1) Definicion de Psicologia de La Personalidad
1) Definicion de Psicologia de La Personalidad
1) Definicion de Psicologia de La Personalidad
El texto que ahora comienza tiene como objetivo desarrollar los conceptos que hacen a la
disciplina de la Psicología de la Personalidad. Es esta una materia cuya denominación es
exacta a la de un área de trabajo en psicología. Además corresponde a una de las
divisiones de la American Psychological Association (APA), la 8va concretamente creada
en 1945. Desde luego lo anterior no es óbice para formular argumentos de mayor peso
lógico posible que justifiquen su estado dentro de la Psicología y otros que expliquen, en la
medida de lo posible, cómo se conjuga la coexistencia de las cinco subáreas (o
subespecialidades, o subdisciplinas) en que se puede dividir (Psicología general de la
personalidad, Psicología diferencial, Psicología de la individualidad, Teorías de la
personalidad y Psicología sistemática de la personalidad).
Dos son los posibles caminos para establecer una definición: el primero de ellos puede
ser leer, en los trabajos de los autores que escriben textos sobre personalidad, cuál es la
utilización de los términos “persona” y “personalidad” y después considerar con los propios
autores que de lo que están tratando es de psicología de la personalidad; aunque tal vez
sería más adecuado decir, de LA personalidad que ellos han definido, por lo que se trata de
versiones parciales de esa realidad, la que cada uno posee. De esta forma, la psicología
de la personalidad sería aquella área específica de la psicología orientada al estudio
de los supuestos y cuestiones que se apuntan en cada una de las delimitaciones de
personalidad (pudiendo existir tantas psicologías de la personalidad como autores
y/o investigadores definan el término personalidad).
Y aún más. Es posible que el esquema conceptual del teórico investigador sea diferente al
del lector (Ayer, 1962) de manera que además de tantas psicologías de la personalidad
como teóricos y/o investigadores, habría tantas psicologías de la personalidad como
lectores/estudiosos. Hay que considera la indiscutible influencia de la ideología y los
valores del teórico a la hora de formular una definición, y la imposibilidad de evitar todo tipo
de interpretaciones entreveradas con creencias y valores a la hora de exponer los hechos o
los usos que de una expresión se ven implicados en el proceso de proporcionar significado
a una expresión en función del principio positivista de verificación.
Pero también se considera que podríamos entrar en un proceso dialéctico en el que desde
el intento de verificación se pasaría a una interpretación kantiana que de nuevo llevaría a
un intento por verificar, sin llegar a un acuerdo sobre lo que nos interesa: el concepto de
personalidad y de ahí al concepto de psicología de la personalidad.
De cualquier forma, no parece que proponer una definición de personalidad haya sido y sea
una tarea fácil cuando ya en 1937 Allport recogió un total de 49 definiciones/usos de
persona / personalidad y él formuló la suya propia, modificándola 26 años después, en
19631. Y se han seguido proponiendo definiciones después de aquella fecha.
El segundo camino, más fácil por no tener que elaborar una propia ni deducirla, es
recurrir a lo que ya está propuesto por algún autor reconocido, proporcionándole unos
contenidos, y en todo caso, realizando alguna apostilla.
La definición que se adopta en esta materia y que a su vez subyace a la concepción que
se tiene de psicología de la personalidad, es la ofrecida por Pelechano (1996a). Pero
antes, un brevísimo repaso por las raíces etimológicas y las versiones de los legos.
El uso cotidiano y popular del término “personalidad” se puede agrupar en tres grandes
categorías.
1
La definición que dio de personalidad fue "la organización dinámica de los sistemas psicofísicos que determina
una forma de pensar y de actuar, única en cada sujeto en su proceso de adaptación al medio".
Y la tercera entiende la personalidad como aquello que nos identifica y nos diferencia de
los demás humanos que nos rodean (Murphy, 1947), tanto respecto a aquellos con quienes
convivimos como respecto a aquellos otros sobre los que recae nuestra influencia menos
directa, siendo en múltiples ocasiones el centro de problemas.
Gran parte de estos significados/usos del término personalidad/ persona dados por los
legos, han sido analizados y estudiados por los psicólogos y se les ha concedido carácter
científico en la forma de “teorías implícitas de la personalidad” como construcciones de la
personalidad de los demás que hacemos los humanos y “teorías de los roles sociales”.
Afirman los autores que si se hiciera una revisión exhaustiva de las tesis doctorales se
comprobaría que en lugar de ausencia de psicología de la personalidad, lo que hay es un
uso “liberal” de la psicología de la personalidad realizado por la psicología social, la clínica,
la organizacional y la evolutiva.
