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CC2.

UNIDAD 4

CULTURA CLÁSICA. 2º ESO.

UNIDAD 4.

HÉROES DE LA MITOLOGÍA: LA CASA DE ATREO Y EL CICLO


TEBANO; LA GUERRA DE TROYA Y SUS SECUELAS. COMPARACIÓN
ENTRE HÉROES DE LA MITOLOGÍA CLÁSICA Y LOS ACTUALES. LA
VIDA COTIDIANA. EL MATRIMONIO EN GRECIA Y ROMA. EL
GINECEO/ANDROCEO. EL NACIMIENTO, LA INFANCIA, LA JUVENTUD
Y LA MUERTE. FIESTAS Y RITOS RELACIONADOS. EL CÓMPUTO DEL
TIEMPO Y SU MEDIDA. MITOS RELACIONADOS. PRESENCIA DE LA
CIVILIZACIÓN CLÁSICA EN LAS MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS
ACTUALES.

***Objetivos.
1.- Analizar las características esenciales que definen el concepto de héroe y el papel que los héroes jugaban en el
mundo de las creencias griegas y romanas.
2.- Descubrir los mitos relacionados con ddirentes héroes, heroínas y otros personajes y sus actitudes ante la vida, el
destino, etc. Descubrir y valorar la trascendencia de la guerra de Troya y sus personajes en la mitología, el arte, la
literatura, etc., así como de sus secuelas: Ulises y la Odisea.
3.- Valorar el potencial creativo que encierran los mitos clásicos y su capacidad para encarnar como símbolos y
arquetipos muchos de los problemas existenciales de la vida humana.
4.- Descubrir el origen del argumento de cuentos, libros y películas que tratan de la consecución de objetivos y las
dificultades que se presentan para conseguirlos.
5.- Analizar y valorar las características más relevantes de la vida cotidiana de griegos y romanos en sus diferentes
aspectos: El matrimonio, la casa, el androceo y el gineceo, la situación de la mujer, los mitos de paso, el nacimiento, la

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infancia y la muerte, Las Anfidromías y las Apaturias en Grecia, el dies lustricus en Roma, etc., y enmarcar todo ello en
diferentes contextos temporales.
6. Analizar el cómputo del tiempo, sus instrumentos de medida, el calendario y los mitos y divinidades relacionados con
ello.
7.- Descubrir y valorar la influencia y presencia de la civilización clásica en las manifestaciones artísticas actuales.
8.- Conocer las creencias de los griegos y los romanos sobre la muerte y el mundo de ultratumba.
9.- Conocer otras mitologías relevantes y comparlas con la greco-latina.

***Contenidos.
I./ Principales héroes y heroínas de la mitología.
I.A.- La casa de Atreo. (p.3).
I.B.- El ciclo tebano. (p.5).
I.C.- La guerra de Troya y sus secuelas. Comparación entre héroes y heroínas de la
mitología clásica y los actuales. Principales mitos. (p. 8).
II./ La vida cotidiana:
II.A.- La mujer griega y romana. El matrimonio en Grecia y Roma. El
gineceo/androceo. (p. 12).
II.B.- El nacimiento y la muerte: Mitos y divinidades relacionados con el nacimiento, la infancia y
la muerte. (p. 14).
II.C.- Los juegos Olímpicos y los juegos romanos. (p. 17).

*PLAN DE TRABAJO. Elaborar esquemas y dibujos sobre la genealogía de los diferentes héroes de la
mitología griega tratados. Leer y contestar cuestiones relativas a los mismos. Realizar diferentes actividades
sobre las características de la vida cotidiana en Grecia y Roma en sus diferentes aspectos, y sobre el cómputo del
tiempo y sus características y semejanzas y diferencias con la actualidad. Realizar diferentes actividades de
profundización. Situar en un mapa del Mediterráneo los lugares relacionados con la unidad y explicar en una
frase qué sucedió o hubo allí.

***Criterios de Evaluación.
1.- Conocer los héroes de la mitología griega y romana, especialmente la case de Atreo, el ciclo
tebano, la guerra de Troya y sus secuelas.
2.- Conocer el marco histórico de las civilizaciones griega y romana.
3- Reconocer diferentes características de diferentes aspectos esenciales de la vida cotidiana de
griegos y romanos, así como sus divisiones del tiempo.
4.- Reconocer las principales características de la civilización clásica en algunas de las
manifestaciones artísticas actuales.
6.- Constatar el origen mitológico de palabras de uso común y del léxico científico-técnico de las
lenguas modernas.
7.- Saber utilizar programas informáticos educativos para obtener información sobre los contenidos
de la asignatura.

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I.- HÉROES DE LA MITOLOGÍA: LA CASA DE ATREO; EL


CICLO TEBANO; LA GUERRA DE TROYA Y SUS SECUELAS.
Una de las características de la mitología y la religión griega es el numerosísimo número de
héroes o semidioses existentes. Ésto son hijos o descendientes, en mayor o menor grado, de
diferentes dioses, y comparten como rasgo común su mayor fuerza y su audacia, entre otras cosas.
Pero también son mortales, lo que los aleja de los dioses y los equipara a los hombres, si bien
algunos llegaron a ser divinizados y ser objeto de culto.
Los relatos relativos a los héroes y heroínas son muy complejos, aunque éstos suelen
enmarcarse en ciertas líneas argumentales que reciben el nombre de “ciclos míticos”, que, no
obstante suelen estar interrelacionados y tener como protagonistas o personajes secundarios o los
mismos héroes con un mayor o menor grado de actuación. Además, muchos de los héroes fueron
los personajes principales de diferentes obras literarias, especialmente las teatrales, por lo que sus
actos pueden aparecer diversos y, sobre todo, muy variados.
Así, el número de héroes y heroínas griegos es abundantísimo y aquí sería imposible recoger
todos. Por ello, nos limitaremos a desarrollar los mitos de algunos de los principales héroes, y sólo
haremos algunas referencias a otros.

I.A.- LA CASA DE ATREO.


En algún lugar de Asia Menor reinaba Tántalo. Éste era hijo de Zeus y de una ninfa, pero,
aunque en un primer momento tenía el favor de los dioses, posteriormente se atrajo su odio, bien
porque llevó a los hombres el alimento de los dioses, néctar y ambrosía, bien porque quiso
engañarlos. En efecto en una ocasión Tántalo invitó a los dioses a un banquete con la intención de
demostrar que era más inteligente que ellos. Con este fin, Tántalo mató a su propio hijo, Pélope, y
troceado y hervido lo sirvió en el banquete. Pero todos los dioses se dieron cuenta del crimen
(excepto Deméter que preocupada por la desaparición de su hija Perséfone, se comió la parte
correspondiente a un hombro del niño), y consiguieron reconstruir y revivir a Pélope.
Como consecuencia de ello Tántalo fue condenado en el infierno a padecer constantemente
hambre y sed: Fue atado a una roca enmedio de un lago y sobre él pendía un árbol con frutos; cada
vez que Tántalo levantaba la cabeza para comer las ramas del árbol ascendían, y cada vez que
bajaba la cabeza para beber el nivel de las aguas descendía.
Además de Pélope, Tántalo tuvo una hija, Níobe, cuyos hijos fueron aniquilados por Apolo
y Ártemis.
Tras estos sucesos Pélope emigró a Grecia, a la región de Élide. Allí reinaba Enómao, hijo
de Ares, que tenía una hija llamada Hipodamía. La princesa era de una gran belleza, por lo que
tenía muchos pretendientes, pero Enómao no quería que se casara con ninguno. Por ello los
desafiaba a una carrera de carros y si el pretendiente resultaba derrotado Enómao lo mataba. Pélope
se enamoró de Hipodamía y, para poder vencer a su padre, sobornó a su auriga, Mírtilo, hijo de
Hermes. Enómao murió en esta carrera, y Pélope mató a Mírtilo para que no contara nada, pero
antes de morir Mírtilo maldijo la familia de Pélope. Éste quedó como rey de la región y dio nombre
a toda la península en la que estaba ubicada su reino: el Peloponeso (“isla de Pélope”).
De Pélope e Hipodamía nacieron muchos hijos y muchas hijas (algunas de ellas se casaron
con hijos de Perseo). De entre los hijos destacan Atreo, Tiestes, Piteo y Crisipo. De Piteo nació
Etra que con Egeo engendró a Teseo. Crisipo era hijo de Pélope pero no de Hipodamía, sino de una
ninfa. Por ello Hipodamía, celosa, convenció a Atreo y a Tiestes para que asesinaran a Crisipo. Pero
el crimen fue descubierto y los dos hermanos tuvieron que emigrar y llegaron a Micenas, justo en el

