EL TALENTO SIN PROBIDAD ES UN AZOTE
ROMULO GaLLEGOS
Discurso pronunciado en la sesién de clausura de la Conferencia Interamericana del Congreso por la Libertad de la
Cultura, celebrada en México, en 1956. Fue publicado el 14 de octubre de ese mismo aio en la revista cubana
Bohemia.
‘otivos del orden per-
sonal, entre ellos mi
temperamental resistencia a
colocarme en_situacione
espectaculares, que no ¢s
totalmente una virtud de la
cual pueda envanecerme,
me han impedido asistir a
las sesiones de esta
Conferencia en la que se me
ha reservado sitio de honor,
pero si hoy, por lo menos,
no estuviera aqui, ni habria
cumplido el ficil deber de
cortesia de corresponder a
esa honorifica distincién, ni
me habria mostrado conse-
ccuente con la actitud reitera
damente asumida por mi al
pedirle a la intelectualidad
de nuestros pueblos acto de
presencia responsable en los
momentos criticos del desti-
no de ellos. Aqui ha sido
congregada una gallarda representacién del. pensa-
miento americano en las distintas lenguas con que
expresa sus modalidades propias y nada menos que
ad de la cultu-
‘con la consigna de abogar por la lib
ra y aunque a las deliberaciones de es
nada nuevo pueden aportar mis palabras, éstas sélo
vienen a fijar mi posicidn ante el apasionante caso.
Pero como definirse en posiciones de lucha es u
‘arse y esto tiltimo exige previa exploracién del campo
que se nos ofrezca, espero que se me permita que
aciéndome esta reflexién: por la libertad
de la cultura dice el Congreso para el cual esta
Conferencia trabaja; por la paz, viene diciendo por
allé otro y son tan seductores ambos lemas que cabe
admitir la posibilidad de que unos mismos hombres
asistan sin desdoblamientos a uno y otro, puesto que
cultura y paz no son antinomias, sino, por lo contra-
rio, modos de ser que se complementan mutuamente,
con la afadidura de que ninguna de las dos puede
ir sin libertad. De tal manera
in divididas las inquietudes y las esperanzas huma-
has en los dramiticos momentos actuals, a nadie |
ue cuando asi se
Rémulo Gallegos, por J. C. Rodrigues
deberia ocurrirsele que son
dos posiciones contrapuestas
¢ inconciliables las que estn
tirando para aqui y para alli
de la suerte del mundo en el
porveni.. si no se supiera
que una misma, palabra
puede servir muchas veces
para distintas y aun contra-
rias cosas, como suele ocu-
rrir que sean el convencer y
el utilizar. ¥ de este lado era
imprescindible decir con
claridad y sin malabarismos
mentales de qué cultura se
trataba cuando para ella se
pedia libertad, a fin de que
fa gente, la multitudinaria
gente de nuestros paises
hacia la cual debian volearse
las corrientes directoras de
pensamiento que manaran
de esta Conferencia —sin
riesgo de que todo se queda-
se en meditaciones de cénclave aislado de la realidad
circundante— pudiera poner corazén y voluntad
donde hubiese puesto oidos, sin abrigar sospechas de
que fuese algo muy diferente de la cultura aquello
para cuya defensa desde aqui se le estuviera invitando.
Desde luego, los conceptos de cultura y libertad
varfan segiin las épocas y segiin los paises y podemos.
