Sylvia Platn Anne Sexton Laurie Anderson
Sylvia Platn Anne Sexton Laurie Anderson
Sylvia Platn Anne Sexton Laurie Anderson
Me gustaría que imaginasen a una joven escritora…La joven dejaría vagar su imaginación
libremente por todos los arrecifes, por todas las anfractuosidades del universo sumergida en las
aguas profundas del inconsciente (…) De pronto se produce un estruendo, una explosión,
espuma y confusión. La imaginación había chocado con algo duro. La joven despertó de su
sueño en un estado de insoportable angustia. Dicho sin imágenes: había pensado en algo, en
algo referente al cuerpo y a las pasiones, que se considera enfermizo si es expresado por las
mujeres. Los hombres, le recomendaba la razón, se escandalizarían. La idea de lo que dirían los
hombres de una mujer que dijese la verdad sobres sus pasiones, la despertó de su inconsciencia
de artista. No podía seguir escribiendo.
Esa exploración del inconsciente en la que la escritura se interna dando cuenta de los
conflictos que hacen a la propia identidad es, justamente, lo que las norteamericanas
Plath y Sexton tomaron como posta, después de la británica. Ambas se nutrirían de la
corriente confesional cuyo referente era por entonces el poeta Robert Lowell (1917-
1977). También oriundo de Massachusetts, ellas se conocieron en un Seminario de
poesía dictado por éste en la Universidad de Boston, en 1959. Tres años antes, en
febrero de 1956, Plath había conocido en Cambridge (Inglaterra) al joven y ya
reconocido poeta inglés, Ted Hugues (1930-1998), con quien apenas tres meses después
2
La elección de enmarcar esta "edición restaurada" con los sesgos y prejuicios de una hija, que se
centra en las deficiencias de Plath como esposa y madre, es extremadamente problemática en
términos de comprensión de Plath como poeta. Una vez más, el carácter ofensivo de esta
defensa — en la que la información de Frieda sobre Plath viene en gran parte de su "Papi" —
está flechada y es despectiva; (Frieda) Hughes, al igual que su padre antes que ella, adopta una
inapropiada posición de autoridad.
Sylvia Plath mira con admiración a su esposo Ted Hughes, quien mira a la cámara,
mientras recibe, sonriente, unos papeles que su esposa parece confiarle. Circa 1958.
Me entusiasma el nuevo decir que introduce Life Studies (Estudios de Vida) de Robert Lowell,
ese intenso avance en la experiencia personal, muy serio y emocional, y que siento ha desafiado
un tabú. Los poemas de su experiencia en un hospital psiquiátrico, me interesan mucho. Estos
peculiares y personales asuntos que eran tabú y empiezan a ser explorados en la reciente poesía
5
La poesía de Sexton marcó a Plath más que otras lecturas, como las de su admirado
Dylan Thomas; según la biógrafa Linda Wagner-Martin lo que en ella encontró no
podía darse en el relacionamiento con su marido:
La poesía y la amistad de Sexton eran algo que Sylvia no podía encontrar en ningunaotra parte,
ni siquiera en casa, pues las imágenes y los temas de los poemas de Ted le eran ajenos. Anne
Sexton era ya consciente de su especial competencia como mujerpoeta, y en ese sentido influyó
en Sylvia como no podía haberlo hecho ningún poeta varón. 3
misma consistía en introducir un picahielos mejorado (the ice pick lobotomy) a través
del párpado, para golpear directamente en el lóbulo frontal del paciente. Era una cirugía
ciega en la que sin ver lo que estaba haciendo, el cirujano removía el instrumento
cortante dentro del cerebro, seccionando las fibras nerviosas que aislaran el lóbulo. En
Estados Unidos se practicó masivamente alcanzando una cifra de 40.000 intervenciones.
