A GARCIA SAN JUANpdf
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Resumen: Este artículo analiza las causas de la conquista islámica de la península Ibérica a
partir del estudio de las crónicas medievales, tanto cristianas (latinas y castellanas) como ára-
bes. Unas y otras explican dicho suceso histórico en base a la intervención de dos tipos de
factores, sobrenaturales y humanos. Respecto a los primeros se constata una mayor divergen-
cia en los planteamientos de ambos registros cronísticos, mientras que, en cambio, los prota-
gonistas humanos son siempre los mismos, si bien desempeñando papeles distintos en cada
caso.
Abstract: Assesses the causes of the Islamic conquest of the Iberian Peninsula by taking into
account the study of the medieval chronicles, both Christian (Latin and Spanish) and Arabic.
All of them explain this historical event in terms of the intervention of two kinds of forces,
namely supernatural and human. As far as the former are concerned, a greater divergence
between both sides can be ascertained. However, the human protagonists are always the same,
even if they fulfil different roles in each case.
INTRODUCCIÓN
La conquista islámica de la península Ibérica constituye un episodio trascendental
en la evolución del medievo hispano, lo que se refleja en la ingente producción bi-
bliográfica a que ha dado lugar su estudio ya desde el siglo XIX. El presente trabajo
no pretende contribuir a un mejor conocimiento de las circunstancias en que se pro-
dujo este hecho histórico ni a las consecuencias que del mismo se desprendieron,
aspectos todos ellos abordados en la bibliografía existente1. Por nuestra parte, hemos
tratado de abordar un aspecto concreto del tema, centrándonos en la forma en que los
cronistas medievales, árabes y cristianos, interpretaron las causas de la conquista,
estableciendo comparaciones al respecto entre ambos registros cronísticos y ponien-
do de manifiesto las similitudes y divergencias que pueden observarse.
La primera dificultad que implica un estudio realizado desde esta perspectiva es
que las crónicas medievales no se plantean la conquista musulmana en términos de
causalidad. De hecho, el concepto de “causa” no es usado en ninguna de las fuentes
latinas que narran los hechos de la conquista, y raramente en las árabes, de manera
que la causalidad debe entenderse en términos implícitos, más que explícitos. En lu-
gar de ello, al narrar la conquista, tanto los cronistas árabes como los latinos mezclan
dos tipos de argumentos, cuya articulación, por otra parte, no siempre nos explican.
Por un lado, las crónicas, se hacen eco de la intervención de elementos sobrenatura-
les, de tipo providencial, profético y legendario. Al mismo tiempo, determinados per-
sonajes son situados en el centro de las narraciones, atribuyéndoseles un protagonis-
mo decisivo en tanto que responsables de los hechos acaecidos y, en última instancia,
como causantes de los mismos.
Así pues, salvo contadas excepciones, las crónicas plantean la causalidad de la
conquista en términos implícitos y la atribuyen tanto a la intervención de elementos
sobrenaturales como de protagonistas humanos individuales que actúan conforme a
propósitos y causas mundanas, aunque en el contexto de relatos muy elaborados y
con grandes dosis de elementos míticos y legendarios. Esta mezcla de elementos so-
brenaturales y de relatos legendarios es la principal característica de las narraciones
cronísticas sobre la conquista y, a la vez, una de las mayores dificultades a la hora
de tratar de establecer la realidad histórica de los hechos, que permanece envuelta en
la nebulosa de las leyendas y profecías con las que los cronistas adornan sus relatos2.
Otro de nuestros propósitos ha sido la comparación de los relatos que ofrecen am-
bos registros cronísticos, con el fin de establecer sus similitudes y diferencias, así
como las posibles influencias y transferencias de uno a otro. A este respecto, pode-
mos adelantar que, aunque existen ciertas semejanzas, predominan las diferencias,
sobre todo al analizar los relatos más antiguos de una y otra tradición cronística. Ya
hemos dicho que los dos registros plantean la mezcla de elementos humanos y sobre-
naturales, aunque el peso de éstos es más importante en las crónicas latinas y, ade-
2. Esta característica de las narraciones cronísticas fue uno de los argumentos aprovechados por I. Ola-
güe. La revolución islámica en Occidente. Madrid, 1974, para negar la veracidad histórica de la conquista
musulmana de la Península. Su obra fue convenientemente replicada por P. Guichard. “Les arabes ont bien
envahi l’Espagne. Les structures sociales de l’Espagne musulmane”. Annales ESC, 6 (1974), 1483-1513
(versión castellana en P. Guichard. Estudios sobre historia medieval. Valencia, 1987, pp. 27-71).
más, esos factores sobrenaturales son bastante distintos en cuanto a sus característi-
cas y naturaleza. También se dan ciertas coincidencias por lo que se refiere al factor
humano, ya que los protagonistas individuales son en parte los mismos, aunque sobre
bases distintas en cada uno de los casos. En relación con este aspecto se constata la
existencia de un proceso de transmisión textual desde el registro árabe hacia el latino,
a través de la progresiva inclusión de elementos procedentes de las crónicas árabes
en las cristianas, tales como la leyenda de la casa de los candados de Toledo o la de
la violación de la hija de Julián.
