BURDON - El Problema Del Mal
BURDON - El Problema Del Mal
BURDON - El Problema Del Mal
Autor: Burdon
PRÓLOGO
(Entre la Fe y la Razón)
<<Mientras el razonamiento cruel impulsa a la desesperación, existen ilusiones que nos ayudan a vivir>>(1
Antoine de Saint-Exupèry
El punto más esencial acerca de la fe [religiosa] es que avanza únicamente donde falla el conocimiento, donde
la razón no sabe cómo dar cuenta de algo, que no sabemos muy bien si es realmente o si simplemente es fruto
de la imaginación. El substrato real de la fe no es, por tanto, de <<pensamiento>> sino de <<sentimiento>>,
pero eso no quiere decir, en modo alguno, que la fe sea enteramente incoherente, pues no se halla desprovista
de <<sentido>> o, si se prefiere, de razón, pues la fe es parte inseparable de la razón (no se puede tener fe si no
se tiene razón), pero su coherencia depende en mucho más grado de la unidad del sentimiento que de reglas
lógicas.
De tal forma esto es así que las relaciones entre razón y fe se sitúan en el ámbito del límite, entendiendo por
límite un cierto ocultamiento que el pensamiento lleva consigo, y que se oculta en la misma medida en que el
pensamiento se objetiva. Sin embargo, no podemos sustentarnos ni partir sólo de la razón aunque ésta asuma
el carácter de <<fronteriza>>(2), pues la razón nunca descubrirá a la razón y, por tanto, la noción de límite.
Pero la fe también puede ser fruto de la experiencia directa; algo que nadie podría demostrar y, posiblemente,
nadie debería negar o dudar.
También la esperanza pertenece a la misma fuente que la fe y que la conciencia, mas no es la conciencia, ni
tampoco la fe. La esperanza es el lenguaje interno, inteligible siempre para quienes lo escuchan; incluso
cuando todo cuanto nos rodea está silencioso y cuando todo únicamente nos pronostica peligro, actúa la
esperanza. Una y otra vez me surge sin pensarlo, un extraño pensamiento, escribe Isidro Herrera, antes de
cualquier palabra, por debajo incluso del mutismo, hay el continuo murmullo de un habla sin origen, ¿cómo es
posible que un habla anterior al lenguaje hable? ¿Cómo es posible hablar, cuando al hablar ya estoy detrás de
ella? Y ello sumado al presentimiento de que el rumor en que aquella habla resuelve su tenue existencia, el
cual ha de haber sido desde el primer momento acallado y olvidado, sigue no obstante presente en
experiencias que trastornan nuestra cómoda instalación en un mundo sin aristas ni sobresaltos(3).
Por otra parte nos encontramos que los artículos de fe, los credos dogmáticos y los sistemas religiosos y
teológicos se hallan involucrados en una lucha interminable, siempre ha sido así y siempre lo será. También los
ideales éticos de las diversas religiones son ampliamente divergentes y escasamente reconciliables(4). Sin
embargo, nada de esto afecta a la forma específica del sentimiento religioso y a la unidad interna de su
pensamiento. Los símbolos, los ritos y los dogmas cambian incesantemente, pero el principio que se halla en su
base, el origen de la actividad religiosa como tal, es siempre el mismo. De la misma manera que la Verdad(5)
será siempre la Verdad a pesar de lo que cada cual piense u opine. Otra cosa es el creer o no creer, lo cual es
independiente de la voluntad.
El Bien, la Verdad, Lo justo, Lo/El Absoluto, etc., y sus opuestos están en toda creencia. No tienen credo
dogmático ni precisan de ninguna doctrina para ser sustentados, porque son. Pero, cuando <<se percibe>> la
certeza de la realidad última, tal certeza, tanto si la hay como si no, sólo puede infundirla la fe, que la derrama
sobre las facultades de la razón, para que el intelecto pueda sistematizar los hechos e inducir de ellos una
norma de conducta. Mas el intelecto sólo se satisface en las enseñanzas de la razón, y mientras no las recibe,
siente la zozobra y la incertidumbre resultante de la pregunta ¿por qué?, incapaz de responderla.
Mientras no se reconozca que la fe es parte de la verdad, porque coincide en última instancia con la más íntima
convicción de la razón, será inútil todo argumento. De esta forma, la fe ha de reconocerse por sí misma, y
responder a su propia pregunta una y otra vez, hasta que la razón la asimile y sienta [la verdad de] la vida.
INTRODUCCIÓN
<<En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe>>(6).
San Juan
El Problema del Mal hay que abordarlo con una cierta prudencia, dejándose llevar por la armonía de lo
abstracto y huyendo de la incoherencia y de las deformidades de lo concreto, no obstante si existe alguna
solución al Problema del Mal, por muy vaga y difusa que esta sea, deberá ser siempre contingente y temporal,
en último término personal. Que duda cabe que en el dominio de la Metafísica en general y de la Filosofía de la
Religión en particular, no hay soluciones nuevas a este problema, sino el reconocimiento de las viejas ideas con
las que apaciguamos nuestros propios temores y angustias. En cualquier caso, la última palabra sobre este
tema no será dicha jamás, pues no ignoro que todos somos responsables de las consecuencias de nuestros
actos por lo que nada puede ser considerado aproximativo o vano, y, en este orden de cosas, no podemos
declinar nuestras responsabilidades, tanto en el ámbito individual como colectivo, tratando con ello de
disculpar nuestros errores, aunque éstos se pierdan en el tiempo.
Y es que el Mal no es simplemente un concepto sobre el que se pueda especular, sino que es una realidad, una
realidad en principio y en esencia indefinida y relativa, pero hay que tener en cuenta que cualquiera que sea lo
indefinido que se substraiga de lo infinito o cualquiera que sea lo relativo que se substraiga de lo absoluto, el
Infinito permanece infinito y lo Absoluto permanece absoluto.