Denunciada por los psicoanalistas —a quienes Freeman, por supuesto, detestaba— esta
maravilla de la ciencia médica comenzó a ser desplazada en los años 50, aunque se
practicó hasta la década del 70. Un estudio reciente de Kristy Staniszewski (2012)
plantea que los cambios sociales producidos a partir de las dos posguerras, arrojaron
comportamientos psicológicos que pusieron a la mujer en el foco de atención de un
sistema médico patriarcal. No es casual, entonces, que la mayor cifra porcentual de
lobotomías fuera realizado a mujeres, sin previo consentimiento de las pacientes. Las
terapéuticas subsiguientes fueron: los neurolépticos, promocionados como la
“lobotomía química” —con los que habría sido tratada Sexton—, y el electrochoque,
del que fue objeto Plath a los 21 años —gracias a que no se le diagnosticó “psicosis”,
pues hubiera sido lobotomizada—. Pero, de hecho, el primer intento de suicidio de la
joven Plath sobrevino a las macabras sesiones de electrochoque que le fueron
administradas sin medicación, sin la presencia de médico ni enfermera en la sala, y sin
que nadie más pudiera acompañarla durante ni después de las mismas. En carta a un
amigo (28.12.1953) narra su periplo psiquiátrico y la pesadilla recurrente de entonces:
[…] frecuenté los consultorios y divanes de los psiquiatras, todos los cuales se disponían a partir
de vacaciones o acababan de regresar de ellas. No podía dormir; desarrollé una resistencia a las
dosis crecientes de somníferos y tuve una breve pero traumática experiencia con un tratamiento
de electrochoque mal administrado, como paciente externa […] Ahora mismo lo que más
necesito, evidentemente muy difícil de lograr, es una persona que me ame, que esté a mi lado
por las noches cuando me despierto temblando horrorizada y aterrada pensando en los
corredores de cemento que conducen a la sala de electrochoques, y que me dé ánimos e infunda
la confianza que ningún psiquiatra acaba de darme del todo.7
Fue el ensayista ML Rosenthal, en un temprano artículo de 1959, quien primero dio
cuenta del fenómeno denominado “poesía confesional”. El crítico estableció un
contraste entre el radical resguardo de la intimidad de Emily Dickinson —que consideró
la publicación de poesía como “la subasta de la mente”— y el primer hito de confesión
poética moderna, representado por los poemas que Walt Whitman ingresó en 1860 bajo
el título "Live Oak With Moss" (3ª edición de Leaves of grass), exponiendo por primera
vez en la poesía norteamericana, la relación homoerótica del hablante con un amante
masculino. Considerando que, simbolismo mediante, Ezra Pound y T. S. Eliot conducen
a los lectores “al reino prohibido”, pero adoptando diversos enmascaramientos que
esconden el rostro o psique del poeta, Rosenthal observó el surgimiento de un creciente
neo-confesionalismo a mediados del siglo XX. Reconoció que en Robert Lowell la
confesión poética era una terapia para el alma, y lo presentó como quien había removido
la estética del ocultamiento intelectual: “Lowell quita la máscara. Su hablante es
inequívocamente él mismo, y es difícil no pensar en Estudios de Vida como una serie de
confidencias personales, más bien vergonzosas, de esas que uno por honor propio, se
esfuerza en no revelar.”8
Rosenthal también consideró que esa línea tenía una ascendencia teórica en las
conferencias que Robert Graves diera en Oxford, en 1958. Allí, el erudito mitólogo de
The White Goddess (1948), expondría su credo poético denostando la artificiosidad de
Pound, Eliot, W.H. Auden e incluso del venerado por Plath, Dylan Thomas.
