Análisis y Critica en La Historiografía

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Análisis y crítica en la historiografía

JAVIER RICO MORENO


Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

¿Cuál es la naturaleza de los estudios historiográficos? y ¿en qué con­


siste la enseñanza de la historiografía? Son preguntas de poca impor­
tancia cuando definir una práctica equivale a simplificarla y reducir sus
alcances.1 De cualquier forma, no puede ignorarse que estudiar y ense­
ñar historiografía son experiencias que requieren, así sea de manera
provisional, la delimitación —más que limitación— del objeto, procedi­
mientos, estrategias y alcances de lo que se quiere conocer, explicar y
comprender. Hace unos años propuse en un foro académico una defi­
nición de la historiografía como crítica; había entrado en contacto con
proyectos de investigación que, desde mi perspectiva, abordaban inte­
resantes temas de historia de la cultura, de las ideas o del arte, pero no
propiamente de historiografía. Aquella propuesta2 se convirtió en el
punto de partida de un trabajo más amplio, cuyos avances llenan las
páginas que siguen. Se trata de una investigación que pretende recoger,
por una parte, la experiencia de un ejercicio relativamente solitario (la
indagación teórica que propicia el estudio de obras historiográficas) y,
por otra, las inquietudes, problemas y preguntas que suscita la enseñan­
za de la historiografía de México entre estudiantes de historia. Tiene el
propósito de hacer una contribución en dos planos que considero mu­
tuamente condicionantes: la teoría y la didáctica de la historiografía. Soy
deudor, por tanto, de ese complejo intercambio de preguntas, respues­
tas, miradas, silencios y gestos —de desconcierto o de expectación— que
hacen de cada momento en el salón de clase una valiosa fuente de praxis
reflexiva, cuando se sabe mirar con atención lo que ahí sucede.

1 "Dar una definición de las distintas formas instauradas para regir el saber histórico
sería intentar encasillar, porque es marcar límites determinantes, los procesos que conjugan
problematizaciones, disputas, diferencias entre historiadores preocupados por determinar su
trabajo. Una comprensión de esto conduciría, más bien, a detectar cómo se han ido entrela­
zando sus planteamientos con los nuevos órdenes del saber." Julieta Espinoza, en Metodología
I. La tensión historia-historiografía, México, UAM-Azcapotzalco, p. 77-78.
2 Con el título de "La historiografía como crítica. Apuntes para una teoría de la historio­
grafía", el texto de ese trabajo se publicó primero en Historia y Sociedad, año XII!, 2001-2002,
Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico,
p. 141-152. Poco después apareció en las memorias que recogen los trabajos del foro en el que fue
presentado: José Ronzón y Saúl Gerónimo (coords.), Reflexiones en torno a la historiografía contem­
poránea, México, UAM-Azcapotzalco, p. 69-79 (Biblioteca de Ciencias Sociales y Humanidades.
Serie Historia/Historiografía).
200 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

La tesis central —que expongo con mayor amplitud en un libro en


preparación— consiste en que la historiografía puede abordarse como
un estudio cuya naturaleza es la crítica de textos, con la salvedad de
que la crítica supone el análisis como procedimiento previo (del cual se
presenta aquí un esquema simple). La exposición pasará entonces de
la definición de la historiografía como una disciplina del saber históri­
co a la de fenómeno y texto historiográficos; por último, se emprende­
rá una aproximación a las dimensiones del análisis y la crítica en el
ámbito específico de la historiografía.