Fue en España, 50 años después del nacimiento oficial y tras haber experimentado muchos
ataques y reformulaciones en Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia, en que
Bermúdez (1985) se planteaba si la psicología de la personalidad como disciplina asumía
suficientemente el estudio de los supuestos y cuestiones que incluía la definición que él
2
La expresión utilizada en el artículo es exactamente personality, no se utiliza la expresión personality psychology.
3
Evidentemente no todas las fuentes de información coinciden a este respecto. Por ejemplo, el diccionario publicado
por Dorsch (1982) incluye en la definición de psicología de la personalidad su consideración como parte de la psicología
general, como una de las disciplinas teóricas fundamentales de la psicología en sentido amplio, al lado de la psicología
general, la psicología del desarrollo, la psicología social (....), que indaga las condiciones de las peculiaridades --------------
-----individuales (pág. 633). Resulta por tanto contraria a la opinión del Monitor e identifica a la psicología de la
personalidad con la psicología de las diferencias individuales.
mismo realizó de personalidad4 o si, por el contrario, otra/s área/s ya los estudiaba/n. Y
para ello propuso comprobar si la psicología de la personalidad como área tenía unos
objetivos y problemas de investigación propios a la vez que establecer las fronteras, en
caso de existir, con otras áreas de estudio de la psicología científica. Esas otras áreas,
principalmente, eran la psicología social y la psicología clínica.
Los profesores ponentes fueron, en orden de participación, los doctores Vicente Pelechano,
Mª Dolores Avia, José Mª Tous y Elena Ibáñez. La pregunta principal se centraba en el
concepto de Psicología de la Personalidad. Sin embargo, tras las cuatro intervenciones,
algunos de los oyentes plantearon la posibilidad de que tanto en las ponencias como en el
debate se estuvieran mezclando dos conceptos por lo que podrían haber estado hablando
en dos niveles de discurso distintos: personalidad y psicología de la personalidad. Las
propuestas oídas en aquella reunión fueron las siguientes, siguiendo el orden de
intervención de los ponentes:
Avia, desde una postura constructivista defendió una concepción de personalidad como
variable intermedia (entre estímulo y respuesta) identificable con el concepto de identidad.
Y afirmó:
“La personalidad es una percepción. (...) es también (no digo sólo) tarea de la psicología de
la personalidad estudiar la utilidad funcional de esa percepción, el sentido y la razón de los
sesgos y su generalidad o aspectos diferenciales en función de otras diferencias
individuales (Avia, 1986, pág. 30)”.
4
Personalidad hace referencia a la organización relativamente estable de aquellas características estructurales y
funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y
definitorio de conducta con que cada individuo afronta las distintas situaciones (1985a, pág. 38).
Ibáñez, considerándose a ella misma como un “psicólogo callejero” (las comillas son de la
Dra. Ibáñez) por estar interesada en las personas que pululan por la calle y de los que muy
pocas veces se preocupan los académicos o los científicos, desde una óptica de
individualidad inmersa en grupos, etnias y clases socio-culturales, afirmó que:
Desde una perspectiva mucho más modesta y con la ventaja de haber leído las cuatro
opciones, es posible tomar como punto de arranque la definición de psicología de la
personalidad que propuso Pelechano (1996a), como una reformulación de la dada en 1986,
y que dice literalmente:
Estemos de acuerdo en que el ser humano tiene cuerpo y mente. El primero se refiere
exclusivamente a biología y química. El segundo, a psicología. Esta escisión ha de
entenderse en interacción pero no en constante dependencia. Las ciencias biológicas
deben ocuparse, prioritariamente del estudio de los aspectos biológicos. Las ciencias
sociales y humanas deben ocuparse del estudio de los aspectos mentales5. Y esos
5
Debe entenderse esta dicotomía entre ciencia social y ciencia natural en cuanto al objeto material de estudio, no en
cuanto a método u objetivo de estudio. Las cuestiones epistemológicas relacionadas con la consideración de similitudes
o diferencias en método y propósito entre ciencias humanas, ciencias sociales y ciencias naturales (por ejemplo,
Overman, 1988), se tratarán más adelante.
aspectos mentales son todas las características psicológicas: comportamiento (en su más
amplio sentido) y sus determinantes.
El médico (como estudioso de las ciencias biológicas) tampoco debe olvidar que el
funcionamiento psicológico afecta a su objeto de estudio, el ser humano, lo que significa
que a la hora de establecer un diagnóstico y con ello el tratamiento, debe considerar, por
ejemplo, si la causa de la reacción cutánea que presenta el paciente es química o
psicológica. Y el genetista no ha de confundir una cadena de bases o un conjunto de alelos
con la experimentación de un miedo o la manifestación conductual de ludopatía,
delincuencia u homosexualidad, por ejemplo. Es preciso conocer las relaciones entre
ambos, pero la tarea prioritaria de la psicología es el estudio de las cuestiones psicológicas,
bien de forma independiente, bien influyendo en lo biológico, bien influidas por lo biológico,
o en interacción mutua. En función de lo dicho hasta este momento, podemos considerar
que un dualismo al estilo del cartesiano debería ser reemplazado por un continuo dualista
del cual ambas entidades fueran los polos; un continuo que permitiera la coexistencia de
otros continuos, tal vez a modo de modelo circumplejo, cuyos ejes principales y
organizadores tendrían que ir especificándose.
