Quito Precolombino

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Jaime Moreno H.

QUITO PROFUNDO

Una Civilización en la Mitad del Mundo

Jacinto Collaguazo
COLECCIÓN PRESENCIA CULTURAL

ISBN 9 9 7 8 - 6 0 - 0 0 2 - 7
DERECHOS RESERVADOS
J a i m e M o r e n o H a r o , 1991
Editorial I A D A P , 1 9 9 1
Diego de Atienza y Av. A m é r i c a
Quito - Ecuador
Impreso en E c u a d o r - Printed in Ecuador.

Edición 1.000 ejemplares.

D I R E C T O R EJECUTIVO.- Eugenio Cabrera M e r c h á n


EDITOR: V í c t o r Manuel G u z m á n
DIAGRAMACION Y
PORTADA: Wilfrido A c o s t a Pineda
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PRESENTACIÓN

Con clara vocación de cultura, UNICE, desde la fecha de su fundación, viene


ejecutando actividades destinadas a preservar los valores culturales de los indí-
genas y campesinos.

Esta vez, consecuente con sus principios, ha iniciado la publicación de una se-
rie de t e x t o s con el objeto de difundir los tesoros culturales de nuestros pue-
blos t a n t o en ti á m b i t o nacional, c o m o en el extranjero.

En el c a m p o de la cultura, UNICE t i e n e s u s propios p l a n t e a m i e n t o s . Cree q u e


el indio americano aun no ha entregado su aporte a la humanidad actual. De
este criterio nace su p r e o c u p a c i ó n p o r recuperar a través de la investigación
y el estudio de los valores positivos que conforman la cultura andina y tropi-
cal de nuestros campesinos. A n t e la crisis espiritual de la civilización actual,
nuestros pueblos ofrecen alternativas de c o m p o r t a m i e n t o ante la naturaleza
y la sociedad.

Los indígenas y campesinos actuales, después de sufrir siglos de esclavitud,


han p e r d i d o casi por c o m p l e t o su gran tradición. En los t i e m p o s que corren,
el indio e c u a t o r i a n o apenas conserva de su pasado un folklore m u y deforma-
do y un lenguaje desactualizado.

Luego de la alienación cultural y economicista que nos llega a los pueblos po-
bres p o r imposición de los imperios de m o d a , no cabe t o m a r una actitud beli-
gerante c o n t r a la sociedad actual, irremediablemente urbana y consumista, si
se carece de bases para plantear cualquier c u e s t i o n a m i e n t o .
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La llamada, resistencia indígena de q u i n i e n t o s años q u e d e b e r í a d e s e m b o c a r


en los m o v i m i e n t o s ecológicos y en u n a religiosidad p a g a n a (campesina), tien-
de a integrarse d e n t r o de las c o r r i e n t e s p o l í t i c a s de tipo u r b a n o .

En lo q u e se refiere a la celebración del Q u i n c e n t e n a r i o del D e s c u b r i m i e n t o de


América, UNICE ha resuelto no adherirse ni a la celebración oficial p r o p i c i a d a
p o r los g o b i e r n o s l a t i n o a m e r i c a n o s ni a la anticelebración p r o p u g n a d a p o r or-
ganizaciones de ideologías políticas (urbanas) no campesinas ¿ C ó m o p u e d e el
h o m b r e a u t ó c t o n o de A m é r i c a c o n m e m o r a r c o n júbilo el g e n o c i d i o , la opre-
sión, el saqueo, la barbarie, el triunfo del colonialismo e u r o p e o en el m u n d o
entero?.

¿ C ó m o p u e d e n las civilizaciones del aire libre y el c a m p o abierto adherirse sin


más a la civilización de la plaza m a y o r y el c o t o cerrado?.

¿ C ó m o p u e d e los hijos del mar, la m o n t a ñ a y la selva regocijarse p o r la destruc-


ción de las Indias inmemoriales cuya brevísima relación escribió c o n lágrimas
Fray Bartolomé de las Casas? A u n c u a n d o la fiesta trate de c o n m e m o r a r el En-
c u e n t r o de dos M u n d o s , a nuestro parecer en el 12 de O c t u b r e de 1942 ocurrió
un v e r d a d e r o d e s e n c u e n t r o ya q u e una civilización campesina solo p u e d e m a n t e -
ner excelentes relaciones con otra de idéntica cultura, en q u e lo p á n i c o , pagano
y ecológico sustente su ideología.

No p u e d e t a m p o c o adherirse sin m á s a un m o v i m i e n t o de Resistencia Indígena


de Q u i n i e n t o s A ñ o s q u e , c o m o p r o d u c t o de una Universidad Conformista tien-
de a la urbanización total del planeta. No p u e d e alistarse en las filas de los
d e p r e d a d o r e s del h a b i t a t h u m a n o ni en la c o n t i e n d a de clases sociales p o r q u e lo
sustancial de nuestra cultura no es el e c o n o m i c i s m o sea este capitalista o socia-
lista, ni el progresismo mecánico y u r b a n í s t i c o .

UNICE piensa q u e , en la actualidad, p a r t i e n d o d e s d e cero, d e b e propiciar un po-


deroso renacimiento de las culturas aborígenes insertándolas d e n t r o de la post-
c o t u e m p o r a n e i d a d c o m o alternativa válida para c o n f o r m a r u n m u n d o que man-
tenga una c o m p l e t a a r m o n í a e n t r e la naturaleza y el espíritu h u m a n o . Las cul-
turas americanas antiguas p u e d e n d a r aportes m u y valiosos a esta civilización
actual. El R e n a c i m i e n t o indígena, c o m o lo fue el e u r o p e o en los siglos XIII y
XIV p r e t e n d e asumir lo q u e va q u e d a n d o de valioso en las artes y ciencias del
O c c i d e n t e Civilizado para impregnarlo del genio mágico y ecologista de la Amé-
rica p r e c o l o m b i n a .

Si antes los p u e b l o s arios sojuzgaron sin piedad a las viejas razas del M u n d o A n t i -
guo, a s u m i e n d o ciertas manifestaciones culturales paganas para anexarlas al genio
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u r b a n í s t i c o de los recién llegados, ahora, ante el fracaso espiritual de la civiliza-


ción c o n t e m p o r á n e a , en vísperas de un holocausto nuclear y del colapso ecológi-
co del planeta, creemos q u e u n a de las pocas alternativas q u e t o d a v í a q u e d a a la
h u m a n i d a d es el Renacimiento de las culturas precolombinas, preclásicas y prea-
rias.

C o m o aporte inicial a la cultura del país, UNICE, ha previsto editar una serie
de publicaciones que enfoquen la realidad del campesino e c u a t o r i a n o , que
rescaten sus valores ancestrales y que orienten al p u e b l o con u n a ideología
a u t é n t i c a m e n t e campesina.

Agradecemos el aporte del Señor Jaime Moreno H a r o , autor del presente libro
y para quien vayan dirigidos nuestros parabienes.

Asimismo dirigimos nuestra impereeedora gratitud al señor licenciado Eugenio


Cabrera, Director Ejecutivo de 1ADAP, del Convenio Andrés Bello y a todas las
personas que hicieron posible esta empresa.

Etelvina Pillajo Campo José Cáceres Cáceres


PRESIDENTA NACIONAL DE UNICE SECRETARIO NACIONAL
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UNA CIVILIZACIÓN EN LA MITAD DEL MUNDO

Por: Jaime Moreno H.

INTRODUCCIÓN.

Hasta hace poco, cuando se hablaba de Quito como civilización, se


producía una reacción de franco desdén en la élite cultural del país.

A toda afirmación o descubrimiento que a los conspicuos académi-


cos parecía chocante, sucedía una odiosa conspiración de silencio,
mientras que las alharacas no cesaban cuando se trataba de elogiar
a los hijos de soles ajenos y lo que es más odioso, a los enemigos del
pueblo quiteño, antiguo y moderno.

Barrocos, neoclásicos, románticos y realistas tratan de Q u i t o desde el


punto de vista inca-hispano. Las dos máximas autoridades históri-
cas parecen ser Pedro Cieza de León y el Inca Garcilasso de la Vega.
Falta en nuestra historia el testimonio del nativo.

Nos cuenta el padre Juan de Velasco, que para escribir su " H i s t o r i a


del Reino de Q u i t o " se había documentado en cosa de 42 autores.
Entre los libros y manuscritos de consulta, se encontraba la obra
de Jacinto Collaguazo, titulada "Guerras Civiles de Atahualpa y su
Hermano A t o c o " . El cronista indio, debió documentarse directa-
mente en la escritura-relato, filosofía de los " p i l a s " y " q u i i c o s " sobre
un tema tan trascendente para la nación quiteña, pues se trataba
de explicar en esa obra cuáles eran los motivos de la profunda ene-
mistad entre Q u i t o y el Tawantinsuyo.
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Dicha crónica fue incinerada por mandato del Corregidor de Ibarra,


el cual había p r o h i b i d o a los indígenas letrados escribir libros por
ser esa ocupación exclusiva de blancos. Cuando Collaguazo, por im-
posición de su confesor, logró concluir parcialmente su obra, ésta fue
escamoteada para perderse definitivamente.

Como no es la Crónica de Collaguazo la única perdida, sino casi todas


las,que se refieren a la antigüedad-quitense, el caso repetido da oca-
siórf ^ i ; sospechar la oculta intervención de incógnitos detectadores
de h|¡j»ejíasy doctrinas "diabólicas".

¿Era Quito una civilización " s e r p e n t i n a " y, por ende, maldita o bien
sufrió desde m u y temprana época la malévola tergiversación histórica
manipulada desde el Rimac por coyas y orejones enquistados en la
seudo aristocracia virreinal?

Hoy como ayer, las civilizaciones no iniciáticas, enemistadas muchas


veces por problemas de hegemonía pol ítica,"celebran alianzas sorpre-
sivas para atacar a un enemigo común a nombre de la sana ortodoxia.
En el caso hispano, huelga señalar la total adhesión del pueblo y la
corona a la Iglesia Oficiai, voluntariamente exotérica e intolerante.
Durante el descubrimiento y conquista de América, los Reyes Católi-
c o s habían expulsado del suelo español a moros y hebreos a nom-
.' bre de la religión Católica, Apostólica y Romana, quedando ese país
prácticamente purgado de elementos heterodoxos.

En cambio, produce extrañeza el caso de los Incas, de los cuales nos


hemos acostumbrado a pensar como si ellos fuesen los únicos deposi-
f tarios de un saber iniciático de estirpe solar. Pero cuando vemos a
Túpac Yupanqui y Huayna-Capac derramar sangre para conquistar
tierras ajenas, nos viene en ganas creer que el Incario dejó de ser una
civilización iniciática desde cuando se impregnó de mesiánico impe-
rialismo.

Así entendidos los hechos, nos es fácil adivinar por qué no existen
evidencias de la antigua cultura quiteña, logrando imponerse el
criterio del imperio inca a través de su historiador más leído y
admirado, el mestizo Garcilaso de la Vega.

¿Puede un pueblo sin tradición ser el mismo, expresarse con origina-


lidad, crear?.
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Por más que se exalte la famosa Escuela de A r t e Quiteño, duele re-


conocer que toda esa magnificiencia que vemos en los templos y
conventos de Quito son una obra maestra de alienación cultural.
En ese sentido, España realmente colonizó hasta el p u n t o de que
un indígena quiteño, Manuel Chili, logra esculpir imágenes de un
refinado neoclasicismo, con absoluto olvido de su etnia. A la gu-
bia de Caspicara no podemos exigirle que nos regale el bulto de
un " l o n g u i t o " Dios nacido en un Belén andino, mucho menos la esce-
na del "segundo n a c i m i e n t o " en el Catequil de Q u i t o .

Por encontrarse Quito a considerable distancia de la M e t r ó p o l i ,


se esperaba el florecimiento de una cultura más autóctona, más
india. Pero no fue así. Los quiteños se trasculturizaban más rápido
que los otros pueblos de la América Española. Ya, para entonces,
las seudo aristocracias criollas, j u n t o con las Cortas de España y
Europa comenzaban a gravitar sobre el sol de Versalles. Primero,
lo neoclásico y rococó, luego Voltaire, Rousseau y la Enciclopedia
imprimieron su profunda huella en la mente vacía de las jóvenes
generaciones, donde nosotros podemos incluir a culteranos neoclá-
sicos, románticos y modernistas que no quisieron iluminarnos con la
luz verdadera del " C H A " quiteño, sino con la luz artificial del París
pisaverde y rastacuero. Y Quito va cambiando paulatinamente de
nombre hasta transformarse en República del Ecuador. Los nuevos
amos de reciente cuño, después del reparto del b o t í n , bautizan al
antiguo Quito con un nombre cursi de texto de Geografía, endil-
gándole el afrancesado mote de Ecuador.

Perdida la personalidad de un pueblo por haber renunciado a su nom-


bre, fácil es hacerlo presa de bastardos intereses de propios y ex-
traños.

Por un lado, el indígena quiteño, desprovisto de su CHA, su gran ver-


dad, es hoy día un ser sin historia, un indio a secas que, por casuali-
dad conserva todavía un folklore sin sentido y un lenguaje demóti-
co, plebeyo, semi-vernáculo, semiespañol.

Por otro lado, los blancos y mestizos que hacen la política y la


historia del país, avergonzados del C H I D E quiteño, se han converti-
do en ridículos espejos donde podemos ver las muecas y carantoñas
que van dejando las efímeras modas de los imperios culturales del
mundo.
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Y mientras más corre el tiempo hacia la plenitud del bilenlo, más


crecemos en la negación absoluta de nuestro origen. En la actua-
lidad el ecuatoriano moderno, sea aborigen o no, pisotea la semilla de
oro del maíz y la qulnua, del árbol y la hierba en aras de sus apeti-
tos.; Por afán de lucro, tala selvas y bosques como antes ya extirpó
de raíz el C H I D E o árbol genésico de Q u i t o . Y envenena el aire
que es vehículo de " B l " o vida, y contamina el agua, Pi, la gran
purificadora, y derrama a torrentes el sagrado semen humano,
burlándose sarcásticamente de la antigua sabiduría.

Consumado el parricidio c u l t u r a l , nosotros, ecuatorianos de la


vigésima centuria, aspiramos a blanquearnos con la educación mo-
derna, eliminando de nuestros genes e inconciente colectivo lo
autóctono y americano. Desprovistos de raíces ancestrales, con la
seguridad de pertenecer a una patria sin historia, tratamos de fluir
con la onda que está de moda en e l á m b i t o " a c u l t u r a l " de América
Latina.

Con estos antecedentes, la barbarie oficial consagra la falsificación de


nuestra historia y el desprecio de nuestros valores.

En las escuelas y colegios se impone la enseñanza de una historia que


más o menos se reduce a los siguientes tópicos:

— Una prehistoria que más pertenece al país del sur, por ser un há-
bil resumen de los Comentarios Reales del Inca Garcilasso.

—... Un desconocimiento completo del panteón quiteño, de sus dioses


y demonios, en beneficio, claro está, del " v i r a c o c h i s m o " pe-
ruano.

— Eclipse total de la gloria que merecen los heroicos caciques qui-


teños: Nazacota Puento, Quelagu deCochasquí, Epiclachima,
Callcuchima, A t i Pillaguazo, y demás generales del ejército de
Atahualpa.

— Desconocimiento del Shillpanu, purguay, cañari, pantzaleo, etc.


en beneficio exclusivo de la cultura quichua.

— Persistente difamación a la memoria del General Rumiñahui,


héroe m á x i m o de nuestra nacionalidad.
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— Exaltación desorbitada de los mantuanos de Caracas que hicie-


ron posible la intromisión anglo-francesa en Hispanoamérica y
la abolición de nuestra gloriosa nacionalidad quiteña. .

— Una larga sucesión de gestas nada heroicas protagonizadas por


gachupines y criollos, por militares de opereta, eglógicos gamo-
nales y sublimes chupatintas, magnificados por la lupa de histo-
riadores interesados y ganapanes.

Como puede verse, una historia tergiversada y mutilada impide dar


al quiteño de hoy y mañana su aporte cultural a la humanidad.

Sin embargo, es preciso sacudirse algún día del marasmo producido


por tanto lavado cerebral que ha venido en detrimento de nuestra
cultura. Porque Q u i t o , hoy República del Ecuador, no es una Babel
conformada por apatridas y "Huayrapamushcas" que aceptan a re-
gañadientes, ser ciudadanos de un país subdesarrollado.

EN T O R N O A U N A P O L É M I C A : PRO V E L A S C O O C O N T R A

VELASCO

Al tratar temas de la antigüedad quiteña, indefectiblemente hay que


tomar partido en la tradicional polémica surgida entre quienes admi-
ten la existencia del Reino de Quito tal como nos lo describe el padre
Juan de Velasco y entre quienes tratan de impugnar la obra del men-
cionado jesuíta. Por un lado, unos pregonan haber demostrado a
satisfacción la tesis sostenida,por el religioso riobambeño por medio
de exhaustivos estudios lingüísticos y antropológicos; y, por otro la-
do, los adversarios dan otras pautas para rastrear el origen de los pue-
blos quiteños por no encontrar en ninguna parte, ni una sola eviden-
cia de los caras y su cultura, ni el asiento geográfico del Reino Shilli.

Ha sido necesario el aporte de investigadores extranjeros para darnos


cuenta de que nuestras polémicas adolecen de un ridículo provincia-
lismo. Toda la bullada contienda del caso Reino de Quito, se reduce
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a tres capítulos o parágrafos del L i b r o I de la Historia Antigua que


es el segundo t o m o de la " H i s t o r i a del Reino de Q u i t o en la A m é r i -
ca M e r i d i o n a l " en los que Juan de Velascp trata de los inciertos orí-
genes de los caras, de la dinastía que éstos f o r m a r o n en la Mitad del
Mundo y de la alianza con los Duchicelas del Puruhá, t o d o , con el
objeto de dar a conocer la estirpe de donde procedía el Inca Atahual-
pa.

Si se examinan con atención los mencionados textos podemos obser-


var que el aporte del jesuíta es. m u y exiguo, pues de él se esperaba
mayor información por haber consultado valiosas fuentes como él
mismo indica: Marco de Niza, Bravo de Sarabia, Jacinto Collagua-
zo y otros 40 autores tales como Cieza de León, Francisco López
de Gomara, Agustín de Zarate, Padre Acosta, Garcilasso de la Vega,
Bartolomé de las Casas, etc. Nada encontramos de los otros pueblos
avecindados en Q u i t o , pues Velasco apenas menciona a una que otra
tribu.

El espacio geográfico que nuestro autor asigna al Reino de Q u i t o se


reduce a una fracción de las provincias de Pichincha e Imbabura
cuando los incas y conquistadores denominaban " Q u i t o " al vasto
territorio que se extendía desde Túmbez a Popayán y del mar Pací-
fico hasta el Matto Grosso, descontando el habitat de la cultura
C H I M U , Incrustada en el Perú.

En su Historia Natural, el autor dedica el L i b r o IV á estudiar el


Reino Racional donde se dedica a discurrir sobre los orígenes de pe-
ruanos, quiteños y gigantes, dando igual origen étnico a Shiris e
Incas, pues ambos pueblos hablaban un idioma común y ambos pro-
venían del mar. Siendo estos invasores supuestamente adelantados,
fácilmente d o m i n a r o n a los pre-incas en el Perú, y a los Quitus más
allá del Chlnchasuyo.

Según, los cómputos de Juan de Velasco, los Shiris tuvieron apenas


4 0 0 años de permanencia en Q u i t q lo que significa que se ha pro-
puesto historiar los hechos de un pueblo extraño, mientras que los
arqueólogos modernos, al margen de la polémica pro-Velasco o con-
tra él, no solo van descubriendo valiosas expresiones culturales de
pueblos auténticamente quiteños sino que aún más, en la actualidad
se comienza a sopechar que la cuna de las civilizaciones americanas
se encuentra en Q u i t o .
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Toda la obra de Juan de Velasco gira en t o r n o a un " L e i t m o t i v " -


Relievar ios hechos de Shiris, Duchicelas e Incas. Concluidos los 3
capítulos del L i b r o I de la Historia Antigua, Velasco se preocupa en
mostrarnos unos incas pacifistas y magnánimos que conquistan caba-
llerosamente a pueblos bárbaros y crueles.

Llega al punto de llamar traición al hecho de utilizar disimuladas es-


trategias, para defender el suelo natal invadido por ejércitos numero-
sos y bien armados. Para Juan de Velasco, el cacique Túmbala es un
miserable traidor como lo son los indómitos caranquis que prefirie-
ron teñir de sangre generosa un lago Imbaya antes que sujetarse a los
arteros halagos de un usurpador. Los bárbaros, según este criterio
son los que defienden su libertad, su suelo natal, sus creencias y tradi-
ciones, mientras que los agresores, cuando se trata de los incas o
Shiris, representan el progreso, la civilización, la expansión racional y
necesaria del hombre.

Más adelante, después de darnos una versión quechua de los aconte-


cimientos anteriores y coetáneos a la conquista, leemos con estupor
cómo el padre Velasco, siguiendo ¡a corriente encauzada por López
de Gomara, trata con los peores epítetos al gran Rumiñahui, porque,
claro está, el A t i no es Shiri Duchicela. De esta manera, ei jesuíta
riobambeño ha optado por ignorar a los Atis Piilaguazo, a Nazacota
Puento, a Quelagu de Cochasquí a la pléyade de héroes que dio Qui-
to a la resistencia contra la invasión inca. Cómo es posible que un
cacique de Otavalo, Jacinto Collaguazo, se exima de darle abundante
información sobre los mitos de su pueblo, sobre la prolongada resis-
tencia por más de tres décadas de paltas, cañaris, puruhaes, pantza-
leos, quitus imbayas, cayambis, cochasquíes y muchos pueblos más?.
Por qué ignora el m i t o serpentino del origen del pueblo cañari refe-
rido en la "Historia del Nuevo M u n d o " de Barnabé Cobo?.

Nos han dicho hasta la saciedad que Juan de Velasco vivió en la épo-
ca en que la Compañ ía de Jesús fue expulsada de España y sus Colo-
nias lo cual dio por resultado el abandono de las fuentes de consulta,
el extravío de documentos y la pérdida de valiosos libros, impidiendo
con ese cúmulo de calamidades una mejor elaboración de la "Historia
del Reino de Q u i t o en la América M e r i d i o n a l " .

Sin embargo, las mencionadas dificultades no debieron constituir un


serio obstáculo para legarnos datos más importantes a los lectores del
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siglo X V I I I y el nuestro. Porque, en definitiva, lo que Velasco nos


quiere transmitir es que, salvo, en lo que respecta a los Shiris, la única
versión averiguada y cierta acerca del encuentro Quito-Cuzco es la
que consignan en sus escritos Garcilasso de la Vega, Cieza de León y
López de Gomara y esa versión es la que han recogido los ecuatoria-
nos, crean en la existencia de los Shiris o nó. Más, lo que realmente
nos interesa es saber quienes eran los otros vecinos de los caras, cómo
se arreglaban para enfrentarse con la naturaleza, por qué no superpo-
blaror» su extenso t e r r i t o r i o , qué les impidió utilizar la rueda que
conocían para desarrollar una tecnología más avanzada, qué secretos
verdaderamente le transmitió Jacinto Collaguazo, de quien no se
sabe casi nada; vale la pena entonces convertir en nuestra Biblia
la Historia del Reino de Q u i t o en la América Meridional?. A ú n
más. cEs trascendental para nosotros ese relato perfectamente
depurado de todo lo que huele a cultos serpentinos?.

Sin embargo, aún siendo exiguo el aporte del Padre Velasco, con los
escasos datos suministrados por él no han faltado investigadores
tales como José Félix Proaño, Pío Jaramillo Alvarado, Leónidas
Batallas, Paúl Rivet, O t t o V o n Buch Wald, Teodoro Wolf, Isaac
J. Barrera, José María Coba Robalino, Pedro Fermín Cevallos, etc.
etc. que no solo concuerdan con la tesis expuesta por el docto
riobambeño sino que, por medio de otras disciplinas, explican
mejor la existencia del Reino de Q u i t o .

Pero son los esposas A l f r e d o Costales y Piedad Peñaherrera quienes,


tras pacientes investigaciones en viejos folios y después de fatigo-
sos trabajos de campo, han logrado ampliar la poca información
legada por Velasco respecto a los caras. Y no solo se concretan
a defender una tesis, sino que logran descubrir datos inéditos por
medio de la lingüística, antropología cultural y otras, disciplinas
históricas.

Ellos logran desentrañar el significado de Q u i t o , ubican con preci-


sión el d o m i n i o cultural de los quitus, revelan cuál fue la forma
de gobierno de estos milenarios polenos, explican el verdadero
significado de las grafías de los caras y chiIlis, descubren el auténtico
lenguaje de estos pueblos.

Por ellos sabemos que quitus y shillis tienen el mismo origen étnico
y lingüístico.
17

El quiteño antiguo hablaba shillipanu o urapanu y estaba emparen-


tado con los chibchas de la actual Colombia meridional, más, de nin-
guna manera con los cuzqueños. Sí, los esposos Costales se declaran
adeptos de su paisano Juan de Velasco. Es de ver con qué claridad
mental prolongan la edición de la Casa de la Cultura Ecuatoriana
1978 de la Historia Antigua del' padre Velasco. Al defender a nues-
t r o ilustre protohistoriador, nos revelan un Quito que no han podido
presentarnos los arqueólogos e historiadores que defienden a Jiménez
de la Espada.

Si bien Juan de Velasco, con una acusada quichuización mental, nos


entrega una escasa información del Q u i t o preinca, por lo menos, no
niega las limitaciones de sus invetigaciones presentándonos hechos y
personajes desmitificados.

Los Jimenistas, en cambio, se espabilan únicamente para buscar su-


puestos orígenes extranjeros en los yacimientos exhumados en nues-
tra Patria. Después de estudiar los más recientes descubrimientos, ya
no podemos pensar siquiera en la posibilidad de que nuestros antepa-
sados valdivianos provengan de una aldea japonesa mucho menos de
Mezoamérica aunque así lo decreten Betty Meggers o Rafael Girard.
Ahora creemos que los verdaderos focos de irradiación cultural estu-
vieron sitos en la Mitad del Mundo aunque este hecho nos sumerja
en un mar de tinieblas, respecto a los orígenes de los adanes america-
nos hasta ahora conocidos.

A la luz de estos antecedentes, es necesario reconstruir nuestra


-prehistoria con nuevos esquemas. Ante todo, hay que aclarar algunos
puntos básicos. Parece que en el contexto cultural llamado Q u i t o ,
no existía concentración de poder en una tribu o en un monarca úni-
co, pues dentro de una nación había una infinidad de tribus y peque-
ños reinos que coexistían aislados o confederados con otras naciones
de acuerdo a sus necesiades ecológicas; más nunca por un afán impe-
rial de buscar mayor espacio territorial ni mayor número de subditos.
Quizás el reino de Quito no fue más que una confederación de tribus
o una pequeña nación indígena o exógena como la cañari, vaya por
ejemplo, y fue bautizado así por Juan de Velasco para dotar de una
estirpe real al inca shilli Atahualpa Duchicela que era el personaje
más conspicuo de nuestra historia antigua, pues él, con sus valerosos
generales, había conquistado el extenso Tahuantinsuyo al derrotar a
su hermano Huáscar.
18

En ese caso la palabra " S h i l l i " , no Shiry, debió significar sacerdote


iniciado en los Misterios de la Mitad del Mundo y no de una dinastía
imprecisa de monarcas que heredan el t r o n o de padre a hijo. Parece
que era costumbre de nuestros pueblos aborígenes elegir al más
capaz, previa una prueba iniciática, sea este el catequil u otra forma
de chamanismo. Como puede verse este sabio método de elegir go-
bernantes eliminaba la política, la concentración de poder en unos
pocos privilegiados, las desigualdades sociales, el sistema economicis-
ta, las super-estructuras, la superpoblación, la destrucción del habitat!
Por esa razón los quiteños lucharon denodadamente contra los inva-
sores incas porque éstos sí constituían un caso chocante y único en
la gran tradición de la América Primitiva. De esto no nos dice nada
Juan de Velasco, pero, las obras de los Costales-Peñaherrera, sí nos
permiten vislumbrar el enorme contraste de estas dos civilizaciones.

QUE E R A QUITO?

Quito era un país que poseía una antiquísima tradición. En sus ar-
chivos akásicos podría encontrarse un largo memorial de epopeyas y
un venero inagotable de gay saber, apenas vislumbrado por arqueólo-
gos y lingüistas. Q u i t o , según los hitos señalados en el t e o d o l i t o se-
micircular de la pirámide meridional de Cochasquí, debió extenderse
por el Oriente, pasando el Cayambe, hasta tierra de los antiquísimos
cultivadores de mandioca, quizás hasta la desembocadura del mar
mediterráneo que hoy es la extensa zona petrolera de la selva ama-
zónica. Por el Sur, su Influencia cultural debió prolongarse más allá
del Cuzco y del Collasuyo, tal vez hasta la inquietante A n t á r t i d a ,
sexo del M u n d o , por lo menos hasta el mar de Tiawanako.

Porque Q u i t o , antes de que mayas y olmecas establezcan su civiliza-


ción del maíz ya había domesticado su " c h i l l u " durante milenios y
d i f u n d i d o su cultura, tanto al Norte como al Sur del Continente.

Q u i t o , mucho antes de lanzar el célebre grito en la madrugada del


10 de agosto de 1809, ya era una civilización de luz. Durante la
Colonia supo conservar su alta estirpe estableciendo sus focos de
19

irradiación en San Francisco de Quito, Cuenca de los Andes, Tunja


y Popayán, donde el padre Bedón, Miguel de Santiago, Nicolás de
Goribar, Bernardo de Legarda, Manuel Chili, Gaspar Sangurima y
muchos otros no hacen más que seguir la gran tradición legada pol-
los refinados ceramistas de Valdivia, que difundieron su cultura
en Mezoamérica, México y Perú.

Y mucho antes de que los académicos franceses vinieran con sus


luces cartesianas a señalar el Ecuador Terrestre en tierras america-
nas, ya los " S h i l l i s " , equipo de sabios quitus o caras, señores de la
cuerda que mide, habían observado desde sus tolas, o bien, cabal-
gando sobre sus " v i y a s " por las rutas del océano, que el sol era más
cálido y vertical en los trópicos y montañas de su nativo " t u " .
Después de seguir la ruta del sol y señalar con hitos geográficos
la línea divisoria de los dos hemisferios, los Shillis vinieron a deno-
minar Q u i t o a este Centro físico, astral y espiritual del Planeta,
porque Q u i t o en chafiqué y lengua chachí, significa "Tierra de la
Mi-tad".

En los pueblos antiguos, el nombre era un mantram, palabra de po-


der, palabra creación, definición de esencias. Q u i t o , para nuestros
antepasados, debió ser un conjuro de gloria, una vibración mágica
que los transportaba a los planos superioies de conciencia donde
es posible la creación excelsa del arte, el acto heroico y la posesión
de la suprema sabiduría.

Q u i t o , no se sabe cómo, durante milenios de existencia, no pudo


superpoblai su t e r r i t o r i o . En tal razón los quiteños no se preocupa-
ban de cuestiones económicas ni territoriales, ni imperiales. Absor-
tos en sus ensueños de artistas, estos griegos de la América Antigua
parece que se preocupaban primordialmente de'mantener excelentes
relaciones con los elementos de la naturaleza antes que incrementar
su poder por medio de la economía o la conquista armada.

El vasto territorio quiteño, un millón de kilómetros cuadrados,


según Cédula expedida por el Rey de España, el 29 de agosto de
1463, estaba conformado por tribus gobernadas por caciques o
curacas a quienes los españoles denominaban régulos no sin ocul-
tar su desprecio.

Ignoraban los ibéricos que los caciques eran auténticos reyes que
habían obtenido su corona mediante difíciles iniciaciones en sus
20

enigmáticas tolas o pirámides y no por simple herencia, mediante


prácticas incestuosas.

De economía muy rudimentaria, estas gentes tribales soluciona-


ban todos sus requerimientos de consumo-producción mediante
el intercambio de sus productos y el sistema de la " m i n g a " .

Mientras los incas se empeñaban más en mantener un ejército so-


lo comparable en magnitud al del Imperio Romano, el quiteño
buscaba el conocimiento y eventualmente guerreaba no precisa-
mente por cuestiones territoriales y económicas, sino en defensa
de su autonomía. Las guerras de los antiguos americanos nada
tiene que ver con las cuestiones económicas de la historia contem-
poránea.