decir que el primero de ellos, por lo menos, no es
‘exactamente l mismo en Europa que en América ni
en la porcién de ésta de origen hispénico, 0 mis
ampliamente: ibérico; ni aun tampoco, con escrupu-
losa exactitud, en la que le da asiento a la grandeza y
a la prepotencia de los Estados Unidos. Palabra auto-
rizada ya sefialé aqui como uno de los peligros que
hoy amenazan a a cultura de nuestro continente lo
que se podria llamar el maquinismo y a mi me com-
place la corroboracién que asi han tenido algunas
mias, pronunciadas hace dos afios ante una reunion
de maestros de espafiol en la Universidad de
Oklahoma, a propésito de un criterio de exagerado
pragmatismo que tendia a desplazar de la ensefianza
universitaria todo lo que no fuese de aplicaciones
Eipco de pacienia #1997 #00355[EL TALENTO SIN PROBIDAD ES UN AZOTE
précticas, estrictamente tiles, “Ensefianza —dije
alli— formadora de profesionales que hagan cosas
visibles y concretas, tanto mejor mientras mas pareci-
dos a las maquinas salgan ellos de las aulas, reducido
el factor personal estimable en la obra al minimum de
a marca de fabrica —la Universidad donde se forma-
ron—, porque es el espiritu de la méquina —si se me
tolera esta paradoja— lo que le imprime cardeter al
modo actual de la cultura recomendable. Duro tiem-
po de hicrro, de acero! —exclamé, mas para agregar
en seguida: —Bueno. No tan duro, en realidad, por-
que ahora la mayor parte de las cosas se fabrican de
plistico, que no es lo que parece ser. La edad de oro
de la destreza, que no de la cultura propiamente; pero
de la destreza més y més confiada a la eficacia de la
maquina.
No ¢5 un secreto que los curopeos, los europeos
ccultos y apegados a sus viejas formas que entroncan
‘con Grecia y Roma, temen actualmente ver todo ese
mundo de su formacién y sus predilecciones barrido
por las nuevas corrientés desprendidas del idea
marxista y Hlevadas al terreno de la politica préctica
por la revolucién rusa; pero aunque por aqui somos
hherederos de la cultura europea, los mis genuinos res-
plandores de ella no brillan, en realidad, sino en las
ms cimeras cumbres del intelecto americano —aqui
Alfonso Reyes, por ejemplo, sin que sea el nico, por
supuesto—, mientras los mds modestos empinamien-
tos de esa cordillera nos contentamos con que la luz
del sol de todos ilumine un poco nuestra tierra.
‘Nuestra manera de sentirla, amarla y pertenecerle. Y
mientras, abajo, en la inmensa llanada que sostiene al
alto monte, atin nuestros pueblos no han podido
aprender todo lo que debieran saber, y, por consi-
guiente, cuando les hablemos de los peligros que corre
Ih cultura, nada tendria de extrafo que se quedaran
miréndonos con cierto aire de sorpresa... sino de des-
confianza.
Una preocupacién semejante a la de los mencio-
nados europeos cultos existe también entre los norte-
americanos, pero condicionada por consideraciones
del orden prictico, como tienen que ser las que les
ire la ya aludida amenaza contra el poderio eco-
némico del gran pais de ellos. No me refiero, por
supuesto, a los ilustres representantes de la cultura
norteamericana que aqui ocupan asientos de respon-
sabilidad encre la estimacién de todos los que los
rodean, pero rindiéndoles el honor a que son acreedo-
res un Norman Thomas y un John Dos Passos —no
hago discriminaciones al citar solamente a los que de
clos me son mejor conacidos—, hombres sin historia
de condescendencias ni con la iniquidad ni con el
engafio traicionero, puedo agregar que no es tampoco
tun secreto que de esa preocupacién cuidadosa de inte-
reses materiales proviene, en gran parte, la razén de
ser de esta Conferencia que hoy clausura sus activida-
des en suelo de la América Latina y no por azar esco-
sgido para asiento de ella este México donde se pueden
defender con dignidad los fueros del espiritu, donde
se alz6 la vor categéricamente orientadora de Benito
Juarez al decir: el respeto al derecho ajeno es la paz.
Pero si queremos ser francos y evitar que se nos
tilde de administradores de estupefacientes, debemos
tener el valor de proclamar que nuestra preocupacién,
que la amenaza que nosotros sentimos y en la cual cre-
«mos no es el comunismo. No porque de algsin modo
znos inclinemos a sus formas peculiares de ideologia y
procedimientos —bien definida tiene ya quien esto
dice su posicién en el campo de la lucha politica por
los ideales de la democracia auténtica, sin sacrificio de
los fueros de la individualidad— ni porque seamos
indiferentes ante los conflictos que nos acarrearfa la
implantacién del comunismo en nuestros paises, sino
porque la existencia de problemas mucho més con-
tundentes y directos en cuanto a las amenazas contra
fa cultura entre nosotros, nos obliga, por razones de
sinceridad y hasta de simple seriedad, a dirigir nues-
{ros ataques contra otros objetivos. Pues si ya un escri-
tor espatiolcalificé cierta vez al continente americano
como tierra de la imitacién —sin incurrir en desacier-
to absoluto porque en realidad hemos sido imitadores
en varios campos de la humana actividad intelectual,
por razones obvias—, como ya de mucho de eso nos
hemos dejado para ejercitarnas en formas propiamen-
te nuestras, seria deplorable que ahora también nos
viésemos obligados a imitar las dolencias ajenas y ante
tun mal remoto para nosotros, como ya ¢s harto sabi-
do y aqui se ha dicho.
