Toribio de Mogrovejo
Toribio de Mogrovejo
Toribio de Mogrovejo
CRISOL
DE LAZOS
SOLIDARIOS
T O R I B I O A L F O N S O
M O G R O V E J O
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C R I S O L D E L A Z O S
S O L I D A R I O S
T O R I B I O A L F O N S O M O G R O V E J O
PRESENTACIÓN 9
I. INTRODUCCION 13
1. Avivar la memoria 13
2. Voces de cuatro siglos 15
II. RAÍCES 19
3. Encrucijadas 19
4. Villaquejida 20
5. Mayorga 21
6. Santander 23
7. De los de Cajamarca 25
8. «Salió una noche a jugar a la luna» 26
III. FORMACIÓN 27
9. Valladolid 27
10. Salamanca 28
11. Coimbra 29
12. Compostela 30
13. San Salvador de Oviedo 33
14. Granada 38
15. Habló Roma 41
16. Adiós a su madre 43
17. Sevilla 45
IV. CONTEXTO PERUANO 47
18. El Tahuantinsuyo 47
19. Exploración y conquista 49
20. Pioneros de la Evangelización 50
21. Los Virreyes 53
22. Pastores 55
23. El Padre Valverde 57
24. Jerónimo de Loaysa 58
25. Contexto socioeconómico y cultural 64
26. Surcando el Atlántico 66
27. Por Nicaragua y Panamá 66
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28. El Paraíso del Nuevo Mundo 67
29. En La Ciudad de los Reyes 69
V. LA LEY 73
30. Tres concilios, trece sínodos 73
31. Derechos Humanos 76
32. Educación 78
33. Salud 79
34. Familia 80
35. Protagonismo del indio 82
36. Tercer Concilio Limense 84
37. Identidad del Perú 87
38. Tres catecismos, una doctrina 89
VI. EL PASTOR 93
39. El “Borromeo” de las Indias 93
40. Colegio - Seminario 96
41. Excedencia de sacerdotes 100
42. ¿Qué pasó con el clero indígena? 101
43. Sus obispos 104
44. Sacerdotes que ordenó 105
45. La Catedral 107
46. Templos y parroquias 109
47. Hospital de San Pedro 110
48. Fundador de Santa Clara 113
49. Casa de las «divorciadas» 117
50. Asociaciones 118
51. Universidad de San Marcos de Lima 121
52. Copacabana 123
VII. MISIÓN 125
53. 40.000 kilómetros 125
54. Un diario aun inédito 129
55. Primera Visita: 1584-1588 132
56. Segunda Visita: 1593-1598 133
57. Tercera Visita: (1601-1606) 134
58. Indios de Chachapoyas con papagayos 135
59. En Yauyos: Hecho pedazos 135
60. En la villa de Cañete 136
61. «Ir por la noche a un indio que se moría» 138
62. Cruzando un río 138
63. Con sus propias manos 139
64. Hasta los obrajes 141
65. Inmigrantes muertos de hambre 142
66. Con indios de guerra 144
67. Cura las verrugas 146
68. Roturando la geografía del Perú 147
69. Sotana, alpargatas y ropa interior 150
70. Compañeros de ruta 152
71. Guadalupe de Pacasmayo 159
4
72. Se muere cantando 161
VIII. PERSONALIDAD 167
73. La visita del amigo 167
74. Agenda llena de trabajo 168
75. Semana Santa y Navidad 171
76. Un pulso al poder político 173
77. Reconciliación 175
78. Confesiones de su confesor 176
79. El «Nobel» de la Paz 177
80. Solidario con los pobres 180
81. Cosas sin importancia 182
82. Trovador de la Señora 183
IX. HACIA LOS ALTARES 185
83. Entierro en Saña. Traslado para Lima 185
84. Le contaron 106 huesos 187
85. «La estrella convertida en sol» 189
86. El Fénix de las becas 192
87. Tantos como en Jerusalén 194
88. La Congregación de Naturales de Castilla-León 195
89. Patrono de Trujillo 198
90. Patrono de los obispos de Latinoamérica 199
91. Fiestas del III Centenario en 1906 202
X. MEMORIA QUE PERDURA 205
92. «Tradiciones» de Palma 206
93. Mayorga 208
94. Villaquejida 218
95. La Catedral de Lima 221
96. Zaña, en tierras de Sipán 227
97. Italia 231
98. Geografía popular de los milagros 234
99. Oraciones. Mons. Manuel Tovar 241
100. Takillakta. Caballero de los Andes 242
CONCLUSIÓN 245
BIBLIOGRAFÍA 247
5
6
7
CRISOL DE LAZOS SOLIDARIOS
Amigo lector del tercer milenio, tengo el gusto de ofrecerte la publicación de una monografía
actualizada de la persona y trascendencia de Toribio Mogrovejo, como factor de integración
cultural de diversas comunidades autónomas de España (Castilla-León, Cantabria, Galicia,
Andalucía), Portugal, Italia, Perú e Iberoamérica. Él se convirtió en crisol "recipiente refractario
para fundir materias a temperaturas muy elevadas". En un tiempo de guerras religiosas y de
beligerancia militante como fue la que le tocó vivir, supo aunar el compromiso más audaz con sus
propias creencias con el más delicado respeto a las conciencias religiosas (de protestantes,
musulmanes, judíos, panteístas) y las culturas (castellana, lusitana, andina, afroamericana) con las
que le tocó convivir.
En un mundo como el del 2000 que ve como amenaza las migraciones de pueblos y la
globalización, su ejemplo de emigrante sin retorno que da lo mejor de su ser y su cultura al tiempo
que asimila la adoptiva, se convierte en senda segura para caminar. En personas como las actuales,
necesitadas de tantas síntesis para ser "recipientes refractarios" (muy resistentes), su ejemplo nos
puede ayudar a "fundir" (frente a tanta confusión) a "temperaturas muy elevadas" (solidaridad,
crear lazos). G. Bernanos escribió que "la juventud es quien mantiene al resto del mundo a la
temperatura normal; cuando ella se enfría, al mundo le castañetean los dientes". Mogrovejo fue
un joven crisol que supo vivir a temperaturas muy altas, purificando la escoria de la mediocridad y
aportando luz y calor. Adelanto un gesto bien concreto: el 13 de mayo de 1593 escribe una carta al
Rey Felipe II, desde Lima, en la que le informa de los 3.760 negros y 210 mulatos existentes en
Lima, denunciando cómo "los mercaderes que los traen (desde Cabo Verde) los transportan por
pura mercadería de una parte a otra", y solicita misioneros que les apoyen por considerarlo
"negocio de mucha lástima y digno de consideración y remedio".
. Un mayor conocimiento del protagonista presentado, especialmente entre los miembros de las
comunidades que él recorrió.
. Acercamiento a una realidad concreta de asimilación integral de la cultura renacentista a través
de los distintos centros académicos existentes en España en el Siglo XVI, y proyección cultural
solidaria inculturada en el Nuevo Mundo.
. Vivencia de la utilidad y actualidad de la historia en la comprensión integral y construcción
solidaria del mundo del Tercer Milenio.
. Enriquecimiento cultural y humanístico, guiados por el magisterio de Toribio Mogrovejo y
cuantos discípulos (en la ciencia y en la vida) le han seguido.
Los recientes centenarios de Felipe II y Carlos I han puesto de manifiesto la densidad histórica de
sus reinados, entre los que se mueve nuestro protagonista. Mogrovejo vive un cambio de época
(1536-1606) de gran paralelismo con la actual, se nutre de lo mejor de la cultura humanística de
las universidades de Valladolid, Salamanca y Coimbra, y se proyecta hacia el Nuevo Mundo en
8
calidad de organizador de la nueva sociedad a la que dota de identidad propia en el marco de la
solidaridad universal cultural. Un adelanto de este trabajo fue la elaboración del folleto Toribio
Mogrovejo, el castellano-leonés que abrazó todas las razas editado por la Junta de Castilla y
León, (Valladolid 1995) y que fue acompañado de conferencias, exposiciones, cassettes, videos,
intercambios culturales, gestos solidarios, uno de ellos ) - por iniciativa de Cruz Roja de Mayorga
y el apoyo económico del Ayuntamiento de Valladolid y la Junta de Castilla y León- la creación
del Instituto Tecnológico "Mayorga" en Zaña (Perú). Es sintomático que cuantos mayorganos
visitan Perú se ven obligados a recorrer las huellas del paisano universal, llegando a Lima y hasta
Zaña, Lambayeque. De igual modo, cuantos peruanos visitan Mayorga son cordialmente
bienvenidos ya que representan el recuerdo vivo de Mogrovejo. Este hermanamiento entre
Mayorga, Zaña y Lima, formalizado en convenios entre las autoridades cívicas y religiosas (el
párroco de Mayorga es canónigo honorario de la Catedral de Lima) es un paradigma que ¡ojalá!
sigan las demás localidades vinculadas a nuestro personaje, "fuerza espiritual aglutinadora"
(Mons. José Delicado Baeza) de mayorganos y estimulante en Valladolid, América Latina y en la
Iglesia y en el mundo. Se evidenció el 2 de junio de 1992 con la presencia aglutinante del
Cardenal Vargas Alzamora, sucesor de Mogrovejo en la sede arzobispal de Lima, en Mayorga.
Como salmantino que soy, me sorprende el olvido actual en que la Universidad de Salamanca
tiene a uno de sus alumnos más destacados; más sorprendente aún cuando el Licenciado
Mogrovejo se sintió vinculado siempre a su alma mater, especialmente al Colegio Mayor "San
Salvador de Oviedo" en que vivió de hecho, la Universidad tomó partido activo en la causa de
canonización como inmortalizaría Nicolás Guerrero en El Fénix de las becas (Salamanca, 1728)
Para reconstruir esta semblanza biográfica, nos hemos servido especialmente de los testimonios de
los declarantes en el proceso de beatificación, tal como se custodia en las Actas del Archivo
Arzobispal de Lima, del Diario de la visita (1591-1605, aún inédito, en el Archivo del Cabildo
Metropolitano de la Catedral de Lima, de las mejores biografías antiguas (L. Pinelo, Echave,
Lorea, Montalvo, Guerrero...), así como de las documentadas y recientes obras de C. García
Irigoyen, P. Leturia, E. Lissón Chaves, V. Rodríguez Valencia y R. Vargas Ugarte. Todo ello, sin
descuidar los últimos estudios de egregios historiadores peruanos como G. Lohmann, Mons. J.
Dammert, P. Enrique Bartra, P. Armando Nieto y J.A. de la Puente sobre aspectos de su
personalidad o de F. Pini (quien tanto me ha ayudado con su buen hacer y actualizada biblioteca)
y M. León acerca de su misión en Conchucos, así como de Mons. Eduardo Velásquez para la
diócesis de Huaraz. Recogemos también testimonios orales de la memoria popular, muy viva, en
su tierra natal, Mayorga, como en la tierra donde descansó para siempre, Zaña. La presente
publicación, de carácter divulgativo y sin notas a pie de página que podrían entorpecer su lectura
fluida, es un avance enmarcado dentro de un proyecto integral de investigación, comenzado en
1990 y que ¡ojalá! pueda culminarse en el 2006 con motivo del IV Centenario de su muerte.
En la larga lista de agradecimientos no pueden faltar los amigos de Mayorga ( Donato y Jenny,
Dolores - sobrina y guardián del archivo del D. Vicente Rodríguez Valencia -, Lucía Fernández -
exconcejal de Cultura), de Villaquejida (D. Manuel Giganto que me acogió generosamente en su
hogar de Tudela-Navarra), de Lima (Seminario de Santo Toribio, en la persona de su Rector P.
Carlos García Camader; el Archivo de la Catedral con la exquisita amabilidad de Mons. Ricardo
Wisse y la disponibilidad de los archiveros Lothar Busse y Fernando López; el Archivo
Arzobispal donde uno se siente como en su casa gracias a la atención de su directora Dª Laura
Gutiérrez y el auxiliar Melecio Tineo; el Instituto "Riva Agüero" que en la persona de su Director
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Dr. José Antonio del Busto y su Secretario D. Carlos Gálvez siempre ha alentado el proyecto; de
Zaña (en la persona de su antiguo párroco P. Monteza, autoridades civiles, y el antropólogo Luis
Rocca). Los textos referentes a la proyección misional del Prelado deben mucho a la excelente
tesis aún inédita de Ángel Gómez (Roma 1998) en la Universidad Gregoriana.
Por último, agradezco al Ministerio de Cultura de España por seleccionar y apadrinar el
proyecto, así como a la Universidad Católica "Sedes Sapientiae", pequeña en edad (en el primer
aniversario de su creación) pero gigante en sus proyectos humanísticos y solidarios.
10
I. INTRODUCCIÓN
11
1. Avivar la memoria
Bernardo Díez de Alcocer, Fiscal general del Arzobispado desde 1596 y su fiel compañero
en las visitas generales como camarero, notario, maestresala y cuidado de la casa, testificará por
todos en el proceso de beatificación: y mientras el mundo durare le parece a este testigo que
durare esta memoria y...que se ha quedado muy corto en esta declaración por lo mucho más que
había que decir de la santidad y vida inculpable del dicho Santo arzobispo.
Porque, efectivamente, pocos peruanos tan conscientes de su misión como este "santo
padre" de la Iglesia de América, como lo definiese E. Dussel. Fiel a la consigna del Concilio de
Trento de que el obispo fuese un espejo para sus fieles, elevará muy alto el listón de humanismo y
de santidad, dibujándonos un paradigma ético que ha atravesado cuatro siglos y aún hoy nos puede
servir. Este universitario salmantino, natural de Mayorga (Valladolid), trazará una estela singular,
recorrerá un camino por el que podrán transitar cuantos pretendan globalizar lo único necesario: la
solidaridad. A tal fin no ahorrará trabajo ni fatiga hasta llegar a visitar el último rincón de su
dilatada diócesis, convirtiendo sus encuentros, sus visitas pastorales, en jornadas familiares en las
que se cimenta la futura convivencia peruana, sobre la base de la dignidad personal y la
proyección social.
Con la ley en la mano, su rostro "lleno de alegría", acariciando a todos con su mirada y con
el amor de Dios en el corazón, roturará la geografía del Perú, humanizándola, asentando la nueva
cristiandad de las Indias, confirmando a sus hermanos. Gracias a un carácter equilibrado,
armónico, evangeliza sin imposiciones, hermana razas sin abrir heridas, crea lazos forjados en
amistad exigente y gratuita. Impulsa la Universidad de san Marcos, crea cátedras de quechua,
legisla en sínodos y concilios, funda casas como la de las divorciadas o conventos como el de
Santa Clara, erige nuevas parroquias y, sobre todo, se entrega de lleno a la tarea de formar, desde
el Seminario, una minoría selecta con su clero que esculpirá un nuevo rostro en el nuevo ser del
Perú; un Perú forjado en la santidad, un Perú aglutinador de culturas, ilustrado, justo y solidario;
un Perú que, a las puertas del Tercer Milenio, si quiere ser fiel a sí mismo, debe bucear en su
intrahistoria y toparse con este personaje singular a quien todos llamaban "padre". Así lo reconoce
el académico de la Historia, J. Toribio Polo:
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Va ya para cuatro siglos. No fue un bello sueño de primavera, sino una historia real de la
que nosotros, ciudadanos del 2000 queremos hacer memoria viva para lanzarnos a un compromiso
solidario.
* 1653: "Porque el Arzobispo es una rueda en movimiento continuo" (A. de León Pinelo).
* 1670: "Espejo del verdadero obispo" (Jean Beau).
* 1683: "El Sol del Nuevo Mundo" (F.A. Montalvo).
* 1688: "La Estrella de Lima convertida en Sol sobre sus tres coronas" (F. Echave y Assu).
* 1727: "El Fénix de las becas" (Nicolás Antonio).
* 1894: "El mayor bienhechor de la raza indígena" (José Carmen Sevilla)
* 1899: "Lumbrera mayor de todo el episcopado americano, ejemplo y prototipo de varones
apostólicos"(I Concilio Plenario Latinoamericano, Roma).
* 1906: "Purísima gloria de la Iglesia y gloria también de nuestra patria que santificó con sus
virtudes pastorales y en cuyo cielo, a costa de sudores y fatigas sin cuento, hizo despuntar el sol de
la cristiana civilización" (C. García Irigoyen).
* 1906: "Padre de la Iglesia peruana" (J. Toribio Polo).
* 1940: "El más grande prelado misionero de la América Española, el gran Borromeo de los
Andes" (P. Leturia).
* 1942: "Pocas veces un hombre estuvo más preparado moralmente y mejor apercibido para llevar
a cabo un glorioso destino...Santo Toribio fue el paradigma del pastor ambulante" (V.A.
Belaunde)
* 1943: “Padre de la Fe y Sol del Mundo Americano” (S. Villalba)
* 1945: El protector de los indios (C. Bayle).
* 1956: Organizador y Apóstol de Suramérica (V. Rodríguez Valencia).
* 1970: Apóstol del Perú (S. Márquez Zorrilla).
* 1978: "Un obispo, santo Toribio de Mogrovejo, es factor de primer orden en ese jalón
fundamental de la Iglesia latinoamericana; por su libertad ante el Estado, su inteligencia y
voluntad de servicio, es modelo e inspiración de pastores" (Conferencia de Puebla, III CELAM).
* 1980: "Un obispo eminentemente misionero y para los indios casi un dios, un Inca" (E.Dussel)
* 1983: Patrono de todos los obispos de América Latina (Juan Pablo II).
* 1985: "En Santo Toribio descubrimos el valeroso defensor o promotor de la dignidad de la
persona [...] El fue un auténtico precursor de la liberación cristiana en vuestro país (Perú) [...] El
supo ser a la vez un respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes" (Juan Pablo II, en
Lima).
* 1986: "El apóstol de los Andes" (N. Sánchez Prieto).
* 1987: "Defensor del indio americano" (N. Mogrovejo Rojas).
"Modelo de celo apostólico, fortaleza y humildad" (Mons. J. Dammert).
"La figura de Santo Toribio refulge en Hispanoamérica por una santidad que, junto con ser
fidelidad al papa y a la Iglesia, es la opción evangélica por el pobre y el oprimido" (Fernando
Aliaga)
* 1989: "Promotor de los derechos humanos de los indios" (J.A.Benito)
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* 1991: "Intrépido obispo y misionero, inspirador de la Nueva Evangelización"(Cardenal Augusto
Vargas Alzamora)
* 1992: "Una vida más de ángel que de hombre"(J.Dumont).
"La figura más gloriosa de nuestra historia"(P.Isidro de la Viuda)
"Modelo de Pastor, de la estirpe de san Francisco Javier" (A. Nieto Vélez)
"Modelo de Evangelización en América Latina" (Ana Ofelia Fernández)
* 1993: "Uno de los grandes forjadores de la nacionalidad y el gran educador del hombre de la
sociedad peruana"(J. A. de la Puente Candamo).
* 1993: "El pueblo de Zaña tiene lazos profundos con Santo Toribio de Mogrovejo, quien pasó los
últimos días de su vida en dicha ciudad. Fue protector de los pobres y defendió a negros e
indios"(L. Rocca).
"Promoción integral de los valores humanos" (Apolinar Pastrana).
* 1994: "Encarna siempre en su vida el coraje y la alegría de una fe íntegra y ardorosa" (P.Tomás
Morales).
"El limosnero de los más pobres" (G.Lohmann Villena).
"Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado iberoamericano" (J.M. Iraburu).
"Cada malogrando va diciendo a santo Toribio: 'eres el orgullo de nuestra raza" (C.Aniz
Iriarte).
* 1995: "Padre de los pobres, Santo y amigo de Dios" (F.Pini).
"Apóstol del Callejón de Conchucos" (M.León).
"El clérigo más ilustre del Perú" (J. Dammert Bellido).
* 1999: "Patrono de la Misión Jubilar de Lima" (Mons. Cipriani).
"Apóstol de la diócesis de Huaraz" (Mons. J.E. Velázquez).
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II. RAÍCES
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Nace en una encrucijada de caminos, entre las actuales comunidades autónomas de Castilla-León,
Asturias, Cantabria y Galicia, en cuya tierra aprende lo que es el hogar, la vida de familia. En la foto
torreón de los Mogrovejo en Potes (Santander), de donde procedía la familia, campanario de Villaquejida,
tierra de su madre, y ermita del Santo en Mayorga, su patria natal.
3. Encrucijadas
Fue el maestro de historiadores, Luis Suárez Fernández, quien señaló a "Castilla como el
hogar donde se aprendía con unas dimensiones vitales determinadas, con un orden de valores y
con calidad de pensamiento y que después se transmitían a América". Los que nos criamos
alrededor de la lumbre, al calor del fuego del hogar, sabemos lo que esto significa, de diálogo
amistoso, cordial, festivo que convida a hacer familia. Castilla cuenta con otro vocablo aún más
significativo, "la gloria". El gozo vivido en el hogar, su felicidad, los proyectará Toribio Alfonso a
lo largo de su vida.
4. Villaquejida
En el campo movedizo de la investigación histórica, siempre hay que dejar campo abierto a
la novedad en función de nuevos documentos. Todo un capítulo de 27 páginas dedica el biógrafo
V. Rodríguez, malogrando, a fundamentar que la cuna de Toribio Alfonso Mogrovejo es Mayorga
y no Villaquejida. La problemática viene de la ausencia de la partida original de bautismo. No
existe en Villaquejida, patria de su madre, doña Ana de Robledo, y villa en la que se sabe que la
familia pasaba temporadas. Tampoco existe en Mayorga en ninguna de sus parroquias.
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Buen diplomático, F.A. de Montalvo, para dar contento a los dos pueblos, enmendará su
afirmación de El Sol en el Nuevo Mundo Libro II, Cap.1 de haber nacido en Villaquejida, cuando
en su obra Breve teatro de las acciones más notables de la vida del Beato Toribio, Arzobispo de
Lima (Roma 1683): “Celebróse su dichoso bautismo en Villaquejida, lugar poco distante de
Mayorga, engrandeciendo su alma y cuerpo, estos dos humildes pueblos que le aclaman
hijo...dejando a Lima la fortuna de poseer el inestimable tesoro de sus reliquias, se glorían con
pacíficos timbres, Villaquejida y Mayorga de que les deba a la una la filiación de la naturaleza y a
la otra la de la gracia” (p.12). Con no menor diplomacia, el Cardenal Mons. Juan Landázuri,
legado pontificio al VI Congreso Eucarístico Nacional de 1964, contentará a las dos partes:
“Estuve en Mayorga visitando el lugar del Santo por línea paterna y ahora visito Villaquejida, para
contemplar lo mismo por su línea materna” (VI Congreso Eucarístico Nacional (Crónica Oficial)
León 1964 p.259). Parecida opinión mantiene un amigo historiador que piensa que, aunque
naciese o fuese bautizado en Villaquejida, al ser población menor y casi dependiente de Mayorga,
como vivió prácticamente toda su infancia en Mayorga con toda su familia, él mismo siempre se
considera de Mayorga, al igual que la mayoría de los testigos en el proceso para la beca, para la
limpieza de sangre al ser nombrado inquisidor o en el momento del proceso de beatificación y
canonización.
Todo un dilema. ¿Mintió la madre o mintió el hijo? Parece que la primera, doña Ana de Robledo,
para asegurar la beca de su hijo, mintió ¿piadosamente? Y se inclinó por Villaquejida. El hijo, en
cambio, dirá explícita y textualmente que nació “ad oppidum Mayorgha” (en la plaza fuerte o
capital territorial de Mayorga).
5. Mayorga
Los testigos del proceso de canonización coinciden en señalar a Mayorga (P. Juan de
Figueroa, Ana María de Collazos que lo escuchó de doña Grimanesa, el capitán Basilio de Vargas,
el Lic. Alonso Díaz de Vergara) o como el P. Gaspar Meneses “dice que sabe por haberlo oído
decir generalmente que el dicho siervo de Dios fue natural del Reino de León en España”. Hay
silencio sobre Villaquejida.
El Papa comasco Inocencio XI, en la bula de la beatificación, lo dijo de una vez por todas:
"Nacer en Mayorga es nobleza". Y pronto lo cantarán las coplas como aquéllas de José Aguado:
Ya Mayorga, en dignidad
sube a la mayor alteza,
no tanto por tu nobleza
como por tu santidad.
Desde tu primera edad
a Mayorga edificaste
y en Valladolid plantaste
cátedra de santidad.
Emplazada en lo alto de la vega del río Cea, destaca como un palmeral de siluetas que
corresponden a sus templos, casas señoriales, palomares...La Meóriga romana fue llamada Castro
Foila durante los siglos X y XI; destruida por Almanzor fue reconstruida y fortificada en el S.XII
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por el rey Fernando II. A finales del XII toma el nombre actual de Mayorga y a finales de la Edad
Media fue dada al Conde de Benavente por el rey Juan II. Su enclave estratégico transforma sus
tierras de cultivo en teatro de guerras como recuerdan los restos de sus murallas. Sus muros
albergaron una poderosa colonia de judíos y edificios mudéjares. En tiempo de santo Toribio había
diez parroquias: Santa María (la Asunción), El Salvador, Santiago, Santa María de Arbas, Santa
Marina, San Martín, Santa María del Templo (tenía como párroco a Francisco de Mogrovejo, tío
del Santo), san Juan de Santibáñez y, por último, san Juan, a la que pertenecían los padres de
Toribio Alfonso. En la actualidad sólo existe como parroquia la del Salvador, conservándose -
felizmente en proceso de restauración- santa María de Arbas, joya del mudéjar, santa Marina,
santa María del Mercado, el convento de san Pedro Mártir, y la ermita de santo Toribio. Al pasear
por sus estrechas calles se admiran las fachadas de ladrillo decoradas con volutas y placas como la
Casa del Conde o de los Pimentel. Y como elemento significativo de la arquitectura civil, testigo
legendario de la justicia y de las ferias anuales de ganado es el señorial rollo del siglo XVI, junto
al que se levanta un moderno monumento a santo Toribio. Nuestra vista puede dilatarse con la
contemplación de los pacíficos palomares, al tiempo que podemos escuchar nostálgicas habaneras,
de las que Mayorga hoy es capital. Se adivina entre sus muros y en su gente la declaración de la
sobrina del santo patrono, Mariana de Guzmán Quiñones: "que en el dicho pueblo de Mayorga
siempre se ha guardado y guarda la fe católica y obediencia a la Santa Sede Apostólica,
bautizándose todos los que en ella nacen como verdaderos católicos y como tal sabe fue bautizado
el dicho siervo de Dios y, a su tiempo, confirmado".
6. Santander
Fueron los padres de Toribio, don Luis Mogrovejo (1504-1569), bachiller en Derecho y
regidor perpetuo de la Villa desde 1550 a 1568 y doña Ana de Robledo (1508-1592) y Morán, de
ilustre familia de Villaquejida, provincia de León y diócesis de Oviedo, a 25 kms. de Mayorga. Se
casaron en Villaquejida en 1534. Tuvieron 5 hijos: Luis, el mayor y el del mayorazgo, (1535-
1571), Lupercio (1536-1587), Toribio -nacido el 16 de noviembre de 1538 María Coco, (1542-
1618 religiosa dominica en el Convento "San Pedro Mártir" de Mayorga), Grimanesa (1545-1634)
quien le acompañará a Perú con su esposo F. de Quiñones (1540-1605). Parece que tuvieron una
hija más, Eufrosia, nacida en enero de 1547 y que falleció a los pocos días.
El apellido Mogrovejo arranca de la vieja y noble estirpe que hunde sus raíces en la Alta
Edad Media, pues un Mogrovejo peleó ya en la célebre batalla de Covadonga en el año 722. El
antiguo solar familiar se ubica en las estribaciones de Picos de Europa, junto a la aldea de Potes,
muy cerca del monasterio de Santo Toribio de Liébana (fundado en el siglo V por santo Toribio,
obispo de Astorga) y el santuario de Covadonga, en la actual provincia de Santander o Cantabria.
Se conserva en la actualidad un enhiesto torreón propiedad de la familia Mogrovejo que alberga
entre sus muros diversos cuadros e imágenes del santo. De igual modo, en la capilla de la aldea, se
venera un lienzo con la imagen del santo. Junto a él aparece un retrato del Papa que le beatificó,
Inocencio XI, un escudo policromado de los Mogrovejo, al que se incluye en la parte inferior
derecha la inscripción "Ave María gratia plena" y el siguiente rótulo: "Santo Toribio de
Mogrovejo, arzobispo de Lima, nació en Mayorga año de 1538 y falleció en Zaña en 1606, fue
beatificado por Inocencio XI en 1679. Fue oriundo de Mogrovejo, de la familia y casa de este
apellido".
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El contador Alonso Rodríguez de Pulgar, Receptor general de penas de cámara, declarará
en 1659 que conoció al Santo en su casa por haberse criado con sus pajes: "Su abuela Catalina de
Cáceres que era castellana vieja y tenía grandes noticias de los deudos y del dicho siervo de Dios
por haber vivido la dicha su abuela 107 años y haber sido de las primeras mujeres españolas que
pasaron a estos reinos del Perú".
Como era costumbre, los segundones - en este caso "tercerón"- debían dedicarse a las "letras" o a
las armas. La primera opción estaba más acorde con las aspiraciones del adolescente. En Mayorga
pasa los trece primeros años donde estudia sus primeras letras con los Franciscanos.
Las armas familiares de su escudo son éstas. En escudo cuarteado, en el primer cuartel, en
campo azul una torre de oro; en el segundo cuartel, en campo de sinople un culebrón o grifo
marino, por la casa Morán de Mestich; en el tercer cuartel, en campo de plata un león de gules, y
en el cuarto cuartel en campo azul tres flores de lis de oro. Tanto el 3 y 4 son de origen real pues
descendía de Alfonso X el Sabio. En el fondo del escudo hay un escudente de oro con un árbol de
sinople, bordado de plata con 8 armiños, armas de la casa de Robles, de donde era la madre del
Santo. Cubre el escudo el sombrero del Pastor adornado de las borlas doctorales.
7. De los de Cajamarca
Mayorga ha tenido una fuerte vinculación con Perú. El primero en pisar territorio andino
fue uno de los compañeros de Pizarro en Cajamarca y fundador de Lima, Juan de Mogrovejo,
primo carnal del padre del santo. primo carnal del padre del santo e hijo de don Gonzalo
Mogrovejo. Testó en 1537 archivándose su testamento en la parroquia del Salvador de Mayorga.
De su itinerario habla Toribio en una carta al Rey, al hilo de una recomendación para su cuñado
Francisco de Quiñones: "Tuvo asimismo en este Reino un hermano de su madre y tío que fue de
los de Cajamarca y vecino de esta ciudad (Lima) y en la ocasión del levantamiento general de los
indios, fue con la gente de esta ciudad al socorro del Cuzco, y llegado a la provincia de Jauja,
castigó a los indios que allí parecieron estar alzados y prosiguiendo su viaje en paso estrecho le
tiraron los indios una galga y le mataron y comieron".
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8. "Salió una noche a jugar a la luna"
Mariana de Guzmán Quiñones, sobrina del santo, nos proporcionará valiosos datos sobre la
infancia de su tío cuando le toca informar en el proceso de beatificación, a la edad de 80 años. Esta
anécdota deliciosa la "oyó decir a su madre muchas veces, siendo el dicho siervo de Dios de 9 a 10
años, a persuasión de los muchachos de la vecindad de su casa, salió una sola noche a jugar con
ellos a la plaza a la luna". Parece ser que los traviesos mozalbetes vieron a unas vendedoras con
canastas de comida "arrebatándoles todo lo que de ellas pudieran" por lo que, indignadas las
placeras, comenzaron a maldecir, escandalizando al inocente Toribio, el cual ni corto ni perezoso
amonestó a las mujeres y les rogó que cesasen en sus imprecaciones pues ofendían a Dios, que
valorasen las pérdidas y él iría a su casa para resarcir todo lo hurtado por sus compañeros. Tal
como se lo dijo, con la ayuda de su madre, lo hizo, "y de allí en adelante nunca jamás quiso salir a
jugar a la luna con aquellos ni otros muchachos".
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III. FORMACIÓN
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La Universidad del siglo de oro español abierta a Europa y al Nuevo Mundo formará el talante
humanístico y solidario del licenciado en Derecho (civil y canónico) Toribio Alfonso
Mogrovejo. En la foto imagen de La Piedad, hoy en el Museo Nacional de Escultura, antes en
el monasterio de San Benito, ante la que iba a rezar el joven Toribio en Valladolid. Restos del
altorrelieve procedente del extinto Colegio Mayor "San Salvador de Oviedo" como recuerdo
de sus años de estudiante en Salamanca. Escultura en la ermita de Mayorga que representa al
licenciado Mogrovejo por Salamanca y Compostela.
9. Valladolid
Corre el año 1550, Toribio cuenta con 13, y acude a Valladolid para estudiar la Gramática
y Derecho hasta 1560. Diez años en Valladolid, "corazón del mundo hispánico" (B. Bennasar),
cuna de Felipe II, punto de partida para el viaje eterno de Colón, la ciudad que acogió a Cortés
para dar a conocer su nuevo mundo -el azteca-, foro de la polémica Las Casas-Sepúlveda y
promulgación de las Leyes Nuevas, asiento del Consejo de Indias, el Abrojo, de donde salió el
P.Antonio Ortiz como Comisario de la orden franciscana según el espíritu reformador de san
Pedro Regalado, y donde fue prior el obispo de México, Zumárraga; la Chancillería, tribunal
superior de Justicia para todo el norte de la Península, y desde donde saldrán numerosos
documentos para el virreinato; don Pedro de Lagasca - pacificador del Perú, luego obispo de
Palencia - quien funda la iglesia de la Magdalena. Del Colegio Mayor de San Gregorio saldrán los
más selectos misioneros dominicos como aquellos que Fray Domingo de la Parra pedía a Felipe II
"y que sean de Castilla porque están criados en más sujeción y religión". Aquí estaba el colegio
san Ambrosio - hoy Santuario Nacional de la Gran Promesa- de donde salieron varios jesuitas que
luego le ayudarían, como el medinense José de Acosta.
Sin duda que tuvo motivos para soñar con América. Iba a rezar a San Benito ante la
Santísima Virgen del Sagrario que le curó de un doloroso "lobanillo" según relata León Pinelo. Su
criado y paje Sancho Dávila nos habla de su celo por los compañeros de estudio a los que
inculcaba: "No ofendáis a tan gran Señor, reventar y no hacer un pecado venial". El Dr. Antolínez
habla de su vida austera y penitente. Las bromas estudiantiles que también gastaron al joven
Toribio - como aquella de presentarle una hermosa joven ligera de cascos en su cuarto- no
alteraron lo más mínimo su vida académica equilibrada dentro de la mayor normalidad en un
universitario que, por el hecho de ser cristiano, aspiraba a la santidad.
Parece ser que santo Toribio pudo estudiar el Arte y vocabulario quechua en España o en
la propia travesía marítima, ya que fue publicada por Fray Domingo de Santo Tomás en
Valladolid en 1564. El autor del primer vocabulario impreso de la lengua incaica, a la que él
mismo bautizó con el nombre de quichua, fundó los primeros conventos dominicos de la costa del
Perú, en Chicama y en Chincha, al lado de las civilizaciones Chimú y Nazca. Fue también el
primer sacerdote que predicó a los naturales del Perú en su lengua para alejarlos de la idolatría y
el pecado. De igual modo, se convirtió en el primer graduado Universidad. Como señala de él R.
Porras Barrenechea: “Fraile, maestro, lingüista, predicador iluminado con el don de lenguas del
Espíritu Santo, apóstol de los indios, Fray Domingo de Santo Tomás se yergue, en el pórtico de la
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cultura peruana, como una de esas esculturas de los frontispicios de los templos medievales,
revestido con el amplio y noble talar de la sabiduría”.
10. Salamanca
11. Coimbra
Esta Universidad era fruto del afán cultural del monarca lusitano, Juan III, quien había
solicitado a Ignacio de Loyola misioneros para la India y a Salamanca profesores para Coimbra.
Como fruto del primer pedido saldrá San Francisco Javier, de la Sorbona de París; como respuesta
a lo segundo, saldrá su tía Martín Azpilcueta, el célebre Doctor Navarro, quien al ser nombrado
canciller de la Universidad de Coimbra se llevará consigo por 20 años a su amigo Juan de
Mogrovejo. Los dos regresarían a Salamanca los últimos años de su vida. De 1564 a 1566 no hay
constancia de que Toribio cursase estudios en el alma mater salmantina por lo que parece que
estaría en Coimbra, acompañando a su tío el Dr. Juan Mogrovejo. Tales fechas coinciden con la
preparación de los manuscritos de su tío para la imprenta, los cuales, al desaparecer los Colegios
Mayores, pasaron a la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Uno de ellos, titulado Variarum
resolutionum liber de 451 folios, con fina caligrafía, fue copiado por el sobrino Toribio. A pesar
de no encontrar dato alguno en los libros de matrícula de la Universidad de Coimbra, nuestro
protagonista aprovecharía el tiempo para conocer el funcionamiento de la Universidad, sus
cátedras, sus maestros, el ambiente cultural de la ciudad y para vivir en familia con el eminente
catedrático su tío Juan y sus amigos; uno de éstos fue el doctor Juan Yáñez quien le ayudará en
Compostela para licenciarse en Derecho Canónico.
12. Compostela
Por estas fechas, durante los meses de septiembre y octubre de 1568, acude como
peregrino a Santiago de Compostela. Con la calabaza y bordón , las conchas o veneras cosidas a la
esclavina y el zurrón de caminante, así como algún hato con apuntes y títulos de Derecho,
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caminará en compañía de su íntimo amigo Francisco de Contrera, conocido de Salamanca, y que
será su opositor en la beca al Colegio Mayor. De aquellas jornadas su escudero Sancho Dávila nos
transmite la siguiente anécdota. Resulta que al entrar con Francisco Contrera en una iglesia, a la
puerta, una mujer de raza negra, al verles tan malparados, sacó de su bolsa "un cuarto" y se lo
ofreció como limosna. Toribio lo rechazó disculpándose:
- Señora, Dios os lo pague, que aquí llevamos para pasar nuestra romería.
Siempre que celebraba misa le venía a la memoria la negra y la encomendaba a Dios. No
sufría que nadie llamase negro a los negros sino por su nombre de bautismo u "hombre moreno".
Mogrovejo será un caminante empedernido, tanto que llegará a decir de él su primer
biógrafo que era "una rueda en continuo movimiento". Fue Goethe el que acuñó la frase que Europa
se hizo peregrinando. A Compostela se camina como las estrellas "sin prisa pero sin pausa", gozosos
de contemplar ese mundo natural, el mismo que han contemplado todos los peregrinos a lo largo de
la multisecular historia de la peregrinación. Peregrinar significaba abandonar el lugar de origen y el
modo de vida cotidiano para aceptar las incomodidades y riesgos inherentes a todos viaje:
costumbres y lugares desconocidos, peligros e inseguridades sin cuento en tierra extraña. A la hora
de buscar las motivaciones, el catedrático de historia de la Sorbona de París, D. Rops, no duda en
afirmar que la peregrinación se hacía "sencillamente, por Dios. Porque se tenía algo que pedirle: y
así sucedía con los enfermos, que se ponían en camino para obtener la curación. Porque tenía uno
que hacerse perdonar un gran pecado, o que cumplir una penitencia impuesta por un confesor. O
para contarle al Señor la propia Fe, la propia alegría, el propio amor e incluso la propia inquietud".
En un clima espiritual atormentado, agitado, el peregrino se echaba al monte y "hacía el camino"
buscando una estabilidad espiritual. Por unos días, se convertía en un monje o eremita, recorriendo
una senda ascética, profundizando en la idea de que la vida es pascua, paso, peregrinación.
En la peregrinación participaban hombres de toda condición social: desde los reyes y más
altos cargos eclesiásticos a los más humildes artesanos y campesinos. Ni las invasiones bárbaras,
árabes o turcas, aminoraron la empresa. Millones de hombres, mujeres y niños arrostraban un
sinnúmero de peligros e inclemencias climáticas para llegar a la meta y beneficiarse de las gracias
espirituales que se le concedían. A título personal, en familia o en grupos familiares decidían
marchar como los cruzados al rescate de los santos lugares al grito y sentimiento de ¡Dios lo quiere!
No importaba la distancia. La Vía Láctea les guiaría hasta Compostela. Por algunos juglares o
amigos sabía que junto a las dificultades, otras maravillas le esperaban tal como conocemos por las
guías: gigantescos altares, polícromas vidrieras, realistas esculturas, suntuosas ceremonias y, sobre
todo, el Señor Santiago que esperaba para dejarse abrazar y obsequiarle con su mismo cuerpo.
