Fabula La Zorra Comilona

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CLASE 63

TEMA LEO
3 Realiza conjeturas sobre el contenido de un texto a partir de datos como el título y una imagen. Lee
oralmente teniendo en cuenta las ideas que trasmite, la puntuación, la postura, la fluidez y las pausas,
el tono en relación con el mensaje y la correcta pronunciación de los sonidos.

La zorra comilona

¡Antes de leer!
• ¿Cuáles son tus comidas favoritas?
• ¿Alguna vez has comido de más? ¿Cómo te sentiste?
• Lee el título del texto y observa la imagen: ¿Qué crees que pasará en la historia?

¡Leemos!
• Leo el texto.

La zorra comilona
Una zorra muy glotona tenía como pasatiempo favorito comer… y le daban igual muchos

© Editorial en Alianza S. A. - Prohibida su reproducción.


insectos vivitos, media docena de rojas frutillas, una cigarra o una rata… ¡Cualquier cosa
servía para saciar su voraz apetito!
Un día, a diferencia de otros días, no halló nada que llevarse a la boca. Ya estaba muy
débil cuando vio a un joven pastor que cuidaba su rebaño.
«—Vaya, vaya… ¡Creo que mi suerte cambió! Aquel pastor seguro tiene algún bocado
para comer », pensó.
Mientras observaba que el pastorcito consumía su almuerzo y esperaba que dejara
los restos en la hierba, algo la sorprendió: el pastor envolvió la comida sobrante con
un mantelito y la introdujo en el hueco de un árbol. Dio un fuerte silbido, las ovejas se
agruparon y marcharon en columna rumbo a la granja.
—¡Qué fortuna la mía! El pastor ha reservado una parte para mañana. Pero, lo siento
mucho, me la voy a tragar yo —dijo
La zorra corrió hacia el árbol y se metió en el hueco. El espacio era pequeño, pero
consiguió llegar al fondo…y ahí, a oscuras, se puso a devorar la comida.
—¡Oh!, ¡qué rico todo!… ¡El pan todavía está calentito, este queso casero es riquísimo!
Y esas uvas… seguro que son dulcísimas —manifestó.
Pero la zorra comió tanto y tan rápido que su panza se hinchó hasta parecerse a un
enorme globo. Y lo que fue peor… cuando quiso salir, su panza quedó atrapada. El hueco
no le permitía ahora salir.

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—¡Socorro!… ¡Auxilio!… ¡Que alguien me ayude, por favor!, empezó a gritar.
¡Sáquenme de aquí! ¡No puedo salir, no puedo salir! —gritaba.
Otra zorra que paseaba cerca escuchó sus gritos y, con gran curiosidad, llegó hasta el
orificio y preguntó:
—¿Qué sucede?… ¿Quién está ahí?
La zorra atrapada le explicó la gravedad de su situación. —Un pastor introdujo restos
de su almuerzo dentro en esta cavidad y entré para comerlo.
—Ya… Pero ¿cuál es el problema?
—Resulta que he engordado tanto que ya no puedo salir. Necesito que me socorras.
La zorra libre se rascó la cabeza mientras pensaba en una solución. No encontró
ninguna y se lo dijo a la atrapada:
—Lo siento pero nada puedo hacer. No tengo herramientas y no conozco a ningún
pájaro carpintero que pueda ayudarte.
—¡Pues localiza a un par de castores! ¡Ellos son grandes roedores y excavan y gastan
cualquier cosa!
—¡Imposible! Los que conozco viven a más de cuatro horas de camino.
© Editorial en Alianza S. A. - Prohibida su reproducción.

—¡Piensa algo para liberarme de inmediato, por favor!


—Amiga, me conmueves mucho, pero tu única opción es esperar que pase la noche.
¡Cuando esa barriga recupere la forma y el tamaño que tenía, podrás salir!
—¿Qué?… ¿Cómo dices?
—Sí, así son las cosas: si quieres volver a tu vida normal tendrás que cultivar esa
virtud tan importante que todos debemos tener y valorar.
—¿Ah?, ¿sí?… ¿Y qué virtud es esa?
—¡La paciencia! Además, la glotonería no lleva a cosas buenas; no es saludable
comer tantos e innecesarios alimentos de una vez.
La lección no podía ser más clara y contundente y la zorra tuvo que admitir que no le
quedaba otra opción que relajarse y esperar el tiempo necesario. ¡Ya nunca más comería
tanto de una vez!
Adaptación de la fábula de Esopo.

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