—repito— tenemos nuestros proble-
20s respecto a la libertad de la cultura
‘Acaso algunos de los que me oyen preferirfan que yo
los enfocase como literato simplemente y desde pun-
tos de vista sin relacién alguna con la politica; pero he
de repetir aqui, otra vez més, que los modos del acon-
tecimiento venezolano que han compuesto mis cir-
ccunstancias, han hecho de mf un préstamo de las
puras lerras a la politica, vigente todavia ese compro-
miso, por lo que se refiere a confianza de pueblo, el
mio, puesta en mi. Y desde esta posicién —que, por
lo demas, en los tiempos que corren casi no hay otra
para quienes, acabado y desacreditado aquello de las
torres de marfil, no pueden satisfacerse en ejercicios
de inteligencia que no los obliguen a comprensién de
las angustias de pueblos que estin rodedndolos y a
ccompenetracién con ellas en cabal mantenimiento de
la dignidad intelectual, que no pide solamente abste-
Expcja de pacencia* 1997 + 093 56nerse de apoyar los procedimientos de la arbitrariedad
y de la inmoralidad politicas o de colaborar con elas,
ni siquiera cohonestandolas con el préstamo ocasional
del nombre propio y puro para funciones arafiederas a
Ia personal capacidad, sino que exige activa funcién
conductora de la voluntad de pueblo cada vez que
pueda estar decidiéndose el destino de aquél a que se
pertenece—, desde esa posicién, que constituye la
mejor experiencia de mi mismo ante un deber exigen-
te, no vacilo en afirmar que la cultura cuya libertad
debe ser procurada y defendida en los nuestros
—hablo mirando hacia el mio particularmente— no
es tanto la que nutra y adore inteligencia de selec-
cidn pata el menestercientifico 0 artstico, sino la cul-
tura social que capacite masas para la buena com-
prensién de los problemas inherentes a los pedimen-
tos de felicidad colectiva y muy especialmente la cul-
tura civica adiestradora del ejercicio de soberanta
democritica en plenitud de conciencia y de voluntad,
‘Yo he presenciado en mi pais verdaderas manifes-
taciones de cultura civica que desmienten rotunda-
mente la socorzida y calurnniosa tess de la inmadurez
de mi pueblo para los ejercicios politicos —no el
linico en nuestro continente del cual se diga cal
cosa— como también luego suff cl atropello llevado
a cabo por las fuerzas constitutivas del antipueblo, que
alli, como en otras partes también, han estado en su
hora més propicia con la irrupcién del militarismo
local en el campo de las actividades politicas, incromi-
sién que les esté vedada a los cuerpos armados en las
constituciones democriticas de nuestras repiblicas y
que fue apoyada, favorecida o consentida, pero culpa~
blemente en todo caso, por los intereses financieros de
propios y tambien de extrafios.
Pues si es cierto que en muchos de nuestros pue-
bilos de origen hispano, en combinacién con elemen-
tos érnicos a los que se les pueda o se les quiera negar
capacidad para ordenados ¢jercicios de republicanis-
mo y democracia, la historia ha sido una sucesién de
zarpazos de la fuerza contra el derecho, de donde un
compattiota mio sacé a sus gustos la tesis del gendar-
‘me necesario para los mancenimientos de la tranquil
dad publica —a la medida de la arbitrariedad gober-
nante, por supuesto— y si también es verdad que esos
gendarmes no han nacido en Washington, esta hora
de planteamientos francos me pide replicar que desde
alli, de alguna manera, los han amamantado,
Porque bananos en Centro América, petréleo en
Venezuela y Colombia y, para endulzar la pildora,
auticar en Santo Domingo y Cuba mejor se les dan a
quienes aspiran a pingites negocios tranquilos a la
sombra de una espada complaciente que en las inme-
diaciones de una urna electoral donde una mano de
Rowuio Gaitecos
pueblo meta voluntad de pueblo. Que en ejercicio de
cultura fundamental cuya libertad reclama amparo y
defensa positives.
