Resumen

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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA NOMBRE: Farid Zapata

Facultad de Ingeniería C.C./T.I. 1000761869

Nivelatorio de Lectoescritura NOMBRE: Yenny Betancourth

Profesora: Isabel Luna C.C./T.I. 1013665842

NOMBRE: Valentina Restrepo

C.C./T.I. 1025883314

Fecha: 19 de 08 de 2022

Actividad: Resumen

La pérdida de la privacidad

Uno de los problemas de nuestro tiempo, que (a juzgar por la prensa) obsesiona en cierto
modo a todos, es el de la llamada privacy que, por decirlo de una manera muy esnob, se
puede traducir como «privacidad». Dicho llanamente significa que todo el mundo tiene
derecho a ocuparse de sus asuntos sin que los demás, en especial las agencias vinculadas a
los centros de poder, se enteren. Y existen instituciones creadas para garantizar a todos la
privacidad (pero, por favor, llamándola privacy, de lo contrario nadie la toma en serio). Por
eso nos preocupa que, a través de nuestras tarjetas de crédito alguien pueda saber qué
hemos comprado, en qué hotel nos hemos hospedado y dónde hemos cenado. Por no hablar
de las escuchas telefónicas cuando no son indispensables para identificar a un delincuente;
recientemente, incluso Vodafone ha lanzado una advertencia sobre la posibilidad de que
agentes más o menos secretos de cualquier nación puedan saber a quién llamamos y qué
decimos.

Parece, pues, que la privacidad es un bien que queremos defender a toda costa, para no
vivir en un mundo de Gran Hermano (el verdadero, el de Orwell), donde un ojo universal
puede controlar todo lo que hacemos o incluso pensamos.

Pero la pregunta es: ¿realmente le importa mucho a la gente la privacidad? Antes, la


amenaza a la privacidad era el chismorreo y lo que se temía del chismorreo era el atentado
contra nuestra reputación, sacar a la calle los trapos sucios que debían ser legítimamente
lavados en casa. Pero, tal vez a causa de la llamada sociedad líquida, en la que todo el
mundo sufre una crisis de identidad y de valores, y no sabe dónde ir a buscar puntos de
referencia que le permitan definirse, el único modo de conseguir reconocimiento social es
«hacerse ver» a toda costa.
Y así, la señora que comercia con su cuerpo (y que antes procuraba ocultar su actividad a
los padres o a los vecinos), hoy se hace llamar escort y asume alegremente su papel público
presentándose incluso en televisión; los cónyuges, que antes ocultaban con celo sus
desavenencias, acuden a los programas basura para representar entre los aplausos del
público el papel del adúltero o el engañado; nuestro vecino del tren cuenta por teléfono en
voz alta lo que piensa de su cuñada o lo que ha de hacer su asesor fiscal; los investigados de
toda clase, en vez de retirarse al campo hasta que la tormenta del escándalo se haya
calmado, multiplican sus apariciones con una sonrisa en los labios, porque mejor es ladrón
conocido que honrado por conocer.

Hace poco apareció en La República un artículo de Zygmunt Bauman en el que se


destacaba que las redes sociales (en especial Facebook), que representan un instrumento de
vigilancia del pensamiento y de las emociones ajenas, son utilizadas por distintos poderes
con una función de control, gracias a la colaboración entusiasta de quien forma parte de
ellas. Bauman habla de una «sociedad confesional que promueve la exposición pública de
uno mismo al rango de prueba eminente y más accesible, además de verosímilmente más
eficaz, de existencia social». En otras palabras, por primera vez en la historia de la
humanidad, los espiados colaboran con los espías para facilitarles el trabajo, y esta entrega
les proporciona un motivo de satisfacción porque alguien les ve mientras existen, y no
importa si existen como criminales o como imbéciles.

También es cierto que, una vez que alguien puede saberlo todo de todos, cuando los todos
se identifiquen con la totalidad de los habitantes del planeta, el exceso de información solo
producirá confusión, ruido y silencio. Esto debería preocupar a los espías, porque a los
espiados les encanta que al menos los amigos, los vecinos y quizá los enemigos conozcan
sus secretos más íntimos, ya que es el único modo de sentirse vivos y parte activa del
cuerpo social.

De la estupidez a la locura
Umberto Eco
Penguin Random House
2016
Bogotá

ELEMENTOS
Amarillo: Generalizar Rojo: Supresión

La pérdida de la privacidad

¿realmente le importa mucho a la gente la privacidad?; uno de los problemas de este


tiempo, que obsesiona de cierto modo a todos es la privacidad, ya que todo el mundo tiene
derecho a ocuparse de sus asuntos sin que los demás y en especial las agencias vinculadas a
los centros de poder, se enteren, pues existen instituciones creadas para garantizar la
privacidad, pero eso también preocupa en el hecho de que estas puedan utilizar esa
tecnología para tener información más detalladas como, que compran realizan, en que hotel
se hospedan, entre otras; recientemente Vodafone ha lanzado una advertencia sobre la
posibilidad de que agentes secretos puedan saber a quién se llama y que se dice.

Antes, la amenaza a la privacidad era el chismorreo y lo que se temía era el atentado contra
nuestra reputación, sacar a la calle los trapos sucios, que debían ser legítimamente lavados
en casa. Ya esto ha pasado a un segundo plano, puesto que las personas actualmente
quieren es conseguir reconocimiento social «hacerse ver» a toda costa, y para ello utilizan
diversos medios de comunicación en donde las personas pueden crear noticias falsas y ser
creíbles para los demás, esto debería preocupar a los espías, ya que a los espiados les
encanta que el público conozca sus secretos más íntimos por que los hace sentir vivos. En
otras palabras, por primera vez en la historia de la humanidad, los espiados colaboran con
los espías para facilitarles el trabajo, aunque, el exceso de información solo producirá
confusión, ruido y silencio.

Eco, U. (2016). De la estupidez a la locura, Bogotá, Penguin Random House.

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