8
[…] la poesía tuvo una función religiosa en la sociedad pagana, y como tal debería recordarle al
lector nuestra naturaleza animal, los viejos rituales y los mitos que compartimos antes de la
existencia de la sociedad moderna, que ha crucificado nuestro espíritu con su civilización […]
La poesía debe incorporar ambas cosas, la creatividad y nuestras tendencias destructivas,
llevándonos incluso hasta el salvajismo de la naturaleza […] apruebo como método de trabajo
la inserción en estados de locura, porque la locura no se encuentra restringida por las demandas
de las convenciones sociales modernas que nos impiden el acceso a nuestra naturaleza
primitiva.9
Es posible relacionar el potente credo de Graves con el “decir salvaje” de Sexton, y con
el giro visionario que roza la locuacidad descentrada en Ariel (1965), de Plath. La locura
es tema de su novela The belle Jar (La campana de cristal). La primera edición de la
misma vio la luz en enero de 1963, menos de un mes antes que Plath se suicidara. La
había terminado de escribir en enero de 1962, poco antes del nacimiento de Nicholas, su
segundo hijo —Frieda, había nacido en abril de 1960 y, entre medio, Plath perdió un
embarazo—. Firmada por Victoria Lucas — pseudónimo que parece vincularse con el
haberse sentido “como en casa” durante su estadía en España— la novela se insertó en
lo que por entonces se designaba como roman à clef. De hecho, se adelanta a varios
conceptos que Philippe Lejeune pondría a circular en Francia doce años después con Le
pacte autobiographique (1975). Considerada hoy un hito de la narrativa feminista, allí
se narran los hechos claves de la crisis juvenil de la que Plath regresó como una
sobreviviente de sí misma: los tiempos de formación en el instituto de señoritas Smith
College, la pasantía en la glamorosa Revista Madmoiselle, junto a su tiránica editora
neoyorkina, los trastornos que la condujeron a las mesas de electrochoque y finalmente
al sótano de la casa en la que, tras la ingesta de somníferos, la protagonista, igual que la
autora, es encontrada más muerta que viva. No parece ser casual que sean poetas
quienes primero abonan estas intersecciones entre ficción y autobiografía, ya que los
complejos mecanismos de la lírica implican por naturaleza lo autoficcional, aunque un
sector ortodoxo de la academia pretenda aún hoy restringir su aplicación al género
narrativo. La voz más antigua que, hablando en primera persona, dice lo que la lira de
su corazón le dicta, es la del poeta. Y si, como sucede en la poética confesional, se sirve
de las vivencias personales no será la fidelidad a los hechos la que determina su alcance,
sino la construcción de subjetividad que trasciende a los mismos. La forma en que estas
poetas enunciaron las voces de hablantes hijas, niñas o mujeres, tuvo aristas
transgresoras —que resultaron ásperas y problemáticas en su tiempo— pero además fue
innovadora en el orden estético. Así como Plath conocía, y medía con recato su
perceptividad visionaria, Sexton sabía que sus poemas estaban adelantados a su tiempo.
“De hecho, mis poemas están unos cuatro años por delante de mí en la vida”, dice en
una entrevista filmada en su casa el 10.3.1966, en torno al poema “Menstruación a los
40”. Hay que ver lo reveladora que resulta ser su personalidad.10
Hasta hoy se discurre sobre si Sexton fue una niña abusada por su padre o si fue
golpeada por su marido. Se especula sobre si fue determinante para Plath saber que
Assia Wevill, la amante de su marido, había quedado embarazada de él. No es el
enfoque de linealidad biográfica el que nos interesa. Nos detendremos en cómo ambas
reelaboran las figuras de autoridad masculina en relación a los cuerpos de sus
enunciadoras femeninas, en conflictos que —atravesados por la mitología trágica y el
psicoanálisis— exponen el arte de morir: “dying is an art” (“morir es un arte”), reza el
verso de Plath. Dicho de otra manera: de la confluencia indisoluble del cuerpo textual y
el cuerpo biológico es desde donde emanan sus poéticas autoficcionales. Del tejido del
dolor, y de sus respectivos traumas infantiles universalizados, están hechas sus palabras,
así como esas palabras moldearon sus destinos. De esa conjunción proviene el pathos
9
que caracteriza lo femíneo en sus legados poéticos. En tal sentido no es posible —pero
tampoco imprescindible— distinguir en sus poemas aquello que es autobiográfico de lo
que es proyección ficcional derivada de sus historias de vida. La función poética y su
puesta dramática, dando voz a personajes en primera persona es tan antigua como la
tragedia griega. Así como las mujeres griegas no cultivaron, que se sepa, el género
dramático, tampoco lo hicieron Plath y Sexton. Sin embargo, la escritura fue para ambas
una vía de catarsis ante conflictos que expusieron lira en mano. Al respecto, dice Shu-
hua Chung, siguiendo en parte a Foucault: “En la revisión de sus infancias traumáticas,
ellas reconstruyen a sus padres y revelan su vida privada en público, en orden de aliviar
la culpa en su conciencia (…) la confesión puede ser considerada un método para curar
el trauma desde una perspectiva psicológica”.11 En la instancia confesional, agrega
Diana George (1987: 101) “el yo autobiográfico se vuelve portavoz de la autenticidad
poética y personal”. No es azaroso que ambas actualicen diversos mitos (Electra,
Orestes, Agamenón, Medea, Poseidón) exponiendo en sus cuerpos textuales una
ritualidad trágica que resuelven en el acto final de sus propios cuerpos. De acuerdo al
constructo de género basado en la repetición perfomativizada de actos, propuesto por
Judith Butler (2007), el suicidio es una inscripción subversiva que no sólo atenta contra
el sí mismo, sino contra el sistema social en el cual se inscribe la identidad de género
rechazada, o que no encuentra amparo en el mundo.