¿Es, entonces, el Mal el principio del tiempo y el substrato del espacio? ¿Es, por tanto el Mal el origen de la
manifestación? Tiempo y espacio, doble campo de acción donde el Mal puede producirse y organizarse, esto
es, donde el Mal puede manifestarse. Así pues, su existencia es equívoca y problemática: existe y no existe; se
mueve dentro de los cambios de un devenir perpetuo; es ilusorio y real; el Mal no es en absoluto por sí mismo,
sino que se manifiesta por medio de los hombres (7); no tiene más existencia que la que le dan. No es, y sin
embargo existe, pues hace daño.
El Problema del Bien y del Mal es un problema físico, estético, metafísico y ético, no simplemente religioso y
social: Es un problema no sólo de libertad, sino también un intento de justificación del orden en el cosmos.
Quizá es el causante de todo.
¿Podríamos decir que el Mal no existe o tiene una existencia falsa, de igual manera que el frío o la sombra no
existen, pues son abstracciones puramente negativas que no marcan en suma más que la ausencia del bien o la
ausencia del calor y de la luz? ¿Qué es, en consecuencia, el Mal? ¿Ha sido creado por Dios? ¿Existe Dios?
¿Existe Creación sin Creador? ¿Cuál es el origen del Mal si no posee principio positivo?
Parece ser que la contradicción es el verdadero elemento de la existencia humana; el constitutivo esencial de
su naturaleza ¿Cómo discernir lo bueno y lo malo? ¿Cómo separar lo verdadero de lo falso? Si no existe un
criterio de verdad que ayude a vivir, de mala manera se superará el horror ante el relativismo, cuna de tantas
calamidades. El hombre no es un ser simple u homogéneo; es una extraña mezcla de ser y no ser. Su lugar se
halla entre estos dos polos opuestos. Por tanto, no hay más que un modo de acercarse al secreto de la
naturaleza humana: la duda y la sospecha, la incertidumbre y la creencia capaces de mostrarnos que tal vez
existe un hombre doble, el hombre antes y después. La dificultad comienza cuando nos planteamos la
posibilidad, quizá haya que decir la existencia, de una eternidad que <<empieza>> y otra que <<termina>>(8);
entonces la pregunta sería ¿antes y después de qué?
EL ORIGEN
«Y dijo Yahveh Dios: "¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros (9), en cuanto a conocer el
Bien y el Mal!" Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él
viva para siempre» (10).
La primera evidencia que se nos presenta respecto al Mal es que es una antinomia necesaria: el medio de
hacernos distinguir el Bien por contraste, es decir, el Mal no es sino una negación, que desde el punto de vista
metafísico, debemos considerar como desprovisto de existencia. Ni creado ni querido, pero sin embargo
previsto y, de alguna forma, explotado en sus efectos indirectos. EL Mal procede esencialmente de una
incapacidad de comprensión suficiente, esto es, podríamos decir que tiene su origen en una ilusión, una ilusión
que se nos hace posible tras un despertar intelectual bastante completo para hacer al ser consciente y
permitirle deliberar sobre el alcance de sus actos.
Mientras el animal obedece ciegamente a sus instintos, sus actos están conformes a la ley de la naturaleza y,
en su irresponsabilidad, escapan completamente a nuestro criterio del bien y del mal. La apreciación moral de
los actos comienza con el discernimiento, y el discernimiento es el origen del principio de individualización;
ahora bien, éste es en sí un principio incompleto: salimos del instinto puro para dejarnos arrastrar por otro
principio, un principio que ha supuesto un punto de insubordinación o revolución, un principio de rebelión
individualizadora inspirador de otro instinto: el de autonomía. Esta es la revolución original que nos aísla y nos
somete, mientras tanto nos creemos libres, y lo único que nos queda en nuestra precaria libertad es la duda;
proferir una espantosa blasfemia, desesperar y morir.
Mas tranquilicémonos. Todas estas cosas no son vanas; su realidad se impone a todo observador leal. La
civilización, cualesquiera que sean sus lagunas, es un hecho en los tiempos actuales. Sin embargo, esta
civilización, como cualquiera de las civilizaciones que la precedieron, deja sin resolver la cuestión fundamental
sobre la cual no se debe, ni se puede siquiera proporcionar una solución definitiva: ¿cómo, si no hay más que
un principio principiante que es bueno, ha podido producirse un principio principiado que es o puede volverse
malo? Se puede decir sin duda que el mal no ha sido creado(11), pero el Mal existe, aunque se admitiese sólo
como posibilidad, para el caso en que el hombre quisiera libremente cometerlo. En efecto, el libre albedrío
humano, que supone la libertad de hacer el mal, ya no sería libre albedrío si el mal fuera imposible. Mas esto es
un sofisma, pues si, dotado de libre albedrío, yo opto conscientemente por el mal, es que yo ya soy malo; y si
soy malo, es que el mal existe anteriormente a mi voluntad de hacerlo. Pero la causa determinante del mal, es
propiamente el egoísmo, en el sentido primordial de la palabra: el sentimiento interior y profundo que liga al
ser a su propia existencia y que le hace desear ardientemente, conservarla y expandirla; este egoísmo radical
que lleva al ser a hacerse el centro, a relacionarlo todo con él. Y por su crimen ha conquistado -feliz culpa- la
ciencia del Bien y del Mal; sus esfuerzos constantes le han valido la libertad individual (eso es al menos lo que
nos creemos), esos dos tesoros -la ciencia del Bien y del Mal y la Libertad- que hacen uno, no los perderá
jamás.
En todo caso nos sentimos en la obligación de señalar que el Mal tiene su raíz en la debilidad: debilidad de
espíritu o falta de inteligencia; debilidad de la voluntad, debilidad del cuerpo, es decir, la incomprensión del
sentido de la vida. Este es el Mal en su mejor caracterización; falsa lógica, falso cálculo, falsa previsión, error en
todos los casos, en último término, incomprensión (y a su lado están la Verdad y la Persuasión).