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momento, antes mencionado, en el que el oráculo anunció que había que entregar el reino a un hijo
de Pélope.
En la disputa sobre a cuál de los dos hermanos correspondía heredar el reino Atreo resultó
vencedor, pues consiguió convencer a los dioses para que el sol retrocediera en su órbita. Por ello
Atreo se convirtió en rey de Micenas, pero se ganó el odio y el deseo de venganza de su hermano.
Como prevención (o como venganza, pues Tiestes se había convertido en el amante de la
mujer de Atreo, Aérope, que era nieta de Minos), Atreo también preparó un banquete en el que
dispuso que la comida fueran los propios hijos de Tiestes a los que sirvió para que éste se los
comiera. Cuando Tiestes horrorizado se dio cuenta, huyó maquinando su venganza, aunque un
oráculo le dijo que sólo podría cumplirla si tenía un hijo fruto de un incesto con su propia hija,
Pelopia. Y de esta unión nació Egisto, que, efectivamente, la cumpliría.
Atreo se convirtió así en rey absoluto de la más poderosa de las ciudades griegas, Micenas, y
tuvo varios hijos, pero destacan Agamenón y Menelao. Éstos se casaron con dos hijas de Tindáreo
(que en ese momento ya reinaba en Esparta gracias a Heracles) o de Zeus: Agamenón, el mayor y
heredero de Micenas se casó con Clitemnestra, y Menelao lo hizo con Helena y heredó el reino de
Esparta.
Sin embargo, Helena era famosa por su belleza, y tuvo como pretendientes muchos reyes de
toda Grecia. Por ello Tindáreo hizo jurar a todos los pretendientes que respetarían la decisión de
Helena sobre a quién elegiría como marido, y defenderían a éste en caso de algún otro no respetara
el juramento o afrentase a Menelao.
Pero entonces sucedió que un príncipe troyano, de nombre Paris, raptó o sedujo a Helena y
se la llevó a Troya (en realidad la diosa Afrodita le prometió que Helena se enamoraría de él), por lo
que Menelao (que ya había tenido con Helena un hija llamada Hermíone), reclamó que se cumpliera
el juramento antes mencionado.
Se organizó así una expedición para rescatar a Helena en la que participó un gran número de
reyes griegos.
La expedición contra Troya estaba dirigida por Agamenón, que con Clitemnestra ya tenía
tres hijas y un hijo, Crisótemis, Ifigenia, Electra y Orestes. Todo el ejército griego se reunió en el
puerto de Áulide, pero la flota griega no podía partir a falta de viento. Ante esto se consultó al
adivino Calcante la razón, y éste respondió que se debía al enfado de Ártemis con Agamenón, pues
este había dicho que era mejor cazador que ella. Por ello, para resarcir esta afrenta a la diosa, ésta
exigía el sacrificio de una hija de Agamenón, en concreto Ifigenia.
Ifigenia fue llamada con la excusa de que debía casarse con Aquiles, pero en realidad fue
sacrificada (si bien parece ser que la diosa sustituyó en el último momento por una cierva a la chica,
y se llevó a ésta al país de los Tauros, donde posteriormente la encontraría su hermano Orestes).
Cuando Clitemnestra se enteró de estos sucesos juró vengarse de Agamenón y, ante la ausencia de
éste, se convirtió en amante de Egisto, el hijo de Tiestes.
Por fin la flota griega partió hacia Troya, y tras diez años los griegos conquistaron la ciudad.
Agamenón tomó como prisionera y esclava a una hija de Príamo, Casandra. Ésta había
accedido a ser amante del dios Apolo a cambio de que le concediera el privilegio de la adivinación,
pero en el último momento la chica se negó a serlo, por lo que el dios la castigó provocando que
todo lo que vaticinara Casandra no sería creído por nadie, y que todos la tomaran por loca.
Cuando Agamenón regresó a Micenas Clitemnestra lo estaba esperando. Simuló estar
contenta por su regreso y agasajarle, por lo que le preparó un baño, pero en realidad lo que hizo fue
matarlo con la ayuda de Egisto. Además, para evitar una posible venganza relegó a la semi-
esclavitud a sus hijas, y envió a otro reino a su hijo Orestes.
Con el paso del tiempo Orestes regresó de incógnito, y planeó, sobre todo convencido por su
hermana Electra, vengar a su padre, aunque ello implicara matar a su madre. Así pues, Orestes mató

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a su madre Clitemnestra y al amante de ésta, Egisto. Pero este hecho era antinatural y representaba
un conflicto ético, por lo que las diosas vengadoras, las Furias, y el fantasma de su madre
persiguieron a Orestes. En su huida Orestes llegó a Atenas, donde un tribunal, con la ayuda de
Atenea, le absolvió de sus delitos.
Así Orestes, después de otros acontecimientos, se convirtió en el nuevo rey de Micenas.
Como de niño se le había prometido la mano de su prima Hermíone, fue a reclamarla, pero se
encontró con que Menelao se la había entregado a Neoptólemo, el hijo de Aquiles. Por ello Orestes
mató a Neoptólemo (con la connivencia de Hermíone, pues Neoptólemo no había tenido hijos con
ella pero sí con otras mujeres). De Orestes y Hermíone nació Tisámeno, que heredó los reinos de
Micenas y Esparta, pero éste fue derrotado por los descendientes de Heracles, que habían invadido
el territorio.

I.B.- EL CICLO TEBANO.


Cuando Europa fue raptada por Zeus, su padre, Agenor, encargó al resto de sus hijos que fueran a
buscarla y que no volvieran hasta que la hubieran encontrado. Uno de ellos, Cadmo, recorrió buena
parte de Grecia en su búsqueda, pero al llegar a Delfos el oráculo le dijo que se olvidara de ella y
que, en cambio, fundara una nueva ciudad. El lugar que tenía que elegir para ello debía señalarlo
allí donde se echara a descansar una vaca que encontraría a la salida del templo.
Efectivamente, Cadmo se encontró con esa vaca y la siguió hasta que se echó en un lugar
donde después se fundaría la ciudad de Tebas. Una vez elegido el lugar, Cadmo encargó a algunos
de sus acompañantes que fueran a buscar agua a una fuente próxima. Pero ésta estaba custodiada
por un dragón de Ares, que mató a algunos de ellos. Cadmo se enfrentó al dragón y cuando lo mató
sembró la tierra con sus dientes. De ellos surgieron guerreros armados, a los que Cadmo les lanzó
piedras. Como éstos no sabían quién los agredía empezaron a pelear y matarse entre sí, hasta que
quedaron cinco, a los cuales Cadmo admitió entre su su gente.
Con su ayuda fundó la ciudadela de la Cadmea, centro de la futura Tebas. Esta región
prosperó mucho y fue favorecida por los dioses, y al propio Cadmo se le entregó en matrimonio a la
diosa Harmonía, hija de Ares y Afrodita. De ellos nacieron varios hijas, Autónoe, Semele, Ino, y
Ágave, y un hijo, Polidoro, todos ellos protagonistas de diferentes mitos.
Así, Autónoe se casó con el lapita Aristeo, hijo de Apolo. Y de él tuvo a Acteón. Éste
durante una cacería, vio accidentalmente desnuda a Artemis junto a una fuente. La diosa se enfadó
tanto que transformó a Acteón en ciervo, por lo que los perros que llevaba en su jauría no lo
reconocieron y lo mataron.
Por su parte de Semele se enamoró Zeus. Éste para acceder a ella le prometió que haría todo
lo que le pidiese. Posteriormente, cuando Semele ya estaba embarazada, Hera, celosa, se disfrazó de
vieja y le dijo a Semele que no se fiase de Zeus, pues podía ser un simple mortal que simulara ser
Zeus para poder acostarse con ella, y por eso debía pedirle que le probara que efectivamente era el
dios más poderoso. La chica, recelosa, le pidió por tanto a Zeus que see mostrara en su máximo
esplendor, y como éste no podía negarse a su petición se transformó en rayo, con lo que mató a
Semele. No obstante, cogió el feto de su vientre y él se cortó el muslo, donde lo metió. Por eso el
niño nació poco después pero ya convertido en dios. Éste era Dioniso, que primero fue criado por
sus tías, aunque no tardó en irse a recorrer el mundo, aunque luego volvió, como veremos
enseguida.
Otra hija de Cadmo, Ágave, se casó con Equión, uno de los nacidos de los dientes del
dragón. Con éste tuvo un hijo, Penteo. Aunque Cadmo tenía un hijo, Polidoro, parece ser que