EL JUEGO DE LAS AMBIGÜEDADES

La ambigüedad del término historia suele ser una referencia obligada


en muchas indagaciones sobre la historia como disciplina. Más que una
insistencia injustificada, se trata de reconocer el potencial de esa ambi­
güedad para motivar los intentos de precisar no sólo los significados,
sino también la delimitación de los distintos campos del saber histórico
y, sobre todo, su interrelación. Al oscilar entre el pasado o realidad
histórica y su conocimiento o narración, la palabra historia tiende a
generar equívocos.3 Sin embargo, al dilucidar la relación entre los dos
términos de la ambigüedad, ésta ya no suscita un conflicto de signifi­
cados, y adquiere el carácter de un accidente lingüístico pertinente o de
una ambigüedad pertinente o bien fundada. La pertinencia obedece a
que el pasado y el conocimiento de ese pasado — los dos términos de
la ambigüedad— se requieren mutuamente, son inseparables. Ray-
mond Aron se refirió a esa situación al señalar que la "conciencia del
pasado es constitutiva de la existencia histórica. El hombre no tiene
realmente un pasado más que si tiene conciencia de tenerlo".4
Que la misma palabra designe tanto la "historia que se vive" como
la "historia que se escribe"5 es una situación que podía haber cambiado
desde mediados del siglo XVII, cuando Tomasso Campanella añadiera
un nuevo elemento a las cuatro artes de la composición consignadas

3 En un plano general, ambigüedad es sinónimo, entre otros, de oscuridad, confusión,


equívoco, tergiversación e indeterminación. Ya la tradición retórica consignaba a la ambigüe­
dad como el defecto de un texto o discurso, el cual debía distinguirse por la claridad, la
precisión y la concisión. Cfr. Helena Beristáin, Diccionario de retórica y poética, 8a. ed„ México,
Porrúa, 1997.
4 Raymond Aron, Dimensiones de la conciencia histórica, trad. de Efraín Huerta y Paloma
Villegas, México, FCE, 1992, p. 13.
5 Las expresiones de "historia que se vive", en tanto que la realidad histórica y la "his­
toria que se escribe" se encuentran en un artículo de Carlos Pereyra.
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 201

por la tradición clásica. Al conjunto que ya formaban la gramática, la


dialéctica, la retórica y la poética, el dominico italiano incluyó a la his­
toriografía como el "arte de escribir correctamente la historia".6 El tér­
mino, sin embargo, no logró la suficiente aceptación, y se ha propuesto
incluso modificar la grafía misma de la palabra historia; escrita así, con
minúscula, "historia" se refiere al pasado o a la realidad histórica; "His­
toria", en cambio, hace referencia a la disciplina que tiene por objeto el
conocimiento de ese pasado. La poca fortuna de esta otra solución ha
motivado los intentos por recuperar, precisar y enriquecer el término
acuñado por Campanella.
Entre los historiadores de hoy se suele aceptar que la palabra his­
toria refiere al pasado o realidad histórica, mientras que historiografía
designa el conocimiento de ese pasado. Pero, bien pensadas las cosas,
esta convención reclama nuevas precisiones, pues la ambigüedad, lejos
de desaparecer, se desplazó hacia la palabra historiografía, cuyo uso
deja ver, al menos, cuatro acepciones distintas.
En primer lugar, se hace referencia a la práctica que en buena me­
dida define la naturaleza del trabajo del historiador y su producto. A la
pregunta de Michele de Certeau ("¿Qué fabrica el historiador cuando
'hace historia'? ¿En qué trabaja? ¿Qué produce")7 no basta con respon­
der que éste investiga el pasado humano, pues — añade el historiador
francés— su indagación está necesariamente ligada a la escritura. Es un
historiador al emprender una averiguación sobre los acontecimientos
humanos del pasado, pero — al mismo tiempo — es un historiógrafo, ya
que sus indagaciones se condensan en un acto de escritura mediante el
cual construye una narración. Historiografía es aquí la práctica o con­
junto de operaciones que lleva a cabo un sujeto para conocer el pasado
y dar cuenta de él.
En segundo lugar, el término designa al conjunto de obras escritas
que tratan de los acontecimientos humanos del pasado, es decir, lo que
comúnmente se identifica como libros de historia o relatos históricos.
Con base en varios criterios (que pueden ser temáticos, cronológicos,
geográficos, académicos o ideológicos), ese amplio conjunto de obras
admite distintas formas de clasificación, de manera que puede hablar­
se — entre muchas otras— de las historiografías universal, del siglo
XIX, de Nueva España, académica, marxista, oficial. Historiografía es

