La Verguenza

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La vergüenza, la emoción que no

deja ser
22 abril, 2020
Este artículo ha sido escrito y verificado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas

La persona que siente vergüenza experimenta un gran malestar al negarse a sí


misma e intentar adaptarse a las expectativas de los demás.

“¿Qué van a pensar de mí si explico realmente como me siento?”,


“Espero que no me pregunten, lo pasaría fatal si tuviese que responder
delante de todos” o “Soy incapaz de hablar ante un gran público, me
pongo demasiado nerviosa” son expresiones muy comunes de quienes
tienen a la vergüenza como compañera de vida.
Evitar destacar, huir de cualquier momento en el que se pueda llamar
la atención o rechazar invitaciones a opinar o realizar determinadas
actividades son mecanismos desarrollados por esta emoción. La
vergüenza desea que nos volvamos invisibles y para ello, es capaz
de poner en marcha mil y una estrategias. Ahora bien, ¿qué más se
esconde detrás de esta emoción? ¿cuál es su
trasfondo? Profundicemos.
“Una de las emociones más poderosas en el mundo es la vergüenza y
representa el miedo de que no somos lo suficientemente buenos”.

-Brené Brown-

El obstáculo de la vergüenza
La vergüenza es la enemiga de la visibilidad, de la presencia. Es
una emoción difícil que aparece para ocultar quiénes somos porque el
miedo y la inseguridad le han informado de que lo pasaremos mal.
Según la doctora en psicología Mª José Pubill, la persona que
experimenta vergüenza vive atemorizada por el miedo a que los
demás descubran sus debilidades, que no son otras que ser ella
misma.

La semilla que origina la vergüenza suele encontrarse en experiencias


vividas en la infancia o adolescencia
El origen de esta emoción suele encontrarse en una experiencia en la
que la persona sintió o le hicieron sentir que no fue correcta, que
no se comportó como debía y que en definitiva, su comportamiento no
fue normal. De esta manera, quedó tan marcada por la inutilidad y la
invalidez que evita a toda costa ser imperfecta o que al menos los
demás la consideren así. Es tanto su miedo que, a veces, el bloqueo
surge como defensa para protegerla, a la vez que se sumerge en un
profundo estado de frustración por no llegar a ser la persona en la
que desea convertirse.

Ahora bien, tener vergüenza implica por un lado, experimentar


emociones como la culpa y el miedo y por otro, mecanismos
como la perfección y el control para superar el sentimiento de
inadecuación. El problema es que más allá de ayudar suponen todo lo
contrario: una obstaculización a la hora de crecer y evolucionar.
No obstante, si vamos un poco más allá nos daremos cuenta de que la
vergüenza implica una falta de respeto y tolerancia a uno mismo y
en definitiva una baja autoestima.
Vergüenza y autoestima: ¿cómo se relacionan?
La vergüenza es ese miedo a ser, a mostrar lo que uno es, a optar
por ser invisible para evitar ser objetivo de críticas y calificado como no
válido. Por lo tanto, experimentar esta emoción implica una falta de
respeto y tolerancia a uno mismo y por ende, una baja
autoestima fruto de estar en un segundo plano.
La vergüenza envuelve a la persona en un filtro negativo y de
autodesprecio, a partir del cual se percibe como frágil y débil, a la vez
que se enfada por ello
Así, tener vergüenza es no sentirse cómodo en la propia piel, es
no reconocerse y recorrer el camino de la desconfirmación sobre lo
que uno es de manera progresiva. De esta manera, poco a poco se va
apagando la iniciativa de ser el capitán que dirige el timón de la propia
vida así como la sensación de poder personal.
Quien experimenta esta emoción pone en manos de los demás la
valoración de sí mismo porque únicamente es capaz de verse a
través de las miradas ajenas. Vive hacia afuera, pensando en el qué
dirán, experimentando ansiedad cada vez que percibe que no es
apropiado y desconectado de su interior. Su escenario está repleto de
sufrimiento y exigencia.
La persona que tiene como núcleo de su vida a la vergüenza se niega
a sí misma para adaptarse a lo que creen que se espera de ella.

