produce una
ruptura de la vida en pareja. En el primer caso, está claro que una política más eficaz de
ayuda a la reinserción de los ex internos podría reducir el riesgo. En el segundo, la situación
es más compleja y requiere un estudio más profundo de los efectos que tiene la ruptura de
la vida en pareja sobre las personas. No debemos olvidar que, en el apartado dedicado a las
causas de la salida del mercado laboral durante un periodo superior a un año, la ruptura de
la convivencia en pareja aparece como un predictor de pérdida del empleo. Por otra parte,
resulta sintomático que la mayoría de las personas que han dormido en la calle sean
hombres. Como la ruptura de la pareja es una de las causas principales de dormir en la
calle, no podemos dejar de preguntarnos en qué medida es ese efecto el resultado de que,
en la mayoría de los casos, la ruptura de la convivencia implique que sea el hombre quien
abandone el hogar, sobre todo si hay hijos y si éstos quedan bajo la custodia de la madre.
En las condiciones de pobreza y precariedad laboral en que han vivido esas personas, el
abandono del hogar puede derivar en un episodio de dormir en la calle, lo que, a su vez,
está asociado con perder el empleo, lo cual hace probable la cronificación de ser una
persona sin hogar.
Un dato interesante que debemos considerar es que la mayoría de los inmigrantes que han
vivido episodios de dormir en la calle no lo hicieron justo cuando acababan de llegar al país,
lo cual va en contra de la opinión que tienen algunas personas de que los inmigrantes que
duermen en la calle lo hacen porque son recién llegados que, por falta de recursos y
contactos iniciales, no encuentran un alojamiento más digno. Las trayectorias que obligan a
los inmigrantes a dormir en la calle son parecidas a las que viven los autóctonos sin hogar, y
cuantos más años hace que residen en el país, más aumenta el riesgo de tener que dormir
en la calle. No obstante, es cierto que los inmigrantes muestran mayor capacidad de
escapar de la cronificación de la situación de persona sin hogar, pero no precisamente
porque tengan mayor acceso a los recursos asistenciales, que, como hemos visto, tienen un
efecto positivo con respecto a la reinserción, ya que los recursos asistenciales son
aprovechados mayoritariamente por los autóctonos. La pregunta que queda por contestar
con precisión es, ¿Cuáles son las condiciones que permiten que los inmigrantes eviten la
cronificación de ser personas sin hogar en un grado superior al alcanzado por los
autóctonos?
En buena medida, tanto los problemas graves de depresión como los derivados de la
dependencia de las drogas y el alcohol que han sufrido nuestros entrevistados son
predecibles a partir de las experiencias que tuvieron cuando eran menores de edad. Los
individuos que tuvieron relaciones conflictivas con sus padres o con sus tutores legales, o
con los maestros en la escuela, presentan mayor riesgo de dependencia grave de las
drogas si, ante los problemas de relación que tenían con los adultos, no recibieron ningún
apoyo o bien ese apoyo vino de sus amigos.
Por otra parte, los individuos que crecieron sin la figura materna han manifestado un riesgo
más elevado de drogodependencia, sin que podamos explicar con precisión los motivos; no
obstante, es un resultado coherente con las teorías que predicen problemas de conducta en
los individuos que tuvieron una socialización primaria en la infancia sin vínculos afectivos
con la madre.32
Estas teorías también podrían explicar por qué una parte de los individuos encuestados que
fueron escolarizados antes de los 6 años de edad han manifestado mayor riesgo de
drogodependencia. La asociación de la preescolarización con el riesgo de
drogodependencia sólo se da en los individuos encuestados que provienen de familias de
estratos sociales muy humildes con pocos recursos para pagar una escolarización de
calidad, lo cual sería coherente con investigaciones realizadas en otros países que indican
que una preescolarización de baja calidad puede producir problemas emocionales en los
individuos. Estos problemas no aparecen, con independencia de la clase social de
procedencia, cuando las escuelas tienen un proyecto educativo bien definido, están
gestionadas por profesionales, mantienen ratios adecuados de alumnos por maestro y no
sufren una elevada rotación de maestros.
En el caso específico del riesgo de sufrir un episodio de depresión, hay una relación directa
con acontecimientos desmoralizadores previos, como haber tenido que dormir en la calle,
haber sufrido problemas de dependencia grave de la cocaína o la heroína o haber tenido
dificultades para pagar la vivienda. También hemos detectado mayor riesgo de depresión en
los individuos que estaban pasando por un mal momento personal y no encontraron apoyo
profesional de ningún tipo. En el caso de las mujeres dedicadas a la prostitución, hemos
encontrado una asociación significativa entre el inicio de un episodio depresivo y la
finalización de sus carreras como prostitutas, asociación que seguramente se debe a la
difícil situación económica a la que se ven abocadas cuando tienen que abandonar, por
motivos de edad, la que ha sido su fuente principal de ingresos y no cuentan con ningún
recurso económico alternativo. Cuando hay momentos personales difíciles, la intervención
de profesionales que ayuden al individuo a gestionar su situación tiene efectos benéficos
que actúan como factor de resistencia a la depresión.
Las condiciones de vida a que están sometidos los individuos de estratos sociales más
humildes son la causa de una acumulación de factores de riesgo de sufrir problemas de
salud que aparecen reflejados con claridad en la probabilidad de sufrir enfermedades
mentales en general. Cuando controlamos el efecto hereditario de tener padres con
antecedentes de enfermedades mentales, se hace evidente que entre los inmigrantes de la
muestra se da un elevado riesgo de sufrir ese tipo de trastornos al llegar a nuestro país, con
32
. Algunos investigadores han relacionado la teoría de los vínculos afectivos formulada por M. D. S.
Ainsworth y J. Bowlby (1991), «An ethological approach to personality development», en American
Psychologist, 46, 331-341, con el abuso de las drogas. Véase, por ejemplo, Caspers et al. (2006),
«Attachment as an organizer of behavior, implications for substance abuse problems and willingness
to seek treatment», en Substance Abuse Treatment, Prevention, and Policy, 1,32.
161
independencia de su nivel de estudios. El estatus social es también un predictor muy
significativo de sufrir enfermedades que conducen a discapacidades físicas.
Por último debemos mencionar que la ludopatía, si se padece con una gravedad tan elevada
que la convierta en un impedimento para mantener relaciones cordiales con la familia y en el
trabajo, está muy asociada al alcoholismo y está relacionada con una infancia problemática
en la que hubo relaciones conflictivas con los progenitores o con los maestros. Esta
influencia se mantiene de manera directa incluso después de controlar la dependencia del
alcohol (que también está condicionada por las relaciones conflictivas durante la infancia).
Los problemas con el juego tienen una prevalencia especialmente alta entre los trabajadores
autónomos.
Reclusión penitenciaria
Recogiendo varias de las líneas teóricas que explican la delincuencia, hemos construido un
modelo de regresión logística en el que la variable dependiente es tener que ir a la cárcel. El
carácter longitudinal de la encuesta y de la base de datos resultante nos permite incorporar
como variables independientes los acontecimientos vividos por las personas encuestadas
antes del encarcelamiento.
Las características del motivo por el que han sido encarcelados han limitado las
posibilidades de analizar estadísticamente indicadores referentes al momento anterior al
acontecimiento, ya que la realización de un delito y la ejecución de una condena
penitenciaria están separadas por un periodo de tiempo indeterminado. Por esa razón,
muchas de las variables elegidas para el modelo de regresión se han formulado con
referencia a un tiempo indeterminado anterior al encarcelamiento.