6 Philosophiae rationalis partes quinqué, videlicet Grammatica, Dialéctica, Rethorica, Poética,


Historiographia, iuxta propria principia. Citado por Nicola Abbagnano en su Diccionario de filo­
sofía, trad. de Alfredo N. Galleti, 2a. ed., México, FCE, 1974, p. 617.
7 Michel de Certeau, "La operación histórica", en Frangoise Perus (comp.). Historia y li­
teratura, México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1994, p. 31.
202 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

aquí el conjunto de obras escritas que resultan de la indagación acerca


del pasado.
En tercer lugar, el término se refiere al estudio de los cambios que
experimentan en el tiempo los factores del conocimiento histórico: la
concepción del devenir, los modelos teóricos y metodológicos, la de­
terminación de lo que es historiable, los procedimientos que validan
el conocimiento del pasado, los modos de explicar o las formas de
estructurar los relatos. Es una indagación muy cercana a la filosofía y
la teoría de la historia, pero se diferencia de ellas al colocar su propio
hacer en una perspectiva histórica. Historiografía es aquí una autorre-
flexión sobre las orientaciones que el conocimiento del pasado va to­
mando en el tiempo.
Por último, la historiografía se entiende como una disciplina con
un propósito distinto al conocimiento de los hechos del pasado.8 En el
sentido que adquiere en los planes de estudio de historia, la historio­
grafía se perfila como un área de estudio que tiene por objeto a las obras
historiográficas. Esta concepción de la historiografía ha tomado una
orientación predominantemente histórica, es decir, se aborda como
una historia de la historiografía. En general, los cursos de historiogra­
fía (general, universal o de México) se proponen revisar la sucesión de
temas, objetos, métodos, paradigmas y el perfil de los historiadores, así
como la manera en que la combinación de esos factores da lugar a for­
mas específicas de producción historiográfica. Se desarrolla casi siem­
pre como una exposición panorámica de la producción historiográfica
y de su clasificación a partir de espacios, temáticas y tiempos determi­
nados. Historiografía es aquí el estudio de las obras que produce la
indagación sobre el pasado, significado muy semejante al que registra
el diccionario de la Real Academia Española: "Estudio bibliográfico y
crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que
han tratado estas materias".9
Al llegar a este punto debe hacerse un par de acotaciones. Los tér­
minos "obra historiográfica", "libro de historia" e "historiador" se re­
fieren — aunque autores como de Certeau no lo explican— a los
productos de un sujeto que — implícitamente — se identifica con el his­
toriador moderno o profesional. Ambas delimitaciones dejarían fuera
textos elaborados por sujetos con características distintas (es decir, no
propiamente historiadores, sino clérigos, soldados, políticos, escritores,

8 Esta idea reclamará una precisión, pues la producción de un texto historiográfico y su


recepción son también hechos históricos.
9 Diccionario de la lengua española.
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 203

por ejemplo). Conviene, por tanto, buscar otras categorías que sean
incluyentes; el término "texto historiográfico" permite incorporar tan­
to obras o libros de historia, relatos y ensayos de interpretación histó­
rica, como cartas, memorias crónicas y diarios de viaje, entre otros, que
no necesariamente son resultado de una investigación, tal y como ésta
se define a partir del siglo XIX. De modo semejante, puede adoptarse el
término "sujeto de la enunciación historiográfica", término que incluye,
tanto al historiador profesional, como a un amplio grupo de personajes
que en determinado momento se dan a la tarea de representar aconte­
cimientos del pasado de los cuales fueron testigos o participantes.