En este orden de cosas, las palabras traicionan al pensamiento, aprisionado él mismo en el vértigo de las
preguntas y en la dificultad para responderlas. Hay que resignarse a su imperfección y pedirle al lenguaje que lo
traduzca en su propio idioma. Es preciso para ello que lleguemos a elevarnos por encima de las palabras y los
símbolos, despojándonos de la niebla de la palabra muerta. Y lo que debemos distinguir bien antes de
cualquier palabra y de cualquier sentido, antes de la articulación de cualquier conocimiento, sensible o no, es
que todo es acción: la inercia sólo existe en la nada. Todo lo que existe está animado: nada está muerto,
excepto para nuestra incomprensión (una vez más aparece la incomprensión), que nos mece sin descanso
entre el error y la verdad(12), por lo que damos a las apariencias una falsa realidad, que nos confunde todavía
más peligrosamente ayudándonos a figurar objetivamente lo que es abstracto. Al representarnos las cosas a
nuestra manera, creamos un mundo de imágenes, en cuyo interior nuestra razón se complace, aunque esté
poblada de ilusiones y quimeras.
Contemplemos lo que pasa, discerniendo de dónde vienen las cosas y a dónde van, y permanezcamos
inmutables ante lo que cambia.
EL MAL EN EL CRISTIANISMO
«Así, pues, también vosotros, ¡OH jueces!, debéis tener buenas esperanzas ante la muerte y pensar que hay
una cosa cierta, y es que al hombre bueno (13) no alcanza ningún daño, ni en la vida ni en a muerte» (14).
Platón
El cristianismo es por excelencia la religión del pecado, y en consecuencia, en ninguna otra doctrina aparece
con mayor claridad que en ésta. De hecho, el concepto de pecado está de tal manera unido al cristianismo que
es difícil utilizarlo en otro sentido, sin definir primero este otro sentido. Si, desde el principio, el pecado no
hubiera existido, el cristianismo no hubiera tenido ocasión de desarrollarse. En la bondad y en la integridad de
la obra divina de la creación tenía que producirse un fallo: un ángel debía revelarse y realizar el acto más bello
de sabotaje que un refractario haya realizado jamás, porque ha arruinado la obra divina en su más noble
creación: el Hombre. Y el Hombre tenía que pecar para que un día Dios enviara a su Hijo a morir en la cruz.
Desde el principio, la Creación exigía la Redención.
Si aceptamos el pecado original, debemos también aceptar todas sus consecuencias: la vida y sus placeres, y
también sus sufrimientos. El verdadero cristiano, si no falta a su deber, finalmente es rescatado por la muerte
(15). Pero no es la muerte lo que ahora nos interesa, eso es otra cuestión (a no ser que la muerte, de suyo o en
sí -que dirían los escolásticos- sea un mal, cosa que daría para hablar y para escribir mucho más de lo que
nosotros somos capaces de afrontar), sino el mal en el cristianismo. Y el primer punto que hay que destacar y
del que no debemos dudar es el de que a lo largo del cristianismo el Problema del Mal ha variado.
Primitivamente, y casi hasta el fin de los tiempos modernos, el mal era personificado por el cristiano que quería
su salvación, de esta forma se identificaba el demonio con el Mal y el mal con el pecado.
Numerosos cristianos de buena fe -más cercanos a las enseñanzas de Cristo que a las de su Iglesia- han sentido
la imperfección del sistema, e intentaron conciliar el dogma y el sentimiento (¿acaso el cristianismo no es una
religión que en su forma es puramente sentimental?), arriesgándose a caer en el error (desde el punto de vista
católico, naturalmente). Sí, el pecado es una limitación -por Dios al principio, y por el hombre después- de
nuestras posibilidades de extensión, esencialmente es la consecuencia de nuestra falsa autonomía en oposición
a la total autonomía divina, que, para la validez de la condena definitiva, el hombre posea pleno conocimiento
de los motivos y consecuencias de sus actos. Es entonces cuando el posible error o caída primigenia hace
posible el pecado; sí, mas la mala voluntad efectiva hace, sola, el pecado efectivo. Nadie conoce el pecado sin
errar mucho, pero nadie será condenado eternamente por un error no culpable (16). Nos encontramos con la
apuesta de Pascal. El hombre no ha querido pedir la cruz. Qué importa que su ignorancia le haya engañado, si
él actuaba de buena fe:
«El espíritu humano puede, en último término, dudar de Dios de buena fe; no hay nada que diga, a priori, que
un ateo de buena fe, de una ignorancia no culpable, no pueda salvar su alma al servicio del Bien, es decir, de
Dios. Pues el Bien es todavía uno de los nombres divinos al ser considerado como un Absoluto al que nos
sacrificaríamos, estimándose a sí mismo esencialmente retribuido por el hecho mismo de ese don total
realizado en el amor a la justicia y en la justicia del Amor» (17).
¿Estamos hablando de perdición eterna? Mirándolo de cerca, parece que han sido los hombres los que han
inventado esta idea, cuyo rigor absoluto excluye la absoluta autenticidad. Para aquellos cristianos que antes he
nombrado, el Infierno no es más que ese vacío de corazón que un día colmará el amor divino, y para otros
muchos cristianos no hay más infierno que el que aquí y ahora estamos padeciendo(18).
Hemos vivido hasta ahora en el absoluto de nuestro sistema religioso. En el límite de la herejía -en la herejía-
encontramos el relativo. Un Mal necesario, y el mal tal y como está estructurada la realidad no puede ser sino
necesario, a pesar de la dureza de mis palabras (cualquier otra propuesta sería engañarse), no es, no puede ser
un Mal absoluto. Forma parte de la Creación(19) (complejo término para introducir en estos momentos pero
no encuentro otro más apropiado) lo mismo que el Bien. Tras el velo engañoso del dogma, y también del ritual,
han encontrado y propagado sin darse cuenta la idea de la relatividad del Mal. Ésta es también la universal
salvación final. Al otro lado, han encontrado al Creador, impasible. El que Es, por el cual el Bien y el Mal son
aspectos tan diferentes y no contradictorios de la Verdad-UNA; porque son y porque ambos son, son el
constitutivo esencial del hombre, de su realidad.