En directa relación con la importancia del episodio de la conquista musulmana y
de la trascendencia histórica de sus consecuencias, son numerosas las fuentes docu-
mentales que nos permiten adentrarnos en su estudio. Estas fuentes son sobradamente
conocidas, de manera que no me detendré en realizar consideraciones pormenoriza-
das respecto a las mismas. Por lo que se refiere a las árabes, disponemos de una vein-
tena aproximada de obras que registran los sucesos de la conquista musulmana, tanto
de origen peninsular como oriental y norteafricano3. Las más antiguas de dichas cró-
nicas no son anteriores al siglo IX, aunque sus autores pudieron basarse en relatos
y tradiciones más antiguos. En cuanto a las latinas, son tal vez menos numerosas,
pero, en cambio, presentan el interés añadido de su mayor antigüedad, especialmente
la anónima Crónica mozárabe de 754, única fuente datada en el siglo VIII que narra
los hechos, pocas décadas después de la conquista, siendo la más antigua que se hace
eco de este episodio. Más tarde se produce la aparición, en la segunda mitad del siglo
IX, de las tres crónicas que integran el ciclo asturiano de Alfonso III.
lista se presenta bajo dos formulaciones en las crónicas hispanas. Primero, como cas-
tigo divino enviado por Dios a los visigodos por sus pecados. Segundo, en tanto que
materialización y verificación de una profecía bíblica contenida en el libro de Eze-
quiel.
De forma similar, las crónicas árabes vinculan la conquista de la Península a cier-
tos hechos sobrenaturales, pero no de base religiosa, sino legendaria. En efecto, di-
chos relatos hablan de la existencia de una profecía que habría anunciado al rey Ro-
drigo la conquista de la Península por los musulmanes. Es la bien conocida leyenda
de la casa toledana de los candados, que fue objeto de un viejo estudio por R. Bas-
set5.
Cabría señalar dos diferencias esenciales entre las crónicas cristianas y las árabes
por lo que se refiere a la intervención del elemento sobrenatural. En primer lugar, la
importancia concedida a este factor no es tan relevante en las crónicas árabes, que
destacan más el papel del elemento humano que el del sobrenatural. Por lo que se
refiere a su propia naturaleza, el factor sobrenatural no tiene en las crónicas árabes,
a diferencia de las latinas, una dimensión religiosa, sino estrictamente profética y
legendaria.
musulmana, al narrar la derrota del emperador Heraclio ante los musulmanes afirma que “un temor inspi-
rado por Dios se apoderó del ejército griego y se dieron la vuelta para huir de ellos”, cf. F. Macler. Histoi-
re d’Héraclius par l’évéque Sebèos, traduite de l’arménien et annotée. París, 1904, p. 97.
5. “La maison fermée de Tolède”. Bulletin de la Société de Géographie et d’Archéologie d’Oran, XX
(1899), 42-58, que no he podido consultar para este trabajo.
6. Cf. E. Sánchez Salor. “El providencialismo en la historiografía cristiano-visigótica de España”. Anua-
rio de Estudios Filológicos, 5 (1982), 179-192.
de la sucesión al trono, que se agudiza desde comienzos del siglo VII7. Esto explica
que, cuando menos de un siglo más tarde, el reino visigodo sea destruido por la con-
quista musulmana, surja en medios mozárabes, herederos de la tradición intelectual
visigoda, la explicación de dicha conquista en términos de castigo divino por los pe-
cados cometidos.
Sin embargo, esta visión está ausente en las dos primeras crónicas latinas redacta-
das en la Península con posterioridad a la irrupción islámica, conocidas como Cróni-
ca arábigo-bizantina de 7418 y Crónica mozárabe de 754, de las que sólo esta última
alude a la llegada de los musulmanes a Hispania. En realidad, dicha crónica no for-
mula en ningún momento, ni explícita ni implícitamente, una explicación de la causa
o causas de la conquista, sino que se limita a registrar los hechos, siendo su relato
breve y bastante aséptico, aunque imbuido de un fuerte sentimiento de lamento des-
garrado ante la ocupación de Hispania por los infieles. En este sentido, la Crónica
mozárabe contiene ya, aunque de manera no explícita, la idea de la pérdida de Espa-
ña, que más tarde desarrollan las crónicas asturianas y en el siglo XIII Rodrigo Jimé-
nez de Rada elevará a sus máximas cotas de expresividad emocional y literaria. La
pérdida de España se manifiesta en esta formulación inicial mediante el lamento por
la devastación y ruina causada por la conquista musulmana, aunque limitándose a
una mera declamación de tipo retórico, sin entrar en detalles respecto a la materiali-
dad concreta de esa destrucción9:
¡¿Quién podrá, pues, narrar tan grandes peligros?! ¡¿Quién podrá enumerar desastres
tan lamentables?! Pues aunque todos sus miembros se convirtiesen en lengua, no podría
de ninguna manera la naturaleza humana referir la ruina de España ni tantos y tan grandes
males como esta soportó. Pero para contar al lector todo en breves páginas, dejando de
lado los innumerables desastres que desde Adán hasta hoy causó, cruel, por innumerables
regiones y ciudades, este mundo inmundo, todo cuanto según la historia soportó la con-
7. La idea de un castigo divino como consecuencia de las violentas luchas de la nobleza visigoda por
el control de la monarquía aparece ya formulada en el IV Concilio de Toledo de 633, en especial en su
célebre último canon (LXXV), en el que, tras advertir que“es un sacrilegio violar los pueblos la fe prome-
tida a sus reyes”, los padres conciliares, presididos por el propio san Isidoro, afirman: “De aquí procede
el que la ira del cielo haya trocado muchos reinos de la tierra de tal modo que a causa de la impiedad de
su fe y de sus costumbres, ha destruido a unos por medio de otros. Por lo cual también nosotros debemos
guardarnos de lo sucedido a estas gentes para que no seamos castigados con una repentina desgracia de
esta clase, no padezcamos pena tan cruel”, cf. J. Vives (Ed.). Concilios visigóticos e hispano-romanos.