Ahora bien, ¿cuáles son esas cualidades psicológicas? Algunas de ellas son la memoria,
las actitudes, la percepción, el afecto, el pensamiento, las capacidades-competencias, la
atención, la emoción, etc. Una forma parsimoniosa y elegante las denominaría “conducta” o
“comportamiento”, lo que puede tener (y de hecho tiene) significados diferentes en función
del paradigma y la escuela de pensamiento del teórico/investigador.
La psicología en general estudia todas esas características por parcelas, aisladas unas de
otras, con la intención de mostrar generalidad y comunalidad y desde un punto de vista
introductorio. El estudio exhaustivo y aislado de cada parcela parece ser tarea de cada una
de las disciplinas de la psicología básica que investigan una parte muy concreta, mientras
la psicología de la personalidad las estudia todas con intención de dar una imagen
integradora, que no necesariamente es holista ni molar, del funcionamiento del ser
humano.
Sin embargo, en la medida en que esos procesos tienen que ver con la acción intencional y
planificada, las competencias, las actitudes, los sentimientos, y los estilos de vida para
confluir en un yo como individuo, son objeto de estudio de la psicología de la
personalidad (Pelechano, 1996a).
Desde luego, el interés por la “totalidad relevante” del ser humano no es nueva. Sólo como
dos ejemplos representativos dentro de la disciplina, sirvan los siguientes. Hace poco más
de 20 años, Maddi (1968) afirmaba que el personólogo estaba interesado en todas, más
que en algunas de, las conductas psicológicas de la persona. Y Carlson (1971), tras
analizar 226 artículos publicados en el Journal of Personality y el Journal of Personality and
Social Psychology, justificaba las críticas que se hacían en aquel entonces a la psicología
de la personalidad desde fuera de la disciplina. Y la autora refería la justificación a que
siendo uno de los objetivos de la psicología de la personalidad el estudio de la organización
de la personalidad, los estudios publicados sólo se referían a uno o dos hechos sobre los
sujetos lo que imposibilitaba cualquier intento por establecer la organización de la
personalidad.
Esta característica tiene relevancia en dos niveles de discurso diferentes: por una parte, si
existe diferenciación y/o solapación entre la psicología de la personalidad y alguna otra
disciplina de la psicología, concretamente la psicología social; por otra parte, se trata de
defender que no sólo es posible sino necesaria una psicología de la personalidad del
individuo que no ha de ser incompatible con la psicología de la personalidad de un colectivo
de individuos.
Respecto a la primera cuestión, el ser humano, sin ninguna duda, es un ser social. Si nos
guiamos por el adjetivo de “humano como ser social”, entonces parece que la psicología
social debería ser quien se centrara en su estudio.
En un análisis histórico, ambas disciplinas están en la misma “división psicológica” sin que
la intención que inspiró la reorganización interna de la American Psychological Association
(Benjamin, 1997) fuera precisamente unirlas. Se trata de la división 8, the society for
personality and social psychology, formada en el congreso de la asociación en 1944, cuyo
objetivo es fomentar el progreso de la teoría, la investigación básica y aplicada y la práctica
en el campo de la personalidad y la psicología social según la propia asociación informa en
su página de Internet de 29-02-2000.
Sin embargo, y en primer lugar, la falta de interés por parte de la psicología social por el
individuo como tal supone una importante diferencia entre ambas disciplinas. No es posible
pensar en una persona sin considerarla como parte de un grupo, de modo que el grupo es
lo importante.
En segundo lugar, para la psicología de la personalidad, además del grupo como punto de
referencia, normativo, el individuo tiene interés por sí mismo así como tienen importancia
las diferencias entre los individuos dentro de un grupo. Por ello, la psicología de la
personalidad se centraría en el individuo y el grupo desde el punto de vista del individuo
mientras la psicología social lo haría en el grupo como tal, dejando al individuo como una
entidad carente de contenido, a menos que se identifique y se diluya en el grupo.
El individuo estudiado por la psicología de la personalidad, entero, como dice Avia (1986),
incluyendo los aspectos fisiológicos, cognitivos y sociales, no es el individuo de la
psicología social.
Parece que ha habido un cambio en los intereses y una ampliación de las variables
consideradas por parte de la psicología social. En 1985, Bermúdez recogía en el volúmen 1
del texto Psicología de la personalidad que la principal diferencia entre psicología de la
personalidad y psicología social se centraba en esa no consideración de las diferencias
individuales. Y Hogan, doce años después (1997) apuntaba como una causa del
resurgimiento de la psicología de la personalidad en los años 80 que los psicólogos
sociales habían descubierto las diferencias individuales y las estaban considerando en sus
experimentos lo que mejoraba el poder explicativo de los resultados.