Sin embargo, la divinidad, una en su esencia, tiene dos condiciones esenciales como base fundamental de su
ser: la necesidad y la libertad. Pero el mal es el origen de la libertad y la necesidad; es el principio de
individuación; consustancial al hombre: somos y no somos, por eso dudamos, por eso buscamos. Para que se
manifieste la verdad es necesaria la duda, y la posibilidad del error es también necesaria para la manifestación
temporal de la verdad. El movimiento y la vida consisten en la tensión extrema de estas dos fuerzas.
EL MAL EN EL BUDISMO
<<Quedan mil preguntas, pero Buda guarda silencio.>>Otros toleran nuestras preguntas.
Tú eres libre. Preguntamos y preguntamos, pero Tú sonríes y permaneces inmóvil>>
(20).
Pretender resumir y explicar en unas cuantas páginas el Problema del Mal en el Budismo sería una misión
imposible. La filosofía búdica por muy lógica que sea, presenta demasiados matices para un espíritu europeo,
demasiados recovecos y sutilidades, para que resulte fácil, sin una larga preparación previa, definir con
precisión sus términos en todos los sentidos que pudieran sucesiva o simultáneamente revestir. Sin embargo,
tomando como punto de partida, y de comparación, el pensamiento cristiano que nos es familiar, es posible
esbozar los grandes rasgos de esta doctrina por vías y medios totalmente diferentes a los que estamos
acostumbrados a buscar en Occidente.
Dicho lo cual e intentando hablar con propiedad, debemos decir en primer lugar y con la mayor honestidad,
que el budismo no es exactamente una religión, sino una actitud, vital, es cierto, pero al fin y al cabo una
actitud. El Buda no es un Dios. Es un hombre, que nunca ha reivindicado otra cosa que no sea la condición
humana(21). Si al final del camino espiritual de Buda, encontramos la liberación, el mérito sólo será nuestro.
La enseñanza de Buda es fundamentalmente adogmatizada y atea, y en este sentido se guarda bien de querer
explicar lo inexplicable. Las explicaciones metafísicas sobre el origen y la esencia del Absoluto no tienen lugar
en esta doctrina; en consecuencia, ninguna sanción externa al hombre está prevista para castigar(22) las faltas
a la Doctrina. La ley del Karma, de los orígenes interdependientes, de estricta causalidad, se encargará
automáticamente de ello. Ningún redentor, ninguna intercesión pueden eludir para el hombre las
consecuencias de sus actos, Religión de hombres, enunciada por un hombre para los hombres.
Si se lleva con profundidad el estudio de la Doctrina budista, vemos a Buda designar la ignorancia como fuente
de todos los males. En este sentido se comprenderá fácilmente que las nociones de Mal, de pecado, de infierno
y de demonio pierden el sentido que estamos acostumbrados a darles.
No existe Dios creador, no existe creación. El pecado original consecuencia de una caída adámica, está ausente
en el espíritu búdico. Lo que comúnmente llamamos pecado no tiene lugar aquí. No podemos cometer
atentado contra Dios, porque éste no existe. Si hay falta, sólo será quizá una falta individual, un
incumplimiento de la Doctrina. Este incumplimiento no es culpable en sí mismo. Procede de la ignorancia.
El budismo presenta un carácter netamente pragmático, utilitario. El Buda, un buda, sólo busca alcanzar un
único fin: destruir el sufrimiento, manifestación sentimental y sensible de la existencia.
No existe Dios, ni diablo, ni mal. Sólo existe el río siempre cambiante de las vidas permanentes. Sólo existe el
sufrimiento, fruto de la ignorancia. El ego no existe, el mundo es irreal. La muerte es sufrimiento, el nacimiento
es sufrimiento. El Nirvana ha vencido al sufrimiento.
<<... Siddharta permanecía sentado, sin moverse, y su sonrisa recordaba que jamás había amado,
que nunca en la vida había tenido algo que considerase valioso y sagrado>>
(23)
<<Aquel que me conoce como el no-nacido, sin origen, Señor soberano de los mundos y los pueblos, aquel que
vive sin extravío entre los mortales, y está libre de todo mal y de todo pecado>>
(25).
Según la concepción hindú, el Mal estático, el mal metafísico, no existe. El Mal y el Bien son términos relativos,
el uno no puede existir sin el otro. La vida, siendo acción, engendra indiferentemente y con la misma facilidad
tanto lo que nos parece ser el Bien como lo que nos parece ser el Mal. El Absoluto (el Absoluto en sí mismo o el
Absoluto en el hombre, pues en el hombre, según los vedantistas, existe Dios) está situado más allá del Bien y
del Mal. La noción del Bien como la noción del Mal son completamente subjetivas, varían con los individuos,
varían para cada individuo según su grado de conocimiento(26), así, según el nivel de conocimiento que
alcanza, el hombre posee concepciones diferentes en relación a los problemas éticos. Cabe decir entonces que
el bien pertenece, como toda manifestación al dominio de la relatividad, del movimiento. Ya no es un bien
determinado de una vez por todas, una regla que hay que seguir, un imperativo categórico. Es un bien en
constante evolución, hasta el día en que Atman(27) tome conciencia de su identidad con BRAHMA. Ese día
desaparecerán, como todas las demás ilusiones, esos dos errores humanos que son el Bien y el Mal.
Sin embargo, como estamos condenados a soportar durante un tiempo indefinido nuestra condición humana,
no podemos eludir completamente el problema del Mal, incluso bajo su aspecto más relativo.
El Absoluto persigue sus experiencias en el mundo de la relatividad a través de dos entidades primarias cuya
esencia nos es totalmente incomprensible: tiempo-espacio. La unión del tiempo y el espacio constituye todo el
universo manifestado sometido a leyes científicas precisas. Una unidad diferenciada, un egoísmo, actuando en
el espacio-tiempo segmenta la realidad relativa en varios aspectos diferentes. Este corte es empírico, artificial
desde el punto de vista de la última y única realidad primera. Una unidad que toma esta posición está llevada a
interpretar el mundo según su óptica particular. Otra unidad verá a <<Maya>>(28) bajo otra forma diferente.