Mogrovejo lleva sus sueños juveniles ante el Apóstol. Pero, pragmático como era, aprovecha
para titularse en Derecho Canónico. En su universidad se encuentra el Dr. Juan Yáñez, amigo
íntimo y discípulo de su tío, para obtener la licenciatura en cánones. Tras unos días de sosiego,
presentó su título de bachiller y fue admitido por el Claustro compostelano para obtener la
licenciatura. El 18 de septiembre de 1568, en el Colegio Mayor de Santiago Alfeo de la
Universidad de Compostela, a las nueve de la mañana, expone su primer ejercicio durante una
hora; fue apadrinado por el Dr. Juan Yáñez y es argüido por los doctores Hernando de Andrade y
Leonardo Gil. El 4 de octubre, a las 8 de la mañana, en la Catedral, ante el Rector y el catedrático
Yáñez, tras la misa del Espíritu Santo, se verificó la toma de puntos. El graduando debería elegir
sendos temas de los libros de Graciano y de las Decretales, que debía exponer a las 30 horas, en la
Capilla de los Reyes de la Catedral. Fue examinado por los doctores de la Facultad de Cánones
Francisco de Avellanada, Fraga, Yáñez, y dos licenciados, Cisneros y Bahamonde, que dieron su
aprobación unánime en la ceremonia de colación, del 6 de octubre en la capilla de don Lope, de la
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Catedral, a las 10 de la mañana. Estuvieron presentes los profesores citados a los que se unieron
los canónigos de la Catedral, el Rector del Colegio Mayor y numeroso público. Con motivo de la
canonización en 1726, la Universidad le dedicó, en la galería de retratos de académicos ilustres, un
lienzo alegórico ubicado sobre la puerta de la capilla en el claustro bajo, con la siguiente leyenda
(traducida del latín): Toribio Alfonso Mogrovejo, viniendo como peregrino a Compostela, fue
investido del grado de licenciado en Derecho Canónico en esta Universidad literaria, el 6 de
octubre del año del Señor 1568. Por su sabiduría y piedad fue elevado a la Sede Arzobispal de
Lima. Por bula del Papa Benedicto XIII, de 15 de diciembre de 1726, fue puesto en el número de
los santos. ¡Oh feliz Universidad que diste hombre tan ilustre para honor de España!
En febrero de 1571, licenciado en cánones, ingresa como alumno becario del Colegio
beneficia de la selecta formación impartida: buen trato social, distinción de costumbres, ambiente
Universidad de Valladolid y beneficiado también de una beca del mismo colegio de S. Salvador de
Este Colegio fue fundado por Diego de Muros en 1521 con el objetivo de formar a los
jóvenes procedentes de Galicia, su tierra natal, y de Asturias por dar nombre al colegio. Sirvió de
modelo al colegio-seminario de santo Toribio fundado en Lima por el Arzobispo, así como al
Colegio Real o Colegio Mayor de san Felipe, dependiente de la Universidad de san Marcos.
Los colegiales de San Salvador de Oviedo debían ser graduados en Teología, Cánones o
haber seguido cuatro cursos en alguna de dichas facultades. Se exigía, como en el resto de los
colegios, la limpieza de sangre, excluyéndose a todo aquel que tuviera algún antepasado judío;
debía contar con 21 años; el hábito propio de los colegiales era la loba de buriel (especie de sotana
de color rojo, entre negro y leonado), el bonete (gorro de cuatro picos) y la beca (faja en bandolera
por el pecho y espalda) de color morado.
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Conocemos los colegiales que convivieron con el santo; entre ellos, figuran hombres
selectos del mundo cultural español del Siglo de Oro. De acuerdo con el Índice de las recepciones
de los colegiales del Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca,
en el arco cronológico marcado por su estancia -febrero de 1571 a 1575- figuran:
. Lope Rodríguez de Maraver, sevillano; en la misma fecha. En 1573 fue nombrado visitador del
obispado de Salamanca, Encargado de Artes, prebendado en Segovia.
. Alonso de Vargas Peña, de Covarrubias (Burgos); colega también de los dos anteriores, fue
prebendado de Sagrada Escritura en Coria.
. Juan de Pineda, obtuvo la beca y entró en el Colegio en la misma promoción de santo Toribio,
el 3 de febrero de 1571. Natural de Piedrahita (Ávila), ingresó en la Compañía de Jesús en 1576.
. Pedro de Subiza, Lecan (Navarra), ingresó en la misma fecha y fue miembro del Supremo
Consejo de Navarra.
. García Cervantes de Gaeta, Trujillo (Extremadura), de la misma promoción, asesor del Conde
de Monterrey en virtud de ser el mejor expediente de todo el Colegio, fue oidor de Granada.
. Pedro López de Alday, Vitoria (Calahorra), oidor de Granada y Canarias; regente de Sevilla,
Consejo de Hacienda y Diputado por Álava.
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. Francisco Ximénez, de Bienvenida (Orden de Santiago), ingresa también en febrero de 1574,
permaneciendo hasta 1576. Fue nombrado prebendado doctoral de Segovia.
Años más tarde obtendrá beca para una plaza en el Colegio, el sobrino del Arzobispo,
Pedro de Villagómez, de 3 de agosto de 1586 a 1591, quien, siendo más tarde arzobispo de Lima
también, le tocaría en suerte impulsar el proceso de beatificación.
Estudia Derecho Canónico ("in utroque"=el otro derecho) y Teología. Tras las bromas
típicas de este difícil mundillo universitario, Toribio se ganará el respeto de sus compañeros
llevando una vida limpia y espiritual. Los testimonios de estos tres años lo describen como
"hombre de muy buena condición, buen entendimiento y muy estudioso".
Aunque no coincidieron juntos en sus años de colegiales, sin embargo, por la fama
conseguida por Mogrovoejo, y por pertenecer al mismo Colegio, Diego de Zúñiga que al ser
Oidor de la Audiencia de Granada le propondrá como inquisidor y más tarde, como Presidente del
Consejo de Castilla, interviene ante el Rey para nominarle como arzobispo de Lima.
Según los estudios de A. M. Carabias Colegios Mayores: Centros de poder. Los colegios
mayores de Salamanca durante el siglo XVI (Universidad de Salamanca. Salamanca, 1986, 3 vols)
el Colegio de Oviedo tenía 18 becas, 9 para cánones y otras 9 para teología. Condiciones exigidas:
que fuesen de Castilla y León; uno de los demás reinos; dos gallegos y dos asturianos. El objetivo
fundamental del colegio era educar integralmente mediante tres pilares: el trabajo intelectual
ininterrumpido, la emulación para la superación académica y la disciplina. Entre los objetivos
específicos estaba el conseguir grados y cátedras. Las becas le daban derecho a una habitación o
cuarto, un hábito, el alimento diario, la ayuda para la carrera universitaria, seguro de enfermedad.
El horario era bien rígido. Comenzaba con el toque de campana a las cinco de la mañana en
verano y a las seis en invierno. Iban a misa, escuchaban lecciones en la universidad y regresaban a
las 10 u 11 para la comida. Este acto se concebía como apoyo didáctico de la formación
estudiantil, ya que iba acompañado de lectura diaria religiosa. En la sobremesa, los nuevos
defendían un acto de conclusión, tras el que se concedía un rato de asueto y expansión en
comunidad. Por la tarde, seguían las lecciones, regresando para la cena a las 5 en invierno y 6 en
verano. A continuación, los colegiales podían elegir entre retirarse a sus habitaciones para estudiar
o salir a la calle; en este caso, debían ir acompañados por otro y regresar antes de completas. Tal
régimen se alteraba con las fiestas en las que la jornada comenzaba más tarde, con misa solemne,
comida especial y más abundante, teatro o paseo y hasta podía darse una excursión campestre.
Tenían prohibido tratar e incluso hablar con mujeres, pernoctar fuera, blasfemar y jugar, llevar
armas, desobedecer, bailar...
Huella indeleble marcarán en el santo los años vividos aquí; lo demuestra el hecho de
fundar una misa a perpetuidad desde Lima "en tiempo que puedan hallarse todos los colegiales
presentes...Hame movido a hacer esto la afición grande que tengo a esa santa casa, como es justo
que así se haga y todos tengamos el reconocimiento que es razón como hijos de ella. A vuestras
mercedes suplico se me encomiende a Dios en esta santa casa, para que me tenga de su mano y
acierte en todo a servirle con ardentísimo amor. Yo hago lo mismo, aunque indigno, muy de
ordinario, por esta santa casa, colegiales y hermanos de ella". Salamanca correspondió de forma
sobresaliente a esta "afición". Para festejar su canonización organizó un octavario solemne
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acompañado de cohetes artificiales en 1727 y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El
cronista Guerrero dirá: "Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España,
preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista...Parecía la plaza una encendida Roma".
El ambiente sosegado del Colegio Mayor fue interrumpido intempestivamente, puesto que
en 1573, en pleno proceso de estudios de doctorado, es nombrado Inquisidor de Granada.
14. Granada
No ha pasado un siglo desde que la moruna Granada fuese reconquistada por los Reyes
Católicos, en 1492. De forma insuperable W. Irving ha recogido su identidad y embrujo en
Cuentos de la Alhambra . Tan sólo una muestra: El antiguo reino de Granada es una de las
regiones más montañosas de España. Vastas sierras, desprovistas de árboles y veteadas de
granitos y mármoles matizados, alzan sus crestas quemadas por el sol hasta el azul intenso de los
cielos; pero en sus escabrosas profundidades se encuentran fértiles valles de intensa verdura en
donde el páramo y el jardín tiene planteada la lucha por su dominio. Incluso la misma roca, por
así decirlo, se ve forzada para que broten la higuera, el naranjo y el limonero y florezcan la rosa
y el arrayán. La contemplación de ciudades y aldeas amuralladas, construidas como nidos de
águilas entre las peñas y rodeadas de cresterías moriscas o de ruinosos torreones colgados de
altos picachos, hace que la imaginación retroceda, en los pasos agreste de las montañas, a los
caballerescos tiempos de la guerra entre cristianos y musulmanes y a la romántica lucha por la
conquista de Granada.
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En frase de sus enemigos sería un "encubridor" como le calumniarán después, misionando
en Perú. Sin embargo, el ejercicio de inquisidor le permite conocer la realidad en directo,
especialmente cuando tiene que visitar las siete villas de la ciudad y sus anejos, así como las
ciudades de Loja, Alhama, Archidona y la villa del Río Alejo. Fue el caso de las falsas beatas
iluminadas, una de las cuales pretendía tener visiones místicas y otra que defendía la bigamia; la
que creía que la prostitución no era pecado. Sacaría lecciones de este primer contacto sistemático
con la práctica religiosa y las convicciones teológicas del pueblo en una población plural. Fueron
numerosos los casos tratados en los cinco años, dirigiendo más de un centenar de cartas al Consejo
Supremo de la Inquisición. Resuelve una compleja querella entre la Chancillería granadina y el
Tribunal del Santo Oficio. En toda su gestión granadina da muestras de rectitud como lo evidencia
el hecho de que tras unas visita oficial al tribunal, todos sus miembros son removidos menos
Toribio.
La iglesia de Granada, la del "Santo Reino", ejercerá gran influjo en América. Pedro
Leturia constata la realidad granadina como paradigma de la indiana:
"Aunque es común en los historiadores el ver en la toma de Granada, como término que
fue de la reconquista y unidad españolas, el antecedente obligado del descubrimiento y
colonización de América; no lo es tanto, el hacer de la Iglesia granadina el origen y
ejemplar de la organización político-religiosa del Nuevo Mundo. Basta, sin embargo, un
examen somero de las fuentes para convencerse de que lo fue efectivamente".
Fue nombrado arzobispo el lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio. Hubo que
arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el
espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra.
Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada; allá recibió el diaconado y el sacerdocio en agosto
de 1580 por el propio arzobispo Méndez de Salvatierra.
Nos dirá su biógrafo León Pinelo: "Sentía en su alma notable desconsuelo, cuando se
ofrecía el castigar delitos de blasfemias, herejías, judaísmo y otros semejantes. Amaba mucho a
Dios y así era celoso de su honra. Quería con extremo a los prójimos y sentía con extremo el ver
usar de rigor con ellos...Pero como en Dios los atributos de la justicia y de la misericordia, aunque
son diferentes, no son contrarios, sino conformes y compatibles...era justiciero con misericordia y
misericordioso con justicia...Aborrecía los delitos no los agresores".
Le acompañan seis granadinos como criados, "cosa muy lógica en su caso, puesto que
antes de su elevación al arzobispado de Lima, había residido varios años esta ciudad" (Lourdes
Díaz-Trechuelo):
. Rodrigo Mejía, de Granada (AGI, Contratación 5538, libro 1º ff.302v-303)
. Luis de Coalla, de Granada, (f-304v)
. Francisco de Santisteban, de Granada, (f-304v)
. Baltasar Agustín, de Granada, (f-305)
. Leonor de Palomares, de Granada, (f-304v)
. Diego López de Palomares, de Granada, (f-304v)
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Éste último no lo cita su biógrafo V. Rodríguez y sí L. Díaz-Trechuelo. En cambio esta
autora no cita a Sancho Dávila quien, sin embargo, sabemos que es granadino por propio
testimonio. Efectivamente, este "ingenioso" y solidario hidalgo conocerá allá a su fiel escudero
Sancho Dávila, quien el 8 de agosto de 1631, declara ser natural de Granada, vecino de Lima, y
que conoció a su amo hace 52 años, en que llegó a Granada, "al cual recibió por paje y le dio
escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando salió a despedirse de Su
Majestad y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y en la Villa de
Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes, caminando siempre con él
y en su servicio este testigo...sin faltarle un punto" .
Así, el 28 de Agosto de 1578, Felipe II, firmó la Cédula real de presentación al Papa dirigida a su
embajador en Roma don Juan de Zúñiga, en la que decía:
“Considerando la virtud y buena vida y letras del licenciado Toribio Alonso Morgobejo,
inquisidor apostólico que al presente es en la ciudad de Granada y su distrito, esperando que
Nuestro Señor será servido y aquella Iglesia bien regida y administrada y nuestra conciencia
descargada con esta provisión, habemos acordado de nombrarle y presentarle como por la presente
le nombramos y presentamos, y queremos que vos, en nuestro nombre, le nombréis y presentéis a
Su Santidad en virtud de la carta de creencia que con ésta le escribimos, para que a nuestra
presentación, como de patrón que somos de la dicha iglesia y arzobispado de la dicha ciudad de
Los Reyes, haga merced de él al dicho licenciado Toribio Alonso Morgobejo. Demás de esperar
que con su persona Dios Nuestro Señor será servido. Nos hará su Santidad en ello singular gracia
y beneficio” .
El Papa Gregorio XIII acepta la propuesta del rey Felipe II. El nuevo arzobispo sería un
laico de 39 años, Toribio Alfonso, que tan sólo había recibido la tonsura clerical, sin las órdenes
menores. Como se dijo, hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el
subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes. Parece que ofreció cierta resistencia al
nombramiento pero, gracias a la influencia de buenos amigos con Diego de Zúñiga y el
matrimonio Francisco de Quiñones y Grimanesa, terminó aceptándolo como vocación especial.
Así lo declaró su sobrina Mariana de Guzmán: "Y en especial sus hermanos le persuadieron a que
lo aceptase, y le reconvenían diciendo que si deseaba ser mártir (que así siempre lo decía)...aquélla
era buena ocasión de serlo; y que así aceptase el dicho oficio. Con que por este fin aceptó...y por
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echar de ver que convenía para exaltación de la Iglesia y conversión de los indios infieles de este
Reino y para la salud de las almas de ellos".
Toribio escribió al Papa, el 15 de abril de 1580: "Si bien es un peso que supera mis fuerzas,
temible aun para los ángeles, y a pesar de verme indigno de tan alto cargo, no he diferido más el
aceptarlo, confiado en el Señor y arrojando en él todas mis inquietudes".
Desde entonces la relación con Roma será permanente. Aunque Toribio nunca llegó
personalmente a la Ciudad Eterna se hará presente a través de sus informes, cartas, y
posteriormente con motivo de su beatificación y canonización. En Roma existe una capilla
marmórea desde 1680 que sirvió para acoger la nueva imagen del nuevo beato y que fue
promovida con el excedente económico por Juan Francisco de Valladolid, canónigo limeño,
postulador de la causa, quien se dedicó en cuerpo y alma al proceso, al punto de morir en Roma,
sin poder volver a su querido "reino del Perú". La capilla está ubicada en la iglesia de Santa
Atanasia en los arrabales de Roma. Con la imagen se colocó un relicario de plata en el que se
custodiaron parte de las costillas del Santo y una partícula del dedo de Santa Rosa de Lima. Al
fallecer Juan Francisco de Valladolid se hizo cargo de la capellanía don Alonso de los Ríos y
Berris. Por iniciativa del Cabildo Metropolitano de Lima se creó una fundación con el dinero
sobrante y que se dedicó a una capellanía de misas con motivo de la fiesta anual del Santo. En la
misma bóveda sepulcral del retablo de la capilla hay una losa circular de mármol blanco con la
inscripción "Nationis Lima" que daba derecho de sepultura a cuantos peruanos morían en Roma;
al menos, así sucedía en tiempos de Bartolomé Herrera, ministro de Echenique en 1857.
Toribio viviría - por última vez en su patria natal- días de intimidad familiar, al calor del hogar.
Parece ser que el santo quiso llevarse a toda su familia, incluida su madre y su hermana religiosa
con quien tenía una intimidad especial. Habían fallecido su padre (1568) y sus hermanos Luis y
Lupercio; doña Ana vivió sola en Mayorga su viudedad, arropada por la compañía espiritual de su
hija sor María Coco. Toribio no tenía intención de retornar, su viaje era sólo de ida y, por ello,
quiso llevar, estando él en Lima, tanto a su madre como a su hermana. Su madre, murió en febrero
de 1592, tal como manifiesta el propio prelado en carta de 10 de marzo de 1594, desde
Lambayeque: Como entre los contentamientos y alegrías de este mundo suelen muchas veces
mezclarse dolores, trabajos y persecuciones (fuera de una carta que recibí entre las cédulas que
tengo dicho, de alegría, en que tuve aviso de esa corte, de la muerte de mi madre de que tuve el
sentimiento que la razón a ello me obligó).
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El joven Sancho, quien -por propia confesión- fue "caminando siempre con él y en su
servicio" nos revela algunas actitudes de Toribio. En la villa de Mayorga, debido a su gran
humildad, no admitió que sus parientes y amigos le llamasen "don". Y en su largas caminatas por
la meseta y las serranías en el itinerario Granada-Mayorga-Madrid-Granada-Sevilla-Sanlúcar, "no
quería descubrirse" por arzobispo, pasando desapercibido al pasar por ventas, mesones y posadas.
Sancho Dávila narra anécdotas pintorescas como el hacerse servir la comida "debajo de las
encinas, cerca de la venta, por no ser conocido", sentándose en el suelo "sobre las capas de los
criados y allí comía con algunos de ellos".
En Madrid fue agasajado por los consejeros de Indios, de Castilla, de Hacienda y de sus
excolegas de San Salvador de Oviedo que ocupan puestos importantes en la Corte.
17. Sevilla
Parece que según la obra de Vidal Guitarte Izquierdo Episcopologio español, 1500-1699:
españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países (Roma, 1994) fue ordenado en
1578, promovido a obispo el 16 de mayo de 1579, consagrado por Mons. Luis Cristóbal Rojas
Sandoval, arzobispo de Sevilla, en la Catedral, en agosto de 1580, figurando con el número 574 de
los obispos españoles consagrados desde 1500. Antonio León Pinelo, su primer biógrafo, subraya
el hecho de que el Consejo de Indias dio al nuevo Arzobispo "muy honoríficos despachos por ser
el primero que salía de España para Lima".
Todos los preparativos debían realizarse antes de la consagración episcopal, pues, según la
normativa vigente, el neo-consagrado debía partir con la primera flota. Sin minusvalorar sus
mercancías y su biblioteca, lo más importante es el selecto grupo de personas que le acompaña, en
su mayoría emigrantes sin retorno. Por fin, en septiembre de 1580 se embarca rumbo al Perú desde
Sanlúcar de Barrameda. En la nao san Andrés le acompañan 22 personas: entre ellas, su primo y
cuñado, futuro regidor de Lima y capitán general en Chile, Francisco de Quiñones; doña
Grimanesa, hermana del santo, y sus hijos; don Antonio de Valcázar, vicario general, y Sancho
Dávila. Además navegaba la sexta expedición de 16 jesuitas. Va como capellán doméstico,
Domingo de Almeyda, futuro Deán de la Catedral de Lima, el cual conoció al arzobispo en
Sevilla, a fines de agosto de 1580, y quien dará testimonio de cómo en el viaje, por mar y tierra,
rezaron puntualmente las horas canónicas durante los tres meses que duró la travesía y
aproximación hasta la Ciudad de los Reyes.
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ejemplo la número 24: "¿Si cuando el Prelado pide algún libro o papel de los que tocan al Cabildo
y se guardan en su archivo, para ver alguna cosa; si se da cuenta a todo el Cabildo antes de su
entrega y si ésta es del original o su trasunto en forma probante por el Secretario del Cabildo y así
mismo si cuando dicho Prelado visita el archivo de la Iglesia y Cabildo si lo hace acompañado de
dos prebendados?". Respuesta: "Siempre que el Prelado ha de menester o pide alguna cosa de
papel o libro se da cuenta al Cabildo para su determinación, mas si viniese a visita siempre había
de ver los libros acompañados de los adjuntos como cuando visita a todos los demás,
espiritualmente".
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IV. EL CONTEXTO PERUANO
Señalamos algunos datos acerca de la geografía e historia de Perú, objetivo americano de
Mogrovejo, para acercarnos al mundo que le tocó vivir.
18. El Tahuantinsuyo
F. de Armas señala dos notas del Incario: la religiosa y la estatal. La base de la primera lo
constituía el "ayllu" o grupo con sus divinidades propias o totems, sobre los que los incas imponen
los suyos. Sobre este politeísmo animista prevalecía en la Sierra el culto a Viracocha y en la Costa
a Pachacamac. Los incas aceptaron este dualismo convergente y, considerándose hijos del sol,
sobrepusieron a ambos el culto del sol (Apu Inti o Punchao). En otro nivel inferior se daba culto al
rayo (Illapa), a la luna (Quilla), a las siete cabrillas (Orcoy y Choque Chinchay), al mar
(Mamacocha), a la tierra (Pachamama), a las piedras (Pururaucas), a los dobles o momias del Inca
(Huanques), a los cerros (Apus) y a las Huacas, adoratorios diversos de cosas insólitas. Hubo
dioses de culto restringido como Tunupa entre los aimaras, Pariacaca entre los Yauyos, Atagujo en
Huamachucho, Huari en los nevados centrales, Rímac en Lima... En la conciencia popular, la
cosmovisión del indio se nutría esencialmente del animismo de la naturaleza y adoraba fuentes,
ríos, cerros y toda realidad extraordinaria en "huacas". Con la decadencia del imperio, la religión,
que se identificaba con el mismo Estado y que estaba vinculada con la magia y la idolatría, deriva
hacia un culto demoníaco donde los augurios, maleficios, sortilegios inculcan al indio una
mentalidad fatalista; se pude hablar que eran religiones muertas o en ruinas (J. Dumont), aun antes
de que llegasen los europeos. De todos modos, como certeramente señala María Rostorowski, la
cultura andina es singular y no admite punto de comparación con las europeas a pesar de que los
cronistas, especialmente los religiosos, fuesen pródigos en destacar coincidencias "providenciales"
con el cristianismo.
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19. Exploración y conquista.
Cinco años antes los españoles iniciaban la exploración del territorio, para comenzar la
conquista en 1532. Enseguida, Pizarro y Almagro se dan cuenta de la crisis que deciden
aprovechar. Pasan por Puná, Túmbez y fundan el primer poblado en San Miguel de Tangarara
como puente entre Quito y la costa, dando legitimidad a la nueva gobernación española en las
Indias con el nombre de Nueva Castilla. De aquí pasan a Cajamarca donde capturan al Inca;
Pizarro nombra Inca a su hermano Manco Segundo; pasa a Cuzco, luego se fundarán Lima y
Trujillo en 1535. El nombrado Inca se sublevará poniendo en peligro la seguridad de los
españoles; Almagro inicia la conquista de Chile que continúa Valdivia. Se desarrolla un doloroso
período de guerras civiles entre españoles cuyos lances más expresivos serán la Batalla de las
Salinas (1538, nacimiento de Toribio) en la que es ejecutado Almagro, el asesinato de Francisco
Pizarro en 1541, la Guerra de Chupas controlada por el nuevo gobernador, el leonés Vaca de
Castro, y que termina con las muertes de Almagro el Mozo Batalla de Añaquito de la que sale
vencedor Gonzalo Pizarro en 1546) y del primer virrey Núñez de Vela (Batalla de Jaquijaguana)
en la que se instaura la frágil paz en 1548 por don Pedro Lagasca. Le sigue una floreciente etapa
de exploraciones y fundaciones. Los indios siguen resistiéndose acaudillados por Manco Segundo,
Sayri Tupac y Tupac Amaru que es sometido en 1572 por el virrey Toledo.
A la luz de este rápido escarceo por la primitiva historia del Perú, es lógico pensar en la
dificultad de unir dos mundos tan distintos que se encuentran de forma tan violenta y traumática.
Tal incomprensión no debe ser interpretada como complejo de superioridad del español frente al
indígena, sino como choque de dos mentalidades contrapuestas, expresión de dos imperios
(Concepción Bravo): el de Cuzco que en boca del primer mestizo peruano - Inca Garcilaso- "fue
otra Roma" y el de España, representante de la modernidad renacentista y del humanismo
Cristiano; en su feliz dedicatoria de "Comentarios Reales" acuñó el mestizaje: "A los Indios,
Mestizos y Criollos de los Reinos y Provincias del Grande y Riquísimo Ymperio del Perú, el Inca
Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paysano, salud y felicidad". Pese a todo, la
política de la Corona y el afán de los españoles de penetrar en su mundo, especialmente por parte
de los misioneros, unido a los logros culturales de los indígenas, hace posible el contacto. Lo dirá
de una vez por todas el historiador José de la Riva-Agüero y Osma: No conozco afirmación más
injuriosa para el peruanismo que aquella de ser inasimilables sus dos razas esenciales, la hispana
y la india. Si tal fuera, el Perú resultaría un aborto. Y esperamos y constatamos que no lo es, por
los tipos humanos que ha producido, desde Garcilaso hasta nuestros días, mestizos insignes de
sangre y de alma.
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20. Pioneros de la evangelización
Pizarro llevó consigo dos sacerdotes, el clérigo secular Juan de Sosa y el P. Vicente
Valverde. Los primeros misioneros en llegar serán los seis dominicos que zarpan de Sanlúcar de
Barrameda en enero de 1530. Tres quedan en Panamá y tres van rumbo a Perú; en la empresa sólo
va a participar el P. Valverde. Posteriormente van a llegar los Mercedarios, Franciscanos,
Agustinos y, más tarde, en 1568, los Jesuitas. A los religiosos hay que sumar los sacerdotes
seculares; el primero en pasar fue Juan de Sosa; luego fueron llegando poco a poco como
capellanes de las armadas, beneficiados de las nuevas diócesis, Cristóbal de Molina, Bartolomé de
Segovia, Pedro Bravo, Francisco de Pineda, Garcí Díaz Arias... Su labor fue - salvo excepciones-
de segunda línea completando la labor inicial y de vanguardia de los religiosos.
Claro que no todo era tan sencillo pues como denunciaba el P. Acosta en su famosa obra
De procuranda indorum salute, en otras ocasiones, sucedía lo contrario: "Todo el mundo está de
acuerdo en que los indios que más tratan con los españoles son los que tienen costumbres más
depravadas. Y ahí están los hechos mismos, que dan clara fe de ello: es voz común que los
llamados yanaconas, educados en las casas y al estilo de los españoles, aventajan a los demás en
todo género de maldades". Ni tampoco conviene olvidar las fundadas denuncias del P. Las Casas
ante la codicia y los atropellos de los españoles, y que sintetiza G. Gutiérrez en su obra Dios o el
oro en las Indias. L. Hanke en su obra La lucha por la justicia y S. Zavala: El servicio personal de
los indios en el Perú nos aportan datos numerosos sobre esta dialéctica planteada entre el
conquistador y encomendero que busca enriquecerse a costa del indio y la Corona y la Iglesia que
legislan y luchan por crear un Estado de Derecho y de promoción humana y social de los
naturales.
P. Cieza, recogiendo estas realidades contrapuestas, concluye su Crónica del Perú en los
siguientes términos: "Y los indios se convierten y van poco a poco olvidando sus ritos y malas
costumbres, y si se han tardado, ha sido por nuestro descuido más que por la malicia de ellos;
porque el verdadero convertir los indios ha de ser amonestando y obrando bien, para que los
nuevamente convertidos tomen ejemplo". El mismo sentir nos ofrece Juan de Santa Cruz
Pachacuti en su relación: "Y yo, como nieto y descendiente legítimo de los susodichos, siempre,
desde que soy hombre he procurado ser firme y estable en el misterio de nuestra santa fe católica,
exhortándoles a los próximos que fueran a más adelante en ser buenos cristianos".
A pesar de la perturbación sufrida por las guerras civiles y la tempestuosa aplicación de las
Leyes Nuevas de 1544, se puede concluir que "la cristianización del Perú fue rápida -70 años- y
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fulminante (por el establecimiento de parroquias, conventos, doctrinas, cofradías)... El Perú se
cristianizó además externamente con la erección de cruces en cerros y encrucijadas, con capillas y
templos que muy pronto llenaron el paisaje. Pero no menos ideológicamente por la predicación
apostólica y la catequesis incesante a todos los niveles"(P. Enrique Fernández). Tras una primera
etapa en la que predominó la violencia y la imposición (1532-1544), sucede una segunda (1544-
1568) con método y orden, protagonizada por el arzobispo J. de Loaysa, y la tercera de plenitud
(1568-1606) con la llegada de los Jesuitas, santo Toribio Mogrovejo y el Tercer Concilio Limense,
con la aplicación del concilio de Trento en Perú a través de una catequesis integral, seguida de la
administración pastoral de los sacramentos por parte de un clero selecto.
Con la bula Inter Coetera de 1493 de Alejandro VI se concede América a los Reyes
Católicos con la condición de que evangelicen. La Santa Sede queda de algún modo marginada
delegando en ellos la empresa. La Corona Española es la suprema rectora debido a las facultades
otorgadas por el Real Patronato o Vicariato Regio, que degenera en Regalismo con la dinastía de
los Borbones. A través del organismo del Consejo de Indias o de funcionarios indianos interviene
en todos los aspectos de la vida eclesiástica, excepto los estrictamente sacerdotales: selección y
envío de misioneros, distribución, alimentación, construcción de iglesias. Es un arma de doble filo
pues puede llevar a uno de los extremos: el regalismo o la teocracia. Gracias al equilibrio y buen
entendimiento de virreyes y obispos, dará buenos frutos. Hagamos un repaso rápido de algunos de
los gobernantes más notables de los primeros momentos.
Entre otros, hay que destacar al veterano Antonio de Mendoza que ordena la justicia,
somete a Manco Inca en Vilcabamba, elimina el servicio personal del indio en 1552 y colabora en
la convocatoria del primer concilio limense.
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Los 4 años de gestión de Diego López de Zúñiga, conde de Nieva terminan en el juicio de
residencia negativa en el que descubren desfalcos e irregularidades. García de Castro es enviado
como juez residente y gobernador suplente con el fin de sanear la Hacienda.
Llega por fin don Francisco de Toledo (1569-1581). Enriquecido por las decisivas y
programáticas conclusiones de la Junta Magna de 1568, luchará decididamente en aplicarlas.
Visita personalmente toda su demarcación, concentra la población en "reducciones", tasa el tributo
y regula todos los aspectos de la vida social en justas "Ordenanzas", recoge las "Informaciones"
para demostrar el legítimo derecho de España sobre el territorio inca, soluciona el brote rebelde
del Inca de Vilcabamba, beneficia a los indios mitayos, potencia la Universidad de San Marcos de
Lima.
Le sucede otro gran virrey Martín Enríquez de Almansa en 1581; crea el primer Colegio
Mayor con los Jesuitas donde se forman las personalidades más relevantes de Perú; colabora con
Santo Toribio de Mogrovejo en la promoción del indio; fija el servicio del Correo y Transportes,
evitando el abuso de los indios.
22. Pastores
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En una carta del jesuita Bartolomé Hernández, confesor del virrey Toledo, a D. Juan de
Ovando, Presidente del Consejo de Indias, desde Lima, el 19 de abril de 1572, se exponen las
cualidades de los jerarcas de la iglesia indiana: “Los que hubieren de venir por Obispos y por
canónigos y dignidades de las Iglesias catedrales importa sumamente que sean gente aventajada y
celosa de las almas y de letras suficientes y los Obispos que sean hombres de gobierno y de quien
se crea que han de ser trabajadores en la viña del Señor”
Este dominico fue el capellán militar de la hueste. Fue el único religioso presente en el
polémico lance de Cajamarca. Fue él quien se encargó - al parecer con dura actitud- del
Requerimiento ante el Inca Atahualpa, a quien bautizó antes de ser ejecutado. Será confidente de
los reyes que le llevan a la Corte y le nombran obispo de Cuzco en noviembre de 1538, el primero
del Perú. Durante su ausencia no hubo lugar para la enseñanza de los indios debido a los
trastornos, luchas y alarmas que allí hubieron. Valverde pudo percatarse que en poco más de tres
años se había realizado un cambio radical de despoblación.
Valverde había recibido una extensa “Instrucción”, donde se le daban encargos que nada
tenían que ver con su oficio pastoral y con sus las respectivas cédulas. Mucha de ellas se referían
al reparto que se había hecho en el Cuzco de oro y plata en cantidad muy superior al de Cajamarca
y con daño del fisco cuyos derechos no se habían respetado. Además, en esos momentos no había
paz en el territorio peruano, y la situación era tan confusa, debido a las discordias entre los
conquistadores Pizarro y Almagro por el dominio del Cuzco, y poco o nada habían hecho por los
indios. Carlos V había señalado a Francisco Pizarro la gobernación de Nueva Castilla, con Lima
por capital, con 270 leguas de costa, desde el río Santiago, cerca de la línea ecuatorial, y a Diego
de Almagro la gobernación de Nueva Toledo, con la ciudad del Cuzco por capital, a continuación
de la de Pizarro. Sin embargo, la opinión general era que Cuzco quedaba dentro de la jurisdicción
de Pizarro.
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Todo esto influyó negativamente, tanto en la misión evangelizadora de Valverde como
posteriormente en el abandono de su Sede. Valverde escribe una detallada Carta al Emperador, en
el año 1539, en la que informa cumplidamente del estado de la nueva diócesis: Cuzco
semidestruido, las siete iglesias establecidas, diezmos reivindicados, apoyo a la jurisdicción
eclesiástica, protector de los Indios, reivindicación de su libertad, codicia de los españoles, celo
apostólico, elogio de los indios, lamentaciones y esperanza, petición y apología personal.
El año de 1541, mientras estaba en su diócesis, le llegó la noticia del asesinato de Pizarro y
rápidamente salió del Cuzco con dirección a Lima para contener los disturbios que temía se
habrían de seguir. Una vez llegado a Lima trató de evitar la muerte de un tal Antonio Picado y
puesto que no logró evitarlo dijo algunas homilías donde amonestaba a los responsables. Sus
palabras causaron una negativa impresión, y varios fueron a su alojamiento para pedirle
explicaciones. Después de todo esto, Valverde decidió embarcarse para salir del Perú. Sin
embargo, será un celoso misionero y sincero protector de los naturales para cuya defensa redactó
un memorial. Hasta el final de sus días, siguió trabajando duro, muriendo a manos de los indios de
la isla de Puná.
Al respecto, Gutiérrez de Santa Clara en su Historia de las Guerras civiles del Perú,
celebrando las disposiciones de enviar misioneros para la evangelización de los indios que tomó el
clérigo Pedro de la Gasca, al cual la Corona española pidió pacificar las controversias surgidas
entre el virrey Blasco Nuñez de Vela y Gonzalo Pizarro debido a las Leyes Nuevas, dice:
“No se había hecho ningún fruto en ellos [ los indios], a causa de las muchas guerras y alborotos
que avían sucedido entre los servidores de S. M. [Su Majestad] y los tiranos”. Y añade:
“Comenzaron los religiosos con gran hervor y pura caridad a predicar y bautizar a los indios,
indias, niños y niñas, haciéndolos recoger a sus pueblos, porque andaban huidos y amontados por
los yermos y despoblados, de miedo que tenían de los Capitanes y soldados, porque los traían a la
contina en cadenas, cargados de su ropa y fardaje, de do procedía que muchos de ellos o casi la
mayor parte morían miserablemente en los campos donde eran hechos manjar de brutos animales
y de las aves de rapiña”.
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El 25 de julio de 1543 entraba en Lima su primer obispo, Jerónimo de Loaysa. El bien
informado P. R. Vargas, sin citar las fuentes, nos ofrece una elegante descripción:
En los azarosos tiempos que corrían la venida del prelado era un rayo de esperanza. El corto
vecindario que habitaba las diez o doce manzanas tendidas en cuadro alrededor de la plaza
principal, hizo cuanto pudo por darle al recibimiento toda la solemnidad posible. Bajo el palio
cuyas varas sostenían los regidores del Cabildo avanzó Fray Jerónimo por la Calle Real o de
Trujillo hacia su Iglesia, precedido por la clerecía y las religiones de Santo Domingo, San
Francisco y la Merced, llevando a sus costados, como ministros, a los curas de la matriz, el P.
Pedro Sánchez y el Bachiller Palacios y siguiéndole el Cabildo secular, presidido por el Lic.
Antonio de la Gama, teniente de Gobernador por Vaca de Castro, ausentes en el Cuzco, y los
alcaldes ordinarios, Juan de Barbarán y Pedro Navarro. La única campana del mezquino templo
que se erguía en la esquina de la calle de Judíos y a la que, según tradición, se llamó la
Marquesita, lanzaba al aire con júbilo desusado sus argentinos sones. La multitud, si así puede
llamarse a los pocos vecinos españoles de Lima, alejados los unos por los azares de la Guerra de
Chupas y errantes los otros por miedo a la justicia, se prosternaba reverente al paso de su Pastor
que la bendecía con ademán paternal. Allí estaban los indios, muchos de ellos nuevos en la fe, de
los cacicazgos de Lati, Maranga, la Magdalena, Carabayllo, Surco y Huachipa, ávidos de
curiosidad y atraídos, sin saber por qué, hacia aquel varón de afable semblante que los miraba
con ternura.
Los límites de su jurisdicción eran los mismos de la ciudad limeña: Por la costa del sur,
hasta Arequipa, pasando por los valles de Nazca y confines del de Acarí; por el norte, zona
igualmente litoral hasta Trujillo, Piura, Chachapoyas y Bracamoros; por la sierra, hasta
Huamanga; hacia el este, hasta la provincia de los Angaraes y, más adentro, hasta León de
Huánuco.
Fue el primer prelado nombrado que tomó posesión de la sede episcopal. Convocó los dos
primeros concilios limenses; en el primero se reglamentó el funcionamiento de las doctrinas; en el
segundo se fijó en 400 indios casados el número máximo de cada doctrinero. La aplicación de las
disposiciones tridentinas sobre la organización parroquial supuso un gran avance para la iglesia
peruana, al desaparecer la primitiva división en repartimientos y encomiendas. Se crearon
parroquias de indios atendidas por curas que conocían la lengua nativa de sus feligreses. Cuzco
llegó a tener seis y Lima tres.
La Gasca colaboró mucho con Loayza en la pacificación del Perú, además fue su
compañero de viajes, consejero y asesor, como por ejemplo, con el problema de los tributos
encomenderos. Si embargo La Gasca se retiró; y nuestro primer Arzobispo se quedó prácticamente
solo, lo que exigió que todavía continuara ocupándose en el asunto de la pacificación. Esto le
impidió una mayor entrega a la evangelización que él mismo reconocerá pocos años después de
finalizadas tales guerras civiles.
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bien que se ponían las cosas del Virreynato y anunciándole el envío de las Instrucciones o
Sumario de los artículos de la fe que había preparado para la catequización y buen trato de los
indios; al mismo tiempo le manifiesta la idea de una junta de sus Obispos sufragáneos, “porque
conviene mucho que, a lo menos en lo sustancial de la fe y administración de los Sacramentos, nos
conformemos”.
Así, después de haber informado a la Corona española, el Arzobispo Jerónimo Loayza
convocó el Primer Concilio Limense con la participación de los Procuradores, representantes de
los Obispos de Nicaragua, Cuzco y Quito; y lo pudo inaugurar el 4 de Octubre de 1551. La
primera preocupación fue sobre la uniformidad doctrinal. Se publicó una Cartilla, con las
oraciones, mandamientos, etc., que se debían aprender de memoria y en Quechua. Y se exigió que
los misioneros se ajustaran a las Instrucciones. Respecto a la administración de los sacramentos, el
Concilio resolvió que sólo se administrasen al indígena el bautismo, la penitencia y el matrimonio;
quedando reservada a los Obispos la facultad de confirmar. Respecto al matrimonio, se admitió el
privilegio paulino concedido por el Papa Paulo III. También se dispuso que se destruyan las
huacas, centros cultuales idólatras o que se cristianizasen.
Respecto a los españoles laicos, se les pedía que cumpliesen con sus deberes religiosos
anuales y dominicales, y respetasen la inmunidad eclesiástica y la moderna legislación sobre los
matrimonios. Por su parte, a los españoles clérigos, se les pedía la observancia litúrgica en las
catedrales y demás iglesias, instándoles a su honestidad, a una vida económica no lucrativa y, en el
caso de los obispos u ordinarios, a la visita pastoral a sus diócesis cada dos años.
. Por parte de los Cabildos representantes de las ciudades, se defendían sus pretendidos derechos
en el régimen eclesiástico, y, por parte de los encomenderos se pretendía seguir con sus privilegios
en oposición de las disposiciones conciliares en favor de los indios.