Fenómeno y texto historiográficos

A partir de las ideas de Paul Ri<;oeur y de Hayden White,10 puede pen­


sarse en la indagación histórica como un proceso de interpretación que
dota de significación a los acontecimientos —singulares y dispersos —
de los que dan cuenta las fuentes o testimonios. Al construir una trama,
se pone en relación unos hechos con otros, lo que da lugar a su re—pre­
sentación mediante una estructura narrativa (una representación his­
toriográfica). Esta totalidad significante en la que se distinguen una
estructura narrativa, un acto de representación mediante una escritura
que expresa la integración profunda de la temporalidad y la narrativi-
dad, y un discurso que algo acerca del algo que aconteció en el pasado
es lo que constituye una producción que cobra forma en el texto histo­
riográfico.
Esta aproximación está incompleta aún, pues el fenómeno al que
nos hemos referido no concluye con la elaboración de un texto historio-
gráfico. Todo proceso de escritura reclama esa otra operación que le es
consustancial: la lectura; una obra escrita estará siempre inconclusa sin
el encuentro con un lector. La producción de sentido que lleva a cabo el
sujeto de la enunciación en la representación de los hechos quedará así
a disposición de un nuevo proceso de interpretación: el del lector.
Traslademos ahora las preguntas sobre la operación histórica al
ámbito de la historiografía considerada como el estudio de las produc­
ciones historiográficas: ¿qué hace el estudioso que se sitúa en el campo
de la historiografía, en qué trabaja, qué produce? Antes de proceder a

10 Paul Ritoeur, Tiempo y narración, traducción de Agustín Neira, México, Siglo XXI Edi­
tores, 1995, v. 1; y Hayden White, "La cuestión de la narrativa en la teoría historiográfica
actual", en El contenido de la forma, Barcelona, Paidós, 1992, p. 41-74.
204 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

las respuestas, vale la pena recapitular el camino seguido hasta aquí.


El punto de partida fue la ambigüedad de la palabra historia y el reco­
nocimiento de su pertinencia con base en la complementariedad de sus
significados. Al encontrar que existe una situación semejante con el uso
del término historiografía, y una vez delimitados sus significados, se
enfocará al estudio historiográfico como un proceso que sigue dos mo­
mentos básicos: el análisis y crítica.

DESPLAZAMIENTO DE LA AMBIGÜEDAD
DE LA PALABRA HISTORIA A LA DE HISTORIOGRAFÍA
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 205

Elementos del análisis historiográfico

El objeto del estudioso de la historiografía son entonces los textos his-


toriográficos, y, en nuestra propuesta, un estudio historiográfico com­
prende dos operaciones básicas: el análisis y la crítica de textos.
Consideramos aquí al análisis o procedimiento analítico en el sentido
más usual que le asignan la filosofía moderna y la ciencia en general:
la descomposición o fragmentación de un todo en sus partes: "A veces
se quiere indicar con ello una descomposición de un todo real en sus
partes reales componentes, tal como ocurre en los análisis químicos.
Pero casi siempre la descomposición en cuestión es entendida en un
sentido o lógico o mental".11 En el ámbito que nos ocupa, el todo a
descomponer es el texto historiográfico, pero éste —como se ha visto
antes — posee características singulares; su análisis, por tanto, no obe­
dece criterios lingüísticos o lógicos, como correspondería a un enuncia­
do o a una proposición. Los elementos en los que se puede fragmentar
un texto historiográfico serán aquellos que definen su historiografici-
dad. Los que se enlistan a continuación no configuran un esquema
aplicable a todos los textos historiográficos, y tampoco se localizan ne­
cesariamente en ese orden.

Elementos que componen un texto historiográfico

Objeto de la narración De lo que trata el texto, lo que relata. Exige identificar tan­
o investigación to el tipo de acontecimientos como el periodo histórico al
que se refieren.
Actores Sujetos o entidades que ejecutan, determinan o modifican
los acontecimientos o los procesos históricos.
Factores Puede pensarse como el "motor de la historia": dinámica
históricos social, transformación de las estructuras, lucha de clases,
desarrollo del Estado, conflicto tradición-modernidad, mar­
cha de la civilización, entre otros.
Especialidad Construcción y/o delimitación (descriptiva o referencial)
del espacio en el que tienen lugar los acontecimientos.
Escala Relación del núcleo de los acontecimientos narrados en el
temporal relato con el periodo más amplio del que forman parte.

José Ferrater Mora, Diccionario defilosofía. Subrayados del autor.