Cada una tendrá razón en su propio punto de vista, pero todas estarán equivocadas desde el punto de vista de
lo Absoluto (¿tiene lo Absoluto punto de vista? una vez más el lenguaje traiciona mi pensamiento). El Mal será
únicamente la suma de las nociones diferentes, todas falsas, que las unidades diferenciadas tendrán de la
realidad esencial...
<<El Conocimiento que creemos tener de un Mundo exterior a nosotros es una Ilusión; la acción que creemos
ejercer sobre un Mundo exterior es una Ilusión; la acción que creemos sufrir de parte de un Mundo exterior es
una Ilusión. Esta triple ilusión constituye la concepción falsa fundamental, fuente de todas las demás
concepciones falsas, es decir de los ERRORES en el dominio intelectual y de los Pecados en el dominio
práctico>>
(29).
La idea del pecado, en el sentido hindú, reviste un valor más subjetivo que objetivo. La conciencia humana
concibe un aspecto de la vida superior en lo que existe ordinariamente, un ideal, en el sentido estricto del
término. Si, en su acción, el hombre no llega a hacer coincidir el acto y el ideal está falto de conformidad, de
concordancia entre el querer y el actuar. Esta discordancia constituye el pecado. La raíz del pecado es, pues,
una separación, una fragmentación en el seno del hombre, un desacuerdo en sus aspiraciones -a veces su
voluntad- y sus realizaciones. Más todavía que el cristiano, el vedantista puede hacer suyas las palabras de San
Pablo:
<<Como no hago el Bien que quiero, sino el Mal que no quiero, esto es lo que hago>>
(30).
Con la diferencia, sin embargo, de que el hindú <<conoce>> toda la irrealidad de sus concepciones. Más que el
Mal, buscará el error que debe extirpar de su alma, porque en el progreso de su conocimiento de la naturaleza
verdadera del hombre, en todo contacto cada vez más cercano a Atman se acercará al mismo tiempo a la
verdad, al Absoluto principal (maldito lenguaje).
Así, el pecado es concebido como una especie de mal moral, como la transgresión de un precepto, o quizá
como un tipo de enfermedad que afecta al interior del hombre. En todo caso, mirado desde un punto de vista
material, es una mancha que ensucia al hombre en su espíritu y que puede quitarse mediante elementos
materiales como el fuego o el agua. En el plano intelectual, el pecado es un error que se borra con el
conocimiento de la verdad. Y en el orden religioso, es una ofensa contra Dios autor de la ley moral, un delito
personal que se puede eliminar sólo por el perdón divino.
El Mal y el Bien están indisolublemente unidos y concordados. Nosotros somos el resultado de todas nuestras
anterioridades que nos empujan hacia el bien o hacia el mal, o haciendo lo que común y arbitrariamente
designamos con estos términos, sin que podamos alejarnos del camino. Es en nosotros, en nuestros
pensamientos, por el efecto de nuestro trabajo espiritual donde seremos poco a poco arrastrados hacia el bien.
El determinismo físico del vedantismo es absoluto en el dominio de la manifestación. Estaremos liberados de
esta ley del mundo manifestado cuando tomemos por fin conciencia de nuestro <<Yo>> real, diferente, e
incluso opuesto a nuestro <<Yo>> personal y relativo que, generalmente ofrece a nuestros ojos el único
aspecto posible de la vida y la verdad. Dicho de otro modo, cuando hayamos expulsado de nuestra alma la
noción de individuo fundamentalmente egoísta a la que estamos tan humanamente unidos.
Así como el hombre no tiene conciencia de su dignidad interior, así como está sometido a las únicas exigencias
articuladas por el conocimiento sensible sin suponer que pueda existir una vida más elevada, es ignorante y no
comete pecado. Si <<conoce>> la vida del espíritu y no se somete a ella, el pecado está en él. Pero, el que no ve
inmediatamente cómo este pecado es relativo, inexistente de hecho, porque el hombre que <<conoce>> se
identifica con su raíz conocedora, escapa inmediatamente a las servidumbres del Karma(31), que es la
consecuencia primera del movimiento y de la inestabilidad, esto es, de Maya.
A fin de cuentas, es el conocimiento el que salva al hombre de la esclavitud del bien y del mal, incluso habrá
que desprenderse de este conocimiento para identificarse con el Absoluto, sin nombres, ni formas...
LO JUSTO Y LO INJUSTO
<<Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en
ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga
alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío>>
(32)
Miguel de Cervantes
Los conceptos de <<justo>> e <<injusto>> son, naturalmente, términos relativos. Ninguna acción es
absolutamente <<injusta>> o <<mala>> en sí misma, y lo es solamente en la proporción en que no alcanza el
superior concepto de lo justo por parte del actor u observador, es decir, que lo justo y lo injusto son términos
relativos. En efecto, no hay normas de lo justo y lo injusto aceptadas por todos y en todo tiempo. No sólo las
cosas <<buenas>> se transmutan en <<malas>> a medida que el tiempo transcurre, sino que muchas cosas
injustas pierden gradualmente su injusticia y se consideran perfectamente buenas y justas cuando se las mira
desde un punto de vista superior.
Muchas cosas han sido anatemizadas porque no se ajustaban a la religión dominante, o a las ideas sociales de
la época, pero cuando las costumbres cambian y las ideas religiosas evolucionan, el anatema se levanta.
Muchas de estas cosas condenadas fueron conceptuadas <<malas>> por los dirigentes y por las castas
sacerdotales de los diferentes tiempos y sociedades a lo largo de la historia de la humanidad con el único fin de
acrecentar su poderío, escudándose en la muchedumbre porque sabían [saben] que la muchedumbre nunca
poseerá la ciencia de lo que es verdadero, pero sí el instinto de lo que es fuerte.