. Por parte del Clero Secular, se estaba en desacuerdo con los artículos reformistas pertinentes a la
vida clerical.
. Por parte de las Órdenes Religiosas, se argüía en defensa de la autonomía interna y apostólica de
sus miembros.
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logrado cubrir toda la inmensa superficie de la jurisdicción, evangelizando con especial dedicación
al hombre de los Andes.
Entre las muchas obras que se realizaron durante el gobierno de Loayza y que
caracterizaron a la nueva Iglesia del Perú, las más importantes en Lima fueron: el inicio de la
construcción de la Iglesia Catedral de Lima, la Ciudad de los Reyes. Así, el 17 de Septiembre de
1543, Loaysa firmó el acta de erección canónica de su Iglesia, y el Papa Paulo III le designó como
titular al Apóstol y Evangelista San Juan. También ordenó la construcción del primer Hospital de
Santa Ana para indios, la creación de parroquias para indios, siendo primera la de Santa Ana
(1550-1553), construida al costado del Hospital; la fundación de la Universidad de San Marcos
(1551), con los mismos privilegios y exenciones de la de Salamanca, creándose allí en 1580 la
Cátedra de Lengua Indígena, gracias a la gramática Quechua que elaboró el dominico Domingo de
Santo Tomás para el aprendizaje de los misioneros.
Aún había mucho por hacer en la inmensa arquidiócesis de Lima que Loayza nunca pudo
visitar: se trataba de la evangelización y defensa de los indios, quienes eran la inmensa mayoría de
la población del territorio, sometidos a injusticias y abusos por parte de los conquistadores. Tal
actitud estaba en consonancia con aquello que ya Paulo III había puntualizado como la línea
profética de la Iglesia misionera en el Nuevo Mundo: La defensa de los derechos humanos del
indio y de su capacidad para recibir la fe cristiana con la predicación y el testimonio de vida, tal
como había proclamado en la Sublimis Deus del 2 de junio de 1537:
Los Indios, comprendidos aquellos que aún no pertenecen a la Iglesia, no
deben ser privados ni de su libertad ni de sus bienes materiales, puesto que
son seres humanos y por lo tanto llamados a la fe y a la salvación eterna.
Ellos no deben ser exterminados reduciéndolos en esclavitud, sino mas bien,
ser convertidos a la fe cristiana con la palabra y el buen ejemplo.
Precisamente, esto fue lo que trató de hacer - aun siendo encomendero por partida doble y
empeñado en la recaudación de los diezmos- el primer arzobispo de Lima, don Jerónimo Loayza,
tal como señala A. Acosta. A pesar de haber solicitado frecuentemente el regreso a España, debido
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de la mita, aporta brazos para el desarrollo agropecuario y textil. Los mercaderes limeños mejoran
su suerte por el aumento de su comercio por la ruta oficial de Panamá y, mediante la ruta de
contrabando, vía Acapulco y Buenos Aires; ello galvanizará la cohesión de los mercados
regionales como respuesta a la gradual y creciente demanda de bienes de consumo desde Europa.
Tales logros económicos motivarán la creación del Consulado de Lima en 1613, instancia suprema
de justicia para asuntos comerciales y cuerpo vertebrado de los mercaderes peruanos.
La flota del nuevo arzobispo arribó a Nombre de Dios, en Tierra Firme, actualmente en
tierras de Nicaragua, el 2 de marzo de 1581 y en mulas atravesaron los expedicionarios el istmo
hasta Panamá. En este periplo, en el paso del Río Chagre, ubica el cronista Diego de Córdoba la
peripecia sucedida con los caimanes. Parece que la mula que portaba a Mogrovejo se espantó y le
arrojó al agua, dándole la bienvenida dos fieros caimanes. No me resisto a incluir el dramático
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texto de L. Pinelo: "Al golpe, que en ella se dio, salieron dos caimanes, que son animales
carniceros, que en el agua y en la tierra no perdonan presa alguna; y de tanta fuerza, violencia y
grandeza, que arrebatan un toro, que llega a beber al río y habiéndole sumergido y ahogado, le
sacan a la orilla y se lo comen; y por el mismo estilo han sepultado en sus entrañas muchos
hombres. El santo Arzobispo, confiando en la bondad de Dios y reconociendo tantos riesgos, se le
encomendó, con tan eficaz oración, que la Majestad Divina se sirvió de oírle y de librarle de todo,
sustentándole milagrosamente sobre las aguas, hasta que salió a la orilla, salvo y seguro, sin que
los caimanes le diesen más recelo, que el de verlos, como testigos de esta maravilla".
Desde Panamá navegaron hasta Paita, puerto norteño de Perú. El desembarco fue en abril
de 1581. Siguieron por tierra hasta Jayanca, primera localidad de su jurisdicción. El joven
Mogrovejo comenzó a percatarse de la verdad del Consejo de Indias, cuando pedían a Felipe II en
1578 "un Prelado de fácil cabalgar, no esquivo a la aventura misional, no menos misionero que
gobernante, más jurista que teólogo, y de pulso firme para el timón de nave difícil, a quien no
faltase el espíritu combativo en aquella tierra de águilas ". Baja costeando hacia Lima y aprovecha
para conocer a su pueblo, las doctrinas, sus párrocos, las necesidades materiales y espirituales de
sus fieles.
Sin duda que tuvo en cuenta la Descripción del Perú (1551-1553) del pacificador Pedro de
la Gasca acerca del "debilitamiento de los que llegan al Perú":
Y más y allende de las sobredichas dificultades que tan fuerte hacen aquella tierra, aún la
hace otra que de las sobredichas en parte resulta y es que con la larga y mala navegación
y con la flaqueza de los mantenimientos y la diferencia que entre ellos y los que los
españoles nos criamos y con la gran diferencia quede la disposición de los aires de
nuestra naturaleza a los de aquella tierra hay, la gente que sale viva de Tierra Firme llega
tal y tan enferma y debilitada, que la más de ella no es de provecho para ningún trabajo
que los que escapan tornan a convalecer y se hacen a los mantenimientos y temple del aire
(n.65).
F.A. de Montalvo en El Sol del Nuevo Mundo (Lima 1683) no escatima elogios al nuevo
escenario de Mogrovejo: "Es tan afortunado por naturaleza este Nuevo Mundo que no tiene cosa
mala, porque su cielo es benévolo, su aire apacible, su agua saludable y su tierra fértil...La tierra
del Perú es la más rica y feliz que conoce el mundo, de sus fertilidades se satisfacen sus naturales,
de su riqueza nunca se hartó nuestra codicia, porque ellos toman lo que les basta y nosotros
anhelamos por lo que nos sobra". A tanto llegó que, uno de ellos, Antonio de León Pinelo - su
primer y no superado biógrafo- en la obra El Paraíso en el Nuevo Mundo llega a ubicarlo en
nuestra tierra, en las inmediaciones de Iquitos, en las márgenes del río Marañón. Nos lo recuerda
R. Porras Barrenechea, prologuista y editor de esta obra, en 1943:
Acaso convenga en estos días de tragedia y de desvarío universal (Segunda Guerra
Mundial) dar las señas exactas del lugar beatífico en que se encontraba el Paraíso
Terrenal. El Licenciado don Antonio de León Pincelo nos asegura desde la cumbre
de su observatorio erudito, sostenido con los tomos de geógrafos medievales,
padres de la Iglesia y exégetas ortodoxos de la Biblia, que el idílico paraje estuvo,
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sin lugar a duda en las márgenes del Amazonas o Marañón del Perú, en la Ibérica
Meridional. El Paraíso, el auténtico, el lugar de deleite de la Biblia...está allí en
las inmediaciones de Iquitos. Lo dice León Pinelo, Consejero Real de Castilla,
Cronista Mayor de Indias, recopilador del derecho indiano, polígrafo y bibliógrafo
innumerable, Cristiano sin sombra de herejía y nieto de un judío quemado vivo en
Lisboa por la Inquisición.
Era un viernes 12 de mayo de 1581; contaba el prelado tan sólo 42 años y nunca más
volvería a España. Diego Morales, secretario del cabildo, lo recuerda vívidamente al tener que
declarar en el proceso de 1631:
siendo este testigo muchacho y se acuerda muy bien que entró por la puerta a pie y
estuvieron colgadas las calles y hechos los altares y hubo gran concurso de gentes y gran
repique de campanas y música, echando bendiciones debajo de un palio.
El historiador Taurel, haciéndose eco del testimonio de los participantes en el acto, hablará
de "su apariencia majestuosa, aquel día parecía un ángel más que un hombre mortal y finito". El
propio Cabildo de Lima escribirá rápido al rey Felipe II: "El gran favor que nos hizo Vuestra
Majestad, al dárnoslo como pastor y prelado, fue obra de una inspiración divina".
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En las Actas del Cabildo de la Municipalidad de 11 de mayo de 1581 se da cuenta de la
entrada de los miembros del cabildo catedralicio para informar al Ayuntamiento de la entrada del
Arzobispo y los pertinentes preparativos:
En este Ayuntamiento entraron los señores arcediano de esta santa iglesia y canónigo
Calvo y trataron cómo Su Señoría Reverendísima el Señor Arzobispo entraba en esta
ciudad el viernes por la tarde que se contarán doce días de este presente mes y que
conforme a lo que se manda por el pontifical se ha de recibir con mucha pompa y amparo,
las bulas del cual manda metan los magistrados de las ciudades donde entrare y que así
suplican a este Ayuntamiento en nombre del Cabildo de la Santa Iglesia de esta ciudad
que así se haga y los dichos señores Justicia y regimiento respondieron que en el
recibimiento de Su Señoría Reverendísimo harán todo lo que de su parte fuere.
Con esto se acabó este cabildo y no firmaron los dichos señores Justicia y regimiento
porque quedó abierto hasta lo comunicar con Su Excelencia acerca de la entrada del
Señor Arzobispo. Comunícose este negocio con Su Excelencia y mandó que el Cabildo,
Justicia y Regimiento tome las varas a la entrada de Su Señoría y las dé luego a otras
personas caballeros principales. Blas Hernández, escribano público y de cabildo.
En la muy noble y muy leal ciudad de los Reyes a once días del mes de mayo de 1581, en
las casas y ayuntamiento de esta ciudad, se juntaron el ilustre cabildo, justicia y
regimiento de esta ciudad, como lo han de uso y de costumbre para tratar y proveer cosas
que tocan al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, bien y aumento de esta
República especial y señaladamente los señores Francisco de Aliaga, alcalde ordinario en
esta ciudad por Su Majestad y Nicolás de Ribera y Francisco de Ortiz y Francisco de
Torres, alguacil mayor de esta ciudad y capitán Ruy Barba, regidores, por ante mí Alonso
de Valencia, escribano público de esta ciudad por ausencia de Blas Hernández, escribano
de cabildo, proveyeron lo siguiente:
En este día pareció el Padre Francisco Marqués de Sotomayor, clérigo presbítero y
presentó una bula de Su Santidad, proveída para el pueblo de esta ciudad que parece
declara haber proveído por arzobispo de esta ciudad al Ilustrísimo y Reverendísimo Señor
Don Toribio Alfonso de Mogrovejo y les hacía por ella saber lo recibiesen y tratasen por
pastor en esta santa iglesia y vista la dicha bula proveyeron que ellos obedecían la dicha
bula de Su Santidad y por pastor y arzobispo de esta santa iglesia al dicho Reverendo
Señor Arzobispo y como tal lo recibieron con la solemnidad que a semejante pastor se
requiere recibir y así lo proveyeron y lo firmaron de sus nombres. Y con esto se acabó este
cabildo Francisco de Aliaga de los Ríos, Francisco Severino de Torres, Nicolás de Ribera,
Ruy Barba, Francisco Ortiz, Lorenzo de Aliaga, por ausencia del dicho Blas Hernández,
escribano de cabildo. Alonso de Valencia, escribano público.
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49
V. LA LEY
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Mogrovejo estudió Derecho (Civil y Canónico). No lo olvidemos. Fue, ante todo, un
legislador, no un filósofo o teólogo. Pero no se convirtió en un leguleyo, un abogado de despacho,
sino que promulgará normas de pastor para ser vividas por él y por sus fieles. En imagen tres
documentos custodiados en el Archivo del Cabildo Metropolitano de Lima: Regla Consueta, Libro
de las Visitas, Originales del Tercer Concilio Limense.
Tales reuniones serán una adecuada plataforma para informarse del estado de la diócesis,
para examinar y juzgar su situación y para aplicar los medios oportunos conducentes a su mejora.
De ellos ha podido escribir V. R. Valencia que "son la Pastoral moderna de Trento aplicada
escrupulosamente, como una proyección fiel, a la Iglesia americana en formación. Y el más
avanzado código social, aun en sus aspectos laborales, que conocemos de esos siglos".
De los trece sínodos, el primero, anterior al Tercer Concilio Limense, se celebró en Lima,
en la cuaresma de 1582, sintetizando su fruto en 29 capítulos referentes a párrocos y doctrineros,
el 12º prohibía las danzas y representaciones en ermitas e iglesias, sin aprobación episcopal.
El segundo sínodo se celebró también en Lima, en febrero de 1584, tras el Tercer Concilio;
y de las 11 constituciones resultantes se puede citar la que advierte a los párrocos lleven matrícula
de los que se confesaren y coloquen tablas de las fiestas de guardar.
El tercero, en Santo Domingo de Yungay (Ancash), concluyó el 17 julio de 1585,
redactándose en 93 puntos, como el deber de hacer padrones, la petición de limosna para repartir
entre los indios pobres, el predicar la doctrina cristiana en su lengua -especialmente a los niños
menores de 12 años-, la prohibición de exigir dinero a los indios por los sacramentos, así como la
prohibición del "servinacuy" o matrimonio a prueba, y el nombramiento de fiscales. Los
sacerdotes debían administrar a los indios el sacramento de la Eucaristía después de haberlos
instruido; no debían asistir a las corridas de toros, por considerarlo un espectáculo "indecoroso";
no debían tener mujeres a su servicio, ni jóvenes ni viejas; debían administrar gratuitamente los
sacramentos a los indios, ya que estaba proveída a favor de los doctrineros la pensión que debían
pagar las encomiendas a razón de 300-400 pesos al año.
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El cuarto sínodo tuvo lugar en Santiago de Yambrasbamba, provincia de Chachapoyas
(Amazonas), en septiembre de 1586; la constitución 19 prohibía a los corregidores intervenir en
causas de idolatría y la 20 les mandaba que no llevasen impuestos a los indios.
El quinto sínodo fue en san Cristóbal de Huañec, Yauyos, en septiembre de 1588, y entre
sus 30 constituciones estableció en 6 años el mínimo de permanencia de un doctrinero con su
pueblo, y que los clérigos avisasen a las autoridades civiles acerca de la necesidad de hacer
puentes, caminos y reducciones para conseguir la doctrina como corresponde.
El sexto sínodo se celebró en Lima, en octubre de 1590. Contó con la asistencia de los dos
cabildos. Entre las 14 constituciones, algunas advierten a los corregidores que no se entrometan en
la jurisdicción de los doctrineros y que los diezmeros fuesen justos en la cobranza de los diezmos.
El séptimo, celebrado en Lima, en octubre de 1592, dentro de sus 30 constituciones
estableció como día festivo, sólo en Lima, la celebración de san José; que los sacerdotes enviasen
relación de los pueblos e indios que tenían a su cargo; que los visitadores examinasen el estado de
iglesias y hospitales y pusieran el remedio necesario: "y que se haga todo en mayor comodidad y
beneficio de los indios" (Constitución 28).
El octavo se celebró en san Pedro y san Pablo de Piscobamba (Ancash) en septiembre de
1594. De las 48 constituciones, algunas prohibían a los indios abandonar las reducciones, y otras
obligaban a los ordenandos a asistir a las clases de quechua. En un reciente análisis del mismo,
Miguel León Gómez, tras situarnos geográfica e históricamente el Callejón de Conchucos, en
concreto en la Encomienda de Piscobamba, analiza su evangelización, dedicándose a la obra de
santo Toribio dividida en su actuación en los sínodos y el tratamiento de las cuestiones
eclesiásticas y sociales en el sínodo de Piscobamba, en el que -como en todo sínodo- se evalúa los
resultados de la aplicación del Concilio Provincial -aquí el Tercero de Lima-, insistiendo en "la
obediencia a sus normas y promulgó decretos acerca de cuestiones específicas suscitadas por su
aplicación".
Del noveno, en 1596, se han perdido las actas.
El décimo, 1598, celebrado en Huaraz (Ancash), sale al paso de quienes hiciesen chicha de
jora o comerciasen con ella.
El undécimo, 1600, sin actas.
El duodécimo, 1602, celebrado en Lima, produjo 49 constituciones que prohibían la
elaboración de la azúa y el uso del tabaco para los sacerdotes; amonestaban a quitar las pinturas
profanas de los templos; se imponían penas para los clérigos negociantes.
El décimo tercero y último, julio de 1604, tuvo lugar en Lima, y se redactaron 43
constituciones. Entre ellas, se reservaba al obispo la facultad de absolver del pecado de injusticias
cometidas con los indios, como con la venta de huarapo.
El objetivo primordial de todos estos sínodos será la construcción de lo que Mogrovejo
denominó "la nueva cristiandad de las Indias”. De su importancia da fe la vigencia mantenida
hasta el Concilio de América Latina, celebrado en Roma el año de 1899. Ellos contienen, junto
con sus prescripciones de carácter eclesial, "interesantes cláusulas de tipo cultural y de promoción
humana en las que fija la Iglesia americana su posición con respecto al indio, reclama su libertad,
estudia medidas de carácter social, educativas y hasta higiénicas" (Demetrio Ramos).
Como destaca J.A. de la Puente, Mogrovejo fue un "obispo doctrinero, obispo con
vocación de párroco", que "en la entraña de su acción apostólica" coloca "en primerísimo lugar, la
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incorporación del hombre andino a la fe cristiana y a la vida de la Iglesia", pero simultáneamente
"desarrolla el proceso de la formación del hombre peruano". Nuestro arzobispo empeñará su vida
en esta misión. La visita permanente, los escritos sinodales, las cartas, los informes son buena
muestra de ello: denuncian el mal y elaboran todo un programa de lucha por los derechos
humanos, de educación en valores, de desarrollo integral, tal como lo registran los cánones de los
concilios y sínodos por él promovidos y celebrados.
La primera tarea para construir el edificio pedagógico del educando, en este caso el indio,
consiste en remover una serie de obstáculos que lo dificultan. Así se aboga por la destrucción
de la idolatría (C2L, c. 96) y se pide colaboración a los organismos civiles para acabar con ella.
El C3L ordenó la detención de indios hechiceros y que los "juntasen en un lugar...de modo que no
pudiesen con su tracto y comunicación infeccionar a los demás indios" (II,c. 42). La segunda lacra
que se pretende abatir será la borrachera, denunciada en el Sínodo de 1585 en estos términos:
hay entre los indios un abuso común y de gran superstición de sus antepasados en hacer
borracheras y taquíes y ofrecer sacrificios en honra del demonio en los tiempos de
sembrar y coger y en otros tiempos cuando por ellos se comienza algún negocio que les
parece importante"(c. 76) .
Otro de los temas debatidos y de importancia capital para la evangelización correcta fue el
concentrar en reducciones o poblados a los indios dispersos Todos los misioneros coinciden en
afirmar la necesidad de reunir a los indios para darles una formación política, humana y cristiana.
El Sínodo de 1588 declara en este sentido: "Que los clérigos de las doctrinas den aviso a los
virreyes y gobernadores de la necesidad que hubiere de hacer puentes, caminos y reducciones que
convinieren hacerse en sus doctrinas para poder hacer la doctrina como corresponde"(c. 26). El
Sínodo de 1594 vuelve a insistir a los curas que "no permitan ni den lugar que se deshagan las
reducciones de los pueblos de sus doctrinas"(c. 2).
32. Educación
Se añade también el aprendizaje de la música ya que "es cosa cierta y manifiesta que esta
nación de indios está atraída y provocada por encima de todo, al conocimiento y a la veneración
de nuestro Dios soberano, por las ceremonias externas y solemnidad del culto divino". Por ello se
establece que en cada doctrina se abra una escuela de música con maestro, coro e instrumentos:
"flautas, caramillos y otros".
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Un problema capital que deben resolver para la escolarización es la lengua común.
Continuamente se ordena la enseñanza en "la lengua del Cuzco, y en la Aymara"...pues les basta y
aún les es muy mejor saberlo y decirlo en su lengua"(C3L, II,6). Santo Toribio, siempre
pragmático y detallista, impone como multa el tercio del salario al sacerdote que al cabo de un año
no haya aprendido la lengua indígena(Sínodo de 1592) y ordena que los curas de indios aprendan
la lengua de los indios en la Universidad o en la Catedral de Lima (c. 12). Su sucesor, Lobo
Guerrero, en el Sínodo de 1613 seguirá insistiendo en que enseñen a los indios en su lengua
(lib.1º,tit.I,cap.II).
Con el término "policía" se designa toda una serie de valores humanos necesarios para
civilizar, promocionar humana y socialmente a los indios. Abarcaba múltiples facetas: el habitar
casas compartimentadas, la limpieza de sus viviendas, el aseo corporal, la urbanidad en el comer,
el evitar la desnudez y el desaliño en el vestido, el saber gobernarse por sí mismos sin la
dependencia servil del cacique o del encomendero, el preocuparse de la educación de los hijos, el
prestar auxilios a enfermos y pobres, la enseñanza de la lectura y la escritura. El C3L (V, 4),
destaca, entre otras, la "vivienda digna", el vestido y la higiene.
33. Salud
"La causa de haberse hecho ha sido que la necesidad no daba más lugar, ni el dejarse de
hacer se cumplía con el descargo de la conciencia de Vuestra Majestad y la obligación
que tiene a que estos naturales sean tan favorecidos y amparados de su favor; me obliga,
moviéndome a ello demás de lo dicho, la miseria, pobreza y calamidad en que estos
miserables están puestos, que es tanta que si no es viéndolo en persona no se puede ni
deja de entender".
En el Sínodo de 1594 se advierte seriamente a los cirujanos que visiten todos los pueblos
de indios. Por su parte el de 1585 ordena que la tercera parte de los ingresos obtenidos de las
penas sinodales " sea para los pobres de la misma parroquia"(c. 2). Gran delicadeza y
generosidad revisten los decretos del Sínodo de 1582 (c.13) que ordenan a los curas mendigar
para los indios pobres
Tenía especial predilección por los enfermos. Solía visitarlos con frecuencia y
socorrerlos a la vez. La renta de los hospitales era sagrada para él, sufriendo numerosas
contradicciones por mantener tal aplicación. Incluso se le llegó a calumniar acusándole ante el
Rey de que disponía del tomín destinado al servicio de los enfermos. Durante sus visitas
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pastorales cuidó siempre de la fundación de casas de misericordia en los pueblos en que no
existía.
34. Familia
El deseo del Sínodo de 1592 formula las intenciones de todas estas reuniones "que se haga
todo en mayor comodidad y beneficio de los indios"(c. 28). Aparece claramente la intención de
dar funciones relevantes a los indios en la tarea misional y civilizadora. Con el nombre de "fiscal",
"coadjutor", "alguacil", se designan colaboradores directos del misionero, protagonistas del
proceso. El Sínodo de 1585 indica a los curas de indios "señalen persona que tenga cuenta de los
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que fueren a misa y a la doctrina". El de 1586 dispone que tengan un padrón y libro donde anotar
todos los indios
señalando personas en el padrón que cada una de ellas tenga cuenta con cierto número de
indios para llamarlos y traerlos a Misa, de manera que cada uno dé cuenta al cura de los que
tienen a su cargo(..)y señalando algunos fiscales para que no salgan de la Iglesia hasta que
no se acabe la Misa(c. 4).
Se obligará a que el misionero conozca personalmente a sus indios, sobre todo mediante la
participación en la liturgia y la administración de los sacramentos.
Se recomienda encarecidamente al obispo, "visitar sus distritos con verdadero afecto de
padres", ya que "para conservarse el buen orden y disciplina eclesiástica, el principal medio y
fuerza está en hacerse bien las visitas"- advierte el C3L(IV,1).
Ambrosio de la Serena, natural de Caraz (Huaylas), labrador, con 70 años, el 30 de octubre
de 1660, recuerda un suceso de hace más de 60 años. Parece ser que lo vio en Lima y le confirmó
en Yungay:
Con ocasión de que yendo un día el dicho siervo de Dios, D. Toribio hacia el Monasterio
de Monjas de la Encarnación, encontró a este testigo y llamándole le preguntó si estaba
confirmado y le respondió que "sí", que Su Ilustrísima lo había confirmado en el dicho
pueblo de Yungay y dándole razón de quién era y quiénes eran sus padres, le conoció y
hizo mucho agasajo.
Entre los muchos atavismos de los indios figuran los sacrificios sangrientos, mutilación de
algún miembro o su deformación mediante técnicas cruentas. El Sínodo de 1585 contiene la
prohibición de la costumbre de amoldar las cabezas de los niños y de horadarle las orejas(c. 74, c.
75), tanto por estar vinculadas a prácticas idolátricas como atentar contra su propio derecho a una
integridad física.
De forma clara y rotunda exigirá a sus curas de indios que instruyan a los naturales en las
exenciones económicas, en sus privilegios y en sus derechos. Así lo formula el Sínodo de 1582:
tendrán particular cuidado los curas de indios, y Visitadores de dárselo a entender y
declarárselo, y en particular cuando se hicieren las dichas visitas, para que entiendan lo que
está proveído en su favor. Y los curas de indios tendrán cuidado de advertir a los indios de
esto, y lo demás que está proveído en su favor, y no sean los dichos indios vejados, ni
molestados en nada(c. l9)
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En virtud de su condición de "miserables" y "plantas nuevas en la fe" se le otorgarán
privilegios especiales. Así lo manifiesta el C3L:
No hay cosa que en estas provincias de las Indias deban los prelados y los demás ministros
(...) tener por más encargada y encomendada (...)que el tener y mostrar un paternal afecto y
cuidado al bien y remedio de estas nuevas y tiernas plantas de la Iglesia (...) Y ciertamente la
mansedumbre de esta gente, y el perpetuo trabajo con que sirven y su obediencia y sujeción
natural podrían con razón mover a cualesquier hombres por ásperos y fieros que fuesen,
para que holgasen antes de amparar y defender estos indios (III,3).
Así las cosas, arriban a Lima en mayo de 1581 el nuevo arzobispo y el nuevo virrey. Se
ponen de acuerdo el metropolitano y el vicepatrono y con fecha 15 de agosto de 1581 se convoca a
concilio para el año siguiente. Los miembros del Cabildo Catedralicio anotarán en las actas
capitulares el 9 abril 1581: "había mucha necesidad de que se convocase y se hiciese concilio
provincial como lo manda el Santo Concilio de Trento"( Libro 2º f.107v).
En aquel momento, eran nueve las diócesis sufragáneas de Lima, a la que se agregará
Tucumán. Al concilio asisten 8 obispos junto al metropolitano y en nombre del rey, Martín
Enríquez de Almansa, virrey y vicepatrono. Los prelados son fray Antonio de San Miguel OFM
(La Imperial de Chile), don Sebastián de Lartaún (Cuzco), fray Diego de Medellín OFM (Santiago
de Chile), fray Francisco de Vitoria OP (Tucumán), don Alonso Granero de Ávalos (La Plata),
fray Alonso Guerra OP (Asunción o Río de la Plata), recientemente consagrado en Lima, y fray
Pedro de la Peña (Quito), que se incorporó en octubre. El de Popayán, fray Agustín de la Coruña,
estaba detenido en Quito. La diócesis de Panamá estaba vacante, al igual que la de Nicaragua, pero
ésta envió a su representante fray Pedro Ortiz OFM. Asistieron asimismo 9 procuradores de los
cabildos eclesiásticos, entre ellos el Dr. Juan de Balboa por el de Los Reyes. Entre los 8
provinciales y superiores regulares figuraban fray Jerónimo de Villacarrillo, OFM, y fray Nicolás
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de Ovalle (Mercedario). Entre los 5 teólogos seleccionados cabe mencionar al agustino fray Luis
López y el jesuita P. José de Acosta. Igualmente entraron tres letrados juristas, uno de los cuales
fue fray Pedro Gutiérrez Flores y 5 oficiales como el Dr. Antonio de Valcázar, provisor y vicario
general de Los Reyes, secretario del concilio, junto con el arcediano de Paraguay Martín Barco de
Comenzaron con las lecturas de los anteriores concilios y los memoriales de las iglesias,
analizando los asuntos que la secretaría general iba presentando. Bien pronto comenzaron los
problemas. En marzo de 1583 morían el obispo de Quito y el virrey, debiendo asumir las
funciones de este último el oidor más antiguo, Licenciado Cristóbal Ramírez de Cartagena. Se
incorporaron, sin embargo, en el mismo mes, el obispo de La Plata Alonso Granero de Ávalos y el
de Tucumán, el dominico fray Francisco de Vitoria. La tormenta se desató por la acumulación de
memoriales -hasta 23 acusaciones por parte del Cabildo secular- contra el obispo del Cuzco,
Mons. Sebastián de Lartaún y la respuesta intempestiva del mismo. Se le llegaba a acusar hasta de
ser responsable de la muerte del canónigo Juan de Vega y de haberse apropiado de más de 30.000
pesos de la fábrica de la catedral. La gravedad de las denuncias movió al arzobispo Mogrovejo a
aceptarlas y examinarlas con el fin de que Lartaún se exculpase. El obispo de Cuzco negó
competencia al concilio para tratar ese asunto. El santo optó por ordenar una investigación
comisionando a varios de los asistentes que, después de controversias y declinaciones, recayó en
el fiel provisor y vicario general Valcázar. Todos los obispos, salvo el de La Imperial, apoyaron al
santo. Muerto el virrey Almansa, firme apoyo del arzobispo, éste pensó en disolver el concilio. El
obispo de Cuzco, no sólo sostenía la incompetencia del mismo, sino que llegó a defender que el
proceso no podía llevarse a cabo fuera del concilio. El santo propuso entonces remitir el proceso a
Roma. Al efecto, en vísperas de Semana Santa, suspendió en concilio hasta la Pascua de
Resurrección indicando a los padres conciliares que se retirasen. Sin embargo, 5 obispos no sólo
se negaron sino que arrebataron las llaves del archivo y se apoderaron de los papeles del proceso,
que retuvo fray Francisco de Vitoria, llegándolos a quemar en el horno de un pastelero del centro
de Lima. Ante su negativa de devolver los documentos, el metropolitano suspendió las
congregaciones y excomulgó públicamente a Mons. Vitoria. Éste pretendió continuar el concilio
en el caso de que no lo reabriese santo Toribio. El metropolitano accedió con tal de que se
devolviera el libro de acuerdos a los secretarios. Como cuatro de los cinco obispos sufragáneos
llevaban adelante su proyecto de conciliábulo Mogrovejo los excomulgó. Ahora entendemos por
qué el P. Acosta llegó a decir que el concilio parecía "una Consulta de Estado hecha a marineros
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aburridos". Sin embargo, santo Toribio no se dio por vencido, mientras tanto el P. Acosta y
colaboradores habían redactado el catecismo, confesionario y parte del sermonario, el canónigo
Juan de Balboa dirigía el equipo de traductores al quechua, mientras que el P. Blas Valera hacía
otro tanto con el aymara.
Con motivo de tales incidentes exclamará: "No temo ni tiemblo a cosa alguna. Lo que más
me ase vivir con inquietud no es lo que padezco, sino el temor de que mis ovejas, escandalizadas
de estas varias revoluciones, caigan en culpas y ofensas de Dios...La consideración de que los
trabajos que he padecido vienen derechamente de mano de Dios, jamás me ha puesto triste; antes,
con ese convencimiento, he vivido alegre, en medio de ellos, las busco con contento". Y así, pese
a las tensiones, logró convencer a los padres conciliares para que se prescindiese de la causa
judicial del de Cuzco y en cambio se ofreciese al pueblo cristiano los anhelados decretos de
reforma.
Frutos suyos serán la fundación de Seminarios (calcados del Colegio Mayor de Oviedo de
Salamanca, la organización de las visitas canónicas para comprobar que todo se aplicaba, la
publicación de un "Catecismo" en los tres idiomas (castellano, quechua y aymará), el
"Sermonario" (guía de párrocos y predicadores), "Confesonario" (manual de instrucciones para los
penitentes).
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pastorales", impresos en 1584 y 1585 por Antonio Ricardo, quien inaugura la imprenta en Perú
con los tres catecismos trilingües -castellano, quechua y aimara- (Doctrina cristiana, Catecismo
breve, Catecismo Mayor para los que son más capaces), el Confesonario para los curas de indios y
el Sermonario -Tercer Catecismo- "para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los
Indios y demás personas". Como complemento de tan largo trabajo, deben citarse las apelaciones
y aprobación de los decretos.
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privilegios y facultades pontificias para las Indias. Terminaba, en los tres idiomas, con los
impedimentos matrimoniales, junto con una declaración de los motivos de invalidez.
El tercer y último volumen se titulaba Tercer Catecismo y Exposición de la Doctrina
Cristiana por sermones, para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los indios... y
a las demás personas. Es el texto más extenso con 446 páginas que contienen 31 sermones en los
tres idiomas. Se desarrollan como materias catequéticos los presupuestos de la fe y los misterios
de la misma y los sacramentos, los mandamientos de la Ley de Dios...Todo ello enriquecido con
textos bíblicos, de los Santos Padres y del magisterio eclesiástico. De gran interés son las 11
páginas del proemio en las que se trata del modo de enseñar y predicar a los indios; el primer
principio enfatiza: "Se ha de acomodar en todo a la capacidad de los oyentes el que quisiere hacer
fruto con sus sermones o razonamientos"; el tercero habla del modo "llano, sencillo, claro y breve"
y del estilo "fácil y humilde, no levantado, las cláusulas no muy largas, ni de rodeo, el lenguaje no
exquisito, ni términos afectados, y más a modo de quien platica entre compañeros, que no de quien
declara en teatros".
Conviene subrayar como mérito excepcional de estos catecismos la traducción al quechua
y aymara de conceptos sutiles y difíciles, gran parte de los cuales se tradujeron también a otras
lenguas vernáculas de dentro de Perú, como la collana, cañeri, purgay, quillasinga y puquina; y,
fuera del Perú, en la lengua general del Reino de Chile, la araucana, en el guaraní, la mosca de
Bogotá.
Luciano Pereña destaca cinco claves para interpretar su trascendencia:
1. Fueron el medio para educar y afianzar en la fe al pueblo.
2. A través de una síntesis y purificación, el Concilio asumió la misión de los primeros
evangelizadores, llevando hasta lo último su compromiso evangélico con el indio.
3. Sus textos son auténticas fuentes y raíces del mestizaje étnico cultural, propio de la fisonomía
continental iberoamericana.
4. Facilita datos etnográficos (creencias religiosas, ritos y ceremonias en sus relaciones con las
costumbres civiles y sistemas de gobierno Inca) registrados por los misioneros con el fin de
transformar su identidad originaria.
5. Diferenció claramente la parte dogmática y esencial en la formación y maduración de la fe, de
la parte disciplinar y circunstancial en la implantación progresiva de la Iglesia en evolución.
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VI. EL PASTOR
A pesar de moverse continuamente, no tenía prisa, iba de uno a uno. Parecía vivir la
consigna de Kwuan-Tzu, filósofo oriental de hace 2.300 años: "Si planificas por un año, siembra
trigo; si por una década, planta árboles; si planificas por una vida, educa personas". En realidad le
bastaba considerar el Evangelio, el valor absoluto dado por Cristo a la persona, para dedicarse de
lleno a educar personas, especialmente las que ejercen una misión multiplicadora como los
obispos y sacerdotes a su cargo. A tal efecto será fundamental la creación del Colegio-Seminario y
la erección de nuevas parroquias. De igual modo, impulsará instituciones destinadas a la
formación de líderes espirituales, académicos y sociales; tal es el cometido de monasterios como
el de Santa Clara, hospitales como el de San Pedro, la Universidad de San Marcos, la Casa del
Divorcio....Se siente, ante todo, pastor dispuesto a dar su vida por sus ovejas. A tal efecto crea el Colegio-
Seminario y nuevas parroquias. De igual modo, impulsará instituciones destinadas a la formación de líderes
espirituales, académicos y sociales, en los monasterios como el de Santa Clara, hospitales como el de San
Pedro, la Universidad de San Marcos, la Casa del Divorcio.... Foto de la mitra y reliquia del dedo con el
que confirmaba, en un oratorio del Seminario de Santo Toribio en Lima.
Poco antes de morir exclamaría santo Toribio: "Bendito seas, Dios, el clero está muy reformado".
No sin razón se le llamará el "Borromeo de las Indias". L. Pinelo declara el paralelismo vital entre
el cardenal y arzobispo de Milán, Carlos Borromeo, descubriendo cerca de 50 coincidencias entre
ambos: igual fecha de nacimiento y comienzo de su acción, idéntico espíritu reformista...Entre las
personas beneficiadas por su talante reformista figuran los líderes espirituales del momento:
obispos y sacerdotes. En primer lugar hay que citar los miembros del Cabildo Capitular en el
tiempo que vivió el Arzobispo:
1. Bartolomé Martínez, arcediano, obispo de Panamá y arzobispo de Nueva Granada
2. Pedro Villarverche
3. Juan Lozano
4. Bartolomé Leonés
5. Cristóbal Medel
6. Cristóbal León
7. Bartolomé Rodríguez
8. Juan de Balboa
9. Esteban Fernández de Vozmediano
10. Antonio de Valcázar
11. Antonio de Molina
12. Pedro de Espinoza
13. Juan Velázquez de Ovando
14. Juan Díez de Aguilar
15. Diego Ramírez de Cepeda
16. Juan de la Roca, obispo de Popayán
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17. Juan de la Roca (sobrino)
18. Diego Flórez de Loaces
19. Bartolomé Menacho
20. Diego de Ávila
21. Pedro de Valencia, obispo de Guatemala y de la Paz
22. Juan Garcés de Andrade
23. Pedro Muñiz
24. Mateo González de Paz
25. Fernando de Guzmán
26. Andrés Díaz de Abreu
27. Cristóbal Sánchez de Renedo
28. Pedro Mauricio González de Mendoza
29. Baltazar de Padilla
30. Diego de Orozco
31. Carlos Marcelo Corne, obispo de Trujillo
32. Gaspar Sánchez de san Juan
33. Feliciano de Vega, obispo de Popayán y arzobispo de México
34. Antonio Núñez de Luna
35. Jerónimo Euguí
36. Miguel de Bobadilla
37. Hernando del Castillo
38. Andrés García de Zurita, obispo de Trujillo
39. Pedro de Aguilera
40. Juan Vargas y Mendoza
Aunque no faltaron algunos roces, será este órgano colegiado quien le defienda con más fuerza
ante las denuncias del virrey Cañete y quien, asimismo, promoverá con mayor fervor la
canonización del prelado.
Dentro de esta faceta reformista será su constante relación con los sacerdotes, seminaristas y
religiosos. Tuvo tiempo además de restaurar la catedral y de organizar definitivamente el Cabildo
Eclesiástico. Apoyó la creación de las parroquias del Cercado de San Lázaro y San Marcelo.
Fundó también un hospital para sacerdotes a través de la cofradía de san Pedro. Favoreció la
creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del Cercado de Lima,
siendo testigo el 28 de diciembre de 1591 junto con su provisor Antonio Valcázar, sacerdotes y
fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen. En 1605 se fundaba el monasterio de Santa Clara
con el apoyo del arzobispo, tanto que en su testamento dispuso que su corazón le fuese donado a
las monjas clarisas.
40. Colegio-seminario
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Existían tres colegios mayores : san Felipe y san Marcos, 1575, san Martín 1582 y el
Colegio Máximo de san Pablo 1570. Posteriormente se crean el de san Ildefonso, 1612, de los
agustinos; Nuestra Señora de Guadalupe, de los franciscanos; san Pedro Nolasco, 1626, de los
mercedarios, santo Tomás 1645, de los dominicos. Colegios Menores: Príncipes 1623 para los
hijos de indios nobles y primogénitos de los curacas; colegios de Nuestra Señora de Atocha,
Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de la Caridad, para niños huérfanos y niñas
indigentes.
De sus raíces, de su objetivo inicial, nos habla claramente la Carta de Santo Toribio al Rey
Felipe II, 21 de marzo de 1591: Deseando, en conformidad del Santo Concilio de Trento, se
fundase un colegio Seminario para la gente pobre de estas provincias, donde pudiesen ser bien
instruidos y enseñados, y salir nuevas plantas en aprovechamiento de estos naturales. De sus
frutos, pudo decir con razón Juan Pablo II al Cardenal Augusto Vargas Alzamora, en carta de 7 de
diciembre de 1990: "El nombramiento de su primer Rector, el 7 de diciembre de 1590, ha sido
considerado como el acto fundacional del Seminario. La iniciativa estaba destinada a perdurar y
dar copiosos frutos, de manera que al celebrar hoy sus 400 años de existencia vienen a mi mente
las palabras de Jesús, que pueden aplicarse al santo Fundador: ´Os he destinado para que vayáis y
deis fruto, y que vuestro fruto permanezca ´ (Jn15, 16)"
Hay que esperar a 1591 para comprar una casa cerca a la catedral donde se admite a 28
jóvenes a cargo del bachiller Fernando de Guzmán (futuro Rector de la Universidad de San
Marcos en tres oportunidades), quien impone las costumbres y el traje del Colegio de San
Salvador de Oviedo de Salamanca. Todo iba viento en popa hasta que el virrey pretextó que se
violaba el Real Patronato, por lo que ordenó picar el escudo del Arzobispo que campeaba en su
fachada y también interceptó el nombramiento del Rector y colegiales..