La delincuencia y las actividades fuera de la ley tienen presencia en todos los estratos de la
sociedad, pero hay una determinada tipología de delitos que está fuertemente asociada a
otros procesos de exclusión social. Así lo indica el alto porcentaje de personas en situación
de exclusión elegidas para la muestra que han pasado por la cárcel. Entre la población de
las prisiones, las clases sociales más modestas y los grupos minoritarios están fuertemente
sobrerrepresentados. Al usar como indicador de clase el nivel de estudios, hemos podido
comprobar que la posición social de los encuestados tiene un efecto significativo sobre la
probabilidad de ir a la cárcel, efecto que desaparece a medida que se relaciona con otras
variables. La clase social de origen no es en sí misma la que incrementa el riesgo de
reclusión, pero sí lo son las conductas y problemáticas que tienen mayor incidencia entre las
clases más desfavorecidas, que también se encuentran en la base de comportamientos
delictivos.
Hay conductas sociales y familiares atípicas para el conjunto de la sociedad que en los
modelos de regresión han resultado ser factores de riesgo significativos a la hora de explicar
la reclusión. Entre los hombres autóctonos, haber asumido cargas familiares antes de la
mayoría de edad (haberse casado o haber tenido el primer hijo) aumenta la probabilidad de
pasar por la cárcel y, sin embargo, ésta no es una variable significativa con respecto a los
extranjeros ni a las mujeres. Hay dos posibles explicaciones de ese fenómeno que no son
excluyentes. Los matrimonios prematuros y la formación de una familia a edades muy
tempranas es mucho más frecuente entre las personas de etnia gitana, colectivo que está
sobrerrepresentado en las prisiones catalanas. En reuniones de evaluación con los
entrevistadores, los que trabajaron en las prisiones confirmaron que recordaban haber
entrevistado a varias personas de etnia gitana. Como esta información no queda recogida
en el cuestionario, no podemos confirmar cuantitativamente esta hipótesis. La otra posible
explicación la encontraríamos en la propia dinámica de las familias formadas por personas
muy jóvenes. En el capítulo sobre las relaciones familiares indicábamos que iniciar una
relación con convivencia antes de los 18 años está fuertemente correlacionado con tener un
empleo antes de ese matrimonio o del inicio de la convivencia. Pero los datos también
indican que esos empleos son inestables y precarios, y que suelen perderse antes de un
año. Podríamos interpretar que esas personas que obtienen un empleo se emancipan de
manera muy prematura y asumen cargas familiares, y cuando pierden el trabajo adoptan la
delincuencia como estrategia instrumental para hacer frente a esa situación.
162
La transgresión de las normas es un fenómeno mucho más frecuente en la adolescencia y
en la juventud que en edades adultas. De las personas que cometen delitos y que tienen
algún problema con la autoridad durante esas etapas, sólo una pequeña parte continúa
delinquiendo, es decir, presenta una carrera delictiva estable. Existe una asociación entre
los problemas de relación con los adultos y con la autoridad en la infancia y el inicio de
carreras delictivas estables. Entre los individuos de la muestra, haber tenido problemas de
relación con los padres o tutores legales, o con los maestros constituye un factor de riesgo
significativo en los itinerarios hacia la reclusión penitenciaria, en especial cuando el menor
no obtuvo ningún tipo de apoyo de amigos, familiares o miembros de la comunidad
educativa.
No podemos establecer con los datos de este estudio relaciones causa-efecto entre los
trastornos cognitivos, los problemas de aprendizaje y la relación con las personas adultas,
pero los datos parecen indicar que la presencia de desórdenes en el aprendizaje y la
relación conflictiva con las instituciones escolares son un factor de riesgo. Aunque las
relaciones tienen una significación estadística baja, haber sido expulsado una o más veces
de la escuela y haber agredido en más de una ocasión a algún maestro tienen una
asociación positiva con la probabilidad de ser recluido en un centro penitenciario en la edad
adulta.
Como en otras situaciones de exclusión analizadas en este trabajo, haber sido escolarizado
antes de los 6 años tiene un efecto protector sobre la probabilidad de pasar por la cárcel
entre las personas nacidas en el Estado español. También reduce las probabilidades de
fracaso escolar y el tiempo necesario para encontrar un trabajo estable. Este tema se trata
con mayor detenimiento en los capítulos sobre educación, drogodependencias y mercado
laboral.
Hemos comprobado que, entre las personas encuestadas, las cohortes más jóvenes son las
que presentan mayor probabilidad de pasar por un centro penitenciario. Aunque, como
hemos explicado, buena parte de este hecho se debe al factor de la inmigración y al
incremento de la delincuencia femenina, este efecto de la cohorte también es perceptible,
aunque con menos intensidad, entre los hombres autóctonos, lo cual es coherente con el
endurecimiento del sistema penal español y el incremento progresivo de la población
penitenciaria de las últimas décadas. Sin embargo, también habría que tener en cuenta que
las causas que hacen que personas jóvenes tengan que ser atendidas por las entidades
sociales que han colaborado en el estudio pueden ser diferentes de las vividas por personas
mayores y eso puede provocar un efecto selección. Que el efecto de la cohorte sea mucho
más claro y tenga mayor valor explicativo entre las mujeres nos lleva a una tercera posible
causa del aumento en la incidencia de la reclusión penitenciaria entre la cohorte más joven.
Hay muchos estudios que vinculan los procesos de modernización de las sociedades y de
liberación de las mujeres con el aumento de la delincuencia femenina (Canteras, 1990). Las
teorías relacionadas con esta cuestión proponen que el proceso de incorporación de la
mujer a la esfera pública (antes restringida al género masculino) también comporta mayores
oportunidades de transgresión de las normas y cambios en el análisis coste-beneficio de
delinquir.
Los factores explicativos de la reclusión femenina mantienen algunas diferencias con los de
la submuestra masculina. Las variables relativas al entorno de socialización primaria tienen
un peso menor en las mujeres, la escasez económica en la infancia y el hecho de haber sido
expulsado de centros educativos no son significativas. Pero, en cambio, haber vivido en un
núcleo familiar estable durante la infancia tiene un efecto protector entre las mujeres que no
es significativo entre los hombres.
163
por la cárcel, hemos añadido un factor que indaga en los factores de riesgo de iniciar un
episodio de robos y venta de drogas ilegales.
Una influencia negativa del grupo de iguales puede desencadenar o consolidar conductas
antisociales. Estudios longitudinales muestran (Caspi et al., 1993; Simons et al., 1994) que
los individuos con conductas antisociales en la infancia continúan teniéndolas en la
adolescencia, ya que la influencia de los iguales durante la infancia es decisiva para explicar
por qué ciertos individuos empiezan a delinquir en la adolescencia, tengan o no en esa
etapa influencia de sus iguales.
Los conflictos con las personas adultas durante la infancia tienen un efecto diferente sobre
la definición de los itinerarios hacia la delincuencia de los autóctonos y de los extranjeros.
Mientras que una mala relación con los adultos del hogar es un factor de riesgo significativo
para los nacidos en el Estado español, no tiene relevancia estadística para la población
foránea. En cambio, los problemas de autocontrol vinculados a conflictos en la escuela sí
tienen un efecto negativo en ambos grupos. La diversidad de orígenes geográficos y
culturales de los encuestados de nacionalidad extranjera complica bastante la búsqueda de
explicaciones muy elaboradas para esas diferencias.
En el modelo de regresión en que se incluían todos los casos, el año de nacimiento (la
variable cohorte) tiene un efecto significativo y son las generaciones más jóvenes las que
presentan mayores probabilidades de delinquir. Cuando aplicamos un modelo similar a los
hombres de la muestra, el efecto de la cohorte se diluye. Por lo tanto, podemos deducir que
el efecto de la cohorte es más significativo entre las mujeres. Así pues, existen diferencias
generacionales en la relación con las actividades delictivas entre las mujeres encuestadas.
Las teorías que tratan de explicar la delincuencia femenina atribuirían ese incremento del
riesgo entre las mujeres más jóvenes al hecho de que ahora llevan a cabo actividades que
hasta hace poco estaban restringidas sólo a los hombres y lo considerarían una repercusión
lógica de los procesos de modernización y de la evolución del papel social de las mujeres.