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prefirió ceder el reinado a su nieto Penteo (o éste se lo arrebató a su tío). El caso es que siendo rey
Penteo, Dioniso volvió a su Tebas natal para difundir su nueva religión. Pero esta implicaba el vino,
la fiesta, el desenfreno, la orgía, etc., con lo que Penteo se negó a aceptarlo (aunque su madre
Ágave y sus tías ya lo habían hecho). Por ello Penteo ordenó encarcelar a Dioniso, pero éste lo
enloqueció y lo convenció para que fuera a ver una orgía de Bacantes (sus seguidoras), entre las que
se encontraban su madre y sus tías. Dioniso también enloqueció a éstas y provocó que confundieran
a Penteo con un león, al que, presas de furia, atacaron y despedazaron, aunque luego, restablecidas,
se dieron cuenta de lo que habían hecho. Fue así como murió Penteo. Y el reinado de Tebas pasó a
Lábdaco, un hijo de Polidoro.
La otra hija de Cadmo, Ino, se casó con el rey de la ciudad de Coronea, Atamante, uno de
los hijos de Eolo. Éste ya se había casado con Nefele, con la que había tenido dos hijos, Frixo y
Hele. Atamante se divorció de Nefele para casarse con Ino, con la que también tuvo dos hijos,
Learco y Melicertes. Pero Ino estaba muy celosa de los hijos que ya tenía Atamante, por lo que
mediante engaños lo convenció de que había que sacrificar a los niños para evitar una sucesión de
malas cosechas. Atamante se dispuso a hacerlo, pero en el último momento, la madre de los niños
les envió un carnero de oro, que era capaz de volar, al que se subieron y así lograron escapar. No
obstante, en su viaje, la niña, Hele, cayó al mar y se ahogó en un lugar que recibió el nombre de
Helesponto (“mar de Hele”), pero el niño, Frixo, prosiguió su camino y llegó hasta la Cólquide,
donde fue acogido por el rey Eetes, mientras que la piel del carnero se consagró como símbolo de
protección de su reino. Por su parte, descubierto el engaño, Atamante enloqueció y mató a su hijo
Learco, y como quiso matar también a Ino y a su otro hijo, Melicertes, ésta huyó con él, pero en la
huida se precipitaron por un acantilado y cayeron al mar. Sin embargo, los dioses, compadecidos,
transformaron a Ino en una diosa marina, que a partir de entonces se llamó Leucotea (“la diosa
blanca”), y su hijo también, con el nombre de Palemón. Ambos se convirtieron en dioses
protectores de los marineros.
Tras la muerte de Penteo reinó Lábdaco, que era hijo de Polidoro y Nictéis, hija de Nicteo.
Tanto éste como su hermano Lico eran descendientes de Posidón y Alcíone, unas de las Pléyades, y
huyendo de Eubea se refugiaron en Tebas, donde fueron acogidos por Penteo. Lábdaco tuvo un hijo,
Layo. Sin embargo aquél murió cuando el niño tenía sólo un año, por lo que durante su minoría de
edad fue nombrado regente Nicteo y después Lico. Nicteo tenía una hija, Antíope, que fue
entregada a Lico cuando Nicteo murió. Pero la mujer de Lico, Dirce, tenía muchos celos de la chica,
pues era guapísima, y la trataba muy mal. Antíope era tan guapa que Zeus se enamoró de ella y con
él tuvo a dos gemelos, Anfión y Zeto, pero éstos fueron abandonados donde los cuidó un pastor.
Con el tiempo, Antíope pudo escapar de sus tíos y llegó a la cabaña en la que vivían sus hijos. Y
éstos tras reconocerla, quisieron vengarse de sus maltratadores. Así dieron muerte a Lico y a de una
manera más cruel a Dirce, pues a ésta la ataron a un toro que en su carrera la arrastró y la desgarró
contra rocas. Así se quedaron como regentes los dos gemelos que, además construyeron las
murallas de Tebas. Más tarde Anfión se casó con Níobe, la hija de Tántalo, cuyos hijos fueron
muertos por Apolo y Artemis. Anfión también fue muerto (o murió de pena, al igual que su
hermano).
Mientras tanto, Layo ya había crecido y heredó el trono de Tebas. Éste se casó con Yocasta,
que era hija de Meneceo (nieto de Penteo), al igual que su hermano Creonte. No obstante, sobre
Layo pesaba una maldición, pues en un viaje a Élide conoció al hijo menor de Pélope, Crisipo, del
que se enamoró y lo raptó. Ante esto Pélope maldijo a Layo y a la estirpe de Lábdaco. La maldición
consistía en que el hijo que Layo tuviera mataría a su padre y se casaría con su madre. Por ello Layo
no mantenía relaciones sexuales con Yocasta, pero una noche tras una fiesta Layo se emborrachó y
sí se acostó con Yocasta. Fue así como nació un niño al que Layo inmediatamente ató por los pies y
lo entregó a un pastor para que este lo matara en el monte Citerón próximo. Pero a éste le dio pena

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el niño y se lo entregó a otro pastor, criado éste de los reyes de Corinto, Pólibo y Peribea, a los que
se los entregó. Los reyes acogieron y adoptaron al niño, pues ellos no tenían hijos, y así lo criaron
como propio, y le pusieron el nombre de Edipo, por la hinchazón de sus pies. Sin embargo, cuando
Edipo ya era adolescente, unos compañeros se burlaron de él porque le acusaban de ser un hijo
adoptado por sus padres. Como Edipo quería saber la verdad fue a consultar al oráculo de Delfos,
pero fue expulsado de allí, pues le dijeron que estaba maldito. Así que decidió no volver a Corinto,
sino dirigirse a otro lugar. En su vagabundeo llegó a una encrucijada en la que se encontró con
Layo, cuya identidad desconocía Edipo, y sus sirvientes, y se entabló una discusión por la
preferencia de paso. La discusión fue a más hasta que Edipo mató a Layo y a sus sirvientes excepto
a uno, que consiguió huir. Finalmente, Edipo llegó a Tebas, donde en ese momento había una
esfinge (enviada por Hera a causa del delito de Layo), un monstruo con cara de mujer, cuerpo de
león y alas. Esta esfinge se situaba en lo alto de una roca, cerca de una entrada a la ciudad, donde
planteaba enigmas a los viajeros, y si éstos no los averiguaban los devoraba. Cuando la esfinge vio
a Edipo también le planteó un enigma: “Qué animal camina a cuatro patas por la mañana, con dos al
mediodía y con tres al anochecer”. Edipo supo responder que era el hombre, y con ello la esfinge,
derrotada, se suicidó. Cuando los habitantes de Tebas se enteraron de esto proclamaron nuevo rey a
Edipo, pues el anterior acababa de morir sin hijos, lo que implicaba que se casara con la reina viuda,
Yocasta.
De este matrimonio nacieron cuatro hijos, dos niños y dos niñas: Eteocles, Polinicies,
Antígona e Ismene. Pero con el paso del tiempo, en Tebas se desencadenó una epidemia de peste, y
cuando Edipo preguntó al oráculo su solución, éste contestó que la epidemia no pasaría hasta que no
se castigase al culpable de la muerte del anterior rey, Layo. Así Edipo inició sus investigaciones
hasta que poco a poco fue descubriendo que el asesino era él mismo, y que era su hijo y, por tanto,
que se había casado con su madre y había tenido hijos con ésta. Tras estas averiguaciones Yocasta
se suicidó y Edipo se arrancó los ojos y maldijo a su descendencia. Además se desterró de Tebas, y
más tarde llegó a Colono, una aldea de Atenas, donde murió.
Los dos hijos de Edipo decidieron entonces repartirse el reino de Tebas, de tal forma que
cada año sería rey uno de ellos. El primer año le tocó a Eteocles, pero cuando éste pasó se negó
cederle su turno a su hermano Polinices. Entonces éste huyó a Argos, donde reinaba Adrasto.
En Argos Polinices se casó con una hija de Adrasto y más tarde convenció a éste para
organizar una expedición para recuperar Tebas. En ella participaron siete héroes, cada uno por cada
puerta de acceso a la ciudad (“Los siete contra Tebas”), pero la expedición fue un fracaso y todos
ellos murieron, excepto Adrasto. En el caso de Polinices, él y su hermano Eteocles se dieron muerte
mutuamente. Como el hijo del último, Laodamante, era todavía muy joven recibió la regencia el
hermano de Yocasta, Creonte, que prohibió conceder honras fúnebres a Polinices. Por ello,
Antígona, que faltó a dicha prohibición fue condenada a muerte. Más tarde, Creonte le entregó a
Heracles la mano de su hija Mégara, pero esta unión tuvo muy mal final.
Años más tarde, el propio Adrasto junto con el hijo de Polinices, Tersandro, organizaron una
nueva expedición con los hijos de los anteriores héroes (los “epígonos”, entre los que, entre otros,
se encontraba el héroe Diomedes), que sí tuvo éxito y conquistó la ciudad. Así, Tersandro se
convirtió en el nuevo rey. Pero al participar en la guerra de Troya murió allí, y le sucedió su hijo
Tisámeno.

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I.C.- LA GUERRA DE TROYA Y SUS SECUELAS.


Hubo un tiempo en el que en la ciudad sagrada de Troya reinaba el rey Príamo. Éste fue el
único superviviente de su familia después de que Heracles conquistara la ciudad y matara a toda la
familia real, en venganza por la crueldad de su anterior rey, Laomedonte. Sin embargo con Príamo
la ciudad volvió a alcanzar un gran esplendor. Príamo, aunque tuvo diferentes concubinas, se casó
con Hécuba, y con ésta tuvo varios hijos, entre los que destacaba el mayor, Héctor. Sin embargo en
el transcurso de uno de sus embarazos, la reina soñó que daba luz a una antorcha y ésta incendiaba
la ciudad. Poco después nació un niño, al que llamaron Paris (o Alejandro), pero para evitar el mal
augurio del sueño de la reina, se decidió apartar al niño de la ciudad y llevarlo al campo, junto al
monte Ida, donde fue criado como un pastor. Al crecer este chico se hizo famoso por su belleza.
Por ese tiempo, en Esparta reinaba el rey Tindáreo, pero de su esposa Leda se enamoró
Zeus. El dios, para acercarse a la reina se transformó en cisne, y así consiguió unirse a ella, a pesar
de que acababa de quedarse embarazada de su marido. Fue así como la reina posteriormente dio a
luz a cuatro hijos, dos niños y dos niñas. Éstos fueron Cástor, Polideuces (o Pólux), Clitemnestra y
Helena. Cástor y Clitemnestra eran hijos de Tindáreo, mientras que Pólux y Helena lo eran de Zeus.
Los dos chicos, conocidos como los Dióscuros, realizaron muchas hazañas en su vida y
posteriormente fueron divinizados. Por su parte, Clitemnestra se casó con Agamenón, el rey de
Micenas, la ciudad más poderosa de Grecia. Mientras, de Helena se había extendida la fama de su
belleza por toda Grecia, por lo que hubo muchos pretendientes que quisieron casarse con ella. Entre
ellos había un gran número de reyes y príncipes de muchas ciudades. Ante esta situación y para
evitar peleas y disputas, Tindáreo hizo jurar a todos los pretendientes que respetarían la elección de
Helena sobre quién sería su marido, y los demás defenderían al que la novia eligiera. El elegido fue
Menelao, hermano de Agamenón. Así, Helena se casó con Menelao y éste heredó el trono de
Esparta.
De entre las hijas de Nereo destacaba una por su belleza, Tetis. De ella se enamoró también
Zeus, pero Prometeo le advirtió que el hijo que tuviera la chica sería más poderoso que su padre y
que podría arrebatarle el poder. Ante esta situación Zeus renunció a la ninfa (para evitar que le
sucediera lo mismo que él había hecho con su padre), y para que su hijo no tuviera mucho poder
decidió casarla con un mortal, Peleo. Éste era hijo de otro hijo de Zeus, Éaco, pero había sido
desterrado por su padre de su isla, Egina, junto con una parte de su pueblo, los mirmidones (“pueblo
de hormigas”, y vivía en una ciudad de Tesalia, Ftía. A pesar del rechazo inicial de Tetis, las bodas
se celebraron, y a éstas fueron invitados todos los dioses excepto Eris, la discordia. Pero ésta,
enfadada se presentó en el banquete y lanzó sobre la mesa una manzana con un letrero que decía:
“Soy para la más bella”. Ante esto, tres fueron las diosas que se creyeron con derecho para tener la
manzana: Hera, Atenea y Afrodita. En la disputa decidieron que el propio Zeus fuera el juez que
dijera a quién le correspondía la manzana, pero el dios (ante tal panorama) rehusó involucrarse y se
decidió que actuara como juez un mortal que tenía fama de ser uno de los más bellos. El elegido fue
Paris.
Por su parte Tetis y Peleo tuvieron un hijo al que los dioses le vaticinaron una gran fama,
Aquiles. Éste tenía una parte inmortal y otra mortal, por lo que su madre quiso eliminar esta última
introduciendo al niño en un fuego sagrado (o agua, según otras versiones) cogiéndolo por los
talones. Cuando la diosa ya estaba a punto de terminar de hacer inmortal al niño fue sorprendida por
Peleo, por lo que, irritada, abandonó la casa, pero el niño todavía era vulnerable en los talones.
Pasó así el tiempo y las diosas, guiadas por Hermes, acudieron al monte Ida a ver a Paris y
que éste decidiera sobre el juicio de la manzana.