206 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

Modelo Integración de argumentos por medio de los cuales se da


explicativo razón de los hechos, es decir, la identificación de los ele­
mentos que explican por qué tuvieron lugar los aconteci­
mientos y por qué sucedieron de tal o de cual manera. Es
un dar razón de lo que sucedió, en tanto que dar razón de
algo (en este caso, hechos del pasado) equivale a identificar
las causas, los propósitos y motivos o un conjunto de razo­
nes necesarias y razones suficientes. El modelo explicativo
configura la racionalidad de los acontecimientos y, aunque
no sea explícito, es un presupuesto del autor del texto, pues
éste no representa los hechos pensando que obedecen to­
talmente al azar o que son un caos.
Configuración Disposición de los hechos en principio-medio-fin. Ocupan
del relato aquí un lugar importante los tipos de relato identificados
por H. White: romance, tragedia, comedia.
Silencios Acontecimientos, circunstancias o personajes de los que se
supone el autor del texto sabía o debía saber y que omite
en forma deliberada o inconsciente.
Fuentes Localización de los testimonios o del origen de los datos
(documentos, archivos, referencias, imágenes, expresiones
o modelos de interpretación)
Lector Lector individual o colectivo para el que se escribe origi­
destinatario nalmente el texto, puede ser real, ideal o potencial.
Intertexto Presencia de otros textos (palabras, frases, imágenes, con­
ceptos, ideas), ya sean citados o referidos, consciente o in­
conscientemente.
Procedimiento Camino que siguió el sujeto de la enunciación en la inda­
gación acerca del pasado.
Propósitos Fines que el sujeto de la enunciación pretende alcanzar con
la escritura (y lectura) del texto.
Esquema referencial Configurado por el modelo teórico y/o metodológico que
articula la indagación.
Retórica Identificación de las figuras retóricas (metáforas, hipérbo­
les, paralelismos y comparaciones, entre otras) mediante
las cuales un suceso, un personaje, una institución, etcé­
tera, adquieren un significado particular en el discurso.

LA CRÍTICA HISTORIOGRÁFICA

El análisis permite identificar las características de los componentes de


una representación historiográfica, pero esta tarea está inconclusa o,
si se quiere, es apenas una parte del estudio. Sigue la tarea de recom­
poner lo que se ha descompuesto y ponerlo en su relación con los
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 207

elementos externos: el autor y su horizonte histórico cultural; es el


proceso de síntesis. En esta segunda etapa radica propiamente la na­
turaleza de la historiografía como crítica de textos. No sólo en el sen­
tido de una exploración para descubrir los aciertos, alcances,
contradicciones o deficiencias de un texto o un conjunto de ellos. Se
trata de un estudio crítico cuya tarea es identificar las condiciones de
posibilidad de las representaciones del pasado a estudiar, así como la
forma y los recursos mediante los cuales el sujeto de la enunciación
expresa una determinada conciencia de la historicidad de su ser en el
mundo.
Para explicar esta propuesta de la historiografía como una discipli­
na cuya tarea es la crítica, recurro a la analogía. Si, como se afirma, la
frontera que separa a la historiografía de la literatura de ficción es ape­
nas la delgada pero indeleble línea que forman la referencialidad se­
cundaria (acontecimientos que realmente sucedieron) y la pretensión
de verdad que acompañan a la primera, entonces se justifica pensar en
la crítica historiográfica, como una disciplina semejante a la crítica lite­
raria. La crítica historiográfica será a la historiografía lo que la crítica
literaria es a la literatura. Veamos cuatro líneas de este paralelismo.12

1. La crítica literaria es una disciplina que tiene por objeto a la obra


literaria, de tal suerte que, mediante el diálogo de un lector especiali­
zado (el crítico) con una obra, se produce un saber cuyo sentido es
encontrar la literariedad de la obra, es decir, los elementos que hacen
de ella un texto propiamente literario. De igual modo, sugiero que la
crítica historiográfica es una disciplina que tiene por objeto al texto
historiográfico; es también una experiencia de lectura especializada de
la que resulta un saber que permite descubrir en las obras que estudia
una expresión de la conciencia de la historicidad a través del relato, es
decir, lo que hace de ella una obra propiamente historiográfica. En este
sentido, la literariedad de la obra literaria es a la literatura lo que la
historiograficidad es a la historiografía.
2. Si bien toda obra literaria tiene componentes afines, al interior de
su textualidad se manifiestan características singulares que se refieren
a la disposición de sus diversos elementos (estructurales, sintácticos,
retóricos, lingüísticos, contextúales, extratextuales, intertextuales y li­
terarios). La crítica literaria no se propone describirlos, sino revelar su