Aún salvando esta barrera entre ambas disciplinas, siguen manteniéndose las otras
diferencias.
En cualquier caso, sería el yo real percibido y expresado por cada individuo. Por otra parte,
y en este contexto que estamos tratando, cuando la psicología de la personalidad estudia
grupos de individuos, puede entenderse como el análisis del aspecto exteriorista de la
persona, el yo social, en líneas generales, cómo los demás perciben a un individuo o grupo
de individuos, la estructura intersubjetiva común que se entresaca con cuestionarios de
personalidad, lo que también podría coincidir con el yo conductual de Pervin (1978) tal y
como lo interpreta Avia (1995).
En este caso el referente de los elementos a los que responder son los otros.
Una última forma de afrontar este problema se refiere al estudio del individuo psicológico
único. Una de las primeras autocríticas que posiblemente se hizo la psicología de la
personalidad fue que estaba perdiendo a la persona, al individuo, como objeto de estudio
(Allport, 1937). Y hace unos años, fue Lamiell (1987) quien de nuevo acusó a la psicología
de la personalidad (a la que él identifica con la psicología de las diferencias individuales) de
no centrarse en el individuo al abusar de los conceptos teóricos y la epistemología del
enfoque nomotético. La polémica entre los enfoques nomotético e idiográfico no tiene
todavía una solución ni consensuada ni empírica.
*3* su génesis
Los procesos y/o determinantes de las características psicológicas del ser humano adulto
implican aspectos biológicos (si estos son genéticos, congénitos o adquiridos no es
cuestión relevante en este momento del discurso) y/o psicológicos y/o sociales.
Actualmente el debate está establecido, al menos, entre las siguientes teorías: (a) la de
D.M. Buss (1995), desde la perspectiva evolucionista, (b) la de H.J. Eysenck (1997) y
Plomin (Plomin et al., 1997), desde la perspectiva genetista, (c) la de Rushton (1996) como
genetista-evolucionista y (d) la de Markus (por ejemplo, Kim y Markus, 1999), desde la
perspectiva social.
Pero otra cosa es cuando se trata de cuáles son los factores que afectan al aprendizaje de
características de personalidad, o cuáles son los factores que permiten o impiden que
aparezcan aquellos atributos psicológicos con conexiones biofisiológicas y/o sociales.
Estos son problemas a los que debe hacer frente la psicología de la personalidad como
disciplina especializada de la psicología.
Finalmente, teniendo en cuenta que los seres humanos vivimos en sistemas abiertos con
continuas interacciones, también se ha de responder a un último interrogante: cómo
afectan las características de personalidad al aprendizaje. La psicología del aprendizaje
cuenta desde hace ya muchos años con algunos datos relativos a cómo afectan las
características de personalidad al rendimiento de los individuos en diferentes situaciones
de aprendizaje.
Un ejemplo de esos datos procede de una serie de trabajos realizados hace más de 40
años en situación de laboratorio en Europa y Estados Unidos. Brengelmann, en Alemania,
Eysenck y Jones en Inglaterra, y Spence Y Taylor en Iowa, trabajaron durante la década de
los 50 buscando las influencias de la ansiedad, el neuroticismo, la extraversión y la rigidez
(la primera como dimensión de personalidad adquirida por aprendizaje, el segundo como
impulso de evitación no condicionado, la tercera como constructo neurológico de inhibición-
excitación y la cuarta como un componente específico de un rasgo general también
llamado rigidez) en el rendimiento diferencial en tareas de laboratorio con diferentes grados
de dificultad. Algunas referencias de estos trabajos, sólo como ejemplificación, son las
siguientes: Brengelmann (1959; 1960; Brengelmann y Brengelmann, 1960), Eysenck (1956,
1957), Jones (1960), Spence (1958) y Taylor (1956)6.
*4* su estructura
Desde una perspectiva elementalista, el todo se reduce a una simple suma de sus partes
componentes. Sin embargo, la personalidad no puede explicarse como la mera adicción de
sus elementos. Y desde una perspectiva holista, el todo es más que la suma de las partes,
necesita de la interacción de todas o algunas de ellas para que emerjan sus características.
Esta es la opción adoptada en psicología de la personalidad, desde los comienzos de la
disciplina como tal (Allport, 1937). La meta final era entonces, y sigue siéndolo, la
búsqueda de los elementos que componen la personalidad y cómo se organizan para dar
unidad al individuo.
