Valerio Cortes Del Rey Fundador Del Unic
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Págs. 77-100, ISSN: 0034-8341
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CHANTAL CRAMAUSSEL
El Colegio de Michoacán, México
Valerio Cortés del Rey pertenecía a la pequeña nobleza de la ciudad de Zaragoza. Arribó
al Nuevo Mundo en 1621 y ascendió con notable celeridad todos los peldaños de la sociedad.
Mientras trabajaba de barretero, guardaminas, ensayador, prestamista, etcétera, adquirió nu-
merosos bienes y propiedades situadas en la frontera norte de la provincia de Santa Bárbara.
En la cúspide del éxito, logró un mayorazgo que estuvo en manos de sus descendientes hasta el
siglo XIX. La biografía de Valerio Cortés del Rey es una muestra de la gran movilidad social
al alcance de los peninsulares que se aventuraban a hacer fortuna en la gobernación de la
Nueva Vizcaya.
PALABRAS CLAVE: Nueva Vizcaya, mayorazgo, Parral, hacienda, frontera.
1 Una primera versión de ese ensayo fue publicada en Cramaussel, 18 (Chihuahua, 1992):
24-28. Reuní posteriormente más datos sobre Valerio Cortés del Rey que se encuentran disper-
sos en Cramaussel, 2006; se incluye en este texto un resumen biográfico escueto del personaje:
402-404. En el presente artículo retomo también de ese libro la información que me permite
contextualizar la historia de la vida de Valerio Cortés del Rey. Se ofrecen otros datos, un pri-
mer mapa del mayorazgo, así como la trascripción de inventarios, avalúos y testamentos, y un
estudio genealógico de la familia Cortés del Rey en Baca y Soto, 2006. Para un análisis de los
bienes del mayorazgo en el siglo XVIII, con énfasis en la historia del arte, ver Curiel, 1993. Po-
rras Muñoz, 1993: 21-22 da información complementaria. A este libro le fueron quitadas las
notas entregadas por el autor, pero contiene ya la primera información precisa sobre la confor-
mación del mayorazgo. Consultó, al parecer, las informaciones de testigos para solicitar licen-
cia para fundar el mayorazgo, realizadas en 1670 y 1671, que se encuentran en el Archivo Ge-
neral de Indias, Sevilla (AGI), Guadalajara, legajo 34, r. 3, n.º 7. Este documento es citado en
Porras Muñoz, 1980a: 352.
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Sobre las jurisdicciones civiles y eclesiásticas, Porras Muñoz, 1980b.
3
He insistido sobre la importancia de la relación demográfica entre españoles e indios en
Cramaussel, 2006.
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4 Pedro de Santa María, 6 de junio de 1631, AGI, Casa de Contratación, legajo 5412,
n.º 43. Consultado en el portal Pares del Ministerio de Cultura de España.
5 Baca y Soto, 2006: 33. Estos autores retoman los datos que les proporcionó Carlos Ytu-
rralde, quien consultó el documento intitulado Probanza de las calidades de limpieza y nobleza
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y demás requisitos del general don Juan Cortés del Rey natural del real de San José del Parral
en Indias en la Nueva Vizcaya, pretendiente del hábito de la Orden de Santiago, 1688, Archivo
Histórico Nacional, Madrid (AHN), cajón 70, n.º 80, exp. 2176. A fines del siglo XVII figura-
ban en la hacienda de Valerio Cortés los retratos de sus dos hermanas que se habían quedado
en España. En 1675 un «Maestro Fr. Joseph Ximeno Cortés del Rey, de la provincia de Ara-
gón» pide pasar al reino de Granada para evangelizar a los naturales con ocho religiosos y un
criado originario de Zaragoza. AGI, Casa de Contratación, legajo 5440, n.º 2, r. 116.
6 La pertenencia de una hacienda de beneficio de metales a una orden regular no debe sor-
prendernos. Varios eran también los jesuitas que tenían minas, como en Sonora, por ejemplo.