A q u í no se luchaba por conquistar mercados o monopolios, ni si-


quiera para liberarse del p r e d o m i n i o de una clase social, sino por
motivos más altos: La cuestión del Ser.

La Historia Universal nos muestra el caso frecuente de voraces im-


perios que invaden naciones pacíficas con el único fin de dilatar
fronteras o usurpar ricos territorios. De esta manera, esos imperios
no solo engendran violencia, sino que frustran gloriosos destinos,
convirtiéndose en agentes de la progresiva involución de la especie
humana. A ellos se debe el tránsito de las edades de oro a otras de
plata, bronce o hierro.

Q u i t o , antes de la invasión incásica, no era un imperio, ni siquiera


un país feudal a la manera europea. Era una confederación de mi-
núsculas naciones gobernadas cada una de ellas por un cacique o rey.
El Reyno " S c h y l l i " , según el Padre Juan de Velasco, debe su exten-
sión gracias al enlace realizado entre Hualcopo Duchicela de Puruhá y
la princesa Toa del país Cara.

Cuando Túpac Yupanq.ui penetró en dominios quiteños, no encon-


t r ó pueblos bárbaros ni decadentes como asevera el Inca Garcilasso.
Por el contrario, una raza vigorosa, en muchos aspectos superior a
la sureña, ofrecía tenaz resistencia a los embistes y halagos de los in-
cas, y al mismo t i e m p o , daba ejemplo vivo de heroísmo, amor a la
libertad y demostraciones de pacífica convivencia. Nada más ajeno
al espíritu de Q u i t o que el agresivo mesianismo de los Incas y la
afeminada molicie de los hijos de Chimor.
21

Cuando los ejércitos de Túpac Yupanqui penetraron a la heredad de


la Madre Cañara, se encontraron con un pueblo pacífico, pertenecien-
te, sin duda, a una extraordinaria casta sacerdotal. El legandario ca-
cique Pisar, auténtico hierofante del culto serpentino, no pudo resis-
tir al embiste de los ya tenebrosos hijos del sol y optó por retirarse
a una laguna donde dicen que se sumergió voluntariamente en busca
de su muerte.

El hecho de ser un pueblo contemplativo, amante de la paz que, por


consiguiente, no trabaja para producir más y más a fin de mantener
incontables guerreros, dio motivo a que el invasor califique a los qui-
teños con el ingrato apodo de "quillacos", según nos cuenta gozosa-
mente Garcilasso de la Vega.

¿Qué buscaba Túpac Yupanqui en Quito? ¿Por qué no consolidó su


imperio en los " s u y u s " recién conquistados del Sur? ¿Qué Grial mis-
terioso ocultaba celosamente Q u i t o hasta el punto de que el Inca
Huayna Cápac se entregue en los brazos de una quiteña no precisa-
mente por mero romanticismo? ¿Por qué no entregó el Imperio a
su hijo del Cuzco, nacido de coya, como era la Gran tradición?.

En la mitología peruana, los dominios de Pachayachachi, el que orde-


na el m u n d o , correspondía a las tierras del septentrión. El Chincha-
suyo Quito era en consecuencia, la región del orden, de la sabiduría.
Los otros suyus estaban dominados por Imaymana, Tocapo y Ta-
guapaca, T i x i Viracocha, hijos de Pachayachachi.

CHINCHASUYO
PACHAYACHACHI

ORDEN - SABIDURÍA

CONDESUYC ANTESUYO
Tocapo Imaymana
rito magia-curativa
22

COLLASUYO
Taguapaca

desorden — instinto

Según el esquema precedente, fácil es conjeturar cuál era en realidad


el t i p o de civilización que se desarrollaba en la Mitad del M u n d o .
A u n q u e los historiadores antiguos y modernos mantienen la tenden-
cia a exaltar exclusivamente lo inca en d e t r i m e n t o de otras civiliza-
ciones peruanas y no peruanas, ubicadas en América del Sur, noso-
tros nos vemos obligados a desmentir la supuesta superioridad Inca,
por lo menos desde cuando esa civilización abandonó su ruta in¡ciáti-
ca cuya norma suprema es "vivir y dejar v i v i r " .

Duele constatar cómo en nuestras escuelas se inculca a los niños ecua-


torianos los elementos de la cultura incásica como paradigma de
autoctonía y decantado nacionalismo. Olvidan que los amos del
Cuzco para imponer su comunismo heliocrático transterraban con
indecible crueldad a las tribus más rebeldes y belicosas y trasplan-
taban mitimas de lejanas tierras para enseñar a los que se declaraban
vencidos el "Yanga S h i m i " , el trabajo esclavo y las artes de guerra.

Como código de Moral impusieron los conocidísimos preceptos de


A m a Shua (no robar), A m a quilla (no ser perezoso), A m a Llulla
(no mentir).

A m a Shua, para que nadie se atreva a escamotear los víveres, vesti-


dos, armas, animales, metales, herramientas, etc., etc. que servían
para mantener a innumerables parásitos: El Inca, los orejones, los
Cushipatas.

A m a quilla, es decir, trabajar duro para que la producción fuera


mayor y mejor, de tal manera que pueda mantener a los innumera-
bles ejércitos que, en permanente lucha, trataban de incrementar la
extensión territorial del Tahuantinsuyo.

A m a llulla, no mentir, o sea declarar la completa verdad respecto


a las cosechas, hilados, tejidos, etc.; porque, en lo que respecta a
23

la vida íntima, los pobres " r u n a s " bien espiados estaban por los
sinchis y curacas.

A n t e esta moral acomodaticia de soldados, resultan m u y superiores


los consejos que los táchillas (colorados) dan a sus hijos:

"Bien los órganos sexuales, bien el corazón, bien la cabeza".


i
En el aspecto social, todos los que voluntariamente o a su pesar
integraban el Tahuantinsuyo conformaban un impresionante reba-
ño donde solo el Inca, sus familiares, los curacas y los sinchis dis-
frutaban de plena libertad mientras que la plebe debía trabajar
en forma permanente, hasta el punto de que la menor desobedien-
cia era severamente castigada.

Mientras el Inca y los escasos privilegiados del Imperio practicaban


la poligamia y desfloraban, cuando ellos querían, a las ponderadas
vírgenes del sol, el varón plebeyo carecía de libertad para elegir
una joven con la cual podría contraer nupcias. Los sinchis y curacas
se encargaban de dar la pareja al desventurado joven que, por ser
plebeyo, debía además, practicar una estricta monogamia.

Como puede verse por lo ligeramente expuesto en los renglones


precedentes, el imperialismo inca tenía por objeto acanallar a civili-
zaciones ilustres, muchas de ellas aristocráticas como fue el caso de
Q u i t o . Y, por tales circunstancias, fueron los hijos del Sol, los res-
ponsables de la decadencia de las civilizaciones Sudamericanas como
m u y bien observa el historiador argentino, general Bartolomé Mitre.

QUITO, UNA CIVILIZACIÓN SERPENTINA

Si se observa con atención el legado prehispánico disperso en los


museos del país, nos daremos cuenta que t o d o él está marcado
por idéntico simbolismo: El culto a la serpiente. Líneas, formas,
colores, tamaños y direcciones que se encuentran presentes en la
cerámica precolombina como indefectibles elementos decorativos.
24

no son más que expresiones hierográficas de una alta cultura sexual,


ausente en las expresiones artísticas del cristianismo hispano.

La rica cerámica de Quito acusa una extraordinaria semejanza con


la de las grandes culturas de México, Centro América y Perú, en lo
que respecta al simbolismo oculto de su lenguaje gráfico.

Una vez que se descifran dichas grafías, se encuentra un mensaje


siempre trascendental y muchas veces misterioso, porque, para su
cabal comprensión se necesita un alto nivel concientivo.

La profusa repetición de eses, svásticas, líneas en zig zag, círculos,


espirales, triángulos, colores, etc. nos atestiguan que en los pueblos
del Quito A n t i g u o existía una civilización avanzada, donde se prac-
ticaba una gnosis de t i p o sexual.

Solo la interpretación de los signos grabados en la cerámica de los


pueblos andinos puede darnos alguna pista de lo que realmente
ocurrió en nuestra prehistoria. Y no son precisamente los cientí-
ficos de saber exotérico los que nos van a entregar las claves del
enigma.

Bien sabemos que los españoles arrojaban al fuego ídolos importan-


tísimos después de despojarlos de lo que más interesaba a frailes y
soldados: el oro.

En su libro " E x t i r p a c i ó n de la idolatría del P e r ú " el Padre Pablo


José de Arriaga narra cómo él, personalmente o j u n t o con la comi-
sión del religioso Avendaño, destrozaba y quemaba los monumentos
o huacas dedicados al Inti o Pachacámac.

Así mismo, las innumerables series de quipus que computaban o na-


rraban los fastos del Imperio fueron incinerados sin ninguna discri-
minación.

En Q u i t o , la saña destructiva se m u l t i p l i c ó al sufrir el embiste de In-


cas y españoles, de frailes y soldados, hasta el p u n t o de no dejar ves-
tigios de su gloriosa civilización.

Los incas, por lo menos, dejaron huellas de su presencia histórica,


gracias a la acuciosidad de coyas, curacas, sinchis y orejones que, al
25

emparentar con los conquistadores hispanos, se preocuparon de sal-


vaguardar la memoria de sus antepasados.

A los incas procuraron presentarles como auténticos caballeros que


conquistaban por medio de la persuación, el perdón y la generosidad
a pueblos incultos y salvajes sumidos muchos de ellos, en el canibalis-
mo y los vicios de Sodoma.

En esa atroz cruzada contra el Grial quiteño todo vestigio de la ser-


piente fue cuidadosamente velado y destruido. Hombres ilustres co-
mo Nazacota Puento, Pi'ntag, Eplicachima, y otros, apenas son men-
cionados por los cronistas españoles. Topónimos y patronímicos
quiteños son aviesamente kechuizados.

Hechos gloriosos o misteriosos son necesariamente tergiversados y,


para c o l m o , profanan la unión sagrada de la hembra y el varón quite-
ños, tal como lo hicieron después los centauros hispanos.

Los quiteños antiguos eran, si se quiere, panteístas o politeístas.


Creían en un alma universal, fuente de energía cósmica. A la miste-
riosa energía, quintaesencia del gran alma, la denominaban " m a n a " .
A s í pues el imaymana o " Y u m a y m a n a " significaba potencia sexual,
generativa. Traduciendo este concepto a lenguaje esotérico, el tér-
mino " m a n a " equivaldría a "espíritu e l e m e n t a l " e " i m a y m a n a " a
"energía crística".

En los rituales mágicos, para operar con eficacia sobre los manas o
elementales, el hierofante necesariamente debió utilizar la potencia
de su energía crítica.

La versión cañari del diluvio más que una crónica legendaria referente
a la posible inmersión de alguna Atlántida Negra en el fondo de los
mares, es, a mi parecer, un auténtico m i t o serpentino donde conver-
gen los elementos esenciales de una iniciación sexual. Encontramos
en dicho m i t o a la serpiente Leoquina originando un diluvio a la vez
purificador y exterminador. No faltan los dos hermanos iniciados
que logran salvarse de la catástrofe. D.e los dos, solo uno capta el
secreto de su iniciación cuando logra abrazar a la mujer guacamaya
que en el m i t o significa la regeneración por medio del ascenso del
fuego. Mientras uno de los iniciados realiza un connubio trascenden-
te, el o t r o , por no poder atrapar a la guacamaya, permanece sumido
en la profanidad.
26

Este es el verdadero origen del pueblo de la Cañara ( " C a n " — serpien-


te y " a r a " = loro, según el P. Arriaga).

En Q u i t o , existe un mito similar aunque Incompleto,tal vez porque


el informante quiso darle alguna relación con el mito hebreo de Noé.
En este caso, la serpiente Pichan es la que origina el diluvio, Pichan
del colorado Pi=agua y c h á n = así c o m o .

Obsérvese las raíces de la palabra cayapa colorado piñi = serpiente.


Puede descomponerse el vocablo en pi=agua y n i = f u e g o .

Cuando la princesa Toa de Q u i t o iba a contraer m a t r i m o n i o con


Hualcopo Duchicela de Puruhá soñó en un c o l i b r í que se posaba en
una mata de aj í.

He aquí o t r o signo serpentino: El c o l i b r í equivalente a la Guacama-


ya, a la serpiente alada, al quetzal. O t r o signo de renovación para la
estirpe de Karán Shillí, porque da la bendita casualidad que también
los puruguayes practicaban el culto serpentino como demuestra la
antiqu ísima arqueología exhumanda en Elén Pata.

Guacamaya, q u i n d i , p i n í , cañara, símbolos que denuncian la vigencia


de una tradición c o m ú n : la de la serpiente sagrada; porque ésta, ade-
más de representar al logos solar y la sabiduría antigua significaba
también renovación.

CULTO AL TIGRE.

Dice Samael A u n Weor en su obrita titulada "Magia Crística A z t e c a "


lo siguiente: " E n la A m a z o n i a Colombiana, Venezolana, Brasileña,
Ecuatoriana, entre las numerosas tribus indígenas que pueblan esas
espesas selvas, se rinde c u l t o especial al jaguar o "tigre americano".
Los Huiloras, Mirañas, Muimanas, Guahives, etc. consideran al tigre
animal sagrado o intocable, hasta el grado de que interceptado uno
de ellos por la presencia del felino, a pesar de encontrarse armado
de arcos y flechas, y en ocasiones hasta de armas de fuego, prefieren
aprisionar sus perros y desandar el camino, pese a todos sus intere-
ses, antes que atentar contra el jaguar. Ninguno de ellos se atreverá
a matar un t i g r e " .
27

"Toda tribu de las selvas de la Amazonia, continúa, está gobernada


por dos autoridades: La administrativa que representa al Jefe de la
T r i b u y la espiritual que encarna el " p i a c h i " , brujo en español, no-
sotros decimos sacerdote. Los indígenas de la Amazonia no matan
al tigre porque saben que él es la encarnación de algún piachi de su
t r i b u o que el piachi de su tribu anda por las selvas transformado
en t i g r e " .

Como caso ilustrativo mencionamos el reciente descubrimiento de


un complejo arqueológico en la región oriental del Ecuador.

El religioso Josefino Padre Pedro Porras, tras paciente investigación,


logra rescatar una ciudad prehistórica conformada por 1.260 pirámi-
des truncas de aproximadamente 2700 años antes de Cristo.

El sitio arqueológico denominado "Complejo Sangay" se encuentra


sobre el río Upano, al norte de la ciudad de Macas, en la Provincia
de Morona Santiago. Entre las pirámides se encontraron dos glifos
que representaban un jaguar y un hombre con el miembro viril
erecto y en posición coital.

Este descubrimiento reveló que aquí en Sudamerica existía una cul-


tura m u y desarrollada, más antigua que la olmeca, en que el felino
representaba una diosa madre, mientras que entre los aztecas y mayas
se creía que el jaguar, dios varón, se unía con una hembra humana
para procrear a dichos pueblos.

Esta cultura amazónica parece que penetró al altiplano quiteño


donde se d i f u n d i ó el culto a quela, tigre en español. Según el padre
Porras, el volcán representa a la diosa Jaguar que, luego de devorar
al sol poniente, desciende, por la noche, al valle para acostarse con
los hombres (¿sucubo?). A veces luce seductora durante las noches
de plenilunio, otras veces se recata como una mujer hemorroísa du-
rante la menstruación.

¿En qué consistía el culto al Jaguar en dichas tribus amazónicas?.

Nos responden los antropólogos:

Los estudios antropológicos vienen anotando la ubicuidad del Jaguar


en las manifestaciones culturales de los aborígenes sudamericanos.
Está presente en todas las expresiones artísticas. Ruge en los can-
28

tares del Indio, en la danza ritual se mueve arqueando el lomo con


grave parsimonia, en el tatuaje del rostro es el rictus feroz de las me-
jillas y en los vestidos o cuerpo desnudo son los rayos de vivísimos
colores.

Pero el gran aporte de los etnólogos consiste en el descubrimiento


de la relación hombre-jaguar en la utilización de las substancias psi-
cotrópicas y embriagantes durante las diversas ceremonias indígenas.

Los arqueólogos han exhumado abundantes artefactos adornados


con jaguares y confeccionados ex-profeso para guardar polvos nar-
cóticos y cactos alucinógenos.

En la actualidad, ciertas tribus amazónicas utilizan canutillos de


hueso de tigre para absorber rapé por vía nasal. Por medio de esta
substancia logran ponerse en trance de furia para hacer la guerra y
matar a sus enemigos o bien simplemente cazar venados.

Además del rapé, en las tribus amazónicas ecuatorianas, es tal vez


más corriente el uso de la hierba llamada "ayaguasca" que produce
el desdoblamiento o vuelo mágico, constituyéndose así, el chamán
que lo consume en un puente o médium entre el mundo espiritual
y el mundo físico.

.En la Sierra Ecuatoriana subsisten ciertas formas de chamanismo


bastante adulteradas, debido a la modificación que el hombre blan-
co impuso en la ecología andina. De todas maneras el aborigen del
A l t i p l a n o utiliza el alcohol y la chicha para meter al " t i g r e " en el in-
terior del ego. . '

Lo que no pueden explicar los científicos es c ó m o ciertos chamanes


logran, conseguido el desdoblamiento, ver con lucidez las enferme-
dades de las personas que les consultan. Y no solo ven las enferme-
dades internas sino aún los agentes malignos y la consiguiente evolu-
ción de los hechos. Y, para asombro de médicos y antropólogos, con
un solo brebaje o panacea curan t o d o t i p o de enfermedades, desde
un simple hechizo hasta el cáncer.

Se ha generalizado en el á m b i t o cultural de los ecuatorianos la creen-


cia de que el término " q u i l l a c o " aplicado a los quiteños, significa
adoradores de la luna, porque quilla en lengua quichua significa
luna.
29

Dejando a un lado el malintencionado sentido que el Inca Garcilaso


de la Vega da al vocablo, ya que atribuye a los quiteños vicios de
avaricia, desaseo, ociosidad, pues quilla, en quichua significa tam-
bién pereza, es hora de declarar enfáticamente que los reino y bulus
de Q u i t o no pertenecían a una cultura lunar.

El malentendido se produce por la confusión de quela con quilla.

Cha-Quela, en chafiqué significa tigre, jaguar.

Quelagu, la reina de Cochasquí, también ha sido quichuizada bajo


la forma de Quillaco.

En las tolas de Cochasquí no existen vestigios de culto lunar.

Nada de utensilios en forma de jaguares para consumir rapé u otras


hierbas alucinógenas.

Cochasquí fue una ciudad recoleta ubicada en la Mitad del Mundo.


La posición de sus tolas, de Norte a Sur, nos recuerda la armoniosa
continuidad de dos culturas: La más antigua, la de las pirámides,
se pierde en la noche de los tiempos. La plataforma al Norte y la
rampa a manera de cauda al Sur, recuerdan la posible forma de T
del continente A t l á n t i c o .

Las Tolas propiamente dichas pertenecen sin lugar a dudas a la ci-


vilización cara, manteña. En este caso, la dirección dada a la T.
recuerda tal vez el origen Mezoamericano de la etnia.

Sea c o m o fuere, la Tau es símbolo universal del renacimiento, de


la regeneración. Símbolo del andrógino.

Durante la conquista Inca, gobernaba el Bulu de Cochisquí la so-


na Quelagu (mujer tigre en chafiqué).

Esta sona, según los cronistas Montesinos y Cabello de Balboa,


ofreció tenaz resistencia al invasor Huaynacápac. Reina y sacer-
dotisa del pequeño bulu donde inciciaba a caballeros tigres: Naza-
cuta, Pillajo, Pintac, Collahuazo, Muenango, etc. Esta magnífica
mujer tigre dio ejemplo de heroísmo al ofrendar su vida en defensa
de su suelo natal.
30

La quela, dice la leyenda, condujo a los nacidos del mar y la tierra


a través de selvas y montañas hasta ubicarlos en tierras aptas para la
vida humana. Así fue como los caras (de cara = escorpión en cha-
fiqué) poblaron el antiguo reino de Q u i t o , desde los dominios de
los Duchicela hasta más allá de los caranquis, gracias a la misteriosa
iniciada que, bajo las apariencias de un felino, sorteando toda suerte
de peligros, les condujo a una tierra prometida.

Como sea la leyenda, la presencia de una Quelagu en Cochasquí da


claro testimonio de un c u l t o al jaguar, según la más antigua tradi-
ción del m u n d o .

Como curiosidad lingüística, los eminentes quitólogos A l f r e d o y


Piedad Costales nos informan que la palabra Quilago, podría deri-
var del qayapa quilaaca nu = la que recibe el sol en la m i t a d , es de-
cir " m u j e r solar".

No se puede negar que la precisa ubicación de las pirámides y tolas


en la línea equinoccial tienen por objeto rendir culto al sol como lo
tenían las famosas pirámides de Egipto.

En lo que se refiere al culto al jaguar vinculado con la psiquedelia


se observa que este ha sido muy d i f u n d i d o en el Perú Prequechua,
en la Costa Ecuatoriana y en las vastas regiones amazónicas. Recor-
demos c ó m o en el q u i n t o relato de los mitos de Warochiri, un mozo,
cuando bailaba con un puma (Droga) crea el arco iris (éxtasis).

Esta tradición como se expuso al principio, compagina con el uso


de los alucinógenos y el chamanismo de las tribus amazónicas y pre-
quechuas.

El caso del complejo Sangay, en que la tigresa se acuesta con un hom-


bre después de devorar al sol compagina claramente con una tradi-
ción lunar.

En las culturas antiguas es muy frecuente observar cómo el sol per-


sonificado por Osiris o Dionisos mueren y son despedazados, aniqui-
lados, devorados para luego resuscitar en t o d o su esplendor; y, no
precisamente por ese hecho, el antiguo Egipto ni Grecia pertenecían
a una civilización lunar.
31

Para nuestro entender, civilización lunar significa consagrarse masiva


mente a la psicodelia, a la onda involutiva de la humanidad. La ini-
ciación del Quela que se soslaya en Cochasquí, se emparenta con el
m i t o de Parvati, esposa de Shiva la cual se manifestaba desnuda ca-
balgando sobre un tigre. Los adeptos al culto de Shiva considera-
ban a la bellísima Parvati como una deidad terrible pues, los felinos
encarnaban la crueldad femenina. Sin duda la epifanía de la diosa
significaba caminar sobre el filo de una navaja. Asimismo este m i t o
se emparenta con la formidable María Lionza de las culturas caribes
que vagaba por los bosques cabalgando sobre una danta para devorar
hombres o sublimarlos.

Es totemista el primitivo que afirma descender de un animal proge-


nitor. Esta afirmación, por lo general, causa risa a los civilizados del
siglo veinte que ignoran la existencia de leyes cósmicas como son la
ley del Karma y de la reencarnación. Los totemistas conocen a fon-
do estas leyes. A d m i t e n que debido a los hechos buenos o malos
de una persona, ésta evoluciona o involuciona. Consecuentes con es-
te principio de causalidad respetan la vida de ciertos animales de
donde creen proceder. Viviendo como viven inmersos dentro de
un mundo en que todo es alma, hasta la mínima unidad o fracción
de materia cobra importancia, porque según ellos, plantas, animales
y minerales están custodiados por sus respectivos elementales. Las
plantas sobre todo, son gestoras de admirables prodigios cuando
se las utiliza debidamente. Pueden producir tempestades, curar
enfermedades, descubrir tesoros, desdoblar la mente, etc.

En las tribus primitivas no todos los aborígenes tenían aptitud para


conocer tantos y tantos secretos de la naturaleza.

Ese conocimiento era privilegio de unos pocos iniciados a quienes se


les consagraban como sacerdotes de la t r i b u . A ellos encomendaban
la custodia de las tradiciones tribales, el cumplimiento de los precep-
tos higiénicos y morales, la curación de las enfermedades, la predic-
ción del f u t u r o , la adivinación de los sueños, etc. Pues bien, a este
tipo de conocimientos parece que se denominó magia lunar, en
oposición a la magia solar de los caballeros águilas-jaguares.

Un hecho cultural, poco conocido en el país, puede ¡lustrar la armo-


niosa simbiosis de las dos magias: El catequil.
32

Otra vez asoma la raíz quill con su ambigua significación de luna o


jaguar. En t o d o caso el rito de iniciación se entronca con la luna
que produce el f r í o , el agua que purifica, el fuego serpentino que
asciende por la espalda y el jaguar que es la nueva condición del ini-
ciado. Este rito pudo cumplirse con plantas aluclnógenas o sin
ellas; pero es innegable que los híppies del siglo XX quisieron tras-
cender sexualmente utilizando drogas y fracasaron, mientras que los
antiguos quiteños se transformaban en héroes, solo con el rito del
catequil.

EL CASO INCA.

El cronista cuzqueño Felipe Wamán Poma Ayala, trata en su "Nueva


Crónica y Buen G o b i e r n o " de las cuatro edades del mundo c o m o ca-
balgando a dos caballos. Por un lado, recoge con acierto la tradición
antigua de su pueblo y, por o t r o lado, trata de acomodarse con los
mitos hebreos impuestos p o r los conquistadores hispanos. En dichos
capítulos, Wamán Poma, trata de la progresiva involución de la espe-
cie humana, desde una Edad de Oro a otra de Hierro.

Las diversas edades por las cuales recorre el hombre peruano están
tipificadas por las siguientes razas:

Los Wariwiracocharuna, los Wariruna, los Purunruna y los Aukaruna.

Es curioso observar c ó m o el cronista da relieve no solo a las ocupa-


clones de estos hombres, sino sobre t o d o , a la forma de compartir los
bienes, desde un comunitarismo carismátlco, hasta la reticente limos-
na de un incipiente capitalismo.

Los incas, en efecto, comprendieron m u y agudamente la función


social de los bienes de producción. Este es su mérito y también su
piedra de tropiezo. Pretendieron retrogradar a la época de los Wari-
wiracocharuna en lo que respecta al reparto equitativo de los bienes;
pero, sin sacralizar el acto de procreación de su pueblo.

Se sabe que los incas, reyes y sacerdotes a la vez, conformaban una


sociedad iniclática de familia adentro guardando herméticamente sus
secretos.
33

Garcilaso decía: " N o es lícito que se enseñe a los hijos de los plebe-
yos las ciencias que pertenecen a los generosos y no más, porque co-
mo gente baja no se eleven y ensoberbezcan y menoscaben y apaguen
la república, básteles que aprendan los oficios y a la república enco-
mendándosele a gente c o m ú n " . (Los comentarios Reales capítulo
XII). El mismo autor, además de lo citado, informa que "los Incas
tuvieron otra lengua particular, que hablaban entre ellos, que no la
entendían los demás indios ni les era lícito aprenderla como lenguaje
d i v i n o " (Comentarios Reales Libro V I I , Cap. I).

Por qué tanto hermetismo? Por qué ese exclusivismo familiar para
mantener el secreto, hasta el punto de hablar en clave?.

Tal vez será porque las étnias del entorno cuzqueño se encontraban
extremadamente corruptas? O es que, como se sospecha ahora, los
incas no eran auténticos americanos, sino viracochas venidos del
continente europeo? Fueron los Incas arios o semitas? Sería inte-
resante estudiar lo que hay de cabala o lo que hay de runa en la sim-
bología inca. Jacques Mahieu, catedrático de la Universidad de Bue-
nos Aires, pretende demostrar que los viracochas peruanos son dioses
de barbas rubias provenientes de Escandinavia. Otros en cambio,
atribuyen el origen de los incas al legendario Ophir, nieto de Noé,
de cuyo nombre provendría Phiro, Piru por diabólica translidera-
ción.

Hay dos relatos muy diferentes acerca de la antigüedad peruana


" L o s Comentarios Reales" del Inca Garcilasso de la Vega y las
"Memorias: antiguos historiales y políticos del P e r ú " de Fernan-
do Montesinos.

El primer autor menciona tan solo la existencia de 14 incas, desde


Manco Cápac hasta Atahualpa. El segundo autor, Montesinos, men-
ciona, en cambio, la existencia de 101 reyes, siendo el más lejano,
el hijo de Pirhua Manco.

Juan dé Betanzos en "Suma y narración de los Incas" trae el nom-


bre de otro inca fundador.

Si en Montesinos, el héroe m í t i c o es Inca Roca y en G are i lasso, Man-


co Cápac, en Betanzos lo es Y u p a n q u i " .
34

De los tres cronistas, parece que más crédito merece el primero, por-
que en efecto, encontramos una cultura quechua que se remonta a
la era precristiana. Montensinos, acaso informado por los " q u i p o -
camayoks" nos narra que en el antiguo Perú se gozaba de gran bo-
nanza, pues se conocía una escritura diferente de los quipus y se dis-
frutaba de una cultura superior. Pero, repentinamente a causa de
los terremotos y otros cataclismos Imprevistos, la gente cayó en la
barbarie hasta el p u n t o de que el Perú se pobló de "Sacharunas" y
locos que practicaban actos de sodomía, mataban gratuitamente a
sus semejantes y se dedicaban a la hechicería y artes negras.

A n t e esas circunstancias de extrema decadencia, parece tener vali-


dez el relato de Garcllasso en lo que respecta a la venida de Manco
Cápac y Mama O d i o . Este m i t o nos hace sospechar la posible in-
t r o m i s i ó n , bastante reciente, de un extraño fundador de una dinas-
tía presuntamente solar en el Perú, ya que la antigua cultura perua-
na denuncia un origen Tiawanakense sin excluir las interesantes cul-
turas yungas.

El hecho de que una casta de procedencia extraña venga a gobernar


a un pueblo decadente, regenerándolo y civilizándolo, implica la
posibilidad de establecer una suerte de endogamia para no contami-
narse con los indígenas.

Es evidente, por lo que se conoce, que los Incas practicaban una suer-
te de esoterismo solar, es decir, eran adeptos ai c u l t o de la serpiente,
pero, a diferencia de los quiteños que ponían los conocimientos a
disposición de los aptos, en el Perú, se los encerraba dentro del cír-
culo familiar, formando una aristocracia hereditaria de "sangre
azul".

Este t i p o de esoterismo no goza, por desgracia, de larga vida. Se


interrumpe repentinamente en cualquier m o m e n t o .

Esta es la razón para que dudemos seriamente de la iniciación solar


recibida por Huayna Cápac y su padre. Cuando se realizó la con-
quista a Q u i t o , la dinastía solar del antiguo Y u p a n q u i , Inca santo,
casto, religioso, veraz, amigo de los pobres, según nos cuenta Betan-
zos, se había profanado.

El historiador boliviano Dick Ibarra Grasso en su libro " L a verdade-


ra historia de los Incas" sostiene que la historia de los Incas fue fal-
35

seada por quipocamayos interesados. Según él, no es Manco Cápac


el Adán andino sino otro de procedencia aymara.

Distingue dos tipos de cronistas en cuestiones incas: Los que enve-


jecen la historia incaica y los que presentan la historia oficial. En
el primer grupo encontramos al célebre Felipe Guamán Poma Ayala,
autor de el primer Nueva Crónica y Buen Gobierno (1613), a Fray
Buenaventura de Salinas y Córdova, el padre Anello Oliva, Fernando
Montesinos y Vaca de Castro.

Los que forjaron la historia oficial fueron: Sarmiento de Gamboa,


Cieza de León, Miguel Cabello de Balboa, Joseph de Acosta, Fray
Martín de Morúa, Juan de Santacruz, Bernabé Cobo, Fernando San-
t i l l á n ; y, naturalmente el Inca Garcilasso de la Vega. Concluye el
autor que en la antigüedad americana ya era común destruir los do-
cumentos del pasado para forjar una nueva historia oficial. Por
ejemplo, Atahualpa y sus generales, según nos cuenta Vaca de CaSr
tro en su "Discurso sobre la descendencia y Gobierno de los Incas"
ordenaron quemar quipus y perseguir a los quipocamayos con el
propósito de inaugurar una nueva dinastía de incas quiteños.

