Jesús Es Mi Mejor Amigo Especial
Jesús Es Mi Mejor Amigo Especial
Jesús Es Mi Mejor Amigo Especial
Querido(a) amigo(a):
Jesús es mi Salvador y mi Señor; ¡también es mi Mejor Amigo especial! Quizás estás
pensando, “¿Por qué dices que Jesús es tu Mejor Amigo especial?” ¡Esperaba que hicieras
esa pregunta! Déjame decirte por qué El es mi Mejor Amigo especial.
Un mejor amigo es aquel que te ama tal y como eres y aun así te ayuda
a desarrollarte lo más que puedas. Jesús es mi Mejor Amigo especial
porque nadie me ha amado como El me ama. Él me amó tanto que dio Su
vida por mi. Y El me ama hoy igual como me amaba en ese entonces. Jesús
dijo, “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus
amigos” (Juan 15:13).
El Señor Jesús me ama tal y como soy, pero me ama demasiado como
para dejarme como estoy. Él vive en mí y me está haciendo como El día
tras día. El conoce mis faltas, pero me ama y nunca dejará de amarme.
Jesús es mi Mejor Amigo especial porque El solo quiere lo mejor para mí.
El me guiará en tomar decisiones si le pido Su ayuda y confío en Él.
En Su Palabra, la Biblia, el Señor Jesús me dice las cosas que debo de hacer, como
obedecer a mis padres y maestros. También me dice las cosas que no debo de
hacer, como decir mentiras y cosas hirientes a otras personas.
¿Y qué de las cosas que no son mencionadas en la Biblia? En ese caso debo
preguntar: “¿A Jesús le gustaría verme hacienda esto?” Si pienso que no le gustaría
verme haciendo eso, entonces ¡NO debo hacerlo!
Mi Amigo Especial
Hablo mucho con El. Mi Persona especial es bueno y perdona. Él se convirtió en
especial para mí cuando fui a la iglesia y aprendí acerca de Él.
Sentí aún más amor por El cuando leía mi Biblia en mi habitación. Escogí a Jesús
como mi Mejor Amigo especial porque Él es la persona más importante en mi vida.
Siempre lo pongo en primer lugar en mi vida. Siempre confío en el para que dirija
mi camino. Si me encuentro en problemas, Él siempre me puede ayudar.
Realmente Lo amo y El me ama aún más. No puedo imaginarme vivir sin Él. Nunca
voy a la cama sola, nunca estoy sola porque Jesús siempre está conmigo.
¿Alguna vez te has sentido como que estás solo? ¿Alguna vez has sentido miedo?
No tienes por qué tener temor y no tienes que sentirte solo porque Jesús siempre está
ahí. ¡El verdaderamente es mi Mejor Amigo especial!
Jesús es mi Mejor Amigo especial porque Él siempre tiene tiempo para mí. Puedo
hablar con Él en cualquier momento. Puedo hablar con Él en cualquier lugar. Nadie
se preocupa por mi como Jesús. Él quiere que yo vaya a Él por cualquier cosa que
me preocupe.
El Señor Jesús es siempre la misma Persona maravillosa que me ama con todo Su
corazón. Siempre está ahí para escucharme, ayudarme, animarme. Es realmente el
mejor amigo que pudiese tener.
Jesús y yo somos “Mejores Amigos Por Siempre”, pero nunca debo olvidar quién Él
es. Él es mi Salvador, mi Señor, mi Dios, y lo trato con respeto y reverencia. No le
llamo “el hombre de allá arriba”.
Ser un hijo de Dios es la cosa más maravillosa del mundo, pero déjame decirte
un secreto: Tu vida aquí en la tierra como un hijo de Dios no siempre será fácil.
Jesús dijo,
“En el mundo tendréis aflicción [muchos problemas]; pero confiad, yo he vencido al
mundo” (Juan 16:33).