12 Buena parte de las reflexiones que conforman este parte se originaron en largas con­
versaciones con Carmen Sánchez, poeta y estudiosa de la literatura. Es pertinente agradecer
sus aportaciones y observaciones al texto.
208 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

dinámica para hacer comprensibles su resonancia o efecto, su comple­


jidad y su valor estético. Ésa vía permite, además, localizar el lugar de
una producción literaria entre las demás obras de un autor, de una
época o de una tradición. De modo semejante, diré que las obras histo-
riográficas tienen elementos comunes — tratan de acontecimientos rea­
les del pasado humano y contienen la interpretación que un sujeto hace
de tales acontecimientos—, pero cada una de ellas, aunque se refiera al
mismo hecho o al mismo periodo que otras, tendrá características sin­
gulares de acuerdo con la disposición de los recursos mediante los cua­
les construye su discurso: teóricos, metodológicos, narrativos y
retóricos, así como de la periodicidad con la que pretende hacer inteli­
gible la temporalidad, del tipo de relaciones que establece, del modelo
de explicación que pone enjuego, de la causalidad a la que alude, de la
visión de la historia que supone o que expresa.
3. Tanto la crítica literaria como la historiográfica son una lectura
especializada o tienden a ella. En ambos casos, los críticos deben estar
familiarizados tanto con la historia de los conjuntos de obras y las tra­
diciones que conforman, como con sus horizontes de enunciación y de
recepción; esos horizontes complejos que requieren un grado de espe-
cialización en cuanto a los diversos códigos que son familiares a los
autores y a los lectores de su época. Parte de su tarea es develar y va­
lorar esos códigos, saberes, entendidos comunes, lecturas y conceptos
para quienes serán los lectores de la crítica.
4. El crítico de la literatura puede ser al mismo tiempo un escritor
o un poeta, pero suele suceder que ante todo sea un estudioso de la
literatura, conocedor de la historia de las producciones literarias y sus
tradiciones, de la teoría literaria, de las relaciones entre las corrientes
artísticas, filosóficas y literarias. El crítico de la historiografía puede ser
a la vez un historiador, pero será ante todo un estudioso de la historio­
grafía, de la historia de sus producciones y sus tradiciones, de la teoría
y la filosofía de la historia, de los diálogos entre las corrientes del pen­
samiento generadas en el ámbito de las ciencias humanas o de la cul­
tura. Si el crítico de la literatura debe conocer de historia, el crítico de
la historiografía no puede no conocer nada de la literatura.

Esta propuesta de la historiografía como crítica no reduce el ámbito


de su hacer; tampoco elimina la exigencia del rigor teórico y metodoló­
gico con el que debe emprenderse. Busca fundar su definición en la
correspondencia entre un tipo de discurso, los códigos que lo conforman
y la práctica de lectura que aquel hace posible. Las formas que adquiere
dicha correspondencia no escapan a la historia, como tampoco es posi­
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 209