Echar a un lado los miedos para hacerse visible


A pesar de que esta emoción está considerada como una de las más
complejas es posible trabajar con ella para disminuir su protagonismo y
hacerla desaparecer. Ahora bien, ¿cómo derrotar a la
vergüenza? Mejor dicho, ¿qué hacer para volvernos visibles, para
valorarnos?
El primer paso comienza por reconocer y aceptar que sentimos
vergüenza, es decir, que esta emoción forma parte de nuestro
universo emocional. Una vez identificada, lo ideal es reflexionar sobre
sus consecuencias, sobre el peso que tiene en nuestra vida y de
qué manera nos limita, qué nos impide llevar a cabo.
Si lo hacemos con sinceridad, descubriremos que nos hemos vuelto
invisibles a nuestros ojos y que nos medimos y valoramos según un
baremo establecido por los otros. La cuestión es que no existe
ningún baremo correcto ni adecuado, sino que lo establecemos
nosotros, al igual que los pasos y el camino que queremos recorrer.
El siguiente paso sería decidir conocernos, conectar con nosotros
y mostrarnos tal y como somos, es decir, comenzar a ser visibles.
Ahora bien, no será fácil y más si hemos estado durante muchos años
ocultos tras un personaje que se comportaba según esperaban los
demás. La buena noticia es que nunca es tarde para darnos una
oportunidad y convertirnos nuestro mejor amigo.
Localizar la situación a partir de la cual comenzó todo también
puede ayudarnos, ya que nos proporcionará información sobre en qué
momentos sufrimos y nos exigimos más. Además, este punto de inicio
será clave para comprender la profundidad de nuestra herida, que no
es otra que la traición a uno mismo y la vivencia de creer haber fallado
a los demás.

“Vencer la vergüenza es convertirse en un ser adulto capaz de


transformarse en rey o la reina de un nuevo país: nuestro yo”.

-María José Pubill-

Un ejercicio muy poderoso para hacernos visibles es ponernos


frente a un espejo y observarnos sin tener en cuenta todo aquello que
creemos que piensan los demás sobre nosotros. ¿Qué vemos?
¿Cómo somos? ¿Cuáles son nuestras cualidades? ¿Qué necesita la
persona que estamos viendo? La idea es liberarnos de
las expectativas, de esas trampas mentales que nos impiden ser
nosotros y ganar en seguridad. No somos mejor ni peor que nadie y
compararnos tampoco es la solución, sino reconocer y sentirnos
válidos.
Gema Sánchez Cuevas
Licenciada en Psicología por la Universidad de Salamanca (2012) y habilitada
como Psicóloga General Sanitaria, número de colegiada: EX01253. Directora
de TFM en el Master Universitario en Terapias de Tercera Generación de la
Universidad Internacional de Valencia. Doctoranda en la Universidad de
Salamanca. Máster en Psicología Clínica por el ISPCS y la AEPC
(2014), Experta en Intervención Sistémica (2016), Especialista en Mediación
Sanitaria, Civil-Mercantil (2013), Especialista en Psicología
Psicosomática (2013) y Monitora de Educación Sexual (2013). Tutora de
prácticas de psicología en colaboración con diferentes universidades (USAL,
UPSA, UH). Autora colaboradora del III Plan Integral de Salud Mental de
Extremadura 2016 - 2020. Ha sido directora facultativa en un centro de
reconocimientos médicos (2013). Desde el 2012 ha ejercido profesionalmente
en el ámbito de las drogodependencias en la Comunidad Terapéutica APOYAT,
en psicooncología en el Hospital Don Benito - Vva de la Serena y AOEX,
con personas con trastorno límite de la personalidad en AEXFATP y en el
ámbito privado. Ha participado en congresos internacionales y jornadas de
Psicología, imparte charlas y talleres en asociaciones, colegios y
organizaciones. Actualmente, es la directora web de La Mente es
Maravillosa, colabora con el Laboratorio de Neurociencias y ciencias
sociales (LINCS) de la Escuela sistémica Argentina y la Universidad de Flores
y con diversos medios de comunicación como Canal Sur Radio, Cadena Ser
y Canal Extremadura, revistas como Mujerhoy, Objetivo Bienestar y Mente Sana
y otros medios digitales como El Huffington Post, ABC Bienestar, Psicoactiva y
El Periódico Extremadura.
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