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Las tres diosas, que querían ganar, intentaron sobornar a Paris, y así, según versiones, Hera
le ofreción el dominio del mundo, Atenea la sabiduría y Afrodita el amor de la mortal más bella,
que era Helena. Paris eligió a Afrodita, por lo que ésta le prometió que Helena se enamoraría de él.
El problema era que Helena ya estaba casada.
Tras esto Paris volvió a Troya, donde fue acogido de nuevo, y con su hermano mayor,
Héctor, participó en una expedición comercial a Grecia. Así llegaron a Esparta, donde fueron
acogidos por el rey Menelao. Pero allí Paris sedujo a la reina Helena y después se la llevó con él a
Troya (bien por decisión propia de la chica, bien porque la raptó).
Cuando Menelao se enteró de lo sucedido montó en cólera y convocó a su hermano
Agamenón y a todos los reyes griegos que se habían comprometido a defender al marido de Helena.
Se formó así una expedición griega hacia Troya para rescatar a Helena. En ella, además de
Agamenón y Menelao, participaron, entre otros, Odiseo, rey de Itaca, Diomedes, rey de Argos,
Áyax de Salamina, Áyax de Lócride, Aquiles de Ftía, Filoctetes, de Magnesia, Néstor de Pilos,
Idomeneo de Creta, etc., etc.
El ejército se reunió en el puerto de Áulide, pero una vez allí los vientos dejaron de soplar,
por lo que la flota no podía partir. Ante esta situación el adivino Calcante dijo que eso se debía a
que la diosa Ártemis retenía los vientos porque estaba enfadada con Agamenón, pues éste en una
cacería había presumido de ser mejor cazador que la diosa. Por ello la diosa reclamaba que se le
sacrificara a una hija de Agamenón. A regañadientes Agamenón aceptó e hizo venir de Micenas a
su hija Ifigenia (además tenía otros tres: Electra, Crisótemis y Orestes), con la excusa de que antes
de partir quería casarla con Aquiles (que no sabía nada). También sin saber las verdaderas
intenciones, Clitemnestra envió a la chica a Áulide, pero ésta cuando iba a ser degollada fue
cambiada por obra de la diosa por una cierva, y se la llevó a un lejano país llamado Táuride.
(Posteriormente Clitemnestra se enteró de las verdaderas intenciones de su marido, por lo que juró
vengarse).
Pudo así la flota ponerse en camino y llegar a Troya, pero esta ciudad estaba rodeada de
unas murallas casi inexpugnables y además contaba con aliados de las regiones vecinas (lidios,
licios, e incluso etíopes y las amazonas, posteriormente). Por ello los griegos no puedieron tomarla
y, en cambio, sí saquearon algunas otras ciudades de los alrededores.
Y ya llevaban nueve años de asedio sin conseguir conquistar la ciudad, cuando un sacerdote
de Apolo de una ciudad vecina conquistada por los griegos, Crises, se presentó en el campamento
griego para pedirle a Agamenón que le devolviera a su hija Criseida, a la que había convertido en su
esclava. Al principio Agamenón se negó, por lo que el sacerdote le pidió al dios Apolo que enviara
una epidemia de peste al campamento griego. Con ello Agamenón se vio obligado a devolver a su
esclava, pero, a cambio, le quitó a Aquiles la suya, Briseida.
Ante esta afrenta, Aquiles, considerado el más valiente y poderoso de los guerreros griegos,
decidió dejar de combatir, de tal manera que los griegos empezaran a perder ante los troyanos. Así
continuó la guerra, en la que los dioses llegaron a ponerse al lado de un bando u otro según sus
propios intereseses, participando incluso en las propias batallas. Aunque hubo victorias por ambos
bandos (e incluso un guerrero griego, Diomedes, llegó a herir a Ares y a Afrodita en la batalla, con
lo que ésta posteriormente se vengará del rey), los troyanos fueron avanzando y llegaron incluso a
incendiar algunos barcos griegos. Por ello, Patroclo, un amigo de Aquiles, le pidió que le prestara
sus armas para ayudar a los griegos, ya que él se mantenía en su negativa de combatir. Aquiles
accedió pero le adviritió a su amigo que no se enfrentara a Héctor, el mejor de los troyanos. No
obstante, en el fragor de la lucha Patroclo se enfrentó a Héctor, y éste lo mató pensando que se
trataba de Aquiles.
Cuando Aquiles se enteró de lo sucedido, volvió a la guerra lleno de cólera, deseando
vengarse de Héctor, a pesar de que sabía que si lo mataba él moriría poco después (pues él podía

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CC2. UNIDAD 4

elegir entre una vida corta y gloriosa o una larga y anónima, y opta por la primera). Tras un duro
enfrentamiento Aquiles mató a Héctor, pero no contento con esto, se negó a respetar el cadáver, y
atándolo a su carro daba continuas vueltas alrededor de Troya con él, durante varios días.
Finalmente, el propio rey Príamo, oculto de noche, se presentó en la tienda de Aquiles en el
campamento griego, y consigue convencer a Aquiles para que éste le devuelva el cadáver de su hijo
para así poder honrarlo.
Posteriormente hubo otros muchos sucesos, y la muerte de muchos héroes, como la del
propio Aquiles, víctima de una flecha lanzada por Paris y desviada por Apolo hacia el talón del
héroe.
Sin embargo los griegos seguían sin poder conquistar Troya, hasta que, en el décimo año de
guerra, Odiseo ideó una estratagema. Se trataba de construir un gran caballo de madera y dejarlo
una noche en la orilla del mar, cerca de las murallas de la ciudad. Sin que los troyanos lo supieran,
unos cuantos guerreros griegos se esconderían dentro del caballo, y el resto del ejército simularía
que con sus barcos volvía a Grecia (en realidad, se ocultaron detrás de una isla cercana).
Cuando los troyanos vieron el caballo y la playa despejada no sabían qué hacer, pero en ese
momento apareció un griego, Conón, que decía que los griegos lo habían abandonado allí antes de
irse por haberlos criticado, y que el caballo lo habían dejado como ofrenda a los dioses para tener
un regreso tranquilo y favorable, pues se habían dado cuenta de que no podían conquistar la ciudad.
Muchos troyanos se llenaron de alegría al comprobar esto, e incluso quisieron introducir el caballo
en la ciudad, para que les trajera suerte a ellos y como trofeo de guerra. Sin embargo, en ese
momento se presentó el sacerdote Laocoonte diciendo que no se fiaba de los griegos aunque
ofrecieran regalos, y que había que quemar el caballo. Pero entonces apareció en la playa una
serpiente gigantesca que devoró a Laocoonte y a sus hijos. Esto se interpretó como un augurio y se
decidió así introducir el caballo en la ciudad, a pesar también de las advertencias de Casandra, otra
hija del rey Príamo. Pero a ésta no la creyeron, pues la tenían por loca a consecuencia de una
maldición de Apolo.
Esa noche los troyanos celebraron con fiestas y vino el fin de la guerra, pero cuando todos
estaban borrachos y dormidos, los griegos salieron del caballo y empezaron una matanza sobre los
troyanos. Además abrieron las puertas de las murallas para que el resto de griegos, que habían
salido de su escondite y estaban ante la ciudad, entrara.
Con ello los griegos mataron a todos los troyanos, incluidos los niños (fue el propio Odiseo
el que propuso matar al hijo de Héctor, el niño Astianacte, para que no vengara la ciudad al crecer),
y cometieron todo tipo de barbaridades y violaciones, y convirtieron en esclavas de diferentes reyes
a las mujeres supervivientes. Además destruyeron completamente la ciudad. (Sólo pudo escapar,
junto con unos acompañantes, Eneas, hijo de la diosa Afrodita, que tras múltiples peripecias llegó a
Italia, a las costas del Lacio, donde generariones después dos de sus descendientes, Rómulo y Remo
fundaron la ciudad de Roma).
Ante tantas crueldades y maldades que cometieron los griegos, los dioses les retiraron sus
favores, con lo que muchos de ellos tuvieron muchísimas dificultades en sus viajes de regreso a sus
casas, e incluso allí también se encontraron con problemas.
Así, Agamenón en cuanto llegó a Micenas fue asesinado por su mujer Clitemnestra y el
amante de ésta, Egisto. Y esto llevó a que al cabo de unos años la hija, Electra, convenciera a su
hermano Orestes para que matara a su madre (y a su amante), lo que también ocasionó que el propio
Orestes enloqueciera por los remordimientos por haber matado a su propia madre (aunque fuera
para vengar a su padres).
Por su parte, Odiseo pasó otros diez años vagando perdido por mares desconocidos, donde
visitó extraños lugares poblados muchos de ellos por monstruos y personajes peligrosísimos, y
cuando por fin pudo llegar a su isla, Itaca, se encontró en su casa con unos crueles pretendientes que