7 Baca y Soto, 2006: 30. Escritura de venta de una hacienda de sacar plata por fundición
ubicada en la hacienda de Santiago, que fundó Dionisio Cortés del Rey, que hace el convento
de San Agustín de Durango en dos mil pesos a Valerio Cortés del Rey.
8 Acerca de los caminos hacia la provincia y el transporte, Cramaussel, 2006: 15-20.
9 Porras Muñoz, 1988: 50.
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los cinco mil individuos diez años después10. Bajo el impulso de las minas de
Parral, la producción en plata de la Nueva Vizcaya se multiplicó por diez en la
década que siguió al descubrimiento de la veta madre, llamada «La Negrita»11.
No había habido bonanza minera más marcada en el Septentrión Novohispano
desde que se descubrió Zacatecas en 154612.
En un principio, Valerio Cortés del Rey no pareció destinado a ser uno de
los oligarcas más prósperos de la provincia de Santa Bárbara. Trabajó algunos
meses de barretero en las minas de Parral en 1632, pero pronto dejó la provin-
cia de Santa Bárbara para fungir como guarda-minas en el real de San Luís Po-
tosí, en auge desde 1620. Retornó a la provincia de Santa Bárbara en el séquito
del gobernador Luis de Valdés13 en 1644, después de comprar en México el
cargo de ensayador y balanzario de las minas de Parral14. Este oficio, que ejer-
ció durante veintidós años, le permitió tener ingresos regulares e importantes,
pues cobraba uno por ciento sobre todos los metales ensayados, sin contar que
ocultaba el contenido en oro de los minerales producidos a cambio de alguna
retribución por parte de los mineros beneficiados. Dos años después, en 1646,
Valerio Cortés del Rey compró el abasto de carne de res y de borrego de Pa-
rral. Aprovechó, sin duda, los rebaños que estaban todavía en manos de su her-
mano Dionisio para poder pretender ese monopolio. Parral se encontraba en-
tonces en su época de esplendor: en la cuenca del río Florido vivían más de
veinte mil personas15 y ser beneficiado de la carne era una manera segura de
obtener jugosas ganancias. Valerio Cortés logró conservar también el privile-
gio del abasto de res y borrego durante largos años: de 1646 a 1667. En 1675,
lo adquirió de nuevo sin tener que desembolsar un solo real por tres años más;
a cambio, se comprometió a reconstruir la iglesia parroquial, obra que le costó
diez mil pesos16.
Dionisio quedó a la cabeza de las haciendas de San Nicolás y Santiago has-
ta probablemente su muerte, acaecida en 1655. Tras su fallecimiento, Valerio
Cortés compró la primera de ellas a la orden de los agustinos y heredó las tie-
rras y el ganado de la hacienda de Santiago. Pero no le bastaron esos bienes;
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encomienda de San Luis Babiseomalva20, en las riveras del río Conchos. Otros
eran originarios del norte de la provincia de Santa Bárbara y habían sido atraí-
dos por el capellán de la hacienda, al que el obispo encargó la evangelización
de los nativos allende el río San Pedro, como se verá más adelante. Otros más
eran presas de guerra que el caudillo había tomado durante las razzias en los
pueblos de infieles y que había criado desde niños en su hacienda. Los indios
que habitaban en los dominios de Valerio Cortés del Rey estaban dispuestos a
guerrear junto con su amo, ya que éste los protegía de ser repartidos en las ha-
ciendas mineras. En tanto que sirvientes, dejaban de estar sujetos al reparti-
miento impuesto a todos los indios de la Nueva Vizcaya, los cuales no tributa-
ban al rey en especie sino en trabajo forzado a razón de cuatro a seis semanas
por año21.