A los dos meses de fundado, ante esta intromisión el Arzobispo, cerró el seminario y
denunció el hecho ante la Audiencia. Como el virrey hizo caso omiso de tales amonestaciones,
santo Toribio excomulgó a cuantos habían intervenido en el atropello.
El propio rey Felipe II, en contra de sus propios intereses y de su propio prestigio,
desautorizará al mismo virrey enviándole la presente Real Cédula el 15 de mayo de 1592:
"Le ordeno que deje el gobierno y la administración del seminario a disposición del
arzobispo, así como la elección de los alumnos, conforme a lo estipulado por el Concilio
de Trento y por el que tuvo lugar en la villa de Lima el año 1583".
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apoya la construcción, a pesar de la oposición de los doctrineros religiosos que, al estar exentos,
no se creían obligados a contribuir con el 3%. Tales dificultades postergaron su reapertura hasta
1602. El santo, aparte de haber comprado el terreno de su propio peculio, colaboró plenamente
con sus rentas arzobispales en la construcción del seminario.
Al igual que en Salamanca se eligen 30 alumnos, por rigurosa selección, entre las 120
solicitudes y, de igual modo, visten loba de buriel, beca morada y bonete. Como primer rector se
nombró al joven sacerdote de 25 años, Fernando de Guzmán, limeño y bachiller en Teología en la
Facultad de la Ciudad del Rímac, que se desempeñaría en el cargo a lo largo de 40 años. Las
constituciones del Seminario, calcadas del de Oviedo, en Salamanca, perfeccionan la
reglamentación espiritual por tratarse de un seminario exclusivamente sacerdotal. Entre los
profesores universitarios que enseñan a los primeros colegiales caben destacar: F. Franco,
Jerónimo Lope y Antonio de León, entre los seglares; el canónigo Antonio Molina, el agustino Fr.
Luis López, el provisor y vicario general Antonio de Valcázar, el canónigo Juan de la Roca y el
también canónigo Juan de Balboa, primer graduado criollo de la Universidad. Más adelante, y en
pleno funcionamiento del seminario, figuran el Dr. Muñiz, deán de la Catedral; el magistral C.
Marcelo Corne, Miguel de Salinas (excolegial de Salamanca), Feliciano de Vega (arzobispo de
México), Andrés García de Zurita (luego, obispo de Huamanga y Trujillo), Fr. Juan de Lorenzana
(confesor de Santa Rosa)...
El recuerdo del Santo fundador está presente permanentemente en los cuatro siglos de
historia: en las imágenes (portada de la iglesia, vestíbulo, comedor e interior de la iglesia) y
cuadros del santo, en su reliquia (falange de uno de sus dedos y una tapa de su mitra), en la selecta
bibliografía (libros, novenas, artículos), constituciones y reglamentos, la fiesta y su espiritualidad.
Recordemos que uno de los milagros atribuidos al Santo se operó con el seminarista Mateo de
Rojas y Agüero, quien padecía flujos de sangre y se curó al aplicarle una reliquia de la costilla del
santo, tal como atestiguan en 1684 el rector y vicerrector junto a los colegiales José Antonio Ruiz
de Yantada y Juan Ortiz de Landaeta, y cuatro años más tarde, el 24 de noviembre de 1689, el
Bachiller y sacerdote Juan de Llanos, Nicolás de Melgosa, vicerrector del Seminario, Alvaro de
Torres Bohórquez, rector, y el propio médico Bachiller Bernabé Ortiz (15 de febrero de 1690). El
citado rector, Alvaro de Torres, da fe de otro “milagro”, confesándonos cómo fue ante el Sr.
Arzobispo M. Liñán de Cisneros, quien le aconsejó se encomendase a santo Toribio, tras lo cual
“se fue a la iglesia catedral y a la capilla de san Bartolomé, donde están colocadas las reliquias de
su santo cuerpo y su santa imagen y se estuvo muy despacio por más de una hora de rodillas
pidiendo al santo arzobispo Toribio que socorriera su colegio que era su fundación que mirase que
aquellos pobres no tenían otro padre ni consuelo a quien recurrir sino a su piedad. Y, acabada esta
oración, se fue al colegio” Con ocasión de la visita del 22 de noviembre de 1622, el visitador
Andrés García de Zurita, canónigo, deja constancia de la nueva y entrañable disposición referente
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al Fundador: “En acabando de cenar se dirá un responso por el Ilmo. Sr. Arzobispo Don Toribio
Alfonso Mogrovejo que Dios haya (en gloria) por haber sido quien fundó el dicho colegio lo cual
así mismo se acostumbra en los colegios de España para lo que cual su Majestad ha dado las
oraciones que se han de decir las cuales se escribirán y pondrán en lugar público en la capilla y
refectorio”
En carta de 30 de abril de 1602 podrá manifestar al rey Felipe III el auténtico "boom" de
vocaciones: "Hay tantos hijos de esta tierra, legítimos descendientes de los conquistadores, que no
aspiran a nada más que a ser misioneros de doctrina". Tanto que llega a darse "paro" entre los
sacerdotes, con el triste fenómeno de clérigos vagabundos que -según reza la carta del Prelado al
Rey, en 1593- sufren hambre, van buscando misas de encargo para sustentarse un poco, se alojan
en albergues, intentan encontrar un empleo como empleados, a mayordomos o sirvientes de los
laicos, obligados frecuentemente a mendigar, lo que es una gran indecencia para el estado
eclesiástico [...]. Parece ser que en Lima, para 1598, había 95 sacerdotes, 30 diáconos, 30
subdiáconos, además de otros clérigos que habían recibido las órdenes menores, en total 300.
Como solución, el arzobispo buscó nuevos caminos: frenar ordenaciones, dividir las doctrinas para
multiplicarlas, enviar sacerdotes a otras diócesis, hasta enviarlos a España: "Gracias a Dios hay
tantos sacerdotes y religiosos aquí que podrían ser enviados a España para poblar los
conventos...Aquí todos los conventos están llenos de religiosos y tengo más de cien sacerdotes con
los que no sé qué hacer. Por eso, podría enviarlos a España".
Acerca de la identidad y perfil sacerdotal buscada por el Prelado para la "nueva Iglesia de
las Indias" (C3L, 3, c. 15) puede constatarse en los cánones sinodales y conciliares, especialmente
en el Tercer Concilio Limense (1582-83) que lo fundamental es "proveer obreros idóneos" para la
gran mies de los indios. A tal fin, no ha de desecharse nadie "por falta de patrimonio". Sus
obligaciones pastorales se pueden resumir en: la celebración de la Misa y explicación del
Evangelio en quechua los domingos y festivos; la catequesis los miércoles, viernes y festivos;
regentar la escuela de niños; atender a los enfermos de los hospitales.
Sobre el sacerdocio a mestizos e indígenas hay que constatar el deseo de los prelados de que así
fuese. Sin embargo, "del dicho al hecho distó mucho trecho". Los dos primeros concilios de
Loaysa prohibían la ordenación de indios debido a su falta de preparación. No era incomprensión
ni racismo, sino una medida de prudencia tal como se procedió con la ordenación de mestizos
hasta 1570. Si Mogrovejo no ordenó ningún indio o mestizo no fue debido a infravaloración racial
o a la falta de comprensión del "otro", completamente ajeno a su talante solidario de apertura, sino
a su escrupulosidad en la selección de los candidatos, tal como declaró el anciano limeño Juan
Delgado: "para los Sagrados Órdenes solamente admitía a los dignos y que tuviesen aprobación de
vida".
Nos aclara J.M Iraburu en su obra Hechos de los apóstoles de América.Perú (Pamplona, 1992), al
distinguir las medidas dadas con respecto a los criollos, los mestizos y los indios. Los primeros,
67
los criollos, o descendientes de españoles nacidos en América, a fines del XVI representaban un
elevado número, el mayor. Acerca de su admisión al sacerdocio no había discusión, aplicándose la
normativa regia hispana de que «fuesen preferidos los patrimoniales e hijos de los que han
pacificado y poblado la tierra», como establece Felipe II en cédula real, «para que con esperanza
de estos premios se animase la juventud de aquella tierra» (14-5-1597). Como muchos de los
mestizos eran de nacimiento ilegítimo, los Obispos obtuvieron licencia del Papa en 1576 para
poder dispensar de este impedimento, con lo que tanto el sacerdocio secular como las Ordenes
religiosas se nutrieron de mestizos. Así, la Compañía de Jesús se enorgullecía de acoger en sus
filas dos célebres mestizos: Blas Valera y Bartolomé de Santiago. M. Marzal ha recordado la
existencia de un interesante alegato de 1578 al Papa Gregorio XIII por parte de un grupo de
mestizos exalumnos de los Jesuitas. Sin duda que se escribió a raíz de un Breve de este mismo
Papa, con fecha 25 de enero de 1576, por el que se facultaba a los mestizos para la ordenación:
¿Cómo podrán descubrir los misterios de la religión quienes ignoran nuestra lengua
materna? Sin embargo, nosotros podemos mirar de un modo más adecuado y fácil por la
salvación de las almas de esta gente por estar unidos a ella por la sangre.
En este sentido, conviene señalar como atinadamente lo recuerda V. Rodríguez Valencia que
«todas las discusiones, las leyes prohibitivas y cautelas... son posteriores al hecho de la aparición
de un clero de color en América". El Virrey Toledo, al terminar su Visita, escribe al rey
lamentando que los Prelados «han ordenado a muchos mestizos, hijos de españoles y de indias»,
con negativos efectos. Fue a raíz de este tipo de informes como el rey prohibe en 1578 la
ordenación de mestizos tanto en Méjico como en Perú. La Compañía de Jesús, siguiendo la norma
ya establecida en otras órdenes religiosas, decide en congregación provincial de 1582 con voto
unánime «cerrar la puerta a mestizos». Por el contrario, el Concilio III de Lima consigue que
pueda recibirse de nuevo a los mestizos en el sacerdocio. En efecto, los Obispos de Tucumán y de
la Plata fueron comisionados por el Concilio en 1583 para gestionar el asunto ante Felipe II, que
autoriza la solicitud en cédula de 1588. El Concilio limeño, sin embargo, urge mucho los
requisitos de idoneidad exigidos por Trento para el sacerdocio, y por eso, en la práctica, Santo
Toribio ordenó muy pocos mestizos.
Por su parte, los indios o naturales de Indias , tendrán suerte distinta. El Concilio II de Lima,
celebrado por el arzobispo Loaysa en 1567, dejó establecido que «estos [indios] recién convertidos
a la fe no deben ser ordenados de ningún orden por ahora». Esa última cláusula (hoc tempore)
exime la norma del error doctrinal: no se trata de una prohibición definitiva, ni tiene por qué
implicar menosprecios racistas; es solamente una decisión prudencial y temporal. Sin embargo,
parece más prudente que la Iglesia se limite, simplemente, a exigir la idoneidad para el sacerdocio,
con los requisitos tridentinos, y no entre en más distingos de raza o color. Si los indios neófitos no
están bien dispuestos para el sacerdocio, que no sean ordenados, pero no por indios, sino por
impreparados. En este sentido la Sagrada Congregación romana suplica al Papa «advierta a los
Obispos de las Indias que por ningún derecho se ha de apartar de las Ordenes ni de otro
sacramento alguno a los indios y negros, ni a sus descendientes» (13-2-1682). En el Tercer
Concilio Limense, con santo Toribio, termina optándose por una solución salomónica, se elimina
la prohibición para abrir la puerta a cualquier candidato idóneo, poniendo sólo como condición el
que se respetasen los cánones de Trento, esto es que sean "hombres de buena vida y de suficientes
letras y que tienen noticias de esta tierra" (II, 31). Un experto del Concilio, el teólogo agustino
fray Luis López, Obispo de Quito -consagrado en Trujillo por su gran amigo Santo Toribio, fundó
un Seminario de indios, y explicaba al rey que el motivo principal era «por la esperanza que se
tiene del fruto que podrán hacer los naturales más que todos los extraños juntos» (30-4-1601).
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43. Sus obispos
Según J. Dammert Bellido, Mogrovejo fue el "clérigo más ilustre del Perú" y tuvo una
dedicación excepcional a sus sacerdotes a los que defendió en gráfica expresión de Gaspar de
Villarroel como la leona a sus cachorros. Los únicos obispos diocesanos del C3L fueron
Mogrovejo y Lartaún; en el C4L sólo él y De La Raya. De los clérigos colaboradores o alumnos
del Seminario de santo Toribio llegaron a obispos: Bartolomé Martínez, español, a Panamá,
Bernardino de Almansa, de Santo Domingo, Carlos Marcelo Corne, criollo, Trujillo, Feliciano de
Vega, de Popayán, La Paz, México; Pedro de Valencia, La Paz; Alonso de Peralta, de Arequipa,
en Charcas.
Aunque C. García Irigoyen daba la cifra de cuatro obispos consagrados por su persona y su
mejor biógrafo, V. Rodríguez, cinco, parece que según la obra de Vidal Guitarte Izquierdo
Episcopologio español, 1500-1699: españoles obispos en España, América, Filipinas y otros
países (Roma 1994) fueron dos más, esto es, siete en total:
1. Alfonso Guerra, dominico de río de la Plata, Paraguay en la
fecha de 12 de agosto de 1582, en el Convento del Rosario en
Lima.
2. Bartolomé Ledesma, O.P., salmantino, obispo de Oaxaca,
México, en 1584, catedral de Lima.
3. Bartolomé Martínez Mechado, obispo de Panamá, luego
Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, 1593 y Cartagena de Indias en
1594.
4. Alfonso Fernández Bonilla, Arzobispo de México, en 1593, en
Lima, murió en Lima en 1600 sin llegar a la sede.
5. Luis López de Solís, OSA, salmantino, lo consagró en Trujillo,
el 1 de enero de 1594; fue obispo de Quito, luego de Charcas en
1605.
6. Alonso Ramírez Vergara, OSA, obispo de Charcas, ; en 1595, en
Lima.
7. Reginaldo de Lizárraga, OP, en 1599, obispo de La Imperial en
Chile.
Para admitir a órdenes era muy riguroso. Se conserva la relación de las órdenes - en
centenas- administradas en su gobierno en el libro Constituciones de la Catedral de Lima. Así para
la fecha de 23 de septiembre de 1581, cuatro meses después de su llegada a Perú, ordena de
corona 42, de epístola 16, de evangelio 20, de misa o sacerdotes 5, que fueron el dominico Pedro
de Paredes, los franciscanos Martín de Bolonia, Antonio Enríquez y Andrés Rodríguez, y el
agustino Pedro del Castillo. Nuevamente habrá ordenaciones en marzo de 1582 con los nuevos
sacerdotes: Hernando de Nogal, OP; Fray Fernardo Navarrete, OFM; Vicente Yáñez, Diego de
Paz y Luis Estella, SI. El 31 de marzo del mismo año, son 4 los ordenandos: El Dr. Valcázar, Blas
de las Casas, Fr. Diego de la Torre, OP y Mateo Recalde. En vísperas de Navidad de 1582, 2;
Maestro Luis de los Santos y Antonio Jaime. En marzo de 1583, 2. En septiembre de 1583 ordenó
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a Melchor de Tebas, Cristóbal Pérez, y a los franciscanos Miguel de Azpeitia Pedro de
Valderrama y Dionisio Oré, hermano del célebre P. Jerónimo.
Otro emotivo testimonio es el del P. Fr. Marcos García, O.S.A. cura y vicario del pueblo y
doctrina de Motupe, natural del pueblo de Xequetepeque, 58 a, le conoció hace 25 años y le sirvió
9 como criado. "Le sirvió en estos valles de lengua este testigo y siendo muchacho de edad de 17
años estando en el dicho pueblo de Xequetepeque, donde nació, el dicho Sr. Arzobispo dijo a este
testigo que mirase que había de ser cura del dicho pueblo donde nació y así fue, porque
habiéndolo ordenado de prima tonsura y pasando más de veinte anos se ordenó este testigo de
sacerdote habiendo sido mucho tiempo soldado en las Filipinas y dentro de breve tiempo que
estuvo ordenado en este reino le dieron sus prelados el curato del dicho pueblo". También escuchó
que ordenó al obispo Bernardino de Cárdenas, obispo de Paraguay, del que fue criado, y oyó decir
que TAM le ordenó de sacerdote.
El Bachiller Francisco Clavijo, clérigo, nacido en Lima, declara conocerle desde que "tiene uso de
razón hasta que murió en esta ciudad y en otras partes de este arzobispado y le trató y comunicó y
ordenó a este testigo de sacerdote en el pueblo de El Conpian, en este arzobispado" Y pasando
hacia el dicho pueblo de Lanpian antes de llegar a él encontró un indio solo y le dijo el dicho Sr.
Arzobispo cómo había de hacer confirmación en el dicho pueblo, que fuese allá sino estaba
confirmado, esto con gran caridad y amor y llegando al dicho pueblo otro día siguiente consagró
aras en el dicho pueblo, confirmó más de 300 almas, trabajando mucho sin desayunarse y luego
ordenó asimismo muchos religiosos de las órdenes de Señor Santo Domingo, san Francisco y la
Merced y de la Compañía y a este testigo de sacerdote".
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Asimismo el P. Francisco de Otálora, franciscano, le conoció "desde que vino a esta ciudad y
entró en ella desde el año de 81 hasta que murió. Y le trató y le comunicó muchas veces así a boca
como por escrito, siendo este testigo provincial con diversas ocasiones y coyunturas y ordenó a
este testigo de todas órdenes, excepto de un grado que le dio el Sr. Obispo de Santiago de Chile
Don Fray Diego de Medellín".
45. La Catedral
En 1593 -tal como señala el Prelado en otra carta- Cañete mandó suspender la obra
alegando que la Real Cédula en que se ordenaba la repartición prevista para su construcción estaba
desfasada. En 1597 el Cabildo -en carta al Rey- informa que las obras se habían detenido,
reclamando ayuda para su término.
En 1602, el Rey envió a Real Audiencia de Lima una cédula reclamando información
acerca de la suma gastada y lo que se precisaba. Los oidores, de acuerdo con el repartimiento
practicado, aplicaron 16.000 pesos anuales a la fábrica catedralicia, de los cuales 6.000
corresponderían al Rey. Por esas fechas Santo Toribio manifiesta su sorpresa al Monarca de que le
hubiesen dicho que la obra se había detenido cuando ya se habían cubierto las bóvedas laterales.
Sin embargo, sólo en 1625 se pudo inaugurar el nuevo templo.
No puede achacarse desidia ni mucho menos al Arzobispo. Pues aunque parase en la visita,
fuera de Lima, la mayor parte del tiempo, lo que se necesitaba era plata y ésta correspondía
gestionarla a los virreyes. Éstos -salvo D. Luis de Velasco- la dejaron a un lado. En su honor hay
que ponderar que el 2 de febrero de 1601 pudo celebrarse su dedicación, aunque faltase la mitad
(portadas y torres), la primera parte de la tercera catedral.
Fue Mogrovejo muy celoso del decoro de la Catedral como lo demuestran sus desvelos por
mejorar su fábrica y las visitas de inventario realizadas. Nos lo demuestra un documento forrado
en pergamino, mandado comprar por el santo, y que se titula "Inventarios de esta Santa Iglesia de
1604 hasta 1852". La razón es patente: "habiendo su señoría visto el inventario de ellos y la poca
claridad con que se habían puesto, mandó se comprase este libro donde de nuevo se asentasen y
pongan con más distinción, y así resumidos los dichos bienes de los demás inventarios de ellos, su
señoría mandó hacer el inventario siguiente, por el cual de aquí en adelante, se haya de tomar y
tome cuenta, y se visiten los dichos bienes y ornamentos".
71
46. Templos y parroquias
En tiempos del Prelado se erigieron dos parroquias. La primera, San Lázaro, en el barrio
del Rímac, habitado fundamentalmente por indios. Allá existía desde 1563 un hospital o Ladrería
de San Lázaro, fundado por el espadero Antón Sánchez con salas para cuidar, alimentar y proteger
a los leprosos. Junto al hospital se levantó una capilla que sirvió a los fieles del barrio. En 1601 se
erige como viceparroquia de la Catedral y se nombra como vicepárroco a uno de los sacerdotes
que atendía la Catedral, poniéndole como condición que residiese en el barrio. En 1739 fue
elevada al rango de parroquia.
La otra parroquia fue la de San Marcelo que, aunque existía como capilla desde el
obispado de Loayza, fue erigida como parroquia en 1584, siendo su primer párroco el P. Juan
Lázaro Najarro. El pobre templo de los primeros años fue enriquecido al ser habitado el barrio por
gente pudiente, de tal modo que en 1599 era ya una de las mejores parroquias. Constaba de tres
naves, presidiéndolas un excelente retablo dedicado a la Virgen de los Remedios. En tiempos de la
República, debido a la regulación del tráfico del centro de la ciudad, se tuvo que seccionar el
templo en una de sus naves.
La excelente obra del Dr. J.A. del Busto San Martín de Porras (Lima 1992) recuenta las iglesias y
templos de Lima: Sagrario (1535), junto a la Catedral; San Sebastián (1554), Santa Ana (1570),
Santiago del Cercado (1571), San Marcelo (1573, parroquia en 1584), Nuestra Señora de Atocha
(1614), San Lázaro (1626). Templos de las órdenes: Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora
de las Mercedes, Santísimo Nombre de Jesús y san Agustín. Todos, a extramuros, tenían sus
recolecciones: Santa María Magdalena, Nuestra Señora de Belén, Nuestra Señora de los Ángeles y
Nuestra Señora de Guía. Monasterios de monjas: Encarnación, en 1561, de agustinas; Concepción,
1573 de Clarisas; la Trinidad,1584 (Bernardas); Descalzas de San José, 1602, Santa Clara, 1604,
de franciscanas; santa Catalina, 1622, de dominicas. Ermitas marianas: Nuestra Señora de
Montserrat, Guadalupe, del Prado (1600), del Socorro (1615). Copacabana (1617), de la Cabeza
(1617)
72
doncellas pobres y en remediar necesidades de gente desamparada; y lo que no es de
menor estimación, el buen acogimiento, agasajo y comodidad que en esta república (digna
por ella del honroso título de madre común) hallan todos los forasteros de cualquier nación
que a ella vienen, que es tan notable, que los más ponen en olvido a sus propias patrias y se
avecindan en ésta y la tienen pro propia, atraídos y pagados del amor y cortesía con que
son recibidos y tratados y la igualdad con que ella reparte entre sus habitadores, sin
aceptación alguna de personas naturales o extranjeras, los bienes, comodidades y honras
que otras repúblicas sólo distribuyen y comunican a sus propios hijos y naturales,
excluyendo de ellos a los advenedizos y forasteros".
Aunque Lima disponía de hospitales para todos los grupos sociales, faltaban uno para los
sacerdotes. Al efecto, en 1594 se reúnen varios sacerdotes en la sacristía de la Catedral de Lima
con el ánimo de fundar una cofradía, bajo la advocación de San Pedro, para ayudar a los
sacerdotes necesitados. Se redactaron las constituciones y el 29 de julio de 1595 les fue concedida
la licencia de mano del Sr. Deán, Pedro Muñiz. Como Hermano Mayor resultó elegido el P. Pedro
de Escobar, el bachiller Miguel Bobadilla mayordomo, Luis López de Alarcón diputado y el P.
Gaspar de Montabo, vicario de Coro. Los Hermanos serían 24 , aportando 25 pesos de limosna y
un cirio de 5 libras al inscribirse; anualmente, dos pesos. El resto de los sacerdotes miembros
deben abonar 12 pesos y un cirio de a libra al ingresar y dos pesos al año. La fiesta principal sería
el 18 de enero, cátedra de San Pedro en Roma. En un primer momento se reúnen en la misma
Catedral, pero más adelante contarán con un local propio con iglesia - desde 1607- llamada San
Pedro u Hospital de San Pedro.
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Debido a la generosidad de los sacerdotes Gabriel Solano y el canónigo León, pudieron adquirir
una casa donde se atendía a los sacerdotes enfermos desde 1598. El edificio constaba de dos patio,
uno para los enfermos y el otro para los convalecientes y forasteros.
El centro, que contó con el apoyo decidido del Santo, se convirtió en institución floreciente. Sin
embargo, en 1671 se concedió su dirección a los Padres del Oratorio de San Felipe Neri. Con la
expulsión de los Jesuitas, los Oratorianos se responsabilizaron de la iglesia y colegio de San Pablo
(la actual San Pedro), trasladando a uno de sus patios el Hospital. El antiguo edificio fue
traspasado a las Amparadas de la Purísima, convirtiéndose posteriormente en Escuela de Bellas
Artes.
Cabe citar también el de 1598, por iniciativa de Luis de Ojeda (Luis Pecador) quien establece la
Casa de Huérfanos y Expósitos, que contó con el apoyo del Virrey Conde de Monterrey y la
Hermandad de Escribanos de la Ciudad, y que subsistió hasta que en 1919 se refundió en el
Puericultorio Pérez Araníbar.
De igual modo, no se puedo olvidar el Hospital Santo Refugio de los Incurables, creado en 1669
bajo el patrocinio del prelado Toribio de Mogrovejo y con los auspicios de Fray José de Figueroa,
OSA, y don Antonio Dávila, sacerdote, donante inicial de la casa y huerta donde se produjo uno
de los milagros que decidieron la canonización del Santo. Debe citarse, además, a Don Domingo
de Cueto, comerciante y hombre de negocios, quien dio su fortuna; en 1698 lo regentan los
Betlemitas. En la actualidad es el Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas.
Las estrechas relaciones entre santo Toribio y el Monasterio de Santa Clara se debieron
entre otras razones a ser el prelado el más decidido valedor de la fundación, que se concretó en
1605. Fue decisivo el apoyo del portugués Francisco Saldaña quien donó 14.000 pesos para la
obra. El 11 de agosto -fiesta de Santa Clara- de 1605 entraban las fundadoras, religiosas de la
Encarnación (Justina de Guevara, abadesa, Ana de Illescas, Bárbola de la Vega e Isabel de la
Fuente) a quienes se unieron doce jóvenes más. Bien pronto, le siguieron numerosas jóvenes,
como una sobrina del arzobispo, Beatriz, hija de Luis de Quiñones y Grimanesa Mogrovejo, que
ingresó a los pocos meses, en 1606.
Como testimonio de su cordial afecto donó su corazón que aun hoy guardan como preciada
reliquia. Así lo recuerdan en una canción original del propio monasterio, que con aire ingenuo y
rima fácil revela un particular afecto por el que consideran su padre protector:
74
Del clero tú te preocupaste un seminario tú fundaste
obispo tienes sacerdotes reconocemos tienes grandes dotes.
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De su preocupación por este sector cualificado del mundo religioso nos habla la carta al
Rey Felipe II en 1591, donde expone las necesidades de los monasterios:
Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima convertida en sol (230-8) nos
revela íntimos y elocuentes datos: "El Monasterio de Santa Clara, esclarecido más por su fundador
el Beato Toribio, que amante de sus hijos, los hizo herederos de su corazón, como de su espíritu,
sustenta más de 220 monjas de velo negro y por todas las estrellas que brillan en este cielo de
Clara, exceden el número de mil. Esmérase en observancia y penitencia alentado de las ejemplares
señoras que han dejado en su muerte el buen olor de sus virtudes, como son Sorores Angela
Delgado, Úrsula de Jesús, Juana de Christo, María de los Ángeles, Francisca de Alfaro, Mariana
Machuca, Agustina de San Francisco, Ana de la Cruz, Luciana Centeno y Úrsula de Cristo,
morena. Este Monasterio como los demás de esta ciudad están sujetos al Ordinario".
F. Pini en su popular obra Padre de los pobres, santo y amigo de Dios (Lima 1994) recoge
de labios de la actual abadesa del Monasterio, cómo aún hoy se profesa un gran afecto al jardín de
este claustro virreinal en el que la tradición popular ubica el encuentro de los jóvenes y santos, la
criolla Rosa de Lima y el mulato Martín de Porres.
Las clarisas tomaron como ofensa la vecindad de la Casa del Divorcio (para mujeres
separadas) y presionaron al Arzobispo para trasladar la Casa. Al Prelado le pareció pertinente la
petición y, a costa del monasterio, se habilitó otro edificio ocupándolo el 24 de diciembre de 1609,
en la casa de la actual Casa de Beneficencia, y donde vivieron "con admirable ejemplo, debajo del
gobierno de una mujer prudente y virtuosa y de un sacerdote que les dice Misa, las asiste y las
consuela", hasta 1665 en que se clausuró. Tres años después, en 1668, por iniciativa del Venerable
P. del Castillo, se fundaba una casa con el mismo fin y que se denominó "Casa Real de las
Mujeres Amparadas de la Purísima".
Transcribo la carta que dirigió el Prelado al Rey Felipe III, el 29 de abril de 1602. En ella
nos podemos percatar de la fina sensibilidad social y espiritual del prelado:
"Señor:
En el Monasterio de Santa Clara que ha hecho Francisco de Saldaña en esta ciudad, está
una casa dentro de la cerca del mismo Monasterio, con pared en medio que lo divide, sin
poder hacer la comunicación, para mujeres recogidas, con iglesia, patio, porterías, celdas,
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tornos, locutorios, y buena y mucha anchura para oficinas y lo demás necesario, donde
entran y se admiten mujeres que piden divorcio y doncellas pobres e hijas de personas
que van a esas partes y a otras que no tienen donde dejarlas; obra ésta de gran servicio de
Dios y que ha dado mucho contentamiento en este reino. Será gran servicio de Nuestro
Señor, que Vuestra Majestad le haga merced a esta casa de alguna renta, para poder
sustentar las mujeres pobres, que allí entraren, donde estando recogidas, se excusarán de
acompañamientos, vestidos y otros gastos, a lo cual estando fuera, no podrían acudir y
por ventura no oír misa, en razón de no tener cómodo para ello y cesará, asimismo, la
ocasión de estar vagando en ofensa de Dios, las mujeres de divorcio por no tener los
maridos con qué sustentarlas. Y esta casa ha costado mucho el fabricarla, y se va
continuando y prosiguiendo en ella. Ha mucho tiempo hay mujeres doncellas, hijas de
gente pobre y de divorcio, con una mujer honrada y principal que puede gobernar
cualquier monasterio, donde las tiene con mucho recogimiento y clausura, a la cual casa
he ayudado con todas mis fuerzas, diligencia y cuidado, con deseo de proseguirla
adelante, entendiendo ha de ser negocio para gran gloria y honra de Dios, el que guarde
la católica persona de Vuestra Majestad".
50. Asociaciones
La Cofradía de San José, del gremio de carpinteros, fundada en Lima en 1560, contaba
con capilla propia. Los gremios de carpinteros, albañiles y canteros indios y morenos se agrupaban
en otras cofradías como la de San Juan Bautista de los Pardos en la iglesia de Santa Ana, la de
Nuestra Señora de los Reyes en San Francisco o San Miguel en El Cercado. En 1630 había 57
cofradías en Lima. Proliferaron en tal cantidad que el C3L de 1583 declara que "en cuanto sea
posible se reduzcan a menor número y no den licencia para ordenarse otras de nuevo sin causa de
mucha importancia" (III, 44). Particular actividad desarrollan las de indígenas. Sus miembros
daban de comer a los pobres, visitaban a los enfermos, acudían a la celebración de la misa, tenían
instrucción religiosa diaria y pláticas espirituales regularmente; los sábados se dedicaban a la
Virgen, y las comuniones eran en todas ellas frecuentes. Fueron impulsadas especialmente por los
Jesuitas.
Las órdenes terceras tenían relación directa con las órdenes mendicantes, estableciéndose
en todos los lugares donde éstas fundaron. Contaban con edificios propios, iglesias y hasta
verdaderos conventos. Baste recordar la Orden Tercera del Convento de San Francisco o de los
Descalzos, así como la de la Merced de Lima. Estos últimos rezan diariamente por los pobres
cautivos, visitan periódicamente a los presos en las cárceles y a los enfermos en los hospitales;
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rezan diariamente por la Iglesia, el Papa, las Misiones, los Reyes y "los jueces seculares sin
murmurar jamás de sus acciones sino pidiendo a Dios les dé su divina luz para el acierto de sus
gobiernos". Un domingo al mes asisten a una misa cantada con ritos especiales y se comprometen
a atender a los hermanos enfermos y practicar con ellos las obras de misericordia.
A santo Toribio le tocó confirmar la cofradía del Santísimo Sacramento en 1589. Fue gran
impulsor de la Cofradía de las Ánimas; en los pueblos que visitaba fundó siempre cofradías en
sufragio de ellas, alentándoles a que las sustentasen con limosnas. Era muy severo en exigir que se
aplicaran debidamente las limosnas que se recaudaban para las ánimas y que se cumpliesen las
fundaciones y obras pías. En llegando a un pueblo, al punto tomaba cuenta al Cura párroco. Así,
en la visita de 1593 lo hizo acompañado de Marcos Cano, mayordomo, acompañado del Contador
nombrado al efecto Juan de Lumbreras. La de san José parece que fue fundada por el Santo, a
ruego de don Hernando Moreno. La cofradía de san Crispín y Crispiano cuenta con constituciones
redactadas por Francisco Cabello de Vargas, Mayordomo y Alcalde del oficio de los zapateros y
Blas de Morales, su compañero, veedor del dicho oficio en 1599.
De no españoles: En Santo Domingo: N.S. del Rosario de los naturales, San Agustín: San
Miguel. S. Sebastián: S. Sebastián, San Roque, Ánimas. Santa Ana: S. Sacramento, San Marcelo,
S. Francisco, Nuestra Señora de la Candelaria. Merced: Nuestra Señora de la Concepción.
Santiago del Cercado: Pilar, San Marcelo en el Cercado. Compañía de Jesús: Niño Jesús. Santa
Ana: Nuestra Señora de Loreto. Cercado: San Miguel. Cercado: Ángel de la Guarda. Nuestra
Señora de Copacabana.
Todas estas cofradías tienen, en las iglesias y conventos, sus capillas y altares bien
adornados de retablos, relicarios, vasos de plata y ornamentos, muchas indulgencias, jubileos y
capellanías; andas costosas, ricas imágenes, sus pendones de seda, cruces y cetros de plata.
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Fruto de esta actividad es "la mucha piedad y religión de esta república" que Bernabé de
Cobo, S.I. recoge en su célebre y bien documentada Historia de la fundación de Lima. Hablará en
el Libro segundo, Capítulo Primero, de: la reverencia a los sacerdotes, el gusto y aprecio con que
oye la divina palabra y la afición a todo género de virtud en que siempre se hallan personas muy
aprovechadas, no sólo del estado eclesiástico, sino también muchos seglares, hombres y mujeres,
tan dados a oración, mortificación y a todo ejercicio propio de gente devota, que pueden ser
maestros de vida espiritual y perfecta. No resplandece ni campea menos la piedad y misericordia
con los prójimos, como lo testifican los muchos hospitales que hay fundados, donde con singular
amor y regalo son curados los enfermos; las gruesas limosnas que se recogen para sustento de los
necesitados.
La Real Universidad de la Ciudad de los Reyes fue creada en mayo de 1551 a imagen de la
de Salamanca, concediéndole en 1588 sus mismos privilegios y exenciones. Fue el Rector
Francisco de León Garabito quien imprimirá numerosos ejemplares de las constituciones
salmantinas para que todos los miembros del claustro sanmarquino de Lima se aficionasen al
estudio de las ciencias y valorasen el título concedido. Por una carta del Prelado desde Los
Andajes, 13 de marzo de 1589, en respuesta a una Real Cédula de Felipe II, se constata su preciso
seguimiento de la Universidad. Le parece que la Facultad de gramática está bien dotada con las
tres cátedras de menores, medianos y mayores, y por disponer del Colegio de la Compañía de
Jesús. La de artes estaría necesitada de una cátedra con el fin de dar abasto en los tres años
preparatorios de la Teología, que "es la orden, que si bien me acuerdo, se tiene y guarda en
Salamanca". La facultad de Teología dispone de cuatro cátedras: Prima, Sagrada Escritura,
Vísperas y Casos de Conciencia, que le parecen suficientes si se complementan con los colegios
de la Compañía y de Santo Domingo. La mayor necesidad la representa la Facultad de Cánones y
Leyes, pues sólo ha habido dos de Prima con título de vísperas y necesitaría otras tres cátedras
más con el fin de que "se leyesen de ordinario seis lecciones, que es una menos de las que los
estudiantes curiosos y diligentes suelen oír en Salamanca". Acerca de los salarios cree suficiente
con mil pesos ensayados las de prima, quinientos las de víspera y cuatrocientos las dos menores.
Una nota muy humana cierra su informe: "como son personas legas las que han de regir estas
cátedras y por la mayor parte casados y gente de familia, tienen necesidad de más ayuda".
Santo Toribio, sobrino del catedrático salmantino, Juan de Mogrovejo, licenciado por
Valladolid y Salamanca; conocedor además del mundo universitario de Coimbra, en Portugal,
levantará el Colegio Seminario así como el Colegio Mayor de San Felipe siguiendo el patrón de
los Colegios Mayores salmantinos. Francisco Echave y Assu en su obra La estrella de Lima
convertida en sol (Amberes, 1688) nos recoge el rol seguido por la Universidad en la beatificación
de Mogrovejo. Le tocó predicar al Padre maestro Fray Juan de Francia y Sanz, OP, doctor y
catedrático de prima de teología moral, quien se pregunta acerca de los "queridos hermanos de
Toribio" y responde: "¿Quiénes han de ser sino los doctores, los maestros y todo el claustro junto
de esta insigne Universidad de los Reyes, porque si Toribio sólo era una Academia entera de
humanas y divinas letras y en ellas fue parto fecundo de la siempre famosa Universidad de
Salamanca, por cuyo título en su insigne Colegio de San Salvador de Oviedo participa el
privilegio apostólico de decir Misa y oficios de tan bien logrado hijo suyo...Y si nuestra dos veces
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Regia Universidad de Lima es también hija legítima de la de Salamanca, y como tal heredera de
sus mismos privilegios, según se expresa en la colocación de nuestros grados; bien se sigue que
Toribio y nuestro Limano claustro de Maestros y Doctores, son hermanos uterinos hijos de una
madre misma y como a tales nos toca en Toribio la especialidad de su fraternal amor: Hic est
fratrum amator, y en nosotros la debida correspondencia a celebrar así sus glorias y nuestra dicha
para su mayor firmeza".
En las Actas del Cabildo Catedralicio de Lima de 17 de enero de 1733, se anota el "Grado
dado por la Universidad a Santo Toribio", para lo cual otorga como limosna 693 pesos y 3 reales.
Tras su canonización, la Universidad de San Marcos le otorga el doctorado.
52. Copacabana
Favoreció la creación de la ermita de Nuestra Señora de Copacabana para los indios del
Cercado de Lima, siendo testigo, el 28 de diciembre de 1591, junto con su provisor Antonio
Valcázar, sacerdotes y fieles, de ver sudar milagrosamente a la imagen. Merece la pena conocer el
auto expedido por el legalista Mogrovejo: "En la ciudad de los Reyes, a 26 días del mes de enero
de 1592 años, D. TAM, Arzobispo de los Reyes, del Consejo de S.M., habiendo visto esta
información y los pareceres de los teólogos y varones píos, atrás contenidos y, tomando consejo de
ellos, en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y, habiéndolo encomendado
a Dios Nuestro Señor y exhortando a las demás personas que se hallaron en la dicha Congregación
y vista del proceso, hiciesen lo propio como negocio tan importante y grave lo requiere, invocando
el nombre de Cristo, dijo que reconocía y reconoció, aprobaba y aprobó por milagro el sudor que
la imagen de Nuestra Señora de Copacabana, que está en la iglesia nueva y parroquial del Cercado
y su precioso Hijo, tuvieron alteración y mudanza de color, el día de los inocentes, que se contaron
28 días del mes de diciembre del año próximo pasado de noventa y uno, y los demás que resultan
de la dicha información y por tales los declaraba y declaró y mandaba y mandó se publique en esta
Santa Iglesia Catedral Metropolitana y en los demás partes y lugares que convengan, con toda la
brevedad y solemnidad posible, para honra y gloria de Nuestro Señor y Nuestra Señora la Virgen
María".
Varios testigos como Alonso Niño de las Cuentas, nos declaran haber visto "al dicho
siervo de Dios predicando de ordinario ... en la capilla de Nuestra Señora de Copacabana".
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VII. MISIÓN
Habría dado la vuelta al mundo en mula o a pie pues se calculan unos cuarenta mil kilómetros recorridos en las tres visitas realizadas
por la dilatada arquidiócesis limeña. Su primer biógrafo León Pinelo le da el expresivo título de "rueda en permanente movimiento". La foto con la
rueda procede de un caserón del torreón de los Mogrovejo en Santander. Contemplativo en la acción, el centro de su vida era la Eucaristía como
recuerda el ara sobre la que celebra Misa (Hoy en la Catedral de Lima).
