En Los Albores de La Pneumatología-2022
En Los Albores de La Pneumatología-2022
En Los Albores de La Pneumatología-2022
PNEUMATOLOGÍA
Una reflexión sobre el Espíritu Santo
Toda historia es más que una mera sucesión de
acontecimientos, es el esfuerzo concreto de hombres y
en Padres de la Iglesia del siglo IV
mujeres que ayudaron a forjarla.
Sucede así con aquellos quienes, en la Iglesia, son Orlando Solano Pinzón, PhD (Dir.)
llamados "Padres". pues: con la fuerza de la fe, con la
Facultad de Teología
Bogotá
Facultad de Teología
Introducción ................................................................... 11
Prefacio
Es siempre inspirador y alentador para la vida de fe, para la re-
flexión teológica y para la acción pastoral el acercamiento a los Padres
de la Iglesia. Es beneficioso el acercamiento a su vida y obras en la
Patrología o al pensamiento teológico de los mismos en la Patrística.
El aporte de los Padres de la Iglesia como agentes de la transmisión
de la Revelación divina y testigos privilegiados de la Tradición es fun-
damental para la recta comprensión de la vida de fe y la reflexión
teológica.
Y no puede ser de otro modo, pues «la teología nació de la activi-
dad exegética de los Padres, “in medio Ecclesiae”, y especialmente en
las asambleas litúrgicas, en contacto con las necesidades espirituales
del Pueblo de Dios. Una exégesis en la que la vida espiritual se funde
con la reflexión racional teológica, mira siempre a lo esencial»1. La
teología que nació de los Padres fue el fruto de la actividad orante y
reflexiva de Pastores que deseaban cumplir con fidelidad su misión,
propiciando el vivo acercamiento de los suyos a Dios Padre por me-
dio de Jesús, el Hijo encarnado, bajo la acción del Espíritu Santo.
Pastores que se hicieron teólogos, reflexionando sobre los misterios
de la fe para acrisolar la experiencia de fe de sus hermanos; luego
teólogos que se hicieron catequistas para propiciar en los fieles a quie-
nes se dirigían con su enseñanza el encuentro cada vez más vivo con
Cristo y la experiencia cristiana, los Padres son maestros para los cris-
tianos de todos los tiempos.
Por este motivo es especialmente gratificante conocer que, en el
esfuerzo de fomentar y profundizar el ejercicio de la actividad de in-
2 Royo Marín, A. El Gran Desconocido. El Espíritu Santo y sus dones. Madrid, 1972.
Prefacio 7
Pneumatología primera surgida en Oriente, es el primer Padre de la
Iglesia latino que escribe también acerca de la divinidad de la Tercera
Persona Divina en su obra El Espíritu Santo. Estas importantes obras
constituyeron la fuente del trabajo investigativo del Semillero en el
año 2020, guiados por su tutor el Doctor Orlando Solano Pinzón y
la Doctora Ana Cristina Villa Betancourt.
Animados por el estudio común de las obras antes menciona-
das, los participantes en el Semillero dieron un paso importante: la
elaboración de artículos sobre lo investigado. Con dichos artículos
se podría publicar un libro de divulgación que permitiese que mu-
chos conozcamos algo de la riqueza de la enseñanza de los Padres
de la Iglesia acerca del Espíritu Santo. ¡Y la meta se alcanzó! Con
sumo agrado, agradecido a los autores de esta gran y providencial
iniciativa, me siento profundamente honrado al escribir el prefacio
de este libro titulado En los albores de la pneumatología. Un acerca-
miento a la reflexión sobre el Espíritu Santo en Padres de la iglesia del
siglo IV. Sabia decisión la de compartir con el público en general
-trascendiendo el ámbito académico- el fruto del trabajo realizado
en el Semillero. Una cordial felicitación y profundo agradecimiento
a los integrantes del Semillero que, guiados sabia y prudentemente
por su tutor, nos ofrecen un libro con aportes claros, de lectura grata
y ágil, que refleja la riqueza del pensamiento de los autores estudia-
dos, la clara comprensión y exposición de los autores de los diversos
artículos y que es invitación a acercarse directamente a las fuentes
estudiadas.
El libro es generoso, el título modesto, en cuanto se entrega más
de lo ofrecido. El título circunscribe el estudio al siglo IV pues ha
sido lo investigado originalmente en el Semillero, pero el resultado
final nos da cuenta de algunos antecedentes de reflexión pneumato-
lógica como la realizada por San Ireneo de Lyon, Tertuliano, Oríge-
nes y San Atanasio de Alejandría.
La primera frase del título: En los albores de la pneumatología, es
sumamente pertinente ya que los primeros siglos del cristianismo, el
misterio de la Santísima Trinidad fue inadecuadamente comprendi-
do, lo que se tradujo en diversas herejías. La insuficiente compren-
sión del misterio de Dios condujo a que algunos negaran la divinidad
8 En los albores de la pneumatología
Introducción
El presente libro recoge el esfuerzo académico de los integrantes
del Semillero de Hermenéutica y Padres de la Iglesia, de la Pontificia
Universidad Javeriana (Bogotá), por recuperar la reflexión sobre el
Espíritu Santo, hoy desconocida. Algunos estudiosos, de hecho, ma-
nifestaron este desconocimiento o vacío y, así como el Papa Francis-
co, se refirieron a Él como “el olvidado”3 o “el gran Desconocido”4.
En este sentido, el Semillero evidenció el múltiple impacto que gene-
ra dicho vacío pneumatológico hoy.
En el caso de la teología, la separación de esta con la espiritualidad
hace que el quehacer teológico quede reducido a un mero ejercicio
académico incapaz de tocar la existencia vital de los creyentes y de-
cir una palabra de vida ante problemas de nuestras actuales circuns-
tancias históricas. En lo que respecta a la labor pastoral, la falta de
comprensión de la acción del Espíritu en el ser humano afecta la
creatividad interior para responder a los nuevos desafíos culturales y
la sensibilidad para reconocer los signos de la presencia de la Trini-
dad Santa en la creación, en los detalles de la vida comunitaria de las
comunidades eclesiales y en la cruda realidad histórica. En cuanto a
la vida cristiana, el desconocimiento del Espíritu Santo incapacita al
creyente para vivir a la manera de Jesús, pues es el Espíritu quien hace
posible en el creyente la identificación con Cristo, la filiación divina
y la divinización de los seres humanos.
Por tales motivos, rescatar los aportes realizados por autores como
Ireneo de Lyon, Tertuliano, los alejandrinos Orígenes, Atanasio y Dí-
1. Ireneo de Lyon
Ireneo nació entre el 140 y 160, en Asia menor, probablemente
Esmirna. En una carta al presbítero romano Florino señaló haber es-
cuchado en su infancia la predicación de Policarpo, obispo de aquella
ciudad12. Así, a través de Policarpo, Ireneo entró en contacto con la
era apostólica y, con razón, fue elogiado por “su celo por el testamen-
to de Cristo”13.
La obra magna de Ireneo de Lyon es Adversus haereses (Contra los
herejes), con la cual hizo frente a la herejía gnóstica y se constituyó
como el mejor medio para conocer el sistema gnóstico y la teología
de la Iglesia primitiva14. No obstante, llegó a nosotros otra obra que
se conocía solo por el testimonio de Eusebio de Cesarea, hasta 1904,
cuando se descubrió una edición en lengua armenia:
además de los escritos y cartas de Ireneo ya dichos, se conservan de él un
tratado contra los griegos, cortísimo y en gran manera perentorio, titulado
Sobre la ciencia, y otro que dedicó a un amigo, llamado Marciano, En
demostración de la predicación apostólica.15
18 Ibíd., n. 5. Antes Ireneo había dicho en su Adv. haer. I, 2, 22.1: “[Dios] hizo todas las
cosas por medio de su Verbo y de su Espíritu…”. Y, más adelante, en IV, 3, 20.1 escri-
bió: “Porque Dios no tenía necesidad de ningún otro, para hacer todo lo que Él había
decidido que fuese hecho, como si El mismo no tuviese sus manos. Pues siempre le
están presentes el Verbo y la Sabiduría, el Hijo y el Espíritu, por medio de los cuales y
en los cuales libre y espontáneamente hace todas las cosas, a los cuales habla diciendo:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26): toma de sí mismo la
substancia de las creaturas, el modelo de las cosas hechas y la forma del ornamento del
mundo”.
19 Lashier, Irenaeus on the Trinity, 166.
20 Orbe, Hacia la primera teología de la procesión del Verbo. I/1, 137. “Una vez subsistentes
las esencias, el Espíritu Santo -actuando en servicio inmediato del Verbo- las dota de
virtudes y cualidades, consumando en el orden natural la obra de consistencia: y es la
διακόσμησις (= δυνάμωσις)” Idem., La Unción del Verbo, 520.
21 Téngase en cuenta que no se trata de una innovación de Ireneo. Algunos estudiosos,
como Briggman, sostienen que Ireneo podría haber recibido la influencia de Teófilo al
respecto; sin embargo, la propuesta no ha sido acogida del todo. Romero-Pose prefiere
pensar que ambos pueden debérsela a una tradición oriental, siria o palestinense. En todo
caso, nos es claro que la fe en el Espíritu Santo se remonta hasta épocas muy antiguas.
22 Orbe, La Teología del Espíritu Santo, 461.
18 En los albores de la pneumatología
Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios son conducidos
al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los presenta al Padre, y
el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el Espíritu Santo es pues im-
posible ver al Verbo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre,
porque el Hijo es el conocimiento del Padre y el conocimiento del Hijo se
obtiene por medio del Espíritu Santo. Pero el Hijo, según la bondad del
Padre, dispensa como ministro al Espíritu Santo a quien quiere y como el
Padre quiere.33
70 Heine, Origen. An Introduction to His Life and Thought, 18. La traducción es nuestra.
71 Fue el centro de enseñanza teológica más antigua del cristianismo. Entre sus caracterís-
ticas, destacan: marcado interés por la investigación metafísica del contenido de la fe,
preferencia por la filosofía de Platón y la interpretación alegórica de las Sagradas Escritu-
ras. Aquí estudiaron y enseñaron teólogos famosos como Clemente, Orígenes, Dionisio,
Atanasio, Dídimo y Cirilo.
72 Trigg, Origen, 16. La traducción es nuestra. Trigg se refiere a Aquila de Sinope y Símaco,
el ebionita.
73 Para una mejor comprensión del tema, véase el artículo de Ciner, “El legado de Orígenes
a la teología cristiana contemporánea”.
74 Motivo por el cual muchas de sus obras fueron destruidas. San Jerónimo testimonia 800
escritos de Orígenes. Ver: Quasten, Patrología I. Hasta el Concilio de Nicea, 357.
Tras el Espíritu Santo 27
Por otro lado, las invitaciones que recibió de varios obispos de la
Palestina, aun siendo laico, para predicar sermones y explicar las Es-
crituras a sus fieles, terminaron por molestar a Demetrio, quien al
conocer que Orígenes había recibido el sacerdocio de manos de tales
obispos, adujo que aquel se encontraba impedido por haberse castra-
do. La situación condujo a su excomunión de la Iglesia de Alejandría,
para cuyo fin Demetrio convocó un Sínodo, y otro sínodo más lo
depuso del sacerdocio (231).