Las figuras paternas en sus respectivas poéticas (“Daddy”, de Plath; “La muerte de los
padres”, de Sexton) pueden ser interpretadas desde el materialismo histórico o desde
Carl Jung, por poner dos ejes teóricos.
Friedrich Engels (2012: 9) —siguiendo la pesquisa de 1861 en la que Bachofen
estudiaba el origen del derecho materno— consideró de interés histórico leer la
Orestíada de Esquilo como la controversia entre el agonizante derecho materno de las
antiguas comunidades y el derecho paterno naciente, que terminará imponiendo el
nuevo orden patriarcal. Engels concluye en que a partir de entonces las mujeres no han
vuelto a tener nunca más la consideración social que tuvieron antiguamente cuando, en
tanto genitoras biológicas, eran las dueñas de la descendencia. Hasta allí el matricidio
—del cual Orestes es absuelto en contra de la autoridad de las Erinias— era el peor de
los crímenes.
Por otro lado, lo que en 1912 Carl Jung denominó “complejo de Electra” —etapa en que
la niña vive una fijación afectiva o enamoramiento físico en relación al padre— es
tratado por Sexton con alcances polisémicos en diversos textos. En “The moss of his
skin” (“El musgo de su piel”) el final del poema dice así:
Sexton perfiló sus dardos desde una mirada crítica que desmitifica el “saber” libresco de
las figuras de autoridad masculina, comenzando por el sistema médico. En este poema
aparece el infantil la la la que sigue al “tú eres yo”, dirigido al sabelotodo que la
11
Los estilos de Plath y Sexton podrían considerarse las contracaras de una misma
moneda. El cuerpo femíneo es lo que ambas representan en su complejidad fisiológica y
síquica, maternal y erótica, incluso cuando se internan en los antiguos mitos trágicos.
Lo que en Plath es elisión, pliegue metafórico, materia quebradiza, imprecación
contenida, en Sexton es materia arrojadiza, parodia desembozada del estatus quo. En su
diferencia discursiva ambas representan igualmente una nueva toma de la palabra por
parte de la mujer en la poesía moderna de habla inglesa. Una toma de la palabra en la
que logran encarnar esas voces del inconsciente prohibido que, al inscribirse,
constituyen una mirada de género suficientemente polisémica como para universalizar
la intimidad de sus historias personales.
Uno de los señalados traumas relacionados con la muerte de Otto E. Plath (1885-1940)
fue que la madre no permitió a los niños Sylvia y Warren asistir al entierro del padre. En
marzo de 1959 tras una visita a la tumba de su padre en Winthrop la poeta escribe
“Electra on Azalea Path”. Junto a “The Colossus”, del mismo período, ambos tratan
sobre la figura paterna y el duelo que marcó su vida. En la última estrofa, tras haber
pedido prestados los “coturnos de la tragedia” (Esquilo, Sófocles y Eurípides escriben
sobre Electra) la poeta adelanta lo que será el acto final de su propia tragedia:
Siendo éste uno de sus poemas más elaborados y conmovedores, construido en cinco
estrofas simétricas de yámbicos ingleses, Plath sintió que no le hacía justicia a la tumba
de su padre, lo consideró “too force and rethorical” (“demasiado forzado y retórico)16, y
decidió dejarlo fuera del libro The Colossus and other poems (1960), primer y único
poemario que publicó en vida. El poema que da título al libro da cuenta de treinta años
de duelo paterno, sin haber logrado recomponer jamás el cuerpo del padre: “I shall
never get you put together entirely/ Pieced, glued, and properly jointed” (“Jamás
conseguiré juntar tus piezas/ en pedazos, pegarte, unirlas bien”). Esa figura tan colosal
como la obsesa y dolida memoria de su ausencia, da lugar a la imagen de la hija como
“una hormiga enlutada”. Otra referencia a la Orestíada conduce a la analogía en la que
el cadáver del padre —equivalente a la ruina de su infancia— es tan relevante en su vida
como lo es para la historia el Foro Romano.