Yo tendré muchas pruebas y tribulaciones a medida que viajo a mi hogar en el Cielo,
pero no debo tener temor. El Señor quiere que recuerde 3 cosas:
Jesús tiene toda potestad en el Cielo y en la tierra, y siempre está a favor de Sus
creyentes. Cada momento, ahí en el trono, Él está pensando en mí. Él quiere que yo
le cuente todo lo que me preocupa. Él quiere que traiga todos mis problemas y cargas
a Él. Él quiere que le cuente todo lo que hay en mi corazón.
Como Jesús siempre está conmigo, debo hacerme unas preguntas: ¿Se complace el
Señor cuando estoy alrededor de aquellos que usan malas palabras? No, no le
agrada.
¿Se complace Jesús cuando estoy viendo un programa de televisión o una película
con cosas malas en ella? No, no le agrada. ¿Disfruta Jesús escuchar música que
tiene palabras obscenas en ella? No, no los disfruta.
Esto significa que no debo de juntarme con aquellos que usan malas palabras. No
debo ver cosas malas y no debo escuchar música que palabras obscenas.
Donde quiera que vaya, el Señor va conmigo. Lo que sea que vea, el Señor lo ve
conmigo. Lo que sea que escuche, el Señor Jesús también lo escucha. Si realmente
amo al Señor Jesús, no querré hacer cosas que no Le agradan.
Jesús no es una “fuerza”; ¡Él es una Persona! Él quiere que Lo ame y Lo aprecie. Él
quiere que Lo disfrute, como los mejores amigos se disfrutan.
La manera de disfrutar a una persona es amando a esa persona. Mientras más
ames a Jesús, más lo vas a disfrutar. Cuando te enamoras de Jesús, serás un hijo de
Dios feliz.
El Señor Jesús es la Persona más maravillosa del universo. Dios me dice que me
regocije en El—en quien Él es y lo que Él ha hecho por mí. No importa lo que pase,
siempre podré regocijarme en El. La Biblia dice, “Regocijaos en el Señor
siempre…” (Filipenses 4:4)
Jesús y la amistad
Para ser amigos de Jesús no es suficiente un amor de
sentimientos, de emociones. Hay que amar a Jesús con un
amor de entrega, de fidelidad. Con un amor hecho obras.
¿Qué es la amistad?
El mundo en que vivimos está menesteroso de amistad. Hemos avanzado tanto en tantas
cosas, vivimos tan deprisa y tan ocupados, que, al fin, nos olvidamos de lo más
importante. El ruido y la velocidad se están comiendo el diálogo entre los humanos y cada
vez tenemos más conocidos y menos amigos.
El filósofo griego Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey
Darío. Para el poeta latino Horacio, un amigo era la mitad de su alma. San Agustín no
vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan
llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los
verdaderos amigos. El ensayista español Ortega y Gasset escribía que una amistad
delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo.
Y el propio Cristo, ¿no usó, como supremo piropo y expresión de su cariño a sus apóstoles,
el que eran sus amigos porque todo lo que ha oído a su Padre se lo dio a conocer?
Pero la amistad, al mismo tiempo que importante y maravillosa, es algo difícil, raro y
delicado. Difícil, porque no es una moneda que se encuentra por la calle y hay que buscarla
tan apasionadamente como un tesoro. Rara porque no abunda: se pueden tener muchos
compañeros, abundantes camaradas, pero nunca pueden ser muchos los amigos. Y
delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales cuidados para
ser cultivada, minuciosas atenciones para que crezca y nunca se degrade.
¿Qué es la amistad? ¿Simple simpatía, compañerismo, camaradería? La amistad es una
de las más altas facetas del amor. Aristóteles definía la amistad como querer y procurar
el bien del amigo por el amigo mismo. Laín Entralgo la definía así: "La comunicación llena
de amor entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y
perfecciona la naturaleza humana".
Por tanto, en la amistad el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo
que son. Esto supone la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Supone,
además, un doble respeto a la libertad del otro. La amistad verdadera consiste en dejar
que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que
debe ser.
Seis pilares sostienen la verdadera amistad, según Martín Descalzo en su libro “Razones
para el amor”:
El respeto a lo que el amigo es y cómo el amigo es.
La franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro.
Franqueza como confidencia o intimidad espiritual compartida.
La generosidad como don de sí, no como compra del amigo con regalos.
Aceptación de fallos.
Imaginación, para superar el aburrimiento y hacer fecunda la amistad.
La apertura.
¿Qué se experimenta cuando se pierde un amigo? Dejo que hable san Agustín,
cuando murió su amigo íntimo: "Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba descanso
ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose de ir dentro de
mí, y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni en los juegos y los cantos,
ni en los lugares aromáticos, ni en los banquetes espléndidos, ni en los deleites del lecho
y del hogar, ni siquiera en los libros y en los versos descansaba yo. Todo me causaba
horror, hasta la misma luz; y todo cuanto no era lo que él era, aparte el gemir y el llorar,
porque sólo en esto encontraba algún descanso, me parecía insoportable y odioso".
Termino este apartado con una cita bíblica: "Un amigo fiel es poderoso protector; el que
lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es
incalculable" (Si 6, 14-17).
Jesús experimentó la amistad
Es verdad que Jesús ama a todos por igual, sin condicionamientos sociales, económicos o
nacionales. Incluso ama a sus enemigos. Y los ama hasta la muerte.
Y su amor por todos los hombres no es un amor de sentimiento pasajero ni de expresiones
exteriores tiernas y afectadas. Su amor es de caridad, que encierra estas características
ricas y valiosas:
Se dirige hacia los demás con un corazón abierto, sin aislarse o evadir el trato; va al
encuentro de todos los que ama (cf Mt 11, 28).
No discute con sus amigos; los corrige, pero no choca con disputas hirientes (cf Mt 20,
20-28).
Se alegra con ellos en sus momentos felices (cf Lc 10, 21).
No desea nada de los hombres; no busca dar para recibir. Y cuando una vez busca
consuelo en la agonía, no lo encuentra (cf Mt 26, 40).
Se siente incomprendido por ellos, pero era parte de su cruz, pues aún no había venido el
Espíritu Santo que les hiciera comprender todo (cf Jn 12, 24).
Los ama sobrenaturalmente, no por sus cualidades humanas (cf Jn 13, 14).
Pero también mantiene una distancia entre sus amigos y Él, pues su mundo está mucho
más allá del de ellos (cf Jn 2, 25).
¿Ha habido hombre alguno en la tierra que haya amado a los hombres como Jesús?
Es verdad esto que acabamos de decir: Jesús ama a todos los hombres, y los considera
como amigos. Pero también es verdad que tuvo amigos especiales. Abramos el Evangelio.
Tiene una especial relación con Juan, el discípulo amado. En esta amistad descubrimos
que Jesús compartió con alguien, en modo especial, sus experiencias interiores y
reservadas. Amistad íntima. Manifestación de esta amistad íntima es el Evangelio que
Juan escribió. En él se oye palpitar el Corazón de Jesús; ahí descubrimos la profundidad
de Dios. Por eso, a Juan se le representa como a un águila, porque voló alto, hasta el cenit
de Dios.
También tuvo especial relación con tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.. En esta
amistad descubrimos que busca la compañía para compartir momentos especiales, sean
felices, como en la transfiguración, o tristes, como en Getsemaní. Amistad compartida.
¿Quién no recuerda la especial relación con los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta
y María? En ellos descubrimos la amistad de Jesús que corresponde con la misma medida
que se le ofrece. Amistad agradecida. Betania era uno de esos rincones donde Jesús
descansaba y donde abría su corazón de amigo. Allí, Cristo tenía siempre la puerta abierta,
tenía la llave de entrada; se sentía a gusto entre gente querida y que le estimaba.
Cristo tuvo amigos, claro que sí. No hubiera sido totalmente hombre si le hubiera faltado
esta faceta humanísima. Tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las
profesiones. Desde personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea,
hasta mendigos, como Bartimeo. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba
gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro; amigos que no
siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se deja entrever.