Sea como fuere el caso, la verdad es que esta tesis concuerda admi-
rablemente con el m i t o de las edades del mundo relatado por Gua-
rnan Poma y la creencia pertinaz de los esoteristas que sostienen des-
de siglos atrás que los incas fueron auténticos hijos del sol, pero los
antiguos anteriores a cierto cataclismo ocurrido en el mundo andino
tuvieron que emigrar o desaparecer. En cuanto a Manco y sus suce-
sores solo fueron unos intrusos que suplantaron audazmente a los
auténticos iniciados. Acaso fueron una casta militar suplantando a
otra sacerdotal, o bien, un pueblo ario irrumpiendo de sopetón den-
tro de los quechuas y aymarás.

Nosotros sostenemos que también los quiteños eran hijos del sol.
Cuando fueron vilipendiados y acanallados por los descendientes
de Manco Cápac, cobraron sangrienta venganza pretendiendo borrar
la memoria de esa maldita dinastía.

Quién era Huayna Cápac, el alevoso profanador de los misterios


quiteños?

Dicen que fue procreado por Túpac Yupanqui y Rava Ocllo, herma-
na de su padre. Nacido en la ciudad inca de Tumipampa, cuando los
36

legítimos cañaris habían sido expatriados o exterminados. En la


versión oficial que nos dan los Cronistas hispanos, y sobre todo el
consabido Garcilasso se nos presenta a un inca generoso, maganáni-
mo que conquistaba a los quillacos para anexarles pacíficamente a
la civilización. Algunos creen elogiarle aplicándole la oposición de
César indio. Como si César hubiera sido un dechado de las primitivas
virtudes romanas.

Existe un curioso Manuscrito cuyo autor es Francisco de Avila, di-


fundido en la actualidad con el nombre de Mitos de Waruchiri,
el cual fue traducido del quechua al castellano actual por Jesús Lara.

Entre los mitos relacionados a los dioses de los Antiguos Peruanos se


encuentra uno que se refiere al encuentro de Kunirayawiracocha con
Wayna Qhápaj Inka.

Kunlraya invita al joven monarca a salir del Cuzco rumbo al lago Titi-
caca. Una vez en el lugar indicado, el dios ordena traer de los cimien-
tos de la tierra donde moraba su padre nada menos que a su hermana.
El mensajero destinado a traer el don recibió una petaquilla para que
fuera depositado en manos de Wayna Qhápaj.

"Antes de que se abriera la petaquilla, Kuniraya habló así a Wayna


Qhápaj".

— Inka, hemos de abandonar este mundo, yo me internaré en este


otro mundo y tú adéntrate en aquel otro, junto con mi herma-
na. Tú y yo no volveremos a vernos.

Dicho esto el dios abandonó la tierra.

Luego el Inka abrió el cofre. No bien lo hubo abierto, un súbito


resplandor cubrió la tierra. El soberano dijo entonces:

—Ya no me moveré de aquí. Aquí mismo viviré con esta princesa y


reina mía— y llamando a un vasallo pariente suyo le dijo: —Anda
tú como sustituto mío, preséntale en el Cuzco y di: " Y o soy Wayna
Qhápaj".

En ese momento el Inka y su esposa desaparecieron en la misma for-


ma que Kuniraya.
37

Después, cuando el llamado Wayna Qhápaj dejó de existir, unos y


otros se dijeron: " Y o primero", y trataron de erigirse en señores.
Fue en ese tiempo cuando aparecieron los españoles en Cajamarca".

— "Es sólo un mito! se dirá al leer el texto de Francisco de Avila".

— Si', es un mito; pero un mito creado por el pueblo peruano.

Un mito más digno de crédito que lo que pasa por ser histórico.

Tras la fábula de profundo sentido esotérico, vislumbramos la exis-


tencia de un Inca auténtico que se consagra a su iniciación solar
sin preocuparse de conquistar pueblos supuestamente bárbaros y
salvajes. El inca del mito realiza el viaje a la semilla. El otro de la
historia se dirige a Quito en calidad de guerrero, violento y profana-
dor, a buscar no se sabe qué misterioso Grial.

C I V I L I Z A C I O N E S EDÉNICAS Y A R T I F I C I A L E S .

"Nous sommes les civilizations naturelles de sóve et du sang".


(Les vrais richesses)
Jean Giono,

Se suele llamar civilización avanzada a un país que está regido por un


Gobierno monárquico o republicano, o bien a un imperio absolutista
como el inca que sojuzgaba a pueblos vecinos so pretexto de difundir
los beneficios de una cultura superior, más evolucionada.

Esta idea, tan arraigada en nuestro mundo occidental, no ha sido mo-


dificada por los historiadores modernos. Desgraciadamente, hasta la
fecha se sigue considerando como pueblos eminentemente civilizados
y progresistas a todos aquellos que ejercen una hegemonía impéral a
través de las armas, la economía o la cultura, mientras que las plura-
les civilizaciones de la savia y la sangre que fueron sometidas por los
imperios son consideradas como hordas de salvajes que apenas han
emergido del estado de bestias, En tal razón, muchos investigadores
desestiman las manifestaciones culturales de pueblos no imperialis-
tas relegándolos sin más a la Edad de Piedra. Para estos científicos,
que en el mundo cultural son legión, el hombre primitivo es siempre
sinónimo de semibestia. Están firmemente convencidos de que la
hominización tuvo su origen cuando a un simiesco troglodita se le
ocurrió frotar el eslabón y el pedernal, que la civilización nació cuan-
do los hombres aprendieron el alfabeto fenicio y sus sucedáneos, que
el hombre se cristianizó después de i m p r i m i r la primera Biblia en la
imprenta de Gutenberg y asi' por el estilo.

Olvidan dichos científicos que el hombre proviene de los dioses y no


de las bestias. Que el fuego estaba inmanente en el interior del hom-
bre y no en las tinieblas exteriores.

La civilización más antigua debió ser una arcadia que reproducía m u y


cercanamente las características del olimpo divino. Esta civilización,
llámese arcadia o edén, debió ser pagana en el auténtico sentido del
vocablo (pagano, de pagus — campo).

En consecuencia, no deben buscarse en las civilizaciones edénicas


los atributos que caracterizan a las de asfalto y cemento. Cuando
advino el cristianismo oficial hace dos mil años, el paganismo era
solo un recuerdo de los tiempos heroicos; apenas se lo recordaba a
través de las deformadas mitologías de los pueblos antiguos. El
imperio Romano nada tenía de pagano porque al urbanizarse ha-
bía desacrallzado sus dioses y templos, su entorno c u l t u r a l , su
sexualidad. El gran dios Pan había muerto con Zeus y Dionisos
en los lejanos tiempos de la Grecia Heroica.

Siendo lo esencial del paganismo la sacralización del "hieros lo-


gos"-que inmanece en t o d o lo que alienta vida, es evidente que los
auténticos paganos, sean éstos de la América precolombina como de
las playas mediterráneas o de los bosques germánicos, debieron evi-
tar toda profanación, todo sucedáneo de lo d i v i n o . El verdadero mal
para un pagano auténtico no consistía en el dolor, la fatiga, el f r í o ,
el calor, la ausencia de bienes materiales, sino en la tremenda even-
tualidad de que un hijo de Dios involucione hasta transformarse en
una caricatura del simio.

Por esa razón el pagano practicaba una sincera moral estoica y espar-
tana, carente de sentimentalismo y afeminamiento. Cuando por des-
gracia, la naturaleza abortaba un ser mostruoso, deforme o débil, el
pagano justificaba la eugenesia y la eutanasia.
39

Quien logre descubrir el secreto estructural de las civilizaciones ar-


caicas podrá constatar que el hombre antiguo, el pagano, mientras
más se aterra a su tradición, más evoluciona; en tanto que, cualquier
reforma de ese legado primitivo le conduce indefectiblemente a la
decadencia, al deterioro del medio natural donde se sustenta y vive;
porque, la implantación de lo postizo y artificial solo puede satisfa-
cer a una humanidad involucionante, ahita de necesidades, pero, de
ninguna manera a un ciudadano del edén que, al comunicarse con
la naturaleza, logra transformarse en auténtico superhombre.

El hombre arcaicao venera a la tierra como si fuera madre c o m ú n de


todos ios vivientes. No se atreve a lastimar su seno con crueles má-
quinas porque sabe que en ese ovario repleto de semillas palpita toda
vida actual y potencial. Y no solo venera a la tierra sino también al
logos que habita en el interior de todas las cosas vivientes.

Los espíritus superficiales suelen pensar que los hombres primitivos


practicaban una religión de tipo panteísta o. politeísta. Pero, si se
mira bien las cosas, esa religión primitiva no es ni panteísmo ni po-
liteísmo. Es apenas, una simple constatación de cómo el Ser difunde
su amorosa Presencia a través de los infinitos canales que extienden
a lo largo y ancho del vasto Universo.

Por las razones expuestas, las civilizaciones naturales de la savia y


la sangre son esencialmente comunitarias. En ellas se conjugan como
en un cuerpo andrógino, lo tradicional y lo evolucionante, la libertad
y el orden, lo estoico y lo dionisíaco. ¿Son por ello civilizaciones
anárquicas? De ninguna manera. Desde cuando cada ciudadno es el
sumo sacerdote que rinde culto a la divinidad que mora en el tempo
carnal de su cuerpo, no necesita el imperio compulsivo del patriarca
o la matriarca, ni de rey ni gobernante alguno, mucho menos deesa
Entidad imperialista llamada plebe o Estado.

En cambio, la civilización actual que tiende al progresismo sin l í m i -


tes, tiene estricta necesidad de un status que imponga un orden com-
pulsivo a un creciente número de ciudadanos que viven acosados por
múltiples necesidades.

En esta civilización, lo económico prima sobre lo ecológico, tanto


como la cantidad sobre la calidad. El dinero se impone sobre cual-
quier otro valor transformándose en símbolo de auténtico poder.
Y es tal su poderío que ha logrado talar junglas espesas y transfor-
40

mar desiertos en populosas metrópolis. Quien posee mucho dinero


goza de un status económico envidiable, pues se encuentra en vías
de desarrollo.

Mientras que el que carece de él debe recurrir a la violencia para


salir de su estado de precariez.

A este t i p o de civilización signado por la tiranía del número y por


el valor del dinero,Pierre Teilhard de Chardin y sus secuaces quie-
ren enrumbarla hacia el Punto Omega. Pero resulta que el tal Punto
Omega aparece muy remoto porque se deben vencer obstáculos ta-
les c o m o S I D A , Bomba A t ó m i c a , guerra de las galaxias, desoxigena-
ción del aire, deshidratación de la tierra, polución total de las fuentes
de la vida, superpoblación y lucha de clases, violencia y terrorismo,
hambre, droga, p r o s t i t u c i ó n , imbecilidad t o t a l .

Puede un hombre, suma de cuerpo y alma, vivir inmerso en semejan-


te cloaca?. En vano escucha las voces de los que claman en el desier-
t o . No hay diálogo, porque ellas son silenciadas por la algarabía de
la mass media o por el tableteo m o r t í f e r o de metralletas totalitarias.

Para nosotros es demasiado conocida la problemática del siglo XX la


cual no radica fundamentalmente en la repartición equitativa de los
bienes contaminados del h o m b r e ; sino en una revolución auténtica
que Implique desde el cambio dietético, la purificación del ambiente
y la sacralización del sexo, hasta la destrucción de nuestras fútiles
necesidades. Sabemos que el único medio, si no es demasiado tarde
todavía, es retornar al, seno de la Naturaleza para conformar la " c i -
vilización de la savia y la sangre" pero, con el espíritu alegre del
" p o v e r e l l o " de Asís porque, de otra manera, la naturaleza puede de-
vorar nuestro espíritu c o m o sucede a muchísimos latinoamericanos
entregados a la droga, el alcohol y el sexismo.

SAGA H E R O I C A D E Q U I T O

Gracias a los cronistas hispanos podemos construir la gesta heroica


de los antiguos quiteños ante la invasión inca'sica. Por los menciona-
dos cronistas, y no por Juan de Velasco, es posible exhumar los nom-
41

bres de nuestros héroes desde la agresión de Túpac Yupanqui hasta la


tragedia de Yaguarcocha. Comienza el relato con la invasión a las na-
ciones Paltas y Tumbecinas sin olvidar de mencionar los nombres glo-
riosos del bravo Consa y los generales Caguay, Sarango, Poma y Bal-
duma, nombres que deben ser rescatados del olvido y puestos de re-
lieve para ejemplo de las actuales generaciones. Continúa luego, con
la saga de los Cañaris en la que aparecen brillando con luz propia los
inmortales caciques Duma, Chahuán, Cañar, Chico y A n t o que, bajo
el mando de Pisar, se encaminaron a la inmortalidad ofrendando sus
vidas.

Concluye el ciclo bélico de Túpac Yupanqui con la anexión forzosa


del Puruguay, después de tenaz resistencia ofrecida por Hualcopo
Duchicéla y Eplicachima. En la batalla de Atapo cae gloriosamente
el Shilli Epiclachima, hermano de Hualcopo y padre de Calicuchima.

El sucesor de Túpac, Huayna Cápac, tiene que vérselas con dos riva-
les: Por un lado, el Shilli Cacha Duchicéla, caido trágicamente en el
pucará de Hatuntaqui. A l l í , además de triunfar contra los quitus,
conoce a la inquietante Paccha Duchicéla con la cual contraerá nup-
cias y en la cual procreará al Inca Shilli: Atahualpa Duchicéla. (Los
datos referentes a los Duchicelas son el aporte dado por el P. Velas-
co).

Por o t r o lado, tiene que enfrentarse por más de 15 años con el tenaz
isamina Nazacota Puento, cacique de Cayambe, el cual es responsable
de la demora en la conquista de Q u i t o . Este cacique, después de la
caida heroica de Cochasquí, se retira al Norte, donde reuniendo a las
naciones del Imba se concentra a orillas de un lago. Los aguerridos
* Caranquis no pueden detener a los cuzcos y collas que refuerzan a
los gastados ejércitos del Inca. Al fin Nazacota y Canto caen venci-
dos en el lago inmortal. La calidad es vencida por la cantidad. Én la
superficie del lago no fluye agua sino sangre, razón por la cual recibe
el nombre de Yaguarcocha.

Los héroes quiteños son legión: Quilago de Cochasquí, Epiclachima,


Jumandi, Pintac, Calicuchima, Pillajo, Canto, Cacha Duchicéla y
muchos más.

De la extraordinaria cantidad de nombres recopilados en las Crónicas


se puede extraer una valiosa conclusión. Vivir a lo héroe debió ser
c o m ú n en Q u i t o . Pero, el heroísmo quiteño tiene características pro-
42

pias: No nace de una necesidad visceral, de un azar o de la supuesta


fidelidad a una ideología de t i p o cerebral. Emana de algo que se
desconoce en nuestra historia escrita d o n d e los hombres actúan m o v i -
dos por sus pasiones o por sus inmediatos y particulares' intereses.

Si tuviéramos más datos de Nazacota Puento, vaya c o m o ejemplo, le


veríamos distanciado en un O l i m p o homérico desde nuestra condi-
ción de hombres comunes y corrientes. Cuando leemos las biografías
de hombres célebres, buscamos muchasveces, no al superhombre, si-
no a nuestro hermano y semejante cuyos triunfos y fracasos nos re-
cuerdan nuestras íntimas vilezas. Porque, en definitiva, tantos héroes
que pueblan las páginas de las historias son héroes fabricados por de-
terminados intereses.

Por el t i p o de cultura que hemos atisbado, el quiteño antiguo, caba-


llero del tigre y la guacamaya, se emparenta más con los samurayes
nipones, con los romanos primitivos, con los iberos de Sagunto y
Numancia, con el gran Cuahutemoc de México, con Lautaro y Cau-
policán, antes que con los tan encumbrados proceres de la política,
porque no defendía un status económico, una hegemonía de casta o
clase social, ni siquiera una ideología progresista o reaccionaria. Na-
zacota Puento defendía la cuestión del ser.

Quien se ha despersonalizado a la manera búdica y ha incursionado


por los vastos dominios del mundo interno considera f ú t i l el llamado
mundo real del acaecer histórico, del imperio o m n í m o d o del t i e m p o .
Ese hombre vive en paz con su entorno ecológico sin necesitar que
éste le conceda edenes artificiales para-vivir.

Porque el quiteño como el gran azteca no vive ni muere en un lecho


de rosas.

Otros viven y mueren por mero accidente o por obtener algún valor
objetivo. En Q u i t o se muere por el ser, por eso la vida y muerte de
los quiteños adquieren dimensiones de auténtica grandeza.

CHAUPIPUNZHAPI TUTAYARCA.

Muerto Huayna Cápac, el imperio se escinde en dos fracciones: A t o -


co Huáscar que reside a la sazón en. el Cuzco, hereda el antiguo
Tawantinsuyo, mientras que el principe Atahualpa, por voluntad de
su padre, recibe.en herencia el Reino de Q u i t o y todos los dominios
usurpados por los Incas.
43

No bien se posesionan de sus respectivos reinos, los dos hermanos se


disputan la totalidad del Imperio. El cuzqueño acusa de bastardo al
príncipe q u i t u , mientras que éste tilda de inepto y afeminado al des-
cendiente de Manco.

Quién empezó la contienda?

No interesa detenernos en indagaciones historicistas cuando bien sa-


bemos que los cronistas e historiadores de Indias trataban de desfi-
gurar los hechos en favor de los conquistadores. Aceptemos sin más
que, después de tan prolongadas y cruentas luchas entre quitus y
cuzcüs, el nivel ético y económico había quedado en un absoluto de-
terioro.

Cincuenta años de continua profanación cultural debía hacer mella


en el país de la Mitad, particularmente en la región de los Cañaris que
fue la primera en recibir la feroz arremetida de los invasores del Sur.

Los historiadores han convertido en lugar común los maliciosos rela-


tos que los cronistas hispanos narraban en sus escritos respecto aJ
inca quiteño y sus generales. Atahualpa es acusado de ambicioso,
inescrupuloso y sanguinario. A él le atribuyen la iniciativa de la Gue-
rra Civil.

Pero, nosostros nos preguntamos, ¿Cómo se podía gobernar Quito


sabiamente y en paz, si el enemigo estaba diseminado por todo el
A l t i p l a n o , si el antiguo d o m i n i o de los Cañaris se había convertido
en una avanzada hostil del Incario?.

Por otra parte, Atahualpa, mestizo de inca y q u i t u , ya no era un vas-


tago de la sabiduría antigua, sino de la ira.

Si se debe dar crédito a Juan de Velasco, Atahualpa fue hijo de Pac-


cha Duchicéla. Un shilli por vía materna. En tal situación su
subconsciente debió haber sido un pozo de rencores podridos. Ren-
cor anticuzqueño alimentado indudablemente por su propia madre,
por su t í o Calicuchima, por su maestro de armas, el'general Rumiña-
h u i . La leche con que se amamantó aún estaba maculada por el ve-
neno del odio. Allá en Yaguarcocha aún se oía el eco heroico de los
izaminas quiteños sacrificados por amor a la libertad. Y en A t u n t a -
q u i , si es posible creer a Juan de Velasco, aún resonaba el tamtam de
los atabales quiteños clamando venganza por la muerte de Cacha D u -
44

chícela. A n t e ese cúmulo de deudas vencidas, Atahualpa solo podía


aplacar su ira, expulsando de sus dominios todo vestigio del Cuzco,
t o d o lo que destruyó a su civilización de la Mitad del Mundo, su gran
tradición.

Los primeros enemigos que recibieron el impacto del odio de Ata-


hualpa fueron los sinchis y orejones de Tomebamba, falsamente iden-
tificados c o m o Cañaris.

N o , el noble pueblo Cañan de Pisar y Duma no podía ser el eterno


enemigo de Q u i t o . Ese pueblo fue transplantado a remotas regiones
del C u z c o y exterminado en crueles combates. En su lugar vinieron
legiones de cuzqueños y mltlmas a poblar las amenas vegas de Tome-
bamba.

p i s p o n í a Atahualpa de un selecto plantel de guerreros tigres: Rumi-


ñahui, Q u i m b a l i m b o , Muenango, Chaquitinta, Razu-razu, Nina, Ca-
licuchima, Quisquís (aunque oriundo del Cuzco, entrañablemente
nuestro), Zopozopangui, Z o t a Urco y mil quiteños más de los pue-
blos purúhaes, panzaleos, quitus, i m b a y a s y caranquis.

Fue efímera la paz entre los dos herederos. Huáscar sufría a causa
del permanente acicate de su madre Rawa O c l l o que acusaba a A t a -
hualpa de bastardo, usurpador y ambicioso. Los sinchis y orejones
presionaron sobre la voluntad del débil A t o c o Huáscar con el objeto
de que organice los ejércitos del Imperio y los movilice al Norte con-
tra el Reino de Q u i t o . Huáscar contaba con el aporte de los sinchis
de Tomebamba, motivo por el cual concentró en dicha ciudad sus
agresivas tropas. A l l í se dio el primer combate dando el t r i u n f o a
los cuzqueños.

Pero Atahualpa cuenta con la hábil estrategia de Quisquís y Calícu-


chima quienes logran apresar a A p u A t o c y al cacique Chapera, de-
jando así el camino despejado para que el soberano quiteño cobre
cruel venganza contra los cañaris. Desde Tomebamba, avanza de vic-
toria en victoria hasta lograr su t r i u n f o en los combates de Jauja y
Quipaypán. Quisquís t o m a preso a Huáscar Inca y avanza al Cuzco
donde t o m a cruel venganza por la masacre de Yaguarcocha. Ordena
degollar a la familia real y él con sus propias manos mata al Inca
Huanca Auqui. El soberano q u i t e ñ o , después de estos acontecimien-
tos, se constituye en conquistador del Cuzco por la Ley de las armas,
45

en Inca legítimo del inmenso Tawantinsuyo, cuya extensión alcanza-


ba a 6'322.604 K m 2 .

Luego adviene la tragedia. En Cajamarca, cuando Atahualpa se dis-


ponía a disfrutar de su t r i u n f o , el sol de los shillis y los incas iba a
declinar. Una manga de pocos pero audaces aventureros, como es-
puma sucia escupida por el Océano, aparece en el escenario.

La historia oficial, dramatiza la captura y prisión de Atahualpa, acep-


tando sin ningún análisis las absurdas tabulaciones de los cronistas.

López de Gomara, González Suárez, William Prescott, entre muchos


otros, nos aseguran que el Inca Quiteño fue apresado después de un
frustrado diálogo entablado entre Atahualpa, Fray Vicente Valverde
y Filipillo. La m u l t i t u d que acompañaba al Inca no atinaba a salir-
del estupor cuando ve aparecer a los viracochas montados a caballo,
v o m i t a n d o fuego y muerte por unos tubos estrepitosos.

El Consabido Dramatis Personae que suelen ofrecernos es el siguien-


te: Por parte de los españoles, Francisco Pizarro, Hernando Pizárro,
Hernando de Soto, Fray Vicente Valverde. Por parte de los aboríge-
nes, Atahualpa, Quisquís, Calicuchima y Rumiñahui. Además como
el consabido " G r a c i o s o " del teatro español, no podía faltar el intri-
gante Filipillo.

La verdad es que ni Atahualpa ni los generales quiteños confunden a


los recién llegados con el dios Viracocha.

Luis Andrade Reimers, en su m u y documentado l i b r o : "Hacia la


verdadera historia de A t a h u a l p a " , después de realizar un severo y
minucioso análisis de las Crónicas y documentos referentes a la Con-
quista, llega a la interesante conclusión de que el Inca quiteño jamás
fue capturado en la forma como nos describen los Cronistas.

El tal episodio de la captura de Atahualpa no pasó de ser un lopesco


melodrama inventado a última hora para impresionar a la Corte Es-
pañola. Mediante tan absurdo argumento se pretendía ofrecer una
imagen rayana en lo heroico a esa manga de groseros conquistadores
haciéndoles aparecer como semidioses ante una impresionante mana-
da de indios bobos.
48

La auténtica verdad es que Pizarro y sus huestes fueron recibidos en


plan de amistad p o r e l Inca Atahualpa, tal c o m o fueron recibidos en
Túmbez y Puna. Tal vez el Inca quiteño pretendía ser invitado al lu-
gar de origen de los blancos que inesperadamente se presentaban an-
te su visita, haciendo gala de una tecnología inédita y eficaz. A los
ojos perspicaces del q u i t e ñ o no se podía escapar tanta novedad veni-
da de E u r o p a : la pólvora, las armas de fuego, los yelmos y corazas,
las espadas, los caballos, los libros, etc., etc.

Según Andrade Reimers, el m o t i v o secreto de Atahualpa para admi-


t i r amistosamente a esos aventureros en el Tawantinsuyo fue el de
apoderarse astutamente de la nueva tecnología a fin de aplicarla en
sus dominios. En otras palabras, el Inca pretendía cambiar su civi-
lización ecológica por el sistema económico del incipiente maqumis-
m o europeo.

El ex-porquerizo Francisco Pizarro, trae las hambres atrasadas de la


árida Extremadura. Hambre que solo puede saciarse con abundante
oro. Una expedición de españoles avanza hasta el corazón del Impe-
rio y trae del Cuzco un precioso b o t í n que despierta la codicia de los
restantes compañeros. Atahualpa intuye laclase de hambre que sen-
tían los españoles. Observa c ó m o ellos miraban las joyas que habi-
tualmente llevaban sus cortesanos. Tanta riqueza volvía locos a los
supuestos viracochas.

Por otra parte, las huestes de Pizarro caen en cuenta que el Imperio
se encontraba profundamente d i v i d i d o : Al Sur los fieles de Huáscar
Inca y al Norte, el fabuloso Reino de Q u i t o .

Para apoderarse de tan vasto Imperio solo quedaba un medio: apro-


vechar la discordia entre Q u i t o y el Cuzco, estableciendo una tácita
alianza con los Incas vencidos para eliminar sin ningún obstáculo al
amo indiscutible del Tahuantinsuyo.

De esa manera. Pizarro t o m a preso al infeliz Atahualpa y lo encierra


en el Palacio de la Serpiente hasta cuando se ordena ejecutarlo des-
pués de seguirle un j u i c i o infame y de bautizarle con un nombre ex-
traño, en presencia de un pueblo sorprendentemente tranquilo que
nada hace, que no se rebela, que apenas se limita a lamentarse por
boca de una vieja:

"Chaupipunllapi t u t a y a r c a " , Anocheció a mediodía.


47

Nada de miedo a los caballos. Nada de viracochismo. Sencillamente


el pueblo peruano abominaba al intruso " Q u i l l a c o " y no estaba dis-
puesto a morir por él. Jamás podían los cuzqueños perdonar la
cruel represalia del bastardo que se había atrevido a hollar el Concan-
cha sagrado donde se había clavado la misteriosa varilla de Manco
Cápac.

Sí, anocheció en la mitad del día. El largo imperio de las sucesivas


colonias y alienaciones había comenzado para el indio ecuatoriano.

EN T O R N O A U N A F U N D A C I Ó N

En 1988, el Consejo Municipal de Q u i t o , decidió trasladar la celebra-


ción de las fiestas capitalinas del 6 al 1 o . de diciembre, con el objeto
de rendir homenaje a la resistencia indígena protagonizada por Rumi-
ñahui, en vez de conmemorar el atropello perpetrado por Sebastián
de Benalcazar y sus huestes.

La iniciativa provino gracias a las reiteradas publicaciones del doctor


Ricardo Descalzi que insistía en que el 6 de diciembre de 1534 no
ocurrió la fundación española de San Francisco de Q u i t o . Después
de desempolvar folios guardados celosamente en los Archivos Nacio-
nales, publicó y comentó las Actas de Fundación de Santiago y San
Francisco de Q u i t o , respectivamente, llegando a inquietantes con-
clusiones:

1. La primera fundación de Q u i t o se realiza bajo el patrocinio de


San Jacobo (Santiago) en la antigua población de Cicalpa el 15
de agosto de 1534, siendo su fundador el j u d í o converso don
Diego de Almagro.

2. La fundación de San Francisco de Q u i t o no se efectúa el 6 de


diciembre de 1534, sino el día 20 como puede verse en el Acta
de Fundación. El día 5 los españoles se limitaron a realizar un
mero reconocimiento de una población inca que había sido aban-
donada y la cual se extendía desde la calle Benalcazar hasta el
actual barrio de El Placer.
48

La verdadera fundación ocurrió el 20 de diciembre de 1534, cuando


se repartieron los solares a los vecinos del lugar cuyos nombres cons-
tan en el Acta de Fundación. Asi mismo se organiza el Cabildo qui-
teño Justicia y Regimiento, el 21 de diciembre, es decir al día si-
guiente de la fundación.

Según Descalzi, la celebración de las fiestas de Q u i t o conmemorando


su Fundación Española en el 6 de diciembre de cada año, carece de
sentido, pues debería celebrarse el 15 de agosto o el 20 de diciembre.

A n t e esa evidencia histórica de difícil contestación, el Consejo Capi-


talino se vio avocado a un dilema: Seguir la tradición o cambiar de.
fecha y de sentido. Opta por el segundo camino. Decide rendir ho-
menaje a la Resistencia Indígena acaudillada por Rumiñahui, el 1ro.
de diciembre.

Esta decisión expresada por medio de una ordenanza, provocó un al-


boroto en los medios intelectuales del país. Para unos, el gesto del
Cabildo significó un acto de justicia y reivindicación, para otros,
simplemente un desacato a una venerable tradición.

Si se miran bien los hechos, sucede que en ningún país del m u n d o se


festejan con alegría los días nefastos.

Ese acto de incalificable masoquismo solo ha venido ocurriendo en


el Ecuador cuando se ha venido rindiendo insólito homenaje al geno-
cidio, el atropello, la barbarie, el saqueo, la felonía, la desleaitad, de-
litos todos perpetrados por un puñado de aventureros que ni siquiera
representaban a la España civilizadora que en Q u i t o construyó tantos
monumentos de arte para pasmo del mundo entero.

El único deseo que animaba a esos bucaneros era enriquecerse de la


manera más fácil e inmediata. La prueba: El tan celebrado Sebas-
tian de Benalcazar, cuando no encuentra oro en Q u i t o , abandona el
país para trasladarse a los reinos de Bacatá, atraído por el m i t o de
El Dorado, donde espera convertirse en un midas fabulosamente rico.

Es evidente que la celebración del 6 de diciembre tuvo un significa-


do m u y especial para un 20o/o de ecuatorianos de presunto origen
hispano que ha ejercido un d o m i n i o absoluto en el campo de la po-
lítica en un país abrumadoramente mestizo que busca nuevos con te-
nidos para celebrar sus fiestas.
49

¿Qué puede significar la celebración del genocidio y la opresión para


4 millones de indios ecuatorianos?

Al buscar un nuevo contenido para la fiesta quiteña, hubo de poner-


se sobre el tapete de la discusión el ineludible nombre de Rumiñahui.

Los historiadores, comúnmente nutridos de copiosas bibliografías,


suelen muchas veces mantener rutinas de siglos, sin atreverse a con-
frontar los hechos a la luz de los nuevos aportes científicos, por te-
mor quizás a cuestionar el origen de su patrimonio familiar.

Con Rumiñahui, por desgracia se ha mantenido esa fatídica rutina.


Acusado de felonía contra su soberano Atahualpa, de sanguinario,
genocida, cruel, bárbaro, su figura ha sido menoscabada aún por
nuestros historiadores: Juan de Velasco, Fermín Cevallos, González
Suárez, etc.

Los partidarios de Benalcazar no podían faltar para entenebrecer


más la egregia figura del Bolívar indio. Ahora se le quiere negar su
legítima nacionalidad quiteña. El aborrecido Orominavi para esta
gente es un cuzqueño más.

En medio de la pública controversia desatada en torno a Rumiñahui


no podía faltar la voz ponderada y esclarecedora de Luis Andrade
Reimers del cual no resisto la tentación de reproducir un artículo
aparecido en la página editorial de El Comercio el día 2 de diciem-
bre de 1988.

El texto es el siguiente:

R U M I Ñ A H U I Y LA FUNDACIÓN DE QUITO
(Por Luis Andrade Reimers (.)

Nuestro buen padre Juan de Velasco, al escribir en la segunda mitad


del siglo X V I I I su Historia del Reino de Q u i t o , cargó fuertemente la
mano contra el general Rumiñahui y le culpó de crímenes tan abomi-
nables c o m o la traición a su Señor, el Inca Quiteño, el asesinato de
sus hermanos y parientes, la ambición de poder a costa de toda clase
de atrocidades y aún la violación de las Vírgenes del Sol. Al hacerlo
creyó c u m p l i r con su deber de historiador, pues como eso era lo que
había encontrado en las fuentes que tenía a la mano, se sentía obli-
50

gado a ser veraz, a pesar de la p r o f u n d a estima que sentía hacia las


razas indígenas de nuestro medio. En efecto, el mestizo cuzqueño,
Garcilasso de la Vega, a comienzos del siglo XVIII y, cincuenta años
antes que él, Agustín Zarate y el primero de todos, Francisco López
de Gomara, así lo habían afirmado sin t i p o alguno de rodeos.