Madrid-Barcelona, 1963, pp. 217-218.
8. Cf. R. Blanco Silva. “Una crónica mozárabe a la que se ha dado en llamar arábigo-bizantina de 741:
un comentario y una traducción”. Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, 17 (1999), 153-
167.
9. Crónica mozárabe de 754. Ed. y trad. J. E. López Pereira. Zaragoza, 1980, nº 55.
quistada Troya, lo que aguantó Jerusalén, según vaticinio de los profetas, lo que padeció
Babilonia, según el testimonio de las Escrituras, y, en fin, todo cuanto Roma enriquecida
por la dignidad de los apóstoles alcanzó por sus mártires, todo esto y más lo sintió España
tanto en su honra, como también de su deshonra, pues antes era atrayente, y ahora está
hecha una desdicha”.
10. Según D. W. Lomax. La Reconquista. Madrid, 1984, p. 27, una de sus primeras manifestaciones se
registra en los escritos del misionero anglosajón Wilfrido, más conocido por su nombre romano, Bonifacio
(672/5-754), si bien no hemos podido verificarlo en su epistolario, cf. E. Mascherpa. Vita e lettere di San
Bonifacio. Noci (Bari), 1991.
11. Apud Ajbar maÏmÅ‘a. Ed. y trad. E. Lafuente Alcántara. Madrid, 1867, “Apéndices”, 4º, p. 165;
trad. del párrafo apud R. Menéndez Pidal. “El rey Rodrigo en la literatura”. Boletín de la Real Academia
Española, vol. XI, nº 52 (1924), 171-172.
12. Crónica mozárabe de 754, nº 47.
13. R. Menéndez Pidal. “Witiza y Rodrigo (según fuentes árabes y mozárabes)”. En R. Menéndez Pidal.
Islam y cristiandad. España entre las dos culturas. Málaga, 2001, pp. 261 y 274. La referencia a la lujuria
constituye un argumento que apoya el origen mozárabe de la visión providencialista, pues, como ha puesto
de manifiesto M. Acién. “El final de los elementos feudales en al-Andalus: fracaso del incastellamento
18. Rodrigo aparece aquí por vez primera como perteneciente al linaje de los reyes godos. En cambio,
como veremos más adelante, las crónicas árabes insisten en que Rodrigo no pertenecía a la estirpe regia,
siendo una de las causas que explican la traición de los hijos de Vitiza.
19. M. Gómez-Moreno. Introducción a la Historia Silense con versión castellana de la misma y de la
crónica de Sampiro. Madrid, 1921, p. LXXIII.
20. Jiménez de Rada. Historia de los hechos de España. Trad. J. Fernández Valverde. Madrid, 1989,
III, 17.
21. Jiménez de Rada. Historia de los hechos de España, III, 22.
conoce bajo el nombre de Crónica Profética26 cuya autoría se atribuye al clérigo mo-
zárabe Dulcidio y que está fechado el 11.4.883. Este opúsculo, de muy breve exten-
sión, es, al igual que la idea providencialista de la conquista musulmana, un típico
producto de la mentalidad de los mozárabes emigrados desde al-Andalus a tierras del
Norte peninsular a partir del siglo IX. Como es sabido, su propósito esencial es de-
mostrar la próxima victoria de los cristianos sobre los musulmanes y la reinstaura-
ción del reino de los godos, personificada en el rey astur-leonés Alfonso III, de quien
se anuncia su reinado sobre toda la Península: “también por revelaciones y aparicio-
nes de muchos cristianos se predice que este príncipe nuestro, el glorioso don Alfon-
so, reinará en tiempo próximo en toda España”27.
El origen de la profecía es desconocido, aunque J. Gil señaló su procedencia
oriental, siendo su referente más lejano un texto bíblico, concretamente Ezequiel,
3828. De esta forma, Dulcidio establece la profecía de la conquista musulmana de la
península y su corolario final, la recuperación del territorio perdido por el rey Alfon-
so III:
“Que los sarracenos iban a poseer la tierra de los godos, lo encontramos ya dicho en
el libro Panticino del profeta Ezequiel: ‘Tú, hijo del hombre, vuelve tu faz contra Ismael,
y háblales diciendo: te he hecho el más fuerte entre los pueblos, y te he multiplicado; te
he robustecido y he puesto en tu diestra una espada y en tu siniestra saetas, para que aplas-
tes a las gentes. Y que caigan postradas ante tu faz como las pajas ante la faz del fuego.
Y entrarás en la tierra de Gog con pie fácil, y abatirás a Gog con tu espada y pondrás el
pie en su cerviz y los harás tus siervos tributarios. Sin embargo, puesto que abandonaste
al Señor tu Dios, también yo te abandonaré y te llevaré de un lado a otro, y te entregaré
en manos de Gog; y en los confines de Libia perecerás tú y todas tus tropas por su espada.