Así resume su vida su primer biógrafo, A. León Pinelo: "Fue su vida una rueda, un
movimiento perpetuo, que nunca paraba. Y si la del hombre, es milicia en la tierra, bien mereció el
título de soldado de Cristo Señor Nuestro, pues nunca faltó a lo militante de su Iglesia, para
conseguir el premio en la triunfante, que piadosamente entendemos que goza". Le servirán al
prelado para mantener un contacto directo con los sacerdotes y sus fieles; a nosotros nos aporta
valiosísimos datos para una radiografía del Perú: censos de población, tipos de cultivos y ganados,
condición y calidad de los doctrineros, comportamiento de los corregidores, trato recibido por los
indios, situación y distancia de los caminos, condiciones meteorológicas, menú de los
acompañantes del obispo, estudio etnográfico, estado del proceso evangelizador...
Conocemos esta actividad por varias fuentes, las cartas (unas 75), los testimonios del proceso de
beatificación (12 legajos) y el Diario de la Visita (escrito entre 1593 y 1606), aún inédito. El
"Libro de visitas del Sr. Arzobispo Santo Toribio" es un volumen manuscrito tamaño folio de 33
cm x 23 cm, con 348 hojas, de las que lamentablemente 98 están rotas en las esquinas de su parte
superior por la humedad. Comprende las visitas de 1593, 1597 y 1605. Hay una razón de los
confirmados en Lima de 1592 a 1599 y de 1604 a 12 de enero de 1605. Es una joya biobliográfica
inédita y que se guarda como tesoro en la caja fuerte del Archivo del Cabildo de la Catedral de
Lima. El P. Angulo llegó a publicar 188 hojas de las 348 en "Libro de Visitas, 1593" Revista del
Archivo Nacional del Perú (1920): I, pp.49-81; 227-279; 401-419; (1921): II, pp.37-78.
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La redacción del diario de la Visita está a cargo de sus secretarios los clérigos Bernardino de
Almansa, Alonso Ramírez Bernío y Bartolomé Menacho, y abarca entre el 7 de julio de 1593 y
diciembre de 1605.
Cuenta la Crónica anónima (atribuida al P. Blas Valera que los Jesuitas en solo el año de 1588
hicieron cinco misiones desde el colegio de Lima, todas de grande importancia, sin las ordinarias a
lugares comarcanos. En la una fueron algunos padres en compañía del Señor Arzobispo
(Mogrovejo) que andaba visitando su distrito y quiso llegar consigo quien predicase y confesase
la gente de él por la experiencia que tenía de lo que los nuestros hacían a sus ojos. Acerca de esto
eran tales cosas las que aquellos padres hacían en su servicio y mucho más en el de Dios, que
clamaban los pueblos de indios suplicándole que les dejasen aquellos padres por sus curas".
Las grandes visitas pastorales, generales o formales, fueron emprendidas a continuación de los
concilios provinciales limenses de 1583-4, 1591 y 1601.
Su fiel secretario el jesuita José Acosta, padre de la moderna antropología, nos dirá que los
caminos que recorrían eran "más bien para los gamos y las cabras que para los hombres". Las
cabañas donde solían morar "más son corrales de ovejas y establos que moradas dignas de la
especie humana".
Sus visitas eran auténticos encuentros vitales con los indios y sus curas doctrineros. El orden
invariable seguido es un fiel reflejo de lo ordenado en los cánones del Tercer Concilio Limense.
Apenas llegado a un pueblo, se dirigía a la Iglesia donde permanecía largo tiempo, a veces horas
enteras, en oración. Si era antes de mediodía, celebraba la Santa Misa. Iba, en seguida a su
alojamiento - ordinariamente la casa del Cura- al cual y sus familiares prevenía que su
alimentación fuera moderada y frugal. Sin perder un minuto visitaba las iglesias, monasterios,
cofradías, hospitales, obrajes de indios...todos los lugares donde pudiese encontrar a sus fieles.
Durante la visita, no recibía jamás el pequeño obsequio de nadie y para no ser gravoso a los
párrocos rurales no permanecía en una población más del tiempo necesario. Confirmaba y
predicaba, en quechua, con celo admirable, sin parar mientes en su cansancio. Fueron ellas
ocasión para convivir con los párrocos doctrineros, muchos de ellos solos y alejados. Se hace
acompañar de sacerdotes y laicos comprometidos, que hicieron de estos viajes jornadas de familiar
amistad. Algo se deja traslucir en su carta dirigida al Rey Felipe II, desde Trujillo, el 10 de marzo
de 1594:
"...sin atender a más que al servicio de Nuestro Señor [...]visitando mis ovejas y confirmando y
ejerciendo el oficio Pontifical por caminos muy trabajosos y fragosos, con fríos y calores, y
ríos y aguas, no perdonando ningún trabajo, habiendo andado más de tres mil leguas y
confirmado quinientas mil ánimas, y distribuyendo mi renta a pobres con ánimo de hacer lo
mismo si mucha más tuviera, aborreciendo el atesorar hacienda...".
"cuando visitaba la Diócesis...en sabiendo, que algunos indios vivían fuera de sus pueblos,
en valles, sierras o arcabuces, por excusarles el riesgo del camino, se exponía a padecerle y
los iba a buscar y donde los hallaba los doctrinaba. Habiendo mandado, en cierto paraje,
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que le trajesen todos los niños que se habían de confirmar a un pueblo, le dijeron que iba
muy grande un río, que habían de pasar y luego mandó que no trajesen ninguno, que él los
iría a buscar. Porque valía más -dijo el Santo Prelado- que peligrase la vida de su Pastor
que la de una de sus ovejas. Tuvo tan gran memoria, afirma fray Diego de Córdoba, que
casi conocía a todos los indios de su Arzobispado y los llamaba por sus nombres y todos le
conocían a él, como al buen Pastor del Evangelio. No consentía, que nadie los maltratase
ni afrentase a ellos ni a los negros, ni quería que les diesen este nombre, sino los que tenían
de la pila porque decía, era menosprecio y que también eran cristianos".
El "Libro de visitas del Sr. Arzobispo Santo Toribio" es una reliquia documental, celosamente
custodiada en el Archivo del Cabildo Catedralicio de Lima. La redacción del diario de la Visita
está a cargo de sus secretarios los clérigos Bernardino de Almansa, Alonso Ramírez Bernío y
Bartolomé Menacho, y abarca entre el 7 de julio de 1593 y diciembre de 1605. Nos aporta
valiosísimos datos para una radiografía o retrato del Perú de comienzos del siglo XVII: censos de
población con la indicación de edades, sexos y actividad económica (labradores, ganaderos,
carpinteros, zapateros, telares, haciendas, obrajes), variedad de los indios (caciques, tributarios,
reservados, de Su Majestad, de confesión, chicos, grandes, motilones, jeberos...), calidad de la
vivienda y tipo de tierra (caseríos, estancias, chacras, rancherías, ingenios...), tipos de cultivos
(maíz, coca, algodón...) y ganados (ovejas, cabras...), lengua hablada en el distrito (chaupi yunga,
general del Inga, linga, de los llanos, pescadora, mochica), condición y calidad de los doctrineros
(si sabe lengua, sueldo que percibe, Orden religiosa a la que pertenece...), comportamiento de los
corregidores, trato recibido por los indios, situación y distancia en leguas de los caminos, orografía
(loma, alto, llanos, sierra...), condiciones meteorológicas y climatológicas (temple regalado,
desabrido...), menú de los acompañantes del obispo, estudio etnográfico, estado del proceso
evangelizador, cofradías (Ánimas, Rosario ...), fuentes informativas (por los caciques, los
visitadores, párrocos, revisitas, escribanos, corregidores...), medio de transporte (a pie, en mula;
por ríos con maroma o calabazas).
La primera página descriptiva es la seis y nos informa de que el Arzobispo comienza la visita el 7
de julio de 1593 en Carabayllo a 4 leguas de Lima y que tiene como cura al P. Fr. Diego de Haro,
de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, buen lenguaraz. Los indios resultantes son:
Tributarios, 60. Reservados, 8. De confesión, 200. Ánimas: 249 (chicos y grandes). Sínodo, 190
pesos ensayados. Cofradía del Rosario con jubileos y sin renta. Firmado: Fernando de Almansa,
público notario. Confirmó: 43.
"El pueblo y doctrina de San Gregorio de Guanctar, visitó Su Señoría Ilustrísima y halló haber en
él conforme a la relación y parecer del cura, 172 indios tributarios y 69 indios reservados y 354 de
confesión y ánimas 566.
Tiene por anexo esta doctrina un pueblo que llaman San Pedro de Chavín, que está tres leguas del
de San Gregorio, el cual así mismo visitó Su Señoría y halló haber en él conforme a la relación
que hicieran los indios del dicho pueblo, 110 indios tributarios, y 30 reservados y 361 de
confesión, y ánimas 466, todo lo cual constó por los padrones y lista que tienen los dichos indios.
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Confirmó Su Señoría en el pueblo de San Gregorio, esta vez 106 y en el pueblo de Chavín 40
personas.
Tiene la iglesia del pueblo de San Gregorio de Guanctar 886 cabezas de ganado ovejuno; tiene la
iglesia del pueblo de Chavín 275 cabezas del dicho ganado.
Está fundada e instituida en el pueblo de San Gregorio una capellanía que dejó don Juan Causa-
guanca, la cual tiene de presente 89 cabezas del dicho ganado.
Hay una estancia una legua del pueblo de Chavín, que es de Gaspar de Rivera, en la cual se
ocupan seis indios mitayos y más otros 6 tributarios con sus mujeres e hijos; es de cabras y
puercos.
Tiene de sínodo el cura de esta doctrina 370 pesos ensayados
Y hay tres tiros de piedra de este pueblo una guaca de tiempo antiguo, la cual está en una fortaleza
y dentro de la dicha guaca van hechos unos callejones debajo de ella y tiénese noticia que ha sido
huaca que ha tenido mucha riqueza; no se ha descubierto aunque por algunas partes de ella está
contraminada.
El temple de esta doctrina es bueno y sierra, es cura el Padre Fray Pedro González de la orden de
Santo Domingo, y habiendo oído y entendido el dicho Padre todo lo contenido en esta relación
dijo ser verdad. Fray Pedro González.
Y estos dos pueblos, el uno (Tayabamba) es más cálido que otro porque el de Huchos respecto de
estar en el alto es más fresco, y el otro por estar sitiado en bajo es bajo, pero en ambos pueblos
hace calor por ser perfectos yungas, y los indios lo son y hablan la lengua de los llanos y la general
la entienden.
Tienen estos dos pueblos un pedazo de valle que es junto al río, de buena tierra fértil y donde
siembran todas las frutas que se dan en los llanos y acuden todos bien; es tierra regalada y el río
que pasa por junto a estos dos pueblos es muy caudaloso en todo el año y es un brazo del Marañón
que va a la mar del norte, pásase en unos calabazos y SS lo pasó desde Puruguay, pueblo anexo a
la doctrina de Siguas
Quedó fundada e instituida en la iglesia mayor de esta ciudad una cofradía en la cual entró SSI con
su limosna y todos sus criados y toda la ciudad de Moyobamba y se juntaron más de 200 vacas y
mucha cantidad de yeguas, la cual es capellanía y SS dejó allá para la celebración de los Divinos
Oficios un ornamento y un cáliz dorado con patena, vinajeras y bacinilla todo de plata, y un guión
o Cristo que traía delante, de plata, de todo lo cual yo el presente notario doy fe, y dejó más unos
platos de plata.
El cura de esta ciudad tiene de sínodo lo que se le paga en los novenos de los diezmos y las
ovenciones y aprovechamiento y más lo que rentare de la capellanía y de las cofradías que así
mismo hay en la dicha ciudad".
.
Como la extensa costa norte de su Arquidiócesis que comprendía desde Lima hasta
Jayanca, la había visitado en su largo viaje de llegada que realizó por tierra, viniendo desde Paita
con dirección a su Sede, llegado a Lima en 1581, ahora emprende la visita del sur, hasta Nazca.
Después de haberse celebrado el primer Sínodo Diocesano del año siguiente, y movido por el
deseo de conocer a su pueblo, Santo Toribio, aprovechando el tiempo que aún faltaba para la
apertura del III Concilio, se dirigió en visita pastoral hacia Huánuco, el extremo oriental de su
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Arquidiócesis, llegando prácticamente hasta los confines de su jurisdicción, muy cercana a las
montañas vírgenes, donde terminaba la civilización
Acabado el tormentoso aunque fecundo Concilio III Limense, en 1584, emprende una visita de 6
años de duración por Cajatambo, Yauyos, Huarochirí, Huánuco, Ancash, Chachapoyas; después
retrocede para visitar las provincias de Cajatambo, Huánuco nuevamente, hasta las ásperas
provincias de Yauyos y Huarochirí, un recorrido de 10.000 kilómetros, y medio millón de fieles
atendidos, en lo que actualmente corresponde a los departamentos de Amazonas y Loreto, pasando
por la Provincia de Huaylas y por casi todo el actual Departamento de Ancash.
En Cajatambo tuvo que excomulgar al corregidor Alonso de Alvarado por su mala gestión;
éste apeló a la Audiencia de Lima que le apoyó. A pesar de ver iglesias derruidas y constatar las
injusticias cometidas por los corregidores que no invertían el dinero de las Cajas de Comunidad en
los hospitales de indios, como se puntualizaba en un memorial de 22 puntos de los doctrineros de
Pira (Huaylas), nunca desmayó en su empresa. En estos años, recorrió 11.000 kilómetros dejando
su vajilla de plata como limosna en alguno de los poblados andinos y, lo más importante, con
riesgo de su vida por las dificultades que tuvo que sortear.
Esta intensa visita tuvo que interrumpirla en tres ocasiones. La primera, en 1585, para
celebrar en Yungay, en plenos Andes, el Tercer Sínodo Diocesano; la segunda, en Julio de 1586,
para celebrar el Cuarto Sínodo Diocesano en Santiago de Yambrasbamba, provincia de los
Pacallas. La tercera, en 1588, regresó a Lima, no sólo para consagrar a Don Bartolomé Martínez,
quien había sido nombrado Obispo de Panamá o Tierra Firme, sino también para organizar
personalmente la colecta que el rey de España había pedido a todos los Obispos para financiar los
gastos de la Armada Invencible española.
La segunda gira la realiza desde 1593 a 1598: recorre 7.500 kilómetros visitando las
regiones de Ancash -cerca de Chavín-, Trujillo, Lambayeque, Cajamarca, Chachapoyas,
Moyobamba. En 1598, nuestro Santo obispo misionero continúa con su visita saliendo
nuevamente de su sede episcopal para visitar los suburbios y llegar por el norte hasta Chancay y
por el sur hasta Ica. En estos años atiende 350.000 fieles; de ello conservamos un precioso
documento, el "Diario" de la visita. La inicia el 7 de julio de 1593, en la doctrina de Carabayllo,
hoy englobada en la Gran Lima hacia el kilómetro 32. De aquí se dirige hacia Aucallama, en el
valle de Chancay, Palpa y Huaral, para continuar por Huacho y Huaura. El 24 de julio está ya en
Totopón, junto al río de la Fortaleza o Pativilca, de donde continúa a Cajacay. De aquí pasa al
Callejón de Huaylas, se desvía a Casma y, por la costa, se dirige al norte hasta Jayanca. Vuelve
hacia Pacasmayo, sube a Cajamarca, y de allí por Pallasca penetra en Huaylas llegando a
Llamellín en febrero de 1595. Varía de rumbo, pasa a Chachapoyas para volver a Huamachuco y
ascender de nuevo a Cajamarca y Chachapoyas. En 1598, tras vivir la Semana Santa en Lima,
visita sus contornos y, tomando el camino del norte, visita el 12 de febrero Arnedo o Chancay,
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Canta, y luego se dirige hacia Huarochirí e Ica y el 11 de enero de 1599 se detiene en la llanura de
Huayurí. Su presencia en Quives coincide con la morada en el poblado de la familia de Santa Rosa
de Lima a quien confirma. Como recuerdo de esta entrañable efemérides se ha acondicionado un
santuario de espiritualidad y una ermita dedicada a la infancia de la popular santa limeña. Esta
visita se completó con varios viajes apostólicos como el de 1601 por Canta, Huarochirí, Yauyos,
Cañete, Junín e Ica.
Recorre las provincias de Chancay y Barranca y, siguiendo el curso del río Pativilca, gira
hacia la derecha y visita algunos distritos de Cajatambo; de aquí pasa al callejón de Huaylas y,
bajando a la costa por Casma, se dirige al norte hacia los valles de Pacasmayo y Chiclayo.
Transcribimos parte de una carta dirigida al Rey con motivo de su tercera visita en abril de
1602:
"Salí habrá 8 meses en prosecución de la visita de la provincia de los Yauyos, que hacía 14 años
que no habían ido a confirmar aquella gente, en razón de tener otras partes remotas a que acudir y
en especial al valle asiento de Huancabamba, que hará un año fui a él, donde ningún prelado ni
visitador ni corregidor jamás había entrado, por los ásperos caminos y ríos que hay. Y habiéndome
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determinado de entrar dentro, por no haberlo podido hacer antes, me vi en grandes peligros y
trabajos y en ocasión que pensé se me quebraba una pierna de una caída, si no fuera Dios servido
de que yéndose a despeñar una mula en una cesta, adonde estaba un río, se atravesara la mula en
un palo de una vara de medir de largo y delgado como un brazo de una silla, donde me cogió la
pierna entre ella y el palo, habiéndome echado la mula hacia abajo y socorriéndome mis criados y
hecho mucha fuerza para sacar la pierna, apartando la mula del palo, fue rodando por la cuesta
abajo hacia el río y si aquel palo no estuviera allí, entiendo me hiciera veinte pedazos la mula. Y
anduve aquella jornada mucho tiempo a pie con la familia y lo di todo por bien empleado, por
haber llegado a aquella tierra y consolado a los indios y confirmándolos y el sacerdote que iba
conmigo casándolos y bautizándolos, que con 5 ó 6 pueblos de ellos tiénelos a su cargo un
sacerdote que, por tener otra doctrina, no puede acudir allí si no es muy de tarde en tarde y a pie,
por caminos que parece suben a las nubes y bajan al profundo, de muchas losas, ciénagas y
montañas".104
El relato nos lo transmite Gaspar Jiménez, labrador y capitán, limeño, a sus 80 años de
edad. Le conoció por haber entrado al Palacio a ver a Alonso Mexía, ayo del sobrino Antonio de
Quiñones, y "que muchas veces habló al dicho siervo de Dios Don Toribio con ocasión de
llevarles unas habas y garbanzos verdes por saber que el dicho siervo de Dios acostumbraba el
comer las dichas legumbres en lugar de fruta y aquesto en presencia de Juan Gutiérrez de
Villapadierna, difunto, maestresala que fue del dicho siervo de Dios y otros de su familia de cuyos
nombres no se acuerda. Y asimismo conoció al dicho siervo de Dios con ocasión de haberlo visito
muchas veces todos los domingos y fiestas predicar en el cementerio de esta dicha iglesia catedral,
predicando y catequizando a los indios en su lengua general el tiempo que asistía en Lima". De
igual modo "sabe por haberlo visto por el año de 1600 poco más o menos que viniendo el dicho
siervo de Dios Don Toribio a toda prisa a consagrar los santos óleos el Jueves Santo del dicho año
para lo cual había enviado a llamar a los prebendados de esta santa iglesia de Lima que se llegasen
a la villa de Cañete y habiendo de pasar en su visita por el Río de Cañete que es muy caudaloso en
tiempo de aguas y en aquella ocasión traía muy grandes avenidas y llegando a las orillas de él
pareció a todos los que venían en compañía del dicho siervo de Dios que eran este testigo, Juan
Esteban de Montiel, Juan Gutiérrez de Villa, Juan de Arroyo y Lorenzo, mulato esclavo del dicho
Juan de Arroyo, difuntos, y otros muchos indios vadeadores y otras personas de cuyos nombres
ahora no se acuerda, que era imposible pasear el dicho río según venía de crecido y entonces el
dicho siervo de Dios dijo:
- ¡Oh, qué enojado viene el bellaco!
Y echando bendiciones sobre el dicho río, señaló una parte por donde se había de pasar y subiendo
en un caballo castaño que era de Juan de Arroyo, con un mulatillo a las ancas de cuyo nombre no
se acuerda pasó el río sin que llegase a las cinchas del caballo el agua por que el río a lo que se
acuerda este testigo no se había retirado hacia atrás, con que dio lugar a que el dicho siervo de
Dios y todos los que le acompañaban pasasen con toda seguridad, y, habiendo todos ellos pasado,
volvió el río inmediatamente a correr con notable furia y abundancia de aguas".
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Alonso Niño de las Cuentas narra cómo un cura le dijo a un indio de la sierra que no podía
ir por la noche a confesarle por estar atendiendo a STAM (= Santo Toribio Alfonso Mogrovejo):
"el dicho siervo de Dios, sin hablar palabra, luego instantáneamente llamó a un criado y le mandó
ensillar una mula y subiéndose en ella sin avisar a otra persona se fue solamente en compañía del
dicho indio que había venido a llamar al dicho cura para que le guiase a la parte donde estaba el
enfermo que distaba de allí más de dos leguas de cuestas y sierras asperísimas y habiendo llegado
a el lugar y confesado al dicho enfermo en su lengua general porque la sabía y dejándole el
dicho siervo de Dios muy consolado se volvió al lugar de adonde había salido y reprendió
gravemente al dicho cura".
El Diario de la visita recoge la accidentada orografía que el Prelado tuvo que sortear como
en la villa de Santa. "La dicha villa está situada y poblada cerca de la mar; tiene un puerto
agradable y sin arrecifes, por causa del abrigo del cerro Ferrol que está junto a él, en el cual cerro
hay dos grutas, que la una de ellas parecer ser mina antigua y tiene de alto 4 estados y de ancho
dos estados y de esta manera va prosiguiendo la dicha gruta por de dentro del dicho cerro en
distancia de más de 200 pasos, la otra gruta la llaman boca del infierno, porque por lado de la mar
entra por ella haciendo un sonido tempestuoso crujiendo unas piedras con otras que es causa de
que se congele una neblina tan purosa que causa temor y espanto. Está encima de este cerro hecho
una ramada y puesto una cruz a imitación de san Cristóbal.
Pasa media legua de dicho puerto un río caudaloso a quien los antiguos llaman Mayao; trae
una corriente rápida y furiosa, de tal manera que los seis meses del año no se puede pasar ni
vadear, sino se arrojan los hombres encima de unos calabazos entretejidos con sogas de totora con
un indio en cada esquina que a nado lleva la balsa; como este río es tan furioso se derrama por
muchas partes del valle a cuyo cauce se crían en él mucha abundancia de cañizales, a quien los
naturales llaman por su nombre Sancta y por esta causa se derivó llamarse todo el valle Santa y
como era su propio nombre respecto de los dichos carrizales se llama todo el valle de Santa y
cuando se pobló la dicha villa por no quitalle el nombre propio y darle el que le cuadrase la
instituyó y pusieron la villa de la Santa María de la Parrilla. El temple de ella es muy bueno y la
agua delicada, las tierras fructíferas.
Confirmó Su Señoría Ilustrísima en esta villa la vez pasada 48 personas españoles e indios y esta
vez 75 personas, las diez de ellas hijos de españoles y las demás indios y otras misturas".
Con gran celo movía a los fieles a construir la iglesia o capilla cuando no existía,
comprometiéndose él personalmente a dotar con imágenes y ornamentos sacerdotales a las más
pobres. Cuando lo veía necesario reorganizaba las doctrinas en función de la mayor proximidad o
mayor posibilidad de ser atendida convenientemente. Este trabajo, junto al escrupuloso de anotar
detalladamente las circunstancias de la visita, lo realizaban secretarios como Bernardino de
Almansa, notarios o escribanos públicos como Francisco Hernández Vallejo, Pedro Arias de
Arbieto, Antonio Luis Coello, Bernardino Ramírez, Diego Muñoz...a los que se agregaba de vez
en cuando la firma del clérigo doctrinero como Benito de Villafañe en Sucha.
90
Gaspar Lorenzo de Rojas, natural de La Paz, 115 años, casado, labrador, le conoció en la
visita a Yauyos, Jauja, Tarma, Chincacocha, Ica, Nasca. En Lunaguaná, asiento de Cataquasi,
"donde el dicho siervo de Dios halló muchos indios desparramados y en sus rancherías, sin
población ni iglesia y considerando que la parroquia donde estaban asignados distaba de aquel
paraje cinco leguas de asperísima sierra, por lo cual mandó reducir los indios y fabricó con toda
presteza un iglesia parroquial a su propia costa y este declarante vio abrir los cimientos y en una
procesión llevar al dicho siervo de Dios en sus propias manos consagrada la piedra que se
había de asentar primero, la cual vio poner en el cimiento al dicho siervo de Dios, a un lado del
altar mayor, echándole su bendición arzobispal y poniendo debajo de ella alguna moneda como
fue un patacón diciendo que había de ser una barra ".
Uno de los días del mes de agosto del 2000, con ocasión de preparar uno de los muchos
actos jubilares, se encontró un ara en la Catedral. Sabemos por propio testimonio del Presbítero
Matías Maestro que esta ara en 1770 llegó a sus manos "por rara casualidad" y que fue llevada a
Madrid por el Excmo. Sr. Arzobispo de Lima Bartolomé de las Heras. A la muerte del Prelado en
el convento de la Trinidad de Madrid, el 27 de enero de 1822, pasó a manos de D. Juan Manuel
Goyeneche, Conde de Guaqui, quien la envió a su hermano, Sr. D. José Sebastián de Goyeneche,
obispo de Arequipa.
Éste es el texto completo que figura en una tablilla cubierta con basta tela: En esta Santa
Ara, según tradición bien fundada, y antigua, dijo muchas veces Misa el Señor Santo Toribio y
por esta moralidad tan recomendable es del mayor aprecio esta recomendable alhaja, que vino a
mi poder por una rara causalidad. Año de 1770. Matías Maestro. Esta ara la trajo a Madrid el
Excmo. Sr. D. Bartolomé de las Heras, arzobispo de Lima, que murió en el convento de la
Trinidad en 27 de enero de 1822, dejando por su testamentario al Excmo. Sr. Conde de Guaqui,
Teniente General de los Reales Ejércitos y éste la envió al Excmo. Sr. D. José Sebastián de
Goyeneche, obispo de Arequipa su hermano.
Convoca los sínodos diocesanos allí donde le sorprende el viaje como en Huarás o
Yungay, aplicando las soluciones pertinentes. Exime de toda pena pecuniaria a los indios
idólatras, borrachos o amancebados. Exige a los párrocos que instruyan a los indios en el
conocimiento de sus derechos. Ordena fundar y funda él mismo hospitales y colegios para indios e
hijos de caciques. Consigue que se levanten los sueldos de los indígenas que trabajaban en los
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obrajes y en las minas. Así nos lo cuenta su primo y cuñado, también mayorgano, Francisco de
Quiñones, en carta al Rey Felipe II, en 1587:
"En lo que toca a los indios son tan pobres y miserables que es justo que sean muy
favorecidos de vuestra Majestad y de todas las personas que por sus oficios les obliga lo
que Vuestra Majestad tan encargado tiene. Andando en la provincia de Huaylas en
compañía del Arzobispo de esta ciudad, que iba haciendo la visita general que de
presente hace, vi grandísima cantidad de indios e indias cargadas con lana, que a mi
parecer, sería dos arrobas lo que llevaba cada persona, y por unos caminos tan ásperos
que de verlos yo a pie, aunque no llevaran carga, era harta compasión. Al Arzobispo le
puso gran admiración el agravio que a estos pobres se les hacía; preguntó que adonde
llevaban aquella lana; le respondieron que de donde se trasquilaba el ganado. A los
obrajes ha llegado el Arzobispo, entró en uno de ellos donde vio gran suma de indios de
doce a trece años que estaban hilando y otros mayores cardando, y visitándolo halló que
había cepo y prisiones e indios con varas de justicia para castigar a los que no acudían a
este trabajo del obraje; preguntó qué era lo que ganaban, dijéronle que los muchachos que
hilaban al torno ganaban a cuartillo cada día por comida y sueldo; y de trabajo que hacen
les dan tarea, y si por ventura el miserable indio con su niñez no acaba la tarea, le
descuentan la parte que le toca del salario y le azotan. Al Arzobispo y a todos cuantos allí
estábamos nos puso grande admiración y el Arzobispo estuvo determinado de mandar
que todos los indios se fuesen a sus casas. Visto el agravio que los pobres recibían, suelen
muchas veces venir con un niño de estos el padre y la madre para darles de comer, que es
negocio de mucha ocupación y yo tengo por cosa cierta que es más que ser esclavos,
porque la virtud consiste en la libertad, y éstos no la tienen; y lo que es ser esclavo, podré
yo muy bien decir como persona que lo ha sido muchos años y así les hube gran
compasión".
Pero su caridad no tenía límites, ni una sola dirección. Aunque tuviese una predilección
especial, en términos actuales "una opción preferencial" por los indios, supo conjugar
armónicamente justicia y caridad por todos los pobres, entre los cuales se encontraban chapetones
castellanos, conquistadores y vecinos. Así nos lo narra su fiel ayudante Sancho Dávila en 1595: "y
en el discurso de la dicha visita, a muchos chapetones pobres que venían de Castilla, mandaba a
este testigo que los aviase a su costa y diese todo recaudo para su viaje, dando a unos 20 y a otros
50 pesos, conforme a la necesidad que llevaban, lo cual fue muy ordinario, y a otros pobres
conquistadores, vecinos de Chachapoyas y Moyobamba, que han llegado a esta corte, a sus
pretensiones y negocios, los ha mandado acomodar y dar de comer en su casa, especialmente al
capitán Melchor Ruiz Bonifacio, le dio otros 200 y a otros muchos vecinos y personas, que por ser
tantas y tan de ordinario, no tiene memoria de ellos".
Nos amplía estos datos L. Pinelo: Caminando en los llanos por un arenal iba solo, que lo
acostumbraba a veces por poder rezar mejor dejando atrás la gente, encontró a un español, de los
que en el Perú llaman chapetones, que son los recién llegados, que iba en una muy mala mula de
albarda y viéndole pobre, se apeó de su mula que era muy buena y se la dio de limosna
quedándose con la que el español llevaba en la que subió y camino hasta que le alcanzaron los
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criados y le dieron...A conquistadores y pobladores antiguos y pobres y a soldados de Chile que
por no tener premio sus servicios morían de hambre daba continuas limosnas y para ello tenía
padrón de todos y cada semana eran socorridos y con tanta abundancia que había para ellos y sus
mujeres y familias. Y habiendo el virrey proveído a don Francisco de Quiñones por gobernador
del reino de Chile y sabiendo el santo Arzobispo la suma necesidad que en aquella guerra
padecían los soldados dio al Gobernador su cuñado veinte mil ducados para que se comprasen
vestidos y otros menesteres y los llevase y repartiese entre soldados pobres por constarle que
andaban desnudos y que estaban sirviendo a Su Majestad".
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y fugitivos se desaparecían y que el dicho D. Sebastián de Loyola que hacía oficio de su secretario
y demás personas que iban siguiendo y acompañando al dicho siervo de Dios, viéndole en
aquellos riesgos, postrados de rodillas, le suplicaban y pedían se retirase porque de no hacerlo así
habían de morir todos en aquella montaña a manos de aquellos bárbaros y habiéndolos oído el
dicho siervo de Dios y llevado su rostro con el fuego del amor de Dios y llevado de la caridad
evangélica proseguía en su demanda diciendo: que no podía haber guerra donde estaba la paz
de Dios y prosiguiendo con su determinación se daba prisa hasta que alcanzando algunos indios de
los emboscados en la ribera los regaló y echándoles su bendición los despachó a que llamasen a
los demás y pospuesto el temor y aficionados a los rayos de luz que vieron salía de su rostro
vinieron muchos de ellos a los cuales dispuso y catequizó para que recibiesen el sacramento del
bautismo en lo cual se ocupó mucho tiempo y dejándolos reducidos salió de aquella montaña y
prosiguió su visita por otras provincias hasta que llegó al valle de la Nasca donde este declarante
volvió a servir al dicho siervo de Dios... Y asimismo sabe por haberlo visto y oído decir así
comúnmente que el dicho siervo de Dios llevaba algunos regalos y confites para acariciar y atraer
así con más facilidad a los indios pequeñuelos para con eso enseñarles la doctrina cristiana y ley
evangélica".
Nos lo relata el mismo campesino Gaspar Lorenzo de Rojas. "Y especialmente sabe este
testigo por haberlo visto el tiempo que asistió al dicho siervo de Dios en la visita que iba haciendo
de su Arzobispado, en la cual le servía así de guía para los caminos que eran muy dificultosos,
fragosos y extraordinarios como de intérprete, así de la lengua general de los indios como de la
particular y maternas de cada pueblo en la que este testigo es muy versado y que llegando al
corregimiento de Yauyos que es jurisdicción de este arzobispado y en especial al pueblo de San
Jerónimo de Mas, doctrina que es de los religiosos de Santo Domingo y a la de Catahuasi que es
de la misma provincia y del mismo orden adonde de ordinario da un mal y enfermedad que en esta
tierra llaman de verrugas y es de grandísimos dolores en todo el cuerpo y de encogimiento en
todas las cuerdas y nervios de él hasta llegar a tullir a las personas que las tienen, dándoles de
ordinario grandes calenturas y en tanto extremo que hasta los animales como perro y otros muchos
les suele dar el dicho mal por los cual los criados y otras muchas personas que iban en compañía
del dicho siervo de Dios enfermaron gravísimamente de la dicha enfermedad de las verrugas de tal
suerte que están acostados en sus camas sin poderse menear y sólo el dicho siervo de Dios estaba
sano y sin ella y queriendo proseguir su visita y camino les dijo a sus criados que se animasen y
levantasen para hacer camino y respondiéndole ellos que no podían moverse por estar tan
doloridos y encogidos los miembros con el dicho mal de las verrugas y el dicho siervo de Dios
poniéndoles las manos sobre las cabeza alentándoles y diciéndoles que se levantasen, luego
instantáneamente se levantaron buenos y sanos, disponiendo lo necesario para su camino y así lo
hicieron inmediatamente; lo cual este testigo, como los dichos enfermos y otras personas que
estaban presentes de los dichos pueblos de cuyos nombres ahora no se acuerda tenían por milagro
y obra sobrenatural que Dios era servido de obrar por mano del dicho siervo de Dios".
94
En el Libro IV de las Actas del proceso de beatificación, Juan José Tamayo informa de que
además de Lima se requiere el testimonio de Chancay, Sancta, Trujillo, Saña, Cajamarca,
Chachapoyas, Guaylas, Conchucos: "hay muchos testigos que saben, vieron y han oído la ejemplar
vida y virtudes del dicho siervo de Dios y muchas de las maravillas que Nuestro Señor ha sido
servido de obrar por su intercesión, así en su vida como después de su fallecimiento. Demás de lo
cual conviene reconocer los sitios, lugares, valles, ríos, fuentes y el Peñasco de Moyobamba o de
Cajamarca y otros mencionados en las preguntas del interrogatorio y artículos de esta causa para
verificarse la identidad de ellos y demás circunstancias que se requieren y son necesarias para la
comprobación omnímoda de lo articulado y para que así se haga". 2 de agosto de 1659. Jueces de
la Causa: Pedro Villagómez, Diego de Encinas Cañiz, Blas de Aguinaga, Diego de Vergara y
Aguiar. Procurador: Juan José Tamayo. Notarios: Luis de Tobar, Francisco Apolinario Farfán.
Acerca del milagro del paso del Río en Santa pide "se nombren personas expertas en la
materia que asistan a la dicha vista (del río) juntamente con Vuestra Señoría Ilustrísima (el obispo)
y demás dichos señores Jueces y que después de ella declaren los tiempo en que de ordinario suele
ir el dicho río de suerte que no puede pasar si no es por balsas y señaladamente como lo es el
tiempo de los dichos dos meses de abril y mayo".
95
tiraron hasta adonde llegaron las piedras y poniéndolo yo mismo en ejecución hallé que había 124
pasos ordinarios de una parte a otra y así mismo me mandaron que midiese la distancia que había
desde donde desembarcaron las dichas balsas hasta enfrente vía recta de la parte de donde salieron
y poniéndolo así mismo en ejecución hallé que había 324 pasos ordinarios, todo lo cual mandaron
a mí el presente notario que lo ponga por diligencia y Su Ilma. y los demás dichos señores lo
firmaron, de que doy fe. Pedro, Arzobispo de Lima. Bachiller Pedro del Arco, Notario Público.
Blas de Aguinaga. Dr. Diego de Vergara y Aguiar.
El Licenciado Asensio Sáenz Gallano, hijo del capitán Antolín Sáenz Gallano y Doña
María de Escobar Villarreal, de Santiago de Chile, de 56 años de edad, cura del Valle de
Guambacho, nos transmite una anécdota corriente que escuchó de labios de Alonso García
Masuecos. Parece ser que Mogrovejo se encontraba por Guambacho y entró Masuecos en su
aposento "adonde estaba recogido junto a la puerta de él y le halló remendando su sotana; y,
echando de ver que le había visto el dicho Alonso García Masuecos, le dijo: "no importa nada que
el Arzobispo remiende su vestido, porque el roquete lo tapa todo; mejor es ahorrarlo para darlo de
limosna a los pobres".
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Ana María de Collazos, monja donada de la Encarnación, analfabeta, natural de
Huamanga, 24 años, hortelana de dicho convento, declara, a los 74 años de edad, que "sabe por
haberlo visto y oído decir así a las señora doña Grimanesa su hermana y a todos los criados de su
casa, que el vestido interior era de paño de Quito con que en esta tierra ordinariamente visten los
esclavos y demás gente baja de servicio, y la ropilla y jubón era de gamusa amarilla, y las cintas
con que se ataba eran también de gamuza, y esto lo sabe por haberlo visto, porque se descubría por
los lados cuando alzaba el brazo a echar la bendición o a hacer otras acciones semejantes, porque
de otra manera no lo pudiera haber visto esta testigo, aunque entonces era tan niña, por causa del
gran recato que guardó siempre el dicho siervo de Dios de que nadie le viese vestir y desnudarse y
de no parecer en parte alguna menos que estando totalmente vestido y tener puesto el roquete con
que siempre andaba; y también vio este testigo que en lugar de medias traía siempre puestos
borguesíes de cordobán negro, llanos, y zapatos tapetados".
Mogrovejo fue un prelado viajero, deseoso de un contacto directo con sus fieles, especialmente los
indios. Aunque era consciente de que sus salidas de la Ciudad de los Reyes podían ocasionar
cierto abandono en el corazón de la archidiócesis, nada le hizo desistir de su propósito de visitar
hasta el último de sus poblados. Como le visitase un colegial de san Salvador de Oviedo, de
Salamanca, Gregorio de Arce, y le manifestase las quejas que circulaban en España sobre su
ausencia de la sede limeña le respondió "que el andar en las visitas era lo que Dios mandaba y lo
que estaba a su cargo para enseñar y atraer a la fe cristiana a los bárbaros e idólatras,
bautizándolos y confirmándolos y reduciéndolos a que se confesasen...por Dios y por cumplir con
su obligación y para dar ejemplo que se debe dar a los prelados que tienen a su cargo almas". Al
monarca le dirá que saldría a visitar en 1593 "en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio
de Trento y Provincial y cédula de Vuestra Real Persona".
Entre las críticas vertidas por el virrey Cañete figura la de que "trae consigo cinco o seis criados,
que el más viejo no tiene 25 años, que le ayudan a esto y con quien se aconseja". Sabemos, sin
embargo, que sus visitas eran encuentros familiares del padre y pastor con sus fieles. Nunca fue un
solitario, siempre trabajó en equipo y supo rodearse de excelentes colaboradores ¿Quiénes fueron?
En un reciente trabajo elaborado por Guillermo Pons se nos habla de 18 acompañantes a los que
por nuestra cuenta añadimos, de momento, otros 4, puesto que fueron muchos más.