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CC2. UNIDAD 4

querían casarse con su mujer Penélope y desposeerlo del trono a él (pues pensaban que estaba
muerto) y a su hijo Telémaco. Tras muchos problemas Odiseo mató a todos los pretendientes, y
aunque recuperó su trono y a su mujer, posteriormente tuvo que purificarse por la matanza que
había realizado.
Otro griego, Teucro, hermano de Áyax (el segundo mejor combatiente griego), fue
expulsado del reino por su padre por no haber defendido a su hermano, pues éste se suicidó ante la
afrenta de lo griegos que le entregaron a Odiseo y no a él las armas de Aquiles cuando éste murió.
El otro Áyax, de Lócride, naufragó como castigo de los dioses, pues fue él el que mató al
anciano Príamo, indefenso, y a su mujer, Hécuba, y además violó a Casandra bajo la estatua de
Atenea. Áyax, no obstante, consiguió salvarse sujetándose a unas rocas y alardeó de que ni los
dioses podían acabar con él, pero en ese momento Zeus lo fulminó con un rayo.
Diomedes (el que había herido a Afrodita) estuvo a punto de correr la misma suerte que
Agamenón, pues a su vuelta su mujer (que también tenía un amante) quiso matarlo, pero Diomedes
se dio cuenta a tiempo y pudo huir a Italia y exiliarse allí.
Idomeneo, el rey de Creta, se vio envuelto a su regreso en una tormenta, por lo que juró que
si se libraba de ella sacrificaría al primer ser vivo que viera al llegar a su isla. Pero éste resultó ser
su propio hijo, por lo que tuvo que matarlo, lo que conllevó el descontento y las revueltas de la
población.
Etc., etc.

Tras los sucesos de la guerra de Troya, en la mitología griega ya aparecen pocos episodios,
pues con ella casi se puso fin a la edad de los héroes. Curiosamente, por los testimonios de la
arqueología sabemos que poco después del momento en el que la mitología sitúa la guerra de Troya
(1200 a.C.), Grecia entra en una profunda crisis (tal como también reflejan algunos relatos
mitológicos). Ello se debió bien a causas de revueltas internas dentro de las sociedades micénicas,
bien a la invasión de otros pueblos griegos procedentes del norte, pero ajenos a la cultura micénica,
los llamados Dorios (lo que la mitología recogería como el regreso a Grecia de los Heráclidas, los
descendientes de Heracles). El caso es que es en este momento cuando desparece la cultura
micénica, y se pierde, entre otras cosas, su escritura. Empieza así el llamado periodo oscuro (1100
a.C.), que fue en el que se gestaron las grandes leyendas griegas como reflejo de una pasado
glorioso, tal como surgiran al iniciarse el período histórico con la época arcaica y la invención de la
escritura griega (siglo VIII a.C.)

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CC2. UNIDAD 4

II.- LA VIDA COTIDIANA Y SOCIAL.

II.A.- LA MUJER GRIEGA Y ROMANA. EL MATRIMONIO EN


GRECIA Y ROMA. EL GINECEO/ANDROCEO.
A) Introducción. La mujer griega y romana.

En las sociedades patriarcales griegas, de claro predominio masculino, las mujeres ocupaban
un lugar postergado en la comunidad, inferior legalmente, que podemos asimilar a una categoría
social dependiente. De esta manera, a lo largo de toda su vida la mujer estaba sometida a un tutor
(κύριος) que ejercía sobre ella una autoridad soberana. Exentas del servicio militar en una sociedad
que vinculaba estrechamente la participación en la milicia con los derechos, las mujeres recibían
una educación elemental, reducida prácticamente a saber leer, escribir, hacer cuentas y al
conocimiento de sus obligaciones domésticas, carecían de derechos políticos y tenían limitadas sus
capacidades económicas y civiles.
La mujer se integraba en la vida comunitaria mediante el matrimonio, que concertaban los
hombres, y la religión, ámbito en el que se la considera ciudadana con plenos derechos. En el
matrimonio imperaba una doble moral sexual, de modo que a las mujeres no les estaba permitido el
adulterio mientras que los hombres podían tener relaciones extraconyugales con ambos sexos
(excepto con una ciudadana casada). Pero no debemos imaginarnos a las mujeres griegas recluidas
completamente en el gineceo (habitaciones de la casa destinadas a las mujeres). Sus salidas, por
varios motivos, visita a una vecina o pariente, determinadas fiestas o un funeral, parecen frecuentes.
Las mujeres nobles no vivían desde luego encerradas y muchas de clase baja compraban y vendían
en el ágora y desempeñaban los más variados oficios como taberneras, panaderas, vendedoras de
fruta, etc.
La mujer, en su casa, solía estar ocupada en numerosas tareas domésticas. Ella se encargaba
de la cocina, la limpieza, el lavado de la ropa, el abastecimiento de agua y el llenado de las lámparas
de aceite. Parte importante de su tiempo se consumía en el telar. Era normal que estuviera ayudada
por alguna esclava. Sus obligaciones iban más allá de estas ocupaciones, y, de hecho, sobre ella
recaían graves responsabilidades: debía ordenar toda la vida de la casa, vigilar a los sirvientes,
cuidar de que todo estuviera en orden, ocuparse de la crianza y las necesidades de los hijos y, sobre
todo, administrar y regular el consumo con mesura y previsión, sin que una excesiva parquedad
provocara tensiones y reproches y sin caer tampoco en el despilfarro, era la “oikonomía” (la
administración de la casa), sin la cual era imposible el funcionamiento normal de las familias y de la
vida griega. Su trabajo dentro de la casa le dejaba poco espacio para el ocio y el aburrimiento. En
cambio, las fiestas, procesiones y celebraciones religiosas suponían ocasiones muy especiales para
apartar momentáneamente sus preocupaciones cotidianas, mostrar su belleza y su posición.
Con todo, la mujer ateniense del período clásico estaba excluida de los asuntos de la pólis.
Madre y mujer de ciudadanos, ella misma podía ser ciudadana o no ciudadana, esclava o libre, pero
cabría decir que mantenía un tono menor con respecto al hombre. En el fondo, era considerada una
eterna menor de edad, controlada siempre por un varón, relegada a las labores del interior del hogar
y al gobierno de la hacienda (aunque en otros estados, como Esparta, Tebas, Lesbos o Corinto
parece ser que la mujer gozaba de mayor libertad e independencia con respecto a su padre, marido o
tutor).
El papel principal de la mujer, desde el punto de vista político, fue, por tanto, el de proveer a
su patria de los futuros ciudadanos necesarios para el buen funcionamiento de la misma. Su función
era, sin duda, importante y debía completarse propocionándoles a los hijos varones una buena
educación.
Por ello, la fidelidad del varón respecto a su esposa radicaba en respetarle su condición de
mujer legítima, conforme a la promesa del matrimonio. Las otras mujeres con las que el marido
podía intimar, la παλλακή o concubina, la ἑταίρα (hetera) o compañera de reuniones sociales, y la

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CC2. UNIDAD 4

πορνή o prostituta, no atentaban contra su situación de esposa principal y de madre. Ella, en


cambio, sí debía ser totalmente fiel. El incumplimiento de esta cláusula le podía costar su posición
en el hogar.

En cambio, las mujeres romanas gozaban de mucha más libertad que las griegas, sobre todo,
una vez casadas. Las matronas romanas acompañaban a sus maridos a los banquetes, al teatro y a
las termas y, asimismo, iban de compras por la ciudad y visitaban frecuentemente a sus amigas.
Con todo, hay excepciones tanto en Grecia como en Roma, y hubo mujeres que, a pesar de
las trabas que la sociedad les imponía, fueron grandes artistas o tuvieron gran influencia en la
política. De entre ellas podemos nombrar a: Safo de Lesbos, poetisa muy admirada en vida por los
griegos; Aspasia, mujer sabia y entendida en política; Hortensia, que defendió frente a los triunviros
los derechos de las mujeres; Sulpicia, poetisa romana; Hipatia, filósofa y matemática de Alejandría,
asesinada por fanáticos cristianos; Julia Domna, que organizaba tertulias literarias, etc.

B) El Matrimonio en Grecia.

