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LA IMPORTANCIA DE LA EMOCIÓN EN EL APRENDIZAJE

Aránzazu Elizondo Moreno, José Víctor Rodríguez Rodríguez e Ignacio Rodríguez Rodríguez
Revista de Didácticas Específicas, nº19, PP. 37-42

LA IMPORTANCIA DE LA EMOCIÓN EN EL APRENDIZAJE

Aránzazu Elizondo Moreno


areli7815@hotmail.com
UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CARTAGENA
José Víctor Rodríguez Rodríguez
Jvictor.rodriguez@upct.es
Dpto. de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE CARTAGENA
Ignacio Rodríguez Rodríguez
ignacio.rodriguez1@um.es
Dpto. de Ingeniería de la Información y las Comunicaciones
UNIVERSIDAD DE MURCIA

Recibido: 23 de octubre de 2017


Aceptado: 20 de noviembre de 2018

Resumen
En este trabajo, se aborda la importancia de las emociones en la adquisición de
conocimiento a partir de las últimas investigaciones llevadas a cabo al respecto en el
campo de la neurociencia y la psicología. En este sentido, se analiza la influencia de los
estados emocionales negativos y positivos en el aprendizaje, así como la importancia de
la autorregulación emocional y la motivación en la adquisición de conocimiento. De esta
manera, se propone la consideración de todas estas cuestiones en el proceso de
elaboración de nuevas y más eficientes metodologías de enseñanza-aprendizaje en pos de
una evolución y mejora de la práctica educativa.

Palabras Clave: Pedagogía; aprendizaje; metodología; emoción; motivación.

Abstract
In this work, the importance of emotions in the acquisition of knowledge, based on the
latest research carried out in neuroscience and psychology on that subject, is analyzed. In
this sense, the influence of negative and positive emotional states in learning as well as
the importance of emotional autoregulation and motivation in the acquisition of
knowledge are studied. This way, the consideration of all these issues in the elaboration
process of new and more efficient teaching-learning methodologies is proposed in order
to improve the educational practice.

Keywords: Pedagogy; learning; methodology; emotion; motivation.

Didácticas Específicas, ISSN: 1989-5240 37


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LA IMPORTANCIA DE LA EMOCIÓN EN EL APRENDIZAJE
Aránzazu Elizondo Moreno, José Víctor Rodríguez Rodríguez e Ignacio Rodríguez Rodríguez
Revista de Didácticas Específicas, nº19, PP. 37-42

1.- INTRODUCCIÓN
Cuando, hace más de 2000 años, Platón enunció la cita “todo aprendizaje tiene una base
emocional” quizá no fuera consciente de, hasta qué punto, estaba adelantándose a las
conclusiones que se derivan de las evidencias que arrojan recientes estudios llevados a
cabo en los campos de la neurobiología y la educación. Ciertamente, más allá de las
teorías anteriores que consideraban la emoción y la cognición como actividades
completamente independientes, el aprendizaje comienza a ser visto como una interacción
sinérgica de elementos cognitivos, emocionales y fisiológicos en la que las emociones
─capaces de re-esculpir literalmente nuestro tejido neuronal─ se muestran como una
parte muy importante y poderosa del proceso de adquisición de conocimiento. Por tanto,
en este artículo, se aborda la importancia de las emociones en dicho proceso teniendo en
cuenta las últimas investigaciones llevadas a cabo al respecto en el campo de la
neurociencia y la psicología. De esta manera, se analiza la influencia de los estados
emocionales negativos y positivos en el aprendizaje, así como la importancia tanto de la
llamada autorregulación emocional como de la motivación en su desarrollo.