Ahora bien, este supuesto conocimiento de que lo <<justo>> e <<injusto>> son relativos y mudables, y no
absolutos y fijos no disculpa a nadie de hacer algo malo o injusto, que no hubiera hecho bajo una concepción
anterior de dichos términos. Por el contrario, el hombre debe obrar lo que le parece <<justo>>, y no porque la
ley, las buenas costumbres y los dogmas religiosos al uso así lo ordenen. El hombre debe (concepto complejo
para introducir ahora) actuar rectamente, aun cuando la ley, los usos sociales y la iglesia no lo prescriban.
Lo esencial en este punto es tener en cuenta que la humanidad, tomada en conjunto y también por separado,
evoluciona. Por tanto, la evolución es el objeto de la vida. Siendo así, es relativamente fácil discernir que
cuanto favorezca la evolución, en términos generales, será bueno y justo, y que cuanto la entorpezca y retarde
será malo e injusto. Lo <<justo>> o <<bueno>> se adapta a la inercia intrínseca de la evolución, mientras que lo
<<injusto>> o <<malo>> tiende a retardarlo o frustrar su acción. La ley de evolución enaltece. Cuanto armoniza
con ella es justo; lo que la contraría es injusto.
No obstante, conviene recordar las palabras del filósofo, las cuales no andaban desencaminadas en su
determinación de la justicia y de la verdad; conceptos vagos y difusos y por lo mismo necesariamente
abstractos, fundidos entre la sensación, la conmoción vital y la estructura social: También justicia y verdad,
escribe Ortega, la obra toda del espíritu, son espejismos que se producen en la materia(33).
LO ABSOLUTO Y LO RELATIVO
Es muy difícil dar idea del significado exacto de los términos <<absoluto>> y <<relativo>>; no obstante y desde
una perspectiva netamente metafísica, podríamos considerar lo absoluto como la <<cosa en sí>> y lo relativo
como la <<cosa como parece, o, como aparece>>; dicho con otras palabras: lo absoluto como el todo cual es, y,
lo relativo como un aspecto del todo, y esta noción aspectual de lo relativo no debe perderse de vista.
En efecto, el concepto de absoluto es el débil esfuerzo de la mente humana para expresar una idea
inexpresable. Todo lo más que podemos hacer es formar una idea de nuestras propias limitaciones, y después,
comprendiendo la relatividad de los conceptos, llamar a lo que no tiene límite <<absoluto>>. Entendido lo
absoluto de esta manera, lo relativo supondría, entonces, una medida, una separación; y lo absoluto no tendría
límites, no podría ser medido.
Es cierto que no podríamos ver lo <<absoluto>>, la cosa en sí mediante el intelecto, porque el intelecto, de
alguna manera, es una manifestación parcial de esa <<cosa>>. Lícito será, pues, preguntarle al intelecto: ¿qué
nos puede decir concerniente al absoluto?. Yo creo que lo único que se podría decir del absoluto es que <<es
todo lo que realmente ES>>, es decir, que existe por sí mismo(35), es autoexistente, no depende de nada ni de
nadie, no tiene causas ni en nada puede absorberse. El absoluto no puede describirse con términos relativos.
No es algo (a pesar de que no encontremos otro concepto o noción adecuado para nombrarlo diferente a
<<algo>>), aunque contuviese en sí la realidad subyacente en todas las cosas. No se le podría atribuir las
cualidades de cualquiera de sus aparentes manifestaciones porque sería el todo, de esta manera, todo,
absolutamente todo, sería manifestación del absoluto.
Concebido de esta suerte y siendo tal cual es, el absoluto, lo absoluto, o el Absoluto, cierra el camino a la
filosofía y a la ciencia, en definitiva, a la razón, tal vez para que no tengamos más remedio que mirarnos y
tratar de conocernos a nosotros mismos (como decía el oráculo de Delfos en boca de Sócrates), ver nuestro
interior, nuestro YO más profundo, donde únicamente podríamos relacionarnos con el Absoluto y comprender
definitivamente que <<nosotros vivimos sólo en Él, porque no podemos existir de ninguna manera apartados
de Él>>(36). Pero eso es otra cuestión.
CONCLUSIÓN
<<¿Qué es Satán en el fondo sino el símbolo de los hijos desobedientes y enfurruñados que piden a la mirada
paternal que los paralice en su esencia singular y que hacen el mal en el cuadro del bien para afirmar su
singularidad y hacerla conservar?>
(37)
Jean-Paul Sartre
Llegando al término de este intento de aproximación al problema del mal, todo apunta a que es el tiempo el
gran <<maléfico>>, el <<malo>> por excelencia. Esto es, se podría concluir que es por medio del tiempo(38)
cómo el Mal penetra en nosotros.
Existe una estrecha unión entre la ruptura del Infinito y el supuesto Pecado (caída, error, principio de
individuación, llámesele como se quiera). El tiempo es el error fundamental con el cual, desde el principio de
esta cuestión, tropieza el intelecto humano. Antes de existir, el presente no es. En cuanto existe, el presente ya
no es. Querer coger el presente, es querer cortar el infinito. El presente, la noción de presente, es una
limitación, yo diría que es la limitación que constata a nuestro alrededor la presencia del sufrimiento (en todas
sus acepciones), del mal físico, del mal moral. De tal forma esto es así que podemos decir que la tragedia es
consustancial al hombre, y aunque esto no es suficiente para explicar la causa del Mal, al menos es una
justificación de su existencia. Tenemos entonces que proceder a una dicotomía: Hay que separar lo físico de lo
metafísico, lo relativo de lo absoluto, lo justo de lo injusto. Así, el mal que vemos a nuestro alrededor es un mal
relativo. Esencial para nosotros que debemos soportar su peso, pero que no tiene otro valor que el que le
quieren dar nuestras debilidades y nuestras enfermedades, físicas, intelectuales o morales; nuestro egoísmo y
nuestra ignorancia.