Como hiciste a Gog, así hará él contigo. Una vez que los hayas poseído en esclavitud 170
años, Gog te dará tu pago, como tú hiciste”.
“Gog es ciertamente el pueblo de los godos; y al igual que por todo el linaje de los is-
maelitas se escribe más arriba sólo Ismael, cuando dice el profeta: ‘Vuelve tu rostro contra
Ismael’, así también por todo el pueblo de los godos se nombra a Gog, de cuya raíz vienen
y tomaron nombre. Y lo de que el pueblo de los godos viene de Magog, lo afirma la misma
Crónica de los Godos, cuando dice: ‘Que es antiquísimo el pueblo de los godos, cuyo ori-
gen proviene de Magog, hijo de Jafet, por lo que también se denomina por semejanza de
su última sílaba, es decir, Gog y ‘más’, coligiendo eso de Ezequiel el profeta’. De manera
semejante, también el Libro de las Generaciones afirma que de Magog, hijo de Jafet, vie-
nen los godos, y la Gotia y la Escitia tomaron nombre de Magog. Y lo que dice el profeta
a Ismael: ‘Entrarás en tierra de Gog con pie fácil y abatirás a Gog con tu espada, y pondrás
tu pie en su cerviz y los harás siervos tributarios’, esto entendemos que ya se ha cumplido:
pues Gog designa a España bajo el dominio de los godos, en la que por los delitos de la
gente goda entraron los ismaelitas y los abatieron con la espada y los hicieron sus tributa-
rios, como está a la vista en el tiempo presente”.
Así pues, nos encontramos, en realidad, ante una doble profecía, o una profecía
con dos partes. Primero, la entrada de los musulmanes en la Península, y, segundo,
su expulsión de dicho territorio una vez transcurrido el plazo de 170 tiempos, des-
pués del cual Gog se tomaría cumplida venganza e impondría a Ismael la servidum-
bre que él mismo había padecido.
30. Dikr bilad al-Andalus. Ed. y trad. L. Molina. 2 vols. Madrid, 1983, vol. I, pp. 15-20 (árabe) y vol.
II, pp. 22-27 (trad.).
31. Al-Humayd
. , Îadwat al-muqtabis. Ed. M. B. Tawt al-Tan. Ï. El Cairo, 1952, p. 8; al-Bakr. al-
tante, todos estos hadices son tenidos por falsos por los propios exégetas musulma-
nes, ya que ninguno de ellos figura en las nueve recopilaciones canónicas sunníes de
dichos proféticos32. A estos falsos hadices proféticos anunciadores de la conquista
de al-Andalus se añade la presencia en algunas fuentes árabes de referencias aisladas,
vinculadas a la figura de MÅsà, en las que se afirma que dicha conquista fue objeto
de diversas profecías, por ejemplo por un obispo andalusí que dijo a MÅsà que su
llegada a la Península había sido anunciada por el profeta Daniel33.
Pero la más célebre de las profecías que las fuentes árabes contienen respecto a
la conquista de al-Andalus es la de la leyenda de la casa de los candados de Toledo,
cuyo protagonista es el rey Rodrigo, al cual las crónicas árabes atribuyen la responsa-
bilidad de la conquista, debido a dos acciones: la narrada en la leyenda y la violación
de la hija del conde Julián34. El contenido de la leyenda consiste en síntesis en lo si-
guiente. Había en Toledo una casa cerrada con candados a la que cada rey añadía uno
nuevo al acceder al trono. Por su parte, Rodrigo no sólo se negó a seguir la tradición
mantenida por sus antecesores, sino que, además, ordenó abrir la casa, apareciendo
dentro unas representaciones figuradas de los árabes y un texto con una leyenda que
anunciaba que cuando la casa fuese abierta los hombres representados en esas imáge-
nes invadirían el país.
La leyenda de la casa de los candados aparece ya recogida en las fuentes árabes
más antiguas que narran la conquista musulmana, datadas en el siglo IX. Una de ellas
es la descripción geográfica del persa Ibn Jurdadbah (205-272 H/820-885)35 y otra
la crónica del egipcio Ibn ‘Abd al-Hakam
. (m.257 H/871), quien cita la leyenda de
boca de su padre, ‘Abd Allah b. ‘Abd al-Hakam,
. y de Hišam b. Ish. aq36. A partir de
estas versiones orientales, la leyenda se difunde en la cronística andalusí, siendo el
polígrafo Ibn Hab
. b (m. 234 H/852) el primero que la menciona, citando como fuente
Masalik wa-l-mamalik. Ed. A. P. van Leeuwen y A. Ferre. 2 vols. Cartago (Túnez), 1992, vol. II, p. 898,
quien pone en boca del califa ‘Utman dos de dichos hadices; al-Zuhr. Kitab al-Ïa‘rafiyya. Ed. M. Hadj-
Sadok. Bulletin d’Études Orientales, XXI (1968), 226-227, nº 209; trad. D. Bramón. El mundo en el siglo
XII. Sabadell, 1991, p. 141, nº 209; al-Himyar . . Kitab al-rawd. al-mi‘.tar f jabar al-aq.tar. Ed. I. ‘Abbas.
Beirut, 19842, p. 33; E. Lévi-Provençal. La Péninsule Ibérique au Moyen-Age d’après le Kitab al-rawd.
al-mi‘t. ar f habar al-akt. ar. Leiden, 1938, p. 3 (árabe) y p. 6 (trad.), que se limita a reproducir a al-Bakr.