2.- LOS ESTADOS EMOCIONALES NEGATIVOS EN EL APRENDIZAJE


Está comprobado que los estados emocionales negativos, surgidos a partir de situaciones
de miedo o estrés, propician una activación de la amígdala que deriva en una liberación
de adrenalina, noradrenalina y glucocorticoides (cortisol). Así mismo, la presencia de
estas hormonas provoca, a su vez, una serie de eventos corporales como el aumento de la
tasa de pulsaciones y de transpiración (Damasio, 1994; Le Doux, 2000). De esta manera,
si bien es cierto que un nivel leve o moderado de estrés (que supone valores bajos y
medios de cortisol) es esencial para una adaptación óptima a los desafíos ambientales y
puede favorecer el rendimiento cognitivo en la medida que provoca la elevación del nivel
general de alerta (Borod, 2000; Whalen, 1998), situaciones de estrés intenso (en las que
se liberan niveles altos de cortisol) tienen un efecto nocivo sobre el aprendizaje y la
memoria, bloqueando el proceso cognitivo, y pudiendo suponer, si el estrés se prolonga
en el tiempo, incluso el deterioro de las neuronas del hipocampo, estructura que resulta
esencial para adquirir conocimiento (McEwen y Sapolsky, 1995). Pueden imaginarse, por
tanto, las nefastas consecuencias a nivel de aprendizaje que tendrá ─en el ámbito
académico─ sobre un estudiante una eventual atmósfera de miedo o estrés en el aula
propiciada por profesores agresivos, acoso escolar (bullying) o materiales educativos
incomprensibles. Además, ciertas ideas, en cierto modo imperantes en nuestra sociedad,
que tienen que ver con fomentar la competitividad extrema, así como con la necesidad
ineludible de alcanzar el éxito suponen, sin duda, una fuente añadida de elementos
estresores en el aprendiz.

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3.- LOS ESTADOS EMOCIONALES POSTIVOS EN EL APRENDIZAJE


Por el contrario, los estados emocionales positivos activan los llamados núcleos
dopaminérgicos liberando dopamina que, a su vez, estimula, en los ganglios basales, la
producción de neuropéptidos (también llamados opiáceos endógenos por generar un
efecto similar al que provoca el opio). De esta forma, la presencia de los anteriores
neuromoduladores fortalece las sinapsis que estén activas en ese momento, favoreciendo
el aprendizaje (Wise, Spinder, De Wit y Gerber 1978; Wise, 1982). Es decir, parece claro
que, en situaciones de bienestar emocional, aumenta la eficiencia del proceso cognitivo.

4.- APRENDIZAJE EMOCIONAL


Un claro ejemplo del papel que juegan las emociones en la adquisición de conocimiento
lo constituye el denominado aprendizaje emocional, en el que, a través de la asociación
de un determinado estímulo con una emoción (condicionamiento), surge ese aprendizaje
y, por tanto, dichos estímulos dejan de ser emocionalmente neutros para adquirir un valor
o significado emocional (Smith y Kosslyn, 2007). Existen diversos tipos de aprendizaje
emocional, como el condicionamiento clásico, demostrado por primera vez por Iván
Pávlov, donde un estímulo neutro se presenta repetidas veces junto a un estímulo con
carga emocional hasta que llega un momento en el que el primero produce, por sí sólo
─en ausencia del segundo─, la experiencia emocional de este último. Además, también
puede obtenerse aprendizaje emocional a través del denominado condicionamiento
instrumental, u operante, introducido por Edward Thorndike, que consiste en el desarrollo
de nuevas conductas en función de sus consecuencias emocionales. Es decir, si la emoción
obtenida es placentera, la conectividad neural subyacente al suceso experimentado se
fortalecerá (se aprenderá) y el sujeto tratará de repetirla con mayor frecuencia. Por el
contrario, si la emoción experimentada es displacentera, la conectividad subyacente
también se fortalecerá, pero se intentará evitar el suceso. Otros ejemplos de aprendizaje
emocional que, sin embargo, no requieren, en este caso, la presencia de una experiencia
emocional son la instrucción (se adjudica significado emocional a estímulos inicialmente
neutros a partir de información recibida de otras personas), la observación (el aprendizaje
surge al observar la respuesta emocional de otras personas ante los estímulos) y la
exposición (se desarrolla una preferencia hacia los objetos, lugares o situaciones
familiares).

5.- AUTORREGULACIÓN EMOCIONAL Y APRENDIZAJE


Por otra parte, el hecho de saber influir sobre las propias emociones, o la llamada
autorregulación emocional (Thompson, 1994; Gros, 2003), es conocido que representa
un componente esencial de la competencia necesaria para una interacción exitosa con
otros en situaciones de estrés, pero lo interesante, es que también se ha mostrado como