6
Fuera del laboratorio también hay datos. Algunos de los úlimos proceden, por ejemplo, de los trabajos de Hong (1998)
y VanZile-Tamsen y Livingston (1999) en Estados Unidos. En España también se han realizado investigaciones en esta
dirección, aunque desde la psicología de la personalidad (por ejemplo, Pelechano y cols., 1990).
No parece que el tema de la organización de las características psicológicas sea tema de
estudio de otra disciplina, aunque en más de una ocasión la psicología social y la
psicología cognitiva han considerado que ambos objetivos se enmarcaban dentro de su
ámbito de acción y estudio (Kenrick y Dantchik, 1983).
La psicología de la personalidad tiene como objetivo descubrir cuáles son los componentes
de la personalidad y estudiarlos, lo que no debe restringirse al temperamento. Este es uno
de los componentes que tienen su propia estructura interna, pero las competencias, las
actitudes, los valores y las creencias, la motivación, e incluso el yo, son también
componentes de la personalidad.
*5* su funcionalidad
7
El trabajo experimental más antiguo considerado seminal en el estudio de la estructura de la personalidad fue
realizado por Hartshorne y May (1928) sobre la organización de la conducta moral en niños, utilizando como modelo
matemático el precursor del análisis factorial contemporáneo.
8
Una pregunta que surge inmediatamente es ¿qué tiene que ver entonces la psicología de la personalidad con los
trastornos de personalidad?. Puesto que la delimitación de trastorno de personalidad supone la existencia de unos
rasgos de personalidad (característica psicológica claramente relacionada con la psicología de la personalidad) que sean
inflexibles y desadaptativos, estables a lo largo del tiempo y que comporten malestar o perjuicios para el sujeto
(American Psychiatric Association, 1994), esto significa que la psicología de la personalidad tiene que empezar a
prestarle más atención (tal y como lo está haciendo en los últimos 10 años) y hacerlo, además, en clara conexión con la
psicología clínica, entre otras cosas por la alta comorbilidad con otros trastornos mentales del eje I del Diagnostic and
Statistical Manual, cuarta edición.
Sin embargo no se puede establecer con claridad una separación entre ambas (Watson y
Clark, 1994)9. Por ejemplo, desde algunas opciones teóricas de personólogos se elaboran
y proponen modelos sobre funcionamiento desadaptativo que descansan en características
de personalidad “normales” en términos de predisposición o diátesis-estrés o vulnerabilidad
(por ejemplo, H.J. Eysenck [1997], Weisberg y cols. [2000] y Marvin Zuckerman [1999] que
incluyen además de los trastornos de personalidad, otras psicopatologías [principalmente la
esquizofrenia]). Se han propuesto algunos otros modelos como el de patoplastia en la
medida en que la personalidad mantiene el trastorno e impide que se solucione, el de
cicatriz que considera que la relación causal se produce desde la psicopatología hacia la
personalidad y el de la continuidad que supone diferencias cuantitativas entre personalidad
normal y psicopatología (Avia y Sánchez Bernardos, 1995).
Una consideración más: desde una perspectiva teórica, hay que tener en cuenta la
psicología evolucionista en cuanto que estudia el funcionamiento psicológico humano en su
adaptación y funcionalidad, como resultado del proceso evolucionista, inspirado por la
teoría de Darwin. No es por lo tanto una diferenciación de disciplinas sino la posible
adopción o no de esa perspectiva para hacer psicología de la personalidad, que por otra
parte tiene pretensiones de convertirse en EL paradigma en el campo de la psicología
(D.M. Buss, 1995), aunque no es nueva (Boring [1950] citaba ya la existencia de esa
perspectiva, antes de comenzar el siglo XX, enraizada en el nativismo, como psicología de
la adaptación y de los valores de supervivencia). Desde la perspectiva evolucionista más
puramente darwinista, las conductas adaptativas para la supervivencia, no tienen por qué
ajustarse a las normas sociales.
Si hay algo en la psicología que no debería suponer ningún debate por ser aceptado por
todos es que el ser humano tiene características psicológicas desde que nace hasta que
muere. El objetivo de la psicología de la personalidad no es establecer los procesos y los
estadios del desarrollo, objeto de estudio de la psicología evolutiva10.
9
Watson y Clark (1994) presentan un número monográfico de Journal of Abnormal Psychology, el 103, que se preparó
con el objetivo específico de mostrar las claras relaciones existentes entre personalidad y psicopatología, disciplinas que
tienen sus propias revistas desde 1964, la ya mencionada y el Journal of Personality and Social Psychology. Parece que
desde ese momento el mundo de lo normal y el de lo patológico comenzaron andaduras dispares y se distanciaron, por
lo que se hizo necesario un intento de reencuentro..
10
Hay que recordar que en algunas universidades la psicología de la personalidad y la psicología evolutiva comparten
departamento.