Pero, en medio de las circunstancias tan precarias en que tuvo que


exhibir su Historia, el benemérito padre Juan de Velasco no llegó a
saber que en Roma por los años 1672 se había denunciado a Fran-
cisco López Gomara como "hlspanus sacerdos ... no bona pressus
fide argumentum tractasse visus e s t " y un contemporáneo suyo,
Fray Bartolomé de las Casas, había dicho de él que " p o r el. camino
de mentiras va toda su h i s t o r i a " . De hecho tal había sido el c ú m u l o
que este sacerdote "de mala f e " escribió en su Historia General de
las Indias (1552), que al año siguiente de su publicación la venta de
su libro fue prohibida en los dominios españoles. Este eclesiástico
mundano se había incrustado en la Corte de Carlos V. y gracias a los
dotes de su pluma había conseguido ser nombrado "capellán de su
Majestad". Parece que creyó que podía seguir conquistando mayo-
res dignidades por medio del adulto Rey a los altos funcionarios de
la Corte. Para apoyarlos en la tesis colonialista y volcar la opinión
pública a su favor en cuestión por ese tiempo tan candente, se pro-
puso componer esta obra. Exagerando hasta la monstruosidad la
perversión de los paganos de las Indias, la conquista y colonización
española aparecía como un acto impostergable de piedad y religión.
De ahí nacieron los rasgos abdominales con que Gomara caracterizó
a Atahualpa y a todas las figuras indígenas prominentes en t o r n o a
él.

Este atildado escritor español había compuesto su Historia t r a n q u i -


lamente sentado en su despacho de Zaragoza, sin pensar siquiera en
irse al Nuevo Mundo para averiguar las cosas sobre las que escribía.
Pero quien no sólo conoció y trató a Rumiñahui sino que, además
se glorió de haberlo capturado en su Probanza del 4 de diciembre de
1555, fue el soldado español Miguel de la Chica. Este testigo pre-
secial nos dice lo siguiente (Numeral 5 ) : " V i s t o la cruda guerra que
los naturales daban a los españoles ... vinieron a saber por gran for-
tuna como un Señor, que se llamaba O r o m i n a b i Inga (Rumiñahui)
gran Señor, era él que nos daba y causaba la guerra por mandato
del Señor de la Provincia". Esta afirmación incidental, tomada del
medio a la raíz de los hechos acerca del carácter de dependencia de
Rumiñahui del gobernador de Q u i t o dejado por Atahualpa al ir a
51

Cajamarca, viene a desmentir categóricamente las temerarias acusa-


ciones de Gomara en t o r n o a la pretendida traición de Atahualpa,
tiranía en el gobierno de Q u i t o , asesinatos a los miembros de la
familia real, etc. Miguel de la Chica prosigue diciendo (Numeral 6):.,

"Sabido por el dicho capitán (Sebastián de Benalcazar) cómo el di-


cho Oromlnabi era el que fatigaba a los españoles, apercibió a este
testigo y a los demás españoles tomasen y prendiesen al dicho señor
Orominabi, porque, en prendiéndole era acabada la guerra". Estas
palabras nos demuestran c ó m o , de acuerdo al sentir de aquellos
primeros españoles, el general Rumiñahui, aún después de la erup-
ción del Cotopaxi, que por efectos de la superstición había deshe-
cho su ejército, era el ú l t i m o pilar fuerte para sostener la indepen-
dencia de su patria.

Por frases asimismo sueltas, dichas a propósito de otros temas, es


posible entresacar de los textos de aquellos cronistas del siglo X V I
algunos datos biografieos fidedignos acerca de Rumiñahui. Alonso
de Borregán nos cuenta cómo el gran inca Huaina Cápac, padre de
Atahualpa, -escogió al general Rumiñahui para preceptor y guardián
de su hijo predilecto en su mocedad. El propio Jerez nos cuenta co-
mo, una vez que los españoles encerraron a Atahualpa en una.pri-
sión segura de la población de Cajamarca, recibieron una denuncia
que les llenó de temor y obligó a mantener el pueblo en estado de
sitio día y noche. La denuncia fue ésta, de acuerdo a sus palabras:
" Q u e toda esa gente (de guerra) viene con un capitán llamado Llu-
minabe (Rumiñahui) y que está muy cerca de aquí y viene de no-
che y dará en el real". Cómo hubieran podido esos españoles dar fe
a tal rumor, si hubiesen sido testigos de la traición de Rumiñahui a
raíz de los incidentes en la plaza de Cajamarca como afirma Goma-
ra?.

Pero quien, sin pretenderlo, sale por los fueros de Rumiñahui y lo


presenta como un insigne paladín de la libertad de su suelo natal,
es nada menos que el historiador oficial de la Corona Española,
A n t o n i o de Herrera (Década V, Libro V, Cap. 2). Teniendo c o m o
tuvo a su disposición el Archivo Real de Madrid, coh respecto a la
penetración de Benalcazar hasta Quito afirma que tuvo tantos ma-
teriales de primera mano que, "si se hubiese de referir por extenso,
no bastaría muy larga relación". Pues bien, él, después de contar-
nos cómo llegó a Q u i t o la inesperada noticia de la muerte de Ata-
hualpa, nos dice que como reacción las autoridades eclesiásticas y
52

civiles de Quito "nombraron por su capitán general a Yrruminabi",


una prueba más acerca del carácter de subalterno que en ese tiempo
tenía el general quiteño. Más adelante, luego de contarnos las bata-
llas de Tiocajas y Colta dirigidas por él y de las cuales, según Herre-
ra, los españoles no escaparon sino por milagro, a raíz de la erupción
del Cotopaxl y la deserción masiva del ejército indígena, el Real Cro-
nista nos pinta a Rumiñahui al mando de un puñado de soldados
fieles, exhortándolos a una resistencia desesperada con estas pala-
bras: "Estas cautelas (Jas ofertas de paz de Benalcázar, de
nuestros enemigos no van encaminadas sino a sacarnos el tesoro,
que ellos piensan que está en Quito, para, en apoderándose de
ello, hacer lo mismo de nuestras mujeres e hijos y privarnos absolu-
tamente de la libertad, como la experiencia de Cajamarca lo ha de-
mostrado ... Estas cosas nos muestran que por nosotros ha de pasar
lo mismo, con tanta afrenta y deshonras, que antes que verlas no
quisiéramos ser nacidos. Y, pues que nuestras muertes han de ser a
sus manos padeciendo tan cruel y terrible servidumbre ... mejor es
que muramos luego con sus armas y debajo de su caballo, quedán-
donos a lo menos este contento de haber (por la defensa de nuestros
dioses, de la patria y de la libertad) hecho nuestro deber como
honrados". Tal era el temple de Rumiñahui de acuerdo a los do-
cumentos de primera mano, que el Real Cronista de los hechos de
los castellanos nos ha dejado.

Fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima Historia nos hace saber


que Rumiñahui y los altos funcionarios indígenas de la Administra-
ción de Quito acabaron en la hoguera. De acuerdo al Acta del Cabil-
do de Quito de 25 de junio de 1535 se les sometió a este suplicio
para quedar libres de ellos, después que se cercioraron que "no qui-
sieron ellos ni ninguno de ellos decir cosa ninguna sobre el oro y la
plata que en ella había". El sitio seguramente fue.aquel en el cual
pernoctó Benalcázar con su tropa la víspera de llegar por segunda
vez al complejo administrativo de Quito en las faldas del Pichincha.
Solo el holocausto de estos insignes héroes hizo posible la fundación
de la villa española de Quito. Hoy día, al contemplar el vigor siempre
renovado con que se levanta la capital del Ecuador, es justo que ad-
miremos la fecundidad de sus cenizas.

(.) Artículo publicado en la revista "Mensajero".

Así como en el marco de nuestra cultura histórica, los intelectuales


se han polarizado en defensores y detractores del padre Juan de Ve-
53

lasco, en el caso de Rumiñahui ha sucedido algo semejante. Para


unos Rumiñahui es el diablo; para otros es un patriota ejemplar.
Los Cronistas e historiadores de Indias nada hablan del lugar de ori-
gen ni de los padres de Rumiñahui.

Fue necesario que los etnolingü'istas de este siglo descubran el autén-


tico nombre y cuna del noble " q u i t u " .

D o n Luciano Andrade Marín en su libro " L l a n g a n a t i " desentraña el


t o p ó n i m o aborigen llegando a la interesante conclusión de que Llan-
ganati significa " L o s talleres u obrajes de minería del A t i " .

Y quién es el A t i c u y o nombre se encuentra incrustado en otros to-


pónimos como Patatl, Callatl, Guapatl?.

El Gran A t i cuyo significado quechua es excelente es nada menos que


el A t i Pillaguazo de Píllaro, conforme nos narra Coba Roballno en su
"Monografía General del Cantón Pillaro".

El A t i Pillaguazo fue uno de los reyes más notables que protagonizó


en la resistencia q u i t u contra los incas, y más tarde contra los españo-
les.

Nieto del A t i Pillaguazo fue presumiblemente el General Rumiñahui


que nació del connubio de Nuri A t i y Huayna Cápac, tal como
Atahualpa fue hijo de una Sona Caranqui y también de Huayna
Cápac.

En t o d o caso, el A t i II Pillagua/o, o Pillajo, comúnmente conocido


con el sobrenombre de Rumiñahui, fue legítimo quiteño.

Preceptor de armas de su amado príncipe Atahualpa, le modeló en la


v i r t u d estoica de sus heroicos antepasados infundiéndole respeto y
veneración a la gran tradición de Quito.

Una vez que actúa como brazo ejecutor en la cohorte regia del inca
shilli, su pensamiento se orienta a un solo objetivo: Liberar a Q u i t o
de la férula cuzqueña que se había incrustado en el antiguo reino co-
mo un virus m o r t í f e r o .

Si después se aparta de Atahualpa, sea para obedecer sus órdenes o


bien para organizar por propia cuenta la Defensa de Q u i t o , en nin-
gún momento deja de ser leal con Q u i t o , su lugar de origen.
54

R U M I Ñ A H U I , DEFENSOR DE QUITO:

El A t i Plllaguazo I I , señor de Píllaro, hermano de Atahualpa, según


dicen, veía con extraordinaria lucidez la situación reinante. Para su
criterio, tanto el Cuzco como Q u i t o se habían sumergido definitiva-
mente en el pasado. El Cuzco estaba minado por el rencor al monar-
ca q u i t e ñ o .

¿Cómo perdonar sus fulmíneas acciones guerreras? Q u i t o , poblado


por mitimas y cuzqueños había perdido su antigua unidad. En pie
solo quedaba el ejército compuesto por los veteranos A t i Pillaguazo
I y Jacho, señor de Sigchos, los generales de Atahualpa Zopozopan-
gui, Q u l m b a l i m b o , Razu Razu, Sina, Chaquitina, Muenango, Quis-
quís y otros.

Es decir, la flor y nata de Q u i t o . Solo faltaba Calicuchima, el más


hábil estatega shilli, por haber sido ajusticiado en Cajamarca.

De prosapia regia, descendiente lejano de un dios civilizador, Pillán


(rayo), el gran isamina había recibido presuntamente la iniciación
guerrera de su pueblo.

A u t é n t i c o jaguar, veía con claridad ecuatorial las causas del colap-


so sufrido por el Imperio.

Su abuela Choazanquil, flor de tres sangres, había sido p r o d u c t o de


tres razas; él mismo, engendrado por genes cuzqueños en matriz
quiteña, ya se sentía mestizo, entreverado, pero " h o m b r e n u e v o " ,
diferente con muchos de la involucionada estirpe inca cuyos miem-
bros se hallaban preocupados en conservar su sangre azul, en cerra-
do racismo.

Sí, es cierto, por su tradición quiteña, conservaba ej culto al quelagu


serpentino, pero ese c u l t o lo realizaba por vía sexual exógena, no a
la manera inca, por medio del incesto sagrado.

No se sabe c ó m o la humanidad mantuvo tan craso error referente a


la supuesta pureza de la sangre c o m o signo de aristocracia. Es el
prejuicio de los caballeros del Grial. Es el de A d o l f o Hitler, el de
ciertos sionistas, el de una impresionante cantidad de retrógados y
burgueses. Solo en el siglo XX sabemos que la sangre de los inces-
55

tuosos en nada se diferencia de la sangre plebeya. La calidad huma-


na radica en sus genes.

De este pensamiento emanó su secreta aversión a la familia de Ata-


hualpa que, sin recibir ninguna iniciación ni siquiera la del Catequil,
pretendía heredar el llauto real con todas las prerrogativas, de los
iniciados.

Cuando se enfrentó con los hambrientos hijos de Castilla, a su mira-


da analítica no escapó la clase de genes que pretendían enseñorear-
se en tierra q u i t u . Quién fue el indio bromista que empezó a deno-
minarlos viracochas? A su parecer los españoles eran similares a los
simios velludos. Al principio, conjeturó que los frailes metidos en
sus follones eran las hembras barbudas de los viracochas. Después,
poco a poco fue diferenciando a esa gente: los quijotes con ham-
bre de metales, los sanchos con ganas de fornicar, los tenorios, los
buscones, los torquemadas... No, definitivamente no les odiaba. Les
despreciaba. Eran gentes que habían expulsado a su dios interno pa-
ra arrodillarse ante palos pintados.

Si, él tenía su convicción. La convicción mantenida por sus mayo-


res desde remotas eones. El mismo era un dios porque Pillán moraba
en lo más íntimo de su semilla.

Y entonces, el A t i Pillaguazo II, conocido con el sobrenombre de


Rumiñahui, ojo de piedra según los quiteños, porque le había nacido
un t u m o r c i l l o en la pupila, determinó que, en la tierra donde todos
podían acceder a la realeza, a él le correspondía defender a Q u i t o
por su lucidez mental, por su carencia de prejuicios viracochistas.

Sabía que, por la Ley de las Monarquías Endogámicas, el fenecido


imperio correspondía heredar a Huaynapalcón.

El noble pillareño juzgó que entregar el poder a los familiares de


Atahualpa era como vender Quito a los aleves viracochas, a cambio
de vilísimos espejos. Como no estaba dispuesto a vender su ser ni
cambiar la natural ecología de Quito por la de España, la cual nece-
sitaba de complicados aparatos para vivir, decidió luchar contra los
descendientes de Atahualpa y de los barbudos cara de monos, recién
llegados.
56

Antes de Cajamarca había servido al hijo de Paccha Duchicela con to-


da lealtad, porque Atahualpa encarnaba las aspiraciones del pueblo
quiteño respecto al Perú. Pero, después de que "anocheció en la
mitad del d í a " , la estirpe del antiguo soberano estaba invalidada
para provocar una nueva aurora, porque ya había comenzado a en-
tenderse con los viracochas, sin preocuparse por la suerte que iba a
tener e) pueblo indígena del Imperio.

Mientras los cronistas e historiadores encomian, en general, la sagaci-


dad, inteligencia y buena disposición de Atahualpa, en el odioso
" O r o m i n a v i " solo ven un dechado de traición, alevosía, crueldad,
barbarie, sadismo y otros vicios dignos de los p e o r e s m o n s t r u o s que
la hembra humana pudo parir.

Cuando ellos se afanan en inventar toda suerte de felonías supuesta-


mente cometidas por el glorioso isamina, nosotros vemos una verdad
m u y diferente como nos hizo notar Enrique Garcés en su épica bio-
grafía de Rumiñahui. Cuando ellos ven traición, nosotros vemos
lealtad; donde ellos ven crueldad, nosotros vemos firmeza de carác-
ter, donde ellos ven barbarie, nosotros vemos depurado amor a la
Patria. Porque, para nosotros Rumiñahui es el m á x i m o valor de
nuestra nacionalidad. Es nuestro Bolívar como atinadamente lo cali-
ficó Luciano Andrade Marín.

Desde niños nos han inculcado en las escuelas que el A t i Rumiñahui,


después de la muerte de Atahualpa, se hizo proclamar Shyri sin tener
ningún derecho para ello. Los historiadores suelen seguir el mismo
guión ya establecido por Juan de Velasco, sin considerar que el reía-'
to historicista peca de absurdo.

Como nos narran la historia es más o menos así: Rumiñahui, luego


de la muerte de Atahualpa, organizó los ejércitos dispersos, los some-
t i ó a disciplina y los condujo a Tiocajas para luchar en recio combate
con el ejército español de Sebastián de Benalcázar.

Al principio, el ejército del pillareño. tuvo que enfrentar serias d i f i c u l -


tades luego de ser derrotado en Tixán por las tropas cañaris, ayer
aliadas de los incas y más tarde de los españoles. Sin embargo, Ru-
miñahui, con su ejército de aproximadamente once mil hombres, se
dirigió al nudo de Tiocajas en espera del invasor. Benalcázar llegó
sin novedad a la inevitable cita, al paso del famoso nudo, gracias a la
ayuda eficaz de los cañaris que conocían m u y bien las tácticas del
57

quiteño. De repente como un churo humano, apareció el ejército


de Rumiñahui enquistado en una colina. El encuentro fue formida-
ble. Los Quiteños ya no temían ni a ios viracochas, ni a caballos ni
a arcabuces. Como un alud incontenible se abalanzaron sobre caña-
ris y españoles causando una espantosa carnicería en ambos bandos.
Fue tal la furia de los quiteños que muchos españoles, de rodillas,
se ponían a rezar para tener cristiana muerte. En eso se produjo la
erupción de un volcán cercano, ¿el Tungurahua?, causando enorme
pánico a los aborígenes que se vieron precisados a huir en busca de
un refugio. El desbande de los quiteños, ante la desesperación de
Rumiñahui, dio un fácil t r i u n f o a Benalcazar. Este suceso lo consi-
deramos rigurosamente histórico y, a nuestro criterio, mucho se pa^
rece a la famosa "Noche T r i s t e " ocurrida en el país azteca. Pero, en
lo que se refiere a los episodios ocurridos en Q u i t o , declaramos en-
fáticamente que no estamos dispuestos a tragar ruedas de m o l i n o .
Creemos que los famosos episodios fueron un invento mal tramado
para dar características épicas a una fundación anodina.

Había que inventar un indio extremadamente feroz, casi loco, para


disimular el fiasco del nada quijotesco moyano que vino a Q u i t o
en busca del ovario de la gallina de los huevos de oro.

Dicen los cronistas que Orominavi incendió la ciudad de Atahualpa


y Huayna Cápac, despojó los altares de los dioses, de oro y esmeral-
das, no dejó piedra sobre piedra de los templos dedicados al sol y la
luna (¿Usó dinamita o energía .nuclear?). No contento con cometer
tamañas atrocidades se entregó a una orgía de sangre mandando a de-
gollar a las potenciales concubinas de los hispanos, en particular a
los descendientes de Atahualpa.

Nosotros en cambio, creemos que el A t i Pillaguazo II llegó al Q u i t o


Shilli no para cometer las bestialidades que le imputan los historia-
dores sino a ocultar los sagrados misterios del antiguo Q u i t o . En
cuanto al oro los Shillis y amautas que misteriosamente lo extraían
de no se sabe donde, en la misma forma lo hacían desaparecer. No
era lógico gastar tanta energía para cargar grandes bultos de Q u i t o
a los Llanganatis pudiendo emplear el tiempo y el esfuerzo en orga-
nizar una batalla aprovechando la especial topografía de la ciudad.

Una vez cumplido su propósito, Rumiñahui debió retirarse quién


sabe donde, con sus ya escasos seguidores para sepultarse definiti-
58

vamente en el cráter de un volcán o en una dimensión espacial des-


conocida por nosotros.

Mientras tanto, los blancos que m u y p r o n t o se casaron precisamen-


te con las hijas y mujeres de Atahualpa, como puede verse en fide-
dignos documentos, se dedicaron por largo t i e m p o a perseguir a
Rumiñahui dándoles diferentes muertes; y, lo que es curioso, hasta
la fecha andan buscando los tesoros de Atahualpa como si no hubie-
ran sido bien aprovechados por. frailes y monjas para dorar los re-
tablos quiteños con custodias, gigantescas hechas con oro alquí-
mico de 25 quilates.

Y el palacio de Huayna Cápac del cual no quedó piedra sobre piedra


es hoy la monumental iglesia de San Francisco y su convento.

Rumiñahui, caballero quela del rayo de Pillán, defensor de la ecolo-


gía quiteña y ocultador de los misterios antiguos es ahora nuestro
único y legítimo shilli, que con Nazacota Puento, Quelagu de Co-
chisquí, Eplicachima, Calicuchima, Pisar y Atahualpa retornan del
pasado a reclamar la vigencia de su cultura sin muerte.

PODER Q U I T E Ñ O

Cuatro siglos han transcurrido desde la fatídica fecha en que un in-


dígena de Cajamarca acuñó la célebre frase: "Chaupipunzhapi
Tutayarca". Desde el obraje, la encomienda y la mita, hasta el
huaslpungo y el barrio marginal, el largo " H u a c a y ñ á n " recorrido
por el indio no tiene visos de terminar.

Se comenzó exilando a los dioses indígenas e imponiendo el culto


de otros extraños. Al antiguo régulo, altivo y libérrimo, le han do-
mesticado por las malas, a fuerza de látigo y catecismo. Con el
dios, ajeno, ocuparon los óvulos indios una legión de buscones, ce-
lestinas y toda clase de godos y marranos. A h o r a Pachacámac no
reside en el í n t i m o del indio. Su nombre no produce vibración al-
guna ni fluye como corriente de electrones. O t r o dios ocupa el
lugar debido al Dios verdadero.
59

Los sabios poderosos que, desde las tolas abolían la distancia y el


tiempo con sus ojos "¡maimanas", que curaban t o d o mal con el
aura santa o el panacea purificador, ahora lloran con Supay, redu-
cidos a su condición de " b r u j o s " , perseguidos por vulgares comisa-
rios y terribles matasanos.

La farmacopea milagrosa, ayagusca, guayusa, chugchughuasha,


ishpingo, ha sido expoliada por miserables burgueses para lucrar
con ella.

La música " m a n t r a m " que causaba obsesión, ¡dea fija, vacío men-
tal cuando brotaba de sabios instrumentos (Segundo Luis Moreno
no terminó de estudiarlos), ha sido astuta y sistemáticamente adul-
terada ora con r i t m o de fandango o. bien con sentimentalismo cursi
de pasillo. Ahora, otros ritmos, otros sentimientos han suplantado
el canto llano profundamente místico del antiguo Q u i t o .

Su teurgia sublime fue profanada, ridiculizada, hasta quedar conver-


tida en simple folklore como sucede con la antigua consagración
del rey, hoy "corazas" o "abago", la pascua del sol, el Xan, es hoy
apenas una orgía denigrante que ha recibido el nombre españoliza-
do de San Juan. Lloraron por el indio, es cierto, pero fueron, lágri-
mas interesadas de republicanos ávidos de poder p o l í t i c o o económi-
co. Porque con un pueblo ecológico, libre a pesar de todo, secreta-
mente feliz, la economía fracasaba, pues el indio se bastaba asi mis-
mo por medio de su habilidad manual y su espíritu de ayuda mutua.

Escribió el mestizo airados alegatos en favor del indio para anexarle


definitivamente en el carro triunfal del progreso. Los gobiernos,
demaqóqicos o no, le dieron escuela, calzado, v jabón y hoy le vemos
manejando automóviles, vestidos a la moda, bailando rock con ru-
bias supuestas o verdaderas, convertido en un cadáver más de este
inmenso catafalco de chatarra.

Y cuando el indio resiste, aferrándose a su inveterada costumbre,


ay de él, porque su destino es el morbo, el vicio o el napalm.

Sin embargo, el quiteño no es el indio adusto de otras latitudes. Sabe


sonreír mostrando su íntegra dentadura. Es afable con propios y ex-
traños. Su rebeldía no es violenta como la del blanco o mestizo, es
paciente como un ecce homo porque sabe esperar.
Le han hablado de revoluciones, de luchas de clases, de liberación fe-
menina; pero, él como son "cosas de blancos" les deja hacer el juego,
hasta que llegue el día, el m o m e n t o , en que los Andes vomiten su
furia con un " B a s t a " de fuego. Entonces, ay, del ario c o r r u p t o r de
pueblos, ay, del semita o turanio que no se adapten a la vida ecológi-
ca, pacífica y libre del quiteño.

La revolución quiteña tendrá una característica única en la historia


universal porque se hará rumbo al pasado para recuperar la vieja
sabiduría de la serpiente. Será una revolución sin programas, ni idea-
rios políticos porque no es propio de la auténtica comunidad Blanca,
imponer doctrinas ni normas éticas a sus semejantes.
61

PAGANISMO A D E N T R O

Cuando se estudia el marco de las civilizaciones antiguas, se puede


observar la presencia de dos corrientes antagónicas en permanente
choque. Por un lado, distinguimos la presencia de una cultura repri-
mida que acusa una antigüedad difícilmente computable y, por otro
lado, una cultura triunfalista, en vigencia, admirada todavía por
nuestros contemporáneos.

La cultura más antigua de tipo rural o silvestre, ha sido desacredita-


da por los recién llegados al escenario de la historia, los arios poli-
teístas y los semitas monoteístas.

Antes de que florecieran las civilizaciones de la Grecia Clásica y la


Roma Imperial, ya el mundo Mediterráneo había asistido al desarro-
llo de civilizaciones agrarias cuyos focos de irradiación fueron Creta,
Anatolia, Egipto, Etruria, Iberia, Irlanda y la India Meridional. En
los vastos' territorios de estos pueblos habitaban hombres de piel
oscura y cabellos lacios que adoraban a dioses bicornes, itifálicos,
serpentinos. Eran civilizaciones agrarias cultivadoras del trigo la
vid y el hashish, así como en nuestra América se cultivaba el maíz,
la mandioca, el ayayuasca, la guayusa con fines alimenticios, medi-
cinales y de viaductos para conseguir el éxtasis. Pueblos desnudos,
sin leves que limitan la libertad individual y determinan la propie-
dad privada, acataban únicamente las leyes cósmicas manifiestas
en la naturaleza. El culto al lingan yoni, en la India, al príapo en
Grecia, al ving vang en la China Taoísta, constituirán a todas luces
la suprema Ley. Todo objeto natural merecía especial veneración.
Una montaña, un árbol expresaban la idea de un alo divino, mientras
que las cavernas y abras eran consideradas como la vagina de la Diosa
Madre.
62

El fin primordial de la humanidad primigenia era alcanzar la unidad


perdida por medio de la cópula sagrada, por tal razón el c u l t o fálico
no se encauzaba a l a propagación de la especie.

Una civilización que se mantiene dócil a las leyes naturales, consagra-


da a la transmutación sexual tiende a declinar cuando se descuida el
objetivo principal que es lograr la unidad perdida por medio del con-
nubio casto hasta lograr el estado p r i m i t i v o de andrógino o Wariwira-
cocharuna.

Cuando las civilizaciones caen dentro del ámbito de la profanidad,


comienza a multiplicarse la población no Iniciada a un r i t m o de
progresión geométrica. Por el acceso de elementos viciados al sagra-
do ambiente de los misterios, se comienza a perder el acervo de cla-
ves precisas para realizar un malthuna perfecto. En ese caso para
lograr el éxtasis, se debe recurrir a resortes extraños c o m o son el
alcohol y las drogas. La recurrencia a medios artificiales acarrea co-
mo consecuencia la degeneración de los misterios que, a la postre,
se transforman en orgías y bacanales. En los tiempos del segundo
Dionisos, toda Grecia presencia la invasión de ex-vestales transfor-
madas en ménades borrachas, de legiones de sátiros drogados, de
sueños lujuriosos, todos ellos entregados a un carnaval sin f i n . En
las fiestas de Shiva, Dionisos, el I n t i , Cuculcán y Quetzacóatl, que
perduran hasta la fecha, observamos una franca degradación. Ya no
se busca la superación del hombre para transmutar la materia en
esencia divina como sucedía en la Edad de Oro en tiempo de los
Wariwiracocharuna. A h o r a las gentes se han convertido en súcubos
de la naturaleza, son esclavos de ella. El éxtasis se lo busca a través
del estupro, el travestismo, la homosexualidad, el incesto, la psiqüe-
delia, Shiva, el dios del Kalivuga, anda desnudo por los caminos de
la India, adornado de serpientes y cráneos humanos, tal como nues-
tros indios por los caminos del altiplano andino.

Cuando los españoles llegan a las Indias Occidentales, encuentran


pueblos donde se halla vigente la desnudez t o t a l , el canibalismo, la
omofagia, la homosexualidad, la ausencia total de pudor y buenas
maneras, pero también descubren civilizaciones superiores de t i p o
agrario avanzado. En estas civilizaciones como en las prearias del
Viejo Mundo se practicaba el nudismo, sin que la carencia de vestidos
implique necesariamente depravación de costumbres. Durante la ce-
lebración de los misterios se practicaban danzas sagradas que culmi-
naban con un coito colectivo sin eyaculación del semen. Natural-
63

mente estas escenas debieron espantar a los europeos que ni siquiera


se bañaban por no mostrar al cielo sus partes pudendas. Ei concepto
de pecado era tan arraigado que, a la inversa de los paganos, los sa-
cerdotes católicos se atiborraban de ropas para celebrar el c u l t o y
las damas de la aristocracia no se atrevían a mostrar ni siquiera la
punta de la nariz. Mientras en las sociedades paganas primitivas la
sexualidad era una función trascendental para lograr la unificación
en el andrógino divino, en las sociedades cristianas, el Baco de los
carnavales vivía en perpetua orgía bajo máscaras de santidad.

En Jo referente al canibalismo de ciertas tribus de indígenas no po-


demos negar la existencia de esta aberración pues, muchos pueblos
de ambas orillas del A t l á n t i c o sufrieron la influencia de la Atlántida
Negra, es decir el descenso de la Tradición blanca a los infiernos de
Proserpina. Cronistas europeos que visitaron muy superficialmente
el Nuevo M u n d o , tal es el caso de Amérigo Vespuccio, no pueden
ser objeto de crédito cuando tratan ele ver caníbales hasta en la sopa
que c o m í a n . En lo referente a los hábitos de sodomía<|ue Ciez-a de
León y otros cronistas atribuyen a los habitantes de la yunga o Tierra
Caliente, en unos casos pueden ser-verídicos a causa de un descenso
de los cultos serpentinos o en otros casos pueden ser simples distor-
ciones de ta verdad c o m o sucedió con los cristianos primitivos, los
gnósticos, albigenses y caballeros templarios, desfases originados por
el fanatismo religioso o por absoluta ignorancia de las culturas ser-
pentinas. Cuando en la actualidad observamos idoIiUos de cultura
Chimú o Mantense representando actos de sodomía, un espectador
profano puede traducir el mensaje c o m o un símbolo de degeneración
racial, pero un iniciado en las prácticas Kaulas de mano izquierda
acaso vería una enseñanza práctica para despertar la Kundalini que
reposa en la zona del ano y no precisamente en la vagina. En t o d o
caso para traducir con e x a c t i t u d los valores culturales de la América
Antigua y de los pueblos prearios es necesario tener amplios cono-
cimientos esotéricos para saber si los pueblos estudiados estaban en
la vía de los Wariwiracocharuna o de los Sacharunas, puesto que de-
finitivamente a nadie interesa saber si tal pueblo tiene orígenes asiáti-
cos p europeos, si es ario o Semita, si proviene del poleolítico o del
neolítico. El pagano, arcaico o moderno acepta incondicionalmente
a la Materia, el primero después de transmutarla, el segundo, c o m o
fuente de goce en este m u n d o perecedero. Pierre Teilhard de Char-
din reza en su H i m n o a la Materia de la siguiente manera "Bendita
seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos
devoras si no te encadenas" Frente a la Naturaleza el pagano antiguo
64

ha logrado encadenar a la materia sin ser devorado por ella, el pagano


moderno ha sido devorado hasta el p u n t o de " v i v i r inerte, estancado,
pueril ignorante de sí mismo y de D i o s " , entregado al alcohol, la dro-
ga, la p r o s t i t u c i ó n .