Una vez en campaña, los jefes militares de la provincia de Santa Bárbara
no acataban órdenes de nadie más, como lo muestra la burlona respuesta de
Valerio Cortés a los consejos militares del gobernador Luis de Valdés: «lo ha-
cían niño volviendo a la primera edad y haciéndole venir a la escuela [...] que
llevase al diablo el alma de las órdenes»22. Cada vez que se les presentaba la
ocasión, los caudillos hacían recordar su protagonismo en las campañas contra
los rebeldes para defender su estatuto de privilegiados ante las autoridades lo-
cales. Sólo ellos contaban con tropas fieles, pues los indios auxiliares prove-
nientes de las misiones se pasaban al enemigo con demasiada facilidad y los
pobladores recién llegados, muchos de ellos sin experiencia en la guerra y que
desconocían la región, no eran tampoco combatientes ideales. Además, des-
plazar tropas durante meses implicaba también gastos en comida, armas y pól-
vora que únicamente los hacendados podían sufragar. Por otra parte, Valerio
Cortés conocía personalmente no sólo a los sirvientes indígenas de sus hacien-
das, sino también a muchos de los infieles que moraban en los contornos de las
zonas colonizadas por los españoles. Parece incluso que, en ocasiones, tomaba
partido por ellos. En 1667, los jesuitas lo acusaron de ser aliado de los rebel-
des que habían matado a varios neófitos de la misión de Satevó en ausencia de
20 Merced hecha por Franciso Gorráez y Beaumonte, de indios a Valerio Cortés del Rey
y su hijo Juan, hecha en 1675 ante Diego de Galarreta, citada en Griffen, 1979: 63. Como lo
señalan Baca y Soto, 2006: 14, la fecha indicada en el traslado del documento original es
errónea.
21 Sobre los sistemas de trabajo, y en especial la encomienda y el repartimiento en el Sep-
tentrión Novohispano, ver Cramaussel, 2006: 205-219. En los hechos, eran compelidos a labo-
rar durante mucho más tiempo, cuando no se endeudaban de por vida.
22 Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento, 1667, AGI, Escribanía de Cámara,
legajo 396a, f. 210. Testimonio de Francisco Montaño.
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por los venenosos vapores del mercurio. Junto con ellos, laboraban delincuen-
tes de todo tipo, negros y miembros de las castas, y todos eran tratados sin pie-
dad porque: «Los esclavos que se venden para dicha hacienda son de calidad
que sin mucho miedo y castigo no hay quien se averigüe con ellos porque cada
día huyen»27.
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legajo 396b, f. 20v. Sobre los conflictos entre oligarcas y gobernadores, Cramaussel, 2006:
280-295.
30 Dionisio Cortés del Rey ya se había percatado del poder de los comerciantes: se queja-
ba en 1646 de que los mineros «dependen tanto de los comerciantes que si estos no les entregan
maíz, carne y velas y todo lo que necesitan las minas no pueden ser explotadas ni pobladas»:
Visita del reino, Archivo Histórico de Parral, Chihuahua (AHP), 1646a, n.º 48, testimonio de
fray Dionisio Cortés. Sin embargo, Valerio Cortés no conservó por mucho tiempo su tienda, ya
que no se encuentra mencionada entre sus bienes ni en 1670 ni en 1688.
31 Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento, 1669, AGI, Escribanía de Cámara,
legajo 396b, n.º 8, ff. 231v y 232-233; AGI, Guadalajara, legajo 14, r. 3, n.º 7. Cramaussel,
2006: 300.
32 Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento, 1668, AGI, Escribanía de Cámara,
legajo 396c, n.º 11. Testimonio de Domingo de la Puente.
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38 Visita del obispo Escañuela, 1674, Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, Mé-
xico (BNAH), microfilmes, Zacatecas; AGI, Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sar-
miento, 1666, Escribanía de Cámara, legajo 397a.
39 Quejas de los indios del pueblo de Satevó en contra de Valerio Cortés del Rey por usur-
pación de propiedades, 1667, AHP, 1667b, exp. 2077. En realidad, los dominios de Valerio
Cortés no se extendían sobre más de cien kilómetros, como lo muestra el mapa anexo del ma-
yorazgo.