Y parece que las circunstancias no han cambiado mucho, a la vista del trabajo de Holaday
y Boucher (1999). Estas dos autoras, tras revisar 7 números del Journal of Personality
Assessment (primer número de cada diez años desde 1937 hasta 1997) encontraron que
de todos los sujetos evaluados, el 19% eran pacientes, el 57% estudiantes y el resto,
adultos y ancianos.
Que se consideren los mismos componentes o diferentes, que se considere que cambia o
no, etc., son cuestiones que deben responderse claramente por los modelos teóricos
dentro de la psicología de la personalidad. Tan importante es lo que no cambia como lo que
cambia. Hay que estudiar la funcionalidad de los componentes en cada momento de la vida
y su relevancia.
A lo largo de toda la vida, un ser humano tiene personalidad, puesto que tiene
características psicológicas funcionales, y todas ellas son susceptibles de ser estudiadas
por la psicología de la personalidad.
Es evidente que el método científico no se identifica con una disciplina concreta. Por ello, la
psicometría en cuanto que metodología y procedimientos estadísticos, y la neuropsicología
en cuanto estudio de las conexiones de la neurología y fisiología con el funcionamiento
psicológico normal, son dos disciplinas con las que no hay que establecer diferencias sino
canales de colaboración. Ahora bien, no han de entenderse como las únicas fuentes a las
que recurre la psicología de la personalidad, ni tampoco como justificación para
considerarla una ciencia. La apelación a la estadística y a la biología, en sí mismas, no
representa un requisito necesario y suficiente para hacer ciencia.
Esas dos frases recogen dos aspectos primordiales del estudio del funcionamiento
psicológico humano desde la psicología de la personalidad, como resultado del
funcionamiento mismo de los seres humanos buscando resolver nuestros problemas: el
desarrollo de una forma de trabajo científico que sea capaz de explicar “por qué” y el “para
qué” las personas nos comportamos como lo hacemos sin necesidad de apelar al destino o
la predestinación, lo que debe ir unido al desarrollo de una tecnología que permita utilizar
los descubrimientos y abra nuevos caminos a la investigación y por lo tanto a un
conocimiento más certero y profundo.
* * * * *
Existen algunas cuestiones que pueden ir mal en una teoría. Esto se aplica evidentemente
incluso a aquellas teorías creadas por las grandes mentes que veremos. A continuación
veremos algunas de estas cuestiones.
Etnocentrismo
Todo el mundo crece en una cultura que ha estado ahí antes de que él naciera. La cultura
nos influye tan profundamente y tan sutilmente que crecemos creyendo que “las cosas son
así”, más que “las cosas son así en esta sociedad en concreto”. Erich Fromm, uno de los
autores que veremos, llama a este pensamiento el inconsciente social y, de hecho, es
bastante poderoso.
Así, por ejemplo, Sigmund Freud nació en Viena, no en Nueva York o Tokio. Nació en
1856, no en 1756 ó 1956. Hubo cuestiones que necesariamente influyeron tanto a su
persona como a su teoría, evidentemente distintas de la nuestra.
Las peculiaridades de una cultura pueden percibirse más fácilmente cuando nos
preguntamos “¿de qué están hablando todas estas personas?” y “¿de qué no habla
nadie?”. En Europa, durante la segunda mitad del 1800, especialmente entre las clases
sociales medias y altas, las personas no hablaban mucho sobre el sexo. Era más o menos
un tema tabú.
No se suponía que las mujeres enseñaran sus tobillos y mucho menos sus muslos e
incluso las piernas de una mujer sentada en un piano eran llamadas “extremidades” de
manera de no provocar a nadie. No era infrecuente que un médico fuese llamado para
visitar a una pareja de recién casados para que éste le instruyese a la mujer sobre los
“deberes conyugales” de la noche de bodas que ella había fallado, solo porque
sencillamente los desconocía. Un poco distinto a nuestra época, ¿no creen?
Por cierto, debemos considerar a Freud por su habilidad para erigirse sobre su cultura en
este punto. Se extrañó de ver cómo podía pretenderse que las personas (especialmente la
mujer) no fueran criaturas sexuales. Mucho de la apertura actual sobre el sexo (para mal y
para bien) deriva de las originales reflexiones de Freud.
Por otra parte, Freud fue malinterpretado por su cultura al pensar que las neurosis siempre
tenían una raíz sexual. En nuestra sociedad estamos más preocupados con sentirnos
inútiles y tememos al envejecimiento y a la muerte. La sociedad freudiana consideraba la
muerte como un hecho y al envejecimiento como un signo de madurez, ambas condiciones
de vida accesibles al pensamiento de cualquiera en esa época.
Egocentrismo
Otro escollo potencial en la teorización lo constituyen las peculiaridades del teórico como
individuo. Cada uno de nosotros, más allá de la cultura, presenta detalles específicos en su
vida (genética, estructura y dinámica familiar, experiencias especiales, educación, etc.) que
afecta cómo pensamos y sentimos y en definitiva, la forma en que interpretamos la
personalidad.