Con todo lo sucedido, Orígenes marchó a Palestina y, en Cesarea,
el obispo le invitó a fundar una nueva escuela de teología, la cual di-
rigió con gran empeño por mucho tiempo. Mas tarde, la persecución
de Decio le valió cadenas y torturas, y con la salud ya quebrantada
murió en Tiro en el 25375.
3.1. Sobre los Principios
Dentro de las obras del alejandrino, el De Principiis (o Peri-Archón
en griego) ocupa un puesto de excelencia, pues, según Simonetti,
“representó una elaboración nueva e importante en el ámbito de la
todavía joven literatura cristiana”76. Así, de modo sistemático, trata
algunos principios o doctrinas fundamentales de la fe cristiana como:
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, el mundo, la libertad y la revela-
ción, que se habían visto envueltos en tergiversaciones doctrinales:
hay que guardar la doctrina de la Iglesia, la cual proviene de los apóstoles
por la tradición sucesoria, y permanece en la Iglesia hasta el tiempo presen-
te; y sólo hay que dar crédito a aquella verdad que en nada se aparta de la
tradición eclesiástica y apostólica.77
75 Ver: Trigg, Origen, 15-16. Daniélou, Origine. Il genio del cristianesimo, 48.
76 Simonetti, Origine: I Principi, Contra Celsum e altri scritti filosofici, 12.
77 Orígenes, De los Principios, pref. 2.
78 Ibíd., pref. 4.
28 En los albores de la pneumatología
79 Ibíd., pref. 3.
80 Ibíd., pref. 8. Volverá sobre el tema más adelante, recordando que el Espíritu Santo
iluminó a los ministros de la verdad, por el Verbo unigénito, para ser capaces de captar
lo que yace “enterrado”: “Entonces los misterios que se relacionan con el Hijo de Dios
–cómo el Verbo se hizo carne, y por qué descendió hasta asumir la forma de un siervo–,
son el tema de explicación de aquellas personas que están llenas del Espíritu Divino” (IV,
1.14). Es el Espíritu Santo, en efecto, quien ilumina para comprender estos temas u otros
similares y trató, además, con los evangelistas e inspiró sus narraciones (Ver: Ibíd., IV,
1.16).
81 Orígenes, De los Principios, I, 1.2. “El tesoro del significado divino está encerrado dentro
del agitado vaso de la letra común. Y si algún lector curioso fuera todavía a pedir una
explicación de puntos individuales, dejadle que venga y oiga con nosotros cómo al após-
tol Pablo, buscando penetrar mediante la ayuda del Espíritu Santo –que escudriña aun
lo profundo de Dios– en las profundidades de la sabiduría divina y del conocimiento,
y aun así incapaz de alcanzar el final y llegar a un conocimiento cuidadoso, exclama en
desesperación y asombro: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia
de Dios!” Ibíd., IV, 1.16.
82 Ibíd., I, 3.2.
83 Ibíd., I, 3.3.
Tras el Espíritu Santo 29
Antiguo Testamento alusiones al Espíritu Santo y lo sitúa en igual-
dad de condición con el Hijo unigénito:
Mi maestro hebreo también acostumbraba decir que los dos serafines de
Isaías, que se describen con seis alas cada uno, y que claman: “Santo, san-
to, santo, es el Señor de los ejércitos” (Is. 6:3), debían entenderse como
referidos al Hijo unigénito de Dios y al Espíritu Santo. Y pensamos que la
expresión que aparece en el himno de Habacuc: “En medio de los dos seres
vivientes, o de las dos vidas, hazte conocer” (Hab. 3:2), también debería
ser entendido de Cristo y del Espíritu Santo. Porque todo conocimiento
del Padre es obtenido por la revelación del Hijo y por el Espíritu Santo,
de modo que ambos, llamados por el profeta “seres vivos”, o sea, “vidas”,
existen como fundamento del conocimiento de Dios el Padre.84
En este sentido, escribe Orígenes que “la gracia del Espíritu Santo
está presente, para que aquellos seres que no son santos en su esencia
puedan ser hechos santos mediante la participación en Él”90. Así, el
Espíritu Santo santifica al ser humano haciéndolo capaz de recibir a
Cristo y, por tal razón, el Alejandrino lo llama: “justicia de Dios”91.
Sin embargo, hay aún más: “los que han ganado el avance a este gra-
do por la santificación del Espíritu Santo, obtendrán no obstante el
don de sabiduría según el poder y la operación”92. Entendemos, así,
que el Espíritu Santo sitúa al hombre ante un horizonte amplio de
vida, pues lo quiere hacer divino, de la misma dignidad de Aquel que
lo llamó a la existencia.
En vista de que es por participar del Espíritu Santo que uno es hecho más
puro y más santo, obtiene, cuando es hecho digno, la gracia de la sabi-
duría y del conocimiento, para que, después de limpiar y eliminar toda
mancha de contaminación e ignorancia, pueda realizar un gran avance
en la santidad y la pureza, para que la naturaleza que ha recibido de Dios
pueda hacerse tal como es digna de Él que la dio para ser puro y perfecto,
de modo que el ser que existe pueda ser tan digno como quien lo llamó a
la existencia.93
90 Ibíd., I, 3.8. “La naturaleza del Espíritu Santo, que es Santo, no admite contaminación;
porque es santo por naturaleza o ser esencial. Si hay alguna otra naturaleza que es santa,
posee esta propiedad de ser hecho santo por la recepción o inspiración del Espíritu San-
to, no porque la tenga por naturaleza, sino como una cualidad accidental, por cuya razón
puede perderse, a consecuencia de ser accidental”. Ibíd., I, 8.3.
91 Ibíd., I, 3.8.
92 Ibíd.
93 Ibíd.
94 Ibíd., IV, 1.32. La cursiva es nuestra.
Tras el Espíritu Santo 31
4. Conclusión
Las consideraciones hasta aquí esgrimidas permiten concluir, por
un lado, que la fe en el Espíritu Santo fue tal desde la primera hora
apostólica; y sus testigos privilegiados y custodios son los Padres de
la Iglesia. En tal sentido, hemos intentado hacer evidente la hondu-
ra espiritual y el genio teológico de nuestros autores, cuya riqueza
ayudó a sentar las bases de la teología y la espiritualidad cristiana de
todos los tiempos.
Por otro lado, hecho el hombre partícipe de aquella verdad del Es-
píritu por el bautismo, se debe esforzar por pasar de una verdad a la
que debe asentir, a una verdad que puede vivir. Por tal motivo, frente
a las variadas situaciones que el ser humano afronta, el presente ca-
pítulo advierte la necesidad urgente de volver a Dios a través de la
acción de aquel Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra.
Por tanto, es interpelante -entre otras tantas- la invitación del
Papa Francisco a encontrar, escuchar y discernir las experiencias de
cada hombre y mujer de nuestro tiempo, guiados por el Espíritu
Santo. En consecuencia, el mundo necesita hombres y mujeres de
Espíritu con la capacidad de ayudar a discernir sus movimientos en
cada narrativa o acontecimiento. Sin embargo, ¿Cómo reconocer sus
mociones? Sobre este particular, no se olvide la íntima unidad del
Hijo y el Espíritu que los autores abordados mostraron: el Espíritu
no actuará nunca de modo diverso al Hijo.
En línea con lo dicho anteriormente, en los sistemas de predica-
ción y acompañamiento, hace falta insistir más en la persona y acción
de aquel Santo Espíritu, por quien alcanzamos un conocimiento gra-
dual y amoroso del Hijo y del Padre. Piénsese en tantas vidas heridas
a causa de las más variadas experiencias de dolor y sufrimiento. A
ellos, con mayor urgencia, se necesita ungir con el óleo del Espíritu
para recrear sus vidas, restituir en ellas la imagen y semejanza de Dios
empañadas y, de ese modo, seguir mirando al futuro. El cómo lo
sabrá descubrir cada agente al calor del Espíritu, pues si se admite,
con Ireneo de Lyon, que el Espíritu Santo es creador, ¿No se admitirá
también que puede re-crear la vida de los hombres? ¿A qué se le teme?
32 En los albores de la pneumatología
Bibliografía
Campos, Julio. “El lenguaje filosófico de Tertuliano en el dogma
trinitario”. Salmanticensis 15 (1968): 317-349.
De Lyon, Ireneo. Contra los Herejes. Exposición y refutación de la falsa
gnosis. Lima: Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2000.
_________. Demostración de la Predicación apostólica. Madrid: Ciudad
Nueva, 2001.
Escuela Bíblica de Jerusalén (trad. y ed.). Biblia de Jerusalén. Bilbao:
Desclée de Brouwer, 2009.
Heine, Ronald. Origen. An Introduction to His Life and Thought. Eugene:
Cascade, 2019.
Lashier, Jackson. Irenaeus on the Trinity. Leiden: Brill, 2014.
Orbe, Antonio. Hacia la primera teología de la procesión del Verbo, Vols.
I/1 y I/2. Roma: Libreria Editrice dell´Università Gregoriana, 1958.
_________. La Unción del Verbo, Vol. III. Roma: Libreria Editrice
dell´Università Gregoriana, 1961.
_________. La Teología del Espíritu Santo, Vol. IV. Roma: Libreria
Editrice dell´Università Gregoriana, 1966.
_________. Teología de san Ireneo I. Comentario al Libro V del “Adversus
Haereses”. Madrid: BAC, 1985.
Prestige, George Leonard. God in Patristic Thought. Londres: S.P.C.K.,
1952.
Quasten, Johannes. Patrología I. Hasta el Concilio de Nicea. Madrid:
BAC, 1968.
Quinti Septimi Florentis. “Adversus Praxean”. En Tertulliani Opera
(Pars II, Opera montanistica), por A. Gerlo, 1159-1205. Turnhout:
Brepols, 1954.
Ropero, Alfonso. Lo Mejor de Orígenes. Tratado de los Principios.
Barcelona: Clie, 2002.
Simonetti, Manlio. Origine: I Principi, Contra Celsum e altri scritti
filosofici. Florencia: G. C. Sansoni S.P.A., 1975.
Trigg, Joseph. Origen. New York: Routledge, 1998.
33
creado tuvo un origen, pues Dios -dice él- estaba solo y todavía no exis-
tía el Logos y la Sabiduría; después, al haber querido crearnos a nosotros,
y sólo entonces, hizo a uno solo y lo llamó Logos, Hijo y Sabiduría, para
crearnos por medio de Él.97
104 Quasten, Patrología II, 23. Según Campenhausen, Atanasio “sabía navegar muy bien
entre los escollos de las intrigas y de los ataques difamadores; era hábil en el arte de hablar
a las masas populares y de causar buena impresión en ellas”. Campenhausen, Los Padres
de la Iglesia. I Padres Griegos, 96.