Prostitución
Cuando analizamos los factores asociados al ejercicio de la prostitución, aparecen dos
realidades diferenciadas entre la población en situación de exclusión, la de las prostitutas de
nacionalidad española y la de aquellas que proceden del extranjero. Las variables
relacionadas con problemas de socialización, experiencias de pobreza o marginalidad en la
infancia, o la vinculación con la heroína son significativas para la submuestra de mujeres
autóctonas, pero no tienen el mismo efecto en las mujeres extranjeras. Las mujeres de
nacionalidad española que se han dedicado (o se dedican) a la prostitución lo hacen desde
muy jóvenes y han manifestado con mucha frecuencia haber vivido situaciones de conflictos
164
familiares y de rupturas con sus redes sociales más próximas. Aunque muchas veces esas
rupturas se encuentran en la raíz de su actividad, en otros casos son posteriores y coinciden
con el descubrimiento de la actividad por parte de la familia.
El trabajo sexual ha sufrido cambios radicales desde la década de los noventa con la
entrada de las mujeres extranjeras. Las últimas cuantificaciones del fenómeno de la
prostitución sitúan la proporción de mujeres extranjeras en el 60 % (Montañés y Moyano,
2006). Las mujeres extranjeras encuestadas que trabajan o han trabajado en la prostitución
son mujeres más jóvenes que perciben el trabajo sexual como una fuente circunstancial de
ingresos. Si bien el fenómeno de la prostitución forzada vinculada a mafias y grupos
delictivos existe y tiene presencia en las calles, hay una parte de las prostitutas extranjeras
que se dedicaron a otras actividades cuando llegaron al país, pero, a causa de la extrema
precariedad laboral y social en que vivían, se vieron abocadas al trabajo sexual para obtener
ingresos suficientes para satisfacer los envíos de dinero al país de origen. Aunque la
casuística es muy diversa, entre las mujeres entrevistadas encontramos algunos puntos en
común que también aparecen en otros estudios, la situación de desprotección que
representa ejercer una actividad al margen de la legalidad sin ninguna garantía de integridad
física y con una fuerte relación de dependencia respecto a la figura del proxeneta (Gregorio
y Ramírez, 2000).
El hecho de que entre el grupo de control y entre los hombres entrevistados no haya
personas que hayan ejercido la prostitución no significa que esa actividad esté limitada a las
mujeres en situación de exclusión. Existe otra realidad del trabajo sexual a la que no hemos
llegado en nuestro trabajo de campo y que está menos vinculada a la pobreza económica o
la exclusión social, aunque también se trata de una actividad estigmatizada y que sitúa a las
personas implicadas en una situación de riesgo sin la protección social vinculada a una
actividad laboral.
Hasta aquí hemos visto los factores que están asociados a la exclusión en las dimensiones
estudiadas, la educación, el trabajo remunerado, la formación de las familias, la vivienda, la
salud y las conductas de riesgo. Ahora presentamos la misma información, pero ordenada
de una manera diferente, que ayude al lector a tener una perspectiva más precisa de la
forma en que intervienen los factores de riesgo en cada fase del ciclo vital de las personas y
de la manera en que afecta cada uno de estos factores a las diferentes dimensiones de la
vida. En primer lugar, mostramos los factores decisivos en dos fases primordiales del curso
vital, la fase de socialización en la infancia y la adolescencia, y la fase de transición a la vida
adulta. Después comentamos el efecto que hemos estimado de las variables relacionadas
con los estudios, la salud, las conductas de riesgo y la condición de mujer y de inmigrante.
Los hijos de padres sin estudios muestran una probabilidad de fracaso escolar dos veces
más alta que los hijos de padres con educación básica. En el extremo opuesto, los hijos de
padres universitarios presentan una probabilidad de fracasar en los estudios un 80 % más
baja que la de los primeros y, con respecto a la probabilidad de no continuar los estudios,
las desigualdades son bastante parecidas a las del fracaso escolar. El efecto de la herencia
social se prolonga en el tiempo, ya que el origen social explica el rendimiento escolar y éste
tiene una fuerte incidencia en el riesgo de exclusión social en diversas dimensiones de la
vida, como la inserción laboral, la formación de familias, el acceso a la vivienda y la salud.
Por otra parte, los individuos que se educaron en un hogar sin la figura paterna corren
mayor riesgo de cometer actos delictivos con finalidad lucrativa y de tener que dormir en la
calle, y los que se criaron en un hogar sin la figura materna corren un riesgo elevado de
tener problemas graves de drogodependencia antes de los 20 años. En unos casos, la
delincuencia de subsistencia y, en otros, la drogodependencia severa llevan a la cárcel a
una parte significativa de estos excluidos crecidos en familias monoparentales. Pero vivir
con ambos padres biológicos no exime de todos los riesgos, ya que los individuos crecidos
en un hogar con ambos padres biológicos corren un riesgo de verse obligados a dormir
alguna vez en la calle que es sólo ligeramente inferior al que corren los individuos que
crecieron sin padre.
También el número de hermanos con quienes el individuo tuvo que compartir el hogar en su
infancia tiene efectos en su futuro, ya que los hijos de familias numerosas tienen mayores
probabilidades de abandonar los estudios tras obtener la formación básica a causa del
elevado coste directo y de oportunidad que tienen que pagar las familias numerosas que
intentan dar la máxima educación a todos sus hijos.
Con respecto a la transición al mundo del trabajo, los hijos que han crecido en familias
monoparentales parecen mostrar un comportamiento diferente en la probabilidad de
inserción laboral dependiendo de si vivieron sin el padre o sin la madre, y también
dependiendo de si son o no inmigrantes, aunque la significación estadística es baja. Los
sistema educativo sin continuar ningún tipo de estudio reglado. En la estructura curricular del sistema
educativo catalán actual, estas dos medidas de exclusión educativa son equivalentes a finalizar el
periodo de escolarización obligatoria sin la titulación de ESO o, en caso de obtenerla, a no continuar
estudiando.
166
individuos autóctonos que han crecido sólo con su madre tienden a continuar los estudios al
terminar la educación obligatoria, pero parece que inician su carrera laboral antes que los
individuos que han sido socializados viviendo sólo con el padre, los cuales empiezan a
trabajar relativamente más tarde. De estas estimaciones podemos inferir que, cuando la
cabeza de familia es una mujer, la relativa escasez de ingresos, en comparación con los
hogares dirigidos por un hombre, obliga a sus hijos a trabajar antes, probablemente
compaginando la actividad laboral con los estudios. En todo caso, insistimos, la significación
estadística es baja con respecto a las pautas de transición al mercado laboral.
Por último, los individuos que fueron internados en centros de justicia juvenil presentan un
riesgo de ejercer actividades delictivas y de ingresar en prisión que es mayor cuanto mayor
es el número de años que pasaron internados en dichos centros, lo cual nos debe llevar a
reflexionar sobre la conveniencia de valorar bajo qué condiciones son estos internamientos
instrumentos eficaces de inclusión social y bajo qué condiciones no lo son, o incluso bajo
qué condiciones refuerzan la exclusión social.
Pero más importante que la estructura familiar es el tipo de relaciones que establecieron
padres e hijos en su convivencia y la relación de éstos con la escuela.
En cambio, sí son significativas como impedimento para la inserción laboral las huidas del
hogar paterno que implican episodios de dormir en la calle. Hay que tener en cuenta que
escaparse de casa por problemas de convivencia con los padres es un claro factor de riesgo
de tener que dormir en la calle por primera vez; además, todo indica que este motivo de
dormir en la calle está asociado a un riesgo mayor de cronificación y de recaídas
relacionadas con la condición de persona sin hogar. Sin embargo, no parece que los
problemas en la escuela aumenten la probabilidad de tener que dormir en la calle. Ahora
bien, cuando esos conflictos en la escuela conllevan la expulsión del centro, el riesgo de
encarcelamiento futuro es alto.