Freud, por ejemplo, fue el primero de siete niños (aunque había tenido dos medio
hermanos que habían tenido niños propios antes de que Sigmund naciera). Su madre tenía
una personalidad fuerte y era 20 años más joven que su padre. Fue particularmente
apegada a su hijo “Siggie”. Freud fue un genio en su época y entorno. Era judío, aunque
nunca, tanto su padre como él, practicaron su religión. Etc... etc, etc.
Es muy probable que tanto la estructura familiar patriarcal, así como las relaciones tan
estrechas que sostuvo con su madre, dirigieran su atención a este tipo de cuestiones
cuando llegó el momento de elaborar su teoría. Su naturaleza pesimista y sus creencias
ateas le condujeron a considerar la vida humana como encaminada a sobrevivir y a la
búsqueda de un fuerte control social. Cada cual tiene sus peculiaridades y éstas influirán
sobre cómo matizará sus intereses y su comprensión, incluso en ocasiones sin darse
cuenta.
Dogmatismo
Un tercer escollo importante es el dogmatismo. Como seres humanos parece que tenemos
una tendencia natural al conservadurismo. Nos aferramos a aquello que ha funcionado en
el pasado. Y si dedicamos nuestra vida al desarrollo de una teoría de la personalidad, si
hemos puesto todas nuestras fuerzas y nuestro corazón en ello, podemos estar seguros de
que seremos bastante defensivos con nuestra postura.
Este argumento es aquel en el que “justificas” tu opinión asumiendo que las cosas solo
serán ciertas si ya lo has considerado como tales en primer lugar. Existen toneladas de
ejemplos de argumentos circulares ya que todo el mundo los usa. Un ejemplo simple sería:
“Yo sé todo”; “¿y por qué tendría que creerte?”; “Porque sé todo”.
En definitiva, este tipo de asuntos ocurre todo el tiempo en psicología y en particular en las
teorías sobre personalidad.
Malinterpretaciones
Otro problema, u otro conjunto de problemas, es la implicación imprevista. Parece que cada
vez que decimos algo, dejamos caer palabras susceptibles de tener 100 interpretaciones
distintas. Por decirlo de manera simple: las personas usualmente malinterpretan.
Palabras como self o ansiedad tengan cientos de significados distintos dependiendo del
autor.
Metáforas. Las metáforas (o símiles, más correctamente) son palabras o frases que,
aunque no son literalmente ciertas, de alguna forma captan ciertos aspectos de la verdad.
Cada autor, de una manera o de otra, utiliza modelos sobre la personalidad humana, pero
sería un error confundir el modelo (la metáfora) con su verdadero sentido.
Un buen ejemplo de nuestros días sería el relativo al funcionamiento de los ordenadores y
el procesamiento de la información. ¿Funcionamos parecido a ordenadores?. Claro; de
hecho, varios aspectos de nuestro funcionamiento trabaja como ellos. ¿Somos
ordenadores?. No, claro que no. A la larga, la metáfora falla. Pero resulta útil, y así es como
tenemos que considerarla. Es como un mapa; ayuda a encontrar la vía, pero no podemos
considerarlo como el territorio en sí mismo.
Evidencia
La evidencia, o mejor dicho, la falta de ella, es por supuesto otro problema. ¿Qué clase de
apoyo tiene su teoría? Hay varios tipos de evidencia; anecdotaria, clínica, fenomenológica,
correlativa y experimental.
Evidencia anecdotaria: es un tipo de evidencia casual que se ofrece usualmente cuando
narramos una historia: “Recuerdo cuando…” y “He oído que”, son ejemplos. Es, por
supuesto, notoriamente imprecisa. Es mejor utilizar este tipo de evidencia solo para
promover las investigaciones futuras.
Supuestos filosóficos
El que las personas, incluso los genios, cometan errores no debe ser una sorpresa para
nosotros. Tampoco debería sorprendernos que las personas sean limitadas. Existen
muchas preguntas como aquellas que necesitamos para construir nuestras teorías, que
carecen de respuesta. Incluso hay algunas que nunca la tendrán. Pero de todas maneras
las contestamos, ya que necesitamos seguir viviendo. A estas preguntas y respuestas les
llamamos supuestos filosóficos.
La mayoría de los teóricos proponen supuestos más moderados. Una posición determinista
moderada sería la de considerar que estamos determinados, pero podemos participar en
ese determinismo. Una posición moderada de libre albedrío sería considerar que la libertad
es intrínseca de nuestra naturaleza, pero debemos vivir esa libertad en un mundo
establecido por leyes deterministas.