Desde luego, el capital inversionista ejerce una
funcién natural al procurar los més espléndidos bene-
ficios y no es suya toda la responsabilidad de la exac-
cidn, pues la mayor parte de ella es de quienes no
defienden lo propio con la escrupulosidad y la energia
debidas; pero huelga decir que estas excesivas apeten-
cias de los exploradores de nuestra riqueza que los
induce @ apoyar y hasta a promover violaciones del
derecho y de la ética cuentan a menudo con el respal-
do del poderio norteamericano, de donde éste asi apa-
rece como cémplice de culpas de las cuales con mayor
facilidad nos redimiriamos si fuesen roralmente nues-
tras.
‘Podré decirse que me he desviado del tema de esta
Conferencia arrimando la brasa para una sardina que
no tenia por qué estar en asado? Creo que no, pues
todos sabemos que el pensamiento inspirador de esta
reunion ha sido el de estimular y agrupar las fuerzas
de la democracia americana —que son los instrumen-
tos esenciales de la defensa de la cultura entre noso-
tros— para realizaciones précticas que contribuyan al
mejor entendimiento entre nuestros pueblos y a los
mis eficaces modos por los cuales ellos obtcngan y
retengan el bienestar que, en ejercicio de dignidad, les
procuren la felicidad que les sea dable disfrutar.
Las actividades de esta Conferencia han cuajado en
‘buen ntimero de resoluciones adecuadas a los propésitos
ue ella persigue en pro de la libertad de la culeura y de
agut regresarin sus delegados a sus actividades propias,
pero ya con un compromiso de solidaridad y se me ocu-
tre que el mejor modo de cumplito seria dedicindonos
al empefio de consolidar la voluntad de nuestros pueblos
en torno a un pensamicnto como ef que inspiré aquella
Consulta dirigida por el Gobicrno del Uruguay, hace
conce afis, a los de los dems paises americanos, con el
fin de establecer maneras de proteccién internacional de
los derechos del hombre y de accién colectva de defen~
sa de ellos, y a la cual se adhirié el de Venezuela cuando
hombres del partido politico al que ali pertenezco tent-
an responsabilidad mayoritaria en la direccién de los des-
tinos nacionales. No me mueven, pues, a este pedimen-
to impaciencias de desterrado, porque dentro de la hos-
pitalidad mexicana de que disfruto no se me han puesto
limites opresores a mi dignidad personal y porque al for-
ular el deseo que se me ha ofdo expresar no he demos-
trado sino consecuencia con mi ubicacién ideolégica
‘Troperd esa mencionada consulta con las suscepti-
bilidades del principio de no intervencién de un pals
‘en los problemas internos de los dems: peto respecto
a ese delicado asunto ya en dicha Consulta se preesta-
Expo de paiencia® 1997 + 19357EL TALENTO SIN PROBIDAD ES UN AZOTE
blectan los modos de dejar a salvo lo que de justo y
decoroso contienen esas preacupaciones y, por otra
parte, bien pueden venir ak caso, entre nosotros, las
palabras del norteamericano Adolph Berle en una
conferencia convocada hace poco por Ia Asociacis
Interamericana de la Prensa: “No intervencién no sig-
nifica nunca que no puede haber intervencién por
medio de las ideas”.
Y ésta es la funcién especifica de los hombres de
pensamiento que aqui se han reunido, pues si los regi-
menes dictatoriales implantados en nuestra América
se entienden mutuamente a sus anchas y se prestan
servicios reciprocos de represién, del mismo modo
—en planos superiores, desde luego— deben prestar-
se mutuos auxilios las fuerzas democréticas que cn
nuestro continente corren una misma suerte y son los
hombres de pensamiento liberal, democritico, quie~
nes deben orientarlas y conducielas
hacia al entendimienco undnime
creador de fuerza solidaria.