Con respecto a la asociación entre las relaciones conflictivas con los adultos y los problemas
de salud en la vida adulta, hemos detectado que el riesgo de sufrir depresiones y desarrollar
una ludopatía grave es mayor entre los individuos que mantuvieron relaciones conflictivas
con sus progenitores o tutores legales. Además, los problemas con padres y maestros son
dos de los factores asociados con más intensidad a los problemas graves de consumo de
drogas, pero no hemos podido determinar el orden de la secuencia que nos indique cuál es
la causa y cuál el efecto, si el consumo de drogas es la consecuencia de los problemas con
los adultos o dichos problemas son la consecuencia de otros factores que después abocan
en el consumo de drogas.
167
La adicción a las drogas
En nuestras estimaciones, los problemas graves con el consumo de drogas no guardan
relaciones significativas con los antecedentes familiares de dependencia. Estos problemas
aparecen con intensidad en la adolescencia, salvo el alcohol, que puede aparecer como
problema con facilidad en la edad adulta, por ejemplo, después de experiencias previas de
dormir en la calle.
La drogodependencia es sin duda interclasista, ya que no guarda ninguna relación con el
estatus social que tenían los padres, afecta con mayor extensión a los hombres que a las
mujeres y es un problema más extendido cuanto más joven es la cohorte demográfica
considerada, lo que podríamos atribuir a la popularización creciente del consumo de drogas
en los últimos cuarenta años. Hemos intentado realizar una aproximación al efecto
preventivo que puedan tener las actividades extraescolares controladas por adultos, pero la
falta de precisión en los indicadores utilizados no nos permite efectuar ninguna predicción al
respecto.
Los problemas graves en el consumo de cocaína y heroína son un predictor del riesgo futuro
de desempleo, de tener dificultades para mantener una vivienda propia, de encarcelamiento
y de problemas de depresión. Entre nuestros entrevistados, los problemas de alcoholismo
no parecen relevantes para explicar directamente los problemas de depresión ni de
convertirse por primera vez en una persona sin hogar, pero, en cambio, sí que están muy
asociados con la ludopatía.
No todas las dificultades de la vida adulta se ven motivadas por el bajo rendimiento
educativo; los condicionantes de la socialización infantil, sumados a características de salud
personales y a rasgos de la personalidad y de la capacidad de autocontrol que se
manifiestan ya en la adolescencia también influyen de manera notable en la transición a la
vida adulta.
Los individuos de familias acomodadas, cuando han tenido dificultades similares, han
obtenido ayudas financieras de los padres y han podido continuar en el piso, que en la
mayor parte de los casos ya era de propiedad. Cuanto más humilde es el origen social del
individuo, más probable es que vuelva a vivir con los padres cuando tiene problemas para
pagar la vivienda, aunque esa estrategia no los salva del riesgo de tener que dormir en la
calle. Los excluidos autóctonos suelen recurrir al realquiler, a las pensiones y a dormir en la
calle, mientras que los inmigrantes, buena parte de los cuales ha tenido que dormir en la
calle alguna vez, tienen más tendencia a compartir piso.
Entre los que tienen empleo, tener que dormir por primera vez en la calle aumenta las
probabilidades de iniciar periodos recurrentes de desempleo de larga duración y, entre los
desempleados, las probabilidades de reinserción laboral se reducen. Por esa razón, la
experiencia de vivir en la calle es un predictor de inactividad laboral futura mucho más
relevante que los estudios, el tipo de contrato o la condición de inmigrante. Además, iniciar
un periodo de dormir en la calle es un predictor de desarrollar estados de ánimo bajo y
depresiones. Pero la relación entre el estatus laboral y el riesgo de dormir en la calle es
recíproca, de manera que también la inactividad laboral o la pérdida inmediata de un empleo
remunerado son predictores muy significativos de tener que dormir en la calle por primera
vez, del mismo modo que conservar u obtener un trabajo remunerado es un buen predictor
de abandonar la calle.
Los jóvenes encuestados sin estudios se casan o empiezan a vivir en pareja cuando son
muy jóvenes, como indica el hecho de que la mayoría de las mujeres y muchos hombres sin
credenciales educativas ya hayan formado una nueva familia antes de los 20 años. Entre la
población excluida, un 15 % formó pareja y tuvo el primer hijo antes de los 18 años y, para la
169
mayoría, el matrimonio fue el peldaño inmediatamente anterior a dejar la actividad laboral
durante un año o más; así mismo, esos matrimonios son, con respecto a los hombres
entrevistados, un predictor significativo de tener problemas con la justicia.
También son matrimonios con un elevado riesgo de ruptura, sobre todo cuando es el
hombre el que se ha casado antes de los 18 o 20 años. Cuando los hombres forman una
familia sin haber obtenido un empleo previo tienen más dificultades de inserción laboral, en
especial si hay hijos o si la convivencia se rompe. En tales casos, son las mujeres jóvenes
las más incentivadas a trabajar ante la responsabilidad de mantener a sus hijos. Una vez
abandonado el mercado laboral, volver a él es menos frecuente entre las mujeres casadas,
pero también entre los hombres y mujeres que han sufrido una ruptura previa de la vida en
pareja o que tienen que cuidar de una persona adulta dependiente. Cuidar de una persona
dependiente es también un impedimento para formar una nueva familia.
Las rupturas de la convivencia en pareja no son una causa relevante del primer abandono
de un empleo remunerado, pero constituyen uno de los factores que explican los periodos
siguientes de desempleo de larga duración, sin distinción de sexos, aunque parece que hay
mayor incidencia entre los hombres integrados que entre los excluidos. También conviene
añadir que si la ruptura de la convivencia se da en un contexto en el que el individuo,
hombre o mujer, había abandonado previamente el mercado laboral, las posibilidades de
volver a trabajar se reducen de manera significativa. Por otra parte, las rupturas de la
convivencia en pareja son uno de los predictores más potentes de iniciar por primera vez un
episodio de dormir en la calle. Podría argumentarse que las rupturas de convivencia afectan
al estado de ánimo y el equilibrio emocional de las personas hasta tal punto que pierden el
control sobre su entorno y, en consecuencia, pierden el trabajo o la casa. Pero nuestros
datos no permiten avalar con firmeza esta hipótesis, ya que una ruptura matrimonial no
aparece como factor significativo para explicar el inicio de episodios depresivos.
El estado de salud
Los problemas de salud en general tienen un efecto negativo en la inserción laboral, en la
formación y la conservación de las familias y en el riesgo de quedarse sin hogar. Parece ser
que los problemas de depresión y de salud mental en general y la enfermedad del sida
tienen más influencia en las dificultades de obtener el primer empleo que en el hecho de
perderlo. La pérdida del trabajo y el inicio de periodos de desempleo de larga duración están
más asociados con otros problemas de salud.
El sida, sin embargo, es un buen predictor de las dificultades para formar una nueva familia.
Ninguna de las personas enfermas de sida de la muestra ha podido formar pareja después
de la enfermedad. Si ya estaban emparejadas, los problemas de salud no han tenido
influencia significativa directa en la ruptura de la pareja; otra cosa es la influencia indirecta
que pueda tener, por ejemplo, porque limita la capacidad de aportar recursos al hogar.
170
Nuestro modelo predice un riesgo elevado de ruptura de la pareja si el entrevistado estaba
desempleado, y esa situación es más probable entre las personas con problemas de salud.
Por otra parte, los problemas de salud mental son un predictor muy importante de
convertirse en una persona sin hogar al cabo de un tiempo.
La prostitución no es una actividad de riesgo en relación con convertirse en una persona sin
hogar, al menos mientras es practicada. Entre las personas encuestadas que han ejercido la
prostitución en el pasado, dejar de practicarla está asociado con el inicio posterior de
episodios depresivos. Hay que tener en cuenta que estas personas han sido entrevistadas
por encontrarse en otras situaciones de exclusión (sin hogar, drogodependencias o
situaciones graves de precariedad económica), lo que significa que es muy probable que no
abandonasen la prostitución por haber encontrado una fuente mejor de ingresos. Es
razonable pensar que, si fueron expulsadas por el propio mercado del trabajo sexual, tanto
su autoestima como su situación económica debieron resentirse lo suficiente para
conducirlas a una depresión.