El acto fundamental de matrimonio era la “engyesis”, un acuerdo entre el pretendiente y el


“kírios” de la chica, donde se estipulaba la dote; al acto asisten testigos, pero seguramente la futura
esposa no estaría presente. El esposo, si es mayor de edad, no necesita la representación de su
padre, si bien tal vez lo consultara y eligieran juntos la esposa, de acuerdo con las relaciones
sociales que más les interesen mantener o reforzar. No había una edad fija para el matrimonio: las
mujeres pueden casarse desde la pubertad (aunque lo normal son los 15 ó 16 años) y los hombres no
antes de los 20 (aunque los 30 se consideraba la edad ideal).
La “engyesis”, que es un acto ritual de fuerza sagrada, es a todos los efectos un matrimonio
legal, aunque el matrimonio propiamente dicho, la “écdosis”, se suele celebrar después. La
ceremonia principal del γάμος (matrimonio) es el traslado de la esposa a casa del marido. Las
fechas elegidas suelen ser las de luna llena de un mes de invierno, normalmente el séptimo mes,
Gamelion (febrero-marzo), dedicado a Hera.
La víspera de la boda se ofrece un sacrificio a los dioses del matrimonio: Zeus, Hera, etc., y
se consagran los juguetes de la novia a los dioses. Sigue un baño ritual de purificación, común para
el novio y la novia.
El día de la boda las casas de los contrayentes se decoran con olivo y laurel. El sacrificio y
el banquete se celebran en casa de la novia. Ella se presenta coronada de flores, con velo y
acompañada por el “pároco”. El banquete nupcial lo celebran separados hombres y mujeres, y en él
se consumen platos tradicionales, como las tortas de sésamo. Al final del banquete la novia recibe
los regalos y al anochecer se forma la comitiva hacia la casa del marido; normalmente van juntos en
un carro. La novia lleva consigo un telar y un tamiz, símbolos de su actividad doméstica. La
comitiva de familiares y amigos los sigue cantando el “himeneo” (himno nupcial). Al llegar a casa,
la novia es recibida por los padres del marido; sobre su cabeza se extienden nueces e higos secos
(símbolo de bienvenida) y se le ofrece la tarta nupcial de sésamo y miel, y un membrillo o un dátil
(signo de fecundidad).
Después, los esposos se encerraban en la cámara nupcial, y al día siguiente los padres de la
novia iban a llevar la dote prometida.
Como todos los ritos del matrimonio están destinados a la prosperidad de la casa y no a la de
la pareja, el marido siempre puede repudiar a la mujer, y debe hacerlo obligatoriamente (bajo pena
de “atimía”) en caso de adulterio o, en menor medida, de esterilidad de ella, aunque el embarazo no
es un obstáculo para el repudio. En cualquier caso, debe devolverle la dote. Si es la mujer quien
desea separarse debe acudir al arconte con un pliego de cargos (aunque la infidelidad del marido no
era causa suficiente); con todo, no está bien visto abandonar al marido.
En cuanto a la viuda, tenía que casarse con quien hubiera dispuesto el marido antes de morir,
si así lo había hecho; o con quien decidiera su nuevo tutor legal.

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CC2. UNIDAD 4

C) El Matrimonio en Roma.

Como en Grecia, el matrimonio romano era una cuestión privada y tenía como fin el
nacimiento de hijos que aseguraran la continuidad de la familia y los cultos familiares. Iba
precedido de la ceremonia de los esponsales, en la que los novios intercambiaban regalos y anillos.
La fecha de la boda se fijaba con mucho cuidado, evitando los días de mal augurio. La
víspera, la novia consabraba sus juguetes, y su casa era adornada con guirnaldas y flores.
La novia vestía una túnica blanca, larga hasta los pies, ceñida por un cinturón anudado de un
modo especial, y se cubría con un velo de color anaranjado. La boda consistía en un sacrificio a los
dioses, después del cual se firmaban las tabulae nuptiales (contrato matrimonial), en presencia de
testigos. El momento más solemne era cuano la pronuba (matrona, casada una sola vez), que hacía
de madrina, unía las manos derechas de los novios. Posteriormente, se celebraba el banquete en casa
de la novia.
Después del banquete, el novio simulaba el rapto de la novia: fingía arrancarla de los brazos
de su madre, mientras sus familiares simulaban lloros y lamentos. A continuación, se formaba un
cortejo que conducía a la novia hacia la casa del novio. Éste se adelantaba para recibirla en la
puerta. Durante el traslado, se daban gritos rituales y se cantaban canciones picarescas. La novia
llevaba el huso y la rueca, símbolos de su futura vida doméstica. Al llegar a la casa, el novio le
preguntaba cómo se llamaba y ella respondía: ubi tu Caius ego Caia, “si tú eres Gayo, yo soy
Gaya”. Entonces los acompañantes elevaban a la novia para evitar que tropezara al cruzar el
umbral, lo cual habría significado un mal augurio.
Al día siguiente, la recién casada, vestida ya de matrona, hacía un sacrificio a los dioses de
su nuevo hogar y tenía lugar un banquete al que asistían los familiares más próximos.

En cuanto a las formas jurídicas de matrimonio, Roma, durante su historia, desarrolló


distintas formas legales relacionadas con la tutela de la mujer y el ejercicio de la patria potestad por
parte del marido o del padre de la novia:
Matrimonio in manum: La palabra latina manus, en el lenguaje jurídico romano, significa
“poder o dominio que uno tiene sobre otro”, muy especialmente del marido sobre la mujer, aunque
también del dueño sobre los esclavos. En esta forma de matrimonio, que es la más antigua, el padre
cedía la patria potestad de la hija al marido; éste era, por tanto, el que tenía dominio absoluto sobre
la mujer y era el propietario de sus bienes, incluso de la dote. La mujer pasaba a depender en todo
de la familia del marido y quedaba legalmente desvinculada de su familia de origen.
Matrimonio sine manu: La esposa seguía sometida a la patria potestad de su padre. Con ello
su marido no sería jamás titular de sus bienes y la mujer gozaba de considerables ventajas, pues.
según la ley romana, al morir un padre de familia, obtenían derecho de herencia todos los sometidos
a su patria potestad. Si la familia tenía recursos, la mujer, en la práctica, disfrutaba de
independencia económica y libertad de acción, con la única restricción de que, al morir el padre, era
obligatorio que tuviera un tutor legal. Pero la ley llegó a darle incluso la prerrogativa de elegir
libremente a ese tutor, con lo que incluso se dieron casos de tutores “a sueldo” que cumplían
enteramente la voluntad de la mujer. Este tipo de matrimonio llegó a ser el más común en época
clásica.

II.B.- EL NACIMIENTO Y LA MUERTE. FIESTAS Y RITOS


RELACIONADOS
1./ El nacimiento.

En Grecia, ya desde su nacimiento, los hijos y las hijas eran recibidos de distinta forma. Si
el racién nacido era un niño, se adornaba la puerta de la casa con olivo; si era niña, con madejas de
lana; claros símbolos de sus repectivas ocupaciones en la vida.

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CC2. UNIDAD 4

La familia celebraba el nacimiento del varón con una fiesta, lo que implicaba su
reconocimiento por parte del padre. Si no había fiesta, el hijo no era reconocido y se la abandonaba,
“se le dejaba expuesto”.
Las causas de abandono podían ser económicas, la inseguridad del padre de que el hijo fuera
suyo, la existencia de algún defecto físico en el hijo o la edad muy avanzada de los padres. En estos
casos, el padre podía abandonarlo en una canasta cerca de un tamplo, donde fuese fácilmente
visible, por si alguien quería adoptarlo. Las niñas eran abandonadas con más frecuencia.
Si el niño era reconocido por su padre, a los diez días le era impuesto su nombre. El primer
hijo solía recibir el nombre de su abuelo paterno, y los siguientes hijos, el de otros parientes. Por
eso podemos encontrar tantos nombres repetidos en Grecia: Jenofonte, Esquines y Diógenes son
algunos de los más comunes.
A la hora de escoger un nombre para sus descendientes, los griegos seguían diferentes
criterios (y éstos solían ser parlantes, con significado): podían inspirarse en el nombre de los dioses,
como Apolonio, por el dios Apolo; resaltar una cualidad física, como Pierro, “el rojo”; o destacar
una circunstancia especial del nacimiento, como Epicteto “hijo adoptivo”.
Tras el nombre, los griegos no llevaban apellidos, sino el nombre de su padre (Cimón, hijo
de Milcíades) o el nombre de su lugar de origen, el demos (Diodoro de Sicilia).
No sólo existía en Grecia una aptitud diferente respecto al sexo del reción nacido. También
la había respecto al número óptimo de descendencia. El matrimonio, naturalmente, debía ser
fecundo, pero no en exceso.

En Roma, el hombre tomaba a una mujer con el fin de tener hijos, pero no tenía obligación
de reconocerlos a todos. Un hijo sólo era legítimo si nacía de un matrimonio válico y era reconocido
por su padre. Para reconocerlo, tenía que cogerlo entre sus brazos y levantarlo en alto, en una
ceremonia que tenía lugar ante el fuego familiar, a los ocho días de nacer. La ceremonia consistía en
purificar al nuevo hijo y colocarle un colgante con un medallón alrededor del cuello. En ese
momento se le imponía el praenomen, “nombre de pila”.
Si el padre no lo levantaba, significaba que no reconocía al nacido como hijo suyo, y este
podía ser expuesto o vendido.
El nombre de un ciudadano romano tenía tres elementos: praenomen, “el nombre de pila”;
nomen, “el apellido”, y el cognomen, “el sobrenombre” o “mote”, que podía designar el lugar de
origen, una cualidad física o un defecto. Por ejemplo, un romano se podía llamar:

PRAENOMEN NOMEN COGNOMEN NOMBRE COMPLETO


nombre apellido familiar mote
Caius Iulius Caesar Cayo Julio César
Dicen que César recibió este sobrenombre
porque nació por medio de cesárea.
Marcus Tullius Cicero Marco Tulio Cicerón
Cicerón tenía una verruga en forma de guisante
en la nariz; y eso es lo que significa cicero en
latín.
Publius Ovidius Naso Publio Ovidio Nasón
Este personaje era famoso por su descomunal
nariz

Las niñas recibían sólo el apellido: Cornelia, Tulia, Julia, Antonia. Y si había varias en una
familia, las distinguían como Antonia la Mayor, Antonia la Menor, ...; o Antonia Primera, Antonia
Segunda... Algunos nombres de mujeres romanas muy conocidos son: Terentia Prima, Julia Domna,
Modia Quintia, etc.

