Moreno, Víctor. La Ejecución Dineraria-2

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La ejecución dineraria

CaPrTULO 16
La ejecución dineraria

1. CONCEPTO
La ejecución dineraria es la actividad jurisdiccional de ejecución for-
zosa que tiene como finalidad obtener del patrimonio del deudor una
determinada cantidad de dinero para entregarla al acreedor.
Con gran diferencia sobre las restantes modalidades o formas
de ejecución forzosa, la ejecución por obligaciones de pago de dinero
es la más frecuentemente utilizada en la práctica. Esto se explica sin
dificultad porque dicha actividad ejecutiva tiene lugar no sólo cuando
el título determina directamente una obligación de esta naturaleza (se
trate de entrega de cantidad líquida o precise de liquidación, como
luego se verá), sino también cuando resulten de imposible cumplimien-
to las prestaciones in natura, en el caso de títulos que contengan una
obligación de hacer, no hacer o dar alguna cosa, y sustitutivamente
haya de cumplirse por el equivalente en los casos previstos por la
ley: entregando al acreedor una cantidad de dinero (esta cantidad
está generalmente necesitada de liquidación, aunque es posible que
venga fijada en la sentencia, artículos 706.1.11 y 709.4 LEC), como re-
sarcimiento de los daños e indemnización de los perjuicios que se le
hubieren irrogado.

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El procedimiento en la ejecución dineraria se desarrolla básicamen-


te, partiendo de la solicitud de ejecución, a la que sigue el despacho de
ejecución, a través del embargo y la realización de los bienes embarga-
dos, para satisfacer finalmente al acreedor con el pago.
No obstante, puede eventualmente faltar el embargo cuando en el
proceso de declaración se haya acordado la medida cautelar de em-
bargo preventivo, que se conviertiría en ejecutivo con la firmeza de
la sentencia (artículo 731), y también puede faltar la realización de los
bienes cuando lo embargado haya sido efectivamente dinero, en cuyo
caso se procede a entregarlo al acreedor después de haberlo ingresado
en la Cuenta de Depósitos y Consignaciones (artículo 621 LEC).

2. LA DEMANDA EJECUTIVA
A) Contenido de la demanda
La ejecución dineraria se inicia siempre —como el resto de los
procesos de ejecución— con una demanda presentada por la parte
interesada, que debe reunir los requisitos exigidos por la LEC, ante el
juez de la ejecución (el que conoció en primera instancia si de ejecución
de sentencias firmes o de otras resoluciones judiciales se trata, o el del
lugar en que el laudo se hubiera dictado), al objeto de que éste ordene el
despacho de la ejecución y realice los actos conducentes a la satisfacción
del derecho del acreedor.
Para precisar la extensión de las actividades ejecutivas, es necesario
llenar los requisitos generales de la demanda ejecutiva (artículo 549.1),
pues en otro caso el despacho de la ejecución puede plantear múltiples
problemas. Incluso en aquellos casos en que la LEC sólo exige que se
solicite el despacho de la ejecución con identificación de la resolución
de que se trate, esto es, cuando el título sea una sentencia o resolución
dictada por el juez que deba despacharla (artículo 549.2), resulta im-
prescindible hacer constar en la demanda no sólo el título y la petición
que dicte el auto despachando ejecución, sino el resto del contenido que
aparece previsto con carácter general.
a) Será preciso sin duda, en caso de ejecuciones dinerarias, deter-
minar la cantidad por la que se insta la ejecución, que representará la
medida del auto judicial, pues precisamente la LEC ha querido imponer

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fuertes restricciones a las operaciones de liquidación en ejecución de


sentencias (artículo 219).