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visitas y desempeñará su labor pastoral como doctrinero de indios en Pachacamac, donde "es muy
virtuoso y cuidadoso de su oficio de cura y callado y buen gramático"- en opinión del Santo. Será
vicario en Jauja, Yauyos y Tarma; en 1604 es párroco de Huarochirí, siendo nombrado obispo de
Santo Domingo y santa Fe de Bogotá. Murió en 1633, 55 años, con ocasión de la epidemia sufrida
por el pueblo.
e. Bartolomé de Menacho. Secretario que convivió mucho con él, tanto en el palacio
arzobispal como en la visita. Actuó como visitador en nombre del arzobispo. "Por la mucha
comunicación que ha tenido en casa de dicho señor arzobispo" atestiguará que fue "uno de los
prelados más ejemplares y rectos que tiene la Iglesia de Dios".
f. Diego de Morales. Secretario y aficionado a su persona desde niño. Fue amigo de los
hijos del matrimonio Quiñones-Mogrovejo, viviendo bastante tiempo en el Palacio. Es quizá el
más riguroso de los secretarios, recogiéndonos detalles fundamentales de la vida misionera del
santo, por lo que atestigua que nunca acabaría de "referir las virtudes y santidad y casos heroicos
dignos de memoria y recordación perpetua". "Fue humildísimo el dicho Sr. Arzobispo en todo
trato y conversaciones y palabras, que donde veía un indio, aunque fuera en un huaico que
estuviese una y dos leguas cuesta abajo, bajaba a verlo".
g. Ginés de Alarcón. Le acompañó como capellán en las visitas. Aunque había fallecido
en el momento del proceso de beatificación, conocemos sus actuaciones a través de los otros
testigos. Un Jueves Santo, visitando Huaylas, el arzobispo consagró los óleos en Yungay y
observó ayuno riguroso; al día siguiente salió de camino hacia Caruas, a cinco leguas de distancia,
y el doctrinero del pueblo fray Francisco Ortiz salió a su encuentro abasteciéndolo de pan. Al
pasar cerca de un arroyo, Ginés le sugirió el comer allá; el arzobispo sacó un pan y cuando iba a
partirlo se le cayó de las manos, suceso que interpretó como señal del cielo para que el Viernes
Santo lo pasase en ayunas. Diego Morales declaró que como viese el arzobispo "llorosos a todos
sus criados, los consolaba y decía que no llorasen y que a todos repartió lo que tenía; y Ginés de
Alarcón, que fue notario del dicho señor arzobispo y que se halló presente en su enfermedad hasta
que murió, persona de crédito y satisfacción, refirió en esta ciudad a este testigo, cuando vino
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acompañando el santo cuerpo, lo que había padecido el dicho santo arzobispo y los trabajos que
había tenido en la última visita y los dolores crueles que había sentido en su última enfermedad,
con unas calenturas que le dieron, que se abrasaba vivo, y que todos los llevaba con gran paciencia
y se conformaba con la voluntad de Dios". Aparece su firma en el Diario de visita "Este año de
1605 salió de esta ciudad susodicha para la visita general de su Arzobispo que fue el 12 de enero".
h. Alfonso Ramírez Berrio. Secretario desde 1590, aun siendo subdiácono, le acompaña
en la visita de 1595. Nos describirá la gran mortalidad indígena producida por la viruela y la labor
del prelado: "en el tiempo de las viruelas y peste general, como casi todos los indios estaban
echados en sus casas, se andaba con su Señoría de casa en casa confirmándolos y catequizándolos,
sufriendo el hedor que tenían de las dichas viruelas, de suerte que, si no fuera con celo ferviente de
caridad y amor, no se pudiera hacer ni sufrir". Nos describe también la escena del paso de un río
mediante el sistema de oroya o cesto tirado por una cuerda "con grandísimo riesgo". En 1604
figura como doctrinero de Lunahuaná.
i. Sancho Dávila. Conoció al Santo 52 años atrás, fecha en que llegó a Granada "...al cual
recibió por paje y le dio escuela y estudio y anduvo con él por todo el Reino de España cuando
salió a despedirse de SM y de sus consejos, cuando le presentaron por Arzobispo de esta ciudad y
en la Villa de Madrid, y de allí a Mayorga a despedirse de su madre, tíos y parientes, caminando
siempre con él y en su servicio este testigo...sin faltarle un punto". Destaca su vida austera, sin
regalos: "No recibió regalo ni valor de una manzana, desde que fue proveído por Inquisidor hasta
que murió, de persona alguna, ni jamás comió fuera de su casa, aunque en Madrid, yendo a
despedirse de Su Majestad, para venir a estos reinos le convidaron muchos oidores amigos suyos y
concolegas de sus Colegios y de ninguna manera aceptó convite ni regalo".
Juan de Ávila, declaró el 31 de mayo de 1659, a los 60 años, que era hijo de Sancho de
Ávila y Elena Rodríguez, casado, mercader, con una fortuna de 50-60.000 pesos "y que muchas
veces le besó la mano, pero no se acuerda de haber hablado de cosas de importancia".
j. Bernardo Díez de Alcocer, de Toledo. Fiscal general del Arzobispado desde 1596. Le
acompañó en las visitas generales como camarero, notario, maestresala y cuidado de la casa. Su
testimonio en el proceso de beatificación es de los más apasionados y extensos "y mientras el
mundo durare le parece a este testigo que durare esta memoria y...que se ha quedado muy corto en
esta declaración por lo mucho más que había que decir de la santidad y vida inculpable del dicho
Santo arzobispo".
99
l. Juan Gutiérrez de Villapadierna
Era hijo de Juan Gutiérrez y de María Cerdora. Acompaña al santo, junto con Diego
Morales, al salir de Pisco, cuando se extraviaron y "caminaron toda la noche hasta el amanecer sin
probar bocado ni dormir".
ñ. Diego de Rojas. Viajó hasta Moyobamba con Sancho Dávila. Este acompañante fue
quien, al ver desmayado al prelado, se ofreció a llevarle a cuestas en sus hombros. El prelado tan
sólo aceptó ayuda para apoyarse y caminar a pie, a pesar de los recios temporales, pues "si no
escampara y abriese un poco la luna, perecieran todos aquella noche".
o. Fray Juan de Elías, mercedario "anduvo en su compañía más de mes y medio" durante
las visitas y recordaba admirado su espíritu fervoroso y entregado: "y este testigo se espantó de ver
un prelado de mucha edad ir con tanto brío y aliento, como si fuese muy mozo, y siempre con su
rostro alegre y risueño, y con tanto gusto y contento de pasar trabajos en demanda de su oficio,
como si estuviera en fiestas y deleites".
p. Pedro Messías Quintero, de Lima, 79 años, viudo, minero pobre y sin caudal, da
testimonio en Guarmes que le conoció en Lima y fue confirmado en Huánuco a los 8 años;
también le conoció en Moyobamba, Avancay, Trujillo, Lunaquena?. "Cuidó con grandes veras de
reformar las costumbres de sus feligreses y de enseñar a los eclesiásticos curas, para lo cual vio
este testigo que el dicho siervo de Dios llevaba cuando iba visitando muchos vocabularios de la
lengua de los indios y las daba a los cura para que mejor la aprendiesen y, en especial, se acuerda
de haber visto dar uno al Hermano Hugo, cura de Lamellín en el corregimiento de Conchucos, y
otro al Licenciado Francisco Ramírez, cura de san Luis de Huari, en el mismo corregimiento.
100
r. Alonso de Carrión, secretario del Cabildo y Regimiento de Lima, informa el 24 de
febrero de 1632 que desde 1580, más o menos, en Lima y el Valle de Jauja anduvo en su
compañía visitando aquel valle y la provincia de Tarcama.
s. Juan de los Ríos, 107 años, natural de Guancay, labrador. Alguacil mayor y protector
general de los indios. Conoció al santo por haberle seguido de guía en la visita a la provincia de
los Andes que confina con Jauja. "Sabe este testigo por haberle visto cuando servía de...guía en los
caminos que pasando por las mismas punas nevadas con una y dos varas de nieve, casi entre dos
luces, mandaba poner el altar portátil para decir misa y la decía a aquella hora antes de comenzar
la jornada y hacía que todos los de la familia y la demás gente que iba en su servicio la oyesen, en
que ponía notable cuidado para ninguno se quedase sin oírla y a veces era tan grande el frío en
aquellas partes que los que le ponían el altar apenas podían abrir las manos de entumidas y heladas
que estaban con el frío y la mucha nieve".
t. Juan Messía de Estela, limeño, hijo de Diego Rodríguez Mesía y de doña Luisa de
Estela; su profesión era la de encargado en una mina, y antes había servido como capitán de
infantería en Chile y en la provincia de Huaylas. "Le vio en la provincia de Guailas, en el pueblo
de Caraz, por el año 1604, porque en el dicho pueblo le confirmó a este testigo, donde le habló
cuatro o cinco veces, preguntándole el dicho siervo de Dios si sabía la doctrina cristiana y si
acudía a la escuela y otras cosas de que al presente no se acuerda".
v. Juan Fernández Portechuelo, sacerdote visitador, citado por el impresor Antonio Ricardo 19
de abril de 1606. En su testamento de 4 de noviembre de 1606, don Juan Soto, ante el escribano Juan
Martín Márquez nos habla claramente de su apoyo a la difusión del Evangelio a través de la imprenta: “
habrá un año poco más o menos cierta cantidad de catecismos confesionarios y cartillas de la lengua para
que los distribuyese entre los curatos y demás personas de su arzobispado y cobrase el precio de ellos los
cuales el dicho señor arzobispo mandó se entreguen a Juan Gutiérrez su criado para el dicho efecto, el cual
hizo de recibo cédula de ellos ante Juan Rodríguez su notario que tengo en mi poder donde se declara a los
precios que se habían de dar para en cuenta de los cuales se me han enterado 330 patagones de a 8 r y los
demás se me demando se averigüe y se cobre todo”.
101
peregrinación al santuario de Guadalupe de Extremadura y traer copia de la imagen allí venerada
con el fin de rendirle culto en el Valle de Pacasmayo. Al conmutársele la pena y verse libre de la
cárcel, cumplió su promesa y en 1562 entronizó la imagen traída desde España que entregó con la
ermita levantada a los Padres Agustinos. Después de ofrecer terrenos y rentas abundantes a los
mismos religiosos agustinos, fue construido un templo más suntuoso con su monasterio que fue
recibido por Fray Luis López de Solís el 6 de junio de 1563. El cronista P. Francisco de San José,
en su obra Historia Universal de la Primitiva y Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de
Guadalupe (Madrid 1743) concluye su emotiva historia con estas palabras: "Esta es la Virgen de
Guadalupe Nuestra Señora en el Perú y Valle de Pacasmayo, en donde quiso la Madre de Dios por
la copia de su primitiva imagen se erigiese un nuevo Guadalupe, haciendo dichosísimos por su
medio a los peruanos, como por la de Guadalupe de México había hecho a la Nueva España, para
que sin la fatiga de tantas leguas, como hay por tierra y agua hasta este primer Santuario de
Nuestra Señora de Guadalupe, gozasen lo espléndido de sus favores en frecuencia de insignes
maravillas, y de uno hasta otro polo se celebrase su nombre Santa María de Guadalupe".
En estos lares -según atestiguó el Licenciado Asensio Sáenz Gallano, por haberlo
escuchado de labios de Alonso García Masueco- obró un milagro el taumaturgo Toribio. Éste es el
relato: Alonso García tenía flujos de sangre "por lo que estaba desahuciado sin esperanza de salud
y estando de esta suerte llegó el dicho siervo de Dios Don Toribio que prosiguiendo su visita
estaba en este pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe de Nepeña y diciéndole su enfermedad y lo
mucho que padecía de ella y el riesgo en que se hallaba, el dicho siervo de Dios Don Toribio le
tocó los pechos por encima de la vestidura, que era el lugar donde tenía la herida, diciendo que se
consolase, que no sería nada y que sanaría, e instantáneamente, luego que se apartó de la presencia
del dicho siervo de Dios Don Toribio se halló sano y cerrada la herida. Lo cual así el mismo
Alonso García Masuecos como los dichos caciques (don Pedro y don Francisco Sui Sui y Don
Juan Guamán) se lo contaron a este testigo muchas veces por milagro que Dios había obrdo por
medio del dicho su siervo".
Parece que fue aquí cuando comenzó Mogrovejo a sentirse mal. Por esta razón sigue hasta
Chérrepe y Reque, de donde se encaminó a Saña, la víspera de su muerte.
Pasó toda su vida haciendo el bien: 67 años y 4 meses de vida para Dios y para los demás.
A 12.000 kilómetros de su Mayorga natal, con 64 años -desde los 40 en Perú- a sus
gastadas espaldas, un hidalgo castellano se afana tambaleante a lomos de la mula "Volteadora" en
llegar al pueblo de Saña. Aunque hace unos días, escribió, desde Yauyos, que sigue con las
mismas fuerzas de mozo, como cuando salió desde Salamanca, lo cierto es que kilómetros antes,
al llegar a Guadalupe, en el santuario de Nuestra Señora, comenzó a sentirse mal; sigue hasta
Chérrepe y Reque, de donde se encamina a Saña. Le acompaña su fiel escudero Sancho de Ávila,
que pronto se ve ayudado de una abigarrada muchedumbre de españoles, mestizos, indios y negros
que ven en el Arzobispo un "Taita", un padre, y al que tienden sus manos para bajarle de la mula y
colocarle en unas angarillas. Anochece en la antigua villa de Santiago de Miraflores. Toribio
presiente la agonía en la humilde casa del párroco Juan de Herrera. El médico le advierte de su
102
enfermedad mortal y procura aplacar sus dolores; Mogrovejo saca fuerzas de flaqueza y con sus
ojos llenos de luz, exclama:
Da como recompensa al buen médico lo único que le queda, su mula, y recuerda a sus
acompañantes el compromiso de honor con su cuñado y limosnero Francisco de Quiñones de
repartir entre los pobres lo que se obtenga de la venta de sus vestiduras litúrgicas. La noche no
quiere acabarse, cuando tarda en romper la aurora. El enfermo sabe que es Jueves Santo, 23 de
marzo de 1606, y pide ser llevado a la iglesia para recibir la Unción de Enfermos. Su capellán,
Juan de Robles, con lágrimas en los ojos, no acierta a concluir. Toribio, más tranquilo, pide al
prior agustino que taña el arpa. Fray Jerónimo Ramírez no se hace de rogar y acompaña el suave
canto del agonizante:
- A Ti, Señor, me acojo:... En tus manos encomiendo mi espíritu.
Y se durmió, sin apenas un murmullo, cuando despertaban las alondras de su tierra. Blancos,
negros, indios y mestizos, microcosmos con todas las razas, lloran por el último vuelo de esta
blanca paloma de paz que defendió su libertad y apostó por su hermandad.
103
el santo obispo de Lima
sentía en su corazón
las dulzuras infinitas.
Y en el jardín del convento,
entre la noche tranquila,
entonaba un ruiseñor
sus más dulces melodías.
Siguió cantando el buen monje,
al son del arpa querida.
Podría cantar como otros ilustres vecinos de su recordada Salamanca. Teresa de Ávila: "Ven,
muerte, tan escondida, que no te sienta venir que muero porque no muero". Don Miguel de
Unamuno, en el epitafio de su tumba: "Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar.
Dormiré allí, pues vengo deshecho, del duro bregar". Tras una y otra caminata, emprendía la vuelta al
hogar, "que es la vida una excursión que va a la eterna mansión". Un paisano suyo, vallisoletano
universal como él, pero de nuestro tiempo, José Luis Martín Descalzo, lo expresó magistralmente:
"Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba...".
Aquella noche muchos testigos observaron signos especiales: eclipse, temblor y una cruz luminosa en
el cielo. Fue el caso del dominico P. Andrés de Lisson, quien declarará en 1631 "que habiendo
muerto Su Señoría Ilustrísima en Zaña, Jueves Santo, aquella noche a poco más de media noche se
eclipsó la luna estando este testigo en la ciudad de Arequipa y habiendo tenido aviso en el
ordinario (correo) siguiente que fue de esta ciudad de la Santa muerte del dicho Sr. Arzobispo,
dijo en la conversación en que se halló en aquella ocasión "aun hasta en la muerte ha querido Dios
Nuestro Señor dar señales de su sentimiento de haber faltado a este reino una columna tan
importante que aunque es verdad que semejantes eclipses son naturales pero guárdalos Dios para
tales ocasiones".
Las Actas Capitulares del Archivo del Cabildo Metropolitano recogen notarialmente su deceso:
"Yo Antonio Rodríguez Galindo, escribano de SM...de esta villa de Saña y su partido, certifico y
doy fe a los que la presente vieren cómo hoy, Jueves Santo, como entre las tres y las cuatro horas
de la tarde, poco más o menos, 23 días del mes de marzo de 1606, estando en las casas de Juan de
Herrera Sarmiento, cura vicario de esta villa donde estuvo enfermo el Ilmo. Sr. D. Toribio
Alfonso Mogrovejo, arzobispo de la ciudad de Los Reyes, y toda su jurisdicción y distrito, en mi
presencia, a la hora dicha vi que el dicho Sr.Arzobispo espiró y murió naturalmente y pasó de
esta presente vida, arrancándose el alma del cuerpo y para que de ello conste de pedimento del
dicho vicario di el presente en la dicha villa de Saña el dicho día 23 de marzo de este año de 1606
y en testimonio de verdad, hago mi signo a tal, Antonio Rodríguez" (Libro 3º f. 1).
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105
VIII. PERSONALIDAD
Más allá de su desbordante actividad, de su atractivo quehacer, su rico tener (su "armario" en frase
de Unamuno), nos asomamos a su ser, su espíritu, su "almario" en el mundo de las motivaciones, actitudes,
valores, en los que campea su asombrosa facilidad para crear lazos, tender puentes, romper fronteras,
eliminar diferencias. En frase de su secretario Diego Morales: "alegrábase cuando venía algún pobre a
horas de comer a su casa y especialmente siendo indios a los cuales daba de comer en su mismo plato".
Grabado de la obra de M. A. Lapi Vita del servo di Dio... Roma, 1655. Cortesía de la Biblioteca Nacional
de Lima.
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72. La visita del amigo
Transcribimos íntegramente esta conversación, pues revela los sentimientos más íntimos
del Licenciado Mogrovejo, herido en lo más profundo de su orgullo, precisamente en lo que más
le dolía, ya que si de algo se ufanaba era de "servir a Dios y al Rey".
"Y le dijo que en su nombre satisficiese a los dichos consejeros, lo primero que él era fiel
cristiano y obediente en primer lugar a los mandatos apostólicos y que aunque fuese martirizado
que ojalá se viese en ello había de hacer lo que le ordenase el Pontífice y que el Rey era mal
informado por que lo que pedía hacía repugnancia al Estado Eclesiástico.
En lo segundo que él andaba en las visitas era lo que Dios mandaba y lo que estaba a su
cargo para enseñar y atraer a la fe cristiana a los bárbaros e idólatras bautizándolos y
confirmándolos y reduciéndolos a que se confesasen y que aunque se ponía en tan graves peligros
de mudanzas de temples, de odio de enemigos, de caminos que son los más peligrosos de todo el
mundo por ser tierra doblada y de muy grandes ríos y se sujetó a despeñaderos como muchas
veces estuvo en peligro de muerte y esto hacía por Dios y por cumplir con su obligación y para
dar ejemplo que se debe dar a los prelados que tienen a su cargo almas y que allá no sabían la
distancia que había en este arzobispado por tener más de 200 leguas y muchos millones de indios
que entonces había y parece que Dios ha sido servido que después que les faltó este pastor y pasto
espiritual han ido en tanta disminución que ya no hay la cuarta parte; entró en los indios de
guerra e infieles con peligro notable de la vida por ser belicosos los indios y por los temples
rigurosísimos e iba con tanto ánimo que otrosí daba a entender le ayudaba el Espíritu Santo a
pasar peligros y caminos donde nunca jamás había pasado nadie".
Declara que, al ver lo poco que comía, se atrevió a decirle que "mirase lo que hacía porque
era disminuir su salud y sustento", a lo que el Arzobispo respondió: "que ya tenía la naturaleza
habituada a ello".
Señala León Pinelo que, desde que entró en Lima, hasta la hora de la muerte, llevó una
vida muy regular y sistemática a lo largo del cuarto de siglo. Consciente de que la primera reforma
era la suya propia, se sometió a un estricto régimen de vida, de obediencia fiel a su horario.
Se levantaba a las 6 de la mañana sin ninguna ayuda de mozo para vestirle o calzarle. A
continuación dedicaba tiempo para rezar sus devociones y las Horas canónicas que preparaban su
espíritu para la celebración de la Misa. Como acción de gracias, discurría por el templo y sacristía
haciendo oración de rodillas en cada uno de sus altares. Iba a continuación para el palacio y,
entrando en su oratorio, de rodillas, dedicaba dos horas a la oración mental. Después concedía
107
audiencia a cuantos lo solicitaban; si no había visita, pasaba a la biblioteca a estudiar el Derecho
Canónico o a embeberse de la lectura espiritual.
El almuerzo era tan templado que -como dice alguno de sus biógrafos- duraba más la
bendición y acción de gracias que la comida propiamente dicha, siempre ambientada con la lectura
de algunos cánones del Concilio de Trento o de Historia Sagrada. Sabemos por el Maestro Fr.
Gabriel de Zárate, limeño, provincial de los Dominicos, calificador del Santo Oficio, obispo de
Huamanga, que "era varón docto en el derecho canónico y en el mayor cuidado de su gobierno.
No perdía hora de su estudio y revolver de libros los cuales tenía marginados y glosados, y en
especial el Concilio de Trento que no le dejaba de las manos y así lo sabía casi todo de memoria"
"Era muy abstinente y templado en su comida porque de ordinario en días de carne era
un riñón de vaca cocido en agua y ése sin sal, ni otro aderezo más; para guisarlo
después en la mesa le echaban los criados un poco de pimienta solamente y en cuanto a
los días de pescado solía ser su comida ordinaria: unas habas cocidas con agua, sin sal
y una poca de calabaza cocida y frita en aceite, pero también sin sal, y la espolvoreaba
también con pimienta y no comía otros guisados aunque los pusiesen a su mesa
bastantemente para su provisor el Dr. Valcázar, difunto, y para todas personas que
solían comer a la mesa...Continuamente ayunaba y se abstenía de comer huevos, leche y
cosas guisadas con manteca".
En el breve reposo de la sobremesa aprovechaba para tratar asuntos espirituales con sus
comensales. Al quitar los manteles pronunciaba dos responsos, uno por las ánimas del purgatorio
La citada religiosa nos informa de una treta divertida que urdió Doña Grimanesa cuando
invitó a palacio a "un hombre volátil a hacer sus habilidades y vueltas en la sala primera y mayor
de su palacio y que para verlo volar y hacer las demás acciones que tales hombres suelen hacer, la
dicha señora Da. Grimanesa, su hermana, había convidado a muchas señoras principales de esta
ciudad y les tenía prevenido un gran estrado alfombrado y con muchos cojines donde estuvieran
los dichos señores". Como conocía muy bien los gustos del santo y para no desairar al "hombre
volátil" que deseaba obsequiar con su arte al arzobispo, revistieron a su sobrino Antonio de
Quiñones con el roquete y muceta del tío.
108
Cuando se lidiaban toros o se jugaban cañas o se organizaba cualquier festejo público en la
Plaza de Armas, mandaba cerrar las ventanas del palacio y se dedicaba al estudio o la oración sin
consentir que nadie entrase.
"Su cama era un lecho de madera dorada, muy buena, colgada de cortinas de damasco
verde con cenefas, de tela de oro rosadas y bien aliñada, con cobertor de lo mismo y con
sábanas de Ruan de cofre con puntas y las almohadas de Holanda bordadas y con un
tapete delante de la dicha cama y sobre él una silla y cojín de terciopelo verde, todo lo
cual no servía más de apariencia para la autoridad de la dignidad pero a la cabecera de
la dicha cama estaba como una alacena que vio esta testigo muchas veces y oyó decir que
allí era donde dormía el dicho siervo de Dios sobre el suelo, poniendo una piedra por
cabecera, lo cual vio esta testigo muchas veces lo cuál fue y es verdad, público y notorio".
Anota el biógrafo Montalvo que su descanso no era tal, pues entraba en su dormitorio
"para afligirse con los ejercicios de crueles penitencias". Tal "deporte" venía de atrás, de los
tiempos de Salamanca, cuando sus propios colegas debieron acu
dir ante el Director de su Colegio Mayor para que moderase el ejercicio. ¡Cosas de santo!
El Jueves Santo por la mañana celebraba de Pontifical y consagraba los Santos Óleos. Al
acabar el Oficio se iba al palacio donde daba de comer a doce indios pobres, sirviendo él mismo
los platos y la bebida.
A las dos se sentaba a comer un poco de pescado cocido en agua. A las tres volvía a la
iglesia y lavaba y besaba los pies a los doce indios; a cada uno daba un vestido, un paño de manos
y una limosna. Luego asistía a la publicación de la Bula de la Cena y al Oficio de Tinieblas. Se
recogía en su cuarto a rezar, tomaba su pan y agua y a las doce salía con dos criados para recorrer
las Estaciones, regresando al amanecer. Reposaba un poco y el viernes de madrugada se iba a la
Iglesia donde se estaba en oración delante del Santísimo Sacramento hasta que empezaban los
oficios que presidía de ordinario. A la una del día, seguía con su régimen de mantenerse a pan y
agua y hasta el sábado a la misma hora lo pasaba en ayunas. Cuentan los testigos que por estas
fechas repetía mucho las palabras escuchadas al popular predicador P. Lobo, en Salamanca:
"Juicio, infierno, eternidad".
En su tiempo salían hasta cinco procesiones, a saber: El miércoles por la noche, de Santo
Domingo, partía la de los Nazarenos, cubiertos de sus túnicas moradas y con las cruces en los
hombros. El jueves por la noche, del mismo convento, salía la cofradía de la Veracruz,
109
acompañada de indios, negros y mulatos, con más de mil penitentes; del convento de San Agustín
salía la imagen del Santo Cristo de Burgos. El viernes por la noche lo llenaban las procesiones de
Nuestra Señora de la Soledad, venerada en la basílica de la Merced; otra, de carácter penitencial,
desde San Francisco; la de la sagrada reliquia de la cruz desde Santo Domingo a la Veracruz, con
asistencia de las máximas autoridades civiles, el virrey y los oidores. El domingo de Pascua, la
procesión salía de San Agustín. Sin duda que el santo participó y promovió estas prácticas de
devoción popular.
León Pinelo recoge otro gesto "navideño": "Habiéndose puesto día de Pascua de Navidad una
camisa nueva llegó un sacerdote pobre a pedirle limosna y le dijo que andaba sin camisa y
compadecido el santo prelado se entró en su dormitorio y se quitó la que tenía y se la dio; y
anduvo con el jubón sobre las carnes, hasta que trayéndole otra, hallaron que faltaba la que se
había de volver, y preguntándole por ella, respondió : Ahí la dimos a un pobre de Cristo. Sobre
que sufrió muchas razones que le dijo su hermana doña Grimanesa, que aunque era muy virtuosa,
procuraba excusarle esas acciones"
7 6 . U N P U L S O A L P O D E R
P O L Í T I C O
El delicado régimen de Regio Patronato por el que se regulaban las relaciones Iglesia-
Estado encontró en el Prelado una exquisita fidelidad a la Iglesia de Roma, unida a la amistad con
los monarcas y funcionarios españoles. Sin embargo, mantuvo siempre su libertad e independencia
eclesiástica como manifiesta en la carta al Rey cuando quiso prohibirle la celebración del IV
Concilio de 1591:
"Acudiendo a lo ordenado con tanto rigor mandado por el Santo Concilio de Trento y
Breves de Su Santidad he procurado acudir al cumplimiento de lo que estaba obligado,
como quien ha de dar estrecha cuenta a Dios".
Aunque fue Inquisidor en Granada no parece que fuese demasiado puntilloso. J. Pérez
Villanueva nos dice que el santo no asistía a los autos de fe y que procuraba enviar a
unrepresentante y él marchar a las visitas.
Fue un gran luchador para hacer valer los derechos de sus indios, aunque este empeño le
enemistase con los políticos de la época. De este modo, aunque, gracias al arzobispo, la Corona
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Real había dispuesto que se dedicase parte del dinero de la Caja de Comunidad para hospitales y
parroquias de indios, algún corregidor no se dio por enterado. Así, cuando santo Toribio visitó
Jauja en 1588, exigió a su corregidor Martín de Mendoza que cumpliese con lo prescrito y que el
santo llamaba "sudor de los indios". Le dio 50 días de plazo y, aunque el corregidor se apoyó en la
Audiencia, fue excomulgado por el Arzobispo.
Las relaciones del Santo con el virrey Martín Enríquez Almansa (1581-3) fueron cordiales
y de apoyo mutuo. Con el nuevo virrey Fernando de Torres y Portugal, Conde Villar don Pardo
(1586-89), fueron discretas.
El problema vino con el virrey García Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete (1589-96),
quien llega a difamarle ante el Rey, acusándole de no parar en la ciudad de Lima, de andar de
continuo entre los indios comiéndoles la miseria que tienen y metiéndose en todas las cosas de
patronazgo, entrometiéndose en todo lo que toca a los hospitales y fábricas de las iglesias, hasta
decir que: "todos le tienen por incapaz para este arzobispado y no acude como sería razón a las
cosas del servicio de Vuestra Majestad". Termina por aconsejarle que se le llame a España a
declarar. La tensión se acentúa por el problema de la doctrina arzobispal de san Lázaro con la de
Santiago del Cercado de los Jesuitas, y por la creación del Seminario de Santo Toribio de Astorga,
así como por el supuesto memorial al Papa, del que Mogrovejo niega la autoría. Por esta actitud
contraria por parte de la máxima autoridad española en Perú, escribe directamente un informe al
Papa. El duque de Sesa, embajador de España en Roma, da cuenta al rey Felipe II de que el
arzobispo de Lima ha enviado un memorial al Papa, consultándole sobre varios puntos que
afectaban al Patronato y quejándose de que el Monarca autorizaba a los obispos de América para
tomar posesión, salvando algunas formas canónicas y de que se le negaban recursos para sostener
el seminario. También el Consejo de Indias recibe idéntica información a través del Virrey
Marqués de Cañete. Todo ello propicia una Real Cédula en 1593 por la que se le amonesta
severamente y se le amenaza con llevarle para España. Citado ante la Real Audiencia, presidida
por el virrey, escucha de pie el santo la tremenda filípica. Una vez terminada, el prelado se limita a
pronunciar dócil, pero firme al mismo tiempo, estas palabras: "¡ Enojado estaba nuestro rey ! ¡ Sea
por amor de Dios! Satisfacémosle, satisfacémosle!".
El franciscano Jerónimo Alonso de la Torre, predicador general y guardián de los
Franciscanos en Cochabamba, Oruro, Zaña y Callao, declara en el proceso de 1660. Refiere el
lance sostenido entre el virrey y el arzobispo en una ceremonia en la que ambos participaban.
Como al Prelado le pusiesen la silla fuera del dosel; entonces él mismo la cogió metiéndola dentro
de él, diciendo estas palabras: ´Bien cabemos, que todos somos del Consejo de Su Majestad´".
77. Reconciliación
Como señala F. Pini, "se atrevió a desafiar a los virreyes y a corregir a los
corregidores...Pero lo hizo con un estilo peculiar, como sólo un santo de su talla podía lograrlo",
sin levantar ampollas, sin herir, sanando, uniendo.
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y calumnias y pesadumbres, y los recibo como de su mano, y los tomo por regalo, deseando seguir
a los Apóstoles y Santos Mártires, y al buen Capitán Cristo nuestro Redentor, con su ayuda y
gracia".
El propio rey Felipe II, en contra de sus propios intereses y de su propio prestigio,
desautorizará al mismo virrey enviándole la presente Real Cédula: "Le ordeno que deje el
gobierno y la administración del seminario a disposición del arzobispo, así como la elección de los
alumnos, conforme a lo estipulado por el Concilio de Trento y por el que tuvo lugar en la villa de
Lima el año 1583".
Las relaciones fueron mejorando con el nuevo virrey Luis de Velasco, marqués de Salinas
(1596-1604), y mucho más con el austero y espiritual Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de
Monterrey (1604-06), quien moriría un mes antes que nuestro Arzobispo.
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Juan de la Roca, Arcediano, que le conoció muy de cerca, compendiará su vida con una
sentencia contundente: "y era un sermón solamente". Otro de sus secretarios, Bartolomé Menacho,
quien le conoce desde que llegó a Lima en mayo de 1581 dirá que: "y le trató y comunicó de día y
de noche todo el tiempo que asistió en esta ciudad...era su vida y proceder tan ajustado a la ley de
Dios, que con solo verle obligaba a componerse a todos los presentes".
Su sobrina Mariana de Guzmán Quiñones declara que "muchas veces le oyó decir esta
testigo al dicho siervo de Dios "reventar y no hacer un pecado venial". Diego Morales destaca su
laboriosidad: "Toda su vida fue un continuo trabajo sin descansar”. cuidando de las cosas del
culto divino; y añade: "alegrábase cuando venía algún pobre a horas de comer a su casa y
especialmente siendo indios a los cuales daba de comer en su mismo plato". Por su parte, destaca
el Dr. Fernando de Guzmán, Maestrescuela: "tratando a sus súbditos con suma llaneza y amor de
Padre y Pastor, siempre con un rostro alegre y unas entrañas de ángel".
Estos testimonios nos revelan el gran cariño volcado por el santo en sus fieles que "le
salían a recibir cantando y diciendo: ¡padre santo viene!". "Le quieren y le aman como si
fuera padre de cada uno"; tanto que, al dejar el poblado y continuar su peregrinación,
"lloraban su partida como si se les asusentara su verdadero padre"- dirá Sancho Dávila en
1595.
P. Juan Vásques, S.I., doctrinero de los indios del Cercado de Lima, nos habla de su
cariño por los niños: "fue humildísimo en tal manera que con los pobres indiecitos tenía gran
familiaridad y los trataba con mucho amor, y deseaba que fuesen instruidos y enseñados en
los rudimentos de la fe y en buenas costumbres. Y, estando este testigo en el Cercado, siendo
doctrinero en él, vino algunas veces el dicho señor arzobispo a visitarlo y en persona iba a la
escuela donde aprendían a leer los muchachos y él mismo les enseñaba la cartilla y los
mostraba a leer; y recibía tanto gusto que le parecía estaba en los mayores entretenimientos
del mundo, porque era muy amigo de los pequeñuelos, y con la demás gente era muy tratable
y muy conversado, y tenía tanto amor que los metía en sus entrañas como si fuera padre
de cada uno".
Diego Morales "se aficionó de él, de manera que siendo muchacho deseó entrar a
servir esta iglesia de monaguillo para tener ocasión de verle cada día y besarle la mano y tener
entrada...y a todos los pobres indios que encontraba los abrazaba y acariciaba".
Gaspar Lorenzo de Rojas, natural de La Paz, a sus 115 años, casado, labrador, recordará
vívidamente que "el dicho siervo de Dios llevaba algunos regalos y confites para acariciar y
atraer así con más facilidad a los indios pequeñuelos para con eso enseñarles la doctrina
cristiana y ley evangélica ... Y así mismo se holgaba de conversar con personas pobres,
humildes y enfermos, viles y miserables, procurando la salvación de sus almas y muy
113
especialmente con los indios; y, finalmente juzgaba de sí era el menor de todos y que todos
eran superiores a él".
Igual recuerdo guarda el capellán de santa Clara de Lima, Juan Sánchez de la Madrid, natural
de Jerez de la Frontera. Como fuese campanero de la Catedral, conversó con el arzobispo,
quien le estimuló a que aprendiese bien el catecismo y que sería bueno que se hiciera clérigo
para que desempeñase su función de campanero de cuadro con la más firme tradición de la
Iglesia.
Acaba de publicar el Dr. Guillermo Lohmann Villena, con la pulcritud y precisión que
le caracterizan, las cuentas que su fiel administrador y esposo de su hermana Grimanesa, D.
Francisco de Quiñones, administraba al santo. Del finiquito estudiado para 1594, sale una
suma total de 165.264 pesos ensayados gastados y 158.588 ingresados, por lo que los 6.676
pesos de déficit debieron ser enjugados por su cuñado y primo Quiñones. Su inseparable
escudero Sancho anotará otra cantidad: "este testigo ha visto sus libros del gasto, por ellos
parece haber dado de limosna, de diez años a esta parte, a los pobres, hospitales, viudas y
religiosos, más de 120.000 pesos". Útil será advertir que el gasto indicado excede en 21.920
pesos a la cantidad expresada por su primer biógrafo, León Pinelo, para las limosnas
dispensadas desde 1581 hasta 1597, lo que supone tres anualidades más. Este autor, al
subrayar el desprendimiento del prelado, concluirá: "Testigo hay que le da la palma en ella [la
caridad] y dice que se pudiera llamar Santo Toribio el limosnero". Uno de los declarantes en
el proceso de beatificación llegó a señalar que "para tener más que repartir, moderaba su gasto
todo lo posible". El propio santo lo confesaba: "... distribuyendo mi renta a pobres con ánimo
de hacer lo mismo si mucha más tuviera".
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El licenciado Esteban Espinosa, sacerdote, atestigua que "en su casa vio [...] infinitas
veces pobres que entraban y salían, y todos con remedio [...] No sabía qué cosa era poseer
dinero, ni lo manejaba, porque todo lo tenía(n) su hermana y cuñado, por cuya mano se daban
las limosnas, y toda la renta daba y gastaba en los pobres".
Las narran testigos que tuvieron ocasión de conocerle por ser allegados a la casa del
Prelado, en calidad de hijos de algún criado como Juan de Ávila, hijo de Sancho de Ávila y Elena
Rodríguez. Dirá, el 31 de mayo de 1659, que "lo conoció y se acuerda muy bien de él, aunque era
niño por haberle visto muchas veces con ocasión de que el padre de este testigo llamado Sancho
de Ávila que ya es difunto fue criado del dicho siervo de Dios desde edad de siete años, desde que
el siervo de Dios fue inquisidor de Granada y vino en su servicio a este reino y por esta causa este
testigo le veía ir y venir a la iglesia y cuando este testigo iba y venía a la escuela a aprender a
leer y a escribir porque la dicha escuela estaba enfrente de la santa iglesia catedral y que
muchas veces le besó la mano pero no se acuerda de haber hablado de cosas de importancia".
Por su parte, Ana María de Collazos, monja donada, con el oficio de hortelana del
convento de la Encarnación, declara que "le conoció de vista desde que esta testigo vino de su
patria a esta ciudad de Lima siendo de 5 años con ocasión de haber entrado esta testigo en poder
de la señora Doña Grimanesa Lazo de Mogrovejo, hermana del dicho siervo de Dios, en cuya casa
y palacio vivía en cuarto aparte y estuvo allí como cuatro años sin salir a vivir a otra parte...todo el
dicho tiempo entraba, salía y asistía muy frecuentemente esta testigo con la dicha su tía (Isabel de
Collazos) en el cuarto de la dicha señora doña Grimanesa y por esta causa vio muchísimas veces al
dicho siervo de Dios en el dicho su palacio y le habló varias veces como a niña que entonces era y
se acuerda esta testigo en especial de que viendo el dicho siervo de Dios a esta testigo y a D. Luis
de Quiñones, sobrino del siervo de Dios, que eran niños y andaban traveseando como tales sobre
una pared, mandó a sus criados que no les riñesen porque con el temor no se turbasen y se
cayesen; pero luego mandó que se levantase mucho más alta la dicha pared para que no pudiesen
subir en ella más".
115
Miembro de una familia cristiana de Castilla, recibirá su primera educación en torno a la
Virgen María. Varias son las imágenes de María veneradas en Mayorga. Al estar tan cercano el
Santuario de la Virgen del Camino, es probable que lo visitase en peregrinación.
Sabemos que en su juventud iba a rezar en la iglesia de San Benito ante la Santísima
Virgen del Sagrario, hoy en el Museo Nacional de Escultura, que le curó de un doloroso
"lobanillo" en la mano, según relata León Pinelo. La imagen forma parte del conjunto escultórico
de la "Piedad", en la que destaca el gesto amable, juvenil, casi infantil de la Dolorosa.
Diego Morales, secretario del cabildo, recoge lo que en el Prelado sería una costumbre
muy arraigada. Acabada la visita, como a las cuatro de la tarde, "partió para el pueblo de Mala, y,
habiéndole anochecido en el camino por ser muy pedregoso y de cuesta, pasó mucho trabajo, y en
todo él iba alabando a Dios y cantando la letanía de la Madre de Dios, y el dicho padre fray
Melchor de Monzón que venía con este testigo y el dicho licenciado Cepeda le respondían, que no
parecía sino que venía allí algún ángel cantando aquella letanía, con lo cual no sintió el camino".
Tales letanías, llamadas "de santo Toribio", se siguen rezando en Lima, conteniendo bellas
invocaciones, en número mayor que la lauretana.
Francisco Sánchez Nieto, de Trujillo, hijo de Rodrigo Díaz Nieto y de María Fernández, "y su
ocupación es de arte de pintor", con 78 años a sus espaldas, recordará vivamente en el proceso de
obispado de Trujillo habrá 60 años poco más o menos y por haberle visto después muchas veces
en la ciudad de Lima y haberle hablado una vez con ocasión de llevarle este testigo un lienzo de
pintura de Nuestra Señora de Belén que le envió con este testigo el Maestro Mateo Pérez de Alesio
que entonces se hallaba en la dicha ciudad de Lima y fue en presencia de dos estudiantes criados
del dicho siervo de Dios [...] el cual viéndola se puso a decir que si tan hermosa era Nuestra
116
IX. HACIA LOS ALTARES
117
Siervo de Dios, beato y santo. Tres peldaños hacia el altar, la condecoración máxima para los
católicos. El único de los 681 obispos que entre los años 1500 a 1800 presidieron las diócesis americanas.
De ahí el que haya sido declarado patrono del episcopado latinoamericano en 1983 por Juan Pablo II.
Grabado de la obra de F. A. Montalvo El sol del Nuevo Mundo Lima, 1683. Cortesía de la
Biblioteca Nacional de Lima. Grabado conservado en el Archivo General de Simancas de la ceremonia de
la beatificación (Mapas, planos y dibujos XXVI-25).