40 Autos del rector de la Compañía de Jesús, albacea de Francisco de los Ríos, 1700,
Archivo Histórico del Arzobispado de Durango (AHAD), 102: 536-668 (en el microfilm). Al
parecer, el arcediano Ríos fue también el padre de la extensa prole (tres hijos y cuatro hijas) de
María de los Ríos, una sirvienta mulata a la que dona doscientos pesos para que «se vaya a bus-
car su vida» en 1700. El canónigo Ríos construyó una de las casas más ostentosas de la ciudad
de Durango. Vallebueno, 2005: 196.
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franciscana, que poseía una serie de misiones a lo largo del río Conchos, en
colindancia con los tobosos de guerra, al este de las haciendas de nuestro per-
sonaje. Valerio Cortés fue síndico del convento franciscano erigido en San
Bartolomé y se encargó durante varios años también de recolectar el diezmo
en ese mismo valle, que era el granero de la provincia en el siglo XVII. Ya alu-
dimos también al donativo de diez mil pesos que otorgó Valerio Cortés para
reparar el templo parroquial41.
Todas las haciendas de labor y de ganado de Valerio Cortés del Rey esta-
ban ubicadas en lugares estratégicos: a la vera de los principales caminos y en
frontera con los indios gentiles. Nuestra Señora del Pilar de Conchos, que co-
menzó a poblar con ganado en 1657, se ubicaba en el extremo norte de la pro-
vincia de Santa Bárbara42. En 1661, Cortés compró en las márgenes orientales
de la misma provincia, a orillas del río Florido, la hacienda de Nuestra Señora
de Huejuquilla a Domingo de Apresa, importante minero de la región, y la re-
bautizó San Valerio de Huejuquilla43. Huejuquilla lindaba con el altiplano de-
sértico, habitado por los indios de guerra, quienes explotaban la saltierra nece-
saria para beneficiar la plata y en ciertas temporadas del año iban a pescar por
la zona. La hacienda de San Gregorio44, de la que era propietario Valerio Cor-
tés desde 1662, estaba en la ruta hacia Sonora y el Nuevo México, y por allí te-
nían que transitar todos los viajeros que venían de San Bartolomé y se dirigían
hacia el norte. En el camino de Sonora, entre los ríos Conchos y San Pedro,
nuestro personaje fundó la hacienda de San Antonio de Padua, y más al norte,
a una legua del vado del río San Pedro, en un sitio donde pastaban ya 60.000
ovinos de su propiedad, Valerio obtuvo una merced de tierra que fue el origen
de la hacienda de San Francisco Javier. El caudillo aseguraba así la paz de los
caminos sobre cientos de kilómetros, así como el fácil traslado de mercancías
e indios entre la provincia de Santa Bárbara, el Nuevo México y Sonora45. A
partir de los años sesenta, el grueso de la mano de obra en el centro minero de
Parral provenía de esas dos regiones y también parte del ganado que se consu-
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mía en el centro minero tenía el mismo origen46. Valerio estaba, por lo tanto,
en la mejor posición para negociar con los indios rebeldes que circundaban sus
dominios. Por esta razón se ufanaba de ser «la llave del reino» y afirmaba que
lo podía cerrar en cuanto se le antojara47. En 1688, dos años después del des-
cubrimiento de las minas de Cusihuiriachi, adquirió una nueva merced de tie-
rra al noroeste de ese nuevo real, donde su hijo Juan fundaría la estancia de La
Laguna48.
46 Su presencia en Parral fue mencionada por primera vez en el estudio pionero de West,
2002: 96-110. Ver también Cramaussel, 2006: 219-225.