Las actividades delictivas menores, como los hurtos o la venta de drogas, constituyen una
de las razones del abandono recurrente del mercado laboral, pero no parece que tengan
efectos significativos directos en la posibilidad de reinserción laboral; obviamente sí tienen
efectos indirectos, ya que la estancia en la cárcel derivada de esas actividades dificulta la
inserción laboral.
La estancia en prisión tiene una relación ambivalente con la experiencia laboral. Para los
individuos que nunca han trabajado, los adolescentes en su transición a la vida adulta,
algunas mujeres y los inmigrantes que son encarcelados cuando acaban de entrar en el
país, la estancia en prisión les ofrece la posibilidad de tener por primera vez un empleo
remunerado. Ahora bien, cuando ya ha habido una actividad laboral, si una persona ha
perdido el trabajo y luego ha ingresado en prisión, sus oportunidades de que vuelva a
conseguir empleo tienden a disminuir. El encarcelamiento es un predictor de inactividad
laboral de larga duración tan relevante o más que dormir en la calle.
171
La condición de inmigrante34
Las conclusiones que podamos extraer de los resultados de nuestras estimaciones con la
población excluida inmigrante deben tomarse con mucha cautela, ya que no hay un grupo
de control de personas inmigradas no excluidas y la comparación se ha realizado sólo con la
población autóctona (excluida e integrada), lo cual condiciona los resultados.
Estas dificultades de inserción laboral que presentan los inmigrantes excluidos en nuestra
ciudad con credenciales educativas medias y superiores no pueden ser extrapoladas a toda
la población foránea sin un análisis más esmerado de una muestra representativa de la
población extranjera. Aunque es cierto que una buena parte de la demanda laboral dirigida a
los inmigrantes se concentra en empleos para los que no son necesarios estudios medios o
superiores y que muchos extranjeros tienen problemas para convalidar sus titulaciones
académicas, no parece razonable que esos factores deban impedir la inserción laboral de
los que tienen esas credenciales, aunque la inserción sea en empleos de rango inferior al de
sus capacidades. Para resolver este interrogante habría que realizar una exploración de las
características no observadas que están asociadas con esos individuos que, a pesar de
tener una formación académica, no han podido encontrar un empleo y han quedado
excluidos en nuestra ciudad.
Hay que destacar que el riesgo de encarcelamiento está asociado con el bajo nivel de
estudios, pero éste es un fenómeno más propio de los individuos autóctonos que de los
inmigrantes, cuyo riesgo de encarcelamiento es más aleatorio. Los hombres inmigrantes
34
. En este punto hay que recordar que los inmigrantes de la muestra son personas atendidas por las
entidades sociales que han nacido fuera del Estado español. Por lo tanto, cuando nos referimos a
personas inmigrantes o extranjeras, siempre consideramos que se trata del colectivo en situación de
exclusión.
172
entrevistados han tenido una inserción laboral menor que la de los excluidos autóctonos,
aunque su formación escolar media es superior. La inserción laboral ha sido más difícil si no
han conseguido trabajo en el primer año después de su llegada.
El género
Los itinerarios hacia las diferentes situaciones de exclusión social presentan diferencias
entre hombres y mujeres vinculadas a las desigualdades de género aún existentes a pesar
de la modernización de la sociedad catalana. Aunque los datos no reflejan diferencias
significativas en el rendimiento escolar, los ritmos de inserción laboral en función del sexo
son sustancialmente diferentes. En la submuestra de personas excluidas autóctonas
identificamos una mayor dificultad para la integración laboral en las mujeres. La situación
cambia entre las personas de origen extranjero. Las mujeres inmigrantes de nuestro grupo
de estudio muestran mejor integración laboral que los hombres y consiguen también mayor
estabilidad laboral con contratos indefinidos. Es un hecho conocido que la división sexual del
trabajo es más intensa entre las personas de calificación académica baja que entre las
personas con un nivel de estudios alto. Entre las personas jóvenes que forman una familia
después de conseguir el primer empleo, las mujeres tienden a abandonar el mercado laboral
y ese abandono de la actividad laboral para dedicarse al cuidado de los hijos repercute en
una menor experiencia laboral, lo que les afectará de forma negativa en la probabilidad de
obtener contratos indefinidos si necesitan reincorporarse al mercado de trabajo. Eso
aumenta su vulnerabilidad ante las rupturas matrimoniales y convierte esas rupturas en un
factor de riesgo de entrar en alguna de las situaciones de exclusión estudiadas.
Con respecto a la salud y al caso específico de la salud mental, las mujeres presentan
menor riesgo de sufrir trastornos adictivos como la ludopatía, pero, en cambio, tienen mayor
propensión a la depresión, en especial, las que cuidan de una persona dependiente. En
nuestra muestra, el hecho de estar casadas o de vivir en pareja también aumenta la
probabilidad de sufrir episodios depresivos.
173
10.3. Costes y beneficios de una política preventiva
No es la intención de este estudio realizar una evaluación exhaustiva de los costes y los
beneficios que tiene una política preventiva de la exclusión social. La falta de información
fiable sobre los costes directos e indirectos de la exclusión en todas sus dimensiones hacen
que esta tarea sea inabordable. Pensamos, sólo a modo de ejemplo, en los costes sociales
de la productividad perdida a causa de la exclusión educativa y de la precariedad laboral, de
los gastos de atención sanitaria de las enfermedades propias de la situación de exclusión,
de los gastos en servicios sociales y en pensiones no contributivas, de los costes pagados
por terceros como resultado de la delincuencia, de la ruptura de relaciones y de la
transmisión del riesgo de exclusión a los hijos. Pero sí podemos realizar algunas
comparaciones relativamente sencillas entre los costes de algunas situaciones alternativas,
a fin de disponer de una aproximación a las ventajas potenciales de una política preventiva.
Hemos visto en este informe que hay dos tipos de recursos que tienen efectos protectores
de la exclusión social, la escolarización antes de los 6 años y la intervención de apoyo que
los profesionales pueden efectuar para ayudar a los individuos que pasan por momentos
difíciles en algún periodo de su vida. Si tomamos el caso de la preescolarización, el coste
medio de una plaza en un centro infantil municipal en la ciudad de Barcelona era de 7.445
euros durante el curso 2006-2007 y el coste de una plaza en un centro de educación infantil
de segunda etapa de 3 a 6 años está estimado por la Federación Catalana de Centros de
Enseñanza en 18.000 euros, de los cuales 10.818 euros proceden del Departamento de
Educación.35 Por lo tanto, si tomamos un caso de preescolarización completa de los 0 a los
6 años, tenemos un coste total de 54.800 euros, correspondientes a 22.300 euros para la
primera etapa y 32.500 euros para la segunda etapa.36
Ahora bien, hemos visto que la preescolarización reduce el riesgo de fracaso escolar y de
abandono de los estudios. Además, con independencia de los estudios alcanzados, la
preescolarización favorece la probabilidad de obtención de contratos indefinidos. Eso
significa un aumento en las rentas salariales del individuo de unos 7.400 euros anuales
aproximadamente,37 lo cual indica que, en un plazo de 7,4 años trabajando con contrato
indefinido, ese individuo ya ha amortizado el coste social de su preescolarización, que sería
de 54.800 euros si hubiera sido escolarizado de los 0 a los 6 años de edad.
35
. http,//www.lamalla.cat/educacio/noticies/article?ids=128734 (Consultado el 16 de enero de 2009).
36
. Coste estimado a partir de la subvención que el Departamento de Educación realiza a los centros
concertados.