El hombre contemporáneo, ateo o creyente, ha logrado sojuzgar a la


materia sin trasmutarla. A h o r a esa materia c o m o un Frankenstein
desencadenado amenaza destruir al h o m b r e .

El divorcio con la Naturaleza comenzó cuando se inventaron las cas-


tas y clases sociales, la ciudad, el vestido, la ley civil, la propiedad
privada. Cuando los españoles arribaron al Nuevo M u n d o , a los ojos
de los nativos ofrecieron un curioso espectáulo, soldados y frailes
barbados, a veces deformes, completamente cubiertos por vestidos
cosidos, tratando de esconderse de la naturaleza,del omnipresente
azul del cielo.

Salvajes desnudos, lampiños, de hermosos cuerpos, vieron con estu-


por como los cristianos construían el poder temporal en t o r n o a la
plaza mayor. Los blancos construían sus moradas para ocultar sus
vicios y gobernaba entre ellos no el más fuerte ni el más apto sino
el que más oro había acumulado. Los Españoles de la Conquista,
como los arios antiguos, como los semitas habían descubierto otra
clave del poder. El oro, el dinero. Desde entonces para acá son muy
pocos los sacerdotes según la orden de Melquisedec que no caigan
en el flagrante delito que perdió a Simón el Mago.
65

VOCABULARIO VERNÁCULO

Abagu: Danzante de las fiestas de San Pedro que se


celebran en Cotacachi. Su función es hacer
reír a la gente y asustar a los timoratos. Tiene
un oscuro origen etimológico digno de ser
investigado.

Aukaruna: (Kechua) hombre salvaje. Felipe Guarnan


Poma Ayala denomina así a la última raza
peruana como producto de una lenta involu-
ción.

Ayaguasca: Planta alucinógena de la Amazonia. Es muy


utilizada por los dhamanes para producir
efectos de desdoblamiento.

Bi: (cayapa) vida. En cayapa actual bibu—vivo.

(cayapa) comunidad de parientes, parentela.


Bublu:

(colorado) araña, pegajosa, alacrán.


Carán:

Según Héctor V. Morel y José Dalí Moral en


Catequi:
su "Diccionario Mitológico A m e r i c a n o " ,
"Dios peruano del trueno y de la fecundidad,
muy temido a pesar de atribuírsele también
los beneficios de la civilización. Asociábasele
al culto de las piedras, una de las cuales cons-
tituía su cuerpo. Ofrendábasele víctimas hu-
66

manas. Según la tradición, nació de un huevo


puesto por la hembra a quien fecundara cierto
ser, hechura del misterioso principio supremo
A t a c h u c h u ; a la para, de otro huevo análogo
nació el hermano gemelo, Pigueras, que ape-
nas dejó rastros".

En el antiguo Quito un rito in¡ciático de culto


lunar por medio del cual el neófito adquiriría
poder y coraje.

Curaca: Cacique entre los incas

Cha: (Colorado) verdad, verdadero

Chachi: (cayapa) gente de la etnia cayapa. Gente en


general.

Chafiqué: (colorado) el idioma colorado.

Chaupipunzhapi
Tutayarca: (quechua) "anocheció en la mitad del d í a "
Frase que fue pronunciada por una mujer
indígena cuando Atahualpa fue ajusticiado
por los españoles.

Chide: (colorado) árbol

Chile: (colorado) partido, dividido. Una alternativa


para interpretar la grafía italianizada de
" s c i r y " traída por Juan de Velasco.

Chillu: Maíz producido en el Valle de los Chillos.


Un ejemplar de este grano fue encontrado
casualmente cuando se realizaban las exca-
vaciones de las culturas valdivianas.

Huayrapamushca: (quechua) forastero, advenidizo, extraño.

Inti: (quechua) sol — Deidad inca

Imaimana: (quechua) potencia sexual


67

Izamina: (colorado) guerrero o sabio defensor. Títu-


lo que merecen los generales quiteños.

Lungú: (quechua) muchacho niño.

Mana: (quechua) quintaesencia, origen de la vida.

Pi: (cayapa) agua

Pichan: (cayapa) serpiente diluviana en la mitología


quiteña

Pila: (cayapa) libro, lo escrito

Piñi: (cayapa) serpiente

Purunruna: (quechua) hombre de los páramos, tercera


raza peruana, según Felipe Guarnan Poma.

Quela: (colorado) jaguar. En el c h a f i q u í actual se


dice cha quelá.

Quiico: (cayapa) libro, lo escrito

Quilla: (quechua) luna, pereza, perezoso

Quillaco: (quechua) apodo puesto por los incas a los


quiteños.

Quipus: (quichua) nudos de colores utilizados por los


incas para c ó m p u t o de fechas importantes.

Quipucamayos: (quechua) técnico en interpretar quipus

Runa: (quechua) hombre

Sacharuna: (quechua) hombre agreste, silvícola

Sillí: (colorado) cordel. Alternativa para interpre-


tar la grafía italianizada sciry.

Sillí; (cayapa) línea (véase sili)


68

Sinchi: (quechua) jerarca militar entre los incas

Sillipanu: (cayapa) hablar correctamente. Lenguaje


de los antiguos quitus.

Sona: (colorado) mujer

Suyu: (quechua) región, comarca

Viyá: (cayapa) balsa, amarrado de lado a lado

Wariruna: (quechua) segunda raza peruana, según Poma


Ayala.

Wariwiracoharuna: (quechua) primera raza, raíz perteneciente a


una Edad de Oro Peruana, según Guarnan Po-
ma Ayala.

Yumaymana: (quechua) potencia sexual

Yunga: (quechua) caliente, costa.


69

ACLARATORIA

" C o n o c í a don Jacinto Collaguazo, Indiano Cacique en la Jurisdic-


ción de Ibarra, en la edad de 80 años, de grande juicio y singulares
talentos. Había escrito cuando mozo, una bellísima obra intitulada
"Las guerras civiles del Inca Atahualpa, con su hermano A t o c o , lla-
mado comúnmente Huáscar Inca. Fue delatado por ella al Correji-
dor de aquella provincia, el cual por indiscreto y arrebato celo, no
solo quemó aquella obra, y todos los papeles del Cacique, sino que
lo tuvo algún tiempo en la cárcel pública, para el escarmiento de
que los Indianos no se atreviesen a tratar esas materias. Después de
viejo, reprodujo lo sustancial de su obra a petición de un religioso
dominicano su confesor, de cuya letra la he leído, admirando la cul-
tura y erudición de aquel Cacique".

Juan de Velasco, Historia del Reino de Q u i t o


en la América Meridional. Historia Natural.
A ñ o 1789, segunda edición, Q u i t o . Impren-
ta Nacional, 1927.

Por lo que puede verse, son muy exiguos los datos que nos propor-
ciona el ¡lustre historiador acerca del Cacique imbabureño. Su obra
principal ha desaparecido definitivamente. ¿Fue destruida por se-
gunda vez por manos celosas de que luzca en la posteridad el nombre
de un indio de pura raza? ¿O el verdadero motivo fue el contenido
mismo de la Crónica, aigo que ni el Padre Juan de Velasco se atrevió
a publicar?.

Como sea la cosa, el dramaturgo no estuviera en su ámbito si se con-


cretara a reconstruir fielmente una historia bastante oscura por la
m u y escasa noticia que tenemos del personaje. A ú n si tuviere datos
suficientes como los tienen personajes m u y conocidos como son
Bolívar, Sucre, Eloy A l f a r o , quién puede impedir que un poeta sueñe
y exprese su verdad?.
71

JACINTO COLLAGUAZO

CRÓNICA INDIANA EN TRES PRETÉRITOS, O R I G I N A L DE


J. A. M O R E N O

DRAM ATI S PERSONAE:

JACINTO COLLAGUAZO
DOMINGO QUIMBO
S A N T O S QUISHPE
FRAY TOMAS
PADRE JUAN
TRANSITO GUAMAN
QUELA.-
QUILLA.-

EPOCA: SAN M I G U E L D E I B A R R A , S I G L O X V I I

/
73

PRETÉRITO PLUSCUAMPERFECTO

LA ESCENA: Al foro, la puerta que conduce al exterior.


Más allá del corredor podrá verse un hermo-
so paisaje lunar. A la derecha, mesa de es-
cribir y una rústica silla. Algunos baúles
con ropa y estantes de libros. Al lado iz-
quierdo, la puerta que conduce al d o r m i -
torio.

JACINTO: (Un indio de mediana edad. Sentado frente


a su mesa, escribe sin descanso a la luz de
un candil. De pronto se pone de pie. Se
dirige a la puerta. La abre. Toma un poco
de aire fresco y retorna a su mesa de traba-
j o . De un cajón saca unos cordeles de colo-
res y los examina). Ahora a descifrar lo
que dicen estos nudos. Ja! Todos creen
que estas piolitas solo sirven para conservar
fechas y cifras como si fuesen un abaco
cualquiera. Nadie cae en cuenta que los
antiguos tenían el mismo sistema, tanto
para escribir como para contar. (Coloca
los quipus sobre la mesa y comienza a
descifrarlos). Shug, ishcay, quimsa. Taita,
mama, churL, Yurag, taita. Yana mama.
Puca churi. Esto en castellano significa:
Los indios descienden de un padre de es-
tirpe solar y una madre terrícola. No es
así? Lo cual concuerda con aquel pasaje
de la Biblia. ¡Olvidé la cita t e x t u a l !
(Toma un libro y lo abre) Génesis ...
A (Golpean la puerta) ¡Adelante!.
74

TRANSITO: (Una bella muchacha) Se puede?

JACINTO: Quién eres? ¡

TRANSITO: Una vecina del lugar

JACINTO: Qué te trae por aquí?

TRANSITO: Quiero que me cuentes esa historia

JACINTO: Qué historia?

TRANSITO: La de Huáscar y Atahualpa

JACINTO: Será en o t r o m o m e n t o . H o y me encuentro


m u y ocupado.

TRANSITO: Escribes? Lees?

JACINTO: Leo y escribo. A veces medito

TRANSITO: Es admirable que debas hacer tanta cosa


sin ayuda de nadie.

JACINTO: Esas actividades se ejecutan mejor en la


soledad.

TRANSITO: Vives solo en esta casa?

JACINTO: Ya lo ves

TRANSITO: Alguien puede prepararte los alimentos y


asear tu ropa

JACINTO: Mis vecinos se encargan de esos menesteres

TRANSITO: Y por la noche, quién te acompaña?

JACINTO: Dios Todopoderoso

TRANSITO: (Sonríe) Quiero explicarme. Eres soltero


o casado?
75

JACINTO: Soltero. Todo el mundo lo sabe

TRANSITO: Debe ser triste vivir solo

JACINTO: Estoy acostumbrado

TRANSITO: Afuera la noche está maravillosa. No te


das cuenta?

JACINTO: Sí. Hoy es plenilunio

TRANSITO: Y qué haces en noches como esta?

JACINTO: A veces me inspiro. Escribo versos

TRANSITO: Versos a quién?

JACINTO: A la hermosa luna

TRANSITO: Tu novia?

JACINTO: En la loma, el cacique Collaguazo duerme


con ella.

TRANSITO: Lo dices en serio?

JACINTO: Qué de malo hay en d o r m i r con la luna?

TRANSITO: Quien se acuesta con Mama Quilla debe


atenerse a las consecuencias. O se trans-
forma e n . u n hombre lleno de coraje o
enloquece.

JACINTO: ¡Qué cosas tiene uno que oír!. Dormir


con la luna significa que mi espíritu vaga-
rá solitario en el límite del valle, mientras
mi cuerpo reposa.

TRANSITO: Y lo que acabo de decir es solo una vieja


tradición que corre de boca en boca. Quie-
res que te narre cómo es la conseja?
78

JACINTO: Nada de cuentos de viejas. Quiero estar


en paz.

T R A N S I T O : Pensé que no te caería mal una compañía.

JACINTO: Esta noche no estoy para tertulias. Necesi-


to concentración.

T R A N S I T O : Me dejas reposar en tu lecho?

JACINTO: Te lo prohibo

T R A N S I T O : Empiezo a maldecir el m o m e n t o en que de-


cid í penetrar en tu casa.

JACINTO: Nadie te ha invitado

T R A N S I T O : Dentro de m u y pocas horas ya no seré libre

JACINTO: Y aquién le importa eso?

T R A N S I T O : No te das cuenta que una muchacha ha lle-


gado a tu aposento?

JACINTO: Me disgusta que una presunta doncella trate


de atraparme.

T R A N S I T O : Qué se puede hacer sí el ¡lustre cacique de


la reducción trata de ignorarme?

JACINTO: Jamás te he visto en ningún lugar!

T R A N S I T O : ¡Mientes! Todos los domingos me ves en la


iglesia. A veces me pasas agua bendita des-
de la pila.

JACINTO: (Observándola detenidamente) Eres la hija


de Facundo Guarnan?

TRÁÍN'JÍTO: Tan d i f í c i l te resulta reconocerme?; Si en


el t e m p l o me devoras con los ojos. Crees
que no te observo?
77

JACINTO: Atisbo a todas las chicas sin que me intere-


se ninguna en particular. Además, Cómo es
posible que la hija de Facundo Guarnan
venga a mi casa?

TRANSITO: Comprende, Jacinto, que me c o m p o r t o de


esta manera por pura desesperación.

JACINTO: No podías pedir ayuda a otra persona?

TRANSITO: Tenía que acudir a tu protección

JACINTO: Por qué?

TRANSITO: Porque no amo.a Miguel Santos Quishpe

JACINTO: Y a quién le importa eso?

TRANSITO: Si me casan con él, no seré buena mujer

JACINTO: Quién es ese sujeto?

TRANSITO: Un arriero que trata a las mujeres como si


fuesen muías.

JACINTO: Qué puedo hacer para socorrerte?

TRANSITO: Podrías desposarte conmigo

JACINTO: (Algo molesto) ¡Eso no es posible!

TRANSITO: No me quieres?

JACINTO: Para seguir la senda de la perfección se re-


quiere no estar atado a una mujer.

TRANSITO: No entiendo tu lenguaje

JACINTO: Me explicaré mejor. Dentro de poco ingre-


saré a la Orden de Santo Domingo de
Guzmán.
78

TRANSITO: Para hacerte fraile?

JACINTO: Tú lo has dicho

TRANSITO: ¡Pobre de m í ! Tendré que ser la bestia de


carga de un galán de lenguaje soez!.

JACINTO: Un m a t r i m o n i o sin m u t u o consentimiento


es nulo.

TRANSITO: Así afirman los frailes. Pero, en mi caso,


quienes han contraído nupcias son mi pa-
dre y el viejo Santos, padre de Miguel.

JACINTO: Pues, entonces, no te cases.

TRANSITO: Eso no es posible. Mañana me llevan a Iba-


rra.

JACINTO: Quieres que te ayude a entrar en un con-


vento?

TRANSITO: Meterme monja? No sería cosa de risa ver


a Tránsito Guarnan transformada en una
sor?

JACINTO: Dentro de un monasterio te pondrías a


cubierto tanto del furor de tu padre c o m o
de la lujuria de tu pretendiente.

TRANSITO: No es preferible afrontar el rigor de un pa-


dre severo y los maltratos de un zafio mari-
d o , antes que ver marchita la flor de la j u -
ventud en el interior de un convento oscuro
y frío?

JACÍNTO: Tendrás en recompensa la vida eterna.

TRANSITO: Para una india la mejor recompensa es dar


hijos al varón que ama.
79

JACINTO: En ese caso deberías esperar que otro hom-


bre te busque.

TRANSITO: Esperar? Hasta cuándo? No te das cuenta


que me encuentro dentro de tu alcoba por-
que no tengo dónde ir?

JACINTO: Y tenías que precisamente acudir a la casa


del cacique Collaguazo?

TRANSITO: Desde cuando yo te conocí, he creído que


no solo eres el mejor de los caciques posi-
bles, sino, sobre t o d o , el varón sobresalien-
te de la región. Nadie te aventaja en virtud
y sabiduría.

JACINTO: (Conmovido al escuchar a Tránsito, luego de


una pausa, con determinación). Esta noche
no regresarás a tu casa. Dormirás en mi le-
cho.

TRANSITO: (Ofendida) Qué te crees?

JACINTO: Tan pronto olvidas que hace un rato me pe-


días precisamente eso?

TRANSITO: En ese instante no sabía que eras un hom-


bre casado con Dios.

JACINTO: Y dónde crees que vas a d o r m i r a estas


horas?

TRANSITO: No me queda otro camino. Retornaré a


mi casa.

JACINTO: Ahora soy yo quien te lo demanda. ¡Qué-


date en mi casa! ¡Desobedece a tu padre!

TRANSITO: Cómo puedo pernoctar en la alcoba de un


hombre que nunca se casará conmigo?
80

JACINTO: (Solemne) Dime, Tránsito Guarnan, te


casarías conmigo, si yo te solicitare en es-
te momento?

TRANSITO: ¡No!

JACINTO: Entonces eres una de esas que juegan al sí


y al no, hasta Cometer deslices a hurtadi-
llas?

TRANSITO: (Con un grito) Qué estás diciendo?

JACINTO: Que una mujer honesta jamás se expone a


perder su honor.

¡Idiota! ¡El honor lo tengo perdido!


TRANSITO:
¡Mañana me venderé a un arriero/ (cubre
su rostro con su rebozo y solloza).

(Posando su mano sobre el hombro de ella).


JACINTO: Perdóname, Tránsito! Realmente me he
comportado c o m o un perfecto imbécil.
(La abraza).

TRANSITO: (Furiosa) ¡Déjame! ¡No me toques! ¡No


soy tu mujer! (Se sacude).

JACINTO: (Encogiéndose de hombros) ¡Bah! Quién


entiende a las mujeres? (Pausa) (De repen-
te se vuelve a ella sin poder contener su
cólera) Dime de una vez, Qué buscas en mi
casa? Qué quieres de mí?.

TRANSITO: (Con sorna) Averiguar si eres hombre o no.

JACINTO: Y ahora lo has averiguado ya?

TRANSITO: Demasiado bien.

JACINTO: (Con súbita ternura) ¡Tránsito, te amo!

TRANSITO: Lo dices en serio?


81

JACINTO: Con toda el alma.

T R A N S I T O : Ahora soy yo quien no te quiere.

JACINTO: (Le toma la mano. Ella se deja acariciar)


Perdóname! Quieres?

(Sacudiéndose) ¡No! (Se dirige a la puer-


T R A N S I T O :
ta) ¡Vete a tu convento, fray Jacinto!
¡No te rancies por mi'! (Sale corriendo).

¡Eh, t ú ! ¡No te vayas! ¡Tienes que regre-


JACINTO:
sar! (Mutis. La escena vacía. Después de
un rato, retorna) i Imposible seguirla! Co-
rre ligera como el viento. Si la persigo, los
vecinos van a percatarse de lo que sucede.
Acabaré haciendo el ridículo. Pero, Poi-
qué tengo que comportarme como un
idiota? (Reaccionando) ¡Bah! iMirad al
cacique Jacinto Collaguazo! ¡De que amor
herido! (Golpea la mesa con un puño ce-
rrado). Para qué demonios me sirven estos
libros si no puedo conquistar a una mujer?
¡Tonto! ¡Mil veces t o n d o ! ¡Debí ser
amable con ella! ¡Debí tomar la iniciativa
como varón! (se sienta a la mesa a es-
cribir. Permanece pensativo en silencio.
De p r o n t o se levanta) ¡No puedo concen-
trarme! ¡Es inútil estudiar! La mano se
niega a escribir. La imaginación divaga.
De pronto me siento vacío, estéril, sin
alma- En este momento me importa un
comino el glorioso pasado del pueblo qui-
t u . (Dirigiéndose a la luna) ¡Maravillosa
luna, vas rauda por el espacio, como el
sueño de una doncella, esparciendo quime-
ras de plata en la silenciosa noche. Cielo
y tierra duermen en paz. Ha callado el me-
lancólico trinar de las aves. Solo queda en
vigilia la cruel nostalgia de un ingrato día,
la pasión que no se desvanece, la presencia
de ella. (Sollozando) ¡Oh Tránsito, aveci-
81

ta de paso! Por qué? Por qué? (recupenrán-


dose) ¡Bah!... ¡Mañana será otro día! (Se
tiende en la cama de cubito dorsal) ¡Oh,
luna, diosa de mis mayores, cubre mi obsti-
nada soledad con tu piadosa luz! ¡Que tú
presencia divina argentinice las aguas agita-
das de mis sueños! (Pausa prolongada. Un
enorme disco de plata sustituye al tamaño
normal de la luna. Se oye un chirrido de
insectos musicales y un canto a boca cerra-
da de un coro de contraltos).

QUELA: (Con vaporosa túnica de plata) ¡Jacinto,


hijo m í o ! 4

JACINTO: Quién eres, bella mujer?

QUELA: Tus antepasados en su lenguaje Shllli me


llamaban Quela. Tú puedes quichuizar mi
nombre. Llámame Quelagu.

JACINTO: Eres la luna o su fantasma?

QUELA: No soy la luna ni su fantasma. Soy la diosa


Quela.

JACINTO: Eres soberanamente hermosa!

QUELA: Seguiré agradándote si te comportas


dócil.

JACINTO: Cómo es eso de comportarme dócil?

QUELA: Recuerda que estás durimlendo.

JACINTO: Eso no puede ser ... Yo me muevo den-


tro de un mundo real.

QUELA: La menor desviación a otros feeos de


atención te separaría de mí.
83

JACINTO: Es evidente que no desearía separarme de


t í . ¡Eres tan bella!

QUELA: Debo tomar esta apariencia para evitar que


enrrumbes por otros caminos.

JACINTO: Qué caminos?

QUELA: Penetrar en cuevas y puertas abiertas hasta


dar con un súcubo desnudo

JACINTO: Por qué no debo hacer eso?

QUELA: Porque eres hijo de un caballero tigre ...


Tu padre era un adepto del c u l t o solar ...

JACINTO: Cuál es tu verdadera apariencia?

QUELA: No podrías soportar la verdad. Desperta-


rías sobresaltado de inmediato.

JACINTO: Y qué pretendes hacer bajo una apariencia


tan seductora?

QUELA: Viajar más allá del valle, disfrutando paisa-


jes nunca vistos y arquitecturas jamás con-
cebidas. Remontarnos por los espacios
abiertos hasta ignotas dimensiones de luz.
Beber la fuente de las aguas vivas y sentir
la bienaventurada paz de Dios. ¡Y sobreto-
do, amar!.

JACINTO: ¡Oh, sí, yo quiero amar, Diosa m í a !

QUELA: Por esa razón debo protegerte.

JACINTO: Qué peligro me asecha?

QUELA: Tu supay interior. Para un criptomaniqueo


como t ú , la mujer es el demonio, el mal, so-
lo cuando está despierto; pero, cuando
84

duerme, la más santa de las muchachas se


transforma en súcubo y fornica.

JACINTO: De qué sirven las mujeres, si no es para for-


nicar?

QUELA: ¡Y lo dices t ú ! ¡Un soltero empedernido!

JACINTO: Considérame casado. Mañana, Tránsito se-


rá mi esposa.

QUELA: Contraerás nupcias con ella, únicamente si


no la buscas ahora, en este m o m e n t o .

JACINTO: Quieres decir que me estás protegiendo de


Tránsito?

QUELA: Del súcubo con el que estás presto a f o r n i -


car.
JACINTO: Cómo sabes eso?

QUELA: Tu mente persigue a Tránsito hasta desnu-


darla y fornicar con ella.

JACINTO: Y todo eso me sucede por haber invocado


a la luna?

QUELA: Exactamente.

JACINTO: Fue un mero ejercicio poético.

QUELA: Había mucha estridencia pasional en ese


ridículo ensayo de poesía.

JACINTO: La verdad es que me fascinan las noches de


plenilunio.

QUELA: He acudido a tu sueño porque conozco la


naturaleza de tu fascinación.

JACINTO: ¡Escucha cómo la evoco! (Poniéndose lí-


rico) Luna, lívida calavera de mueca es-
85

pectral, dime, ¿en qué espacio abandonado


yace tu osamenta de compacta nieve disol-
viéndose sin fuego bajo el sol de Satanás?
¿Qué orfeo ambiguo canta sílabas sin eco
bajo el maligno encantamiento de Lilith?
¡Oh, pálida hechicera, escucha mi conjuro
desde tu catafalco de profundo azul! ¡Haz-
me conocer los misterios de las antiguas
noches americanas cuando las tribus aulla-
ban al rededor del fuego en las fiestas del
plenilunio!.

QUELA: ¡Infeliz! ¡Has renunciado a la tradición


solar de tus padres!.

JACINTO: Qué tienen que ver mis padres y su tradi-


ción con una simple evocación poética?

QUELA: Que con tu conjuro has decretado tu des-


censo al mundo lunar de L i l i t h .

JACINTO: ¡ A m o a la luna!

QUELA: Tus padres adoraban al sol. Jamás rindie-


ron culto a la luna en el acto del amor. Se
amaron con la conciencia despierta y te en-
gendraron sin fornicación.

JACINTO: Gracias a la luna puedo decifrar los quipus


y quücos. Por ella he adquirido poderes in-
sospechados de adivinación.

QUELA: Menguados poderes dignos de la Pitihuína.

JACINTO: ¡Es curioso! Mientras más pienso en Tránsi-


t o , más crece mi pasión! ¿Es amor lo que
siento?

QUELA: ¡Nol

JACINTO: Si no es amor, qué puede ser?


86

QUEIA: L u j u r i a y solamente lujuria. Confundes el


deseo con el amor.

JACINTOi Te veo distante, envuelta en una cortina de


bruma, cabalgando sobre un tigre, desnuda
ostentando al aire tus muslos formidables.

CORO: (Cantado) ¡Pésame, Señor, de haberte


ofendido!.
Por tu pasión y muerte
Misericordia te p i d o !

QUELA: ¿Es un canto penitencial?

JACINTO: (Llevándose el dedo índice a los labios)


¡Chist! ¡Escucha!.

VOZ I.: i Flectamus genua!

VOZ II.: ¡Lévate!

QUELA: ¿Mantrams, evocaciones?

JACINTO: Es viernes de cuaresma. Los franciscanos


dirigen el via crucis.

QUELA: ¿Qué es eso?

JACINTO: El camino recorrido por el D i v i n o Salvador.

QUELA: Curioso rito del m u n d o lunar. Un fraile


con voz ambigua decreta " L é v a t e " ... ¡Y
nadie se levanta!.
Porque en el m u n d o de L i l i t h todos ruedan
de t u m b o en t u m b o a los abismos de perdi-
ción.

JACINTO: Me fascinan las procesiones religiosas bajo


la luz de la luna. A veces entre las devotas
que se tapan el rostro con sus polícromos
rebozos, no escasean doncellas indias de
negrísimos ojos y desnudas pantorriIlas.
87

Me fascinan más que la divina visión que


poco a poco se esfuma, que lentamente se
va.

QUELA: ¡Cuidado, Jacinto! ¡No te juntes con esa


gente!.

JACINTO: (Resuelto) ¡Nadie me impedirá seguir a


esa devota!.
¿Ves cómo me sonríe?

QUELA: (Interponiéndose en el camino de Jacinto)


¡Te prohibo seguir a ese súcubo!

JACINTO: ¡Dame paso! ¡Es Tránsito Guarnan!

QUELA: ¡Tendrás que combatir conmigo! (Se co-


loca una máscara horrible y desenvaina
una espada). ¡Solo si me vences, te casa-
rías con ella. De otra manera ...

JACINTO: (Aterrorizado) ¡Te reconozco! ¡Eres


Quera, dios jaguar!

QUELA: ¡Ay de t i ! ¡Has hablado en vez de comba-


t i r ! ¡Malos días te esperan!
(Golpes a la puerta. Tinieblas. Quela desa-
parece y Jacinto yace en el lecho).

VOZ: ¡Eh, Jacinto, despierta!

JACINTO: (Se levanta del lecho) ¡Espera! ¡Ya v o y !


(Se dirige a la puerta y retira el pestillo)
¿Qué sucede?

QUIMBO: (Entrando) ¡Hola, hombre! ¡Es hora de


levantarse!

JACINTO: ¿Eres tú?

QUIMBO: ¿Por qué te asombras?


88

JACINTOi (Bostezando) Se diría que no he dormido.

QUIMBO- Son las cinco d é l a mañana. ¿No oíste can-


tar a los gallos?

JACINTO» Tuve un mal sueño.

QUIMBOi ICuéntalo!

JACINTO: Soñé que una diosa se transformaba en t i -


gre.

QUIMBO: Debes luchar con el tigre hasta vencerle, de


o t r o m o d o , malos d ías te esperan.

JACINTO: Sin embargo, creo que f u i protegido por la


diosa.

QUIMBO: ¿Contra qué asechanzas?

JACINTO: Contra los hechizos lunares.

QUIMBO: ¡Basta de sueños! ¡Prepárate a trabajar!


Ya vendrán los dominicos a reclamar tu
trabajo.

JACINTO: ¿La Crónica?

QUIMBO: Sí. Recuerda que les prometiste entregarla


terminada.

JACINTO: ¿Qué crees que estoy escribiendo ahora?

QUIMBO: Las guerras civiles del Inca Atahualpa con


su hermano A t o c o .

JACINTO: Te equivocas. Esa Crónica la terminé hace


mucho t i e m p o .

QUIMBO: Me dirás ¿Qué es lo que estás escribiendo?

JACINTO: Un libro sobre el origen de los Quitus.


89

QUIMBO: ¿Quién te ordenó escribir ese libro?

JACINTO: Es un imperativo de la laza.

QUIMBO: ¿Quién te suministra informes sobre el te-


ma?

JACINTO: Ya no mi d i f u n t o padre. El viejo Jacinto


Collaguazo recordaba únicamente lo que
pudo oír de las Guerras Civiles de Huáscar
y Atahualpa.

QUIMBO: ¿Serán los quipus y quilcos?

JACINTO: Exactamente.

QUIMBO: Estás metido en un trabajo muy peligroso.

JACINTO: ¿Puedes adivinar lo que dicen esos sistemas


de escritura?

QUIMBO: i Vaya uno a saberlo!

JACINTO: Para traducir esas palabras de misteriosas


vibraciones se necesita inventar un caste-
llano mágico.

QUIMBO: ¿Cómo es eso de castellano mágico?

JACINTO: Un idioma que no solo proporciona datos,


dejando impasible al receptor, sino o t r o
que origine un despertar general en todos
los planos de la conciencia humana.

QUIMBO: No te comprendo.

JACINTO: ¡Es difícil explicarme, pero lo intentaré


contigo! ¿Puedes imaginar este hecho?
Se pronuncia una palabra. De p r o n t o , por
efecto de algo misterioso, despiertan los
sentidos y esa palabra ya no es un simple
dato sino música y color. Y no solo pro-
90

porciona emoción estética, sino, sobre to-


do, transformación interna del hombre,
conocimiento experimental.

QUIMBO: Solo Dios o un profeta pueden obrar ese


milagro.

JACINTO: O un mago. Pero yo no lo soy.

QUIMBO: ¿Por qué no escribes llanamente sin ningu-


na pretención?

JACINTO: Si escribiere llanamente en prosa castellana,


m u y p r o n t o me atraparía la Inquisición.
Nuestros antepasados dicen cosas tan tre-
mendas que es imposible pallarlas.

QUIMBO: Algunos cristianos han escrito sobre genti-


lidad sin caer en sospecha de herejía.

JACINTO: No se puede escribir la historia de Q u i t o sin


tratar a fondo del Quela y su c u l t o , de la
serpiente que vuela, del c o l i b r í que se posa
en matas de ají, del origen mágico de las
ocarinas, de los dioses que caen y se trans-
forman en Antis.

QUIMBO: ¿Qué hay de extraordinario en esas fábu-


las?
\
JACINTO: Que no son mitos sino una tremenda reali-
dad. Comprometen todo el comportamien-
to sexual del hombre.

QUIMBO: ¿Sodomizándolo?

JACINTO: O sublimándolo. No hay término medio.

QUIMBO: ¿Tratan solo de sexo esos mitos?

JACINTO: Sí.
91

QUIMBO: Debemos reconocer que nuestros antepasa-


dos eran muy libidinosos. Por esa razón
sus huacas eran quemadas y destruidas por
los frailes. No hay ídolo ni adorno en que
no se destaquen los órganos sexuales.

JACINTO: Para ellos, la fuerza sexual era fuente de po-


der y vida.