47 Cramaussel, 2006: 403.
48 Otro distrito minero que data de principios del siglo XVIII a medio camino entre Cu-
sihuiriachi y Chihuahua. Título de denuncia de tierras adjudicadas en la jurisdicción de Cu-
sihuiriachi a favor de Juan Cortés, AHP, 1668a, exp. 3025. Baca y Soto, 2006: 30. A esta es-
tancia atribuyen estos autores el origen de la hacienda de Bustillos; sin embargo, Porras Muñoz
afirma que el primer poblador fue José Sánchez de Chávez. Porras Muñoz, 1993: 31.
49 Baca y Soto, 2006: 103. Es un poco más del valor que se le atribuía en 1670; en esta úl-
tima fecha fue estimada en 25.000 pesos. AGI, Guadalajara, legajo 14, r. 3, n.º 7.
50 Acerca de los diferentes tipos de casas en Parral y su valor respectivo: Cramaussel,
2006: 120-130.
51 Se conserva aún en Parral junto con parte de la fachada, pero la casa del siglo XVII ha
sido demolida.
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vigas que estaban cubiertas con tejamanil afianzado con clavos, muy caros a
razón del alto precio del metal importado todo de España. Contrariamente
también a las demás casas principales del real, cuyas ventanas miraban a la
calle, las de Cortés daban casi todas a un patio interior y barrotes de hierro
protegían la única ventana que abría hacia la vía pública. No todas las doce
piezas dispuestas alrededor del patio de la casa de Valerio en Parral tenían
ventana; la mayoría contaba únicamente con una gran puerta de dos manos
que quizá permanecía abierta en el día para dejar entrar la luz y asegurar una
mejor ventilación52.
Los objetos que amueblaban y adornaban el interior eran dignos del caudal
del dueño. Se evaluaron en poco más de diez mil pesos. Sobresalían los obje-
tos de plata (2.227 pesos), la carroza (1.200 pesos), un cajón de armería con
carabinas y arcabuces junto con un astrolabio (1.000 pesos) y una colgadura
de damasco (400 pesos). Los 3.446 pesos restantes correspondían a cuadros
(30 cuadros de santos ermitaños, 28 países de Flandes, cristos, santas sibilas,
una virgen del Pópolo, etcétera), así como a camas, mesas, sillas, escritorios,
espejos, cajones y otros enseres domésticos. Cabe señalar que el valor atribui-
do a los bienes muebles superaba ampliamente al de los contenidos en las dis-
tintas haciendas del magnate. La casa de Parral era el mejor escaparate para
que Valerio ostentara su riqueza ante visitantes y autoridades del real de mi-
nas53. A pesar de la enorme distancia que separaba la provincia de Santa Bár-
bara de México, el lujo de la morada de Valerio Cortés del Rey era semejante a
la de los palacios de la capital novohispana54.
En 1670, en el culmen de su poder y ya con una inmensa fortuna, Valerio
Cortés del Rey solicitó de la Corona licencia para fundar dos mayorazgos,
uno para cada uno de sus hijos varones55, así como el título de conde o mar-
qués y la jurisdicción plena de sus dominios, tal y como la habían obtenido
con anterioridad Hernán Cortés o el duque de Atlixco en la Nueva España.
La real cédula del 2 de octubre de 1674 autorizaba la erección del mayoraz-
go, pero se pidió mayor información a la Audiencia de Guadalajara, al obis-
po de Durango y al gobernador de la Nueva Vizcaya porque la Corona quería
cerciorarse de su conveniencia. Tuvieron que pasar hasta quince años para
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56 Porras Muñoz, 1993: 21-22. En ese libro, la fecha de la escritura fundacional (1679)
está equivocada. Baca y Soto, 2006: 25, mencionan ese documento con su respectiva referencia
que contiene los avalúos de 1688. La real provisión de la Audiencia que autoriza la erección
data de 1679. Se opusieron los jueces de Guadalajara a que el rey le concediera a Valerio «títu-
lo de señorío y jurisdicción perpetua» por temor a que se refugiaran con impunidad en el mayo-
razgo todo tipo de maleantes y que, en consecuencia, «siendo tan poca gente en aquellas partes
podrá suceder que en breve o largo tiempo según se ofrecieren los casos queden desiertos mu-
chos pueblos y poblados». AGI, Guadalajara, legajo 14, r. 3, n.º 7. Véase la localización del
mayorazgo en el mapa anexo.