37
. La EES (Encuesta de Estructura Salarial) del INE 2006 estima que, en Cataluña, los trabajadores
con contrato indefinido tienen unos ingresos salariales de 22.708 euros y los trabajadores con
contrato temporal, de 15.297 euros.
38
. Butlletí Semestral d’Informació Estadística Bàsica. Julio 2008. Servicios Penitenciarios,
Rehabilitación y Justicia Juvenil. Generalitat de Cataluña.
http,//www20.gencat.cat/docs/Justicia/Documents/ARXIUS/butlleti_serveis_penitenciaris_juliol2008.pd
f (consultado el 3 de febrero de 2009).
174
privados, inherentes al clima de inseguridad derivado de la delincuencia, los costes de las
investigaciones policiales y de los trámites jurídicos y penales asociados con la comisión del
delito, la captura de sospechosos y el juicio.
Pero sin la consideración de estos costes adicionales, el coste social mínimo de una
persona media condenada a prisión equivale al coste de escolarizar de los 0 a los 6 años a
6,2 menores de edad, lo que ayudaría a reducir el fracaso escolar que está directamente
asociado con el riesgo de ejercer actividades delictivas en la vida adulta e, indirectamente,
con el riesgo de encarcelamiento. Hemos estimado que un 29 % de los individuos
entrevistados habrían seguido estudiando al terminar el periodo de escolarización obligatoria
gracias a los efectos benéficos de la preescolarización, es decir, unas dos personas (el 29 %
de esos seis potenciales beneficiarios) habrían evitado el fracaso escolar y conseguido una
inserción laboral mejor, a la vez que habrían reducido notablemente su riesgo de
encarcelamiento. Grosso modo, podríamos decir que con el coste de una persona
encarcelada podríamos haber conseguido que dos jóvenes hubieran continuado sus
estudios y habríamos reducido el riesgo de delincuencia y de encarcelamiento si el dinero se
hubiera invertido previamente en una preescolarización de calidad.
Dada la dificultad de realizar una estimación detallada de la eficacia que tienen los servicios
sociales en su labor, así como de la relación coste-beneficio de todos los servicios públicos
y privados que intervienen en las diferentes situaciones en que un individuo pasa por un mal
momento personal, hemos optado por realizar un ejercicio de estimación que, aunque es
poco fiable en cuanto a la precisión, puede ayudarnos a pensar en la conveniencia de las
políticas preventivas.
El método empleado ha sido el siguiente, hemos realizado una estimación muy aproximada
de una parte de los costes sociales que se derivan de una situación de exclusión en un
ámbito específico de los considerados en este estudio y, a continuación, hemos calculado
cuántas personas podrían haber sido atendidas por los servicios sociales básicos de
atención primaria si el coste social derivado de la exclusión considerada se hubiera invertido
previamente en esos servicios. A partir de esos datos, hemos estimado cuáles deberían ser
los ratios de eficacia mínima por encima de los cuales la inversión en servicios sociales
básicos de atención primaria sería socialmente rentable.
La estimación del número de personas que podrían ser atendidas se ha inferido a partir de
una estimación aproximada de los costes unitarios de los servicios sociales de la ciudad
realizada en el marco de un estudio interno de la Federación Española de Municipios y
Provincias que no ha sido publicado a causa de su carácter exploratorio. Esta aproximación
a los costes unitarios ha sido un primer paso para avanzar en el camino de una valoración
adecuada de los costes de los servicios, pero, dado que se trata de una aproximación
exploratoria, dichos datos deben tomarse con mucha precaución.
Según esas estimaciones, el coste medio anual por persona atendida es de 243 euros en la
atención social individualizada y familiar (ASIF), 854 euros en el apoyo y la atención
psicológica (SAP) y 287 euros en la acción socioeducativa en la calle (ASC). Con estas
estimaciones podemos calcular cuántas personas podrían ser atendidas anualmente en
cada uno de estos servicios si se hubiera invertido un dinero equivalente a una parte del
coste social que tienen las personas en diferentes situaciones de exclusión prolongada
durante un periodo de un año.
175
Las situaciones valoradas han sido, el encarcelamiento, la atención residencial para el
tratamiento de toxicomanías, la acogida en centros de estancia limitada para personas
convalecientes, el desempleo laboral y la percepción de prestaciones no contributivas. El
coste de la atención en régimen residencial de una persona con toxicomanías es de 2.500
euros al mes y este tratamiento tiene una duración media de unos 12 meses, lo que supone
un coste anual de 30.000 euros por persona tratada. Si tenemos en cuenta que el
tratamiento residencial dificulta la actividad laboral, tendremos que añadir 16.900 euros de
salarios como valor del trabajo productivo no realizado, lo que supone un coste social
mínimo de 46.900 euros.
En el caso de las personas sin hogar enfermas o sin familiares que las puedan atender, el
coste diario de una plaza en un centro de estancia limitada varía mucho dependiendo del
tipo de persona atendida y de los servicios complementarios ofrecidos, pero podemos fijar
una horquilla que vaya de los 50 a los 75 euros diarios por persona.39 Si consideramos un
coste medio de 60 euros diarios, el coste anual de atender a una persona sin hogar con una
enfermedad grave crónica asciende a 21.900 euros.
Por último, el coste de la producción no realizada lo hemos valorado a partir de los salarios
medios de los empleos más bajos de la CNO, como hemos indicado antes, y el coste de las
pensiones no contributivas, según el importe fijado para el año 2009, que es de 4.709 euros
el año. La tabla siguiente presenta los resultados de este ejercicio.
Tabla 10.1. Número de personas que podrían ser atendidas por los servicios sociales de
atención primaria con el coste social de algunas situaciones de exclusión
Coste anual de una persona en exclusión Personas que podrían ser atendidas en un año
Situación de exclusión Coste anual ASIF SAP ASC
Encarcelamiento 24.119 99 28 84
Tratamiento residencial por toxicomanías 30.000 123 35 105
Acogida en un centro de estancia limitada 21.900 90 26 76
Producción perdida por desempleo 16.926 70 20 59
Pensión no contributiva 4.709 19 6 16
ASIF = atención social individualizada y familiar; SAP = servicio de atención psicológica; ASC = acción socioeducativa en la
calle.
Siguiendo con el análisis, si sumamos el coste imputado por desempleo laboral al coste de
la plaza en prisión, obtenemos que una persona encarcelada representa un coste social de
41.045 euros el año; con ese importe habrían podido financiarse los gastos de la atención
social individualizada y familiar de 168 personas o de atención psicológica a 48 personas, o
de atención socioeducativa en la calle a 143 jóvenes. Eso significa que sólo con que el éxito
de estos servicios al año consistiera en que una de las personas atendidas hubiera quedado
protegida del riesgo de ser encarcelada, el gasto en prevención habría merecido la pena.
Eso sin considerar los costes sociales de la delincuencia, que no se han computado. Estas
cifras indican que los servicios mencionados serían socialmente rentables con unos ratios
de eficacia que evitarían el encarcelamiento del 2 % en el caso de los servicios de atención
psicológica y del 0,6 % en el resto de los servicios. En nuestra opinión, no parecen ratios
imposibles de alcanzar, aunque no disponemos de la información necesaria para saberlo.
Es más, el estado de salud de muchos de nuestros entrevistados es tan precario que los
incapacita para trabajar y los obliga a subsistir con pensiones no contributivas. Las
consecuencias de las drogodependencias, de las enfermedades mentales y de las
discapacidades físicas asociadas a la pobreza, que en algunos casos hemos visto que
pudieron evitarse gracias a una intervención profesional a tiempo, tienen un coste social
directo de 4.709 euros anuales en pensiones no contributivas pagadas y un coste indirecto
en la producción perdida por un capital humano desperdiciado equivalente a 16.926 euros,
que es el salario medio en Cataluña de un empleo poco cualificado, es decir, un coste anual
total de 21.635 euros. Si consideramos ahora a un individuo hipotético que, por motivos de
39
. Información suministrada por la Obra Social Santa Lluïsa de Marillac - Llar de Pau.