105 Ver: Camplani, Atanasio di Alessandria, 615-629.
106 “Ya a los ojos de sus contemporáneos Atanasio figuraba como personaje mítico; hasta
los paganos le atribuían un saber superior y sobrenatural. Los cristianos de los siglos
posteriores vieron en él un incomparable «pilar de la Iglesia» mediante el que Dios, en
un momento de los más críticos, había protegido y conservado la fe ortodoxa”. Campen-
hausen, Los Padres de la Iglesia. I Padres Griegos, 104.
107 Grégoire de Nazianze, Discours, XXI,26.
36 En los albores de la pneumatología
108 “Fue monje, amigo de san Antonio (356), quien le hace confidente de sus visiones, y que,
cuando va a morir, deja sus dos túnicas de pieles una para Atanasio y la otra para Sera-
pión. Superior de una colonia de monjes, Serapión fue nombrado obispo y continuaría en
estrecha relación con los monjes”. Granado, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, 11.
109 Las Cartas a Serapión constituyen el “primer documento que nos habla de grupos que
no reconocen la divinidad del Espíritu Santo y que son llamados trópicos”. Cavalcanti,
Lineamenti del dibattito sullo Spirito Santo, 76.
110 Ver: Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, I,1, 2.
111 Socrate de Constantinople, Histoire Ecclésiastique, III, XXV, 9.
112 Es mérito de Serapión “haber obtenido de Atanasio las tres-cuatro cartas sobre la divini-
dad del Espíritu”. Granado, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, 10.
113 El nombre obedece a “la audacia de incluso inventarse lo que ellos llaman tropos y de
tergiversar las palabras del Apóstol”. Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu San-
to, I,10,4. Este grupo recibirá posteriormente el nombre de pneumatómacos (‘enemigos
del Espíritu’), expresión utilizada por Basilio en su obra De Spiritu Sancto. Otro apelativo
será el de Macedonianos en referencia a los seguidores de los postulados del obispo Ma-
cedonio de Constantinopla, a quien confrontará Gregorio de Nisa en su obra Adversus
Macedonianos pneumatomachos, de Spiritu Sancto hacia 381.
114 Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, I,10,4.
El Espíritu Santo de Atanasio de Alejandría 37
y específicamente su pertenencia al mundo angélico, a los espíritus
servidores; es un ángel, aunque de categoría superior al resto de los
ángeles.115 Las razones que aducen para sostener dichos postulados
están referidas a las Escrituras, particularmente:
Hb 1,14: “¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de
asistir a los que han de heredar la salvación?”
Amos 4, 13: “Porque está aquí quien forma los montes y crea el viento,
quien descubre al hombre cuál es su pensamiento, quien hace aurora las
tinieblas, y avanza por las alturas de la tierra: Yahveh, Dios Sebaot es su
nombre.”
Zac 1, 9: “Yo dije: «¿Quiénes son éstos, señor mío?» El ángel que hablaba
conmigo me dijo: «Yo te enseñaré quiénes son éstos.»”
Al dar una mirada sobre los textos que usan quienes niegan la divi-
nidad del Espíritu Santo, queda al descubierto la intención amañada
de sacar conclusiones de frases tomadas sin referencia al contexto y al
margen del resto de las Escrituras. Por este motivo, Atanasio se dirige
a ellos con el apelativo de trópicos, dado el uso indiscriminado que
hacen de los textos, desconociendo los diferentes significados que
asume el término ‘espíritu’ en los libros que componen las Escrituras.
Al respecto, el Obispo de Alejandría evoca los diversos significa-
dos de la palabra ‘espíritu’, que a veces hace referencia al espíritu del
hombre,116 también hace referencia a viento,117 en ocasiones remite
a un sentido espiritual,118 pero nunca se le llama ángel.119 Más aún,
con el ánimo de ofrecer mayor claridad frente a la confusión de los
trópicos, Atanasio formula la pregunta: ¿Cuándo en la Escritura, “es-
123 Zañartu, “El Espíritu tiene respecto al Hijo el mismo orden y naturaleza que éste tiene
respecto al Padre”, 2.
124 “Pues la gracia dada y el don se dan en la Trinidad por el Padre mediante el Hijo en el
Espíritu Santo, porque como la gracia dada procede del Padre mediante el Hijo, así no
habría comunión del don sino en el Espíritu Santo. Participando de Él, tenemos el amor
del Padre y la gracia del Hijo y la comunión del mismo Espíritu”. Atanasio, Epístolas a
Serapión sobre el Espíritu Santo, I, 30, 8.
125 Zañartu, “El Espíritu tiene respecto al Hijo el mismo orden y naturaleza que éste tiene
respecto al Padre”, 2.
126 Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, I, 20,1-2.
127 Ibíd., III, 7, 4-5.
128 Ibíd., I, 30, 5.
129 Ibíd., I, 31, 1.
40 En los albores de la pneumatología
4.2. Santificador
Otra característica que desarrolla Atanasio, en sintonía con las Sa-
gradas Escrituras, está referida al Espíritu Santo como santificador.
En efecto, dada la unidad en la acción de la Trinidad, la santificación
es realizada por el Padre mediante el Hijo en el Espíritu. El Padre
crea y renueva todo por el Hijo en el Espíritu. Si el Espíritu Santo es
santificador es porque la santidad la posee por naturaleza y por esta
razón puede comunicarla a la humanidad:
El Espíritu además es y se llama Espíritu de santificación y de renova-
ción. Escribe Pablo: Jesucristo nuestro Señor, constituido Hijo de Dios
con poder según el Espíritu de santificación a partir de la resurrección de
los muertos. Dice también: Mas habéis sido santificados y justificados en
el nombre del Señor nuestro Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.136
Así pues, el que no es santificado por otro, ni participa de la santificación,
sino que Él es el que hace partícipe, y en el que todas las criaturas son san-
tificadas, ¿Cómo podría ser una de entre todas las criaturas y pertenecer a
aquellos que participan de Él mismo? Los que así se expresan deben nece-
sariamente decir que también el Hijo, por medio del cual todo fue hecho,
es uno de entre todas las criaturas.137
4.3. Vivificador
En continuidad con el atributo de santidad y en relación directa
con las Escrituras, Atanasio reconoce al Espíritu Santo como vivifica-
dor en tanto fuente de vida. Si es fuente de vida, la posee por natura-
leza y por esta razón puede comunicarla a los seres humanos. Desde
este argumento confronta la actitud de los trópicos en los siguientes
términos: “El que no es partícipe de la vida, sino que Él es partici-
pado y vivifica las criaturas ¿Qué parentesco tiene con las criaturas?
¿O cómo podría estar entre las criaturas, que en Él son vivificadas
mediante el Verbo?”138
143 Zañartu, El Espíritu tiene respecto al Hijo el mismo orden y naturaleza que éste tiene
respecto al Padre, 4.
144 Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, I, 33,5.
145 Ibíd., IV, 4, 1. Ver: Ibíd., IV,3, 1-2.7; III, 1, 2-5.
El Espíritu Santo de Atanasio de Alejandría 45
Santo, hacer alusión a la importancia que tiene para este personaje
la vinculación entre la Sagrada Escritura y la Tradición como fuentes
indispensables de su ejercicio teológico:
Concordemente muestran las divinas Escrituras que el Espíritu Santo no
es una criatura, sino propio del Verbo y de la divinidad del Padre. Así es
como la doctrina de los santos culmina en la santa e indivisible Trinidad y
ésta es la única fe de la Iglesia católica.146
Bibliografía
Atanasio, Discursos contra los arrianos. Ignacio de Ribera Martín (Trad).
Ciudad Nueva: Madrid, 2010.
Atanasio, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo. Granado, Carmelo
(Trad). Ciudad Nueva: Madrid, 2007.
Athanase d’Alexandrie, Lettres à Sérapion sur la divinité du Saint-Esprit.
Lebon, J. (Edit). Du Cerf: Paris, 1947.
Campenhausen, H.V., Los Padres de la Iglesia. I Padres Griegos. Cristian-
dad: Madrid, 1974.
Camplani, A., “Atanasio di Alessandria”, 614-635. En Di Berardino, A.
(Trad), Nuovo Dizionario Patrístico di Antichità Cristiane A-E Vol
I. Marietti: Roma, 2006.
Concilio Ecuménico Vaticano II. Constitución Dogmática Dei Verbum
sobre la Divina Revelación (18 noviembre 1965). En AAS 58 (1966):
817-835.
Fernández, G., “La infancia y juventud de Atanasio de Alejandría”, Stu-
dia Histórica - Historia Antigua, vol. XII (1994): 129-133.
González, C. I., “Creo en el Espíritu Santo. La confesión de San Atana-
sio”. Revista Teológica Limense 32 (1998): 271-298.
Grégoire de Nazianze, Discours XX-XXIII. Mossay, Justin (Trad). Sou-
rces Chrétiennes. Du Cerf: París, 1980.
Quasten, J., Patrología II. BAC: Madrid, 1962.
Socrate de Constantinople, Histoire Ecclésiastique. Périchon, Pierre et
Maraval, Pierre (Trad). Du Cerf: Paris, 2005.
150 Pastora evangélica. Licenciada en Ciencias Religiosas por la Pontificia Universidad Ja-
veriana (Bogotá), y miembro del Semillero de Hermenéutica y Padres de la Iglesia de la
misma Universidad. Correo electrónico: martha-mendez@javeriana.edu.co
151 Quasten, Patrología: Vol. I, 317.
152 Socrate de Constantinople, Histoire ecclésiastique, XXV, 4. Sources Chrétiennes 505,
105; Jérôrome, Contre Rufin I, 6. Ver: Layton, Didymus the Blind and His Circle in late
Antique Alexandria: Virtue and narrative in Biblical Scholarship, Urbana, 2004. Para una
lista de las obras exegéticas de Dídimo Ver Layton, Biblia Patristica. Index des citations et
allusions bibliques dans la littérature patristique, 7; Ibídem., Didyme d’Alexandrie. Paris,
2000, 13-22.
153 Socrate de Constantinople, Histoire ecclésiastique, XXV, 5; Henry Iréné Marrou, Histoire
de l’éducation dans l’Antiquité, 218-322.
48 En los albores de la pneumatología
157 Hicks, Trinity, Economy and Scripture. Recovering Didymus the Blind, 20. Traducción
libre del autor.
158 Ver: Grand, The vision of Didymus the Blind, 11.
159 Dídimo, Tratado sobre el Espíritu Santo, I. 2.
160 Para ampliar la definición de esta herejía, véase las notas 105 y 301.
161 Ver: Doutreleau, Traité Du Saint-Espirit, Introduction, 36.
50 En los albores de la pneumatología
1. Datos biográficos
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).
Con esta fórmula que invoca a la Santísima Trinidad, san Basilio de
Cesarea reconoce que el Espíritu Santo es glorificado con la misma
dignidad e igualdad que el Padre y el Hijo201. Nacido en Cesarea,
capital de Capadocia, hacia 329, Basilio entró en contacto con la fe
cristiana desde su infancia. Gracias a su abuela Macrina, conoció las
enseñanzas de san Gregorio Taumaturgo (reconocido discípulo de
Orígenes y, además, obispo de Neocesarea). Este ambiente familiar
fue un caldo de cultivo para otras vocaciones también importantes
para la Iglesia de Oriente. Sus dos hermanos: Gregorio, instituido
obispo de la diócesis de Nisa, y Pedro obispo de Sebaste202. Por lo
tanto, pertenecía a una familia cuya fama de santidad era venerada
en la Capadocia del siglo IV203.