32. Cf. MawsÅ‘at al-had . t al-šarf. Ed. CD-ROM.
33. Cf. J. Samsó. “Astrology, pre-Islamic Spain and the conquest of al-Andalus”. Revista del Instituto
Egipcio de Estudios Islámicos, XXIII (1985-1986), 79-94, especialmente pp. 83-84.
34. Cf. J. Hernández Juberías. La península imaginaria. Mitos y leyendas sobre al-Andalus. Madrid,
1996, pp. 194-208.
35. Ibn Jurdadbah. al-Masalik wa-l-mamalik. Ed. M. J. de Goeje. Leiden, 1889, pp. 156-157. Sobre este
autor, cf. E.I.2, vol. III, p. 863 (M. Hadj-Sadok).
36. Ibn ‘Abd al-Hakam.
. FutÅh. Misr . wa-l-Magrib. Ed. ‘A. Muhammad
. ‘Umar. El Cairo, 1995, p. 234.
Sobre este autor, cf. E.I.2, vol. III, p. 696 (F. Rosenthal).
al alfaquí egipcio ‘Abd Allah b. Wahb (m. 197 H/812), quien a su vez la tomó de su
maestro, al-Layt b. Sa‘d (m. 171 H/791)37. Posteriormente, el cronista cordobés Ibn
al-QÅtiyya
. (m. 367 H/977) introduce ciertas variantes, como la ausencia de mención
específica a los candados, y añade algunos detalles relativos a la figura de Rodrigo,
en especial la alusión a la ilegitimidad de su gobierno, al haber ceñido por sí mismo
la corona38. Desde entonces encontramos reproducida la leyenda en un amplio por-
centaje de las fuentes árabes que aluden a la conquista39. En cambio, la misma está
ausente de la cronística latina hasta fechas tardías, siendo incorporada en primer lu-
gar por Lucas de Tuy y, algo más tarde, por el arzobispo toledano Jiménez de Rada40.
Los últimos estudios dedicados por E. Manzano al estudio de la conquista musul-
mana de la Península a través de las fuentes árabes ponen de manifiesto la necesidad
de identificar, en los relatos que dichas fuentes suministran, una serie de temas tópi-
cos que se repiten, de forma casi sistemática, en todas ellas. Dentro de estos temas
habría que distinguir unos, la mayoría, de procedencia oriental, en concreto egipcia,
y otros, los menos, de origen propiamente andalusí. La leyenda de la casa de los can-
dados de Toledo es sin duda uno de los temas de procedencia oriental, como indica
a las claras su abundante presencia en las fuentes árabes desde el siglo IX y su com-
pleta ausencia en las latinas hasta el XII, habiéndole atribuido A. H. Krappe un remo-
to origen babilónico41, aunque las versiones que recogen las fuentes árabes han sido
consideradas de procedencia egipcia42.
Aunque las fuentes árabes no establecen una conexión expresa entre la leyenda
de la casa de los candados y la conquista musulmana, es clara la relación implícita
existente entre ambos elementos. De un lado, dado el propio contenido profético de
la leyenda, al anunciar anticipadamente la llegada de los árabes a la Península. Por
otra parte, por la propia actitud del rey Rodrigo de negarse a añadir el correspondien-
te candado y de empeñarse en abrir la casa, saltándose así la tradición seguida por
todos sus antecesores.
J. Hernández Juberías. La península imaginaria, pp. 194 y 198, la procedencia musulmana, concretamente
egipcia, de la leyenda es unánimemente aceptada en la actualidad.
43. J. Hernández Juberías. La península imaginaria, p. 163.
“Después que falleció Vitiza, Rodrigo fue ungido como rey. En su tiempo España mar-
chó hacia una iniquidad todavía peor. En el año tercero de su reinado, y a causa de la trai-
ción de los hijos de Vitiza, entraron los sarracenos en España. Y como el rey hubiera sabi-
do de su entrada, al momento salió con el ejército para luchar contra ellos. Pero, aplastados
por la muchedumbre de sus pecados y traicionados por el fraude de los hijos de Vitiza,
fueron puestos en fuga. Puesto en fuga el ejército, fue destruido casi hasta el exterminio.
Y como abandonaron al Señor, para no servirle en justicia y en verdad, fueron abandona-
dos por el Señor, de manera que no habitaran la tierra deseable”
“Muerto Vitiza, Rodrigo es elegido rey por los godos. Este, como se sabe, anduvo en
los pecados de Vitiza, y no sólo no puso término al escándalo, armado con el celo de la
justicia, sino que lo amplió más. Pero los hijos de Vitiza, movidos por el resentimiento de
que Rodrigo hubiera recibido el reino de su padre, con artero designio mandan emisarios
a África, piden ayuda a los sarracenos y, una vez que pasaron a bordo de naves, los meten
en España. Pero ellos, que introdujeron en la patria la perdición, perecieron junto con su
gente por la espada de los sarracenos.