Entre los poemas finales de Plath se encuentran “Lady Lazarus” (La dama Lázaro) y
“Daddy” (Papi), escritos en octubre de 1962 cuando se concreta la ya por entonces
agónica separación entre la poeta y su marido. George Steiner calificó a “Daddy” con
juicios ambivalentes, como todo el artículo que le dedica a la poesía de Sylvia Plath.
Dice que este poema es “el Guernica de la poesía moderna. Y es tan histriónico y en
cierta medida, ´amanerado`, como lo es el alarido de Picasso”. Luego se pregunta si es
lícito que alguien se apropie de la monstruosidad de los campos de concentración para
un poema intimista —lo que muestra hasta qué punto descolocó el discurso neo-
confesional de estas jóvenes en la segunda posguerra—. Steiner (1994: 297-98)
concluye con una afirmación reivindicativa: “Son poemas que aceptan riesgos
tremendos, ya que llevan al límite la manera esencialmente austera de la autora. Son un
amargo triunfo, una prueba de la capacidad de la poesía de dar a la realidad la más
grande permanencia de lo imaginario”.
“Daddy” (“Papi”) no sólo contiene algunas claves psicológicas del mundo de Plath sino
que arriesga una lúcida analogía entre el totalitarismo político y la micropolítica de los
condicionamientos de género. La doble condición de mujer y de judía que adopta la
niña-hablante del poema es una cifra precisa de esa analogía.
15
(…)
I never could talk to you.
The tongue stuck in my jaw.
An engine, an engine
Chuffing me off like a Jew.
A Jew to Dachau, Auschwitz, Belsen.
I began to talk like a Jew.
I think I may well be a Jew.
(…)
Yo nunca pude hablarte.
La lengua se me pegó a la mandíbula.
La ruina irreparable del cuerpo del padre en “The Colossus” reaparece en un diaporama.
A aquella imagen se le superpone la de la joven que ha sido “vuelta a pegar”, tras el
acto suicida que la llevó a buscar en la muerte al padre muerto. En la “casi vuelta” de la
locura —diría Sexton— la sobreviviente confiesa haber adoptado el modelo de ese
enemigo con aire de superioridad aria. A la vez, la orfandad paterna de la hablante se
proyecta sobre la de sus pequeños hijos, abandonado el hogar por parte del padre. La
situación angustiante de incomunicación que Plath viviría en el crudo invierno de 1963
también se anticipa:
(…)
I was ten when they buried you.
At twenty I tried to die
And get back, back, back to you.
I thought even the bones would do.
patrón de la casa. Y lo más retorcido: Assia debía dejar de lado las costumbres
británicas y proyectar en todos los órdenes de la vida su cultura alemana y judía. Todo
un sistema de control que, no sólo explica el desenlace trágico de la mujer, sino que
resulta una constatación caricaturesca de la visión inscripta por Plath en “Daddy”:
Cuando una nueva amante apareció en el horizonte, la pareja ya estaba por separarse
pero la tragedia del suicidio volvió a escenificarse. La noche del 25.3.1969 Assia llevó
un colchón a la cocina de su piso en Londres. Preparó un cóctel de alcohol y somníferos
y se acostó junto a Shura, de cuatro años, tras abrir la llave del gas. La réplica Sus
cadáveres fueron encontrados junto a dos cartas: una dirigida al Dr. Gutman, su padre, y
otra a Hughes.
En “Lady Lazaro” la voz del personaje refiere a sus propias muertes cíclicas que se
corresponden, cada diez años, con la secuencia expresada en “Daddy” y con una
descripción muy gráfica de cómo sobreviviera la autora al intento de suicidio de 1953:
“I rocke shut// As a seaschell/ They had to call and call/ and pick the worms off me like
sticky pearls” (“Meciéndome, me cerré// como una concha. / Tuvieron que llamarme
una y otra vez/ y arrancarme los gusanos como perlas pegajosas”).
Desde el inicio hace aparición un rasgo de humor ambivalente de connotaciones
sadomasoquistas. Se comparan partes del cuerpo de la mujer (piel, pie, rostro) con
objetos de fabricación nazi (veladora, pisapapeles), junto a lo doméstico judío (ropa).