QUIMBO: La otra vez me indicabas que la cruz Apa-


chita no era símbolo de dolor y sufrimien-
to, mucho menos de ignominia.

JACINTO: Eso se colige de las grafías indias. La Apa-


chita simboliza el matrimonio del cielo y
la tierra, la doble polaridad cósmica, la
unión del falo y el útero.

QUIMBO: ¿Es por eso que calificabas de tremendos


esos temas?

JACINTO: Tú y y o , hemos sido educados por los .frai-


les. Por ese motivo las cosas de nuestros
s
antepasados nos suenan extrañas e incom-
prensibles. Todo lo sexual nos choca de
inmediato.

QUIMBO: En ese caso, debes abstenerte de escribir


ese libro!

JACINTO: Y sin embargo, a veces, en ellos se encuen-


tran doctrinas muy superiores a la que nos
enseñaron los frailes.

QUIMBO: Lo cual no puede ser.

JACINTO: Ellos distinguen muy claramente la luz de


las tinieblas.

QUIMBO: Pero se ocupan en forma exclusiva del sexo.


92

JACINTO: Los hijos de la luz no admiten ninguna for-


ma de fornicación en su c o m p o r t a m i e n t o
sexual. Sin embargo, sostienen que única-
mente con el sexo pueden acceder al reino
dé la luz.

QUIMBO: Nuestros frailes en cambio, nos enseñan


que la perfección cristiana solo se logra con
el celibato v o l u n t a r i o .

JACINTO: Hasta ayer, por la noche, yo creía que ese


era el camino exigido por Dios.

QUIMBO: ¿Cómo puede suceder un cambio tan re-


pentino?

JACINTO: Ya te lo dije antes. Soñé con una diosa.


Ella me reveló que soy de estirpe solar.
Mis-padres me engendraron sin fornicación.

QUIMBO: No es correcto dejarse llevar por sueños.

JACINTO: Solo queda en claro un asunto: He sido


víctima de un fraude.

QUIMBO: En ese caso, debes ponerte a tejer como


cualquiera de nosotros.

JACINTO: Es una buena ¡dea. (Pausa) ¿Quieres sa-


ber mi verdad?

QUIMBO: ¡Dila! ¡Soy t o d o oídos!

JACINTO: Por los frailes me he mantenido célibe.


Ellos me enseñaron a mirar con desdén
a las bellas hijas de mi tierra. Por ellos,
mi mundo interior es como un desierto
lunar poblado de tentaciones donde San
A n t o n i o se masturba acosado por íncu-
bos y súcubos de toda laya.

QUIMBO: ¿lamentas tu condición de soltero?


93

JACINTO: ¡Sí!

Q U I M B O : ¡Pero si es tan fácil casarse!

JACINTO: Por ellos siento un absurdo terror al matri-


monio'. La mujer, para m í , es una puerta
abierta que conduce al infierno!.

Q U I M B O : ¿Quieres casarte, ahora?

JACINTO: Cuando estoy a punto de hacer votos de


castidad, he aquí que se cruza en mi cami-
no una muchacha del lugar.

Q U I M B O : ¡Albricias, hombre! ¡Esa sí que es una


buena noticia!.

JACINTO: De pronto, en mi mundo interno se ha ope-


rado un cambio.

Q U I M B O : ¿Dónde la encontraste?

JACINTO: Esta noche vino a esta casa.

Q U I M B O : ¿Cómo se llama?

JACINTO: Tránsito Guarnan.

Q U I M B O : ¡Debiste retenerla! ¡Es una chica m u y


bonita y muy virtuosa!.

JACINTO: ¿La conoces?

Q U I M B O : Sí. Vive en Natabuela.

JACINTO: Se encuentra comprometida. Posiblemente


hoy se casa.

Q U I M B O : Creo que esas bodas no se llevarán a efecto.


Facundo Guarnan ha descubierto que el
pretendiente ya era casado.
94

JACINTO: ¿Quién es ese sujeto?

QUIMBO: Miguel Santos Quishpe, hijo del más grande


comerciante de acémilas en la ciudad de
I barra.

JACINTO: ¡Ella lo confesó aquí! ¡No quiero casarme


con un arriero!.

QUIMBO: ¿Y por qué la dejastes marchar?

JACINTO: La Influencia de los frailes pudo más en m í .


Venció el célibe al hombre apasionado.

QUIMBO: Ahora debes buscarla, enseguida.

JACINTO: Es inútil.

QUIMBO: ¿Por qué?

JACINTO: Carezco de ternura, de sentimiento, de to-


do!.

Te engañas. El t o n o de tu voz te delata.


QUIMBO:
No puedes ocultar la pasión que te embar-
ga.

En mi pecho bullen sentimientos encon-


JACINTO: '
trados. Por un lado quisiera ser un hom-
bre c o m ú n y corriente. Por otro lado ...
(Pausa).

QUIMBO: ¿Por otro lado, qué?

JACINTO: Me fascina el misterio que reposa en los


quipus y quücos. Mi afición al celibato
proviene de allí. Quisiera dedicar mi vida
para descifrar esos nudos.y piedritas.

QUIMBO: Para convertirte en traductor de quipus,


necesitas libertad. No puedes escribir lo
que te venga en gana.
95

JACINTO: Tampoco tengo libertad si me caso y me


pongo a trabajar. Mientras vivamos bajo
la férula de los frailes, no tendremos liber-
tad. Ellos han enajenado la última parce-
la de nuestro albedn'o. No podemos alte-
rar ni una jota al dogma establecido por-
que nos cae la Inquisición. No podemos
mejorar nuestra economía, porque hemos
nacido en el nadir de la ventura. (Con
sorna). Solo hay libertad de violar en se^
creto la Divina Ley porque conviene cre-
cer y multiplicar el número de superani-
males conocidos como hombres.
(Se oye ladrar a los perros).

QUIMBO: Viene gente extraña. (Se asoma a la puer-


ta).

JACINTO: ¿Quiénes son? ¿Qué quieren?

QUIMBO: Son gentes de Ibarra. Se acercan a esta


casa.

JACINTO: ¿Qué buscan?

QUIMBO: Uno de ellos se apea del caballo, ¡Ya


viene! ¡Escóndete, Jacinto!.

JACINTO: ¿Por qué he de ocultarme?

QUIMBO: ¡No porfíes! ¡Hazme caso! (Jacinto hace


mutis por un lateral que da a la cocina).

SANTOS: (Híbrido de beodo español y de india cuz-


queña semejante a un Buscón indio o a un
Filipillo hispano. Frisa con los 40 años.
Los atuendos de chapetón contrastan os-
tensiblemente con la indumentaria de los
aborígenes que lucen dignos y nobles en
su semidesnudez. Entra él solo). ¿Hay
alguien aquí?.
96

QUIMBO: ¡Sí! ¿Qué se te ofrece?

SANTOS: Busco a Jacinto Collaguazo, cacique de esta


reducción.

QUIMBO: ¿Para qué le quieres?

SANTOS: Debo reclamarle los paños que ha confec-


cionado en el mes.

QUIMBO: ¿Por qué debes reclamarlos tú?

SANTOS: Es una orden del Corregidor de Ibarra.

QUIMBO: El señor Corregidor debe saber que yo soy


el encargado de recoger los paños de los
telares para entregarlos a los religiosos que
nos adoctrinan.
¿Por qué no te ordenó buscar a Domingo
Quimbo?

SANTOS: Tú no eres el cacique.

QUIMBO: Nuestro cacique tiene otras obligaciones.

SANTOS: (Observando los objetos de la mesa) Veo


papeles, libros, tinta, plumas, nudos de
infieles ... ¿Son esas las obligaciones de un
cacique?.

QUIMBO: Los padres dominicos le han impuesto ta-


reas más delicadas.

SANTOS: ¿Qué tareas?

QUIMBO: ¿Por qué no le preguntas a ellos?

SANTOS: A l l á , en I barra se sabe que Jacinto vive vida


regalada como si fuese un caballero de Cas-
tilla.
97

QUIMBO: ¿Acaso dedicarse a los estudios es vida rega-


lada?

SANTOS: Es deseo del Corregidor eliminar t o d o privi-


legio en las comunidades indias. Muchos
caciques se han dedicado a tareas no com-
patibles con su condición indiana.

QUIMBO: El trabajo de Jacinto está m u y por encima


de lo que producen los obrajes. Nadie en
la región puede descifrar los quipus incas
y los quiicos quiteños, sino Jacinto Colla-
guazo, doctor en grafías indias y letras cas-
tellanas.

SANTOS: Ese menester incumbe solo a cristianos vie-


jos de cepa española.

QUIMBO: Los viracochas no tienen ojos para mirar


nuestra verdad. Ocultan lo que choca a
sus conveniencias de tal manera que lo
blanco asoma oscuro.

SANTOS: La obligación de un cacique es velar por el


cumplimiento de las buenas costumbres de
la parcialidad.

QUIMBO: A Jacinto no se le deben exigir obligaciones


de frailes. A él solo se le debe pedir que
nos transmita la sabiduría del antiguo Qui-
to.

SANTOS: ¿Qué sabiduría?

QUIMBO: La de nuestros antepasados

SANTOS: Me mofo de esa sabiduría que proviene del


Supay.

QUIMBO: Los padres dominicos no lo juzgan así.


I

98

SANTOS: Es evidente. Esos frailes se han contagiado


con las prédicas de Bartolomé de las Casas.

QUIMBO: ¿Qué crees que predica Fray Bartolomé?

SANTOS: El Corregidor de Ibarra cree que ese maldi-


to fraile es un hereje, enemigo de Dios y
la Corona.

QUIMBO: ¡Está visto que eres el eco del chapetón!

SANTOS: Qué quieres decir con eso?

QUIMBO: Que eres su alcahuete de confianza.

SANTOS: (Furioso) ¡Basta! ¿Quién eres tú para que


te atrevas a insultarme?

QUIMBO: ¿Y t ú , qué buscas en esta casa?

SANTOS: ¡Te lo fie dich© y a ! . Busco a Jacinto Colla-


guazo!.

JACINTO: (Emergiendo desde las sombras) ¡Estoy


aquí! ¿Qué se te ofrece?

SANTOS: ¿Por qué te escondes ante la autoridad?

JACINTO: (A Q u i m b o , ignorando la pregunta de San-


tos) Quién es ese cholo atrevido?

QUIMBO: (A Jacinto) Es el siquimochador del atug


viracocha de Ibarra.

JACINTO: Me han dado referencias que un arriero


docto en dialogar con acémilas se entiende
bien con el Gobernador de Ibarra. (A San-
tos) ¿Qué buscas en mi casa?

SANTOS: ¡El f r u t o de tu trabajo! ¡Los paños de tus


telares!.
99

JACINTO: ¡Pídeselos a Domingo Q u i m b o ! ,

SANTOS: No me vas a decir que vives a costillas de tu


gente.

JACINTO: i Sábelo de una vez! ¡ Y o escribo! ¡Soy el


autor de la Historia de las guerras civiles
del Inca Atahualpa con su hermano A t o c o
llamado comúnmente Huáscar Inca.

SANTOS: ¿Con qué derecho?

JACINTO: Esta verdadera historia fue escrita por ex-


presa orden de los padres dominicos y por
voluntad de mi pueblo.

SANTOS: Ninguna persona de baja condición tiene


derecho a escribir.

JACINTO: ¿Puedes decirme, en dónde ves mi baja con-


dición?

SANTOS: Eres un quillaco revoltoso, de natural inno-


ble.

JACINTO: ¡Y me lo dices t ú ! ¡Un Filipillo remendan-


do al Buscón don Pablos!.

SANTOS: ¿Quienes son esos tipos?

JACINTO: Dos putos tragicómicos.

SANTOS: ¡Miserable! ¡Pagarás cara tu alevosía!


(Gritando) ¡A m í , valientes! (Un grupo
de soldados con la espada desenvainada pe-
netra en. la habitación).

JACINTO: Esto es un desafuero que no tiene nombre.


¿Con qué derecho violas mi recinto?

SANTOS: ¡Orden del Rey! ¡Se ha comprobado hasta


la saciedad que perjudicas a los obradores
100

de tu jurisdicción apoderándote de su tra-


bajo en beneficio persona! t u y o , siendo
cómplice de tal fechoría Domingo Q u i m b o
aquí presente!.

JACINTO: ¡Tengo fuero de cacique!.

SANTOS: Además, Jacinto Collaguazo, cacique de


Otavalo, se dedica a escribir libros c o m o
si tuviese derecho a ello.

JACINTO: ¿Qué ley prohibe escribir libros?

SANTOS: El señor Corregidor es la Ley.

JACINTO: ¿Qué entiende un analfabeto de materia


libresca.

SANTOS: Ya te lo hará saber cuando estés frente a


él, en Ibarra! (ordenando) ¡Ea, apresad-
le y conducidle ante la presencia del Corre-
gidor! (Le apresan. Q u i m b o huye por la
puerta de la cocina) ¡Recojan esos pape-
les! (Lo hacen). ¡Busquen esa crónica de
Atahualpa! (Uno lo encuentra en un pa-
quete dentro de un baúl) ¡Ahora a Ibarra!
(Se llevan a Jacinto).
La escena vacía. Oscuridad t o t a l ) .

V O Z DE F R A I L E : Antes de ascender a los cielos, el Divino


Salvador dio orden a sus discípulos para
predicar el evangelio en el m u n d o entero.
Nosotros, en c u m p l i m i e n t o del divino pre-
cepto, hemos abandonado patria y hogar,
para entregaros el d o n precioso de la fe
por medio de la cual os haréis acreedores
a la salvación eterna.

V O Z DE I N D I O : (Gritando) ¡Pachacámac! ¡A m í ! .

V O Z DE S O L D A D O : España os ha dado j u n t o con la lengua de


101

Castilla lo mejor de sí: Sus artes y oficios,


su cultura y sus leyes, y, encima de tocia
ponderación, su sangre de hidalgos y caba-
lleros.

VOZ DE INDIA: ¡Ayayay!

VOZ DE FRAILE: Por estos motivos, en retribución a los fa-


vores que habéis recibido, os exhortamos a
que entreguéis vuestros brazos al trabajo
fecundo y creador en las mitas, encomien-
das, batanes y obrajes donde la Providencia
os designó.

VOZ DE INDIO: i Achilitaitico! ¡Testes han cortado!

VOZ DE SOLDADO: ¡Tiéndete, india animal! ¡Déjame gozar!

VOZ DE INDIA: ¡No, por Dios, amito!

VOZ DE SOLDADO: ¡De mi tendrás la merced de un hijo racio-


nal!.

¡No patees, amito! ¡Barriga está ocupada!


VOZ DE INDIA:
¡Nooo!.
(La escena se ilumina).

(Cubierta con un rebozo) ¡ A q u í entraré y


TRANSITO: esperaré! (Dirigiéndose al exterior) Suave
brisa que acaricias mi rostro, volando ve,
volando di a mi amado que por él peno, pa-
dezco y muero!.

VOZ: ¡Chai, chai, chai!.

TRANSITO: ¡Ominoso chasquido! ¡Silenciad vuestro


r i t m o aterrador! ¡Ergástula de la muerte
que caes despiadada sobre la piel desnuda
de mi raza, detened vuestra furia de mil
serpientes! ¡Oh sí! ¡ Y o debo estar loca
102

cuando me evado de mi realidad en busca


de consuelo para mi pena de amor! ¡Loca
de atar cuando ignoro la carne desgarrada
de mis vecinos, la sangre que fluye silen-
ciosa por mil heridas, el esputo negro sobre
los telares, el aire de muerte circulando pe-
sadamente en el vientre de las minas.

VOZ: ¡Chai, chai, chai, chai, chai!

Hasta mi padre, amigo de mestizos, tiene


TRANSITO: que reventar en los telares para d a r poder
a un extraño rey.

¡chai, chai, chai, chai, chai!


VOZ:
(Gritando) ¡Basta!
TRANSITO: (La luz se extingue lentamente. Fondo
Negro). ¡Jacintooo!
(Pausa).

QUIMBO: (Entra violentamente al recinto) ¿Qué su-


cede? (Observa el cuerpo inerte de Tránsi-
to) ¡Malditos, la han asesinado! (Cubre el
cuerpo de la muchacha con un manto) ¿Y,
ahora, qué puedo hacer?

QUILLA: (Una vieja curandera) ¡Déjala, como está!

QUIMBO: ¡Hay sangre en sus vestidos. Debe estar he-


rida! ¡Acaso muerta!.

QUILLA: ¡No está muerta! ¡Muy pronto recuperará


el c o n o c i m i e n t o ! .

QUIMBO: ¡Parece que la han apuñalado!

QUILLA: ¡No te preocupes por ella! ¡Con la debida


oportunidad logré salvarla!.

QUIMBO: ¿Qué le sucedió? .


103

QUILLA: Fue asaltada por el lujo de Santo Quishpe!

QUIMBO: ¿Para violarla?

QUILLA: Exactamente

QUIMBO: ¿Y el infame pudo consumar el acto?

QUILLA: ¡Intervine y o !

QUIMBO: ¿Estabas armada?

QUILLA: De mis dientes y garras.

QUIMBO: ¿Y qué se hizo el sujeto?

QUILLA: Los cobardes huyen.

QUIMBO: ¡Celebro el acontecimiento!

QUILLA: ¡Esto lo hice por Jacinto!

QUIMBO: ¿Quién eres tú?

QUILLA: Soy la mujer Tigre

QUIMBO: ¿De dónde provienes?

QUILLA: Del país del sueño

QUIMBO: ¿Vives aquí?

QUILLA: Ya debes adivinarlo.

QUIMBO: ¿Cómo pudo llegar la muchacha a este pa-


saje?

QUILLA: ¡La conduje y o !

QUIMBO: ¿Y, ahora, qué va a ser de ella?


104

QUILLA: Esperaré a Jacinto. Hasta que salga de la


cárcel.

QUIMBO: ¿Cómo sabes eso?

QUILLA: Nada hay oculto para m í .

QUIMBO: ¿Qué más sabes de Jacinto?

QUILLA: Se encuentra en apuros. Hoy más que nun-


ca desea verte.

QUIMBO: ¿Le ajusticiarán?

QUILLA: Posiblemente, si no haces nada por conse-


guir su libertad.

QUIMBO: ¿Qué debo hacer para ayudarle?

QUILLA: Visitar a Jacinto, en su prisión.

QUIMBO: ¿Es necesario eso?

QUILLA: ¡En absoluto!

QUIMBO: Decías que le metieron preso.

QUILLA: Sí.

QUIMBO: ¿Por qué motivo?

QUILLA: Dios escribe recto en renglones torcidos.

QUIMBO: ¿Qué significa eso?

QUILLA: Que debe seguir la correcta senda de sus


mayores.

QUIMBO: Parece que Jacinto renegó de su bautismo


cristiano. Estaba arrepentido de haberse
educado con los frailes. Maldecía el
105

to estado del celibato. ¿Todo eso es inco-


rrecto para tí?.

QUILLA: Es incorrecto todo lo que se opone al Es-


píritu Santo.

QUIMBO: ¿Quieres decir que renegó de su fe cristia-


na?

QUELA: No se rechaza al Espíritu solo por invocar


a Pachacámac en vez de Jesús o Jehová.

QUIMBO: i Es increíble!, ¡Yo conozco a fondo a Ja-


c i n t o ! ¿Cómo pudo renegar de su bautis-
zo católico y romano?

QUELA: A través de los quipus que traduce, vive


inmerso-en el mundo de los antiguos dio-
ses.

QUIMBO: Esos dioses son mera fábula.

QUELA: Reales o fabulosos, no se trata de conver-


tirlos en mera creencia, sino de transfor-
marse en ellos.

QUIMBO: ¿Con qué autoridad te atreves a decir eso?

QUELA: ¿Quién crees que soy yo?

QUIMBO: Una bruja llamada Quilla.

QUELA: ¿Crees que yo tengo algo de c o m ú n con


ese limbo y e r t o llamado luna?

QUIMBO: Así lo sugiere tu nombre.

QUELA: ¡Has oído mal! ¡Existe una enorme dife-


rencia entre Mama Quilla y Quelagu Sona!
¡Mírame bien! (Se despoja de su peluca
y máscara arrugada. Se yergue c o m o una
diosa) ¿Me reconoces ahora?.
106

QUIMBO: ¡Creo que sí!

QUELA: Para los profanos soy Quilla, A y ú Pe, A m a


Pajta.

QUIMBO: Una bruja cualquiera.

QUELA: Sea lo que dices. En realidad soy algo te-


rrible. Soy Quelagu Sona. Mujer Tigre.
(La escena se innunda de luces vivísimas
que duran lo que un parpadeo).

QUIMBO: (Se lleva las manos a los ojos). ¡Basta!


¡Hay suficiente luz!.

QUELA: ¿Y ahora, qué dices de mí?

QUIMBO: Creo en t i . He visto el terrible fulgor de


la divinidad.

QUELA: ¿Harás lo que te ordeno?

QUIMBO: ¡Lo haré!

QUILLA: ¡Entonces t ú , a Ibarra!


(Oscuridad total)

PRETÉRITO ANTERIOR

JACINTO: (Aparece en la mitad del escenario ilumi-


nado por un spot. Lleva un rollo de per-
gaminos debajo de su brazo derecho).
107

VOZ: Se te acusa, Jacinto Collaguazo, de entre-


garte por entero a escribir libros presumi-
blemente heréticos, descuidando las obli-
gaciones propias de tu condición de in-
dio.

JACINTO: Porque conozco las Sagradas Escrituras y


el pasado Q u i t u , los religiosos de la Orden
de Santo Domingo me ordenaron escribir
no solo una crónica sino todos los temas
que se refieren al pasado de mi pueblo.

VOZ: Los frailes no deben ignorai que esa acti-


vidad solo debe ser ejercida por gente cas-
tellana.

JACINTO: En otras latitudes, indios y mestizos han


escrito sobre el pasado de sus pueblos.
En Quito frailes y obispos disfrutan leyen-
do mis obras todavía manuscritas.

Pero aquí en San Miguel de Ibarra, villa


fundada por el Capitán Cristóbal de Tro-
VOZ: ya, esa historia de las Guerras Civiles será
quemada públicamente en la plaza mayor
para escarmiento de todos cuantos preten-
den tomar atribuciones de personas nacidas
en noble cuna.

Soy señor llactaio de Otavalo, hijo de iza-


minas. Mis padres y abuelos fueron héroes
JACINTO: en más de cien batallas. Primero lucharon
denodadamente contra los sacharunas. del
Sur; luego, al mando de Rumiñahui, contra
los falsos viracochas. ¿Puedes decirme en
donde ves mi baja condición?

Ya tu nobleza no sirve de nada. Un noble


en estos tiempos es un cristiano de Casti-
VOZ: lla.
108

JACINTO: Es deber del noble hacer buenas acciones,


por ser cristiano, más no por haber nacido
en Castilla.

VOZ: No tienes derecho para recordar nuestras


obligaciones.

JACINTO: Solo quiero reclamar esto: ¿Por qué has


conculcado los fueros de los padres d o m i -
nicos, juzgando un caso que no pertenece
a tu Corregimiento?.

VOZ: < (Ordenando) ¡A la cárcel con él! ¡Hasta


que recapacite sobre sus obligaciones!.

JACINTO: ¡No he cometido ningún d e l i t o ! .

VOZ: (Ordenando) Arrojad en la hoguera todo


papel escrito por Jacinto Collaguazo ¡Y
sirva esto de escarmiento para todos
cuantos pretendan imitarle!.
(El resplandor de una hoguera invade la
escena. Un carcelero encierra a Jacinto.
Este se rebela. Pero, luego se resigna a
su situación).

JACINTO: (Invocando a los dioses) ¡Pachacámac,


Pachamama, Kalusuanga, Katequela!
¡Dioses de mis mayores! ¡A vosotros
acudo en esta soledad! (Todo oscuro)
(Cuando vuelve la luz, se encuentra te-
jiendo en un telar imaginario dentro de
la prisión de la ciudad). ¿De qué me
sirve ahora escribir libros? Me enseña-
ron a trazar palotes en lengua extraña y
me dejaron ignorante, analfabeto, en la
verdadera escritura de los Shilis. De hoy
en adelante escribiré con triángulos,
meandros, espacios y colores la historia
y mitos de mi pueblo. Trama es macho.
Urdimbre es hembra ¿O al revés?. En
el universo t o d o es macho y hembra.
109

Solo yo soy único, singular. ¡Oh ver-


güenza!.
(Tras las rejas de la prisión, asoma un grupo
de gente).

CORO: ¡Eres un cobarde, Jacinto Collaguazo!


¡Más que un cobarde!.

JACINTO: ¿A qué se deben esos insultos?

CORO: Te has comportado como hembra. Dejas


hacer.

JACINTO: ¡Jamás en mi vida me he comportado co-


mo t a l ! .

CORO: ¡No pudiste mantenerte en tu puesto co-


mo auténtico cacique!.

JACINTO: ¡No podía hacer otra cosa!.

CORO: ¿Por qué dejaste que arrojen tus libros a la


hoguera?.

JACINTO: Esos libros no val(an nada.

CORO: Hemos trabajado por t í , todo con ¡a espe-


ranza de que rescates el pasado de nuestro
pueblo.

JACINTO: Era preferible quemar esos libros, antes que


el caso pase a manos de la inquisición.

CORO: ¡Eres caldo chirle! ¡ Ishpapuro desinflado!


¡Autor de libros que no valen nada! ¡Ma-
rido de tu propia mano!.

QUIMBO: (Desde afuera) ¡Abran paso en nombre de


Dios! (Aparece frente a la reja) ¡Ea, reti-
raos! No es justo que atormentéis a vuestro
cacique con esos insultos.
110

CORO: Tenemos un cacique que no sirve para


nada.

QUIMBO: ¿Qué acción habéis hecho para que os


atreváis a reclamar?
í
Le hemos alimentado y dado vestido.
CORO:
¿No es acaso Domingo Q u i m b o quien se ha
QUIMBO: encargado de eso?

CORO: Hemos velado por él para que escriba la


historia de nuestro pueblo.

QUIMBO: ¿Y por qué no acudisteis a mi llamado para


respaldarle? Cuando Jacinto fue apresado
por Santos Quishpe nadie acudió a mi lla-
mado. Cuando estaba en la plaza pública
ante el Corregidor de Ibarra, con dilema de
quemar sus libros o ser pasto de las llamas,
nadie se atrevió a mover un brazo para
defenderle. ¡Nadie!.

CORO: ¡Jamás pidió nuestra ayuda!.

QUIMBO: ¿Para qué? Sois solo boca. Coro de ranas.


(A Carcelero). ¡Eh, carcelero! ¡ Á b r e m e l a
puerta! ¡Traigo orden de Fray Inocencio
para visitar al preso. (Abren la reja). Debes
comprender que necesito hablar en privado,
si esta gente insiste en acosar al preso no
dudes en meterla dentro de la cárcel j u n t o
con su cacique! (La gente huye despavo-
rida).

JACINTO: ¡Querido amigo! ¡Cuánto agradezco tu


oportuna llegada!.

QUIMBO: Es para volverse loco, no es así?


111

JACINTO: Del árbol caído, todos hacen leña.

QUIMBO: Alguien les azuza para llevarte a la más ne-


gra desesperación.

JACINTO: ¿Cómo te dejaron entrar?

QUIMBO: Por arte de magia.

JACINTO: ¿Orden escrita de los padres dominicos?

QUIMBO: Nada de órdenes escritas. Los frailes se han


ausentado del Convento.

JACINTO: ¿A dónde han ido?

QUIMBO: Presumiblemente a Q u i t o .

JACINTO: Mientras ellos regresen, tendré que esperar


unos dos meses. ¿No es así?

QUIMBO: ¿Y qué otro recurso te queda?

JACINTO: ¡Hasta entonces habré reventado!

QUIMBO: Debes tener un poco de paciencia.

JACINTO: ¡Me creía un hombre justo! Adoré a Dios


Santo en su Trinidad Augusta!. Trabajé
seis días y santifiqué el séptimo. Di hon-
ra a mi padre Collaguazo descendiente de
izaminas y a mi dulce madre, hija de un
sabio Shili. No maté, no hurté, no conoz-
co mujer alguna. De mis labios jamás sa-
lieron mentiras ni de mi pecho aviesos de-
seos. Toda mi vida me he dedicado a es-
tudiar el pasado de mi pueblo y a enseñar
la doctrina de Cristo en mi humilde reduc-
ción. Pero, ahora, con angustia observo
que Dios me castiga. ¿Por qué, amigo
Domingo, por qué?.
112

QUIMBO: Invocaste a los dioses de nuestros antepa-


sados.

JACINTO: Mera retórica para discipar mi amargura.

QUIMBO: No es l í c i t o para un cacique cristiano acu-


dir en sus plegarias a deidades paganas.

JACINTO: ¿Es que Dios no admite que se le denomi-


ne Pachacámac?

QUIMBO: Pachacámac, Kalusuanga, Júpiter o Brahma


pueden significar lo mismo. Pero, no se
puede predecir el efecto de esos nombres
en vibración.

JACINTO: Si he pecado, estoy p r o n t o a confesar mi


culpa.

QUIMBO: De nada sirve eso. Has desatado fuerzas


prohibidas. Los nombres divinos en len-
guas aborígenes vibran terriblemente pro-
duciendo efectos catastróficos o creativos,
según los labios que los pronuncien.

JACINTO; ¿Por ese motivo tiene que sucederme tan-


tas calamidades?

QUIMBO: Si hubieses mascullado rezos de rutina,


todo hubiera permanecido igual. Hubie-
ras mantenido tu pútrida calma interior.
Pero, pronunciastes sílabas sabias que,
para el bien o para el mal provocan un
salto brusco hacia arriba o hacia abajo,
destruyendo la tiranía de los arcanos en
el eterno ciclo del universo.

JACINTO: ¿Crees que lo que me acontece tiene su


origen en esa invocación?
113

QUIMBO: Ostentabas ante el mundo una máscara


de v i r t u d . Por tu supuesta castidad te
consideraban un catequista ejemplar, can-
didato seguro a fraile predicador.

JACINTO: A todos consta que hasta la fecha no me


he casado.

QUIMBO: Dentro de tu mundo interior vives en


orgías sin f i n .

JACINTO: Sin embargo, solo Dios sabe que lucho


ímprobamente por conservar mi castidad.

QUIMBO: Los dioses que invocaste pusieron en tu


camino una muchacha maravillosa para
que la ames con castidad.

JACINTO: ¿Cómo puedo ser casto viviendo con una


mujer?

QUIMBO: Es más fácil ser casto en el m a t r i m o n i o


que fuera de él, en el celibato.

JACINTO: ¿Y por el delito de ser soltero tienen que


enojarse los dioses?

QUIMBO: Así es. Los dioses que invocaste no admi-


ten seres incompletos, estériles, sin sexo.
Ellos son la cópula perfecta de lo mascu-
lino y femenino.

JACINTO: ¿Y qué harán de mí?

QUIMBO: Yo he pensado mucho sobre tu situación.


Creo que algo solemne te va a suceder.
Los caminos de los dioses son los mismos
de nuestro Cristo. Después de la muerte
se vislumbra una resurrección.

JACINTO: ¿Estoy condenado a muerte?


114

QUIMBO: Posiblemente

JACINTO: Entonces, ¿por qué diablos no me parte


un rayo?

QUIMBO: Debe morir el historiador Jacinto Collagua-


zo, autor de " H i s t o r i a de las Guerras Civi-
les entre Atahualpa Inca y su hermano A t o -
co, comúnmente llamado Huáscar", de
"Oda a Santo Domingo de G u z m á n " , de
Discurso Apologético en honor de Santo
Tomás de A q u i n o " , de "Disquisiciones
sobre las costumbres de los indios del
Q u i t o " , etc., etc.

JACINTO: ¿Es que fuay otro Jacinto Collaguazo?

QUIMBO: El hijo de ¡lustres izaminas.

JACINTO: ¿Qué pasa con él?

QUIMBO: Debe resuscitar de entre los muertos.

JACINTO: ¿Estás decretando el fin de mi carrera de


escritor?

QUIMBO: Si renuncias a esas inútiles actividades, se


te concederá el c o n o c i m i e n t o de todos
los misterios.

JACINTO: Mi mayor ambición en la vida fue cono-


cer el pasado misterioso de mi pueblo.

QUIMBO: Eso lo conseguirás si te unimismas con


una mujer a la manera quítense.

JACINTO: No comprendo cómo ni para qué.