Es posible darse cuenta de que estos supuestos se relacionan con los anteriores. El
determinismo sugiere la posibilidad de leyes universales, mientras que el libre albedrío es
una fuente posible de originalidad (individualidad). Pero esta relación no es perfecta, e
incluso, en posiciones más moderadas, es bastante compleja.
Esta pregunta se podría contestar, pero los conceptos de consciencia e inconsciencia son
resbaladizos. Por ejemplo, si fuésemos conscientes de algo hace un momento y nos ha
cambiado de alguna manera, pero en este momento no somos capaces de darnos cuenta
de ello, ¿hemos sido motivados consciente o inconscientemente?.
Esta cuestión se presenta de distintas maneras, entre las que se incluyen la posibilidad de
la existencia de instintos en seres humanos y el desarrollo del temperamento, generando
personalidades genéticamente. Actualmente una discusión importante se refiere a si
incluso lo que llamamos “naturaleza” (como naturaleza humana) se refiere a la genética o
no.
Podremos ver un amplio rango de posturas sobre el particular, desde teorías de estadios
verdaderos como los de Freud, quien consideraba los estadios como universales y
limitados claramente, hasta las teorías conductuales y humanistas que consideran que
aquello que parecen estadios no son más que ciertos patrones de formación y cultura.
Determinismo cultural vs. Trascendencia cultural. ¿Hasta qué punto nos moldea la
cultura?; ¿Totalmente, o somos capaces de “elevarnos” (trascender) sobre estas
influencias? Y si es así, ¿Cuán fácil o difícil es hacerlo? Obsérvese que esto no es
exactamente lo mismo que determinismo-libre albedrío: si no estamos determinados por
nuestra cultura, nuestra trascendencia será nada más que otra forma de determinismo, ya
sea por ejemplo por necesidades fisiológicas o genéticas.
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*El término “nurture” en inglés se acepta en psicología castellana como “nurtura”, aunque el vocablo se sustituye
usualmente como “crianza” o “educación”.
Otra manera de ver el problema es: si nos preguntamos ¿cuán difícil es llegar a conocer a
alguien de otra cultura? Si es difícil para nosotros salir de nuestra cultura y comunicarnos
como seres humanos, entonces quizás la cultura es un poderoso determinante de lo que
somos. Si es relativamente fácil hacerlo, entonces nuestra cultura no es tan fuerte como
determinante.
Como ustedes podrían suponer, estas preguntas están intrínsecamente relacionadas con
los temas de genética, estadios y determinación cultural. Sin embargo, el primer frente que
nos encontramos antes de hallar una solución, es especificar lo que entendemos por
características de personalidad. Si lo que entendemos es que son cosas que no cambian
desde que nacemos, por ejemplo, el temperamento, entonces la personalidad se forma
tempranamente. Si a lo que nos estamos refiriendo son nuestras creencias, opiniones,
hábitos, y demás, éstos pueden cambiar dramáticamente hasta el momento de la muerte.
Como la mayoría de los teóricos se refieren a “algo en el medio” de estos extremos, la
respuesta será también “media”.
Algunos diran que existen tantas como enfermos mentales. Podríamos incluso detenernos
a debatir lo que es enfermedad mental y lo que no lo es. Por tanto, lo más probable es que
la salud mental no sea una cosa única.
Optimismo vs. Pesimismo. Finalmente, nos volvemos a un tema que no está en absoluto
resuelto: ¿somos los seres humanos básicamente buenos o malos; debemos ser
esperanzadores o desanimados con respecto a nuestros proyectos? ¿Necesitamos un gran
monto de ayuda o lo haríamos mejor si nos dejan solos?
Esta es, desde luego, una cuestión más filosófica, religiosa o personal. Posiblemente, sea
la más influyente de todas. Lo que percibimos en la humanidad está determinado por la
actitud; pero también lo que vemos, determina la actitud, y esto está relacionado con otras
cuestiones: Si, por ejemplo, la enfermedad mental no está tan alejada de la salud; si la
personalidad puede cambiar tardíamente en la vida; si la cultura y la genética no fuesen tan
poderosas y si, en definitiva, nuestras motivaciones al menos pudiesen hacerse
conscientes, tendríamos más base para el optimismo. Los autores que veremos por lo
menos son lo suficientemente optimistas para hacer el esfuerzo de comprender la
naturaleza humana.
Fuente:
1- ¿Cuáles son los dos posibles caminos para establecer una definición y cual se
adoptara para esta materia?
2- El uso cotidiano y popular del término “personalidad” se puede agrupar en tres
grandes categorías. ¿Cuáles Son? Explíquelas
3- ¿Cuáles son las problemáticas principales para poder establecer la consistencia de
un área que denominamos Psicología de la Personalidad?
4- La definición de Psicología de la Personalidad se puede desglosar en 7 partes.
Explique dos de ellas
5- Explique tres dificultades para la elaboración o comprensión de una teoría.