Todo así presentado conjuntamente adquiere una tonalidad de escenografía siniestra.
A paperwight,
My face a featureless, fine
Jew linen”
un pisapapeles,
mi cara sin rasgos, fino
lino de ropa judía.
Dying
Is an art, like everthing else.
I do it exceptionally well.
(Morir
es un arte, como todo lo demás.
Yo lo hago extraordinariamente bien.
I am your opus,
I am your valuable,
The pure gold baby
Ash, ash -
You poke and stir.
Flesh, bone, there is nothing there -
A cake of soap,
A wedding ring,
A gold filling.
Herr God, Herr Lucifer,
Beware
Beware.
(Soy tu opus,
soy tu inversión,
el bebé de oro puro
Ceniza, ceniza...
que atizas y remueves.
Carne, hueso, no hay nada allí
de las cenizas
resurjo con mi cabello rojo
y me como a los hombres como aire).
21
Una observación de Margaret Rees (1998) sirve de síntesis para sopesar el aporte critico
que la poética de Plath introdujo en el contexto norteamericano de la posguerra, cuando
a nivel familiar, social y laboral, el sistema patriarcal comenzó a resquebrajarse. Por
entonces la feliz-madre-ama de casa —según estadísticas de la época la mujer pasaba
más de cinco horas diarias en la cocina— era el fetiche publicitario protagónico de las
flamantes campañas televisivas que dieron proyección masiva al American Way of Life:
Ya sea que Plath escribiera acerca de la naturaleza, o acerca de las restricciones sociales que
afectan a los individuos, ella se despojó de todo barniz complaciente. Dejó que su escritura
expresara fuerzas elementales y miedos primigenios. Al hacerlo, puso al desnudo las
contradicciones que arrancaron las apariencias y señaló algunas de las tensiones que se movían
por debajo de la superficie del American Way of life estadounidense, en el período de la segunda
posguerra.
Y al respecto de cómo asumía la mujer un papel sumiso frente al orden patriarcal hasta
la generación anterior, resultan especialmente significativas las palabras de Aurelia
Schober, madre de Sylvia Plath, consignadas en la Introducción de Cartas a mi madre,
al referir la relación con su marido:
La diferencia de edad (21 años) que nos separaba, la superior educación de Otto, los largos años
vividos en dormitorios universitarios o solo, nuestra anterior relación de profesor-alumna,
contribuyeron a que le resultara particularmente difícil la brusca transición a una vida hogareña
y familiar y acabaron generando una actitud dominadora y prepotente de su parte. (…) Al
cumplir mi primer año de casada comprendí que si quería tener paz en mi hogar —y tal era mi
deseo—, no tendría más remedio que mostrarme más sumisa, aunque ello no encajase con mi
carácter natural.21
22
El 11 de febrero de 1963, el más helado invierno londinense desde 1947, Plath sintió
que su mundo se había congelado para siempre. Se levantó a las seis de la mañana, llevó
al cuarto de sus hijos una bandeja de desayuno con pan y manteca, y dos jarritas de
leche. Se encerró en la cocina, tapó los resquicios con toallas, metió la cabeza en el
horno y abrió el gas. Su último poema, "Edge" (Borde) conjuga la mayor tensión irónica
posible: el deseado cuerpo de la mujer y la exigida perfección, alcanzan su máximo
logro en la muerte.
(O friend,
while the moon's bad,
and the king's gone,
and the queen's at her wit's end
the bar fly ought to sing!)
(¿qué es tu muerte
sino una vieja pertenencia,
un lunar caído
de uno de tus poemas?