204 Ver: Gregorio Nac., In laudem Basilii, PG 36; Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu
Santo,7.
205 Este nombre es dado por el mismo Gregorio de Nacianzo. Ver: San Basilio, Ep. 94: PG
32, 488bc.
206 Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo,10.
207 Gregorio Nacianceno, Oratio XLIII, 63 (Schaff, Nicene and Post-Nicene Fathers of the
Christian Church, 819).
208 Sus hermanos habían decidido formar parte del movimiento monástico del asceta Eusta-
sio de Sebaste (pionero en la vida ascética). Por eso, en su búsqueda espiritual, Basilio se
siente inspirado por su ejemplo. Además, el mismo Basilio pondrá por escrito las razones
por las que decide volver a su tierra natal y abrazar enteramente una vida dedicada a Dios
(véase: Ep. 223: PG 32, 824 a).
El Espíritu Santo es Señor 65
para producir toda clase de frutos, gracias a su favorable situación,
produce lo que para mí es el mejor de los frutos: la tranquilidad”209.
Por su formación académica, Basilio fue llamado para acompañar
al obispo Dianio en el Concilio de Constantinopla, en 360. Fue or-
denado sacerdote en 364 y se quedó junto al recién instituido obispo
de Cesarea, Eusebio. No encontrándose encontró mucha compati-
bilidad con su superior, dejando la ciudad y regresó retiro de dónde
venía. Este fue un escenario muy productivo de donde surgieron las
obras ascéticas: Moralia y Proœmium de Judicio Dei210. Nuevamente
es llamado de su retiro a preparar el Sínodo de Lámpsaco, en el otoño
del 364211. En este tiempo, gracias a los escribanos a quienes les dic-
taba sus argumentos, se escribió su obra Contra Eunomio212.
Finalmente, fue elegido obispo en 370, acabando con su sueño
de vida en soledad e iniciando así lo que sería el apostolado que le
granjearía el título de “El Grande”213: la defensa de la ortodoxia y la
fe, frente a los grandes cuestionamientos del momento. Mediante
sus escritos y el ejercicio de la predicación, asumió la lucha contra el
arrianismo, corriente teológica que gozaba del apoyo estatal. Fue ca-
paz de encaminar una actividad apostólica incesante con su sabiduría
y prudencia. De este modo, quienes le escuchaban se pudieran sentir
atraídos al camino de la verdad de la fe.
209 Ver nota al pie de página 4, en Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 8.
210 Ambas obras son un conjunto de escritos dedicado a la forma de vida que debían de
guardar los monjes, también conocido como “Reglas”. Esta colección de ocho reglas o
instrucciones morales, cada una de ellas está respaldada por citas del Nuevo Testamento,
está dirigida a los cristianos porque trata principalmente de deberes de índole general, de
hecho, es una una vigorosa exhortación en favor de la vida ascética, Quasten, Patrología,
233; además, según The Catholic Encyclopedia “the Rule of Basil is divided into two
parts: the”Greater Monastic Rules” (Regulae fusius tractatae, Migne, P.G., XXXI, 889-
1052), and the “Lesser Rules” (Regulae brevius tractatae, ibid., 1051-1306). Rufinus who
translated them into Latin united the two into a single Rule under the name of “Regulae
sancti Basilii episcopi Cappadociae ad monachos” (P.L., CIII, 483-554); this Rule was
followed by some western monasteries”, Herbermann, The Catholic Encyclopedia, 840-
841.
211 En este escenario, convocado bajo la autoridad de Valente, Basilio se enfrenta a los arria-
nos y los macedonianos. Ver: De Bejar, Historia de la vida de San Basilio, 126-128.
212 San Basilio, Ep. XVI. Para más información sobre la colección de los principales escritos
de Basilio Magno, y una síntesis de estos, ver: Quasten, Patrología II, 228-249.
213 Para el papa Benedicto XVI, Basilio es, además de ‘Grande’, una “lumbrera de la Iglesia”.
Ver, Benedicto XVI, “Audiencia General”, miércoles 4 de julio de 2007. Quasten, Patro-
logía II, 224.
66 En los albores de la pneumatología
214 El relato completo de esta discusión se encuentra en Gregorio de Nacianzo, Oratio, 43,
48-51 in laudem Basilii: PG 36, 557c -561c
215 Rousseau, Basil of Caesarea, 62.
El Espíritu Santo es Señor 67
y a la reforma litúrgica es llamado como el “segundo Atanasio”216,
bajo el título de Grande-Magno217.
2. Contexto de la obra Sobre el Espíritu Santo
La finalidad de la obra Sobre el Espíritu Santo218, es identificar los
argumentos que dan cuenta de la divinidad que posee la Tercera Per-
sona de la Trinidad. Es importante destacar que lo que movió a Ba-
silio a escribir este tratado fue la provocadora pregunta del “obispo
santo de Iconio”, su hermano en el episcopado, Anfiloquio, sobre
por qué prefirió modificar la doxología y cuáles implicaciones podría
tener esta para la ortodoxia.
De igual forma cabe precisar que, al contrario de lo que preguntan
los herejes, los que profieren mentiras sobre realidades teológicas,
para Basilio, lo que mueve a este hermano (Anfiloquio) es un sincero
amor por la verdad. Pues, haciendo caso del mandato evangélico:
Quien pide recibe, y quien busca encuentra (Lc 11, 10), no se quiso
quedar con la sola opinión de aquellos que buscan socavar la digni-
dad del Espíritu Santo, sino que juzgó necesario escudriñar a fondo
la palabra acerca de Dios.219
Ahora bien, antes de seguir adelante con los argumentos propues-
tos por el Capadocio, es importante hacer una pausa para ver el con-
texto en que se gestó este tratado pneumatológico. Si bien es cierto,
y tal como se ha manifestado anteriormente, el pretexto fue la pre-
gunta del obispo de Iconio; también es cierto que, años antes Basilio
había sido noticia por su variación en la doxología de glorificación a
la Trinidad. Con ocasión de la fiesta de un mártir local, en septiem-
bre del 374, el metropolita de Cesarea, junto con los demás obispos
224 El mismo Basilio reconoce la importancia que tiene este binomio (Escrituras y Padres)
para la argumentación, guardando en todo caso, fidelidad con lo que es común a los
demás Padres de la Iglesia. Él mismo afirmará que “Por nuestra parte, nosotros decimos
precisamente lo que decían nuestros padres: la gloria es común al Padre y al Hijo, por
lo que presentamos al Padre la doxología ‘con’ el Hijo. Pero a nosotros no nos basta que
esta sea la tradición de los Padres, ya que también ellos se dejan guiar por la voluntad
de la Escritura al tomar los principios de los mismos testimonios que hace muy poco os
estábamos citando a vosotros”. Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, VII, 16.
225 “No menos de 460 son los pasajes citados de casi todos los libros bíblicos, a veces a la
letra, a veces de memoria, con un total de 654 versículos, excluyendo sus muy frecuentes
repeticiones”. Ver: Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 29. Para ver más
detallado los libros utilizados por Basilio en este tratado, ver nota al pie de página 39, en
Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 29-30.
226 Del griego παράδοσις: entrega, transmisión, enseñanza, instrucción, doctrina o tradi-
ción. Tal como se usa en los Evangelios, παράδοσις se refiere al conjunto de reglamentos
orales rabínicos que se habían formado en torno de la Torá. Las tradiciones de los rabinos
eran el blanco específico de los ataques de Jesús contra el sistema religioso judío de sus
días. Nuestra palabra “tradición” significa “lo que es transmitido”, es decir, de maestro a
alumno, o de una generación a otra. Diccionario Griego del Nuevo Testamento: parado-
sis (diccionariodelabiblia.blogspot.com); también se ha consultado el Diccionario Strong
de palabras griegas del Nuevo Testamento, s.v. “parádosis”, #3862.
227 Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, II, 4.
70 En los albores de la pneumatología
228 Ibíd., II, 4. Aecio de Antioquía hacia los años 355-365 fue el principal representante
del arrianismo radical, también llamado anomeísmo, pues para él el Hijo es totalmente
diferente: anomoios del Padre, y llegó a organizar una iglesia, aparte de la que fue obispo.
Su discípulo más sobresaliente fue Eunomio, al que Basilio combatió fuertemente. El
mismo Basilio nombra a Aecio como “capitoste de la herejía”.
229 Ver: Bardy, L’héritage littéraire d’Aétius, 809-827.
230 Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, II, 4. Para una mayor compresión del desarro-
llo del concepto de “naturaleza” que – según J. Möller – se puede equiparar a “esencia” y
“sustancia”, ver: Fries, Conceptos fundamentales de la teología, Tomo IV, 280-291.
231 Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, V, 7; 1 Co 8, 6.
232 El concepto “tecnología” es usando en Basilio en el sentido de “sutil exposición”. Ver: Az-
zali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 109; Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu
Santo, III.
El Espíritu Santo es Señor 71
sis233. Porque la intención de Pablo es presentar de manera inconfusa
la noción de Padre y de Hijo, sin introducir ningún tipo de diferen-
cia de naturaleza o de esencia.
Ahora bien, la crítica que el Capadocio está poniendo por escri-
to -recordando que este tratado es una carta (apologética) dirigida
a Anfiloquio, obispo de Iconio- es, además de contra los grupos
arrianos, contra los que él mismo llama “foráneos”. Es decir, ‘los
de fuera’, filósofos griegos representantes de la sabiduría profana a
la que se opone la sabiduría divina; quienes, apelando a la misma
distribución categorial, hacen una separación entre la “materia” y el
“instrumento”234.
Así mismo, otros a los que critica firmemente es a los pneumató-
macos, o enemigos del Espíritu, quienes “con el fin de establecer la di-
ferencia de las naturalezas, decretaron que esta expresión [“de quien”]
convenía únicamente al Padre”. Con esto último, los pneumatómacos
se distancian de los “foráneos” porque pasan a los usos apostólicos de
la relación trinitaria, apelando a lo que dicen las Escrituras: de él os
viene que estéis en Cristo Jesús (1 Co 1, 30), y todo proviene de Dios
(1 Co 11, 12).235
Finalmente, Basilio recuerda que la finalidad de su tratado Sobre el
Espíritu Santo busca “probar que las observaciones de esa gente [los
pneumatómacos y los “foráneos”] no son sanas”,236 que esta división
categorial está aceptada tanto para el Señor como para el Espíritu
Santo. Aunque esto los irrite, el obispo opta por glorificar al Unigé-
nito con el Padre, y no separamos del Hijo al Espíritu Santo – ga-
nándose así los adjetivos de revolucionario, innovador e inventor de
palabras237.
233 Las hipóstasis son aquí las Personas divinas. Este concepto es muy frecuente en el lenguaje
de los Padres Capadocios, ver: Ott, Manual de teología dogmática, 128.
234 Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, III, 5.