ble ignorar sus vínculos con otros saberes y tradiciones culturales. De


ahí que la crítica historiográfíca da lugar a una práctica de lectura es­
pecializada que trata de integrar los elementos internos y específicos
de un texto con sus condiciones de posibilidad. Una tarea que exige del
crítico la sensibilidad para percibir la interacción dinámica entre histo­
ria y cultura.13
Proponer que la historiografía es una disciplina de naturaleza crí­
tica nos coloca frente a otra situación ineludible: la de su sentido, es
decir, ¿para qué hacer crítica historiográfíca? La crítica historiográfíca,
que incluye a la historia de la historiografía, tiene — por supuesto— un
sentido didáctico semejante al de los estudios de historia del arte, de
la filosofía, de la psicología, de la antropología. De ahí que un curso
de historiografía deba contemplar, entre otros objetivos, el de educar,
formar la mirada para emprender esa lectura especializada. Alfonso
Reyes definió a la crítica literaria como "la reacción del sentido litera­
rio ante obras determinadas",14 lo que permite otra analogía: la crítica
historiográfíca es una reacción del sentido historiográfico ante obras
específicas. Pero ese sentido al que se alude no es innato, debe ser
formado, educado.
Ahora bien, en tanto que la crítica es siempre valorativa, su razón
de ser radica en valorar las obras. No se trata de asignarle valor a las
obras, sino de hacerlo explícito. Su propósito no es clasificar la obras
según su grado de valor, o en seleccionar obras valiosas y desechar la
que no lo fueran, pues, en estricto sentido, todas tienen al menos un
valor: el de expresar una forma de conciencia de la historicidad: del
autor del texto, en primera instancia, pero también de la comunidad
sociocultural a la que pertenece y, acaso, de la época, es decir, de su
aquí y su ahora.
Esto nos conduce a otra cuestión por resolver: ¿qué tipo de valores
ofrece el texto historiográfico?, o bien ¿cuáles son los valores que el
crítico espera encontrar mediante su estudio? La respuesta a estas pre­
guntas tiene que ser relativa. Si se concibe a la historiografía como una
forma de producción literaria, la crítica pondrá énfasis en los elemen­
tos formales del discurso, particularmente en la estructura narrativa;
desde esta perspectiva, los valores que ofrece el texto serán predomi­
nantemente estéticos. Al concebirla, en cambio, como forma de pro-

13 Tampoco la crítica historiográfíca escapa a la historicidad; la valoración de las obras


historiográficas estará en función del estado que guardan la teoría de la historia y la crítica
misma, así como del horizonte historiográfico y cultural del sujeto que emprende la crítica.
14 Alfonso Reyes, "Breve reseña histórica de la crítica", en Cuadernos Americanos, año XXI,
v. CXXIII, n. 4, julio-agosto, 1962, p. 259.
210 LA EXPERIENCIA HISTORIOGRÁFICA

ducción de conocimiento el estudio se concentrará en los elementos


que se consideran necesarios o idóneos para validar el conocimiento
histórico que el texto entrega: coherencia argumentativa, racionalidad
de la explicación y pertinencia de las fuentes, entre otros; desde esta
mirada, los valores que ofrece el texto son predominantemente de or­
den epistemológico.
Como podrá apreciarse, el crítico se encontraría aquí ante una
disyuntiva que parece forzarlo a elegir entre dos tipos de producción y
entre dos conjuntos de valores. Dado que esa elección es anterior, de ella
depende, incluso, la dirección del análisis. No obstante, todo parece
indicar que se trata de una falsa disyuntiva, pues las representaciones
historiográficas no pueden ser sólo literatura (arte) o sólo conocimiento
(ciencia). La historiografía como conocimiento del pasado no puede
dejar de ser una construcción literaria (narración, relato), y lo literario,
a su vez, expresa ya los rasgos de ese conocimiento. En síntesis, se trata
de reconocer que la historia es ciencia y arte al mismo tiempo.
Hay, por lo tanto, una tercera forma de concebir el tipo de produc­
ción al que pertenece la historiografía. A partir del estudio de Ernst
Cassirer15 sobre la construcción de sistemas simbólicos —que definen
lo humano del mundo—, en la que distingue la religión, el mito, el
lenguaje, la ciencia, el arte y la historia, puede pensarse que la cultura
es el ámbito natural de la historiografía. Todos los momentos del fe­
nómeno historiográfico — desde la selección de un tema y la interpre­
tación de los documentos, hasta la interpretación que el lector lleva a
cabo en su encuentro con el texto historiográfico — se producen en el
ámbito de la cultura. El de la cultura es el ámbito natural de la histo­
riografía, pues las inquietudes del historiador, las preferencias o los
prejuicios de los lectores y las orientaciones de las instancias que de­
ciden hacer públicos los textos no son inmunes a los procesos de sig­
nificación del mundo. La concepción de la historiografía como una
forma de producción cultural tiene la ventaja de ser incluyente, pues
requiere incorporar las perspectivas estética y epistemológica como
parte, justamente, de los procesos de significación. Dicho de otro modo:
pensar en la historiografía como producción cultural y en los textos
que de ella resultan como productos culturales, implica reconocer
lo que hay en ellas de conocimiento y lo que hay de arte, de manera
que, en virtud de su combinación, resulta un proceso de simbolización
de la temporalidad. En consecuencia, hay entonces un tercer tipo de
valores que ofrece el texto historiográfico: los valores simbólicos, en los