(¡Oh, amiga,
cuando aquello de la mala luna,
y el rey se ha ido,
y la reina llega al final de su juego,
la mosca del bar debe cantar!).23
24
El intento de suicidio que las había unido en el pasado, se volvería a revestir de un valor
ritual a la distancia. En ese año 1963 Sexton fue nombrada profesora universitaria en
Boston. En los próximos once años ganó varios premios, publicó cinco libros más, entre
ellos Live or Die (1966) por el que obtuvo el Premio Pulitzer (1967). Gracias al archivo
cibernético mundial hoy se puede escuchar la puesta en voz de Sexton del poema
“Woman with girdle” (“Mujer con faja”), acompañada por su propia banda, “Her Kind”,
de inconfundible sonido psicodélico, grabada hacia finales del sesenta. Una emotiva y
tocante lectura del texto “All my pretty ones” en voz de la poeta, fue remezclada por el
músico Peter Gabriel para "Mercy Street - For Anne Sexton" (“Calle Piedad”), la
canción que le dedicó, editada en el álbum So (1986).24
Plath muestra en su último poema a la luna "mirando desde su capucha de hueso", como
testigo del último acto; un año después (febrero de 1964) Sexton finalizará con estas
imágenes su poema “Wanting to die” (“Queriendo morir”)
Esa es la infección de la cual cualquier ser humano es portador, la que según Albert
Camus constituye un virus que se puede accionar en cualquier momento porque, como
bien lo dice en su ensayo El mito de Sísifo (1942): "Sólo existe un problema
verdaderamente filosófico: el suicidio". Este poema, que parece proseguir el diálogo con
el “dying in an art” de su amiga Plath, es por su grado de reflexión filosófica y verdad
autobiográfica, una de las más sobresalientes piezas líricas que se pueden encontrar en
torno al inextricable acto de subversión que implica el suicidio. Poco tiempo después de
separarse de su marido, en 1974, Sexton se ahogó con la benzina del auto, en el garaje
de su casa: un vaso de vodka en la mano y el tapado de su madre puesto encima de los
hombros.
En cuanto a la perfomatividad del suicidio en los textos poéticos, Steiner (1994: 298)
señala que después de escribir los poemas finales Plath se habría condenado a sí misma:
“A partir de ellos era imposible volverse atrás”. Según Alfred Alvarez —el crítico más
cercano con el que Plath se relacionó amistosamente— el suicidio es en Plath “an
attempt to get herself out of a desperate corner her own poetry had boxed her into” (“un
intento de rescatarse a sí misma del rincón de desesperación en el que su propia poesía
la había encerrado”).25 Pero Alvarez también fue el primero en señalar que el acto
suicida de Plath fue su “last unwritten poem” (“último poema no escrito”). 26
Sobre este punto una reciente tesis de maestría de Tavares Junior (2011: 36) señala:
A partir del suicidio de la poeta no se puede ignorar más los elementos autobiográficos y
confesionales que movilizan la escritura, y tampoco limitar la lectura de su poética a estos.
Desde esa perspectiva el sujeto enunciador de la poética plathiana remite siempre a una
identidad perfomática. 27
*
26
*A este trabajo, especialmente escrito para la Revista [Sic], le precede otro que solo es una referencia de
un ya largo interés por aproximarme a las poéticas de Sylvia Plath y Anne Sexton: “Dos poetas mujeres
en el recodo de la era patriarcal” (2001): Lima, Revista Evohé Nº5 , Universidad de Lima, Perú. El título
actual está inspirado en la última estrofa del poema “Stings” (“Picaduras”), escrito por Sylvia Plath el
7.10.1962: “Now she is flying/ More terrible tan she ever was, red/ Scar in the sky, red comet / Over the
engine that killed her— /The Mausoleum, tha wax house” (“Ahora ella está volando/ más terrible que
nunca, roja/ cicatriz en el cielo, cometa rojo/ por sobre la maquinaria que la mató/ el Mausoleo, la casa de
cera”.
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27
Grijalbo.
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Wagner-Martin, Linda W. (1989): Sylvia Plath: Barcelona: Circe.
NOTAS
1
Plath Sylvia (1989): Cartas a mi madre. Selección y comentarios de Aurelia Schober Plath:
Barcelona, Grijalbo: pp. 213-14.
2
La entrevista, realizada por Peter Orr a Sylvia Plath en 1962, fue publicada en The Poet
Speaks: Interviews with Contemporary Poets, por Hilary Morrish, Peter Orr, John Press, and Ian Scott-
Kilvery (1966). London, Routledge. Se puede leer en forma completa, en Inglés en:
http://www.english.illinois.edu/maps/poets/m_r/plath/orrinterview.htm. La traducción es de mi autoría.
Se recomienda escucharla en la voz de S. Plath en: http://www.youtube.com/watch?v=g2lMsVpRh5c
3
Wagner-Martin, Linda W.: Sylvia Plath: Barcelona, Circe, 1989: p.181.
4
Plath Sylvia (1989): Cartas a mi madre. Selección y comentarios de Aurelia Schober Plath: Barcelona,
Grijalbo: p. 34.