235 Ibíd., IV, 6.
236 Ibíd., V, 11.
237 Ibíd., VI, 13.
72 En los albores de la pneumatología
238 Esta corriente teológica proponía que en la relación intra trinitaria, las Personas divinas
están subordinadas, es decir, que el Hijo estaba subordinado-por debajo del Padre. Ne-
gando así cualquier relación de igualdad entre ellos. Ver: Comby, Para leer la historia de
la iglesia, 95. Además, se puede consultar el texto de Arrio, Thalia, en Ortiz de Uribina,
Nicea y Constantinopla, 256-257.
239 Ver: Gregorio Nacianceno, Orat. VII; 3-4.
240 Para más información, sobre el Espíritu Santo como persona, ver: Ott, Manual de teología
dogmática, 112.
241 Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, VI, 14.
El Espíritu Santo es Señor 73
estas tesis, puesto que aquellos que hablan de esta manera, “con estos
artificios verbales pervierten la sencillez y espontaneidad de la fe”242.
El primer argumento que dio contra quienes piensan de esta ma-
nera gira en torno a la “temporalidad”. Basilio se cuestiona sobre
qué querrán decir cuando afirman que son distintos porque uno es
después del otro. En este sentido, y como parte de su respuesta, en-
tiende que la relación (y la natural unión) que existe entre el Hijo y
el Padre escapa a la temporalidad humana. Dicha medida del tiempo
parte completamente desde el constante presente. En consecuencia,
entiende que medir por la distancia respecto del ahora la existencia
de la vida que transciende a todos los tiempos y a todos los siglos es
una blasfemia, el colmo de toda locura243. Fundamentándose en las
Escrituras, niega cualquier preeminencia del Padre en anterioridad al
Hijo, pues este en el principio era el Verbo (Jn 1, 1)244.
Realmente, cuando las Escrituras hablan de que “está sentado a la
derecha del Padre”, refiriéndose al Hijo, y cuya afirmación de fe es
recogida en el Símbolo de Nicea, no significa de modo alguno que se
esté hablando de un lugar inferior, “de abajo”, sino de una relación
de igualdad “ya que no se toma la derecha en sentido corporal, sino
que, de entre los nombres del honor de estar sentado junto a alguien,
la Escritura ofrece el que expresa la grandeza del honor del Hijo”245.
En otras palabras, Basilio está acudiendo al significado (si se quiere
simbólico) que tiene el estar al lado (derecho) de alguien importante,
ya que Cristo es Poder de Dios y Sabiduría de Dios (1 Co 1, 24); así
como Imagen del Dios invisible (Col 1, 15) y Resplandor de su gloria
(Hb 1, 3). Por lo tanto, no cabe duda de que Dios Padre puso su
sello, grabándose todo entero en él (Hch 8, 1; 1, 3).
Una vez más, haciendo uso de sus conocimientos de las Sagradas
Escrituras, Basilio refutó las pretensiones de quienes no reconocen
que el Hijo está en el “seno del Padre”, es decir, en un asiento digno;
246 Ver nota al pie de página 114, en Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 125,
donde el traductor afirma que esta es una alusión al salmo 110, 1, donde se esboza la
visión del Pantocrátor de la iconografía antigua, donde el trono del Hijo es en el seno del
Padre.
247 Basilio utiliza una serie de textos bíblicos, sobre todo del evangelio de Juan que dan
cuenta de homotimia del Hijo: Jn 14,9; Mc 8,38; Jn 1,14.18; 5,23.
248 El trabajo de Ludwig Ott es un detallado recurso sobre la “formulación dogmática y
fundamento positivo del dogma trinitario” (Dios trino en personas). Ver: Ott, Manual de
teología dogmática, 99-139.
249 Término griego que significa “consustancial”, literalmente ‘de la misma esencia’, por lo
tanto, hacía referencia tanto a la unidad (numérica) sustancial como igualdad de esencia.
Por eso, era clave para comprender la fe nicena. Ver: Sozomeno, Historia Eclesiástica, 16.
250 Se refiere a la “sustancia” o la “propiedad”. Ver: Diccionario Strong de palabras griegas del
Nuevo Testamento, s.v. “ousía”, #3776.
251 Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, 11.
El Espíritu Santo es Señor 75
del Padre, les corresponde a los dos iguales honores que al Padre, como lo
prueban la Escritura y la tradición. Por consiguiente, la primera fórmula
con el Hijo juntamente con el Espíritu Santo es hasta más apropiada que
la segunda, porque establece la distinción de las Personas divinas, pero
al mismo tiempo de claro testimonio de la eterna comunión y perpetua
conjunción que existe entre ellos. De esta manera sirve para refutar el sabe-
lianismo y el arrianismo a la vez.252
257 Ver: Yanguas, “La divinidad del Espíritu Santo en S. Basilio”, 493. Sin embargo, el pro-
pio Basilio retoma que “no está en el mismo plano de igualdad la mención del Espíritu
y la de los ángeles, sino que se menciona al Espíritu como dador de vida, y a los ángeles
como amparo de sus compañeros de esclavitud y fieles testigos de la verdad. Ver: Ibíd.,
XIII, 29.
258 Ibíd., XXVII, 45. En este tema, Basilio está claro que “numerar” a las Personas divinas es
un error pagano (politeísmo) que se está introduciendo en la limpia teología de los cris-
tianos, ya que la barbaridad de esta subnumeración solo conduce a confesar un primer,
un segundo y un tercer Dios. Ver: Ibíd., XVIII, 47.
259 Ibíd., XVIII, 45. Según el traductor, en “el lenguaje de los Padres del s. IV, “Monarquía”
significa el misterio de la unicidad de Dios, y “teología”, el misterio trinitario. Para más
información, ver nota al pie de página 370, en Azzali, Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu
Santo,182.
260 Ver: Ibíd., XVIII, 45.47; XXII, 53; XXIV, 55
261 Ver: Ibíd., XIII, 30.
El Espíritu Santo es Señor 77
Esta identidad comunitaria entre las Personas de la Trinidad pone
al Espíritu Santo como un “soplo de su boca”, diferenciándolo del
Hijo que es el logos (Jn 1, 1) del Padre. Pero, este soplo no está referido
al aliento (hálito) que sale de la boca (en tanto que miembro biológi-
co-físico) y se diluye, sino más bien, como una esencia viviente, señor
de la santificación y cuya manera de existir sigue siendo inefable.
Otra característica que da cuenta de la íntima unidad de naturaleza
entre las Personas divinas es que se le reconoce como “Espíritu de
Cristo” (Rom 8, 9)262. Y, cuando se le da gloria a uno, también se le
da gloria al otro.
Además, es el Espíritu Santo quien capacita a los cristianos para
que dicha glorificación sea digna, porque solo él puede dar gloria
al Señor, por ser el Espíritu de la verdad, quien hace que las cosas
resplandezcan; también, como Espíritu de sabiduría que hace que en
su propia grandeza se pueda revelar Cristo, como Poder de Dios y
Sabiduría de Dios. En otras palabras, en su propia dignidad lleva ma-
nifiesta la grandeza de aquel de quien procede. Finalmente, así como
el Hijo es glorificado por el Padre, así también el “Espíritu Santo es
glorificado por medio de la comunión con el Padre y el Hijo”263 sobre
todo cuando se atestigua que el único pecado que no será perdonado
es la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mt 12, 31).
3.3. Liturgia bautismal264
En la teología pneumatológica de Basilio, el sacramento del bau-
tismo es completamente trinitario, aunque hace un énfasis especial
en la acción del Espíritu Santo. En este sentido, el bautismo es “prin-
cipio de vida”, porque con este, se forma parte de la familia de Dios,
recibiendo la gracia de la adopción filial265. Tal como lo expresó el
apóstol Pablo: siendo hijos en el Hijo. Con el bautismo, los cristianos
270 Ver: Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, XIV, 31-32; XV, 35. Además, si se quiere,
un tercer objetivo que busca el bautismo es, a través del agua y del Espíritu, “limpiar el
cuerpo del pecado” (Rom 6, 6) para que no vuelva más a fructificar para la muerte (Rom
7, 5) y vivir del Espíritu dando fruto de santificación. Ver: Ibíd., Sobre el Espíritu Santo,
XV, 36.
271 Ver: Ibíd., XV, 35; XVIII, 44.
272 Ver: Ibíd., XV, 36.
273 De ahí que, Según Ludwig Ott, “los santos padres llamen a Dios indecible, inefable e
innominado”. Ott, Manual de teología dogmática, 60.
274 Ver: Basilio de Cesarea, Sobre el Espíritu Santo, XIX, 48.
275 Ibíd.
276 Ver: Ibíd.; XXIV, 56; Mt 19, 17; Mc 10, 16. En este sentido, el Espíritu conoce la pro-
fundidad de Dios. Mientas que la creación recibe la manifestación del misterio a través
de él.
80 En los albores de la pneumatología
282 Es una frase de san Agustín (354-430) que se puede traducir como “la Fe busca el enten-
dimiento”.
283 Cf. Ef 3, 8. Mensaje de la Comisión Teológica Internacional con ocasión del Año de la fe
(consultado el 13 de sep. de 2021), vía Mensaje de la Comisión Teológica Internacional
con ocasión del Año de la fe, 16 octubre 2012 (vatican.va)
82 En los albores de la pneumatología
Bardy, G., L’héritage littéraire d’Aetius. Red. d’Hist. Eccl. 24, 1928, 809-
826.
Casiano, Samanes y Acosta, Juan J. Conceptos fundamentales del cristia-
nismo. Madrid: Trotta, 1993.
De Bejar, Francisco. Historia de la vida de San Basilio. El grande, doctor
de la Iglesia, arzobispo de Cesarea en Capadocia, fundador y patriarca
de los monjes. Madrid: Oficina de Lorenzo Francisco Mojados, 1736.
Escuela Bíblica de Jerusalén. Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée De
Brouwer, 2009.
Fries, Heinrich. Conceptos fundamentales de la teología. Madrid: Cris-
tiandad, Tomo I-IV, 1979.
Grayling, George. Historia eclesiástica. La formación de la Iglesia desde el
siglo I hasta el siglo III. Eusebio de Cesarea. Viladecavalls (Barcelona):
Clie, 2008.
Hamman, Adalbert-G. Los Padres de la Iglesia. Bilbao: Desclée de Brou-
wer, 2009.
Herbermann, Charles G. The Catholic Encyclopedia, Volume 2: Assi-
zes Browne, Michigan: The Christian Classics Ethereal Library
(CCEL), 1913.
Ott, Ludwig. Manual de teología dogmática. Barcelona: Herder, 1969.
Rousseau, Philip. Basil of Caeserea. Los Angeles: University of Califor-
nia, 1998.
Quasten, Johannes. Patrología. Madrid: Biblioteca de Autores Cristia-
nos, Tomo II, 1968.
Schaff, Philip. Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church,
Serie II, Vol. 8, “Basil: Letters and Select Works”, Michigan: The
Christian Classics Ethereal Library (CCEL), 2012.
Strong, James. Nueva concordancia Strong exhaustiva. Nashville, TN:
Caribe, 2002.
_____. Diccionario Strong de Palabras Originales del Antiguo y Nuevo
Testamento, Nashville, TN: Caribe, 2002.