QUIMBO: Debe m o r i r el erudito para que el sabio


viva. Porque conocer es acceder a la
esencia de las cosas y no solo acumular
datos en los sótanos de la memoria.
115

JACINTO: ¿Has visto a Tránsito?

QUIMBO: ¡Sí!

JACINTO: ¿Está en casa de su padre?

QUIMBO: No.

JACINTO: ¿Dónde se encuentra?

QUIMBO: A buen recaudo. Fuera del alcance de su


familia.

JACINTO: ¿Se acordará de mí?

QUIMBO: Supongo que sí.

JACINTO: Han pasado los días, las semanas, los meses


nadie me trae ninguna noticia de ella.

QUIMBO: Por ella, he venido a visitarte.

JACINTO: ¿Cómo puede ser eso?

QUIMBO: Es hora de que concluya tu situación.

JACINTO: ¿Podré volver a verla?

QUIMBO: Para reencontrarla tendrás que iniciarte en


los misterios de Pachacámac.

JACINTO: i Y me lo dices t ú !

QUIMBO: También he sufrido una crisis espiritual.


¿Sabes?

JACINTO: ¿Has cambiado de religión?

QUIMBO: He superado esa etapa de sometimiento.


Ahora soy libre.

JACINTO: Es asombroso oír lo que dices.


116

QUIMBO: La fuerza de los acontecimientos me i m p u l -


só al cambio.

JACINTO: Juraría que hasta la noche de mi prendi-


miento, eras un fiel cristiano en todo suje-
to a la sana o r t o d o x i a .

QUIMBO: En realidad, así fue.

JACINTO: ¿Qué determinó el cambio de tus ideas?

QUIMBO: A más de los hechos insólitos que v i , la


actitud de los cristianos.

JACINTO: ¿A dónde fuiste después de mi captura?

QUIMBO: Fugué a la loma, hasta los dominios de Ma-


ma Quilla. ¿La conoces?

JACINTO: Debe ser la bruja hierbatera que consuela a


los rechazados de los frailes.

QUIMBO: No es una bruja. Es Quela, diosa jaguar.

JACINTO: Alguna vez oí ese nombre. Acaso en sue-


ños.

QUIMBO: Pues bien, cuando yo me encontraba cerca


de la choza oí un grito de mujer que llama-
ba por tu nombre. Casi al mismo t i e m p o ,
, salía de la choza un hombre que huía desa-
forado. Me armé de valor y penetré dentro
del recinto. ¿Y sabes lo que vi?.

JACINTO: No tengo la menor ¡dea.

QUIMBO: Tendida en un lecho estaba Tránsito Gua-


rnan.

JACINTO: ¿Violada? ¿Asesinada?

QUIMBO: Esas fueron mis preguntas. Por lo menos


117

así supuse, cuando vi sus ropas desgarradas


y manchadas de sangre. Pronto tuve que
cambiar de ¡dea. No sé cómo apareció Ma-
ma Quilla bajo la vulgar apariencia de vie-
ja bruja. Yo me encontraba ofuscado. No
sabía qué hacer. Mama Quilla informó que
ella había defendido a Tránsito con sus
uñas y garras.

JACINTO: ¿Quién era el malhechor?

QUIMBO: El hijo de Santos Quishpe

JACINTO: ¿Estás seguro que no le hizo nada?

QUIMBO: Mama Quilla lo afirma así

JACINTO: ¿Y tú lo has creído sin más?

QUIMBO: Cuando se ven los harapos rotosos en el


cuerpo viejo de Mama Quilla, uno tiene ga-
nas de dudar; pero, cuando ella se transfor-
ma en diosa o jaguar todo se aclara y apa-
rece neto.

JACINTO: ¿La has visto transformarse en diosa?

QUIMBO: Y en tigre.

JACINTO: Da ganas de no creerte.

QUIMBO: Por ese m o t i v o , comencé a dudar de mi fe.

JACINTO: No atribuíste esos fenómenos a obras del


demonio?

QUIMBO: Al principio, confieso que sí. Luego m e d í


cuenta que no uno sino una legión de seres
malignos moraban dentro de nosotros ta-
chando de diabólico lo perfecto y puro.
118

JACINTO: A s í llegaste a comprender lo que aseveraba


Mama Quilla respecto a Tránsito?

QUIMBO: Eso es nada en comparación de lo que vi,


oí y entendí.

JACINTO: ¿Qué viste, oíste y entendistes?

QUIMBO: El m u n d o magnífico de los dioses en una


admirable armonía de sones, colores y
perfumes.

JACINTO: ¿De modo que ahora ya no perteneces a


la grey del único pastor?

QUIMBO: Ni al pandemónium del Monarca Descono-


cido de España.

JACINTO: ¿Qué tienes contra el Rey?

QUIMBO: Que no es tal. ¿Cómo puede ser rey un


h e m o f í l i c o que nunca logró coronar con
los misterios del tigre?

JACINTO: ¿Qué entiendes por tigre?

QUIMBO: Tigre o jaguar es el fuego.

JACINTO: ¿Cómo lograste informarte de eso?

QUIMBO: Tuve que caminar al f i l o de precipicios,


por frágiles tarabitas.

JACINTO: ¿Por eso has tardado en visitarme?

QUIMBO: ¿Qué es el tiempo? ¿Qué es el espacio?

JACINTO: Eternidades para el desesperado.


119

QUIMBO: Mientras me esperabas debiste meditar,


como yo lo hice.

JACINTO: He meditado. Solo que yo no he tenido


suerte de encontrarme con ninguna diosa.

QUIMBO: De nada sirve encontrarse con una diosa,


si el célibe no logra calmar su secreto desa-
sosiego.

JACINTO: ¿Has venido a liberarme?

QUIMBO: Sf.

JACINTO: Si logro obtener mi libertad verán mis ojos


la morada de los dioses?

QUIMBO: Tienes un destino sublime. Superior al


mío.

JACINTO: ¿Qué destino?

QUIMBO: (Mirando en la distancia) Pasarán siglos de


dominio de lo oscuro. Al f i n , podrán ver
tus ojos renacidos la inauguración de la ciu-
dad solar. Incas y Shillis verdaderos gober-
narán en esa civilización gloriosa que se eri-
girá sobre las ruinas de purunrunas, sacha-
runas y aukarunas.

JACINTO: ¡Ahora profetizas!. ¿Qué factor influyó


para el cambio?.

QUIMBO: Te lo dije ya.

JACINTO: Sino estuviere en desgracia, no aceptaría


que tus labios enuncien esas palabras tan
cargadas de sabiduría. Por todos los me-
dios posibles, buscaría argumentos de otros
filósofos para refutarte y confundirte. No
podría admitir que Domingo Quimbo sepa
más que Jacinto Collaguazo.
120

¿Cómo un simple tejedor puede alzarse


con sentencias muy por encima de Jacinto
Collaguazo que se ha pasado toda una vida
entre libros de t o m o y lomo?

QUIMBO: El simple tejedor es casado y, por ese mo-


tivo, no existe c o n f l i c t o entre Jesús de Na-
zareth y Pachacámac.

JACINTO: Según lo que dices, la diferencia entre Cris-


to y Pachacámac se reduce a un simple es-
tado civil?.

QUIMBO: No habrá respuesta para esa pregunta, pues


el t i e m p o se agotó. Ya es hora de Indicarte
el m o t i v o de mi visita. Para empezar, co-
mienza a desvestirte.

JACINTO! ¿Qué pretendes hacer?

QUIMBO: (Llevando el índice a los labios) ¡Chist!


INo hables fuerte!. ¡Ven c o n m i g o ! (Le
conduce a un rincón). Vamos a cambiar-
nos de vestidos. Luego, tú te fugas y yo
me quedo.

JACINTO: ¡Eso no es posible! ¡Es una locura!.

QUIMBO: (Imperioso) ¡Debes obedecer!.

JACINTO: Me niego a ello.

QUIMBO: Tienes que retornar a tu casa con el mayor


sigilo posible. A l l í permanecerás esperando
que se cumpla tu destino.

JACINTO: ¿Quién habita en mi casa?

QUIMBO: Un viejo que debe morir.

JACINTO: O fugamos ambos o no hay t r a t o .


121

QUIMBO: Uno de los dos debe permanecer encerra-


do.

JACINTO: Ese tiene que ser Jacinto Collaguazo.

QUIMBO: ¿Amas a Tránsito o no?

JACINTO: ¿Qué pasa si mi respuesta es negativa?

QUIMBO: ¡Mira, Jacinto! ¡Tú te encuentras en esta


cárcel por falta de decisión, por pensar
demasiado! Si esta vez no defines tu esta-
do, ninguna ayuda iecibnás, ni de los dioses
ni de.tus amigos.

JACINTO: Bueno, pongámonos en la situación de


amar a Tránsito: ¿Ahora qué pasa?.

QUIMBO: Lo has dicho con mucha indecisión.

JACINTO: Pues bien, yo amo a Tránsito.

QUIMBO: D í l o mil veces más.

JACINTO: (de carretilla) A m o a Tránsito. Amo a


Tránsito. A m o a Tránsito.

QUIMBO: Menos mal. Ya temía que ibas a cantai


misa.

JACINTO: Dime, ¿Dónde se encuentra ella?

QUIMBO: En la choza de Mama Quilla. Antes de ir


a tu casa debes pasar por allí.

JACINTO: ¿Es eso necesario?

QUIMBO: Absolutamente.

JACINTO: Mientras tanto, ¿qué va a ser de ti?.


122

QUIMBO: Estaré preso una semana a lo mucho. En


todo caso seré Jacinto Collaguazo.

JACINTO: No sabes cuan desesperante es vivir ence-


rrado.

QUIMBO: Mi mujer vendrá a visitarme. No estaré


del t o d o solo.

JACINTO: (Desvistiéndose) ¡Jamás olvidaré tus favo-


res!.

QUIMBO: ¡Eres mi amigo y cacique!


(Se cambian los vestidos).

JACINTO: Pareces Jacinto Collaguazo.

QUIMBO: (Con atuendos de cacique) ¡Nadie notará


el c a m b i o ! .

JACINTO: ¿Y ahora, c ó m o salgo?

QUIMBO: ¡Con aplomo! (Le coloca un poncho de


lana y le emboza) Así pareces un perfecto
Quimbo.

JACINTO: ¡Veamos qué pasa! (Se abrazan) ¡Deséame


suerte!. (Hace mutis).

QUIMBO: i Los dioses te protejan, Jacinto!


(Se sienta en el banquillo que ocupaba Ja-
c i n t o . Con aire de picardía). En esta no-
che penetrará el cuscungo en su madrigue-
ra y el curiquingue en su nido. ¿Qué quie-
ro decir con ello?. Que una bella mujer
dará a luz un "curiguagua" en los siglos
venideros.
(Se oye el arpegio de aves en querencia.
Desde un nido ignoto crece un concertino
para flauta y orquesta).
(Cae la noche. Oscuridad t o t a l ) .
Esta vez un hijo del sol ha venido desde su
123

lejano imperio en busca de una princesa


Scorpio. ¿Qué dirá la gente cuando sepa
que uno de los dos habla kechua con e y o?
Pero, qué importa que uno hable quechua y
el otro urapano, si ambos se han comple-
mentado como el sol y la luna en un solo
fulgor?.

(Se oyen pasos. Vuelve la luz).

V O Z DE C A R C E L E R O : ¡Hay visita, Jacinto Collaguazo!.


QUIMBO: Quién es?

VOZ: Fray Tomás,tú confesor.

QUIMBO: Déjale pasar.


(Se abre la puerta. Entia en la cárcel un
fraile dom ínico).

TOMAS: ¿Puedo visitarte, Jacinto Collaguazo?

QUIMBO: Cuando quiera su merced.

TOMAS: ¿Por qué te tienen preso en esta cárcel?

QUIMBO: Por meterme en oficio de blancos. Por es-


cribn ...

TOMAS: Es increíble. En estas latitudes al hombre


de talento le extrangulan y le menospre-
cian.

QUIMBO: Alguien tuvo envidia de m í .

TOMAS: ¿Y tus escritos?

QUIMBO: Me obligaron a quemarlos.

TOMAS: Tuvo que ver en el asunto la Inquisición?

QUIMBO: No.
124

TOMAS: Se supone que destruyeron la Crónica de la


Guerra Civil.

QUIMBO: La quemaron con saña.

TOMAS: He leído ese libro. Me parece m u y hermo-


so. Diríase que está escrito por la pluma
de Tácito o Jenofonte.

QUIMBO: Dura tarea ha sido compaginar los hechos


de mis antepasados con la sublime moral
del Evangelio.

TOMAS: Yo prefiero que los historiadores sean inge-


nuos e imparclales. Que cuenten con sen-
cillez lo que saben, sin condenar a los infie-
les por sus acciones no cristianas, ni hacer
continuas declaraciones de su o r t o d o x i a
personal. Tú y tus colegas Indígenas ado-
lesceis de ese mal. Os cuidáis de disfrazar
los hechos y edulcoráis el estilo con lar-
gas digresiones teológicas. En realidad, lo
que interesa al lector culto es conocer la
verdad desnuda. Solo así se puede aqui-
latar el pasado pagano de América que, a
mi parecer, resulta extraordinariamente
• ejemplar si se lo compara con la antigüedad
del Viejo M u n d o .

QUIMBO: Lo que estoy escuchando es algo nuevo pa-


ra mis oídos.
'

TOMAS: Nada de las consabidas fabulitas. No se


trata de recoger cuentos del c o l i b r í , ni
adaptar los mitos bíblicos a escenarios an-
dinos. Ni siquiera se trata de demostrar
si existió o no el fabuloso Q u l t u m b e . Se
trata, Jacinto Collaguazo, de saber p o r q u é
existía esa ancestral rivalidad entre perua-
nos y quiteños. ¡Qué clase de magia deja-
ron de practicar los incas. ¿Cuál fué la ver-
dadera antigüedad de los pueblos de Q u i t o .
125

¿Qué tiene que ver la serpiente Cañara con


el tipo de civilización que se desarrolló
antes y después del famoso diluvio?.
¿Qué significan esos extraños signos mar-
cados en su cerámica y orfebrería?.

Si no has escrito sobre esas cuestiones,


nada has escrito, querido Jacinto!. En ese
caso habrás perdido lamentablemente el
tiempo.

QUIMBO: ¿Por qué se preocupa un fraile de cues-


tiones mágicas, expresamente prohibidas
por las Sagradas Escrituras?.

TOMAS: Escucha, Jacinto ¡Además de fraile, yo


soy quiteño. Si bien mis padres nacieron
en España, mi espíritu, en cambio, es in-
diano en su totalidad. Por mi condición
de fraile debo creer en la divinidad de Je-
sucristo; pero, por ser quiteño, como con-
secuencia de mis estudios, he llegado a
sospechar que, antes de la conquista es-
pañola, un Cristo A n d i n o anunció la
buena nueva en Q u i t o . ¿Pero ese Cristo
A n d i n o , cómo era? Yo no lo sé. Por esa
razón he acudido a tu sabiduría.

QUIMBO: Es que tampoco lo sé.

TOMAS: Es lamentable que hayas quemado tus otros


libros.

QUIMBO: Entre ellos había una vida de Santo D o m i n -


go de Guzmán.

TOMAS: No dices la verdad ¡Tú anunciabas la apa-


rición de un libro sobre el pasado remoto
de los quiteños.

QUIMBO: Pues no lo escribo todavía.


126

TOMAS: Para gloria del pueblo quiteño, debes po-


nerte a redactar, enseguida-.

QUIMBO: ¿En estas condiciones?


TOMAS: Yo conseguiré que el corregidor te saque de


la cárcel. Lo haré bajo pena de excomu-
nión.

QUIMBO: En nada mejora mi situación. Si salgo de


la cárcel, tendré que trabajar en los telares
como los demás.

TOMAS: ¿No eres el cacique de la región?

QUIMBO: Posiblemente no lo soy.

TOMAS: ¿Por qué motivo?

QUIMBO: Ocultos enemigos me envidiaban.

TOMAS: ¿Sospechas quienes eran ellos?

QUIMBO: Santos Quishpe, el más conspicuo.

TOMAS: ¿Te dolería que otro te suplante en el car-


go?.

QUIMBO: Me dolería que me suplante él.

TOMAS: Todo depende de los frailes. Si ellos así lo


disponen, no hay vueltas que dar.

QUIMBO: Conozco a los frailes. Son muy bondado-


sos.

TOMAS: ¿No te parece que mis hermanos te han


abandonado a propósito?

QUIMBO: ¿Por qué dice eso?


127

TOMAS: ¿Han dejado que el poder c i v i l c o m e t a toda


clase de atropellos contra t í .

QUIMBO: El superior viajó a Quito para presentar el


caso ante el Presidente de la Real Audien-
cia.

TOMAS: ¿No será mejor ante la Santa Inquisición?

QUIMBO: Mis obras están limpias de errores, según


declaración de ellos.

TOMAS: Tratarán de buscar cinco pies al gato para


encontrar algún resquicio de herejía en tus
escritos.

QUIMBO: No creo que lleguen a ese extremo.

TOMAS: Es difícil que sepan tolerar a un indio que


escriba un libro digno de Tucídides o T i t o
Livio.

QUIMBO: Son partidarios de Fray Bartolomé de las


Casas.

TOMAS: Y también de Torquemada.

QUIMBO: Según eso, debo estar perdido.

TOMAS: No del t o d o . Por suerte has quemado to-


dos tus papeles. Así, pues ellos carecen de
evidencia para acusarte de algo grave. Sin
embargo, si continúas escribiendo dentro
de sus reducciones, muy negros días te
esperan.

QUIMBO: Según esto, mis verdaderos enemigos son


ellos?

TOMAS: ¡Tú lo dices! ¡El Corregidor de Ibarra


es solo un instrumento suyo!.
128

QUIMBO: ¿Yo no podré volver a la reducción?

TOMAS: Son tres meses de encierro, ¿no es asi'?


¿Han venido los legos a darte un mendru-
go? ¿Por lo menos te han visitado para
consolarte?

QUIMBO: Por desgracia, no.

TOMAS: Colige, entonces, cuál es la verdad.

QUIMBO: Según entiendo a estas horas yo habré deja-


do de ser el cacique.

TOMAS: Ahora lo es un mestizo de Ibarra.

QUIMBO: Miguel Santos Quishpe.

TOMAS: Creo que es él. De todas maneras, solo te


queda un camino. Acogerte donde los Je-
suítas de Pimampiro. Ellos te harán caci-
que en sus reducciones.

QUIMBO: Soy célibe.

TOMAS: ¿Lo dices en serio?

QUIMBO: Creo que no hay nada de malo en vivir sin


mujer.

TOMAS: Es raro lo que dices. Un hijo de América


no puede sobrevivir en la soledad. Es hom-
bre de comunidad.

QUIMBO: He decidido meterme a fraile.

TOMAS: No lo hagas. Te destinarán a la cocina en


calidad de lego. No te darán respiro en tus
faenas. No permitirán que leas ni escribas.
En esas condiciones, te conviene más que
te cases con una mujer que te ayude en tus
menesteres.
129

QUIMBO: Alguna vez me aconsejaron eso.

TOMAS: ¿Qué decides?

QUIMBO: Ya veremos.

TOMAS: No perdamos más tiempo. Es preciso que


los acontecimientos se precipiten para que
salgas de esta pocilga lo más pronto posible.

QUIMBO: ¿Salir? ¿Adonde?.

TOMAS: ¡A Pimampiro. El superior de los jesuítas


es mi hermano. Te recomendaré a él.

QUIMBO: ¡Bendígame, padre!

TOMAS: (Hace un signo de la cruz) ¡Dios te bendi-


ga, hijo!.
(Abre la puerta y hace mutis).

QUIMBO: (Se desternilla; luego deja de reir). Estoy


tomando en serio el papel de Jacinto. Qué
me sucede?. ¡He respondido a las pregun-
tas del fraile, como si verdaderamente fue-
ra Jacinto. A propósito ¿Qué será de él?
Tal como están las cosas, ha dejado de ser
cacique en la reducción de los dominicos
y no podrá ir a su casa porque le obligarán
a trabajar en los obrajes y batanes.

QUELA: (Penetrando en la cárcel, con la apariencia


de un hada protectora) ¡Hasta aquí la
opresión, la tiranía, el gran pasado!.

QUIMBO: ¡Diosa m í a ! ¿Cómo has entrado?

QUELA: ¡Chist! No parlotees como cotorra. El


carcelero podrá escucharte.

QUIMBO: (Bajando el t o n o de la voz). También tú


hablas en voz alta!.
130

QUELA: ¡Imbécil! ¡Calla de una vez! ¡No he ve-


nido a dialogar c o n t i g o ! Mi objeto es
anunciarte con mis silenciosas palabras
el advenimiento de o t r o t i e m p o . ¡Calla!
Ya sé lo que quieres hablar. Ninguna de
esas preguntas son pertinentes por estar
encuadradas dentro del pasado. Son sim-
ple anécdota. Qué importa al m u n d o
que Jacinto Collaguazo se case con Trán-
sito Guarnan? Ni que Domingo Q u i m b o
sustituya con éxito a Jacinto? Más allá
de esa realidad efímera e intrascendente
debe erigirse la verdad total en t o d o tiem
po y lugar.

QUIMBO: ¿Cuál es la verdad total?

QUELA: El presente sin f i n .

QUIMBO: Quieres decirme que me he convertido


para siempre en Jacinto Collaguazo?

QUELA: Todavía puedes renunciar a serlo si te


atreves a ser libre.

QUIMBO: Crees que es fácil salir de esta>prisión?

niIFI A- Conmigo t o d o es posible. ¡Mira esa


puerta! (Se abre la puerta de la cárcel.
Upa luz ilumina el pasillo). ¡Ea, Do-
mingo! ¡Escapa, huye, vete lejos de
aqu í!.

QUIMBO: La libertad no existe. Yo debo ser Jacin-


to Collaguazo!.

QUELA: i Imbécil, estás echando a perder tu desti-


no!.

QUIMBO: Mi destino está ligado con el de J a c i n t o !


131

QUELA: Qué pretendes conseguir con este encie-


rro voluntario?

QUIMBO: Que el nombre de nuestro cacique no se


extinga con el paso de los años.

QUELA: Para que Jacinto viva en el presente sin


f i n , debe eliminar su nombre del Gran
Pasado.

QUIMBO: También el Gran Pasado puede conver-


tirse en una presencia sin f i n , por lo me-
nos mientras dure la raza humana.

QUELA: También la duración de la especie huma-


na sobre el planeta tierra pertenece al
Gran Pasado.

QUIMBO: No se puede echar por los suelos el es-


fuerzo de todo un pueblo. Nosotros,
Domingo Quimbo, incluido, mantuvimos
sano y bien alimentado a Jacinto Colla-
guazo a fin de que rescate el Gran Pasa-
do de nuestros ancestros y entregue a la
humanidad de ahora una crónica veraz
del pueblo de Quito remontándose, si
es posible, al bin bang del genes pri-
mordial.

QUELA: Tendrá que redactar una triste historia de


sucesivas caídas. Desde el bin bang glo-
rioso de los Wari-Wiracocha-runa hasta la
abyección de esta oscura edad.

QUIMBO: Es preciso redactar esa historia.

QUELA: El auténtico Jacinto no escribirá el deve-


nir de una humanidad en descenso.

QUIMBO: Por ese motivo escribiré y o .


132

QUELA: Tienes algún motivo especial para sustituir


a Jacinto?.

QUIMBO: Seré feliz si logro transmitir a nuestros hijos


el orgullo de nuestra estirpe, y eso lo obten-
dré si t o m o de Jacinto su nombre.

QUELA: Y quedarásencerrado dentro de ese orgu-


llo, de esa estirpe, de esa historia?.
i
QUIMBO: Jacinto Collaguazo está ligado a ese com-
promiso.

QUELA: Jamás sus antepasados se encerraron en el


m u n d i l l o de las anécdotas. Salieron de su
circunstancia rumbo al i n f i n i t o espacio
donde impera la libertad.

OUIMRD- (Con resolución). Pues yo he resuelto en-


cerrarme en la personalidad de Jacinto
Collaguazo.

QUELA: Solo para transmitir a tu pueblo el orgullo


de su estirpe?

QUIMBO: ¡Tú lo dices!.

QUELA: ¡Menguado objetivo el t u y o ! .

QUIMBO: Una larga y densa noche ha caído sobre


nuestro pueblo. Está lejana la edad de
oro de los Wari Wiracocha runa. Ahora
se diría que apenas somos un pueblo de
huérfanos, despojados de heredad. Meros
sacharunas.

QUELA: Por ese m o t i v o pretendes asumir una per-


i sonalidad ajena?.

QUIMBO: ¡Por cierto que sí! Solo siendo Jacinto


Collaguazo podré rescatar el pasado de
mi pueblo.
133

QUELA: Y si el verdadero Jacinto asume esa respon-


sabilidad?.

QUIMBO: El debe morir. Yo lo sé.

QUELA: ¿Has decretado su muerte?

QUIMBO: No.

QUELA: Te juro que no te comprendo.

QUIMBO: Sobreviviré como Jacinto Collaguazo para


¡luminar a mi pueblo con la luz meridiana
de nuestro mundo ecuatorial.

QUELA: ¡Eres un usurpador!.

QUIMBO ¡No lo soy! En la reducción de jesuítas


donde iré, todos, me conocerán como Ja-
cinto Collaguazo.'

QUELA: De nada te servirá escribir. Tus escritos se


perderán para siempre. Apenas quedará
de tu nombre un vago recuerdo.

QUIMBO: Me basta eso.

QUELA: El verdadero Jacinto utilizará otros medios


para entregar su mensaje a su pueblo.

QUIMBO: Qué medios?

QUELA: Formas y colores.

QUIMBO: No comprendo cómo las formas y colores


pueden sustituir a la eficacia del lenguaje
escrito.

QUELA: Siempre el pueblo indio se expresó así.


Gracias a ese sistema pudo comunicarse
con el primer Wariwiracocha runa y su
hacedor.
134

QUIMBO: Eso significa penetrar en el seno del Gran


Pasado. Logrará Jacinto realizar esa haza-
ña?.

QUELA: Por supuesto que lo logrará. Ese es el mo-


tivo para que te encuentres aquí.

QUIMBO: Tú me ordenaste visitarle en esta cárcel.

QUELA: Y te impuse la obligación de suplantarle


hasta cuando él se encuentre a buen recau-
do.

QUIMBO: Lo cual será tarea m u y d i f í c i l .

QUELA: Lo hubiera sido si se hubiese dirigido a su


casa en busca de Tránsito.

QUIMBO: Dónde ha ido el m u y imbécil?.

QUELA: A dar muerte a ese viejo decrépito que se


llamaba Jacinto Collaguazo.

QUIMBO: Y qué será de mí?.

QUELA: Debes salir de esta prisión ahora mismo.

QUIMBO: Solo saldré cuando me indulten.

QUELA: ¡Imbécil! Debes ser tú mismo. Has toma-


do demasiado en serio el papel que se te ha
asignado en esta patraña.

QUIMBO: Si me fugo perseguirán a Jacinto hasta dar


con él.

QUELA: Tarde o temprano descubrirán tu verdadera


personalidad.

QUIMBO: Mientras t a n t o , qué va a ser de Jacinto Co-


llaguazo?.
135

QUELA: Está bajo mi protección. No temas por él.

QUIMBO: Ahora debo temer por mí persona. ¿A


dónde iré después de salir de la cárcel?.

QUELA: Viajarás al norte, donde los padres jesuítas.

QUIMBO:

QUIMBO: Por informe de mi confesor, ellos me cono-


cen como Jacinto Collaguazo.

QUELA: Asumirás esa personalidad si te place.

QUIMBO: Vivir entre ellos implica perder los poderes


que me has dado.

QUELA: Lo sé. Ya no serás caballero Quela de la


Mitad del Mundo.

QUIMBO: Pero seré un cacique de conducta ejemplar.

QUELA: Estás dispuesto a asumir la personalidad de


Jacinto con todos sus achaques?.

QUIMBO: ¡Sí! ,

QUELA: Por qué haces eso?

QUIMBO: Jacinto Collaguazo es mi cacique. No es


justo que el subdito sea más que él.

QUELA: Los cristianos llaman a eso abnegación?

QUIMBO: ¡Lealtad!

QUELA: Abnegación o lealtad ... Después de t o d o ,


bellas virtudes ... Qué pretendes hacer cuan-
do salgas de aquí?.

QUIMBO: Seré un fiel trasunto de Jacinto ... Escribi-


ré, estudiaré.
136

QUELA: ¿Serás célibe como él?

QUIMBO: Trataré de serlo.

QUELA: Te conviene llevarte a tu mujer.

QUIMBO: Si ella me sigue ...

QUELA: Te seguirá. En este rato te espera en la


Plaza Mayor...

QUIMBO: Es peligroso pasar por ahí. Me verán con


estos atuendos de cacique.

QUELA: No temas. En este rato duermen todos.


Hasta el carcelero. (Imperiosa) ¡Ea, hom-
bre! ¡Despabílate! ¡No hay tiempo que
perder! (La puerta'de la cárcel se abre).

Telón.

PRETÉRITO POSTERIOR

Oscuridad total

VOZ DE JACINTO: ¡Padre de toda energía! ¡He aquí que he


venido a sorprenderte en tu o r t o divino
para ser el primero en conocer tu gloriosa
epifanía! ¡ Y o , Jacinto Collaguazo, de es-
tirpe solar, vencedor del f r í o c o m o mis
padres Shillis, te i m p l o r o que me inundes
con poderosa luz hasta el más í n t i m o ves-
quicio de mi ser.

VOZTONANTE: Qué buscas en este sagrado lugar?


137

V O Z DE J A C I N T O : El genes primordial del m í t i c o Q u i t u m b e .

VOZ TONANTE: No mereces encontrarlo. Vives fascinado


por el pulular de larvas lunares bajo el sol
negro de tu mundo conceptual.

V O Z DE J A C I N T O : Qué quieres que haga para merecer tu luz?.

VOZ T O N A N T E : ¡Jacinto Collaguazo debe m o r i r !

V O Z DE J A C I N T O : (Gritando) iPachacámac, piedad!.

(LUCES. A L C O B A D E J A C I N T O - M A M A Q U I L L A R I E G A A G U A
EN UNOS TIESTOS DE H I E R B A S M E D I C I N A L E S . J A C I N T O EN-
T R A EN LA A L C O B A . SE DESPOJA DE SU PONCHO Y LO TI RA
EN LA CAMA).

QUILLA: i Adelante, Jacinto! ¡Seas bienvenido!

JACINTO: (Cerrando la puerta) ¿Cómo te encuentras


aquí?.

QUILLA: Ya lo ves. He tomado posesión de esta


casa durante tu ausencia.

JACINTO: ¿Con qué objeto?

QUILLA: A q u í he cuidado a Tránsito cuando fue


agredida por su pretendiente, el hijo del
arriero.

JACINTO: ¿Y ahora dónde se encuentra ella?

QUILLA: Este rato cocina en mi choza.

JACINTO: ¿No corre peligro permanecer sola en esa


distante loma?.
138

QUILLA: A q u í , en tu casa, pueden descubrirla sus


familiares.

JACINTO: (resuelto) Quiero ver a Tránsito.

QUILLA: Debes tener paciencia. A ú n no ha parado


la olla en el fogón.

JACINTO: ¿Tendré que ir a esa distante choza para


verla sin nigún peligro?.

QUILLA: Las bodas del cielo y la tierra no se reali-


zan así, de zopetón.

JACINTO: ¿Tendré que pedir la mano de Tránsito a


su padre?

QUILLA: (No responde, se dirige a un baúl y extrae


dos tejidos de lana, uno rojo y otro blanco
y negro, los presenta a Jacinto).
¡Elige!.

JACINTO: ¿Son para m í?

QUILLA: Solo uno de ellos.

JACINTO: (Dudando) ¿Elegir con qué criterio?

QUILLA: Tu pregunta es sabia. Debes observar con


atención la estructura del tejido, los colo-
res, los espacios.

JACINTO: Ambos son hermosos ... ¿Quién los hizo?.

QUILLA: Tránsito! Durante tu ausencia!.

JACINTO: Me quedaría con el tapiz blanco y negro,


sobre el fondo azul; pero me intriga el ta-
piz de fibras rojas torcidas por la izquier-
da ... ¿Por qué tuvo que tejer al revés?

QUILLA: Te dije que elijas sin preguntar nada.