¿De qué serviría la prosperidad, diría el orador latino Cicerón, si uno no la comparte con
los amigos? ¿Cómo se soportaría una adversidad y una prueba sin alguien que estuviera
a nuestro lado y que sufra y comparta con nosotros ese contratiempo? ¿A quién hablar de
los anhelos del corazón, si no es al amigo que sintoniza en todo con nosotros? Cito a san
Ambrosio: "Ciertamente consuela mucho en esta vida tener un amigo a quien abrir el
corazón, desvelar la propia intimidad y manifestar las penas del alma; alivia mucho tener
un amigo fiel que se alegre contigo en la prosperidad, comparta tu dolor en la adversidad
y te sostenga en los momentos difíciles" (San Ambrosio, Sobre los oficios de los ministros,
3, 134).
Jesús, pues, tuvo tiempo para la amistad y el descanso. Como hombre que era se cansaría
de sus fatigas y correrías apostólicas. Le llegarían al alma los desprecios, las indiferencias,
las calumnias de quienes no le amaban. Al mismo tiempo, Él necesitaba expandir su
corazón, sus secretos, sus ilusiones. "Dejaba escapar toda la suavidad de su corazón;
abría su alma por entero y de ella se esparcía como vapor invisible el más delicado
perfume, el perfume de un alma hermosa, de un corazón generoso y noble" (San
Bernardo, Comentario al Cantar de los Cantares, 31, 7).
Requisitos para ser amigos de Cristo
Habría que preguntarnos qué requisitos se necesitan para entrar en el círculo de amigos
de Jesús.
Jesucristo nos contesta en el Evangelio: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os
mando" (Jn 15, 14). Y lo que nos ha mandado Jesús es amarnos unos a otros, como Él
nos ha amado. Él nos ha mandado rezar y vigilar. Él nos ha mandado ser mansos y
humildes de corazón. Él nos ha mandado ser santos como su Padre celestial es santo. Él
nos ha mandado cargar con su yugo. Y así podríamos seguir con todo el Evangelio. Ahí
tenemos lo que Jesús nos ha mandado. Si lo cumplimos, seremos sus amigos.
Jesús no quiere amigos de conveniencia, que sólo están con Él hasta el partir el pan, pero
que le dejan solo y huyen cuando se aproxima la sombra de la cruz. Jesús no quiere
amigos que se aprovechen de Él para conseguir los mejores puestos en el cielo
Jesús quiere amigos humildes, pacíficos, de alma pura y libre de ataduras sensuales. Sólo
a éstos acercará Jesús a su divino corazón.
A todos hay que amar por Jesús. Y a Jesús hay que amarlo por sí mismo. Sólo a Jesucristo
se le debe amor total, porque está probado que Él es el único amigo totalmente bueno,
totalmente leal.
CONCLUSIÓN
Sin Jesús, ¿qué podrá darnos el mundo? Vida sin amistad con Jesús es infierno horroroso.
Vida en amorosa amistad con Jesucristo es un paraíso lleno de delicias. "Si Jesús está
contigo, no podrá dañarte ni derrotarte ningún enemigo espiritual. Quien halla a Jesús, a
su amistad y enseñanzas, halla el más rico tesoro. El mejor de todos los bienes. Pero
quien pierde a Jesús y a su amistad, sufre la más terrible e inmensa pérdida. Pierde más
que si perdiera el universo entero. La persona que vive en buena amistad con Jesús es
riquísima. Pero la que no vive en amistad con Jesús es paupérrima y miserable. El saber
vivir en buena amistad con Jesús es una verdadera ciencia y un gran arte. Si eres humilde
y pacífico, Jesús estará contigo. Si eres piadoso y paciente, Jesús vivirá contigo...
Fácilmente puedes hacer que Jesús se retire, y ahuyentarlo, y perder su gracia y amistad,
si te dedicas a dar gusto a tu sensualidad y a darle importancia exageradamente a lo que
es material y terreno"(Kempis, Imitación de Cristo, II, 8).