57 A pesar de esa prohibición, Juan Cortés del Rey perteneció a la orden de Santiago. Qui-
zá solicitó una licencia especial para su ingreso.
58 No figuran entre las propiedades de Valerio Cortés del Rey en 1670. AGI, Guadalajara,
legajo 14, r. 3, n.º 7.
59 Retomamos a continuación la información contenida en Autos para avalúos de las pro-
piedades que se incluyen en el vínculo y mayorazgo que funda Valerio Cortés del Rey, AHP,
1738b (exp. 4724), transcrito en Baca y Soto, 2006: 95-110. En AGI, Guadalajara, legajo 34, r.
3, n.º 7 (informaciones de méritos de Valerio Cortés de 1670-1671), el total de los bienes con la
hacienda de San Gregorio sumaban 255.000 pesos. Se mencionaban entonces la hacienda de
San Antonio (150.000 pesos), San Gregorio (20.000 pesos), Atotonilco (despoblada, sin valor
atribuido), Santiago (con beneficio de fuego y azogue y la mina nombrada «El Cabreestan-
te»), la mina «Tejada» en San Diego (60.000 pesos) y la casa de Parral (25.000, sin muebles ni
adornos).
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rros, que representaban un total de 177.350 pesos (el 96% del valor total). No
cabe duda que el caudillo ejercía bastante control sobre los indios de la fronte-
ra, porque el ganado era para ellos un bien codiciado y los robos de animales
muy frecuentes. En la hacienda de Nuestra Señora del Pilar del río Conchos,
que se destinaba a la agricultura, las tierras y obras de riego, que incluían
obras de cal y canto60, fueron evaluadas en 30.000 pesos, la capilla en 5.740
pesos y el molino en mil pesos. Junto con los jacales que albergaban la cose-
cha de trigo y maíz (4.500 pesos), la tierra, la casa, las acequias y el acueducto
correspondían a las tres cuartas partes del valor total. En la hacienda interme-
dia de San Antonio, Valerio Cortés fabricaba jabón y velas de cebo, y tenía un
obraje para tejer la lana de sus ovejas. La mitad del valor de esa propiedad
(evaluada en 16.720 pesos) lo representaban los esclavos (4.200 pesos) junto
con la casa y la capilla (4.500 pesos), mientras el resto lo daban la tierra (6.000
pesos), los aperos, el jabón y la lana que se encontraban en existencia61.
A un nuevo potentado sin letras de nobleza todavía, le correspondía seguir
las reglas del estamento de los privilegiados y cuidar, vía las alianzas matrimo-
niales de su descendencia, el destino de la fortuna familiar. Sin embargo, la
ambición y la codicia no lo llevó a elegir un marido que perteneciera a las
grandes estirpes de la Nueva España para su hija. Valerio prefirió buscar a una
persona que pudiera integrar a su casa y que le fuera fiel. En 1671, comprome-
tió a su hija, de quince años62, con un criminal, el cual había encontrado refu-
gio en Parral después de haber sido desterrado de la Nueva España por asesi-
nato en Tepeaca y desacato al virrey. El futuro yerno se llamaba Francisco Gó-
mez de Somoza, era de origen gallego y le había brindado protección su
paisano, el gobernador Antonio de Oca y Sarmiento. Valerio Cortés del Rey,
quien no perdía ninguna oportunidad de enriquecerse, no le dio ninguna dote a
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su hija como se acostumbraba, sino que, por el contrario, exigió por concepto
de arras a Gómez de Somoza la considerable suma de ochenta mil pesos. Los
habitantes de Parral criticaban acerbamente ese compromiso matrimonial que
se asemejaba demasiado a una venta. Pero la boda se celebró de todas maneras
tres años después. Somoza ya había entregado a su suegro cuarenta mil pesos
en barras de plata, joyas y mercancías diversas, y otros cuarenta mil en bienes
inmobiliarios que constaban de varias casas y haciendas. El día del enlace, Va-
lerio Cortés se contentó con darle al novio una cadena de oro y un anillo, cuyo
valor no rebasaba los doscientos pesos, y a la novia un collar de perlas y otro
anillo que le costaron doscientos cincuenta pesos más63. Para el hacendado,
esta unión representaba un negocio redondo, porque, además de los beneficios
económicos que había obtenido, se ganaba el apoyo de un yerno incondicio-
nal, puesto que no podía prescindir de su protección política una vez concluido
el mandato del gobernador. Teresa Cortés del Rey no tuvo hijos y quedó viuda
en una fecha que no hemos podido precisar, terminando sus días como monja
profesa en el convento de Santa Clara de la ciudad de México64.