176
salud que habrían sido evitables, queda incapacitado a la edad de 40 años y muere de
forma prematura a los 65 años, podemos estimar el coste de 25 años de inactividad como
mínimo en 540.875 euros. Aplicando la misma metodología que hemos usado para estimar
el número de personas que podrían ser atendidas por los servicios sociales de atención
primaria con el coste que suponen las personas encarceladas, obtenemos unas cifras
espectaculares. Con el coste que tiene para la sociedad ese individuo hipotético,
incapacitado y dependiente de los subsidios públicos, podría haberse financiado durante un
año la atención preventiva de 2.226 personas en los servicios de atención social
individualizada y familiar, o de 633 personas en los servicios de atención psicológica, o de
1.885 jóvenes en los servicios de acción socioeducativa en la calle. Hay que pensar que
sólo con que una de esas personas atendidas preventivamente quedase protegida del
riesgo de quedarse sin empleo gracias a esta intervención, el coste de atender a todas las
demás personas habría quedado socialmente amortizado por los beneficios sociales
derivados de la persona que escapa de la exclusión.
En resumen, estos cálculos son muy aproximados y están lejos de ser unos indicadores
fiables de los costes de la exclusión social y de los costes de los servicios, pero los
resultados son razonablemente favorables al argumento de que las políticas sociales
preventivas de la exclusión social son a largo plazo, más que un gasto, una inversión muy
rentable para la ciudad.
10.4. Propuestas
La presente investigación, basada en las trayectorias vitales que han llevado a la exclusión a
las personas que son atendidas por entidades sociales de la ciudad de Barcelona, pone de
manifiesto la importancia de los factores estructurales en la comprensión de los procesos de
exclusión social. Los patrones de estratificación social y de formación de familias, y las
transformaciones de algunos mercados, como el laboral, el de la vivienda y el de las drogas,
han influido en la configuración del perfil de exclusión social que presenta la ciudad de
Barcelona a principios del siglo XXI. La fuerte resistencia que la herencia social sigue
ofreciendo a dejar de influir en los destinos de los individuos más desfavorecidos debe
concienciar a la opinión pública y a las autoridades políticas de la necesidad de construir
una sociedad más abierta donde la movilidad social sea una oportunidad real para los
sectores más empobrecidos de las clases trabajadoras y donde la exclusión social no sea
un destino marcado desde la cuna.
Estos resultados ilustran también buena parte de las circunstancias personales que han
vivido las personas excluidas y que pueden ser una orientación para planificar políticas
sociales de prevención que deberían reducir la incidencia y la prevalencia de la exclusión
social en la ciudad. En nuestra opinión, es preciso un cambio radical en la orientación de la
política social, que debería encaminarse a la prevención de las situaciones de riesgo. Hay
dos estrategias preventivas que parecen urgentes, la intervención protectora de la infancia y
la intervención en la edad adulta en situaciones de riesgo antes de que se conviertan en
problemas de exclusión severa. Sin duda, la situación que hoy tienen los servicios sociales,
educativos y sanitarios es mejor que la que había en Barcelona en la época en que nuestros
entrevistados eran niños o adolescentes, pero no hay constancia de que, globalmente, la
situación haya cambiado de forma espectacular. Los elevados ratios de fracaso escolar que
presenta nuestro sistema escolar son un indicador claro de que todavía queda mucho
camino por recorrer.
Esta preescolarización debe cumplir unos buenos estándares de calidad, ya que una
preescolarización de baja calidad puede tener algunos efectos contraproducentes entre los
niños de entornos sociales con elevado riesgo de exclusión social. En Cataluña, la
escolarización de 3 a 6 años es ya casi universal, pero no conocemos ningún estudio que
informe sobre su calidad ni sobre la distribución que tiene entre los usuarios de diferentes
estratos sociales. Habría que conseguir que esta oferta fuese plenamente universal y
extender la oferta de centros educativos de calidad para los niños menores de 3 años de
manera que se garantizase el acceso a ellos de las familias con menos recursos. El estudio
realizado por M. José González (2005) muestra una cobertura de este tipo de centros en
España muy baja (13 %) en comparación con la de los países europeos más adelantados,
como Dinamarca, donde la cobertura es del 64 %. Aunque la cobertura en Cataluña es la
más alta de España, el empleo de este recurso está sesgado a favor de las familias con más
renta disponible, lo que deja a los niños con mayor riesgo de fracaso escolar con una
cobertura insuficiente.
Nuestros resultados muestran que el fracaso escolar y una formación baja son predictores
fiables de exclusión social en la edad adulta y, en nuestro país, el alcance de este problema
es notable. Parte de ese fracaso educativo puede atribuirse a un sistema educativo
susceptible de mejoras organizativas, pero no tenemos ninguna duda de que buena parte
del problema no es posible solucionarlo sólo con reformas educativas. La desafección hacia
la escuela de muchos menores de edad tiene su origen muy a menudo en las circunstancias
personales y de sus familias, y por ese motivo consideramos que es imprescindible una
mayor implicación de los servicios sociales y sanitarios en el bienestar de la infancia y de la
juventud, a la vez que debería haber mejor coordinación con los centros educativos.
178
Hemos visto que haber sido expulsado de un centro educativo es un buen predictor del
fracaso escolar y de ser encarcelado en la edad adulta. Sería ingenuo pensar que el
problema radica en el solo hecho de la expulsión y que una tarea preventiva tendría que
limitarse a eliminar el uso de la expulsión como medida disciplinaria, ya que la expulsión de
un centro no es más que el producto final de una inadaptación del menor a las normas
escolares, inadaptación que debe ser gestionada con cuidado. Nuestras estimaciones
también indican con claridad que, cuando el menor tiene relaciones conflictivas con los
maestros, aumenta el riesgo de tener problemas de dependencia grave de las drogas, de
cometer en el futuro delitos menores y de sufrir episodios depresivos en la edad adulta. En
nuestra opinión, se requiere una mayor presencia del trabajo social y comunitario
coordinado con las escuelas y los institutos, tareas que no tienen por qué recaer
necesariamente en el mismo sistema educativo, sino que pueden ser el resultado de la
reorganización de los recursos para mejorar la comunicación entre los servicios sociales y el
personal docente.
Cuando las relaciones han sido conflictivas con los padres o con los tutores legales, también
aumenta el riesgo futuro de sufrir drogodependencias severas, de padecer depresiones, de
cometer pequeños delitos como la venta de drogas, los hurtos y los robos, y de ser
encarcelado. Los datos también evidencian que si el apoyo a los menores con problemas en
la escuela o con los padres proviene de sus iguales, el riesgo de tener problemas graves de
consumo de drogas o de delincuencia aumentan.
Hay un dato en nuestras estimaciones que debe hacernos reflexionar sobre la necesidad de
promover la investigación orientada a evaluar los efectos de la intervención preventiva en
esta fase del ciclo vital de los individuos. En los casos recogidos en la muestra, la vivencia
de episodios conflictivos con los padres (o con los tutores legales) ha significado un
aumento de los riesgos de sufrir problemas de salud y de presentar conductas de riesgo de
exclusión social, pero estos riesgos no son estadísticamente significativos cuando han
intervenido profesionales de apoyo. La falta de significación estadística que tiene la
intervención de profesionales en el aumento del riesgo de exclusión social cuando los
adolescentes han tenido problemas con sus padres o tutores legales quizá se debe al efecto
protector que tiene esta intervención de los expertos, pero queda la duda de si esa falta de
significación estadística es atribuible a un número demasiado reducido de casos donde se
haya intervenido.