Debemos examinar, pues, el mundo bajo dos aspectos muy diferentes: el de la manifestación, de lo transitorio,
de la multiplicidad; y el del Principio, de lo Eterno, de lo Absoluto. Que quede claro que no estoy tratando de
eludir el problema, sino de volver a la separación de los dos dominios. Al mundo de lo mensurable, de lo
constatable, de la materia, pertenecen el error, el sufrimiento, el pecado... Si limitamos nuestro horizonte a los
confines ya inmensos de este mundo, estaremos sometidos a sus leyes. Pero, si aceptamos evadirnos de él, si
nuestro espíritu, en su actual grado de evolución, puede atravesar las fronteras de la manifestación, adquirirá
otra visión del mundo. Para él el sufrimiento, el Mal, ya no tendrá un sentido real. ¿Por qué? porque el Mal es
en último término una creación del hombre. Es la realización en el plano sensible, de un nefasto dualismo
metafísico. Es, en el plano personal, la expresión del sentimiento de dualidad. Es, de alguna forma, la
materialización de un error, la verdad relativa, la evolución individual. Es el sufrimiento que imponemos
voluntariamente a los demás, y del que cargamos consciente o inconscientemente nuestra conciencia. Es,
finalmente, la aceptación y la materialización de la ignorancia. El sistema, los sistemas, no son buenos o malos,
es el hombre quien los hace buenos o malos.
Quizá el error está en que concebimos que el bien o lo bueno corresponde a todas aquellas cosas que
contribuyen a nuestra comodidad y bienestar material, a nuestra concepción ética de la existencia, mientras
que el mal a las que lo contrarían. Si estuviéramos separados del cuerpo, tal vez veríamos que ambos son
igualmente buenos, porque ninguno nos afectaría. En este sentido, Kant subraya este punto en una
observación característica de su Crítica de la razón práctica. Si la determinación de nuestra voluntad,
argumenta Kant, descansa en el sentimiento de agrado y desagrado que esperamos de cualquier causa,
entonces será para nosotros lo mismo el género de ideas, cosas o hechos que vaya a afectarnos. La única cosa
que nos interesa al hacer nuestra elección es, únicamente, cuán grande es este agrado, cuánto dura, cuán
fácilmente se obtiene y con cuanta frecuencia se repite(39):
<<Así como aquel que necesita oro para gastar, lo mismo le da que su materia -el oro- haya sido extraída de la
montaña o lavada de la arena, con la única condición de que en todas partes sea aceptada por el mismo valor,
así nadie que sólo se interese por lo agradable de la vida, se preocupará de si las representaciones son del
entendimiento o de los sentidos, sino solamente cuánto y cuán gran placer le proporcionen por el máximo
tiempo posible. Solamente quienes quieran privar a la razón pura de la facultad de determinar la voluntad sin
presuponer sentimiento alguno, pueden extraviarse de su propia definición y declarar completamente
heterogéneo lo que antes había llevado a un mismo principio>>
(40)
Habiendo llegado a este punto, me surgen más y más preguntas en torno a estas cuestiones que no pueden ser
olvidadas o relegadas. Deberían ocupar un lugar preferente como todas las que han precedido, pero el tiempo
y el espacio (tiempo y espacio siempre a nuestro lado) nos lo impiden. Son preguntas y respuestas que han
dado la Filosofía, la Literatura, la teología, la razón, en definitiva la Historia. Preguntas como ¿qué es lo
verdadero? o ?cómo puede darse la ausencia de movimiento y la presencia de vida? ¿vivir no significa
movimiento? ¿hay un horizonte más allá de la Eternidad? ¿la concepción de Eternidad significa la unión del
Pasado, del Presente y del Futuro? ¿la vida en términos absolutos no tiene un principio único?
En realidad estamos hechizados por el antagonismo de los polos: el del Bien y el del Mal, el de la Vida y el de la
Muerte..., son polos que lo único que podemos decir de ellos con seguridad es que son interdependientes, y
ésta es la extraña verdad que todos debemos no sólo comprender sino también asimilar.
No estoy seguro que su autor haya querido darles un sentido análogo, pero estos versos me parecen a
propósito para expresar lo que ahora quiero decir:
Pie de página
1.-Antoine de Saint-Exupèry: Ciudadela, Editorial Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1992, pág., 300.
2.-Eugenio Trías: La Razón Fronteriza. Editorial Destino, Barcelona, 1999.
3.-Isidro Herrera: Una Arqueología del Silencio. Comentario del libro de Michel Foucault: Entre Filosofía y
Literatura, en ABC Cultural, 6 de Marzo de 1999, pág., 22.
4.-Las religiones nacen, florecen, dominan a millones de gentes y desaparecen aplastadas bajo el peso de las
supersticiones y formulismos que el hombre se empeña en amontonar alrededor del fragmento de verdad que
les dio nacimiento. Siempre ha sido así, y así será en el futuro. Las religiones, todas sin excepción, son una obra
perecedera del hombre.
5.-No tenemos otro recurso que escribir la palabra Verdad, así, con mayúscula, para expresar lo que de alguna
manera pretendemos decir. Acudimos a las mayúsculas, las comillas, el subrayado, etc., para exponer aquello
que queremos sea destacado, y en este caso concreto, más aún, pues las palabras, todas, son finitas y la verdad
es infinita, e imposible es explicar la verdad infinita con palabras finitas. En esta misma línea de argumentación
¿cómo puede lo finito, o sea, el hombre, expresar o comprender lo infinito, es decir Dios?
6.-Evangelio según San Juan, de la Biblia de Jerusalén, Editorial Española Desclée de Brouwer, S.A., Bilbao,
1978, cap., 1, vers., 1-3, pág., 1505.
7.-Hablo del Mal, no del sufrimiento provocado por catástrofes naturales, aunque se podría investigar si tales
desgracias no serían provocadas en último término por la acción directa o indirecta del hombre.
8.-Ernst Cassirer: Antropología Filosófica, Editorial F.C.E., segunda edición, decimoquinta reimpresión, México,
1993, págs., 15-30.
9.-El subrayado es mío.
11.-Génesis, de la Biblia de Jerusalén, Editorial Española Desclée de Brouwer, S.A., Bilbao, 1978, cap., 3 vers.,
22, pág., 17.
12.-¿Acaso es correcto decir que hay algo, lo que sea, que es creado? ¿no sería más correcto decir que
simplemente nace?