Y así, como Rodrigo hubiera sabido de su entrada, les salió al paso con todo el ejército
de los godos para combatir contra ellos. Pero como la Escritura dice: ‘En vano corre aquel
a quien la iniquidad precede’, aplastados por la mole de los pecados de los obispos y de
los suyos propios, y traicionados por el fraude de los hijos de Vitiza, todos los ejércitos
de los godos se dieron a la fuga y fueron aniquilados por la espada”.
dieron, lo hicieron para pactar con T. ariq, primero debido a que Rodrigo era “uno de
los vasallos más viles que su padre había tenido” y, segundo, con el objetivo de ver
ratificado el dominio sobre las tres mil fincas que conformaban el patrimonio fundia-
rio de su padre. Su relato es el siguiente:
“Cuando Táric, hijo de Ziad, penetró en España, en tiempo del califa Algualid, hijo de
Abdelmélic, escribió Rodrigo a los hijos del rey (Witiza), los cuales ya eran bien mozos
y sabían manejar un caballo, invitándoles a que le ayudaran y se le uniesen contra el ene-
migo común. Ellos concentraron las tropas de frontera y se pusieron en marcha, hasta
acampar en Secunda, no atreviéndose a entrar en Córdoba porque no se fiaban completa-
mente de Rodrigo: este tuvo que salir de esta ciudad para unirse a ellos.
Inmediatamente fueronse al encuentro de Táric, y cuando ya estaban ambos ejércitos
a punto de combatir, pusieronse de acuerdo Alamundo y sus hermanos para hacer traición
a Rodrigo. Al efecto, aquella misma noche mandaron emisarios a Táric para hacerle saber
que Rodrigo no era más que uno de los vasallos más viles que su padre había tenido y pe-
dirle seguro a fin de poder a la mañana siguiente trasladarse a su campo, y que les confir-
mara y asegurara la posesión de las heredades o cortijos que su padre tenía en España.
Eran tres mil aldeas, que posteriormente vinieron a llamarse “los feudos reales”. Al ama-
necer pasaronse al campo de Táric con las tropas que consigo habían venido. Esta fue la
causa de la conquista”
a la propia identidad de los hijos de Vitiza, que habrían sido sólo dos, no tres, llama-
dos Sisberto (Šišbert) y Oppa (Ubba). En cuanto a la sucesión de Vitiza, esta versión
es más explícita que la de Ibn al-QÅtiyya,
. señalando que, tras su muerte, el pueblo
no consideró apropiados a los hijos de Vitiza para el trono, siendo elegido Rodrigo,
que era noble, pero no de estirpe real. En el momento de la llegada de T. ariq al Sur
de la Península, Rodrigo estaba en el Norte, combatiendo a los vascones. Respecto
a los motivos de la traición, se sintetizan en dos: primero, la no pertenencia de Rodri-
go al linaje regio y su condición de persona de categoría inferior; segundo, la suposi-
ción de que los musulmanes no venían a la Península con la intención de adueñarse
del territorio, sino sólo de obtener un botín y de regresar luego a sus bases norteafri-
canas, con lo que los vitizanos podrían recuperar el trono. En cambio, Ibn Hayy . an
parece discrepar de nuevo del resto de cronistas árabes, al apuntar que los hijos de
Vitiza ansiaban poder recuperar el trono de su padre gracias a la intervención de los
musulmanes (tam .
a‘atan min-hum f an yu’add wa-yujallis. ilay-him mulk ab-him)53.
En resumen, el papel atribuido a los hijos de Vitiza en las tradiciones cronísticas
cristiana y árabe es distinto, siendo los autores de su venida a la Península para la
primera y sólo responsables de la derrota de Rodrigo en la segunda, aunque, en base
a ello, Ibn al-QÅtiyya
. los considera “la causa de la conquista” (sabab al-fath).. En
cambio, ambos registros coinciden en relacionar su actuación con el acceso al trono
visigodo por parte de Rodrigo, si bien de maneras muy distintas. El más antiguo rela-
to de la conquista conservado, la Crónica mozárabe, así como Ibn Hayy . an, señalan
que Rodrigo llegó al trono por la fuerza. En cambio, las demás crónicas árabes seña-
lan que fue elegido por los godos debido a la minoría de edad de los hijos de Vitiza,
y todas ellas coinciden en que Rodrigo no sólo no era de estirpe regia, sino ni siquie-
ra noble, citando explícitamente al respecto Ibn ‘Idar fuentes no árabes (kutub al-
‘aÏam). Los relatos de las crónicas cristianas posteriores (asturianas, Silense, Jimé-
nez de Rada) tienden a legitimar a Rodrigo, señalando, no sólo que accedió al trono
por elección, sino que, además, pertenecía al linaje regio.
El conde Julián
No es nuestro propósito entrar en detalles en este trabajo sobre la figura del conde
Julián, personaje al que las fuentes árabes conceden un protagonismo de primer or-
den en la conquista musulmana de la Península, si bien discrepan respecto a casi to-
dos los aspectos relativos a su personalidad: nombre, identidad, etnia, nacionalidad
y centros de autoridad54. En cambio, las crónicas latinas más antiguas ni si quiera lo
115. Cf. asimismo las consideraciones de L. A. García Moreno. “Ceuta y el Estrecho de Gibraltar durante
la Antigüedad Tardía (siglos V-VIII)”. Actas del Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar”
(Ceuta, 1987). Madrid, 1988, vol. I, pp. 1095-1114.