b) Ensegundo lugar, resultará de extrema importancia para el éxito


de la ejecución, determinar los bienes del deudor que resulten conocidos
para trabar el embargo, pues éste sólo puede recaer sobre bienes con-
cretos, siendo nulo el embargo indeterminado (artículo 588). Si no se
pueden fijar los bienes en la demanda habrán de adoptarse las medidas
de localización e investigación de bienes del patrimonio del ejecutado que
pida el ejecutante para ordenar su embargo.
Estas dos concretas menciones de la demanda de ejecución pueden
resultar determinantes del resultado de la ejecución; en efecto, como el
embargo se traba desde el momento en que el juez lo decrete o se reseñe
el bien en el acta de la diligencia de embargo, aunque no se hubieran
adoptado las medidas de garantía de la traba (artículo 587.1), y la orden
de embargo se realiza, si fuera posible, en el propio auto despachando
la ejecución (artículo 553.1.4), la celeridad en la designación de los bie-
nes es vital para impedir que desaparezcan del patrimonio del deudor,
frustrando los derechos del ejecutante. Por otra parte, si el acreedor no
conociera bienes concretos del ejecutado, deberá solicitar en la demanda
que se adopten las medidas pertinentes para su localización o investi-
gación, que sólo pueden acordarse a instancias del ejecutante (artículo
590), ya que el requerimiento de oficio al ejecutado para que manifieste
una relación de bienes para cubrir la cuantía de la ejecución (artículo
589) puede resultar ineficaz frente al deudor renuente.

c) Asimismo, habrá de identificarse a la persona o personas frente


a las que se pretenda que se despache la ejecución, que pueden haber
cambiado en relación con las que figuren en el título, en cuyo caso se
hace imprescindible determinar en la demanda frente a quién debe
despacharse (ver supra, los supuestos de modificación de la legitimación
pasiva).

B) Determinación de la cantidad
Uno de los puntos más importantes de la demanda es sin duda la
fijación de la cantidad por la que se pide que se despache la ejecución,
aunque se trate de resolución dictada por el mismo tribunal que va a
conocer de ella y pareciera que en este caso puede prescindirse de esta

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mención en la demanda, pues en muy contadas ocasiones va a coin-


cidir lo efectivamente pedido por el ejecutante con lo concedido en el
título.
Ello es especialmente patente, por un lado, cuando se hubiera
producido un cumplimiento parcial, de modo que no se pretenda
—ni se pueda— ejecutar por la totalidad de la condena; por otro
lado, porque en la inmensa mayoría de los casos, se pretenderá le-
gítimamente obtener, junto con el principal reconocido en el título,
las costas del proceso principal que ya se hubieran liquidado, más
los intereses devengados hasta la demanda de ejecución, y además
una cantidad aproximada para responder de los intereses que se
devenguen durante la tramitación de la ejecución y las costas que
se causen en ella.
Sin perjuicio de los supuestos de conversión de las ejecuciones
específicas en el pago de una cantidad de dinero, cuando se trata de
condenas dinerarias la cantidad que ha de satisfacer el ejecutado de-
berá venir determinada en el título, y cuando resulte de realizar algún
cálculo, éste ha de expresarse en la demanda, pues en otro caso no se
despachará la ejecución (artículo 575.3).
De todos modos, la ejecución se va a despachar por la cantidad
que se reclame en la demanda, en concepto de principal, intereses
ordinarios e intereses moratorios vencidos, incrementada por la que
se prevea en el propio escrito para hacer frente a los intereses que
puedan devengarse durante la ejecución y a las costas (artículo 575.1),
sin que se pueda denegar el despacho de la ejecución porque el juez
entienda que la cantidad debida es distinta de la fjada en la dem anda
(artículo 573.2).
En el caso de una resolución judicial de condena al pago de can-
tidad líquida, ha de tenerse presente que ésta devenga, desde que la
resolución se dictó en primera instancia hasta su ejecución total, un in-
terés moratorio anual en favor del acreedor igual al del interés legal del
dinero, incrementado en dos puntos o el que corresponda por pacto de
las partes, o disposición especial (artículo 576.1), salvo que interpuesto
recurso la resolución fuere totalmente revocada. En los casos de revo-
cación parcial, el tribunal resolverá conforme a su prudente arbitrio,
razonándolo al efecto (artículo 576.2).

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STS de 24 abril 1982 (RJA XXXX)