Juan de la Roca, Arcediano, relata la entrada triunfal del cadáver del arzobispo:
"al cabo de un año que se trajo su cuerpo a esta ciudad para enterrarle en ella como se
hizo, más de dos leguas antes que llegase el dicho cuerpo a ella salió mucha gente con
hachas encendidas y las trajeron delante y aleladas del dicho cuerpo y entre ellos
muchos indios con sus cirios en las manos encendidos y todos llorando con gran ternura
y clamando por su santo padre y pastor y a la entrada de la dicha ciudad salió gran
suma de gente de todos estados a entrar con el dicho cuerpo y acompañarle y fue tanta
que parecía día de juicio, todos mostrando gran sentimiento y derramando lágrimas
tiernamente y luego que entró en la dicha ciudad fue notable cosa que nunca se ha visto
los sentimientos y clamores que había por las calles y ventanas por donde pasaba el
dicho cuerpo, lo cual enterneció notablemente a todos los de ella aunque no le habían
tratado ni comunicado, sólo por tenerle por cierto y verdadero pastor".
Fue velado en la iglesia de señor Santo Domingo, desde donde se llevó a enterrar
solemnemente a la Catedral, el viernes a las 6 de la tarde 27 de abril. Presidió el oficio de
pontifical el obispo de Santiago de Chile, Don Fray Juan Pérez de Espinosa, concluyendo
todo a las 8 de la noche.
Gregorio Montero, presbítero sacristán mayor de Santa Ana, testigo y secretario de la comisión
creada para el reconocimiento del cadáver en el proceso de beatificación, testifica en 1661 cómo
"le trajeron a esta Santa iglesia Metropolitana con grande acompañamiento funeral y le pusieron
en su túmulo en la capilla mayor donde se hicieron los oficios con gran solemnidad y en
118
acabándolos le pasaron a la sepultura que fue en el suelo debajo de tierra al lado del Evangelio en
un ataúd de madera que estaba abierto y dentro vido el dicho cuerpo difunto vestido de pontifical y
luego taparon y clavaron el dicho ataúd poniendo sobrela tapa unas tablas y las cubrieron con
tierra como hacen a los demás difuntos y sobre ella pusieron una tumba cubierto con un paño de
terciopelo morado con cenefa del mismo color y en su medio estaban las armas del dicho siervo de
Dios bordadas". Ente los presentes figuraban Don Pedro Muñiz, Deán, D. Juan Velásquez,
Arcediano, D. Mateo de Paz, Maestreescuela, Cristóbal Medel, Tesorero, Juan Díaz de Aguilar,
canónigo, D. Gaspar Sánchez de San Juan, canónigo; Cristóbal Sánchez Ranedo y el Dr. Andrés
Díaz de Abrego, canónigos.
119
sin trabazón ni vestidura alguna, envueltos en un lienzo blanco y reconociéndolos el dicho Doctor
Pedro de Requena presbítero, protomédico de este Reyno y catedrático de Prima de Medicina en
esta Real Universidad y Agustín García Cabeza de Vaca, cirujano, dijeron que eran los siguientes:
La cabeza que parecía haber sido aserrada por medio para embalsamarla, y la mandíbula baja
dividida de la mandíbula de arriba con 7 dientes en la de abajo, que los 2 eran colmillos y la una
muela próxima a el colmillo y la dicha cabeza tenía algunos cabellos sobre el hueso occipital y
laterales y alba con una mitra de raso blanco bordada de hijo de oro con romanos y forrada en raso
carmesí. Las 2 clavículas, los 2 omoplatos, 2 pedazos del hueso esternón, 21 costillas. Los 2
huesos oxitorios de los molledos. Los dos tociles (sic) de un brazo. Y del otro el tocil menor. Uno
de los huesos ileones y de los espondiles, 12 divididos. Y de los que pertenecen al hueso sacro se
hallaron 4 unidos. Asimismo dentro de una media de sedal cabellada, al parecer, se hallaron 29
huesos de la una pierna. Y en otra media de la misma seda y color que estaba con su liga de
tafetán cuyo color no se pudo distinguir se hallaron otros 29 huesos de la otro pierna con el hueso
fémur de cada una que por todos habiéndose contado se hallaron 106.
Y asimismo los dichos protomédicos y cirujano dijeron que faltaban los huesos siguientes.
De las piernas, las 2 choquesuelas, 3 costillas, un pedazo del hueso externón, 55 huesos de los
brazos y manos, uno de los huesos ileones, todos los dientes, y muelas menos los referidos que
están en dicha mandíbula. Y no hicieron mención de los sesaminos y otras minucias que por su
pequeñez y facilidad de corromperse o estarían deshechas o no se hallaron. Y, habiéndose
reconocido, visto y contado en la forma referida se volvieron a poner los dichos huesos en la
misma caja donde estaban ante y se cerró y clavó por mano del dicho Francisco de la Peña,
carpintero y estando hecho se llevó la dicha caja y se puso en el mismo nicho en que estaba con
las tablas y tablones según y en la forma que se halló. Todo lo cual pasó en mi presencia y de los
dichos subpromotor apostólico y fiscal eclesiástico y de los dichos testigos de que doy fe y Su
Señoría Ilustrísima y dichos señores jueces apostólicos lo firmaron juntamente con los dichos
subpromotor apostólico y fiscal eclesiástico. Pedro, Arzobispo de Lima, y siete más."
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Dos fueron los milagros sancionados por la Congregación de los Sagrados Ritos de la
Santa Sede: la curación total e instantánea de Juan de Godoy, cuyo pecho fue traspasado con una
espada, y el manantial de agua brotado en el pueblo de San Luis de Macate.
"La vasta máquina del templo de san Pedro se vistió toda de damasco carmesí y de
franjas de oro, habiéndose primero adornado su gran pórtico de preciosos brocados en
que competían igualmente la variedad y la riqueza. Las grandiosas puertas de esta
mayor basílica se mostraron aderezadas con singular primor y hermosura. Sobre las
armas de su Beatitud y de la majestad Carlos II se descubría el retrato del
bienaventurado Toribio en una gran tabla de valiente pincel y de figura esférica porque
no saltase la esfera a los lucimientos deseados de esclarecido sol. Las dos puertas
colaterales se ennoblecían con las armas más gloriosas del Perú [...] En cada uno de
todos los altares, cuyo número es fatiga del guarismo, ardían seis antorchas de a dos
libras, coronándose el venerable sepulcro de san Pedro de tan numerosas hachas que
fingían sus adornos una guirnalda de luceros [...] Sobre el altar de la catedral de san
Pedro, que se eleva majestuosamente en medio de una gran tribuna, estaba puesta la
imagen del bienaventurado Toribio en un famoso cuadro guarnecido de oro, y cubierto
de un velo carmesí, que martirizaba la tierna devoción del gran concurso que ansioso
deseaba adorarle descubierto".
La noticia no llegó a Lima hasta el 17 de abril de 1680. En cuanto las campanas voltearon
para comunicar la noticia, Lima se convirtió en una fiesta. Por coincidir con la Semana Santa -
miércoles santo- hubo que postergarlo para 10 días después. De este modo el sábado 27 amaneció
con las calles tapizadas de flores y el retumbar de campanas, clamor de clarines, trompetas y
chirimías. Todos los tribunales, cuerpos colegiados, cabildos, órdenes religiosas, pueblo en
general, presididos por el arzobispo virrey Melchor de Liñán y Cisneros y la Real Audiencia, se
dieron cita para el magno acontecimiento. Comenzó con el "Te Deum Laudamus", al que siguió la
misa solemne cantada por el deán del cabildo D. Juan Santoyo de Palma.
121
En el mes de noviembre se celebró el solemne octavario, en el que la Catedral lució sus
mejores galas. La estatua del nuevo beato fue colocada en la capilla mayor sobre hermosas andas
de plata, y la bula de beatificación se puso en el altar mayor sobre un cojín de raso carmesí y
encajes. El primer día cantó la misa el arzobispo virrey y predicó el canónigo teologal D. Pedro de
Córdoba y Arbieto. En la noche se celebró la fiesta con fuegos y música en la plaza mayor. El
último día, martes 19, se responsabilizó del festejo el Cabildo, junto con la Justicia y el
Regimiento de la ciudad, predicando el Licenciado Antonio Garcés de Cartagena. No faltaron los
fuegos y culminó todo con la procesión del nuevo beato. Abría la misma y portaba el guión
Toribio Calderón de Loaysa y Quiñones, sobrino del arzobispo junto a sus familiares. A
continuación, venían el cabildo secular con la Real Audiencia, el arzobispo virrey, las órdenes
religiosas, los cabildos, las cofradías. La comitiva discurrió por las plazas y calles circundantes,
deteniéndose en numerosos altares levantados por las instituciones religiosas.
Se concedió el Oficio y Misa propios del Beato a la ciudad y diócesis de Lima, a la ciudad
de Mayorga y al colegio mayor de San Salvador de Oviedo, en Salamanca.
por el arzobispo Diego Morcillo, yendo todos los asistentes en mulas muy bien enjaezadas. El mes
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de mayo se celebró un solemne octavario en la catedral, que terminó el domingo 22 con la
solemne procesión, en que fue conducida la imagen del santo con más aparato y concurso de
El mismo Juan Pablo II, con motivo de su viaje Perú, en 1985, recogió la viva actualidad
del santo en su mensaje sintetizado en cuatro puntos: evangelización para santidad, la unidad en la
fidelidad, la dignidad de la persona y la constante sintonía con la Sede Apostólica.
Conviene destacar que Santo Toribio no fue un islote de santidad sino que ayudó a crear
las bases para que otros muchos lo fueran. Con su austeridad y precisión características, el Dr. J.A.
del Busto afirmará de los santos de Lima que, "aparte de Jerusalén y Roma, creemos que no existe
otra urbe en el mundo que los haya tenido tan numerosos al mismo tiempo”. Fueron 60 años de
gran cosecha para el santoral. Por eso escribirá alrededor de 1630 fray Bernardino de Salinas y
Córdoba “que la mayor nobleza que tiene esta Ciudad son los santos que la ilustran” .
123
4. Juan Sebastián de la Parra (1550-1622).
5. Pedro Urraca (1583-1657).
6. Juan de Alloza S:I (1597-1666)).
7. Francisco del Castillo (1615-1673).
8. Nicolás de Dios Ayllón (1618-1677).
9. Francisco Camacho (1629-1698).
10. Luisa de la Torre Rojas, Beatita de Humay (1819-1869).
11. Luis Tezza (1841-1923).
12. Teresa de la Cruz Candamo (1875-1953).
13. Octavio Ortiz Arrieta (1879-1958).
14. Melchora Saravia Tasayco, la Melchorita 1895-1951.
15. Martín Fulgencio Elorza Legaristi, obispo de Moyobamba, pasionista (1899-1966).
Falta la de Diego Ortiz (1532-1571), el titulado "protomártir del Perú", del que
afortunadamente Teófilo Aparicio ha publicado en 1992 las actas del proceso de beatificación
llevado a cabo en 1595.
"No satisfechos los piadosos afectos de muchos naturales de los reinos de Castilla y
León hasta perpetuar su culto, determinaron en el año de 1727, unirse en fraternidad y
congregación nacional en esta corte, con el título de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo
eligiéndole [...]su tutelar y patrono"
El objetivo perseguido es venerarle para que "se siguiese el aumento de las virtudes en
todos sus alumnos imitándole, especialmente en el ejercicio de la caridad, animados por el
ejemplo de la devoción de los naturales de Lima que se unieron antes en Asociación aprobada por
el Consejo de Castilla el 9 de enero de 1730. El rey Felipe V, el 29 de abril de 1732, condescendió
en aceptar su patronazgo para la nueva congregación, hasta que en 1750, el nuevo rey Fernando
VI se sirvió constituirse como “Hermano Mayor, perpetuamente e igualmente todos los reyes”, y
la aprueba por Real Decreto de 1º de octubre de 1750.
Juan Nieto y Zúñiga, doctor, colegial y rector del Colegio Mayor San Salvador de Oviedo,
catedrático de Filosofía, canónigo de Palencia y de Toledo, pronunció la Oración panegírica con
una breve descripción de la fiesta que celebró...a Stº Toribio...Mogrovejo...su Real Congregación
nacional el día de la fiesta 27 de abril de 1730. En el texto de aprobación de la publicación del
mismo, Fr. Juan de San Antonio se detiene a analizar un aspecto que quiero destacar: por qué esta
congregación elige a santo Toribio como patrono de los naturales de los reinos de Castilla y de
León. El escritor sagrado se retrotrae al consejo del Libro de Job según el cual había que escoger
un santo por patrón para convertirse a él y en su intercesión hallase patrocinio y defensa
constantes. Cita a Domingo de Guzmán por su excelsitud doctrinal, Teresa de Jesús la mística, un
124
mártir como san Marcelo o san Juan de Prado, además de Juan de la Cruz y Juan de Sahagún. Y
concluye: "Mas con altísima providencia de Dios se robó las atenciones todas, quien por voto
universal de los naturales de los reinos de Castilla y León, fue el escogido para único titular y
patrón de su nueva congregación erigida en la Corte de nuestros católicos Reyes"
El fin como el de todas las cofradías e instituciones católicas era el amor a Dios por encima
de todo, para lo que estipulaban como medios: el amor a la Virgen María, el culto a santo Toribio
y la unión de los congregantes. Entre los ejercicios o actividades las hay netamente espirituales
como la oración y la asistencia a la Misa con motivo de la fiesta, el voto o juramento en defensa de
la Inmaculada Concepción de María; otro segundo bloque se dirige a la vida corporativa social:
"entre sí y con los del territorio y bienhechores mucha caridad; atendiendo a cada uno conforme a
su calidad y necesidad, socorriéndoles, consolándoles y dirigiéndoles con gran piedad y amor,
principalmente a los enfermos, presos y párvulos". Como medida práctica se prevé la creación de
una Casa de huérfanos para los hijos de los congregantes.
En cuanto a los componentes se especifica que sean nacidos o lo hayan sido padres o
abuelos en Castilla y León que gozaren por derecho de sangre estados, mayorazgos, vínculos o
patronatos, los limeños o de la archidiócesis de Lima, Trujillo y Guamanga. Se fija como cuota de
ingreso 66 reales y cada mes 4 reales; se exceptúan los pobres y los religiosos. Importancia capital
se dará a la fiesta del 27 de abril a la que deben asistir obligatoriamente todos los congregantes a la
Misa en la que comulgarán. Se escoge como iglesia Nuestra Señora de Porta Coeli, de Clérigos
Menores.
Celebraba sus solemnidades anuales con una misa solemne y sermón de campanillas e
imprimió un libro litúrgico para sus cultos a raíz de la canonización.
Conocemos también la Lista de los señores individuos de Nuestra Real Congregación de
naturales de los Reinos de Castilla y León, erigida a su titular Tº Aº Mogrovejo... en la que el
secretario primero D. Vicente Barba, nos da cuenta de 214 miembros de la misma congregación,
el 31 de enero de 1832. Figura como congregante más antigua desde 1772 la Duquesa de Osuna y
Condesa de Benavente y Mayorga, le siguen el obispo de Almería Antonio Pérez Minayo de 1776,
Clemente Cavia y Díez de 1778. La Junta Particular y de Gobierno está encabezada por el rey
como hermano mayor, un vice hermano mayor, 2 consiliarios antiguos, dos modernos, un padre
espiritual, 2 secretarios, 1 contadores, 1 tesorero, 4 celadores, 4 celadores pupilos, 2 asesores, 2
enfermeros eclesiásticos y 3 seculares, 1 capiller, 4 comisarios de fiestas, 3 maestros de
ceremonias, 2 procuradores, 2 agentes.
Aunque en 1606 Zaña pertenecía a la gigante diócesis de Lima, desde 1609 -fecha de erección de
la nueva diócesis- pasará a depender de Trujillo, y, desde 1956, a Chiclayo. No nos sorprende, por
tanto, la profunda huella en esta provincia. En la Catedral se conserva un altar levantado por la
Cofradía del Santísimo con una pintura mural del Beato Toribio Mogrovejo, en la que reza la
siguiente inscripción: "El Beato Don Toribio Alfonso Mogrovejo, natural de Mallorca, Arzobispo
de Lima, luz clarísima del Perú, escudo fuerte de la fe, defensor acérrimo de la inmunidad
eclesiástica, admirable en el amor de Dios, en la caridad con el prójimo, en la prudencia del
gobierno, en la constancia y sufrimiento en las adversidades, maravillos en los milagros y virtudes.
Murió en la ciudad de Saña a 23 de marzo de 1606, de edad de 68 y de Arzobispo 25. Beatifícolo
nuestro muy Santo Padre Inocencio XI con rito solemne a 28 del mes de junio del año del Señor
de 1679. Dedícale este altar la esclavitud del Santísimo Sacramento en su fiesta anual, a 13 de
125
julio de 1681". De igual modo, en el Museo de las Carmelitas hay un gran óleo de Gregorio de
Molleda, nacido en Lima, seminarista en Trujillo, postulador que consiguió la canonización de
Santo Toribio el 7 de octubre de 1726, y obispo de Trujillo de 1743 a 1745.
Acogiendo el sentir popular de las autoridades civiles y religiosas, así como del pueblo fiel, el ilustrado
Baltasar Jaime Martínez Compañón lo proclamó 19 del mes de diciembre de 1789 patrono de todo el
episcopado en razón de "su admirable santidad y virtudes y porque designado por Dios para gobernar esta
diócesis antes de que se desmembrase del Arzobispado de Lima, lleno con tan ferovorsa caridad y celo las
partes de su apostólico ministerio y oficio, recorriéndolo personalmente dos veces, no hubo en sus valles,
sierras, ni montañas lugar alguno por pequeño, distante y áspero que fuere a donde no llegase y que no
ilustrase con su presencia, doctrina, sudores y santos ejemplos y por haberla constituido y hecho patria
suya, acabando la preciosa carrera de sus días en la ciudad de Zaña en donde falleció y finalmente para que
al paso que por medio se rinda al Santo el distinguido culto que por tantos títulos le es debido se arraigara y
avivara más en el ánimo de los suplicantes y de su posteridad la devoción hacia él y la confianza de su
patrocinio y protección". Para concretar se dedicó el 27 de abril como fiesta de primera clase, celebrando
además la octava, con la "obligación de oír misa y abstenerse de las obras serviles el día primero de dicha
fiesta toda suerte de gentes sin distinción...perpetuamente para españoles como para indios y demás castas
de ambos sexos del obispado concediendo...indulgencia plenaria a todos ..."
El celoso José Carmen Sevilla, "Zuavo Pontificio", cuenta cómo el recientemente beatificado Pío IX le
recomendó mucho la devoción a santo Toribio cuando le visitó, enfermo, tras la batalla de Mentana,
sintiéndose obligado a escribir una biografía "en señal de nuestro amor y gratitud hacia el mayor
bienhechor bienhechor de la raza indígena". Él mismo interesó a todos los obispos de América, con motivo
del IV Centenario del descubrimiento y evangelización, en 1892, para que Pío IX extendiese el culto a todo
el continente. Lo haría su sucesor, León XIII, el 29 de mayo de 1892.
En 1899 se reunían en Roma, por vez primera en toda su historia, obispos de Latinoamérica, con el deseo de
preparar el nuevo siglo cristiano cristiano de América. A la hora de redactar las Actas, no dudan en colocar en
primer lugar la fórmula de consagración al Corazón de Jesús, proclamando enfáticamente a santo Toribio
Alfonso Mogrovejo como el “Astro más luciente del episcopado del Nuevo Mundo”, reiterando en la
conclusión de la consagración: “Tú más que ninguno, acuérdate de nosotros, oh Toribio bendito,
ejemplo y esplendor sin igual de Prelados y Padres de Concilios”. Más adelante, el obispo de san Luis
Potosí, Mons. Ignacio Montes de Oca, el 4 de julio de 1899, recuerda ante los Padres sinodales las egregias
figuras del episcopado americano para concluir en la proclamación de nuestro protagonista como “tipo y
dechado de apostólicos varones [...] espejo de prelados, cuyos rayos y resplandores de tal suerte
circundaron de luz a los que después florecieron, que los transformaron [...] en otros tantos Toribios”.
Y, dentro del cuerpo del Concilio, ya en la sesión última, las “Aclamaciones” dedicarán todo un apartado a su
persona:
- A Santo Toribio, a quien reverenciamos como modelo y honor esplendente de los Obispos y Concilios de
la América Latina, tribútese perpetua veneración. Prelado santísimo, intercede por nosotros, para que
nuestras tareas conciliares produzcan frutos sempiternos”.
El texto del Decreto Conciliar "Christus Dominus" del Vaticano II señala el deber de los sucesores de los
Apóstoles quienes “como pastores de almas, han sido enviados por el Espíritu Santo y por el Sumo
Pontífice, a perpetuar la obra salvífica de Cristo, Pastor Eterno".
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La Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla (1978), había ya reconocido el
importante dinamismo misionero de los grandes Santos que contribuyeron radicalmente a la
evangelización de América Latina: “Nuestro radical substrato católico, con sus formas vigentes
de religiosidad, fue establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos
y laicos. Esta ante todo la labor de nuestros santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima,
Martín de Porres, Pedro Claver, Luis Beltrán y otros quienes nos enseñan que, superando las
debilidades y cobardías de los hombres que los rodeaban y aveces los perseguían, el Evangelio, en
su plenitud de gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina como signo de grandeza
espiritual y de verdad divina” (Puebla 7).
Ya en nuestros días, por iniciativa del Cardenal Landázuri y los obispos del CELAM, Juan Pablo II le
propondrá como modelo y patrono de los obispos de América Latina:
Los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) profesan una peculiar
veneración hacia Santo Toribio Mogrovejo, Arzobispo de Lima, quien durante la segunda
mitad del siglo XVI y los comienzos del siglo XVII, ejerció el cuidado pastoral con
ardentísimo celo sobre los fieles a él encomendados, promoviendo la vida religiosa de toda
aquella región y atendiendo con especialísima solicitud a los nativos.
Por este motivo, el Venerable Hermano Antonio Quarracino, Presidente de dicho Consejo,
acogiendo el unánime deseo de todos los obispos, ratificó la elección de santo Toribio de
Mogrovejo como Patrono de todo el Episcopado de América Latina y pidió instantemente que
tal elección y aprobación fuese confirmada, según las normas de la Instrucción sobre la
revisión de los calendarios particulares y de los oficios y misas propias, n.30
Constando, pues, que se han cumplido ambas condiciones, conforme a derecho y oído el
parecer de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, nos acogemos
benignamente a la petición y con vuestra potestad y autoridad apostólica declaramos y
confirmamos a santo Toribio de Mogrovejo como PATRONO ANTE DIOS DE TODOS LOS
OBISPOS DE AMÉRICA LATINA y confiamos que como este Santo para ellos será
Intercesor de celestiales gracias, así también dichos prelados lo adoptarán como modelo del
ministerio pastoral.
Sin que obste nada en contrario.
Fechado en Roma, junto a san Pedro, bajo el anillo del Pescador, día diez de mayo del
Señor, 1983, quinto de nuestro Pontificado
Joannes Paulus
El principal promotor de las mismas fue el sucesor de santo Toribio en la silla arzobispal,
Mons. Manuel Tovar. Su carta pastoral de 1 de enero de 1906 pretende ayudar a preparar a toda
América Latina "con pompa solemnísima el tercer centenario de la preciosa muerte de santo
Toribio". Y da la razón: "Y es justo que así sea; porque los siglos pasan sobre las tumbas de los
santos, como una fresca brisa, que las limpia del polvo del olvido".
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El boletín eclesiástico de la diócesis "El Amigo del Clero" de todo el año da buena cuenta
de la celebración. El nº 565, de 23 de marzo, lo dedica de forma monográfica. Para conocer los
sentimientos que en ese momento albergaban los organizadores, transcribo parte de su
introducción que titulan "¡Llegó la fecha memorable!":
"Tres siglos han pasado de ese triste acontecimiento que arrancó torrentes de lágrimas a los
entonces moradores de Lima, y la memoria de ese egregio varón, cuya cuna mecióse en solariega
casa, cuya vida se deslizó en el ejercicio de las más heroicas virtudes, cuyo gobierno fue luz y
espejo de sacerdotes y obispos, vive aún imperecedera en el recuerdo de sus hijos.
Por eso palpita hoy con palpitaciones de inusitada alegría el corazón de esta iglesia, y hace
sonar los bronces de sus campanas, y canta alborozada himnos de amor y veneración, al clero y a
los fieles todos, a reunirse dentro de los muros de su Catedral para entonar un solemne Te Deum
en humilde hacimiento de gracias, porque el polvo del olvido ha respetado la gloriosa tumba en
que fue sepultado Toribio Alfonso de Mogrovejo. No está Lima sola en este homenaje.
De un confín a otro confín del Perú se oye una voz, una voz que es un cántico, que rasga
las nubes, hermosas cortinas del cielo, y sube, en brisas perfumadas de gratitud, hasta el trono del
Altísimo, bendiciendo y alabando la majestad de Dios y la misericordia, que usó con este pueblo
dándole en Toribio de Mogrovejo un santo tan extraordinario.
Y toda la tierra americana, todo este Nuevo Mundo que descubrió el genio inmortal de
Colón, celebra, también, con Lima, con el Perú, la fecha memorable del 23 de marzo de 1906,
abriendo las puertas de sus catedrales, coronando de siempre vivas las venerables reliquias del
querido Pastor, recordando en Cartas Pastorales y artículos de periódicos sus virtudes y hazañosas
proezas.
Santo Toribio fue como el Sol, como ese Sol que brilla en el cielo, dando luz a las estrellas,
sembrando de rosas los campos y derramando doquiera, vida y fecundidad. El no se encerró dentro
de las fronteras de su ciudad metropolitana; la acción benéfica de su vida y de su gobierno,
extendiéndose desde la Nazca hasta los Chachapoyas y en Trujillo y en los valles Ica y en
Huánuco, bastando citar estas comarcas del Perú. Extendióse aún más: las otras naciones de la
América Latina, sino fueron hijas de la iglesia del Perú, de mil modos sintieron, sin embargo, el
influjo apostólico de Santo Toribio".
C. García Irigoyen, que en 1904 publicó la obra más documentada hasta el momento sobre el
santo, es sin duda el autor de la introducción del monográfico citado y recogió puntualmente todos
los actos celebrados con motivo del centenario. En ella se da cuenta de la junta mixta formada por
autoridades eclesiásticas y seculares, coordinada y alentada por el arzobispo de Lima.
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X. MEMORIA QUE PERDURA
Junto a la abultada documentación, inédita en parte, en achivos y bibliotecas, la vida, mensaje y obra de
nuestro protagonista está muy viva en la memoria popular de la gente que actualmente reside en los lugares
vinculados con él: Mayorga, Villaquejida, Valladolid, Salamanca, Perú (Lima, Trujillo, Chiclayo, Huaraz,
Ancash, Chachapoyas, Moyobamba), Roma. Se percibe en la toponimia, iconografía, templos y,
especialmente, con motivo de sus fiestas. Imágenes de Zaña: campana que comunicó la noticia de la
muerte, reliquia, templo parroquial.
De un gran educador, Andrés Manjón, universitario en Valladolid como Toribio en la misma
Facultad, y dedicado en cuerpo y alma a la regeneración social de los gitanos en los cármenes
granadinos donde fuese Mogrovejo Inquisidor, dijo un día don Miguel de Unamuno: "Y salude al
hombre, mientras que otros hablamos y escribimos, hay quien trabaja en silencio; la palabra es del
tiempo, el silencio de la eternidad". El bien hace poco ruido y el ruido hace poco bien. La vida
silenciosa de Toribio Alfonso Mogrovejo se ha convertido en palabra viva y actual.
Fray Diego de Córdoba dijo de él: "Fue piadoso con los pobres, apacible con los ricos, fuerte con
los poderosos, vigilante en la reforma de costumbres, constante en la disciplina eclesiástica, suave
para todos y para sí solo severo y rigurosos: jamás juzgó mal de nadie, ni dio crédito a chismes".
Dignos de reseñar son los EJUTOR (Encuentros Juveniles Toribianos), que agruparon a miles
de jóvenes limeños convocados por la viva espiritualidad emanada del Santo en nuestros días.
En la actualidad son reducidos los focos en los que llamea con fuerza particular la vinculación con
el santo que murió hace casi 400 años: Su familia biológica; tanto la rama de Cannalonga (Italia)
de la que pronto hablaremos, como la de la la familia Travesedo Colón de Carbajal, marquesa de
Sierra Bullones, quien en la persona de Doña Carmen se reclaman sus herederos directos. En
segundo lugar y primero en cuanto los hechos, la tierra que le vio nacer, Mayorga. En tercero,
Lima, centro propulsor de sus operaciones pastorales, lugar donde han cuajado instituciones
(Seminario, Santa Clara, Catedral...) y donde se celebró con mayor entusiasmo la entrada en 1581,
el recibimiento de sus restos en 1607, la beatificación y canonización, sus centenarios. Y, por
último, Chiclayo, por encontrarse ubicado en las inmedicaciones del lugar que le dio su último
adiós, Zaña (Perú), la ciudad que acogió su último sueño aquí en la tierra y le dio el pasaporte a la
eternidad. El mayorgano J. Carrera en sus Notas adicionales a la biografía (de Santo Toribio), tras
referir que la Sagrada Congregación de Ritos aprobó más de 30 milagros concluye: "Omito los
que tienen lugar diariamente entre sus paisanos, lo mismo en pasados tiempos que en los
131
presentes, de cuyo testimonio auténtico responde la tradición a la vez que las señales en objetos y
cuadros pendientes de los muros interiores de su santa y venerada Ermita".
El gran literato Ricardo Palma en sus Tradiciones peruanas recoge varias anécdotas que
contribuirá a popularizar detalles de su vida.
a. "Las querellas de Santo Toribio". (T. I, pp.173-180). En esta primera tradición, la más
extensa, se relatan las disputas habidas entre el Virrey de Perú, García Hurtado de Mendoza,
Marqués de Cañete, y el arzobispo, casi siempre provocadas por la colisión de las jurisdicciones
civiles y religiosas. En primer lugar se recoge la excomunión fulminada por el prelado contra el
alcalde del crimen, Juan Ortiz de Zárate, en connivencia con el virrey, por no respetar la
inmunidad eclesiástica concedida por santo Toribio a un español que había asesinado a otro
alevosamente. La segunda se refiere a cuestiones prácticas del ceremonial: "Aconteció en ellos
que habiendo ido el arzobispo a visitarlo (al virrey) en palacio, vio bajo el dosel un solo sillón
ocupado por D. García. El prelado arrastró otro de los sillones que había en el salón, y
colocándolo junto al del virrey le dijo: ´Bien cabemos aquí, que todos somos del Consejo de
S.M.". Hurtado de Mendoza frunció el entrecejo y desde este día trató con frialdad cortesana a
Toribio de Mogrovejo". La tercera nota nos habla del asunto del escudo colocado por santo
Toribio en el colegio-seminario y la oposición visceral del virrey. La última querella recogida se
refiere al supuesto memorial que habría enviado el arzobispo ante el Papa consultándole varios
puntos del Patronato Regio y que provocó una airada filípica del virrey; por toda respuesta
exclamó el santo:
- ¡Enojado estaba nuestro rey! Sea por amor de Dios! Satisfacémosle, satisfacémosle.
Termina con una "breve noticia biográfica del prelado", deteniéndose en su gran espíritu de
caridad y culminando con una entrañable anécdota que nos recuerda que para poder curar a un
moribundo se hizo pasar por un cualquiera,"Toribio, el de la esquina".
b. "Esquive vivir en Quive" (T. II, pp. 31-32). Alude al hecho histórico aceptado por la mayoría
de los biógrafos y recogido iconográficamente con profusión: la confirmación de santa Rosa de
Lima por nuestro arzobispo en su segunda visita pastoral a su paso por Quives. La verdad es que la
tradición no cuadra con la personalidad de santo Toribio, ya que no nos imaginamos que los
indios, mestizos y criollos le recibiesen con insultos y que "su ilustrísima no levantó la mano para
bendecir a la chusma, sino que, llenándose los ojos de lágrimas, murmuró:
- ¡Desgraciados! ¡No pasaréis de tres!
-
Aunque, según R. Palma la profecía se cumplía en su tiempo, de acuerdo con el censo de 1876,
en la actualidad, Quives de Santa Rosa, la "humilde aldehuela" es un prometedor pueblo y la
religiosidad de los canteños sí cuida de la conservación de la casa en que viviese la santa.
c. "El cáliz de santo Toribio" (T.II, pp.33-34). Esta tradición nos informa de la visita del
arzobispo de Berito y obispo de Huánuco, Gregorio Cartagena, y del párroco de un pueblecito de
Huamalíes, cuya única riqueza era un singular cáliz con la siguiente inscripción: "Soy del doctor
don Toribio Alfonso de Mogrovejo. Granada. Año de 1572". El vaso sagrado, por el que se darían
132
unos tres mil pesos, serviría al humilde cura para reconstruir su parroquia. Nos sorprende la fecha
de 1572 dado que las órdenes sagradas nos las recibirá hasta siete años después.
Por el Diario de la visita sabemos que el 4 de mayo de 1595 "quedó fundada e institutida en la
iglesia mayor de esta ciudad una cofradía en la cual entró SSI con su limosna y todos sus criados y
toda la ciudad de Moyobamba y se juntaron más de 200 vacas y mucha cantidad de yeguas, la cual
es capellanía y SS dejó allá para la celebración de los Divinos Oficios un ornamento y un cáliz
dorado con patena, vinajeras y bacinilla todo de plata, y un guión o cristo que traía delante, de
plata, de todo lo cual yo el presente notario doy fe, y dejó más unos platos de plata".
93. Mayorga.
Mayorga es ciertamente el lugar donde se palpa con más vida su huella. Para el resto de España y del
mundo, falta un inventario de imágenes escultóricas, cuadros y reliquias del santo. Ojalá esta
publicación pueda servir como impulsora y aglutinante en el empeño. Sabemos que en Logroño hay
una escultura en la portada del Seminario Agustiniano de Calahorra; en Palencia, un cuadro en el
Convento de las MM. Agustinas Recoletas; en la Catedral de Málaga, una escultura del santo
atendiendo a un indio y a un negro; en Barcelona, una asociación de Mayorganos en posesión de una
reliquia para el culto; en Madrid, una imagen en la Capilla Castrense; otra, en el Carmen Descalzo y
otra en las Trinitarias; además de documentación de la familia descendiente de los Mogrovejo, Doña
Carmen Travesedo, marquesa de Sierra Bullones; Asociación de Mayorganos en Madrid en posesión
de una reliquia; en el Torreón de los Mogrovejo, en Potes (Santander), hay diferentes escudos de la
familia, cuadros, imágenes; en la Catedral de Salamanca se encuentra el nicho mortuorio de su tío
Juan Mogrovejo, y en el Museo Provincial un altorreliev,e procedente del extinto Colegio Mayor de
Oviedo.
133
felicitaba con el Deán y Cabildo de Lima, al tiempo que el citado Lectoral Sr. Vela Cabeza de
Vaca y Mogrovejo les interesaba en dos grandes favores: ayuda para la construcción del templo en
la casa solariega y una reliquia para el mismo.
En 1722, cuatro años antes de la canonización, se iniciaban las obras. Sobre la cadena de lomas
que sirven de mirador hacia la meseta, se alzaban 4 construcciones: el Alcázar de argamasa, el
monasterio de S. Francisco, la parroquia de San Juan y la Casa solariega de Luis Mogrovejo. Las
fiestas de la canonización se celebraron en las Dominicas y la parroquia de El Salvador.
La Casa convertida en ermita es hoy el corazón de las fiestas en honor a santo Toribio; allí
confluyen todas las arterias y venas vinculadas con el patrono de Mayorga. Hay que destacar, en
primer lugar, el altar dedicado al santo, con el grupo escultórico que representa a Santo Toribio
confirmando a santa Rosa de Lima, (ver la contraportada de este libro) y que está bordeado por
diferentes casetones con relieves alusivos a los momentos más destacados de su vida. En el recinto
hay distintos cuadros que resaltan alguna de las facetas de su personalidad o actividad. Entre ellos,
alguno de los milagros como el del agua, obrado en el pueblo de Macate, departamento de Ancash.
En las paredes del templo se guardan distintas inscripciones para recordar ilustres visitas de sus
sucesores en el arzobispado de Lima como la de Monseñor Emilio Lissón, en 1941; del Cardenal
Juan Landázuri en 1964, y la del Cardenal Augsuto Vargas Alzamora con motivo del 92, fecha en
que tuvo lugar el nombramiento del Párroco de Mayorga, canónigo honorario de Lima (2 de junio
de 1992) y se dejó como recuerdo el cuadro de María, Estrella de la Nueva Evangelización.
Según nos han referido varios mayorganos y así parecen confirmar los inventarios del material
de la ermita, el número de los exvotos en este templo era abundantísimo, en su mayoría recuerdos
personales: pelo, ropa y fotos.
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Otras veces se hace referencia al cuidado de la ermita, como el 13 de mayo de 1845, en
que se anota el blanqueo y pintura de la ermita, o el robo perpetrado en la ermita en 1891, en el
que desaparecieron, entre otros, los dos cuadros de san Pedro y san Pablo atribuidos a J. Rivera o a
su escuela.El 6 de noviembre de 1844 se nombró patrono y protector de la Congregación al
Excmo. Sr. D. Juan de Zabala y Puente Bravo de Laguna y Castillo, marques de Torreblanca de la
Puente y Sotomayor, caballero gran cruz de Carlos III, de la americana de Isabel la Católica,
mariscal de campo de los ejércitos nacionales, primogénito del Excmo. Sr. Marques de San
Lorenzo de Valleumbroso y descendiente directo por línea materna de Dª Grimanesa de
Mogrovejo, hermana de nuestro santo. Se habla del ingreso de congregantes, de las multas que se
le imponían sobre todo por faltar a los actos prescritos o no cumplir con la normativa, sin que
falten datos valiosísimos para la elaboración de una biografía de sus miembros más destacados,
como el que llegaría a ser obispo de Palencia, mayorgano y congregante, Gerónimo Fernández,
quien, en la función de la reliquia de 1826, se encargó de la corrida de novillos, y el 16 de
noviembre de 1854 visita su villa natal como obispo de Palencia. Las actas no disimulan su
alegría:
"Gerónimo Fernández, obispo de Palencia, nuestro paisano, congregante que fue de esta
ilustre corporación, beneficiado del cabildo eclesiástico de S. Vicente de esta villa, después de
la Encarnación, canónigo enseguida de Zamora, magistral de la misma y últimamente
dignidad de maestreescuela de Valladolid de donde fue promovido al obispado de Palencia,
celebró misa pontifical en honor de nuestro glorioso paisano Santo Toribio en la iglesia del
Salvador a donde fue llevado el santo en procesión por causa de la incapacidad de la ermita y
mucha concurrencia. En los días anteriores confirmó en la misma iglesia del Salvador. Sirva
para conocimiento de la posteridad"
Por último, cabe reseñar notas de íntima emoción como la consignada sobre un organista ciego:
"Juan Fernández, ciego de nación (nacimiento) y organista con la precisa obligación de asistir a
toda función de iglesia y tocar el órgano y por esta razón gozará de todo fuero y dichos señores
congregantes asistirán a su entierro lo mismo que si fuere a uno de ellos y le firmo como
congregante más antiguo a nombre y representación de los demás (D. Bernardino de Soto)".
Según los "Estatutos de la ilustre congregación de Santo Toribio" de 1978, que parece ser que no
han variado, tienen como finalidad más importante:
"La perfección de la vida cristiana entre sus miembros, llamados congregantes. Promover el
culto de su titular, promover la estima y facilitar el desarrollo de las vocaciones sacerdotales y
ayudarse con sufragios mutuos. Son congregantes honorarios: Varones de esclarecida virtud o
de alta jerarquía eclesiástica, Arzobispo de Valladolid, Lima y el Gran Canciller de la Pontificia
de Salamanca, tres de libre elección [...] 7º Congregantes numerarios: Son los seglares que
constituyen por decirlo así el nervio de la historia y de la esencia de la Congregación. Naturales
o vecinos de Mayorga. Personas de virtud y buenas costumbres".
135
c. La fiesta del vítor
"No sólo se trazaban los vítores en las paredes de la universidad, sino principalmente en los
muros de las casas, colegios o conventos que habitaban los agraciados ya con algún título
académico, ya con la propiedad de una cátedra; expresando el vítor el nombre del catedrático,
la cátedra obtenida y a veces el año; aún existen muchos vítores, conservándose legibles los
letreros de colorado almagre. La palabra vítor, se halla escrita casi siempre en abreviatura,
acompañada en muchas ocasiones de una palma y una espada. También se escribían los
vítores en tarjetones que los estudiantes paseaban a modo de estandarte, por plazas y calles".
En la Universidad de Valladolid, sin ir más lejos, en el claustro del Palacio de Santa Cruz
campean los vítores en honor a todos los doctores "honoris causa" nombrados por la Universidad.
Junto al emblema descrito anteriormente, figura el año y el nombre del doctor.
Mayorga ha sabido interpretar de forma magistral el vítor a este universitario que apostó
por los más pobres. Primero como abogado laico hasta los 39 años inquisidor en Granada, luego
como arzobispo durante casi 25 años, por el territorio legendario de los incas.