139

JACINTO: Me fascina el tejido de fibras rojas torci-


das por la izquierda.

QUILLA: ¿Te quedas con él?

JACINTO: ¡Sí!.

QUILLA: Esperaba esa elección.

JACINTO: ¿Y qué sucedía si hubiera elegido el otro?.

QUILLA: Eres libre de elegir este o aquel tejido, así


como todo hombre puede ir o no a las
vertiginosas cimas donde anidan los cón-
dores. Si eliges el camino, el diestro, vi-
virás la vida ordinaria, en tu raza, tus cos-
tumbres, bajo la sombra de tu campana-
rio. Serás un hombre sensato, un cacique
bondadoso, sumiso al demiurgo en todo
y para t o d o . Pero si eliges el otro camino,
el siniestro, como lo has hecho, habrás
accedido a los dominios del superhombre
donde tu conciencia despertará y podrás
flotar por encima de todos los panoramas
con entera libertad. Habrás vencido a la
muerte, al límite impuesto por el espacio,
el tiempo y el destino. Pero todo tiene
su precio. Ubicado en el Centro del Uni-
verso, entre el reino de la luz y el abismo,
solo te quedan dos alternativas volar o
caer. Si escoges la primera opción, ten-
drás que caminar por un penoso sendero,
siempre estrecho, siempre ascendente.
Tendrás que vencer la fatiga, el desalien-
t o , la aridez, la noche oscura. Será la
cruz el precio de tu resurrección. Pero,
si te fascina el abismo, irás de t u m b o en
t u m b o a lo largo de todos los círculos
infernales hasta desintegrarte en infini-
tas fracciones de polvo y ceniza. En to-
do caso cualquiera que sea tu elección y
el costo que por ella pagues, dejarás de
140

ser el hombre gregario apegado a sus


costumbres y manías. (Abre la ventana
y medita).

JACINTO: Hubiera preferido llevar una vida apaci-


ble en mi valle natal casado con Tránsi-
to, rodeado de risueños niños, dueño de
un prestigio intelectual fuera de lo co-
mún, ¿cabe imaginar felicidad mayor?
Pero escogí el camino estrecho, porque
yo sé que el mundo está hecho al revés.

QUILLA: ¿Y pretendes enderezarlo?.

JACINTO: Cuando estuve preso en Ibarra, pude dar-


me cuenta de mi verdadera situación.
Los blancos han convertido nuestro m u n -
do en una cárcel infernal. El indio por
noble que sea su origen, carece de liber-
tad. Por más claro que sea su entendi-
miento está condenado a encuadrarse en
los moldes restringidos del d o m i n i o his-
pano. Por más recia que sea la muscula-
tura de sus brazos, está privado de poder
ante una manga de bellacos que cabal-
gando sobre brutos mil veces más nobles
que ellos, le acanallan de mil maneras so-
metiéndole a la más extrema esclavitud.

QUILLA: Tenías la otra opción. Ser feliz en un va-


lle remoto, casado con Tránsito Guarnan.

JACINTO: Se necesita estar poseído de una incalifi-


cable inconciencia para fugar del mundo
real. ¿Cómo se puede mirar con indife-
rencia la tremenda injusticia sobre la que
se sustenta la sociedad colonial?.

QUILLA: ¿Te preocupa la suerte de tu pueblo?

JACINTO: Profundamente.
141

QUILLA: Loable preocupación; pero qué puedes ha-


cer por tu gente si careces de ejércitos, de
armas, de poderío?.

JACINTO: Y de que me sirve acceder a los dominios


del superhombre si resulto ineficaz para
organizar un poderoso movimiento de
Resistencia Indígena?.

QUILLA: Escucha, Jacinto, no en vano elegiste la


vía de la izquierda. Tu elección es irrever-
sible. No puedes retroceder. Si eres dó-
cil, si te vacías de tus vanos deseos, te con-
vertirás en un dios poderoso, señor de los
mil testículos. Pero, si pretendes operar
a la manera heroica como tus abuelos y
bisabuelos solo te quedan dos caminos:
O mueres en manos de Santos Quishpe
o te transformas en un terrible tirano
más feroz que él.

JACINTO: Antes, pasé mi vida entre libros y papeles,


fijo mi pensamiento en el f u t u r o . Cuando
vi el f r u t o de mi trabajo reducido a ceni-
zas, comprendí de repente que mi esfuer-
zo fue vano. Deploré por haber perdido
mi tiempo en fútiles tareas. Debí prepa-
rarme para fortalecer mis músculos, para
ser un buen guerrero.

QUILLA: ¿Cómo puedes ser un buen guerrero si


piensas "demasiado, si en todo momento
interrumpes a los dioses con tus réplicas
y contrarréplicas, si todavía no has resuel-
to qué camino seguir?. ¿Cómo puedes
liberar a tu pueblo, si no muere tu vani-
doso yo, tu mente analítica e inquisido-
ra? Jacinto Collaguazo ante los ojos de
los dioses apenas se perfila c o m o un ser
presumido, c o m o un personaje pleno de
adjetivación sin sustancia alguna.
142

JACINTO: (Humilde). Debes perdonarme si no he


sabido expresarme como es debido.

QUILLA: Debes callar y obrar más.

JACINTO: ¿Qué quieres que haga?

QUILLA: La pregunta suena más sensata. Para empe-


zar, t o m a tu poncho y cúbrete (Jacinto se
pone el poncho). ¡Perfecto!.

JACINTO: ¿Vamos a salir?.

QUILLA: ' Ni una palabra más. Espero de ti completo


silencio, absoluta obediencia (airada). A h o -
ra finges profunda humildad. ¡Demasiado
conozco a sujetos como t ú . Nunca quieren
renunciar a sus privilegios. Nacieron izami-
nas y pretenden ser caciques a cualquier
precio en cualquier t i e m p o y lugar. Cuan-
do no consiguen ser " l l a c t a i o s " pretenden
convertirse en libertadores de pueblos. Y
cuando disponen de ejércitos y armas, in-
cendian ciudades, cometen genocidios y
se transforman en terribles tiranos peores
que los adversarios a quienes combatieron.
De esta manera, la libertad para los pueblos
no llega nunca.

JACINTO: Antes de callar definitivamente y obedecer-


te quiero saber qué suerte corre mi amigo
Domingo?.

QUILLA: Domingo Q u i m b o , es ahora Jacinto Colla-


guazo en la parcialidad de Pimampiro. Co-
mo es de suponer, sigue la senda del lado
derecho. Si deseas verlo, retírate de la
escena. Con el poncho que llevas puesto
lograrás hacerte invisible y presenciar lo
que sucede .. (Mutis de los dos).
(Salen a escena Q u i m b o y Padre Juan).
143

QUIMBO: (Arropado con una manta, sentándose en


el lecho). Padre Juan, le hice llamar por-
que me siento morir!.

PADRE J U A N : Me tienes a tu lado, buen Jacinto! Qué


quieres de mi?.

QUIMBO: A t o r m e n t a mi espíritu un pesar que no me


da sociego ni en las horas de vigilia ni en
las de reposo.

PADRE J U A N : Has cometido algún pecado grave?.

QUIMBO: Una sarta sin f i n .

PADRE J U A N : Contra la fe?.

QUIMBO: De eso me arrepentí hace mucho tiempo.

PADRE J U A N : Recuerdo que incursionaste en las artes


mágicas del antiguo Q u i t o . No es así?.

QUIMBO: Eso f u e e l principio de mis males.

PADRE J U A N : Realizaste prácticas de alta magia?.

QUIMBO: Solo con mi esposa.

PADRE JUAN: Invocaste a Satanás?.

QUIMBO: A Pachacámac!.

PADRE J U A N : Pachacámac significa creador y conserva-,


dor del m u n d o . A mi m o d o de ver no co-
metiste falta grave ninguna.

QUIMBO: Yo era cristiano practicante. Un día des-


mayé en la fe por auxiliar a Jacinto.

PADRE JUAN: Qué estás diciendo, hombre de Dios?.


144

QUIMBO: Que he pecado contra la verdad. C ó m o de-


cirle que durante largos años he suplantado
a Jacinto Collaguazo?.

PADRE J U A N : Si no eres Jacinto Collaguazo, quién puedes


ser?.

QUIMBO: Soy Domingo Q u i m b o , natural de Otavalo,


por largos años al servicio de los padres do-
minicos, pariente y huasicama del cacique
Jacinto Collaguazo.

PADRE JUAN: Qué pruebas me das para creerte?

QUIMBO: Cualquier religioso de la orden dominicana,


cualquier natural de Otavalo puede recono-
cerme.

PADRE JUAN: H u b o o t r o Jacinto Collaguazo en esa épo-


ca?.

QUIMBO: Sí, el auténtico.

PADRE JUAN: Por qué suplantaste a Jacinto?.

QUIMBO: Por orden de la diosa Quela.

PADRE JUAN: Quién es esa diosa?.

QUIMBO: Una sona maravillosa que a veces adquiere


la apariencia de tigre.

PADRE JUAN: Sona? ¿Qué significa esa palabra?.

QUIMBO: En Shilipanu significa mujer.

PADRE JUAN: ¿Qué tuvo que ver esa mujer en el asunto?

QUIMBO: Gracias a ella, Tránsito Guarnan, novia de


Jacinto, no fue violada por el hijo de San-
tos Quishpe.
145

PADRE J U A N : Cualquier cristiano puede defender a una


doncel la en peligro.

QUIMBO: No se ha sabido que las cristianas se trans-


formen en tigresas para pelear y en diosas
para instruir.

PADRE J U A N : Debió ser una bruja.

QUIMBO: Una bruja es una infeliz practicante de ma-


gia negra. Por lo que yo sé, jamás las ser-
vidoras de Satanás se proponen defender
la virtud de las doncellas.

PADRE J U A N : Pero pueden obrar falsos milagros para


atraer a los hijos de Dios apartándolos de
la fe.

QUIMBO: Las brujas no curan radicalmente, el mal


del adulterio y la fornicación en el matri-
monio.

PADRE J U A N : De qué pecado quieres acusarte a más de


"tu impostura?.

QUIMBO: Me inquieta la desaparición de Tránsito


y Jacinto.

PADRE J U A N : Temes que hayan muerto?.

QUIMBO: Sí.

PADRE J U A N : Has hecho algo para reencontrarlos?

QUIMBO: Desde que salí de la cárcel me dediqué a


buscarlos. Viajé a Otavalo, pregunté en
las comunidades sobre el paradero de ellos.
Nadie me dio razón.

PADRE JUAN: Cómo pudiste suplantar al verdadero Jacin-


to?.
146

Q U I M B O : Solo bastó un simple t r u c o . No hubo ne-


cesidad de recurrir a la magia.

P A D R E J U A N : Por qué no esperaron el curso de los acon-


tecimientos?.

Q U I M B O : Era necesario que Jacinto se entreviste con


Tránsito.

P A D R E J U A N : Tan necesario era eso?.

Q U I M B O : La muchacha estaba acosada por su padre


y su pretendiente.

P A D R E J U A N : ¿Cómo es eso?.

Q U I M B O : Don Francisco Guarnan, determinó que su


hija se case con el hijo de su amigo Santos
Quishpe.

P A D R E J U A N : Por qué ella tuvo que desobedecer a su pa-


dre?

Q U I M B O : Tránsito no amaba a Miguel Santos.

P A D R E J U A N : Qué historia es esa? Desde cuándo una mu-


chacha debe hacer lo que le da la gana?.

En los pueblos de Q u i t o es costumbre de


Q U I M B O :
los padres consultar el parecer de sus hijos
en materia de m a t r i m o n i o .

El santo m a t r i m o n i o tiene por fin procrear


P A D R E J U A N :
hijos para Dios sin ejercer actos de idola-
tría propios de paganos.

Entonces deberé acusarme yo también de


Q U I M B O :
haber amado a mi mujer hasta el p u n t o de
haberla considerado como t e m p l o vivo de
la Diosa que la habita.

P A D R E J U A N : ¿Qué Diosa?
147

QUIMBO: El aspecto femenino del Ser Supremo.

PADRE J U A N : Ahora comprendo por qué Satán ejecuta


obras de aparente bondad. Ha cobrado
para sí cuatro almas con el cuento del
amor.

QUIMBO: Mi alma no será de él porque me he vuel-


to a Dios con t o d o mi corazón.

PADRE J U A N : Solo un obispo puede absolverte previa


la revisión de tus escritos. A propósito,
lograste terminar esa Crónica de las Gue-
rras Civiles?.

QUIMBO: ¡Sí, padre!.

PADRE J U A N : Puedes dármela?.

QUIMBO: ¡No dice que debe revisarla un obispo?.

PADRE J U A N : Daré un buen informe de ti si me la das.

QUIMBO: No encontrará en ella nada que atente con-


tra la fe y las sanas costumbres.

PADRE J U A N : ¿Cómo lo sabes?.

QUIMBO: Para no errar, me he pasado estudiando la


Suma Teológica de Santo Tomás de A q u i -
no.

PADRE JUAN: Esa no es garantía suficiente.

QUIMBO: Deberé quemar mis papeles?.

PADRE JUAN: Te lo diré cuando acabe de leerlos.

QUIMBO: ¿Y ahora me dará la absolución?.

PADRE JUAN: No es necesario puesto que no has p o d i d o


demostrarme que no eres Jacinto Collagua-
148

zo. (Observando los manuscritos que se


encuentran sobre la mesa). Los mismos
rasgos, el mismo estilo. Hasta se diri'a que
no has perdido la memoria.

QUIMBO: (Exasperado) ¡Padre, yo no soy Jacinto


Collaguazo!.

PADRE J U A N : Si me dijeras: " Y o , Jacinto Collaguazo,


confieso haber pecado", te dan'a la abso-
lución.

QUIMBO: Y o , Jacinto Collaguazo, confieso haber pe-


cado contra el octavo mandamiento duran-
te largos años de mi vida.
(Oscuridad t o t a l ) .

PADRE J U A N : ¡Ja, ja, ja, ja! Pueden imaginar, hermanos,


a un Cronista indiano fingiendo ser otra
persona para salvar de las llamas la Cróni-
ca que su confesor dominicano le impusie-
ra reconstruir? Sí, padre Superior, la he
traído conmigo para que Usted la lea.
Ahora Jacinto frisa con los 80 años. Es
un anciano de gran j u i c i o y singular talen-
to.

( V U E L V E LA L U Z . Ha desaparecido Q u i m b o . Padre Juan prepara


sus maletas. De" p r o n t o , sale a escena Santos Quishpe).

SANTOS: A ú n no se ha integrado al grupo de expa-


triados, reverendo?.

PADRE J U A N : Le ruego que tenga un poco de paciencia.

SANTOS: Es que voy a estar plantado t o d o el día


solo por usted?.

PADRE J U A N : Se me han extraviado unos papeles. Ese


es el m o t i v o de mi demora.
149

SANTOS: Nada debe salir del país. Ya sabe la orden.

PADRE J U A N : Puede quedarse con t o d o lo que ve en esta


alcoba ... Pero mis libros y papeles son in-
dispensables...

SANTOS: Indispensables a quién?.

PADRE J U A N : A la humanidad...

SANTOS: No tiene derecho a llevarse ni un solo pa-


pel.

PADRE J U A N : A quién puede servir unos apuntes con letra


intelegibie?.

SANTOS: Si busca la Crónica de Jacinto Collaguazo,


pierde vanamente el tiempo.

PADRE J U A N : Cómo sabe que busco esa Crónica?.

SANTOS: No es d i f í c i l adivinar por qué hurga en cel-


da ajena ...

PADRE J U A N : (Irritado) Quién tiene ahora esa Crónica?

SANTOS: La tengo y o . Acabo de arrebatarla al Padre

Superior.
PADRE JUAN:
(Abrumado) ¡Debe devolvernos!.
SANTOS:
Por qué debo restituirla si no os pertenece?
PADRE J U A N : Sin la obra de Collaguazo es imposible re-
construir la historia de Q u i t o .

SANTOS: Es eso esencial para la salvación de vuestras


almas?.

PADRE J U A N : Lo es para el Padre Juan de Velasco que es-


cribirá la Historia del Reino de Q u i t o en
150

América Meridional.

SANTOS: Eso me tiene sin cuidado.

PADRE JUAN: No eres nativo de Quito?.

SANTOS: Soy de descendencia cuzqueña.

PADRE JUAN: (Enardecido). La Crónica de Collaguazo es


una épica rapsodia de las glorias de Q u i t o .
Es un himno de alegría de una tierra exhu-
berante y bella. Es el memorial fidedigno
de varones recios y virtuosos. (Con sorna)
Toda esa maravilla literaria te tiene sin
cuidado porque desciendes de un picaro
extremeño en una malinche cuzqueña?.

SANTOS: Su Majestad el Rey de España ha ordena-


do que todos los bienes de Tos Jesuítas
sean confiscados.

PADRE JUAN: Espero que hagan buen uso de nuestros


bienes.

SANTOS: De eso no se preocupe, reverendo.

PADRE J U A N : Ojalá no se extravíe la Crónica de Colla-


guazo.

SANTOS: La hemos puesto a buen recaudo.

PADRE J U A N ; ¡Ahora, adiós! (Toma, un maletín con


libros y se dispone a salir).

SANTOS: ¡Nada! ¡He dicho que no debe llevar


absolutamente nada!.
(Le arrebata el maletín).

OSCURIDAD TOTAL.

V O Z T R É M U L A DE PADRE J U A N : ¡Patria querida, cálido sue-


lo donde nací!. En tierra
151

extraña voy a morir, bajo el sol f r í o de


ajenos cielos! ¡Adiós maizales, ríos y
valles donde se ocultan pájaros de oro.

Serenos lagos que el rostro adusto de los


nevados fieles retratan, adiós me voy, lejos
de aquí, para nunca más volver!.

(LUCES: Otra vez la misma escena. Quimbo yace en el lecho).

QUIMBO: (Incorporándose en el lecho) ¡Por cari-


dad, llamen a Fray Reinaldo, mi confe-
sor!.

SANTOS: (Presentándose ante Quimbo) ¡Morirás


sin confesión, vejete!.

QUIMBO: ¿Qué haces en mi alcoba?

SANTOS: He venido a ver cómo agonizas.

QUIMBO: ¿Por dónde has entrado?

SANTOS: No es difícil recorrer los cerrojos desde


afuera.

QUIMBO: Cómo es posible que no te haya sentido


entrar?.

SANTOS: Estuviste delirando por más de una hora.


Mal rato me has hecho pasar.

QUIMBO: ¡Por caridad, llama a un sacerdote!.

SANTOS: ¿Es que no sabes quién soy?.

QUIMBO: Si no me equivoco eres el hijo de Santos


Quishpe.

SANTOS: No tienes mala memoria.

QUIMBO: ¿Qué quieres de mí?.


152

SANTOS: Averiguar el paradero de Jacinto Colla-


guazo.

QUIMBO: Quién crees que soy y o ? .

SANTOS: El falso Jacinto Collaguazo.

QUIMBO: Eres el único que me ha reconocido en


años.

SANTOS: ¿Me temes?.

QUIMBO: No.

SANTOS: Dime sin ambages dónde está el verdadero


Jacinto.

QUIMBO: Te j u r o que no sé nada.

SANTOS: ¿Le mataste?.

QUIMBO: Dios me libre de semejante atrocidad.

SANTOS: ¿Dónde le enterraste?,

QUIMBO: ¡Vaya pregunta! Es una broma macabra,


o...?.

SANTOS: Hace años que el verdadero Jacinto Colla-


guazo desapareció .. Qué puedes decirme
de eso?.

QUIMBO: Si lo supiera todos me conocerían con mi


verdadero nombre.

SANTOS: Cuando Jacinto desapareció también se


esfumó misteriosamente un tal Domingo
Quimbo.

QUIMBO: Ese soy y o


153

SANTOS: Por qué decidiste suplantar la personalidad


de Jacinto hasta el punto de engañar a todo
el mundo exceptuando a mi padre?.

QUIMBO: Así es que tú y tu padre sospecháis que yo


soy un asesino?.

SANTOS: Mientras no pruebes lo contrario, tú ten-


drás que responder por el paradero de Ja-
cinto Collaguazo y Tránsito Guarnan.

QUIMBO: Qué? Es que no te casaste con ella?.

SANTOS: Te aconsejo que no bromees.

QUIMBO: Recuerdo aquella noche en que falló tu


intento de violarla.

SANTOS: Quedó bajo tu protección.

QUIMBO: ¡Mientes!.

SANTOS: Ni su padre ni yo volvimos a verla más.

QUIMBO: Han pasado muchos años desde entonces.


Si ellos viven, ya deben estar envejeciendo
o muertos ... Por qué tanto tesón por dar
con ellos?.

SANTOS: Hay cuentas que deben ser pagadas.

QUIMBO: Te deben algo?.

SANTOS: Esos miserables se burlaron de mí ...

QUIMBO: ¿Por qué les guardas rencor?.

SANTOS: ¡Se bur-la-ron de m í ! .

QUIMBO: Debes perdonar a tus enemigos.

SANTOS: Y tú confesar la verdad a los curas para


154

que no acumules una confesión sacrilega


tras otra.

QUIMBO: ¿Cómo sabes mi problema?

SANTOS: Acabas de revelarlo t o d o en tu delirio.

QUIMBO: (Con brío) Yo tuve que asumir la responsa-


bilidad de Jacinto para protegerle de ,1a
feroz persecución de tu padre.

SANTOS: Mi padre cumpl(a con su deber ...

QUIMBO: Yo f u i testigo de los hechos ... Tu padre


quería convertir a Guarnan en cacique de
la reducción. Logró su propósito?.

SANTOS: Los frailes no lo aceptaron...

QUIMBO: Por qué?

SANTOS: Preguntas demasiado, vejete ...

QUIMBO: Estás satisfecho con haberme encontrado?

SANTOS: Bien sabes que no te busco a t i .

QUIMBO: Pues has perdido lamentablemente el


tiempo.

No del t o d o . Tendrás que comparecer an-


SANTOS:
te el Corregidor de Ibarra. Allá te harán
declarar toda la verdad.

Los padres jesuítas responderán por m í .


QUIMBO:
Ellos- saben que desde cuando salí de la
cárcel no he cometido ninguna acción cri-
minal.

SANTOS: (Se desternilla)

QUIMBO: Por qué te ríes?.


155

SANTOS: Los padres jesuítas acaban de salir del


país en virtud de la Real Cédula de su
majestad Carlos I I I .

QUIMBO: Debieron informarme antes de irse.

SANTOS: (Se desternilla).

QUIMBO: Estoy diciendo algo gracioso?.

SANTOS: Ni siquiera se les dio tiempo para que se


lleven la Crónica que escribiste.

QUIMBO: Qué estás diciendo?

SANTOS: Que otra vez va a suscitarse el caso de un


indio dedicado a escribir.

QUIMBO: Quién tiene esa Crónica?.

SANTOS: Mi padre.

QUIMBO: Le di al padre Juan para que la consul-


te cuando escriba la historia de Q u i t o .

SANTOS: El Rey ordenó que los expulsos debían


conservar únicamente su sotana y su
breviario.

QUIMBO: (Apesadumbrado) ¡Vano esfuerzo el


mío!.

SANTOS: (Se desternilla).

QUIMBO: Y ahora qué va a ser de mí?.

SANTOS: Morirás sin confesión. (Se desternilla).

QUIMBO: Pero nadie me arrebatará al Dios que


mora dentro de m í!.

(Aparece Quilla).
156

SANTOS: (Presa de pánico) ¡Oh no, a m í ! .

QUIMBO: ¿Por qué tiemblas, cholo miserable?.

SANTOS: ¡Otra vez el tigre! (Señala a Quilla y em-


prende la fuga).

QUILLA: No es asunto m í o si su mala conciencia


le ha hecho ver horribles visiones.

QUIMBO: (Asombrado) ¡Mama Q u i l l a ! De dónde


sales?.

QUILLA: (Colocando su índice en los labios) ¡Chist!


(Susurrando) ¡Sigúeme!.

QUIMBO: Adonde?.

QUILLA: ¡Obedece! ¡Sigúeme!.


(Quimbo se levanta del lecho y sigue a Ma-
ma Quilla.
Ambos se pierden en las tinieblas).

VOZ DE Q U I L L A : ¡No es el f i n , buen D o m i n g o ! Un iniciado


no muere. Un caballero tigre del país de
la Mitad emigra indefectiblemente a las Plé-
yades celestes. Si los frailes no te quisieron
absolver poco importa. Amaste al Único
dentro de tu corazón. No fornicaste. Res-
petaste la vida ajena. No mentiste. Qué,
no fuiste Jacinto Collaguazo? Desde que te
cambiaste de vestidura dejaste de ser Do-
mingo Q u i m b o para transformarte en Jacin-
to Collaguazo.

VOZ DE QUIMBO: Yo sé que el verdadero Jacinto Collaguazo


vive en algún rincón del Universo. Dónde
está él?.

VOZ DE QUILLA: Hizo el viaje al Gran Pasado. Ahora se


mueve por el universo pluridimensional. Si
157

eres capaz de ver puedes presenciar la esce-


na que sigue...

(VUELVE LA LUZ. Q U I L L A Y QUIMBO HAN DESAPARECIDO).

TRANSITO: (Penetrando en el interior de la alcoba.


Lleva una olla). Siempre me intrigó el in-
terior de esta casa. Quién la habitará?
me preguntaba. Un di'a me informaron
que allí vivía un cacique solitario. "Debe
dormir con la l u n a " , pensé. Si no está
loco le habitará el C a t e q u i l " . Más, ahora
que he llegado, temo no encontrar a na-
die... (Observando) Todo es igual. Solo
falta el extraño habitante.

(Aparece Jacinto).

JACINTO: (Semidesnudo.- El cuerpo dorado. Como


un héroe primitivo). Estoy aquí.

TRANSITO: (Maravillada) ¡Poderoso señor, eres due-


ño de este d o m i n i o ! .

JACINTO: L o soy.

TRANSITO: Cuál es tu nombre?

JACINTO: Jacinto Collaguazo.

TRANSITO: En otro tiempo oí esa voz, ese nombre ...


Todo lo mismo.

JACINTO: El tiempo no existe, Todo es un eterno


presente.

TRANSITO: No te entiendo, señor.

JACINTO: Ves el cuchillo que llevo? (Lo muestra


ensangrentado) Acabo de sacrificar a
un mísero plumífero.
158

TRANSITO: Qué clase de ave?.

JACINTO: A Jacinto Collaguazo, el poeta e historia-


dor indiano que escribe denosamente en
idioma de Castilla.

TRANSITO: Hay o t r o que lleva tu mismo nombre?

JACINTO: Una legión. Pero el que acaba de ser sacri-


ficado es el más conspicuo.

TRANSITO: Por qué le mataste?.

JACINTO: Fraguaba asesinarme durante los Ejercicios


Espirituales. A f o r t u n a d a m e n t e sentí tus
pasos desde el fondo del valle. ¡Es ella!
—dije— Y desperté. Lo demás es fácil adi-
vinar.

TRANSITO: Es que yo no entiendo nada.

JACINTO: No me temes?

TRANSITO: Por qué he de temerte?.

JACINTO: Deberías horrorizarte.

TRANSITO: Hay algo de admirable en t i .

JACINTO: Quieres saber quién fue la víctima?

TRANSITO: Sí.

JACINTO: Observa esa mesa.

TRANSITO: Papeles, libros.

JACINTO: Ese loco leía y escribía sin descanso, era


y o . Resulta que ese sujeto me dominaba y
159

quería meterme a fraile. Pero, como tú lo


ves, ya no existe porque lo he matado.

TRANSITO: Y lo hiciste por mí?.

JACINTO: Por t í .

TRANSITO: Hay algún motivo?

JACINTO: Te quiero! ves cómo nos alumbra el sol


verdadero?

TRANSITO: Tú eres mi sol verdadero!.

JACINTO: De prisa! ¡Salgamos de aquí! ¡Ya no más


estos antros tristes sin aire ni luz!.

QUILLA: (Apareciendo) ¡Todavía no! ¡Debes co-


mer lo que ella te ha traído!.

JACINTO: Por qué apareces desnuda cabalgando sobre


un tigre?.

QUILLA: No preguntes nada! ¡Calla y obedece!.

TRANSITO: (Hace a Jacinto una seña de guardar silen-


cio).

JACINTO: (Para sí) Recordar y obedecer (Permanece


quieto).

QUILLA: Sírvele esa quinua.

TRANSITO: (le da la olla)

QUILLA: ¡Sólo dos granos! ¡En esa cuchara! (Le


quita la olla y da a Jacinto dos,granos de
quinua).

JACINTO: (Recibe el don y se sirve de un sorbo)

QUILLA: (A la bestia imaginaria) ¡A él, gatita m í a !


160

¡Arráncale el corazón, los testes, la prósta-


ta, el r i ñ o n ! .

JACINTO: (Lucha con una bestia invisible. Al fin se


proclama vencedor colocando su pie dere-
cho sobre un presunto cadáver).

QUILLA: Imbécil! Has matado a mi bestia favorita!


¡Ahora seré tu esclava! (A Tránsito).
Acércate, muchacha! ¡No temas a este
varón! Ha logrado matar al cacique Jacin-
to Collaguazo, ha obtenido fortaleza con
solo dos granos de quinua y ha conseguido
eliminar mi potencia femenina! Un ser
como él merece ingresar al m u n d o de los
dioses. (De un baúl saca un poncho rojo)
He aquí' la investidura regia para iniciar
la nueva vida! Deja que ella te revista con
el poncho de fibras torcidas por el lazo
izquierdo.
(Jacinto inclina la cabeza y Tránsito le co-
loca el poncho).

QUILLA: Se vistan de fiesta todos los ámbitos! ¡Flo-


rezcan las rocas y lo oscuro se ilumine!
(Caen del cielo raso tapices multicolores y
brotan del suelo burbujas de luz). A n t e la
diversidad cósmica, sed uno, hijos míos!,
(hace Mutis).

JACINTO: (Frente a Tránsito). En los cielos ecuato-


riales lucen nuevos signos. Nuevos y anti-
guos a la vez, Preciso es descifrarlos para
descubrir en ellos el destino verdadero del
genes p r i m o r d i a l .

TRANSITO: Tus palabras tienen la v i r t u d de despertar


ecos lejanos de dormidos paraísos.

JACINTO: ¿Podrás seguir mis pasos rumbo a la aven-


tura?.
161

TRANSITO Seguiré los hitos que me traces en los sen-


deros floridos.

JACINTO: Y crearemos el m i t o . Tú y yo convertidos


en el primer Wariwiracocharuna.

TRANSITO Tú y yo en la ruta de la vida.

JACINTO: Porque y o , espermatozoo crístico, habitaré


en tu óvulo donde gritará de alegría nuestro
niño de oro.

TRANSITO Porque el f u t u r o será él.

(Se funden en un abrazo).

TELÓN.
ÍNDICE

Págs.

PRESENTACIÓN 5
UNA CIVILIZACIÓN EN LA M I T A D DEL MUNDO
INTRODUCCIÓN 9
EN TORNO DE U N A P O L É M I C A :
PRO VELASCO O C O N T R A V E L A S C O 13
QUE ERA Q U I T O 18
Q U I T O , U N A C I V I L I Z A C I O N SERPENTINA 23
C U L T O AL TIGRE 26
EL CASO INCA 32
C I V I L I Z A C I O N E S EDÉNICAS Y A R T I F I C I A L E S 37
SAGA H E R O I C A DE Q U I T O 40
EN TORNO A U N A F U N D A C I Ó N 47
R U M I Ñ A H U I Y LA F U N D A C I Ó N DE Q U I T O 49
R U M I Ñ A H U I , DEFENSOR DE Q U I T O 54
PODER Q U I T E Ñ O 58
PAGANISMO A D E N T R O 61
VOCABULARIO VERNÁCULO 65
ACLARATORIA 69

J A C I N T O COL L A G U A Z O
CRÓNICA I N D I A N A EN TRES PRETÉRITOS,
O R I G I N A L DE JAIME M O R E N O H. 71
P R E T É R I T O PLUSCUANPERFECTO 73
PRETÉRITO A N T E R I O R 106
PRETÉRITO POSTERIOR 136
IMPRESO EN LOS T A L L E R E S G R A F I C O S
DEL INSTITUTO ANDINO DE ARTES POPULARES
DEL CONVENIO A N D R É S BELLO
QUITO—ECUADOR
JULIO-1991

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