Yanguas Sanz, José Mª. “La divinidad del Espíritu Santo en S. Basilio”.
Scripta Theologica. 1977, Vol. 9 (2), p: 485-539.
83
293 “Como característica común a los tres destaca su condición episcopal, lo que dota a sus
palabras de la autoridad, la fama y la repercusión necesarias a la hora de desempañar la
obligación contraída (por su cargo) de fortalecer la fe, argumentando y defendiendo el
dogma frente a la herejía”. Alfaro Giner y Blasco, Espacios de infertilidad y agamia en la
antigüedad, 109.
294 Quasten, Patrología II, 261.
295 Ibíd, 268. El título es atestiguado desde el siglo V en las Actas del Concilio de Calcedo-
nia. Véase Denzinger, E., El Magisterio de la Iglesia, 291.
296 “Es el más citado de los autores orientales, sólo tras la propia Biblia […] Dos grandes
temas atraviesan toda su obra escrita: Dios como luz, y la deificación”. Binns, J., Las
iglesias cristianas ortodoxas, 88.
86 En los albores de la pneumatología
300 Gregorio estuvo involucrado en colaborar con su padre en la gesión de la iglesia de Na-
cianzo y a pesar de su inclinación a la vida retirada y contemplativa, siempre estuvo in-
volucrado en algún tipo de servicio eclesial. Según Quasten, “Entre los teólogos del siglo
IV se le podría llamar el humanista, en cuanto que prefería la contemplación tranquila
y combinar la piedad ascética con la cultura literaria al esplendor de una vida activa y de
una buena posición eclesiástica”. Quasten, Patrología II, 261.
88 En los albores de la pneumatología
303 Díaz Sánchez-Cid, “Introducción” en: Los cinco discursos teológicos, 15-16.
304 San Gregorio de Nacianzo es, junto con San Juan Evangelista y San Simeón el Nuevo
Teólogo, uno de los pocos santos de la tradición cristiana oriental que lleva el título ho-
norífico de “Teólogo”.
305 La doctrina de Eunomio se llama también anomeísmo; en un sentido corrige, pero en
otro sentido radicaliza la doctrina arriana. Los eunomianos consideraban al Hijo no
semejante (anómoios) al Padre. El Padre es absolutamente trascendente, es el único ingé-
nito de modo que el Hijo, en cuanto engendrado, es diverso del Padre por hipóstasis y
por sustancia, inferior a él aunque exista desde la eternidad como él. El Hijo participa de
las prerrogativas del Padre (es luz, vida, potencia) pero de modo subordinado al modo
del Padre; es Dios como el Padre pero de nivel inferior. El Espíritu Santo en cambio es
la más excelsa de las creaturas, creada por el Hijo por deseo del Padre. Ver: Simonetti,
“Anomei” en NDPAC, 322-323.
90 En los albores de la pneumatología
4. El discurso 31
Se afirma que este es el discurso más conocido e importante de
los cinco discursos teológicos306. Gregorio defiende la divinidad del
Espíritu Santo retomando algunos argumentos de Padres anteriores
a él, como Atanasio y Basilio, pero también llevando la especulación
teológica un paso más allá y abriendo caminos que serán retomados
por la teología trinitaria posterior.
Después de haber dedicado los dos discursos anteriores al Hijo, abre
el nuevo discurso describiendo la intencionalidad de este, en función de
las pretensiones de quienes niegan la divinidad del Espíritu Santo: “¿Y
qué puedes decirnos, objetan ellos, acerca del Espíritu Santo? ¿Desde
dónde nos introduces un dios extraño y ausente de las Escrituras?”307.
Al igual que Atanasio, Gregorio se sorprende de la impiedad de aque-
llos que, habiendo comprendido las razones que dan cuenta de la divi-
nidad del Hijo, se resisten ahora a reconocer la divinidad del Espíritu
Santo. El cansancio originado por los debates se hace evidente, pero
tanto para Atanasio como para el Nacianceno, “basta que el Espíritu
nos lo conceda y nuestro discurso correrá y Dios será glorificado”308.
4.1. El Espíritu Santo no es un Dios extraño a la Escritura
El debate del Nacianceno con los pneumatómacos309 se centraba
en dos puntos fundamentales. Ellos afirmaban: primero, que la di-
vinidad de la Persona del Espíritu Santo no se encuentra de manera
explícita en los escritos neotestamentarios y menos aún en los escri-
tos veterotestamentarios; y, segundo, que el Espíritu no puede haber
sido engendrado por el Padre, porque entonces sería Hijo; tampoco
puede proceder de él como una creatura, porque entonces no sería
Dios; afirmar que el Espíritu viene del Hijo nos lleva a la extrava-
gancia de tener que considerarlo hijo del Hijo y, por tanto, nieto
del Padre310. Se hace necesario entonces aclarar en la medida de lo
306 Ver: Díaz Sánchez-Cid, “Introducción” en Los cinco discursos teológicos, 55.
307 Gregorio Nacianceno, Discurso XXXI, 1.
308 Ibíd., 2.
309 Es el apelativo que desde el siglo IV se dio a quienes admitían la divinidad del Hijo, pero
negaban la del Espíritu Santo.
310 Ver: Gregorio Nacianceno, Discurso 31, 7.
El Espíritu Santo en Gregorio Nacianceno: 91
posible estas distintas relaciones sin alterar la convicción de la igual
divinidad entre los Tres.
Antes de adentrarnos en los argumentos, Gregorio evoca los es-
fuerzos anteriores a él por dar cuenta de la presencia del Espíritu
Santo en los textos de la Sagrada Escritura. Al respecto, señala:
examinar y distinguir cuántas veces concibe y pronuncia la Sagrada Es-
critura los términos “Espíritu” y “Santo”, añadiendo los testimonios per-
tinentes al estudio y el significado particular que en tales pasajes tiene la
conjunción de ambos términos, me refiero a “Espíritu Santo”, es algo que
dejaremos a otros que han estudiado estas cosas para sí y para nosotros,
puesto que también nosotros trabajamos ahora para ellos.311
311 Ibíd., 2.
312 Vale la pena destacar que ya Basilio de Cesarea había puesto de manifiesto que algunas
doctrinas cristianas no se encontraban en las Escrituras, pero sí en la Tradición. “Entre las
doctrinas y proclamaciones conservadas en la Iglesia, unas las tenemos de la enseñanza
escrita, y otras las hemos recibido reservadamente, transmitidas a nosotros por la tradi-
ción de los apóstoles: las dos tienen precisamente la misma fuerza en orden a la piedad.
Y nadie dirá lo contrario, por lo menos nadie que tenga una mínima experiencia de las
instituciones eclesiásticas”. Basilio de Cesarea. El Espíritu Santo, 66.
313 Gregorio Nacianceno, Discurso 31, 3.
314 Ibíd.
92 En los albores de la pneumatología
319 Ibíd., 5.
320 Menciona, por ejemplo, 1Co 12,22; Mt 12,20; Jn 14,26; Hch 13,2; Ef 4,30; Jb 4,9.
321 Gregorio Nacianceno, Discurso 31, 8.
322 Ibíd., 6.
323 Ibíd., 8.
94 En los albores de la pneumatología
“la cadena de oro” y que había sido utilizado también por Atanasio
en su primera carta a Serapión324; veámoslo en sus palabras: “Porque
si el Espíritu no debe ser adorado, ¿Cómo es que puede divinizarme
por el bautismo? Y si debe ser adorado, ¿Cómo puede no ser digno de
culto? Y si es digno de culto, ¿Cómo puede no ser Dios? Lo uno de-
pende de lo otro; es realmente una cadena de oro y de salvación”325.
4.4. El Espíritu Santo: entre el ingénito y el engendrado,
consustancial a ellos
En lo que respecta a la procedencia del Espíritu, Gregorio respon-
dió evocando el evangelio de Juan: “el Espíritu Santo que procede del
Padre”326. En efecto, por proceder del Padre no es creatura, y por no
proceder por generación no es Hijo. El Espíritu Santo “está entre el
ingénito y el engendrado”327, luego es Dios.
Para avanzar en la exposición, el Nacianceno hizo una distinción
importante entre la no-generación, la generación y la procedencia,
para enfatizar en la distinción hipostática de la Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu Santo, respectivamente. Afirma: “Los tres son uno en cuanto
a la divinidad y el Uno es tres en cuanto a las propiedades”328. Ahora
bien, ¿Cómo justifica, entonces, la divinidad del Espíritu desde esta
apreciación? Sostuvo que seres que subsisten de modo diverso pueden
ser de la misma sustancia, poniendo el ejemplo –a pesar de ser cons-
ciente de las enormes distancias entre la experiencia humana y la vida
divina– de Adán, Eva y Seth: los tres son personas humanas y cada
uno tiene un origen distinto (Adán creado directamente por Dios,
Eva se originó por sección de Adán, Seth por generación a partir de
Adán y Eva); y, sin embargo, los tres son de la misma sustancia, son se-
res humanos329. Por ende, el Espíritu es consubstancial a las otras dos
Personas trinitarias aunque su origen sea diverso del origen del Hijo.
324 Atanasio, Cartas a Serapión 1,24; SC 15, p.126 citado en Los cinco discursos teológicos,
258.
325 Gregorio Nacianceno, Discurso 31, 28.
326 Ibíd., 8.
327 Ibíd.
328 Ibíd., 9.
329 Ver: Ibíd., 11.
El Espíritu Santo en Gregorio Nacianceno: 95
Es importante resaltar además la fuerza con la que Gregorio afir-
ma en este Discurso que el Espíritu es consubstancial (homooúsios)
al Padre y al Hijo, distanciándose en este punto de su amigo Basilio
quien había evitado usar ese término en su tratado sobre el Espíritu
Santo. Basilio prefirió mantenerse fuera de la controversia que este
término causaba en su contexto de Capadocia; Gregorio en cambio
piensa que es importante decir clara y abiertamente que si el Espíritu
Santo es Dios entonces es consubstancial al Padre y al Hijo330.
El Concilio de Constantinopla que se celebraría en el 381, al año
siguiente de este Discurso, optó por seguir el camino de Basilio y
defender la divinidad del Espíritu Santo sin declararlo consustancial
al Padre y al Hijo. Jean Bernardi, importante estudioso del Nacian-
ceno, propone que la decepción de nuestro autor ante esta decisión
del Concilio fue la razón por la que Gregorio renunció al episcopado
de Constantinopla y abandonó el Concilio antes de su conclusión331.
4.5. Distinción de las hipóstasis en la única naturaleza
Gregorio explica en su discurso de varias maneras y usando varias
comparaciones la idea de una naturaleza única de Dios y la distinción
de las tres Personas. En efecto, entre sus adversarios había una crítica
a los cristianos por un presunto triteísmo, sin tener en cuenta la dis-
tinción clave entre naturaleza y persona.