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una habilidad clave para favorecer un aprendizaje eficaz. En primer lugar, porque las
emociones pueden actuar sobre los procesos psicológicos responsables de focalizar la
atención o de resolver problemas (Cole, Martin y Dennis, 2004) pero, además, porque la
capacidad de autocontrol de los propios impulsos en niños ─con el fin de postergar una
gratificación─ ha resultado ser un poderoso indicativo de un exitoso rendimiento
académico ulterior (Carlton y Winsler, 1999). Esta última afirmación ha sido respaldada
por diferentes estudios como el basado en un experimento en el que se encomendó a una
serie de niños la tarea de resistirse a comer una porción de tarta con la promesa de obtener
dos si habían logrado sobreponerse a la tentación cuando regresara el investigador. El
tiempo de demora durante el cual el niño tuvo éxito en resistir el impulso de comerse la
primera porción de tarta estuvo significativamente correlacionado con un exitoso
rendimiento académico posterior, medido como la habilidad de afrontar la frustración, el
estrés, la perseverancia en la tarea y la concentración (OECD, 2002).
Esta autorregulación emocional, entendida en su vertiente de aptitud para motivarse
a uno mismo, sería una de las dimensiones que abarcaría la denominada inteligencia
emocional (Salovey y Mayer, 1990), que se define como la capacidad de identificar,
entender y manejar las emociones correctamente en pos de facilitar las relaciones con los
demás (empatía), la consecución de metas y objetivos, el manejo del estrés o la superación
de obstáculos. Se ha demostrado que el desarrollo de este tipo de inteligencia o
competencia aumenta la capacidad de aprendizaje del cerebro e incide muy positivamente
en el rendimiento académico (Goleman, 1996).

6.- MOTIVACIÓN Y APRENDIZAJE


Otro elemento que se encuentra estrechamente vinculado con las emociones y que resulta
crucial para favorecer el aprendizaje es la motivación, que puede ser descrita como la
“fuerza o acción resultante de los componentes emocionales” (Borod, 2000). La
motivación está íntimamente relacionada con las emociones porque refleja hasta qué
punto un organismo está preparado para actuar física y mentalmente de una manera
focalizada, y la respuesta emocional constituye la forma en que el cerebro evalúa si actuar,
o no, sobre las cosas ─aproximarse a ellas, si son placenteras, o evitarlas, si son
desagradables─. Por tanto, se puede afirmar que los sistemas emocionales crean
motivación, y ésta, en la medida que predispone a la acción inducida y mantenida por
esas emociones, propicia el aprendizaje.
Es posible diferenciar entre dos tipos principales de motivación: la motivación
extrínseca (vinculada a factores externos) y la motivación intrínseca (vinculada a factores
internos). Mientras que la motivación extrínseca se consigue por medio de referentes para
la acción exteriores al individuo ─por ejemplo, castigos y recompensas (McGraw,
1978)─ la motivación intrínseca responde a la sencilla pretensión de satisfacer las
necesidades y los deseos internos. En este sentido, cabe resaltar que el sistema educativo
tradicional se ha basado fundamentalmente en la motivación extrínseca, desdeñando el

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potencial para el aprendizaje de una motivación intrínseca que, aprovechando la


sensación sumamente placentera que proporciona la obtención de conocimiento, podría
ser el verdadero motor del aprendiz. Ciertamente, a través de ese estado descrito como
flujo, en el que el sujeto se encuentra realmente comprometido en búsquedas que le
brindan placeres fundamentales sin ninguna promesa de recompensa externa
(Csikszentmihalyi, 1990), la motivación intrínseca basada en la indescriptible emoción
que se da al comprender algo (una suerte de iluminación) se manifiesta como un poderoso
recurso a favor de la búsqueda del aprendizaje. Esta especie de iluminación mencionada
correspondiente al momento en el que el cerebro súbitamente realiza una serie de
conexiones y reconoce patrones entre la información disponible (comprende) fue
acertadamente descrita como el momento “eureka” por Peter Gärdefors, de la Universidad
de Lund (Suecia) durante una conferencia en Copenhague, organizada por el CERI
(Center for Educational Research and Innovation) y el Laboratorio de Aprendizaje de
Dinamarca, en noviembre de 2004. Así, es considerada como una de las sensaciones más
placenteras que existen. Sería deseable, pues, que, desde una edad temprana, se
fomentara, en el ámbito educativo, el hecho de que el alumnado experimente la
gratificación que acompaña a la comprensión de información ─que, a su vez, da lugar a
conocimiento─ dado que, una vez vivida esa experiencia emocional, es muy probable que
intente repetirse. El desafío es encontrar cómo darle un propósito al aprendizaje y cómo
estimular el impulso interno del deseo de aprender.

7.- CONCLUSIONES
A partir de todas las evidencias científicas anteriormente expuestas en relación a la
importancia de las emociones en el aprendizaje, no sólo la sabiduría encerrada en la
milenaria cita platónica que abría este trabajo se revela como increíblemente acertada,
sino que la consideración de los hallazgos que emergen de la neurociencia debería ser
algo ineludible en la elaboración de nuevas y más eficientes metodologías de enseñanza-
aprendizaje ─a través de lo que se ha venido a llamar MBE (Mind, Brain and Education)─
en pos de una evolución y mejora de la práctica educativa.

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