Valerio Cortés del Rey permaneció sólo veinticuatro meses a la cabeza de
su flamante mayorazgo. Le sorprendió la muerte en 1691 a la edad de ochenta
y un años, después de sobrevivir largo tiempo a los achaques, dolores de estó-
mago y quebradura de la ingle que mermaban su salud. Su hija Antonia había
entrado también al convento, Valerio, su hijo menor, que había destinado al sa-
cerdocio, quedó inválido por apoplejía, y Juan, el primogénito, a sus treinta y
siete años no había encontrado aún un partido a su altura. El futuro del mayo-
razgo, que parecía quedarse sin heredero, estaba, por lo tanto, incierto.
Pero Juan Cortés del Rey se casó finalmente con una integrante de las po-
derosas familias de la ciudad de Durango, llamada Agustina Antonia de Medi-
na y Castilla. En 1695, cuando la pareja contrajo matrimonio en la capital viz-
caína, el novio ya tenía cuarenta y un años y la novia tan sólo catorce. Juan ha-
bía heredado el mayorazgo a la muerte de su progenitor y contaba con una de
las más grandes fortunas del momento. Además, había tratado de aumentar el
valor de los bienes heredados de su padre al construir en San Francisco Javier,
la hacienda más norteña del mayorazgo, una casa y una presa de cal y canto.
En tierras adquiridas por Valerio Cortés en 1688, fundó también una estancia
en la jurisdicción de Cusihuiriachi, mineral cuyo auge sucedió al de Parral a
partir de 1686. Pero el novio tuvo que entregar de todos modos diez mil pesos
en arras y la novia, que era probablemente más pobre pero pertenecía a una fa-
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milia de abolengo, únicamente unas alhajas. Juan Cortés del Rey trató de se-
guir, por lo tanto, los pasos de su padre: expandió sus dominios en la frontera
con las tierras de los indios gentiles y se casó con una mujer que pertenecía a
una familia encumbrada y arraigada en la Nueva Vizcaya. Sin embargo, aun-
que había incorporado al mayorazgo 35 sitios más de ganado mayor y creado
dos nuevas estancias65, al final de su vida Juan no contaba con la riqueza de su
progenitor, quien había sido beneficiado de la carne y ensayador de Parral du-
rante muchos años en su época de bonanza. En 1719, Juan Cortés del Rey de-
claraba en su testamento tener cincuenta mil reses alzadas, pero no había podi-
do marcar más de mil. Su fortuna no era ni de lejos semejante a la de su padre:
no ascendía en total a más de cien mil pesos y se encontraba endeudado con
uno de los grandes comerciantes de Parral66.