Los términos Padre, Hijo y Espíritu Santo no indican una caren-
cia ni una subordinación; las expresiones “ingénito”, “engendrado” y
“proceder” salvaguardan la distinción de las tres hipóstasis en la única
naturaleza divina. En efecto, el Hijo no es el Padre, puesto que no
hay más que un Padre, pero es Dios como el Padre, ni el Espíritu es
el Hijo aunque proceda de Dios, puesto que no hay más que un Uni-
génito, pero es Dios como el Hijo332. Más adelante, en “una de las
formulaciones más sobresalientes del monoteísmo trinitario”333 dirá:
Para nosotros no hay más que un solo Dios, porque una sola es la divini-
dad, y los seres que proceden retornan a la unidad, aun cuando se crea que
son tres; en efecto, uno no es más Dios que el otro, ni uno está delante
y el otro detrás; no están separados por la voluntad ni divididos por la
potencia… Si es posible decirlo con brevedad, la divinidad es indivisa en
seres divididos entre sí… Luego cuando nosotros miramos a la divinidad,
la causa primera y la “monarquía”, lo que se nos aparece es la unidad, y
cuando miramos a aquellos en los que está la divinidad, los que vienen de
la causa primera sin intervalo de tiempo y con igual honor, son tres los que
adoramos.334
336 Es difícil datar con precisión el nacimiento de Gregorio, pero es congruente pensar que
su nacimiento fue alrededor del 335 debido al respeto y autoridad que tiene hacia su
hermano Basilio (329), así como por los dos meses que estudiaron en Cesarea en el 356,
considerando que para poder hacerlo debía tener alrededor de 20 años según la costum-
bre de aquella época. Ver: Silvas, “Biography”, 4.
337 Ver: Gregorio, “Vida de Macrina”, 5. Se siguen aquí los estudios de Silvas y Meredith,
aunque algunos como Pierre Maraval afirman que son nueve hermanos.
338 Ver: Ibíd., 20,2 - 21,2.
339 Gregorio Nacianceno, “Oración 43”, 5-6.
340 “La ilustre Macrina, quien nos enseñó las palabras del bienaventurado Gregorio”. Basile,
“CCIV. Aux habitants de Néocésarée”, 6.
341 Silvas, “Biography”, 3.
342 Ver: Gregorio, “Vida de Macrina”, 5,4, 7,1 y 11,1.
343 Ver: Mateo-Seco, “Introducción”. En Sobre la Vida de Moisés, 9; y Moreschini, I Padri
Cappadoci, 28.
La Gloria que une 101
oración, la fe y el compromiso cristiano344. Parece que el itinerario de
Gregorio está claramente direccionado hacia el sacerdocio, pero se da
un cambio significativo en sus aspiraciones y decide seguir los pasos
de su padre ejerciendo el oficio de rétor.
344 Gregorio realizará el ciclo habitual de la antigua paideia, durante el cual fue “aprendiz
de su hermano Basilio solo por un corto periodo de tiempo” (Gregory, “Letter 13. To
Libanius”, 4). Sobre la influencia de su hermana como una maestra, ver: Gregory, “Letter
19. To a certain John especially on Macrina”, 6.
345 Silvas, “Biography”, 2.
346 Como lo expresa emotivamente el Nacianceno en una correspondencia, Gregorio está
muerto en su corazón si no retorna a sí mismo (Lc 15,17) de esa mala decisión que lo
llevó a un “descenso, poco a poco, a una vida baja” (Gregory of Nazianzus, “Letter 11.
To Gregory”, 1), en la que el demonio de la ambición lo llevó a preferir ser llamado rétor
en lugar de un cristiano.
347 Según Silvas, se puede inferir que su esposa murió en su primer parto junto con el niño
por algunas afirmaciones de Gregorio en De Virginitate. Ver: Silvas, Gregory of Nyssa, the
letters, 25; Daniélou, “Le mariage de Grégoire de Nysse et la chronologie de sa vie”, 71-78.
102 En los albores de la pneumatología
352 El apofatismo de Gregorio según Maspero, es una “condición epistemológica esencial del
mismo acto teológico”. Maspero, Gregory of Nyssa: In Canticum Canticorum, 3.
353 La conformación con Cristo “constituye una de las ideas de base del ensamble del pen-
samiento teológico de Gregorio […] estudiando la noción de santidad en Gregorio en-
tramos en la substancia de su teología” Moutsoulas, “La “sainté” dans les oeuvres biogra-
phiques de Grégoire de Nysse”, 221.
354 Tensión hacia el infinito.
355 Se sigue aquí la traducción de Silvas. Ver: Silvas, “Biography”, 1.
104 En los albores de la pneumatología
366 Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedonius”, 315.
367 Ibíd.
368 Ibíd., 319.
108 En los albores de la pneumatología
del Espíritu; y entonces, ¿Cómo puede ser correcto poner al Espíritu Santo
en una posición de igual dignidad con Aquel que ha desplegado semejante
magnificiencia de poder en la creación?’.369
369 Ibíd.
370 Maspero, La Trinidad explicada hoy, 69.
371 Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedonius”, 319.
372 Ibíd., 318.
373 Ibíd.
374 Brugarolas, El Espíritu Santo de la divinidad a la procesión, 193-232.
375 GNO III/I, 92, 16.
376 Ibíd., 94, 26.
377 Ibíd., 99, 26-27.
La Gloria que une 109
vivificante (τὴν ζωοποιὸν χάριν378). En el segundo grupo argumen-
tativo estarían las imágenes de la luz, la unción y el reino, para hablar
de la procesión del Espíritu y su vinculación con el Hijo, así como
la afirmación del Espíritu Santo como la Gloria en relación con su
particular relación hipostática intratrinitaria.
380 Ver: Kittel, “δόξα”. En: Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, 179-
182.
381 Mateo-Seco, “Gloria”, 466.
382 Ver: Maspero, Trinity and Man, Gregory of Nyssa’s Ad Ablabium, 180-183.
383 GNO III/I 109,7-15; Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedo-
nius”, 324.
La Gloria que une 111
La circularidad de la gloria al interior de la Trinidad expresada en
este texto, es un entramado de relaciones que Dios quiso revelar en la
misma Escritura en especial en el Evangelio de San Juan, el cual está
en la base de la reflexión Nisena. Esta igualdad de gloria que expresa
la unidad y misma honra de las tres personas divinas, es el fundamen-
to de la unidad del creyente con Cristo como se verá más adelante en
el siguiente texto que se analizará, porque “esta es la fe que caracteriza
al cristiano (ὁ Χριστιανὸς […] πίστει χαρακτερίζετια), en el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo” 384. Ella constituye el distintivo esencial
del cristiano, “la forma del que es configurado según el misterio de la
verdad (αὕτη ἐστὶν ἡ μορφὴ τοῦ κατά τὸ μυστήριον τῆς ἀλεθείας
μεμορφωμένου)”385.
Luego de plantear la circularidad de la gloria divina en la que
el Hijo glorifica al Padre con la gloria del Espíritu Santo, Gregorio
culmina su escrito con una doxología en la que invita a los verdade-
ros adoradores a tener “una posición arrodillada (προσκυνεῖν)”386 y
humilde ante el misterio apofático de Dios.
2.2. In Canticum Canticorum (In Canticum) XV
In Canticum expresa el clímax de esta actitud apofática y arrodilla-
da ante el misterio. Ya en sus últimos años de vida y en un tiempo de
mayor calma y reflexión, Gregorio recoge el acervo de la experiencia
y las constantes luchas trinitarias de los años posteriores al Concilio
I de Constantinopla, en los que “la completa ciudad estaba llena de
este tipo de personas […] los comerciantes de ropa, los banqueros,
aquellos que nos venden comida. Si preguntas sobre dinero, te ha-
bla sobre su pensamiento acerca del engendrado y el inengendrado
(γεννητοῦ καὶ ἀγεννήτου)”387. Tiempos convulsionados que men-
guan en su intensidad y propician una atmósfera de mayor recogi-
miento para madurar sus ideas luego de un intenso itinerario espiri-
tual en el que Dios lo fue llevando a alturas cada vez mayores.
384 Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedonius”, 321; GNO III/I,
102, 2-5.
385 Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedonius”, 321; GNO III/I,
102, 5-6.
386 Gregory, “On the Holy Spirit. Against the followers of Macedonius”, 325.
387 GNO X/II, 121,3-9.
112 En los albores de la pneumatología
Las quince homilías versan sobre los primeros seis capítulos del
Cantar de los Cantares y fueron pronunciadas en público. Posterior-
mente, contando incluso con los apuntes de sus oyentes, han recibi-
do una segunda mano durante un tiempo de ayuno y oración cuares-
mal, en el que Gregorio las compila y redacta de manera que puedan
ser presentadas en un solo escrito. La fecha de la composición se data
entre el 391 y el 394388, en una época en la que puede profundizar
su pensamiento en un clima de oración y legar una hermosa síntesis
teológica para la cristiandad como bien se puede apreciar en su úl-
tima homilía, la cual podría ser considerada como la conclusión de
todo el texto.
A lo largo del In Canticum se puede apreciar la misma preocu-
pación pneumatológica del Niseno presente en el Maced, pero ya
ahora madurada e integrada con su deseo de proponer su quehacer
teológico como una guía (χειραγωγίαν389) para dirigir la vida “a la
condición espiritual e inmaterial del alma”390, en especial para los
cristianos que desean “vivir virtuosamente”391.
En la decimoquinta homilía392 se condensan de cierta manera
los aportes pneumatológicos más importantes al hablar del Espíritu
Santo como el vínculo de la unidad de las Personas Divinas y de la
Trinidad con la Iglesia y la humanidad. La estructura de la homilía es
compleja, porque en la ακολουθία Nisena, traza unas conexiones en-
tre el texto del Antiguo Testamento a analizar (Ct 6, 1-9) y el descen-
so (κατάβασις) del Buen Samaritano para rescatar a la humanidad,
388 Ver: Moreschini, “Introduzione”, en Origene, Gregorio di Nissa, Sul Cantico dei Cantici,
90 y Cahill, “The date and setting of Gregory’s Song of Songs”, 448-453. Maraval afirma
por su parte que hay acuerdo entre los académicos en datar estas homilías, “en los últi-
mos años de G., después del 390”. Ver: Maraval, “Cronología de las obras”, 271.
389 GNO VI, 4,7.
390 Gregorio, “Omelie sul Cantico dei Cantici”, 755.
391 Ibíd., 759. En este sentido, se sigue la posición de Cahil y no la de Daniélou, quien
proponía que este escrito estaba dirigido a Olympias en Constantinopla. Cahil afirma al
respecto, que “el Comentario sobre el Cantar de los Cantares ciertamente fue compuesto
para Olympias, una amiga personal, pero Gregorio también era consciente de su amplia
prospectiva atracción. De manera que su intención en la publicación era doble: honrar
su compromiso con Olympias y hacer que su trabajo esté disponible en general”. Cahill,
“The date and setting of Gregory of Nyssa’s Commentary on the Song of Songs”, 452.
392 GNO VI, 431,1-469,9.
La Gloria que une 113
asumirla con su encarnación y elevarla (ἀνάβασις) (Lc 10, 29-37);
así como con el seguimiento discipular de los primeros discípulos (Jn
1, 45ss) y la teología paulina.