2./ La muerte y sus rituales.

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CC2. UNIDAD 4

Para los griegos es una obligación ineludible dar sepultura a los muertos. Si no se hace así,
el alma del difunto no descansará ni podrá entrar en la mansión de Hades, el mundo subterráneo
donde creen que van las almas del que mueren y se dedicará a perseguir a sus parientes por haber
descuidado el cumplimiento de sus deberes.
En Grecia cuando muere una persona son las mujeres las encargadas de prepararlo para el
funeral. En primer lugar, se le coloca en la boca una moneda de un óbolo, moneda de escaso valor,
para que, según se cree, su alma pueda pagar el pasaje al barquero Caronte, encargado de hacer
pasar en su barca a las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, que separa el mundo de
los vivos del de los muertos. Luego se lava el cadáver, se le echan bálsamos perfumados, se le
ponen coronas de flores, se le viste de blanco y se le expone a la vista de todo el mundo con los pies
dirigidos hacia la puerta de la casa: esto es la próthesis (lo que nosostros diríamos “estar de cuerpo
presente”). Junto a la cabeza se coloca un tarro de aceite, el llamado lécito, y en la mano una torta
de miel. Una vez dispuesto así, familiares y amigos rinden su último adiós al difunto. Las mujeres
prorrumpen en llantos y gemidos, se golpean el pecho, se arrancan los cabellos y se arañan las
mejillas. A veces incluso desgarran la ropa y se echan polvo en la cabeza. Es corriente contratar
también plañideras profesionales, mujeres encargadas de provocar el llanto en los asistentes. Como
el contacto con los difuntos se cree que provoca inpureza o contaminación, en la puerta de la casa se
coloca un recipiente con agua para que los asistentes, al salir, se laven.
El entierro, ekforá, se hace al día siguiente de la exposición del cadáver, a primeras horas de
la mañana. Éste se coloca en unas andas –un tablero de madera con dos varar paralelas- y es llevado
por los amigos a hombros o en un carro. En el cortejo que se forma, los hombres van delante, las
mujeres detrás junto con plañideras y flautistas alquilados para la ocasión. A partir del siglo VIII lo
habitual era la inhumación, el enterramiento de los cadáveres, mientras que la cremación, el
quemarlos o inicnerarlos, era lo normal en la época de Homero. Cuando se les entierra se les
introduce en un sarcófago o sobre un lecho de hojas y a su lado se ponen vasos de cerámica y otros
objetos que hayan pertenecido al finado. Si se le incinera, sus cenizas son recogidas por un hijo o
familiar y se guardan en una urna funeraria. No son usuales los elogios fúnebres. En su lugar el
difunto es saludado pronunciando tres veces su nombre. Después de la ceremonia se celebra en casa
del pariente más cercano un banquete fúnebre.
Sobre la tumba se pone un túmulo de tierra, un montículo, y sobre éste una losa clavada en
el suelo, la estela, en la que se graba su nombre. Los ricos levantan a sus muertos bellos
monumentos funerarios. Los cementerios suelen estar a ambos lados de los caminos de acceso a las
ciudades, como el conocido del Cerámico, en Atenas. El luto suele consistir en llevar vestidos
negros y el pelo muy corto, aunque las costumbres varían de una ciudad a otra.

También en Roma la muerte se rodea de complicados ritos, sobre todo si el finado es de


clase alta o ha sido un personaje destacado en la vida pública de la ciudad. Cuando la persona está a
punto de morir, uno de sus seres queridos recoge en un beso su último suspiro y le cierra los ojos.
Una vez muerto se produce la conclamatio que consiste en llamarle por su nombre en voz alta.
Luego comienza la preparación del cadáver, reservada a las mujeres o a los empleados de la
funeraria (pollinctores). Se le lava con agua caliente, se le perfuma con ungüentos, se le viste con
sus mejores ropas (si es ciudadano lleva la toga; si es magistrado se le pone la praetexta), se le
coloca sobre el lectus funebris y se le expone en el atrio de la casa, la pieza principal. También aquí
dentro de la boca del muerto se introduce una moneda para pagar a Caronte. Alrededor del cadáver
se encienden lámparas, y se colocan coronas de flores. Igualmente las mujeres son las encargadas
de manifestar el dolor con lamentos, arrancándose los cabellos, golpeándose el pecho y rasgándose
lo vestidos. El tiempo de exposición del cadáver depende de la condición social del finado: los
pobres son enterrados en el mismo día, los emperadores se exponen durante una semana.
Los funerales de los niños y de los pobres se hacen rápidamente y por la noche; los de los
hombres de familia ilustre se hacen de día y con mucho ceremonial. También existía una floreciente
industria de pompas fúnebres que a cambio de un pago se encargaban de todos los detalles del
funeral.

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CC2. UNIDAD 4

El cortejo fúnebre, que se denomina la pompa (de ahí la expresión pompas fúnebres), en los
funerales de importancia va precedido de flautistas y avanza al son de trompas y tubae (especie de
trompetas); siguen después gente con antorchas y plañideras contratadas para la ocasión que alaban
al difunto. Lo más curioso es que este pueblo, tan aficionado a reírse de todo, ve bien que en una
ocasión trn triste en el cortejo se incluyan bailarines y mimos que hacen chistes y se burlan del
muerto. Además, delante del féretro llevan sobre carros a personas disfrazadas y con la máscara de
los antepasados más ilustres de la familia. El cadáver va en un ataúd descubierto y tras él las
personas de la familia enlutadas y las mujeres con el cabello suelto y manifestadno su dolor. Cierran
la procesión personas que portan unos carteles en los que figuran los cargos desempeñados por el
difunto, sus hazañas más importantes, etc.
Cuando es un difunto ilustre ell cortejo pasa por el Foro y se detiene en él y el hijo o un
pariente próximo pronuncia la laudatio funebris, un discurso en el que se le elogia. Luego llega el
momento del entierro. En Roma existían, como en Grecia, dos procedimientos, la cremación y la
inhumación. Durante la época republicana y los primeros momentos del Imperio la cremación
estaba reservada a los ricos, mientras la inhumación se reservaba a los pobres y a los esclavos.
Conforme avance el Imperio la influencia del cristianismo se dejará notar, imponiéndose la
inhumación como único rito funerario, de igual modo para los ricos. Respecto a la cremación, es
costumbre que el lugar donde se queme el cadáver sea diferente del lugar donde se depositen las
cenizas. Para quemarlo, el cadáver se deposita en una pira formada por leña amontonada. Sobre el
cadáver colocado en la pira amigos y parientes echan diversos objetos, vestidos, ornamentos, etc. La
pira la enciende un pariente o amigo y consumida la hoguera se apaga con vino y los familiares
recogen los huesos, que se mezclan con perfumes o miel antes de meterlos en la urna funeraria. Ésta
se suele colocar en un columbario –nichos dispuestos en un muro donde se guardaban las cenizas
funerarias (el nombre deriva del hecho de que recordaban a nidos de palomas, columba en latín)- o
se deposita en el suelo con un monumento funerario encima. Son corrientes las inscripciones
funerarias con una dedicatoria el finado o dirigidas a los caminantes, pues aquí, como en Grecia, los
cementerios están junto a las vías que llevan a la ciudad. También se emplean fórmulas funerarias,
como HSE (Hic situs est, “Aquí está enterrado”) y STTL (Sit tibi terra levis, “Que la tierra te sea
leve”). En Roma, a diferencia de Grecia, la gente, en señal de luto, se deja crecer mucho el cabello
–y los hombres la barba-.

II.C.- LOS JUEGOS OLÍMPICOS Y LOS JUEGOS ROMANOS.


1./ Juegos Olímpicos.

Habitualmente, en Grecia alrededor de un santuario y con motivo de alguna festividad, se


celebraban concursos y juegos (musicales, literarios, atléticos, etc.). Precisamente, estos juegos
atléticos cobraron especial importancia, sobre todo alrededor de cuatro santuarios que permitían la
participación a todos los griegos (juegos panhelénicos): Los juegos Olímpicos, en Olimpia, los
juegos Píticos, en Delfos, los juegos Ístmicos, en Corinto, y los juegos Nemeos, en Nemea.
Precisamente los Juegos Olímpicos eran los más famosos de estos certámenes. Fueron
reorganizados en el año 776 a.C. (esta fecha marca el inicio del cómputo anual en el calendario
griego), y se celebraban en honor del Zeus de Olimpia (situada en la región de Élide, al noroeste del
Peloponeso). Tenían lugar cada cuatro años, durante el verano (julio-agosto), y duraban siete días.
Los eleos llegaron a controlar aquel santuario y nombraron a los Helanódicos (jueces de los
griegos), que se ocupaban de la organización de la fiesta. Antes de la apertura, los eleos enviaban
delegados (los espondóforos) a todas las ciudades de Grecia para anunciar la fiesta e invitar a las
autoridades. Si aceptaban, se sellaba con ese Estado la observancia de una tregua sagrada (asilía), la
denominada tregua olímpica, que suspendía las eventuales hostilidades en estados durante unos
cuarenta días para facilitar el desplazamiento y regreso de los visitantes a Olimpia.