Mayorga, cuna de santo Toribio, reclamó para sí alguna reliquia de su cuerpo. El Cabildo
Catedralicio de Lima realizó las gestiones y se la envió con gozo. La nueva reliquia consistió en
un peroné montado verticalmente dentro de un relicario piramidal de cristal sobre monturas de
plata. Sucedió en 1752, 26 años después de su canonización. Tras surcar las aguas del Pacífico y
recorrer los 12.500 kms. de distancia, llegaron a la tierra castellanoleonesa un 27 de septiembre a
las 11 de la noche. Es lo que parece recoger el primer Libro de Actas cuando, al hablar de la
"Función de la Santa Reliquia" el 26 de septiembre de 1852, afirma con rotundidad:
"La venerable congregación de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo natural de esta villa
de Mayorga celebró el aniversario de la entrada en la misma de la Santa Reliquia de su
glorioso patrono y paisano verificada a mediados del siglo pasado con vísperas, misa
solemne, completas y procesión. Dijo la misa D. Santiago Santerbas por el hermano
seglar Toribio Casilla, predicó Pr. Jacobo Fonseca, exclaustrado de la orden de san
Bernardo y natural de Villacid. Fdo. Santiago Santebajo".
De este modo, en cuanto se tuvo conocimiento del suceso, los vecinos salieron a esperar
las reliquias con teas encendidas y, en fervorosa procesión, las llevaron a la iglesia. La tradición
no se ha interrumpido y año tras año se saca el vítor y la reliquia, y en festiva procesión se los
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pasea por el pueblo, para que lo bendiga de nuevo con toda clase de favores. Todo tiene cierto
sabor taurino: le dan la vuelta al ruedo, a hombros y por la puerta grande, como se merecen los
santos.
Como acto central de la mañana, figura la Misa de las 12 en la ermita del Santo. Desde
ella, los congregantes de Santo Toribio, personalidades ilustres y mayorganos visitantes se dirigen
al Ayuntamiento, que tradicionalmente invita a todos a celebrar la fiesta con un fraternal aperitivo.
A las cinco de la tarde sale la procesión por todo el pueblo. Las calles de la villa sienten de nuevo
cada año el paso benéfico de la imagen del mayorgano más ilustre, su santo, que les da cohesión y
unidad a todos, pequeños y grandes, los de dentro y los de fuera, rompiendo todas las fronteras. La
comitiva se dirige hasta la Iglesia de las Dominicas, real monasterio de San Pedro Mártir, seis
veces centenario donde vivió María Coco -hermana del santo- y donde se canta un himno propio
por parte de las Religiosas, y el habitual por todo el pueblo.
Luego se marcha a cenar y se prepara la indumentaria (ropa vieja) para el vítor. A las
10.30 los cohetes y las campanas al aire dan la salida a la "gran tradicional y única en el mundo
procesión cívica del Vítor" -como reza el programa de las fiestas. Las antorchas actuales están
formadas por enormes varales de los que penden viejos pellejos o pieles de animal (ovejuno o
caprino) preparados para contener vino; el proceso artesanal se le denomina corambre. Hasta
Portugal se ha viajado para conseguir los pellejos que una comisión formada al efecto va
distribuyendo a todos -unos mil- los que se quieren "quemar". A los pellejos u odres se untan de
brea, mezcla de sebo y aceite de pescado, que asegura el fuego por un buen tiempo. El Vítor,
estandarte o enseña en forma de cruz, fielmente custodiado por la familia “Los Gatos” que va
pasando religiosamente esta celosa responsabilidad, es portado por cofrades y devotos. Los pellejos
de vino encendidos dan luz, color y calor a la escena dotándola de mágicas imágenes en el
dilatado cielo castellanoleonés. Envueltos en este alucinante espectáculo de fuego se marcha en
alegre conversación al tiempo que se derriten los pellejos, que embadurnan a los asistentes y
pringa toda la acera. El pasacalles monótono pero divertido no paró en las cinco horas de devota
jarana. Al llegar a la Plaza Mayor, la comitiva se detiene frente al balcón del Ayuntamiento y
comienzan los cohetes a tronar al unísono de los fuegos artificiales, convirtiendo la noche en un
espectáculo excepcional. Periodistas y fotógrafos se dieron cita puntual junto a los hijos de sangre
y los adoptivos de Mayorga. Desde Barcelona, Madrid, corren a vivir el Vítor. Van charlando,
cantando, bailando; se bebe, se aplaude, pero todo en una sana algarabía y sin notas discordantes.
Es verdaderamente sorprendente el que no haya ningún accidente, quemadura, pelea, teniendo
como se tienen todos los ingredientes para el caos: fuego, varales, vino... Disfraces, canciones,
bailes, todo se presta a la unidad en torno al Santo...Por fin, en la plaza mayor de la villa, en medio
de fuegos y ambiente multicolor, se desenrolla la figura luminosa del santo, al tiem po que caen
todos de rodillas rendidos ante el santo e impetrando gracias para el nuevo curso. Varios hay que
no están para tanto y van quedando por los caminos. Se vuelve a salir de la plaza por las calles
principales del pueblo y se enfila la última calle para desembocar en la ermita, donde se penetra en
tromba y se vuelve a palpar otro milagro, puesto que no hay siquiera un herido, cuando podría
haber incluso muertes. Es el momento de la “Salve” que entonan fervorosamente un buen grupo y
que otros corean como pueden. El broche de oro lo pone el himno que cantan con la garganta y,
más, con el corazón. Todos se unen como una sola voz en torno al mayorgano más ilustre y al que
nuevamente han honrado por todo lo alto y se prometen volverlo a hacer por todos los años que "el
Señor nos dé vida".
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d. Himnos en honor al Santo
Himno de las Madres Dominicas (Letra y música del P. Rafael García, OP)
Tu celo evangélico, tu amor a la Iglesia,
tu ardor apostólico, tu amparo a los pueblos nativos
formaron tu alma de Padre del Nuevo Mundo cristiano,
¡oh santo Toribio de Mogrovejo!
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94. Villaquejida
Villaquejida fue la patria de su madre doña Ana de Robledo y Morán y, según algunos biógrafos,
del propio Toribio. Sea como fuere, en esta villa Toribio Alfonso pasó buenas temporadas con la
familia, y la devoción hacia él ha estado y está presente aún. Según los informes de Endika de
Mogrobejo y Leuman Otnagig, la Casa familiar de los Morán fue construida por don Diego de
Morán hacia 1460, pasó a su hijo Bernardo Morán Fernández, quien la testó a doña Ana, madre
del Santo. Ana se casó en 1534 con el bachiller Luis Alfonso de Mogrovejo, en la parroquia de
Nuestra Señora de las Heras de esta localidad En ella nació doña Ana de Robledo y Morán un 24
de mayo de 1508, y dos o tres (caso de que se acepte a Toribio Alfonso) de sus hijos (Luis, en
1535; Lupercio, en 1536). Parece ser que vivieron en esta casa hasta 1540, puesto que la madre de
doña Ana, Violante Coco, murió en 1539, por lo que se trasladaron a la nueva casa de Mayorga,
donde nacerían las tres hijas: María Coco, Grimanesa y Eufrasia o Ufrosina.
La casa, lamentablemente en ruinas, está ubicada junto a la iglesia parroquial, entre la calle de
Monseñor Feliciano Redondo (antes Calle del Molino) y la de Cantarranas. Pasó de la familia del
santo al barón de Covadonga quien la compró en 1853 por 6.100 reales. Sus herederos la
vendieron y, desde entonces, ha sido modificada hasta en diez ocasiones. Su extensión abarcaba
1284 metros cuadrados, considerando la vivienda, el patio, la panera, el almacén de aperos de
labranza, el huerto y el corral. En la actualidad, se ha reducido el espacio por la construcción de
casas a ambos lados. La arquitectura corresponde a las casas solariegas de los ricos hacendados de
Castilla y León, de las que quedan tres ejemplares en esta villa. La que se considera habitación
natal de Toribio fue reconvertida en un oratorio con un altarcito que, en 1800, fue trasladado a la
iglesia, donde está en la actualidad, en la capilla de Las Heras, correspondiente a la Virgen de las
Angustias. Como recuerdo de haber sido morada del Santo, figura un lienzo, sobre una puerta
antigua con la imagen de Toribio. En uno de los cuartos de arriba, hay otra puerta con otro lienzo,
que contiene una imagen del niño Toribio a los 5 años, jugando en la puerta de la calle (hoy de
Santo Toribio), y otras de paisajes y edificios.
Por su parte, V. Rodríguez considera que esta casa desapareció a principios del siglo XVII,
apoyándose en el testimonio de Luis de Quiñones, sobrino del Santo, quien en 1611 afirma que
"conoció sus casas, que eran muy buenas, y están ahora caídas detrás de la iglesia ".
Aparte de la casa, hay recuerdo del santo en la iglesia parroquial. En el altar del célebre Santo
Cristo, se venera una reliquia ofrecida por don Cristóbal Navarro Fernández de Melgar el año de
1704.; hay una plancha de cobre en que se representa al Santo celebrando la Misa; al pie del
crucifijo figura esta inscripción: "Verdadero retrato del venerable Beato Sr. Toribio Alfonso
Mogrovejo, natural de Villaquejida, hízose a devoción de los señores D. Cristóbal Navarro
Fernández de Melgar y de mí, Sra. Dª Phelipa Carrillo de Losa, su mujer, Año de 1700".
Otro altar se dedica plenamente a Toribio. "Santo Toribio Mogrovejo, natural de Villaquejida,
confirmando a Santa Rosa". Hay en él una reliquia engastada en plata y ébano, que data del 21 de
mayo de 1704.
Es curiosa la "Relación de los testigos que declararon al Licenciado Pablo Laguna, Presidente del
Consejo para la Beca de Don Toribio Alfonso Mogrovejo en el Colegio de San Salvador de
139
Oviedo en Salamanca" de 1570. De los 35 testigos de Mayorga, 5 afirman que saben con
seguridad que nació en Mayorga; de los 18 de Villaquejida, 4 atestiguan que lo saben: María Olea,
Ana de Robledo -su madre-, María Fernández -mujer de Julio Redondo- quien expresamente
afirma "que nació porque vio parir aquí a su madre. Estaban su padre y su madre aquí de asiento y
también le conoció chiquito"; también hay que tener en cuenta el testimonio de José Briceño
Osorio, rector de Villaquejida, quien afirma "que nació en este lugar y que lo ha visto escrito en el
libro donde se escribían y se escriben los bautizados". Por último, el propio Licenciado Laguna,
concluye con este escrito: "vi en el libro donde se asientan los baptizados en el lugar de
Villaquejida, jurisdicción de Benavente y obispado de Oviedo que está en él asentado Toribio de
Mogrovejo, el cual asiento de verdad por una sacada del mismo libro es el que sigue. Hoy
domingo, a 24 días del mes de noviembre de 1538 años baptizó el Bachiller Mogrovejo un hijo
que ovo nombre Toribio; fueron sus padrinos Bartolomé Mínguez y su madrina la de José
González y baptizélo yo Pedro González, teniente de cura por el Señor Cristóbal Brizeño y porque
es verdad lo susodicho lo firmé de mi nombre. Pedro González y porque todo es verdad lo firmé
yo el Licenciado Laguna".
Con motivo de la beatificación, en 1679, y la concesión del rezo y misa del nuevo Beato a
Mayorga -en razón de su nacimiento- y a la diócesis de Lima -en razón de su muerte-, Villaquejida
se sintió excluida y acudió a Roma en 1703 para objetar el dato del nacimiento. Su párroco,
Francisco de Fuentes, formaliza su escrito en la Vicaría de Benavente, a través de un natural de
Villaquejida, Cristóbal Navarro, que ocupaba un alto puesto en el Consejo de Indias. Su defensa se
apoyaba en tres pruebas: que en Villaquejida estaban enterrados sus antepasados, el testimonio de
tres biógrafos (Herrera, Lorea y Montalvo) y un testigo del expediente de la Inquisición. No
prosperó, sentenciándose en el texto del oficio aprobado para Mayorga, con motivo de su
canonización en 1727: "Toribio Alfonso nació de la casa de Mogrovejo, localidad de Mayorga, en
el reino de León".
La catedral lanzó sus campanas al vuelo para pregonar el triunfo de su arzobispo por su
beatificación. Su cuerpo fue colocado en el presbiterio al lado del Evangelio, hasta que en 1622
fue sepultado en la cripta o capilla subterránea bajo el altar mayor. Más adelante se trasladó a la
de San Bartolomé, en honor del arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero, tras una fuerte reja de fierro
dorada y con llave; luego, y en una urna de plata, se llevaron las reliquias al altar de Santa Ana o
de Nicolás Ribera, añadiéndole, por obsequio del Virrey Duque de la Palata, una lámpara de plata
en la que ardiese siempre una luminaria.
En 1729, tras las fiestas de la canonización, que culminaron el 22 de mayo, se trasladaron a la
capilla del Arcediano don Juan Velázquez y Ovando. De aquí, parece -según J. Toribio Polo- que
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subieron por un tiempo -con motivo del III centenario de su muerte- al altar mayor, al lado del
Evangelio, en una hermosa urna de cristal, para regresar finalmente a la capilla anterior, la actual
y que, desde entonces, se le dedicó en exclusiva; es la cuarta del lado de la epístola, entrando por
la puerta del Perdón, y fue propiedad del Arcediano de la Catedral y Subdelegado de Cruzada en
Perú, Dr. Juan Velázquez (cuyo retablo-sepulcro anteriormente estuvo aquí). Antonio San
Cristóbal nos informa que su retablo de caoba negra, de dos cuerpos y tres calles, fue traído desde
la antigua iglesia mercedaria de la Recoleta de Belén. Corresponde al mejor estilo de los retablos
limeños de la primera mitad del Siglo XVIII; destaca la fuerza ascendente de sus cuerpos, por la
mitad del retablo, que hace abrirse y curvarse por el centro los elementos arquitectónicos de sus
cuerpos, un contraste muy acentuado frente a la rigurosa horizontalidad de los cuerpos en el
retablo de san Juan Bautista de Martínez Montañés. Cuelga en el muro lateral el cuadro que los
canónigos compraron a la iglesia de Santa Liberata el 19 de enero de 1897, que representa la
fachada principal de la Catedral tal como quedó tras el terremoto de 1746, y que constituye un
valioso documento gráfico de la catástrofe. De las reliquias, debido a tan continuo trasiego, no se
tiene noticia salvo del cráneo, que se encuentra en el Palacio Arzobispal y del corazón, que, desde
un principio, por deseo expreso del Pastor, reposa en el convento de Santa Clara (Barrios Altos en
el Cercado de Lima).
Debido a la veneración que le profesaba a Santo Toribio el Cardenal Landázuri está enterrado en
el nicho que él mismo costeó en esta capilla, tras la delicada carta de solicitud al Cabildo. Una
lápida recuerda su deseo de restaurar la capilla: "Esta Capilla de Santo Toribio fue restaurada el
año del Señor de 1979 en conmemoración del IV Centenario del nombramiento episcopal del
Santo, siendo Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Sr. Cardenal Juan Landázuri Ricketts. Pax
et bonum". En la lápida de su sepultura figura esta sencilla leyenda: "Emmo. Señor Cardenal
Juan Landázuri Ricketts , O.F.M., XXX Arzobispo de Lima y Primado del Perú, 19-12-1913, 18-
01-1997. Paz y Bien".
A la entrada de la capilla hay diversas lápidas que recuerdan los hitos más importantes de la
historia de Santo Toribio. Así, una lápida de 23 de marzo de 1906 está dedicada al tercer
centenario de su muerte, dando cuenta del prelado reinante, Dr. Manuel Tovar y de la comisión
organizadora de las fiestas (Manuel Segundo Ballón, Carlos García Irigoyen, Belisario A.
Philipps, Ignacio Escudero, Rector del Seminario, José Toribio Polo y Guillermo Basombrio), así
como de una larga lista de protectores, por sus donativos económicos: Arzobispo Manuel Tovar,
Supremo Gobierno, Monasterio de la Concepción, Beaterio de Copacabana, Padres de la
Compañía de Jesús, Seminario de Santo Toribio, Religiosas del Sagrado Corazón, Enriqueta
Bolívar de Soriva, Carlos García Irigoyen, Alejandro Aramburu, Belisario Philipps, Amador
Sotomayor, Miguel Ortiz y Arnáez, Julio Zárate, Jaime Tovar, José M. Samamé, Religiosas de las
Descalzas, Monasterio de Santa Catalina, Conventos de Santo Domingo y San Agustín, Unión
Católica de Señoras, Unión Católica de Caballeros, Universidad Mayor de San Marcos, Consejo
Católico del Apostolado de la Prensa, Madres Terciarias de Santo Tomás, Madres de San José de
Cluny, Jesús Beltrán de Elías, Carlos M. Elías y Toribio Elías.
141
peruana se entregó a todos generosamente y de un modo especial a los m0ás desvalidos que eran
la mayoría de la población indígena. Presidió tres concilios provinciales, el primero de los cuales
(1582-1583) se hizo célebre porque trazó los derroteros para la evangelización de estos pueblos
por más de tres siglos. Este concilio publicó el famoso catecismo llamado de Santo Toribio, en
castellano, quechua y aymara, que se tradujo también a otras lenguas indígenas y fue el primer
libro impreso en Sudamérica.
Para la formación del clero fundó en 1591 el Seminario que ahora lleva su nombre. En los
veinticinco años que vivió como pastor de esta arquidiócesis, dedicó diez y siete a recorrer palmo
a palmo su vasto y durísimo territorio, predicando la palabra de Dios en quechua y
administrando el sacramento de la confirmación, reuniendo en sínodos a los párrocos y
doctrineros, equipando hospitales y habilitando escuelas en los pueblos indígenas, tratando de
aliviar a los indios que trabajaban en las minas y obrajes, como verdadero padre de los pobres,
atendiendo siempre el bien espiritual y corporal de los indios para honra y gloria de Dios, como
le gustaba proclamar paladinamente.
Los padecimientos y los peligros a que expuso su vida para anunciar el Evangelio de Jesucristo
exceden a toda ponderación. Todo lo soportó con increíble sencillez y alegría, mas también con
inquebrantable firmeza cuando se trataba de defender la verdad y la justicia. Mientras cumplía su
tercera gran visita pastoral lo llamó el Señor al descanso eterno en la villa de Zaña, el jueves
santo, 23 de marzo del año 1606. Beatificado en 1679, recibió los honores de la canonización el
10 de diciembre de 1726. IV Centenario de su nombramiento episcopal, 1579-1979".
Ese mismo año se colocó, en otra lápida un texto del Papa Juan Pablo II, pronunciado el 27 de
enero de 1979 en la Basílica de Guadalupe, en la ciudad de México, en el marco del la III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano: "Otras epopeyas religiosas no menos
gloriosas escribirán en el hemisferio Sur hombres como SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO y
otros muchos que merecerían ser citados en larga lista. Los caminos de la fe van alargándose sin
cesar y a finales del primer siglo de evangelización las sedes episcopales en el nuevo continente
son más de 70 con unos cuatro millones de cristianos. Una empresa singular que continuará por
largo tiempo hasta abarcar hoy en día, tras cinco siglos de evangelización casi la mitad de la
entera iglesia católica arraigada en la cultura del pueblo latinoamericano y formando parte de su
identidad propia".
Otra efemérides notable fue la celebración de los concilios limenses, como recuerda la
correspondiente lápida. “En la celebración del IV Centenario del III Concilio Limense y primero
de los convocados por SantoToribio de Mogrovejo, arzobispo de Lima y preclara figura de la
Iglesia en América Latina, 15 de agosto de 1582 -18 de octubre de 1583. Presencia y homenaje
del Consejo Episcopal Latinoamericano- CELAM. Lima, 12 de septiembre de 1983”.
Otra lápida, ilustrada con un medallón de mármol con su efigie, recuerda su patronazgo del
episcopado latinoamericano. “Su Santidad el Papa Juan Pablo II, por iniciativa del Eminentísimo
Señor Cardenal Juan Landázuri Ricketts, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, y a pedido
unánime de la Conferencia Episcopal Peruana y del Consejo Episcopal Latinoamericano, declaró
a Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, II Arzobispo de Lima, PATRONO DEL EPISCOPADO
LATINOAMERICANO. Roma, 10 de mayo de 1983, Laus Deo”.
142
Zaña es un microcosmos con gente de cuatro continentes: los americanos autóctonos, los europeos
desde 1492, los africanos llevados como esclavos a las plantaciones de la caña de azúcar y los
chinos desde el Siglo XIX. Especialmente los afroamericanos profesan un gran cariño por Santo
Toribio. Lo corroboran los estudios del sociólogo y antropólogo Luis Rocca: "Santo Toribio es un
símbolo para Zaña. Sus pobladores expresan su amor en sus poemas, canciones, décimas y
relatos. Luchó denodadamente por la liberación de los negros con medidas muy concretas: quitó
la "carimba" (marca con hierro candente), se opuso a la separación de la pareja por motivos
laborales...”.
Dos templos, la reliquia de su tibia, esculturas, cuadros, canciones, himnos, libros, la campana de
María Angola que data de 1627, las ruinas del convento de San Agustín que acogieron su cuerpo
antes de ser trasladados a Lima, la memoria de sus gestos (son frecuentes los relatos de milagros
entre los negros, en momentos de sequía...) como paradigma de un mundo solidario, son algunos
de los detalles que atestiguan el cariño de esta recóndita villa, emplazada a caballo de poblados
arqueológicos tan notables como Lambayeque y Sipán.
Entre las tradiciones que perviven en Zaña destaca la celebración de la fiesta cada 27 de abril, con
diversas actividades religiosas, culturales y deportivas. En todos los barrios se organizan novenas
con rezos y cánticos. Hay una procesión multitudinaria, en la que cada barrio coloca arcos por los
que pasa la imagen del santo.
Poemas
Entre los cantares, destacan las décimas compuestas por Hildebrando Briones:
Santo de mi devoción,
patrón del pueblo zañero,
pedirte en mi oración quiero:
échale tu bendición.
En tu gran peregrinar
por todo el pueblo peruano,
a todos diste tu mano
y le enseñaste a orar.
Hoy me postro ante tu altar
143
y escúchame lo que quiero:
tú eres más que misionero,
tú eres más que monseñor,
tú eres divino señor,
Patrón del pueblo zañero.
Tú significas en Zaña:
ejemplo, fe y salvación,
júntanos en comunión
y di que somos hermanos:
pobres, ricos y tiranos"
En la década del setenta del presente siglo surgió en Zaña una canción, con ritmo caribeño,
dedicada a Santo Toribio y su capilla, obra de Demetrio Urbina Santa Cruz, hijo del gran músico
Medardo Urbina. Está inspirada en una canción de Benny Moré dedicada a su pueblo Santa Isabel
de Las Lajas, y es interpretada por el grupo musical "Alma Zañera":
144
sabiendo que soy sincero
igual que mi pecho entero,
igual que mi corazón
y gritar con emoción
el orgullo de ser zañero.
145
A Santo Toribio, excelso pastor
cantemos con júbilo un himno de amor.
Por su parte, los escolares le cantan el himno del colegio con el nombre del Santo, con letra de
Gilberto Díaz Torres y música de Guillermo Rodríguez Torres:
Adelante, adelante,
alumno toribiano
a la conquista de un futuro mejor,
por la historia y el pasado glorioso
de Zaña, el pueblo inmortal.
También se cantan unas cuartetas de inspiración del poeta zañero Teodoro Linares:
146
adorarte quieren, mi viejo.
Tu fiesta, el mes de abril,
tus fieles se emocionan,
el pueblo te promociona
alegría a más de un mil.
Ahora que estoy en Zaña,
junto con mis paisanos
brindemos con ron
y caña por la alegría,
de mis hermanos.
Por eso, Santo Patrón,
te pido de corazón
me des vida y salud
para volver a mi tierra.
Tu fiesta se va acabando,
el pueblo triste quedando,
esperando el año venidero
para adorarte primero.
97. ITALIA
En esta ciudad se venera al santo desde 1738. En 1938, el Papa Pío XI le nombró protector de
Cannalonga, a petición del párroco y de los fieles. Cada 23 de marzo sale su imagen en procesión
como protector de Cannalonga. Al mismo tiempo se celebra la Novena en honor de Santo Toribio,
los nueve días anteriores a la fiesta litúrgica. También se le canta un himno propio, cuya primera
estrofa y estribillo es como sigue:
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al excelso santo Toribio de Cannalonga honor.
Son 50 años fúlgidos en el cielo de la historia:
ahora contaremos a los pueblos tu excelsa gloria.
Art. 1º El primer deber de todo hermano es su propia perfección mediante la frecuencia de los
sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, especialmente el día de la fiesta del titular.
Ejercitarse durante toda la vida en actos de piedad y religiosidad, mostrándose en toda su actividad
como un ferviente católico.
Art. 2º Intervenir con la cofradía todos los días festivos para oír la santa misa y el rezo del santo
rosario; así como participar también otros días designados por el superior. La misma obligación
tienen todos los cofrades cuando se trata de alguna procesión.
Art. 3º Es obligación del padre espiritual, que será siempre el párroco, instruir a los cofrades en los
días de reunión con un comentario sobre el Evangelio o sobre la solemnidad que se celebra;
escucharlos en confesión, celebrar la misa, y las otras funciones señaladas por la congregación de
acuerdo con él (párroco).
148
- Francesco Mogrovejo.
- Gabriel Mogrovejo, tío del doctor y del abogado.
c. Macate. Se trata del milagro del agua, obrado en este pueblo del departamento de Ancash.
Cuentan las crónicas que el Santo "al ver que las buenas tierras se quedaron sin agua, rogó por los
habitantes del lugar, e inspirado por Dios subió a una altura a media legua del pueblo. Allí,
revestido de pontifical, golpeó cual otro Moisés con su báculo tres veces las rocas, y de ellas
brotaron tres brazos de agua cristalina que hasta ahora da vida, verdor, lozanía a aquella región".
El P. Santiago Márquez Zorrilla en Santo Toribio de Mogrovejo, Apóstol del Perú (Huaraz,
1970. p.76) añade:
"Este hecho no sólo está autenticado por una tradición constante en el pueblo, sino
también porque en la festividad de Santo Toribio, cada 27 de abril, se repite, en el mismo
lugar del milagro, el gesto del Santo. Hay además en la iglesia de Macate una pintura
que reproduce la escena, mandada pintar por el cura de Huaras, Julián Morales".
Según cuenta C. García Irigoyen en Santo Toribio (I, Lima 1906, p.43), a media legua de la
villa, hacia el este, existe esta fuente conocida como la del Milagro, donde existía un pequeño
santuario. La tradición recoge que, tras los tres golpes con el báculo, brotaron tres chorros de agua
que corrieron en forma de cruz: el derecho riega la estancia de Rocotay; el izquierdo, la villa de
Macate; y el del centro corre de este a occidente, por la quebrada denominada del milagro. La
tradición se recoge en un lienzo de 1,25 m x 1 m, pintado por el artista Melchor Sánchez, a pedido
de don Julián de Morales, cura de Huarás, y que hoy se guarda en la iglesia parroquial.
d. Llumpa. Esta tradición se ubica cerca de Piscobamba, en el lugar llamado Yishpaj, por haber
hecho brotar buena agua de una parte muy alta, para regar el valle de Llacma o Gagananin. Como
el Santo se dirigiese a pie de Pumallucay a Piscobamba y subiese fatigosamente en pleno sol de
149
Llacma a Llumpa, se encontró con una mujer que llevaba un cántaro de agua. El prelado le
solicitó, por amor de Dios, un poco de agua para sus acompañantes y para él mismo; la mujer se
negó debido al mucho sacrificio que le costaba por traerla de un lugar muy lejano. Los caminantes
reanudaron resignados la marcha y volvieron a encontrarse con otra mujer que accedió a la
petición de calmar su sed. Santo Toribio, conmovido por la bondad de la mujer, le dijo: Desde
ahora no tendrás que seguir sufriendo por tu agua, y con el báculo golpeó la roca de donde brotó
instantáneamente agua para beneficio de todos los moradores de la zona.
e. Piscobamba. Llegado a Piscobamba, y conociendo que caían rayos por las persistentes
tormentas y que provocaban muertes, el santo mandó hacer una cruz de acero para la torre de la
iglesia, que desde entonces amainó las tempestades.
f. Huaraz. En el camino carretero hacia Recuay, hay una quebradita con el nombre de
"Arzobispo". Se cuenta que sus aguas eran amargas y que el santo las bendijo haciéndolas dulces y
potables. En las inmediaciones del chorro de agua crece una yerba llamada "yerba del Arzobispo",
con propiedades curativas para las mujeres y también para los animales que van a dar a luz.
g. Trujillo. Se habla de un milagro a favor de su capellán, don Juan Robles, quien sufría de una
vieja dolencia que le había ocasionado muchos gastos y sufrimientos. El santo, con sólo verle y
consolarle, prometiéndole la curación y encomendándole en la Misa, lo dejó sano y bueno.
j. Quives. En 1597, el arzobispo Mogrovejo hacía su visita pastoral en Quives, localidad con más
de 3000 almas, las más de ellas adheridas a la idolatría y sólo 3 -uno de los cuales era santa Rosa
de Lima- se presentaron en la iglesia para la confirmación. Apenado, el santo oró al pie del altar
implorando la conversión de los vecinos del lugar. No sólo no doblegaron su corazón, sino que, a
la salida del templo los niños se burlaron del santo insultándole y tachándole de narigudo.
Dolorido y con lágrimas en los ojos exclamó:
150
- ¡Infelices..! el cielo vengará estos agravios: no pasaréis de tres.
No habían pasado tres años y la población había desaparecido por completo, víctima de
terremotos, incendios y toda suerte de desgracias.
Ricardo Palma toma la cifra tres para indicar el número de familias: "Es tanta la fe que tienen
los indígenas en la profecía de santo Toribio, que por ningún interés se establecería en el pueblo
una cuarta familia, pues dicen estar seguros de que morirían en breve de mala muerte".
k. Pumallucay
Visitaba el Santo la zona para celebrar el Sínodo de Piscobamba, cuando se hospedó cerca del
lugar actual del santuario del Señor de Pumallucay, que en aquel tiempo era ocupado por una
laguna con totorales. El Santo mandó que los peones amarraran las acémilas cerca de la laguna,
donde había monte y pasto, en el sitio llamado Yanapoma. Cuando, al día siguiente, los arrieros
bajaron a por las acémilas, no encontraron sino sus restos devorados por los pumas. Al enterarse
del grave perjuicio, el Santo en unión de los pobladores buscó afanoso a los animales que ubicó
dormidos tras el opíparo banquete proporcionado por las mulas del Santo. El Prelado, amante de
los animales, los bendijo y amansó, cargando todo su equipaje en sus lomos como si de dos
mansos borricos se tratase.
l. Tayabamba
En Tayabamba (Pataz), se celebra una fiesta en honor de Santo Toribio, a partir del 24 de abril
hasta el primero de mayo, siendo el día central el 27 y la procesión el 28. En tal día, se veneran
dos efigies gemelas del santo -originadas por una leyenda de transfiguración- que recorren un
paseo de 4 kms. de caminos que trepan el cerro, y que son portadas en andas por los devotos. La
leyenda cuenta que el santo, en sus viajes misionales al Huallaga, llega al paraje conocido como
Peguy, donde le encuentra un religioso del pueblo cercano de Collay, situado un poco más
adelante; al cura protagonista del hecho histórico, cuyo nombre se ha perdido, se le representa
ahora como la otra imagen del santo.
m. Quishuar
En el camino de Huailas a Macate en la provincia de Quishuar, hay un lugar denominado Santo
Toribiopaamanan, donde existe una peña con una pequeña vertiente de agua que según la
tradición brotó por la acción del Santo.
ñ. Pomabamba
Cuando estaba visitando la parroquia, llegó Santo Toribio a un lugar donde se limpió el sudor de
la frente, pronunciado en quechua umpi. En el lugar se formó un pueblo llamado Umbre. De aquí
se trasladó a Caryasbamba, donde obsequió un cáliz a la capilla; de allí se dirigió a Sicsibamba
donde los habitantes le dieron dos toros bravos que -según la tradición- llevaron su equipaje hasta
el pueblo de Siguas.
o. Yana yaco
Es un centro arqueológico de Chachapoyas que recuerda el paso del infatigable arzobispo andarín
Toribio Mogrovejo por el año 1598. Así nos lo ofrece una tosca lápida de piedra junto a la fuente
milagrosa atribuida a la acción del Santo, con un borroso grabado en el que figura una cruz, la
mitra y el cayado de pastor.
151
p. El Charcón (Mayorga)
Un obrero de pequeño se cayó a un gran socavón del río, cuando estaba trabajando en la huerta
familiar, cercana a la iglesia..
- ¿Cómo has salido?- le preguntó su madre.
. Me ha sacado un hombre desconocido.
. ¿Y cómo era?
. No sé, me sacó un hombre...
Allí no había nadie más que ella. Un día fueron a la ermita, la imagen del santo allí venerado
estaba siempre tadpado con una cortina y cuando se celebraba misa se destapaba. Al verlo, dijo el
niño D.F.D.:
- Mama, ese hombre fue el que me sacó...
“A tal persona, no le gustaba que yo le refiriese el milagro. Pero es cierto, el hombre vive y tiene
setenta y tantos años".
En términos parecidos a los del mayorgano P. Carrera, cuando dice que el principal milagro
es la conciencia viva que cada mayorgano tiene de su santo, se expresa Santiago Márquez Zorrilla:
"El más grande milagro de santo Toribio ha sido su propia vida. Esa fortaleza para cumplir su
deber, sin considerar ningunas dificultades; ese heroico viaje por todos los confines de su
inmensa diócesis, para instruir, consolar, salvar las almas de sus indios; ese incansable recorrer
los pueblos, estancias, anexos, subiendo montes, bajando quebradas, tostado por el sol, azotado
por el viento, cansado, sediento y hambriento, en su afán de servir a Dios salvando almas".
Como testimonio personal culmina su obra con este bello párrafo: "Los originales de este Libro
fueron también sepultados entre los escombros de mi casa; con todo, invocando a Santo Toribio,
pudimos recobrarlos y darles cima el día de hoy 16 de junio."
152
Y al llegar allí el novillo, en vez de embestirla, se arrodilló y la dejó pasar, y después doña
Ana llegó a Villaquejida, contó el relato a todos. Y esta tradición tengo yo de mis abuelos (conocí
a cuatro), a los tíos carnales y a mis padres".
99. ORACIÓN
Entre las muchas oraciones dedicadas al Santo, seleccionamos la de Monseñor Manuel Tovar,
arzobispo de Lima, quien presidió el Concilio Plenario Latinoamericano, y alentó de forma
sobresaliente las fiestas del Tercer Centenario de su muerte:
“Amado Pastor Santo Toribio, protege la Iglesia de Lima y el Seminario que fundasteis".
153
siempre enarbolando la verdad que está matando
al dragón nefando que asolaba la heredad
Fue tal epopeya como el ser humano
entramado de sombra y de luz ;
sueña la centella que destella en mi verano
con el Arzobispo del Sur
Santo Toribio, caballero de los Andes,
heraldo andante de la evangelización
el protector, el defensor de los humildes,
de los que gimen bajo el yugo del dragón
Como fauces de una serpiente emplumada
apretaba el diente el cauce
que arreciaba muerte en caudal .
Hasta que, insurgente contra la bestia armada,
un Quijote andaba con vara episcopal.
Vuela como el cóndor, arrullando las alturas,
besa la blancura de la nieve virginal,
su cabalgadura pisando con premura
la estatura muda del Ande colosal.
Evangelizando, evangelio abanderando,
nunca rezagando la estocada al gran caimán ,
siempre enarbolando la verdad que está matando
al dragón nefando que asolaba la heredad
Fue su mano alzada fecunda en bendiciones
su cayado fue el del Buen Pastor.
Fue su lengua fuego que incendiaba corazones,
su mirada alejaba el temor
Santo Toribio, caballero de los Andes,
heraldo andante de la evangelización
el protector, el defensor de los humildes,
de los que gimen bajo el yugo del dragón.
CONCLUSIÓN
154
muerte. Sin forzar mucho la realidad, la aventura de don Alfonso Toribio Mogrovejo nos lleva a
pensar en la inmortal obra cervantina; el hidalgo quijotesco de la Tierra de Campos, con su
escudero Sancho Dávila y su rocín de nombreVolteadora, hizo posible el sueño de Cervantes, hizo
real la utopía indiana que Vitoria y la Escuela Salmantina diseñaran en las cátedras universitarias.
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CRONOLOGÍA
C R I S O L
D E L A Z O S
S O L I D A R I O S
166
T O R I B I O A L F O N S O
M O G R O V E J O
C R I S O L D E L A Z O S
S O L I D A R I O S
T O R I B I O A L F O N S O
M O G R O V E J O
PRESENTACIÓN 9
I. INTRODUCCION 13
1. Avivar la memoria 13
2. Voces de cuatro siglos 15
II. RAÍCES 19
3. Encrucijadas 19
4. Villaquejida 20
5. Mayorga 21
6. Santander 23
7. De los de Cajamarca 25
8. «Salió una noche a jugar a la luna» 26
III. FORMACIÓN 27
9. Valladolid 27
167
10. Salamanca 28
11. Coimbra 29
12. Compostela 30
13. San Salvador de Oviedo 33
14. Granada 38
15. Habló Roma 41
16. Adiós a su madre 43
17. Sevilla 45
IV. CONTEXTO PERUANO 47
18. El Tahuantinsuyo 47
19. Exploración y conquista 49
20. Pioneros de la Evangelización 50
21. Los Virreyes 53
22. Pastores 55
23. El Padre Valverde 57
24. Jerónimo de Loaysa 58
25. Contexto socioeconómico y cultural 64
26. Surcando el Atlántico 66
27. Por Nicaragua y Panamá 66
28. El Paraíso del Nuevo Mundo 67
29. En La Ciudad de los Reyes 69
V. LA LEY 73
30. Tres concilios, trece sínodos 73
31. Derechos Humanos 76
32. Educación 78
33. Salud 79
34. Familia 80
35. Protagonismo del indio 82
36. Tercer Concilio Limense 84
37. Identidad del Perú 87
38. Tres catecismos, una doctrina 89
VI. EL PASTOR 93
39. El “Borromeo” de las Indias 93
40. Colegio - Seminario 96
41. Excedencia de sacerdotes 100
42. ¿Qué pasó con el clero indígena? 101
43. Sus obispos 104
44. Sacerdotes que ordenó 105
45. La Catedral 107
46. Templos y parroquias 109
47. Hospital de San Pedro 110
48. Fundador de Santa Clara 113
49. Casa de las «divorciadas» 117
50. Asociaciones 118
51. Universidad de San Marcos de Lima 121
52. Copacabana 123
VII. MISIÓN 125
168
53. 40.000 kilómetros 125
54. Un diario aun inédito 129
55. Primera Visita: 1584-1588 132
56. Segunda Visita: 1593-1598 133
57. Tercera Visita: (1601-1606) 134
58. Indios de Chachapoyas con papagayos 135
59. En Yauyos: Hecho pedazos 135
60. En la villa de Cañete 136
61. «Ir por la noche a un indio que se moría» 138
62. Cruzando un río 138
63. Con sus propias manos 139
64. Hasta los obrajes 141
65. Inmigrantes muertos de hambre 142
66. Con indios de guerra 144
67. Cura las verrugas 146
68. Roturando la geografía del Perú 147
69. Sotana, alpargatas y ropa interior 150
70. Compañeros de ruta 152
71. Guadalupe de Pacasmayo 159
72. Se muere cantando 161
VIII. PERSONALIDAD 167
73. La visita del amigo 167
74. Agenda llena de trabajo 168
75. Semana Santa y Navidad 171
76. Un pulso al poder político 173
77. Reconciliación 175
78. Confesiones de su confesor 176
79. El «Nobel» de la Paz 177
80. Solidario con los pobres 180
81. Cosas sin importancia 182
82. Trovador de la Señora 183
IX. HACIA LOS ALTARES 185
83. Entierro en Saña. Traslado para Lima 185
84. Le contaron 106 huesos 187
85. «La estrella convertida en sol» 189
86. El Fénix de las becas 192
87. Tantos como en Jerusalén 194
88. La Congregación de Naturales de Castilla-León 195
89. Patrono de Trujillo 198
90. Patrono de los obispos de Latinoamérica 199
91. Fiestas del III Centenario en 1906 202
X. MEMORIA QUE PERDURA 205
92. «Tradiciones» de Palma 206
93. Mayorga 208
94. Villaquejida 218
95. La Catedral de Lima 221
96. Zaña, en tierras de Sipán 227
169
97. Italia 231
98. Geografía popular de los milagros 234
99. Oraciones. Mons. Manuel Tovar 241
100. Takillakta. Caballero de los Andes 242
CONCLUSIÓN 245
BIBLIOGRAFÍA 247
170
SANTO TORIBIO P E R Ú MUNDO
Jesuitas
1549
1550
171
1554
1558
1560
1571 Compostela. Licenciado Muere Túpac Amaru por virrey Toledo Moriscos granadinos derrotados
en Derecho Batalla de Lepanto
172
1572 Colegio Mayor de Oviedo Matanza de San Bartolomé
Drake captura convoy español e
Indias. Está en Panamá
1573
1576
1581 Llegada a Paita, 11-I Virrey Almansa Aquaviva, general de los Jesuita
Entrada en Lima, 12-V Provincias Unidas (Holanda)
1585 Fundac. Mon. S.Clara Virrey Conde de Villar. Comieno de la Catedral de Vall
S3L en Yungay
1587
173
1588 S5L Yauyos Armada Invencible
1594
1597
1599
1601 C5L
1603
174
1631
Proceso de beatificación
1609
1610
175