El Niseno quiere discernir el misterio del Evangelio (τὸ
εὐαγγελικὸν μυστήριον) por medio de la interpretación espiritual
(ἐπιγνῶναι γραφῆς διὰ τῆς πνευματικῆς θεωρίας393) del descenso
(κατέβη) del amado en el Jardín (Ct 6,2), “porque en cada palabra se
hace claro el significado místico (τὸν μυστικὸν λόγον)”394. La Iglesia
es llamada a conformar su obrar (σὺ ποίει ὁμοίως) (Lc 10,37) con
el de Cristo y su misterio de amor que condescendiende majestuosa-
mente a la bajeza de nuestra naturaleza (μεγαλειότητος γενομένην
ἐπί τὸ ταπεινὸν τῆς φύσεως ἡμῶν συγκατάβασιν395).
Por medio de la imitación (μιμέματι), así como la pintura que
se conforma a un modelo, la esposa afirma haber sido conforma-
da con Cristo (Ct 6,3) y haber recuperado su felicidad originaria
(συμμεμορφῶσθαι λέγει τῷ Χριστῷ […] τὴν πρώτην τῆς φύσεως
ἡμῶν μακαριότητα396), según la imagen y semejanza de la belleza
verdadera. La esposa por medio de su libertad (προαιρετικόν) se
convierte en espejo en el que ella misma puede contemplar el rostro
de su amado (τὸ τοῦ ἀδελφιδοῦ πρόσωπον βλέπω), configurarse
con su vida (Flp 1,21) y darle gloria con la misma gloria que de Él
recibe (τοὺς δοξάζοντας αὐτὸν δοξάζοντος397).
El Niseno sigue ahondando en la epéktasis (ἐπεκτεῖναι) de esa con-
formación de la esposa con la belleza del amado (ὁμοιώσασα κάλλος
τὸν Χριστὸν398), gracias a esa mirada amorosa (τῆς φιλανθρωπίας
ὀφθαλμοῖς ὁ θεός399) que le devuelve las alas para volar y seguir sien-
do transformada del temor al amor (μεταποιηθεὶς ὁ φόβος ἀγάπη
409 “Las fuentes en que Ambrosio se inspira en el DSS son: los Tratados de Dídimo el Ciego
y de Basilio, ambos sobre el Espíritu Santo, y también las Cartas a Serapión de Atanasio
de Alejandría (…) También está presente el influjo de algunas homilías de Orígenes”
Granado, “Introducción. El Espíritu Santo”, 13.
410 García, “Introducción. Sobre la fe”, 9.
El Espíritu Santo es Dios 121
Padre. Quienes defendían la consubstancialidad, adscritos a la fe de
Nicea, frontalmente arreciaron contra quienes la relativizaban, esto
es, los pertenecientes a la doctrina arriana, sabeliana o fotiniana. A
este respecto, Ambrosio se expresa de la siguiente manera en su tra-
tado Sobre la fe:
Así, pues, ésta es la afirmación de nuestra fe: decimos que hay un solo
Dios, y no separamos [de Él] al Hijo, como hacen los gentiles, ni, como
los judíos, negamos que ha nacido del Padre antes del tiempo, y que des-
pués ha sido engendrado de la Virgen, ni confundimos al Padre y al Verbo,
como Sabelio, para afirmar que el Padre y el Hijo son uno mismo; tam-
poco sostenemos como Fotino, que el Hijo de Dios haya comenzado a
existir de la Virgen; ni tampoco como Arrio, al creer que existen muchos
y distintos poderes.411
414 “La historia siguiente [sobre la disputa entre arrianismo y cristianismo] es muy com-
plicada en términos de política eclesiástica, y está llena de golpes y contragolpes de las
facciones que estaban a favor de Nicea (Atanasio) o contrarios al Concilio (Arrio y los
subordinacionistas de Orígenes) que se traducían en deposiciones de obispos, según las
facciones, en exilios y en retornos. En el 336 muere Arrio y un año más tarde el empe-
rador Constantino, pero la crisis no se cerró con estas muertes.” Piñero, Los cristianismos
derrotados, 227-228.
415 Ver: Lee, From Rome to Byzantium AD 363 to 565, 49.
416 García, “Introducción. Sobre la fe”, 6.
417 “En Occidente, la neutralidad de Valentiniano y, después de su muerte, la de su hijo
Graciano, habían permitido que la ortodoxia se consolidara, sin dejarles, no obstante,
conquistar de forma exitosa, habiendo alcanzado los arrianos a permanecer como los
maestros del Ilírico, e incluso a conservar la sede episcopal de Milán. En Oriente, en
cambio, el comportamiento de Valente en favor de la herejía había terminado en una
grave persecución contra los ortodoxos, quienes habían pasado años dolorosos.” Palan-
que, Bardy y de Labriolle, Storia della Chiesa. Dalla pace costantiniana alla morte di
Teodosio, 349-350.
El Espíritu Santo es Dios 123
Pues bien, sobre este particular trasfondo se sitúa la obra que abor-
da este capítulo. DSS parece continuar la reflexión del De fide, cen-
trándose esta vez en la defensa de la divinidad del Espíritu Santo. Su
redacción es una respuesta, como se ha mencionado, a la petición
de Graciano: “Te ruego que me des el mismo tratado que me habías
dado -pide el emperador a Ambrosio-: añadiéndole una diserta-
ción conforme a la fe sobre el Espíritu Santo, y con argumentos de
Escrituras y de razón convénceme que es Dios”418.
La tesis central de la obra es que el Espíritu está por encima de las
criaturas y es Dios419. Para desarrollar esta premisa y objetar la refu-
tación de diversas doctrinas heterodoxas, el Obispo de Milán acude
constantemente tanto a la reflexión de los Padres griegos como a la
Sagrada Escritura. Demostró Ambrosio que la tercera Persona de la
Trinidad no puede quedar circunscrita en el ámbito creatural, preci-
samente porque su naturaleza y su actuar en la historia, junto con el
Padre y el Hijo, manifiestan su divinidad. De ahí que determinados
“atributos” como la bondad, la donación, la eternidad, entre otros,
sean constitutivos de su naturaleza divina.
2. De Spiritu Sancto: categorías fundamentales
Un recorrido por el DSS deja ver los esfuerzos de Ambrosio para
escudriñar aquello que sostiene la naturaleza divina del Espíritu. Una
presentación sucinta sobre este asunto se fundamenta en algunas ca-
tegorías fundamentales que, en contravía de lo sostenido por los cris-
tianismos heterodoxos, sostienen la idea de que el Espíritu Santo es
realmente Dios, a saber: divinidad, unidad, donación y, finalmente,
bondad suma y eternidad. A través de estos conceptos no sólo hay un
intento por presentar las líneas fundamentales de DSS, sino presentar
la apuesta pneumatológica de este Doctor de la Iglesia.
2.1. La divinidad del Espíritu
En consonancia con su tesis, Ambrosio sostiene que el Espíritu
Santo no se cuenta entre el número de las criaturas. Para justificar
esta afirmación, el Obispo apela a la siguiente perícopa: “Todas las
427 ES, II, 49. Tal como lo indica el traductor y comentador del DSS, este texto pertenece al
canon apócrifo.
428 ES, II, 50.
429 ES, I, 25.
430 ES, I, 24; II, 124, 127.
431 ES, II, 114,115.
126 En los albores de la pneumatología
de la analogía del amigo como otro yo, esto es, la unidad del amor y
de la gracia existente entre ambos individuos. Si la amistad es con-
cebida desde esa particular unidad, “cuánto mayor, dice Ambrosio,
debemos pensar que es la unidad de la majestad del Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo, cuando mediante la misma actuación y divinidad
se expresa la unidad o, ciertamente, aquello que es más, ‘la mismi-
dad’, la tautótes”453. En este sentido, prosigue este Padre de la iglesia,
“el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen lo mismo, de modo que
el querer lo mismo y el poder lo mismo no procede del afecto de la
voluntad, sino que reside en la sustancia de la Trinidad”454.
Justificada tanto la divinidad como la unidad del Espíritu Santo,
según lo expuesto arriba, es posible seguir las demás consideraciones
que refuerzan y consolidan la tesis pneumatológica del Padre latino.
En lo que sigue se presenta una reconstrucción sobre la donación,
la bondad suma y la eternidad del Espíritu Santo, que fungen como
categorías que demuestran cada vez más la “distancia ontológica” del
Espíritu respecto a las criaturas, aunque no indiferente a su constitu-
ción y transformación en el plan de economía salvífica.
2.3. El Espíritu donador
Según Ambrosio, el Espíritu Santo en cuanto creador y vivifica-
dor, otorga la vida al conjunto de lo creado. De ahí que sea llamado
Espíritu de vida. Esta actividad vivificante, sin embargo, no queda
reducida una operación animista, como si el Espíritu fuera llana-
mente un hálito o soplo divino que da consistencia y movimiento
a lo que existe. Siguiendo detalladamente la Escritura, el Obispo de
Milán expuso las formas diversas en las que el Espíritu reparte de
manera irrestricta sus dones, sin que esto implique una mengua en
su naturaleza divina.
La Escritura muestra, dice el teólogo latino, que los patriarcas,
los profetas y los apóstoles emprendieron su misión bajo la guía del
Conclusión
El esfuerzo teológico evidenciado por Ireneo de Lyon, Tertuliano
y Orígenes adquiere unos matices peculiares, en tanto fueron ellos
los precursores de la doctrina sobre el Espíritu Santo. Su doctrina, en
correspondencia con su testimonio, da cuenta de la fe en el Espíritu
Santo que recibieron, defendieron y comunicaron a sus contempo-
ráneos y de la cual hoy somos beneficiarios. Su aporte nos invita a
cultivar una relación vital con Él para dar razón de su acción en los
diferentes escenarios que conforman nuestro diario vivir.
El aporte pneumatológico de Atanasio de Alejandría destaca por
la vitalidad con la cual asume el reto de dar razón de la divinidad del
Espíritu Santo, frente a aquellos que se resisten a reconocerle como
Dios, junto con el Padre y el Hijo. Cuando aquello que está en juego
es el contenido central de la fe, el esfuerzo por buscar una auténti-
ca inteligencia de la misma no se hace esperar. Dicha vitalidad y el
esfuerzo de una mayor inteligencia que desata la vivencia de la fe,
siguen siendo vigentes y necesarias, frente al desconocimiento al cual
asistimos hoy de la tercera persona de la Trinidad.
Dídimo el Ciego atendió con maestría el requerimiento de la co-
munidad creyente alejandrina respecto a la controversia pneumato-
lógica post nicena. En su tratado sobre el Espíritu Santo, el autor
establece la Sagrada Escritura como fuente principal a partir de la
cual expone la divinidad del Espíritu expresada en sus atributos, en la
relación Trinitaria y en Su misión. El aporte del Alejandrino destaca
por la invitación a la conciencia de una espiritualidad cristiana cuya
fuente es el Espíritu, quien conforma al hombre a imagen de Cristo
y le une en la vida de comunión con la Trinidad Santa.
Desde la teología pneumatológica de san Basilio se puede com-
prender la dignidad de Espíritu Santo en tanto su relación de igual-
138 En los albores de la pneumatología