Porque si nadie podia dudar de
la claridad de inteligencia que brilla-
ria en las deliberaciones de esta
asamblea, a nadie, tampoco, debe
inducirlo el pesimismo a repetir, por
este caso, aquellas palabras del
Grande Hombre de América que fue el Libertador de
imi patria: “El ralento sin probidad es un azote”,
RECORDATORIO: FOTOS DE CARNE: BLAS DE OTERO
FERNANDO QUINONES
Publicado en la revista Zurgat, Bilbao, noviembre de 1988. Niimero dedicado a Blas de Otero,
fen el tipo feble, un tanto chepusillo, sino en el per-
fil del rostro y_l corte de pelo, algo habfa de medio
centro bilbaitarra en sus partidos finales, compadre de
Zanra y de Pinu Gainza en comrerfas al érea de go.
Dos cosas le pesan a uno ahora: no haber reconocido a
Blas la iltima vez_que lo vi en la presidencia de la popu-
losa cena madrilefia con que se festej6 en el 77 el revorno
fen su ficera porque no escribié en euskera y, me temo, por
su inacabable querer a. Espafa entera; desdén atin menos
comprensible si se recuerda, sin que lo estorben fanacs-
‘mos, no ya la vigente dimensién y hermosura de su poesia
sino su inquebrantada conducta: a vasco y a rojera, a
eabelde ya echare més pelos sero, cquén? Adem, |
dando la cara
‘Amasaba toda la fuerza y la pesadumbre que en muchos
puedan caber; tan lo suyo era un tono superital, alegre, |
cilido, como oscuros y raudos desalientos, ese “justo pesi-
mismo” detectado en otros autores por el Borges que
tun facha y nada més para quienes hoy silencian a Blas (sé lo
aque digo) en égoras ikastolas. De ahi que en el Bilbao en
guelo até al principio en cua o cinco vais no enten- |
diese el chaval que yo era aquellos batacazos de cara y
fnimo, sus saltos dela felicidad a la depre. Como cuando,
cen la cola dominguera de un cine eéntrico bilbaino para
ver con el pintor Morquecho El salari del miedo, nos dijo
adids de golpe casi llegados ya ala taquilla y no se dejé ver
cen tres dias luego de haber convivido ottos tres a sol y som-
bra. La misma mafiana de aguas en que. por primera vets
llamé a su puerta de la Alameda de Recalde le aclaré algo |
ami conta bisofez, que le pregunté cémo un comunista de
su fe no iba en solidarias alpargatas obreras. Y:
“No ees. Se rata de que todos even zapatos. Tadavia no
es, También yo estaba nada mds que en lo mio y un buen die
i, Como cuando sube el tein en el teatro y empiezas a velo
todo, jst de pronto!
Cudnto vaivén, solos 0 con otros, por el Bilbao de sus
apegos y sus descontentos, el de su oda:
Laboriosa ciudad, sal de fabrics
donde el hombre maldice mientras rezan
dos presidentes de Conejo, ob Altos
Hornes, infiernos bondos en la niebla
‘Tardes de Neguri, verso, sardinadas y tacolt, sus renie-
gos de—y su amor por— Unamuno, los biles de chachas
én Archanda con el bocho a los pies, -movidas nocturnas
por El Arenal, chiquiteos a la sombra ferruginosa de San
Anuén. O, si yo andaba con pela fescas la ala calle de Las
Cortes y la luz de sus burdeles inflibles; detris del sirimi-
Fi, “cuerpo de la mujer, fuente de llanto
Hace poco que le pasé a su esposa, Sabina, la foro ves-
tido de torero con cuatro 0 seis afios que Blas me dedi
cen Octubre del 53 (“Al poema, como al. toro, con valor y
gracia, Fernando”), y que conté en una mesa redonda el
matiz. entre tstén y eachondo, pero de algiin modo org
lloso, con que me definié la estética urbana de Bilbao seh
indome desde el tren un enorme, circular y herrumbroso
armatoste metilico en el gris rjiza de la fa:
Eso es muestra octava real y nuestra Allambra ®
Expsjo de pacencia * 1997 #0358