13.-Aunque el error no es lo contrario de la verdad, ni más verdadero la una ni más falso el otro.
14.-El subrayado es mío.
15.-Platón: Defensa de Sócrates, en Obras Completas, Aguilar S.A. de ediciones, segunda edición, Madrid, 1974,
40 C, pág., 217.
15.-Extraña paradoja: <<finalmente es rescatado por la muerte>>.
16.-Pascal: <<Estudios Carmelitanos>>, Satán, Ediciones de la Pleïade, París, 1953, pág., 73.
17.-Ibíd., pág., 74, nota I.
18.-Cabalmente nos atrevemos a afirmar que el cielo y el infierno se inventaron respectivamente para inducir
al pueblo a la obediencia de los sacerdotes, con promesa de eterna felicidad y atemorizarlo con la amenaza de
condenación eterna si desobedecía.
19.-Siempre me resisto a emplear esta palabra, no me gusta. Hubiera preferido decir <<manifestación>>, mas
estamos dentro del orden cristiano y hay que respetar su estructura.
20.-Citado por Huston Smith en Las Religiones del Mundo, Editorial Thassàlia, S.A., Barcelona, 1995, pág., 134.
21.-Así pues, todo hombre puede aspirar y ser un Buda.
22.-Recuerdo ahora las palabras de otro gran maestro de la humanidad: <<Yo no he venido a este mundo para
juzgaros. El juicio está en vosotros...>>
23.-Hermann Hesse: Siddharta, Editorial Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1979, pág., 237.
24.-Los capítulos de <<El Mal en el Budismo>> y <<El Mal en el Hinduismo>>, se han fundamentado
principalmente en la obra de Los grandes Clásicos de la India, volúmenes 1-5. Fondo editorial Bhaktivedanta,
Los Ángeles, EE.UU., 1984.
25.-Bhagavad-Gita, Editorial Kier, S.A., Buenos Aires, 1982, cap., X, vers., 3, pág., 73.
26.-Una vez más nos encontramos con la noción de ignorancia.
27,.La noción de Atman, si la imperfección de mi lenguaje no traiciona demasiado la difícil expresión de mi
pensamiento, es BRAHMA en lo humano, lo Absoluto en lo humano, y no un absoluto contingente y relativo (lo
que por otro lado no tendría ningún sentido), sino un Absoluto naturalmente idéntico a sí mismo. Así, en el
hombre existe Dios. Dios que ignoramos, que negamos quizá, pero que, oculto en el fondo de nosotros, espera
que le reconozcamos y nos fundamos con Él. De este modo, atman no guarda relación con el mundo sensorial,
ni está investido de vida psíquica: es la porción de absoluto (?) encerrado en cada ser, cuya redención
permanece vinculada a su separación, tanto de los procesos físicos, como también de los psíquicos. El engaño
de creer que atman actúa, siente y piensa, es la principal causa del dolor.
28.-El mundo, la naturaleza, el individuo, son <<Maya>>. Maya no es la ilusión. Es un estado de hecho, designa
todo lo que se mueve y es inestable. Toda cosa, en el mundo de lo manifestado, se mueve. La manifestación es
también todo lo que está expresado en el tiempo continuo, el resultado de la causalidad tiempo-espacio. Por
tanto, Maya, es aquello que está evolucionando, y, en el fondo de la doctrina, Maya es la Madre Divina.
29.-Kerneiz, C.: Karma-Yoga, Editorial Kier, S.A., Buenos Aires, 1968, pág., 78.
30.- Epístola de San Pablo a los Romanos, de la Biblia de Jerusalén, Editorial Española Desclée de Brouwer, S.A.,
Bilbao, 1978, cap., VII, vers., 19, pág., 1620.
31.-El concepto de Karma tiene varias acepciones; por una parte puede significar <<trabajo, acción>>. También
puede significar <<reencarnación>>. El Karma igualmente puede significar el <<registro general de todas las
reencarnaciones anteriores a la actual>> (destino que un hombre se labra por la ley de causa y efecto). Por
supuesto no entramos en la discusión de las tres posibles clases de Karma.
32.- Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, Editorial Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1982,
primera parte, pág., 187.
33.-José Ortega y Gasset: Meditaciones del Quijote, en Obras Completas, Editorial Revista de Occidente,
primera edición, Madrid, 1946, volumen I, pág., 385
34.-Stephen W. Hawking: Historia del tiempo, del Big Bang a los agujeros negros, Editorial Planeta-Agostini,
Barcelona, 1988, págs., 35-37.
35.--No estoy tratando de decir que realmente haya algo que <<exista por sí mismo>>, sino que en el caso de
que existiese un absoluto, éste tendría que <<existir por sí mismo>>.
36.-Sadhu, M.: En Días de Gran Paz, Editorial Sirio, S.A., Málaga, 1984, pág., 128.
37.-Jean-Paul Sartre: Introducción a los escritos íntimos de Charles Baudelaire, Ediciones Point du jour, París,
1946, pág., 78.
38.-Tiempo, espacio y movimiento, tres constantes que nunca podremos eludir. Tres límites a nuestras ansias
de autonomía, de libertad.
39.-No cabe duda que esta observación no está exenta de una indudable carga hedonista. La manifiesta
sencillez de la argumentación de Kant parece reconocerse. Los términos en que discurre dicha argumentación
se extiende sobre un campo tan amplio que cubre gran cantidad de fenómenos diversos y heterogéneos.
Siempre es tentador introducir un concepto lo bastante amplio para que incluya las referencias más dispares.
(Cassirer, H.: Antropología Filosófica, introducción a una Filosofía de la Cultura, Editado por F.C.E., segunda
edición, decimoquinta reimpresión, México, 1993, págs., 234-238.
50.-Inmanuel Kant: Crítica de la Razón Práctica, Editorial Losada, S.A., cuarta edición, Buenos Aires, 1977, pág.,
28.
41.-Badosa, E.: Balada para la paz de los poetas, en <<Poesía española contemporánea>>, Plaza y Janés, Bar
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