En la mayoría de los casos en que las relaciones conflictivas han sido con los maestros, la
intervención de profesionales expertos está asociada a un aumento de los riesgos de
exclusión que hemos mencionado. Ésta es una señal de alerta que las autoridades y los
agentes implicados en la política social del país no deberían obviar. La interpretación de
este resultado no es fácil con los datos disponibles y sin duda sería de agradecer una
investigación específica sobre esta cuestión en concreto. Ahora bien, ninguna de las
hipótesis disponibles es muy halagadora para los servicios preventivos de la exclusión
social.
Desde una perspectiva crítica con el papel de las instituciones, con los datos en la mano, se
les podría acusar de favorecer la exclusión mediante procesos que los profesionales
educativos y sociosanitarios aplican sobre los individuos diferentes, etiquetándolos de
desviados, enfermos o fracasados, sin que después haya una intervención lo bastante eficaz
y prolongada en el tiempo que permita la integración social de los menores. No obstante,
esta interpretación sería sólo parcial porque, cuando el problema del menor es con los
padres e intervienen los profesionales, el efecto es el contrario.
Más bien nos inclinamos a pensar que ese efecto diferente de la intervención de
profesionales se debe a una combinación de dos factores, el efecto selección de las familias
y el momento en que ocurre la intervención profesional. Seguramente, cuando los
problemas son con los progenitores, las familias más sensibles y mejor informadas de las
causas y consecuencias sociosanitarias de estos comportamientos presentan una tendencia
mayor a solicitar atención experta para los menores, de manera que dicha intervención se
produciría en fases aún poco cronificadas y susceptibles de ser reversibles. Sin embargo,
cuando los problemas son en la escuela, es probable que la falta de recursos limite la
intervención profesional a los casos más agudos, cuando la convivencia con el individuo en
179
el centro se hace insoportable, de manera que el tratamiento experto sería, en la mayoría de
los casos, sobre individuos en situaciones ya bastante deterioradas y quizá difícilmente
reversibles.
Entre nuestros entrevistados, hemos podido detectar ciertas situaciones en las que una
intervención experta habría reducido los riesgos de exclusión,
1. Parece que la inserción por primera vez en el mercado laboral es más difícil cuando la
persona está pasando por un mal momento personal; pero si se produce la intervención de
los profesionales, las dificultades derivadas no son significativas.
2. Iniciar un periodo de desempleo de larga duración está muy asociado con el hecho de
haber pasado por malos momentos personales y, en esos casos, la atención de los
profesionales ofrece resultados contrapuestos según cuál sea la muestra de donde
extraemos a los individuos. Entre las personas integradas, la intervención de profesionales
reduce a la mitad el riesgo de dejar de trabajar durante un año o más tiempo, pero entre las
personas excluidas que actualmente son atendidas por las entidades sociales de la muestra,
la intervención de profesionales se asocia con un aumento del 20 % en el riesgo de iniciar
un periodo de desempleo de larga duración. La reflexión que debemos hacer ante este dato
es similar a la que nos hemos planteado en el caso de la atención a los adolescentes que
tienen problemas de relación en la escuela. Las personas integradas tienen más recursos
para salvar los momentos personales difíciles con la ayuda de expertos y, además, estas
dificultades no los han obligado a abandonar el mercado laboral, mientras que, cuando los
excluidos han acudido a recibir apoyo profesional, quizá era ya demasiado tarde. De aquí
que sería recomendable que se tuviera un conocimiento más amplio con respecto a las
condiciones bajo las que los integrados y los potencialmente excluidos reciben atención
profesional.
3. Un mal momento personal aumenta la probabilidad de iniciar, en el plazo de un año, un
periodo de problemas de depresión y de salud mental. El riesgo parece menor si la persona
recibe la atención experta de profesionales.
4. Un mal momento personal es también la causa de tener que dormir en la calle por primera
vez, a no ser que haya atención profesional, lo que reduce el riesgo.
5. La atención de profesionales es también un buen predictor de abandonar la calle, pero es
un predictor más significativo todavía el hecho de que se acepte dormir en un albergue. En
esos casos, la probabilidad de que en el año siguiente ya no se duerma en la calle se
multiplica por 3,4. Si tomamos el efecto de la atención profesional, nuestro modelo estima
que la probabilidad media de que un individuo que tiene que dormir en la calle escape de
esa situación es del 15 %, mientras que, si ha sido atendido por un profesional, esa
probabilidad llega al 23 % en el año siguiente. Dicho de otro modo, la intervención experta
ayuda a que 8 individuos de cada 100 abandonen la calle.
6. El riesgo de recaer en un episodio de dormir en la calle es elevadísimo para los individuos
que, habiendo tenido ya una experiencia previa de ese tipo, vuelven a pasar por un mal
momento personal, pero, una vez más, si hay intervención de los profesionales, el riesgo de
reincidencia decae de manera significativa.
180
Intervenciones para corregir algunas deficiencias de nuestro sistema de bienestar
social
Con independencia del apoyo personal que puedan recibir los individuos por parte de los
profesionales, hay otros factores muy relevantes que inciden en el riesgo de exclusión social
y que tienen que ver con deficiencias estructurales de nuestro sistema de bienestar social.
Hemos visto que la evolución de nuestro mercado laboral está haciendo cada vez más difícil
el acceso de las personas con baja formación a contratos estables y esa precariedad está
muy asociada con el riesgo de sufrir periodos de desempleo de larga duración, con
dificultades para pagar la vivienda y con un riesgo elevado de convertirse en una persona
sin hogar, situación que, a su vez, hace difícil la reinserción laboral, en las condiciones de
protección social actuales.
Al mismo tiempo, la política actual hacia las personas con problemas de salud mental
parece insuficiente para evitar el riesgo de quedarse sin hogar. La oferta insuficiente de
residencias y de pisos tutelados para las personas con problemas de salud mental hace
recaer sobre las familias el grueso de su atención y se confía en que el tratamiento
farmacológico del paciente sea suficiente para que la familia pueda gestionar situaciones
que a veces son insoportables. Cuando la familia no tiene bastantes recursos para controlar
la situación o, simplemente, cuando no existe ningún referente familiar, la persona que sufre
una enfermedad mental no tiene ninguna opción más que vagar por las calles de la ciudad
sin el control de sí misma.
También parece insuficiente el apoyo que reciben las personas que finalizan un periodo de
encarcelamiento para encontrar un empleo y un lugar donde vivir. Nuestras estimaciones
ponen de manifiesto que el riesgo de convertirse en una persona sin hogar está muy
asociado con los episodios de salida de una etapa de reclusión penitenciaria.
Evitar la pérdida de la vivienda y proporcionar vivienda tutelada para aquellos que la han
perdido deberían ser cuestiones prioritarias para las políticas públicas contra la exclusión
social. En ese sentido, el incremento de la oferta de vivienda protegida no es sólo una
política de incidencia en el mercado, sino que también ayuda a romper el efecto de la
herencia social y tiene un valor preventivo de la exclusión. Hemos visto que disponer de una
vivienda aumenta en gran medida las probabilidades de reinserción de las personas que han
vivido episodios de vida en la calle. Una intervención para aumentar la oferta de pisos
tutelados a disposición de los servicios sociales facilitaría las actuaciones de inclusión
sociolaboral.
Las actuaciones que facilitan el empleo de las personas que han iniciado procesos de
exclusión y que han quedado fuera del mercado laboral tienen un efecto preventivo de la
exclusión severa. Potenciar la reserva de puestos de trabajo para personas en riesgo de
exclusión en empresas e instituciones convencionales podría facilitar la continuidad del
trabajo que realizan las entidades de inserción laboral. La contratación pública de empresas
de inserción laboral también genera una actividad económica que permite la conservación
de un buen número de puestos de trabajo protegidos. La introducción de cláusulas en los
pliegos de condiciones de los concursos públicos de adjudicación de contratas que den
prioridad a la contratación de empresas del tercer sector permite satisfacer las necesidades
de bienes y servicios de las administraciones públicas incidiendo en el mercado y dando
apoyo a actividades inclusivas.
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