55. R. Menéndez Pidal. “Witiza y Rodrigo (según fuentes árabes y mozárabes)”, p. 260 y P. Chalmeta,
Invasión e islamización, p. 119, admiten implícitamente que Julián sería el personaje mencionado como
Urbano en la Crónica mozárabe de 754, nº 57.
56. Aunque esta versión árabe superaba en extensión al original latino y llegaba hasta la conquista mu-
sulmana de la península, sin embargo, el unicum conservado, recientemente editado, sólo llega hasta la
época del emperador Valente, Cf. Kitab HurÅšiyÅš (traducción árabe de las Historiae adversus paganos
de Orosio). Ed. M. Penelas. Madrid, 2001, p. 44.
57. Chronica gothorum, pp. 79-80 y 182-185, que presenta notorias variantes respecto a la forma más
difundida de la leyenda, tanto por lo que se refiere a los nombres de algunos de los protagonistas como
respecto a su desarrollo narrativo.
58. R. Menéndez Pidal. “Sobre la Crónica Pseudo Isidoriana, obra de un mozárabe arabizado”. En R.
Menéndez Pidal, Islam y cristiandad, pp. 139-147. En cambio, el propio R. Menéndez Pidal. “El rey Ro-
drigo en la literatura”. Boletín de la Real Academia Española, vol. XI, 52 (1924), p. 168, consideraba
dicha crónica obra de un mozárabe toledano en la primera mitad del siglo XI.
59. “El rey Rodrigo en la literatura”, p. 177; ídem, “Witiza y Rodrigo (según fuentes árabes y mozára-
“El estrecho que le separaba de España estaba bajo el mando de un extranjero llamado
Yulyan, gobernador de Ceuta y de una ciudad junto al estrecho, a la parte de España, co-
nocida por al-Jadr . a’, próxima a Tánger. Julián reconocía la autoridad de Rodrigo, rey de
España, el cual residía en Toledo. T. ariq mantuvo correspondencia con Julián, y consiguió
adularle, llegando a cambiarse presentes. Julián había enviado a su hija a Rodrigo, sobera-
no de España, para que le proporcionase educación e instrucción. Rodrigo la dejó encinta.
Al saber esto Julián, dijo: ‘No veo para él más que un castigo, una venganza, enviarle a
los árabes’. Y mandó decir a T. ariq ‘Soy yo quien te va a hacer entrar en España’. T. ariq
se encontraba entonces en Tremecén, y MÅsà en Qayrawan. T. ariq escribió: ‘No puedo
fiarme de ti si no me envías rehenes’. Julián le envió entonces a sus dos hijas: no tenía más
hijos. T. ariq las dejó en Tremecén con una buena guardia. Seguidamente fue a reunirse con
Julián en Ceuta, junto al estrecho. Este se alegró grandemente al verle y afirmó: ‘Yo te
haré entrar en España”.
“La entrada de Táric a España tuvo lugar en el mes de Ramadán del año 92, y la
causa (u ocasión) del suceso fue que un comerciante cristiano llamado Yulián, que solía
ir y venir de España a los países berberiscos, siendo Tánger (...) sobre ella y el pueblo de
Tánger era cristiano (...) y solía llevar a Rodrigo buenos caballos y halcones de este país.
A este comerciante se le murió su mujer, dejándole una hermosa hija. Rodrigo (por aquel
entonces) le encargó que pasase a África; pero él se excusó con la muerte de su señora y
no tener persona a quien encomendar su hija. Rodrigo dispuso que la introdujera en pala-
cio; fijóse en ella, parecióle hermosa y la violó. Al volver su padre, ella se lo dio a enten-
der; y este dijo a Rodrigo: “(Ahora) sí he dejado yo unos caballos y unos halcones que no
se han visto semejantes!” Autorizóle Rodrigo para volver por ellos; Yulián llevó consigo
su dinero y fuése en busca de Táric, hijo de Ziad, a quien llamó la atención sobre España,
encareciendo la excelencia (de la tierra) y la debilidad de su pueblo y diciéndole que era
gente cobarde. Táric, hijo de Ziad, escribió a Muza, hijo de Nosair, participándoselo; y
éste ordenó que entrase en la Península”.
64. Ajbar maÏmÅ‘a, pp. 5-9 (árabe) y pp. 19-23 (trad.); Fath, . 13-15 y 18-20; Ibn al-KardabÅs. Kitab al-
iktifa’, pp. 43-44; trad. F. Maíllo, pp. 54-56; Ibn ‘Idar. al-Bayan al-Mugrib (II), p. 7; trad. F. Fernández
y González, p. 20; R. P. A. Dozy. The History of the Almohads, p. 7; trad. A. Huici, pp. 7-8; E. Fagnan.
Annales, pp. 41 y 44; al-Maqqar. Nafh, . vol. I, pp. 243-244; trad. apud Ajbar maÏmÅ‘a, p. 173.
65. Ibn al-QÅtiyya.
. Ta’rj, pp. 7-8 (árabe) y pp. 5-6 (trad.).
66. Ibn ‘Idar. al-Bayan al-Mugrib (II), p. 6; trad. F. Fernández y González, p. 19.
67. E. Lévi-Provençal. La Péninsule, p. 7 (árabe) y p. 11 (trad.); al-Maqqar. Nafh, . vol. I, p. 244; trad.
apud Ajbar maÏmÅ‘a, p. 173.
