Corte Romano
Corte Romano
Corte Romano
La belleza en la antigua Roma era un ritual de suma importancia, sobre todo en las clases altas y adineradas. El canon de belleza
masculino correspondía a hombres altos, musculosos en su justa medida y con rostros perfectos. En el caso de las mujeres, éstas
debían ser de muslos y caderas anchas y pecho pequeño. Y en ambos casos, debían estar preocupados por la estética, la cosmética
y la peluquería. Seguían modas, realizaban rituales de cuidado facial y corporal y le daban importancia a la apariencia y la salud.
Sigue leyendo y descubre cómo era el cuidado corporal y facial en la Roma de nuestros antepasados.
COSMÉTICA. En la antigua Roma la venta de cosmética era un negocio en toda regla. Era una auténtica obsesión tanto para
hombres como para mujeres y ambos se maquillaban y peinaban, hasta la exageración en algunos casos. Se utilizaba mucho la
lanolina, una sustancia grasa de color amarillo que se obtiene de la lana del cordero o de los caballos. En nuestros días, esta
sustancia también se utiliza en cosmética y en la industria farmacéutica. Para blanquear la piel utilizaban sustancias blancas como
creta o cerussa y sustancias rojas y comino para los tonos rosados. No sólo se maquillaban la cara, también se echaban polvos en
el escote y los brazos, para unificar el tono de piel.
Peluquería. Los peinados seguían modas al igual que ocurre en la actualidad y también eran un modo de diferenciar tanto clases
social como estado civil. De este modo, las mujeres casadas llevaban siempre o casi siempre un peinado conocido como sex crines,
es decir, el pelo recogido en seis trenzas. Sin embargo, las mujeres solteras se hacían peinados sencillos, con el cabello recogido en
moños, trenzas o colas de caballo. Pero, en ambos casos, las mujeres llevaban el pelo recogido. ¿Por qué? Porque tan solo las
prostitutas llevaban el pelo suelto.
Tintes para el cabello. Teñir el cabello también estaba de moda en la antigua Roma. Antes de la llegada de los esclavos galos, los
tonos caoba o pelirrojos eran los más comunes, pero después las clases altas comenzaron a preferir los tonos rubios. Para poder
conseguir estos colores de cabello, se teñían con vinagre, azafrán y polvo de oro. También comenzó a extenderse el uso de
excrementos de paloma, de jabón cáustico para decolorar el pelo y grasa de cabra.
Afeitado y depilación
En los hombres el término medio era lo ideal. No rasurados del todo (aunque Julio César sí que se rasuraba todo el cuerpo) ni
llenos de vello. Utilizaban, entre otros métodos, ceniza caliente de cáscara de nuez. Por las mañanas, aquellos romanos que
pudieran permitírselo, tenían barberos propios que los rasuraban y acicalaban en sus propias casas. Quienes no lo hacían así iban a
las barberías públicas, tonstrinae, a que los afeitasen. Las barberías públicas eran un gran centro social en el que los hombres se
relacionaban entre sí y establecían incluso negocio. En el caso de las mujeres se depilaban con piedra pómez o pasta de resina.
Había una excepción: las ancianas no se depilaban, estaba considerado de mal gusto, puesto que se consideraba la depilación y
arreglo corporal como una preparación para encuentros sexuales.
Cuidado de la piel
Para la piel se utilizaba rosa, jazmín y limón; y aceite de oliva, agua de rosas y cera de abeja para las arrugas. Las mujeres solían
pasar las noches con una mascarilla para eliminar las manchas y pecas y obtener el más blanquecino de los tonos. Una de las
mascarillas más comunes para eliminar las manchas era una compuesta por hinojo, mirra, incienso, pétalos de rosa, jugo de
cebada y sal. Para las arrugas era muy común también utilizar un ungüento compuesto por harina de habas y arroz. Eran las
esclavas las que se encargaban de aplicar estos tratamientos a las mujeres y solían hacerse en habitaciones predispuestas para
ello, llamados cosmetriae.
En el caso de los afeitados se utilizaban cuchillas de hierro pero, en los lugares destinados al afeitado no siempre se afilaban bien
por lo que, quien podría permitírselo, ‘contrataba’ a un profesional para que fuera a su casa a rasurarlo y acicalarlo. Aún así,
estaba muy extendido el uso de los locales de peluquería y afeitado e ir allí era el mejor modo de enterarse de noticias frescas.