La biografía de Valerio Cortés del Rey muestra la carrera de un hombre sin
relaciones previas en el Nuevo Mundo, ni paisanos aragoneses, que pudo abrirse
camino obteniendo cargos civiles, militares y eclesiásticos, y tejiendo alianzas
con la oligarquía de una provincia situada en la frontera. Su fortuna inicial la
hizo en base a la venta de ganado, pero también acumuló un gran caudal en la
minería y adquirió prósperas haciendas de labor. La consolidación de su empo-
rio tuvo origen en su unión matrimonial con la hija de un mercader de plata y en
su poder como caudillo militar. No es casual que adquiriera en los años sesenta
la mayor parte de sus propiedades, justo cuando la guerra contra los tobosos del
altiplano estaba en pleno auge67. Valerio Cortés del Rey contaba con un ejército
propio, conformado por los sirvientes de sus haciendas, que le eran incondicio-
65 Autos del juicio sucesorio de Bernardo Cortés del Rey, 1728, AHP, 1728b (exp. 4440),
citado por Baca y Soto, 2006: 29. Mencionamos ya la primera, llamada La Laguna, en la juris-
dicción de Cusihuiriachi, y la segunda era la de San Lucas, ubicada al oeste de Julimes y al nor-
te del río San Pedro.
66 La evolución del mayorazgo rebasa, desde luego, el tema de este trabajo. Los descen-
dientes de Valerio Cortés del Rey se endeudaron con un comerciante llamado Cristóbal de
Orrantia, quien era al parecer el aviador de sus haciendas. Esta deuda ascendía a 16.532 pesos
en 1719 y a más de 41.000 pesos en 1728. Dos de las haciendas del mayorazgo fueron arrenda-
das después por poco dinero y el descuido con las que fueron administradas las llevó al que-
branto. Porras Muñoz, 1993: 22. Baca y Soto, 2006: 36-37. Ambos autores insisten también en
las pérdidas que registraron las haciendas mineras y la mala administración de los bienes por
parte de los descendientes de Valerio. El nieto de nuestro biografiado, llamado también Vale-
rio, trató de obtener ingresos adicionales coludiéndose con un grupo de abigeos. Ortelli, 102
(Zamora, 2005): 163-201.
67 La guerra contra los tobosos se propagó en 1666 y 1667. Se había rebautizado como «to-
bosos» a los conchos alzados. Álvarez, 2000: 355-381. En ese mismo periodo, inundaciones, epi-
demias y una sequía, seguida de una hambruna, afectaron también todo el norte de la Nueva Viz-
caya. Para un recuento de las catástrofes ocurridas en esos años, Cramaussel, 2006: 158.
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nales. Trataba también con los indios gentiles que habitaban tierras colindantes
con sus propiedades, ubicadas todas en las márgenes de las regiones coloniza-
das. Se había vuelto, por lo tanto, un hombre clave durante las numerosas rebe-
liones que azotaron la Nueva Vizcaya durante la segunda mitad del siglo XVII.
Ni siquiera los gobernadores podían prescindir de su alianza. Sin embargo, el
destino de Valerio Cortés del Rey fue sólo excepcional por la rapidez con la que
hizo fortuna. Los demás personajes exitosos de su época en la provincia de San-
ta Bárbara68, y probablemente en todo el norte de la Nueva España, habían acu-
mulado riqueza y poder de la misma manera.
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Valerio Cortés del Rey belonged to the minor nobility of the city of Zaragoza. He arrived
in the New World in 1621 and reached the highest rungs of society with remarkable speed.
While working as a miner, mine guard, assayer, money lender, etc., he acquired many goods
and properties in the northern frontier of the province of Santa Bárbara.
At the peak of his success, he obtained a primogeniture that remained in the hands of his
descendants until the 19th century. The story of Valerio Cortés del Rey’s life exemplifies the
great social mobility that could be enjoyed by those from Spain who ventured to seek their for-
tune in the provincial government of Nueva Vizcaya.
KEY WORDS: Nueva Vizcaya, primogeniture, Parral, estate, frontier.
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