68. La idea de la conquista musulmana como producto de la doble traición de los hijos de Vitiza y del
conde Julián juega un papel muy relevante en la conformación de la ideología de la Reconquista y, por
este motivo, tendrá una importante incidencia en la forma en que los cristianos interpretaban la presencia
musulmana en la Península y la existencia de al-Andalus. Al conceptualizarse en términos de usurpación
ilegítima, producto de la traición, dicha presencia era considerada un hecho ilegítimo cuya anulación era,
no sólo un derecho, sino una obligación de los cristianos, especialmente de sus gobernantes. Dicha inter-
pretación de la conquista musulmana y su corolario, al-Andalus como entidad conquistable, repercutirá
sobre la negativa imagen del Islam y los musulmanes entre los cristianos peninsulares durante la Edad
Media.
69. M. Gómez-Moreno. Introducción, pp. LXXIII-LXXIV.
70. Jiménez de Rada. Historia de los hechos de España, III, 19.
Además, Jiménez de Rada armoniza los dos relatos relativos a los hijos de Vitiza
y Julián, en principio independientes. Ya hemos visto que las tradiciones sobre am-
bos aparecen reseñadas conjuntamente en las crónicas árabes, pero sin que exista
ninguna relación ni nexo causal que las una. La novedad que aporta Jiménez de Rada
consiste en la conjugación de los dos relatos, señalando la existencia de un vínculo
entre los hijos de Vitiza y Julián bajo la forma de una confabulación para derrotar a
Rodrigo en su enfrentamiento con los musulmanes. Asimismo, Jiménez de Rada in-
troduce otra novedad más, en relación al móvil de los hijos de Vitiza. Las crónicas
árabes, salvo Ibn al-QÅtiyya,
. señalan como causa de su llamada a los musulmanes
la ambición política de poder recuperar el reino visigodo, una vez derrotado Rodrigo,
aunque a título de mera suposición subjetiva, es decir, sobreentendiendo que el pro-
pósito de los musulmanes no era permanecer en a Península, sino únicamente obtener
botín y después marcharse. Jiménez de Rada coincide con los cronistas árabes res-
pecto al móvil de los hijos de Vitiza, pero con la peculiaridad de señalar la existencia
de un pacto previo con T. ariq en virtud del cual los musulmanes ayudarían a los viti-
zanos a recuperar el trono71:
“Por su parte, los dos hijos de Witiza que se habían confabulado con el conde Julián
estuvieron al lado del rey Rodrigo en esta batalla y, uno por la derecha y otro por la iz-
quierda, comandaban las alas, y se dice que la noche anterior se entrevistaron con Tárik
a fin de que, al retirarse ellos de la lucha, el ejército de los godos fuera vencido con facili-
dad y, una vez muerto el rey Rodrigo que, como hombre de altas miras, dejaría que le ma-
taran antes que huir, el trono vacante pudiese corresponderles a ellos; pues no se les pasa-
ba por la mente que los árabes pudieran o quisieran quedarse con su patria, y por ello,
abandonadas las armas, escaparon tan pronto como estalló la contienda. Tárik también les
había prometido eso mismo y que les devolvería todo lo que había pertenecido a su padre”
A pesar de la armonización de los relatos relativos a los hijos de Vitiza y del con-
de Julián y de que menciona la existencia de un pacto entre aquellos y T. ariq para
recuperar el reino, el cronista toledano carga las tintas sobre Julián, a quien parece
atribuir la responsabilidad de la conquista musulmana, como indica el párrafo si-
guiente, con el que finaliza el relato de la batalla del Guadalete, en el que lanza una
maldición contra este nefando personaje72:
CONCLUSIONES
La conquista islámica es un hecho de gran relevancia en la historia de la península
Ibérica, determinante en la evolución del período medieval. Sin embargo, el conoci-
miento de las causas que propiciaron este hecho decisivo queda fuertemente oscure-
cido por las características de la información que al respecto suministran las crónicas,
nuestra principal fuente de información. Los relatos de dichas crónicas aparecen en-
vueltos en un conjunto de narraciones legendarias y proféticas en las que se mezclan
la presencia de elementos sobrenaturales junto al factor humano que representa el
papel desempeñado por los protagonistas individuales, visigodos y musulmanes, en
una superposición que, por otro lado, es característica de la cronística medieval. Asi-
mismo, las crónicas no plantean la narración de la conquista en términos de explica-
ción causa-efecto y, de hecho, el concepto “causa” apenas es utilizado en alguna
ocasión esporádica en ciertas crónicas árabes, de tal forma que el estudio de las cau-
sas de este hecho histórico se vincula al significado de dichos relatos y narraciones
legendarias y al papel atribuido a los protagonistas individuales que en él intervienen.
73. A. H. Krappe. The Legend of Rodrick, last of Visigoth Kings, and the Ermanarich cycle. Heidelberg,
1923.
74. “El rey Rodrigo en la literatura”, pp. 157-197, especialmente p. 167.
75. M. ‘A. Makk. “al-Asa.tr”, pp. 36-37.
76. P. Chalmeta. Invasión e islamización, p. 120, aparentemente sin haber tenido en cuenta la opinión
de los autores que se han ocupado del asunto con anterioridad.