Jesús, el mejor amigo
No nos llamó ya siervos porque un siervo no conoce lo que
hace su señor, nos llamó amigos, y nos dió a conocer lo que
ha oído del Padre.
Hay una leyenda en la que se cuenta que un hombre cayó en un pozo. Pasó Buda y le dijo: “Si hubieras
cumplido lo que yo enseño, no te habría sucedido eso”. Pasó Confucio, y le dijo: “Cuando salgas, vente
conmigo y te enseñaré a no caer más en el pozo”. Pasó Jesús, vio a aquel hombre desesperado, y
bajó al pozo para ayudarlo a salir.
Jesús, se hizo uno de nosotros por amor y toda su vida fue una total entrega de amor. Veamos algunos
rasgos: Así trata Jesús al joven desconocido que se acerca a él buscando orientación: “Fijando en él
su mirada, le amó” (Mc 20,21); a la mujer pecadora que llora a sus pies: Tus pecados te son
perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en paz (Lc 7,48-50); a su discípulo Pedro: Fijando su mirada
en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas” (Jn 1,42). Encontramos también en
Jesús el afecto, incluso emocionado, hacia las personas, que no es signo de debilidad sino revelación
de un sentimiento hondo de amor y de amistad. Así reacciona ante unos ciegos que le piden su
curación: “Jesús se conmovió, tocó sus ojos, y al momento recobraron la vista y le siguieron” (Mt
20,34).
Amistad significa también benevolencia, es decir, un afecto que quiere y busca el bien de las personas;
así lo hace Jesús. Al desembarcar, vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas
sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas (Mc 6,33). Esta amistad se manifiesta de forma más
entrañable con las personas por las que siente predilección especial; así sucede con la familia de
Marta. El evangelista señala que “Jesús quería a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,5). Pero
también con el discípulo que lo ha negado: “El Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las
palabras que le había dicho el Señor” (Lc 22,61).
La amistad se convierte en compasión cuando las personas queridas sufren o se encuentran mal; el
amigo se acerca al sufrimiento del otro, lo acoge, se identifica con su dolor y sus problemas, sufre,
acompaña, ayuda. En cierta ocasión se le acercó un leproso y le suplicó de rodillas: “Si quieres, puedes
limpiarme”. Conmovido, Jesús extendió la mano, lo tocó y dijo: “Quiero, queda limpio” (Mc 1,40-41).
En Naím, al ver a una viuda llorando la muerte de su hijo único, Jesús se acerca. “Al verla el Señor se
conmovió y le dijo: No llores” (Lc 7,13).
Amistad significa entrega, donación al otro. El amigo sabe dar gratuitamente, regalar su tiempo, su
compañía, sus fuerzas, su vida entera. Los evangelistas describen a Jesús “desviviéndose” por los
demás, entregando lo mejor de sí mismo a todos. No busca su éxito, su prestigio o bienestar; es el
amor lo que anima su vida entera. “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar
su vida en rescate por todos” (Mc 10,45). Su crucifixión no es sino la culminación de esa entrega.
“Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1).
Jesús ofrece su amistad a todos, incluso a aquellos que son excluidos de la convivencia social
(leprosos) o separados de una relaciones amistosas (publicanos, prostitutas); se acerca a ellos, se
sienta a su mesa, los acoge y la gente lo llama amigo de publicanos y pecadores. Los evangelistas
destacan la amistad particularmente honda y entrañable que Jesús vive y cultiva con sus discípulos;
Jesús les va revelando sus secretos más íntimos en una atmósfera de comunicación amistosa. No los
llama ya siervos porque un siervo no conoce lo que hace su señor, a ellos los llama amigos, y les da
a conocer lo que ha oído del Padre (Jn 15,15).
De esta forma se establece entre Jesús y sus discípulos una comunión de afecto y amistad. Jesús
llegará a decir que quien escucha a los otros, a él le escucha (Lc 10,16). Incluso, el discípulo traidor
viene llamado “amigo” hasta el final (Mt 26,50). Jesús les muestra hasta qué extremo llega su amistad.
“Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13). Su muerte será un don:
“Nadie me quita la vida".