15 Ernst Cassirer, Antropología filosófica, trad. de Eugenio ímaz, México, FCE, 1971.
ANÁLISIS Y CRÍTICA EN LA HISTORIOGRAFÍA 211

cuales se funda su capacidad para simbolizar personajes, acontecimien­


tos y periodos históricos.
La base que constituyen el análisis y la crítica permitirán ampliar
las perspectivas y los alcances de los estudios historiográficos en dos
dimensiones. La primera de ellas puede orientarse a la producción de
un autor, de una corriente, de los diversos textos sobre un mismo tema,
de las tendencias identificables en una época, de las fuentes utilizadas
para un tema, de líneas de interpretación de un acontecimiento, de la
visión de la historia y, en fin, de las múltiples posibilidades de una his­
toriografía comparada. La segunda se orienta hacia otras formas de re­
presentación del pasado en las que la escritura no es el elemento de
expresión, aunque la presuponen: rituales y ceremonias, la iconografía
o el discurso monumental de la arquitectura y la escultura. En este caso,
el estudio historiográfico se despliega sobre la base de considerar tales
expresiones como textos, pero textos que se configuran con lenguajes
y códigos específicos.

Bibliografía

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Hacia una erótica de la historia.
Historiografía e inconsciente
BORIS BERENZON GORN
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

A Mauricio Beuchot

Eros, Psique y Clío

¿Podía ser de otra manera? No. La relación de Psique y Eros se sostenía


en el flagelo de la pasión encendida y la elasticidad de la pulsión razo­
nada, así nos los cuenta la popular leyenda griega:
Psique (o psiquis, en griego significa alma) era una princesa, la me­
nor de tres hermosísimas hermanas, aunque la belleza de Psique sobre­
salía del resto de cualquier ser mortal; como mujer era tan hermosa que
se le comparaba con Afrodita (Venus), a tal punto que el pueblo prefe­
ría a veces dedicar sus honores a la princesa que a la diosa del amor.
Afrodita siempre severa en los castigos para quien pusiera en peligro
su liderazgo sobre la belleza, se encolerizó y le ordenó a su hijo Eros
que en forma de monstruo horrible terminara con Psique.
Las hermanas de Psique se casaron jóvenes y años más tarde envi­
diaron a Psique, quien extrañamente, no lograba siquiera conseguir
un pretendiente. Los hombres la veían tan hermosa que la admiraban
como una obra de arte, la objetivizaban sublimemente como lo inal­
canzable. Irónica pero explicablemente su belleza los ahuyentaba.
Preocupado por la situación su padre fue a consultar al oráculo, y
Apolo, aunque griego, le dio la respuesta en lengua latina (que tradu­
cida dice):

En una alta roca del monte deja a la doncella, pomposamente prepa­


rada para un tálamo de muerte; y no esperes descendencia salida de
estirpe mortal, sino de un cruel, fiero y viperino monstruo; y éste vo­
lando con sus plumas de éter, todo lo inquieta y con fuego y hierro cada
cosa abate; al que teme el mismo Júpiter; con el que se espantan las
divinidades; del que se horrorizan las aguas de la tenebrosa Estigia

El corazón de los padres de Psique se heló, pero, no teniendo otra


alternativa que cumplir con la voluntad de los dioses, llevaron a Psique

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