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Los atletas, para poder participar, debían ser griegos y libres de nacimiento. No eran
admitidos, por tanto, ni los bárbaros ni los esclavos ni los condenados por ciertas faltas o delitos. A
las mujeres no se les permitía presenciar los juegos y sólo la sacerdotisa de Deméter se hallaba
exceptuada de la prohibición, ocupando además el puesto de honor. El primer día se dedicaba a los
sacrificios y a la presentación por los atletas del juramento olímpico; en caso de fraude los
Helanódicos castigaban al perjuro y lo excluían pepetuamente de los juegos. Las competiciones
duraban cinco días. En la última jornada se procedía a distribuir a los vencedores el premio,
consistente en una corona tejida con hojas del olivo sagrado que, según la tradición, Heracles había
plantado en Olimpia. Lo vencedores en las distintas pruebas, que eran llamados olimpiónicos,
gozaban a los ojos de los griegos de un enorme prestigio y recibían en su patria numerosos honores
y privilegios.

Los juegos constituyeron pronto un lazo común entre los griegos, que les hacía evocar su
comunidad de origen. Con las vivencias religiosas y lúdicas festejadas en estas ocasiones, tomaban
conciencia de una estrecha solidaridad capaz de cotrarrestar particularismos y rivalidades. Daban
así un contenido más profundo a la noción de helenismo y no es exagerado considerar que los
juegos contribuyeron a perfilar un sentimiento de orgullo nacional, pues exaltaban las virtudes de
los griegos y diferenciaban su cultura de las de los bárbaros.

2./ Juegos (ludi) romanos.

Aunque es cierto que las fiestas romanas tenían un fuerte componente religioso como en
Grecia, aquí se convirtieron pronto en simple espectáculo, lo que en latín se llaman ludi, los juegos.
Dos son los tipos de ludi, los ludi circenses, que eran los celebrados en el circo y en el anfiteatro, y
los ludi scaenici, o representaciones teatrales. En Roma los ludi circenses son los más antiguos y se
celebraban en el Circo Máximo o en el Circo Flaminio, luego también en el Anfiteatro Flavio o
Coliseo. Los ludi scaenici, antes de la construcción del primer teatro de piedra por Pompeyo el año
55 a.C., se solían celebrar en teatros de madera que se montaban y desmontaban para cada
representación.
Como en Grecia, en Roma los ludi se celebraban normalmente con ocasión de las
festividades religiosas que llenan el calendario romano. Entre los más más importantes están los
ludi Apollinares, los plebeii, los Cerealia, los Romani, y los Megalenses. Junto a estos juegos
anuales que se celebran en fecha fija, hay otros juegos que podemos llamar extraordinarios. Entre
éstos los más importantes son los ludi saeculares, organizados una sola vez cada siglo, norma que
casi nunca se cumplió. A estos juegos públicos, organizados por el Estado, hay que añadir los
organizados por particulares con motivo de una celebración, un funeral importante, etc.
Las representaciones teatrales se celebran a la vez que los juegos del circo sólo en los ludi
más importantes. La organización de los juegos públicos corre a cargo de los ediles –magistrados
menores encargados, entre otras cosas, de la vigilancia de los mercados, de los monumentos, etc.-.
En época imperial, cuando el emperador organiza juegos extraordinarios, los encarga a unos
curatores ludorum, “encargados de los juegos”. Durante la República los ciudadanos que querían
conseguir un puesto de magistrado en las elecciones organizaban juegos a su costa como parte de la
campaña electoral.
Los ludi circenses son la parte fundamental de los espectáculos de juegos romanos. Dentro
de éstos, entre los más populares están las carreras de carros que se celebraban en el circo. La
estructura básica del circo es un recinto rectangular con sus lados menores curvados. En el centro
hay una pista dividida longitudinalmente por un muro, la spina, que tiene en ambos extremos unas
columnas, las metae. Los carros se colocan tras unas barreras, las carceres, que constituyen la línea
de salida. Normalmente no corres más de cuatro carros a la vez y cada carrera consiste en dar siete
vueltas a la pista.
Los carros son pequeños y ligeros y los hay de dos caballos, las bigas, y de cuatro, las
cuadrigas. El conductor del carro es el auriga y va de pie con un casco de metal y túnica corta

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ajustada. La mayor habilidad consiste en dar la vuelta a la meta haciendo una curva lo más cerrada
posible. Al pasar la meta hay que tratar de no tocarla pues se corre el peligro de que el carro
vuelque.
Los aurigas visten los colores de las factiones o grupos deportivos que luchan por conseguir
la victoria. Hay cuatro colores o factiones: el rojo, el verde, el blanco y el azul. Cada grupo tiene sus
seguidores fanáticos, y se hacen apuestas. Los triunfadores en las carreras llegan a alcanzar una
gran popularidad, casi tanta como los caballos.
Casi tan populares como las carreras de carros son los combates de gladiadores. Estos se
celebran en el anfiteatro, siendo el más importante el Coliseo de Roma, inaugurado por el
emperador Tito en el año 80 d.C. y con capacidad para unos cincuenta mil espectadores. Los
gladiadores se reclutaron en un principio entre los condenados a muerte y los prisioneros de guerra.
Luego se profesionalizaron y se formaban en escuelas especiales, los ludi gladiatorii. Antes de la
lucha desfilan ante el emperador o el magistrado que presidía los juegos con el saludo: Ave, Caesar
morituri te salutant, es decir, ¡César, los que van a morir te saludan!” Los gladiadores luchan por
parejas o en grupos designados por sorteo. Cuando uno de ellos cae herido, quien decide si muere o
se le perdona la vida es el emperador o magistrado que preside el espectáculo –casi siempre
haciendo caso a lo que los espectadores piden a gritos-: si levanta el dedo pulgar, al herido se le
perdona la vida; en cambio, el pulgar hacia abajo (pollice verso) supone la muerte. Hay varios tipos
de gladiadores según las armas que llevan y los más importantes son: los retiarii, que llevan una
red para envolver a sus contrincante y un tridente para matarlo; los tracios, que llevan un pequeño
escudo redondo y un casco que les cubre trodo el rostro, una espada corta y curva y una protección
para las piernas; los samnitas o secutores, que llevan escudo alargado y cóncavo, un casco adornado
con plumas o crines de caballo; también llevan protección en la pierna izquierda y en el brazo
derecho y son los contrincantes de los retiarii. Los gladiadores que han logrado muchos triunfos
llegan a conseguir gran fama y fortuna y son muy populares, sobre todo entre las mujeres.
También gozan de gran aceptación las venationes o cacerías, celebradas también en el
anfiteatro, y consistentes en hacer luchar entre sí a diversas fieras salvajes (leones, panteras, toros,
tigres, elefantes y rinocerontes sobre todo). La lucha a veces es entre fieras y hombres armados con
lanzas, lazos y cuchillos. Este tipo de combate era el espectáculo más sangriente de los ofrecidos
durante los ludi romanos. El colmo de la crueldad se alcanza cuando se arrojan a las fieras personas
desarmadas, normalmente condenados a muerte y, en algunas épocas, a cristianos.
Las naumachiae o combates navales son el último tipo de espectáculo ofrecido en los
anfiteatros. Para esta ocasión se inunda la arena del anfiteatro. A veces se hace en lagunas naturales.
En las embarcaciones las personas que luchan son gladiadores o criminales condenados.
En cuanto a los ludi scaenici, a veces se realizaron también fuera de las fiestas oficiales, con
ocasión de la consagración de algún templo o en los funerales de un personaje importante. Las
representaciones teatrales las organizaban los ediles, que encargaban a un dominus gregis, un
director de compañía teatral, el montaje y representación de las obras. Éste compra la obra a un
autor y la representa con actores que son normalmente esclavos y libertos, pues la profesión de
actor no está bien vista. En su trabajo los actores –tanto aquí como en Grecia- utilizan máscaras (en
latín persona) para caracterizarse, y en éstas en la parte de la boca se deja una abertura muy grande
para que la voz del actor se escuche mejor. Además de distintos tipos de trajes, se utilizan pelucas
de diversos colores según el personaje que representen y, algunas veces, un tipo de calzado alto, el
coturno, para que se les vea mejor. Además, los papeles femeninos son desempeñados por hombres.
La mayoría de las obras que se representan pertenecen a géneros de origen griego. Aquí es más
popular la comedia que la tragedia y entre los autores destacan Plauto y Terencio. A lo largo del
imperio uno de los géneros con más aceptación fueron los mimos, que también los conocemos en
Grecia, en los que no se llevan máscaras y los papeles femeninos son desempeñados por mujeres,
que tenían fama de indecentes por llevar poca ropa.
En Roma acuden a los espectáculos personas de todo origen y condición. No obstante, está
mal visto que las mujeres vayan a los mimos. Es curioso también que en todos los ludi los mejores
asientos están reservados a los senadores y caballeros.

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*****MATERIAL COMPLEMENTARIO Y ACTIVIDADES:

 Los héroes y sus mitos (diapositivas referentes a los héroes tratados)


 Fotocopias sobre dioses y sus mitos.
 Textos y actividades relativos a la Mitología, religión, cultos, fiestas, competiciones,
etc..
 La vida cotidiana en Grecia y Roma (diapositivas referentes a los temas tratados).

 Etc., etc., etc.

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