La Sala de lo Civil del TS, interpretando un antiguo artículo 921.bis


de la LEC de 1881, después derogado, pero cuyas disposiciones se
mantuvieron en la LEC, señalaba en la STS de 24 de abril de 1982,
que: “A) en cuanto al presupuesto de aplicación del artículo, puede
precisarse que a) la resolución originadora del devengo no tiene que
ser firme necesariamente... y b) sobre si la liquidez debe ser anterior
a la resolución o proceder de ésta, parece que basta con que la reso-
lución introduzca la liquidez, pues entenderlo de otro modo dejaría
fuera del precepto la fijación de las deudas de valor en resoluciones
aún no firmes, muy numerosas en el campo de las obligaciones extra-
contractuales de resarcimiento de daños, que, desde ahora, originarán
el devengo de estos intereses desde el temprano momento procesal en
que se expresen o traduzcan en cifras, aunque el pronunciamiento no
sea firme y ni siquiera definitivo; y B) en cuanto al modo de su aplica-
ción también ocurren (sic) puntualizar que a) si la cantidad objeto de la
condena no producía intereses desde momento anterior, con la fecha
de la resolución se inicia el de los regulados por el artículo 921.bis; y
b) si, por el contrario, ya devengaba intereses moratorios, el aspecto
de la compatibilidad debe resolverse entendiendo que los moratorios
ordinarios quedan embebidos en los superiores del artículo a partir
de la fecha de la resolución, debiendo distinguirse, por tanto, entre el
tiempo anterior a la fecha de la resolución o tiempo de mora ordinario
y tiempo posterior, regido por el artículo 921.bis únicamente; pero si
los intereses moratorios ordinarios, por pacto u otra causa aparecieren
superiores a los del artículo, prevalecerán aquéllos y, en definitiva y
en cualquier caso, el tipo más elevado”.
En cuanto a los intereses que puedan devengarse durante la ejecu-
ción y las costas de ésta, la LEC prevé que se fije provisionalmente, sin
perjuicio de efectuar al final la liquidación, una cantidad máxima total
con el límite superior del 30 por 100 de la que se reclame por principal
e intereses hasta la fecha de la demanda (artículo 575.1). Habrá de ha-
cerse constar en la demanda ejecutiva la cantidad que se pretenda en
este concepto, y si supera el porcentaje referido, el juez podrá denegar el
despacho de la ejecución; sin embargo, parece que, por los términos en
que está redactado el precepto, el juez no estaría facultado para modular
lo solicitado por el ejecutante si no excede del límite del 30 por 100.

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No obstante, excepcionalmente se podrá superar el límite si el ejecutan-


te justifica que los intereses y las costas de la ejecución será superiores
en razón de la previsible duración de la ejecución y del tipo de interés
aplicable (artículo 575.1.I1).

C) Ampliación de la ejecución por ulteriores vencimientos


La nueva LEC regula específicamente los supuestos de ampliación
de la ejecución por vencimientos de nuevos plazos o de la totalidad de
la deuda, disponiendo que si, una vez despachada la ejecución, venciera
algún plazo de la misma obligación en cuya virtud se procede, o el resto
de la obligación en su totalidad, se entenderá ampliada la ejecución por
el importe correspondiente a los nuevos vencimientos de principal e
intereses, si lo pidiere así el actor y sin necesidad de retrotraer el pro-
cedimiento (artículo 578.1).
Esta ampliación de la ejecución podrá solicitarse en la propia de-
manda ejecutiva, en cuyo caso se advertirá al ejecutado, al notificarle
el despacho de la ejecución, que ésta se entenderá ampliada automáti-
camente si, en las fechas de vencimiento, no se consignan a disposición
del Juzgado las cantidades correspondientes (artículo 578.2).
La ampliación de la ejecución habilitará para la mejora del embargo y
podrá hacerse constar en la anotación preventiva de éste, pero no se acor-
dará automáticamente, sino una vez que el ejecutante las solicite después
de cada vencimiento que no hubiera sido atendido (artículo 578.3).

3. EL DESPACHO DE EJECUCIÓN
a) Como se dijo con anterioridad, si en la demanda ejecutiva con-
curren los presupuestos y requisitos exigidos, el título no adolece de
irregularidad alguna y los actos que se solicitan son acordes con la na-
turaleza y contenido del título, el tribunal ha de despachar la ejecución
(artículo 551.1 LEC).
El despacho de la ejecución se hace por medio de auto y ha de deter-
minar, entre otros extremos, la cantidad por la que se despacha cuando
se trata de ejecuciones dinerarias (artículo 553.1.2), sin que el tribunal
esté facultado para denegarla porque entienda que la cantidad debida es
distinta de la fjada en la demanda ejecutiva (artículo 575.2), ni siquiera
cuando el título lo hubiera dictado el propio juez de la ejecución.
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Tras el despacho de la ejecución, sin audiencia del ejecutado,