5
Todos los poemas en Inglés de Anne Sexton referidos en este trabajo, pertenecen a The Complete Poems
of Anne Sexton, de Linda Gray Sexton and Loring Conant (1981), Houghton Mifflin Harcourt.
La traducción al español es de mi responsabilidad.
6
Kevels, Barbara (1978): “The Art of Poetry: Anne Sexton”, en Mc Clatch J.D. (ed.): The Artist
And Her Critics, Bloomington, Indiana University Press,: p.5. La traducción es de mi
responsabilidad.
7
Plath Sylvia (1989): Cartas a mi madre. Selección y comentarios de Aurelia Schober Plath: Barcelona,
Grijalbo, pp.115-117.
8
Rosenthal, Macha L. (1991): Our Life In Poetry, Selected Essays and Reviews, New York, Persea
Books: pp. 109 – 112. [The Nation : 19. 9.1959].
9
Palabras de Robert Graves, citadas en el mencionado ensayo de Rosenthal. La traducción es de mi
responsabilidad.
10
“Sexton at home Part I” puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=L4VlcVfgFJk
11
Chung, Shu-hua: “The Electra Complex in Sylvia Plath and Anne Sexton’s Poems”. Consultado,
febrero 2014: http://www.ntnu.edu.tw/acad/epub/j53/j532hs-6.htm. La traducción es de mi
responsabilidad.
12
Sexton, Anne (1981): The Complete Poems of Anne Sexton, por Linda Gray Sexton and Loring Conant: Houghton,
Mifflin Harcourt. La traducción es de mi responsabilidad.
13
Sexton, Anne, “La muerte de los padres”, traducción de Veronica Zondek en Periódicode Poesía
UNAM
http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=321&It
28
emid=88.
14 Sexton, Anne (inédito): El bebé de la muerte y otros poemas, Traducción, selección e introducción de
Verónica Zondek.
15
Ingberg, Pablo(2005) “Sylvia Plath, una tragedia renovada” nota y traducción en El Litoral, Santa Fe.
Consultado en: http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2002/05/23/culturadiario/CULT-01.html
16
Plath, Sylvia (1981) The Collected Poems, edited by Ted Hughes: New York, Harper & Row: p.289.
Todas las citas en Inglés de los poemas de Plath de este trabajo pertenecen a dicha edición, aunque las
traducciones al Español correspondan a diferentes traductores que se irán mencionando.
17
Plath, Sylvia (1988) Tulipanes y otros poemas, traducción de María Julia de Ruschi Crespo, Buenos Aires, CEAL.
18
Desde este texto en adelante, todas las traducciones al español de los poemas de Sylvia Plath, son de
mi responsabilidad y autoría.
19
Plath, Sylvia (1981) The Collected Poems, edited by Ted Hughes: New York, Harper & Row: p.293.
La traducción es de mi responsabilidad.
20 Se recomienda escuchar la puesta en voz de este poema por parte de la poeta. “Sylvia Plath reads
Daddy”: http://www.youtube.com/watch?v=_hz1ar58BIM
21
Plath, Sylvia (1989): Cartas a mi madre. Selección y comentarios de Aurelia Schober Plath: Barcelona,
Grijalbo: pp: 22-23.
22
La traducción del Inglés al Español, es de mi responsabilidad.
23
La traducción del Inglés al Español de estas estrofas, así como de las siguientes citas de poemas de
Anne Sexton, es de mi responsabilidad.
24
Peter Gabriel: "Mercy Street - For Anne Sexton"; álbum “So” (1986). Se puede escuchar en:
http://www.youtube.com/watch?v=5Y5KELHc0Hw
25
Alvarez Alfred (1990): The sauvage, god, a study of suicide, Norton Paperback. [1971].
26
Citado por Alexander Paul (1999), Rough Magic: A biography of Sylvia Plath: New York, Da Capo
Press, p.341.
27
Tavares Junior, José M., “A performance do suicidio em Airel de Sylvia Plath”: Natal, Universidad
Federal do Río Grande do Norte, 2011 p.36. Consultado en:
http://repositorio.ufrn.br:8080/jspui/bitstream/1/8451/1/JoseMTJR_DISSERT.pdf
La traducción del portugués es de mi responsabilidad.