se llevarán a cabo de inmediato tanto el embargo como las medidas
de localización y averiguación de los bienes del ejecutado (artículo
554.1 LEC).
b) El auto por el que se despache la ejecución, con copia de la de-
manda, será notificado al ejecutado, pero sin citarle ni emplazarle, de
modo que podrá personarse en cualquier momento, y desde entonces
se entenderán con él las sucesivas actuaciones (artículo 553.2 LEC).
Cuando se trata de ejecución de resoluciones judiciales o arbitrales,
o que aprueben transacciones o convenios alcanzados dentro del pro-
ceso, que obliguen a entregar cantidades determinadas de dinero, no
será necesario hacer requerimiento de pago al ejecutado para realizar el
embargo de sus bienes (artículo 580), por lo cual, en el sistema procesal
vigente se convierte el acto procesal de la notificación al ejecutado del
auto por el que el tribunal despacha ejecución en el primer referente
para él de la apertura de la ejecución forzosa, cuando probablemente una
parte de sus bienes ha sido ya embargados. Es verdad que, en razón de
la naturaleza de los títulos, no es preciso rodear al deudor de ulteriores
garantías ni son necesarios más “avisos”, puesto que o bien acordó con
el ejecutante durante el proceso de declaración una solución al litigio
que los enfrentaba, y la incumplió, o bien fue oportunamente notifica-
do de la resolución judicial (sentencia o auto) o del laudo arbitral, y ha
tenido oportunidad de cumplir antes de que se inicien las actuaciones
de ejecución forzosa.
A partir de la notificación del despacho de la ejecución se le abre al
ejecutado la posibilidad de intervenir en el procedimiento en el momento
que quiera, y adoptando la posición que más convenga a sus intereses,
pero no sirve en puridad ni como citación, pues no se le convoca a nin-
guna diligencia o actuación, ni como verdadero emplazamiento, pues
no se le concede un periodo de tiempo determinado para realizar un
acto procesal.
Eso no quita para que la notificación funcione de un modo similar
al emplazamiento para formular oposición, pues si el ejecutado no
comparece en los diez días siguientes a la notificación del auto des-
pachando ejecución formulando oposición por motivos procesales u
oposición de fondo, habrá precluido el momento para hacerlo (arg.
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artículo 556.1). Con todo, la previsión legal parece que no puede en-
tenderse como prohibición o impedimento radical de promover con
posterioridad un incidente de nulidad, al amparo del artículo 562.1.3,
o de acuerdo con los artículos 238 y ss. de la LOP].

4. LAS POSTURAS DEL EJECUTADO


a) Ante el auto despachando la ejecución el ejecutado podrá, desde
luego, intentar ignorar la ejecución que se está siguiendo contra él, adop-
tando una postura de inactividad, aunque se verá de inmediato obligado
a realizar actuaciones en el procedimiento, como la manifestación de sus
bienes que debe ordenar el tribunal de oficio si el ejecutante no hubiera
designado en la demanda bienes para el embargo (artículo 589).
b) Podrá también el ejecutado formular oposición a la ejecución, si le
asisten méritos para ello, tanto por defectos procesales (artículo 558.1)
como por motivos de fondo (artículo 556.1), según se explicó antes,
así como oponerse a medidas o actuaciones concretas de la ejecución
forzosa.
c) El ejecutado tiene la posibilidad de evitar el embargo cuando
éste ya se hubiese pedido, consignando la cantidad por la que se hubiera
despachado la ejecución, mientras se sustancia la oposición que pueda
formular o haya efectivamente formulado. Si el órgano judicial hubiera
ordenado el embargo de bienes concretos, aun cuando no se hubiese ga-
rantizado la traba, la consignación podrá hacerse en cualquier momento
posterior — naturalmente antes de que se haya resuelto la oposición— y
producirá el efecto de alzar los embargos (artículo 585).
Así pues, la consignación opera como un instrumento a disposición
del ejecutado con el fin de paralizar el embargo de los bienes, o alzar los
que estuviesen trabados, mientras se sustancia la oposición (artículo 585.
II). Por medio de la consignación el ejecutado entrega la cantidad por la
que se despachó, pero no porque considere que la debe, o que la debe
como se pide y el juez ordena, sino para evitar que sus bienes queden
afectados a la ejecución forzosa, y mientras se discierne su oposición.
Por tales motivos, la LEC establece destinos diferentes de la canti-
dad consignada según la oposición se formule o no: en el primer caso,
se deposita y el embargo queda en suspenso; pero si no se formula la

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oposición en plazo la cantidad entregada en concepto de consignación


pasa a ser reputada como pago, de modo que se entrega sin más al eje-
cutante, sin perjuicio de liquidar además los intereses de la ejecución y
las costas (artículo 586).

d) Junto con estas posturas el ejecutado puede intentar cumplir con


el despacho de la ejecución dineraria, pagando. El pago naturalmente
produce como efecto el finalizar la ejecución ya iniciada, poniendo a
disposición del ejecutante la suma de dinero debida, salvo que se trate
de la conversión de la consignación en pago por no formular oposición el
ejecutado, como se acaba de decir, en cuyo caso las actuaciones ejecutivas
pueden continuar para liquidar (y exigir) los intereses y las costas.
El pago viene regulado en la ley como una actuación derivada del
requerimiento (“si el ejecutado pagase en el acto del requerimiento”, dice
el artículo 583.1) o de la proximidad de una demanda ejecutiva (“o antes
del despacho de la ejecución”, sigue diciendo el propio artículo).
El precepto legal resulta de difícil integración. En efecto, literal-
mente significaría, de una parte, que como en la ejecución de títulos
judiciales y arbitrales el requerimiento de pago no tiene lugar (artículo
380), la primera de las alternativas no podría existir, porque no puede
pagar el deudor en el acto de un requerimiento que no se produce:
no puede haber pago en el acto del requerimiento porque no hay
requerimiento.

No debe correr mejor suerte la segunda de las alternativas, pues


aunque el ejecutado conozca que se va a presentar la demanda, o que ya
se ha presentado, resultará difícil que pueda acudir al tribunal para pa-
gar (otra cosa será consignar para oponerse e impedir el embargo), salvo
que el ejecutado entregara en el órgano judicial en concepto de pago la
cantidad establecida en el título, es decir, el principal de la obligación,
que no se corresponderá con lo pedido por el ejecutante.
En efecto, si nos situamos en el supuesto de que la demanda no
se hubiera presentado, ello significa que el proceso de ejecución no se
habría abierto y la actuación del ejecutado funcionaría como una consig-
nación judicial liberatoria. De todos modos, el deudor no puede saber la
cantidad reclamada — que se integrará de diferentes partidas: al menos
del capital y de los intereses debidos hasta el momento, pues aunque
se reclamen efectivamente en la demanda las costas de la ejecución, en
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el caso del pago antes de la demanda no se habrían devengado—, por


lo que resultaría difícil concebir como viable esta primera posibilidad
y un pago previo al despacho de la ejecución.
Por su parte, sólo si el ejecutado hubiera tenido extrajudicialmente
acceso a la demanda, y lograra comparecer antes de que el juez dicte
el auto despachando ejecución, como dice el artículo 583.1, sería viable
que utilizara este modo de poner fin a la ejecución con el c umplimiento
de la obligación reconocida en el título, es decir, pagando.
Pero, una vez que el órgano judicial despacha la ejecución, parece
que el ejecutado que pretenda pagar no podría hacerlo de inmediato,
sino que habría de esperar al embargo de bienes concretos y proceder a
levantarlo; ésta es la vía que brinda la LEC en los artículos 650.5 y 670.7:
liberar los bienes embargados (todos ellos) mediante el pago íntegro de
lo que deba al ejecutante por principal, intereses y costas.
De este modo, si el ejecutado conociera de la existencia de la
ejecución por la notificación del auto que la despachara, o por el re-
querimiento judicial para que manifieste relacionadamente bienes y
derechos suficientes (artículo 589), no tendría la posibilidad de poner
fin a la ejecución cumpliendo, pagando, lo que resulta ciertamente poco
razonable. Por el contrario, debe mantenerse, en una interpretación in-
tegradora de los preceptos procesales, que la norma de los artículos 650
y 670, antes aludidas, no impiden que el deudor en cualquier momento
de la ejecución forzosa, antes de haberse aprobado el remate, pague el
principal y las costas, y son de aplicación cuando el ejecutado, una vez
despachada la ejecución y conocida la cantidad que se reclama, pretenda
efectivamente cumplir por la totalidad de lo debido, poniendo fin de
ese modo al procedimiento, aunque no se haya embargado bien alguno
hasta ese momento.

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